Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
LA PENA DE MUERTE
HISTÓRICA T VlLOftÓnCUCHTE OOISIDERADI.
ron ki.
MADRID:
1MP. DE L A E l F E H i l I Z A , Á CARGO PE D. A. PEREZ DÜWULL.
CaUe de VaJverde, núm. G, cu arto bajo.
1854.
LA SOCIEDAD Y EL PATÍBULO.
A L A M E M O R IA
DEL
a lb a u u e l.
LA SOCIEDAD Y EL PATIBULO,
á
LA PENA DE MUERTE
HlBTÓMOi T nLOaÓnOAKMTl M HD1UU.
nm oD U G CxoN .
1.
.-•'.i-*- ' > ^ -w.. - 1' k—I t ‘ *>■. *
II.
ni.
I.
II.
IIL
1.
II.
10.
IV.
V.
1.
LA PENA DE HUESTE NO ES C Í « T t a .
il.
jeto que con ello se propone, Pero lejos de ser a sí, venios
que el estímulo que impulsa á un asesino es una bas
tarda pasión de odio ó de venganza, al paao que la causa
por que la sociedad lo castiga no es otra que la obliga-
cÚNTde cumplir justicia : el medio de que el criminal se
vale para saciar su intento, es el asalto ó la traición en
parajes solitarios por lo coman, ó entre tinieblas, y el
que la sociedad emplea es la h orca, en presencia de todo
el mundo, y despues de haber seguido un proceso para la
averiguación y probanza del delito; y , finalmente, el ob
jeto que aquel se propone al matar á un semejante suyo,
os el satisfacer un fiero instinto 6 una sanguinaria pasión,
mientras que el fin y objeto que la sociedad se propone
cuando le aplica eLeastigo, es la satisfacción de la justicia
y del t a t a m ártir y I r reparad * d e ^ o fe n s a hecha i
la vindicta pública. A b a n b ie n : ¿caben « ayeres des
igualdades ni mas notables diferencias entre el origen,
medios y objeto que se proponen un homicida cuando
mata, y la sociedad cuando le castiga cou la muerte? Y
¿ dirase todavía que en esta pena no falta por completo la
analogía moral, que tanto encarecen algunos criminalistas?
La analogía material de las penas, esa que afecta
principalmente i los sentidos, la rechazan con bastante
frecuencia los autores, parque aparece en muchos casos
cruel y contraria á loa sentimientos naturales de humani
dad y de justicia; y asi vemos abolidas las penas de tala
drar la lengua al calumniador, cortar la mano derecha al
falsificador de instrumentos públicos, y otras semejantes.
Y , sin em bargo, muchos que rechazan la analogía mate
rial para los demas castigos, parecen como empeñados en
CAPÍTULO IV . 7\
demostrar qu¡e exrnle y que es muy importante en la pqpa
capital.. .
Vano creemos, no obstante, todo est<B .empeño, so -
pueaft que basta comparar la muerte dadapor un asesino
y la impuesta por La sociedad, |>ara que desdo luego no
temos su falta de analogía material. La sola cot^paración
entre loe instrumentos que se emplean en uno y otro caso
nos manifiestan una enorme desemejanza, porque no son
por cierto iguales un puñal y una horca. Pero prescin
diendo de estas secundarias circunstancias, y fijándonos
tan s^o ea Jos postreros momentos de m agonizante, d i-
ip » . l°s 3u£íipii6jit06 del qae cs-
p i^ ^ j i j i l M ^ ^ d i i i ^ o . w u ^ t o qjMi wrisimMTecee
sft,f$9d#$9 la muerte instantánea, y tos del que exhala su
último aliento «obre «1 patíbulo : y dígasenos también si
los sublimes é inefables cousuelos que debo sentir el que
muaré alentado con las piadosas exhortaciones de nues
tra. s ^ re lig iQ B ^ ;pu^do .eftp^rimeptarloe el que al tiempo
de jpftorir a<#s# qj.tyin oye la yo? del sacerdote, porque se
rowpre».d« la impertinente muebe-
Atgfcpfe, < ¡p » tai vez no ha concurrido m asque ¿profonar
los pQHlrffjQfi instantes de su agonía I
V.
la pena d e n o e r te e s irreparable.
s e n t í a l e s , ¿ n o p u d i e r o n f e q h i r a a r a í t d d o s 'c p é s r i x l f e p t e e r
Yt, ,.:u: : ir y ,
vu.
la p e s a b b ju im te no e s ejemplar. ,
VIU.
ij. m,Eareforma4<»^.
