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Cuando Los Anarquistas Citaban La Biblia
Cuando Los Anarquistas Citaban La Biblia
ISBN: 978-84-8319-917-6
DEPÓSITO LEGAL: M-15.586-2014
IBIC: JPFB/HRLC
AUTORES 283
En los años setenta y ochenta del siglo pasado vieron la luz varias obras impor-
tantes sobre el romanticismo europeo. Gran especialista de la literatura
romántica francesa, Paul Bénichou centraba su atención en lo que denominó
con acierto El tiempo de los profetas, noción con la que circunscribía la primera
mitad del siglo XIX y el florecimiento en ella de nuevas doctrinas sociales cuyos
efectos alcanzan por lo menos hasta las primeras décadas del XX. Frank P.
Bowman, estudiando asimismo la producción intelectual francesa (no solo
libros sino también prensa y propaganda), se ocupó de las novedosas interpre-
taciones del Evangelio y de su figura principal, Jesús, durante el mismo perio-
do, en dos obras: Le Christ romantique y Le Christ des barricades, 1789-1848.
Citaremos finalmente la de Meyer H. Abrams, Natural Supernaturalism: Tradition
and Revolution in Romantic Literature, cuyo objeto de estudio es la matriz bíblica
de lo más significativo del pensamiento romántico inglés y alemán, anteceden-
te directo, sobre todo el alemán, de poderosas doctrinas sociales y políticas
posteriores, como se ve con solo pensar en K. Marx o en M. Bakunin, inspirados
directa o indirectamente en la enseñanza de Hegel en Berlín. Gracias a estos y
otros trabajos, desde entonces se ha podido comprobar hasta qué punto las
figuras del apóstol, del profeta, del mártir, de la virgen, la noción de redención,
la percepción de Jesús como reformador social, las simpatías por el cristianis-
mo primitivo en contraste con el contemporáneo, la idea de una revolución
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NOTAS
1. Todas las traducciones son nuestras.
2. La intertextualidad puede definirse como “la relación que un texto (oral o escrito) mantiene con
otros textos (orales o escritos), ya sean contemporáneos o históricos; el conjunto de textos con los
que se vincula explícita o implícitamente un texto constituye un tipo especial de contexto, que influ-
ye tanto en la producción como en la comprensión del discurso” (Diccionario de términos clave de ELE
del Centro Virtual Cervantes). Para una discusión amplia del tema, véase G. Genette: Palimpsestos. La
literatura en segundo grado [1982], Taurus, Madrid, 1989.
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Guillaumin et Cie., París.
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ANTECEDENTES Y PRECURSORES
JOËL DELHOM
Tras los libros de Juan Díaz del Moral (1967), Gerald Brenan (1962) y Eric
Hobsbawm (1983), publicados respectivamente en 1928, 1943 y 1959, se ha
difundido la idea según la cual los anarquistas españoles, especialmente los
andaluces, por su condición de campesinos, eran religiosos, místicos o adeptos
a una ideología mesiánica. El argumento ha servido a cierta lectura marxista de
la historia para descalificar el anarquismo. Díaz del Moral (1967: 447-448)
escribía en una nota: “Solo una doctrina de tipo religioso y utópico, con sus
numerosos y fervientes apóstoles, con su ardiente y copiosísima predicación,
con su impulsivo sectarismo, con su entusiasmo delirante, con sus enseñanzas
ingenuas, primitivas, simplísimas, tan cerca, por eso, de la sensibilidad y del
entendimiento de las masas andaluzas, tan conformes con su contextura psí-
quica y con sus latentes anhelos, tenía virtud bastante para operar el milagro”.
Por su parte, Brenan (1962: 110) comentaba su “carácter profundamente idea-
lista y religioso-moral”: “Los anarquistas son unos hombres que intentan llevar
a la práctica su utopía (que resulta tan ascética y severa como la primitiva utopía
judeocristiana) de repente y, por consiguiente, por la fuerza. [...] se puede des-
cribir al anarquismo español como la herejía protestante de la que la Inquisición
salvó a España en los siglos XVI y XVII [...] Son moralistas intransigentes. Cada
acto es para ellos o bueno o malo”1. En una nota, Brenan (ibíd.: 113) citaba este
juicio de Franz Borkenau en The Spanish Cockpit (1937): “El anarquismo es un
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Y sin embargo, aunque lleguemos a una explicación funcional en vez de histórica del com-
portamiento al parecer milenario del anarquismo aldeano español, difícilmente se hubie-
ran conducido aquellos hombres de ese modo si su idea del “gran cambio” no hubiera sido
utópica, milenaria, apocalíptica, como están de acuerdo en que lo era todos los testigos. No
concebían el movimiento revolucionario como algo consistente en una larga guerra contra
sus enemigos, en una serie de campañas y de choques que debían culminar en el apodera-
miento por su parte del poder nacional, seguido de la edificación de un nuevo orden. Veían
en derredor suyo un mundo que debía sucumbir pronto. Para dejar lugar al Día del Cambio
que iniciaría la era del mundo bueno, donde los que habían estado debajo pasarían a estar
arriba, y donde los bienes de este mundo serían repartidos entre todos [...]
El anarquismo agrario español es quizás el caso más impresionante de un movimien-
to de masas moderno milenario o casi. Por esta razón sus ventajas y desventajas políticas se
analizan con mucha facilidad. Las ventajas estribaban en que expresaba el modo de sentir
del campesinado, de manera seguramente más fiel y sensible que cualquier otro movi-
miento social moderno; y a la vez, podía a veces llegar a una unanimidad en la acción casi
espontánea, lograda sin esfuerzo, que deja profundamente impresionado al espectador.
Pero sus desventajas eran fatales. Precisamente por llegar la agitación social moderna al
campesino andaluz bajo una forma que dejó totalmente de enseñarle la necesidad de una
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El anarquismo clásico es, por lo tanto, una forma de movimiento campesino casi incapaz de
una adaptación práctica a condiciones modernas, a pesar de ser fruto de ellas. Si una ideo-
logía distinta hubiera penetrado en el campo andaluz en los años setenta del siglo pasado
[s. XIX], podía haber transformado la rebeldía espontánea e inestable de los campesinos en
algo mucho más temible, por ser más disciplinada, como algunas veces ha logrado hacerlo
el comunismo. Esto no ocurrió. Y por ello la historia del anarquismo figura casi única entre
los movimientos sociales modernos, es el cuento de un fracaso que no cesa; y si no sobre-
vienen cambios históricos imprevistos, es probable que el anarquismo figure en los libros
junto a los anabaptistas y a los demás profetas que, aunque no desarmados, no supieron
cómo valerse de sus armas y sufrieron derrota definitiva (ibíd.: 143).
Estas citas son una muestra de cómo la relación que mantuvieron los anar-
quistas con el mensaje bíblico fue enjuiciada de forma casi unánime de manera
negativa, como un síntoma de atraso intelectual, de inadaptación a la moderni-
dad y de ineficacia práctica. Adoptar una perspectiva que toma en cuenta la
evolución del pensamiento progresista en el siglo XIX, enfocando especialmen-
te el lugar que ocupan en este las renovadas interpretaciones del Nuevo
Testamento, y situar el anarquismo como una corriente ideológica heredera del
socialismo utópico permite llegar a conclusiones más matizadas y menos dog-
máticas. En próximos capítulos de este libro se podrá comprobar que la refe-
rencia bíblica no fue una característica exclusiva del campesinado andaluz, ya
que desde los anarquistas de los sectores industriales urbanos hasta los intelec-
tuales de las clases media y superior solían referirse a las Escrituras en sus
artículos o discursos. A continuación mostraremos que el sesgo bíblico tampo-
co fue una característica exclusiva del anarquismo, puesto que era una modali-
dad de expresión a la que recurrían más o menos todas las corrientes ideológi-
cas decimonónicas, por más ateas y anticlericales que fueran. Además de que
podían compartir objetivamente algunos valores expresados en las Escrituras
sin ser creyentes o de que sus referencias podían ser totalmente inconscientes
por su asimilación de la cultura cristiana, sin duda los anarquistas comprendie-
ron la potencialidad subversiva del mensaje social de los Evangelios y de algu-
nos profetas, que Brenan (1962: 111-112) igualmente destacó: “La Biblia, y
sobre todo el Nuevo Testamento, contiene dinamita suficiente para hacer saltar
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LOS IDEÓLOGOS
Los intelectuales europeos del siglo XIX no solo hicieron de Jesús un símbolo
que cristalizaba las esperanzas de justicia y las trágicas experiencias emancipa-
doras de la humanidad, sino también el objeto de profundos estudios. La exé-
gesis alemana, especialmente la escuela de Tubinga, fue pionera y ha sido
referida por el anarquista peruano Manuel González Prada (1985: 196).
Buscando al Jesús histórico desde una perspectiva crítica racionalista, es decir,
despojándole de los atributos de la divinidad para acabar de humanizarle, se
hace bajar a la tierra la promesa espiritual de la redención y se combate la tra-
dición conservadora de la Iglesia. A partir de entonces, como lo apunta S. Mi
chaud, “Jesús sobrepasa las habituales separaciones, no pertenece a ningún
partido, a ninguna clase, a ninguna estética exclusivamente. Eclesiásticos y
anticlericales, filósofos y poetas, nobles y obreros le reivindican a la vez.
Ningún sector del pensamiento escapa a su influencia, la misma teología y la
exégesis abandonan el secreto de las Facultades para animar el debate público,
como lo muestra el éxito de la traducción por Littré, en 1839-1840, de La Vida
de Jesús de Strauss” (Michaud, 1989).
