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[En: Pilar Díaz Sánchez, Pedro Martínez Lillo y Álvaro Soto Carmona (eds.

), El poder
de la historia. Huella y legado de Javier Donézar Díez de Ulzurrun, Madrid, Ediciones
de la Universidad Autónoma de Madrid, 2014, Vol. II, pp. 441-452.]

Historia en novela: El 19 de marzo y el 2 de mayo


de Benito Pérez Galdós (*)

Tomás Albaladejo
(Universidad Autónoma de Madrid)

1. Lo ficcional y lo histórico. Su combinación en la obra literaria.

Son tres los modelos de mundo que pueden regir los referentes de los textos
literarios y no literarios: a) modelo de mundo de tipo I, de lo verdadero, b) modelo de
mundo de tipo II, de lo ficcional verosímil, y c) modelo de mundo de tipo III, de lo
ficcional no verosímil (Albaladejo, 1992: 52-63). Los referentes de los textos históricos
y periodísticos, así como de los textos de la comunicación cotidiana, pero también de
los textos literarios de carácter memorialístico (autobiografías, memorias, diarios) y de
otros textos literarios se rigen por modelos de mundo de tipo I, que son modelos cuyas
reglas semántico-extensionales son las del mundo real. Por su parte, los referentes de los
textos literarios ficcionales de índole mimética, por su carácter verosímil, por su
semejanza con la realidad, se rigen por modelos de mundo de tipo II, que son modelos
cuyas reglas semántico-extensionales, si bien no son las mismas del mundo real, son

*
Este trabajo es resultado de la investigación llevada a cabo en el proyecto de
investigación de referencia FFI2010-15160/HUM, financiado por la Secretaría de
Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación del Ministerio de Economía y
Competitividad.

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semejantes a éstas. Finalmente, los referentes de los textos literarios ficcionales de
índole no mimética, es decir, inverosímiles, se rigen por modelos de mundo de tipo III,
que tienen reglas semántico-extensionales diferentes de las del mundo real y que no son
semejantes a éstas.
En la configuración semántico-extensional del referente, así como del modelo de
mundo por el que se rige y del texto que surge del referente, el cual es, a su vez,
representación lingüística del mismo, entran en juego las relaciones entre la literatura y
la historia, que constituyen la clave de muchos textos, entre ellos los Episodios
Nacionales de Pérez Galdós y otras muchas novelas del escritor canario.
La conocida distinción que en la Poética hace Aristóteles entre poesía
(denominación que utiliza para lo que actualmente conocemos como literatura) e
historia con el fin de explicar qué es la poesía, ha servido de fundamento a una
concepción de las relaciones entre la literatura y la historia basadas en la consideración
semántico-extensional de la conexión de los referentes de los textos literarios y de los
textos históricos con la realidad. Aristóteles expone:

Y también resulta claro por lo expuesto que no corresponde al


poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo
posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y
el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (pues
sería posible versificar las obras de Heródoto, y no serían menos historia
en verso que en prosa); la diferencia está en que uno dice lo que ha
sucedido, y el otro lo que podría suceder. (Aristóteles, 1974: 1451a36-
1451b5).

Por consiguiente, puede entenderse, de acuerdo con Aristóteles, que el texto


histórico tiene un referente real, efectivo, un referente construido a partir de un modelo
de mundo de tipo I, de lo verdadero, mientras que el referente del texto literario es de
carácter verosímil, es algo que no ha sucedido, pero que podría suceder, esto es, algo
que, por su semejanza con la realidad, es posible que suceda o haya sucedido. La
historia está, pues, vinculada a la realidad y a la verdad en la representación del
referente y la poesía (es decir, la literatura) a la posibilidad de la realidad y a la
verosimilitud en dicha representación. Aristóteles no incluye en la poesía el contar lo
que no ha sucedido y que no habría podido suceder, si bien deja una puerta abierta a la

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presencia de lo inverosímil cuando escribe: “es verosímil que también sucedan muchas
cosas contra lo verosímil” (Aristóteles, 1974: 1456a23-25). Lubomír Doležel plantea la
diferencia entre historia y literatura sobre la que hay entre mundos posibles históricos y
mundos posibles ficcionales, destacando el carácter independiente de éstos frente a la
dependencia de los primeros respecto del mundo real:

Fictional texts, liberated from truth valuation, construct sovereign


fictional worlds that satisfy the human need for imaginative expanse,
emotional excitement, and aesthetic pleasure. Historical texts are means
of noesis, of knowledge acquisition; they construct historical worlds as
models of the actual world. Therefore they are constrained by the
requirement of truth valuation. Historical text is not performative; it does
not create a world that did not exist before the act of representation.
Rather, it is constative, a description of a world that preexisted the act of
representation. (Doležel, 2010: 42).

