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Teorías éticas
 
 
 
Dilemas
 
La teoría ética del emotivismo puede conducir a muchos
dilemas morales, ya que basa la valoración ética de una acción en los sentimientos
morales que nos provoca la contemplación o el pensamiento de ese acto.
Imaginemos el siguiente caso: tú percibes la decisión de abortar como algo correcto
moralmente, ya que antepones el derecho de la madre sobre su propio cuerpo; en cambio,
tu pareja lo percibe como algo inmoral, ya que para ella es prioritario el derecho a la vida
del feto. Desde una perspectiva emotivista, el mismo hecho (decidir si abortar o no) es
percibido emocionalmente de dos formas diferentes.
¿Qué criterio seguirías tú entonces para tratar de convencer a tu pareja acerca de la
conveniencia o no de abortar?
 

 
 
Los estoicos argumentaron que el sabio, si quería ser feliz, debía evitar las pasiones y
concentrarse en el deber que le dictaba la naturaleza, puesto que para ellos ceder a las
pasiones significaba un desequilibrio psicológico que, a la larga, nos provocaba
infelicidad.
Seguramente, en muchas ocasiones te habrás encontrado con un dilema de tintes
estoicos y habrás dudado entre seguir tus inclinaciones pasionales o no hacerlo por
respeto al deber moral. Nosotros te vamos a plantear uno de estos posibles dilemas.
Supongamos que estudias el último curso del bachillerato y tienes un examen
importantísimo para el lunes, en una materia que te resulta difícil y cuyas notas a lo largo
del curso te dan una media de 4. Sabes que la única oportunidad de aprobar la asignatura
y poder ir a Selectividad es sacar una buena nota en ese último examen.
Casualmente el sábado toca tu grupo de música favorito en una ciudad cercana. Un
grupo de fans (al que tu perteneces) organiza un viaje para ver el concierto. Se trata de un
grupo extranjero que nunca antes ha venido a España y que se caracteriza por dar muy
pocas galas en directo. Sabes que si te pierdes esa oportunidad, tardarás bastantes años en
poder tener otra semejante.
Tu duda es difícil de resolver: ¿debes mentir a tus padres diciéndoles que no tienes
ningún examen el lunes para que te dejen ir a ver el concierto? ¿O debes renunciar a él a
causa de tus obligaciones escolares?
En el caso de que cedieras a tus deseos y fueras al concierto ¿tendrías luego
sentimientos de culpa en caso de suspender la asignatura? ¿Qué te produciría más placer:
ver a tus ídolos y pasarte todo el verano estudiando la asignatura, o aprobar aunque te
perdieras el concierto?
 

 
 
Exponemos a continuación el conocido dilema que un joven presentó a Sartre,
pidiéndole consejo sobre lo que hacer, y que el filósofo siempre puso como ejemplo para
indicar que cada dilema moral implica unas circunstancias tan personales (donde
intervienen la personalidad del sujeto, las peripecias vitales, las ideas personales, etc.)
que es imposible establecer normas generales que sean válidas para situaciones
parecidas.
El dilema es el siguiente:
Un joven se pregunta qué hacer: si alistarse voluntario al ejército porque la patria ha
sido invadida por un enemigo exterior, o renunciar a luchar por su país y quedarse en
cada cuidando a su madre enferma.
Cuando el joven le planteó el dilema, Sartre le dijo simplemente que él no podía
ayudarle, puesto que esa decisión era totalmente personal y, por tanto, debía decidirla él.
En lo único que le podía servir de ayuda era en entender la angustia que le provocaba ese
dilema.
¿Qué harías tú en un caso semejante?
 

 
 
Para Sartre, llevar una existencia inauténtica consiste en buscar cobijo bajo
determinadas ideologías para saber qué es lo que hay que hacer (pueden ser ideologías
religiosas, política, morales, culturales, de tribus urbanas, etc.). Por contra, una existencia
auténtica significa asumir que no existe nada más que esta vida, y que en ella somos
sujetos esencialmente libres, cuya esencia consiste precisamente en tomar decisiones
acerca de lo que deseamos para el futuro. Pero asumir esa libertad, nos provoca congoja,
angustia, incertidumbre...
Te pedimos que resuelvas el siguiente dilema: ¿qué prefieres tú: una existencia
confortablemente instalado en una creencia religiosa, política, etc., que te diga siempre lo
que tienes que hacer y así no vivir en la incertidumbre, o asumir totalmente que en este
mundo no puede esperarse nada salvo tu libertad interior, lo que te conducirá
inevitablemente a la duda y a la angustia de equivocarte al tener que elegir a cada
momento?
 

 
 
Te proponemos una variante sobre la conocida película Yo confieso, de A. Hitckock.
En ella un sacerdote católico recibe bajo el sacramento de confesión a un individuo que
se declara culpable de haber cometido un asesinato. Como sabrás, en la religión católica
existe el llamado secreto de confesión, por el cual un sacerdote no puede revelar nunca y
bajo ninguna circunstancia cualquier dato que le haya sido comunicado durante el
sacramento de la confesión.
En la película, se acusa del asesinato a un inocente, al que se considera sospechoso por
indicios y porque no puede aportar ninguna coartada que lo libere de la sospecha. El
sacerdote sabe que es inocente, pero no puede ir al juicio a declarar a su favor, porque su
religión le prohíbe tajantemente hacer públicos los secretos de confesión.
Imagínate que tú te encuentras en la situación de ese sacerdote. Decides que no puedes
decir quién es el culpable, pero que, en cambio, puedes ayudar al inocente que se sienta
en el banquillos de los acusados, eso sí, diciendo una mentira de acuerdo con él: que a la
hora del crimen el acusado estaba en tu iglesia confesándote contigo.
Sabes que mentir es un acto inmoral y que tu religión lo condena en todas las
circunstancias, pero piensas que en este caso puede salvar a un inocente. Se te plantea
entonces un dilema: ¿debes cometer una inmoralidad para conseguir un fin justo que es
salvar a un inocente de una condena segura? ¿Qué harías tú? Y ya de paso, ¿qué haría
Kant en esa situación?
 

 
 
El hecho de copiar en un examen con el fin de aprobarlo, a veces puede perjudicar a
los demás compañeros, como, por ejemplo, cuando se trata de una oposición a un puesto
de trabajo, o cuando la nota media influye en el examen de selectividad y por tanto en la
elección de plazas restringidas para una carrera o universidad.
Sin embargo, y en otras ocasiones, ese hecho no tiene influencia directa o material en
los demás, como sucede, por ejemplo, en la ESO, ya que las notas medias no tienen
repercusiones académicas significativas.
Supónte que tuvieras la oportunidad de copiar impunemente en un examen:
¿Lo harías si se tratase de una oposición?
¿Lo harías si tu acto no repercutiera en los demás?
¿Serías kantiano y no copiarías nunca, incluso aunque tuvieses oportunidad?
 

 
 
No se sabe muy bien por qué, pero desde hace muchas décadas los humoristas acuden
con demasiada frecuencia a una imagen bien conocida por todos: la de un grupo de
indígenas que colocan una cuba al fuego, mientras se relamen de gusto al ver llegar a la
aldea a un despistado explorador, el cual ignora -y en eso debe radicar la gracia del
chiste- que va a servir de cena en la mesa de los huéspedes que van a recibirlo.
Durante muchos siglos el canibalismo ha sido una práctica social (cuyos orígenes
pueden ser religiosos según algunos antropólogos, o simplemente una adaptación
evolutiva por motivos de supervivencia, según otros) muy extendida entre determinadas
tribus americanas, africanas o polinesias.
Si valoramos ese hecho desde el punto de vista moral, podemos encontrarnos con
diversas interpretaciones según sea la escuela ética que las efectúe. Para un relativista,
por ejemplo, no cabe hablar de práctica inmoral (cuanto menos desde la responsabilidad
moral de las tribus que practican canibalismo), ya que se trata de una costumbre ancestral
en la que han sido educados todos los miembros de la tribu, cuyas normas morales no
contemplan dicha costumbre como algo malo, sino al contrario. Para un relativista, por
tanto, no podemos juzgar moralmente ese hecho desde nuestras ideas éticas; a lo más que
podemos aspirar es a intentar convencer a los miembros de esa tribu de los efectos
nocivos que posee dicha práctica con el fin de que la abandonen por su propio
convencimiento.
En cambio, para los defensores del intuicionismo moral, de alguna manera los
indígenas deben intuir que esa costumbre no se ajusta a las normas morales innatas de los
seres humanos. Si esa tribu la practica es por costumbre y tradición, es decir, por algunos
motivos culturales que la justifican, a la vez que aportan razones para ‘convencer’ a los
miembros de esa sociedad de que dicha práctica debe seguir realizándose, bien sea por
motivos religiosos, de culto, o de cualquier otra índole.
Si tú tuvieras que juzgar moralmente esa conducta, optando por una de las dos
interpretaciones anteriores, ¿por cuál te decantarías y por qué?
 

 
 
En una votación en el Parlamento sobre si instaurar o no la pena de muerte en las
leyes del Estado, debes decidir si votas a favor o en contra de ella. Como tienes dudas de
conciencia, la noche anterior relees algunos libros de ética, concretamente las teorías de
diversas escuelas que defienden algún tipo de intuicionismo moral.
Después de reflexionar largamente sobre lo que puedes percibir intuitivamente acerca
de la moralidad o inmoralidad de la pena de muerte. ¿Qué votarías?
 

 
 
En España, el caso más famoso y más polémico sobre la Razón de Estado fue el caso
GAL. Como sabrás seguramente, el Ministerio del Interior (así lo entendieron los jueces,
ya que condenaron por ello al ministro y al subsecretario de Estado) creó y financió un
grupo parapolicial que se dedicó a cometer atentados contra miembros y simpatizantes de
ETA en el sur de Francia. Las consecuencias fueron varios etarras asesinados, aunque
también murieron algunos inocentes a causa de errores cometidos por el GAL. Como es
lógico, este grupo contó con la complicidad de la policía y los poderes públicos
españoles, quienes invocaron en secreto la Razón de Estado para tratar de justificar estos
actos.
La opinión pública española quedó dividida en este tema. Hubo quienes apoyaron
abiertamente al GAL (justificando que su fin era bueno: acabar con el terrorismo de
ETA); quienes rechazaron radicalmente tales métodos al considerarlos inequívocamente
inmorales, y quienes llegaron a decir que ellos estaban a favor de las acciones del GAL,
pero que las hubieran hecho con mucha mayor profesionalidad (con el fin de haber
evitado la muerte de inocentes y que al final se descubriera quiénes habían participado en
el GAL).
Si tú te tuvieras que manifestar al respecto, ¿a qué opinión de la tres anteriores te
sumarías y por qué razones?
 

 
 
Existe un tipo de relativismo moral, muy extendido entre todos nosotros, que no se
cuestiona teóricamente los fundamentos de la moralidad, sino que se limita a aplicarse en
casos concretos, según sea la finalidad que mueve nuestros actos. Inspirándonos en él,
tendemos a ‘relativizar’ el supuesto valor universal de las normas morales, es decir, a
establecer excepciones a la regla siempre que pensamos que esas excepciones pueden
beneficiarnos.
Por supuesto que, habitualmente, no aceptamos esas excepciones sin más, sino que
solemos justificarlas en ‘ciertas’ razones mediante las que buscamos -por decirlo de
alguna manera- una ‘coartada’ para nuestros actos.
Pongamos dos ejemplos concretos de situaciones que probablemente se te hayan
presentado alguna vez en tu vida cotidiana:
a) Es probable que habrás oído a algún compañero tuyo -o tal vez tú mismo lo hayas
pensado- que emborrarse un poco está bien, si con ello se vence la timidez y uno se
puede divertir a lo grande e incluso ligar gracias a esa desinhibición. De esa manera
(siempre que los fines sean buenos para uno mismo), se justifica la embriaguez, lo que
no sucedería en otros casos; por ejemplo, emborrarse para tener valor antes de cometer
ciertos actos violentos gratuitos.
b) Muchas personas ‘piratean’ discos o programas informáticos, aun a sabiendas de que
esa práctica está prohibida y que moralmente es reprobable (atenta contra los derechos
intelectuales de sus creadores y contra los derechos económicos de las empresas). Sin
embargo, tendemos a justificar nuestros actos diciéndonos que esas empresas ya ganan
suficiente dinero, o convenciéndonos de que nosotros no tenemos recursos económicos y
que, por tanto, sólo así podemos acceder a esos productos (es decir, justificamos nuestra
acción ‘por motivos de necesidad’), a los que consideramos productos culturales, cuyo
acceso debería ser libre para todos.
Frente a esas dos actitudes ‘relativistas’ (admitir excepciones sólo porque nos
benefician), los rigoristas morales defenderían las siguientes actitudes:
- Emborrarse es malo siempre, porque se pierde la voluntad y nuestra libertad queda
disminuida. Por tanto, no debemos hacerlo nunca, ni aunque con ello ganásemos algo
placentero o simplemente útil para nosotros.
- ‘Piratear’ es robar, puesto que nos apropiamos de derechos de otros. Si no tengo
recursos económicos suficientes para acceder a esos productos, debo conformarme con
mi situación y no tratar de justificar con ese argumento la ejecución de un acto inmoral.
Frente a esas dos formas de entender la moral, ¿con cuál te identificas y en qué razones
basas tu elección?
 

 
 
El historiador griego Herodoto refiere un hecho sucedido en la corte del emperador
persa Darío. Al parecer, éste preguntó a unos griegos si estaban dispuestos a comerse el
cadáver de su padre en el caso de que les ofreciese por dicho acto una suma elevada. Los
griegos respondieron, indignados, que ni todo el oro del mundo sería suficiente para que
ellos hiciesen tal acto.
A su vez, y delante de los mismos griegos, preguntó a unos habitantes de la India
-cuyas costumbres especificaban que a la muerte de sus progenitores debían celebrar un
banquete con su carne- que cuánto oro tendría que pagarles para que accediesen a
quemar el cadáver del difunto (costumbre griega para honrar a los antepasados), a lo que
gritaron enardecidos que jamás harían tal cosa.
Como ves, se trata de un caso de relativismo cultural: lo que es correcto para los
griegos, a los indios les parece una monstruosidad, y viceversa. El filósofo francés
Montaigne cita este caso para señalar que la ética no puede fundamentarse en las
costumbres sin más, ya que muchas de éstas son absurdas y no se encuentran fundadas en
ningún tipo de racionalidad moral.
Muchos autores han señalado que el relativismo ético es irracional, porque no podemos
decir, sin más, que todas las costumbres sociales (que son las que determinan lo que es
bueno y malo en muchas sociedades) son semejantes desde un punto de vista moral y
que, por tanto, debemos abstenernos de juzgarlas moralmente cuando se trata de
costumbres diferentes a las nuestras.
Volvamos al experimento de Darío. ¿Hubieras aceptado una fortuna en oro por comerte
el cadáver de tu padre en el caso de haber sido griego? ¿Y a quemarlo habiendo sido
indio? Desde un punto de vista racional, ¿te parecen ambas costumbres arbitrarias o crees
que una de ellas es más ‘lógica’ que la otra?
En el caso de que pienses esto último ¿crees que existe para ello otra razón que la
puramente cultural y educacional, es decir, existe alguna razón natural que haga preferir
un hecho al otro? ¿Cuál y por qué? Si piensas que ambas costumbres son arbitrarias, ¿por
qué no aceptarías -en el caso de que esa haya sido tu respuesta anterior- comerte el
cadáver de tu padre?
 

 
 
Se ha dicho muchas veces que el utilitarismo clásico no es más que un hedonismo
social, puesto que busca la felicidad en la obtención de placer (beneficios, satisfacción de
necesidades superfluas, etc.) para una mayoría social.
Sin embargo, a veces lo que es útil para la mayoría y provoca felicidad social puede ser
malo para minorías, que se ven perjudicadas puesto que las líneas de actuación de los
gobiernos buscan, por regla general, satisfacer al máximo número de ciudadanos con el
objetivo de obtener votos electores en el futuro, votos que no garantizan, como es lógico,
las minorías.
Imagínate que un Estado la mayoría de ciudadanos pagan altos impuestos; con ellos el
gobierno lleva a cabo políticas sociales que ayudan a las minorías que se encuentran en
desigualdad económica o social a alcanzar una mayor igualdad. Sin embargo, un día el
gobierno, ante las malas expectativas de voto en unas elecciones próximas, decide
contentar a la mayoría y para ello baja significativamente los impuestos, con lo cual se
sentirán felices muchos ciudadanos. Como es lógico, simultáneamente decide rebajar la
ayuda a los programas de lucha contra la desigualdad, ya que no posee recursos
suficientes para seguir financiándolos.
Si tú fueras uno de los ciudadanos más beneficiado con la bajada de impuestos
propuesta por el gobierno, ¿decidirías votar por él? ¿O votarías por otras opciones
políticas que favoreciesen la ayuda social aunque tú salieras perjudicado
económicamente?
 

 
 
Es muy conocida la frase de Stuart Mill, a propósito de defenderse de las críticas de
su teoría utilitarista: "Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho, es
mejor ser Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho".
Lo que está intentando decir Stuart Mill es que el utilitarismo no puede ser tan ciego
que base en la cantidad de placer únicamente el criterio de la felicidad social y de la
bondad o maldad de nuestras acciones. De ahí que él -a diferencia de Bentham-
particularmente insistiera en la existencia de placeres objetivamente superiores (como los
que hacen referencia al bienestar social, a la sabiduría, etc.) a otros placeres corporales y
de satisfacción individual (como el placer sexual).
En la frase que arriba hemos citado, los términos de la comparación son tan extremos
(hombre y cerdo, por un lado; Sócrates y loco, por otro) que no cabe duda acerca de lo
que elegiríamos nosotros. Sin embargo, y siguiendo un criterio utilitarista personal,
habría muchas elecciones dudosas, ya que no sabríamos muy bien cuál de los dos
términos elegir.
Por ejemplo, si tú te vieras en el dilema de preferir una u otra opción de las dos
siguientes, por cuál te decantarías y por qué:
No sé si es mejor ser una persona que se esfuerza toda la vida en alcanzar
conocimientos y que vive con limitados medios económicos, o una persona que se dedica
a los negocios y cuya vida está llena de lujos y bienes.
 

 
 
 

Bien y felicidad
 
 
Conceptos
 
 
 
 Apatía

 
Concepto relacionado directamente con el de ataraxia, y que fue
utilizado por los estoicos para expresar el ideal del sabio que desea
vivir con una carencia de pasiones tal que nunca se altere su alma o
espíritu.
Sin embargo, y como han señalado numerosos historiadores de la
filosofía, la apatía no debe confundirse con el quietismo o pasividad
absoluta del espíritu frente al mundo exterior, sino que su sentido en
la filosofía estoica es el de un control de los sentimientos interiores
  en el plano interno o de la conciencia personal. Ahora bien, para los
estoicos esa apatía debía compatibilizarse con el respeto y la
benevolencia hacia los demás (eupatía) y con el compromiso moral de actuar en el
mundo exterior y en la sociedad para luchar por la igualdad de todos los seres humanos.
 
 

 
 
 
 Ataraxia
  
 
Del término griego ‘ataraxía’ que significaba ausencia de turbación
espiritual, imperturbabilidad, calma o tranquilidad interna.
Fue un concepto utilizado por primera vez en la filosofía
helenística, fundamentalmente por las escuelas epicúrea, estoica y
escéptica. Con él se reflejaba la aspiración del hombre virtuoso, que
consistía en evitar a toda costa la alteración espiritual que provocaban
las pasiones.
  Sin embargo, existe una importante diferencia entre el tipo de
ataraxia que defendían los epicúreos y la de los estoicos. Para los
primeros, consistía en evitar los excesos del placer y en el abandono del mundo social
para refugiarse en una vida propia entregada a los placeres moderados y a la evitación de
cualquier tipo de sufrimiento. Para los estoicos, en cambio, la ataraxia representaba una
consecuencia derivada de creer en un destino del universo, o dicho con otras palabras
un control interno de los sentimientos frente a los acontecimientos del mundo, aunque
esa actitud no significaba un alejamiento de la vida social, ya que cada ser humano debía
cumplir con las obligaciones a las que estaba determinado por ese destino.
 
 

 
 
 
 Autarquía
  
 
Etimológicamente la voz procede del griego y significa
autosuficiencia. El concepto fue utilizado por Aristóteles para referir
el ideal de la felicidad: la autarquía o el poder de gobernarse a sí
mismo mediante leyes morales y políticas que estuvieran conformes
con la racionalidad humana.
La autarquía aristotélica significa, pues, no sólo la carencia de
deseos y la independencia económica con respecto a los demás, sino
  también el fin (teleología) de todo obrar ético, en tanto que el ser
humano debe actuar voluntariamente y sin coacciones externas en
busca del bien moral.
El concepto también es utilizado en economía, donde significa el sistema que busca
asegurar una autosuficiencia económica, produciendo él solo todo aquello necesario para
asegurar la satisfacción de las necesidades de la población.
 
 

 
 
 
 Autorrealización
  
 
Concepto psicológico estudiado y fundamentado especialmente por
la llamada Psicología Humanista. Así, Rogers, el principal
representante de esta escuela, parte de la idea de autorrealización: la

 
personalidad se constituye como resultado del propio proceso de autorrealización: si un
sujeto la alcanza, su personalidad será madura y equilibrada; en caso contrario, nos
hallaremos ante personalidades insatisfechas y, por tanto, desequilibradas.
Según Rogers, el individuo posee un yo auténtico que debe desarrollarse en libertad,
siguiendo sus intereses y expectativas, si quiere autorrealizarse. Pero en muchas
ocasiones los intereses de ese yo no coinciden con los de aquellas personas que lo
rodean, las cuales le fuerzan a seguir caminos diferentes a los de sus deseos. De esa
manera los agentes socializadores (familia, colegio, amigos...) presionan para que el
individuo se adapte a los intereses sociales dominantes.
Si el sujeto renuncia a su autenticidad por complacer a los demás, aparecen la
insatisfacción y el descontento con uno mismo. Si, por contra, el sujeto desarrolla
plenamente su vocación, estará en el camino correcto para poder sentirse plenamente
satisfecho y autorrealizado.
 
 

 
 
 
 Bien-Bueno
  
 
Tanto el sustantivo ‘bien’ como el adjetivo ‘bueno’ son polisémicos
(tienen diversos significados), además de resultar, en ocasiones,
conceptos demasiado abstractos cuya concreción cuesta alcanzar.
De un modo amplio, definimos el bien o lo bueno como aquello que
es útil o agradable, bien porque nos proporcione algún beneficio, bien
porque su disfrute nos cause placer o alejamiento del dolor y la
tristeza. El sustantivo posee igualmente una significación económica
  (expresada muchas veces con el plural ‘bienes’): riqueza, posesión o
propiedad sobre una cosa.
Se trata también de un concepto filosófico (metafísico) y ético (el bien moral), cuya
naturaleza y realidad han sido discutidas arduamente a lo largo de la historia del
pensamiento. De un modo muy genérico podemos decir que el bien es un valor en sí
mismo, y que lo bueno son cualidades de las cosas y las acciones en cuanto que
participan o incluyen dicho bien. Sin embargo, como veremos, no todos los pensadores
están de acuerdo en la existencia real de ese principio y esas cualidades.
Los primeros filósofos que elaboraron un estudio sistemático sobre el Bien fueron
Sócrates y Platón, para quienes el Bien existe como una realidad en sí misma (incluso es
la realidad más verdadera, algo así como el fin del Universo, la realidad superior y a la
que se encuentran subordinados todos los demás seres). Las cosas y las acciones serán
buenas, para ellos, según participen o imiten a esa realidad que es el Bien en sí.
Aristóteles, en cambio, planteó el problema desde otra perspectiva: para él, el bien
consiste en la felicidad (eudemonía). Pero no existe un solo bien, tal y como creían
Platón y Sócrates, sino que se dan muchos tipos de bien; como afirma Aristóteles, el bien
de cada cosa consiste en alcanzar su propia perfección, y la del ser humano consiste en
lograr la felicidad que proporcionan los bienes materiales pero, sobre todo, los bienes
intelectuales (la perfección del hombre, según Aristóteles, consiste en desarrollar su
razón).
El cristianismo introdujo una concepción religiosa del bien, distinguiendo entre el Bien
supremo (Dios) y el bien relativo (el de este mundo en cuanto participa de la bondad
divina): todo lo que existe es bueno por el hecho de haber sido creado por Dios; lo que
llamamos ‘mal’ no es sino alejamiento voluntario del bien, es decir, en tanto que somos
seres libres decidimos alejarnos del bien.
En la historia del pensamiento se ha identificado el bien con normas concretas o con
actitudes ante la vida. Por ejemplo, para los estoicos, los cínicos o la contracultura, el
bien consiste en vivir de acuerdo con las leyes de la naturaleza; para los epicúreos, en
cambio, el bien se identifica con el placer y la ausencia de dolor; los utilitaristas dirán
que todo aquello que es útil para el mayor número de personas posibles es
necesariamente bueno; Kant defenderá que el bien radica exclusivamente en la ‘buena
voluntad’, etc.
La Filosofía moderna, sobre todo la de los siglos XVII y XVIII, abordó el problema del
bien desde la perspectiva de si los valores morales que encarnaban el bien debían de ser
considerados como naturales (innatos) o no, es decir, retomaron la vieja discusión
mantenida por Sócrates y los sofistas acerca de la existencia o no de la ley natural.
Mientras los sofistas afirmaban que el bien era una convención social y por tanto
relativo, Sócrates defendía la existencia de valores morales en la naturaleza humana,
valores que eran universales y que podían ser conocidos por todos los humanos. Durante
esos dos siglos también se planteó una nueva cuestión relacionada con la bondad natural
y con el contrato social: ¿somos buenos o somos egoístas por naturaleza? Rousseau
defendió la primera tesis; Hobbes, en cambio, la segunda.
La filosofía contemporánea ha presentado un nuevo (o viejo, tal vez, puesto que ya
había sido discutido por los sofistas) debate sobre el bien y lo bueno. El intuicionismo
moral, el emotivismo, la filosofía analítica y el neopositivismo afirman que cualidades
como ‘bueno’, ‘bien’, ‘mal’, ‘justo’ o injusto’ no son propiedades reales de las cosas o
las acciones humanas, puesto que su realidad no puede ser comprobada empíricamente,
esto es, en la experiencia. De ahí que quepa considerarlos, en general, únicamente como
términos lingüísticos que expresan emociones, sentimientos, estados de ánimo o
apreciaciones subjetivas sobre si una acción ‘nos parece’ o ‘la sentimos’ como buena o
mala.
Finalmente indicar que la llamada ética de los valores ha propuesto sustituir el concepto
de Bien por el de valor para evitar la discusión sobre la existencia real o no del primero.
Los valores serían cualidades que se encuentran adheridas a las cosas y a las acciones, de
tal manera que las convierten en ‘valiosas’ o ‘deseables’ para nosotros, es decir, en lo
que cotidianamente llamamos ‘bueno’.
 
 
 

 
 
 
 Bien común
  
 
Se entiende por ‘bien común’ el bien supremo al que aspira una
comunidad determinada. Se distingue, como su nombre indica, del
bien ‘particular’ o ‘individual’ en cuanto que éste sólo es atribuible a
un sujeto concreto, mientras que el bien común alude a una totalidad.
Sin embargo, eso no quiere decir que, en numerosas ocasiones,
coincidan el bien particular con el común o general.
Se trata de un concepto esencial de la ética política y social, por
  cuanto alcanzarlo es la aspiración que guía los actos del Estado. Así,
el bien común debe servir para colmar las necesidades de los
miembros individuales y también de los grupos sociales que constituyen una comunidad.
En caso de conflicto entre un bien particular y uno común, la ética social aboga por el
cumplimiento del segundo aunque sea en detrimento del primero, ya que se entiende que
el bien común corresponde a un interés superior desde el punto de vista social.
 
 

 
 
 
 Bienes
  
 
Plural sustantivado de ‘bien’ que expresa, por regla general, objetos
o cosas en sentido amplio que atesoran un valor económico. Así, por
ejemplo, cuando se dice: "fueron embargados sus bienes".
Dentro de la Ética, ‘bienes’ sirve para designar el conjunto de
objetos o acciones que poseen un valor moral, y que son deseables en
sí mismos. En algunos autores, el término posee un significado
cercano al de ‘valores’.
   
 
 
 
 
 

 
 
 
 Costumbre
  
 
Su significación más usual es la sociológica, mediante la cual
designamos el conjunto de actitudes y prácticas aceptadas
socialmente y que tienden a repetirse invariablemente. Las
costumbres son aceptadas, bien porque se han revelado útiles y
beneficiosas a través de las diferentes experiencias históricas, bien
por la pervivencia de la tradición o de determinados ritos sociales.
Sin embargo, en muchos casos representan formas de
  convencionalismo social.
En latín, el término ‘mos-moris’ era el utilizado para designar el
concepto de ‘costumbre’. De ahí proviene etimológicamente el vocablo ‘moral’. La
razón estriba en que originariamente se designaba con el término ‘mos’ el modo de ser o
carácter de una persona, en cuanto que éste había sido forjado por las costumbres y los
hábitos.
 
 

 
 
 
 Deseo
  
 
El deseo consiste en un estado psíquico de apetencia hacia algo o
alguien determinado por estructuras químico-biológicas de nuestro
organismo que busca la satisfacción placentera para calmarse. La

 
satisfacción de los deseos exige, pues, la existencia de objetos, personas o situaciones
donde éstos puedan lograr cierto grado de gozo.
Existen deseos biológicos o naturales, asociados a las necesidades básicas de la especie
(alimentación, sexualidad...), y deseos culturales que han ido surgiendo en el sujeto como
consecuencia de sus procesos de socialización.
La explicación biológica más aceptada sobre el deseo afirma que la aparición de éste es
fruto de una pérdida del equilibrio orgánico, causada por el consumo de energía del
propio organismo. Cuando éste se encuentra en esa situación de privación, reacciona
pasionalmente y busca, de manera impulsiva, restablecer su equilibrio. De ahí que los
deseos vayan acompañado siempre de cualidades psicológicas como la pasión, la
emoción o los afectos.
Ahora bien, los deseos no siempre pueden satisfacerse, bien porque no tengamos a
mano el objeto con que satisfacerlos, bien porque nuestras normas morales o sociales
prohíban la satisfacción de muchos de ellos. Según los psicoanalistas, esos deseos
insatisfechos constituyen uno de los elementos más activos del inconsciente, provocando
alteraciones de nuestra conducta. Una persona que exigiera la satisfacción inmediata de
todos sus deseos (egoísmo) no podría vivir en sociedad. De ahí la importancia de las
normas morales y sociales en el control de nuestros deseos.
El ser humano es el único de todos los animales que puede controlar sus deseos, sobre
todo determinando si los satisface ahora o si no los satisface por los motivos que sean. El
resto de animales obedece necesariamente a su instinto, siendo incapaz de renunciar a la
satisfacción inmediata.
El estudio de los deseos ha tenido una importancia capital en disciplinas como la
psicología, la ética o la religión. Sin embargo, las opiniones acerca de lo que es moral o
inmoral en relación con la satisfacción de los deseos han sido múltiples y frecuentemente
contradictorias. Así se han propuesto, entre otras, las siguientes interpretaciones:
- La felicidad humana consiste en la búsqueda del placer (hedonismo).
- Los deseos deben ser sometidos siempre a la fuerza de la razón (racionalismo).
- Los deseos deben ser suprimidos como forma de alcanzar una iluminación interior
que nos aleje del mundo sensorial (misticismo).
- La moralidad nos exige la represión de nuestros deseos con el fin de obrar conforme a
las leyes divinas o humanas (ascetismo).
 
 

 
 
 
 Entelequia
  
 
Término griego, compuesto de dos vocablos: entelés (completo,
perfecto) y écho (alcanzar, poseer). Comúnmente suele traducirse por
perfección, aunque en sentido aristotélico Aristóteles fue el primero
en utilizarlo en sentido filosófico designa al ser que ha alcanzado su
perfección, desarrollando íntegramente todas sus potencialidades.
Según la Real Academia Española, entelequia es una "cosa real que
lleva en sí el principio de su acción y que tiende por sí misma a su
  fin propio". En el lenguaje cotidiano se utiliza entelequia para
referirse a cosas irreales o a ideas inexistentes en la realidad.
 
 
 

 
 
 
 Eudemonía
  
 
Palabra griega que suele traducirse habitualmente como ‘felicidad’
o ‘dicha’. En la Ética se entiende por eudemonismo cualquier teoría
moral que afirme que la búsqueda de la felicidad constituye el fin de
todas las acciones humanas.
El primer filósofo que elaboró una teoría eudemónica fue
Aristóteles, el cual consideró que la finalidad que guía nuestras
acciones no es sino alcanzar la felicidad. Ahora bien, existen diversas
  opiniones acerca de cómo alcanzarla, de ahí que él distinguiera entre
diversos tipos de bienes, cuya posesión va asociado al disfrute de la
felicidad. Distinguió así entre aquellos que basan su felicidad exclusivamente en el
disfrute de placeres sensibles y aquellos otros para quienes la perfección de la vida
humana consiste en la vida contemplativa y en el gozo de los placeres intelectuales o
racionales. Según Aristóteles, el ideal de la felicidad humana radicaba precisamente en
gozar de la vida contemplativa.
Con posterioridad a Aristóteles numerosas corrientes filosóficas y pensadores concretos
han propuesto distintos modelos de éticas eudemónicas, eligiendo entre diversos bienes y
medios para alcanzarla: el placer, la utilidad, el vivir de acuerdo con la naturaleza, la
ausencia de problemas morales y vitales, aceptar la radical libertad del ser humano, etc.
Kant señaló que todas las éticas eudemónicas son necesariamente teleológicas, esto es,
tienen o buscan una finalidad (la felicidad) que es ajena a la propia moral, y para
alcanzarla proponen utilizar determinados medios también exteriores a la ética. Llamó a
estos tipos de moral Éticas materiales, y frente a ellas propuso un nuevo modelo: las
Éticas formales, que se caracterizaban por no ser eudemónicas ni teleológicas, ya que no
proponían medios para alcanzar un fin (la felicidad), sino tan sólo un imperativo
categórico que nos permitiera obrar siempre exclusivamente por respeto al deber sin
ningún otro interés ni finalidad ajenos a la moralidad.
 
 

 
 
 
 Felicidad
  
 
Plena satisfacción y placer de la vida humana. Para muchos
sistemas morales, la finalidad (teleología) de la ética consiste
precisamente en alcanzar la felicidad (eudemonía). Esto, que parece
una cuestión evidente, se complica, sin embargo, cuándo nos
preguntamos en qué consiste precisamente la felicidad. Como decía
Aristóteles, la felicidad puede entenderse de muchos modos; de ahí
que todos los sistemas éticos eudemonistas deban justificar su
  concepción de la felicidad y no sólo proponer que el fin del ser
humano es alcanzarla.
En este punto, sin embargo, topamos con el subjetivismo: lo que para una persona
representa una vida feliz, para otra, en cambio, no deja de ser una vida incompleta e
insatisfactoria. Ese subjetivismo puede apreciarse fácilmente a lo largo de la historia de
la ética: para Aristóteles, la felicidad consiste en el ejercicio de la vida contemplativa;
para los epicúreos en la búsqueda del placer moderado y en la ausencia del dolor; para
los estoicos, en la ataraxia; para la moral cristiana en el vivir de acuerdo con los
mandamientos divinos...
Con respecto a esta cuestión, el utilitarismo propuso un criterio para alcanzar algún
grado de objetividad: lo bueno es aquello que sea útil (que haga felices, diríamos
nosotros) para el mayor número posible de personas.
Sin embargo, las éticas eudemonistas siguen careciendo de unas teorías que justifiquen
una felicidad universal, esto es, válida para todos los seres humanos, en cualquier tiempo
y en cualquier lugar. De ahí que hayan sido sustituidas en los últimos siglos por otros
modelos de sistemas éticos, como son las Éticas formales o la ética de los valores.
 
 
 

 
 
 
 Fin-Finalidad
  
 
El término ‘fin’ es polisémico y puede tener una significación
espacial (como límite), temporal (como finalización en el tiempo) o
referir la finalidad o los objetivos que persigue una acción. En
filosofía se suele utilizar en relación con la causa final, es decir,
aquello hacia lo que tiende un ser en concreto.
Según Aristóteles, la disciplina que se encarga del estudio de las
  causas finales es la teleología. La mayoría de filósofos considera que
  los seres humanos a diferencia de los animales (que se guían por el
instinto) y de las cosas (por las leyes de la materia) actúan movidos
por fines, es decir, buscan alcanzar determinados objetivos con sus acciones.
En el terreno de la ética, cabe destacar a numerosas teorías para las cuales existe una
finalidad que determina el obrar humano. A este conjunto de teorías se las conoce como
éticas teleológicas. Por ejemplo, los epicúreos argumentan que el fin de los seres
humanos es huir del dolor y conseguir el placer y el bienestar personal; Aristóteles dirá
que la finalidad del obrar humano es lograr la felicidad (eudemonía), y que ésta consiste
básicamente en la vida contemplativa que proporcionan los placeres intelectuales.
Kant y tras él lo hicieron otros autores y corrientes éticas criticó las éticas
teleológicas como modelos de lo que él llamó éticas materiales: aquellas que buscan el
fin de la moralidad en algo distinto a la propia moralidad. Frente a este tipo de teorías,
propuso la construcción de una ética formal cuya fundamentación radicara
exclusivamente en el deber y en la buena voluntad.
 
 

 
 
 
 Hedonismo 
  
 
Proviene el vocablo del término griego ‘hedoné’, que significa
placer. Con el término hedonismo designamos a cualquier doctrina o
teoría que defienda el placer como el bien supremo del ser humano o,

 
más concretamente, que la búsqueda del placer y la evitación del dolor deben ser los
fines de una vida feliz.
Existe un hedonismo exclusivamente sensible, que sólo busca el placer proporcionado
por los sentidos corporales (placer sexual, placeres asociados a lo que se llama
coloquialmente ‘darse una buena vida’).
Pero existe igualmente un hedonismo moral o ético (representado en la historia de la
ética fundamentalmente por dos escuelas: la epicúrea y la utilitarista), según el cual la
expresión ‘la felicidad consiste en el placer’ debe entenderse de un modo diferente al del
hedonismo sensible: el placer no consiste tanto en la satisfacción momentánea del deseo
sensorial, sino en la evitación del dolor y de las perturbaciones anímicas (miedo,
angustia, insatisfacción, etc.). Por tanto, el hedonismo ético no duda en renunciar al
placer sensible en muchas ocasiones, porque es consciente que éste provoca dolor por su
pérdida, insatisfacción e incluso problemas de salud debidos a los excesos. De ahí que
todo hedonismo ético insista en la moderación para evitar los efectos no deseados del
abuso en el gozo sensible.
El hedonismo moral prefiere los placeres espirituales a los placeres físicos,
fundamentalmente por dos motivos: porque resultan más satisfactorios a largo plazo y
porque considera que éstos son los específicamente humanos, ya que muchos placeres
sensoriales pertenecen a nuestra naturaleza animal.
También se puede establecer una distinción entre aquellos que consideran al individuo
el centro del hedonismo (y hablamos entonces de un hedonismo individual) y aquellos
otros que consideran que las acciones morales son aquellas que proporcionan placer al
mayor número posible de seres humanos, no al individuo concreto (y hablamos entonces
de hedonismo social utilitarista).
Numerosas escuelas éticas han criticado la idea básica del hedonismo, argumentando
que el placer en sí mismo no puede constituir el ideal de una vida moral. Los críticos con
el hedonismo afirman que el placer es necesario para alcanzar la felicidad moral, pero no
como un fin en sí mismo, sino como una consecuencia derivada de la satisfacción interna
que siente aquel que se guía por normas morales voluntariamente aceptadas.
 
