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rmano Juan Carlos -más alto que él y todavía más flaco- en camión Tres Estrellas de Oro de

segunda clase, entre gallinas, puercos y olor a chilorio, machaca y chorizo. Tras las 24 horas у de
carretera, llegó en calidad de jerga y nadie lo levantó. “Venimos a conocer”, dijeron. Creían que la
ciudad de México se componía de La Villa, Chapultepec, la Alameda y el Zócalo.

La segunda vez era estudiante de periodismo de la Escuela de Comunicación Social de Sinaloa y


participó en un congreso en la escuela Carlos Septién García con su maestra María Teresa Zazueta.
Ella lo llevó al teatro, recorrieron museos y galerías, asistieron a conciertos, compraron libros
católicos y después de admirar el mural de Diego Rivera en el Hotel dela la capital, siempre se
hospedaba en el

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