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Razon y Ser de Los Tipos Estructurales - Torroja Miret, Eduardo
Razon y Ser de Los Tipos Estructurales - Torroja Miret, Eduardo
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas
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Razón y ser
de los tipos estructurales
Textos Universitarios
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Razón y ser
de los tipos estructurales
ISBN: 978-84-00-08612-1
NIPO: 472-10-075-1
Depósito Legal:
Índice
Capítulo I
Planteamiento general del problema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Capítulo II
El fenómeno tensional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Capítulo III
Los materiales clásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Capítulo IV
Madera y acero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Capítulo V
El hormigón armado, el pretensado y la prefabricación . . . . . . . . . . . 67
Capítulo VI
El soporte y el muro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Capítulo VII
El arco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Capítulo VIII
La bóveda y la cúpula . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Capítulo IX
La viga de alma llena y la placa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Capítulo X
Triangulaciones y mallas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
Capítulo XI
La contención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Capítulo XII
La cubierta y el cerramiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Capítulo XIII
El piso y el edificio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Capítulo XIV
Puentes y acueductos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
Capítulo XV
Funcionalismo estático-resistente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Capítulo XVI
Procesos de ejecución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Capítulo XVII
La expresión estética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Capítulo XVIII
Línea y superficie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Capítulo XIX
La génesis del esquema estructural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
Capítulo XX
El cálculo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
Capítulo XXI
El proyectista y la organización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
Índice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315
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Prólogo
En 1957, Eduardo Torroja publica Razón y Ser de los tipos estructurales, libro de difí-
cil catalogación en la literatura técnica sobre ingeniería estructural. No es un libro de
texto sobre análisis estructural ni sobre el comportamiento de sus materiales, aunque
tiene un profundo carácter didáctico en ambos sentidos. Ni es un libro solamente
informativo sobre los tipos estructurales al uso y sus formas. Ni, aún menos, es un
libro de investigación. Es, más bien, el conjunto de reflexiones que un proyectista de
estructuras expone como esquema de su proceso mental, tanto racional como irra-
cional, o emocional, a la hora de plantearse un nuevo proyecto; del poso de experien-
cias y vivencias de una vida de trabajo en este campo. En él, Torroja no sólo habla de
conceptos técnicos; también habla de sus preferencias estéticas, de las posibilidades
formales de determinadas líneas y superficies, de la responsabilidad del proyectista y
de su organización... Ingenieros, arquitectos, estudiosos o simplemente interesados
por el diseño estructural, encontrarán en sus páginas ideas que capten su atención, y
se sentirán atraídos por el cúmulo de conceptos, imágenes, reflexiones y, en definiti-
va, de enseñanzas y sugerencias que en él se condensan.
Razón y Ser, como suele conocerse coloquialmente el libro, tuvo un rápido éxito.
A su primera edición, editada por el entonces Instituto Técnico de la Construcción
y del Cemento, siguió una segunda, en 1960, corrigiendo alguna errata de la prime-
ra –e introduciendo, sin quererlo, algunas nuevas–, a la que Torroja añadió unos
párrafos en el capítulo XII, relativos al uso de las mallas tesas en cubiertas, una técni-
ca todavía poco utilizada en su época. Su difusión internacional fue asimismo rápi-
da, viendo la luz ediciones en italiano, alemán y japonés. La prematura muerte del
autor, en 1961, impidió que se concretasen contratos de edición en EE.UU., Francia,
Polonia y Yugoslavia. En España, cuando el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas concentró las publicaciones de todos sus Centros, su Departamento de
Publicaciones, ante la demanda del libro, siguió realizando hasta once nuevas reim-
presiones, todas ellas a partir de aquella segunda edición de 1960.
Hace algún tiempo, la Comisión de Libros del Colegio de Ingenieros de Caminos,
Canales y Puertos propuso establecer contactos con el Departamento de Publicacio-
nes del CSIC para realizar una nueva coedición de esta obra, idea a la que se sumó el
Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo, del CEDEX, en cuyo
«Archivo Torroja» se encontraban los originales de Razón y Ser. El libro que el lector
tiene en sus manos es el resultado del esfuerzo conjunto de estas tres instituciones.
Como ocurre con frecuencia al plantearse una nueva edición, en particular de un
texto de estas características, cabe la duda sobre la pertinencia de realizar su actualiza-
ción a la realidad de la construcción actual. Mucho ha cambiado esta realidad desde fina-
les de la década de los 50 hasta nuestros días; y seguro que Torroja, si hubiese vivido
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veinte años más, habría ampliado el libro con comentarios sobre los nuevos tipos estruc-
turales y procesos constructivos en boga hoy en día. Pero no sabemos lo que habría escri-
to ni cómo lo habría hecho. Por otra parte, Razón y Ser refleja el pensamiento de un pro-
yectista de estructuras de una determinada época, con unos medios técnicos y hasta con
unas sensibilidades estéticas propias de esa época. Por todas estas razones, se ha tomado
la decisión de no actualizar el texto, manteniéndolo íntegro sin modificación alguna,
corrigiendo las erratas encontradas. Solamente, para ilustrar el texto de los párrafos aña-
didos por el propio autor en la segunda edición, se han incluido tres nuevas imágenes
en el capítulo XII, extraídas de las diapositivas utilizadas por Torroja en sus clases de
«Tipología Estructural» en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, así como
algunos nuevos pìes de imágenes aclaratorios de su contenido.
Estoy seguro de que esta tercera edición revisada, fruto de este esfuerzo editorial
a tres bandas, será decisiva para mantener el interés por este libro y, al mismo tiem-
po, el recuerdo de su autor, Eduardo Torroja.
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Cada material tiene una personalidad específica distinta, y cada forma impone un
diferente fenómeno tensional. La solución natural de un problema –arte sin artificio–,
óptima frente al conjunto de impuestos previos que la originaron, impresiona con su
mensaje, satisfaciendo, al mismo tiempo, las exigencias del técnico y del artista.
