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Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica,

siglos xvii-xx
Clima, desastres y convulsiones sociales
en España e Hispanoamérica,
siglos xvii-xx

Luis Alberto Arrioja y Armando Alberola (eds.)

UNIVERSIDAD DE ALICANTE
EL COLEGIO DE MICHOACÁN
Los estudios incluidos en este libro han sido debidamente examinados y valorados externamente
con el fin de garantizar su calidad científica y su publicación se efectúa en el marco de los
proyectos de investigación Oscilaciones climáticas y crisis agrarias en el Levante español
durante la Pequeña Edad del Hielo (PEH) (referencia HAR2013-44972-P), incluido en el
Programa Estatal de Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia promovido
por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (Investigador
Principal: Armando Alberola Romá) y México y Guatemala: historia de tres plagas de langosta
y el estudio de su impacto ambiental y social (siglos xviii y xix), auspiciado por el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología mexicano (CONACYT, registro CB-222118; Investigador
principal: Luis Arrioja Díaz-Viruell). Estos estudios cuentan, asimismo, con el soporte científico
de ALARMIR (Red Internacional de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres) y de
la Red Temática CONACYT de Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción
Social del Riesgo y Amenazas naturales y Biológicas.

Universidad de Alicante
Publicacions de la Universitat d’Alacant
03690 San Vicente del Raspeig (Alicante, España)
publicaciones@ua.es

El Colegio de Michoacán
Centro Público de Investigación (CONACYT)
Martínez Navarrete 505 - Las Fuentes
59699 Zamora, Michoacán
publica@colmich.edu.mx

© los autores, 2016


© de esta edición: Universidad de Alicante / El Colegio de Michoacán

ISBN (español): 978-84-16724-23-9


Depósito legal: A 650-2016
ISBN (mexicano): 978-607-9470-59-3

Composición: Marten Kwinkelenberg


Diseño de cubierta: Guadalupe Lemus Alfaro
Imagen de cubierta: Detalle del volcán de Pacaya, en Archivo General de Indias (AGI), Mapas y planos,
Guatemala, 315, (1775)
Impresión: Guada Impresores
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ...........................................................................................9

PRIMERA PARTE
I. Aportes para un entramado categorial en formación:
vulnerabilidad, riesgo, amenaza, contextos vulnerables,
coyunturas desastrosas..........................................................................21
Rogelio Altez
II. Vulnerabilidad y capacidad de resistencia frente al desastre en la
España Mediterránea (Siglos xvi-xviii). Fuentes para su estudio ........41
Armando Alberola Romá y Cayetano Mas Galvañ
III. La prensa novohispana y sus aportes para el estudio histórico-
social de los desastres en México.........................................................61
Virginia García-Acosta
IV. Contextos semánticos y ambientes ideológicos en la investigación
histórica de los desastres: la difusión del pensamiento
sismológico en la Venezuela del siglo xix ...........................................81
Andrea Noria

SEGUNDA PARTE
V. Sequías, inundaciones y plagas de langosta: su impacto en el agro
y la mentalidad andaluza del siglo xvii ..............................................107
Milagros León Vegas
VI. Sequía y rogativas en tierras meridionales valencianas durante
el siglo xviii ........................................................................................123
Armando Alberola Romá, Eduardo Bueno Vergara y
Adrián García Torres
VII. Sequías y riadas durante la anomalía Maldá en la fachada
mediterránea española: Una aproximación al territorio del sur
alicantino, 1760-1800 .........................................................................157
Adrián García Torres
VIII. Clima y meteorología en la prensa provincial española
del reinado de Carlos IV (1792-1808)................................................179
Cayetano Mas Galvañ
IX. Desastres naturales y políticas públicas: las inundaciones en
Sevilla y las actuaciones de los poderes públicos, 1800-1860 ..........203
Jesús Solís Ruiz

TERCERA PARTE
X. Ciclones tropicales: su impacto social y económico en
las poblaciones del golfo de México. Siglos xviii y xix ....................225
Luis Juventino García Ruiz
XI. El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante
amenazas naturales: San José del Cabo, Baja California Sur,
siglos xvi al xviii ................................................................................243
Raymundo Padilla Lozoya
XII. Algunas historias de granos en medio de fluctuaciones
planetarias: México y Cartagena de Indias en 1690-1692 .................269
Thomas Calvo
XIII. Clima, plagas y desolación en la provincia de Chiapa, 1768-1772 ...295
Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell
XIV. Entre la vulnerabilidad y el riesgo. Análisis de los procesos
históricos de la península de Yucatán desde las crisis epidémicas
(Siglos xvii y xviii) .............................................................................323
María Isabel Campos Goenaga
XV. Volcanes fronterizos en América Latina y la importancia de
los Comités de Frontera en casos de desastre: Chile y Argentina
en el siglo xxi .....................................................................................345
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda

BIBLIOGRAFÍA GENERAL ......................................................................359


SOBRE LOS AUTORES .............................................................................399
EL SURGIMIENTO DE UNA SOCIEDAD VULNERABLE Y
SUS RESPUESTAS ANTE AMENAZAS NATURALES:
SAN JOSÉ DEL CABO, BAJA CALIFORNIA SUR,
SIGLOS XVI AL XVIII

Raymundo Padilla Lozoya1


Dedicado a mi hija Elise Andrea
y a mi amada esposa Betty.

RESUMEN
Los sacerdotes jesuitas extendieron la misión evangelizadora al otro lado del
Atlántico y alcanzó a los nativos pericúes de Baja California Sur, quienes habían desa-
rrollado una serie de prácticas de sobrevivencia que incluían el desplazamiento tem-
poral, en particular para aprovechar los recursos del entorno desértico y distanciarse
de los efectos e impactos de los huracanes; pero al asentarse los religiosos, intentaron
cambiar los modos de vida de los nativos y buscaron sedentarizarlos. El rechazo a tales
medidas tuvo consecuencias trágicas para algunos frailes y el sedentarismo determinó
el surgimiento de pueblos y de una sociedad expuesta a distintas manifestaciones natu-
rales ante las cuales fue vulnerable. En este documento se analizan las consideraciones
que determinaron su asentamiento, se expone un antiguo y dinámico proceso que se
utilizó para enfrentar amenazas y se aportan indicios para caracterizar el origen de una
sociedad históricamente vulnerable y de una vulnerabilidad histórica.

INTRODUCCIÓN AL ESPACIO BAJACALIFORNIANO


En las crónicas realizadas por los primeros exploradores se advierte en el espacio
bajacaliforniano su geografía desértica debido a la escasez de lluvias y los intensos

1. Profesor e investigador de la Universidad de Colima e integrante de ALARMIR (Red Internacional


de Seminarios en Estudios Históricos de Desastres); miembro de Red Temática Conacyt Estudios
Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y
Biológicas; y REDESClim-Conacyt (Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y
Climáticos). Emails raypadillalozoya@hotmail.com y rpadilla@ucol.mx

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Raymundo Padilla Lozoya

rayos del sol. En el paisaje conviven fauna y flora que se han adaptado para enfrentar
las prolongadas sequías. Al centro de la península es notable la elevada cordillera de
la Sierra Californiana que se extiende de norte a sur, con alturas de hasta 2,200 metros
sobre el nivel del mar y pendientes que llegan hasta el nivel cero del mar Pacífico por
el Oeste y el Mar de Cortés por el Este.
El territorio sudcaliforniano se ubica en la trayectoria de los huracanes que ascien-
den hacia el norte después de formarse en el área que los navegantes denominaron
Mar del Sur, frente a los estados de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Colima, donde
se ubica una de los zonas ciclogénicas más importantes del mundo. La península de
Baja California Sur es el territorio más afectado por tormentas tropicales en el Pacífico
oriental mexicano, y el área más expuesta a los huracanes se ubica en las coordenadas
22º53`23.15» N y 109º55`07.49» O, a 50 kilómetros al sur de la línea del Trópico de
Cáncer.2 Cada año ciclones tropicales amenazan con impactar y causar daños debido a
sus potentes efectos, entre los más destructivos, los vientos y las abundantes precipita-
ciones que producen inundaciones y flujos de escombros que descienden velozmente
desde la cordillera montañosa y activan arroyos con un caudal voluminoso. En la oro-
grafía son evidentes los registros del descenso y trayectoria de los flujos de escombros
que trazan los arroyos y desembocan en el Océano Pacífico.

Ilustración 1. Ubicación de Cabo San Lucas y San José del Cabo en la Península
de Baja California Sur

Fuente: Google Earth, 2016.

2. Luis Farfán Molina, Ricardo Prieto, Julio Martínez-Sánchez y Raymundo Padilla, «Ciclones tropicales
y su influencia en México», en Teresa Cavazos, edit., Conviviendo con la Naturaleza: El problema de
los desastres asociados a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos en México, México, CONACYT-
CICESE-INECC-CENAPRED, 2015, pp. 50-74.

