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156 LAS IDEOLOGIAS POLITICAS ran con las caracteristicas especificas de cada proceso histérico y que pueden jus- tificar la unidad nacional en base a la identidad de cultura, la voluntad politica o la realidad juridica del Estado (Greenfeld, 1992). En todos los casos, sin embargo, nos encontramos frente a procesos de formacién de economfas nacionales y a las nue- vas realidades econémicas definidas por el paso del feudalismo al capitalismo. El nacionalismo no hubiera existido sin estos requisitos histéricos que estan en la base de su eclosi6n en los siglos XIX y XX y de la correspondiente extensién del modelo de Estado nacional por todo el mundo. Conviene no confundir los prece- dentes del nacionalismo, que se vinculan con la formacién y evolucién de la nacién moderna, con su plenitud como ideologfa que se desarrolla en los dos tiltimos si- glos (Orridge, 1987). Los primeros tericos del Estado nacional tendieron més bien a justificar el Estado como unidad de poder soberano que a ser defensores de la uni. dad nacional (Hintze, 1968). Maquiavelo, Hobbes 0 Bodino plantearon, desde di- ferentes angulos, la necesidad del Estado soberano como unidad de poder. La iden- tidad de la naci6n o la unidad nacional es una consecuencia y no un antecedente de la unidad estatal. Tanto la idea que tenia Maquiavelo del principe como sujeto cons- tituyente del Estado, como la idea que tenia Hobbes del soberano, sea el monarca 0 la asamblea, como expresi6n del Estado, son un reflejo de un contrato de Estado y no de un contrato nacional. Pero el nacionalismo es una consecuencia tiltima de las premisas que estos au- tores establecieron. No es extrafio que Hegel y Fichte recuperaran a Maquiavelo (Abendroth, 1968), puesto que en la base de su contrato de Estado se halla la crea- cin de la nacién moderna como superaci6n de la poliarqufa medieval y del uni- versalismo de la Iglesia. La consolidacién de las monarquias nacionales se realiz6 sobre la disoluci6n progresiva de las instituciones medievales y la reunién de la has- ta entonces pluralidad de poderes territoriales. Las causas de este proceso deben buscarse en las transformaciones econémicas vinculadas a la revolucién comercial que tuvo lugar como resultado de los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI, de la apertura de nuevos mercados y de la necesidad de definir y proteger el mercado nacional. En este mundo nuevo, todos eran iguales ante el soberano y éste tenia el deber de proteger las vidas, bienes y propiedades de sus stibditos. Al mismo tiempo, el in- dividuo que habia conquistado o habia visto reconocido su derecho a la autodeter- minaci6n, se vio paraddjicamente solo frente al soberano y sin un punto de refe- rencia colectivo que le sirviera de identidad, ya que el Estado como poder soberano era, necesariamente, un tercero que se situaba al margen y por encima de los indi- viduos. ;Cual era, pues, la colectividad moderna que tenia que sustituir a las co- lectividades medievales? Locke no resolvié esta pregunta fundamental al elaborar una teoria de la legitimacién del poder soberano contra la potencial arbitrariedad de la monarqufa absoluta. La cesién de poderes al Estado por parte de todos y cada uno de los individuos debfa recoger la garantia de la divisién del Estado en una plurali- dad de poderes, el mas importante de los cuales era el parlamento, expresion del consenso de unos individuos que, a su vez, mantenian el derecho a la resistencia. Tampoco Rousseau logré contestarla satisfactoriamente al propugnar su contrato social, basado en la soberanfa absoluta e intransferible de los individuos. Incluso Kant, que plante6 la autodeterminacién del individuo en el marco de una ley uni- versal de la libertad, se limité a establecer las bases de un Estado de derecho en el

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