El nacimiento de un conjunto estructural, resultado de un proceso creador, fusión
de técnica con arte, de ingenio con estudio, de imaginación con sensibilidad, escapa
del puro dominio de la lógica para entrar en las secretas fronteras de la inspiración.
Antes y por encima de todo cálculo está la idea, moldeadora del material en forma
resistente, para cumplir su misión.
A esa idea va dedicado este libro.
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es raro encontrar, entre la literatura moderna –la de hace unos decenios puede, ya,
resultar inútil–, autores que presenten el problema tal como ahora se pretende enfo-
carlo. Pero, la misma banalidad de estos comentarios, quizá sirva para decidir a otros
a hablar y escribir sobre el tema, cubriendo ese bache que acusa la literatura técnica.
En todo problema de este género, se tiene una finalidad con unas condiciones
esenciales, y otras accesorias, que cumplir; y se tienen unos medios para realizarlo.
La finalidad varía enormemente de un caso a otro, pero siempre existe. Construir
por construir resulta demasiado costoso para servir de juego a los hombres maduros
de ésta y de todas las épocas. No siempre alcanza ese algo; pero construye para algo.
Las obras no se construyen para que resistan. Se construyen para alguna otra fina-
lidad o función que lleva, como consecuencia esencial, el que la construcción man-
tenga su forma y condiciones a lo largo del tiempo. Su resistencia es una condición
fundamental; pero, no es la finalidad única, ni siquiera la finalidad primaria.
Para lo que aquí interesa, las finalidades funcionales primarias podrían agruparse
en la siguiente forma:
1.º Aislar un determinado volumen del exterior. O sea, defender ese volumen
de los agentes naturales exteriores: viento, lluvia, nieve, ruidos, temperatu-
ras, vistas de otras personas, etc. Desde el punto de vista estructural suelen
distinguirse, en este grupo, los muros de cierre y las cubiertas.
2.º Sostener cargas fijas o móviles. Es decir, pontear o establecer una platafor-
ma que permita el paso de personas, vehículos, etc. Son, de una parte, los
pisos de los edificios, y de otra, los puentes, viaductos, pasarelas, etc.
3.º Contener empujes horizontales o establecer un paramento, que soporte los
empujes de tierras, aguas u otros materiales líquidos, áridos o materias aná-
logas. Son las presas, paredes de depósitos y silos, muros de contención,
diques de abrigo, etc.
Aparte de los grupos de construcciones establecidos, existen otros de menos gene-
ralidad –como pueden ser tuberías, revestimientos de túneles, mástiles, chimeneas,
canales, muros de cerca, etc.–, y que no son fáciles de clasificar rígidamente, ni opor-
tuno el hacerlo ahora.
La finalidad funcional primaria va siempre acompañada de otras, más o menos
obligatorias, que determinan infinidad de variaciones, y que dan personalidad pro-
pia a cada caso concreto.
Así, por ejemplo, el tablero de un puente carretero ha de presentar superficie lisa
y de poca pendiente para permitir el paso de vehículos; si es de peatones, puede ya
presentar escalones, aunque no sea lo más conveniente por razones de comodidad.
Una vivienda necesita huecos para dar paso a la luz; pero, aun cuando fuese econó-
mico con nuevos materiales, puede no convenir que sea continuamente transparen-
te en toda su superficie. Y, así, podrían multiplicarse los ejemplos.
Existen, pues, unas condiciones imprescriptibles, otras puramente accesorias o de
conveniencia, y unas intermedias absolutamente necesarias cualitativamente, pero
que admiten, en lo cuantitativo, un margen mayor o menor. Por un puente colgan-
te, sin viga de rigidez, podrá ser posible el paso como en un tobogán, pero, nadie
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losetas de vidrio, al mínimo necesario para envolver las armadu ras y los bordes de
aquéllas evitando su contacto d irecto.
1:.1 hormigón pretemado, en c:l q ue la.s armaduras se tesan ames de verter y fragua r
el hormigón, debe distinguirse del hormigón postmmtlo, en el que aquéllas se cesan
después de end urecido éste y quedan, bien al exterior -y, por así decir, independien-
tes dd ho rm igón d u rante toda la vida de la o bra-, bien ad heridas a él por la adición
de nuevas masas de hormigón o de mortero. Sin embargo, d nombre de p rete.nsado
se ha generalizado para ambas técnicas.
Entre los matcriale.s de construcción comentados, el hormigón pretensado es, a la
vez, d más fi no y el más complicado invento de nuestros días. Con él, la Construv
ción se separa ya netamenu: de ese carácter más b ien b urdo que la distinguía de o tras
técnicas. L'l p rimera vez que el autor enseñó los planos y c:xplicó un proyecto de puen~
te p rcte.nsado a un comratisca clásico q ue deseaba construido, éste le: d ijo: wSupongo
q ue todo eso lo habrá usted calculado para que, al pasar por el puente, suene la músi-
ca; porque, de lo contrario, no veo para q ué diablos qu iere usted q ue nos complique~
mos tanto la vida». Y. dCctivamente, d a rpa de un puente colgante no es nada fren~
te a b m enuda y rcpetid3 complicación que representad ir atim ntand o tanto :ahmbre,
den tro de su alvéolo, hasta dar, a cada uno, su oportuna tensión.
Los que se avienen mal con las incomodidades de u.n nuevo aprend izaje alegan
siempre que d coste de la mano de obra ha de dar al traste con todas las hipotéticas
economías de material q ue d proyectista imagina, desde su mesa de t rabajo, lejos del
tajo. Sin embargo. las desventajas económicas q ue, al princip io. acusaban las o bras
pretc:-nsadas van desapareciendo; y hoy esta técnica gana terreno, haciendo espera r
q ue vaya pa fCccionando e ind ustrializ.ando, más y más, sus operaciones hasta alean~
zar todos los benelic.ios q ue lógicamente debe prometer.