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

A pesar de las condiciones medioambientales extremas por temperaturas superio-


res a 40ºC, la sequía crónica y la presencia de peligrosos huracanes, en el litoral de la
península bajacaliforniana se produjeron asentamientos desde la antigüedad. En el área
que compone al estado de Baja California Sur, los más importantes centros poblacio-
nales fueron ubicados a escasos metros del mar por razones comerciales y misionales.
Los poblados cercanos a los puertos incrementaron su población lentamente con la
migración ocasional de nacionales y extranjeros que buscaban empleo y estaban dis-
puestos a enfrentar las condiciones climáticas adversas. Así, desde el siglo xviii fueron
importantes algunas ciudades porteñas al sur de la península, principalmente Cabo San
Lucas y San José del Cabo; y hacia el norte, por el Mar de Cortés, La Paz y Loreto. En
el presente documento, la unidad de observación enmarca el área que se ubica más al
sur de la península de Baja California Sur, véase ilustración 1, y la unidad de análisis
se enfoca en visualizar las vulnerabilidades y las respuestas que se presentaron entre
ciertas manifestaciones de la naturaleza y las comunidades que habitaron ese territorio
durante los siglos xvi y xviii; primero los nativos, posteriormente los extranjeros que
formaron la sociedad novohispana. Esta sociedad que desconocía las características del
territorio y en su afán por mejorar, tuvo que enfrentar amenazas naturales consideradas
extremas como las sequías, los huracanes y las enfermedades epidémicas, para evitar
los desastres.3
En todo territorio existen manifestaciones naturales que por su intensa actividad
pueden resultar peligrosas o amenazantes para los humanos, como los huracanes, los
sismos, tsunamis, epidemias, inundaciones, sequías y las erupciones volcánicas, pero
los fenómenos naturales por sí solos no constituyen desastres. En cada desastre invaria-
blemente participan humanos, quienes al ser afectados caracterizan de distintas mane-
ras lo que denominan un desastre. En cualquier evento desastroso se presentan tres
factores fundamentales, una amenaza que puede ser natural o de otro tipo, una sociedad
vulnerable ante la amenaza y capacidades insuficientes para enfrentar los efectos e
impactos de la amenaza.4

3. Este documento contiene datos que fueron recolectados como parte de la tesis doctoral en Antropología
presentada por quien escribe, véase: Raymundo Padilla Lozoya. Estrategias adaptativas ante los ries-
gos por huracanes en Cuyutlán, Colima y San José del Cabo, Baja California Sur, tesis doctoral en
Antropología, Ciudad de México, CIESAS, 2014.
4. Existe un amplio debate conceptual y poco consenso entre las disciplinas, pero el enfoque más incluyente
y transdisciplinario acerca del estudio del riesgo, amenaza, desastre, vulnerabilidad y capacidades, lo
han propiciado las ciencias sociales y las humanidades, véase: Andrew Maskrey, comp., Los desastres
No son naturales, Bogotá, La Red, 1993; Ben Wisner, Piers Blaikie, Terry Cannon e Ian Davis, At Risk,
natural hazards, people`s vulnerability and disasters, Londres, Routledge, 1994; Hoffman, Susanna M.
y Anthony Oliver–Smith, edits., Catastrophe & Culture, The Anthropology of Disaster, Santa Fe, School
of American Research, James Currey Ltd., 2002; Greg Bankoff, Georg Frerks, Dorothea Hilhorst, edits.
Mapping vulnerability: disasters, development and people, Londres, Earthscan, 2004; Christof Mauch y
Christian Pfister, edits., Natural disasters, cultural responses, case studies toward a global environmental
history, Lanham, Lexington Books, 2009.

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Raymundo Padilla Lozoya

En el presente trabajo se entiende por amenaza el agente que representa un peligro


por sus características físicas, frecuencia, área de impacto y daños posibles recono-
cidos o potenciales. Se considera sociedad a la denominación que se le asigna a un
conjunto de individuos o grupos que comparten ciertas afinidades como las normas,
historia en común, identidad, organización, expectativas, metas y vulnerabilidades. En
los individuos y grupos que constituyen las sociedades existen condiciones que hacen
más, o menos probable, el daño de un agente cuando éste se convierte en amenazante.
Esas condiciones son denominadas vulnerabilidades como una manera de identificar
los aspectos económicos o sociales más débiles, menos resistentes, menos preparados,
más desprotegidos o más desprevenidos debido a una serie de factores que son obser-
vables en el tiempo, en un espacio específico y en un grupo en particular. En ese sen-
tido se comprende que existen sociedades vulnerables, es decir, propensas a padecer
afectaciones que interfieren la sinergia cotidiana del desarrollo económico o social, tal
como sucede cuando un «pequeño desastre» se presenta en una colonia, o cuando un
desastre de mediana escala abarca a una ciudad o región, cuando una catástrofe o gran
desastre impacta a una o varias naciones.
Toda vulnerabilidad, sea física o social tiene antecedentes. El antecedente que
explica el colapso de un puente ante un sismo se encuentra en la frecuencia de la acti-
vidad de la falla tectónica, o en las razones técnicas y/o tradicionales por las que fue
construido, de tal manera que no soportó el movimiento y se desplomó. De manera
análoga sucede con la vulnerabilidad social. Cuando ocurre un desastre, la razón del
desastre no es el fenómeno natural, como ya se explicó, sino las condiciones que
subyacen en el desarrollo de la sociedad, y el desarrollo de un grupo humano sólo se
explica por medio de tres variables: tiempo, espacio y contexto social o económico,
es decir, por su historia. Con base en los planteamientos anteriores, se propone expo-
ner una serie de antecedentes que evidencian las relaciones que establecieron varios
grupos humanos con ciertas manifestaciones naturales de un territorio, así como las
respuestas que dieron ante lo que consideraron una amenaza y evidenciar los factores
que han vulnerado a una sociedad desde su origen.

INDICIOS DE LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO DESÉRTICO EN EL


PERÍODO PREHISPÁNICO
En la Península de Baja California Sur, la ausencia de ciudades o construcciones
arquitectónicas prehispánicas permite deducir que las expresiones culturales verná-
culas vinculadas con el medio ambiente fueron muy simples, inexistentes o que des-
aparecieron. En otras latitudes, como la Península de Yucatán y en algunos pueblos
de Centroamérica, el desarrollo de las manifestaciones culturales mayas es más nota-
ble y universalmente conocido. Según se ha documentado, en las comunidades de la
Península de Yucatán, antes de la llegada de los españoles, existió una estrecha relación
de los nativos con su entorno natural, evidente en las magníficas construcciones, el
conocimiento de los ciclos agrícolas, particularmente vinculados con la temporada de

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

lluvias y huracanes, y el desarrollado sistema de producción alimenticia, como lo han


documentado antropólogos e historiadores (Ortiz, 1984; Konrad, 1985, 2003; García-
Acosta et al., 2003; Campos, 2008; Cuevas, 2010). En cambio, en la Península de Baja
California Sur son escasos los vestigios, pero escarbando en ellos es posible interpretar
y dar respuesta a la pregunta ¿cómo enfrentaron los nativos sudcalifornianos las ame-
nazas naturales?
Según la bibliografía histórica local, antes de la llegada de los españoles la penín-
sula de Baja California Sur fue habitada al norte por los grupos cochimíes, al centro
por los guaycuras y al sur por los pericúes (Trasviña, 1989). Particularmente los indí-
genas pericúes no construyeron edificios arquitectónicos ni complejos de viviendas
que en otros sitios permiten conocer las relaciones de los individuos con la naturaleza,
como ha ocurrido la región del Caribe (Ortiz, 1984) y en la Península de Yucatán
(Konrad, 1985, 2003). Hasta nuestros días, la arqueología no ha descubierto en San
José del Cabo ni en Cabo San Lucas, construcciones de forma piramidal, vestigios de
observatorios astronómicos u obras para retener grandes cantidades de agua, porque al
parecer no existió una civilización que necesitara de grandes obras arquitectónicas para
sobrevivir. En pláticas se argumenta que el Cerro del Vigía, en Cabo San Lucas, pudo
tener algún tipo de uso ritual relacionado con el mar o con los fenómenos atmosféri-
cos, puesto que en ese montículo de arena y rocas han sido encontrados objetos como
huesos, cerámica y herramientas.
Recientemente se ha documentado que los indígenas del sur, como los nativos
del norte de la península, padecieron la escasez de lluvias y ante la amenaza de la
sequía respondieron con una gran movilidad que les permitió recolectar productos y
sobrevivir, «desarrollaron una cultura nómada estacional que buscaba obtener de la
mejor manera los recursos que proveían los diferentes pisos ecológicos del área cen-
tral de las Californias. Según especialistas, en ciertos momentos recolectaban maris-
cos en las costas, en otros magueyes y caza menor en las mesetas, y en verano-otoño
recogían piñón y bellota en las sierras, e intercambiaban bienes con otros grupos»
(Magaña, 2010: 92). Por razones como éstas, al arribo de los españoles en el siglo
xvi, los nativos pericúes no contaban con una agricultura a gran escala, pero a dife-
rencia de los extranjeros, los indígenas «conocían a detalle los lugares propicios para
la supervivencia del grupo en cada temporada, a través del uso de diferentes pisos
ecológicos, y este saber se transmitió generacionalmente» (Magaña, 2010: 95). Por lo
anterior, la movilidad del grupo para obtener comida marcó la ocupación del territorio
y fue una de las primeras prácticas de sobrevivencia de los pericúes ante la sequía
por escasez de lluvias. Además, las condiciones naturales impulsaron a los nativos
a distanciarse de la costa en cierta temporada anual para reducir la exposición ante
los vientos intensos de los huracanes y las inundaciones, como se explicará en los
siguientes apartados.

