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TEORÍA

PSICOTERAPIA Y
PSICOTERAPEUTA

DEL GROSSO JOSE


Universidad de los Andes Mérida, Venezuela
TEORIA, PSICOTERAPIA Y PSICOTERAPEUTA

JOSE DEL GROSSO


DPTO. DE PSICOLOSIA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
MERIDA—MERIDA, VENEZUELA, 1994.

Preámbulo.-

Entre 1975 y 1994 realicé una serie de investigaciones sobre las teorías psicológicas, las
técnicas psicoterapéuticas derivadas de ellas, la conducta del psicoterapeuta y su
efectividad.

Como psicólogo conocía las diversas teorías psicológicas y sus presupuestos. A mi modo
de ver cada una aportaba conocimientos valiosos referidos a aspectos específicos de la
conducta humana que podían aplicarse tanto para mantener la salud mental como para
ayudar a las personas a superar sus problemas. Cada una de ellas decía ser la única
teoría verdadera y científica, pero a mí no me parecía que alguna de ellas pudiera tener
la verdad única y absoluta y que más bien podían ser complementarias. Me parecían
más bien, como las piezas de un rompecabezas que unidas podían dar lugar a un
hermoso paisaje que fuera de beneficio para todos si dejábamos de lado el fanatismo de
ser miembro de la cofradía de tal o cual escuela psicológica. El intento de unificar todas
esas teorías era frustrante, no importaba cuán profundamente las estudiara, siempre
resultaba un paisaje más o menos maltrecho, donde cada pieza al final mantenía su
independencia.

Como individuo, como ser humano, que quería superar mis propias perturbaciones y
problemas me convertí en paciente de muchas de las formas originales de psicoterapia
derivadas de las principales corrientes escuelas de psicología. Me ayudaron mucho a
calmar los síntomas, pero no a remover la enfermedad. Durante ellas ponía mucho
cuidado entre lo que hacían los terapeutas, su efecto sobre mí y lo que decían las
teorías. Hallé entonces que todas estaban dirigidas al yo o al ego y que tenían un techo
o meta a alcanzar. Los terapeutas en general no se atenían a los hechos, a la evolución
de mi propia psicoterapia, sino que se limitaban a seguir a los lineamientos e
indicaciones de la teoría. Era como si aquellos terapeutas dijeran: si los hechos no
coinciden con la teoría, tanto peor para los hechos.

Como psicoterapeuta me preocupaba qué estaba haciendo realmente con las personas
que tenía ante mí y que tenían fe en que podía ayudarles. Las respuestas que hallaba en
los libros eran desconcertantes, pues hablaban de lo difícil que era sanar más que de
estrategias eficaces y soluciones. Las personas venían a mí y tenían angustia, estaban en
crisis, a punto de perder sus parejas o empleos HOY, pero las técnicas ofrecían
soluciones a demasiado largo plazo. Implícita o abiertamente se decía que la sanación
llevaba el mismo tiempo o mucho más que el transcurrido entre la aparición de los
síntomas y el momento de iniciar el proceso psicoterapéutico.

Durante mi formación oficial como psicoterapeuta se me inculcaba que yo debía ser


objetivo, es decir, mantenerme distante emocionalmente del paciente y mostrarme
imperturbable, lo que en mi caso no sirvió de nada, pues cómo podía ser indiferente al
sufrimiento ajeno, sobre todo cuando éste tocaba de alguna manera mis problemas no
resueltos.
Una de mis pacientes me abrió los ojos. Ella, una hermosa chica que estudiaba
medicina repentinamente comenzó a presentar síntomas de fobia. La fobia se fue
apoderando de sus espacios hasta llegar un momento en que no salía ni de su cuarto. La
chica vino a consulta porque venía acompañada de su padre y sus tres hermanos, era la
única forma que ella salía de su casa. Una vez que me relató su problema, yo le dije
cómo íbamos a trabajar bajo la técnica psicoanalítica. Le mencioné entre otras cosas
que debería relatarme su infancia, todo lo que le viniera libremente, sus sueños… Ella
me miraba fijamente a los ojos mientras decía todas esas cosas. Entonces, me
interrumpió y me preguntó: ¿Doctor, usted cree en verdad que si hacemos todo eso, yo
voy a sanarme? La pregunta llegó directamente a mi inconsciente, interrumpiendo toda
la perorata intelectual que me habían inyectado y desde lo más profundo de mí le dije,
NO. Intentemos otra forma de abordar juntos el problema. Tuvimos algunas sesiones
más y juntos inventamos, pero luego desapareció. Después de 18 años la encontré
trabajando en una institución pública, había superado por sí misma sus problemas, se
había casado y mantenía una relación normal con su esposo e hijos. Me dijo: Usted me
dio la suficiente confianza en mí como para que yo solucionara mis problemas.

