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PSICOTERAPIA Y
PSICOTERAPEUTA
Preámbulo.-
Entre 1975 y 1994 realicé una serie de investigaciones sobre las teorías psicológicas, las
técnicas psicoterapéuticas derivadas de ellas, la conducta del psicoterapeuta y su
efectividad.
Como psicólogo conocía las diversas teorías psicológicas y sus presupuestos. A mi modo
de ver cada una aportaba conocimientos valiosos referidos a aspectos específicos de la
conducta humana que podían aplicarse tanto para mantener la salud mental como para
ayudar a las personas a superar sus problemas. Cada una de ellas decía ser la única
teoría verdadera y científica, pero a mí no me parecía que alguna de ellas pudiera tener
la verdad única y absoluta y que más bien podían ser complementarias. Me parecían
más bien, como las piezas de un rompecabezas que unidas podían dar lugar a un
hermoso paisaje que fuera de beneficio para todos si dejábamos de lado el fanatismo de
ser miembro de la cofradía de tal o cual escuela psicológica. El intento de unificar todas
esas teorías era frustrante, no importaba cuán profundamente las estudiara, siempre
resultaba un paisaje más o menos maltrecho, donde cada pieza al final mantenía su
independencia.
Como individuo, como ser humano, que quería superar mis propias perturbaciones y
problemas me convertí en paciente de muchas de las formas originales de psicoterapia
derivadas de las principales corrientes escuelas de psicología. Me ayudaron mucho a
calmar los síntomas, pero no a remover la enfermedad. Durante ellas ponía mucho
cuidado entre lo que hacían los terapeutas, su efecto sobre mí y lo que decían las
teorías. Hallé entonces que todas estaban dirigidas al yo o al ego y que tenían un techo
o meta a alcanzar. Los terapeutas en general no se atenían a los hechos, a la evolución
de mi propia psicoterapia, sino que se limitaban a seguir a los lineamientos e
indicaciones de la teoría. Era como si aquellos terapeutas dijeran: si los hechos no
coinciden con la teoría, tanto peor para los hechos.
Como psicoterapeuta me preocupaba qué estaba haciendo realmente con las personas
que tenía ante mí y que tenían fe en que podía ayudarles. Las respuestas que hallaba en
los libros eran desconcertantes, pues hablaban de lo difícil que era sanar más que de
estrategias eficaces y soluciones. Las personas venían a mí y tenían angustia, estaban en
crisis, a punto de perder sus parejas o empleos HOY, pero las técnicas ofrecían
soluciones a demasiado largo plazo. Implícita o abiertamente se decía que la sanación
llevaba el mismo tiempo o mucho más que el transcurrido entre la aparición de los
síntomas y el momento de iniciar el proceso psicoterapéutico.
La comprensión de qué estuve haciendo y el por qué el cambio de perspectiva fue eficaz
la obtuve al estudiar epistemología, comprender la idea de paradigma que proponía
Thomas Kuhn y mi aproximación a los principios epistemológicos que derivaban de la
teoría cuántica y del caos.
Demás está decir que cada vez que me aproximaba a supervisar mis casos, mis
supervisores no me escucharon realmente y que el compartir cada nuevo hallazgo con
mis colegas, para ellos era una afrenta personal. Nunca imaginé que al presentar mis
primeros resultados de investigación sobre la teoría, la psicoterapia y la conducta del
psicoterapeuta pudiera despertar tanta agresividad hacia mí. Ingenuamente, presenté
esta ponencia ante los miembros de mi Departamento y tuve que desaparecerme por un
tiempo, mientras que cuando la presenté en el Congreso Internacional de Psicología en
Santiago de Chile (1993) tuve una buena y amplia acogida que me estimuló a seguir
indagando.
Hablar sobre cómo son en sí los hechos y lo que ello significa siempre ha sido mal visto
por la sociedad en general. Lo que nunca imaginé es que lo fuera en un campo como la
Psicología. Hasta donde llega mi experiencia, con honrosas excepciones, decir la verdad
nunca representó para la mayoría de mis colegas una oportunidad de hacer mejor las
cosas, sino una amenaza.
Mérida, 07/06/2011
RESUMEN
b) cómo ciertos presupuestos como el ser mentalmente sanos, haber pasado por un
proceso psicoterapéutico, la formación recibida, la identificación del terapeuta
con la teoría y la negación al consultante de toda posibilidad de metacomunicar
acerca del proceso, tienden a ser parte de un esquema defensivo para mantener
estables y sin revisar las teorías psicológicas, la manera de generar
conocimientos sobre la conducta humana, las técnicas psicoterapéuticas
derivadas de las teorías, la conducta del psicoterapeuta durante las sesiones con
pacientes, así como evadir el revisar aspectos de nuestra propia psyche como
psicoterapeutas que pueden interferir en nuestra efectividad y/o profundizar
nuestros propios problemas psicológicos.
f) e) Existe la tendencia a defender las teorías más que prestar atención a los
resultados de las técnicas derivadas de ellas, mediante estrategias que van desde
poner en duda las motivaciones de quien hace las observaciones hasta el uso de
las estrategias de autovalidación de las teorías.
TEORIA, PSICOTERAPIA Y PSICOTERAPEUTA
Durante este siglo, mientras las ciencias en general han venido modificando o
descartando él paradigma cartesiano—newtoniano, producto de la Revolución
Científica, o introduciendo y asimilando los nuevos paradigmas de la mecánica
cuántica—relativista y del caos; en psicopatología, psicología clínica, psiquiatría y
psicoterapia aún mantenemos principios epistemológicos del paradigma cartesiano—
newtoniano tales como el de la existencia de una “realidad objetiva y definitiva”, las
relaciones causa-efecto lineales y obviar la importancia de las relaciones.