Una de las ventajas p rincipales dd prctcnsado deriva dd mayor coeficiente cco-
nómico.. reslstente de los alambres de acero especial que emplea y q ue alcanzan e nor...
mes resistencias gracias, en parte, al trefilado en pequefios diámetros.
El prctensado propiamente dicho se e mplea casi exclusivamente para la fab rica-
ci6n de piC"tas en taller. Requiere el empleo de a rmaduras de muy alto límite elástico
para q ue su alargamiento tensio nal sea grande; de c:sc modo, al sobrevenir la retrae...
ción y la deformación lenta del ho rmigón por efecto de la ccmprensión que las arma-
d u ras tesas le imponen, lo q ue p ierden éstas de tensión, al contraer con el horm igón,
no es más que. u na parte alícuota pcquefia de:. la tensión inicial a q ue fueron sometidas.
Porque el principal e nemigo dd prctensado es su posible anulación, total o parcial, por
efecto de la retracción y de la dcfonnación lenta del hormigón en compresión. Esto
hace que, en los cálculos dd hormigón pretensado, haya de introducirse d tiempo como
una nueva variable que, si no se tomasen las debidas precauciones, podría llegar a modi-
fica r totalmente el estado de tensión en el hormigón por efecto de las propiedades
visco,.pláscicas de éscc:, ya citadas.
En realidad, hay que tener e n cuenta, no solamente las deformaciones antedichas
dd h ormigón, sino también las p ropias de estos tipos especiales de acero e.n alambre.
El efecto del trefilado produce unas deformacio nes de los m icrocristales dd acero
mucho mayores que la simple laminación; y su tendencia a orientarse, segú n el eje
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d d alamb re:, c:n las c:tpru: superficiales dd mismo, p uede' explieür d que, a tensiones
inferiores a las del límite clástioJ, el alambre pueda acusar deformacio nes lemas
imporrames, o producir distensiones rclativameme gran des cuando se le mantiene
tesado a deformación fija. Ellogm calidades de acero y tipos de tratam iento, en los
q ue esms efectos se reduzcan al mín imo, es un problema q ue los especialistas van
rc:solvie.ndo activam ente.
En d hormigón pretensado, la tracción del acero y la comprensión del hormigón
~omo fenómenos parásitos p ropios d d material. independientes d e los estados de
solicitació n c:xterio r a que se le someta después- se mantienen en buena parte, gra~
cías a la adherencia encrc la armadura y el hormigón. Se requiere, por tamo, el empleo
de armadu ras delgadas para aumentar la superficie específica, cuyo poder adherente
se incrementa, aún más, dando a los alambres formas especiales de laminación. Pero,
de no emplearse alambres exageradamente delgados. la adherencia no es suficiente
para evitar d deslizamiento; y, er. la práctica actual. se recurre siempre a sujetar las
armaduras con pequeóos anclaje-s cspcc.iales.
Con todo esto, se aleja el peligro de fis uración y, en cierto modo. se hace el hor-
migón apto para resistir t racciones; puesto que, al superponerse éstas a las compre..
siones debidas al pretcnsado se ccnvien cn en simples decomp resiones.
Por ot ra parte, el hormigón se hace más dúctil al ir acompaóado, en sus deforma~
ciones, por estas armaduras políoitas. fi nas y muy repartidas, de: acero en régimen
elástico. Este fe nómeno, que ya $e nota en el ho rmigón correctamente armado. es
mucho más apreciable aqui.
Otra ventaja del hormigón p rctcnsado es que~ au n cuando se le lleve a fisuració n
po r efecto de una cracc.ión algo excesiva, pero manten iendo la armadura en r~gimen
todavía dástic.o, al descargar la pi:--la, .se cierra auto máticamente la fisura sin que se.a
posible después reconocerla a simple vista.
Po r otro lado, d proycctisca ha de tener en c:uenta dos limitaciones específicas de
ciertas estructuras pre o postesadr.s. Una es que los alambres no p ueden curvarse, en
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el interior de sus envueltas tubulares dentro dd horm igón, ron la m isma libertad que
en d hormigón armado normal 1 porque el rozamiento del alambre1 con el tubo cur~
vado, amortigua d efe<:to dd tc:sado de forma irregular y d ifícil de prever.
La otra es q ue no basta pensar <:n d c.stado de tensión final1 sino q ue hay q ue
considerar también d que se p roduce in ic.ial mente po r efecto dd propio tcs.Jdo de
la armadura sobre sus anclajes, cuando aú n no actúa la carga exterio r. En muchas
vigas, este estado inicial provoca momentos flcnorcs de si; no conuario a los de: la
sobrecarga, por estar la armadura excéntrica. E.s, pues, necesario variar la forma de
la pieza, llegándose, e.n ciertas vigas en ·1: a invertir la posición d e la cabeza para que
envuelva la armadura y sea capaz de soportar esa comprc.sión excéntrica q ue los
alambres tesos producen sobre la pieza, descargada de la> cargas que luego ha de
soportar.
El honnigón prccensado, hecho en taller con materiales bien tratados, se prtsta,
pue.s, a realizar pictas esbeltas, de gran flexibilidad y alta resistencia, dando la scnsa·
c.ión de ser u n mat<:'rial diferente, perfCctameme elástico e impermeable, por haber..
se alejado, en é.l, las posibilidades de flsu ración. b pretracción de las armaduras aleja.
también de éstas. el peligro d e pandeo, mientras su comprrsión unitaria de trabajo
no supere: la tracción inicial. Permite. en fin, la utilización oomplcta, y sin fisu ración
en d ho rmigón, de aceros de alta n:.sistencia con un coeficiente económ ico~ resistcn .
te mejor, si las condiciones industriale.s y comerciales del país son normale.s¡ esto es
lo que constituye, q uizá. su mayor ventaja.