Además de dicha obra del teólogo alemán David Friedrich Strauss, Das Leben
Jesu, kritisch bearbeitet (1835, La vida de Jesús, críticamente examinada17), que
presenta los Evangelios como un relato mítico, otra vida de Jesús pasó a la pos-
teridad y fue motivo de escándalo internacional. Fue la del filólogo Ernest
Renan, publicada en Francia en 1863 y traducida el mismo año al español en
América del Sur18. Para entender la influencia —central, en nuestra opinión—
que ejerció Renan sobre los pensadores progresistas y también los anarquistas,
es preciso examinar detenidamente el juicio que emitió sobre el profetismo
judío, Jesús y el cristianismo primitivo. Aunque su proyecto no tenía como
objetivo hacer de Jesús un revolucionario, salvo desde el punto de vista del más
puro idealismo, sus lectores encontraron abundante material en su obra como
para justificar dicha interpretación subversiva. Para empezar, lo que hizo famo-
so a Renan, escandalizando a los católicos, fue el haber negado la divinidad de
Jesús para hacer de él un hombre de excepcional altura moral, cuya palabra
propagada por sus discípulos habría trastornado el entorno religioso. En su
Vida de Jesús, Renan destaca el “principio comunista” que anima al cristianismo
naciente y lo inscribe en una tradición religiosa judía portadora de “poderosos
gérmenes de igualdad social y de moralidad” (Renan, 1995: 133 y 59). Jesús
habría tenido la idea revolucionaria de fundar un culto “basado en la pureza del
corazón y en la fraternidad humana”, pero “la Iglesia cristiana debía traicionar
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Incluso en nuestros días, días confusos en los que Jesús no tiene más auténticos continua-
dores que aquellos que parecen repudiarle, los sueños de organización ideal de la sociedad,
que tanta analogía guardan con las aspiraciones de las sectas cristianas primitivas, no son,
en cierto sentido, sino el florecimiento de la misma idea, una de las ramas de ese árbol
inmenso donde germina toda idea sobre el futuro y del que el “reino de Dios” será eterna-
mente el tronco y la raíz. Todas las revoluciones sociales de la humanidad serán injertadas
en aquellas palabras. Pero impregnadas de un burdo materialismo, aspirando a lo imposi-
ble, es decir, a basar la felicidad universal en medidas políticas y económicas, las tentativas
“socialistas” de nuestro tiempo continuarán siendo infecundas hasta que tomen como regla
el verdadero espíritu de Jesús, es decir, el idealismo absoluto, el principio de que para
poseer la tierra hay que renunciar a ella (ibíd.: 185).
La Biblia [...] es un libro muy interesante y a veces muy profundo cuando se lo conside-
ra como una de las más antiguas manifestaciones de la sabiduría y de la fantasía huma-
nas que han llegado hasta nosotros [...] Jehová, que de todos los buenos dioses que han
sido adorados por los hombres es ciertamente el más envidioso, el más vanidoso, el más
feroz, el más injusto, el más sanguinario, el más déspota y el más enemigo de la dignidad
y de la libertad humanas, que creó a Adán y a Eva por no sé qué capricho [...] Quería que
el hombre, privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno animal,
siempre de cuatro patas ante el Dios eterno, su creador y su amo. Pero he aquí que llega
Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y el emancipador de los mundos.
Avergüenza al hombre de su ignorancia y de su obediencia animales; lo emancipa e
imprime sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad, impulsándolo a des-
obedecer y a comer del fruto de la ciencia. [...] Dejemos ahora a un lado la parte fabu-
lesca de este mito y consideremos su sentido verdadero. El sentido es muy claro. El
hombre se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha constituido como hom-
bre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento propiamente humano por un acto
de desobediencia y de ciencia, es decir, por la rebeldía y por el pensamiento (Baku
nin, s. a.: 12-13).
El teatro hispánico no se diferencia en este aspecto del teatro francés. Dado que
Juan Pablo Calero, en otro capítulo de este libro, enfoca la producción drama-
túrgica española, nos limitaremos aquí a recordar al tolstoiano José Fola
Igúrbide, cuyas obras fueron leídas, representadas y distribuidas por militantes
y editoriales libertarias hasta los años cuarenta. Algunas de ellas, por ejemplo
Caín y Abel (1895), con títulos de inspiración religiosa, carecen de contenido
social relacionado con el anarquismo; otras, en cambio, desarrollan temáticas
centrales en el discurso ácrata. En Cristo contra Mahoma (1912), Fola Igúrbide
denuncia implícitamente los odios y los consiguientes crímenes que generan
el sectarismo religioso, el nacionalismo, el patriotismo, el militarismo y las
nociones del honor o del deber, que supeditan tanto los afectos familiares como
los impulsos amorosos y de fraternidad. El Cristo moderno (1904), drama
ambientado en la Rusia zarista prerrevolucionaria, difunde muy explícita y
directamente la doctrina de Tolstoi, identificando al protagonista principal con
un nuevo Jesús. Nótense los encabezamientos de ciertos actos y cuadros: “El
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NOTAS
1. La relación establecida por Brenan entre anarquismo y protestantismo ha sido discutida por D.
Castro Alfín (1998).
2. Todas las traducciones en este capítulo son nuestras, salvo mención contraria.
3. Este apartado es deudor de los estudios de P. Bénichou (2004) y de F. P. Bowman (1973 y 1987).
4. Nos referiremos más adelante brevemente a Alemania, pero no al influjo que pudieron ejercer los
británicos W. Godwin y J. S. Mill, el estadounidense H. D. Thoreau o la tradición protestante, espe-
cialmente menonita y cuáquera, en un anarquismo norteamericano inspirado en la Biblia, que tam-
bién pudo incidir en la parte latina del continente. Se nota, por ejemplo, cierta influencia religiosa
en el periódico anarcocomunista Firebrand (Portland, Oregón, 1895-1897). Algo habría que decir,
pero excedería el marco de este trabajo.
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PIERRE-LUC ABRAMSON
En una empresa colectiva que se propone investigar los vínculos entre anar-
quismo y cristianismo no podían faltar algunos párrafos dedicados al autor de
Revolución cristiana y revolución social, y eso tanto más cuanto que, en el mundo
de habla española, el hombre distaba mucho de ser un desconocido. De buenas
a primeras, el símil que delinea en esta obra entre la revolución cristiana que,
según pretende, pone fin al Imperio romano, y la revolución social que ha de
acabar con el de la burguesía, no podía ser sino bien acogido en el mundo his-
pánico, tan hondamente marcado por el cristianismo bajo su forma católica.
Más que un símil, describe una auténtica afinidad entre los dos ismos, aquella
misma que un filósofo del derecho y teólogo protestante francés, Jacques Ellul,
analiza en su libro Anarchie et christianisme (1988). Veremos si nuestro estudio
confirma las intuiciones del teólogo hugonote y la propuesta del anarquista en
cuanto a tal parentesco.
Sin embargo, mirándolo desde cerca, el éxito alcanzado por el libro en los
ámbitos libertarios de España y América Latina puede sorprender, si conside-
ramos que el símil ya esbozado en el capítulo segundo de Filosofía del anarquis-
mo —un libro publicado dos años antes del que nos está preocupando1— estriba
en un juego denso de referencias críticas, mayormente vuelto hacia la exégesis
bíblica, la patrística y la historia de la Iglesia. Es preciso, pues, tratar de enten-
der cómo un libro que parece escrito para sacerdotes o seminaristas pudo llegar
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DANIEL ATTALA
El Partido Radical me contó, allá por el año noventa y dos del pasado siglo, entre sus adhe-
rentes y propagandistas de la primera hora, y recita y aclama y recubre de ardorosos aplau-
sos mi “Sombra de la Patria”, en sus tumultuosas, juveniles asambleas.
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LA BIBLIA EN ALMAFUERTE
“Que otros vivan la ley que es la mentira, yo vivo los impulsos que es lo cierto” —ha dicho
Almafuerte. Don Pedro se ajustó a tan peligrosa norma. Vivió sus impulsos. Pese al vigor
evidente de su cerebro, su vida sensitiva es tan potente que casi se duda que él fuese un
intelectual. Fue un hipersensible, y si fue rebelde, lo fue solo porque su herida sensibilidad
vibraba al roce del más pequeño dolor humano, nunca porque una determinada ideología
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Profeta, predicador, apóstol, misionero, cenobita, mártir y hasta santo: epítetos que
afluyen a la pluma de los glosadores y no únicamente de los panegiristas11. El
anarquista J. Barcos escribe en 1935 una obra sobre el poeta que lleva por sub-
título Genio profético (en cuya tapa un anciano abre los brazos en cruz, el cuerpo
transfigurado rodeado de una aureola radiosa). H. Cordero escribe otra en 1958
cuyo título, El profeta del hombre. Pasión de Almafuerte, está doblemente cargado
de significado religioso. El uruguayo Á. Vasseur, anarquista como Barcos, titula
la suya en 1944 Almafuerte y otros mártires, y el ya citado Yunque, colocándolo
junto a R. Barrett, los adjetiva a ambos de apóstoles. La lista podría continuar: E.
Morales (1983: 17) dictamina que si bien al poeta le faltó “mansedumbre de
apóstol”, “le sobró ira de profeta”, y S. Bagú (1933: 12), que si Almafuerte fra-
casó en su imitación del “mártir del Gólgota”, fue solo porque había “muchos
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“La sombra de la patria” no solo llora las miserias del país y clama por ellas al
Dios celoso de Israel pidiendo que intervenga contra aquellos que se dicen jus-
tos sin serlo (Ex. 19, 16-18 y 24, 15). En el colmo de la desesperación se rebela
(al modo de Sal. 10, 39, 40, 42, 69 y otros) también contra su ausencia:
“¿Dónde estás Jehová? ¿Dónde te ocultas?/¡Qué! ¿No extiendes tu brazo y la le
vantas?/¡Qué! ¿No vuelcas tu rostro y la iluminas?/¡Qué! ¿no giras tus ojos y la
salvas?” (v. 113-116). Luego: “¡Y el rayo de tu enojo no descuelgas,/tu brazo
justiciero no descargas,/tus soles fulgurantes no obscureces,/tu firmamento
atónito no paras!” (v. 141-145; veáse, además de los Salmos, Ex. 6, 6 y 16; Ez. 32,
7; Jos. 10, 13). Y se escandaliza por no ser escuchado: “¿Oyes la voz de tu poeta y
callas?” (v. 154); y no puede entender cómo no cae fulminado por haber lan
zado esa acusación: “¿Dónde estás, oh, Señor? ¿Dónde te ocultas?/que así me
dejas blasfemar y callas?…” (v. 259-260). No se olvide, ahora y en todo
momento, que la frontera entre procedencia bíblica y significación política de
estas figuras es muy permeable en Almafuerte; una de sus “Páginas negras”, en
las que vuelve sobre el silencio de Dios, dice: “Señor: ¿Cuándo dejarás de ser
silencioso, como el capataz de un ingenio de azúcar o de una cuadrilla de cami-
neros?”12. En fin, “La sombra de la patria” —cuya personificación femenina
recuerda de cerca el libro bíblico, tan querido por él, de las Lamentaciones—
remata con un llamado que recuerda al Sermón de la Montaña (Mt. 5-7): “Los
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El poeta es de filiación judaica; viene directamente de la Biblia y toda su obra está impreg-
nada del espíritu de Israel.