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Raymundo Padilla Lozoya

Ilustración 2. Mujeres de California

Fuente: Venegas, 1759: 2.

En el Museo de Historia Natural de Cabo San Lucas (MHNCSL en adelante) se


encuentra plasmada una observación arqueológica sustentada con algunos vestigios
encontrados en la sierra y en la costa cercana a Cabo San Lucas. Se notó que los
pericúes acostumbraban asentarse temporalmente cerca de la costa, entre los meses
de noviembre a mayo, y que entre junio y octubre habitaban en la sierra. Con base
en ese patrón, es deducible que entre junio y octubre se distanciaban de los efectos e
impactos de los frecuentes ciclones tropicales que caracterizan a ese territorio porque
los consideraban una amenaza.5 Al terminar la temporada anual de huracanes regresa-
ban a consumir los frutos que brotaban después de las precipitaciones pluviales en la
pendiente costera, en los márgenes de los arroyos y en el estero denominado San José
desde el siglo xviii. Al movilizarse, se distanciaban entre 20 y 40 kilómetros de la
franja costera, temporalmente, porque carecían de construcciones resistentes o cuevas
para refugiarse, pero regresaban a recoger alimento después de la temporada de lluvias

5. Se ha realizado un trabajo por sistematizar los reportes históricos de huracanes entre los años 1850 a
1950 para comparar su frecuencia con indicadores climáticos, véase Graciela Binimelis de Raga, Beatriz
Bracamontes Ceballos, Luis M. Farfán y Ricardo Romero-Centeno, «Landfalling tropical cyclones on the
Pacific coast of Mexico: 1850-2010», en Atmósfera 26 (2), 2013, pp. 209-220.

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Ilustración 3. Hombres de California

Fuente: Venegas, 1759: 2.

y huracanes. Así, los nativos sobrevivieron por siglos a pesar de la escasez de lluvia,
las prolongadas sequías y los intensos huracanes que impactaban la península. Ante
lo que pudo ser amenazante, aprendieron a disminuir la exposición, y distanciándose,
lograron obtener beneficios.
Los exploradores españoles intentaron recurrentemente asentarse en el territo-
rio peninsular, lo que no lograron con facilidad, porque padecieron el desierto y la
insuficiencia de alimentos. Algunos historiadores han documentado que «entre 1533
y 1680, todos los intentos por establecerse fallaron por falta de agua y debido a que
todas las provisiones tenían que importarse a través de un mar plagado de peligrosas
corrientes y vientos. Lo único que podía ser predecible en esta península era la escasez
de lluvia» (Álvarez, 2012: 45). Sin embargo, además del desierto, los exploradores en
sus recorridos identificaron modestos refugios construidos por los nativos. La crónica
del sacerdote jesuita Juan de Ugarte a su llegada (circa 1697) a la Baja California
describe que «se encontraron muchos abrigos de el sureste muy poblado de gente
plaiana, y en una parte tenían poblasón en forma concaseria de palmas».6 Se infiere

6. «Manuscrito que contiene Relación que hace el padre Juan de Ugarte al padre procurador José de
Echeverría sobre el descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano a bordo de la balandra «El

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Raymundo Padilla Lozoya

que el término «plaiana», fue utilizado por el fraile para referirse a la población que
vivía en la playa cuando ellos arribaron.7 Lo más notable en la descripción es que los
nativos ya construían refugios con palmas, y se infiere que serían una respuesta para
protegerse de los rayos del sol. Este tipo de refugios fueron observados por los frailes
iniciadores de la labor misional en la Baja California: Ugarte, Salvatierra y Píccolo a
fines del siglo xvii. Acerca de los nativos existen diversas representaciones que han
sido perpetuadas por la memoria sudcaliforniana, entre ellas las ilustraciones número
3 y 4 de este documento.
Los españoles convivieron de manera distante de los nativos desde 1535 hasta
1697, porque hasta entonces les fue posible ingeniar una respuesta efectiva para
enfrentar las extremas condiciones medioambientales. La primera misión exitosa fue
fundada en Loreto, Baja California Sur, en el año de 1697, cerca de un abundante
cuerpo de agua y frente a un mar muy sereno. Desde entonces los ibéricos y los nativos
peninsulares se fueron relacionando gradualmente, aprendiendo uno del otro, lo bené-
fico y también lo perjudicial. Así surgieron entre ellos las percepciones del «otro» y la
utilidad que cada uno le daba al espacio físico.
Para algunos frailes la California representaba un lugar de oportunidades, pero
para otros era un sitio amenazante e inhóspito, por decir lo menos; al respecto, el fraile
Juan Jacobo Baegert opinó del territorio que
todo lo concerniente a la California es tan poca cosa, que no vale la pena alzar la pluma
para escribir algo sobre ella; de miserables matorrales, inútiles zarzales y estériles peñas-
cos; de casas de piedra y lodo, sin agua ni madera; de un puñado de gente que en nada se
distinguen de las bestias, si no fuera por su estatura y capacidad de raciocinio ¿qué gran
cosa puedo decir?8
La percepción que cada viajero tenía del paisaje americano comenzaba a formarse
desde antes de la travesía ultramarina. Su mente se alimentada con todo tipo de ima-
ginarios propios de esa época, acerca de los mares, la flora, la fauna, las tierras, los
monstruos, espíritus y las amenazas. El trópico representaba diversas oportunidades
de éxito y la «tropicalidad» las peores desgracias según la percepción de los extranje-
ros. El especialista en desastres Omar Darío Cardona coincide con el historiador Greg
Bankoff en que «los conceptos de tropicalidad, desarrollo y vulnerabilidad –respecti-

Triunfo de la Cruz», construida en California: San Pablo», 12 enero 1722, Biblioteca Nacional de México
(BNM en adelante), Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano (exp. 4/53.1, ff. 1-16v.), f. 28.
7. Fray Eusebio Francisco Kino llegó a La Paz en el año de 1683, duró tres años y los nativos lo expulsaron
a San Bruno, lugar inhóspito. Ahí lo abandonaron los españoles. Luego, en 1696 por gestiones de Kino
se aprobó formar una cadena de misiones al sur de la Baja California y para ello se encomendó la labor a
los frailes José María Salvatierra y Francisco María Pícolo. Kino se quedó en Sonora por el levantamiento
de indios. A Salvatierra y Píccolo los acompañó Ugarte en la labor misional al sur de la península. Acerca
de estas precisiones véase Robert R. Álvarez Familia: Migración y adaptación en Baja y Alta California,
1800-1975, Mexicali, UABC-Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2012, pp. 47-48.
8. Rafael López Green, «Desaparición de los aborígenes», en Tribuna de Los Cabos, San José del Cabo,
Tribuna de Los Cabos, 2003, p. 10.

