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- Luis Buñuel:
Los olvidados
(1951)
Con todo lo que me gustan los perros, siempre se me ha escapado el andaluz de Buñuel.
Tampoco conozco
La edad de oro.
Buñuel-Dalí,Buñuel-Cocteau, Buñuel-alegres años surrealistas: de todo tuve noticiasen
su día y a la manera fabulosa, como en el final de
Anabase:
«Mais demon frére le poète on a eu des nouvelles... Et quelques-uns en
eurentconnaissance...» De pronto, sobre un trapo blanco en una salita deParís,
cuando casi no iba a creerlo, Buñuel cara a cara. Mi hermano elpoeta ahí, tirándome
imágenes como los chicos tiran piedras, los chicosdentro de las imágenes de
Los olvidados,
un film mexicano de LuisBuñuel.He aquí que todo va bien en un arrabal de la ciudad, es
decir quela pobreza y la promiscuidad no alteran el orden, y los ciegos puedencantar
y pedir limosna en las plazas, mientras los adolescentes juegan alos toros en un
baldío reseco, dándole tiempo de sobra a GabrielFigueroa para que los filme a su
gusto. Las formas —esas garantíasoficiales no escritas de la sociedad, ese
who's who
bien delimitado— secumplen satisfactoriamente. El arrabal y los gendarmes de facción
semiran casi en paz. Entonces entra el Jaibo.El Jaibo se ha escapado de la
correccional y vuelve entre lossuyos, a la pandilla sin dinero y sin tabaco. Trae
consigo la sabiduría dela cárcel, el deseo de venganza, la voluntad de poderío. El
Jaibo se haquitado la niñez de encima con un sacudón de hombros. Entra en
suarrabal al modo del alba en la noche, para revelar la figura de las cosas,el color
verdadero de los gatos, el tamaño exacto de los cuchillos en lafuerza exacta de las
manos. El Jaibo es un ángel; ante él ya nadie puededejar de mostrarse como
verdaderamente es. Una pedrada en la caradel ciego que cantaba en la plaza, y la
fina película de las formas se
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sin pérdida de tiempo, se pierden en las callejas sinmás bienes que un talismán al cuello
y