El pueblo judío fue el primero en escuchar la reclamación de los pobres. Nos dice
Renán que Grecia fundadora del humanismo racional y progresivo, tuvo un claro en el
círculo de su actividad intelectual y moral: despreció a los humildes. Israel suplió ese
defecto del espíritu helénico. Los profetas proclamaron la justicia social y el amor a
los pobres.
Jesús fue el último de los profetas. El socialismo es de origen hebraico.
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Hay dos ramas del árbol judaico: una dio a Jesús, la otra a Caifás […]. Las dos ramas bifur-
cáronse a lo largo de los siglos: de la de Caifás brotaron, de vez en vez, entre otros, Lutero,
Carlos Marx y Guillermo II, el cual es un místico, ni más ni menos. De la de Jesús brotaron
Francisco de Asís, Vicente de Paul, acaso Rousseau, por cierto Bakunin; y Almafuerte tam-
bién. Otro gajo de la misma rama nos dio a los santos teóricos, esos alquimistas de la idea
cristiana, quienes buscando las nimiedades exegéticas perdieron a Dios. Fue la separación
casi mecánica del principio y del hecho, del cristianismo y del catolicismo: Jesús y Caifás;
Getsemaní y la Sinagoga; el socialismo y el Vaticano. Y dejemos en paz a Judá: que descanse
después de veinte siglos de calumnias, ese saduceo que pidió la libertad de su patria cual
prenda en la lid de la libertad para todos. Decíamos, entonces, que Almafuerte fue un mís-
tico; no podía menos de ser también un anarquista: una idea es el complemento de la otra.
[…]
No busquéis otra cosa en la poesía de Almafuerte; no hay comparación posible entre
el rugido del mar y una sinfonía para piano; Almafuerte no tiene nada de común con el arte
en la acepción lexical. Parnasianos, decadentes, románticos, clásicos… palabras huecas. En
la poesía de Almafuerte no hay, no puede haber más que la imprecación de Abraham en
contra de Jehová, la lamentación de Job, la fe asquerosa de Ezequiel, la mirada loca de
Marat, el altivo gesto de Dantón, el cuchillo de Ravachol, la bomba de Salvat; y junto a todo
eso, la plegaria ingenua y ferviente de una muchachita del arrabal, de una “Mamboretá” que
pregunta a la Virgen por qué no hay pan sobre la mesa, por qué el padre ronca borracho y la
madre, arrinconada en la penumbra del sucio cuartucho, escupe quejas, sangre, gemidos.
En la poesía de Almafuerte no hay, no puede haber más que el estallido de la protesta
humana24.
NOTAS
1. “Antífona roja” (Almafuerte, 2011: 583). Cuando al citar un poema demos el número de verso sin
más, nos estaremos refiriendo a esta edición.
2. Se reproduce allí la evangélica “Para los derrengados”. No conviene olvidar que en torno al 1900,
Almafuerte era sin duda el más popular de los poetas rioplatenses. Es difícil encontrar en aquellos
tiempos poeta, e imposible poeta social, que no haya reclamado, o al que no se haya atribuido,
influencia de Almafuerte. J. Más y Pi (1907: 67) la encuentra hasta en Rubén Darío. Á. Cappelletti
(1990: XLV) coloca en el segundo lugar del podio al anarquista Ghiraldo: “Su verso está al servicio
de la causa de su ideal. Y encuentra eco en el pueblo, pues en su tiempo, ningún poeta fue tan
popular como él, exceptuando a Almafuerte”. También es la opinión de un lector chileno de Ideas
y figuras, en carta al editor Ghiraldo, en el nº 132 (23/03/1916): “Estoy de acuerdo en que son Usted
y Almafuerte, en América, quienes ven bien al desnudo […] la eterna e incurable herida de esa
gran sociedad olvidada para la mayoría, que se desangra en su lucha perenne por la felicidad y bie-
nestar humanos”.
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106
107
MARCOS OLALLA
MESIANISMO HISTÓRICO
La armonía es la flor espiritual de más intenso perfume, factible de ser cultivada por noso-
tros sobre la tierra. La fraternidad humana es algo así como el lazo defensivo capaz de sal-
varnos de todos los naufragios, amparándonos hasta de la muerte misma. Pero para que esa
fraternidad exista realmente, para que esa flor purísima pueda desplegarse al viento y al sol
de la vida, luciendo el esplendor de sus colores, audaz y fuerte, bella y radiante como una
síntesis de gloria, menester es que los jardineros pongan en el abono de la tierra que ha de
producirla, su voluntad entera, la energía toda de sus seres, la valentía de sus cariños, el
fuego de sus pasiones y hasta la sangre propia —luz de sacrificio precursora de la bondad y
el amor cuyo reino ha de llegar algún día, pese al pesimismo del presente y a los mezquinos
y contraproducentes egoísmos que nos cercan como barreras de sombras (ibíd.: 165-166).
NOTAS
1. Aunque la noción de escatología mienta los diversos aspectos de la esperanza en las diversas formas
de realización futura y la de Mesías un modo singular de plenificación de la historia en la figura de
quien ha sido ungido —mâschiach— para tal fin, muchas veces se tiende a emplear ambos términos
como sinónimos (Cullmann, 1965: 133 y ss.).
2. Aunque la bibliografía en este campo es extremadamente profusa remitimos a un estudio que además
de hallarse en el marco de un pensamiento teológico construido en clave escatológica resulta muy
pertinente para comprender las diversas posiciones en torno de las temporalidades inherentes a la
categoría teológica de Reino de Dios (Moltmann, 2004).
3. Remitimos aquí a una caracterización muy utilizada en la teología cristiana sobre la convivencia de los
registros presente y futuro en la expectativa mesiánica tributaria del aporte de O. Cullman (1957).
4. Si bien los conceptos de atadura y sometimiento tienen una función básicamente sociopolítica en el
texto bíblico del que Ghiraldo podría ser tributario en su esfuerzo de conferir cierta legitimidad a su
lugar de enunciación, es interesante notar la proyección creciente ad nauseam de estos en el marco
de las formas de religiosidad cristiano-carismáticas en el que los mismos se convierten en una forma
de combate espiritual.
5. Ley que habilitaba al Estado argentino para repatriar a los extranjeros considerados una amenaza
para la convivencia social, dirigida al disciplinamiento de militantes provenientes de los sectores
obreros.
6. “O que, trueno, rayo, tromba,/En defensa del hermano,/Estalle como una bomba/En la corte del
tirano” (Ghiraldo, 1935: 14).
7. “Son los soberbios gladiadores rojos/frente a frente del mal; nobles espadas/de acero y luz tajando en
la tiniebla/de la edad que alcanzamos; voz y orgullo,/alma y acción, espíritu y violencia;/exponentes
altivos, soberanos/de una generación de combatientes:/¡montoneros audaces de la idea/que han
retado al dolor y lo han vencido!” (Ghiraldo, 1918: 35).
8. “¡Me río de tu jactancia,/Esclavo que en tu prisión,/Careciste de arrogancia/Para destrozarte con/Tus
hierros el corazón!” (Ghiraldo, 1935: 53).
9. “¿Nadie va por mi sendero?/¡Nadie logra lo imposible!/¡Yo soy el irreducible!/¡Yo soy el loco
postrero!/¡Nadie va por mi sendero!” (ibíd.: 82).
10. “¡Mártires, precursores/Que caísteis, triunfando,/Nada podrá borrar de las memorias/Vuestras
grandes acciones, vuestras vidas!/¡Vamos al porvenir con nuestros muertos!” (ibíd.: 38).
11. Cruz es el nombre con el que Ghiraldo nombra al protagonista de su obra dramática más representa-
da, titulada Alma Gaucha (Ghiraldo, 1909).
12. Los teólogos J. Jeremias y O. Cullman avanzaron en esta línea de interpretación hacia fines de los
años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX. Su intención consistía en neutralizar el auto-
matismo de las escatologías de futuro en las que el cumplimiento definitivo de la historia en la figura
del Reino de Dios aparece como una irrupción divina desarticulada de toda voluntad presente
(Jeremias, 1962: 120-126; Cullman, 1957: 196-197).
13. La representación ghiraldiana de la figura del gaucho expresa esta condición encarnada en algunos
sujetos sociales que fungen como modelos de las consecuencias del derrotero de la modernidad
(Ansolabehere, 2011; Olalla, 2009).
14. Remitimos aquí a la distinción de W. Benjamin entre “tiempo pleno” y “tiempo continuo” que el
filósofo español M. Reyes Mate analiza en su estudio acerca de las tesis del alemán “Sobre el concep-
to de historia”. Benjamin caracteriza así dos modos diversos de representación de la historia: en un
caso —el del tiempo pleno— asumiendo las ausencias ligadas al despliegue del progreso, y en el otro,
privilegiando la incorporación de formas novedosas de demandas sociales a una lógica del desarrollo
histórico que privilegia más los principios sobre los cuáles se despliega que las víctimas que produce
y ha producido (Reyes Mate, 2006: 19).