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Ilustración 4. Mapa tipo Mercator

Fuente: Biblioteca Digital de la Real Academia de la Historia (BDRAH en adelante), en Mapas de América,
materia Atlas, sección, Cartografía y artes, período 1778, en: http://bibliotecadigital.rah.es/dgbrah/es/con-
sulta/resultados_ocr.cmd

vamente desde el siglo 17 y hasta principios del 20, durante la posguerra y a finales del
siglo 20– forman parte de un mismo discurso cultural occidental, que se ha referido a
amplias regiones del mundo de una misma forma generalizante y de manera denigran-
te, como regiones dominadas por las enfermedades, golpeadas por la pobreza y pro-
pensas a desastres respectivamente».9 Los extranjeros viajaban hacia Baja California
Sur con todo un imaginario que se nutría de los temores y de las complicaciones que
padecían en alta mar ante los amenazantes eventos hidrometeorológicos, incluso algu-
nos les eran desconocidos físicamente. Desde la travesía, los exploradores y misione-
ros peninsulares se exponían a la amenaza de los huracanes y en el mar junto con sus
embarcaciones eran vulnerables ante los intensos vientos y el oleaje violento.10

9. Omar Darío Cardona, «The need for rethinking the concepts of vulnerability and risk from a holistic
perspective: a necessary review and criticism for effective risk management», en Greg Bankoff, George
Frerks y Dorothea Hilhorst, edits., Mapping vulnerability: disasters, development and people, Londres,
Earthscan, 2004, pp. 37-51, p. 33.
10. Acerca de este tema véase Padilla Lozoya, Raymundo «Desastres en México y Filipinas: cicatrices his-
tóricas que unen a nuestras culturas», en Thomas Calvo y Paulina Machuca (eds.), México y Filipinas:
culturas y memorias sobre el Pacífico, Zamora, El Colegio de Michoacán, Ateneo de Manila University
Press, 2015.

251
Raymundo Padilla Lozoya

Los exploradores europeos llegaron a la península de Baja California ignorando el


contexto geográfico. La ausencia de información precisa sobre las características natu-
rales los hacía vulnerables ante ciertas manifestaciones. Los historiadores han identi-
ficado en la correspondencia entre sacerdotes, que algunos estaban confiados en que
no llovía en California.11 Incluso durante poco más de un siglo la geografía de la Baja
California Sur fue escasamente conocida y por ello respondieron produciendo mapas
que evidenciaban la necesidad de plasmar el conocimiento del espacio y del territorio.
Los primeros mapas fueron imprecisos, pero tenían una idea del espacio ovalado que
conformaba la península. Los mapas del cartógrafo francés Nicholas Sansón, difundi-
dos entre los navegantes en los siglos xvii y xviii, ilustraban la California como una isla
separada por el denominado Mar Bermejo, de manera muy similar a como se ilustra en
la imagen 3 con el mapa tipo Mercator del año de 1744.

LOS HURACANES, UNA AMENAZA EN MAR Y EN TIERRA


Durante el siglo xviii los eventos hidrometeorológicos fueron un tema recurrente
en las crónicas de los frailes porque les parecían amenazantes. En algunos casos lite-
ralmente usaron la palabra huracán al mencionarlos y les agregaron calificativos como
«terrible» o «furioso» para destacar el grado de amenaza. Entre los siglos xvi y xviii
en Baja California Sur, los navegantes y exploradores atestiguaron varios fenómenos
naturales y los nombraban como dictaba la usanza, entre los términos más comunes
para manifestaciones intensas usaron aguacerón, vendaval, tromba, borrasca, huracán,
inundación, lluvia, temporal y tormenta, véase cuadro 1. Los términos eran utilizados
con imprecisión y como sinónimos debido al desconocimiento científico de las carac-
terísticas físicas que diferencian a cada uno, pero los adjetivos le daban sentido a la
amenaza.
Los testigos de algún evento lo registraban en documento como lo percibían, pero
solamente reportaban los sucesos notables en su bitácora, libro o diario. En la mayoría
de reportes se omitió la fecha precisa, y aunque se aporta el año, no siempre se agregó
el mes y el día del acontecimiento, así como el inicio y fin de la manifestación. Estas
particularidades han afectado la posibilidad de elaborar series completas de eventos
anuales para diversos fines analíticos, sin embargo, reuniendo distintas fuentes es fac-
tible cruzar informes y conformar alguna cronología. Para caracterizar a cada huracán
es conveniente reconstruir cada evento como un caso de estudio con la mayor cantidad
de vestigios y datos que permitan identificar con plenitud los efectos e impactos que
pueden ser comparables con las escalas y los daños tipificados para cada categoría en
que evoluciona una tormenta tropical.12

11. Elino Villanueva González, El ciclón Liza, historia de los huracanes en BCS, La Paz, Universidad
Autónoma de Baja California Sur, 2004, p. 30.
12. No es tema de este documento caracterizar cada reporte de evento hidrometeorológico y estudiar cada
caso requiere de un estudio particular. La escala Saffir-Simpson caracteriza con cierta precisión los
impactos del viento en cada categoría de tormenta tropical. Se debe considerar que las afectaciones

252
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Cuadro 1. Fenómenos hidrometeorológicos percibidos como amenazas en Baja California


Sur, siglos xvii al xviii

Fecha Manifestación
1697 octubre 12 a 29 Aguacerón
1702 octubre 28 Borrasca feroz
1703 Borrasca
1707 Tormenta
1709 Tormenta
1713 Borrasca
1717 Terrible huracán
1721 Borrasca
1722 Tormenta o tempestad
1723 Furioso huracán
1744 noviembre Lluvias
1759 Temporal
1767 noviembre Borrasca con vientos contrarios

Fuente: con información de Venegas; Bancroft, Mathes, Clavijero, Martínez y Villanueva.

Algunos misioneros fueron generosos en datos al describir los efectos e impac-


tos de cada evento, en cambio otros se mostraron indiferentes a las manifestaciones
naturales y aportaron una escasa mención del fenómeno natural porque les resultó más
importante el reporte del contexto. Por tal situación, estudiar huracanes implica reali-
zar amplias lecturas de documentos antiguos que eventualmente deben ser paleogra-
fiados y en ocasiones aportan solamente una palabra como indicador. Un caso similar
ocurrió en 1709 cuando
...una comisión había salido de Loreto y llevaba 3 mil pesos para comprar bastimetos
en la zona del Yanqui, en Sonora, pero los enviados fueron sorprendidos por una tormen-
ta que los llevó a encallar en terreno de los Seris, enemigos acérrimos de los españoles,
quienes les quitaron el de por sí escaso dinero que los marineros llevaban para mercar.13
El caso referido permite identificar que los marineros podían ser sorprendidos y
amenazados por una tormenta y en tierra existía la amenaza de ciertos nativos que los
despojaban de sus pertenencias y los dejaban con vida. Además se evidencia la escasez

también dependen de otros factores como el tipo de materiales, ubicación de la vivienda, orientación,
entorno inmediato y altura; además influyen las condiciones propias de los vientos, tales como direc-
ción, constancia, elevación y sentido, lo cual dificulta reconstruir a cada evento con base en vestigios
históricos. Acerca de los impactos ante la intensidad de los vientos véase: http://www.nhc.noaa.gov/
aboutsshws.php
13. Elino Villanueva González, El ciclón Liza, p. 49.

253
Raymundo Padilla Lozoya

de alimentos y la respuesta que los frailes aplicaron como práctica de sobreviven-


cia. Los religiosos enfrentaron el problema con la importación de comestibles desde
Sonora, aunque el trayecto por mar los exponía a las tormentas.
Los encuentros con grandes tormentas eran fortuitos y a pesar de que los nave-
gantes eran experimentados conocedores del mar, padecían ciertos impactos. El fraile
Clemente Guillén en su travesía por el Mar de Cortés «alrededor de 1713 debió enfren-
tar dos borrascas, en una de las cuales murieron ahogados seis de los 28 ocupantes
de uno de los barcos que acarreaban alimentos a la península desde la otra costa».14
Ciertos fenómenos, como las borrascas, resultaban ser amenazantes para los viajeros
debido a que sus navíos eran vulnerables ante esas manifestaciones naturales.
Los frailes que se encontraban en el desértico territorio también percibieron como
amenazantes las tormentas e inundaciones asociadas a fenómenos como los huracanes.
Notaban que los daños abarcaban áreas amplias y respondieron construyendo edifica-
ciones y viviendas que les parecían resistentes, entre ellas las elaboradas con adobe. En
un caso particular se describe que en
...el otoño de 1717 fue, sin embargo, una temporada memorable a causa de los terri-
bles huracanes y tormentas tropicales que azotaron la península, la destrucción de los
cultivos, la nivelación de las casas de adobe e iglesias, y la destrucción de cultivos de per-
las en la costa. [...] Las tormentas comenzaron en octubre. La iglesia y casa en San Javier
fueron totalmente destruidas, Ugarte apenas salvó su vida al refugiarse bajo una gran roca.
Todas las misiones fueron dañadas. En Loreto un niño español fue llevado por el viento, y
nunca se le volvió a ver. Dos barcos perleros se perdieron con cuatro marineros.15
Los fenómenos reportados en la correspondencia epistolar de los frailes en 1717
fueron aludidos específicamente como huracanes y se les consideró: terribles. Los
datos aportados por el historiador Bancroft, aunque breves, son importantes porque
hacen notar que las fuentes de subsistencia de los frailes eran vulnerables ante los
huracanes porque impactaban con severidad los cultivos, pero también las fuentes de
ingresos económicos como las perlas. Según la descripción, los huracanes fueron tan
intensos que los vientos desnivelaron (o inclinaron) las viviendas de adobe y los tem-
plos. La evidencia podría estar asociada a un sistema de gran escala y poder destructivo
como un huracán categoría 3 o superior y es notable que la respuesta de los frailes al
construir con adobe no garantizaba su seguridad. Los huracanes eran una amenaza
para los adultos y para los niños quienes eran vulnerables ante los vientos intensos.
Como se nota, los frailes registraban los eventos más significativos por la destrucción
causada, pero también por sus particulares efectos físicos, como también se leerá a
continuación.
Para protegerse de una amenaza, los frailes recurrían a las alternativas simbólicas
como rezar, pero también se congraciaban cuando un fenómeno representaba para ellos
un buen augurio porque los hacía sentir protegidos y menos vulnerables. En 1722 el

