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La ciencia pluralista de J.H.

Rosny aîné: aproximaciones al sentido


deleuziano de la noción de intensidad

Solange Heffesse (UBA)

Una peculiaridad en la obra de Gilles Deleuze es la relación fructífera que establece


entre filosofía y ciencia, que se evidencia en el repertorio de fuentes a las que recurre en
Diferencia y repetición: abundan las referencias a teorías y resultados específicos de
diversas disciplinas del conocimiento científico. En este trabajo, estudiaremos una de ellas:
Les sciences et le pluralisme (1922) de J. H. Rosny aîné (1856-1940), citada por Deleuze en
el capítulo 5, “La síntesis asimétrica de lo sensible”. Su autor, nacido en Bruselas, es más
bien reconocido –aunque olvidado fuera de Francia– por su obra narrativa, que lo sitúa
como uno de los precursores del género de la ciencia ficción. Deleuze recurre a sus
desarrollos bastante menos célebres en tanto filósofo de las ciencias, que se enmarcan en el
campo de estudios de la energética (ciencia que se ocupa de los flujos y transformaciones
de energía a cualquier escala: desde partículas atómicas hasta la cosmogonía, atravesando
la química, la biología e incluso la existencia psíquica –al menos según el recorrido trazado
por este libro–).Defensor de la teoría de la relatividad y de la experimentación como
condición de todo progreso científico, Rosny busca dar cuenta de la “emergencia de lo
infinitesimal” a la que se asiste con la renovación de las teorías científicas que tiene lugar a
comienzos del SXX. El punto más relevante en términos de la ontología deleuziana serán
sus desarrollos en torno a la heterogeneidad intrínseca de la intensidad.

La filosofía deleuziana puede definirse a grandes rasgos como un sistema filosófico


pluralista, y es por eso que la comunidad de pensamiento entre ambos filósofos es notable
desde un comienzo. La obra de Rosny constituye un esfuerzo por ejercer un pensamiento
pluralista, centrado en la diferencia: “Así como las síntesis, orientaciones y repeticiones en
el organismo, no resultan en la uniformidad (el ser vivo es cada vez más diferenciado),
tampoco las síntesis, orientaciones, y repeticiones en la ciencia resultan en la
homogeneidad” (Rosny, 1930; p. 6). Hay una fuerte denuncia al gusto de los científicos por
“nociones puramente negativas” –lo homogéneo, unidad e identidad— que ocultan
infinidad diferencias irreductibles y constitutivas. Su postura rechaza tanto al “monismo”
que procede hacia lo simple eliminando toda complejidad, como al presunto
“confusionismo”, al que inevitablemente conduciría todo intento de contrarrestar esa
tendencia reduccionista. La experimentación incesante debe dirigir a los procedimientos de
abstracción, porque gracias a sus resultados nuestra percepción se abre a las
discontinuidades y diferencias, allí donde antes sólo se veían puras semejanzas. Rosny
considera que el método pluralista es el único auténticamente científico y preside todos
nuestros conceptos positivos (Rosny, 1930; p. 7). En el pluralismo, “la semejanza se revela
como un caso de la diferencia, y lejos de excluirla, la reclama como su condición” (Rosny,
1930; p. 5). Una concepción pluralista admite tanto la ‘diferencia’ como la ‘semejanza’,
que adquiere un carácter relativo: si la diferencia es irreductible y esencial a la constitución
de las cosas, aún podemos admitir que hay “innumerables similitudes, similitudes de todos
los órdenes, similitudes ‘diferentes’ (…) dentro de un universo indefinidamente variante y
variable” (Rosny, 1930; p. 5). Aquí se esbozan las dos tesis centrales a la obra de Rosny,
según resume Deleuze: “1) la semejanza supone la diferencia, son las diferencias las que se
asemejan; 2) la sola diferencia hace concebir el ser” (Deleuze, 2009; p 334).

El estudio de la energética conducirá a Rosny a analizar las cantidades intensivas:


cantidades de energía que “no serían más que repeticiones de intensidad. Y toda intensidad
resulta de una diferencia, las sumas de energía se manifiestan como «sumas de diferencia»”
(Rosny, 1930; p. 66). Para Rosny, el principio de toda energía es la intensidad, gran
protagonista del 5° capítulo de Diferencia y repetición, precisamente al comienzo del cual
se encuentra la referencia que nos ocupa. Allí Deleuze expone su teoría de la sensibilidad,
partiendo de la pregunta por la condición de lo que aparece y por la cual “lo dado es dado
como diverso": la intensidad será esa razón de lo sensible, el “más cercano noúmeno del
fenómeno” (Deleuze, 2009; p. 334).

Tanto Deleuze como Rosny reconocen que todo fenómeno es condicionado por una
desigualdad: “Toda diversidad, todo cambio remiten a una diferencia que es su razón
suficiente. (…) diferencias de nivel, de temperatura, de tensión, de potencial, diferencia de
intensidad” (Deleuze, 2009; p. 334). Rosny estudia las trasformaciones de energía a través
de sus distintos órdenes, y afirma que toda “toda energía calculable implica una
desigualdad entre dos series de factores de tipo E-E', entre los cuales E y E’ ocultan ellos
mismos factores de la forma e-e’ y así indefinidamente, porque jamás se alcanza una
cantidad energética que no suponga diferencia alguna” (Rosny, 1930; p. 6). La intensidad
se revela como diferencial, diferencia en sí misma: una energía que implica y se compone
de series de factores siempre heterogéneos, que son ellos mismos intensivos.

En este trabajo evaluaremos el uso que Deleuze de los principios empíricos de la


energética y la termodinámica, en que tanto aproximaciones a la noción de intensidad. El
problema con dicha noción es el problema de la entropía: por su naturaleza, la intensidad
tiende siempre a anularse en una extensión separada de la cual no podemos conocerla
(Deleuze, 2009; p. 335). La argumentación de Rosny contra de las cantidades homogéneas
reaparecerá a lo largo del capítulo cuando Deleuze busque enfatizar el sentido más
profundo de la cantidad intensiva, el de una potencia que no podría agotarse en la extensión
y que está “antes que nada implicada en sí misma” (Deleuze, 2009; p. 355). Deleuze
buscará extraer de los principios empíricos citados un carácter por el cual la intensidad
pueda constituirse en un “principio trascendental que se conserva en sí, fuera del alcance
del principio empírico” (Deleuze, 2009; p. 360), principio genético de la realidad de lo
sensible: una energía general siempre implicada en los sistemas actuales, pero que nunca se
anula ni se actualiza en alguna cualidad (Deleuze, 2009; p. 359-360).

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