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129
MARTÍN ALBORNOZ
Entre los colaboradores de la revista que no pertenecían a nuestro compacto grupo, hubo
uno que merece un comentario especial. Era un hombre muy alto y rubio, elegante,
132
Generalmente, los más notorios rebeldes provienen de aquellas clases, o castas, detentado-
ras del mando. Y viceversa: los más brutales tiranos surgen también de las otras, sometidas
y expoliadas. [...] Esto ocurrió con Barrett. Nacido de hidalgos ricos, creció con la cultura
de su época, viendo crecer en el mundo el arte y la ciencia. Jugando a sabio y a artista, segu-
ro de que la vida era eso que floreció de los libros [...]. Y así, con este bagaje de señorito o
de príncipe, se echó a vivir. Y así también fue el manteo, que a su primera salida, le dieron
los propios suyos, ricos hidalgos. ¿Cómo no se enderezó vuelto un desencantado o un cíni-
co? [...] La vida empieza en cada uno, y la de Barrett no era la de su casta o su clase. Castigada
aquella infamia, comenzó a vivir la suya. Comenzó el vía crucis. Desde el confort de Madrid
a todas las privaciones del Paraguay; del ejecutante de música de Beethoven y Chopin a
ejecutar miserables que lo llenan de inmundicia, y del júbilo vital a la melancolía de un
cadáver bien conservado (González Pacheco, 1956: 130).
UN ANARQUISMO MÍNIMO
Ha vivido veinte siglos en plena gloria. Injertado en el vetusto tronco bíblico, brotó al
aliento de la poesía asiática, y esparció un inesperado aroma de ternura por el Walhalla
demasiado imperioso de las antiguas divinidades. Los mitos más adorables del oriente
acariciaron el rostro dolorido del Apolo en la cruz. La madre de Buda sonrió a las madres
humanas, y subió al Olimpo con su niño en brazos. Las mujeres pudieron rezar. La sangre
de los mártires era sangre alegre. Una cortesía nueva se extendió por la tierra en flor. Los
hombres no aparentaron odiarse tanto, ni los infelices estuvieron tan solos. Un simula-
cro de piedad refrescó el mundo […] El cielo se mezcló con el suelo. Una comunión
terrible, familiar y sabrosa nació entre lo finito y lo infinito. Hubo una ciencia del mila-
gro, un lenguaje universal y litúrgico, una categoría intelectual y moral. La sociedad cre-
cía bajo una sombra sagrada, y la soledad se poblaba de demonios y de ángeles […] Dios
existió (El que fue, ibíd.: 55).
En Rafael Barrett la figura de Jesucristo fue sobre todo la del profeta del amor,
la encarnación del altruismo en grado máximo y por lo tanto la representación
más expansiva de la energía interior del hombre, siempre en movimiento, en su
volcarse a los demás. Esta ha sido su potencia y ese fue el punto de ruptura con
el catolicismo y con Jehová, que para poder subsistir tuvo que hacerse vengati-
vo, inmóvil y eterno. Para Barrett, la potencia de lo religioso era su capacidad de
volverse humano. Por esta razón, aunque luego se frustrase, también demostró
alguna simpatía por Buda, a la que tenía por una divinidad conciliadora: “Que
no se enojaba nunca; hay budistas ateos, muy religiosos y muy razonables […]
[Buda] se atrevía a existir, se reencarnaba con frecuencia, no tenía reparo en
visitar la tierra donde había nacido. Era más humano, más amigo nuestro que
esos dioses de poco ánimo, que parecen rehuir sus responsabilidades, y que
después de su primera excursión por aquí no han vuelto más” (Budah, Barrett,
1988: 175). Por desgracia para él, la encarnación humana de Buda se había vuel-
to también demasiado materialista y preocupada por los conflictos políticos de
su tiempo, lo cual lo llevaba, en medio de su desilusión budista, a afirmar: “Nos
hacen falta dioses” (ibíd.).
Pero además de Jesucristo existió para Barrett otra figura que encerraba la
misma idea de divinidad humana: el conde Lev Tolstoi, a quien no dudó en
calificar de “anarquista absoluto” (Tolstoi, Barrett, 1989b: 58). De este modo
puede pensarse además la forma en que decantaban de manera conjunta anar-
quismo y cristianismo. La recuperación de Tolstoi además entrañaba, en térmi-
nos de acción, la figura de la renuncia: el elegante oficial del ejército, escritor
consagrado que por el asco hacia la buena sociedad rusa se retiró con su mujer
a su casa de Iasnaia Poliana, donde se interesó por los labradores de su campo,
fundó escuelas, escribió métodos de lectura y escritura popular y un alfabeto
para niños; estas acciones “le han purificado. No odia más; el día de su amor
nace lentamente. Ha recorrido la primera etapa hacia el bien” (ibíd.: 57). Y, sin
embargo, atendiendo a la valoración del mundo interno, Barrett notaba que aún
así a Tolstoi algo le faltaba: “¡Le falta todo, todo! Le falta la paz interior, y si
pudiese vivir sin ella, no sería Tolstoi lo que es, lo que va a ser” (ibíd.). Se apo-
dera entonces de Tolstoi, siempre siguiendo a Barrett, la idea del suicidio que,
como vimos, era el misterio de la vida que renunciaba a ella por no poderse dar
a los demás. Pero no sería por ese camino que el escritor ruso encontraría la
santidad. Tolstoi se apartó del camino colmado de renombre, riqueza y hogar
para volver a nacer. Es entonces cuando “el santo aparece. Tolstoi se ha
146
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148
SECULARIZACIÓN Y DESCRISTIANIZACIÓN
El periodo transcurrido entre 1870 y 1914 es clave para entender el apogeo del
liberalismo en Costa Rica. Durante este periodo se llevan a cabo dos procesos
principales, la centralización del poder político en la capital, San José, y la vin-
culación del país con el mercado capitalista mundial a partir de la agro-expor-
tación de café primero, y luego banano (Molina Jiménez, 2002). El desarrollo
155
Con estos ejemplos las sociedades tolstoyanas progresan y alejándose de las ciudades vuel-
ven a los campos sedientos de independencias hambrientas de vida natural. Como las
montañas han sido siempre rebeldes a toda autoridad; en su seno van a buscar los tolstoya-
nos refugios tranquilos para su vida libre, modesta y honrada. En Santiago de Chile un
grupo de jóvenes intelectuales resolvió marcharse a las montañas de los Andes. Pidieron
una porción de terrenos baldíos y en ellos se establecieron. Vegetarianos convencidos, se
nutren de los frutos de la tierra. De una tierra ordeñada con sus manos todas las mañanas.
Ocho horas son para la tierra, ocho para el pensamiento y ocho para el sueño: todas para el
amor, todas para el común hogar bañado en la mirada de los cielos. Empujados todos por
el ansia de una vida dichosa y libre, se comprenden todos, obedecen sin que nadie los
mande (Brenes Mesén, 1905).
En este retrato dibujado por Brenes Mesén, resalta la práctica del tolstoia-
nismo como una comunidad agrícola, lejana de la ciudad en la que sus miem-
bros cultivan de forma colectiva la tierra y desarrollan su sistema de vida de
forma libre e independiente de toda estructura de obediencia. Al volver a Costa
Rica, este autor publica extensamente sobre su experiencia política en Chile y
su crítica al cristianismo jerárquico representado por la Iglesia. Así como en
otras publicaciones libertarias de la época, empieza a aparecer la figura de Jesús
como símbolo revolucionario.
Esta aparición está mediatizada, a nuestro criterio, por la interpretación
del cristianismo que hace Tolstoi en sus escritos y que llega a gran parte de la
intelectualidad radical que se enfrenta a los dogmas de la Iglesia. Según él, el
cristianismo está relacionado con la práctica institucional de la Iglesia, la cual
contradice la doctrina de Cristo que es la única verdadera. Sobre esta diferen-
cia, escribe: “[…] la doctrina eclesiástica del credo, es decir, el conjunto de
dogmas absolutamente ininteligibles y, por lo mismo, inútiles. Nosotros no
conocemos un Dios creador externo, origen de los orígenes. Dios es el espíritu
del hombre, su conciencia, el conocimiento de la vida; todo hombre reconoce
en sí mismo la existencia de un espíritu libre, racional e independiente de la
carne, y ese espíritu es lo que llamamos Dios” (en López y Cortés, 2003: 4).
Como se nota en la cita, Tolstoi desarrolla un proceso de racionalización e inte-
riorización de Dios, ligándolo a la conciencia libre e individual de cada
158
JESÚS EL REBELDE
Entre 1904 y 1905, los educadores R. Brenes Mesén4 y J. García Monge5 escri-
ben tres textos en los que reinterpretan la figura de Jesús como un símbolo de
rebelión. En el primer caso, desarrollan dos artículos dedicados a reflexionar
sobre la Semana Santa. En palabras de García Monge, la celebración está cons-
tituida por gentes “atraídas por la curiosidad y el afán de ostentación y otras por
la devoción y la sencillez” (Bazaroff, 1904: 12). Siguiendo esta descripción se
podría identificar al primer grupo como aquel con ciertas ventajas materiales y
simbólicas de la época —las elites— y al segundo como el conjunto de sectores
populares. Esto es importante, ya que la crítica va dirigida al conjunto de la
población que a pesar de sus diferenciaciones sociales acuden a practicar el
mismo rito. El segundo elemento tiene que ver con el contenido histórico de la
celebración que el autor identifica: “En los días consagrados por el culto católi-
co para recordar la crucifixión del profeta Jesucristo, al amparo de una bandera
roja y negra, los adoradores de efigies pudieron hacer pública ostentación de
esclavitud” (ibíd.: 13). Nótese en este fragmento cómo se introduce una dife-
renciación con respecto al contenido mismo de la celebración. En la primera,
se identifica a Jesús como un profeta amparado por la bandera roja y negra, uno
de los símbolos más importantes del anarquismo. La segunda parte de la frase
habla de los adoradores de efigies que pueden estar relacionados con los feli-
greses y los curas que se encargan de organizar los ritos para conmemorar la
figura de Jesús. En las partes posteriores del texto, insiste: “[…] como el miedo
los ha vuelto demasiado cobardes, rinden sus sombreros ante las esculturas,
más o menos artísticas, que van saliendo una tras otra y que han de representar
160
EL CRISTO MODERNO
Las frías estepas del imperio moscovita acaban de presenciar, entre un desfile de pintores-
cos celajes, la postura de un sol: acaban de presenciar la muerte de un bueno, de un
enamorado de la libertad y la justicia, del conde León Tolstoi. El joven luchador de
Galilea y el viejo luchador de Rusia tienen gran parecido: uno y otro sueñan en un día en
que el bien sea la norma de todos los actos del individuo; uno y otro sueñan en un día
en que el egoísmo ceda el paso al altruismo; en que la hipocresía ceda el paso a la since-
ridad; en que el odio ceda el paso al amor; uno y otro sueñan en un día en que el valer del
hombre se aquilate, no por su belleza física, ni por su fuerza muscular, ni por sus rique-
zas, ni por la calidad de cuna en que la casualidad lo hizo nacer, ni siquiera por su inte-
ligencia, sino exclusivamente por sus virtudes; uno y otro sueñan en un día en que por
el cinematógrafo de la vida deje de aparecer el cuadro trágico de Caín y Abel; abre Jesús,
con una huida, su jornada brillante y cierra Tolstoi, con una huida también, su brillante
jornada (Núñez, 1911: 23).