De hecho, durante esos 18 años en que no la vi aprendí técnicas no convencionales de


psicoterapia y me quité la camisa de fuerza que los formalismos y la psiquiatría oficial
nos imponían a la hora de ayudar a las personas. Técnicas como la Pragmática de la
Comunicación Humana, la Hipnosis de Milton Erickson, las técnicas de MRI… y mi
cambio de perspectiva de la situación terapéutica me ayudaron personalmente en la
solución de muchos de mis problemas, reafirmaron mi creencia en las potencialidades
que cada ser humano tiene naturalmente y, por supuesto, ayudé a muchas personas a
solucionar sus problemas de manera efectiva y prolongada.

La comprensión de qué estuve haciendo y el por qué el cambio de perspectiva fue eficaz
la obtuve al estudiar epistemología, comprender la idea de paradigma que proponía
Thomas Kuhn y mi aproximación a los principios epistemológicos que derivaban de la
teoría cuántica y del caos.

Demás está decir que cada vez que me aproximaba a supervisar mis casos, mis
supervisores no me escucharon realmente y que el compartir cada nuevo hallazgo con
mis colegas, para ellos era una afrenta personal. Nunca imaginé que al presentar mis
primeros resultados de investigación sobre la teoría, la psicoterapia y la conducta del
psicoterapeuta pudiera despertar tanta agresividad hacia mí. Ingenuamente, presenté
esta ponencia ante los miembros de mi Departamento y tuve que desaparecerme por un
tiempo, mientras que cuando la presenté en el Congreso Internacional de Psicología en
Santiago de Chile (1993) tuve una buena y amplia acogida que me estimuló a seguir
indagando.

Hablar sobre cómo son en sí los hechos y lo que ello significa siempre ha sido mal visto
por la sociedad en general. Lo que nunca imaginé es que lo fuera en un campo como la
Psicología. Hasta donde llega mi experiencia, con honrosas excepciones, decir la verdad
nunca representó para la mayoría de mis colegas una oportunidad de hacer mejor las
cosas, sino una amenaza.

José Del Grosso

Mérida, 07/06/2011
RESUMEN

La presente ponencia es un análisis epistemológico de las principales teorías


psicológicas clásicas: conductismo, psicoanálisis, reflexología y sus principales
derivaciones; de las técnicas psicoterapéuticas derivadas de ellas y de la conducta que
los psicoterapeutas deben adoptar.

Los hallazgos de las investigaciones en el ámbito de la termodinámica, el


electromagnetismo, las investigaciones de Max Planck, Einstein y muchos otros
investigadores derribaron de modo contundente los principios epistemológicos del
paradigma cartesiano-newtoniano y, por ende, los presupuestos sobre los cuales se
fundamentaban las principales teorías psicológicas, sus aplicaciones en el ámbito de la
salud mental y física, así como las prácticas de sus seguidores.

Este trabajo se apoya en esos hallazgos y a la luz de la epistemología trata de poner en


evidencia las principales dificultades de los psicoterapeutas para darse cuenta de las
contradicciones y confusiones de las teorías que siguen; los mecanismos de defensa
para mantener la ceguera teórica y los mecanismo de defensa usados para mantener su
posición teórico y métodos de tratamiento. También hace notar las dificultades para
rehacer la teoría y la práctica derivadas de las viejas teorías.

a) Entre los resultados del análisis destacan:

b) cómo ciertos presupuestos como el ser mentalmente sanos, haber pasado por un
proceso psicoterapéutico, la formación recibida, la identificación del terapeuta
con la teoría y la negación al consultante de toda posibilidad de metacomunicar
acerca del proceso, tienden a ser parte de un esquema defensivo para mantener
estables y sin revisar las teorías psicológicas, la manera de generar
conocimientos sobre la conducta humana, las técnicas psicoterapéuticas
derivadas de las teorías, la conducta del psicoterapeuta durante las sesiones con
pacientes, así como evadir el revisar aspectos de nuestra propia psyche como
psicoterapeutas que pueden interferir en nuestra efectividad y/o profundizar
nuestros propios problemas psicológicos.

