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estudiar a Boves no se apartaba del lugar común, de un pasado historiado por los
vencedores, era imposible comprender la personalidad de Boves y el proceso social
por él liderizado. Herrera Luque se dio cuenta de que la figura de Boves había
sido fafaeada por los historiadores venezolanos, éstos al fracasar el proyecto político-
social instalado en nuestro país a partir de 1830, encontraron en el culto a los
héroes una ideología sustitutiva para explicar el revés. Así el descalabro de quienes
tomaron el poder tras la emancipación era consecuencia del triunfo de los próceres.
Ellos habían cumplido con su hora. Quienes rodearon a Páez habían fracasado en
la conducción del pueblo, éste sólo tenía un sendero: admirar sin medida a
quienes le habían libertado. Al hacerlo olvidarían enjuiciar a quienes no le habían
sabido conducir.
Uno de los más luminosos análisis que debemos a Herrera Luque es el que
dedicó a Rómulo Betancourt. A través de estas páginas nos muestra cómo al pro-
vocar y conducir un vasto movimiento social el líder guatireño no hizo otra cosa
que ser "sólo el brazo ejecutor de una voluntad colectiva, subyacente y viva que
buscaba sú forma" (p. 66), "él apenas verbalizó lo que estaba informulado y asistió
a su alumbramiento" (p. 67). Para hacerlo aplicó sus mejores cualidades. Tal
misión no fue simple sendero. "No es tarea fácil ni grata la del revolucionario.
Es dura, cruel, preñada de peligros" (p. 68) porque "Los individuos egregios,
llámense líderes, profetas o gobernantes pueden al igual que enzimas acelerar,
congelar o degradar los procesos sociales" ( p. 69). Betancourt lo supo. Para rea-
lizarlo utilizó su talento, su agresividad, su ambición, su voluntad de reestruc-
turación. No fue la suya tarea fácil sino --como lo hicieron antes que él Bolívar,
Guzmán Blanco o Gómez- fue empresa dura, la cual desató terribles pasiones.
E implicó también que sólo lograra Betancourt realizar una parte de su ideario.
Sólo pudo establecer la democracia política. Como se lo dijo alguna vez, a un
amigo de todo su afecto, su historia era la misma del protagonista de El empla·
zamiento de Jean Paul Sartre. El era aquel líder que intentó realizar una revolu-
ción en un país petrolero. La realidad lo obligó a pacta:· con las fuerzas sociales. Sólo
logró establecer un régimen a partir del cual se podía radicalizar la democracia.
trágico final" (p. 124). Todo esto se cumplió. Y es por elio que tras de pre-
sentar a Fausto, de trazar la trayectoria de Hutten en nuestro país, de explicar
cómo los presagios de Fc1r:to se cumplieron en nuestras tierras, trata de seguirle
los pasos a tan siniestra historia cuyo "desenlace ruidosamente anunciado exalta la
fama de Fausto" (p. 128). Explicado esto se pregunta: "¿Qué sucedió en Vene-
zuela, donde necesariamente se tuvo noticias de la profecía y todos fueron tes·
tigos de su fiel cumplimiento?" ( p. 130) . No encuentra repercusión alguna
"A pesar de todos estos hechos que justificarían muy claramente una honda huella
de la tragedia de Hutten y de la profecía de Fausto en nuestra historia, creencias
y supersticiones, nada, salvo débiles indicios, hemos hallado" (p. 131 ). Tan inex-
plicable le pareció esto a nuestro psiquiatra que indagó lo que de ello podría haber
en nuestro folklore pero pese a alguna que otra posible explicación que no pasa
de lo hipotético señala "Por qué no hay huellas en Venezuela de una historia tan
asombrosa que además de haberle servido de escenario conmocionó a Europa por
varios siglos" ( p. 134). Herrera Luque cree que es posible que la explicación
radique en la represión de carácter religioso ejercida por la Inquisición aquí, en
el miedo que tuvieron los españoles del siglo XVI a los alemanes que acompañaron
a Carlos V a quienes "detestaban hasta el paroxismo" (p. 135). En la Venezuela
de aquel siglo ese "odio era intenso" (p. 135) por haber estado hipotecada la
Provincia a los germanos y por los desmanes que ellos cometieron aquí. Es posible
que la huella de Fausto no haya dejado trazo alguno pues como el mismo Herrera
Luque explica "El olvido es el mecanismo preferido contra el mal recuerdo"
( p. 135). Hutten como es lógico debió ser tan odiado como sus compatriotas en
b Venezuela de su tiempo. De allí que la única huella de él que quedó, como
bien lo dice Herrera Luque, es la carta que escribió desde Coro en 1540, la
cual es la prueba de la existencia histórica de Juan Fausto el adivino de la Selva
Negra, quien por siglos ha servido de inspiración a la imaginación de muchos
creadores -desde Goethe hasta Thomas Mann.