La preexistencia del mundo representado por el texto histórico, frente al carácter


performativo, realizativo, del texto ficcional, que crea mundo, es fundamento de la
oposición entre ambas clases de textos y, sin embargo, será uno de los pilares de la
combinación, en un mismo referente y en un mismo texto, de elementos históricos y
elementos ficcionales, que interactúan relacionándose entre sí y producen el equilibrio
de lo real y lo ficcional, contribuyendo al soporte de la ficción por la historia. La
diferencia entre lo histórico y lo ficcional no hace que sean incompatibles, antes bien,
son complementarios en determinados textos literarios en los que historia y ficción
están unidas, cooperando en la construcción de una representación literaria, en la
producción de un referente y de un texto cuyos vínculos con la realidad, a pesar de
orientarse a lo ficcional, consolidan semántico-extensional y pragmáticamente su
funcionamiento en el espacio del arte de lenguaje.
Es necesario recordar que Aristóteles, a pesar de la diferenciación que hace entre
poesía (literatura) e historia, tiene en cuenta la posibilidad de la combinación en la obra
literaria de cosas que han sucedido con otras que no han sucedido y podrían haber
sucedido:

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De esto resulta claro que el poeta debe ser artífice de fábulas más
que de versos, ya que es poeta por la imitación, e imita las acciones. Y si
en algún caso trata cosas sucedidas, no es menos poeta; pues nada impide
que algunos sucesos sean tales que se ajusten a lo verosímil y a lo
posible, que es el sentido en que los trata el poeta. (Aristóteles, 1974:
1451b28-32).

Por tanto, para Aristóteles es posible la presencia en la obra literaria de


elementos históricos, que son reales, junto a elementos ficcionales verosímiles. En el
mismo sentido, los tipos de modelos de mundo expuestos más arriba pueden estar
entrelazados al existir la posibilidad de que un modelo de mundo contenga elementos
propios de más de un tipo de modelo de mundo. Así, un modelo de mundo de tipo II, de
lo ficcional verosímil, además de elementos propios de dicho tipo, puede incluir
elementos de otros tipos de modelos de mundo: en el caso que nos ocupa,
concretamente elementos propios de modelos de mundo de tipo I, de lo verdadero.
También es posible que en un mismo modelo de mundo haya elementos de modelos de
mundo de tipo I, de tipo II y de tipo III. En los casos de presencia de elementos de más
de un tipo de modelo de mundo actúa la ley de máximos semánticos (Albaladejo, 1992:
54-57), en virtud de la cual los elementos del modelo de mundo que pertenezca al tipo
más alejado de la realidad (siendo el orden de alejamiento de la realidad el siguiente:
tipo III, tipo II y tipo I) atraen a su estatuto semántico el conjunto de elementos
combinados pertenecientes a varios tipos de modelos de mundo, salvo que los
elementos que tuvieran que ejercer esa atracción estén incluidos en submundos
imaginarios, de acuerdo con las restricciones de la mencionada ley de máximos
semánticos (Albaladejo, 1992: 57-58).
Historia y literatura constituyen dos clases de discursos (Ricoeur, 1985; Lozano,
1987; Barthes, 1987; Danto, 1989; Doležel, 2010) que, a pesar de ser diferentes,
comparten la narratividad y la referencialidad como características. La historia, de
acuerdo con la observación antes citada de Aristóteles y, asimismo, con la posibilidad
de combinación en un mismo modelo de mundo de elementos de más de un tipo de
modelo de mundo, puede estar presente en la literatura y, por tanto, en la novela como
subgénero dentro del género épico-narrativo (Rodríguez Pequeño, 2008). La posibilidad
de la presencia conjunta en el modelo de mundo y, consiguientemente, en el referente
del texto literario, el cual es expresado lingüísticamente en el texto, de elementos reales