A tstos efectos, hay que tener en cuenta que la tensión ;o.d misiblc puede elevarse.
a igualdad de tensión de rotura; porque, hab iéndose tc.sado en fub ricaci6n a mayor
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número de reutilizaciones que lc:s puede dar en una F.tbricac.ión en serie. Y, por d contra.-
tio, es en la gran obra d e ingeniería donde el postensado busca su «háb itao' propicio.
Pudiera parecer q ue no procede hab lar aquí del ho rmigón postensado, pue.s más
que de u n material, e n el concepto en que se viene usando la palabra, se t rata simp le--
men te de una estructura mixta de d c:mentos metál icos y de hormigón u hormigón
a rmado. Sin e mbargo, en ella, la parte metálica no adopta las d isposiciones y mate-
riales propios de la estructu ra metá lica. como en otras que se han de c.itar más ad e--
lante¡ aquí, los elementos metálicos son barras redondas como en d hormigó n arma--
do, conjun tos de alambres de a lta resistencia. cables trenzados de hilos u otras formas
especiales d e armadu ras, siempre muy compactas y. al mismo tiempo, flexibles. para
facilitar su puesta e.n obra.
Lo más corriente, actualmente, es que. al hormigonar, se dc:jen>en d interio r del
macizo> huecos tubulares por do nde h ihranar, después. los ala mbre.s con d iámetros
hasta de 7 milímetros para tesarlos, una vez e ndu recido el ho rm igón y anclarlos en
los extremos mediante dispositivos especiales (fig. V. ;). Estos d ispositivos, e n rda-
c.ión con el sistema y herramental de tesado, han constituido u na de las mayore.s d iJI ..
culud es y u no d e los m ejores perfeccionamien tos d el postms:.tdo.
Generalmente se termina la o peración con la inyección d e lech ada o mortero de
cemento e n los alvéolos tubulares que aloja n los cables, para "''itar la oxidación de éstos
y para crear la adherencia q ue ha de permitir, después, d t rabajo conju nto de ambos
materiales, como c:n el hormigón a rmado.
El e mpleo d e cab les trenzados. utilizados con buen éxito en España, se ha exten-
dido menos; pero, permite también grandes rcalizacione.s ton buenas f:1cilidades de
puc.sta en obra de las armaduras, como habrá ocasión de va más adelante.
Las barras macizas, de d iámetro relativamente grande. han sido emp leadas, prin ..
c ipalme.nte en Aleman ia, andándo las al hormigón y dejándo las libres dentro d e sus
a lvéolos, con la ventaja de poder corregir su tensión cuand·) convenga. En ese caso,
ya~ se trata de u n ele memo exterior a la estructura de hormigón armado pro piamen--
te d icha; y. por ta nto, las deformaciones y tensiones de esas barras, .sin hormigón cir...
cundante adherido a ellas, es, e n cierto modo, indepe ndiente de las deformaciones
locales del hormigón.
Por último, conviene sei'ialar que el escablecimiento de compresiones in iciales sobre
el hormigón se hace, <:n ciertos casos, .sin necesidad de armaduras, mediante gatos y
otros dispositivos e ingeniosas maniobras. La d e apertura de los arcos con gatos
hidráulicos e.s, en d fOndo, un poste n.sado dd arco, por c-uanto le introduce tensio..
ncs in iciales a volu ntad, aun cuando no se apliq ue a esos casos la acepción de hormi--
gón prc o posten.sado que se reserva corrientemente para le-s hormigones cuyas ten--
siones se producen por las propias armaduras sin provocar resultante exterior.
La prtfobricacwn, aun cuando indica un particular proceso d e fabricación, d a lugar a
algo muy distimo que bien merece considerarse como un material cspcdfioo diferente.
La e.scructura no puede hacerse e n taller y colocarse como se coloca un mueble en
u na casa; sin embargo, siempre tiene algo de prcfabricación y esto t iende a d csarro..
liarse cada d ía más, y seguramente llegará a constituir la foma de F.!bricación de gran
pane d e las obras. E n estructuras d e. acero, las piezas se preparan e.n ta.llcr y hasta se
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y e ntre .:Has, especial me m<: la n<:ccsidad de repetir gran núm<:ro de vc:cc.s una m isma
fOnna d e me mal para amortizar los moldes y obtener así toda su ventaja económica. La
tipificación y con ella la modulación, que permita o btener la mayor libertad de formas
con d mínimo de: pi<:"J.a.S d iferentes. es un p roblema con d que: la técnica de: la cons.-
crucción .se e nfre nta y cuyo d ifícil estudio sólo está hoy en pe ríodo d e em b rión.
Esta somnísima enunciación, de los fCnómenos y comportamientos q ue: caractcri.-
zan los difCrenccs matniales, está hecha solamente a dtulo d e recorda torio de lo que ha
de tener en la memoria d proyectista. Su estud io, aun sin profundizar mucho, ocupa
volúmenes enteros: y c ua nto más f:1 miliarizado con dio esté .agué.!, mejor sabrá mane,
jarlos y enjuiciar las ventajas que aportan y los pdigros que envuelven para ponderar lo
q ue al cálculo se le escapa, y para id ear, en cada caso, la solución más apropiada; e indu-
si\•e habrán de servirle: para p rever, con mayor amplitud de crÍt<.'ño y agudc-J.a crític.a,
las posibilidades y formas óptim as de aplicación de los nuevos maccriaJcs de construc.-
ción que los fitbricantcs vayan ofreciéndole; pues el aluminio C'itá triunfando ya en gran-
d es realizaciones gracias a su ligereza; y otros muchos materiales esperan ran sólo redu.-
c ir sus costes de fabricación para entrar e n la lid con buenas orobabilidadcs de triunfo
e n el campo específico de las estructuras resistentes de construcción.
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VI
El soporte y el muro
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del muro, se d estaca por contraste, y la p iedra llega rtal mente a u n aprovc:chamien ..
to impro pio de ese material.