 

 
 

 
 
 
 Hedonismo social
  
 
Se conoce con este nombre a las teorías del utilitarismo moral,
establecidas fundamentalmente por los filósofos Jeremy Bentham y
John Stuart Mill (utilitarismo).

 
Por lo general, se trata de un término peyorativo mediante el cual los críticos con estas
teorías quieren expresar lo que ellos consideran el ‘carácter grosero’ del utilitarismo. La
de evaluar nuestras conductas morales únicamente en relación con el placer que
produzcan o con el dolor que eviten.
Igualmente, se acusa al utilitarismo de haber influido en la evolución de las sociedades
actuales hacia un consumismo voraz (se debe asegurar la mayor cantidad posible de
felicidad para el mayor número de individuos posibles, afirmaba Bentham) y hacia la
búsqueda de unos valores exclusivamente inspirados en el hedonismo personal.
 
 

 
 
 
 Inmanente
  
 
Lo inmanente es aquello que está dentro de un ser, perteneciendo
íntimamente a su esencia o constitución natural. Se opone al
concepto ‘trascendente’, es decir, a lo que está o va más allá del
sujeto. Por ejemplo, decimos que la racionalidad es una capacidad
inmanente a los seres humanos, mientras que la idea de Dios es una
noción trascendente.
Desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, hablamos de
  ideas inmanentes cuando nos referimos a aquellas que son innatas, es
decir, que no han necesitado de la experiencia sensible para existir.
Los científicos también usan el concepto, sobre todo referido a las causas; por ejemplo,
una causa inmanente es aquella que se encuentra dentro del propio ser, como cuando
decimos que el universo tiene la causa de su existencia en sí mismo y no en algo exterior
a él, como podría ser Dios.
 
 

 
 
 
 Mal
  
 
Por regla general, el término ‘mal’ se define por oposición al bien:
lo malo es lo contrario del bien, lo que se aparta de lo que es justo y
debido.
Algunos autores, como Leibniz, distinguen distintos tipos de mal:
"El mal puede ser metafísico, físico y moral. El mal metafísico
consiste en la simple imperfección, el mal físico en el padecimiento,
y el mal moral en el pecado".
  En la filosofía se ha discutido acerca de la naturaleza del mal y de
su realidad ontológica (es decir, ¿existe realmente, o es un ilusión
psicológica o un término convencional que designa atributos relativos al dolor?), sin que
exista acuerdo definitivo al respecto.
En cuanto a la teología, el debate se ha centrado en la siguiente cuestión: ¿cómo puede
existir el mal en el mundo siendo Dios infinitamente bueno? Para evitar esa
contradicción, San Agustín propuso la siguiente teoría: el mal no existe en sí mismo
(puesto que sería contradictorio que un dios infinitamente bueno lo hubiera creado), sino
que consiste en la ausencia del bien (todo lo que existe es bueno por el solo hecho de
haber sido creado por Dios). Ahora bien, puesto que el hombre ha sido creado como
esencialmente libre puede optar entre elegir el bien o alejarse de él; a esto último se le
denomina ‘mal’.
Sin embargo, para muchos otros autores, el mal tiene una existencia real: se trata de un
principio opuesto al bien; dentro del universo y también dentro del alma del ser humano
estos dos principios libran una lucha por la supremacía de uno u otro. Esta es la postura
mantenida por ciertas escuelas de dualismo religioso, como el gnosticismo, o por el
maniqueísmo.
 
 

 
 
 
 Maniqueísmo
  
 
El vocablo ‘maniqueísmo’ deriva del profeta persa Manes, quien en
la época antigua fundó una religión inspirada en la idea de que
existían dos grandes principios en el Universo: el del Bien
(simbolizado en la Luz) y el del Mal (la Oscuridad).
Según él, ambos principios son eternos y poseen un poder similar.
Se encuentran separados, pero como cada uno de ellos tiende a

 
expandirse, finalmente acaban chocando entre sí. Cuando se produce este último hecho,
surge el mundo, que no es sino una mezcla de los dos principios: el del bien y el del mal.
De esa manera, la historia del mundo será la lucha entre esas dos fuerzas, hasta que
finalmente venza el bien, pero no aniquilando al mal (lo cual es imposible para Manes),
sino relegándolo nuevamente a sus regiones lejos de este mundo.
Esta concepción religiosa tuvo enorme fuerza en su tiempo y se transmitió a otras
religiones como el zoroastrismo y en ciertos aspectos, también al judaísmo, cristianismo
e incluso al budismo.
Por extensión, se emplea también el término ‘maniqueo’ para designar a cualquier
persona que crea en la existencia en sí mismos tanto del Mal como del Bien, y que
interprete la historia de la humanidad, y aun del universo, como una lucha de esos dos
principios. Igualmente suele aplicarse ese adjetivo al individuo que interpreta un ámbito
de la realidad destacando en él dos principios enfrentados: uno esencialmente bueno, y
otro perverso. Por ejemplo, alguien que interpreta la historia exclusivamente como el
enfrentamiento entre fuerzas revolucionarias e innovadoras (buenas) y fuerzas
retrógradas y conservadoras (malas).
 
 

 
 
 
 Medios
  
 
En sentido moral, el concepto ‘medios’ está relacionado
directamente con el de ‘fin’, y significa aquello que se utiliza para
alcanzar determinado fin o fines.
Algunas doctrinas éticas, como el maquiavelismo, consideran que
los fines son superiores en el orden moral a los medios, por lo que
resulta legítimo hacer uso de medios inmorales o dudosos siempre
que se aspire alcanzar un fin inmensamente bueno para una mayoría.
  Otras escuelas, como la ética kantiana por ejemplo, no aceptan lo
anterior, puesto que consideran que toda acción moral debe incluir
fines y medios legítimos.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Placer
  
 
El placer consiste en un estado biológico-psíquico que nos provoca
satisfacción y euforia tras la realización de un deseo. El placer, por
tanto, es una reacción subjetiva de los individuos, ya que aquello que
provoca placer en algunos, puede causar disgusto o dolor en otros.
Dicho de otra manera, los objetos que satisfacen nuestro deseo, y
nuestros propios deseos incluso, pertenecen al ámbito de nuestra
experiencia y por tanto no pueden ser compartidos idénticamente por
  otros.
Eso no quiere decir que esos otros no puedan sentir placeres
similares, ya que constituye una evidencia que las diferentes culturas han incorporado a
su modos de vida un conjunto de placeres que son transmitidos, mediante la educación y
la experiencia colectiva, a los miembros de esa cultura. Sin embargo, no todas ellas
incorporan el mismo catálogo de placeres, ya que sus experiencias históricas y culturales
han sido diferentes (el mismo hecho por ejemplo, comer cierto tipo de hormigas que
en muchos lugares provoca repugnancia, en algunos otros es considerado como un placer
suculento).
Sin embargo, no todos los componentes del placer son subjetivos en los sentidos
expresados anteriormente. Existen, también, componentes biológicos universales
asociados a la satisfacción de deseos. Se trata fundamentalmente del placer que sentimos
cuando procedemos a satisfacer las necesidades fisiológicas primarias (hambre, sed,
deseos sexuales, etc.). En este último sentido cabe destacar la teoría psicológica de
Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, para quien todos los seres humanos y
también otros seres vivos actúan movidos por un mecanismo primario y universal
denominado principio de placer: obtener el gozo de la satisfacción de los instintos y
evitar cualquier situación dolorosa para el organismo.
Podemos establecer una división de los placeres en dos grandes grupos: el placer
sensible, por un lado, y los placeres intelectuales que proporcionan el arte, la ciencia, la
ética, etc; por el otro.
 
 

 
 
 
 Plenitud
  
 
Concepto que expresa la culminación de un proceso de
perfeccionamiento. Decimos que alguien ha alcanzado su plenitud
cuando ha desarrollado completamente sus potencialidades,
accediendo a un estado final que se caracteriza por haber cubierto
totalmente los objetivos vitales o creativos propuestos,
En Moral la plenitud equivale a conceptos como autorrealización,
felicidad...
   
 
 
 
 
 

 
 
 
 Prudencia
  
 
Es una virtud que consiste en actuar con moderación, escogiendo
los medios adecuados para actuar virtuosamente. Su formulación
tradicional fue planteada por Aristóteles, quien la consideró la virtud
más importante para la vida moral. Según él, se trata de una virtud
intelectual que nos permite analizar lo que es moralmente bueno y
también escoger los medios adecuados para llevar a buen fin una
acción.
  Si alguien desea alcanzar el máximo bien moral que es la felicidad
(eudemonía), deberá prestar especial atención a los medios de los que
se sirve para lograr dicho fin. En eso consiste una de las funciones esenciales de la
prudencia: en analizar adecuadamente los medios más apropiados y virtuosos para
realizar esa finalidad. Aristóteles dirá que la experiencia nos ha demostrado que el
comportamiento prudente es aquel que tiende al justo medio, evitando los extremos, idea
que queda plasmada en la conocida sentencia de que "la virtud se encuentra siempre en
el justo medio" (moderación).
En las definiciones tradicionales sobre la virtud, la prudencia queda incluida entre las
llamadas virtudes cardinales.
 
 

 
 
 
  Teleológico
  
 
Teleología procede del griego: de telos (fin, finalidad) y logos
(ciencia, discurso racional). Etimológicamente, pues, significa
ciencia o saber que estudia los fines o las causas finales de las cosas.
En filosofía se dice que un ser es teleológico cuando está orientado
hacia un fin o finalidad. Al parecer el término fue utilizado por
primera vez con su significación actual durante el siglo XVIII. Así,
se distinguían dos tipos de explicaciones científicas o filosóficas: la
  causal (que explica los fenómenos atendiendo a sus causas eficientes,
es decir, preguntando por qué causa sucede un hecho) y la teleológica
(que explica los fenómenos atendiendo a sus causas finales, es decir, preguntando para
qué sucede un hecho, o, si se prefiere, qué finalidad tiene ese hecho).
La práctica totalidad de los científicos considera, hoy día, que los acontecimientos
físicos de la Naturaleza son causales y no teleológicos. Sin embargo, dentro de Ciencias
Humanas como la Historia, la Política, la Sociología, etc., cabe hablar de sucesos
teleológicos, ya que el ser humano se mueve frecuentemente por fines, es decir, actúa
conscientemente con el objetivo de alcanzar determinada finalidad.
Decimos que un sistema ético es teleológico cuando considera que el fin moral de las
acciones humanas consiste en alcanzar algún bien en concreto.
 
 

 
 
 
  Utopía
  
 
Palabra que procede del título de una obra escrita por el filósofo y
político renacentista Tomás Moro: Utopía (1516). En ella describía
una isla imaginaria llamada por ese nombre, donde habitaba una
sociedad de hombres felices que se caracterizaban por su tolerancia
para con las ideas y por haber desterrado de ella la propiedad privada,
lo que había acabado con las desigualdades sociales.
El nombre proviene del griego: de la partícula negativa ‘oú’
  (negación) y del sustantivo ‘topos’ (lugar). Su significación
etimológica es la de ‘en ningún lugar’, es decir, algo que no está
situado en ninguna parte y que, por tanto, no existe.
El éxito de la obra hizo que el nombre se popularizase y que el término fuese utilizado
ya con un significado más preciso. Se designa como utopía cualquier proyecto idealista,
aparentemente irrealizable, destinado a alcanzar una sociedad más justa y feliz, es decir,
gobernada según las normas morales universales de la razón humana.
A lo largo de la historia de la filosofía y la literatura, numerosos autores han descrito
sociedades utópicas, bien como forma de criticar los modelos y las normas sociales del
momento (por ejemplo, en Gulliver de J. Switt), bien como forma de proponer un
modelo de sociedad basada en la justicia y cuya consecución no resultase imposible (La
República, de Platón).
Muchos pensadores afirman que las utopías tienen una función social importante: la de
plantear metas e ideales que guíen las acciones sociales hacia un fin deseable que se
espera poder alcanzar en un futuro. En cambio, otros pensadores han señalado que las
utopías nos alejan de la realidad ("nos hacen soñar") y que, por tanto, son formas
alienadoras de la conciencia.
 
 

 
 
 
  Vicio
  
 
Término que proviene del latino vitium. Etimológicamente significa
defecto o mala calidad en los objetos. Desde el punto de vista moral,
su significado es el de falta de rectitud moral en las acciones que
lleva a cabo un individuo, aunque su significado más extendido
socialmente es el de un hábito adquirido de obrar mal, del que se
padece dependencia o hacia el que se siente una inclinación que no
puede remediarse. En un sentido moral, el vicio se contrapone a la
  virtud.
 
 
 
 
  Virtud
  
 
Del latín virtus. En griego se utilizaba el término ‘areté’ para referir
este concepto. En un significado generalista, se entiende por virtudes
el conjunto de las cualidades morales. Dentro de la ética, el término
se usa con el sentido de la disposición habitual para llevar a cabo
acciones morales o comportarse según las reglas de la moral.
Este significado proviene originariamente de Aristóteles quien
definió la virtud como "una disposición del alma" para vivir
  moralmente. Según este filósofo, el hombre alcanza la virtud a través
de los hábitos y las costumbres que van perfeccionando el alma,
además de proporcionar la experiencia necesaria para llevar a cabo una recta vida moral.
La felicidad consiste, precisamente para Aristóteles, en llevar una vida virtuosa.
Distinguió entre dos tipos de virtudes: las éticas (que proceden del las costumbres) y las
dianoéticas (que son las virtudes intelectuales y cuyo aprendizaje exige esfuerzo y
dedicación).
Sin embargo, la clasificación más usual y tradicional de las virtudes procede
originariamente de Platón, aunque ha sido modificada a lo largo de la historia de la
filosofía. En general, se suelen distinguir cuatro virtudes fundamentales (conocidas
también con el nombre de ‘virtudes cardinales’), que son:
- La prudencia o disposición para determinar los medios apropiados para alcanzar una
vida moral.
- La justicia o disposición a conceder a cada uno lo que le es debido, respetando
íntegramente su dignidad como ser humano.
- La fortaleza o tendencia a preservar la vida frente a las amenazas exteriores.
- La templanza o moderación en el goce de los placeres.
La ética cristiana incorpora a este catálogo de virtudes otras relacionadas con la
disposición religiosa. A partir de Santo Tomás de Aquino se las conoce con el nombre de
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Se diferencian de las cardinales en que
mientras las primeras aspiran a alcanzar la perfección y la felicidad moral en esta vida,
las segundas son necesarias para conseguir la vida sobrenatural.
A partir de la obra de Kant, la virtud dejó de ser el concepto fundamental de la ética,
siendo desplazado por el concepto de deber.
 

 
 
Deber y valores
 
 

Conceptos
 
 
 
 Anomia

 
Proviene del término griego ‘anomía’, que significa ‘falta de
legalidad’. En un sentido general, su significado es el de ausencia de
ley.
Dos disciplinas del conocimiento han incorporado el vocablo a su
terminología técnica, dotándolo de nuevas significaciones:
En Psicología se emplea el término anomia para designar un rasgo
de conducta que muestran ciertos individuos que viven aislados de la
  sociedad y al margen de sus normas. Algunas escuelas de
psicoterapia también lo emplean para definir la conducta moral de
algunos psicópatas, a quienes las consecuencias de sus actos (a veces tan terribles como
el asesinato o la violación) no les provocan ninguna reacción moral ni ningún tipo de
emotividad.
En Sociología política, y también en Sociología del derecho, la anomia describe un
modelo de sociedad desorganizado y caótico, que se caracteriza porque la mayoría de los
ciudadanos no cumplen las leyes vigentes, ya que el orden social no existe o está
alterado.
 
 

 
 
 
 Autonomía
  
 
Término que proviene del griego, de autos (propio) y nomos (ley).

 
Significa, pues, la capacidad de regirse por leyes que han sido dictadas por nuestra propia
conciencia. El concepto se encuentra relacionado directamente con el de independencia
personal y con el de libertad.
En el pensamiento filosófico, el concepto de autonomía está especialmente ligado a la
ética, y más en concreto a la obra de Kant, Crítica de la razón práctica. En ella, el autor
repasa los sistemas éticos anteriores y encuentra que todos ellos son heterónomos, es
decir, que las leyes de la acción ética no están en la propia voluntad, sino en algo exterior
a ella. Quiere esto decir que las normas morales se hallan condicionadas por un fin o
finalidad externo a la voluntad, ya sea la felicidad, el placer o lo útil (esto es, los criterios
que nos mueven a obrar moralmente, en tanto que esperamos conseguir algún fin con
nuestras acciones éticas).
En cambio, para Kant la moral debe ser autónoma, es decir, que las leyes que la regulen
deben estar dictadas exclusivamente por la voluntad, es decir, ser independientes de
cualquier fin ajeno a ella. Para conseguir un sistema ético que cumpla con el requisito de
la autonomía (en lugar de las éticas heterónomas anteriores), defiende una ética formal,
construida a partir de imperativos categóricos y no hipotéticos.
 
 

 
 
 
 Axiología
  
 
Procede de los vocablos griegos ‘áxios’, que significa digno de
aprecio o valorable en sí mismo, y ‘lógos’, ciencia o saber. Por tanto,
su significado etimológico es el de ciencia que estudia los valores. En
ese sentido, se trata de una disciplina de la ética cuyas funciones
principales son las siguientes:
- Determinar en qué consisten los valores (qué son exactamente, de
qué cualidades son portadores, qué rasgos los definen...).
  - Estudiar los mecanismos psicológicos que nos permiten captar los
valores tanto en acciones como en objetos.
- Clasificar y jerarquizar los valores según criterios de importancia o de sus diferencias
de clase (estéticos, económicos, morales...).
 
 
 

 
 
 
 Coacción
  
 
Según la Real Academia de la Lengua, "fuerza o violencia que se
hace a una persona para obligarla a que diga o ejecute alguna cosa".
Y también, en su acepción jurídica, "poder legítimo del derecho para
imponer su cumplimiento o prevalecer sobre su infracción".
Por tanto, y atendiendo a ese doble significado, conviene resaltar
una primera distinción entre las diversas formas de coacción:
- Coacción ilegítima: cuando la fuerza se ejerce sin estar
  fundamentada en razones morales o en contra de lo estipulado por las
leyes.
- Coacción legítima: cuando el fin de la misma se inspira en el cumplimiento de
preceptos morales (siempre que los medios coactivos utilizados sean ajustados a derecho
y comedidos para el fin que se quiere alcanzar, y nunca medios violentos
desproporcionados). Desde el ámbito del Derecho se entiende que el Estado es el único
que posee el uso legítimo de la violencia y la coacción, siempre que éstas se ajusten al
llamado imperio de la ley, y su fin sea garantizar (mediante la intimidación o el castigo)
el cumplimiento de las leyes vigentes.
De todas formas, no está claro cuál debe ser el límite establecido para que la coacción
legítima no derive en ilegítima. De hecho -en la práctica jurídica y política-, el uso de la
coacción por parte de los poderes públicos da lugar frecuentemente a muchas situaciones
de injusticia moral o social. Existen numerosos tipos de coacción según se aplique ésta
en uno u otro campo: coacción política, militar, psicológica, etc. La coacción es uno de
los atributos que definen al Poder.
 
 

 
 
 
 Convención-Convencionalismo
  
 
Su significado etimológico (del latín: conventio) es: pacto o
convenio entre dos o más personas, o entre instituciones.

 
Para el Derecho, también significa una práctica admitida tácitamente (por tanto, no es
una ley o una norma jurídica), a causa de la existencia de precedentes o por la costumbre
social.
De este vocablo deriva convencionalismo, cuyo significado ya posee otros matices
diferentes. Para la Real Academia Española, convencionalismo es el "conjunto de
opiniones o procedimientos, basados en ideas falsas que, por comodidad o conveniencia
social, se tienen por verdaderas".
Así pues, una persona convencional será aquella que siga las normas y las ideas
sociales basadas en costumbres tradicionales, sin ánimo o espíritu crítico, y sin mostrar
ningún interés por modificarlas; al contrario, se opone a cualquier trasformación que
lesione esas costumbres tradicionales.
El convencionalismo suele esconder, desde un punto de vista psicológico, un miedo
enfermizo al cambio social o personal, y, por tanto, el rechazo a nuevas ideas. Algunos
autores han llamado la atención sobre la relación existente entre el convencionalismo y la
alienación. En efecto, la persona convencional se refugia en las ideas aceptadas
mayoritariamente, y por motivos de conveniencia, se niega a ser crítico con el sistema e,
incluso, a tener un conjunto de ideas propias.
En la Historia de la Ética, el concepto de convención ha sido utilizado, sobre todo, en
los debates acerca de si la ley moral es de origen natural o positivo. Fue un concepto
asumido expresamente por los sofistas, cuando defendían que la ley tenía un origen
convencional, esto es, había sido aceptada por acuerdo tácito entre los ciudadanos de una
polis, debido a razones de conveniencia o utilidad social.
 
 

 
 
 
 Criterio moral
  
 
El vocablo ‘criterio’ procede del término griego ‘kritérion’, que
significa ‘lo que permite o sirve para realizar un juicio sobre algo’.
En filosofía, criterio se usa fundamentalmente como ‘criterio de
verdad’, y significa el conjunto de normas y procedimientos que se
utilizan para reconocer la verdad o falsedad de un juicio, proposición
o enunciado.
Cuando nos referimos al criterio moral, aludimos a las normas y a
  los valores que aplicamos para determinar la moralidad o
inmoralidad de una acción susceptible de ser juzgada bajo una
perspectiva ética.
 
 
 
 

 
 
 
 Deber
  
 
Un deber es una obligación o precepto de necesario cumplimiento,
que ha sido impuesto bien por algún poder externo al propio
individuo (las leyes, por ejemplo), bien por la conciencia interna del
sujeto (el deber moral), atendiendo a la racionalidad de dichas
obligaciones. El incumplimiento del deber da lugar a castigos y
sanciones, que también pueden ser de dos órdenes distintos: físicos, o
morales y psicológicos.
  El deber es uno de los objetos de estudio de la Ética, la cual lo
analiza para definir en qué consiste, cuál es su naturaleza, de dónde
proviene la justicia o la bondad del deber, cómo se expresa (en imperativos, en preceptos
morales, etc.) y en qué normas concretas deben plasmarse los deberes morales.
En la Historia de la filosofía, no se había planteado una reflexión directa sobre la
naturaleza el deber en sí mismo hasta la obra de Kant (siglo XVIII). Los filósofos
anteriores se habían limitado a enumerar los deberes u obligaciones morales que eran
necesarios para alcanzar el Bien o la felicidad (por ejemplo: "debes vivir con moderación
si deseas ser feliz"). Según Kant, éste es un rasgo que caracteriza a las éticas materiales:
nos dicen lo que tenemos que hacer para alcanzar un bien determinado; por tanto, lo
importante no es el deber en sí, sino el fin que perseguimos con esa acción. De ahí que el
deber sólo interese como un medio y no como un fin en sí mismo.
Kant, a través de su ética formal, modifica esa concepción, inaugurando así una nueva
forma de entender la ética como ciencia de los deberes y no de los fines. Para él, "el
deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley". El deber moral, por tanto, sería
la obediencia a una ley moral universal impuesta por nuestra conciencia como algo
necesario.
Es famosa la distinción kantiana entre tres tipos distintos de acciones desde la
perspectiva de la moralidad:
- Acciones contrarias al deber: las inmorales.
- Acciones conformes al deber: aquellas acciones que, aparentemente, son buenas pero
que no pueden ser consideradas morales en sí mismas, porque han sido realizadas
buscando una finalidad ajena a la propia moral, como el interés personal, la búsqueda de
otras satisfacciones, el deseo de aparentar, etc. El propio Kant nos propone un ejemplo
de acciones conformes al deber: un comerciante que mantiene bajos sus precios no
porque considere que ése es su deber, sino porque espera con ello ganarse más clientes y
obtener así un beneficio mayor que el obtenido con precios altos.
- Acciones por deber: son las estrictamente morales. Han sido realizadas -libre y
voluntariamente- por un puro respeto al deber, sin que en ellas hayan influido ninguna
otra consideración de tipo personal o social. En el ejemplo anterior, el comerciante que
mantiene bajos sus precios porque considera que eso es lo justo y lo debido moralmente.
A partir de Kant, la ética contemporánea ha investigado en profundidad sobre la
naturaleza del deber y su fundamentación en razones morales, habiéndose convertido
estas cuestiones en el objeto de estudio fundamental de la reflexión ética. Como escribe
Toulmin: "deber hacer algo implica tener buenas razones para hacer algo". De ahí que la
Ética deba buscar esas razones que justifiquen la necesidad y la universalidad de nuestros
deberes morales.
 
 

 
 
 
 Deber ser
  
 
El ‘deber ser’ es un concepto que expresa el fundamento de las
reglas morales, en cuanto éstas establecen no lo que es o existe en la
naturaleza, sino los deberes que obedecen a la razón moral. El deber
ser, por tanto, es objeto de estudio de la Ética. A ese deber ser se le
ha dado diversos nombres: bien, valor, deber, etc.
 
 
   
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 Deontología
  
 
Palabra que proviene de los vocablos griegos ‘deontos’ (deber ser)
y ‘lógos’ (ciencia). Etimológicamente, pues, significa: ciencia que
estudia el deber ser.
El término fue creado, en el siglo XIX, por el filósofo utilitarista J.
Bentham. Según él, el objeto de estudio de la deontología era
establecer el conjunto de deberes necesarios para poder alcanzar la
felicidad y el placer para el mayor número de hombres posibles (el
  ideal de la ética utilitarista).
Sin embargo, en nuestros días, el vocablo ha adquirido una
significación relacionada con el ejercicio de determinadas profesiones (abogados,
médicos, periodistas, etc.). Así, y dentro de ellas, se habla de ‘códigos deontológicos’
para referir las normas morales que deben respetarse en el ejercicio de ciertas
profesiones. Por ejemplo, un periodista no debe revelar la fuente que le ha proporcionado
una noticia si aquella no lo desea; un abogado no debe pactar con la parte contraria a
espaldas de su cliente; un médico debe informar de la gravedad de sus dolencias a un
enfermo si éste se lo pide, aunque la familia no desee que le transmita esa información,
etc.
 
 

 
 
 
 Ética de los valores
  
 
Una nueva teoría ética, creada originariamente por Max Scheller
(1874-1928) y continuada posteriormente por N. Hartmann y otros
filósofos. La idea central de la Ética de los valores es que las
acciones morales no deben fundamentarse en el bien sino en el valor.
De esa manera, se evitan las críticas que las éticas materiales
recibieron de Kant, del empirismo y de los defensores del
emotivismo moral.
  Para Scheller, el criterio que debe seguirse para considerar a una
acción como moral es el hecho de que ésta resulte ‘valiosa’ (esto es,
que posea valores) desde una perspectiva ética. Ahora bien, ¿cómo captamos el valor
moral de una acción? Scheller nos dirá que el empirismo tenía razón cuando afirmaba
que los juicios éticos no pueden ser ni verdaderos ni falsos puesto que no son objeto de
conocimiento racional, sino que su validez debe ser determinada por otras facultades
humanas distintas a la razón.
Según Scheller, el criterio de verificación de los juicios éticos proviene de una
capacidad que él denomina ‘facultad estimativa’: reconocemos los valores en un objeto o
acción porque los estimamos moralmente. Así, es el sentimiento -y no la razón- el que
capta los valores, y lo hace a través de la intuición (directa, evidente e inmediata).
Dentro de la Ética de los valores, se ha planteado una discusión filosófica acerca de la
objetividad o no de los mismos. ¿Todos los seres humanos poseen los mismos valores?
Se han dado dos grandes respuestas a esta cuestión:
El relativismo afirma que los valores dependen de cada persona en concreto (lo que
para alguien es valioso puede no serlo para otro); por tanto, no cabe hablar de objetividad
en conceptos tales como ‘justicia’ o ‘bondad’ porque dichos conceptos son interpretados
de distintos modos según las personas o las culturas.
En el lado opuesto se sitúan los conocidos como ‘objetivistas’, para quienes los valores
tienen existencia por sí mismos, independientemente de que las personas y las culturas
concretas los aprecien o no. Para ellos, los valores son características o propiedades que
están adheridas a las cosas y a las acciones, aunque una persona en concreto no lo sepa
captar o no lo aprecie convenientemente.
En el medio de estas dos posturas extremas, se sitúan muchos autores, quienes niegan
el carácter totalitario tanto del relativismo como del objetivismo (ni todos los valores son
relativos ni pueden existir independientemente del sujeto). Estos autores insisten que un
sistema basado en la Ética de los valores debe tener en consideración simultáneamente
los dos aspectos del problema; por un lado, el sujeto que valora y, por otro, la
consideración de que los valores no son puramente subjetivos, ya que representan
propiedades de las cosas y las acciones.
 
 

 
 
 
  Falacia naturalista
  
 
Se entiende por falacia un razonamiento falso o incorrecto, aunque
presentado de tal forma y con tal persuasión, que nos puede parecer
verdadero si antes no lo sometemos a una crítica lógica.
Generalmente, suele distinguirse entre dos grandes tipos de falacias:

 
- Formales: su error o incorrección se encuentra en la forma lógica.
- Verbales: aquellas que usan el lenguaje de manera incorrecta, llegando con ello a
conclusiones falsas.
Por ejemplo, una falacia señalada por Aristóteles: el fin de una cosa es su perfección; la
muerte es el fin de la vida. Luego, la muerte es la perfección de la vida. Como puede
apreciarse fácilmente, el error de este argumento consiste en la doble utilización
semántica del vocablo ‘fin’: como finalidad, y como término o finalización temporal de
algo.
En la Historia de la Ética existe una famosa falacia, reseñada por vez primera por el
filósofo empirista Hume y posteriormente analizada por el intuicionista moral G. E.
Moore. Se la conoce con el nombre de ‘falacia naturalista’. Su error lógico consiste en el
paso ilegítimo desde el ser hasta el deber ser. Veamos con detenimiento lo que dijo
Hume al respecto.
El filósofo empirista se propuso analizar todos los sistemas éticos habidos hasta ese
momento para comprobar si era posible un conocimiento objetivo de la moral. Según él,
ya desde la época de los griegos se había creído que la razón era capaz de conocer la
naturaleza, y, por tanto, también era capaz de establecer lo bueno y lo malo en relación
con ese orden inmutable de la naturaleza. A su juicio, sin embargo, esta postura entraña
un importante error lógico o falacia naturalista: se hace derivar el deber ser (lo que es
bueno, malo, vicioso, justo, etc.) de lo que es (lo que existe en la naturaleza).
Yo puedo decir con conocimiento: "el hombre mata", puesto que eso es un hecho
empírico; ahora bien, de ahí no puedo derivar legítimamente una afirmación como la
siguiente: "matar es malo", porque la bondad o la maldad de las acciones no ‘son’ reales:
son únicamente valoraciones (lo que debe ser) que provienen de mis sentimientos
morales.
Posteriormente, analiza Hume los juicios morales para ver si pueden ser objeto de
conocimiento. Aplicando el criterio empirista, afirma que sólo podemos conocer hechos
o relaciones lógicas de ideas. Pero conceptos tales como ‘bueno’, ‘malo, ‘justo’, etc., no
son ni hechos ni relaciones de ideas, luego no pueden ser conocidos. ¿De dónde
proceden, pues, nuestros criterios morales? Hume afirmará que no de la razón, sino de
los sentimientos y emociones que provocan en nuestro corazón ciertas acciones; en unos
casos, de agrado y satisfacción; en otros, de repulsa y desaprobación. De ahí que su ética
sea considerada como un ejemplo de emotivismo moral.
Apoyando la crítica de Hume a la falacia naturalista, Moore escribió: "si alguien me
pregunta qué es bueno, responderé que bueno es bueno, y aquí termina la cuestión...
Bueno es una noción simple, del mismo modo que amarillo".
 
 

 
 
 
 Heteronomía
  
 
De ‘heterós’ (otro, diverso, diferente) y ‘nomos’ (norma, ley).
Concepto antónimo de autonomía.
En Ética, fue utilizado por Kant para señalar el tipo de éticas que
buscaban su fundamentación en un principio ajeno a la propia moral,
principio que era identificado con el fin de las acciones morales, ya
fuera éste la búsqueda del placer, de la felicidad, de lo beneficioso o
útil para la mayoría, etc.
  Según Kant, las éticas heterónomas son inferiores a las autónomas,
ya que muestran una dependencia del deseo, la inclinación o la
finalidad que se persigue con el conjunto de las acciones, mientras que las autónomas
sólo obedecen a los dictados del deber moral.
 
 

 
 
 
 Ideales
  
 
Viene del término ‘idea’, aunque su significado actual está
determinado por el que le otorgó Platón a ese concepto dentro de su
filosofía. Para éste, las Ideas constituían la realidad perfecta y se
encontraban situadas en un mundo diferente al nuestro, el cual era
imperfecto en oposición al mundo perfecto de las Ideas. Todos los
seres del mundo sensible eran copias o imitaciones de la auténtica
realidad constituida por esas Ideas.
  De ahí que hoy día se entienda por ‘ideal’ algo inalcanzable debido
a su perfección, ya que los ideales son modelos perfectos a los que
nuestras acciones y cosas sólo pueden parecerse o imitarlos, pero nunca alcanzar ese
grado de perfección. Así, cuando digo: "mi ideal sería lograr una vida plenamente feliz",
quiero expresar que eso es imposible, ya que la vida real posee necesariamente
momentos de infelicidad.
Sin embargo, los ideales cumplen una función importante en nuestra vida, ya que nos
sirven como modelos o referencias para orientar nuestros actos hacia la consecución de
objetivos deseables, buscando siempre una aproximación a ese ideal o modelo. Por
ejemplo, cuando pedimos que la justicia concreta de un Estado se guíe por el ‘ideal de
justicia’ que persiguen la ética y el derecho.
 
 

 
 
 
 Imperativo
  
 
El término imperativo procede de la voz latina imperare, que
significa ‘ordenar’, ‘mandar’. El imperativo es una proposición
lingüística que tiene la condición de ordenar algo de un modo
obligatorio. Así, pues, el imperativo impone siempre una
prescripción; de ahí que sea considerado como una categoría del
lenguaje prescriptivo.
Desde el punto de vista de su contenido, podemos distinguir entre
  aquellos que ordenan algo de un modo impositivo (por ejemplo:
"huye del vicio"), y aquellos otros que prohíben acciones, llamados
imperativos negativos (por ejemplo: "no matarás").
Dentro de la ética, los mandatos morales se expresan siempre en imperativos. Los
juicios éticos, pues, son juicios prescriptivos (imponen preceptos) que nos obligan a
actuar obligatoriamente de determinada forma, siempre y cuando se den todas las
condiciones necesarias (libertad, responsabilidad, etc.) para obrar moralmente.
Podemos dividir a los imperativos en singulares (cuando afectan a una situación
concreta e individualizada) y universales (aquellos que tienen vigencia para todos los
seres humanos y en todo lugar o tiempo). A partir de la obra del filósofo Kant, se
distingue igualmente entre imperativos hipotéticos e imperativos categóricos.
Ciertas corrientes o escuelas filosóficas (fundamentalmente, el emotivismo, el
neopositivismo y la filosofía analítica) han cuestionado la validez lógica de los
imperativos, o, más concretamente, que éstos puedan ser objeto de estudio de la ciencia
y, por tanto, poseer el carácter de un conocimiento objetivo de la realidad. Para estas
corrientes filosóficas, las únicas proposiciones lingüísticas que tienen sentido son las
aseverativas (por ejemplo: "hoy hace sol" o "la luna no es un satélite de la tierra"), puesto
que sólo de ellas podemos afirmar su verdad o su falsedad. En cambio, no podemos
asegurar que los imperativos sean verdaderos o falsos, ya que no se refieren a la realidad
material: los imperativos sólo expresan deseos o emociones del sujeto ("yo deseo que no
se mate", por ejemplo). De esas críticas concluyen, pues, que la ética no puede ser
considerada como una disciplina científica objetiva.
 
 
 

 
 
 
 Imperativo categórico
  
 
Fue formulado originariamente por Kant en el siglo XVIII. Él no
estaba de acuerdo con los imperativos morales que habían propuesto
los sistemas éticos anteriores, ya que consideraba que todos ellos
adoptaban la forma de imperativos hipotéticos, es decir, hacían
depender el mandamiento ético de una condición o fin exterior al
mismo.
  Kant deseaba que la moralidad tuviese autonomía, esto es, que sus
  reglas no dependieran de nada ajeno a la propia razón humana.
Además, creía que los imperativos hipotéticos sólo obligaban a unos
cuantos individuos, pero no a todos. Por ejemplo, el imperativo "si quieres alcanzar la
sabiduría, esfuérzate en el estudio", sólo tiene validez para aquellos que quieran saber
más, pero no para aquellos otros que no consideren ese hecho como un fin esencial.
Por tanto, propuso un imperativo que cumpliera con la regla de la universalidad, esto
es, que obligara a todos los seres humanos en cuanto que todos ellos están dotados de
razón. Y a ese imperativo único lo llamó categórico.
También propuso un cambio importante con respecto a los imperativos hipotéticos. Así,
estos últimos nos dicen siempre lo que tenemos que hacer en determinada situación ("no
cometas excesos porque mañana te arrepentirás") o lo necesario para alcanzar un bien o
fin moral ("si deseas ser feliz, busca el placer y huye del dolor"). Sin embargo, el
imperativo categórico kantiano no nos dirá qué es lo que debemos hacer ante cada
situación o qué fin debemos buscar para "ser buenos", sino tan sólo expresará la forma
que deben tener nuestras acciones para ser consideradas morales. Por tanto, no nos dice
qué hacer sino cómo hacerlo. De ahí que el imperativo categórico sea formal, y no
material como el imperativo hipotético.
Kant enunció de diversas maneras ese imperativo categórico. Las tres formulaciones
más conocidas son:
- Obra siempre según una máxima que puedas querer que se torne en ley universal.
- Obra siempre de tal modo que uses a la humanidad siempre como un fin y nunca
como un medio.
- Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse por tu voluntad en ley
universal de la naturaleza.
El imperativo categórico supone, para Kant, obrar siempre por puro respeto al deber (ya
que así me lo dicta mi voluntad moral), porque únicamente entonces podremos hablar de
acciones morales. En cambio, si obro movido por otro fin que no sea el deber, aunque mi
acción pueda ser considerada buena, no será, sin embargo, una acción puramente moral.
Kant nos propone el siguiente ejemplo: un comerciante honrado (y, por tanto,
sumamente moral) es aquel que no cobra precios abusivos por respeto a su deber y a su
obligación para con una conducta ética. En cambio, un comerciante que mantiene bajos
sus precios (en principio, una acción buena) pero que lo hace con el fin de conservar y
aumentar su clientela (y, de paso, obtener más dinero), no está realizando una acción
moral, ya que no obra según el imperativo categórico. De esa manera, cualquier acción
realizada por un interés o un sentimiento, y no por puro respeto al deber moral, no puede
considerarse una acción estrictamente moral.
 
