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Consideraciones introductorias
El aborto ha sido un tópico de interés y una temática que habitualmente visible en el debate,
tanto de las Ciencias Biomédicas como del Derecho y la Juridicidad. Es precisamente,
desde estas perspectivas, donde se depura información científica, que es la que finalmente
sustenta la legislación y normas conexas, así como el compendio de políticas públicas
relacionadas con el aborto, con sus alcances e implicaciones, que pueden variar
notablemente según el contexto social, político, cultural y sobre todo jurídico, donde este se
analice (Robertson, 1849). Entretanto, el aborto es catalogado como una de las causas
principales de morbilidad, discapacidad y mortalidad materna (Ministerio de Salud de
Colombia, 2014). El presente ensayo tiene como propósito fundamental poner a
consideración del lector, algunas reflexiones sobre la Despenalización del aborto, que se
sustentan en la revisión bibliográfica y documental de la literatura relacionada con el tema.
En la literatura académica es posible reconocer diversas definiciones del aborto; aunque por
convención, se asuma como la pérdida del embarazo antes del periodo de viabilidad (Silver
et al, 2011) cuyo desarrollo esta relacionado estrechamente con los recursos disponibles en
los contextos socioculturales; es así como, en muchos entornos de escasos recursos, la
mayoría de los bebés nacidos a la edad gestacional de 28 semanas o más pueden llegar a
sobrevivir (Farquharson et al, 2005). Así las cosas, según el Colegio Real de Obstetricia y
Ginecología, en los mejores recursos partes del mundo, fetos que pesan 500 g o más o una
edad gestacional superior a 24 semanas puede sobrevivir, aunque pueden ser minusválidos
(Royal College of Obstetricians and Gynaecologists, 2006)..
Según las causas que lo originan, el aborto se clasifica en (i) aborto espontaneo o
natural que corresponde a la muerte embrionaria o fetal no inducida antes de las 20
semanas de gestación, lo que se confirma con diagnóstico y criterios clínicos. En (ii) aborto
provocado que se asume como aquel que es inducido por maniobras que se prácticas de
forma deliberada en función de la interrupción del embarazo, que bien pueden ser
ejecutadas por la propia embarazada o por otra persona. Y el (iii) aborto terapéutico que
según la OMS (Organización Mundial de la Salud) corresponde a la interrupción voluntaria
de un embarazo antes de la viabilidad fetal (22 semanas o menos de 500 g), por razones de
salud materna (Ortiz, 1973).
Para una aproximación conceptual del aborto resulta necesario acudir a la noción de
persona humana que se define jurídicamente hablando, como el sujeto de derechos y
obligaciones, en términos de su capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones.
En términos filosóficos, la concepción contemporánea del concepto de persona, desde el
punto de vista fenomenológico y existencialista-hermenéutico, se sustenta en el significado
de la relación, pero no en el sentido de auto relación sino de hetero-relación, y en particular,
de relación que se establece con el mundo y con los demás (Sgreccia, 2013).
En este sentido, conviene precisar que ordenamiento jurídico la valoración y
protección que se concede al nasciturus, es diferente en grado e intensidad que la que se
dirige a la persona humana. Evidencia de ello se encuentra en las legislaciones donde se
aplica una mayor sanción penal para el infanticidio o el homicidio que para el aborto.
En esta sentencia se precisa el alcance del Artículo 122 de la Ley 599 de 2000 o
Código Penal Colombiano, considerando que la conducta de abortar solo será punible
cuando se realice después de la vigésimo cuarta (24) semana de gestación y, en todo caso,
este límite temporal no será aplicable a los tres supuestos en los que la Sentencia C-355 de
2006 dispuso que no se incurre en delito de aborto. Estos supuestos son: (i) Cuando la
continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la mujer, certificada
por un médico; (ii) Cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida,
certificada por un médico; y, (iii) Cuando el embarazo sea el resultado de una conducta,
debidamente denunciada, constitutiva de acceso carnal o acto sexual sin consentimiento,
abusivo o de inseminación artificial o transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de
incesto.
Lo cierto es que el aborto, bien sea farmacológico o bien sea quirúrgico, constituye
una intervención sencilla que puede ser aplicada por distintos profesionales de la salud. En
todo caso, este procedimiento deberá gestionarse proporcionando información precisa, así
como medicamentos de calidad y apoyo profesional y calificado durante todo el proceso
(Organización Mundial de la Salud, 2021).
El aborto es un asunto de autonomía del cuerpo de la mujer; pues son finalmente las
mujeres las que deben afrontar las condiciones adversas que supone, tanto la concepción,
como la misma interrupción, pues es su cuerpo el que asume la carga fisiológica y
anatómica en ambos casos. Con la despenalización del aborto se puede incidir en la
disminución de las complicaciones que se presentan con la realización de interrupciones
clandestinas, que generalmente ponen en riesgo la vida de las mujeres que se someten a
este procedimiento.
Así las cosas, casi todos los abortos tienen lugar en el primer trimestre cuando la
placenta y el cordón umbilical unen al feto a la madre. Como tal, su salud depende de la
salud de ella y no puede considerarse una entidad separada, ya que no puede existir fuera
de su vientre (Solinis, 2015). De esta forma, el concepto de persona es diferente del
concepto de vida humana. La vida humana ocurre en el momento de la concepción, pero los
óvulos fertilizados utilizados para la fertilización in vitro también son vidas humanas y los
que no se implantan se desechan de forma rutinaria. ¿Esto es asesinato, y si no, entonces
cómo es el aborto un asesinato? (Herreros et al, 2015).
La valoración tradicional del aborto ha estado viciada por posturas e ideas religiosas
que se entremezclan con preceptos; es por ello por lo que el aborto y la anticoncepción,
prohibidos por los estrictos mandatos divinos, no podían formar parte de la práctica médica
(Jonsen, 2000).
A guisa de conclusiones
Las reflexiones y disquisiciones desarrolladas hasta este punto nos permiten formular
algunas conclusiones generales y recomendaciones:
La atención que requiere el aborto debe ser en todo sentido integral, lo que debe
incluir, no solo la prestación de la información suficiente, sino también, la práctica del
procedimiento y la atención posterior a la intervención. Asimismo, debe incluir el caso de
aborto espontáneo o retenido, el aborto provocado, o lo que es lo mismo, la interrupción
voluntaria del embarazo por medios farmacológicos o quirúrgicos, el aborto incompleto y la
muerte fetal intrauterina.
Una vez que nos ponemos manos a la obra para desentrañar la posición pro-vida
moderada, vemos que apela al significado moral de la autonomía corporal. Crucialmente,
hace esto al intentar explicar por qué el acto de violación excusa la ponderación ordinaria de
la vida sobre la autonomía. Pero esto es incoherente. Dice que la vida es más importante
que la autonomía, excepto cuando la autonomía es más importante que la vida.
Algunos podrían pensar que darse cuenta de esta inconsistencia debería empujar a
los pro-vida moderados a una posición más extrema. Pero creo que lo difícil es convencer a
alguien de que las consideraciones de autonomía tienen alguna relevancia con respecto a la
ética reproductiva. Las personas que aceptan la posición pro-vida moderada ya simpatizan
con este punto. Creo que pueden llegar a pensar que la ley debería respetar la importancia
de la autonomía de manera más amplia.
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