En técnic"" más modernas, la oolu mna de piedra s< sustituye por la de fund ición.
adoptando inicialmente las mismas formas básicas de la columna d e p iedra. La fun-
dic.ión pued e ser. y es normalmente, hue-e.a, lo que permite un buen aligeram iento
sin perjuicio para su re.sistencia al pandc:o, ya q ue: las comp rc:nsionc:s un itarias accp.-
tables sobre la fund ición son frecucnr<m<nt< mayores que con la pied ra. Por lo demás,
su a nalogía de características mc:.cánicas con la piC'dra la hace a pta para este tipo de:
dc:me nto.
En los soporcc:s de madera, cuando la escuad ría de una pieza no es suficiente:, se:.
recurre a acoplar varias adosadas: y como, dada la csbdtcz. de estas piezas, el f3llo se:
prod uce normalmente por pa ndro. e.s necesario embrid ad as para o bligarlas a traba-
jar conjumamcme a los efectos de: la flexión, a u memando el momento de inercia total
de la sección compuesca. E.s el m ismo efecto que se buscaba~ en cicnas consuuccio ..
ncs d e la antigüed ad. atando varios troncos, o los posibles trozos d e uno solo produ-
cidos por d venteado de la madera. Justamente <st< a tado o zunchado de cuerda se
repite luego, ya como puro tema ornamental. en los fustes de piedra de algu nos pue..
b los q ue todavía record aban sus construcciones de madera.
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Vl·3. Palacio de la
Audiencia. Barc-elona. De
•Summa At1is•. J. Pljoán.
Espasa Calpe, S. A.
El ace.ro prC'Senta1 desde un pLUlto de vista teórico} la forma tubular como la más
econó mica y racional; pero su menor espesor posible de chapa f.tcilita d pandeo típi-
co de la pared cilíndrica, por lo que no puede aprovecharse al máximo su resiste ncia
a la compresión. Por o tra parte, su tipo de fabricación hace obligada la constancia de
la secció n a lo largo del d emento. La mayor baratura d e los perfiles lam inad os, por
una parte, y s u gran e.sbd tez, por otra, imponen los perfiles compuestos para evitar
el pand eo. Las mermas d e sección d e roblonado no perjudian grandemente en com-
presión, pero imponen una complejidad de formas poco agr•dable a la vista. l a nece-
sidad de dar entrad a al brazo de la roblo nadora exige las seccio nes abiertas o con las
alas hacia fUera, en contra de las exigencias tensio nalcs; pc r eso. cuando aparece la
soldadura, se vuelve a los perfiles cerrados (fig. V I. 4c), más compactos y agradables
a la vista y en los que el macerial se puede aprovechar mejor.
S in embargo. la elevada resistenc.ia, características del acero. hace más próximo
el peligro de pandeo q ue d de rotu ra; y el perfil compuesto se mantiene por la nece-
sidad d e aumentar el radio d e giro d e la sección. Co mo se teq uiere evitar igualmen-
te el pandeo parcial de los perfiles, surge d soporte fo rmad o por varios elementos
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longitud inales unidos por u na malla en celosía triangulada o por llaves horizontales
con u na separación impuesta por la necesidad de evitar el pandeo de cada perfil entre
punto y punto de arriostrarnienco; y, aún así, hay q ue cuidar de que no se produz ..
ca el pandeo de las alas de los perfllc.s o de las chapas que e ntra n e n la composició n
d el conjunto.
El soporte: de acero p resenta ()(ras ventajas. Como es capaz de resistir t raccio nes.•
no solamente sirve parad trabajo de compresión centrada. sino para resistir también
compresio nes excéntricas, flexiones y csfUertos cortante. En la fu nc.ión simple o fu n ..
damenral del soporte, parece que esto no interesa; sin embargo. la posibilidad de acep-
tac.ión d e este tipo de esfucrtos y la de t ransmitirlos, por el enlace, a los elementos
contiguos, ha dado lugar, más tarde, a incorporar el soporte al trabajo de flexión de
la viga que soporta formando pór:ico con ella; pero de este demento habrá de tratar-
se más adelante.
En los soportes de celosía se utilizan frecuentemente t ipos de rriangulac.ión <.·o mo
los ind icados en la figura Vl . 4. En su elección, aparte del mejor o peor efecto est¿ti-
co, es fácil tener en cuenta el distinto tipo de deformación que ha de presentar u no
u otro, si el c-.sfuerzo de comprc-sj6n 3xil es d predom in3nt.e. En bs triangulaciones
indicadas en la figura VI . 4.a) y d), la d eformación es simétrica; la d ecc.ión. entre u na
y otra, depende de la relac.ión entre el ancho del conjunto y la separación entre pun -
tos verticales dc:l arriostram iemo que se necesite.
En b) aparece una ligera tende ncia a inclinarse d conjumo por el mayor acor..
tamiento de las pie--zas verticales respecto a las diagonales. En e) sucede lo mismo.
Este t ipo de triangulación t iene la ventaja aparente de perm itir aligerar las diago-
nales, pensando que no nccc.si[an trabajar a compresión porque, e n <:uanto se pre·
scnta tendencia a flexión hacia un lado. los montan tes horizomale.s y u nas cicrtas
diagonales. trabajando e n tracción. bastan para rigidizar la estructura; pe ro, el acor·
tamiento vertical de los marcos tiende a aflojar rodas las d iagonales y d conju n to
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puede tener movimientos de iniciació n de pandeo con los que no se había coma~
do, y oscilacio nes desagradables bajo la acción de cargas transversales variables como
las de viemo.