 

 
 
 
  Imperativo hipotético
  
 
Nombre introducido por Kant para señalar las diferencias de este
tipo de imperativo con respecto a los imperativos categóricos. Se
caracteriza por proponer mandatos morales con el objetivo de
alcanzar determinados fines. Su estructura lógica es siempre: "Si p,
entonces q"; por ejemplo, "si deseas estar en paz con tu conciencia,
no mientas". Lo que caracterizan a este tipo de imperativos es
proponer medios (en el ejemplo, no mentir) para alcanzar fines que se
  consideran buenos moralmente (estar en paz con nuestra conciencia).
Kant criticó esta forma de imperativo y propuso como alternativa el
imperativo categórico.
 
 
 

 
 
 
  Jerarquía
  
 
Su origen viene del término griego ‘hierarquía’. La palabra fue

 
utilizada originariamente con un sentido teológico y eclesiástico: designaba el orden
existente entre los diversos coros de ángeles. La Iglesia utilizó posteriormente el término
para clasificar las distintas categorías y grados del clero. Por extensión, el vocablo
comenzó a utilizarse para referir el orden y los grados (de poder, de antigüedad, de
escalafón, de importancia...) de un conjunto de personas o cosas.
Dentro de la ética y de la política, el concepto de ‘jerarquía’ se utiliza en relación con el
estudio del Poder (cómo se subordinan unos a otros los distintos tipos de poder político,
económico, cultural, etc.). También es utilizado por la llamada Ética de los valores: para
ella, éstos no poseen una igualdad de ‘valor’, sino que deben clasificarse, según su
importancia ética, en una escala jerárquica.
 
 

 
 
 
  Juicio de valor
  
 
Son juicios que no intentan describir la realidad objetiva (es decir,
no tratan de establecer verdades científicas u objetivas), sino que se
limitan a valorar un hecho o una acción, atendiendo a una tabla de
valores.
Si yo digo: "Belmonte es el mejor torero del siglo XX", observo
que en esa expresión existen ‘datos’ objetivos que se refieren a una
realidad reconocible: ‘Belmonte’ y ‘torero del siglo XX’, a la vez que
  aparece en ella un término, ‘mejor’, que no describe una realidad
objetiva, sino una apreciación subjetiva que es válida para mí, pero
no necesariamente para todos los demás.
En los juicios de valor se expresa, pues, un criterio subjetivista de valoración, ya sea
ésta moral, estética, política, etc. Ello no quiere decir que muchos de los juicios de valor
deban entenderse sin propiedades objetivas y, por tanto, sólo válidos en la esfera
personal del que emite el juicio, puesto que en ocasiones expresan valoraciones casi
universales o, al menos, muy extendidas socialmente; así, por ejemplo, cuando repetimos
la famosa sentencia de que "la democracia es el menos malo de los sistemas políticos
posibles".
 
 
 

 
 
 
  Juicios morales
  
 
Son los que conciernen a la moralidad y de cuyo estudio se encarga
la Ética como disciplina del saber. Los juicios morales expresan
mandatos éticos o establecen valoraciones sobre acciones. Pueden
tener tres formas:
- Juicios obligatorios o deónticos: expresan imperativos; por
ejemplo, "es necesario hacer el bien".
- Juicios axiológicos o preferenciales: establecen que algo es bueno,
  o que una acción es mejor que otra; por ejemplo: "es bueno ayudar a
los demás" o "es mejor ser solidario que insolidario".
- Una síntesis de los dos anteriores: "Hay que hacer el bien porque es bueno ayudar a
los demás".
Los juicios morales tratan de ser universales (válidos para todo el mundo) y de
obligatorio cumplimiento, puesto que expresan normas morales.
Algunas escuelas éticas, como el emotivismo o la filosofía analítica, han insistido en la
imposibilidad de verificar la verdad o falsedad de los juicios morales, puesto que ellos no
se refieren a hechos; lo más que expresan son emociones o valoraciones internas sobre el
sentimiento de agrado o rechazo moral que nos provoca una acción determinada.
 
 

 
 
 
  Máxima
  
 
El origen del término proviene del latín, más concretamente del
latín medieval, donde significaba ‘sentencia’. De ahí deriva su
sentido coloquial: expresión lingüística breve que expresa verdades
de orden fundamentalmente moral. En ese sentido, las máximas se
han convertido en un género literario, semejante a los de los
aforismos o los refranes.
Desde el punto de vista de la ética, y sobre todo a partir de la obra
 
de Kant, una máxima expresa una norma subjetiva o personal en contraposición a la ley
moral, que es objetiva y universal.
 
 
 
 

 
 
 
  Nomos
  
 
Nomos es un vocablo griego, no recogido en el Diccionario de la
Real Academia Española, pero de uso frecuente en libros y textos de
ética, en muchos de los cuales ni siquiera se traduce por considerarlo
ampliamente conocido.
Podemos traducirlo por: pacto, acuerdo, consenso, convención... Su
uso filosófico comenzó con los sofistas y con su oposición al carácter
natural (physis) de las leyes morales y políticas.
  Hasta la aparición de los sofistas, en el mundo griego nadie se había
planteado el origen de las normas morales. Se suponía que dichas
normas derivaban de la propia naturaleza (physis), e incluso se creía que también eran
válidas para los mismos dioses. Fueron, pues, los sofistas los primeros que plantearon el
problema, al afirmar que no existían leyes naturales puesto que todas las existentes eran
fruto de un acuerdo o convención (nomos).
Para ellos no existía una Justicia ni un Bien universalmente válidos, sino que esas ideas
habían sido creadas y aceptadas por las distintas sociedades humanas en razón de su
utilidad para regular las relaciones sociales. Según ellos, se inspiraban en las costumbres;
es decir, estaban condicionadas por la historia y la cultura de cada pueblo en concreto.
Llegaron a defender, incluso, que el hombre que se guiaba por las leyes de la polis
(ciudad-estado) era un ser convencional, mientras que aquel otro que se guiaba por lo
que su propia razón le dictaba acerca del bien y del mal era el verdaderamente libre. A
esta actitud teórica se la conoce con el nombre de relativismo ético.
Frente a la defensa del nomos realizada por los sofistas, se alzaron los grandes filósofos
de la época clásica -Sócrates, Platón y Aristóteles-, quienes trataron de demostrar la
existencia de una ley natural encarnada en las ideas universales de Bien y Justicia.
 
 

 
 
 
 
  Norma
  
 
Todo el mundo usa la palabra ‘norma’ con una pluralidad de
sentidos. No se trata ya de que existan numerosos tipos de normas
-en algunos casos muy diferentes entre sí-, sino de que es claramente
polisémica (tiene varios significados). Su origen etimológico
proviene del latín, donde norma significa modelo, medida, regla. Las
significaciones actuales más importantes son las siguientes:
- En el sentido de normalidad, la norma es concebida como el valor
  medio de un conjunto de cualidades que son comunes a un colectivo.
En ese sentido, si alguien se ajusta a ese patrón medio decimos de él
que es normal; si se aleja, anormal.
- En un sentido industrial, la norma es lo que permite clasificar y homologar un
conjunto de objetos que poseen patrones idénticos o similares. Así, hablamos de aparatos
que se ajustan a la norma o normativa industrial de la Unión Europea, por ejemplo.
- Desde una perspectiva jurídica, la norma es un texto legal que regula unas
determinadas acciones o que establece determinados fines a conseguir. En ocasiones, se
emplea norma jurídica como sinónimo de ley.
- Norma como reglamento, es decir, como un conjunto de medidas que deben ser
cumplidas para desarrollar una actividad según un modelo previamente aceptado: las
normas de la lidia, la normativa de los delegados sindicales...
- Norma con significado de modelo o de canon se emplea en diversas actividades: en el
arte, en la construcción de edificios, en la geometría, etc.
- En el lenguaje técnico, se utiliza norma como precepto de obligatorio cumplimiento
para conseguir alguna transformación del mundo material. Así, por ejemplo, "las normas
a seguir para curar la tuberculosis son..."
Por lo que respecta a la filosofía, el concepto de norma se utiliza básicamente en dos
disciplinas: la lógica y la ética.
Las normas lógicas son un conjunto de reglas que nos permiten analizar las
proposiciones u otras formas de lenguaje, y también las reglas de transformación, de
inferencia y de otras operaciones formales.
Una norma moral es un imperativo (sé bueno; no robes) que nos dice cuál debe de ser
nuestra conducta correcta desde el punto de vista moral.
En lo que concierne a las distintas actividades humanas que se encuentran reguladas
por normas, prácticamente podemos afirmar que no existe ninguna de ellas que no esté
sometida a un procedimiento normativo. Desde esa perspectiva, podemos dividir a las
normas según sea su campo de aplicación. Hablamos así de normas higiénicas, normas
de urbanidad, normas de tráfico, normas sanitarias, etc.
 
 
 

 
 
 
  Precepto
  
 
Es sinónimo de mandato u orden. En una significación más
restringida, significa cada una de las reglas que se utilizan
obligatoriamente en el manejo de un arte o disciplina; así se habla de
los preceptos de la geometría, por ejemplo.
En el sentido moral y también en el religioso, precepto se asimila a
mandamiento, es decir, a una obligación impuesta por alguna
autoridad (civil, religiosa, por la propia conciencia, etc.) con el fin de
  cumplir unas reglas de necesaria observancia para alcanzar
determinado fin (la salvación eterna, la satisfacción de obrar bien, el
cumplimiento de la legalidad, etc.). En este sentido, afirmar que algo es preceptivo,
significa decir que su cumplimiento es obligatorio.
 
 
 
 
  Prescripción
  
 
Prescribir significa ordenar, imponer preceptos y obligaciones. En
el terreno de la ética, decimos que los juicios morales son
habitualmente prescriptivos (existen también otros juicios morales
valorativos, es decir, que no imponen obligaciones). Se trata, por
tanto, de imperativos morales que especifican nuestro deber y los
contenidos de nuestras acciones para ser consideradas como acciones
morales.
   
 
 
 
 
  Sanción
  
 
El término tiene diversos significados. De una manera genérica,
designa cualquier estatuto o ley. De ahí se deriva su uso legislativo:
sancionar significa que el Jefe del Estado, mediante su firma o
aprobación explícita, confirma y da validez formal a las leyes
aprobadas por los Parlamentos.

 
En Derecho, se entiende también por sanción la pena impuesta a los actos que vayan en
contra de las leyes vigentes. En ese sentido, la sanción se equipara al castigo penal, civil
o administrativo.
Dentro de la Ética, en cambio, la sanción es la reprobación o la recompensa moral que
se obtiene según los actos sean conformes o no con las reglas morales. La sanción moral
se diferencia de la sanción jurídica en que no está ejercida por un poder coactivo ajeno al
individuo (por ejemplo, el Estado, los poderes públicos, cargos o jefes de empresas
privadas, etc.), sino que se produce por la propia conciencia cuando ésta percibe que la
conducta no ha sido la debida según el criterio racional de moralidad.
 
 

  Valores
  
 
Término que procede de la economía, y que fue incorporado a la
reflexión ética y política a partir de las obras de Marx (valores
económicos) y Nietzsche (valores morales). A principios del siglo
XX, Max Scheller y otros filósofos intentaron construir lo que ellos
llamaron una ‘ética de los valores’ en oposición a las éticas
materiales que buscaban justificaciones teleológicas. Desde entonces,
el término ‘valor’ ha sido incorporado a la Ética como uno de los
  referentes más discutido y estudiado durante las últimas décadas.
De forma genérica, decimos que algo tiene ‘valor’ cuando es
deseable por sí mismo o se juzga superior a otras cosas. Es importante señalar al respecto
que lo que realmente ‘vale’ no es la cosa en sí misma (para alguien que no le interese lo
más mínimo dicha cosa, ‘no vale nada’), sino que lo valioso se encuentra adherido a ella
y está en relación con el sujeto que la valora (‘vale’ para mí, porque yo la deseo, porque
me resulta útil, porque me gusta, porque puedo especular económicamente con ella, etc.).
En cuanto a su significado ético, el término ‘valor’ refiere cualidades que poseen
ciertos objetos o determinadas acciones, gracias a las cuales son consideradas deseables,
o, de una manera más estricta desde el lenguaje moral, son preferibles o más acordes con
nuestros preceptos morales. Por ejemplo, la acción de ayudar a un necesitado (que
entraña la existencia de valores como ‘caridad’ o ‘solidaridad’) es considerada como
preferible a la de no ayudarlo, cuando se tienen oportunidad y recursos suficientes para
hacerlo. Como la cualidad de esa acción (ayudar) es deseable en sí misma, la traducimos
en una norma moral: "hay que ser solidarios con los demás".
Max Scheller caracterizó a los valores con los siguientes rasgos:
- El ‘valer’ sobre el ‘ser’: en otras palabras, los valores no son (no tienen realidad
material), sino que valen. Por ejemplo, según Scheller, la justicia no existe ni como un
ser real (nadie la ha visto, la ha tocado, etc.; únicamente ‘vemos’ actos justos o injustos;
y los ‘vemos’ así porque los valoramos en razón de que sean deseables desde un punto de
vista moral), ni tampoco como ser ideal (tal y como afirmaba Platón). Dice Scheller que
la única realidad de la justicia consiste precisamente en ‘ser valiosa’.
- Ahora bien, su existencia posee una característica peculiar: la de estar ‘adherida’ a los
objetos y acciones que se consideran valiosos. Esta adherencia resulta de capital
importancia para Scheller, puesto que garantiza que los valores no sean subjetivos (no
dependen exclusivamente de mi consideración personal o de mis preferencias), sino que
las cosas y acciones son portadoras de cualidades objetivas (valores).
- Polaridad: todo valor tiene necesariamente un contravalor (solidaridad e insolidaridad,
justicia e injusticia...).
- Jerarquía: no todos los valores ‘valen’ lo mismo (por ejemplo, consideramos ‘mejor’
la justicia de una acción que el hecho de que sea útil). Por tanto, los valores deben
ordenarse según su grado de importancia moral.
- Los valores no se captan mediante el entendimiento o la razón, sino que los
percibimos a través de una intuición directa (‘vemos’ y ‘comprendemos’ de manera
intuitiva que una acción es justa). Así, y según Ortega y Gasset, lo que nos permite
captar los valores es lo que él llama la ‘facultad estimativa’, es decir, la capacidad que
tenemos para juzgar el aprecio que sentimos o no por ciertos actos y objetos.
Como es lógico, existen numerosos tipos de valores, según sean considerados en
relación con los distintos ámbitos de la realidad. Por ejemplo, valores estéticos (bello,
sublime, etc.), económicos (riqueza, etc.), religiosos (santidad, entrega a la divinidad...),
etc.
Los valores morales poseen algunas peculiaridades con respecto a los otros tipos de
valores. Algunos pensadores han establecido tres condiciones de los mismos:
- Son incondicionales, es decir, deben valer por sí mismos, no porque nos reporten
beneficios personales o sean útiles para otro fin. Es decir, una acción moral debe ser
valorada sin tener en cuenta ningún interés personal (por ejemplo, contribuyo
económicamente a financiar una ONG por solidaridad, no porque me pueda desgravar
esa cantidad en mi declaración fiscal).
- Son necesarios, es decir, no dependen de mí, sino que son independientes de la
percepción particular de cada uno (la solidaridad ‘vale’ necesariamente desde el punto de
vista moral, sea yo o no sea solidario).
- Son universales, esto es, tienen vigencia para todos los seres humanos y para todas las
culturas (no sucede así, por ejemplo, con los valores estéticos: lo que es considerado
bello es una cultura, puede ser considerado ‘horrible y feo’ en otra).
 
 

 
 
 
  Voluntad
  
 
En un sentido muy genérico, voluntad significa la capacidad de
expresar nuestro convencimiento. Dicho de otro modo, expresar e
intentar satisfacer nuestros deseos sin estar obligados o forzados a

 
actuar por ninguna fuerza externa.
Cabe entenderla como una facultad psicológica, y entonces nos referimos a ella como
el acto del querer y la capacidad de tomar decisiones. A ese respecto, la voluntad se halla
influida por la motivación, en cuanto que aquella siempre tiende a alcanzar fines cuya
consecución depende en muchas ocasiones de lo motivados que estemos o no para
lograrlos.
En cuanto a su aspecto metafísico, destaca la polémica entre la libertad y el
determinismo de las acciones humanas. En efecto, desde un planteamiento determinista,
la voluntad es una falsa ilusión: si no existe libertad, no cabe hablar en ningún sentido de
voluntad, ya que ésta es una condición indispensable para aquélla.
Desde una consideración ética, la voluntad es uno de los componentes necesarios para
que pueda hablarse de acciones morales. Si el acto no es voluntario (bien a causa de estar
obligados por alguna fuerza externa, bien a causa de no ser consciente de sus efectos,
consecuencias o de la propia bondad o maldad de la acción), no podemos catalogarlo
como estrictamente moral. Por ejemplo, si yo tropiezo involuntariamente con una cuerda
que sujeta un objeto y, como consecuencia de ello, ese objeto cae sobre alguien
causándole lesiones, no podré ser considerado como responsable moral de ese acto, ya
que en él no intervino para nada mi voluntad.
 
 

 
 
 
 Voluntarismo

 
Con este nombre se conoce a diversas teorías filosóficas que hacen
de la voluntad la facultad prioritaria del ser humano, ya sea en lo
relativo al conocimiento, ya sea en su psicología o en su ética.
En el primer caso, hablamos de voluntarismo metafísico, cuyos
máximos exponentes son Schopenhauer, Nietzsche y Bergson, para
quienes la voluntad de vivir constituye el móvil de las acciones y sel
pensamiento humano.
  En el caso del llamado voluntarismo psicológico, su tesis central
defiende que en el hombre prima la voluntad sobre la racionalidad y
sobre otras facultades psicológicas.
En cuanto al voluntarismo ético, se manifiesta especialmente en Kant, para quien el
fundamento de la moralidad radica en la facultad de querer, la cual busca ajustarse a los
principios de la razón. Para Kant, lo único que es bueno en sí mismo es lo que él llama la
‘buena voluntad’.
 
 
 

 
 

Movimientos filosóficos
 
 

Conceptos
 
 
 
  Contracultura

 
Resulta difícil definir con propiedad el término ‘contracultura’,
puesto que designa genéricamente a un conjunto muy amplio de
movimientos políticos, sociales y culturales que han proliferado a lo
largo de la segunda mitad del siglo XX.
Su origen se remonta a la década de los cincuenta, cuando en la
Costa Oeste norteamericana surgieron movimientos de protesta
social, como los beat y más tarde los hippies, que decidieron
  enfrentarse a las costumbres y a las normas sociales vigentes,
proponiendo modelos alternativos de existencia.
Con el nombre de ‘contracultura’ quisieron expresar la oposición a la cultura oficial y a
los valores dominantes en las sociedades capitalistas de entonces (pragmatismo,
consumismo, tecnocracia, represión sexual, valores religiosos, etc.). Pretendían suplantar
esos valores según ellos caducos y represores de la individualidad y la felicidad
personales por otros valores que fomentaran la autenticidad y la libertad.
Más que un movimiento filosófico, la contracultura fue una forma de vida o una
filosofía vital. Se plasmó en un gran movimiento creativo que cultivó la literatura, la
música, la ecología, la psicología, el cine y las artes plásticas. Algunos de los rasgos
generales que caracterizaron a los movimientos contraculturales fueron:
- La marginalidad: voluntariamente se declararon al margen del sistema político y
económico capitalista.
- El afán de libertad: fue ésta una de sus características principales. Reivindicaron
libertad para el cuerpo y para la conciencia, rechazando las imposiciones sociales,
ideológicas y religiosas. En ese sentido, defendieron la individualidad por encima de
cualquier tipo de sistema uniforme.
Su deseo de libertad les condujo a defender el amor libre, el cosmopolitismo
("ciudadanos del mundo sin patrias"), el pacifismo ("haz el amor y no la guerra"), la
insumisión y la desobediencia legítima.
- La vuelta a la naturaleza: frente al modelo de vida tecnológico y capitalista, ellos
reivindicaron una vuelta a todo lo natural. Muchos abandonaron la vida en las ciudades y
se trasladaron al campo, donde fundaron comunas en las que vivir, rechazando el
consumismo artificial, acabando con la propiedad individual ("todo es de todos") y
fomentando formas de vida alternativas (trabajo colectivo independiente, autosuficiencia
económica). Se declararon radicalmente ecologistas.
- La búsqueda de la felicidad: alcanzar la felicidad personal era el objetivo de la
existencia humana. Para ello había que romper con la educación recibida y ‘liberarse’ de
las normas morales represoras que defendía la sociedad tradicional. Reivindicaron la
experiencia (probar todo lo que aumente la felicidad) como forma de alcanzar la
realización personal. De ahí la importancia que para ellos tuvieron la música, las drogas,
el arte o las relaciones humanas.
- La protesta: la contracultura fue un movimiento radicalmente crítico con el sistema.
Utilizaron las manifestaciones de protesta para hacer público su ideario. Su crítica
alcanzó a todo lo que defendía el sistema: sociedad de consumo, militarismo, religión,
política, desarrollo industrial contaminante, etc.
 
 

 
 
 
  Eclecticismo
  
 
Del término griego eclecticós: que elige.
Entendemos por eclecticismo al sistema filosófico que toma
conceptos de otros sistemas filosóficos anteriores, intentando
constituir un pensamiento de síntesis donde coexistan ideas diversas.
Un rasgo del eclecticismos es que no consigue estructurar esas ideas
en un pensamiento propio organizado, es decir, las ideas tomadas de
otras filosofías no se integran en un todo unificador, sino que
  permanecen inconexas y desestructuradas. De ahí que el adjetivo
‘ecléctico’ aplicado al arte o al pensamiento refleje un cierto sentido peyorativo y una
crítica a sus escasas capacidades creativas o integradoras.
 
 

 
 
 
 Empírico-Empirismo
  
 
Empírico significa relacionado con la experiencia, es decir, que se
refiere a hechos reales que pueden ser observados y cuyo
conocimiento es objetivo, en contraposición a lo no empírico, cuyo
saber es siempre subjetivo. Tanto ese término como el de empirismo
se derivan del vocablo griego empeiría, que significa experiencia.
Originariamente fue utilizado por el filósofo escéptico Sexto el
Empírico para calificar el conocimiento científico que procede
  directamente de la experiencia práctica y no de la teoría abstracta.
Filosóficamente se entiende por empirismo cualquier teoría que
afirme la experiencia como única forma posible de conocimiento verdadero y objetivo.
Dentro de la historia del pensamiento se conoce como Empirismo a un movimiento
filosófico de los siglos XVII y XVIII, constituido por filósofos británicos y cuyos
miembros más significativos fueron Locke, Hume y Berkeley. Surgió como respuesta y
oposición al racionalismo de filósofos como Descartes o Leibniz.
Las ideas principales que caracterizaron a este movimiento fueron:
- Todo conocimiento procede de la experiencia. Por tanto, es imposible conocer
realidades de las que no es posible tener experiencia alguna, como Dios, alma, bien, etc.
- Se entiende por conocimiento empírico únicamente aquel que procede de los datos
sensoriales, es decir, de la percepción directa de los sentidos.
- No existen ideas o conceptos innatos. Para los empiristas, la mente del recién nacido
no es más que una ‘tabula rasa’ o ‘papel en blanco’, donde se irán grabando
sucesivamente las ‘huellas’ de sus experiencias sensoriales, tanto del mundo externo
como del interno. En la mente, pues, no existe nada que antes no haya pasado por los
sentidos.
- El empirismo niega cualquier objetividad a los juicios morales, puesto que nociones
como bien, valor, justicia, etc. no proceden directamente de un conocimiento sensorial.
De ahí que, dentro de la ética, defendieran el emotivismo y el intuicionismo moral.
 
 
 

 
 
 
 Escepticismo
  
 
Con el nombre de ‘escepticismo’ designamos a cualquier teoría
filosófica o científica que niegue la posibilidad de un conocimiento
verdadero y absoluto de la realidad. Dentro de la Historia de la
filosofía el término alude a un movimiento surgido en Grecia durante
el siglo III a. C. alrededor de las ideas defendidas por Pirrón de Elis
(a este movimiento también se le conoce con el nombre de
‘pirronismo’). Entre sus seguidores destacó especialmente Sexto
  Empírico. En la filosofía moderna resurgió el escepticismo en la obra
de filósofos como Montaigne o Francisco Sánchez (pensador ibérico
que influyó directamente en la filosofía de Descartes e indirectamente en la de los
empiristas).
Su tesis central es la afirmación de que todo conocimiento es relativo (deriva
únicamente de la experiencia subjetiva del individuo). Por tanto, afirman la
imposibilidad de alcanzar un conocimiento verdadero de alguna cosa o pensamiento.
Ese escepticismo teórico tiene su lógica correspondencia en la praxis. Puesto que nada
puede ser concebido como verdadero, tampoco el bien o la felicidad serán nociones
objetivas. Luego, y según los escépticos, sólo podemos aspirar a vivir en un estado de
duda continua. De ahí la necesidad de evitar cualquier pasión que perturbe nuestra alma
(ataraxia); por tanto, únicamente a través de la indiferencia con respecto a todo aquello
que siembre en nosotros inquietud y agobio podremos alcanzar un equilibrio vital.
Desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, se suelen distinguir dos tipos de
escepticismo: el fuerte (para el cual no se puede conocer absolutamente nada con certeza
objetiva) y el moderado o débil (quien insiste sobre los límites infranqueables de
nuestros conocimientos, aunque admite algún tipo de saber práctico y aproximado de la
realidad).
 
 

 
 
 
 Filosofía analítica
  
 
Bajo este nombre genérico se engloban corrientes filosóficas
surgidas en los inicios del siglo XX y autores independientes que
reivindican el empirismo como forma de hacer y entender la
filosofía, y que hacen del análisis del lenguaje el instrumento
fundamental para establecer la verdad o falsedad de las proposiciones
y enunciados filosóficos, muchos de las cuales se caracterizan por
incluir un uso incorrecto del lenguaje, lo que da lugar a los llamados
  pseudoproblemas científicos y filosóficos. Entre las figuras más
sobresalientes de este movimiento destacan B. Russell y L.
Wittgenstein.
Sus análisis de los enunciados lingüísticos que constituyen el saber filosófico y
científico revelaron que el lenguaje natural no es un instrumento adecuado para
establecer juicios objetivos, ya que está llenos de equívocos y de términos polisémicos
(con varios significados). De ahí que propusieran la creación de un lenguaje científico
(que debía ser esencialmente formal y no natural) para establecer empíricamente la
verdad o falsedad de una proposición.
En cuanto a la Ética consideraron que sus proposiciones no se referían a la realidad
material (donde era imposible verificar nociones tales como ‘bueno’ ‘justo’ ‘debido’,
etc.), sino que tan sólo expresaban estados psicológicos de conciencia (como, por
ejemplo: "me desagrada esa acción", "la mentira me provoca rechazo", etc.), cuya
verdad o falsedad no podía demostrarse mediante procedimientos empíricos. En el
ámbito moral se mostraron partidarios del emotivismo y del intuicionismo.
 
 

 
 
 
 Ilustración-Ilustrado
  
 
Se trata de un movimiento político, cultural, social y filosófico que
se desarrolló durante el siglo XVIII en Europa y en parte del
continente americano. Sus dos grandes símbolos fueron la
elaboración de la Enciclopedia (texto que pretendía recoger en una
sola obra la totalidad del saber existente hasta aquellos momentos) y
las Revoluciones francesa y norteamericana (guerra de la
independencia contra Gran Bretaña), quienes alentaron la lucha por
  los derechos humanos y por la democracia en contra de los sistemas
políticos totalitarios (Monarquías absolutas) existentes hasta entonces.
Los grandes rasgos que caracterizan a la Ilustración son los siguientes:
- Fe absoluta en la razón humana como facultad del conocimiento humano que nos
permitirá alcanzar todo el saber objetivo sobre la Naturaleza, aunque también cabe
considerar a la razón ilustrada como una razón crítica (en el sentido kantiano): su función
consiste en establecer los límites del conocimiento humano más allá de los cuales no
existe posibilidad de conocimiento (Hume y Kant, por ejemplo).
- Lucha contra el fanatismo religioso típico de las épocas históricas anteriores, al que
culpan del retraso económico e ideológico, y de fomentar la superstición y el miedo. La
religión que propugna la Ilustración es una religión con rostro humano, cuya forma
filosófica se expresa en el deísmo, defendido especialmente por Voltaire.
- Auge de la ciencia como forma de acceder al conocimiento de la Naturaleza. Se
defenderán ahora los métodos empíricos frente a los métodos racionalistas basados en la
creencia de ideas innatas o de Dios como causa última de la razón. La ciencia ilustrada se
caracteriza por creer que los conocimientos sensibles (empirismo) son la base de
cualquier tipo de saber objetivo.
- Creencia en el progreso ilimitado de la ciencia, e identificación absoluta del mismo
con la felicidad humana. Según los pensadores ilustrados, la razón conducirá a la
humanidad a un progreso material indefinido que terminará con las viejas épocas
históricas y con las viejas ideas, y cuya plasmación en la realidad social contribuirá a la
existencia de sociedades más felices por cuanto tendrán cubiertas sus necesidades
materiales y culturales.
- Defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad (lema de la Revolución francesa)
en el orden social y político, y lucha contra la Monarquía absoluta, la cual debía ser
sustituida por regímenes democráticos y populares. Fruto de esa lucha fueron las
primeras Declaraciones de Derechos del Hombre y de los Ciudadanos.
En cuanto a los filósofos, pensadores o científicos más sobresalientes de la época
ilustrada podemos citar a Locke, Hume, Kant, Rousseau, Newton, Voltaire...
 
 

 
 
 
 Neopositivismo
  
 
Corriente filosófica surgida a principios del siglo XX (denominada
también neoempirismo o Círculo de Viena), algunos de cuyos
principales representantes fueron Wittgenstein, Russell y Carnap. Se
dedicaron fundamentalmente al estudio de los lenguajes formales y

 
lógicos (filosofía analítica), además de intentar establecer nuevos criterios de verdad
fundamentados en el análisis lógico de las proposiciones científicas.
En cuanto a la ética, se adscribieron mayoritariamente a las tesis del emotivismo y del
intuicionismo moral.
 
 
 
 

 
 
 
 Presocráticos
  
 
Término utilizado en la Historia de la Filosofía para designar
genéricamente a un conjunto de filósofos que vivieron antes de
Sócrates. En muchos manuales, sin embargo, se incluye dentro de los
presocráticos a los sofistas, aunque éstos fueron coetáneos del propio
Sócrates. El motivo que llevó a los primeros historiadores de la
filosofía a establecer esta clasificación o distinción fue la intención
de resaltar el profundo cambio que representó en la filosofía la figura
  de Sócrates, por cuanto que los nuevos planteamientos que él
propuso supusieron una revolución metodológica en la historia del
pensamiento. Sin embargo, el hecho de que bajo el término ‘presocráticos’ se englobe a
tantísimos autores, muy diferentes entre sí tanto en sus concepciones como en sus
metodologías, y la circunstancia antes reseñada de que se incluyera entre ellos a autores
ya contemporáneos de Sócrates, ha llevado al abandono del término por parte de muchos
historiadores de la filosofía.
De un modo muy general, diremos que los presocráticos se preocuparon
fundamentalmente de cuestiones físicas (el origen arjé del universo, la naturaleza de
la materia, las razones que explicaban el cambio o transformación de una sustancia en
otra, etc.) y muy poco de cuestiones relativas a la ética o la política, de las cuales haría
Sócrates el centro de su pensamiento. Sin embargo, sí plantearon cuestiones relativas al
conocimiento y a la posibilidad o no de alcanzar la verdad. Sus repuestas a estas últimas
cuestiones fueron variadas: desde los que afirmaron que a través de la Razón podíamos
alcanzar un conocimiento del que no cabía dudar, hasta los que plantearon las primeras
dudas agnósticas o escépticas acerca del poder de esa Razón.
Entre los presocráticos destacan filósofos como Tales de Mileto, Anaximandro,
Parménides, Heráclito, Empédocles, Pitágoras, etc.
 
 

 
 
 
 Racionalismo
  
 
En la Historia de la filosofía se aplica el término ‘Racionalismo’ a
un movimiento filosófico iniciado por Descartes en el siglo XVII,
entre cuyos miembros más relevantes se cuentan Spinoza y Leibniz.
Básicamente, el Racionalismo considera que la razón es la única
facultad que puede llevar al hombre al conocimiento de la verdad. Se
trata de una capacidad que se opone a lo sensible (los sentidos, la
imaginación y las pasiones), cuyos datos revelan apariencias que nos
  conducen al engaño y al error. Puesto que la razón es la única guía
para alcanzar la verdad, gracias a ella es posible descubrir los
principios fundamentales o esenciales de nuestro conocimiento. Estos principios son las
ideas innatas, que son independientes de toda experiencia sensible.
A partir de estas ideas innatas o principios fundamentales es posible obtener los
restantes conocimientos y poder así construir un sistema perfecto, cerrado y completo,
que sea fiel reflejo de la realidad. Este nuevo método es el método geométrico-
matemático. Su aplicación emplea el uso de la deducción: dadas unas premisas previas
(las ideas innatas), podemos ir derivando en nuestros conocimientos hasta establecer una
definición adecuada de todas las cosas. El proyecto racionalista cree poder llegar a
conocerlo todo si se hace buen uso de dicho método y se siguen una serie de pasos
certeros.
En el lenguaje coloquial, el término ‘racionalista’ se emplea frecuentemente para
calificar psicológicamente a individuos cuya personalidad se caracteriza por desarrollar
actitudes analíticas y reflexivas acerca del mundo exterior y de su propios estados de
conciencia, siendo poco propicios a dejarse arrastrar por lo inmediato o por las pasiones
y las emociones.
 
 

 
 
 
 Vitalismo

 
En filosofía, se conoce con el nombre de ‘vitalismo’ a un conjunto
de teorías para las cuales el objeto de estudio filosófico debe versar
sobre el sentido de la vida como la realidad más inmediata e
importante para el ser humano, y no sobre otras cuestiones como la
materia, el pensamiento, las ideas, la sustancia, etc. Sin embargo,
bajo ese término se engloban filosofías muy diversas y en ocasiones
poco relacionadas entre sí, por lo que algunos historiadores del
  pensamiento consideran que el término es poco apropiado para
designar una corriente filosófica más o menos homogénea.
Por regla general se alude a Schopenhauer y a Nietzsche (siglo XIX) como los
iniciadores de esta forma de filosofar. En concreto, el segundo lleva a cabo una crítica
radical de la filosofía anterior a él, señalando que ésta se caracteriza por el olvido de la
vida y por ser prisionera de reflexiones abstractas sobre el conocimiento, la metafísica o
la sustancia. Según él, hay que volver los ojos hacia nuestra realidad más inmediata, que
no es otra que la vida en su continuo transcurrir.
Nietzsche mantiene posiciones vitalistas fundamentalmente dentro del ámbito de la
ética. Comienza por llevar a cabo una crítica radical de la moral tradicional (simbolizada
para él en la ética socrático-platónica y, esencialmente, en la moral cristiana), a la que
acusa de ser una ética en contra de la vida y de este mundo (el único real para él). ¿Por
qué? Porque todo lo que pertenece a la naturaleza humana y al instinto el placer, la
fortaleza, las ansias de poder, la alegría de la existencia, etc. queda desvalorizado al
considerarse inferior, e incluso malo o perverso en sí mismo.
Frente a esos valores de la vida, la moral platónico-cristiana defiende la existencia de
otro mundo (un mundo perfecto), del que éste no es sino una copia, una realidad
imperfecta, un ‘valle de lágrimas’ que debe cruzarse antes de alcanzar la salvación en el
mundo eterno y verdadero. Para acceder a él, la moral tradicional predica lo que
Nietzsche llama ‘valores de muerte’: la humildad, la obediencia, el sometimiento, el
sufrimiento, el ascetismo..., es decir, valores contra la vida y contra las tendencias
biológicas de los organismos.
Nietzsche llega a decir que la moral cristiana es una moral de esclavos, de enfermos, de
débiles... A causa de su impotencia para alcanzar el gozo, se encuentran resentidos contra
la vida... Como ellos no pueden disfrutar de los placeres de la existencia, su envidia
contra los fuertes les lleva a inventar una moral que castigue a los fuertes y poderosos,
impidiéndoles gozar de su existencia y convirtiéndolos en culpables. Y como los débiles
abundan más que los fuertes, durante el último siglo del imperio romano se impuso el
cristianismo como religión oficial, una religión que odia la vida en palabras de
Nietzsche.
Éste propone una revolución ética que restaure la inocencia de la vida, de este mundo y
del placer. Su objetivo será la transmutación de todos los valores. Pero para ello ha de
morir el viejo hombre, al que habrá de sustituir una nueva figura: el superhombre, es
decir, aquel que ha matado en su corazón la idea de Dios y que retorna hacia una moral
basada en la vida...
La obra de Nietzsche ha ejercido notable influencia en la filosofía del siglo XX, donde
numerosas filosofías han adoptado el vitalismo como una de sus señas de identidad.
Otros filósofos vitalistas son el francés Bergson y el español José Ortega y Gasset.
 

 
 

Derechos Humanos
 
 

Conceptos
 
 
 
 Apología

 
El término apología significa literalmente "discurso de palabra o
por escrito, en defensa o alabanza de personas o cosas". Por
extensión, llamamos apología también a la defensa o alabanza de
actitudes, creencias u opiniones. La apología se caracteriza por ser
sistemática y por carecer de crítica hacia aquello que se alaba.
En el derecho, la apología se encuentra relacionada con la libertad
de expresión. Así, quedan prohibidas expresamente las apologías del
  terrorismo, de actitudes violentas, del racismo, de actitudes agresivas
a favor de la discriminación, y también las apologías de ideas o
doctrinas políticas que defiendan en sus programas proyectos xenófobos y
desigualitarios.
Por ejemplo, si alguien se expresa a favor de la violencia, el terrorismo, el racismo, etc.,
estará vulnerando la legalidad, puesto que la libertad de expresión posee determinados
límites en su ejercicio, y uno de ellos es la prohibición de apología sobre esas cuestiones.
 
