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la piedra

Miguel Ángel Martínez Barradas / El mundo iluminado

www.elmundoiluminado.com

No hay día en el que no nos encontremos con una piedra. Puede ser de camino al trabajo o a la
escuela, en un parque o en la calle, quizás al pie de la puerta de nuestra casa, no importa, pero
siempre nos topemos con una. Las piedras son parte de nuestra cultura. Las recordamos en frases
bíblicas, en canciones, en nombres de agrupaciones. El monje zen Ejo Takata dijo: «unos van y
otros vienen, yo sólo soy una piedra en el camino».

Son los alquimistas los que encuentran en la piedra un valor trascendental. La piedra es
para ellos un símbolo de la espiritualidad como lo atestiguamos en la piedra filosofal. Hermes
Trismegisto habla de la piedra filosofal en un texto llamado “La piedra de esmeralda”. Veamos
sólo su inicio: «Palabras de los secretos de Hermes escritas sobre una tabla de esmeralda que
sostenía en sus manos cuando, en una cueva oscura, fue encontrado su cuerpo embalsamado.»

Considerando que estamos ante un texto hermético, lo anterior debe de considerarse


desde su perspectiva simbólica, antes que literal, pero antes de intentar responder a las
interrogantes, consideremos dos acontecimientos relevantes para el caso. El primero tiene que
ver con la reconstrucción del templo de Jerusalén. En tal empresa se hallaron cámaras
subterráneas que al ser inspeccionadas revelaron los secretos que contenían, estando entre éstos
una piedra dovela. El segundo ejemplo es de corte alquímico y está en la frase: «Visita el interior
de la tierra y rectificando hallarás la piedra oculta».

La piedra dovela de los judíos y la piedra de los alquimistas se hallaron en la oscuridad


del interior de la tierra y la tabla de esmeralda de Hermes está oculta en una oscura cueva. La
oscuridad de la tierra y de la cueva son símbolos del conocimiento de uno mismo y el hallazgo
de la piedra no es más que el despertar de la consciencia, aquella que le permitió a Ejo Takata
comprender que no es más que una piedra en el camino. Uno es al mismo tiempo el buscador y el
buscado; el maestro embalsamado en las tinieblas es representación de uno mismo. Confuso, sí,
pero como dijo Mateo «el que tenga oídos, que oiga». Es momento de descender y buscar la
piedra. (Lea el texto completo en el sitio web de El Heraldo de Puebla)

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