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y elementos ficcionales verosímiles es la base de la presencia de la historia en la novela,
sea en la novela histórica, sea en la novela en la que el argumento está situado en unas
determinadas coordenadas espacio-temporales que son el telón de fondo a la
construcción ficcional, sin que pueda considerarse este último caso propiamente novela
histórica.
No es el objeto de este artículo la diferenciación entre novela histórica y novela
con elementos históricos, sino la relación de la historia con la novela sobre el principio
de la incorporación al referente de ésta de elementos reales, de elementos históricos. Tal
incorporación se produce al ser construido dicho referente según un modelo de mundo
normalmente de tipo II que contiene elementos propios de dicho modelo de mundo y
también elementos de modelo de mundo de tipo I, los cuales son atraídos por aquéllos a
un conjunto referencial que sigue un modelo de mundo de tipo II. Sin embargo, también
es posible que el referente sea construido de acuerdo con un modelo de mundo de tipo
III que contenga elementos de modelo de mundo de tipo II y de modelo de mundo de
tipo I, como sucede en Las historias naturales de Juan Perucho, novela en la que un
referente regido por un modelo de mundo de tipo III contiene, además de los
correspondientes elementos ficcionales inverosímiles, elementos ficcionales verosímiles
y elementos verdaderos, históricos (Perucho, 1978). La historia es introducida, por
tanto, en el texto literario, en la novela como parte o subgénero del género épico-
narrativo, en los demás subgéneros épico-narrativos y en los demás géneros literarios,
pues ni el género dramático ni el género lírico son ajenos a la posibilidad de
incorporación de elementos de la realidad histórica a los referentes, de acuerdo con los
correspondientes modelos de mundo. La inteligente explicación de la historia en la
literatura, que ofrece Amado Alonso en Ensayo sobre la novela histórica (Alonso,
1984; Gómez Alonso, 2002: 194, 201-202) permite apreciar una relación de
recursividad que va desde la realidad a la historia como discurso y desde ésta a la
poesía, a la literatura, en la que está presente la historia como discurso construido en
relación con otro discurso:

Materia son para la historia los sucesos pasados, recogidos y


documentados por la erudición, y la historia les da “forma” al
estructurarlos con un sentido; pero la historia es a su vez materia para la
poesía, que le da su “forma” peculiar, poniendo en ella un profundo
sentido nuevo, más allá de lo particular histórico. (Alonso, 1984: 11).

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De este modo la historia entra en la novela, se proyecta hacia la novela en un
proceso recursivo de construcción referencial y textual que incluye la construcción
sucesiva de referentes (el del texto histórico y el del texto literario, el de la novela) y la
expresión literaria, es decir, la representación lingüístico-artística del referente de la
obra literaria. La combinación en la obra narrativa ficcional verosímil de historia y
ficción, de elementos referenciales reales, históricos, y elementos referenciales
ficcionales verosímiles, posibles, supone una vinculación a la realidad de la ficción; es
un refuerzo de la condición verosímil de lo ficcional, una confirmación de la apariencia
de realidad de la obra literaria en su conjunto. Como Benjamin Harshaw ha explicado,
los elementos reales, los elementos históricos, funcionan como anclaje en la realidad
para los elementos ficcionales de la obra literaria, contribuyendo al carácter verosímil e
incluso realista de ésta (Harshaw, 1984).

2. Historia en novela en Benito Pérez Galdós: El 19 de marzo y el 2 de mayo.

En las distintas obras que los componen y en el conjunto de éstas, los Episodios
Nacionales de Benito Pérez Galdós constituyen una combinación de historia y
literatura, de representación de realidad histórica y ficción, que se presentan a la
interpretación de los lectores como textos de un alto grado de complejidad semántico-
extensional por la específica configuración de sus referentes y de los modelos de mundo
de los que son resultado creativo.
El 19 de marzo y el 2 de mayo, novela de 1873, es uno de los episodios
nacionales de la primera serie. Desde el propio título, esta obra está conectada con la
historia, al centrarse en los acontecimientos conocidos como el motín de Aranjuez, que
tuvieron lugar entre la noche del 17 de marzo y la tarde del 19 de marzo de 1808 con la
caída de Godoy y la consiguiente proclamación de Fernando VII como rey de España
(Artola, 1999: 41 y ss.), y en el posterior levantamiento del pueblo madrileño del 2 de
mayo y la represión que inmediatamente llevó a cabo el ejército francés. El título
funciona como anuncio, como anticipación paratextual (Martínez Arnaldos, 2003; 2008)
de un texto de cuyo referente forman parte como elementos axiales los mencionados
acontecimientos de la historia de España. Junto a los elementos referenciales históricos
que son transformados en texto por la intensionalización (Albaladejo, 1992: 27-28) de la