 

 
 
 
 Calumnia
  
 
Acusación falsa, realizada con mala intención y con el ánimo de
causar daño a una persona o institución.
También, imputación de un delito a un sujeto que no lo ha
cometido, a sabiendas de que es inocente.
 
 
 
   
 
 
 
 

 
 
 
 Censura
  
 
La palabra procede del nombre dado a un cargo público existente
entre los antiguos romanos: el censor. El concepto tiene diferentes
significados en la actualidad, entre ellos, "el dictamen que se hace o
se da acerca de una obra o escrito", "corrección o reprobación del
alguna cosa" y, también, "murmuración o crítica de algo o alguien".
En relación con la libertad de expresión, la censura previa consiste
en revisar por parte de un censor dependiente del gobierno obras
  escritas, artísticas o audiovisuales, antes de que éstas salgan editadas
o sean expuestas al público, con el fin de vigilar el contenido de las
mismas, y en el caso de considerar que éste no es conveniente, proceder o bien a su
prohibición, o bien a su revisión, reescritura, eliminación de fragmentos, etc.
En la Constitución española queda expresamente prohibida la censura previa, puesto
que se considera como un impedimento a la existencia de una verdadera libertad de
expresión. El gobierno, los particulares o el fiscal podrán recurrir a los tribunales de
justicia con posterioridad a la edición o exposición de las obras, si consideran que éstas
atentan contra algunos derechos de los ciudadanos o vulneran alguna ley vigente. Será el
juez el que decida entonces si cabe o no proceder al secuestro de publicaciones y retirar
la obra del mercado.
 
 

 
 
 
 Declaración Universal de los Derechos Humanos
  
 
Fue aprobada el día 10 de diciembre de 1948 por los Estados que
formaban parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en
aquellos momentos. Desde ese instante, cada Estado que desea
incorporarse a la ONU debe firmar la Declaración,
comprometiéndose a respetar tales derechos en su ordenamiento
jurídico.
El texto de la Declaración fue elaborado por una comisión en la que
  participaron políticos, pensadores, escritores y personalidades
relevantes de numerosas naciones. Se intentó con ello que se
recogieran en la Declaración las aspiraciones del mayor número posible de sociedades y
culturas.
La Declaración consta de un Preámbulo donde se recogen los objetivos generales y se
proclama que los Derechos Humanos son "el ideal común por el que todos los pueblos y
naciones deben esforzarse" y treinta artículos que desarrollan detalladamente los
derechos que posee cualquier ser humano.
 
 

 
 
 
 Derecho a la intimidad
  
 
Todas las personas tienen derecho a disfrutar libremente de su
propia intimidad y de la de su familia, sin que sea lícito el hacer
público datos que afecten a cuestiones personales íntimas, bien sean
relativas a su vida privada, a su historial médico, a su sexualidad, a
sus ideas religiosas o a su sistema de creencias, siempre que estos
datos no hayan sido hechos públicos por el propio individuo.
La Declaración Universal de Derechos Humanos lo recoge en su
  artículo 12: "Nadie será objeto de injerencias en su vida privada, su
familia, su domicilio o su correspondencia".
Este derecho implica la inviolabilidad del propio domicilio, es decir, nadie ni siquiera
los poderes públicos podrán entrar en el domicilio de una persona sin su
consentimiento, salvo que exista una orden judicial de registro. Del mismo modo, nadie
podrá acceder a la correspondencia privada de una persona o a sus comunicaciones
telefónicas, excepto en el caso de que un juez estime que existen suficientes indicios de
delito en el comportamiento de un individuo como para ordenar el secuestro de su
correspondencia o la intervención de sus teléfonos con el fin de obtener pruebas
inculpatorias.
El derecho a la intimidad entra en conflicto muchas veces con el derecho a la libertad
de expresión. Por ejemplo, ¿debe publicarse un dato íntimo de un personaje público en
cuyo conocimiento esté interesada la opinión pública? Por un lado, aquél tiene el derecho
a la intimidad, pero simultáneamente los medios de comunicación poseen el derecho a la
libertad de expresión, siempre que ésta se base en datos reales y verídicos. A este
respecto no existe unanimidad en los diferentes códigos legislativos, ya que cada Estado
regula, según sus propias leyes, los casos de conflicto entre los derechos a la intimidad y
a la libertad de expresión.
La jurisprudencia española establece que primará el derecho a la libertad de expresión
siempre que la persona sea considerada como un personaje público sobre el que exista un
interés informativo evidente. En el caso contrario, primará el derecho a la intimidad.
Sin embargo, y más allá de la cuestión jurídica, muchos periodistas señalan que este
conflicto tendría que resolverse siempre mediante el uso de normas morales, es decir, el
informante debe analizar, mediante el ejercicio de su razón moral, si con la publicación
de esos datos se está lesionando de una manera grave el derecho a la intimidad de esa
persona o no, y, en último caso, qué es más beneficioso en términos morales: que la
opinión pública conozca esos hechos íntimos o que se preserve la intimidad del
personaje.
 
 
 

 
 
 
 Derecho al honor
  
 
Se encuentra recogido en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, concretamente en su artículo 12, según el cual "nadie será
objeto de ataques a su honra o reputación". Por tanto, los países
miembros de la ONU están obligados a incluir en sus sistemas
jurídicos normas que regulen su conservación y también
procedimientos sancionadores para los casos donde hayan existido
lesiones del honor, de tal manera que éste pueda quedar restituido
  socialmente.
En la Constitución española el derecho al honor queda recogido en
el Artículo 18.1.
 
 
 
 

 
 
 
 Derecho de resistencia
  
 
Con este nombre se designa la actitud del que se niega a obedecer
públicamente ciertas leyes o decretos por considerar que no son
legítimos aunque sean legales. Se trata de un derecho moral, siempre
y cuando se encuentre justificado racionalmente en profundas
convicciones morales.
Históricamente el derecho de resistencia posee antecedentes
antiguos. En una de las tragedias griegas más conocidas Antígona,
  Sófocles nos plantea un caso que ha llegado a convertirse en
ejemplar: Antígona se niega a obedecer al tirano de la polis, el cual
ha decretado que el cuerpo de su hermano quede sin sepultar por haber sido considerado
traidor a la patria. Antígona desobedece la orden apelando a las leyes divinas, las cuales
están por encima de las humanas según ella afirma, y entierra a su hermano siendo
condenada por ello a la muerte. En esta obra, Sófocles se inclina por el derecho a la
resistencia aunque ello pueda llevar aparejado un castigo por parte del Estado, castigo
injusto desde el punto de vista moral, que no legal.
Sin embargo, algún filósofo griego se opuso al derecho de resistencia, como fue el caso
de Sócrates. Éste, habiendo sido condenado a muerte en un juicio falto de garantías
jurídicas, ya que entre otras cosas había sufrido acusaciones falsas por parte de sus
denunciantes, se niega a escapar de la cárcel tal y como le proponen sus discípulos y
espera estoicamente a la muerte, argumentando que un filósofo como él siempre ha
considerado al Estado como una institución profundamente moral no puede escapar a
las leyes de es mismo Estado (aunque en ese caso concreto sean injustas) porque eso
sería una contradicción con su vida y su doctrina.
De todas formas, el derecho de resistencia fue reconocido por religiones y por
gobernantes, al menos en ciertos casos. Por ejemplo, el cristianismo apela a él sólo en las
circunstancia de que la ley pública vaya en contra de la ley divina. En el sistema feudal
también existían cláusulas que invalidaban el deber de fidelidad cuando una de las partes
incumplía manifiestamente el derecho acordado.
Pero sería en las obras de los teóricos del Contrato social (en especial, Locke) cuando
el derecho de resistencia es reconocido teóricamente como uno de los derechos
fundamentales de los ciudadanos para poder luchar contra la injusticia social. Sin
embargo, en muy pocos Estados del mundo está regulado implícitamente ese derecho,
aunque en ocasiones esos mismos Estados puedan ser más o menos tolerantes con
movimientos sociales que utilizan el derecho de resistencia.
En general, para que sea moral el derecho de resistencia debe cumplir algunas
condiciones estrictas, entre ellas, y según O. Höffe, las siguientes:
a) Cuando el problema en cuestión sea sentido por los ciudadanos como una clara
injusticia social.
b) Tras el agotamiento de los medios jurídicos y políticos legales de protesta y
oposición.
c) Con la disposición a asumir los perjuicios derivados.
d) Con renuncia a la violencia.
 
 

 
 
 
 Derechos de 1ª generación
  
 
Se les conoce con este nombre por haber sido los primeros que
alcanzaron un reconocimiento expreso en el ordenamiento jurídico de

 
los Estados occidentales, concretamente a partir del siglo XVII, cuando las Monarquías
absolutas europeas tuvieron que conceder a ciertas clases de ciudadanos determinadas
libertades civiles y políticas.
Los derechos de primera generación están relacionados con el ámbito de la libertad
individual. Tradicionalmente se los suele dividir en:
- Derechos civiles: por un lado, los que garantizan la protección física de la persona y
su libertad (derecho a la vida, a la intimidad, a la libertad de conciencia, de ideas y de
expresión, etc.); por otro, los que defienden la integridad moral de las personas (derecho
a la no discriminación, a la protección frente a las leyes, etc.).
- Derechos políticos: los que garantizan la participación política de los ciudadanos en
los mecanismos de poder del Estado (derecho al sufragio, a la creación de partidos
políticos, a ser elegido cargo público, etc.).
 
 

 
 
 
 Derechos de 2ª generación
  
 
Se los conoce también como derechos sociales y económicos. Su
reconocimiento costó grandes luchas sociales, fundamentalmente las
llevadas a cabo por los movimientos socialistas, comunistas y
anarquistas del siglo XIX.
Dentro de los Derechos de segunda generación podemos distinguir
tres grandes tipos:
1. Derechos económicos (derecho a un salario digno, a vacaciones
  pagadas, a la participación en los beneficios, etc.).
2. Derechos sociales: los que pretenden lograr la igualdad social a
través de una igualdad de oportunidades en ámbitos como el trabajo o la salud. A su
vez, podemos subdividirlos en:
a) Derechos laborales (derecho a la huelga, a la sindicación, etc.).
b) Derechos a la salud (derecho a la alimentación, a unas condiciones dignas y seguras
del trabajo individual, a la asistencia médica, etc.).
c) Derechos asistenciales: (derecho al paro remunerado, a la pensiones de jubilación, a
los servicios sociales, etc.).
3. Derechos culturales: a través de los cuales el Estado debe garantizar el acceso de
todos los ciudadanos a la educación y a la cultura en condiciones de igualdad.
 
 
 

 
 
 
  Derechos de 3ª generación
  
 
Históricamente, son los últimos en haber sido reconocidos en los
ordenamientos jurídicos de los Estados. Básicamente son los
derechos ecológicos y los que aseguran la protección del individuo
con respecto a los nuevos avances tecnológicos. Entre ellos podemos
destacar los siguientes: derecho a gozar de un medio ambiente
saludable, a la protección de la naturaleza, a la preservación de las
especies naturales, a la intimidad de nuestros datos frente a la
  utilización de sistemas informáticos, el derecho a preservar la
integridad de nuestros genes, etc.
Cuando en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos aún no
existían las nuevas tecnologías y los problemas éticos que de ella se derivan (no había
aparecido la bioética, por ejemplo) ni los seres humanos tenían conciencia de los graves
problemas ecológicos que iba a provocar el desarrollo industrial. Por ello, estos derechos
no fueron incluidos en la Declaración de la ONU.
Algunos pensadores han propuesto una revisión de ese texto para incluir expresamente
los Derechos de 3ª generación. Sin embargo, otros consideran que es suficiente con la
redacción actual de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ya que según
ellos los de 3ª generación se hallarían implícitos en los derechos recogidos, pudiéndose
desarrollar a partir de éstos.
 
 

 
 
 
  Derechos Humanos
  
 
Según una definición tradicional, son aquellos que posee cualquier
ser humano por el simple hecho de ser humano, independientemente

 
de que se encuentren o no reconocidos por el derecho positivo de los Estados. Dicho en
otras palabras, son las exigencias mínimas que deben ser respetadas en un ser humano
para que podamos considerarlo como tal.
La profesora Adela Cortina caracteriza a los Derechos Humanos con las siguientes
propiedades:
- Universales: son válidos para cualquier ser humano en todo tiempo y lugar.
- Absolutos: siempre tienen prioridad en caso de conflicto con cualquier otro derecho.
- Imprescriptibles: es decir, siempre tienen vigencia y no se pierden jamás; incluso en el
caso de que un individuo decida no ejercerlos, sigue siendo poseedor de tales derechos.
- Inalienables: No se le pueden arrebatar a ningún sujeto, si siquiera en el caso de que
este sujeto hubiese violado sistemáticamente tales derechos.
- Deben ser protegidos: los Estados y las Organizaciones internacionales están
obligados a velar por el cumplimiento de tales derechos en las legislaciones de todos los
Estados de la Tierra, ya que se trata de exigencias irrenunciables.
El texto jurídico donde se hallan recogidos expresamente estos derechos es la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El objetivo último al que aspiran los Derechos Humanos es ser considerados como un
código ético universal, basado en el respeto escrupuloso a la dignidad humana. En ese
sentido, y desde una perspectiva jurídica, constituyen una referencia objetiva para
establecer la justicia o la legitimidad de todos los ordenamientos jurídicos estatales. Es
decir, las leyes de un Estado serán justas si respetan íntegramente los Derechos
Humanos, e injustas o ilegítimas si no lo hacen.
La consolidación de los Derechos Humanos ha seguido un largo proceso histórico. En
primer lugar, se alcanzaron los derechos individuales frente al poder absoluto de los
Estados de los siglos XVII y XVIII; en el siglo XIX se conquistaron los primeros
derechos sociales y económicos; finalmente, en el XX, los ecológicos y tecnológicos. De
ahí, que se hable de derechos de primera, segunda y tercera generación.
 
 

 
 
 
 Desobediencia civil
  
 
Se trata de uno de los conceptos fundamentales de las democracias
modernas, por cuanto permite a los ciudadanos rebelarse
pacíficamente contra leyes que ellos no consideran justas desde el
punto de vista moral.
La desobediencia civil consiste en negarse a cumplir una ley por

 
creer que existen razones morales más que suficientes para reformar o abolir dicha ley.
Se produce cuando se han agotado los recursos legales ordinarios y no se ha conseguido,
por los medios contemplados en el Derecho vigente, que los poderes públicos
modifiquen dicha norma jurídica.
Como señala Adela Cortina, desobedecer al Derecho será siempre un delito, porque
resultaría contradictorio que existiese una posibilidad legal que permitiera hacerlo. Ahora
bien, la desobediencia civil plantea siempre un conflicto entre la obligación moral y la
obligación política. En el caso de que esta última vulnere algunos derechos básicos de los
ciudadanos, quedará justificado moralmente el derecho a la resistencia de éstos.
La desobediencia civil fue utilizada como recurso político por los movimientos
pacifistas de la no-violencia (Ghandi, M. Luther King) para luchar contra la colonización
o por el reconocimiento de los derechos raciales. Otros actos de desobediencia civil son
la insumisión, la objeción fiscal (dejar de pagar impuestos hasta que el gobierno
modifique ciertas leyes), el movimiento okupa, etc.
Los que llevan a cabo la desobediencia civil aceptan ser sancionados (incluso con penas
de cárcel), puesto que esos castigos evidencian aún más la injusticia moral de la propia
ley que se quiere reformar. Cuando la desobediencia civil es ejercida por un número alto
de ciudadanos, los poderes públicos se encuentran con el problema de que no pueden
sancionar a tantos individuos sin provocar un rechazo social. Y ese hecho contribuye a
que se planteen reformas que den satisfacción al conjunto de los ciudadanos.
De esa manera, la desobediencia civil cuestiona, en último término, la capacidad
democrática del propio sistema político, ya que representa un cauce extremo por el que
expresar los deseos de cambio de un conjunto de ciudadanos. Ahora bien, el problema
consiste en determinar cuándo debe considerarse como éticamente justificable un
movimiento de desobediencia civil.
O. Höffe, en su Diccionario de Ética, señala que la desobediencia civil debe reunir las
siguientes características para quedar justificada desde el punto de vista moral:
- Estar motivada por razones político-morales.
- Ser pública.
- Ser ejercida de una manera no violenta.
- Debe observar el mandato de proporcionalidad (que los medios que se utilicen en la
desobediencia civil sean proporcionales a los fines que desea lograr).
- Debe servir a una minoría como recurso extremo para exigir a una mayoría o a sus
representantes políticos que revisen una ley que puede ser considerada como contraria a
las normas morales.
- La desobediencia civil debe referirse a la observancia de los Derechos Humanos, y no
a otras cuestiones.
 
 

 
 
 
 Desobediencia legítima
  
 
También denominada ‘desobediencia civil’. Es una forma de
derecho de resistencia, y consiste en que un ciudadano o un grupo de
ellos se niegan públicamente a cumplir con una norma legal por
considerar que ésta es injusta desde el punto de vista moral y social.
La desobediencia civil fue una táctica empleada por Ghandi para
lograr que los británicos concedieran derechos y la independencia
política a la India. Consiguió que gran parte de la población hindú se
  negase a cumplir leyes racistas y colonialistas, de tal manera que las
autoridades británicas debían detener a todos los infractores (en
número de decenas de miles), lo que era materialmente imposible.
Cuando se produce un movimiento de desobediencia civil de tal magnitud, al Estado le
quedan sólo dos alternativas: o cumplir con el principio de legalidad y castigar a todos
los que desobedecen una ley, o dejar sin sancionar esa conducta por ser imposible
materialmente obligar a su cumplimiento, con lo cual el principio de legalidad queda
invalidado. Finalmente y ese es el objetivo que persigue finalmente la desobediencia
legítima el Estado se ve obligado a cambiar la ley en cuestión. Otros movimientos
sociales que utilizaron esta técnica fueron los movimientos estadounidense en pro de la
igualdad racial, promovidos por el reverendo M. Luther King; o los grupos pacifistas de
insumisos en numerosos países occidentales.
Al igual que el derecho de resistencia, la desobediencia legítima ha de poseer
determinadas condiciones para que sea considerada lícita desde un ámbito moral: estar
fundada en razones morales; ser pública; no recurrir a la violencia para obtener sus
objetivos; haber agotado otras vías de protesta sin resultado, y ser llevada a cabo contra
normas jurídicas que no respeten íntegramente los Derechos Humanos.
 
 

 
 
 
 Honor
  
 
Con el término honor se designa el reconocimiento y la estima que
debemos mostrar a la reputación de cualquier ser humano por el mero
hecho de ser persona.
Las cualidades en las que se encarna el honor dependen de los

 
valores culturales de cada sociedad en concreto. Así, y a lo largo del tiempo, el honor se
ha fundamentado, por ejemplo, en el origen social, en la pertenencia a una clase
determinada, en la edad, en la defensa de la patria, en el poder económico o en el
comportamiento público y privado respetuoso con las normas morales y cívicas.
El filósofo A. Schopenhauer afirmaba que el honor era "la existencia en la opinión de
los demás". Ya desde las civilizaciones más antiguas, la defensa del honor propio, de la
familia y de la patria fue una de las normas morales más extendidas entre las diversas y
diferentes culturas. En muchas de ellas, la reparación del honor ofendido o ultrajado
llevaba consigo el ejercicio de la violencia, bien como castigo para el que lo había
ofendido, bien como venganza legítima. A este respecto, son bien conocidos los duelos
en defensa del honor o las guerras que se justificaron en una supuesta ofensa al honor de
la patria.
En la actualidad, la mayoría de los códigos jurídicos castiga la lesión del honor como
delitos de calumnia o injurias, estableciendo mecanismos civiles (pago de cierta cantidad
de dinero) e incluso penales (en algunos países, existen penas de cárcel por delitos contra
el honor) como forma de restituir a una persona su honor ofendido.
 
 

 
 
 
 Injuria
  
 
Agravio y desprecio, mediante palabra o actos, a una persona.
También, aquel hecho o palabras que van contra la justicia o contra el
respeto debido a personas o instituciones públicas. El delito por
injurias se encuentra recogido en los diferentes códigos legislativos.
 
 
   
   
 
 
 
 

 
 
 
 
  Insumisión
  
 
En un sentido genérico significa no someterse a una sumisión
(sometimiento a algún tipo de poder) por considerar que existen
razones morales suficientes para no aceptar el acatamiento a la
autoridad.
La más conocida de sus formas, y a causa de la cual el término ha
adquirido notoriedad pública, es la insumisión al servicio militar.
Llamamos insumisos a aquellos individuos que se niegan a realizar el
  servicio militar a causa de motivos ideológicos, religiosos o
simplemente pacifistas, a la vez que rechazan cumplir la prestación
social sustitutoria que llevan a cabo los objetores de conciencia.
La insumisión es ilegal desde el punto de vista jurídico, aunque puede estar fundada en
profundas razones morales y de conciencia. Se trata, entonces, de un acto de
desobediencia civil cuyo objetivo final consiste en demandar o bien la supresión total de
los ejércitos, o bien tan sólo la supresión del servicio militar obligatorio y la creación de
un ejército profesional.
 
 

 
 
 
  Legítima defensa
  
 
Se entiende por legítima defensa el uso de la fuerza para repeler la
agresión de un contrario, el cual ha sido iniciador de la violencia. En
los códigos jurídicos se contempla la legítima defensa como un acto
lícito del empleo de la fuerza, siempre que la respuesta sea
proporcionada a la amenaza o a la violencia ejercida por nosotros.
Por ejemplo, si alguien entra a robar a nuestra casa desarmado y, una
vez sorprendido, intenta golpearnos con sus puños para escaparse, y
  nosotros disparamos sobre él con una pistola, esa respuesta no será
entendida como una legítima defensa, ya que los medios que nosotros
hemos utilizado para repeler la agresión sobrepasaban en mucho los medios empleados
para atacarnos.
La legítima defensa no sólo es aplicable a los individuos; también podemos hablar de
legítima defensa de un Estado (se hablaría entonces de guerra justa) o de colectivos (por
ejemplo, los judíos perseguidos por el nazismo podían invocar la legítima defensa).
 
 

 
 
 
  Libelo
  
 
El significado más frecuente de libelo es el de escrito breve donde
se denigra e infama a una persona o institución. Por tanto, el libelo
vulnera el derecho al honor de la persona o institución infamada. La
difusión de libelos, por tanto, no queda amparada por la libertad de
expresión.
En tiempos no muy remotos, muchos gobiernos aprobaron las
llamadas ‘leyes antilibelos’ con el objetivo teórico de impedir que la
  prensa pudiera ‘injuriar’ a cargos públicos o instituciones del Estado.
Sin embargo, y como denunciaron los medios de comunicación, en
realidad se trataba de leyes cuyo objetivo era impedir una crítica libre de las actuaciones
públicas, cuestión que atentaba directamente contra la libertad de expresión. En la
actualidad, y dentro de los países estrictamente democráticos, no existen leyes
antilibelos.
 
 

 
 
 
  Libertad de cátedra
  
 
Es un derecho que poseen los profesores en relación con su libertad
de expresión. Consiste en que nadie puede ser obligado a defender en

 
sus clases ideas, normas o creencias contra las que esté en desacuerdo por motivos
morales o ideológicos.
El derecho a la libertad de cátedra garantiza, pues, que un profesor pueda elegir los
medios pedagógicos y los materiales didácticos que él estime más oportunos para el
desempeño de su labor, sin que la dirección del centro o los poderes públicos puedan
obligarle a ejecutar procedimientos o a defender ideas que él no considere adecuados.
Ahora bien, la libertad de cátedra no puede ser absoluta; al contrario, debe garantizarse
únicamente dentro de unos límites legales y éticos. Por ejemplo, el profesor deberá
cumplir con el temario mínimo aprobado por las autoridades educativas; deberá mostrar
imparcialidad en sus clases con respecto a ideologías o creencias que, aunque él no
comparta, pertenecen a la tradición cultural de la humanidad; no podrá ampararse en la
libertad de cátedra para atacar las creencias de los demás o para hacer apología de la
violencia o la discriminación; deberá ser siempre respetuoso con los Derechos Humanos,
etc.
 
 

 
 
 
  Libertad de expresión
  
 
La libertad de expresión consiste en el derecho a expresar
libremente nuestras ideas, opiniones o manifestaciones artísticas en
cualquier medio de comunicación o a través de otros procedimientos,
sin que éstas puedan ser censuradas o prohibidas por parte de los
poderes públicos ni de los propietarios de los medios de
comunicación, los cuales tienen la obligación legal de garantizar la
pluralidad de opiniones dentro de sus respectivos medios.
  La libertad de expresión es un derecho básico recogido
expresamente en la Declaración Universal de Derechos Humanos,
Artículo 19: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y
recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por
cualquier medio de expresión". En la Constitución española, el derecho a la libertad de
expresión se encuentra recogido en su Artículo 20.
Este derecho encarna una condición esencial de cualquier sistema democrático, por
cuanto con su ejercicio se garantiza que las personas puedan emitir y recibir libremente
ideas, contribuyendo de esa forma a la existencia de un pluralismo político, social y
cultural que permita la comunicación entre los ciudadanos y que contribuya a su
formación como personas, garantizándoles el acceso libre a la información.
Sin embargo, y por regla general, existen algunas restricciones a la libertad de
expresión. Dichos límites se justifican atendiendo al hecho de que la libertad de
expresión no puede amparar conductas delictivas, ofensivas o que contribuyan a extender
la violencia. Mediante estas restricciones se trata de evitar, pues, un mal social o la
vulneración de los derechos de los demás a través de las expresiones de alguien.
Prácticamente en todos los sistemas legislativos queda prohibida expresamente la
apología de la violencia o de actitudes racistas, desigualitarias o que inciten a la
marginación de colectivos sociales por cuanto los legisladores consideran que la libertad
de expresión no puede justificar una defensa e incitación a la violencia o a la
discriminación.
En su artículo 20.4, la Constitución española especifica cuáles son los límites expresos
de la libertad de expresión: el respeto a los Derechos Humanos y, especialmente, en el
derecho al honor, el derecho a la intimidad y el derecho a la propia imagen. Quiere esto
decir que no se puede injuriar, atentar contra la honorabilidad de las personas o utilizar
su imagen pública sin su consentimiento expreso (siempre que dicha imagen haya sido
obtenida en su privacidad o sea utilizada para fines comerciales o propagandístico sin
haber recibido autorización, puesto que en el caso de haberse obtenido la imagen en
lugares públicos siempre podrá ser publicada), amparándose en el derecho constitucional
a la libertad de expresión. En estos casos, las personas afectadas por un mal uso de la
misma pueden recurrir a los tribunales para pedir protección de su honor, intimidad o uso
de su imagen.
Queda igualmente prohibida cualquier tipo de censura previa sobre los contenidos de
libros, manifestaciones artísticas, películas, etc. Los poderes públicos sólo podrán
prohibir la difusión de ideas o expresiones a través de estos medios cuando aquellas
atenten contra la legalidad vigente.
 
 

 
 
 
  Objeción de conciencia
  
 
Consiste en negarse a realizar actos o a defender y expresar
opiniones que estén en contra de nuestras creencias íntimas (de
conciencia) o sean contrarios a nuestras normas morales. Se trata, por
tanto, de rechazar ciertos actos que van en contra de nuestras ideas
filosóficas, morales, ideológicas o religiosas.
Desde el punto de vista ético, el problema de la objeción de

 
conciencia se plantea sobre la siguiente cuestión: ¿cuándo es moralmente justificable y
cuándo no? Desde la perspectiva del Derecho, sin embargo, la cuestión reside en
establecer leyes que garanticen el derecho a la objeción de conciencia en ciertos casos y
que lo nieguen en otros.
En la mayoría de sistemas democráticos, se encuentra regulado el derecho a la objeción
de conciencia, puesto que se considera más importante el deber moral ante las propias
convicciones éticas que el deber jurídico que pudiera corresponderle al sujeto. Por regla
general, en todos ellos están reconocidos, cuanto menos, los tres tipos siguientes de
objeción de conciencia:
- Al servicio militar: el derecho legal que permite negarse a realizar el servicio militar
por motivos pacifistas o ideológicos. En España, este derecho está recogido
expresamente en la Constitución. Generalmente, y con el fin de que no exista
discriminación con los que sí realizan el servicio militar, a los objetores se les impone la
obligación de llevar a cabo un servicio social sustitutorio que redunde en beneficio de la
comunidad.
Sin embargo, en algunos países no es legal la llamada ‘objeción de conciencia
sobrevenida’. Se conoce con este nombre a la objeción que se produce una vez que el
individuo se encuentra ya en el ejército, tras haberse incorporado a él y no haber
ejercido, por tanto, su derecho previo a la objeción de conciencia militar.
- A la práctica de actuaciones relacionadas con la bioética: por motivos morales o
religiosos, una persona puede negarse a realizar actos médicos contra los que su
conciencia moral esté en desacuerdo, aunque esos actos estén contemplados en la
legislación como derechos y sea su obligación profesional el atenderlos. Por ejemplo, en
España se reconoce el derecho al aborto en ciertas circunstancias, pero un médico puede
negarse a practicarlo porque así se lo dicta su conciencia.
- La objeción por motivos religiosos: los ciudadanos tienen el derecho a no realizar
actos que vayan contra sus creencias o prohibiciones morales de sus religiones.
La objeción de conciencia se encuentra en la base y es una de sus justificaciones
morales de ciertas actitudes como el derecho de resistencia, la insumisión o la
desobediencia civil. Al igual que en éstas, la reflexión ética debe determinar cuáles son
sus límites y sus condiciones moralmente aceptables, puesto que no podemos aceptar sin
más cualquier tipo de objeción de conciencia.
 
 

 
 
 
  ONG
  
 
Existen numerosas Organizaciones no Gubernamentales (ONG)
repartidas por todos los países del mundo y con finalidades muy
diferentes. Sin embargo, todas las ONG parten de un principio
común: ayudar a los débiles mediante la denuncia pública de su
situación, a la vez que desarrollan programas de asistencia para tratar
de mejorar las condiciones de vida de las personas marginadas.
Como su propio nombre indica, son organizaciones independientes
  de cualquier gobierno, pudiendo así desarrollar su labor sin hallarse
condicionadas por los intereses políticos o estratégicos que pudiera
tener un gobierno en concreto. Algunas de esas organizaciones se hallan integradas
dentro de algunas Iglesias (Cáritas, por ejemplo), mientras que otras han surgido desde
los movimientos de base de algunos partidos políticos. Sin embargo, las más han sido
fundadas por personas independientes, cuya finalidad era remediar situaciones de
injusticia.
Poseen una serie de características generales. Algunas de ellas son las siguientes:
- No son lucrativas, es decir, no aspiran a obtener ninguna ganancia económica. Los
recursos que captan los dedican a desarrollar sus programas de ayuda.
- Se nutren básicamente de voluntarios, la mayoría de los cuales trabaja
desinteresadamente para la organización. Sin embargo, casi todas ellas suelen tener
personas que dedican todo su tiempo a trabajar para la ONG; estas personas
habitualmente reciben un sueldo por su tarea.
- Obtienen los recursos económicos de las cuotas de sus socios, de donaciones de
particulares o Fundaciones, de ayudas sociales concedidas por los gobiernos o por
instituciones nacionales o internacionales, de la venta de productos que ellas mismas
elaboran, etc.
- Sus fines son puramente humanitarios y abarcan, entre otros, la lucha contra la
pobreza y la marginación, la asistencia sanitaria, el combate contra el racismo, la
denuncia de las violaciones de derechos humanos, la ayuda a las víctimas de la guerra, la
defensa de la Naturaleza y la ecología, etc.
Algunas ONG tienen como misión principal la vigilancia de los Derechos Humanos y
su grado de cumplimiento en los diferentes Estados de la tierra. La más importante ONG
de este tipo es Amnistía Internacional. Esta Organización, creada en 1961 y a la que en
1977 se le concedió el Premio Nobel de la Paz, elabora un informe anual sobre el respeto
de los Derechos Humanos en cada Estado, denunciando públicamente a aquéllos que los
incumplen. Sorprende el escaso número de Estados que respetan, tanto en su legislación
como en la actuación de los poderes públicos, la integridad de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos.
Otras de las ONG más conocidas son las siguientes:
- Cruz Roja-Luna Roja: Dedicada a la asistencia sanitaria y a la ayuda humanitaria a
refugiados y marginados.
- Cáritas: Organización religiosa dedicada a la ayuda económica, sanitaria y cultural a
las poblaciones o minorías desfavorecidas.
- Médicos sin fronteras y Médicos del mundo: ONG que llevan a cabo intervenciones
médicas en lugares del mundo que se encuentran en conflicto bélico y en territorios que
carecen de una mínima infraestructura sanitaria.
- S.O.S. Racismo: Asociación dedicada a la lucha contra el racismo y la xenofobia.
 
 

 
 
 
 Secuestro de publicaciones

 
Procedimiento mediante el cual un juez decide retirar de los puestos
de venta publicaciones que, según su criterio, hayan vulnerado
alguno de los límites impuestos a la libertad de expresión, con el fin
de evitar su difusión.
Puesto que en nuestro país no existe censura previa, los medios
escritos o audiovisuales se autorregulan en cuanto a sus propios
contenidos, por lo que son ellos mismos directamente responsables
  de lo que publican o editan. En el caso de que alguna de sus
publicaciones incurra en delito por atentar contra el honor, la
intimidad o la propia imagen, por haber realizado apología de la violencia o la
discriminación, o por otras cuestiones que afecten a la legalidad vigente, cualquiera
puede poner en conocimiento del juez dicho hecho. Éste, una vez analizadas las
publicaciones objeto del litigio, y en el caso de observar delito en ellas, puede ordenar a
la policía que proceda a desplazarse a los puntos de venta con el objeto de secuestrar
dichas publicaciones y evitar que continúe su venta y difusión, como medida previa al
juicio que se celebrará con posterioridad.
 

 
 

Ética y Moral
 
 
Conceptos
 
 
 
  Acción moral

Se entiende por ‘acción moral’ cualquier acto que haya sido


ejecutado obedeciendo a los mandatos de las leyes morales. Por
tanto, no todas las acciones humanas son susceptibles de recibir una
cualificación moral (por ejemplo, desde el punto de vista ético el
estornudar no puede merecer ninguna valoración moral propiamente
dicha, salvo que lo hagamos encima de una persona para fastidiarla,
con lo cual lo valorable moralmente sería nuestra intención de dañar
a esa persona, no el acto de estornudar en sí). Sólo podemos hablar
  de acciones morales o inmorales cuando cumplan al menos un
conjunto de condiciones:
- Ser una acción que afecte a normas, principios o valores morales.
- Haber sido realizada con libertad, es decir, haber tenido la oportunidad de elegir entre
varias opciones antes de realizar la acción. En el caso de que no exista esa libertad (por
ejemplo, si alguien me obliga a realizar un acto apuntándome con un revólver), el
individuo no puede ser considerado responsable moral de esa acción.
- Que haya sido realizada voluntariamente y siendo consciente de los efectos que iba a
producir esa acción. Por ejemplo, si yo realizo un acto y, sin que yo lo sepa, ese acto
causa trastornos graves a otra persona, no puedo ser considerado responsable moral del
daño causado involuntariamente.
- Las intenciones o fines con los que yo he llevado a cabo esa acción, puesto que puede
darse el caso de realizar un acto bueno en sí mismo aunque las intenciones que
motivaron ese acto fueran inmorales (por ejemplo, alguien que ayuda económicamente a
una familia pobre, aunque lo hace con la secreta intención de obtener favores sexuales).
O a la inversa: provocar un daño aunque mis intenciones sean buenas.
El filósofo Kant afirmó al respecto que sólo podían ser consideradas como buenas
moralmente aquellas acciones que hubieran sido ejecutadas exclusivamente por puro
respeto al deber moral, es decir, sin que nos moviera ningún interés particular en
realizarlas. Según él, existen las ‘acciones conformes al deber’, las cuales no son
estrictamente acciones morales, porque el fin que las motivó fue el interés personal y no
el respeto al deber. Él mismo pone un ejemplo de ‘acciones conformes al deber’: un
comerciante que no practica la usura puesto que mantiene bajos sus precios, pero lo hace
para tener más clientes y enriquecerse, no porque considere que ésa es su obligación
moral.
 
 
 

 
 
 
  Amoral
  
 
Su significación estricta es "aquello que carece de moral".
Utilizando una expresión del filósofo Nietzsche, podríamos decir:
"aquello que está más allá del bien y del mal".
Es importante señalar que ‘amoral’ no significa lo mismo que
‘inmoral’, puesto que lo inmoral es algo contrario a lo moral, y es
catalogado así por comparación con las normas morales. Sin
embargo, lo amoral se encontraría tan alejado de lo inmoral como de
  lo propiamente moral.
En filosofía, ‘amoral’ también se suele utilizar como calificativo
que acompaña a todas aquellas disciplinas que tratan los hechos sin valorarlos desde una
perspectiva ética o social. Por ejemplo, con la expresión "el conocimiento científico es
amoral" queremos significar que estudia los hechos prescindiendo de cualquier
valoración moral.
Se ha discutido si existen o no individuos ‘amorales’, esto es, que carezcan de cualquier
norma moral. En general, se acepta que no pueden existir, puesto que toda persona se
guía por uno u otro código de conducta que lleva implícito ciertos valores morales. Ni
siquiera los psicópatas con graves alteraciones emotivas y conductuales carecerían de
normas y valores propios. Únicamente en el caso de personas con gravísimas
deficiencias mentales, y por tanto carentes de una mínima racionalidad, podríamos hablar
de individuos amorales.
 
 

 
 
 
 Casuística
  
 
La significación general de casuística es: conjunto de casos

 
particulares que sirven como ejemplos a la hora de tomar decisiones sobre otros casos
análogos. También la podemos definir genéricamente como una metodología utilizada
por una ciencia cuya función consiste en aplicar a casos particulares los principios
generales de dicho saber.
Sin embargo, el término se utiliza particularmente dentro de la ética cristiana. Entonces
hablamos de ‘casuística moral’, la cual se identifica especialmente con una metodología
católica fundamentada y practicada habitualmente por los jesuitas.
Consiste esta última en aportar numerosos casos y situaciones particulares de dudas o
dilemas morales, dándose una solución ajustada a la moral católica para resolver cada
uno de esos conflictos. Se intenta con ello que una persona, ante una situación análoga en
el futuro, sepa a qué atenerse para decidir moralmente.
 