c) El hecho de que el conocimiento sobre la salud mental sea una elaboración


mental y, a su vez, una autoreferencia, pone en duda la supuesta objetividad
sobre cualquier afirmación que podamos hacer sobre la salud mental y, por lo
tanto, sobre quién es sano o no.

d) Aun aceptando las definiciones existentes de salud mental, éstas no representan


sino idealizaciones, lo cual implica negar la individualidad del consultante en
favor de las mismas.

e) La actitud de objetividad o consciencia no participativa que debe mantener el


terapeuta durante las sesiones es un acto de despersonalización.

f) e) Existe la tendencia a defender las teorías más que prestar atención a los
resultados de las técnicas derivadas de ellas, mediante estrategias que van desde
poner en duda las motivaciones de quien hace las observaciones hasta el uso de
las estrategias de autovalidación de las teorías.
TEORIA, PSICOTERAPIA Y PSICOTERAPEUTA

La Revolución Científica, no sólo introdujo un nuevo orden de ideas y concepción de la


naturaleza, sino, además, cambios tan profundos en el comportamiento de la mayoría
de las personas, que aún hoy día, nos siguen afectando significativamente.

Durante este siglo, mientras las ciencias en general han venido modificando o
descartando él paradigma cartesiano—newtoniano, producto de la Revolución
Científica, o introduciendo y asimilando los nuevos paradigmas de la mecánica
cuántica—relativista y del caos; en psicopatología, psicología clínica, psiquiatría y
psicoterapia aún mantenemos principios epistemológicos del paradigma cartesiano—
newtoniano tales como el de la existencia de una “realidad objetiva y definitiva”, las
relaciones causa-efecto lineales y obviar la importancia de las relaciones.

Pienso que él mantenimiento en las áreas de la salud mental de los postulados básicos
del paradigma cartesiano—newtoniano ha contribuido en la práctica clínica a una
actitud defensiva, la cual abarca toda aquella serie de conductas que usamos los
terapeutas con el objeto de mantener estables y sin revisar ciertos aspectos de nuestra
propia psyche, la forma de elaborar el conocimiento, las teorías y técnicas que
compartimos, así como nuestra conducta como psicoterapeutas.

Esta defensividad puede ser entendida como una sustitución, modificación y


enmascaramiento de los mecanismos de defensa del común de las personas, sólo que
en el terapeuta adquiere las características de ser más sutil, sofisticada y encubierta.

DIFICULTAD PARA VERNOS

Es difícil identificar, concientizar y aceptar los mecanismos de defensa surgidos de esta


defensividad, pues se supone que quienes nos dedicamos a esta labor somos personas
sanas dentro de ciertos límites y estamos capacitados para administrar la salud mental,
esto es, hemos recibido una preparación y formación científica que avala nuestra
capacidad para establecer y desarrollar marcos de referencia, teorías, parámetros y
criterios de salud mental, observar, diagnosticar y sanar.

También es difícil de lograr, ya que el proceso terapéutico se suele centrar en el


consultante y se supone que durante éste ni terapeuta ni consultante metacomunican
sobre él.

Implícitamente, toda metacomunicación y retroalimentación por parte del consultante


sobre la terapia, la técnica, el comportamiento del terapeuta y el contexto de la terapia
en general queda negada porque se supone que ésta es una persona cuya capacidad de
percepción, pensamiento y expresión están alterados significativamente como para ser
tomados en serio. Para algunos terapeutas es síntoma de no querer sanar y prueba del
desequilibrio del consultante.

ELABORACION DEL CONOCIMIENTO Y TEORIAS

En general, la construcción del conocimiento científico supone partir de un marco de


referencia global del cosmos o paradigma, el cual, a su vez, nos permita elaborar teorías
particulares sobre los diversos aspectos de la “realidad”.
Según el legado del paradigma cartesiano—newtoniano, existe una verdad objetiva”,
derivada del objeto, el cual es autónomo e independiente del observador. Según esto si
detectamos una verdad indudable y a partir de ella seguimos un método o
procedimiento seguro es posible construir un conjunto de conocimientos que poco a
poco nos lleven a ordenar la realidad objetiva y alcancemos la verdad global de todo
aquello que es cognoscible, es decir, que nos conduzca al establecimiento de un orden
de cosas que nos indique definitivamente que el mundo es así y no de otra forma.