REFLEXIONES FINALES
NOTAS
1. Les Quatre Évangiles. Vérité, Fasquelle, París, 1903, p. 192 (“Bienaventurados los que saben, bienaven-
turados los inteligentes, los hombres de voluntad y de acción, porque de ellos será el reino de la tie-
rra”).
2. La cita procede de: Artículos olvidados de J. Martínez Ruiz, 1894-1904, Ed. de J. M. Valverde, Narcea,
Madrid, 1972, p. 133.
3. Arístides Rodríguez, “Tolstoi”, Hoja Obrera (San José), 6/12/1910.
4. Firma como Leonardo da Vinci.
5. Firma como Alejo Bazaroff.
6. El artículo “Jesús el Rebelde” se publica en tres partes en los números 36, 37 y 43 del periódico. Las
citas corresponden a este orden de aparición.
7. Educadores costarricenses, miembro ambos del Centro de Estudios Sociales Germinal.
8. Médico costarricense, uno de los fundadores de la Salud Pública y colaborador de Renovación.
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167
168
ANARQUISMO Y BIBLIA:
CONSONANCIAS, DISCORDANCIAS,
TENSIONES...
BENOÎT SANTINI
Las figuras de Jesucristo y Dios, así como la de su antagonista Lucifer, van sur-
giendo en varias ocasiones en el discurso poético de Gómez Rojas. Así, la evo-
cación de Jesús le permite al hablante reescribir el martirio de Cristo,
trastornándolo y asimilando los sufrimientos de los trabajadores a los de Jesús.
En el poema “Luzbel”, se lee: “Y recordó [Luzbel] entonces al mártir del
Calvario/al que sufrió el oprobio sublime de la cruz,/al que un día quiso en
sueño visionario/quitar a los humildes el yugo del testuz” (Gómez Rojas, 1940:
46). En estos cuatro alejandrinos, la voz, sin mayores precisiones, se refiere a
Jesús a través de perífrasis anafóricas (al que sufrió, al que un día, mártir del
Calvario), apelando a la cultura cristiana del lector y obligándolo a un esfuerzo
interpretativo. Asimismo, remite a las profecías de Jesús (sueño visionario),
como las que este enuncia en Mt. 5, 4-5 mediante una sucesión de futuros de
tipo: “Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación./
Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad”. El
hablante remite al sueño de Jesús: liberar a los oprimidos, sueño del que se
apropia el hablante de Rebeldías líricas para transmitir sus ideales anarquistas.
Vuelve Jesús a hacer su aparición en el soneto en alejandrinos “Cristo” a
través del apóstrofe que le dirige el hablante; otra vez se le presenta a través
de sus características esenciales: “Mártir, soñador de la cruz” (ibíd.: 95). El
modelo encarnado por Jesús posee un fuerte valor político: en el segundo
hemistiquio del verso 7, “del pobre fuiste hermano”, se expresa la idea de una
solidaridad como medio de resistencia y de lucha, recordándonos que, según
escribe J.-F. Wagniart (2007: 31-49), “los anarquistas [son] refractarios a la
176
Así pues, el poemario oscila entre, por una parte, evocaciones a seres y aconte-
cimientos bíblicos, y, por otra, rechazo de la Iglesia. El Yo se refiere a “toda la
progenie de Adán”, estableciendo una clara filiación entre el primer hombre y
la humanidad contemporánea al poeta, y realzando el temor de los hombres a
Lucifer, que “en su trono candente irguióse todo enhiesto” (ibíd.: 46). El Yo
cita también en varias ocasiones a Caín, pretexto para denunciar otra vez las
desigualdades: “En ti bebe Caín rojos furores” (ibíd.: 91), dentro de un poema
consagrado al suburbio y a las condiciones míseras que ahí existen. Pero algu-
nas páginas antes, ya se alude a Caín cuando exclama el hablante: “¡Qué blasfe-
mia y qué encono/decir por Yankilandia: ‘País de Libertades’/cuando un Cristo
diría: Caín ¡no te perdono!” (ibíd.: 83): la referencia al traidor Caín se hace de
178
CONCLUSIÓN
NOTAS
1. Para todos estos datos, véase Moraga Valle y Vega Delgado (1997: 8, 25 y 57).
2. Todas las traducciones al castellano son nuestras.
3. Véase, en el presente volumen, el capítulo dedicado a Almafuerte por Daniel Attala.
4. Utilizaremos la segunda edición del poemario, publicado primero en 1913 y reeditado en 1940.
5. Nuestras referencias a la Biblia se apoyan en la versión de Reina-Valera antigua.
6. En las dos primeras décadas del siglo XX, el movimiento anarquista chileno incita a organizar grandes
manifestaciones, huelgas y protestas.
181
182
Resulta pues significativo que, a pesar del papel secundario al que quedó rele-
gada la Iglesia católica de Cuba en la nueva sociedad secular nacida de la
Independencia, el discurso en contra de la religión siguiera ocupando un espa-
cio importante en los escritos anarquistas, especialmente visible en sus publi-
caciones periódicas. En primer lugar, esto tiene que ver con la necesidad de la
propia institución de reacomodar su posición en la nueva sociedad. La Iglesia
católica cubana de comienzos del siglo XX tuvo que rivalizar no solo con el sin-
cretismo religioso de la época colonial, sino también con el protestantismo en
las versiones norteamericanas que llegó de la mano del nuevo Gobierno inter-
ventor. La pugna por mantenerse en las esferas de poder supuso que quedase
184
El dinero es la felicidad para la mayor parte de los mortales, pero no para los cristianos y
especialmente para los papas. Que en medio de riquezas deslumbrantes como jamás las
poseyeron los mortales, abrigarán el temor de no entrar en el cielo, cosa verdaderamen-
te grave para un Santo Pontífice. A no ser que con él no rece —y todo es posible— aquello
de que es más difícil que entre en el cielo un rico que el que entre un camello por el ojo
de una aguja.
Pero doctores tiene la Santa Madre Iglesia que ya lo habrán arreglado todo de manera
que el texto del Evangelio tenga una interpretación adecuada a los fines de que el Santo
Padre, en clase de camello rico, pueda pasar por todas partes sin dificultades ni entorpeci-
mientos. ¡Lástima fuera que el Evangelio estuviese vigente en todas sus partes para los
representantes de Cristo sobre la tierra!7
[…] los piquetazos descargados por la sociedad moderna por el piadoso e implacable anar-
quista ruso, mientras la verdad, la justicia y el bien predicaban por boca de Katinska y
Dimitri el evangelio del porvenir […] símbolo hermoso el de la obra de Tolstoi. De un lado
está Dimitri, representando la humanidad triunfante, egoísta, explotadora de almas y cuer-
pos, que al fin reconoce sus culpas y quiere lavarlas. De otro, la Maslowa, representando la
humanidad envilecida, desamparada y explotada que, aún rehuyendo aparentemente su
salvación, exige salvarse. Estas dos humanidades, unidas primero por un impulso de la
Naturaleza, separadas luego por un estúpido decreto social, se funden al cabo empujados
por la justicia que impulsa a la una, por el ansia de redimirse que germina en la otra, ¡y
forman una humanidad única, un solo cuerpo, todo fraternidad y amor14!
Durante los primeros años del siglo XX, los anarquistas de Cuba pusieron el
énfasis en construir entre los trabajadores, desorganizados tras la última guerra
de independencia, y entre los sectores populares en general, una cultura, una
identidad y unas prácticas alternativas al modelo oficial construido desde arri-
ba, e incluso a aquellos modelos que surgieron desde las bases; una propuesta
ideológica basada, en definitiva, en los ideales de justicia, igualdad y fraterni-
dad. Pero, además, la Cuba de comienzos de siglo tiene la particularidad de
acabar de independizarse del poder español y de adentrarse en la tarea de con-
formar un nuevo modelo identitario, tanto desde el punto de vista político como
del de la sociedad civil, que definiera la nueva nación. De modo que el modelo
alternativo anarquista debía identificar y responder de manera inmediata a los
principales problemas de las clases populares cubanas para llegar con éxito a
sus interlocutores. La religión cristiana, para los anarquistas, lejos de marcar
distancias con el pasado, servía para reforzar los típicos lazos con el poder y
ahondar en la división de la sociedad de clases. Entre los anarquistas se hizo
hincapié en la construcción de una identidad obrera (Sánchez Cobos, 2012)
claramente anticlerical. Pero precisamente esa necesidad de llegar con eficacia
e inmediatez a sus interlocutores está detrás del uso de un discurso que en
muchas ocasiones recuerda y sigue los textos sagrados y sus principios no solo
195
196
BIBLIOGRAFÍA
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197
ANTONIO PRADO
Como dijimos, el género literario que más le sirve a Urales es la novela amoro-
sa decimonónica. La mayoría de sus relatos pertenecen a una serie de novelas
breves agrupadas bajo la colección de “La Novela ideal”, lanzada por la editorial
de La Revista Blanca entre 1925 y 1938. También encontramos, sin embargo,
novelas extensas publicadas en esta editorial, y una colección de cuentos publi-
cados entre 1898 y 1905 en las páginas de La Revista Blanca. Aquí analizamos
estas tres vertientes narrativas, donde se repiten similares estructuras y para-
digmas.