 

 
 
 
 Conflicto
  
 
Se produce un conflicto cuando en una situación determinada nos
aparecen varias alternativas posibles a la hora de tomar una decisión;
dichas alternativas deben ser incompatibles y poseer una intensidad
similar. En el caso de que no fuera así, no existiría conflicto ya que
tendríamos claro qué alternativa elegir.
Hablamos de conflictos morales cuando este hecho aparece en
relación con un tema moral o ético. En ese sentido, podemos decir
  que se trata de un sinónimo de ‘dilema moral’.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Dilemas morales
  
 
La palabra ‘dilema’ procede de la unión de dos vocablos griegos:
dil (dos) y lemma (premisa). Se utilizó originariamente como un
término de la lógica que expresaba un tipo de argumento,
concretamente el que partía de una proposición disyuntiva y, a través
de sus premisas, llegaba a una idéntica conclusión. Por ejemplo: "O
elijo la profesión de cantante o la de ingeniero; si soy cantante,
ganaré mucho dinero; si soy ingeniero también ganaré mucho
  dinero. Luego, ganaré mucho dinero o ganaré mucho dinero".
Sin embargo, el término pronto adquirió un nuevo significado por
extensión de su semántica originaria, pasando a designar lo siguiente: situación en la que
debemos elegir entre dos o más alternativas, y cuya elección nos provoca un conflicto de
decisión. Por ejemplo: ¿miento para salvarme o digo la verdad aunque me castiguen?
Cuando, como en el caso anterior, la elección se plantea en el terreno de la ética,
hablamos de dilemas morales.
Los moralistas han insistido en la importancia de poseer una jerarquía de valores a la
hora de resolver posibles dilemas morales. Otros han elaborado casuísticas, cuya
finalidad es aportar ejemplos concretos para saber qué hacer en casos similares. Sin
embargo, en muchas ocasiones, no son suficientes ni la jerarquización de valores ni la
casuística, porque las circunstancias particulares en las que se encuentra un sujeto
sometido a un dilema moral son únicas. De ahí que tenga que tomar la decisión
analizando las normas morales y calculando los efectos o consecuencias de sus posibles
elecciones.
 
 

 
 
 
 Doble moral
  
 
Expresión que se aplica para reflejar casos donde un individuo
mantiene una conducta contradictoria en el ámbito moral, de tal
manera que actúa de una u otra forma en situaciones similares
dependiendo de su propio beneficio. Por ejemplo, alguien se declara
contrario al aborto por motivos morales; sin embargo, cuando una
hija suya, menor de edad, queda embarazada de manera causal y no
deseada, autoriza y financia el aborto.
 
La expresión se utiliza especialmente para expresar contradicciones entre lo que un
individuo defiende públicamente (ética pública) y lo que hace en privado (ética privada).
Así, es frecuente que numerosas personas actúen moralmente en su vida privada de
manera diferente a lo que proclaman en público. En tales caso, hablamos de doble moral
o moral hipócrita. También cuando un individuo defiende la existencia de ciertas normas
morales para todos los demás o para los que no son como él, y sin embargo no se aplica
las mismas normas a él mismo.
 
 

 
 
 
 Ética
  
 
Término que procede del griego ethos, cuyo significado originario
hacía referencia a las costumbres. Sin embargo, pronto adquirió una
nueva significación filosófica, designando el ‘carácter’ y el ‘modo de
ser’ de un individuo, en cuanto ellos habían sido adquiridos por la
educación, las costumbres y los hábitos de la sociedad en la que
vivía. Con la aparición de los primeros filósofos que reflexionaron
sobre las normas morales (los sofistas y Sócrates), el término pasó a
  designar la disciplina del saber que versaba sobre la virtud y la
justicia.
En nuestros días, el concepto ‘ética’ hace referencia a la reflexión sobre el deber y a la
justificación de por qué deben ser consideradas buenas o malas (justas o injustas) ciertas
acciones. Por tanto, se considera un comportamiento ético a aquel que está conforme con
las normas morales.
Desde un punto de vista científico, la ética es la disciplina de la filosofía que reflexiona
sobre cuáles son los principios teóricos que fundamentan los valores y las normas
morales. También se designa con el término ‘ética’ al estudio de los distintos sistemas
morales que han sido elaborados a lo largo de la historia del pensamiento.
En el lenguaje coloquial es frecuente utilizar como sinónimos los conceptos de ‘ética’ y
de ‘moral’. Sin embargo, desde el punto de vista filosófico, muchos autores establecen
una distinción importante entre ellos dos: mientras la ética sería una reflexión teórica
sobre los fundamentos o principios en los que se inspiran las normas morales concretas,
la moral, en cambio, designaría al conjunto de normas y valores que una determinada
colectividad considera en un momento histórico concreto como justos o correctos, es
decir, como pautas del comportamiento virtuoso.
En el siglo V a.C. se inició un debate teórico acerca del alcance de las normas éticas,
debate que no ha sido resuelto satisfactoriamente todavía. Mientras los sofistas defendían
que todas las normas morales eran relativas y, por lo tanto, únicamente válidas para una
sociedad histórica concreta, otros filósofos como Sócrates o Platón creyeron en el
carácter universal de las normas éticas, apelando a la existencia de una racionalidad
humana que nos permitía conocer los fundamentos de las leyes naturales.
A lo largo de la historia de la filosofía, muchas corrientes y pensadores han defendido
el relativismo moral, mientras que otras corrientes han argumentado a favor de la ley
natural o de la posibilidad de alcanzar, mediante la racionalidad y el consenso entre todos
los seres humanos, un código de conducta mínimo que regule nuestras normas morales.
En este último sentido, la Declaración Universal de los Derechos Humanos significa el
reconocimiento de unas pautas universales de conducta con respecto a nuestros
semejantes y al medio que nos rodea.
 
 

 
 
 
 Ética formal
  
 
Kant fue el primer filósofo que estableció diferencias
fundamentales entre las que él denominó ‘éticas materiales’ y ‘éticas
formales’. Analizando la totalidad de sistemas éticos construidos por
los filósofos anteriores a él, llegó a la conclusión de que todos ellos
buscaban su fundamentación teórica en fines exteriores a la propia
ética, es decir, en la consecución de determinados bienes materiales
(el placer, la felicidad, la salvación eterna...), y no en el puro y
  estricto respeto al deber que emana de una voluntad libre, la cual
quiere darse a sí misma las normas de su acción moral.
Frente a esos sistemas de ‘éticas materiales’, propuso un modelo formal que nos
indicara, no exactamente lo que deberíamos hacer en cada caso, sino solamente la
‘forma’ que debían poseer nuestras acciones para poder ser consideradas como morales.
Según Kant, las características de una ética formal serían las siguientes:
- No poseer contenidos concretos, esto es, no proponer ninguna finalidad (por ejemplo,
consecución de una vida feliz, de acciones útiles o placenteras, etc.) que justifique
nuestras acciones morales. Según Kant, la moral sólo puede ser justificada por puro
respeto al deber.
- Que los mandatos morales se expresen en un único imperativo categórico, y no en
imperativos hipotéticos. Él entendía el imperativo categórico como una ley universal que
no expresaba lo que hacer, sino cómo hacerlo. Su formulación tradicional es: "obra
siempre de tal modo que quieras que la máxima de tu acción se convierta en ley
universal". Dicho en un lenguaje coloquial: actúa siempre de tal manera como desearas
que los demás actuaran con respecto a ti.
- Ser una ética autónoma y no heterónoma. Quiere decir esto que la ética no debe
buscar sus fundamentos en nada externo al deber y a la propia conciencia. Según Kant,
es la buena voluntad (que no busca fines ajenos a ella misma) el único fundamento de la
vida moral.
Tras la obra de Kant, otros autores han elaborado sistemas formales de ética, buscando
nuevas formulaciones de imperativos categóricos y nuevos criterios que garanticen la
autonomía de la conciencia.
 
 

 
 
 
 Ética material
  
 
Según Kant, las éticas materiales se diferencian de las éticas
formales en tres rasgos:
- Tienen contenido, es decir, proponen una finalidad que justifica la
vida moral: el fin de la ética consiste, por ejemplo, en alcanzar la
felicidad, en obtener placer, en llevar a cabo acciones útiles para el
mayor número de personas posibles (utilitarismo), etc.
- Sus mandatos se expresan mediante imperativos hipotéticos, los
  cuales se encuentran determinados por la búsqueda de una finalidad
ajena a la propia ética (felicidad, placer, etc.) y por condiciones
externas. Por ejemplo: "Si quieres ser feliz, renuncia a lo inalcanzable".
- Son éticas heterónomas: sus principios morales no se inspiran directamente en la
propia conciencia, sino que buscan su fundamentación en algo exterior a ella; por
ejemplo, la utilidad social.
 
 

 
 
 
 Ética social
  
 
Es la parte de la ética que reflexiona sobre las normas justas o
injustas dentro de la vida en comunidad. Su objeto consiste en
establecer las pautas sociales de conducta que garanticen la
existencia de la moralidad en la vida pública.
De igual modo, analiza las normas morales que caracterizan a los
distintos grupos sociales, estudiando sus condicionamientos
culturales, históricos e, incluso, económicos. Se halla muy
  relacionada con la política y la sociología.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
  Eticidad
  
 
Término creado por Hegel (filósofo idealista alemán de principios
del siglo XIX). Según él, los imperativos morales también deben
poseer un contenido social y político, contenido que se plasma en las
leyes y en las instituciones de un Estado. Para Hegel, la evolución del
Espíritu se plasma en tres momentos: el derecho, la moralidad y la
eticidad.
La distinción que establece Hegel entre moralidad y eticidad es la
  siguiente: la primera queda limitada a un aspecto subjetivo (las
normas y leyes morales que son válidas para mi conciencia), mientras
que la eticidad se encarna objetivamente en las instituciones (familia, sociedad civil y
Estado). Cuando esas instituciones respetan y simbolizan el espíritu de la moralidad,
entiende Hegel que el hombre ha alcanzado su ideal de unir ética y política.
 
 
 

 
 
 
 Inmoral
  
 
En sentido literal, aquello que es contrario a un determinado código
moral. Cuando se aplica a un individuo, nos referimos a que su
conducta no respeta habitualmente las normas morales vigentes en
una sociedad concreta.
Sin embargo, el inmoralismo puede tener un valor positivo, tal y
como sucede en la filosofía de Nietzsche. Sucede así cuando el
individuo considerado socialmente como inmoral intenta ejercer una
  acción crítica con respecto a un código de normas morales que él
considera injusto, al que trata de modificar o sustituir por otro código
más justo. A este respecto, es interesante señalar que muchos de los grandes
reformadores éticos de la historia fueron acusados de inmorales por los partidarios de los
viejos códigos de conducta. En ese sentido, cabe considerar al inmoralismo como la
antesala de una nueva moralidad.
 
 

 
 
 
 Intencionalidad
  
 
En filosofía, el concepto ‘intencionalidad’ expresa la realización de
actos dirigidos hacia algo distinto a sí mismo. Fue utilizado en la
escolástica (escuela cristiana de pensamiento que alcanzó su mayor
esplendor durante los siglos XII y XIII) y posteriormente retomado
en el siglo XX aunque con un significado algo diferente por el
pensador E. Husserl, representante de un movimiento filosófico
conocido como Fenomenología. Para este último, la conciencia es
  intencional en el sentido de que siempre hace referencia a otras cosas
distintas de ella misma, por ejemplo, a objetos, a conocimientos...
En el ámbito de la Ética, sin embargo, la intencionalidad se refiere a la intención que
nos movió a realizar determinadas acciones morales o inmorales, es decir, afecta a la
cuestión de la responsabilidad moral de nuestros actos. Así, se habla de mala o de buena
fe, según hayan sido nuestras intenciones o fines al realizar una acción.
 
 

 
 
 
 Laxitud moral
  
 
El sustantivo ‘laxitud’ deriva del adjetivo ‘laxo’, que significa: flojo
a causa de falta de tensión. Cuando se acompaña del adjetivo ‘moral’,
designa un relajamiento en la conducta moral, es decir, una falta de
rigor en lo concerniente al cumplimiento de las normas morales.
La laxitud puede ser de dos tipos: habitual, y entonces hablamos de
una persona escasamente moral; o circunstancial y ocasional: aquella
que se da en personas habitualmente morales pero que, en
  determinadas circunstancias, se relajan en el estricto respeto al deber
moral. Esto puede suceder a causa de que las consecuencias que se
esperan obtener de una acción determinada nos son favorables, aunque para alcanzarlas
haya que incumplir un deber, o por otros motivos de diversa índole.
 
 

 
 
 
 Ley moral
  
 
Existen muy variados y diferentes tipos de leyes: jurídica, naturales,
científicas, formales, probabilísticas, morales, etc. De una forma
excesivamente genérica, con el concepto ‘ley’ expresamos, o bien
una regla o relación a las que están sometidos los seres de la
naturaleza por su propia constitución física, biológica, etc. (y

 
 
hablamos entonces de leyes científicas o naturales), o bien una norma o conjunto de
normas que obligan a las personas a actuar de determinada forma, concretamente la que
está estipulada por la ley (y hablamos entonces de leyes jurídicas o de leyes morales).
La ley moral es el conjunto de imperativos, normas y preceptos que constituyen un
código moral determinado. Lo que expresa la ley moral es nuestra obligación a actuar de
acuerdo a la racionalidad moral, la cual determina nuestros actos. Esencialmente la forma
que adopta la ley moral es la de un imperativo.
Se diferencia de la ley jurídica en que ésta es de obligatorio cumplimiento, y en el caso
de que alguien la incumpla, el Estado y los poderes públicos ejercen una coacción, es
decir, ejercen la fuerza sancionando al infractor con determinados castigos. En cambio,
la ley moral aunque de obligatorio cumplimiento también debido a que la racionalidad
del ser humano así lo impone no se inspira en la coacción física (el castigo legal) para
obligar a su ejecución o para sancionar al inmoral. Su obligatoriedad no deriva, pues, de
algo externo a ella, sino de sí misma: la ley moral debe cumplirse porque mi conciencia
me dicta que ése es mi deber.
Los estudiosos de la Ética han señalado tres rasgos genéricos que caracterizan a las
leyes morales:
- Obligatoriedad.
- Incondicionalidad: el cumplimiento de las leyes morales no depende de nada exterior
a la propia moralidad (es decir, no está condicionado por alguna pena exterior como el
castigo), sino que la finalidad de las acciones morales hay que buscarla en el respeto que
me produce el cumplimiento del deber moral, es decir, son incondicionales.
- Universalidad: en principio, las leyes morales aspiran a la universalidad. El
fundamento en que se basa esta pretensión es el siguiente: si yo estoy plenamente
convencido de que algo es bueno en sí (y no sólo es bueno para mí) porque así lo
determina mi conciencia moral, debo creer necesariamente que también es bueno para el
resto de los seres humanos. Sin embargo, no todos los autores están convencidos de que
esta propiedad (aparte de ser un ideal de la razón humana) se dé en el mundo real. El
relativismo ético, por ejemplo, sostiene que las leyes morales sólo tienen validez
subjetiva, ya que su origen está determinado por las diferentes tradiciones históricas y
culturales de cada sociedad humana.
Debemos distinguir entre ley y principio moral. Este último es el criterio supremo que
se invoca para justificar todas las leyes y preceptos morales, los cuales se deducen de
aquel. Ejemplo de principio moral sería: "la felicidad es el fin de toda vida humana y
ésta se alcanza mediante la obtención del placer y la ausencia del dolor". De ese
principio, se derivarían leyes morales como las siguientes: "para ser feliz, debes gozar
moderadamente de los placeres", o "si buscas la felicidad, limita el número de tus
necesidades".
Según Kant, también hay que distinguir entre ley y máxima moral. Él mismo establece
esa distinción en su Crítica del juicio: "Son [principios éticos] subjetivos o máximas,
cuando la condición es considerada por el sujeto como valedera sólo para su voluntad;
son, en cambio, objetivos o leyes prácticas cuando la condición es conocida como
objetiva, es decir, valedera para la voluntad de todo ser racional". También distingue
Kant entre ley y precepto moral: el segundo es cuando una norma se aplica a un acto
único, mientras que la ley tiene validez para todos los actos que pertenezcan a una clase
o género.
 
 

 
 
 
 Metaética
  
 
Con este término se designa al estudio sobre la significación, el
sentido y la evolución histórica de los conceptos éticos.
Según algunos autores, la metaética aborda tres cuestiones
fundamentales:
- Aspectos metafísicos: reflexiona sobre la existencia o no de una
moralidad que esté fundamentada en la existencia de leyes naturales,
leyes divinas, etc., que se encuentren más allá de la racionalidad
  humana, y acerca de si ésta puede conocerlas o no.
- Aspectos psicológicos: estudia los motivos y las estructuras de
nuestra mente que nos hacen comportar de una manera moral o inmoral.
- Aspectos lingüísticos: analiza el significado de los conceptos éticos y su adecuación o
no para describir la realidad.
 
 

 
 
 
  Moral
  
 
Procede del término latino ‘mos-moris’, que significa ‘costumbres’
y también ‘modo de ser’, en el sentido de que el carácter se adquiere
a través de las costumbres y de los hábitos de conducta.
De una manera muy general, podemos definirla como "las normas
y comportamientos justos y conformes al deber que una sociedad o
un grupo humano acepta como válidos en un instante histórico
determinado".
 
En el lenguaje cotidiano es frecuente utilizar la palabra moral como sinónimo de ética.
Sin embargo, la tradición filosófica suele distinguir entre ellas, aunque no de una manera
muy precisa. Así, la ética trata de las reflexiones teóricas acerca de qué es el deber y por
qué razones deben ser considerados como justos o injustos ciertos actos. En cambio, la
moral sería el conjunto de normas concretas que llevan a la práctica real la reflexión
ética. De aquí que muchos pensadores afirmen que la moral no es más que ética aplicada.
Algunos rasgos que definen a la moral son:
- Está basada en las acciones prácticas, aunque estas procedan de una reflexión ética
previa.
- Sus normas se expresan en imperativos morales (haz esto, no hagas aquello) que
dictan cuál es nuestro deber.
- Sus mandatos exigen cumplimiento por respeto al deber. De ahí que las acciones
morales provoquen responsabilidad, es decir, obligación a responder moralmente de los
propios actos. Ahora bien, para que exista responsabilidad moral son necesarios, entre
otros, los siguientes elementos: conocimiento de lo que se hace y de las consecuencias
que puede tener la acción, voluntariedad, si existió libertad de acción y el carácter bueno
o malo de las intenciones que se querían lograr con el acto.
El filósofo José Luis Aranguren distingue entre:
- Moral como estructura: el hombre posee una dimensión moral que lo constituye como
hombre. Esta dimensión surgió históricamente durante el proceso de humanización
(adquisición del pensamiento y la cultura en las primeras sociedades humanas). Por
tanto, todos los seres humanos tienen moral.
- Moral como contenido: el conjunto de normas concretas que forman un código moral
determinado. Cada civilización suele tener un código moral propio que se diferencia del
de otras civilizaciones. El hecho de que algunos valores morales sean diferentes, no debe
evitar la búsqueda de un código moral mínimo que sea respetado en todos los lugares del
mundo. Ésa es la función que se otorga a los Derechos Humanos.
Desde el punto de vista de la moral, un hecho debe ser considerado bueno o malo
atendiendo a los conceptos de bien y de mal moral. Estos conceptos son elaborados por
la llamada conciencia moral, que consiste en la capacidad que posee el ser humano de
juzgar sus actos y los de los demás en relación a si son o no justos.
El filósofo ilustrado D’Alembert definía a la moral de la siguiente manera: "Lo que
pertenece esencial y únicamente a la razón, y lo que, consiguientemente, es uniforme a
todo los pueblos, son los deberes a los que estamos obligados para con nuestros
semejantes. El conocimiento de estos deberes es lo que se llama Moral."
 
 

 
 
 
  Moralidad
  
 
Por regla general, se entiende por moralidad el ejercicio de los
ideales éticos. En ocasiones, sin embargo, también es utilizada como
un sinónimo de moral, entendida ésta en un sentido amplio y no
restrictivo.
La moralidad consiste en las obligaciones que la conciencia nos
impone en relación con nuestros deberes, ya sean estos para con los
demás, para con la naturaleza y los seres naturales, o para con
  nosotros mismos. Esos deberes se caracterizan por no ser impuestos
por ningún poder exterior a nosotros (como sí lo son los deberes que
emanan del Derecho o del Poder, cuyo incumplimiento lleva aparejado un castigo físico
o administrativo), sino que su mandato proviene de nuestra propia razón.
A ese respecto es muy conocida la distinción que establece Kant entre legalidad y
moralidad. La primera sería la determinada por la ley moral; la segunda, en cambio,
estaría determinada por el amor y el respeto a la ley moral. En su terminología, pues, la
legalidad consiste en acciones conforme al deber; la moralidad, por contra, en acciones
por deber. Quiere esto decir que alguien puede cumplir con la legalidad pero no ser
moral; sucede ese caso cuando alguien obra bien, pero no por respetar a la ley moral,
sino por miedo al castigo o buscando una recompensa social por su acción.
También conviene señalar que la moralidad no puede identificarse con una moral
concreta o con un momento histórico determinado. Aunque la moralidad no puede
sustraerse a la evolución histórica de las ideas morales, se encuentra más allá de ellas: es
una exigencia irrenunciable del ser humano, el cual trata de plasmarla en morales
concretas (estas sí que están influidas por la tradición, la cultura, las ideas recibidas o los
sucesos históricos del pasado). De ahí que una de las características de la moralidad sea
la de potenciar la propia crítica moral, con el fin de ir avanzando en el orden de la
justicia social.
 
 

 
 
 
  Moralina
  
 
Término utilizado habitualmente con sentido peyorativo para
expresar un tipo de moralidad superficial, falsa, o centrada
exclusivamente en una parte de la moralidad y que ignora
voluntariamente el resto.

 
La moralina se fundamenta muchas veces en prejuicios y en tópicos de una tradición
determinada.
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
  Moralismo
  
 
En general, tendencia a interpretar todos los fenómenos sociales
exclusivamente desde el punto de vista de la moralidad, otorgando a
ésta la función de determinar la conveniencia o no de los cambios
sociales, la evolución de las ideas, etc.
Debe considerarse al moralismo como una forma de reduccionismo
que consiste en interpretar el todo tan sólo desde una parte, en este
caso, desde la moral.
   
 
 
 
 
 
 

 
 
 
  Moral provisional
  
 
Es un concepto utilizado por Descartes, cuyo desarrollo se
encuentra expuesto en la tercera parte de su obra Discurso del
método.
Descartes argumenta que su razón no encuentra unas bases sólidas e
irrefutables en los sistemas éticos que ha estudiado. Su objetivo
racionalista de fundamentar un conocimiento universal e indubitable
(es decir, del que no quepa dudar en ningún caso) topa, en el terreno
  de la moral, un obstáculo insalvable, puesto que no halla ningún
fundamento teórico universal para justificar un código moral
determinado.
Sin embargo, y según Descartes, el estar sometido a la duda en las cuestiones éticas no
significa, sin más, que debamos vivir como amorales. En su obra nos da cuenta de la
moral provisional que él mismo ha adoptado mientras el entendimiento se encuentre
sometido a la duda. Se trata de una moral esencialmente práctica, basada en la
experiencia histórica y cultural, y sin ninguna pretensión teórica definitiva.
Según él, cuatro son las reglas de esta moral provisional:
1. "Obedecer las leyes y las costumbres de mi país".
2. "Ser tan fuerte y tan resuelto en mis acciones como pueda". Explica esta regla
diciendo que una decisión será mejor siempre que la indecisión en el obrar, y la
perseverancia mejor que la inconstancia.
3. "Intentar siempre antes vencerme a mí que a la fortuna, y cambiar mis ideas antes
que el orden del mundo".
4. "Emplear toda mi vida en cultivar mi Razón y avanzar tanto como pueda en el
conocimiento de la verdad".
 
 

 
 
 
  Motivos
  
 
Los motivos son tendencias que nos mueven a obrar de una
determinada forma y no de otra. En ese sentido se encuentran
íntimamente relacionados con los fines que perseguimos al realizar
una acción, puesto que, según sean éstos, estaremos más o menos
motivados para llevar a cabo dicha acción.
Existen diferentes tipos de motivos: biológicos (están relacionados
con los instintos y los impulsos, como la sexualidad, la
  supervivencia, el bienestar corporal y anímico, etc.), sociales (el
deseo de triunfo o de fama, por ejemplo), económicos (el afán de riqueza...), culturales,
etc.
Desde el punto de vista de la Ética, los motivos son importantes a la hora de establecer
la moralidad de una acción y también en cuanto a determinar la responsabilidad moral de
un individuo. En efecto, los motivos que impulsan nuestra conducta deben ser analizados
desde una perspectiva moral por cuanto afectan a la moralidad de la propia acción.
Por ejemplo, una persona que se inscribe en una ONG para luchar contra la desigualdad
puede hacerlo por creer que ése es su deber moral, o, en cambio, haber actuado motivado
por la vanidad y el deseo de ir ascendiendo dentro de la organización hasta llegar a su
dirección con el objetivo de ser famoso o de obtener éxitos sociales. Como puede
apreciarse en este caso, la motivación hace que nuestra valoración moral sea distinta ante
cada una de esas actitudes.
 
 

 
 
 
  Praxis
  
 
Término que procede directamente del griego, cuya traducción más
habitual es la de ‘acción práctica’, en oposición a la reflexión teórica
o a la pura teoría.
Dentro de la Ética como disciplina del saber, se utiliza ‘praxis’ para
distinguir entre lo que algunos denominan ‘Moral pensada’ (conjunto
de teorías que reflexionan sobre lo que es bueno y malo, justo o
injusto..., y sobre los principios del conocimiento donde se apoyan
  tales conceptos) y la ‘Moral vivida’, o práctica concreta de la
moralidad en nuestra vida.
Para muchos filósofos en eso consiste la distinción fundamental entre Ética y Moral: la
primera reflexionaría teóricamente sobre la moralidad, mientras que la segunda
consistiría en la praxis concreta de esa moralidad, es decir, en dictar unas normas de
conducta que exigen un cumplimiento moral.
Dentro de la Filosofía marxista, el concepto ‘praxis’ expresa el conjunto de las acciones
humanas que son necesarias para la transformación de una sociedad.
 
 
 

 
 
 
  Prejuicio
  
 
Deriva del término latino praejudicium, y en su sentido etimológico
designaba la acción de prejuzgar algo antes de que sucediera, o en
valorarlo sin suficiente conocimiento o causa del mismo.
En el sentido usual y cotidiano, se entienden como prejucios ideas
falsas o deformadas sobre algún ámbito concreto. La causa de ese
error tiene que ver con la existencia de sistemas de transmisión
culturales que consolidan esas opiniones erróneas. Por ejemplo, en
  muchas sociedades todavía constituye un prejuicio la creencia en que
la mujer es menos inteligente que el hombre.
Desde el punto de vista de la filosofía, se entiende por prejucio una idea u opinión
sobre alguna cuestión sin poseer el conocimiento adecuado para ello, o sin haber
realizado un análisis crítico previo sobre la cuestión que se va a opinar.
Socialmente, los prejucios constituyen importantes trabas para la aceptación colectiva
de teorías, modos de vida, costumbres, etc., ya que su erradicación de la cultura popular
es lenta y difícil. Existen numerosos tipos de prejuicios: científicos, morales, culturales,
artísticos, etc.
 
 

 
 
 
  Principio moral
  
 
En general, se entiende por principio el origen de lo que procede
algo, la causa o el fundamento que da cuenta de un hecho. Sin
embargo, el término se aplica también en otros sentidos, sobre todo
en lógica y en epistemología. Principio lógico es la proposición
inicial de una inferencia o deducción. Se entiende por principio
epistemológico el fundamento teórico de algún conocimiento.
También se utiliza principios como sinónimo de normas morales;
  así cuando decimos "yo tengo mis principios...".
El concepto ‘principio moral’ no es interpretado igual por los autores que escriben
sobre ética. Para muchos de ellos su significado equivale al de ley moral. Sin embargo,
muchos otros establecen una distinción entre esos dos términos: el principio moral
(también llamado por algunos ‘principio de la moralidad’) sería el criterio supremo de un
determinado tipo de moralidad. Se caracteriza por ser el criterio superior, es decir, por no
derivarse de ninguna otra norma que esté situada por encima; al contrario, todas las
demás normas morales toman su fundamento de él. Así, en Epicuro, el principio moral
sería la búsqueda del placer; en Kant, el obrar por puro respeto al deber, obrar que se
deriva del principio de la buena voluntad, etc.
 
 

 
 
 
  Puritanismo
  
 
En sentido coloquial, el puritanismo consiste en mostrar una
intransigencia obsesiva en el cumplimiento estricto y literal de las
normas morales. Para una persona puritana cualquier relajación en la
observancia de las leyes morales conduce a una laxitud que se
convierte automáticamente en inmoral.
La significación anterior procede del movimiento religioso
conocido como Puritanismo, grupo cristiano protestante que se
  escindió de la Iglesia anglicana a finales del siglo XVI, y que se
desarrolló especialmente en América del Norte (muchos puritanos
fueron colonos en Estados Unidos) durante el siglo XVII.
Los puritanos exigían una purificación de las costumbres sociales para hacerlas acordes
con los principios de la Biblia. Extendían esa pureza moral no sólo al individuo, sino
también a las colectividades e incluso a los Estados. Por eso llegaron a fundar ciudades
enteras de puritanos, quienes vivían y se gobernaban mediante códigos estrictos de
conducta. Su influencia en la mentalidad y en las costumbres de amplias capas de
población en EE UU ha sido y es grande.
 
 

 
 
 
 
  Razón práctica
  
 
Término kantiano que se contrapone a la razón teórica (cuya
función consiste en establecer las condiciones y límites del
conocimiento objetivo). La Razón práctica, para Kant, consiste en la
facultad a priori (esto es, independiente de cualquier experiencia) que
nos permite conocer el imperativo categórico, es decir, la regla
universal de la moralidad. Así, con el nombre de Filosofía práctica se
designa el estudio de la ética y la moral.
   
 
 
 
 
 

 
 
 
  Responsabilidad
  
 
Concepto importante dentro de la ética, que expresa la obligación
que tenemos de responder moralmente de nuestros actos. La
responsabilidad moral se diferencia de la penal o civil dentro del
ámbito de la justicia en que estas dos últimas están sancionadas con
penas de cárcel o económicas, es decir, el Estado ejerce coacción
para obligar a los ciudadanos al cumplimiento de las leyes.
Sin embargo, la responsabilidad moral no lleva aparejada penas o
  sanciones físicas, puesto que se trata de una responsabilidad de
conciencia, esto es, del deber que tenemos ante nosotros mismos de
justificar moralmente nuestros actos. Es, por tanto, una responsabilidad ante la que no
estamos obligados por ninguna coacción externa a nuestra propia conciencia, sino tan
sólo por el hecho de ser personas libres y con capacidad de elección.
Precisamente la existencia de libertad y de conciencia (o, lo que es lo mismo, ‘ser
plenamente conscientes de...’) son elementos necesarios para que podamos ser
considerados como responsables morales de una acción. En el caso de que no se den esas
dos condiciones necesarias, no existirá tampoco una estricta responsabilidad moral sobre
nuestros actos.
 
 

 
 
 
 Sentimiento moral

 
Los sentimientos expresan los estados afectivos internos de un
sujeto. Se encuentran íntimamente ligados con las emociones y las
pasiones, aunque se diferencian de ellas en que poseen una mayor
continuidad y en que carecen de la intensidad que arrastran tanto la
emoción como la pasión.
De forma genérica, podemos definir el sentimiento moral como la
emotividad que provocan en nuestra conciencia determinadas
  acciones; así ante la visión de una injusticia, nos rebelamos o nos
indignamos moralmente; la contemplación de la pobreza nos mueve a
sentir solidaridad o compasión, etc.
El término fue utilizado especialmente por la corriente ética conocida como
emotivismo. Así, para Hume, los juicios morales no son verdaderos ni falsos, porque no
se trata de juicios de hecho cuya verdad o falsedad pueda comprobarse en la experiencia.
Si yo afirmo: "la droga es un vicio", el término ‘vicio’ no tiene realidad material, es
decir, no existe propiamente en la naturaleza (yo no lo puedo percibir por ningún lado,
dice Hume). De ahí que el emotivismo entienda que los juicios morales sólo expresan
sentimientos de nuestra conciencia moral ante la contemplación de ciertas acciones. Por
ejemplo, sentimientos de desagrado, de aprobación, de indignación, de compasión, etc.
 

 
 
Ética y Religión
 
 

Conceptos
 
 
 
  Agnosticismo

 
Voz que procede del sustantivo griego ‘gnosis’ (conocimiento,
sabiduría) y de la partícula privativa ‘a’ (negación, carencia). En
sentido literal, pues, agnosticismo es la ausencia de conocimiento
cierto sobre alguna cuestión.
El término fue utilizado por primera vez en 1869, cuando el
pensador T. H. Huxley lo usó para señalar que, ante teorías que
pretendían ir más allá de la experiencia humana, había que adoptar
  una actitud agnóstica, es decir, ni afirmarlas ni negarlas desde el
punto de vista científico, ya que sus enunciados eran imposibles de
verificar o refutar debido a que aludían a realidades que estaban más allá de nuestro
conocimiento sensible.
Sin embargo, pronto el término fue utilizado en la filosofía de la religión, siendo éste su
significado más habitual en nuestros días, aunque todavía continúe usándose en su
sentido originario. Un agnóstico, así, es el que ni afirma ni niega la existencia de Dios,
puesto que dice carecer de pruebas concluyentes en uno u otro sentido. Por tanto, se
limita a señalar que la cuestión escapa a su conocimiento, puesto que trasciende el
mundo de los fenómenos naturales, los únicos cuyo conocimiento puede ser objetivo. Se
diferencia del ateo en que este último está convencido de que Dios no existe y de tener
pruebas a favor de que los conceptos ‘Dios’ y ‘Religión’ han sido creados por los seres
humanos a lo largo de su transcurrir histórico.
Tampoco hay que confundir al agnóstico con el puro ‘indiferente religioso’, ya que éste
no se plantea teóricamente la existencia o no de la divinidad; se limita a ignorar las
cuestiones religiosas en su totalidad; en cambio, el agnóstico ha reflexionado
previamente sobre la cuestión y ha llegado a la conclusión de que no puede formar un
juicio definitivo sobre la existencia de Dios. Por tanto, vive como si Dios no existiera, es
decir, suspende el juicio (epojé) y se limita a no opinar acerca del problema existencial
de la divinidad.
 
 
 

 
 
 
  Anticlerical
  
 
El anticlericalismo es la actitud militante que mantiene una persona
en contra del clero o clase sacerdotal. Dicho con otras palabras, el
anticlerical se encuentra enfrentado a todas las Iglesias por entender
que se trata de instituciones exclusivamente humanas (y, por tanto,
no representan ni hacen de intermediarias de ninguna divinidad) y
que aspiran a ejercer un poder manipulador sobre las conciencias de
los creyentes.
  De igual modo, el anticlerical está en contra de cualquier
intervención de la Iglesia en asuntos públicos que no estén
relacionados directamente con la religión, es decir, en cuestiones políticas, sociales,
sexuales, educativas, etc.
Es frecuente identificar anticlericalismo con ateísmo. Ahora bien, esa identificación no
es del todo correcta, ya que, aunque en muchos casos los anticlericales se consideran a la
vez ateos, no siempre puede decirse que dicha actitud implique necesariamente la
negación de Dios. Estar en contra de la Iglesia como institución no significa sin más
negar la existencia de la divinidad: muchos anticlericales creen en Dios pero no en la
Iglesia.
 
 

 
 
 
 Ascesis-Ascético
  
 
Los términos provienen del vocablo griego askésis, cuyo
significado era el de ‘ejercicio o práctica’. Dentro de la moral y la
religión, la ascesis consiste en un conjunto de prácticas tendentes a
liberar al espíritu o alma de los placeres mundanos y de las

 
preocupaciones del mundo exterior con el fin de alcanzar una perfección moral una vez
desatada el alma de sus ataduras terrenas.
El ascetismo parte, pues, de una actitud contra la naturaleza: renuncia a los deseos del
cuerpo y lo mortifica, al considerar que la materia, el mundo exterior y el reino de los
instintos representan obstáculos para la purificación del espíritu. Numerosas religiones
han predicado el ascetismo como una forma del liberación del mundo para lograr el
ascenso hacia Dios.
Sin embargo, algunos psicólogos como Freud han visto en el ascetismo una forma de
represión radical de los instintos de autoconservación y del placer (Eros), lo que en
muchas ocasiones conduce a trastornos del comportamiento.
El ascetismo se caracteriza por una renuncia voluntaria (para Freud sería, en cambio,
inconsciente) del disfrute corporal, en la suposición de que el placer y el mundo sensorial
son ataduras terrenas que impiden una actitud mística.
 
 

 
 
 
 Ateísmo
  
 
El ateísmo consiste en negar la existencia de Dios. No debe
confundirse con el agnosticismo (ni se niega ni se afirma la
existencia de una divinidad), ya que el ateo está firmemente
convencido de que Dios no existe: se trata de una idea inventada por
los seres humanos, por lo que sólo puede hablarse de él como de una
ilusión de la mente.
El ateísmo no es un fenómeno moderno, aunque en sus formas
  radicales comenzó a forjarse durante los siglos XVII y XVIII en el
pensamiento de ciertos filósofos, para extenderse después, durante
los dos últimos siglos, a amplios sectores sociales. Sin embargo, en la Antigüedad ya
hubo doctrinas ateas: por ejemplo, los atomistas griegos negaron la existencia de un
principio ordenador del cosmos y atribuyeron su génesis al azar (actitud materialista), o,
en la India, surgieron movimientos que negaban la existencia de la divinidad en sí
misma.
El ateísmo contemporáneo se caracteriza no sólo por negar a Dios, sino también por
aceptar la vida humana como finita, más allá de la cual únicamente se encuentra la nada
de la existencia.
Las principales razones en las que se apoya el ateísmo son:
- Es imposible probar la existencia de Dios mediante el uso de cualquier medio
científico o lógico, únicas formas de alcanzar conocimientos objetivos para el ser
humano.
- La idea de Dios es innecesaria para la explicación del universo.
- El análisis filológico de los llamados Libros sagrados (que, en teoría, han sido escritos
o dictados por Dios) ha revelado que son obra de seres humanos y que su redacción
puede ser explicada según las ideas religiosas de su época, sin necesidad de acudir a Dios
como inspirador.
- Los ateos creen posible demostrar que la idea de Dios apareció históricamente y que,
por tanto, fue creada por los propios seres humanos, bien para explicar lo desconocido o
por el miedo a la muerte, bien como un medio para ejercer el poder político y económico
por parte de unas clases sociales (sacerdotes, reyes, etc.) sobre otras (el pueblo). En este
último sentido, es famosa la frase de Marx acerca de que "la religión es el opio del
pueblo".
Sobre el origen de las religiones, los ateos han invocado las siguientes causas:
- Intento de explicar los fenómenos desconocidos de la naturaleza. Los seres humanos
inventaron ciertos ritos y conjuros con la esperanza de controlar los fenómenos naturales,
bien mediante ruegos o sacrificios a seres divinos, bien mediante ciertos procedimientos
asociados a la magia.
- Miedo a la muerte y anhelo de inmortalidad. Creer en la reencarnación o en la vida
eterna sería la realización de un deseo psicológico íntimamente arraigado en el ser
humano.
- La idea de Dios es una proyección de la mente humana. Se reflejan en ella las ansias
de perfección y los deseos de poder que no pueden satisfacerse en la vida real y que
buscan su realización en las fantasías del más allá. Esta tesis fue defendida por
Feuerbach, filósofo del siglo XIX, para quien el ser humano habría creado a los dioses a
su imagen y semejanza, aunque absolutamente perfeccionadas.
- La religión surgió como una ideología. Hace creer al ser humano en un mundo
espiritual y en una felicidad eterna que no existen. Su origen habría que buscarlo en los
mecanismos de poder que trataban de justificar la explotación del hombre por el hombre.
Ésta es la tesis de Marx y del marxismo.
 
