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Tu, que sanaste a los leprosos, cura la lepra espiritual que se produjo en mí,
ante aquellos pecados que, por ser soberbio, débil o ignorante me sumieron en la
enfermedad. Clama en tu cruz todos mis pecados y unge mis heridas con tu
bendita sangre.
Tu, que sanaste al sordo mudo, cúrame y libérame del espíritu de sordera,
que no me deja percibir tu amor y escuchar tu voz en mi interior, discernir tu
voluntad y escuchar el clamor de los hermanos que sufren.
Tu, que devolviste la vista a los ciegos, libérame del espíritu de ceguera que
no permite verte en mí constantemente, y vivir en alabanzas por tu inigualable
belleza.
Tu, que sanaste a los paralíticos, libérame del espíritu de parálisis, que me
deja postrado largo tiempo, haciéndome perder la virtud de la alegría, y no sé
hacia donde dirigirme para hacer tu voluntad.
Tu, que resucitaste a los muertos, resucita, caminante santo, las áreas de mi
historia de mi vida, que están marchitas, agonizantes o muertas.
Envíame a tus santos arcángeles y ángeles (San Gabriel, San Rafael y San
Miguel y toda la milicia celestial de Dios), instrumento de tu paz para que me
guíen a lo largo del camino. AMEN.-
(Te recomiendo realizar, con espíritu de fe, cada día esta oración,
deteniéndote en aquel punto donde necesitas una mayor intervención de Dios.)