Pienso que él mantenimiento en las áreas de la salud mental de los postulados básicos
del paradigma cartesiano—newtoniano ha contribuido en la práctica clínica a una
actitud defensiva, la cual abarca toda aquella serie de conductas que usamos los
terapeutas con el objeto de mantener estables y sin revisar ciertos aspectos de nuestra
propia psyche, la forma de elaborar el conocimiento, las teorías y técnicas que
compartimos, así como nuestra conducta como psicoterapeutas.
Ahora bien, el primer gran problema para establecer las leyes del universo, así como
para elaborar ese conjunto de conocimientos indudables, estriba en determinar cuál es
el punto de partida o idea primera y rectora que debemos adoptar, pues no hay
indicador ni criterio alguno que nos lo diga. En este sentido, no existe un punto de
referencia único y absoluto, que nos permita determinar objetiva e independiente cuál
es esa “verdad primera”, razón por lo cual la idea rectora se establece en base a
acuerdos.
Unido a lo anterior tenemos otros problemas. Cada punto de partida, junto con las
normas para establecer un objeto de estudio, su definición, modo de conocerlo y
ordenar los conocimientos obtenidos… da origen a descripciones totalmente diferentes
de la “realidad”; determina nuestra relación con ella; condiciona y determina que sólo
nuestro punto de vista es auténtico; invalida los demás puntos de vista e impide
concebir y percibir realidades distintas.
El mismo sistema de reglas y principios sobre los que construimos nuestras teorías
genera una percepción selectiva tal, que nos induce a percibir lo que deseamos, pues
ellas determinan el tipo de experiencias que efectuaremos, el modo de realizarlas, la
gama de soluciones admisibles por la comunidad científica, así como la forma de
interpretar los resultados.
En psicología el fenómeno de autovalidación se acentúa debido a la complejidad y
superdeterminación del comportamiento. Ya que cualquier comportamiento está
superdeterminado o es el producto final de innumerables factores y cualquier factor
motivador tiende a participar en cualquier comportamiento, se puede llegar a la falsa
conclusión de que toda conducta puede ser explicada partiendo del factor o factores
considerados como significativos y determinantes por cualquier teoría particular.
Así, siempre es posible hallar presente en la explicación de la conducta factores como el
procesamiento de la información, el inconsciente o el refuerzo. Igualmente, es posible
darle mayor relevancia a uno de ellos, percibirlo dándole otro nombre o no percibirlo
en absoluto, pues la teoría no contempla dicho factor o no plantea esa clase de
fenómenos.
Existen además, teorías que por la forma como han sido elaboradas y por la manera de
desplegar sus técnicas, contemplan elementos que invalidan todo intento de
modificación y que, al mismo tiempo, descalifican a las teorías y técnicas restantes,
como sucede con el psicoanálisis.
SALUD MENTAL
Como terapeutas nos ocupamos del cambio del comportamiento para ayudar a alcanzar
la salud mental a quienes nos consultan. Esto nos plantea el problema de qué es salud
mental y qué es lo que se debe cambiar.
En las instituciones relacionadas con la salud mental, al menos por lo que conozco en
Venezuela e Italia, se emplean estrategias como ignorar métodos y resultados,
traducirlas a la teoría y técnica compartida por el grupo o se suelen hacer
interpretaciones sobre la propia salud mental del disidente.
En este sentido, la propia salud mental del terapeuta es dudosa y se presta a que éste
mantenga oculto ciertos aspectos de su propia psyche sin elaborar, así como a
mantener ciertas conductas que pudieran ser indeseables. La teoría puede ser entonces
no sólo una justificación para no sanar, una huida a los propios problemas, sino
además, una justificación para no evaluar el propio comportamiento como terapeuta y
salvar toda responsabilidad frente al consultante; para usar la terapia como medio de
proporcionarse satisfacciones de tipo económico, sexual, seguridad, estima y
reafirmación de la propia identidad, así como el no tener que mirar a los lados y
estudiar más.
La misma idea de que el terapeuta deba mantener una actitud “objetiva”, es decir, de
consciencia no participativa, es imposible, contradictoria, defensiva e insana. Dicha
actitud es imposible de lograr, porque, por un lado, se quiera o no, no importa la teoría,
el terapeuta deberá seleccionar los aspectos conductuales señalados por ella y deberá
interpretarlos y hacer algo con ellos y, por otro lado, porque como señala Laing (1974)
“La despersonalización en una teoría que quiere ser una teoría de las personas es tan
falsa como la despersonalización esquizoide de los demás” (p. 20).
Según el eje de las teorías sobre la salud mental debemos ser sanos. Ahora bien, ello es
imposible: primero, porque no sabemos qué es estar mentalmente sanos: no existe un
punto de partida único y objetivo que nos permita deducirlo. Segundo, porque ser
“sanos” implica ser según un “ideal”, lo cual niega la individualidad. Toda reserva
respecto al “ideal” es considerada en sí misma una manifestación de insanidad.
Tercero, prestar atención a aspectos no contemplados por la teoría es considerado una
distracción o signo de “locura” y, en el mejor de los casos, fuera de lugar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
En una obra que en este momento estoy terminando de escribir a la que denominaré
Lo Creativo/Lo Creado: El cuerpo Inteligente, expongo de manera más profunda cómo
la manera en que ha evolucionado nuestra consciencia, en particular a la luz del
paradigma mecanicista, nos ha conducido a una sociedad esquizofrénica.