 

 
 
 
 Castigo
  
 
La noción de castigo posee diversas y variadas significaciones. En
general, castigar significa sancionar, imponer penas u obligaciones

 
por los actos realizados u omitidos. Ahora bien, existen diferentes tipos de castigo: el
jurídico, el penal, el psicológico, el pedagógico, etc.
Las funciones sociales del castigo son varias:
- Disuadir a los individuos de volver a repetir acciones que supongan una vulneración
de leyes jurídicas, morales, etc.
- Como forma de restitución al agredido en sus derechos o en su dignidad (ya sea una
institución como el Estado, ya sea un particular). Así, por ejemplo, cuando se obliga al
culpable a pagar una indemnización a su víctima.
- Como ejemplo social que haga comprender a los ciudadanos que la ley exige su
cumplimiento por parte de todos, y que el que la transgrede voluntariamente debe pagar
por ello.
Sin embargo, el llamado ‘castigo moral’ posee determinadas peculiaridades que lo
distinguen del ‘castigo jurídico’. Aquel está directamente relacionado con el sentimiento
de culpa, el arrepentimiento y la penitencia voluntaria (nos castigamos a nosotros
mismos), puesto que la culpa moral sólo existe para la conciencia de uno, salvo que
coincida con una culpa jurídica. Por ejemplo, si mentimos a nuestros padres no seremos
sancionados jurídicamente, aunque moralmente nos sintamos culpables.
La psicología (sobre todo Freud y la corriente psicoanalítica) ha estudiado
profundamente la noción de castigo psicológico. En este sentido, para muchos
especialistas, el castigo moral debe entenderse como un mecanismo de control que nos
insta a actuar moralmente en el futuro.
 
 

 
 
 
 Confesional
  
 
Una de las acepciones del vocablo ‘confesión’ es la siguiente:
"credo religioso y conjunto de personas que lo profesan". Es decir,
todas las religiones y el conjunto de sus practicantes son confesiones.
Por tanto, confesional será aquella persona que sea creyente y
practicante de una religión determinada. Y aconfesional será el que
no pertenece a ninguna iglesia o religión.
Desde el punto de vista jurídico, un Estado será confesional cuando
  posea una religión oficial (por ejemplo, el Estado español en la época
de Franco era oficialmente católico). El Estado confesional hace
manifestación de fe religiosa en actos oficiales, protege a una religión determinada,
concede ayudas económicas y sociales al clero, etc. Hablamos de Estado aconfesional
cuando no tiene ninguna religión oficial, es decir, cuando es laico y neutral con respecto
al conjunto de religiones implantadas en el país.
La Constitución española, en su artículo 16, establece expresamente la
aconfesionalidad del Estado español.
 
 

 
 
 
 Creencias
  
 
Creer significa dar crédito a algo o a alguien, es decir, tener
confianza en la verdad de ese algo o alguien. Ahora bien, la creencia
no va acompañada de pruebas objetivas sobre su verdad, ya que en
ese caso no hablaríamos de creencia, sino de conocimiento.
Algunos filósofos han afirmado que la creencia es un estadio
intermedio entre la opinión y el conocimiento. Mientras que la
opinión consiste en tener una idea imperfecta sobre aquello de lo que
  opinamos, y conocer es saber algo con certeza, en el caso de la
creencia se posee mayor grado de certeza que en la opinión pero sin
argumentos que demuestren esa certeza.
Alain define así a la creencia: "Es la palabra común con la que se designa cualquier
certeza sin prueba. La creencia designa cierta disposición involuntaria a aceptar ya sea
una doctrina, un juicio o bien un hecho".
A diferencia del conocimiento, que es objetivo (esto es, válido universalmente), la
creencia consiste en un sentimiento subjetivo que puede estar apoyado en hechos o ideas
ciertas en algunas ocasiones, y en hechos o ideas falsas, en otras.
Ferrater Mora distingue tres acepciones del concepto ‘creencia’:
- Convencimiento personal de que una idea es verdadera.
- Adhesión completa a una ideología, religión o moral determinadas, con lo cual se
excluye cualquier tipo de duda. Este sería el caso de la fe: a través de ella el adepto de
una religión cree absolutamente en la verdad de ésta, aunque no tenga pruebas objetivas
de ella.
- Afirmar una simple probabilidad, como cuando se dice "creo que lloverá".
 
 
 

 
 
 
 Culpa
  
 
En nuestra lengua, la noción de culpa tiene una doble significación;
por un lado se habla de ‘culpabilidad jurídica’ cuando ha quedado
probado que un sujeto ha incumplido las leyes vigentes en un país;
por otro lado, hablamos de ‘culpa moral’ o de ‘sentimiento de
culpabilidad’ cuando hemos actuado en contra de las normas morales
que nos dicta nuestra propia conciencia. En muchas ocasiones, sin
embargo, ambos significados son complementarios porque suele ser
  frecuente aunque no siempre es así que aquél que ha transgredido
la ley jurídica, también haya actuado de manera reprobable desde el
punto de vista moral.
Para que pueda hablarse de culpa moral, deben darse unas condiciones mínimas, entre
ellas las dos siguientes:
- Que el sujeto haya obrado libremente, sin que pueda invocar causas eximentes como
un estado de necesidad, una actuación en legítima defensa o haber sido obligado
coactivamente por otro. En tales casos, no cabe considerar culpable al sujeto desde una
concepción estrictamente moral, puesto que no se han dado las condiciones necesarias
para que pueda emitirse un juicio moral sobre la acción.
- Que el sujeto haya obrado en su propio interés (egoísmo) o por su misma iniciativa,
eligiendo lo beneficioso para él (ya sea material o psicológico) antes que el respeto a las
normas morales de su conciencia.
Algo que diferencia a la culpa moral con respecto a la culpa jurídica es lo siguiente:
mientras que en esta última existen sanciones y castigos estipulados por las leyes para
aquellos que las vulneren, en la estricta culpa moral el castigo exterior no se produce,
puesto que el individuo sólo ha atentado contra su propia conciencia y su código de
valores éticos.
Psicológicamente se producen entonces dos mecanismos de restitución: el sentimiento
de culpa y el arrepentimiento. Mediante el primero, la conciencia expresa la desazón
interior por haber actuado en contra de los valores morales; a través del segundo, el
sujeto acepta su culpabilidad y se fuerza a no obrar en el futuro de la misma manera.
En el ámbito de la religión, la culpa se equipara con el pecado.
 
 

 
 
 
 
 Deísmo
  
 
En la última mitad del siglo XVII aparecieron numerosas obras
filosóficas (Locke, Hume, etc.) que defendieron la llamada religión
natural. Según esta concepción, la verdad religiosa no pertenece por
completo a ninguna de las Iglesias o religiones del mundo, sino que
se halla por encima de ellas, siendo común a la totalidad de los seres
humanos.
La religión natural cree en la existencia de una ley natural, de la
  cual se derivan los mandatos morales. Para sus partidarios, no existe
ninguna revelación, ya que todos los Libros Sagrados fueron escritos
por humanos, quienes trataron de sistematizar las verdades de la religión natural a través
de relatos religiosos.
En el siglo XVIII, y como continuación de esas ideas naturalistas, apareció el deísmo.
Sus principales defensores fueron los filósofos ilustrados, en particular Voltaire. Firmes
partidarios de la religión natural, los deístas defendieron que la razón humana, por sí
sola, puede intuir la existencia de un Dios Creador del Universo. Pero sólo esto. Es decir,
la racionalidad no puede probar que dicho Dios sea omnipotente o infinito o la causa
directa de los acontecimientos físicos. Por tanto afirmaron que nuestra razón es incapaz
de saber cómo es ese Dios creador, aunque sí puede llegar a demostrar que existe una
fuerza superior que creó la materia y la puso en movimiento. Voltaire llamó a este Dios
el Gran Relojero. Pero afirmó que, una vez creado el universo, éste se gobierna
exclusivamente por las leyes físicas y biológicas, sin que Dios intervenga para nada en el
acontecer de la naturaleza.
Los deístas criticaron duramente las supersticiones derivadas de los Libros Sagrados,
afirmando que todos los fenómenos que no puedan ser comprendidos por la razón
humana eran inadmisibles, por ejemplo, los milagros. De ahí que predicaran la tolerancia
religiosa, argumentando que las diversas religiones pueden alcanzar las mismas verdades
y, por tanto compartirlas, exclusivamente con el solo uso de la razón.
Las diversas iglesias cristianas combatieron arduamente al deísmo. Para ellas, la idea
de Dios sobrepasa infinitamente el entendimiento humano; además, según los teólogos,
no existen contradicciones entre las leyes naturales y las doctrinas de la religiones
reveladas.
 
 

 
 
 
  Dios
  
 
Las diversas religiones del mundo no poseen un concepto único
acerca de lo que es Dios ni de sus cualidades. La imagen y la idea
que de él tienen los distintos pueblos y civilizaciones del planeta
dependen de su modelo de religión.
De un modo genérico, y tratando de englobar el máximo número
posible de conceptos sobre Dios, diremos que éste es un ser superior
a todos los demás seres existentes que, o bien ha creado el universo
  desde la nada, o bien ha conferido un orden y unas leyes a una
materia eterna. Este ser posee unos poderes sobrenaturales, lo que lo
convierte en objeto de culto.
Si una determinada religión afirma que Dios es único, hablamos de monoteísmo. Si los
dioses son varios, de politeísmo. Si toda la naturaleza está poseída de espíritus divinos,
de animismo o de panteísmo. Si negamos la existencia de cualquier tipo de principio
divino, de ateísmo.
Existen tres grandes religiones monoteístas en el mundo (cristianismo, judaísmo y el
Islam). Para ellas, Dios es el creador del universo y, como tal, es considerado un ser con
atributos como la omnipotencia, la trascendencia, la causa primera y absoluta, la
perfección, etc. A este respecto, es muy conocida la definición de Descartes: "Por Dios
entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente,
omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen". Ese
Ser sería igualmente el responsable del orden en el mundo, y de él emanarían
directamente las leyes morales.
La ciencia que estudia el ser y las cualidades de Dios recibe el nombre de teología.
Llamamos teísmo a cualquier doctrina que afirme no sólo la existencia de un Dios único
y trascendente, sino también que su naturaleza puede ser conocida por la razón humana a
través de la argumentación filosófica. Los teístas no rechazan la fe, pero en lo
concerniente a la demostración de Dios la subordinan a la razón. Por extensión,
llamamos teísmo a cualquier actitud racionalista que intente explicar razonadamente los
dogmas de la religión.
A lo largo de la historia del pensamiento se han intentado construir varios argumentos
que probasen definitivamente la existencia de Dios, pero hasta ahora ninguno de ellos ha
resultado irrefutable. Incluso filósofos como Kant intentaron probar la imposibilidad de
alcanzar una demostración racional sobre la existencia divina. Por eso, numerosos
teólogos se declaran fideístas o, lo que es lo mismo, afirman que sólo puede alcanzarse el
conocimiento de Dios a través de la fe y de la creencia en la Revelación.
Las tres grandes religiones monoteístas son conocidas también como religiones del
Libro, ya que consideran que Dios ha hablado a los seres humanos (Revelación),
directamente o a través de profetas, transmitiéndoles un conjunto de enseñanzas que se
encuentran recogidas en sus respectivos Libros Sagrados (Biblia, Torá, El Corán).
 
 
 

 
 
 
 Escatológico
  
 
En religión, todo aquello relacionado con el fin del mundo o con la
vida eterna. Más concretamente, el conjunto de doctrinas y creencias
sobre el destino final de la humanidad y del universo, de la historia y
del juicio final que dará paso a una vida eterna. El término proviene
del vocablo griego esjaton (las últimas cosas).
En muchas religiones, entre ellas las tres grandes monoteístas, la
escatología cobra una importancia capital, por cuanto representa la
  definitiva venida del Reino de Dios, tras el ciclo de la historia del
mundo y del hombre.
Visiones como las del paraíso y el infierno, lo apocalíptico, el juicio final, la condena
de los malvados y la santificación de los justos, etc., pertenecen al conjunto de ideas
escatológicas de diversas religiones.
 
 

 
 
 
 Fatalidad-Fatalismo
  
 
El concepto procede del vocablo latino ‘fatum’, cuyo significado es
el de oráculo, destino, lo que ya está escrito de antemano.
Con el nombre de fatalismo se designa cualquier teoría o doctrina
según la cual todos los acontecimientos del universo estarían ya
determinados, y frente a los cuales la voluntad y las acciones de los
seres humanos nada pueden.
La fatalidad sería aquello que se cumple porque así estaba
  determinado por un destino ciego e ineludible.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Fe
  
 
Del término latino ‘fides’, que significa ‘confianza’. De una manera
muy general, podemos decir que tener fe es tener confianza en algo o
en alguien.
En su significado religioso, la fe significa creer en la existencia de
un ser superior y en las verdades de una doctrina religiosa, sin que
existan pruebas irrefutables o evidencias empíricas de que esa
  existencia y esas verdades sean reales. En este sentido, la fe está
  íntimamente ligada a la revelación, puesto que cree que dicha
revelación corresponde realmente a un ser divino.
La actitud de aquel que afirma que la razón humana será incapaz siempre de
comprender a Dios, puesto que a éste sólo se le puede conocer mediante la fe, recibe el
nombre de fideísmo.
En sentido filosófico, la fe es una convicción firme en una moral religiosa sin que
aquella pueda apoyarse en fundamentos racionales objetivos. En el discurso filosófico,
por tanto, la fe y las creencias se manifiestan como actitudes no racionales o, cuanto
menos, no estrictamente racionales.
En el discurso ético se utilizan dos expresiones derivadas de ese concepto:
- Obrar de buena fe: cuando el fin y la voluntad que guían nuestros actos persiguen el
bien. Sin embargo, la buena fe por sí sola no basta para que nuestra acción sea moral,
puesto que puede darse el caso de que esa buena fe esté equivocada y las consecuencias
que provoque nuestra acción sean malas. Lo único a lo que afecta es a nuestra
responsabilidad moral, ya que, independientemente de los resultados, nuestra intención
ha sido la de hacer el bien.
- Obrar con mala fe: cuando las intenciones de nuestra acción son inmorales o tienden a
provocar daño, aunque las disfracemos hipócritamente de buenas intenciones. Para el
filósofo existencialista Sartre, significa, además, actuar engañándonos a nosotros
mismos.
 
 
 

 
 
 
 Fideísmo
  
 
Con ese nombre designamos la actitud de aquellos que, en lo
relativo al conocimiento de Dios y de sus atributos, sólo admiten
como método la fe y la revelación. Por tanto, para los fideístas, las
verdades reveladas no son verdades que puedan ser explicadas por la
razón humana ni que puedan ser demostradas mediante argumentos
filosóficos o científicos. Ante ellas, sólo nos cabe aceptarlas por la fe
en la revelación divina.
   
 
 
 
 
 

 
 

 
 
 
 Laico-Laicismo
  
 
El vocablo ‘laico’ se opone al de ‘clerical’. Si el segundo significa
"perteneciente al clero o a la clase sacerdotal", con el término
‘laico’ nos referimos a los valores morales y éticos que no se
fundamentan en creencias de origen religioso. De ahí que una ‘ética
laica’ sea aquella que está construida al margen de cualquier
consideración sobre Dios.
Con el concepto ‘laicismo’ expresamos el mantenimiento de una
  independencia absoluta, por parte del Estado o de la sociedad, con
respecto a las Iglesias u otras instituciones de carácter religioso. El
laicismo se caracteriza por la ausencia de rasgos o influencias religiosas en las
instituciones públicas.
Los valores laicos se encarnan fundamentalmente en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Sin embargo, algunos autores consideran que el laicismo es una
especie de religión de los agnósticos y los ateos. Pero se trata de una apreciación errónea,
ya que el laicismo consiste, precisamente, en obviar cualquier tipo de consigna religiosa
en la fundamentación de los valores morales.
 
 

 
 
 
 Libre examen
  
 
Término introducido por Lutero para designar la relación entre el
hombre y Dios con respecto a las faltas cometidas por el primero. El
protestantismo rechaza la confesión de los pecados considerada como
un sacramento (tal y como acepta el catolicismo), mediante el cual el
pecador relata al sacerdote sus culpas con el fin de lograr el perdón
divino.
Según Lutero, basta con que el hombre hable directamente con Dios
  (sin intermediación de ningún sacerdote o pastor), buscando dentro
del alma sus culpas y pecados, a través de un examen riguroso sobre
su conducta, con el fin de corregir sus posibles desviaciones de la doctrina cristiana. La
salvación y el perdón no llegarán en este caso a través del sacramento de la confesión,
sino únicamente mediante la fe en Jesucristo (sola fide).
 
 

 
 
 
 Mandamientos
  
 
La palabra mandamientos está directamente relacionada con el
Decálogo (los Diez mandamientos) que le fue comunicado a Moisés

 
por Yavé, el dios hebreo, en el Monte Sinaí. Se trata de un conjunto de diez preceptos,
cuyo fin es proporcionar una síntesis de las obligaciones ético-religiosas de los creyentes.
Los mandamientos son, pues, un conjunto de deberes que Dios transmite a los seres
humanos para la realización del bien y el alejamiento del mal. Ese código de conducta
refleja no sólo obligaciones o mandatos religiosos, sino también un conjunto de normas
morales que regulan la conducta ética con respecto al prójimo y a la sociedad.
 
 
 

 
 
 
 Mística
  
 
"El misticismo consiste en pretender conocer a Dios sin
intermediarios", escribió Cousin. En ese sentido, el místico pretende
entrar en relación directa con Dios, prescindiendo de todo lo externo
(el mundo, el deseo, las pasiones, etc.) para alcanzar un estado
psíquico especial a partir de cual pueda aprehender directamente los
atributos de la divinidad.
De una manera más general, podemos referirnos a la mística como
  la creencia en que, a partir del sentimiento y del olvido del mundo
exterior, se puede acceder a percibir un conjunto de propiedades
espirituales que tienen el rasgo de lo sobrenatural.
Los fenómenos místicos no son exclusivos de ninguna religión, sino que prácticamente
se dan en todas, desde las más primitivas (animismo) hasta las religiones monoteístas. En
todas ellas, la mística ha tenido una gran importancia. Sin embargo, el misticismo
cumple funciones diferentes en las diversas religiones.
Por ejemplo, en el cristianismo el místico aspira a una visión directa de Dios que
transforme su alma, aunque no se produce nunca la identificación absoluta con la
divinidad. En el misticismo islámico, por contra, tras la contemplación de la divinidad se
alcanza la unión con ella. Finalmente, en el budismo, la mística consiste en la búsqueda
de una iluminación interna que desemboque en la fusión con el absoluto.
En muchas ocasiones, los místicos de todas las religiones se ayudan de ciertos ritos
(ceremonias, danzas), de algunos procedimientos o métodos contemplativos (yoga,
técnicas de relajación, hipnosis) o de la ingestión de sustancias (hongos, drogas...) para
alcanzar un estado de ‘trance’ idóneo para la aprehensión de visiones místicas.
Algunos psicólogos, como Jung, han estudiado detenidamente los procedimientos
místicos como formas de percepción extrasensorial que suceden en un estado psíquico de
excitación sentimental. Y han señalado los lazos que unen ciertas formas de deseo
emotivo, incluso sexual, con su proyección en la figura de la divinidad a través del
concepto ‘amor’. De hecho, la literatura mística de cualquier religión abunda en figuras
amorosas sublimadas.
Para terminar, señalar también que existe una acepción peyorativa del término
misticismo. Mediante este uso, se dice que una persona es mística cuando se encuentra
frecuentemente alejada de la realidad inmediata, no prestando atención a las formas
científicas de conocimiento ni siquiera al sentido común, viviendo en un mundo de
fantasía e ilusión.
 
 

 
 
 
 Pecado
  
 
El término procede del vocablo latino pecatum, que significa
‘culpa’. Es un concepto que originariamente surgió en la religión, con
el significado genérico de "pensamiento, palabra u obra contra la
Ley de Dios". Sin embargo, su uso se extendió a otros campos de la
actividad humana no religiosa, utilizándose como sinónimo de
conceptos como ‘acción reprobable’ ‘transgresión’, etc.
Las diversas religiones, no obstante, interpretan de muy variadas
  maneras el concepto de pecado. Por ejemplo, para el confucionismo
pecado es cualquier acción que vaya en contra de la naturaleza
humana; para la Biblia o El Corán, pecar es atentar contra los mandamientos divinos;
otras religiones orientales conciben el pecado como todo acto que intente alterar el orden
del cosmos, orden dependiente de la voluntad divina...
Algunos autores han acusado al cristianismo de ser una religión pesimista,
precisamente por su concepción del pecado. Como es sabido, para ésta todos los seres
humanos son ‘culpables’ porque participan de la caída de Adán, el primer ser humano, y,
por tanto, al nacer son portadores del llamado ‘pecado original’.
Un rasgo característico de muchas religiones es la defensa de una teoría de la salvación
que afirma la posibilidad de redimir el pecado a través del arrepentimiento, la súplica a la
divinidad o la realización de buenas obras que hagan contraer méritos para la futura
salvación o redención. Por ejemplo, para el budismo los sufrimientos de nuestra vida se
producen a causa de pecados que cometimos en otra vida anterior (las almas se
reencarnan); sin embargo, mediante las buenas obras y el alejamiento del mundo
podemos contraer méritos para alcanzar una futura reencarnación sin sufrimientos.
 
 

 
 
 
 Politeísmo
  
 
Consiste en afirmar la existencia de múltiples dioses o principios
divinos. En casi todos los sistemas politeístas, los diversos dioses se
identifican con fuerzas de la naturaleza. En este último sentido,
resultan buenos ejemplos las religiones griegas y romanas.
Cuando se cree que existe un dios superior y supremo entre el
conjunto de dioses existentes, se denomina enteísmo a ese sistema
politeísta.
  Una forma de politeísmo es el animismo: el término fue creado por
Tylor, antropólogo de las religiones, para designar las creencias
religiosas de las sociedades primitivas, según las cuales todo lo viviente (árboles, flores,
animales) e incluso los fenómenos naturales (ríos, bosques, etc.) son portadores de
espíritus divinos particulares.
 
 

 
 
 
 Religión
  
 
De manera genérica, podemos definir la religión como el conjunto
de creencias y ritos que permiten la relación entre los seres humanos
y algún o algunos seres divinos. Sin embargo, y debido a la enorme
pluralidad de manifestaciones religiosas que practican los pueblos de
la tierra, no todas las prácticas religiosas del planeta cabrían dentro
de esa definición. Por ejemplo, determinadas corrientes del budismo
que no creen en ningún dios creador o supremo, y que además
 
eliminan el sacerdocio y los ritos de adoración a la divinidad quedarían excluidas de
dicha definición.
Algunos autores han buscado definiciones mínimas del concepto ‘religión’ para
solucionar el problema. La más conocida de este tipo es la que propuso Tylor en el siglo
pasado: "religión es la creencia en seres espirituales".
No está claro cuál es el origen etimológico de la voz ‘religión’. Unos autores la derivan
del término latino ‘relegare’, que puede traducirse como ‘volver a elegir’; otros, en
cambio, de ‘religare’, cuyo significado es ‘atar’ o ‘anudar’. En este último caso, la
significación etimológica del concepto sería la de hallarse unido o anudado a una
realidad sagrada.
La enorme diversidad religiosa que manifiestan los seres humanos dificulta la
elaboración de un inventario que recoja los rasgos comunes entre todas las religiones del
planeta. Ni siquiera la creencia en dioses, como ya hemos visto, sería una característica
universal. Aun así, la mayoría de religiones poseen los siguientes rasgos:
- Creencia en lo sagrado: Como escribe Mircea Eliade: "El hombre religioso cree
siempre que existe una realidad absoluta, lo sagrado, que trasciende este mundo, pero
que se manifiesta en él y, por este hecho, lo santifica". Lo sagrado se acompaña siempre
del misterio y el asombro ante lo que es desconocido en sí mismo.
- Existencia de una doctrina o conjunto de creencias y mandamientos que regulan las
relaciones de los humanos con la divinidad.
- Ritos mediante los que se llevan a cabo ceremonias religiosas con el fin de entrar en
contacto con la divinidad.
- Símbolos sagrados, que representan los atributos de la divinidad.
- Oficiantes: representantes humanos de la divinidad o sabios en materia religiosa
(sacerdotes, rabinos, imanes, hechiceros...); dirigen las celebraciones religiosas e
interpretan o comentan los textos doctrinales.
- Iglesias o comunidades religiosas.
- Doctrinas escatológicas: teorías sobre el fin del mundo, la vida eterna, el juicio final,
la creencia en paraísos e infiernos, etc.
Todas las grandes religiones poseen un conjunto de normas morales que regulan la vida
y las actitudes de los creyentes. En ese sentido, los mandamientos religiosos pueden
considerarse como un sistema ético, por cuanto establecen valores deseables por sí
mismos y normas de conductas que deben ser sancionadas si van en contra de esos
valores. Existen muchos preceptos comunes a la moral religiosa y a los ideales éticos
como, por ejemplo, ‘no matar’, ‘no robar’, ‘ayudar al prójimo’...
Sin embargo, en ocasiones, ciertos mandamientos religiosos entran en contradicción
con los sistemas éticos e, incluso, con las propias leyes y derechos que un Estado
reconoce. Conviene, pues, aclarar las diferencias existentes entre normas morales de
inspiración religiosa y los valores éticos no confesionales. En síntesis son:
- Las normas morales religiosas provienen de mandatos divinos: Dios decide lo que es
bueno y lo que es malo. En cambio, las normas éticas se fundan en la razón humana, es
decir, lo bueno y lo malo son establecidos por la racionalidad y la experiencia humana y
no por un ser sobrenatural.
- Las normas religiosas son intemporales, es decir, válidas para siempre. Las normas
éticas, en cambio, son revisables siempre que nuevos descubrimientos científicos o
culturales prueben que algunas valoraciones éticas, validas hasta ese momento, están
fundadas en errores.
- Los mandamientos religiosos utilizan, casi siempre, la coacción: amenazan al
individuo con la condenación eterna si no los cumple. Sin embargo, la ética no coacciona
con amenazas externas. Sólo la satisfacción del deber moral cumplido produce una
felicidad interior al haber obrado conforme a los dictados de la razón ética.
 
 

 
 
 
 Revelación
  
 
Cuando la divinidad se manifiesta o se desoculta a los seres
humanos con el fin de transmitirles un código de verdades y unas
normas de conducta (mandamientos), hablamos de revelación.
El proceso puede tener lugar de dos maneras:
- La divinidad se manifiesta directamente: por ejemplo, Jesucristo
en el Nuevo Testamento.
- La divinidad se muestra a un elegido (un profeta), al cual le
  ordena que transmita su mensaje al resto de los humanos. Por
ejemplo, Alá, a través de un arcángel, dicta las palabras de El Corán a
Mahoma, su profeta.
Las formas mediante las que se manifiesta la divinidad suelen ser diversas (sueños,
apariciones, palabras oídas o dictadas, oráculos). Posteriormente, los profetas comunican
los mensajes de la divinidad al pueblo. Habitualmente, los profetas se encuentran
poseídos de poderes especiales, como la facultad de hacer milagros o profecías.
En algunas religiones, como en el budismo o en ciertas corrientes del hinduismo (el
jainismo), la revelación no procede de ningún dios, sino de un maestro o fundador
religioso que ha tenido una iluminación. Así, Buda, hijo de un príncipe, quien tras la
visión de un viejo, un enfermo y un muerto, decide apartarse del mundo y dedicarse al
ascetismo y a la meditación. Posteriormente transmitirá a sus discípulos un conjunto de
enseñanzas religiosas.
 
 

 
 
 
 
 Rito-Ritual
  
 
El vocablo ‘rito’ proviene del término latino ‘ritus’, que significa
norma o ceremonia. Los ritos son, pues, ceremonias, conjuros,
plegarias, actos o escenificaciones, etc., que poseen un valor
simbólico. Se repiten siguiendo un mismo orden, utilizando las
mismas fórmulas lingüísticas, ejecutando idénticos actos. Desde la
perspectiva eclesiástica, el rito consiste en el conjunto de reglas
establecidas para el culto y las ceremonias religiosas.
  Un ritual es un conjunto ordenado de ritos que llevamos a cabo con
el fin de obtener la satisfacción a un deseo o una plegaria.
Los ritos forman parte de todas las sociedades humanas e, incluso, de muchas
sociedades animales. Existen rituales laborales de iniciación, cortejos rituales en el
aproximamiento sexual o costumbres sociales que siguen, paso a paso, procedimientos
rituales. Sin embargo, los más significativos siempre son los de inspiración religiosa.
Según los historiadores de la religión, podemos distinguir diversos tipos de ritos:
- Ritos de conducta: ceremonias de iniciación, purificaciones...
- Ritos mágicos: hechizos, conjuros...
- Ritos religiosos: oraciones, ofrendas...
 
 

 
 
 
 Sagrado
  
 
Etimológicamente proviene del término latino ‘sacer’, que significa
‘santo’. En Filosofía de la Religión, se considera sagrado todo
aquello relativo a la divinidad o al culto religioso que le es debido a
Dios. El término se opone a ‘profano’: aquello que no pertenece al
ámbito de la religión o que no posee un valor cultual por no estar
consagrado.
J. de Sahagún Lucas afirma que lo sagrado se encuentra definido
  por tres características esenciales:
- Tremenda majestad: el ser humano percibe lo sagrado como
investido de un poder grandioso que lo sobrepasa. Ante lo sagrado, el hombre se hace
consciente de su pequeñez y de su dependencia con respecto al poder de ese ser investido
de majestad. De ahí que sienta la necesidad de orar y suplicar, de rendirle culto y
obediencia.
- Misterioso: De Sahagún lo explica así: "el aspecto misterioso que acompaña a lo
sagrado es fruto del asombro y admiración ante lo desconocido... Rebasa el ámbito de
la comprensión racional y, por lo mismo, es inexpresable en conceptos y en palabras.
No encaja en el marco de conocimientos científicos y filosóficos, y escapa a todo intento
de dominio y manipulación."
- Fascinante: ante la presencia o el sentimiento de lo sagrado, el ser humano queda
emocionado hasta alcanzar, en ocasiones, el éxtasis místico.
Así, pues, el calificativo de sagrado sólo puede serle atribuido con propiedad a Dios y
al culto que se le profesa. Sin embargo, el término también es usado en el lenguaje laico
para referir el carácter majestuoso de ciertas realidades, sobre todo aquellas relacionadas
con la nación o los sentimientos patrióticos. Así, es frecuente referirse a la bandera o a la
patria como "sagradas".
De igual modo, el término se utiliza para destacar la importancia de aquello a lo que
califica y contra lo que no se debe atentar: así, "la vida es sagrada" o "los derechos
humanos son derechos sagrados".
 
 

 
 
 
 Secularización
  
 
El significado religioso del término viene de los permisos que
concedían las autoridades religiosas a ciertos miembros del clero para
que "vivieran en el siglo", es decir, fuera de la clausura. De esa raíz
proviene igualmente la palabra ‘seglar’: individuo que no pertenece
al clero o clase sacerdotal.
Con el paso del tiempo, y por extensión, el vocablo adquirió un
nuevo significado: secularizar es quitar a algo su condición o
  propiedades exclusivamente religiosas. Por ejemplo, con la expresión
"la Filosofía Moderna secularizó la moral" queremos expresar que,
hasta ese instante, la ética medieval se había fundamentado exclusivamente en los
mandamientos de Dios, pero que con la filosofía del siglo XVII se inició ya un proceso
de secularización, es decir, la ética dejó de fundamentarse en principios divinos y pasó a
depender exclusivamente de la razón humana.
 
 

 
 
 
 Sincretismo
  
 
El origen del término se le atribuye mayoritariamente al escritor
latino Plutarco, que lo usó para describir la mezcla y fusión de cultos
religiosos durante la época del helenismo griego.
En Filosofía de la religión, el término designa la unión de
elementos doctrinales de dos o más religiones diferentes entre sí, con
el objeto de llevar a cabo una síntesis o integración de los mismos
que dé lugar a un desarrollo de las creencias y de los cultos
  religiosos. De esa manera, elementos que antes eran contrarios o que
estaban separados, quedan armonizados en un nuevo sistema
religioso.
Según afirman algunos historiadores de las religiones, todas las confesiones religiosas
han pasado por momentos sincréticos a lo largo de su evolución.
 
 

 
 
 
 Sobrenatural
  
 
Literalmente, lo que está por encima de la naturaleza. También,
aquel fenómeno cuya explicación no es posible mediante las leyes
naturales y que parece ponerlas en entredicho puesto que va contra
todo lo conocido y aceptado.
Desde la perspectiva teológica son sobrenaturales todas aquellas
realidades que trascienden el mundo de los seres creados. Y se
llaman ‘verdades sobrenaturales’ aquellas que no pueden ser
 
conocidas directamente por el hombre, puesto que su conocimiento procede directamente
de la revelación divina.
Prácticamente todas las religiones aceptan la existencia de realidades sobrenaturales,
mientras que el agnosticismo, el ateísmo y el deísmo niegan su existencia, afirmando que
son ilusiones inventadas por las religiones.
En los últimos tiempos, disciplinas como la Parapsicología han propuesto sustituir el
término sobrenatural por el de ‘paranormal’ para referirnos a fenómenos que
aparentemente no cumplen las leyes naturales conocidas hasta el momento. Lo
paranormal no implicaría necesariamente la existencia de lo sobrenatural, sino tan sólo la
existencia de una realidad desconocida que se gobierna por leyes que escapan a la actual
racionalidad humana.
 
 

 
 
 
 Superstición
  
 
Del término latino ‘supersto’ (estar por encima, mantenerse sobre).
Consiste en la creencia de que objetos, actos o ritos están poseídos de
poderes sobrenaturales que pueden hacernos daño o provocarnos
beneficios.
Según los antropólogos, el origen de las supersticiones proviene del
animismo característico de las religiones primitivas: todos los seres
poseían espíritus con poderes maléficos o benéficos.
  Las supersticiones permanecen en nuestros días, incluso fuera de
las creencias religiosas. Según los psicólogos obedecen a miedos
inconscientes y a que perduran en la persona adulta ciertos comportamientos infantiles
como mecanismos de defensa ante la angustia que nos provoca lo desconocido.
Los filósofos ilustrados dieron un significado más amplio al término superstición.
Según ellos, consistía en ideas falsas, contrarias a la razón, que algunos hombres aceptan
por no ser críticos con ciertos relatos de la tradición o a causa del temor provocado por la
ignorancia en las leyes de la naturaleza.
 
 

 
 
 
 
 Tabú
  
 
Término religioso de origen polinesio, que deriva de los vocablos
‘ta’ (tocar) y la partícula negativa ‘bu’ (no). Por tanto, su
significación originaria es ‘no tocar’.
Según la religión polinesia, ciertos objetos están poseídos de
poderes mágicos negativos, con lo cual existe la prohibición expresa
de no tocarlos, puesto que uno puede exponerse a graves peligros si
lo hace. El miedo a esos objetos es tan alto que también queda
  prohibido el mirarlos y el nombrarlos. A esas prohibiciones se les
llama tabú.
El concepto religioso que supone la existencia de poderes mágicos en objetos o actos
no es exclusivo de la religión polinesia. En muchas religiones existen tabúes, aunque
evidentemente no son nombrados con ese término. Por ejemplo, en el Antiguo
Testamento existen numerosas valoraciones sobre lo que es puro e impuro (ejemplos de
impureza serían, entre otros, la menstruación de las mujeres, ciertos actos sexuales o
determinados alimentos).
La palabra tabú comenzó a utilizarse en el mundo occidental tras las publicaciones de
obras antropológicas. Freud la popularizó al incluirla en el título de una de sus obras más
polémicas: Tótem y tabú.
 
 

 
 
 
 Teología
  
 
El nombre proviene de los vocablos griegos ‘theos’ (dios) y ‘logos’
(discurso racional o ciencia). Etimológicamente, pues, significa
‘ciencia sobre Dios’.
La teología forma parte de la filosofía, concretamente de una de sus
ramas o disciplinas: la metafísica. Su objeto de estudio versa sobre
Dios (fundamentalmente sobre pruebas o intuiciones acerca de su
existencia) y sobre sus atributos.
 
A su vez, la teología se divide en diversas especialidades:
- Teología dogmática: la que se encarga del estudio de los dogmas.
- Teología moral: estudia la fundamentación religiosa de las normas morales.
- Teología natural o filosófica: estudia a Dios exclusivamente bajo los principios y las
leyes de la razón humana.
- Teología Revelada tiene por misión el analizar la revelación realizada por Dios a los
hombres. Según Brugger, posee esencialmente tres funciones:
a) Demostrar la revelación como hecho histórico (teología fundamental).
b) Recoger de las fuentes fundamentales el contenido doctrinal revelado (teología
positiva).
c) Exponer y sistematizar filosóficamente los contenidos de la revelación (teología
especulativa).
En la segunda mitad del siglo XX surgió un movimiento social, inspirado en ideas de
teólogos católicos latinoamericanos, llamado la Teología de la liberación. Este
movimiento interpretó que la apertura social de la Iglesia en el Concilio Vaticano II
significaba un compromiso con los pobres, es decir, con aquellos que sufrían injusticia
económica, política y social. Entre sus reivindicaciones destacan las siguientes: la Iglesia
debe ser austera, retornando al espíritu de pobreza de las primeras comunidades
cristianas; debe denunciar sistemáticamente la injusticia social, las dictaduras, el
atropello de los Derechos Humanos, la explotación capitalista, etc.; y, finalmente, la
Iglesia debe destacar el mensaje social del Evangelio, es decir, luchar activa y
comprometidamente por la instauración de una sociedad justa en la Tierra.
 