El honnigón armado vudve hacia las proporciones de h piedra, si bien lo hace,
en general, con mayor c.sbdtez q ue ésta, por la mayor n:sis1encia y rigidC""t. que le da
su armadu ra. Lo más frecuen te es emplear la secció n rectangular, por comodidad y
por economía de encofrado. las armadu ras longitudinales ayudan a la resistencia dd
hormigón y disminuyen los pdigros derivados de sus posibles coqueras y otros defec-
tos. Mediante las armadu ras transversales, st aleja también d pdigro de rotura d d
hormigón, tanto por separación según planos paraldos al eje dd soporte como por
deslizamiento según planos oblicuos. Colocando las armaduras longitud inales pró-
ximas a las caras se da al soporte mayor momento de inercia y mayor resistencia bajo
u na excentricidad cualquiera de las cargas; y se aleja, también much o, d pdigro de
pandeo que viene, en el hormigón, facilitado por sus deformaciones lentas.
El hormigón admite d ifícilmente las secciones huecas, por razones de ejecución y
de economía. Está en buenas cond icio nes. gracias a su armaduras, para soportar
C'sfuC'rzos import~ntC's de' flC'xÍÓ n y cormn tc--s ; y s u f.1.cilid~d de' e-nlaCe' m onolítico lo
hace apto, también, para porticar.
Los estribos se hacen necesarios, no sólo para asegurar algo más la resistencia con ..
era rotura dd hormigón, como se ha dicho, sino para evitar d pandeo p ropio de las
barras longitud inales, rompiendo su recub rimiento de hormigón, fe nómeno que suele
aparecer como fast p rc:lirninar de la rotura.
Cuando la sección posible del soporte es insuficieme normalmente para la carga
q ue ha de: soporrar, éste se zuncha, resultando más económica tcóri<.-ameme la ar ma..
dura en forma de zu ncho q ue el refuerzo de la armadura longitudinal que se reque-
riría sin zunchar. Sin embargo. hay que cenc:r en cuenta los peligros de pandeo lemo
d el hormigón, que son mayores en los pilares • u nchados, dada la mayor importan-
cja de la comprensión a que se le.s somete por u nidad de sección.
Normalmente, el soporte es empotrado en la base, por ser éste d sistema más sim ..
pk de darle estabilidad; pero, puede también ser articulado, en fo rma de estípite, si
d d intd lo sujeta por cabC'ta (fog. VI. S); y. en fi n, articulado arriba y abajo, como una
biela, cuando la estructu ra que su.scenta está fija en otros sopon ts y requiere:, sobre
éste, una cierra lilxrtad de d ilatación.
la palma de la esbdtel, en soportes o piezas en compresión, se la llevad acero, y la
de la economía, d hormigón¡ pues el coeficiente económico resistente de éste, como .se
ha d icho. es mayor q ue d del acero, siempre que se trate d e csfuerLos de: compresión.
Poco puede decirse dd ladrillo porque su escala de utilización es más reducida que
la de la pied ra, a causa de su mayor rc.sistencia. En generaL el ladrillo e.s más apto para
pilast ras q ue para colum nas. Las de ladrillo q ue exisren, incluso salomónicas, son, en
re-alidad, o bras de preciosismo; sin embargo, para sopone-s a pilaslfados es de gran u ti~
lidad y en muchas regione.s resulta muy ec.onómico. No hay que o lvidar, de todos
modos, su incapacidad para resistir flexio ne.s, como no sea colocán dole: armadura;
pero d io resulra, en general, más complicado y menos económico q ue en el hormi..
gón, sobre todo <.·.on secciones pcqueiías.
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VI·S. Soportes en
el Hipódromo de Madnd.
Fotografia: S. v. Kaskel.
C uando se habla de un soporte, se piensa siempre e:n u na pieza vertjcaJ; sin e m bar..
go. d soporte incl inado, c.omo jabalc6n, es en much os casos el más indicado. Sus
posibilidades en piedra vienen menguadas por el efecto del peso propio que produ-
ce flexiones y, por consiguiente. tracc.ioncs cn cuanto la longitud es un poco grande
o en cuanto la carga de comp resió n. q ue ha d e soportar. baje lo suficiente para no
compensar esas tracciones peligrosas. En este caso, si la carga axil no ha de variar
mucho -romo sucede cuando el peso muen·o e.s grande fre nte a la sobrecarga viva-,
d soporte indinado se curva para "'guir la línea de compresiones, dando lugar al arbo-
tante en fOrma de arco por tranquil.
La madera ha utilizado, mucho más que otros materiales, el jabalcó n (flg. VI. 6);
pero más bien como demento auliliar para rcduc.ir la flexión en las vigas q ue acoda ...
la; y, únicamente en muy recicnt<'s construc-<.:iones, SC' nota una mayo r libe.nad en el
empleo del soporte indinado d e hormigón armado o d e ace.ro, cuyas posibilidades,
ranro resistentes como cst~ticas, pueden ser muy grandes. En general, no se nc.ccsita
curvar! o, porque su flexión, por peso propio, es pequeña frente a la carga que ha de
soportar de pun ta. Naturalmente la presencia de flexiones dominantes en d plano
vertical de la pieza, piden pasar, de la sección cuadrada, a la rectangular>o de la cir~
cular a la díptica.
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po r lo que c:s muy apto para construirse con materiales pé treos, horm igones en masa,
cte.; y la potente apariencia del m.uo e ncuentra su t"Xpn:sión de máxima nobleza con
la c.antería. Resistentemente, lo primero q ue req uieren estos muros de piedra - sin
mortero o <.·o n morteros q ue práccicamente no ofrecen resistencia a la t racción- es
una buena traba entre los sillares o mampuestos, para evitar planos indinados de posi~
b le rotura y para que la masa interior no pueda producir e mpujes sobre los clemcn~
tos dc:l paramento. Oc otro modo, en lugar de constit uir u n demento estabilizantes,
se convertirían en uno pcrjudic.ial como se observa frecue ntemente en muros a nt i..
guos de sillería e n parame ntos y con relleno de mampostería suelta o de t ierra e n d
m tenor.