Ahora bien, el primer gran problema para establecer las leyes del universo, así como
para elaborar ese conjunto de conocimientos indudables, estriba en determinar cuál es
el punto de partida o idea primera y rectora que debemos adoptar, pues no hay
indicador ni criterio alguno que nos lo diga. En este sentido, no existe un punto de
referencia único y absoluto, que nos permita determinar objetiva e independiente cuál
es esa “verdad primera”, razón por lo cual la idea rectora se establece en base a
acuerdos.

Unido a lo anterior tenemos otros problemas. Cada punto de partida, junto con las
normas para establecer un objeto de estudio, su definición, modo de conocerlo y
ordenar los conocimientos obtenidos… da origen a descripciones totalmente diferentes
de la “realidad”; determina nuestra relación con ella; condiciona y determina que sólo
nuestro punto de vista es auténtico; invalida los demás puntos de vista e impide
concebir y percibir realidades distintas.

Tampoco podemos desligar la elaboración del conocimiento científico ni del momento


histórico y social de las personas que lo llevan a cabo ni de los procesos psíquicos de los
individuos que intervienen en él. Como dice Polanyi, el conocimiento no puede ser
impersonal.

La afirmación “conocimiento objetivo” es una contradicción, pues todo conocimiento es


producido en términos de significados, de modo que el conocedor no puede ser
excluido del proceso de conocer (cit. por Bergman, 1997).

Lograr la objetividad es además imposible, puesto que toda afirmación derivada de la


elaboración de la información proveniente de nuestros sentidos implica, por una parte,
la confirmación y aceptación o no tanto de cierta “realidad”, como de la forma de
manejarla en un grupo determinado y, por otro, una valoración de la fiabilidad de
nuestro ser, de nuestros sentidos, de nuestra cordura, de nuestra forma de procesar la
información percibida y la posibilidad de ser aceptados o rechazados por el grupo de
pertenencia.

TEORIAS, AUTOREFERENCIA Y AUTOVALIDACION

La situación anterior se hace más compleja en el caso de nosotros terapeutas, de un


lado, porque la elaboración de teorías y técnicas terapéuticas no se refieren a algo ajeno
a nosotros, es decir, a una “salud mental”, sino tanto a nuestra salud mental como a la
de los demás, por ende, expresa algo sobre lo que somos y, por otro, porque toda teoría
se autovalida.

El mismo sistema de reglas y principios sobre los que construimos nuestras teorías
genera una percepción selectiva tal, que nos induce a percibir lo que deseamos, pues
ellas determinan el tipo de experiencias que efectuaremos, el modo de realizarlas, la
gama de soluciones admisibles por la comunidad científica, así como la forma de
interpretar los resultados.
En psicología el fenómeno de autovalidación se acentúa debido a la complejidad y
superdeterminación del comportamiento. Ya que cualquier comportamiento está
superdeterminado o es el producto final de innumerables factores y cualquier factor
motivador tiende a participar en cualquier comportamiento, se puede llegar a la falsa
conclusión de que toda conducta puede ser explicada partiendo del factor o factores
considerados como significativos y determinantes por cualquier teoría particular.
Así, siempre es posible hallar presente en la explicación de la conducta factores como el
procesamiento de la información, el inconsciente o el refuerzo. Igualmente, es posible
darle mayor relevancia a uno de ellos, percibirlo dándole otro nombre o no percibirlo
en absoluto, pues la teoría no contempla dicho factor o no plantea esa clase de
fenómenos.

Existen además, teorías que por la forma como han sido elaboradas y por la manera de
desplegar sus técnicas, contemplan elementos que invalidan todo intento de
modificación y que, al mismo tiempo, descalifican a las teorías y técnicas restantes,
como sucede con el psicoanálisis.

SALUD MENTAL

Como terapeutas nos ocupamos del cambio del comportamiento para ayudar a alcanzar
la salud mental a quienes nos consultan. Esto nos plantea el problema de qué es salud
mental y qué es lo que se debe cambiar.