 

 
 
 
 Teología moral
  
 
La teología moral estudia los fundamentos de las normas morales
desde el conocimiento de los atributos y cualidades divinas. Es decir,
estudia la Ética desde una perspectiva confesional. Para la teología
moral, las normas de conducta ética han sido establecidas por Dios a
través de su revelación a los hombres: lo que el teólogo moral debe
hacer es analizar si las normas morales establecidas por la
racionalidad humana son o no conformes con dicha revelación. De
  ahí que el objetivo de la Teología moral sea el de fundamentar una
ética religiosa.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Teología natural
  
 
También llamada Teología filosófica. Su objeto de estudio es el
conocimiento de Dios, de sus cualidades y sus atributos a través de la
razón humana. Por tanto, la teología natural prescinde de la fe y de la
revelación en su acercamiento al problema de Dios, e intenta
demostrar su existencia y sus cualidades mediante los principios y las
leyes que gobiernan la racionalidad humana.
Utiliza métodos y sistemas diferentes a los que usa la Teología
  revelada. En ese sentido, cabe destacar que son fundamentalmente la
filosofía y sus métodos de conocimiento las disciplinas utilizadas por
la Teología natural.
Su origen histórico arranca de la filosofía griega, concretamente de las obras de Platón
y Aristóteles, quienes intentaron demostrar racionalmente la existencia de un principio
divino que fuese la causa y la explicación de ciertas leyes de la naturaleza.
 
 

 
 
 
  Trascendente-Trascendental
 
 
Provienen del verbo latino transcendere, que significa ‘sobrepasar’
o ‘elevarse por encima de’. Así, cuando decimos que algo trasciende
o es trascendente nos referimos a que ese algo está por encima o más
allá de la realidad inmediata. En este sentido, el concepto de

 
‘trascendencia’ se opone al de ‘inmanencia’ (lo que está dentro de..., lo que pertenece
internamente a la sustancia de un ser).
Dentro de la metafísica, llamamos trascendente a lo que pertenece a un orden superior a
la naturaleza. Por eso, para los teólogos, Dios es el único ser absolutamente trascendente,
es decir, el único que está por encima y más allá de la propia naturaleza, ya que es su
creador.
En el lenguaje coloquial cabe destacar dos usos del vocablo. Por ejemplo, cuando
decimos "esa cuestión trasciende mi capacidad de entendimiento" queremos expresar
que está más allá de lo que yo soy capaz de comprender. Y también se usan los vocablos
‘trascendente’ y ‘transcendental’ como sinónimos de importante, decisivo o de un
acontecimiento especial por sus repercusiones. Así cuando exclamamos: "¡Se trata de un
partido de fútbol transcendental para los dos equipos!".
En la Historia de la Filosofía hubo un filósofo que utilizó el término ‘transcendental’
con un sentido nuevo: Kant. Para él, lo transcendental es aquello que está más allá de
toda experiencia posible, es decir, de lo que nunca podemos tener un conocimiento
objetivo, ya que no puede ser percibido por nuestros sentidos ni pensado por nuestro
entendimiento.
 

 
 

Filosofía y lenguaje
 
 

Conceptos
 
 
 
  Buena voluntad

 
Concepto ético kantiano que expresa el fundamento de la
moralidad: se trata de una actitud y una determinación a obrar

 
siempre por respeto al deber, sometiéndose a los dictados del imperativo categórico.
Como el mismo Kant escribe: "la buena voluntad es buena no por su actitud para
alcanzar algún fin propuesto, sino únicamente por el querer, esto es, buena en sí".
Quiere decir con esto Kant que, para obrar moralmente, no debemos atender a fines
ajenos al deber, sino tan sólo a nuestra disposición a actuar siempre moralmente, porque
eso es lo que nos dicta nuestra razón, y como tal debemos quererlo.
 
 
 

 
 
 
  Dualismo
  
 
Doctrina o teoría contraria al monismo, y según la cual existen al
menos dos sustancias o principios que son los constituyentes de la
realidad.
Hay diferentes tipos de dualismo, clasificados según sus diferentes
concepciones de esos dos principios. Así, por ejemplo, hablamos de
dualismos:
- De tipo religioso: (el maniqueísmo: el bien y el mal luchan en el
  universo; el cristianismo: Dios y la materia son dos realidades
distintas y separadas, ya que la última ha sido creada por el primero;
etc.).
- De tipo cosmológico: (el platonismo: existen dos mundos separados entre sí, el de las
Ideas y el mundo sensible).
- De tipo antropológico: (creencia en la existencia de la dualidad alma-cuerpo;
afirmación de que la mente es algo diferente al cuerpo puesto que se rige por leyes
distintas a las corporales, etc.).
 
 

 
 
 
 Enunciado
  
 
Es una expresión lingüística o formal (por ejemplo, una fórmula
matemática), construida según las reglas de un lenguaje (natural o
artificial), y que posee un significado completo por sí mismo. Para
algunos autores, enunciado y proposición deben ser considerados
como sinónimos, mientras que otros niega tal identidad,
estableciendo diferencias entre ellos dos, como el hecho de que sea
condición necesaria de una proposición la posibilidad de afirmar de
  ella que es verdadera o falsa, cuestión que no se considera necesaria
en el enunciado según estos últimos autores.
Por ejemplo, son enunciados del lenguaje natural los siguientes: "hoy estoy alegre", "la
mentira es un mal moral", etc. Y son enunciados formales: "x = y", "p v q", etc.
 
 

 
 
 
 Epistemología
  
 
Deriva del término griego ‘episteme’, que significa ‘ciencia’. En
sentido estricto es la disciplina filosófica que versa sobre el
conocimiento científico. Sus temas fundamentales de reflexión son:
cuál es el origen del conocimiento, y cuáles son los límites y los
fundamentos teóricos del mismo. Trata, igualmente, sobre problemas
de justificación de los métodos científicos y sobre los criterios de
verdad y falsedad utilizados por la ciencia.
  En ocasiones, el término ‘epistemología’ se utiliza indistintamente
por Gnoseología o Teoría del conocimiento. En este sentido, cabe
destacar que la epistemología es una rama o disciplina de la llamada Filosofía de la
Ciencia.
Son muchos los que señalan que la función primordial de la filosofía en la actualidad es
la de servir como herramienta de la ciencia, bien mediante la búsqueda de una
metodología y un lenguaje lógico comunes y aplicables a la totalidad de las ciencias
(ideal del neopositivismo), bien como un análisis lógico del lenguaje para "curarse" de
los problemas generados por un uso incorrecto del mismo en las proposiciones científicas
(ideal de la filosofía analítica).
 
 

 
 
 
 Espiritualismo
  
 
De una manera muy genérica, en filosofía se entiende por
espiritualismo la creencia en un espíritu o conciencia que constituye
una sustancia radicalmente separada de la materia o cuerpo, y que se
guía por leyes propias y específicas.
Dentro de la psicología y de la antropología, el espiritualismo es
entendido como la actitud de quienes defienden que los procesos
psíquicos no pueden reducirse exclusivamente a leyes materiales,
  sino que están determinados por un conjunto de leyes propias,
diferentes a las puramente biológicas corporales. Es decir, establece
una distinción radical entre lo físico y lo psíquico.
 
 
 
 

 
 
 
 Filosofía
  
 
El origen del término viene del griego, concretamente de la unión
de dos vocablos: ‘filo’, verbo que significa querer, desear, amar; y
‘sofía’, sustantivo que significa sabiduría. En ese sentido, filosofía es
el deseo del conocimiento por sí mismo. Sin embargo, en la
actualidad esa significación no resulta tan convincente como en la
Grecia clásica, cuna de la filosofía occidental, puesto que no todos
los que aman la sabiduría quieren ser filósofos. Conviene, pues,
  matizar el sentido originario del término.
Resulta prácticamente imposible proponer una definición de filosofía que contente a
todos los especialistas. De las cientos de definiciones que existen, ninguna han resultado
satisfactoria en todos los sentidos posibles: a algunas se las acusa de ser demasiado
restrictivas, a otras de no incluir aspectos esenciales, a muchas de ser pura retórica, etc.
Creemos, por tanto, que ante esa dificultad resulta más conveniente proponer una serie
de rasgos que definen o caracterizan al pensamiento filosófico. Algunos de ellos son:
- El objeto de estudio de la filosofía es todo lo existente, ya sea la realidad física, ya sea
la realidad ideal o espiritual, e, incluso, hasta la propia no-existencia o Nada, la cual
también ha sido objeto de análisis filosófico.
- La filosofía no es una ciencia en el sentido estricto del término, puesto que no utiliza
los métodos científicos tradicionales en su búsqueda de la verdad. Sin embargo, lo
anterior no implica que se trate de un saber irracional. Al contrario, lo que caracteriza al
discurso filosófico es la racionalidad y la coherencia lógica de su pensamiento, aunque
debido a la abstracción de sus conceptos no puedan ser comprobados éstos mediante
procedimientos experimentales.
- La filosofía es inevitable, puesto que afecta a cuestiones esenciales del ser humano,
cuestiones ante las que éste no puede inhibirse, como son el sentido de su existencia, los
límites de su conocimiento o las razones por las que debe comportarse moralmente.
- Como bien han señalado algunos autores, lo esencial de la reflexión filosófica no es
proporcionar respuestas definitivas, sino más bien plantear preguntas que nos orienten en
nuestra búsqueda de sentido frente a todos los fenómenos de la existencia. A ese
respecto, las palabras de A. Gide resultan significativas: "Cree a aquéllos que buscan la
verdad, duda de los que la han encontrado".
Las ramas o disciplinas fundamentales que componen el corpus general de la Filosofía
como saber son:
- Lógica: Ciencia formal que se ocupa de las formas del razonamiento humano.
- Metafísica.
- Ontología: Disciplina filosófica que estudia la realidad y los conceptos mediante los
que la describimos, tales como ser, ente, sustancia, materia, causa, etc.
- Ética.
- Gnoseología: Su significado etimológico es ‘teoría del conocimiento’. Se ocupa de los
problemas generales relacionados con el conocimiento.
- Epistemología.
- Estética: Rama de la filosofía que estudia el origen y la justificación del concepto
‘bello’.
Aparte de estas tradicionales disciplinas, existen algunas especialidades de la filosofía
que se hallan en relación directa con otras ramas del saber. Se habla así de Filosofías de
la Ciencia, del Derecho, de la Historia, de la Tecnología, de la Sociología, etc. En estos
casos, la filosofía suele ejercer una función clarificadora de los conceptos que manejan
estas ciencias, de los métodos que utilizan, de las cuestiones morales que se derivan de
sus descubrimientos o de la fundamentación y justificación de sus teorías. Algunas
ciencias o saberes, como la Psicología o la Política, formaron parte del corpus filosófico
hasta su desgajamiento del mismo, siendo consideradas en la actualidad como saberes
plenamente autónomos.
Algunas de las principales funciones de la filosofía son:
- La racionalidad: analizar y describir las funciones de la razón y las facultades
intelectuales como la abstracción, la intuición, el razonamiento, la inteligencia lógica...
- El conocimiento: describir las condiciones de posibilidad del mismo, con sus
procedimientos y sus límites; estudiar los métodos científicos y sus criterios de
verificación o falsación; llevar a cabo una fundamentación de la verdad...
- La praxis: búsqueda de ideales de justicia y libertad, proponiendo y ejecutando
acciones tendentes a la transformación de la sociedad a través de las ideas. En ese
sentido, destaca la función crítica de la filosofía, crítica que debe ir orientada contra
cualquier forma de dogmatismo (político, religioso, científico...) y también contra
cualquier ideología manipuladora de las conciencias.
- La cultura: en cuanto la filosofía ha contribuido a la génesis y difusión de las ideas
sociales, artísticas, estéticas, políticas, etc. En ese sentido, la historia de la humanidad no
tendría sentido sin la aportación de la filosofía a la evolución cultural de las sociedades y
los individuos.
 
 

 
 
 
 Filosofía moral
  
 
Es la parte de la filosofía encargada del estudio de la moralidad. Su
misión es determinar la fundamentación de una ética inspirada en
criterios no confesionales o religiosos, estableciendo las nociones de
bien y de mal moral, así como de Justicia y de Ley.
También llamada filosofía práctica, la ética es la disciplina que se
ocupa de valorar las acciones humanas en cuanto a si son buenas o
malas, justas o injustas, según las normas morales. De igual modo,
  busca los fundamentos últimos en los que se inspiran dichas normas
morales.
 
 
 
 

 
 
 
 Filosofía práctica
  
 
Se utiliza, en muchas ocasiones, como sinónimo de Ética. Kant la
denomina Razón práctica; por ejemplo, en su famosa obra Crítica de
la Razón Práctica, donde sienta las bases de su sistema ético.
La filosofía práctica, de un modo genérico, debe entenderse como
filosofía transformadora de la praxis, sobre todo mediante una acción
moral ("la transmutación de todos los valores", decía Nietzsche),
política (las utopías, la profundización de la democracia y el
  consenso dialogado, o la lucha contra los mecanismos ideológicos de
alienación como propugnaba Marx) y social (la búsqueda del ideal de
justicia y de la emancipación del ser humano).
 
 
 

 
 
 
 Juicio
  
 
En filosofía, la palabra ‘juicio’ posee numerosos significados,
según se utilice en disciplinas como lógica, teoría del conocimiento,
ética, estética, etc.
En lógica, juicio es una proposición que consta de la siguiente
estructura: sujeto + cópula verbal + predicado. Del sujeto se afirma o
se niega algo; esto que se afirma o niega es el predicado, mientras la
cópula verbal posee la función de poner en relación al sujeto con el
  predicado. Del juicio lógico podemos afirmar su verdad o su falsedad
según esté conforme a las reglas de un sistema lógico o no.
Veamos un ejemplo: en el juicio "el hombre es una animal racional", el término
‘hombre’ hace las veces de sujeto, mientras que ‘animal racional’ es el predicado, es
decir, lo que se afirma (en este caso) o se niega del sujeto. Si atendemos a la verdad o
falsedad del juicio, en nuestro ejemplo concreto diremos que es verdadero.
En teoría del conocimiento, los juicios son las proposiciones donde se relacionan
conceptos entre sí. De este tipo son los juicios científicos; por ejemplo: "la energía es
igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado". Lo que define a este tipo de
juicios es que se refieren a hechos de la realidad (en las ciencias empíricas), y que para
comprobar su verdad o falsedad deben ser verificados
En ética, los juicios no son juicios de hechos, sino que se trata de juicios morales, esto
es, juicios que valoran moralmente una acción o circunstancia. Al no estar referidos a los
hechos empíricos, los juicios morales no pueden ser verificados científicamente: su
validez o no dependerá de la racionalidad de la norma moral que expresen.
Existen diversas clasificaciones de los juicios, dependientes de las diferentes categorías
que se elijan para clasificarlos. A este respecto, es muy conocida la clasificación que hizo
el filósofo neopositivista Ayer sobre los juicos. Según él se dividen genéricamente en:
- Juicios lógicos (matemáticas y lógica).
- Juicios fácticos (los de las ciencias empíricas).
- Juicios emotivos y, por tanto, proposiciones cuya verdad no puede ser verificada, ya
que sólo realizan valoraciones (juicios de la ética, la estética, la teología, etc.).
 
 

 
 
 
 Juicio de hecho
  
 
Término filosófico introducido por el filósofo empirista D. Hume
para referir los juicios que versan sobre hechos empíricos y, por
tanto, susceptibles de ser conocidos de una manera objetiva. Los
contrapone a lo que él llama Juicios de ideas, que son los que no se
refieren a hechos, puesto que tratan sobre las verdades matemáticas y
lógicas, es decir, sobre las ciencias formales. A diferencia de los
primeros, cuya verdad debe probarse mediante la experiencia, estos
  últimos prueban su verdad según las leyes de la lógica.
 
 
 
 
 

 
 
 
  Lenguaje
  
 
El lenguaje consiste en un sistema de signos cuya funcionalidad
permite establecer una comunicación entre un conjunto de sujetos.
De un modo muy general podemos distinguir dos grandes tipos de
lenguajes:
- Lenguaje artificial: construido con signos lógicos o matemáticos,
cuya función consiste en expresar, de una manera restringida y
formal, enunciados de carácter científico. Tenemos así el lenguaje
  lógico, el matemático, el informático, etc. Este tipo de lenguaje suele
tener una mayor precisión conceptual y unas reglas sintácticas rígidas
(habitualmente consisten en operaciones o signos formales), lo que permite utilizarlo
para verificar y comprobar leyes científicas.
- Lenguaje natural: la capacidad biológica que tienen los seres humanos para expresar
su pensamiento y comunicarse a través de símbolos y signos lingüísticos. Gracias a ellos
podemos referirnos a las cosas y a los hechos para nombrarlos y comunicarlos a los
demás.
Existen otras especies animales que también tienen la capacidad de comunicarse
mediante signos, y cuando se da esta capacidad hablamos de lenguaje animal. Sin
embargo, éste es incapaz de transmitir ideas, puesto que esa facultad es exclusiva de los
humanos, limitándose a intercambiar informaciones relacionadas con las funciones
biológicas: comida, sexualidad, orientación espacial...
Por otra parte, conviene distinguir entre lenguaje y lengua. El primero, como hemos
dicho anteriormente, es la capacidad genérica perteneciente a toda la especie humana
de comunicar pensamientos e ideas, mientras que la segunda consiste en una forma
concreta mediante la que se manifiesta y hace posible esa capacidad; distinguimos así
numerosas lenguas: español, francés, arameo...
En cuanto al origen y naturaleza del lenguaje, los psicólogos han discutido acerca de si
es una capacidad innata que se manifiesta espontáneamente (ésa es la tesis que mantiene
el psicolingüista Chomsky) o de si lo adquirimos mediante aprendizajes (tesis mantenida
por el conductismo).
En el terreno de la Ética cabe destacar que el análisis del lenguaje ha jugado un
importante papel en la verificación de los juicios y de las leyes morales. Ya los sofistas
plantearon la cuestión de si cabía considerar las normas morales como leyes naturales o
de si habían de ser interpretadas exclusivamente como enunciados lingüísticos que
expresaban un acuerdo o convención entre los miembros de una determinada cultura,
acerca de lo que ellos consideraban justo o injusto.
La Filosofía analítica y el neopositivismo, ya en el siglo XX, procedieron a realizar una
crítica de los enunciados morales, señalando la imposibilidad de verificar en la realidad
los términos lingüísticos que componen dichos enunciados, concluyendo que las leyes
morales no expresaban una realidad objetiva, sino tan sólo sentimientos, emociones, etc.,
que surgen en nosotros cuando valoramos éticamente las acciones morales.
 
 

 
 
 
  Materialismo
  
 
Se entiende por materialismo cualquier teoría para la cual todo lo
existente es material. El materialismo, pues, reduce la totalidad de los
seres a materia, por lo que es considerado un tipo de monismo (toda
la realidad está formada de una única sustancia).
El materialismo no es una teoría reciente; ya en la antigüedad hubo
muchas doctrinas materialista en diferentes culturas como la india o
la griega. En la Grecia clásica existieron importantes movimientos
  filosóficos materialistas, entre los que cabría destacar a los atomistas
(todo lo existente estaba compuesto de átomos materiales) y al
epicureísmo, cuya interpretación de la naturaleza se inspiró en muchas teorías atomistas.
Posteriormente el materialismo resurgió con fuerza en la filosofía occidental durante los
siglos XVII y XVIII, y su influjo fue creciendo con el auge que el cientifismo
experimentó durante los siglos XIX y XX.
En filosofía, el materialismo ha tenido una importancia capital en el debate sobre las
relaciones entre el cuerpo y la mente. Para él, la mente no es una entidad autónoma de la
materia, ya que se reduce al cerebro, y por tanto no cabe hablar de realidades (alma,
conciencia separada de sus componentes cerebrales, etc.) espirituales o inmateriales.
El término materialismo fue utilizado por Marx y Engels para referirse a ciertos estados
sociales. Así Marx llamó materialismo histórico a la tesis de que todas las llamadas
‘ideas espirituales’ de los hombres no son sino el reflejo de las condiciones materiales de
la existencia. Y Engels acuñó la expresión ‘materialismo dialéctico’ para expresar su
creencia en que la vida y la conciencia no representan exclusivamente un desarrollo
cuantitativo de la materia inerte, sino que representan un ‘salto cualitativo’ (aunque
material también) sobre la pura materia.
 
 

 
 
 
 Metafísica
  
 
Aristóteles la definió como la ciencia del ser en cuanto ser. En ese
sentido, la metafísica estudiaría los primeros principios y las primeras
causas de todos los seres existentes, concretamente en aquello que
todos tienen en común: el hecho de ser seres y de existir. Así, el
objeto de estudio de la metafísica lo constituirían ideas como Dios,
causa, alma, sustancia, esencia, etc.
El término metafísica adquirió un nuevo significado a finales del
  siglo XVIII, tras la publicación de la obra de Kant, Crítica de la
Razón Pura. En esta obra, Kant intentó demostrar que la metafísica
no constituía un conocimiento objetivo, puesto que su campo de estudio estaba más allá
de la experiencia sensorial y no podía ser objeto de conocimiento humano.
El término, por extensión, pasó a designar también aquellas ideas de la mente humana
que se encuentran más allá de nuestra experiencia y que no pueden ser comprobadas. En
ese sentido, un conocimiento metafísico sería aquel que no es susceptible de
comprobación. Coloquialmente, pues, conocimiento metafísico se opone a conocimiento
científico u objetivo.
 
 

 
 
 
 Monismo
  
 
Término que procede del vocablo griego ‘monos’: uno solo, único.
Llamamos monista a cualquier teoría o doctrina que defienda la
existencia de una sola realidad en la naturaleza, es decir, que todo lo
existente está compuesto de una sola sustancia o materia.
Ahora bien, existen dos grande tipos de monismo: el materialismo,
para quien todo está compuesto de materia y, por tanto, gobernado
por las leyes de la materia, incluida la mente o conciencia; y el
  monismo espiritualista, para el cual sólo existe un espíritu al que se
identifica con el universo, siendo la materia una falsa ilusión de esa
realidad espiritual. Este último tipo de monismo se identifica muchas veces con el
panteísmo de origen religioso.
 
 

 
 
 
 Naturaleza
  
 
Concepto que posee numerosas significaciones. En el lenguaje
coloquial se entiende por naturaleza aquello que es independiente del
ser humano (aunque éste también es naturaleza en cuanto organismo
biológico), lo que le rodea como medio ambiente, donde vive y se
relaciona con los demás seres del mundo. Así, se llama ‘natural’ a lo
que pertenece a esa naturaleza y ‘artificial’ a los productos creados
  por el hombre.
  Aunque el lenguaje científico de la física evita utilizar el término,
podemos decir que la naturaleza también es entendida como materia,
frente a lo espiritual o a los frutos de la razón humana. Ése era el sentido que los
primeros filósofos otorgaron al término fysis, que suele traducirse de un modo muy
genérico como naturaleza. Dentro de las ciencias naturales, la naturaleza es concebida
como un todo que abarca al conjunto completo de los seres existentes.
La filosofía griega introdujo un debate sobre la naturaleza del hombre, debate que daría
origen al nacimiento de la ética como disciplina del saber o filosofía. Los contendientes
del debate originario fueron los sofistas, por un lado, y Sócrates y Platón, por el otro.
Para los primeros, no existía una relación directa entre las normas morales y la naturaleza
biológica del hombre, ya que aquellas buscaban controlar y modificar las tendencias
instintivas mediante preceptos que permitieran vivir en sociedad. Para Sócrates, en
cambio, la naturaleza humana era fundamentalmente moral; la esencia o naturaleza del
ser humano consistía, precisamente, en alcanzar el bien.
Además, y en torno al mismo concepto, se inició entonces otra discusión filosófica que
aún se mantiene en el campo de la ética: la existencia o no de una ley natural que nos
permite distinguir racionalmente, y de una manera directa, la existencia del bien y del
mal. Como es sabido, los sofistas defendieron un relativismo ético; para ellos las normas
de la moral eran convencionales puesto que provenían de un acuerdo entre los hombres.
Sin embargo, para Sócrates y Platón, el bien era algo universal y no dependía de
acuerdos, sino de un principio inalterable escrito en nuestra propia naturaleza.
Ya durante el siglo XX, el término ‘natural’ ha adquirido una significación nueva
dentro del debate ético, como algo opuesto a lo técnico o tecnológico. La contracultura y
la ética ecológica han reivindicado las formas de vida naturales frente a los modelos de
conducta y desarrollo propuestos por las sociedades industriales.
 
 

 
 
 
  Panteísmo
  
 
Etimológicamente procede de la unión de ‘panta’ (todo) y ‘theos’
(Dios o principio divino). Lo definimos como la creencia en que todo
lo existente es Dios o manifestación directa de la divinidad. Así, el
panteísmo identifica a ésta con la naturaleza, de tal manera que lo
divino no está separado ni de la materia ni del universo.
Algunas religiones, como el animismo o ciertas corrientes del
budismo defienden posiciones panteístas. En cambio, el judaísmo, el
  cristianismo y el Islam entiende a Dios como separado del mundo, ya
que él fue su creador.
 
 
 
 

 
 
 
  Proposición
  
 
Es un enunciado del lenguaje natural o del lenguaje formal (algunos
autores prefieren decir "una unidad de significado completo"), del
que podemos afirmar su verdad o falsedad. Por ejemplo, "luce el sol".
Sin embargo, juicios valorativos ("el divorcio es bueno") y otras
expresiones lingüísticas a las que no corresponde un valor de verdad
o falsedad ("¡ojalá que llueva café!") no pueden ser consideradas
proposiciones.
  Para algunos autores, proposición es sinónimo de enunciado,
aunque otros distinguen ambos términos en razón de poder atribuir o
no un valor de verdad a las expresiones lingüísticas con significado completo.
 
 
 

 
 
 
 Verificación

 
Consiste en un procedimiento científico y, por tanto, sometido a los
criterios de la metodología y la epistemología, mediante el cual
comprobamos, de una manera objetiva, la verdad o la falsedad de una
proposición o un enunciado.
El neopositivismo y otras corrientes relacionadas con la filosofía de
la ciencia que se ocuparon de la verificación, establecieron una ley
con respecto a ella: sólo pueden verificarse proposiciones empíricas,
  es decir, susceptibles de ser comprobadas mediante procedimientos
científicos en la realidad. Cuando no sucede así (como en el caso de
los juicios o proposiciones morales según estas corrientes), hablamos de enunciados
metafísicos, esto es, que no poseen un contenido objetivo susceptible de ser verificado.
 

Comuna
  
 
El término comuna designa a un conjunto de personas que viven en
comunidad, alejados de la sociedad organizada. Por regla general, en
ellas no existe la propiedad privada, ya que todos los bienes y recursos
son compartidos igualitariamente por la totalidad del grupo. Algunas
comunas se caracterizan por incluir una comunidad sexual, donde se
practica el amor libre sin vínculos estables de pareja, y donde los niños
son educados por la totalidad del grupo y no sólo por sus padres
  biológicos.
Históricamente, parece ser que las comunas existieron desde tiempos inmemoriales y
prácticamente en todas las civilizaciones.
En la Edad Media alcanzaron celebridad algunas comunas de herejes, que fueron
perseguidas por la Iglesia católica. Durante el siglo XIX, algunos teóricos socialistas, y
particularmente los anarquistas, hicieron de las comunas un ideal con el que alcanzar una
verdadera igualdad social y económica. Para ellos, la comuna era una forma de
organización política y social basada en la propiedad colectiva y en la eliminación de los
valores familiares burgueses y religiosos.
Durante el siglo XX, los hippies crearon numerosas comunas con el fin de llevar a cabo
sus formas ideales de vida.

 
 

Sistemas políticos
 
 

Conceptos
 
 
 
  Absolutismo

 
Desde el punto de vista histórico, el absolutismo es un sistema de
gobierno que consiste en la concentración máxima del poder en
manos de una sola persona, como cuando nos referimos a la
Monarquía absoluta.
La significación política de absolutismo equivale a la de
totalitarismo, y, por tanto, designa un sistema político no
democrático.
   
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 Anarquismo
  
 
Originariamente el anarquismo fue un movimiento revolucionario
obrerista, inspirado en las ideas de dos pensadores del siglo XIX:
Proudhom y Bakunin. Se caracterizó por su radicalismo ideológico y
por su enfrentamiento directo con los poderes públicos y con las
clases sociales altas.
Sus principales ideas son las siguientes:
- Defensa a ultranza de la libertad individual, puesto que consideran
  que el hombre es bueno por naturaleza (al modo del filósofo ilustrado
Rousseau), y que su maldad y egoísmo proviene de una sociedad
basada en la desigualdad y en la explotación de unas clases por parte de otras.
- Propone la supresión de la propiedad privada y de toda forma de explotación
económica. Su ideal consiste en la creación de comunidades autogestionarias (que se
gobiernen a sí misma mediante procedimientos de democracia directa) y autosuficientes
(producir por ellas mismas todo lo que se necesite para satisfacer las necesidades
básicas).
Estas comunas se gestionarían mediante un trabajo colectivo y comunitario. La forma
de relacionarse unas con otras sería a través de federaciones o confederaciones de
comunas, cuya pertenencia o no a las mismas sería libremente elegida por ellas mismas.
- Eliminación de cualquier tipo de poder coactivo, sobre todo por parte del Estado y de
todas sus instituciones y organismos represivos de la libertad individual: policía,
ejércitos, jueces, etc.
- Rechazo a la religión, a la que consideran una forma de alienación social que favorece
la desigualdad y la resignación de los trabajadores.
- Aceptación de la violencia y la revolución como forma de derribar las instituciones
del Estado para poder construir una sociedad anarquista.
- Creencia en la igualdad radical entre todos los seres humanos, independientemente del
sexo, la raza, etc. El anarquismo afirma que sólo mediante la educación igualitaria
pueden alcanzarse los ideales anarquistas.
- Rechazo de la democracia representativa, a la que no consideran democrática en sí
misma. Su propuesta es la democracia directa ejercida en asambleas, las cuales poseen
todo el poder soberano.
En la actualidad, el término ‘anarquismo’ ha perdido parte de su sentido originario e
histórico (el número y los militantes de asociaciones anarquistas son escasos). Hoy en día
suele utilizarse el término para designar a alguien inconformista con las reglas sociales,
que se niega a participar en las elecciones política ni siquiera como votante, que defiende
la autogestión como forma de tomar decisiones colectivas y que se muestra rebelde
contra cualquier forma de poder.
 
 

 
 
 
  Aristocracia
  
 
Palabra que proviene de los términos griegos ‘aristoi’ (los mejores,
los más fuertes) y ‘cracia’ (gobierno). Su significado etimológico es,
pues, ‘gobierno de los mejores o más aptos’. Ese es el sentido que le
da Platón cuando, en su obra La República, considera a la
aristocracia como la mejor forma de gobierno posible. En su
significación política, entendemos por aristocracia un régimen en el
que gobierna una minoría o élite (en algunos países puede tratarse de
  castas) exclusivista y convencida de ser la mejor.
No obstante, con el paso del tiempo, el término ‘aristocracia’ fue
adquiriendo otro significado y se utilizó para designar al conjunto de la nobleza
hereditaria, significación que se mantiene en la actualidad.
El filósofo Nietzsche rescató su significación etimológica para designar con ella al
hombre superior (superhombre) que no acepta valores morales ajenos, sino que los crea
él mismo. Según afirma, "el aristócrata tiene conciencia de que él determina sus propios
valores". Contrapuso así la moral aristocrática a la moral plebeya o vulgar de los débiles
(encarnada fundamentalmente en el pensamiento y la ética cristianos).
 
 

 
 
 
  Burguesía
  
 
Su significado más extendido es el de clase social cuyos
componentes se caracterizan por no ser asalariados, esto es, por ser

 
los propietarios de los medios de producción. Ésa es concretamente la significación de
burguesía en el pensamiento marxista.
Por extensión, también se denomina burgueses a los poseedores de grandes sumas de
capital. En Sociología, la clase burguesa suele ser descrita como una clase conservadora
política y socialmente, aunque emprendedora en materias profesionales.
 
 
 
 

 
 
 
  Comunismo
  
 
Se trata tanto de una ideología como de un sistema político,
inspirados en las teorías de Karl Marx y llevado a la práctica, por
primera vez en la historia, por Lenin, tras el triunfo de la Revolución
rusa en 1917. Posteriormente, y a lo largo de todo el siglo XX,
existieron numerosas revoluciones que culminaron con la
implantación de Estados comunistas en muchos países del mundo.
Hacia el final del siglo, se produjo una crisis política y económica
  en la Unión Soviética, crisis que culminó con la caída del régimen
comunista no sólo en Rusia, sino también en los países del Este
europeo, y cuyo símbolo fue la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación
alemana. En la actualidad, existen regímenes comunistas en muy pocos Estados (Cuba y
China entre ellos).
Las ideas esenciales del comunismo son las siguientes:
- Supresión de la propiedad privada, la cual pasa a ser del Estado, quien distribuye los
recursos de manera igualitaria entre toda la población.
- Desaparición de las clases sociales, puesto que según la teoría marxista lo que
caracteriza a dichas clases es la posesión o no de los medios de producción. Ahora bien,
al desaparecer la propiedad privada, desaparecen simultáneamente las clases sociales.
- Dictadura del proletariado. Significa que sólo existe un partido único: el partido
comunista, representante de todos los trabajadores o proletarios. Según el pensamiento
marxista, los partidos políticos cumplen la función de representar a las clases sociales
(los partidos conservadores y liberales, a la burguesía; los partidos obreros, al
proletariado), pero puesto que en un régimen comunista no existen clases sociales,
resulta absurda la existencia de diferentes partidos, ya que todos los ciudadanos se han
convertido en trabajadores. Este hecho no significa, para el comunismo, ausencia de
democracia, ya que, según esa ideología, la verdadera democracia consiste en elegir
candidatos y opciones dentro del partido único.
- Afirmación de la revolución como única forma de transformar socialmente el Estado,
para lo cual justifican los medios violentos como necesarios para derrocar a la burguesía
del poder. Del mismo modo, apoyan la revolución internacional, puesto que consideran
que no deben existir fronteras ni patrias para los proletarios del mundo.
- Planificación de la economía: El Estado establece cuáles son las prioridades
económicas de la nación y centraliza toda la producción para alcanzar la satisfacción de
dichas prioridades.
- Sistema igualitario: la riqueza se reparte igualitariamente entre todos los ciudadanos
sin que existan –al menos teóricamente– diferencias salariales significativas entre las
diversas profesiones. Cabe destacar también que el Estado asegura gratuitamente una
serie de servicios sociales básicos al conjunto total de la población: educación, sanidad,
derechos sociales, etc.
 
 

 
 
 
 Dictadura
  
 
El origen de la palabra proviene de la política y del derecho
romanos (de ‘dictatura’). En Roma, el dictador era un magistrado
supremo que el Senado nombraba en épocas de graves peligros para
la nación, y al que investía de poderes extraordinarios mientras ese
peligro continuase vigente.
De ahí que, en nuestros días, dictador sea aquel que recibe de otros
o se concede a sí mismo poderes políticos ilimitados, incluso por
  encima de la propia ley.
Por extensión, y en un sentido coloquial, llamamos dictador a la
persona que abusa de su autoridad sobre los demás, ejerciéndola con dureza y métodos
represivos.
En la Historia contemporánea el vocablo dictadura ha ido asociado, casi siempre, o
militares o civiles, apoyados militarmente por el ejército, que dieron golpes de Estado
derrocando al sistema anteriormente vigente, y que ejercieron el poder absoluto de un
modo totalitario y represivo.
El marxismo utilizó el término ‘dictadura del proletariado’ para reflejar la superación
de las clases sociales tras la abolición de la propiedad privada y el hecho de que el Poder
quedaba concentrado en manos del pueblo. En la dictadura del proletariado no existen
partidos políticos (puesto que la misión de éstos es representar a las diferentes clases
sociales, y en el comunismo no hay ya clases), salvo el partido único de los trabajadores.
 
 

 
 
 
 Élites
  
 
Palabra que proviene directamente del francés, aunque
originariamente derivada del término latino ‘eligere’ (elegir,
seleccionar). Con ella se designa a una minoría o a un grupo selecto,
cuyas opiniones y actos ejercen influencia política, cultural, etc.,
sobre los demás. En otras ocasiones, sin embargo, las élites se
consideran a sí mismas vanguardistas y, por tanto, incomprendidas
culturalmente por el conjunto de la colectividad.
  Elitismo significa ser partidario de las élites, sobre todo, del
predominio de éstas sobre los individuos no pertenecientes a esa
minoría.
En todas las sociedades han existido élites, ya fueran los ancianos en las tribus
primitivas, ya fuera la nobleza y la aristocracia en los mundos clásicos y medieval. Las
élites históricas provenían tradicionalmente del linaje, y muy escasamente del saber y el
conocimiento. Con la evolución histórica, las élites han ido perdiendo su cualidad
aristocrática, destacándose como cualidades elitistas un cierto grado de predominio en
los diferentes sectores sociales. Así hablamos de élites económicas, literarias, científicas,
deportiva, etc.
En muchas ocasiones, se ha acusado a las élites de ser discriminatorias. Sin embargo,
las élites pueden jugar –y de hecho así lo hicieron en muchas ocasiones– un papel
liberador y beneficioso para la sociedad, siempre que pongan sus conocimientos o su
poder de influencia al servicio de causas justas.
 
 

 
 
 
 Fascismo
  
 
Con este nombre genérico se denomina a los sistemas o grupos
políticos ultraderechistas que se inspiran en las organizaciones
creadas originariamente por Mussolini en Italia –en 1922 fundó el
primer partido fascista, con el nombre de Fasci di Combattimento– y
Hitler en Alemania (partido nazi, nombre con el que se conocía al
Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores). En España,
desde el final de la Guerra civil y hasta la muerte del dictador, se dio
  un régimen fascista, encarnado en la figura del general Franco. Hoy
día están surgiendo, en algunos países desarrollados, numerosos
grupos violentos que se denominan a sí mismos neonazis y que tienen como ideario la
defensa de ciertas ideas hitlerianas.
Aunque los diversos fascismos tienen peculiaridades propias, podemos destacar
algunas características comunes a todos estos grupos:
- Existencia de un líder o caudillo carismático, quien aglutina en su persona un poder
autoritario y absolutista. Por regla general, ese líder posee gran poder de oratoria y ejerce
una influencia notoria sobre las masas. Es rasgo habitual de los fascismos el que todo el
régimen político se identifique con la figura de ese dictador.
- Nacionalismo extremo, que se manifiesta en una exaltación de los sentimientos
patrióticos y en el deseo de superioridad histórica y cultural con respecto a otras
naciones.
- Ideología xenófoba y racista, asociada a ese nacionalismo extremo. En los últimos
tiempos, los partidos neo-fascistas se muestran contrarios a la llegada de inmigrantes,
argumentando que quitan el trabajo a los nacionales y contaminan la cultura nacional;
por ello, proponen duras medidas represivas contra dichos inmigrantes.
- Defensa de un sistema político dictatorial, con la prohibición de todos los partidos
políticos salvo el partido fascista correspondiente; eliminación del sistema parlamentario;
prohibición de la libertad de creencias y de expresión; persecución policial a los
opositores políticos al régimen, etc.
- Política económica autosuficiente, con una centralización y un control de la
producción por parte del Estado, quien se presenta a sí mismo como el protector de los
ciudadanos, algo así como un padre que cuida de sus hijos, proporcionándoles trabajo
pero exigiéndoles a cambio obediencia ciega.
 