Debiendo el muro mantener >u equilib rio po r efecto de su peso p ropio, es d ifícil
q ue pueda alcanzar pro porcio ne> sobre las que d peligro de pa ndeo llegue a tener
influencia. Pero, en muchos casos., ha de soportar empujes horizontales, sean de tic~
eras que. contiene, de bóvedas que a poyan sobre. él o, en fi n, los mismos del viento si
la altura llega a ser importante. Siendo así, y no cen iendo demenros de arriostramicn~
too contrarresto C'n su aJtura, e.s fácil que' el espesor que requ ieran llegue a ser dema-
siado fue rte con m a teriales no rc."S:stentes a b t racci6n. El pdigro esb en que b com-
presió n compuesta, p roducida por la combinación del empuje y del peso propio, se
conviC'rta en flexión. y d muro rompa por tracción; o quC', sin rotura re.al, se abra por
una ju nta y vuelq ue. Contra d io, la condición de estabilidad exige simplemente que,
alrededor de cualquier posible ari"a de giro, d momento voleador, producido po r el
empuje, sea me nor q ue d estabiliieante debido al peso.
Se requiere, pues, peso y e.spesor; interesan ma te riales de gran pe-so específico¡ y el
muro pide ancho creciente hacia abajo, puesto que es allí donde el momento voleador
es mayor. Esto conduce al perfil tmpccial con talud en d paramento, al que tan noble
aspec.to supieron dar los arquitcctm egipcios. Pue<le, también, conducir al desplome por
el trasdós como en los incaicos; pero con és-te se pierde la estabilidad si el empuje activo
puede desaparecer, como sucede, por ejemplo, e.n las presas al quedar d embalse vacío.
La defensa. conrra el peligro dr vuelco por falta de peso, se ha resuelto, con mate·
riales no resistentes a la tracción, mediante d e.stablccimicnto de comrafuene.s colo ..
cados de modo q ue el peso del muro resulte más estabilizantc gracias al au mento del
pa r que produce comra el vudco.
La combinación del paramento ataluzado o retranqueado <.·o n d comrafuC"rce sos~
tmiendo u n dintel o u na bóveda (lig. 111 . 2), para llevar el pertll de coronación a la
vertical del borde infCrior del contrafuerte, pe rmite lograr~ a la vez, u n cierro aligera-
miento de la masa dd muro y un juego de formas. en su paramC'nto, tan acrac:t ivo
pa ra los constructores del alto medioevo y de sus inspirndores del Oriente Medio, que
su esquema se extendió, induso mn razón puramente o mame mal. a todo el pe-ríodo
románico, con reverdecimientos en los renacentistas y nroclásicos.
Con el hormigón armado?el muro puede tomar la fu nción resistente de un a mt.n ..
sula e.m porrada en una a ncha base o zapata de cimC"ntación; y puede desarrollarse e n
losas o p lacas trabajando en flexión, en tre mé nsulas y vigas de má.s canto, formando
c.structuras complejas q ue se separan del concepto inicial de muro clásico y q ue
habrán de ser comentadas más adela nte.
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En este scnrido, ni la madera n i d h ierro son verdade ramente los apropiados para
formar muros. La madera lo uaduce en la palizada nas la que guarecen todavía sus
poblados los ind ígenas d e la selva; mientras el acero crea la tablestaca con sus perfi-
les y ensambles originales y e.specíficos, y cuya ut il ización se: reduce: casi c:xclusiva.-
mc:n te a la contenció n pro,•isional de: t ierras alrededor de las excavaciones, o a cerrar
el paso de las aguas subálveas.
Hoy el muro de simp le cerramiento cie.nde a aligerarse rormando ddgados tabi-
ques o pandes de relleno entre los ele memos resistentes d e u n e ntramado vertical, y
a descomponerse en d ifCre ntes capas c.ncargadas, cada una de ellas, de una fun ción
específica djfC"rc:nte, sea impermeabilidad, defensa térmica, antisonora, cte.; pero estos
elementos son, ya. algo fu ndamentalmente d iferente de la estructura y de la fu nción
resistente de que: se viene tratando aho ra. No constituyen un m uro, sino simplemen.-
te una ••pantalla~t, llamando así la .. courtain wall» sajón.
El cimiento e.s el complemento obligado del soporte y del mu ro. Su fo rma clásica
es la simp le zapata para re parto de las prcsione.s sobre: el sudo.: zapata cuyas fo rmas
repite d hormigón armado permitiéndose mayores vuelos a igualdad d e volumen de
m:uerial.
Q ue el cim iento sea mayor o menor y más o menos profundo pue.d e hacer que su
ejecución se complique: y que requiera incluso una estructu ra propia auxiliar. como en
el caso de los cajones de ai re comprimido o de los muchos más antiguos cajones indios;
pero, en definitiva, siguen siendo simples macizos e.ncargados de repartir las c.argas sobre
una bue.na superficie de terreno a la p rofu ndidad que las condiciones particulares de
éste vengan a exigir.: y careCC'n aquí de intc.rés específico conn tal cimentación.
El problema cambia, sin embargo, cuando la superficie de reparto de cargas, que
el te rreno exige a cada cimiento. es tan grande, respecto a la distancias e ntre unos
a poyos y otros, que se hace prcfc:.rible un ir los cim ientos y sust ituir las zapatas i nde~
pendientes por vigas de u n c.imiento a otro o por p lacas cont inuas . .El problema es.
e ntonces) el m ismo de la estructura de u n p iso dada la vudta. Así como en éste los
pesos actúan hacia abajo y las reacciones de los sopones hacia arriba. en las cimenta.-
ciones son las reacciones dc:t te rreno las que se equilib ran con las cargas del muro o
del soporte. [>or consiguiente, su comentario puede dejarse para cuando se hable de
las estructuras d e p iso.