La mayor característica del protagonista masculino es la encarnación del
ideal teorizado por Urales en sus ensayos. Es una figura con una alta nobleza
202
Pues qué, ¿se puede ser artista sin amar a la mujer por lo que tiene de hembra? ¿Qué es
el arte? Amor, amor, amor. Tanto es amor, amor pasional, amor humano, idealidad, que el
artista verdadero aprende más arte en los ojos de una mujer que en todos los tratados de
estética. ¿Acaso los más grandes artistas no han sido los más grandes amantes? ¿Acaso las
obras eternas en arte no las inspiró una mujer? [...] ¿cómo no unir el arte con nuestra
carne, con nuestro amor de hombres? El hombre que nada siente en presencia de una
mujer hermosa, que no desea, con pasión inmensa, besar sus labios, besar sus ojos, abrazar
su talle, ¿podrá producir obras inmortales?
Que me contesten los que no sean decadentes, los que son hombres, que vale mucho
más ser artistas, porque sin hombre no hay poeta: ¿quien os inspiró el acto mejor, el acto
más poético, más grande de vuestra vida? ¿A quién habéis dedicado vuestros pensamientos
más nobles, vuestros anhelos más sublimes? A la mujer, a ella, a la que aún recordáis en la
vejez y cuya memoria os rejuvenece el espíritu y el cuerpo [...] ¿Cómo puede ser artista el
que no quiere, el que no puede querer a una mujer? (Urales, 1902-1903: 581).
207
CONCLUSIÓN
211
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212
El teatro fue, en muy buena medida, una de las respuestas del anarquismo his-
pánico ante esta dificultad; porque en él los actores presentan con apariencia de
verosimilitud una realidad imaginada: sobre el escenario se podía recrear un
presente adverso o representar un futuro que aún no había llegado. De ese
modo, el teatro se convirtió en un vehículo privilegiado para la propaganda
anarquista, pues permitía mostrar a las clases populares algunos retazos de esa
sociedad ideal por la que luchaban2. Cumplía el teatro, para los anarquistas, una
triple función. En primer lugar, ofrecía un cauce idóneo para la denuncia
social. Los autores del teatro social pretendían ofrecer una representación lo
más veraz posible de la sociedad en la que vivían (Litvak, 2001: 239). A pesar de
la carga de subjetivismo que tiene toda la literatura, los escritores ácratas pre-
tendían reflejar con descarnada objetividad la realidad cotidiana de la clase
trabajadora, y a ese principio supremo se subordinaba tanto el estilo literario
como el desarrollo de las obras de teatro; solo así se esperaba conseguir que los
espectadores se identificasen con los personajes, se emocionasen con sus
214
217
221
En este sentido, El nuevo Jesús se aparta de otras obras del teatro social
español de inspiración religiosa en las que, como hemos señalado, la censura a
la Iglesia es compatible con la reivindicación de un hipotético mensaje revolu-
cionario del Evangelio. Aunque encontramos semejanzas sustanciales entre
este drama y alguna de las piezas teatrales de Fola Igúrbide, sobre todo El mundo
que nace (1895) y El Cristo moderno, Rosselló Serra está muy lejos de hacer pro-
clamar a sus personajes versos como estos: “El socialismo abrazado/a la cruz
¡Hosanna! ¡Hosanna!” (Fola Igúrbide: (1895)12.
¿Dónde está entonces el trasfondo bíblico de este drama? En primer lugar,
en el protagonista. Si bien Jesús reconoce abiertamente “que al fin y al cabo no
soy más que un inadaptado al medio en que me han criado” (Rosselló Serra,
1933: Acto I, Escena VI), no por eso sufre ningún desgarro personal como con-
secuencia del antagonismo entre ambos mundos rabiosamente enfrentados,
pues se nos presenta como un personaje de una pieza, sin matices. El Jesús de
Rosselló Serra no abriga sentimientos afectuosos hacia su familia, ni siquiera
hacia su madre, un rasgo de su carácter que es común con Jesucristo. Si este,
con ocasión de las bodas de Caná, respondió a su madre con aspereza: “Y como
faltase el vino, dice a Jesús su madre: No tienen vino. Y le dice Jesús: Mujer,
¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora” (Jn. 2, 1-4), aquel, al
ruego de Clara, su madre —“Jesús, hijo mío... piensa en tu madre”—, responde
con parecido desapego: “Pienso en los miles de madres que esta noche acosta-
rán a sus hijitos sin cenar” (Rosselló Serra, 1933: Acto II, Escena X). La causa de
esta dureza de carácter está en la misión para la que ambos se sienten llamados,
que está muy por encima de las afinidades familiares y amistosas. Jesús está
entregado a la causa libertaria con total dedicación, en una actitud que no duda-
mos en calificar de apostolado, y que nos sirve para establecer una analogía con
el relato evangélico de Jesucristo, aún niño, perdido y hallado por sus padres en
222
225
El nuevo Jesús se nos presenta como un espejo de las preocupaciones, los inte-
reses y los anhelos de un amplio segmento de la clase trabajadora española en
un momento crucial de la historia de España. El movimiento libertario repre-
sentaba, sin duda ninguna, la fracción más numerosa y mejor organizada del
proletariado militante español, y esa posición aventajada, que no había podido
ser erosionada ni por la más encarnizada represión, no solo se debía a la firme-
za de sus adherentes o a la solidez de sus organizaciones, sino también, en una
proporción muy importante, a una rica sociabilidad, que permitía a los trabaja-
dores conformar, de alguna manera, un embrión de la futura sociedad anar-
quista. Por medio de ateneos, sociedades recreativas, entidades culturales y
otras variadas formas de relación, los anarquistas estrechaban lazos y permane-
cían activos cuando sus sindicatos o sociedades obreras eran perseguidos e
ilegalizados. La cultura en general, y también la pedagogía, alcanzaron una
importancia decisiva en el entramado asociativo libertario, pues servían como
vía de acogida para muchos trabajadores y como armazón del anarcosindicalis-
mo organizado. Solo en este contexto puede entenderse la importancia que
tenía el teatro para los trabajadores ácratas en España, pues les permitía refor-
zar su sociabilidad y difundir sus ideas de un modo tan eficaz como sugestivo,
anticipando en los escenarios un futuro que sus rivales consideraban utópico.
La falta de autores españoles consagrados que se identificasen con el ideal
libertario no fue obstáculo para el desarrollo de este proyecto propagandístico,
pues fueron los mismos obreros quienes escribieron las obras y quienes las
representaron, en muchas ocasiones, en sus propios centros de recreo.
Consideramos que se puede hablar del teatro obrero como un subgénero del
teatro social, con el que comparte la visión crítica y unas raíces comunes en el
Naturalismo y Realismo literarios decimonónicos, pero que se diferencia por
estar escrito por trabajadores o, en general, por escritores que pertenecían a las
clases desfavorecidas de la sociedad española de su tiempo. Este teatro nunca
era representado fuera de los ambientes proletarios, y la mayoría de sus autores
apenas escribían más que un puñado de obras dispersas, por lo que eran poco
conocidos más allá de su entorno más próximo y el rastro que han dejado es tan
escaso como disperso. Como dice Lily Litvak (2001: 268): “La mayoría de estas
obras de escritores españoles anarquistas, cuando eran representadas, no
pasaban de ser acontecimientos locales, y solo algunas de ellas trascendían
estos límites para extenderse a escala nacional […]. Sin embargo se propaga-
ban bastante, gracias a su impresión en folletos adquiribles a muy bajo precio
227
NOTAS
1. Cabe recordar aquí las palabras de Bakunin: “El anarquismo es utopía porque en la búsqueda de lo
imposible es como el hombre ha realizado siempre lo posible; aquellos que se han limitado pruden-
temente a lo que les parecía posible nunca han avanzado más de un paso” (Bakunin, 1979: t. 3, 250).
2. “Las manifestaciones artísticas son consideradas por el anarquismo como vehículo idóneo para la
misión educadora que se les asigna, para la formación integral del hombre y la mujer libres. De todas
estas manifestaciones, la más valorada como medio de educación sociocultural fue —junto al cine— el
teatro” (Foguet i Boreu, 2002: 31).
3. Aunque no fuesen obras estrictamente anarquistas, no por eso dejaron de representarlas y sentirlas
como propias. Véase para el caso de Electra de Pérez Galdós la participación de los libertarios madri-
leños en los incidentes del día de su estreno (Vallina Martínez, 1958: 60-63).
4. Era imposible que este vacío literario quedase sin llenar; la demanda cultural de los obreros anar-
quistas era insaciable. R. de Maeztu (1977: 190) sostenía en 1901 que solo Electra de Pérez Galdós y
228
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229
230
A MANERA DE CONCLUSIÓN:
ENTRE MESIANISMO Y PROPAGANDA
JOËL DELHOM
Uno de los acercamientos más frecuentes del anarquismo a la Biblia parece ser
la comparación del activista con las figuras del profeta y del apóstol. El artículo
que escribió T. Claramunt en 1884 para informar sobre la constitución de la
Sección Varia de Trabajadoras Anarcocolectivistas de Sabadell termina erigien-
do claramente el sacrificio redentor en modelo para todos los militantes, tanto
hombres como mujeres: “[…] restamos suplicarlas [a las compañeras asocia-
das] que destruyan pronto entre ellas mismas los perniciosos hábitos de servi-
dumbre e inconstancia y que sepan ser mártires de la nueva idea redentora de
la humanidad” (“La asociación de la mujer” en Pradas Baena, 2006: 165).