14. Ibídem.
15. Hubert Bancroft, History of the north mexican states, p. 438.

254
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

sacerdote fray Juan de Ugarte plasmó en su diario manuscrito las impresiones que tuvo
tras el encuentro en alta mar con una tormenta muy notable debido a un fenómeno
físico que atrajo de manera especial su atención y lo explicó desde su particular pers-
pectiva simbólica:
[…] la segunda noche, por el lado nordeste se formó una tormenta que así la llamaron
el piloto y los marineros y antes de las oraciones y antes que nos entrase la tormenta sobre
la misma cruz de la grímpola se puso una luz tan clara como el día antecedente, gritaron los
marineros todos buen viaje, con mucha alegría rezando después en voz alta un padre nues-
tro y un Ave María, decían que San Telmo en las tormentas o tempestades se aparece en las
gavias cuando ya se acaba el tiempo y que esta luz venía antes que el tiempo empezase y
duraba las horas que durara la tormenta, a mi se me ofreciose como sucedido tres noches
continuadas, y siempre se ponía sobre la cruz.16
La tormenta de 1722 fue significativa para el fraile por el brillo producido con la
electrostática que se presenció sobre una cruz, como se lee en el documento que descri-
be las características del fenómeno. El religioso encontró en ello señales divinas como
lo hicieron los españoles y jesuitas que lo acompañaban hacia la península buscando
buenos augurios que los motivaran para continuar con su propósito evangelizador.

Ilustración 5. Relación del Fuego de San Telmo durante el descubrimiento del


Golfo de California

Fuente: Fragmento del «Manuscrito que contiene Relación que hace el padre Juan de Ugarte, 12 enero 1722,
Biblioteca Nacional de México (BNM en adelante), Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano (exp.
4/53.1, ff. 1-16v.), f.28.

16. «Manuscrito que contiene Relación que hace el padre Juan de Ugarte al padre procurador José de
Echeverría sobre el descubrimiento del Golfo de California o Mar Lauretano a bordo de la balandra
«El Triunfo de la Cruz», construida en California: San Pablo», 12 enero 1722, Biblioteca Nacional de
México (BNM en adelante), Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano (exp. 4/53.1, ff. 1-16v.),
f.29-30.

255
Raymundo Padilla Lozoya

Según la fuente, el fenómeno fue frecuente y se presentó por tres noches conse-
cutivas sobre la cruz. La intensidad de los vientos de las tormentas detonaba un evento
simbólico para los religiosos en el mar, pero por el contrario podía ser una amenaza
para los frailes refugiados en las vulnerables misiones y viviendas, como se muestra
en el siguiente párrafo.
Las mayores afectaciones de los huracanes de 1722, registradas por los frailes,
provienen de reportes realizados en tierra firme, donde empezaban a construir edificios
de adobe que en ese momento no resultaron tan resistentes ante los vientos intensos.
El fraile italiano María Nápoli padeció los efectos de un fenómeno que adjetivó como
«furioso huracán». Los efectos fueron tan severos, que los nativos optaron por refu-
giarse en el templo, pero la intensidad de los vientos derrumbó los muros y maderos
del techo, colapsando la construcción y matando a varios indígenas, otros quedaron
heridos y muchos asustados. Como respuesta, los nativos se enojaron y se rebelaron
contra el misionero, pero éste les explicó que no fue su culpa porque él no les pidió
que se metieran y tampoco estaba presente cuando ocurrió la tragedia, según lo docu-
menta el historiador Elino Villanueva.17 A pesar de su enojo, los nativos acompañaron
al religioso mientras bendecía los cuerpos de los muertos. Aún cuando los templos y
viviendas construidos con materiales resistentes como el adobe resultaban ser vulne-
rables ante los vientos intensos de los huracanes, los frailes siguieron utilizando ese
material y su respuesta incluyó probar con distintos elementos como fibras de cactus,
paja y ante la ausencia de agua mezclaban con savia de cactus o con sangre de bovinos
y otros animales. Para el exterior de los muros utilizaron cal y encima savia de cactus
para impermeabilizar el enjarre.

SURGIMIENTO DE SAN JOSÉ DEL CABO


Según los documentos consultados, los frailes construían templos para cumplir
con su misión religiosa, y se infiere que también lo hacían como una respuesta para
protegerse de los fenómenos climáticos y de los impactos de los huracanes. Una res-
puesta ante la ausencia de agua consistió en asentar las misiones cerca de cuerpos de
agua que usaban para elaborar los adobes, para regar siembras y producir alimentos
para subsistir y comercializar. Ese proceso se hace evidente al analizar los vestigios
relacionados con la fundación de la misión jesuita de San José del Cabo Añuití en el
año de 1730, por los sacerdotes Nicolás Tamaral y José Echeverría. Los frailes reco-
rrieron el área meses antes de julio, identificaron un arroyo que ellos llamaron «río»
porque tenía cierto caudal y lo denominaron «San José». Cerca del arroyo decidieron
asentar la misión porque las condiciones del entorno les parecieron apropiadas. En el
sur de la península, el sacerdote José de Echeverría narró que se encontró
...con dos arroyos, que corren divididos en distancia como de una legua, y después
juntos forman el río que llamamos de San Joseph. Es el mayor de esta tierra y tendrá tanta

17. Elino Villanueva, El ciclón Liza, p. 48.

256
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

agua como el de Quauhtitlán antes de la toma, y en tiempo de seca. A su amena orilla


armamos nuestra enramada, a donde fueron viniendo algunos indios a quienes se les hizo
el debido agazajo.18
Es notable que los nativos no veían a los frailes como una amenaza y que estaban
acostumbrados a ver españoles, por ello el encuentro con los jesuitas en ese momento
no fue violento y permitió a los sacerdotes localizar en el entorno las mejores condi-
ciones para establecer un asentamiento. El arroyo San José no les resultó amenazante,
por el contrario, les pareció adecuado porque su caudal era moderado. Antes del mes de
julio había iniciado la temporada de lluvias y algunas precipitaciones debieron nutrir
al arroyo. El sacerdote José de Echeverría registró en su bitácora las características del
entorno, y también una de las primeras intervenciones de los humanos en perjuicio de
los recursos naturales del área de playa y estero en San José del Cabo.
Al día siguiente salí hasta la playa ya que no dista más de una legua.19 Vi unas lagunas
[estero] que forma el río represado en la creciente del mar y en ella hay hasta abundancia
de peje. Estas lagunas están consumadas o rodeadas de palmas todas ya secas por haber
los indios cortado los palmitos para comérselos. Lección que aprendieron de unos soldados
de la primera entrada: y es compasión ver el destrozo que han hecho con harto daño de los
pobres que han perdido su frutilla que anualmente les daba, su vestido en las hojas, y la
amenidad deliciosa del más bello país de que harto nos lamentamos.20
Los frailes se asentaron conscientemente junto al arroyo y el estero San José por-
que advirtieron la posibilidad de obtener beneficios como agua, peces y palmas para
enfrentar las carencias. Después de elegir el espacio físico de San José del Cabo, los
sacerdotes continuaron con su objetivo, el cual consistió en edificar una misión para
evangelizar a los indígenas y enseñarles otro modo de vida. La construcción del templo
de San José ilustra muy bien las destrezas que los sacerdotes desarrollaron para apro-
vechar los recursos del medio ambiente y muestra que buscaban condiciones particu-
larmente seguras para edificar su vivienda.
Junto a las lagunas de esteros de agua dulce, y cerca del río hallamos un paraje llano, y
de buena tierra, libre de avenidas, que discurrimos sería muy al propósito para labranza y
se hizo luego, valiéndonos de las palmas secas, una casa bien capaz con su capilla dentro y
techo de caña verde que llaman carrizo. En pocas horas se concluyó la obra con la ayuda de
los indios, que anduvieron muy diligentes: nos mudamos y fueron viniendo más indios: de
suerte que al cuarto día de más llegada había 300 entre mujeres y hombres.21

18. «Carta del padre José de Echeverría al marqués de Villapuente sobre su visita a las misiones de San José
y Santiago, en California», 12 julio de 1730, BNM, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano,
Loreto de Californias, (exp. 4/55.2, ff. 1v.-2v.), f. 3.
19. Nota: una legua en el sistema español equivalía a 4 kilómetros de distancia.
20. «Carta del padre José de Echeverría al marqués de Villapuente sobre su visita a las misiones de San José
y Santiago, en California», 12 julio de 1730, BNM, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano,
Loreto de Californias, (exp. 4/55.2, ff. 1v.-2v.), f. 3.
21. Ibídem.