IX.
X.
XI.
xn.
LA rtN A V É MUERTE ES INCOMPATIBLE CON LOS PRINCIPIOS BE LA
CIENCIA PENAL.
I.
K0 UONNUL EN 9 0 APLICACION-
n.
1.
II.
DE MUERTE.
IH.
IV.
I.
11.
IU .
LA m u DE IftEBTI.
D e l d u e lo .
I.
SD ORÍ G E * .
II.
Ul
IV.
De los sacrificios.
I.
U.
C A IS A Y O R ÍG E N P E L O S S A C R I F I C IO S .
1 Salina l a , vurs. 2 .
. ' Purjiljp., lib. i,c;ip. m i , vera, II, 12 y 13.
C A P ÍT U L O I I .
UI.
H A T E R IA PE LOS S A C B lF J C lO S .
1 D o u tr r o n ., cn p . \ it , v o rs , 2 0 y 3 0 .
16 0 L 4 SOCIEDAD T EL PATÍBULO.
IV.
1 J e r o m . , c a p . x i x , v r r s , 3 , I y í».
c a p ít u l o i x . 101
V.
1 L f v i i i c o , c a p . v i , w t b . <¡ y 7.
f < ¡0 LA SOCIEDAD V E L P A T ÍB IL O .
1 S a n P a l i l o , r j i i s t . ¡i lo s l i e h . , o a |). x , v e r á . I I .
J V e-re. 2 0 y -2 7 .
1 V i t s . 1 6 , 1 7 y I S.
c a p ít u lo ix . 109
I.
II.
ni.
1.
II.
de las N K CESrrui>ES.
M.
DE LAS PASIONES.
IV.
V-
De la pena de muerte en la h is to r ia .
I.
II.
III.
GRIEGOS T ROMANOS,
IV.
I.
OBSERVACION PRELIMINÁB.
11.
¿POCA M L PA1AI50.
■
* G énesis.
Capítulo u n . 335
• tencia á Caín, y le da motivo para qne, reconocido de su
«pecado, le pida perdón; pero ¿1 añade el colmo ¿ s o ini—
iqu idad, respondiendo al Señor con altivez y grosería, y
«pretendiendo encubrir su maldad.»
Pues b ie n : si no pueden compararse, sin proferir la
mas horrible blasfemia , los cielos con la tierra y la esceí-
silud del Criador con la miserable pequenez de la cria
tu ra , y si todo un Dios, infinito en ju sticia, condena solo
á que sufra los remordimientos de su conciencia al envi
lecido fratricida q u e , en vez de humillarse y pedir perdón
por su cu lp a, se mnestra altanero y orgulloso en presen
cia de bu mismo Criador, ^podrá llamarse legitima y justa
la pena de muerte que la sociedad humana impone al que
una vez se olvida de ciertos deberes que le son peculiares?
iPues quél ¿Es, por ventura, la majestad de la sociedad
mas alta qne la de D ios, y la ofensa que se la hace ma
yor y mas grave que la que se infiere al mismo divino
Autor de la naturaleza? ¡A h , que el orgullo ciega eu este
punto á loa hombree 1 Matan por vengarse : llaman ju s
ticia á la v é n g a n la : la te a g a m a es un pecado; y ¡pobres
hombres ios que no conocen que, legitimando la muerte
que ellos d an, legitiman y justifican el pecado!
111.
XN CL GÉNESIS.
I.
PUEBLO HEBREO.
If.