Retomando también el paradigma cristiano en 1890, A. Lorenzo ve en los com-
munards parisinos de 1871 “los generosos apóstoles de la fraternidad”, el “pue-
blo apóstol”, “el pueblo mártir”, y los lugares donde fueron masacrados son
descritos “como la Tierra Santa de nuestra redención regada con la sangre de
innumerables mártires proletarios” (“La columna de Vendôme” en Madrid,
2008: 139). Utiliza la misma retórica nueve años después para referirse a los
revolucionarios franceses de la primera mitad del siglo XIX, que son compara-
dos con “verdaderos apóstoles”. Lorenzo destaca la “energía de apóstol” de
Bakunin, el “filósofo mártir”, “el apóstol del colectivismo” (“Miguel Bakounine”
en Madrid, 2008: 82 ss.). En América, en la misma época, Magno Espinosa, en
el primer número del periódico chileno El Rebelde, mienta también a “los após-
toles de la redención” (“El Rebelde”)2. R. Görling (1995: 150) ha subrayado la
pertinencia de la figura del mártir en el anarquismo andaluz, “personificación
de su idea de la historia”: “En el mártir el hombre nuevo ya se ha realizado. […]
La identificación con el mártir permite sentir la propia debilidad sin humilla-
ción. Ayuda a sobrellevar los fracasos; y, al mismo tiempo, establece la autori-
dad moral del sufrimiento”3. Creemos que esta interpretación puede ser
extendida al anarquismo hispánico en su conjunto. Todavía en 1937, en plena
guerra civil, el Manual del militante de la Confederación Nacional del Trabajo-
Federación Anarquista Ibérica rezaba: “El Anarquismo, sin ser una religión, ni
mucho menos un órgano político en el sentido que nosotros comprendemos la
política, no puede albergar en su seno sino a hombres que tengan madera de
apóstoles, mártires y héroes” (Tavera, 2005: 180).
Otro destacado representante del anarquismo español, el gallego R. Mella,
sugiere también una proximidad entre el revolucionario y el apóstol al insistir
en el valor ejemplar del individuo. Recomienda en 1911 una “rectitud de senti-
mientos y de conducta que, de hecho, sojuzgue y haga enmudecer a nuestros
235
[…] —así como los fariseos resultaron los primeros enemigos del Cristo profetizado en las
Escrituras, los discípulos de Jesús constituidos en Iglesia católica fueron la negación del
Evangelio, no dudando nadie que estos serían los primeros que le crucificarían si aparecie-
ra de nuevo—, ha surgido el posibilismo oportunista declarando que las aspiraciones pro-
letarias son justas, pero como ideal realizable… allá en los tiempos futuros, cuando se halle
la fórmula, universalmente aceptada y consentida, denominada: “solución del problema
social”. […] de aquí a que se halle la solución del problema social puede transcurrir el
tiempo suficiente para que se cumpla el plazo que, según la mitología cristiana, ha de reunir
a todos los descendientes de Adán y Eva en el valle de Josafat al son de la trompeta apoca-
líptica, o para usar una frase grata a un anarquista amigo mío, esa buscada y esperada solu-
ción del problema social se hallará el día del Juicio Final, al anochecer (ibíd.: 105).
[Habla Novella] La doctrina anarquista es la única que puede hacer hombres libres y cons-
cientes. Diez y ocho siglos ha que se predica la buena nueva que ha de redimir a la humani-
dad. Muchos escribas y fariseos han salido, vestidos de púrpura y oro, que comercian con el
pueblo. También hoy se nos amordaza y persigue como a Cristo, crucificándonos con la
traición. Hoy surgen los Judas, los confidentes, como en toda sociedad basada en falso. […]
Que cada uno sea un Cristo moderno propagando la moral del bien para redimirnos de toda
clase de Estado.
[Habla Ángel Pestaña] Somos anarquistas, no como el mito de Cristo, sino sustentadores de
principios fundamentales que, quiérase o no, la humanidad marcha hacia el ideal de la
emancipación total. La ciencia nos demuestra la inexistencia de Dios, negando que la crea-
ción fuese obra del poder de un hombre. Dios sería, de existir, un monstruo, puesto que nos
azota, y esto no lo hace ningún padre que quiera medianamente a sus hijos12.
[…] me eché al mundo en busca de un hombre fuerte que salvase de la miseria y la tiranía
al pueblo. Los redentores abundan como guijarros […]. El pueblo escogía alternativamen-
te a uno o a otro de estos redentores, y yo con él hacía lo mismo. Todo fue en vano. Llegando
al Poder un redentor, se hace tirano. […] La humanidad está condenada a cadena perpetua,
porque no puede encontrarse el hombre que pueda salvarla.
[Y contesta otro:] Bien merecieron su fracaso los pueblos por andar en busca de un
hombre que los librase de la miseria y de la tiranía. Yo no voy a buscar un hombre que me
redima, sino hombres que se rediman. Yo no creo en un hombre que conceda la libertad,
sino en hombres que la tomen por su cuenta. “La emancipación de los oprimidos debe ser
obra de los oprimidos mismos” (“Los dos viajeros”)18.
JUDAS: EL DE SIEMPRE
Estrechamente vinculada con Jesús está la figura de Judas, muy presente en los
escritos de Flores Magón. Contrariamente a Luzbel, no es objeto de una inter-
pretación positiva. El anarquista mexicano, en un artículo furibundo contra la
pasividad de las masas frente a la opresión y la explotación, presenta la traición
de Judas como una fatalidad antropológica. Todas las víctimas de alienación,
todos los resignados, son identificados con el traidor y participan de un crimen
colectivo que frena la acción emancipadora. Aquí también, el mensaje esperan-
zador del sacrificio de Cristo de la tradición cristiana se torna pesimista en
cuanto a las consecuencias de la muerte del revolucionario; la redención de la
humanidad no está asegurada y apenas si se vislumbra la de los mexicanos en
1910: “Por eso, cuando una voz valerosa se levanta, se hace el vacío en torno del
apóstol, y son manos encadenadas las que lo señalan a los sicarios del tirano.
¿No fue el crimen de las masas la crucifixión de Jesucristo? De la masa salió
Judas, el denunciante; los sayones eran hijos de la masa, y como para que no
supiera que se trataba de un crimen de la multitud, la población entera alargó
los hocicos para escupir al mártir. […] Sobre qué pocas espaldas descarga su
peso la gigantesca obra del porvenir. Sin embargo, ¡adelante! hasta que de la
multitud, por cuya libertad y felicidad se trabaja con tantos sacrificios salga el
Judas, que ha de vendernos. ¡Así fue ayer; así será hoy!” (“El pueblo y la
245
¿Y qué decir de los que han hecho de la antiartística alegoría, de la postal ridícula, del
dije y del medallón pretenciosos, signo de rebeldía, de revolucionarismo? Ahora mismo
tengo delante una tarjeta ignominiosa: un trozo de tela con el rostro de Ferrer rodeado
de una corona de espinas y en lo alto un letrero que dice: “Ecce Homo”. Abajo una burda
representación de su fusilamiento por Maura32 y secuaces. [Véase la ilustración.] Solo
falta la Magdalena, sin duda porque el autor se olvidó de Soledad Villafranca33. ¿No es
horriblemente ridículo, no es una burla sangrienta, no es una brutalidad incalificable
semejante modo de endiosamiento, de cristianización del ferrerismo? ¿No es ello una
revelación evidente de que hay revolucionarios de pacotilla que adoran en el hombre y
por el hombre?
Quienes tales cosas hacen, quienes tal obra secundan, ni pueden ser anarquistas, ni
pueden ser socialistas, ni pueden ser radicales. Son sencillamente idólatras, cristianos de
Ferrer, Torquemadas rojos, almas de fraile dentro de blusas de obreros, salvajes europeos
capaces de arrojarse al paso del carro de los dioses para que los aplaste y triture. No hay
manera de conciliar estas manifestaciones, más que primitivas, vesánicas, de un fanatismo
bestial, con cualquier idea progresiva, mucho menos con el ideal anarquista (Mella, 1975:
170-171).
249
[…] los dioses se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las sombras de
la indiferencia. El Corán, los Vedas, la Biblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas
agonizan los dioses tristes como el sol en un crepúsculo de invierno. […] Somos la plebe
que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatro vientos como un
trueno esta frase formidable: ¡Todos tenemos derecho a ser libres y felices! Y el pueblo, que
ya no espera que descienda a algún Sinaí la palabra de Dios grabada en unas tablas, nos
escucha. […] Bienaventurados los corazones donde enraíza la protesta. ¡Indisciplina y
rebeldía!, bellas flores que no han sido debidamente cultivadas. Los timoratos palidecen de
miedo y los hombres serios se escandalizan al oír nuestras palabras; los timoratos y los
hombres serios de mañana las aplaudirán. Los timoratos y los serios de hoy, que adoran a
Cristo, fueron los mismos que ayer lo condenaron y lo crucificaron por rebelde (“Vamos
hacia la vida”)43.
252
¡Qué lejos está el ideal, qué lejos! Espejismos del desierto, ilusión de la estepa, imagen de
una estrella titilando en el fondo del lago. Primero era un abismo insondable el que sepa-
raba a la humanidad de la Tierra Prometida. ¿Cómo llenar ese abismo? ¿Cómo cegarlo?
¿Cómo alcanzar la risueña playa que adivinamos que existe en la orilla opuesta? El árabe
sediento ve de repente agitarse a lo lejos la melena de las palmas y hacia allá fustiga su
camello. Vana empresa: avanza hacia el oasis y el oasis parece que retrocede. Siempre la
misma distancia entre él y la ilusión, siempre la misma.
Defendiendo el abismo están las preocupaciones, las tradiciones, el fanatismo reli-
gioso, la ley; para poder pasar es preciso vencer a sus defensores hasta llenar de sangre ese
abismo y en seguida embarcarse, nuevo Mar Rojo.