257
Raymundo Padilla Lozoya

Ilustración 6. Ubicación de las misiones en Baja California Sur

Fuente: Google Earth, 2016.

En un principio, como respuesta ante las condiciones climáticas, los frailes cons-
truyeron una casa de palma y carrizo, y el sacerdote identificó lo que a su experiencia
le pareció una buena tierra, segura y libre de avenidas o inundaciones e ideal para la
labranza. Antes de construir el templo de la misión consideró el entorno como propicio
para la producción de alimentos por medio de sembradíos. Condiciones similares con-
vencieron a otros sacerdotes españoles que se asentaron cerca de las fuentes de agua
y de la playa con tal de advertir el arribo de los galeones, acudir al avituallamiento de
los viajeros y alertar ante la presencia de los piratas. La ubicación de la mayoría de las
misiones ilustra la distancia que procuraban los frailes para asentar las capillas, en su
mayoría cercanas a la franja de playa duna.
Es notable un patrón en los asentamientos de las misiones, puesto que la mayoría
fueron ubicadas cerca de arroyos, considerando el acceso al agua para sembradíos y
uso cotidiano. Se infiere que la protección de inundaciones no fue una preocupación
generalizada para los frailes, debido a ello las crónicas dan cuenta de frecuentes des-
bordamientos de arroyos, colapso de viviendas, arrastre de nativos y españoles.
Las misiones construidas por los jesuitas fueron vulnerables ante las inundaciones
porque las asentaron en sitios expuestos a los desbordamientos de arroyos y en áreas
cercanas al descenso de flujos de escombros. El desconocimiento del territorio per-
mitió que otros extranjeros ubicaran sus viviendas a corta distancia de las misiones y
gradualmente se formaron poblados, incrementó el caserío y en todas las localidades
padecieron frecuentes inundaciones durante su historia. En algunas la respuesta ante
inundaciones fue la reubicación, pero aún así el escaso nivel del terreno junto a la tra-

258
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Ilustración 7. Cuerpos de agua y arroyos cerca de las misiones

Fuente: Google Earth, 2016. Ubicación de las misiones de Loreto, San Javier, San Luis Gonzaga, La Paz,
Todos Santos, Santiago y San José del Cabo, asentadas muy cerca del cauce de arroyos y cuerpos de agua
con potencial para desbordarse e inundar.

yectoria de avenidas súbitas las hizo propensas a las crecidas. Los frailes promovieron
la construcción de viviendas más resistentes a los amenazantes vientos por medio del
uso de rocas en los cimientos, muros de adobe y madera en los techos. Véase imagen 1.
Sin embargo, los frailes también eran vulnerables a los conflictos sociales y los nativos
se convirtieron en una amenaza para algunos de los sacerdotes.
A pocos años de fundada la primera misión de San José del Cabo, los indígenas
pericúes se rebelaron ante las disposiciones de los frailes y asesinaron al sacerdote
Nicolás Tamaral, encargado de la evangelización, cerca del año de 1734.22 Existen
diversas versiones de su ejecución, pero coinciden en que este asesinato convenció a
los españoles de reubicar la misión y trasladarla al bordo de la playa, donde se ubica

22. En el MHNCSL una anotación indica la fecha de arribo del fraile Tamaral y su muerte de la siguiente
manera «el padre Nicolás Tamaral (1730-1734)». Sin embargo líneas más adelante se señala que «la
rebelión de 1730 causó el martirio del Padre Tamaral el 3 de octubre de aquel año y el abandono temporal
de la misión». Evidentemente existe una incoherencia en la fecha de muerte del fraile Nicolás Tamaral.

259
Raymundo Padilla Lozoya

Imagen 1. Vestigios de los cimientos de piedra

Fuente: Fotografía captada por Raymundo Padilla Lozoya, el 16 de febrero de 2011. Según el informante
Francisco Márquez Ceseña, las piedras notables en la imagen pertenecieron a los cimientos de la misión de
San José, la cual estuvo asentada donde actualmente se ubica su terreno. Otros informantes coincidieron
en la ubicación de la histórica construcción, pero es necesaria una detallada investigación para constatar la
veracidad del dato.

hasta hoy, en el centro administrativo, social y político de la ciudad de San José del
Cabo.
El nuevo asentamiento de la misión de San José del Cabo también fue edificado
a un lado del arroyo San José y del entonces amplio estero que contaba con abundante
diversidad natural, la cual facilitó la sobrevivencia de los españoles como lo hace un
oasis en el desierto. Debieron considerar la posibilidad de huir por mar en caso de ser
amenazados nuevamente por los pericúes y procuraron evitar el mismo destino que
padeció el sacerdote Nicolás Tamaral.
Para reducir el riesgo por sequía el estero fue indispensable. La historia de San
José del Cabo está ligada a la diversidad natural del estero, el cual redujo algunas

260
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

vulnerabilidades, como quedarse sin agua y sin comida ante la escasez de lluvias. En
el estero convivían una amplia diversidad de aves y pequeños mamíferos, pero había
peces, cangrejos, lagartos, «camarones azules, árboles centenarios de mezquite, palo
fierro, tezos, guamúchiles, tamarindos, palo blanco, arbustos, peces. Se obtenía además
leña para el fuego».23 (Wilkes, 2005: 12-13). También se le conocía como el Estero de
las Palmas de San José del Cabo Añuití, por su abundancia de palmas y otras plantas
silvestres. La buena tierra, libre de avenidas e ideal para la labranza, que refería el
sacerdote José de Echeverría permitió que el pueblo de San José se desarrollara de
manera muy lenta, pero constante, durante el siglo xviii. Además fueron construidas
diversas viviendas en torno a la plaza principal del pueblo fundado por españoles y
otros extranjeros comerciantes que producían distinta mercancía y la exportaban, al
tiempo que también importaban múltiples productos al contar con un puerto activo
durante los siglos xvi al xviii. Así, los frailes contribuyeron en el asentamiento y la
conformación de una sociedad que aprendió a enfrentar la amenaza de las sequías, pero
no la amenaza de los huracanes.
Existe poca evidencia disponible para comprobar plenamente las razones cultura-
les que influían en la movilidad de los nativos pericúes, por ello solamente es deducible
que la recolección para sobrevivir determinaba sus asentamientos temporales y las
migraciones.24 Sin embargo, el pueblo de San José del Cabo es un claro ejemplo de que
las amenazas naturales no determinaron el tipo y el lugar de asentamiento; fueron el
acceso al agua para enfrentar la sequía, la cercanía con el mar, el puerto para comerciar
y las disposiciones de los religiosos las que influyeron en las razones fundamentales
del asentamiento definitivo de San José del Cabo. En este mismo sentido, la tesis del
arquitecto Amos Rapoport propuso que «el efecto de la localización no es físico sino
cultural, ya que el lugar ideal depende de las metas, ideales y valores de un pueblo o de
un período y la elección de –un buen sitio– sea lago, río, montaña o costa depende de
su definición cultural».25 Así, los frailes buscaron una tierra ideal para labranza que les
permitiera producir alimentos para sobrevivir y mostrar el éxito de la misión con los
nativos sedentarizados, no un lugar distante de la costa y de los huracanes que aún eran
una amenaza debido a la exposición del asentamientos ante los efectos e impactos. Sin
embargo, la presencia de los colonizadores trajo consigo una amenaza más mortal para
los indígenas, quienes no estaban preparados para enfrentarla y resultaron ser altamen-
te vulnerables, como se leerá en el siguiente apartado.

23. Wilkes Richie, María Faustina, «El San Lucas que yo conocí, parte III», en Tribuna de Los Cabos, San
José del Cabo, Tribuna de Los Cabos, 2005, 12.
24. En este sentido, el antropólogo Fernando Briones Gamboa ha citado que el trabajo del arqueólogo
William Sanders hace evidente que «el gran patrón de los asentamientos prehispánicos es la subsisten-
cia». Nota tomada durante el IV Congreso Nacional de Ciencias Sociales, celebrado en febrero de 2012
en el Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México.
25. Amos Rapoport, Vivienda y cultura, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S. A., 1972, p. 44.