El ensayo más discutible del libro de Herrera Luque es el que dedica a Juan
Vicente González. ¿Por qué? En él se interroga Herrera Luque sobre la función
del intelectual en nuestro medio. Desgraciadamente en este caso la argumentación
se cae por su propio peso pues los datos históricos en los cuales se basa Herrera
Luque no son exactos. Esto nos llamó poderosamente la atención. Especialmente
porque se trata de un estudio de un autor que conoce, como pocos, los vericuetos
de nuestro pasado.
Para entender lo que exponemos hay que tener en cuenta cuáles son esas
referencias inexactas a las cuales aducimos: Juan Vicente González en su ejer-
cicio de la política ni alcanzó fortuna económica alguna ni creemos que podamos
sostener, con los testimonios conocidos de su vida, que haya aspirado a ella
(p. 92). Otras fueron las razones que le empujaron a la vorágine de la contienda
pública. Lo que sí es cierto es que la política lo tentó de tal forma que el Licen.
ciando al actuar en ella, torció su camino vital, dejó de lado su vocación verdadera.
Pero en política siempre actuó como un idealista. Esto le impidió comprender el
por qué de las luchas sociales de su tiempo. Pero siempre fue hombre lleno de
honestidad ciudadana a quien puros ideales empujaron.
BIBLIOGRAFICAS 245
Juan Vicente González no fue amanuense del Presidente José Tadeo Mo·
nagas ni hombre dócil. Tras el "asesinato al Congreso" volvió a la Cámara pero
pocos días más tarde, pidió un permiso alegando malestares de salud y ya no
retornó más. También aquel Gobierno en el cual tuvo tan singular vinculación
su enemigo político por excelencia: Antonio Leocadio Guzmán, le destituyó de su
cátedra universitaria de la misma forma que lo hizo con Cecilia Acosta. Y esto
no lo hace ningún gobierno a los intelectuales dóciles.
A partir de 1848 González no se dedica a dar clases de "gramática e historia
p~rn m&ntener a su mujer y a sus pequeños hijos" (p. 96), sino que abre el Co-
legio "El Salvador de El Mundo" en el cual se forma toda una generación
venezolana.
Si es verdad que Juan Vicente González no logró realizarse plenamente como
intelectual, sí es verdad que la política le quitó el tiempo que necesitaba para
redondear y culminar su obra, si bien podemos decir que fue un "venezolano,
ilustres. . . víctima de su propio carácter. . . de su talento y de un medio torvo
e inclemente para los que verbalizan los desafueros de otros" (p. 93). Pese a esto
no creemos que se pueda sostener la afirmación según la cual sus escritos no
deben incluirse "en nuestras antologías literarias, cuando nunca trascendió ni su
espacio ni· su tiempo" (p. 93). Se equivoca Herrera Luque. Cuanto escribió
el Licenciado forma parte de lo mejor de nuestras letras. Varios de sus escritos
lo convierten en el primer prosista de nuestro romanticismo. Tanto su libro pri-
migenio Mis exequias a Bolívar como las Mesenianas lo sitúan entre los primeros
escritores de nuestro país. González, como lo dijo Luis Correa, es el escritor
venezolano por excelencia. En pocos hombres es posible seguir el drama de la
Venezuela de su tiempo. Y no sólo por los textos que hemos citado. Gonzále2
fue sobresaliente gramático, quien como nos lo ha enseñado Pedro Grases, fue el
autor de Compendio de Gramática Castellana -el cual alcanzó dieciocho edicio-
nes-' significó "el primer esfuerzo consciente y de cierto vuelo para introducir en
el país el estudio razonado de la Gramática Castellana ... " ( Obras. Barcelona:
Ed. Seix Barral, 1981, t. VI, p. 33.3). Y por si fuera poco su Biografía de José
Félix Ribas no es sólo la obra mayor de nuestro romanticismo en prosa sino una
de las once obras fundamentales de la misma escuela en Hispanoamérica. Por
ello tiene todo derecho González de figurar en nuestras antologías. Que no haya
logrado dar remate, que haya perdido buen tiempo en faenas políticas, que no haya
comprendido cuál era su verdadera vocación o que se haya alejado de ella, es un
cargo que puede hacérsele, pero no podemos negar en toda su amplitud lo
hecho por este venezolano atormentado. --
Caracas:
Julio 6 - octubre 8 - noviemb1~ 13, 198.3.