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extensión, es decir, por la transformación del referente en la construcción lingüístico-
artística que es el texto de la novela, la construcción referencial de El 19 de marzo y el 2
de mayo contiene numerosos elementos ficcionales, entre los que destacan los
personajes de ficción creados por Pérez Galdós, así como sus deseos, sus temores, todos
sus sentimientos y pensamientos y, por supuesto, sus voces, las palabras que pronuncian
en la novela, que dentro de la ficción constituyen una representación de la pluralidad
comunicativa de la sociedad (Albaladejo, 2007).
El 19 de marzo y el 2 de mayo tiene un narrador protagonista que narra en
primera persona, Gabriel Araceli, protagonista de otros episodios nacionales, de todos
los de la primera serie excepto Gerona. Es, pues, un narrador homodiegético (Genette,
1989: 299), que por su condición de protagonista del relato, llega a ser autodiegético
(Genette, 1989: 300). La voz del narrador queda así constituida como una construcción
ficcional, al igual que el personaje. Y es la voz que guía el relato (Baquero Goyanes,
1975: 124-131, 159-178), que introduce a los demás personajes, es la voz que nos
ofrece la perspectiva principal en la observación y en la comprensión del conjunto
formado por los seres, estados, acciones, procesos e ideas que componen el referente de
la novela, conjunto del que forman parte tanto los elementos reales como los elementos
ficcionales. En los elementos reales están incluidos los geográficos y los históricos, esto
es, los relacionados con el espacio y con el tiempo: Aranjuez, Ontígola, Titulcia y
Madrid son lugares reales, como son reales el motín de Aranjuez y el levantamiento del
2 de mayo. Estos elementos reales constituyen lo que Harshaw ha denominado campo
externo de referencia (external field of reference): “the real world in time and space,
history, a philosophy, ideologies, views of human nature, other texts” (Harshaw, 1984:
243). Por su parte, los elementos ficcionales forman un campo interno de referencia
(internal field of reference) en la medida en que sean únicos y no tengan existencia real
fuera del texto y de su referente:

A work of literature can be defined as a verbal text which projects


at least one Internal Field of Reference (IFR)) to which meanings in the
text are related. At least some of the referents —personal names, times,
places, scenes and episodes— are unique to this text and make no claim
for external, factual existence. (Harshaw, 1984: 235).

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La oposición entre el campo externo de referencia y el campo interno de
referencia de El 19 de marzo y el 2 de mayo (del referente y del texto) produce una
tensión de carácter semántico-extensional en la obra como correlato de la tensión entre
historia y ficción y, en definitiva, entre lo real y lo ficcional. Pero esta tensión se
resuelve en una síntesis referencial y textual de los componentes que participan en ella;
en esta síntesis la obra literaria, por la actuación de la ley de máximos semánticos,
aparece reforzada como construcción lingüístico-artística ficcional en la que lo real, lo
histórico, acerca lo ficcional verosímil a la realidad. En El 19 de marzo y el 2 de mayo
los acontecimientos históricos, junto a los espacios reales, son anclaje realista de los
seres, estados, acciones, procesos e ideas del campo interno de referencia de esta obra y,
como tal, hacen posible una orientación espacial y temporal de los personajes
ficcionales y de sus pensamientos, sentimientos, acciones, etc. La historia está, de este
modo, presente en esta obra, así como en los demás episodios nacionales galdosianos.
La historia, inicialmente externa a la obra, se incorpora a ésta, en la que se funde con la
ficción para dar lugar a un conjunto que, si bien es globalmente ficcional, tiene el
componente referencial de la realidad como guía temporal y también espacial. Así, la
historia, sujeta a la realidad, por la condición histórica de esta obra como uno de los
Episodios Nacionales (Alonso, 1984: 81), pero principalmente por su condición realista
(R. Gullón, 1987: 55), actúa como vector semántico-extensional y pragmático del texto
hacia la configuración histórica de éste con una orientación final hacia la ficción. Por
tanto, si la tensión se resuelve en una síntesis en la dirección de la ficción por la ley de
máximos semánticos, hay que considerar que también lo hace en una síntesis hacia lo
histórico, por el carácter axial que en la obra tiene la historia, a lo cual contribuye en
gran medida el proyecto literario de escritura ficcional e histórica que son los Episodios
Nacionales. Para Stephen Gilman, “Galdós’ generic innovations modify profoundly
both terms of the hybrid, or perhaps it would be better to say redundant, classification
‘historical novel’ ” (Gilman, 1981: 55).
Como en tantos otros episodios nacionales, Galdós escoge como tema histórico
central de la novela acontecimientos decisivos en la historia de la España del siglo XIX.
La fuerza vectorial de estos acontecimientos históricos incorporados al relato,
globalmente ficcional por la ley de máximos semánticos, que actúa en El 19 de marzo y
el 2 de mayo, hace posible que el conjunto del referente y su expresión textual se
mantengan orientados a aquellos acontecimientos. Es para ello decisivo el papel del
narrador homodiegético, cuya condición intensificada de narrador autodiegético se sitúa