El ú n ico tipo sustancialmente d ife rente es el pilotaje: esos clavos que, h incados e n
el sudo po r bajo de la zapata que los encepa y prolongados hacia a rriba para fo rmar
la misma palizada, fueron ya utilizados po r los constructores palaflcicos y han se.gui~
d o e mpleándose ininterrumpidamente, hasta estos días. por los habitantes de zonas
a rcillosas b lancas y F..ngosas. Sus longitudes han aumentado mucho con el acero y el
hormigón armado; los procedjmientos y he rram en tales de hinca se ha n pe rfeccio na.-
d o, pero d princip io y el t ipo estructural del demento sigu: siendo el mismo.
En definitiva, no es el d miemo en si lo q ue p ued e intCTC'sar fun damemalmeme
e n la constitución de las estructuras, sino la influencia que d ñpo y las carac.te rísti.-
cas del terre no pued an tener c:-n la cimcntaci6n y e n su coste, y, a través de ello, en la
estructura coda. PC"ro esto es te ma q ue se sale del marco d e: este capícu lo y habrá de
ser tratado en otros donde se analicen esos conjun tos estructu rales.
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VIl
El arco
Si tras la columna)' el muro parca recabar su puesto d dintel, puede, sin embargo,
ser preferib le c.srudiar primero el arco; pues éste es, al fin y al cabo. lo más parecido
tcnsio nalmc mc a la columna, por cuamo su trabajo p rincipal c.s de compresión. El
arco es d mayor invento tcn.sional del arte clásico. f l sigue impresionando al vulgo,
y la Huma nidad ha tardado mucho en acostumbrarse a su fe nómeno rcsistcntct pruc~
ba de ello es la frecuencia con que la leyenda achaca al d iablo su construcción.
Si la columna c.s arquitectura pura, el arco es ingeniería; o mejor dicho -para ale..
jar toda interpretación profesional-, si la columna c:s an c. d arco c.s técnica; sin q ue
esto quiera decir, n i que a la columna le falte técn ica, n i que el arco sea incapaz de
vivlsim~ cxpresi6n c:srética.
Después de la colum na, las predilecciones dd Arte han sido para el arco; ese arco
q ue nunca duerme~ según reza el proverbio árabe. 't'lmpoco la columna. en pie, pare ..
ce hacerlo¡ pero no cabe duda que ese arco, q ue en su encorvamien to vu ela sobre el
van o. da la sensación de algo más dramáticame nte tensional q ue la colu mna. El arco
de p iedra, como d de ballesta, va siempre u nido a la idea de esfucrto por resistir, de
salto por dominar la d istancia. Por eso d a rco, q ue también es monumc:mo, c:s el ele~
gido para proclamar los honores de la victoria.
Construir un arco no es tan S('ncillo como poner una columna de: pie. J)ara esto
último basta tener fue rLa o mediossufic.iemcs de subir u n sillar y ponc.rlo enc.ima del
anterior. I>ara construir el a rco hace falta sostener todas y cada una de sus dovelas
hasta colocar la clave. Sólo entonces ent ra el arco e.n acción y se realiza el equilibrio.
La p rimera idea que se. ocu rrc,cs la de ir a vanzando en voladizo, por h iladas hori·
z.on talcs, engarzando, en todo ~o, los sillares con los del muro contiguo, si lo hay.
Pero, ni esto es fácil de:- idear, ni siempre c:-stá el muro para ayudar; y el anífice t ic:n ..
de, involuntariameme, a ir sub iendo las hiladas más que avanzado c:-n voladi1.o, y ter~
mina por hacer u n a rco trapecial u ojival {fig. VI l. 1) .
Hay que tener en c uenta la diferencia esencial q ue: existe entre el verdadero y el
falso arco. Para d técnico, d arco. c.s, o pretende ser. a n ti fun icular de las cargas; u na
pieza curva que, resistiendo sólo o principal mente: a compresión. transmita los pesos
propios, y los que sobre ¿J insistm, a dos apoyos distan ciados entre sí; y nada tiene
q ue \'er, por consigu iente, con el ialso a rco fo rmado por ménsulas en volacUzo. com~
plcmentado~ e n todo caso~ con u n sillar o d intd central apoyando sobre los extrc.m os
de c:sas mc.'n.sulas.
Conviene d istinguir tarnbitn dos clases de arco, que pueden llamarse arco enju~
tado y arco exento (lig. VI l. 2 y 3), por la prcsenc.ia o la fitlta de e njutas o de tímpa·
nos maciz.os. En el p rime ro. la Ac:úón dd p ropio arco está impedid a por el muro
acompaJían tc, y aquél puede tornar simplemcncc el valor de u na arc:h ivolta. De este
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modo, puede no ser sólo el arco d q ue: trabaje, sino c:n trar también a ayudarle una
buena zona de mu ro -tímpano y manguardias- , dentro de la cual, la red de isoráti-
cas prc:.scnra una familia. en comp resión, q ue: desvía las cargas hacia lo.s estribos (flg.
VI l. 4). Los arcos dd a rte clásico y medieval eran arcos de este t ipo.
Por el cont rario, el arco exento - dc:l q ue son u n bellísimo ejemplo inicial los arcos
intermed ios de la Mezquita de Córdoba (fig. XVII. 3)- debe considerarse c.omo puro
a rco, desde u n punto de vista tmsio nal. Si la ley de reparto de cargas sobre él e.s fija,
la d irectriz p uede amoldarse al fu n icular de esas cargas, con o bjeto de que la p ic-ta
trab aje sólo a compresión. Pero si la sob recarga es variabl~ y puede:. cargar más intcn.-
samc:ntc: e n u na zona dd arco, esa parte [iendc: a hu ndirse, levantándose d arco por
orro lado y apareciendo flexiones de d istimos signos como [as que indican las dc:for.-
macio nes de la figura VIl. ;a. Pero, aun cuando la directriz in icial siga exactamente
el fun icular de cargas, si la luz. es grande y las tensiones de,'adas, el acortamiento de
la directriz, por c:fecto dc: la compresión, o bliga al arco a cambiar de forma y, por con.-
siguiemc, a trabajar e n flexión. Y no vale corregir d dcfecw en semido contrario¡ aJ
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