Y a llenar ese abismo se han dedicado los hombres generosos a través de los tiempos
con sangre de los malvados ¡ay! y con su sangre también; pero el abismo no se llena; podría
vaciarse en él la sangre de toda la humanidad sin que por eso se llenase el abismo: es que
hay que ahogar en esa sangre las preocupaciones, las tradiciones, el fanatismo religioso y la
ley de los que oprimen (“Libertad, Igualdad, Fraternidad”)47.
Aunque el número de obras anarquistas cuyo título mantiene una relación con
el tema bíblico o religioso en general no es particularmente elevado, es signifi-
cativa la continuidad del fenómeno entre 1870 y 1940. Sin pretender exhausti-
vidad, hemos registrado en este periodo una treintena de referencias en que
son recurrentes los nombres Caín/Abel, Cristo/Jesús, María Magdalena y la
palabra evangelio. Destacan especialmente las obras de los años veinte y treinta
publicadas por La Novela Ideal, la colección “más extensa y de mayor difusión
de cuantas salieron de los círculos libertarios en España y la segunda del mer-
cado español hasta esa fecha” (Soriano y Madrid, 2012: 421), es decir que pudo
tener un impacto notable en los lectores. La misma F. Montseny, piedra angular
junto a su padre de esta aventura editorial, escribió seis novelitas con títulos
elocuentes: Las santas (1925); Resurrección (1926); Martirio (1927); María de
Magdala (1927); Nuestra Señora del Paralelo (1928); Calvario (1935). Dada la
insistencia semántica en lo religioso, cabe preguntarse si no se trata de una
pura estrategia comercial para atraer a lectores que no comprarían libros de
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La mayor parte de los modernos apóstoles se han convencido de lo necio que es buscar el
amor en el corazón humano y se resignan a no reclamar sino la fría y práctica justicia, una
norma nueva y más amplia, que mañana se desechará por demasiado cruel, y que hoy alivia-
ría tantas miserias, tantos dolores, abandonados a la caprichosa caridad de los que son
todavía felices. Y, sin embargo, el amor iría más allá de todas las justicias, sería la verdade-
ra justicia, porque siempre está en exceso y desborda sobre el mal, y lo ahoga de luz, porque
lo da todo, puesto que se da a sí mismo. Y el que da se recobra, se descubre y se gana. No es
el que recibe quien se enriquece y se hace poderoso, sino el que da, si da de veras.
¿Recordáis lo que decía San Pablo, a sus discípulos hebreos? ‘De la hospitalidad no os olvi-
déis, pues por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles’ (ibíd.: 240).
LA REVOLUCIÓN APOCALÍPTICA
Legitimar histórica y moralmente el anarquismo: los profetas, Jesús y los apóstoles como pre-
cursores y modelos de abnegación revolucionaria; el anarquista como profeta o apóstol
desoído por sus contemporáneos cuando anuncia el camino hacia un mundo mejor; la
traición del revolucionario por un miembro de la clase dominada como un invariante
antropológico; el éxito del cristianismo a pesar de la ferocidad de la represión.
Explicar y convencer utilizando los códigos simbólicos y morales de los adversarios ideológi-
cos: la Biblia como referencia cultural fundamental en nuestra civilización, especialmente
en cuanto al proceso cíclico Edén-Caída-Redención, fuente de esperanza, activado por el
sacrificio consentido del mártir; la transposición atea permite elaborar un discurso de
regeneración social laica.
Profanar, provocar y criticar la religión, la Iglesia, la burguesía que profesa el cristianismo
o el judaísmo: se opera una inversión axiológica para demostrar su hipocresía moral y hacer
entender que los anarquistas son los defensores del ideal de fraternidad, igualdad y justicia;
eso implica presentarse como los auténticos cristianos.
Apropiarse de la Biblia y desacralizarla: se niega su sentido religioso, insistiendo en su
valor literario, histórico o antropológico; se resignifican algunos de sus episodios más
emblemáticos para integrarlos en un nuevo imaginario sociocultural que hace depender de
la emancipación del género humano la posibilidad de un paraíso terrenal basado en la soli-
daridad universal.
NOTAS
1. Véase el capítulo dedicado a Barrett por M. Albornoz.
2. El Rebelde (Santiago de Chile), n° 1, 20/11/1898.
3. En las citas, las cursivas son siempre de los autores citados o figuran en las fuentes que se citan.
4. Regeneración (Los Ángeles, California), n° 1, 3/09/1910. Todas las citas de Flores Magón mencionadas
a continuación proceden del Archivo electrónico R. Flores Magón (s. a.).
5. Ibíd., n° 3, 17/09/1910.
6. No ignoramos, sin embargo, que el Antiguo Testamento también transmite un mensaje de sumisión
a la autoridad divina, y que la desobediencia es sancionada por una violencia inaudita: p. ej., en Dt.
28, 15-68.
7. Regeneración, n° 3, 17/09/1910.
8. Ibíd., n° 19, 7/01/1911. En otro cuento, “Por Tierra y Libertad” (ibíd., n° 175, 7/02/1914), el protago-
nista es presentado como “Pedro, convertido en apóstol de la Buena Nueva”.
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279
Obligado, Rafael 95 Q
Olalla, Marcos 18-19, 105, 111, 128, 272
Olea, Luis 263 Quesada Soto, Álvaro 157, 159
Oliva Medina, Mario 157 Quinet, Edgar 31, 47-48, 51, 53, 58
Ordax Avecilla, José 50 Quiroga, Horacio 134
Orensanz, Aurelio L. 269
Ott, Auguste 29
Oved, Iaacob 64 R
Oyuela, Calixto 95
Rama, Ángel 117, (121, 122, 155, 272)
Rama, Carlos M.
P Ramírez Calzadilla, Jorge 183
Reclus, Elisée 39, 41, 51, 68
Pageaux, Daniel-Henri 57 Reimarus, Hermann S. 57
Palacios, Alfredo 87-89, 99, 104-105 Renan, Ernest 42, 47, 49-52, 55, 64, 67,
280
281
W Zapata, María J. 54
Zaragoza, Gonzalo 105, 172
Wagniart, Jean-François 176 Zavala, Iris M. 54
Wallach Scott, Joan 45 Zeledón, José María 149, 157, 167
Weitling, Wilhelm 32 Zola, Émile 47, 96, 157, 159, 163,
Wilde, Oscar 133 252
282
Joël Delhom
Doctor en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos, profesor titular en la
Universidad de Bretaña Sur y miembro del equipo de investigación ERIMIT-EA
4327 de la Universidad de Rennes 2 en Francia. Ha publicado numerosos
trabajos sobre el anarquismo hispánico en libros colectivos y revistas
académicas. Es editor de M. Sirvent Romero, Un militante del anarquismo
español (FAL, Madrid, 2012), y coeditor de ¡Viva la Social! Anarchistes et anarcho-
syndicalistes en Amérique latine (Nada, París, 2013), Guerres et identités dans les
Amériques (PUR, Rennes, 2010) y Nicaragua. En el ojo del huracán (IHEAL-
IHNCA-UBS, París, 2000).
Daniel Attala
Doctor en Filosofía (Universidad Pompeu Fabra, Barcelona) y en Literatura
Hispanoamericana (Universidad de Grenoble 3, Francia), es profesor titular
en la Universidad de Bretaña Sur y miembro del equipo de investigación
ERIMIT-EA 4327 de la Universidad de Rennes 2, Francia. Es autor, entre
otros libros y artículos, de Macedonio Fernández, lector del Quijote (Paradiso,
Buenos Aires, 2009), Impensador Mucho. Ensayos sobre Macedonio Fernández
(Corregidor, Buenos Aires, 2007) y Hermes Binner. Primer gobernador socialista
de la Argentina. Diálogos (Losada, Buenos Aires, 2011). Es traductor y editor
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Pierre-Luc Abramson
Fue catedrático de Historia y Civilización Latinoamericanas en la Universidad
de Perpiñán y, tras su jubilación, profesor emérito. Ha publicado numerosos
artículos en revistas españolas, francesas, canadienses y argentinas acerca de la
historia social e intelectual de América Latina y España en el siglo XIX, entre los
cuales varios están dedicados al anarquismo y al socialismo utópico. Es autor
del libro Las utopías sociales en América Latina en el siglo XIX, publicado por el
Fondo de Cultura Económica de México en 1999.
Martín Albornoz
Egresado de la carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires y magíster
en Historia de la Universidad de San Martín. En la actualidad está finalizando
su tesis doctoral sobre la presencia del anarquismo en la cultura argentina del
900. Ha publicado Conflagraciones. Anarquistas en 1910 (Lumen, México, 2010)
y prologó y preparó la edición de Por dentro todo está permitido, de Jorge Barón
Biza. Diversos textos suyos han aparecido en libros y revistas especializadas
tanto de Argentina como del exterior.
Antonio Prado
Recibió su doctorado de la Universidad de Illinois en el 2007. Actualmente es
profesor de Lengua y Literaturas Hispánicas en Knox College (Galesburg,
Illinois, Estados Unidos). Es autor de Matrimonio, familia y Estado: Escritoras
anarco-feministas en la Revista Blanca (1898-1936) (FAL, Madrid, 2011). También
ha escrito sobre el videoactivismo argentino tras la crisis de 2001 y la
colectivización anarcosindicalista de la industria del cine durante la guerra civil
española. En la actualidad está investigando la literatura testimonial de los
españoles republicanos en el exilio.
Benoît Santini
Profesor titular en la Universidad del Litoral Côte d’Opale (Boulogne-sur-Mer,
Francia) y miembro del centro de investigaciones H.L.L.I., se especializa en
literatura chilena (especialmente, poesía) y latinoamericana. Ha publicado
artículos sobre Raúl Zurita, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro,
poesía chilena de los siglos XIX-XXI, novela policial chilena y poesía argentina
de la Independencia. Coordinó Chile en el siglo XXI: ¿nuevos recorridos artísticos,
nuevos caminos históricos? (Mago editores, 2013).
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