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más bien en el argumento ficcional de la obra que en lo que se refiere a los
acontecimientos históricos, de los cuales no es protagonista, pero sí privilegiado
espectador, cuyo papel como tal está sostenido y reforzado por su protagonismo en el
conjunto de elementos ficcionales (seres, estados, procesos, acciones e ideas) de este
episodio nacional. Gabriel Araceli es narrador espectador de los acontecimientos
históricos y narrador protagonista de la ficción, pero, al ser incorporados a ésta dichos
acontecimientos, su carácter autodiegético (como máximo nivel de su carácter
homodiegético) se proyecta sobre la totalidad de la obra.
En la parte de este episodio nacional que trata del motín de Aranjuez se
encuentra uno de los elementos más importantes de vinculación entre lo ficcional y lo
histórico, en concreto el encuentro del protagonista con Godoy, que es relatado en el
capítulo VI de El 19 de marzo y el 2 de mayo. Gabriel Araceli va con el sacerdote don
Celestino a visitar a Godoy para intentar obtener una plaza en la administración:

Por fin llegamos al despacho de Godoy, y al entrar vi a éste en pie,


inclinado junto a una mesa y revisando algunos papeles. Aguardamos un
buen rato a que se dignase mirarnos y al fin nos miró.
Godoy no era un hombre hermoso, como generalmente se cree;
pero sí extremadamente simpático. Lo primero en que se fijaba el
observador era en su nariz, la cual, un poco grande y respingada, le daba
cierta expresión de franqueza y comunicatividad. Aparentaba tener sobre
cuarenta años: su cabeza rectamente conformada y airosa, sus ojos vivos,
sus finos modales, y la gallardía de su cuerpo, que más bien era pequeño
que grande, le hacían agradable a la vista. Tenía sin duda la figura de un
señor noble y generoso; tal vez su corazón se inclinaba también a lo
grande; pero en su cabeza estaba el desvanecimiento, la torpeza, los
extravíos y falsas ideas de los hombres y las cosas de su tiempo. (Pérez
Galdós, 2008: 93-94).

La conexión del protagonista ficcional con el componente histórico, con un


personaje real como Godoy, tiene la función de embrague narrativo que permite pasar
de ficción a historia y, al tratarse de una novela, de incorporar plenamente la historia a
la ficción. El embrague narrativo hace posible que el eje ficcional actúe en el ámbito
histórico y, a la vez, que el eje histórico se incruste en la ficción. Espacio y tiempo

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actúan conjuntamente en el eje histórico: Aranjuez y el tiempo del 17 al 19 de marzo de
1808.
La función de embrague narrativo es reforzada por la presencia de la voz del
Príncipe de la Paz, cuyas palabras son referidas por el narrador en estilo directo:

D. Celestino se inclinó en señal de asentimiento, y yo dije para


mí: “Lucidos hemos quedado”. Después dirigiose S. A. a mí, y me dijo:
—En cuanto al poema latino que este joven ha compuesto, ya
tengo noticias de que es una obra notable. Persista Vd. en su aplicación a
los buenos estudios y será un hombre de provecho. No puedo hoy tener el
gusto de conocer el poema; pero ya me habían hablado de Vd. con
grandes encomios y desde luego formé propósito de que se le diera a Vd.
una plaza en la oficina de Interpretación de Lenguas, donde su
precocidad sería de gran provecho. Sírvase usted dejarme su nombre...
(Pérez Galdós, 2008: 95-96).