261
Raymundo Padilla Lozoya

EPIDEMIAS, UNA AMENAZA EXÓGENA


Una enfermedad epidémica es una amenaza exógena que sorprende a una socie-
dad que normalmente se encuentra desprevenida para mitigar sus impactos y enfren-
tarla de la mejor manera, por ello se presentan abundantes pérdidas humanas antes que
se logre contenerla. Según el historiador Robert H. Jackson, la población total en San
José del Cabo, incluyendo la misión, fue poco numerosa durante la segunda mitad del
siglo xviii y la primera década del siglo xix, véase cuadro 2.

Cuadro 2. Población en la misión de San José del Cabo, 1755-1814


Año 1755 1762 1768 1771 1773 1774 1782 1786 1790 1791 1794 1795
Población 73 63 71 50 51 50 28 143 62 51 102 84

Año 1796 1797 1798 1799 1800 1801 1802 1803 1804 1806 1808 1814
Población 70 77 81 78 78 77 83 88 83 92 109 47

Fuente: Elaboración del cuadro con datos de Jackson.

Con base en los censos de frailes recopilados por Jackson, se observa que en cor-
tos períodos la cantidad de población superó el ciento y la migración comercial produ-
cía fluctuaciones en el número de pobladores, al igual que la mortalidad de extranjeros
y de nativos debido a diversas enfermedades. La mayor parte de las afectaciones demo-
gráficas a los indígenas se debió a su vulnerabilidad ante enfermedades epidémicas,
véase cuadro 3. El descenso poblacional asociado a las epidemias fue catastrófico para
la vida humana y para el desarrollo cultural de los nativos, aunque también afectó a
los extranjeros, pero eran menos vulnerables y su inmunidad les permitió enfrentar de
mejor manera la misma amenaza.

Cuadro 3. Epidemias en Baja California Sur 1720-1769


Año Manifestación
1709-1710 Viruela
1720-1772 Viruela, Sarampión y Tifus
1729 Viruela
1741 Viruela
1742-1743 Viruela
1748 Sarampión
1760 Viruela
1769 Fiebre

Fuente: Con información de Cook, Jackson, Gómez, García-Acosta y Garduño.

262
El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Como argumenta Jackson, todas las amenazantes epidemias en Baja California


llegaron del exterior con la presencia de los españoles exploradores y los frailes jesui-
tas, dominicos y franciscanos. El sistema inmunológico de la mayoría de indígenas
resultó ser vulnerable y fueron contagiados. No todos murieron, como lo advierte
Jackson, pero la natalidad fue insuficientemente numerosa en comparación con la de
los extranjeros.
Los grupos nómadas nativos se habían adaptado a vivir a pesar de la escasez de
lluvia, de los períodos de sequía extrema y de los huracanes, pero sus capacidades
fueron insuficientes ante las epidemias de viruela, sarampión y tifus. Principalmente
durante el período 1720 a 1772, se presentó el mayor número de defunciones en el sur,
centro y norte de las californias, según coinciden los estudios de Gómez y Garduño.
Al respecto el historiador Jackson rescata un fragmento del artículo «The extend
and significance of disease among the indians of Baja California from 1697 to 1773»
escrito por Sherburne Cook en 1937, en que un jesuita anónimo describió lo que suce-
dió en San José del Cabo
...en el mes de octubre de 1742, se echó sobre ellos (los pericúes) una epidemia tan
grave que cada uno huyó del resto. Allí murieron 500 personas [en San José del Cabo], la
enfermedad duró alrededor de dos y medio años. De la misión de San José la epidemia fue
a Santiago, de ahí a Todos Santos, de Todos Santos hizo un salto tremendo, porque estalló
en la misión más lejana hacia el norte, San Ignacio.26
Es notable que la amenaza de las enfermedades epidémicas se extendió por los
demás pueblos de la península, afectando a los grupos más vulnerables. El mismo
jesuita anónimo describió posteriormente la presencia de una epidemia causada por
el sarampión, en los siguientes términos: «En el año 1748 el 25 de diciembre empe-
zó otra enfermedad, de sarampión, de los cuales, sólo en la misión de [San José d]el
Cabo, murieron 150 personas».27 Las epidemias también afectaron a los pobladores de
los primeros ranchos en la península, que comenzaban a diseminarse a mediados del
siglo xviii. Con este desastre se transformó la vida cotidiana, el comercio, las relacio-
nes sociales, la labor misional, las expectativas, las dinámicas de sobrevivencia y los
esfuerzos se enfocaron en encontrar respuestas adecuadas para enfrentar la amenaza y
sobrevivir.
Los nativos desarrollaron algunas prácticas para enfrentar las enfermedades epi-
démicas, pero fueron inadecuadas para contrarrestar todos los impactos mortales de la
amenaza. Huyeron a la sierra, como lo hacían ante la amenaza de las tormentas tropi-
cales, porque conocían el terreno y contaban con refugios en cuevas y barrancas; sin
embargo la enfermedad mortal viajó con ellos. Cuando alguno del grupo presentaba
los síntomas era abandonado en la cueva y emigraban a otra. Jackson evidenció que los

26. Robert H. Jackson, «Epidemic disease and population decline in the Baja California missions, 1697-
1834», en Southern California Quarterly, vol. 63, no. 4, 1981, p. 319.
27. Robert H. Jackson, «Epidemic disease and population, p. 320.

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Raymundo Padilla Lozoya

frailes subieron a censar el número de indios, pero encontraron en las cuevas los restos
de familias completas y los cadáveres de niños o individuos que fueron abandonados
a su suerte. Algunos nativos morían de inanición por miedo a salir y contagiarse, se
tiraban al mar o se incendiaban para no proliferar contagios. Aún así las epidemias
llegaron hasta los lugares más distantes. La migración no fue una solución, ni siquiera
para los españoles que por temor a la amenaza iban de un lugar a otro buscando escapar
de las epidemias y en su movilidad las diseminaban.
Según el historiador Jackson en la década de 1760, el franciscano Francisco Palou
escribió las consecuencias de la migración hacia la distante orilla de la península de
San José del Cabo, de la siguiente manera:
...en las dos ciudades de Santiago y San José [del Cabo], era grande el caos para todos
los que habían sido trasladados de Todos Santos a Santiago pues murieron, así como tam-
bién algunos de los nativos del último lugar nombrado. Lo mismo sucedió en la misión de
San José [del Cabo] donde todos los de San [Francisco] Xavier murieron, quedando sólo
una de las doce familias que se habían trasladado allí.28
Los pueblos quedaron casi deshabitados con este desastre que destrozó el desa-
rrollo comercial que se venía gestando. Nadie estaba a salvo, ni los nativos, ni los
extranjeros, ni los laicos, ni los frailes. La amenaza de la epidemia se generalizó y vul-
neró todo el tejido social. Se ha documentado en la historia local que en San José del
Cabo, «en mayo de 1769 [una] epidemia de fiebre […] causó la muerte de la mayoría
de la población indígena; así como la del padre Fray Juan Morán».29 De esta manera
se hizo evidente que la protección simbólica era inadecuada para enfrentar la amena-
za de las epidemias, por ello muchos migraron y huyeron porque ante el desastre el
éxodo siempre ha sido una opción. A muchos extranjeros no les importó en el siglo
xviii abandonar el pueblo de San José del Cabo que ya se vislumbraba prometedor.
(Véase ilustración 8).
Las epidemias produjeron el desplazamiento de poblaciones, impactaron en las
actividades comerciales y se sumaron a las desgracias de los jesuitas quienes además
fueron expulsados de México en el año de 1767 por órdenes reales. Después de que
los jesuitas fueron expulsados, arribaron al sur de la península los frailes dominicos
en 1774 y para entonces «las epidemias habían devastado por completo a los pueblos
pericú y guaycura y a la mayoría de los cochimí».30 Algunos extranjeros que estaban
asentados en San José del Cabo eran inmunes a las epidemias. Ellos recibían productos
que importaban por medio de la Nao de China, la cual desde el siglo xvii hizo escala
en San José del Cabo, hasta el año de 1776, cuando cambió destino al nuevo puerto

28. Op. cit., pp. 322.


29. Nota tomada en el MHNCSL.
30. Everardo Garduño, De comunidades inventadas a comunidades imaginadas y comunidades invisibles:
movilidad, redes sociales y etnicidad entre los grupos indígenas yumanos de Baja California, Mexicali,
Universidad Autónoma de Baja California-Centro de Investigaciones Culturales-Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 2011, p. 54.

