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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN COLOMBIA

Johan Azahel Contreras Velandia

Tutor: Edgar Allan Niño Prato

Universidad de Pamplona

Artes y Humanidades

Programa: Comunicación Social

Cúcuta

2022
El estado de los medios de comunicación en Colombia está decayendo lentamente,

hace tiempo que fracturó el modelo de negocio de los periódicos, las revistas y poco a

poco, la radio y la televisión. El modelo en pocas palabras era simple: los medios

producían información, vendían en la calle o a través de suscripciones y sobre todo

recibían el pago por la publicidad de los anunciantes. Pero las suscripciones

empezaron a decaer y los kioscos y los vendedores de periódicos se fueron

convirtiendo en un recuerdo nostálgico del paisaje urbano.

Los ratings alborozados de otras épocas empezaron a desintegrarse y la torta

publicitaria empezó a tener otros comensales con un apetito semejante o mayor al que

habían tenido los medios durante más de medio siglo. Los tiempos de las

rentabilidades aseguradas se esfumaron y aparecieron las nuevas tecnologías con

pasos avasalladores que ponen en duda la razón misma de existir de aquellos medios.

Pero ese no era el signo más grave de la debacle. Los lectores analfabetos que

estaban excluidos de la prensa a comienzos y entrado el siglo pasado, fueron yendo a

la escuela; y sin embargo los porcentajes de lectura crecieron lánguidamente, y aún

hoy los no lectores superan ampliamente a los lectores. Entretanto las ciudades

crecieron, los modos de vida urbana cambiaron como también sucedió con la vida

rural, las necesidades de información se transformaron, la idea de autoridad se

modificó y las tecnologías irrumpieron de una manera vertiginosa.

Algunos periódicos como El País (Cali) y El Espectador están en quiebra o afrontan

serias dificultades económicas.

Estas situaciones no son raras, ni imprevisibles, ni sorpresivas. Pero son tremendas. Y

lo peor es que los cierres de medios de comunicación continuarán con un goteo que

en cualquier momento se puede convertir en imparable.


Y es que si tomamos en cuenta el análisis de la apropiación de tecnologías que realizó

el Centro Nacional de Consultoría. Internet ya es el medio más importante en

información general en Colombia, con un 50%. Le siguen la televisión (77%) y muy

lejos la radio (8%) y la prensa (5%). En información confiable aparece en primer lugar

la televisión (37%), seguida de cerca por internet (33%), la radio (16%) y la prensa

(15%).

Lo que llama la atención de estas cifras es la caída de la confianza en los medios.

Cuando se consultan los datos por edad, resulta que los jóvenes confían más en

internet (41%) que en cualquier otro medio. Una constatación de algo que ya se sabía:

los jóvenes huyen a los medios, y tienen plena razón para hacerlo. Ya que hay

audiencias, por ejemplo, la de los periódicos, que envejecen.

Por otro lado, si analizamos la propiedad de los medios de comunicación, hablamos

exclusivamente de grandes grupos empresariales. Hay medios estatales, públicos,

comunitarios, alternativos, que juegan roles fundamentales; pero lo que estamos

cuestionando aquí es la concentración, tanto de la propiedad como de los contenidos

de esos medios.

Para las empresas dueñas de los medios hegemónicos la comunicación es, además

de un factor de poder, una mercancía. Garantizan la reproducción de la ideología

dominante a la vez que comercializan y embolsan grandes ganancias con ello.

Esa lógica de la libre empresa se vuelve incuestionable al ser propagandista por sus

propios medios, instalada en el sentido común y amparada de manera cómplice por el

Estado que, en vez de regular a favor de la sociedad, se pone al servicio del poder

económico y de las elites del país. Esa lógica de la libre empresa, aunque se la

presenta como incuestionable, es gran parte del problema.

Porque la comunicación antes que una mercancía, es un derecho.


El derecho a recibir una comunicación veraz, objetiva e imparcial; a tener la

oportunidad de hacer escuchar su voz, de expresarse libremente, a través de

diferentes medios, son elementos propios de toda actividad social, al menos en

sociedades democráticas o que se precien de serlo.

La Organización de las Naciones Unidas así lo reconoce cuando declara que “la

libertad de información es la piedra angular de todas las libertades, y un derecho

humano fundamental”.

La UNESCO, en su Declaración de 1978, señala que “los medios de comunicación

deben responder a las preocupaciones de los pueblos y de los individuos,

favoreciendo así la participación del público en la elaboración de la información”.

Nada de eso puede garantizarse cuando la propiedad de los medios se encuentra

hiperconcentrada en pocas manos, tras una lógica exclusivamente empresarial

asociada a las élites tradicionales, como refuerzo de un ejercicio del poder que nada

tiene que ver con la democracia.

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