Si bien Godoy es un personaje real, sus palabras, como toda la conversación que
tiene lugar en su despacho con don Celestino y Gabriel Araceli, son de índole ficcional,
contribuyendo ello a la fusión de lo real y lo ficcional, de la historia y la novela a la que
aquélla es incorporada y de la que se hace elemento constituyente en su transformación
literaria.
En cuanto a los acontecimientos que corresponden a la segunda parte del título
de esta novela, los del 2 de mayo, también actúa el embrague narrativo, que es activado
por Pérez Galdós conectando historia y ficción. Como en el caso de los acontecimientos
del motín de Aranjuez, en estos otros acontecimientos históricos espacio y tiempo
interactúan: Madrid y el 2 de mayo de 1808 y antes y después de esta fecha. Hay
también una concreción en el espacio que permite que el personaje ficcional que es
Gabriel Araceli entre en contacto con el componente histórico: en Madrid se aloja frente
al Parque de Artillería de Monteleón, que será clave en el levantamiento militar y
popular contra el ejército francés el 2 de mayo:

Me siento fatigado; pero es preciso seguir contando. Ustedes


están impacientes por saber de Inés: lo conozco, y justo es que no la
olvidemos. Llegué, pues, a Madrid muy temprano, y después de haber

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acomodado mi equipaje en la casa que tenía el honor de albergarme
(calle de San José, número 12, frente al Parque de Monteleón), me
arreglé y salí a la calle resuelto a visitar a Inés en casa de sus tíos. (Pérez
Galdós, 2008: 138).

La expresión metanarrativa del narrador con la referencia al personaje de ficción


que es Inés se fusiona con la referencia histórica, decisiva para los acontecimientos
históricos que posteriormente van a ser narrados, formando parte del referente narrativo
personajes históricos como los militares Luis Daoíz y Pedro Velarde junto al propio
narrador:

Los franceses se arrojaron sobre nosotros con empuje formidable. El


primero que cayó fue Daoíz, traspasado el pecho a bayonetazos.
Retrocedimos precipitadamente hacia el interior del parque todos los que
pudimos, y como aun en aquel trance espantoso quisiera contenernos D.
Pedro Velarde, le mató de un pistoletazo por la espalda un oficial
enemigo. (Pérez Galdós, 2008: 226-227).

Lo mismo sucede con la Puerta del Sol, escenario de algunas de las más
conocidas y terribles escenas de los acontecimientos del 2 de mayo, que, como las del
Parque de Monteleón, son presenciadas directamente por Gabriel Araceli y narradas por
él con la implicación histórica y ficcional que suponen el uso de la primera persona de
singular y de plural, así como del pronombre personal de primera persona del singular y
del plural y de los adjetivos posesivos:

La lucha, mejor dicho, la carnicería era espantosa en la Puerta del


Sol. Cuando cesó el fuego y comenzaron a funcionar los caballos, la
guardia polaca llamada noble, y los famosos mamelucos cayeron a
sablazos sobre el pueblo, siendo los ocupadores de la calle Mayor los que
alcanzamos la peor parte, porque por uno y otro flanco nos atacaban los
feroces jinetes. El peligro no me impedía observar quién estaba en torno
mío, y así puedo decir que sostenían mi valor vacilante además de la
Primorosa, un señor grave y bien vestido que parecía aristócrata, y dos

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honradísimos tenderos de la misma calle, a quienes yo de antiguo
conocía. (Pérez Galdós, 2008: 210).

Expresiones como “siendo los ocupadores de la calle Mayor los que alcanzamos
la peor parte” y “El peligro no me impedía observar quién estaba en torno mío”, por su
contigüidad dinámica con los acontecimientos históricos que el narrador está refiriendo
ejercen la función de embrague narrativo. Del mismo modo la ejercen las expresiones
“Los franceses se arrojaron sobre nosotros con empuje formidable”, “retrocedimos”,
“todos los que pudimos” y “contenernos”, del fragmento precedente al inmediato
anterior. Es así como entra lo histórico en el ámbito ficcional, en la novela, y apoya la
importancia que para ésta tiene el componente histórico, sin el cual el argumento de la
novela y sus personajes ficcionales dentro del conjunto de seres, estados, procesos,
acciones e ideas carecerían de un anclaje decisivo en su justificación literaria porque, en
definitiva, carecerían del sentido que viene dado por el eje histórico al eje ficcional.