En la actualidad las teorías y técnicas psicoterapéuticas más reconocidas se sustentan


sobre el paradigma cartesiano—newtoniano, lo que significa que han sido desarrolladas
alrededor de algún o algunos principios considerados como angulares o verdades
indudables. En la clínica se parte de la existencia de una verdad objetiva y de la
posibilidad de establecer definitivamente qué es la salud mental, cómo alcanzarla y
cómo mantenerla. Pero como en el paradigma cartesiano—newtoniano las teorías
psicológicas oficiales mantienen escindidos objeto y sujeto, no integran a ellas ni el
contexto ni las relaciones interpersonales entre otros aspectos destacados por la
epistemología cuántica.

Sólo se considera “normal” o “sano” un cierto tipo de comportamiento dentro de ciertos


límites, los cuales, por lo regular, tienden a preservar el status quo tanto de la sociedad
como de todo aquel que lo que representa mediante el ejercicio de la clínica. También,
se tiende a obviar, negar o distorsionar convenientemente la intervención y el acuerdo
entre los clínicos en la elaboración y mantenimiento de los principios rectores, así como
toda referencia espacio—temporal.

DEFENDER LA TEORIA NO ATENDER A LOS RESULTADOS

Mientras en otras ciencias e incluso en ciertas áreas de la psicología que no están


directamente vinculadas a la salud mental se presta mucha atención a los resultados, en
clínica se tienda a preservar y defender la teoría y a obviar los hechos. Es como si los
seguidores de las teorías clínicas dijeran “Sólo nosotros curamos a las personas, pues
estar sano es “X” y sólo nosotros sabemos cómo lograrlo”
Quien se interesa por los resultados de las técnicas, por lo regular, es considerado
sospechoso. De hecho, durante actividades colectivas e individuales de exposición y
supervisión de casos se suele eludir el problema de la efectividad mediante prácticas
como hablar la mayor parte del tiempo de los síntomas del paciente, de sus insight, sus
resistencias al cambio y denotar algunos logros, mientras se hace poca o ninguna
referencia a la actuación del terapeuta. En general se tiende a ocultar qué hacemos con
el consultante. Yo mismo, tanto en Venezuela como en Italia he sido víctima de mi
osadía de hablar sobre mi propio comportamiento como terapeuta y la efectividad de
las técnicas usadas.

Quien es disidente, descubre rápidamente que al manifestar a sus colegas puntos de


vista diferente a los de ellos, son descalificados, criticados, ridiculizados e ignorados;
que los colegas no muestran interés alguno ante las fallas metodológicas y de tipo
epistemológico; que se hacen los sordos ante los hechos que muestran la ineficacia de
sus técnicas y que, además, comienzan a ser indagados sobre sus motivaciones internas
al señalar los hechos.

En las instituciones relacionadas con la salud mental, al menos por lo que conozco en
Venezuela e Italia, se emplean estrategias como ignorar métodos y resultados,
traducirlas a la teoría y técnica compartida por el grupo o se suelen hacer
interpretaciones sobre la propia salud mental del disidente.

Para agravar más la situación, la formación de nuevos terapeutas no da cabida a nuevas


aproximaciones o a la experimentación de nuevas técnicas, pues quién se forma
depende para su graduación y calificación de clínicos más antiguos. El ser diferente
compromete seriamente la reputación. Entre las alternativas que puede vislumbrar
quien ve las cosas diferentes están el pasar por alto, callar y esperar a estar en un
momento económico y profesional que le permita independizarse.

En la ciencia hay un acuerdo implícito de preservar las técnicas eficaces y descartar y


sustituir las ineficaces Extrañamente en clínica, esto no se hace. Cómo hacerlo si
durante la formación de los terapeutas no se provee a éstos de criterios epistemológicos
e, igualmente, la mayoría de las terapias oficiales carecen de criterios sobre qué es el
éxito terapéutico.

CURAR SIN CURARNOS

La situación terapéutica en términos de verdades objetivas y definitivas es insostenible


y contradictoria: las teorías psicoterapéuticas suponen implícitamente en el terapeuta
amplitud de consciencia, receptividad, capacidad para escuchar y un máximo de
flexibilidad e innovación, lo cual, al mismo tiempo, constituye algunos de los criterios
de salud mental. Sin embargo, la formación de los terapeutas, así como el propio
proceso terapéutico, inducen a percibir y a actuar según el modelo de la teoría, lo que
significa que será ciego y sordo a todo aquello que no está contemplado por el modelo
teórico y que toda su actuación estará sesgada por él.