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

Ilustración 8. San José del Cabo en 1767, representación del jesuita Ignacio
Tirsch

Fuente: Rodríguez, 2002: 30. En la imagen son notables algunas construcciones de piedra y adobe, con
techos al parecer de zacate o palma. El arroyo nutre con agua los sembradíos y los separa del asentamiento
principal constituido por menos de 10 viviendas y el templo de la misión. Contaban con un granero cerca de
los campos sembrados.

de Monterrey en la Alta California.31 El cambio, en parte se debió a las enfermedades,


la poca población y las complicaciones para transportar los productos hasta el puerto,
pero también al riesgo que representaba contagiarse con alguna enfermedad epidémica.
En San José del Cabo nadie podía sentirse a salvo del impacto mortal de las epidemias,
pues los nativos y los extranjeros morían al mismo tiempo, como lo documentó el
científico francés Chappe D`Auteroche, según cita Jackson:
Esto ocasionó una consternación general, los gemidos de los moribundos, el terror de
los que fueron presa de la enfermedad, y esperaban el destino común, todo conspiraba para
que el pueblo de San José [San José del Cabo] fuera una escena de terror... en una palabra,
cada uno, indios, españoles, y franceses, todos fueron muriendo o iban a morir.32

31. Magaña Mancillas, Mario Alberto, Indios, soldados y rancheros, doblamiento, memoria e identidades
en el área central de las Californias (1769-1870), La Paz, Gobierno del Estado de Baja California Sur-
Instituto Sudcaliforniano de Cultura-El Colegio de Michoacán-Conaculta, 2010, p. 558.
32. Robert H. Jackson, «Epidemic disease and population, p. 323.

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Pueblos y misiones quedaron desolados por largos períodos. En algunos casos se


creó inmunidad ante las enfermedades epidémicas y esos nativos lograron sobrevivir
y engendrar una nueva generación que finalmente fue desapareciendo gradualmente
entre la demás sociedad. La poca población impidió la transmisión de brotes poste-
riores y según Jackson, entre 1790 y 1799 se cuenta con escasos registros de muertos,
quizás por la inmunidad y la casi nula migración. Así fue disminuyendo la presencia de
las enfermedades epidémicas y durante el siglo xix ya no se presentaron con la misma
frecuencia.
En la misión de San José del Cabo, específicamente la «población indígena fue
calculada en 100 habitantes en 1750, 63 en 1762, 50 en 1769 y 200 en 1800».33 En
toda la península la población indígena fue la más vulnerable ante las epidemias y
disminuyó de manera alarmante: se contabilizaron 60,000 indígenas en 1697; 21,000
en 1762; 9,300 en 1782; 5,900 en 1800, y 1500 en 1835.34 Los escasos nativos pericúes
sobrevivientes se mezclaron con los mestizos y criollos hasta difuminarse como grupo
cultural, de esa manera se borró casi todo rastro de los pericúes.
La misión de San José estuvo a punto de desaparecer totalmente. Quedó casi en el
abandono el primer edificio de la misión de San José del Cabo, después de la expulsión
de los jesuitas y se fue deteriorando. Para terminar el siglo xviii, en 1793 una inunda-
ción destruyó gran parte de la construcción, según lo indica una breve mención de este
evento documentado en el MHNCSL. También precisa que «fue reconstruida hasta
1799».35 El siglo xix dio paso a una nueva época en la cual la tecnificación impulsó de
manera notable el estudio de los fenómenos naturales, aunque restó atención a la causa
fundamental que da origen a los desastres: la sociedad.

COMENTARIOS FINALES
A lo largo del documento se ha procurado plantear las condiciones particulares en
que se presentaron ciertas manifestaciones naturales en la península de Baja California
Sur y la manera como fueron amenazantes para los nativos pericúes y también para los
extranjeros que decidieron asentarse en ese territorio. Considerando esas relaciones
entre naturaleza y sociedad se han mostrado los efectos e impactos físicos y sociales de
las amenazas, las respuestas civiles y la manera como la exposición de los asentamien-
tos perpetuó ciertas vulnerabilidades.
Como parte de las respuestas, se expusieron las prácticas que los indígenas uti-
lizaron para enfrentar los huracanes y la manera como fueron sedentarizados por los
frailes jesuitas y luego su tragedia ante las recurrentes epidemias. Intentaron enfrentar
las enfermedades epidémicas, pero fracasaron y casi fueron extintos. Con ellos tam-
bién desapareció gran parte del conocimiento y la evidencia de otras relaciones entre
los nativos y la naturaleza.

33. Nota tomada del MHNCSL.


34. Robert H. Jackson, «Epidemic disease and population, p. 310.
35. Nota tomada del MHNCSL, acerca del estero de las palmas de San José de Cabo Añuití (1730-1840).

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El surgimiento de una sociedad vulnerable y sus respuestas ante amenazas naturales: San José del Cabo...

De la misma manera se mostró cómo fue surgiendo otra sociedad novohispana que
implementó diferentes respuestas para enfrentar las condiciones del medio ambiente,
en parte impulsados por la misión religiosa y en parte por las posibilidades comercia-
les del territorio. Para los españoles y religiosos, el factor principal que incidió en la
vulnerabilidad ante huracanes fue la exposición a los efectos intensos de los huracanes.
Construyeron edificaciones y viviendas con muros resistentes a los vientos, pero con
techos de zacate y palma que fueron afectados o destruidos ocasionalmente. Para los
españoles fue posible trascender a pesar de condiciones muy adversas y aún siendo una
sociedad vulnerable ante las amenazas que representaban el desierto, los nativos, los
huracanes y las epidemias.
Los vestigios evidencian que desde el siglo xviii, hasta el día hoy, los habitantes
de la península de Baja California Sur han sido vulnerables ante los efectos e impactos
de los huracanes. Baste recordar que el 13 de septiembre del año 2014, en la zona ciclo-
génica del Golfo de Tehuantepec se formó el huracán Odile, categoría 3 en la escala de
Saffir-Simpson, subió paralelo al litoral mexicano e ingresó a tierra el 15 de septiem-
bre sobre Cabo San Lucas, luego siguió una trayectoria hacia el norte por el centro de
la península. Durante este fenómeno murieron 6 personas en Baja California Sur, se
contabilizaron afectaciones en 10, 978 viviendas y 923 escuelas, fueron evacuados 38
mil turistas y se estimó el daño total en 24 mil millones de pesos, es decir, casi mil 298
millones de dólares.36 Odile detonó un desastre que evidenció una vez más las condi-
ciones de vulnerabilidad históricas que han perdurado en la sociedad sudcaliforniana.
Nuevamente el desastre mostró la vulnerabilidades que subyacen en lo que algunos
denominan desarrollo, el cual resulta inequitativo, pues fortalece a unos cuantos y des-
protege a otros, que son las víctimas de la tragedia.
Este desastre detonado por el huracán Odile desveló las vulnerabilidades de la
sociedad sudcaliforniana contemporánea ante los huracanes, mostró que las respuestas
preparativas preventivas de desastres aún son insuficientes para reducir la exposición,
mitigar los daños a los bienes materiales y para garantizar la sobrevivencia de todos
los seres humanos. Hizo notable que persisten factores que limitan la conformación
de una cultura preventiva de desastres, porque aún cuando el número de muertos fue
reducido, el costo económico del desastre fue muy alto y tendrá una repercusión de
largo plazo en el desarrollo de muchos individuos y comunidades. El estudio de la
sociedad sudcaliforniana permitió observar que la relación con una amenaza natural no
incide de manera automática en el desarrollo de una respuesta estratégica efectiva para
enfrentarla y evitar los desastres, se requiere de una voluntad social o política especial.
De lo contrario, una sociedad acepta los frecuentes desastres con cierta naturalidad,
perpetuando una vulnerabilidad histórica ante una amenaza como los huracanes.
Así, la vulnerabilidad histórica o crónica se hace evidente en sociedades que han
padecido desastres ante una misma amenaza o varias. En la sociedad sudcaliforniana

36. David Muriá Vila, coord., El huracán Odile y sus efectos en la infraestructura del sur de la península de
Baja California, Ciudad de México, Instituto de Ingeniería de la UNAM – Academia de Ingeniería, 2015.

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fue posible reducir la vulnerabilidad ante las sequías por escasez de lluvia y las enfer-
medades epidémicas entre algunos grupos sociales, pero se perpetuó la vulnerabilidad
ante huracanes, como una condición histórica y característica de esa sociedad. Por ello
deben analizarse todos los factores que inciden en la construcción social de los ries-
gos que permiten que un huracán detone un desastre, y enfocar en ellos una serie de
respuestas que mejoren las capacidades preparativas y preventivas de toda la sociedad
para evitar la reproducción de la vulnerabilidad histórica y de futuros desastres.

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