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Amo a la vida en general; pero la nuestra, la de la región, la rusa, la cotidiana…, me resulta

insoportable y la desprecio con toda mi alma… Por lo que se refiere a la mía propia…, a fe
mía que ésta no tiene absolutamente nada de buena…¿Sabe?… ¡Cuando en medio de una
noche cerrada tiene uno que atravesar el bosque y distingue a lo lejos el resplandor de una
lucecita…, ya no repara en el cansancio, ni en la oscuridad, ni en que las ramas le pegan en
la cara!… Yo trabajo, ya lo sabe usted, como no trabaja nadie en toda la región, y recibo sin
cesar golpes del destino… A veces sufro e modo insoportable, pero sin tener a lo lejos
lucecita alguna… Ni espero nada para mí de los demás, ni quiero ya a la gente… ¡Hace
mucho que no quiero a nadie!… A nadie. Sólo su ama —y en nombre de viejas memorias
— despierta en mí cierta ternura… Los «mujiks» son muy monótonos… No están
desarrollados mentalmente, viven entre suciedad, y, en cuanto a los intelectuales… con
éstos es difícil mantener la buena armonía… ¡Cansan!… Todos ellos —buenos conocidos
nuestros— piensan y sienten mezquinamente; sin ver más allá de su propia nariz. Son
sencillamente necios. Otros más inteligentes, de mayor valor…, son seres histéricos,
recomidos por el análisis y los reflejos… Se lamentan, aborrecen, calumnian
enfermizamente, abordan de soslayo al hombre y, tras mirarle de reojo, deciden: «¡Oh! ¡Se
trata de un psicópata!», o bien: «¡Le gusta hacer frases bonitas!»…, y cuando no saben qué
etiqueta estamparte en la frente, dicen: “¡Es un ser extraño! “… Así, pues, mi amor a los
bosques es extraño… El que no coma carne lo es también… ¡No son capaces de
comprender la relación pura, libre e impulsiva hacia la naturaleza ni hacia las gentes!…
¡No y no! (Hace ademán de disponerse a beber otra copa.)

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