En este sentido, la propia salud mental del terapeuta es dudosa y se presta a que éste
mantenga oculto ciertos aspectos de su propia psyche sin elaborar, así como a
mantener ciertas conductas que pudieran ser indeseables. La teoría puede ser entonces
no sólo una justificación para no sanar, una huida a los propios problemas, sino
además, una justificación para no evaluar el propio comportamiento como terapeuta y
salvar toda responsabilidad frente al consultante; para usar la terapia como medio de
proporcionarse satisfacciones de tipo económico, sexual, seguridad, estima y
reafirmación de la propia identidad, así como el no tener que mirar a los lados y
estudiar más.

La misma idea de que el terapeuta deba mantener una actitud “objetiva”, es decir, de
consciencia no participativa, es imposible, contradictoria, defensiva e insana. Dicha
actitud es imposible de lograr, porque, por un lado, se quiera o no, no importa la teoría,
el terapeuta deberá seleccionar los aspectos conductuales señalados por ella y deberá
interpretarlos y hacer algo con ellos y, por otro lado, porque como señala Laing (1974)

“La despersonalización en una teoría que quiere ser una teoría de las personas es tan
falsa como la despersonalización esquizoide de los demás” (p. 20).

En el caso de las terapias no directivas la “actitud de objetividad” es contradictoria,


porque se obvia el aspecto conativo de la comunicación y no se reconoce que en toda
comunicación no sólo hay un contenido, sino además información acerca de qué hacer
con ella. Es defensiva porque el “mantener la distancia” puede estar expresando el
propio temor a la “locura” y a aquellos problemas que expresa el consultante y no han
sido resueltos por el terapeuta. Y es insana, porque exige una actitud despersonalizada
al terapeuta, esto es, una posición esquizoide, la cual impone al consultante, de modo
que incluso para hablar de sí mismo usará expresiones como mi mente, mis
condicionamientos o mis relaciones objétales… como algo ajeno a él.

Según el eje de las teorías sobre la salud mental debemos ser sanos. Ahora bien, ello es
imposible: primero, porque no sabemos qué es estar mentalmente sanos: no existe un
punto de partida único y objetivo que nos permita deducirlo. Segundo, porque ser
“sanos” implica ser según un “ideal”, lo cual niega la individualidad. Toda reserva
respecto al “ideal” es considerada en sí misma una manifestación de insanidad.
Tercero, prestar atención a aspectos no contemplados por la teoría es considerado una
distracción o signo de “locura” y, en el mejor de los casos, fuera de lugar.

Quedan en la Sombra, encubiertas por la misma “objetividad”, otras intensiones como


pueden ser: el mantenimiento del prestigio social derivado del hacer cierto tipo de
terapia y pertenecer a cierta comunidad de terapeutas, las ventajas económicas que
reporta, el no reconocer errores, la responsabilidad que tenemos en la forma de guiar al
paciente hacia su sanación, la duración de su sufrimiento, así como una forma de
congraciarse con el status quo político, económico, militar y religioso o, en el mejor de
los casos, una forma de proteger nuestra estima, reconocimiento y pertenencia al
gremio de la clínica y, por ende, evitar ser rechazados.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Heisenberg, W. (1991). “Indeterminazione e Realta”. Napoli: Guida.

Laing .R. (1974). “El yo dividido”. México: Fondo de Cultura. Económica.Watzlawick,.


Beavin y. Don D. Sackson. (1971). “Pragmatica della comunicazione umana: studio dei
modelli interattivi e dei paradossi”. Roma, Astrolabio.

Watzlawick y Weakland. (1978). “La. Prospettiva relazionale”. Romas Astrolabio.

Watzlawick P. (1990). „Il codino del Barone Münchhausen Ovvero! psicoterapia e


realiti”. (2a. cd.). Milano: Feltrinelli.
delgrosso.jose@gmail.com

En una obra que en este momento estoy terminando de escribir a la que denominaré
Lo Creativo/Lo Creado: El cuerpo Inteligente, expongo de manera más profunda cómo
la manera en que ha evolucionado nuestra consciencia, en particular a la luz del
paradigma mecanicista, nos ha conducido a una sociedad esquizofrénica.

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