IIL
URECIA T H Ú JU .
f.
gitimado por las leyes. Así vemos que los esclavos care
cían absolutamente de personalidad, y eran considerados
como cosas respecto de sos se ñ o re s: otro tanto sucedía
con las mujeres y con tos hijos respecto de sus maridos y
padres; y esta misma era la relación que mediaba enlre
Jos individuos y la sociedad eu gen eral, que absorbía com
pletamente sn existencia. «Aquella divinidad que llam a-
ib a n p atria, dice Angosto Nicolás, no permitía á sus
•hijos respirar amo por d ía ; inspirábales todos sus odios,
•todas sus pasiones y preocupaciones: su poder consistía
•en el aniquilamiento personal de todos ellos, y su libertad
•en la servidumbre de todos.» Y , efectivamente, los mis
mos ídolos eran cómplices de la tiranía de la sociedad, de
lal m anera, qne para que se identificasen, se amalgama
sen y se confundiesen mas y mas los poderes temporal y
espiritual, los mismos soberanos temporales disfrutaban
todos los honores y consideraciones que se tributaban á
los dioses, hasta que apareció la augusta religión, lien»
de amor, de humanidad, de mansedumbre y de todas las
virtudes» predicando las Legítimas prerogativas del hom
bre , derivadas del exacto cumplimiento de todos sus de
beres; proclamando las eternas verdades y los inmutables
principios de la única verdadera civilización, é inculcando
la equidad en todas las instituciones, La moral en las cos
tumbres, la justicia en las leyes civiles, y la jufiticia,;un-
lamente con el amor, como advierte el señor conde de
M aistre, en las leyes penales.
Pero ¿dónde ni en qué tiempo» se ban aplicado en loda
su eslunsion á la sociedad estos divinos preceptos del ca
tolicismo ? ¿Dónde ni en que tiempos han prestado oidoí
capítclo xv. 265
II.
P l'E B U M DK LA £D A D M KD IA .
1 Clialeuulirinitil.
capítulo xr. 267
III.
DK LA M ST O M A .
|V . - > :■
' No hemos creído necesario ocuparnos con especialidad ite l¡r do
m inación sarracen a, porque, a an cuando b asta nuestros dias se c o n
servan m onum entos que atestiguan la influencia que ejercieran so
bra las le tra s , sobre las artes y aun sobre í.ia costum bres españolas,
siu em bargo, son m uy distintos los elem entos quo Liaa m itrado ú
form ar lu civilización (lulos tiempos posteriores ¡i la apoca de la ru
co aquista. Lo irrupción de los arríennos podemos considerarla como
un horroroso aluvión que inundó nuestro su e lo , arrollando cu su
violento enipojo todos cuantos obstáculos se le op u siero n ; liasta
q u e , al tropezar cou el m uro do C av ad o u g j, eoincnzarun ú retiraran
poco á poco las aguas, dejando por lin libres y onjuLos unos cam
po s, que am anecieron sem brados de los r Iorí osos cadáveres de k*
héroes de Castilla.
CAPÍTULO XV. 281
V.
■ j i ■■ i ! ;■ ■ :• !•• • >! « ¡ T U *
II.
BN Li ¿ÍOCA PRESENTE.
I.
LA UJilVEHSIDAD DE HADBID.
11.
raoaaE S O s de l a s o c ie d a d en e l ó r d e n Material.
111 .
EN EL ÓRDEN intelectual.
I.
II.
1.
DEL LIBERTES’AJE.
II.
DE L a CREKTN4LIDÍ.D.
III.
1.
II.
III.
VEMBIHOS HOkALES.
FIN.
INDICE
PállUM.
D. Da la criminalidad............, , ..................................347
ID. Consecuencia de lu observaciones precedentes.. . 364
C a p ítu lo XX.—Necesidad de u n nuev o rumbo en la marcha
general de la sociedad........................................... 357
I. De la oportunidad de esta obra................................ Id.
U. Remedios materiales................................................ 362
m . Remedios morales................................................... 366
CopcLinum................................................................................ 375
LA SOCIEDAD Y EL PATÍBULO,
r,
LA PENA DE MUERTE
HISTÓRICA T n b d f l Ó n t U D I T E 001BIDEEAD1.
POR Kl.
MADRID:
1XP. DE L A E I F E R A 1 K A , Á CARGO PE D. A. PEREZ DUW ULL.
Calle de Vaiverde, núm. G, cuarto bajo.
1854.