3. Conclusión.

La crítica sobre la obra de Galdós ha valorado la combinación de historia y


literatura. Para Francisco Caudet, el éxito de los Episodios Nacionales, especialmente
de las primeras series, es sobre todo debido a que su autor supo construir un “complejo
andamiaje histórico-novelesco” (Caudet, 2000: 51). Según Germán Gullón, es clave la
mezcla de la historia y la ficción, de la que destaca que “difumina las fronteras entre
ambas” (G. Gullón, 2011: 16), produciéndose la narrativización literaria de la historia
(G. Gullón, 1990: 39 y ss.). La historia es materia novelable (R. Gullón, 1973) y puede
devenir novela o componente de novela en la creación literaria.
La integración de la historia en la novela constituye una forma de presencia de la
sociedad en la novela. En su discurso de ingreso en la Real Academia Española, Galdós
expuso su interés por la sociedad, a la cual ha de estar atento el arte de la novela (Pérez
Galdós, 2002). Y la historia, que es representación de la sociedad, junto con las
ideologías (Roberts, 2013), es incorporada a la novela contribuyendo a que la sociedad,
en la que está la historia, sea novelable y sea novelada. El carácter novelable de la
sociedad está en la propia realidad como objeto susceptible de ser representado. La
sociedad como realidad representada, en su dimensión histórica, es incorporada a la

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novela (Mora, 1994; 1998). La presencia de la dimensión histórica de la sociedad es
decisiva para el realismo de los Episodios Nacionales en la medida en que reafirma la
conciencia lectora respecto de la realidad al proporcionar a El 19 de marzo y el 2 de
mayo y a los demás episodios galdosianos la objetividad que ofrecen los elementos
reales, temporales y espaciales, históricos y geográficos, de personas y acontecimientos,
que constituyen el campo externo de referencia con el que se fusiona el campo interno
de referencia en cada una de las novelas que forman los Episodios Nacionales.
La combinación de historia y ficción se pone al servicio del propósito de Galdós
de novelar la historia de la España del siglo XIX y, desde la presencia de la historia en
la novela, se proyecta en una presencia de la novela en la historia en la perspectiva de
los lectores, para quienes los Episodios Nacionales son una vía de acceso a la historia,
un conocimiento de la historia a través de la literatura; se trata en definitiva de una
participación de los lectores en la historia al poder hacer suyos unos acontecimientos
históricos que les son presentados en textos literarios que, a pesar de ser globalmente
ficcionales, mantienen el estatuto de realidad que tiene lo que a ellos el autor ha
incorporado desde la historia. Historia en novela, pero también novela en historia, como
característica de los episodios galdosianos, sitúan la combinación de ambas en una
relación bidireccional en la que se apoyan recíprocamente en la consecución de unas
obras literarias que representan la realidad, la sociedad, la historia como testimonio de
la conciencia del devenir en el tiempo y en el espacio de seres humanos en las
circunstancias concretas de la España del siglo XIX y que tienen en la comunicación
literaria la función de la presentación y del conocimiento crítico de la sociedad. El éxito
de los Episodios Nacionales no puede entenderse sin tomar en consideración, por un
lado, su doble fundamentación histórica y ficcional y, por otro, su doble arraigo
semántico-extensional, en lo que concierne a la representación, y pragmático, en lo
relativo a la relación de las obras con los lectores.

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Referencias bibliográficas.

- Albaladejo, T. (1992). Semántica de la narración: la ficción realista. Madrid:


Taurus.
- Albaladejo, T. (2007). La pluralité communicative comme élément constituant
de l’oeuvre littéraire narrative: l’actualité de Mikhaïl Bakhtine. Slavica
Occitania. 25, 323-339. ISSN 1245-2491.
- Alonso, A. (1984). Ensayo sobre la novela histórica y El modernismo en “La
gloria de Don Ramiro”. Madrid: Gredos.
- Aristóteles (1974). Poética. Edición trilingüe de V. García Yebra. Madrid:
Gredos.
- Artola, M. (1999). La España de Fernando VII. Madrid: Espasa-Calpe.
- Barthes, R. (1987). El discurso de la historia. En Barthes, R., El susurro del
lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura (163-177). Traducción de C.
Fernández Medrano. Barcelona: Paidós.
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