 

 
 
 
 Liberalismo
  
 
Teoría y práctica tanto política como económica, cuyos orígenes
teóricos se remontan a los siglos XVII y XVIII, cuando filósofos
como Locke y Montesquieu, o economistas como Adam Smith,
sentaron las bases teóricas de esta ideología. Además, el liberalismo
fue el estandarte que levantaron los revolucionarios franceses y
americanos del siglo XVIII para luchar contra el régimen de la
monarquía absolutista o los sistemas políticos autoritarios.
  Por regla general, se distingue entre el liberalismo político y el
liberalismo económico, aunque es frecuente que ambos aparezcan
unidos en muchos sistemas políticos.
Las características generales del liberalismo son:
- Desde el punto de vista político, la defensa de las libertades individuales frente al
poder del Estado. Así se reivindican la libertad de expresión, de creencias, de religión,
del derecho a la propiedad privada, etc. El papel del Estado debe limitarse a garantizar a
los ciudadanos el disfrute de esas libertades individuales (de ahí que insistiesen en el
papel estatal de garantizar policialmente el orden público interno y el respeto a la
propiedad), sin intentar interferir en la vida pública mediante la regulación de ésta,
regulación que queda en manos de la iniciativa de los mismos ciudadanos.
El liberalismo político es partidario del sistema democrático y de la libre alternancia de
partidos en el poder, aunque durante los siglos XVIII y XIX los partidos liberales
defendieron el llamado ‘sufragio restringido’ (sólo votaban los ciudadanos que pagaban
ciertos impuestos, que eran los únicos a los que se consideraba capacitados, tanto por su
posición como por sus riquezas, para participar en la vida política).
- Desde el punto de vista económico, el liberalismo se caracteriza por defender la
iniciativa privada como el motor de la economía, rechazando la intervención del Estado
en el área económica. El lema de este movimiento fue el famoso: laissez faire (dejad
hacer), con el que querían expresar que el Estado no debía aprobar leyes (como un
salario mínimo, regulación del despido, protección de ciertos derechos laborales, etc.)
que interfirieran en el libre mercado y en la libre competencia de productos y empresas.
El liberalismo es partidario, pues, de la libertad de contratación de trabajadores, del
despido libre, de la libertad de salarios y horarios, etc., condiciones que, a su juicio,
favorecen el crecimiento económico y la creación de riqueza. Este crecimiento favorece
directamente a todos los ciudadanos por cuanto mejora las condiciones materiales de la
sociedad.
Los partidos socialdemócratas critican este modelo económico porque, a su entender,
favorece las desigualdades sociales.
 
 
 

 
 
 
 Lucha de clases
  
 
Concepto creado por Marx para expresar la existencia de dos clases
sociales con intereses contrapuestos y por ello enfrentadas
históricamente. Según Marx, lo que define a una clase social es la
posesión o no de los medios de producción, es decir, existen dos
clases: la burguesía (propietaria de dichos medios) y el proletariado
(clase explotada que no posee propiedades y que debe vender su
fuerza de trabajo a cambio de un salario muy inferior a su capacidad
  de producir riqueza).
Esas dos clases sociales son antagónicas y se encuentran
enfrentadas ideológica y políticamente, ya desde los inicios de la civilización. Gracias a
la lucha que mantienen entre sí esas clases sociales avanza la historia y el progreso
material (Marx lo expresó en su famosa sentencia: "la lucha de clases es el motor de la
historia"). Según el pensamiento marxista la lucha de clases desaparecerá en el momento
en que el proletariado tome el poder mediante una revolución social para acabar con la
propiedad privada y, de paso, con la propia existencia de las clases sociales (no
olvidemos que lo que caracteriza a una clase es tener o no tener la propiedad sobre los
medios de producción).
A pesar de que Marx utiliza la expresión ‘dictadura del proletariado’ para designar el
nuevo estadio sin clases sociales, no debe entenderse que él propugne una nueva forma
de dominación (la de los proletarios), sino que pretende la creación de una sociedad
igualitaria económicamente donde los intereses de cada uno coincidan con los intereses
de todos.
 
 

 
 
 
 Marxismo
  
 
El marxismo es la teoría política y económica elaborada por el
filósofo y economista alemán Karl Marx durante las dos primeras

 
décadas de la segunda mitad del XIX. Para la elaboración de dicha teoría contó con la
ayuda de F. Engels. Los dos textos esenciales de dicha teoría son El manifiesto
comunista (1848) y El Capital (1868).
Por extensión, también se aplica el adjetivo ‘marxista’ a cualquier sistema o partido
político, sindicato, teoría o estructura económica cuyas ideas o reglas de actuación estén
inspiradas por la obra de Marx. El término ‘marxista’ se encuentra directamente
relacionado con los conceptos de socialismo, comunismo, materialismo histórico, etc.
Marx llevó a cabo un análisis del sistema capitalista con el objetivo de señalar cuáles
eran sus leyes económicas y políticas, a la vez que intentaba descubrir los mecanismos
ideológicos que el sistema utilizaba para mantener la desigualdad social.
La crítica marxista al capitalismo puso de manifiesto que las clases dominantes
explotaban económicamente al proletariado a la vez que se servían del sistema político
para mantener ese dominio social. Para acabar con esa situación de explotación humana,
Marx propugnó una revolución social que permitiera a los proletarios acceder al poder y
eliminar la propiedad privada, causa principal de esa desigualdad. La sociedad resultante
debía estar inspirada en la igualdad social (no habría clases sociales, puesto que la
propiedad sería de todos, es decir, del Estado) y en la solidaridad internacional de la
clase proletaria.
Las ideas esenciales del pensamiento marxista son:
- Materialismo: Postura filosófica consistente en afirmar que todo lo que existe es de
naturaleza material, negando por tanto la existencia de sustancias espirituales como alma,
Dios, Yo o conciencia.
Dentro del pensamiento marxista se distinguen dos tipos de materialismo: el dialéctico
(elaborado teóricamente por Engels), según el cual todos los procesos humanos siguen
las leyes de la dialéctica, y el histórico (creado por Marx), para quien las ideas filosóficas
e ideológicas son la consecuencia de la estructura económica de una sociedad concreta,
de tal manera que las clases dirigentes imponen unas ideas éticas y políticas a las clases
oprimidas, las cuales buscan una función social muy concreta: hacer creer a los
proletarios que la desigualdad social es algo determinado por la propia naturaleza
humana (es decir, innato e inevitable), en lugar de ser la consecuencia de un desarrollo
histórico y económico basado en la explotación de unas clases sociales por parte de otras.
- Crítica al capitalismo como sistema político y económico que perpetúa la explotación
económica, política y cultural de las clases proletarias. La desigualdad social y la
alienación de los oprimidos son los mecanismos esenciales de los que se valen las clases
sociales dominantes para mantener su situación de privilegio.
- Creación de una sociedad comunista donde no existan ni la propiedad privada ni las
clases sociales (y, por tanto, se acabe con la lucha de clases) ni la explotación económica
o ideológica de unos hombres sobre otros. Para alcanzar dicha sociedad deberá llevarse a
cabo una revolución que transforme las condiciones materiales de la existencia humana.
- Dictadura del proletariado: según Marx, tras el triunfo de la revolución, los partidos
políticos debían desaparecer, puesto que representaban los intereses económicos de cada
una de las clases sociales, clases que desaparecerían en la futura sociedad comunista
donde ya no existiría propiedad privada. De esa manera, sólo habría una clase: los
proletarios, y un sólo partido político: el de los trabajadores.
El pensamiento marxista pronto caló entre las clases trabajadoras, surgiendo en el siglo
XIX numerosos partidos políticos y sindicatos de esa orientación. En 1917 la Revolución
rusa liderada por Lenin triunfó, lo que permitió la creación, por primera vez en la
historia, de un Estado comunista inspirado en las ideas de Marx, aunque modificadas y
adaptadas por el propio Lenin.
A partir de ese momento histórico, otros grupos revolucionarios marxistas alcanzaron
el poder en muchos Estados (los llamados Países del Este de Europa, China, Cuba, etc.).
A finales del siglo XX muchos de estos Estados entraron en crisis (caída del Muro de
Berlín, disolución de la Unión Soviética, etc.), y fueron sustituyendo su régimen
comunista por sistemas económicos y políticos inspirados en la teoría económica
capitalista y en la aceptación de la democracia como forma de ejercer el poder. Del
mismo modo, y fundamentalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, los
llamados Partidos socialistas fueron renunciando mayoritariamente a ciertas ideas
marxistas (como las de revolución, dictadura del proletariado, abolición del capitalismo
como sistema económico, etc.), a la vez que creaban un nuevo tipo de socialismo
conocido desde entonces como socialdemocracia.
 
 

 
 
 
 Oligarquía
  
 
Término preveniente del griego que significa, literalmente,
gobierno de unos pocos. En la filosofía griega se establecía una
distinción entre aristocracia (gobierno de unos pocos, en este caso
‘los mejores’) y oligarquía (gobierno de unos pocos, pero atendiendo
exclusivamente a sus intereses personales, por regla general
pertenecientes a una misma clase social).
Con el paso del tiempo, el vocablo ha ido ampliando su significado.
  Hoy día designa la concentración de poder en unas pocas manos
dentro de un ámbito específico. Por ejemplo, se habla de oligarquía
financiera para referir que todo el poder financiero de un país se halla concentrado en
cuatro o cinco bancos, con lo cual pueden pactar fácilmente entre ellos para evitar la
competencia real y obtener así mayores beneficios.
 
 

 
 
 
 
 Plusvalía
  
 
Concepto que significa ‘beneficio económico’. Según Marx es el
fundamento de la economía capitalista, la cual se mueve
exclusivamente por la búsqueda de plusvalías para los propietarios de
los medios de producción. Para ello llevan a cabo una explotación
laboral de la clase trabajadora, la cual aporta su fuerza de trabajo,
recibiendo a cambio un salario muy inferior al rendimiento
económico real de su trabajo. Esa diferencia entre lo que produce el
  trabajo de los proletarios y el salario que reciben por él constituye la
plusvalía que obtiene el dueño de la empresa.
 
 
 
 

 
 
 
  Proletariado
  
 
Según Marx, el proletariado está constituido por la clase social de
los trabajadores que no poseen nada más que la fuerza de su trabajo.
Frente a ella se sitúa la clase social de la burguesía, caracterizada por
el hecho de poseer la propiedad de los medios de producción:
fábricas, empresas, redes comerciales, etc.
El sistema capitalista es el resultado de la explotación que lleva a
cabo la burguesía sobre la totalidad del proletariado, explotación que
  permite el enriquecimiento progresivo de las clases dominantes y el
mantenimiento de la subordinación de los proletarios. Para acabar
con esta situación de desigualdad social, Marx propuso la revolución, llevada a cabo por
los proletarios de todo el mundo, con el fin de terminar con la existencia de la propiedad
privada a través de la instauración del socialismo.
 
 
 

 
 
 
 Revolución
  
 
Voz que proviene del verbo latino ‘revolvere’, cuyos significados
son: ‘dar la vuelta, ‘invertir’ o ‘transformar’. Habitualmente se utiliza
como concepto político. Designa un cambio o transformación de las
instituciones políticas y sociales de un Estado, generalmente a través
de acciones violentas contra el poder establecido. Por ejemplo, la
filosofía marxista usó el concepto para indicar que ése era el único
camino que tenía el proletariado para derribar el orden burgués
  existente y poder llevar a cabo así los ideales de justicia social que
propugnaba el socialismo.
En las ciencias humanas (historia, sociología, antropología...), el concepto de
revolución se utiliza para designar las grandes transformaciones sociales y técnicas que
caracterizaron a una determinada época. Por ejemplo, hablamos de ‘revolución
industrial, ‘revolución neolítica’ e incluso de ‘revolución cultural’.
 
 

 
 
 
 Sistemas políticos
  
 
Se entiende por sistema político un conjunto organizado de leyes,
instituciones públicas, ideología, organización burocrática,
estructuras sociales y acción de gobierno, que define el modelo
político de una sociedad concreta.
Los sistemas políticos se caracterizan por su complejidad; de ahí
que resulte muy difícil establecer sus rasgos propios, puesto que
además no se trata habitualmente de sistemas estáticos, sino que por
  su propia estructura son cambiantes y dinámicos. Y esto último
sucede gracias a la acción directa e indirecta que ejercen la sociedad y los ciudadanos
sobre el propio sistema, el cual evoluciona a causa de esa acción, bien incluyendo
reformas sobre el sistema, bien sustituyendo algunos aspectos esenciales del mismo, con
lo cual se produce un cambio político del sistema.
En cuanto a su clasificación, pueden utilizarse muy variados criterios. Si atendemos,
por ejemplo, al sistema de elección de los poderes públicos, distinguiremos entre
democracias, dictaduras, totalitarismos, teocracias, etc. En cambio, si hablamos de la
forma política del Estado podremos diferenciar entre Monarquías constitucionales,
Monarquías absolutas o autoritarias, repúblicas democráticas, repúblicas socialistas, etc.
Si atendemos, por contra, a la ideología política de los gobiernos que dirigen la acción
del Estado, podemos catalogar a los sistemas políticos como liberales, socialistas,
socialdemócratas, comunistas, etc.
Por regla general, el marco que define a un sistema político es la Constitución, es decir,
el texto legislativo fundamental que establece las instituciones del Estado, sus normas de
funcionamiento, la división de poderes, los mecanismos de elección de gobernantes y
representantes de los ciudadanos, y, sobre todo, el conjunto de deberes y derechos
fundamentales de los ciudadanos.
 
 

 
 
 
 Socialdemocracia
  
 
Con este nombre se conoce una variante política y económica del
socialismo marxista que comenzó a ponerse en práctica por primera
vez en determinados países (Suecia, Alemania, etc.) durante la
segunda mitad del siglo XX. A los partidos socialdemócratas también
se les denomina, en ocasiones, partidos socialistas democráticos, en
contraposición a los partidos socialistas de inspiración marxista o
comunista.
  El rasgo que caracterizó inicialmente a estos partidos fue la
renuncia a algunos presupuestos básicos del marxismo. Así, la
socialdemocracia acepta el capitalismo como sistema económico, porque considera que
es capaz de generar más riqueza y bienestar que las políticas económicas comunistas;
acepta igualmente el sistema de partidos políticos que compiten electoralmente para la
conquista del poder, es decir, el sistema democrático; y, finalmente, la renuncia a la
revolución violenta como forma de transformar la sociedad.
La socialdemocracia se muestra partidaria del llamado ‘estado del bienestar’, cuya
realización se convierte en su objetivo básico. Para alcanzarlo, desarrolla una política
fiscal progresiva, de tal manera que las clases pudientes pagan altos impuestos, mientras
que las clases bajas cotizan poco. Con el dinero recaudado, el Estado desarrolla políticas
sociales que buscan una redistribución de la riqueza, garantizando una educación y una
sanidad gratuitas, y poniendo en marcha un conjunto de medidas de ayuda social para las
clases más desfavorecidas.
El liberalismo critica a la socialdemocracia el enorme gasto público (estatal) que
conllevan estas medidas sociales, lo que supone un freno al desarrollo económico, ya que
las empresas prefieren invertir en otros Estados donde los impuestos sean más bajos. Los
socialdemócratas, en cambio, reprochan al liberalismo su política económica, ya que
según ellos ésta crea enormes desigualdades sociales, favoreciendo claramente a los
poseedores de capital y perjudicando a las clases medias-bajas.
En el fondo de este debate, se perciben claramente dos opciones políticas: o bien se
tiende hacia la igualdad social mediante la acción del Estado en la redistribución de la
riqueza (socialdemocracia), o bien se opta por la creación de riqueza en la sociedad,
aunque ese hecho favorezca la existencia de desigualdades sociales.
 
 

 
 
 
 Socialismo
  
 
Sistema político y económico inspirado en las ideas de Marx y
Engels. Aunque antes de ellos, hubo teóricos que idearon sistemas a
los que denominaron socialistas (los teóricos del llamado ‘socialismo
utópico’: Fourier, Saint Simon, etc.), se considera que Marx es el
primero en formular una doctrina coherente y realista sobre los
objetivos de un Estado socialista (de ahí que él mismo denominara a
  su sistema ‘socialismo científico’).
  En líneas generales, el socialismo propone la abolición de la
propiedad privada –a la que considera responsable de la desigualdad
social–, la cual pasa a manos del Estado quien deberá distribuirla igualitariamente entre
todos sus ciudadanos. El socialismo se propone también acabar con las clases sociales
(burguesía y proletariado) y con la que Marx llamó ‘lucha de clases’. El socialismo se
caracteriza por su crítica al sistema capitalista como modo de producción, y al
liberalismo y la democracia burguesa, a los que considera sistemas políticos que buscan
perpetuar la explotación económica de una clase social (la burguesía) sobre otra (el
proletariado).
Durante el siglo XX han surgido diversos tipos de socialismo. Aún perduran modelos
marxistas-comunistas como los de China o Cuba, mientras que otros partidos políticos
socialistas han aceptado la existencia del capitalismo como un modo de producción
capaz de generar riqueza y bienestar material, pero al que buscan corregir sus
desigualdades sociales y económicas mediante la intervención del Estado en la sociedad,
buscando con ello una justicia distributiva donde la riqueza generada por el sistema se
reparta de una manera más igualitaria. Estos partidos (a los que habitualmente se les
denomina socialdemócratas para distinguirlos de los socialistas marxistas) utilizan la
política fiscal (impuestos) como manera de alcanzar el llamado estado del bienestar.
 
 

 
 
 
 Totalitarismo

 
El totalitarismo político consiste en un sistema de gobierno que
dirige de manera absoluta a la sociedad civil, ejerciendo un control
político y social rígido sobre todos sus miembros. Según Arendt, "el
régimen totalitario transforma siempre a las clases en masas,
sustituye el sistema de partidos, no por dictaduras de partido único,
sino por un movimiento de masas, desplaza el centro de poder del
ejército a la policía, y practica una política exterior que pretende
  abiertamente la dominación del mundo".
Se pueden resumir los rasgos más significativos de los sistemas
totalitarios en los siguientes:
- Identificación de los fines morales y materiales del Estado con los todos los
ciudadanos, de tal manera que, si existen personas que discrepan de tales fines, deben ser
eliminadas o puestas a recaudo, puesto que no deben poseer siquiera la consideración de
ciudadanos.
- Control absoluto por parte del Estado: éste se encarga de fijar las metas y los fines,
mientras que los ciudadanos deben obedecer escrupulosamente sus dictados. A tal fin, el
Estado establece un control rígido de las actividades cívicas y políticas de la población,
instaurando un sistema policial y un conjunto de medidas represoras para con los
disidentes.
- Inexistencia de la división de poderes, puesto que el poder queda concentrado bien en
una sola persona (dictadura), bien en un grupo selecto de mandatarios (oligarquía).
Desaparece así el poder legislativo democrático (Parlamentos), a la vez que se quita la
independencia al poder judicial, puesto que existen personas o instituciones estatales que
quedan al margen del llamado imperio de la ley.
- Los totalitarismos se fundamentan en discursos patrióticos y nacionalistas, que hacen
de la nación y la patria los conceptos cohesionadores de la población. En ese sentido,
llevan a cabo acciones de exaltación de la raza, la cultura o la superioridad histórica de
un pueblo.
La palabra totalitarismo tiene otros usos distintos al de su significación estrictamente
política, aunque relacionados con ella. De una manera genérica, totalitarismo es
cualquier actitud que no admita más principios que los defendidos por ella misma. Se
puede hablar así de totalitarismo científico, filosófico, religioso, cultural, etc.
 

 
 

Subdesarrollo y pobreza 
 
 

Conceptos
 
 
 
  Altruismo

 
Proviene del latín; de alter: otro. Fue un neologismo introducido
por el filósofo francés del siglo XIX A. Comte, para quien
significaba ‘amor a la humanidad’. Hoy día se designa con ese
término la tendencia a actuar desinteresadamente en beneficio de los
demás, aun a costa de perjudicarnos a nosotros mismos. Por ejemplo,
una conducta altruista es la de muchos voluntarios de ONG que
dedican sus esfuerzos profesionales a trabajar desinteresadamente en
  beneficio de personas marginadas.
Desde el campo de la biología, la teoría de la evolución de Darwin
y los neodarwinistas no ha conseguido todavía dar una explicación puramente biológica
del altruismo (existen, sin embargo, algunas teorías como la del gen egoísta o las de la
sociobiología, para quienes el altruismo es una forma encubierta de egoísmo biológico).
Por ello, la mayoría de especialistas considera que el altruismo humano es fruto de la
educación y una condición fundamental para vivir en sociedad.
 
 

 
 
 
  Colonización
  
 
Una colonia es un territorio o país ocupado por un Estado
extranjero que lo administra política y económicamente. Cuando
hablamos de colonización nos referimos al proceso histórico
mediante el que las naciones europeas se anexionaron amplios
territorios en el resto de continentes, incorporándolos a su dominio y
explotándolos económicamente.
El término descolonización expresa el proceso a través del cual
  estos territorios colonizados fueron alcanzando su independencia
como Estados y, por tanto, su soberanía.
Las razones por las que las potencias europeas se anexionaron esos territorios fueron
fundamentalmente económicas: búsqueda de materias primas y obtención de mano de
obra barata. Los colonizadores utilizaron la fuerza y el imperialismo para someter a la
población aborigen (originario del territorio donde vive), la cual mayoritariamente fue
excluida de sus derechos y marginada social y culturalmente. De esa manera acabaron
con las formas tradicionales de vida de esas poblaciones, provocando un fenómeno de
desenraizamiento. Sólo admitieron en la administración pública o en puestos dirigentes
de empresas privadas a pequeñas élites de aborígenes, que cumplieron funciones de
capataces o administradores.
Los colonialistas llevaron a cabo una campaña sistemática de expolio económico, que
se basó especialmente en la explotación abusiva de las materias primas y del trabajo de
los aborígenes, la escasísima inversión en infraestructuras, la marginación cultural de los
colonizados y la inversión de casi todos los beneficios que les proporcionaba esa
explotación en Europa o en otros lugares diferentes a la colonia. De esa manera, se
contribuyó al subdesarrollo de las colonias y a la suplantación de su cultura originaria
por formas inferiores de la cultura europea.
 
 
 

 
 
 
 Demografía
  
 
De los términos griegos ‘demo’ (pueblo, población) y ‘grafía’
(descripción, recuento). Ciencia cuyo objeto de estudio es el recuento
y análisis estadístico de una colectividad humana, bien en su estado
actual, bien desde la perspectiva de su evolución histórica.
La demografía no se limita sólo a establecer datos estadísticos, sino
que también realiza valoraciones sobre el impacto de la población
humana en el medio ambiente o en el conjunto de una sociedad
  determinada. Suele ser utilizada como herramienta auxiliar por otras
disciplinas como la Sociología o la Historia.
 
 
 
 

 
 
 
 Desenraizamiento
  
 
Aunque es un término no admitido por la Real Academia Española,
que prefiere el uso de ‘desarraigo’, la moderna sociología lo utiliza
con frecuencia para referir el proceso que sufrieron los pueblos
colonizados a los que les fueron impuestos los modos de vida, las
costumbres y las técnicas económicas de las potencias que los
colonizaron. Esa imposición cultural afectó a sus formas
tradicionales de vida.
  Así, las nuevas generaciones nacieron en un medio donde su cultura
histórica era relegada frente a la cultura del colonizador, lo que
provocó en ellas un desenraizamiento, es decir, un progresivo desconocimiento de sus
tradiciones.
El imperialismo económico también está provocando en nuestros días fenómenos de
desenraizamiento, con la imposición de modas y gustos universales entre la población
juvenil que van relegando paulatinamente las costumbres y tradiciones de cada país en
concreto. El nuevo orden económico de la globalización está acentuando esta tendencia.
 
 

 
 
 
 Desposeído
  
 
Un desposeído es alguien a quien han expoliado o quitado algo que
le pertenecía legítimamente por su propia condición de sujeto
portador de derechos humanos. En ese sentido, usurpador es el que se
apropia de lo que no es suyo y lo retiene en contra de la voluntad del
desposeído.
La historia de la humanidad está llena de actos de agresión y
violencia contra pueblos y personas a los que se expropió su
  patrimonio, su libertad e incluso su propia vida. Las colonizaciones y
las guerras de conquista son buenos ejemplos de ello.
También es frecuente que determinados sistemas políticos (dictaduras, regímenes
totalitarios...), ciertas clases sociales dominantes o los representantes de algún tipo de
poder corrompido, se apropien de derechos que corresponden a otras personas con el fin
de ejercer sobre ellos una explotación política, económica o de otra índole. La justicia y
la moral exigen la restitución de lo apropiado como forma de garantizar el respeto a la
dignidad humana en todas las circunstancias.
 
 

 
 
 
 Egoísmo
  
 
Se entiende por egoísmo la tendencia a considerar los intereses de

 
uno mismo por encima de los de los demás, buscando siempre la propia satisfacción aun
a costa de los otros. El egoísmo se manifiesta en actuar siempre en nuestro propio
beneficio sin reparar en si esas acciones son justas o injustas desde el punto de vista
moral. Es antónimo de altruismo.
A lo largo de la historia del pensamiento se ha discutido con asiduidad acerca de si la
naturaleza humana muestra una tendencia hacia el egoísmo o no. Desde una perspectiva
biológica, no existe duda de que los organismos, en razón de su lucha por la
supervivencia y determinados por la selección natural, muestran conductas egoístas. Sin
embargo, los seres humanos han conseguido alterar las puras leyes evolutivas a través de
la cultura y el pensamiento, por lo que se discute si la educación, el aprendizaje y la vida
en sociedad son capaces de alterar las tendencias genéticas hacia el egoísmo.
De lo que no existe duda es de que el ser humano lleva a cabo numerosas conductas
altruistas y solidarias, pero los científicos se plantean si es por propia voluntad y
convencimiento o si lo hace porque sus instintos primarios han sido condicionados
(reprimidos) por los procesos de socialización llevados a cabo a través de la educación
durante su etapa infantil.
En la historia de la filosofía, el debate más conocido sobre el carácter egoísta o no del
ser humano fue el planteado por los filósofos del Contrato social, Hobbes y Rousseau.
Para el primero, el egoísmo caracteriza al hombre en su estado natural, por lo que la
sociedad debe reprimir esas tendencias mediante un poder absolutista que castigue las
tendencias hacia el egoísmo con el fin de poder vivir en sociedad. Para Rousseau, en
cambio, el hombre en estado natural es bueno y no siente ninguna inclinación hacia el
egoísmo. Según él, éste surgirá a lo largo de la historia humana, concretamente con el
nacimiento de la propiedad privada.
 
 

 
 
 
 Esclavitud
  
 
Una persona es considerada esclava cuando su libertad no le
pertenece, sino que se encuentra en manos de otro. Un esclavo, pues,
no posee derechos a la propiedad ni a su libertad. La Declaración
Universal de los Derechos Humanos condena expresamente la
esclavitud. Sin embargo, en algunos países asiáticos y africanos
existen formas encubiertas de esclavitud. En otros Estados, aunque
legalmente está abolida, se dan diversas formas de explotación
  económica y personal que pueden considerarse como prácticas
semiesclavistas.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Explotación
  
 
Se entiende por explotación el obtener beneficio desproporcionado
e ilegítimo desde el punto de vista moral a costa del trabajo o las
carencias de otros.
La más frecuente de las explotaciones es la económica, la cual se
produce de distintos modos:
- Explotación del trabajo ajeno: según el marxismo, se produce
fundamentalmente en los sistemas capitalistas. Consiste en obtener
  plusvalías del trabajo asalariado, haciendo que el obrero produzca
muchos más recursos que los que destina el capitalista a pagar su
salario. De esa manera, los beneficios repercuten en el dueño de los medios de
producción, el cual los obtiene de la explotación laboral del trabajador. Según Marx, a
través de este proceso se produce la alienación del proletario.
- Explotación de recursos naturales de países no desarrollados, actitud tradicional del
colonialismo, el cual expolió las riquezas de los países colonizados sin invertir a cambio
en infraestructuras, educación, sanidad, agricultura, etc., en dichos países. Esta
explotación de recursos ha dejado a las naciones colonizadas en la más absoluta pobreza,
mientras ha contribuido a incrementar las riquezas de los países colonialistas.
- Explotación de minorías o grupos sociales desfavorecidos: frecuente en muchos
Estados, incluso del mundo industrializado. Colectivos como los de las mujeres, la
infancia, los inmigrantes, etc., reciben menor salario por idéntico trabajo al realizado por
otros grupos de población.
Existen otros modos de explotación humana, como pueden ser el trabajo infantil, la
esclavitud, la segregación racial, la negación de derechos a la mujer en muchos Estados,
etc. Como es obvio, cualquier tipo de explotación en una sociedad revela la existencia de
desigualdades sociales, ya sean de índole económica, ya sean de diferente trato por parte
de los poderes públicos a los diversos grupos sociales.
Desde la concepción ética, no existe ninguna justificación teórica o práctica de la
explotación sobre las personas.
 
 

 
 
 
 Imperialismo
  
 
El diccionario de la Real Academia Española lo define como
"actitud y doctrina de un Estado o nación, o de personas o fuerzas
sociales o políticas, partidarios de extender el dominio de un país
sobre otro u otros por medio de la fuerza o por influjos políticos y
económicos abusivos".
El imperialismo militar ha sido una constante a lo largo de la
historia humana. Las guerras de conquista y saqueo existen desde
  prácticamente el inicio de la humanización. Las consecuencias de ese
imperialismo han sido guerra, violencia, expolio..., pero también
gracias a él fueron extendiéndose la civilización y la cultura, y se produjeron
intercambios científicos y espirituales entre los pueblos de la tierra. Esos efectos
positivos no deben hacernos olvidar que el imperialismo representa una actitud inmoral
porque justifica el dominio de unos hombres y unos pueblos sobre otros hombres y
pueblos distintos.
Con el paso del tiempo, y sobre todo desde las últimas décadas del siglo XX, el
imperialismo militar ha ido remitiendo, aunque está siendo sustituido por otro tipo de
imperialismo, menos violento pero igualmente explotador. Es el llamado imperialismo
económico, mediante el cual unas pocas empresas multinacionales tienen en sus manos
un poder económico y comercial tan grande que controlan las tendencias y la dirección
de la economía mundial.
 
 

 
 
 
 Malthusiano
  
 
Adjetivo derivado del nombre del ensayista británico Th. Robert
Malthus (1766-1834), autor del famoso Ensayo sobre el principio de
la población, donde estableció como una ley de la naturaleza "la
tendencia constante de todos los seres vivos a multiplicarse más
rápidamente de lo que permite la cantidad de alimento de que
disponen".
Según el principio de Malthus, la tendencia hacia la superpoblación
  humana es imparable, lo que traerá graves consecuencias
medioambientales puesto que los recursos de la tierra son limitados.
Fue el primero en plantear científicamente este problema, y para solucionarlo propuso
medidas estatales sobre el control de la natalidad. De ahí que el adjetivo ‘malthusiano’
designe a los partidarios de dichas medidas.
 
 

 
 
 
  Pobreza
  
 
Se entiende por pobreza el carecer de los recursos necesarios para
tener garantizada una existencia digna en lo material. Hablamos de
pobreza extrema cuando esa falta de recursos afecta a las condiciones
mínimas para asegurar la propia existencia (hambre, ausencia de
hogar o de medicinas, etc.). Y llamamos pobreza relativa a aquella
que, aun teniendo garantizadas las condiciones vitales, carece de
medios para satisfacer algunos de sus derechos económicos básicos
  (un salario digno, acceso a la educación y a la sanidad, etc.).
La pobreza puede ser social o individual. En el primer caso,
hablamos de países pobres o subdesarrollados (los llamados países del Tercer Mundo).
En el segundo caso, se dan bolsas de pobreza dentro de países ricos, que afectan
fundamentalmente a las clases sociales o colectivos más desfavorecidos (analfabetos,
minorías étnicas, inmigrantes, etc.). Por ejemplo, según un informe reciente elaborado
por Cáritas española, en nuestro país existen más de ocho millones de pobres,
entendiendo por tales a los que no alcanzan un salario mínimo necesario para asegurar la
dignidad material de la existencia.
 
 
 

 
 
 
 Solidaridad
  
 
Entendemos por solidaridad el sentimiento de compartir con todos
los demás seres humanos los mismos derechos y obligaciones,
sintiéndonos por ello unidos a los demás y quedando obligados
moralmente a trabajar colectivamente en beneficio de nuestra
sociedad y también de toda la humanidad.
El concepto de ‘solidaridad’ procede originariamente del Derecho
romano. En éste existía una norma según la cual, y en determinadas
  circunstancias, un colectivo podía ser declarado responsable de la
actuación de uno de sus miembros, a la vez que cada uno de ellos
tenía igualmente responsabilidad sobre las acciones realizadas por el grupo en común.
Ya desde los primeros tiempos de la filosofía se discutió sobre si era natural o no ese
sentimiento de solidaridad, sentimiento que se consideraba imprescindible para vivir en
sociedad.
Mientras que algunos filósofos (como el sofista Gorgias, por ejemplo) mantuvieron que
el hombre se guiaba por la ley del más fuerte (egoísmo), otros como Aristóteles
insistieron en que el hombre era un animal social por naturaleza, sociabilidad que
implicaba la existencia natural de lazos solidarios entre los humanos. El cristianismo
insistiría en esta última dirección: el amor al prójimo (altruismo) estaba por encima del
amor a uno mismo, y por ello ésa era la ley más importante de los Evangelios.
Los filósofos sociales de los siglos XIX y primera mitad del XX (Comte, Durkheim,
etc.) dedicaron numerosos estudios al altruismo, y algunos de ellos distinguieron entre
solidaridad de hecho y solidaridad de derecho. La primera procede de los vínculos que
unen al individuo con su pasado y con su propia sociedad (familia, cultura,
tradiciones...), mientras que la segunda sería la obligación ética (posteriormente recogida
por el derecho) de obrar siempre en beneficio de la humanidad.
Otros autores han establecido otras clasificaciones de la solidaridad. Se habla así de
solidaridad primaria (la que se ejerce en círculos afectivos como la familia, la amistad, el
sentimiento de pertenecer a una nación, etc.) y la solidaridad secundaria (la que
ejercemos en favor de individuos que no pertenecen directamente a esos círculos
afectivos).
Influidas por las críticas del marxismo y el anarquismo a las desigualdades sociales y
económicas propiciadas por el sistema capitalista, ciertas ideologías políticas del siglo
XX como el socialismo, la socialdemocracia, etc. hicieron de la solidaridad social una
de sus señas políticas. Esa solidaridad debía ser fomentada por el Estado a través de una
fiscalidad redistributiva, es decir, que las clases pudientes pagasen altos impuesto para
que el Estado favoreciera con ellos a las clases más desfavorecidas. Su idea, por tanto,
consistía en que el Estado ejerciese la solidaridad que individualmente no se ejercía.
En nuestros días, la solidaridad se ha convertido en uno de los valores más importantes,
por cuanto ha crecido la conciencia de que la humanidad debe ser considerada como un
conjunto de seres con iguales derechos y obligaciones para con los demás.
 
 

 
 
 
 Subdesarrollo
  
 
El término subdesarrollo alude a un estadio económico, social y
cultural de retraso tecnológico y de pobreza generalizada. Los países
que lo sufren viven en condiciones de pura subsistencia, siendo el
hambre, las epidemias y la ausencia de medios materiales que
garanticen una existencia digna, algunas de sus señas de identidad.
Los países subdesarrollados presentan las siguientes características
socioeconómicas:
  - Renta per cápita (la renta nacional dividida por el número de
habitantes) muy baja, lo que no garantiza unas condiciones mínimas
de subsistencia.
- Carencia casi absoluta de industrialización.
- Falta de infraestructura básicas para garantizar el desarrollo económico (carreteras,
hospitales, electricidad, educación, transportes, medios de comunicación, etc.).
- Agricultura rudimentaria en la que no existe prácticamente mecanización.
- Analfabetismo generalizado.
- Condiciones sanitarias y de higiene pésimas.
- Sistemas políticos poco democráticos, con la existencia de élites económicas que
controlan el poder.
- Desigual reparto de la riqueza, puesto que una minoría controla la práctica totalidad
de recursos económicos, cuando no son empresas multinacionales que gozan de la
complicidad de los dirigentes políticos locales.
El origen del subdesarrollo obedece a diversas causas. Entre ellas, la más importante tal
vez sea la colonización tanto de territorios como de sus riquezas que llevaron a cabo
los países europeos, fundamentalmente a partir del siglo XVIII.
A lo largo del siglo XX, y tras la finalización de las descolonizaciones promovidas por
los organismos internacionales, fue surgiendo en el mundo desarrollado la sensación de
injusticia histórica cometida con esas naciones. Y se hizo evidente como forma de
reparar en parte esa injusticia la necesidad de promover mecanismos de ayuda para que
esos países pudieran escapar al subdesarrollo. Sin embargo, en muchos casos, esas
buenas intenciones no lograron concretarse en una economía solidaria entre todas las
naciones de la tierra. Al revés, la revolución tecnológica ha contribuido a agravar más la
desigualdad entre países ricos y pobres, a pesar de los esfuerzos de la ONU, las ONG y
otros organismos internacionales.
Hoy en día, la ayuda al desarrollo sigue siendo una de las asignaturas pendientes del
mundo industrializado. Según los expertos, ésta debe consistir básicamente en el
siguiente conjunto de medidas:
- Ayudas económicas para la creación de infraestructuras (inicio de la maquinización
agrícola, construcción de industrias que atiendan los servicios básicos de la población,
etc.). A diferencia de lo que sucede en muchas ocasiones, los expertos recomiendan no
proporcionar alimentos, medicinas o instrumentos gratis a estos países (salvo en casos de
necesidad inmediata) puesto que esas donaciones los convierten en dependientes, sino
que se trata de invertir en la creación de un tejido industrial y agrícola que les permita ser
autónomos en el futuro y dirigir por ellos mismos su propio desarrollo.
- Educación, puesto que sólo mediante políticas educativas podrán formarse nuevas
generaciones para el trabajo industrial y especializado, además de contribuir a su
desarrollo cultural como personas.
- Limitaciones económicas a la actuación de las empresas multinacionales que explotan
algunos de sus recursos o materias primas, de tal manera que se les obligue a invertir una
gran parte de sus beneficios en el proceso de modernización tecnológica del país.
- Ayuda sanitaria para terminar con las epidemias y las enfermedades, así como
establecer un control de natalidad en aquellos países que poseen superpoblación, pues la
existencia de ésta es un lastre para su desarrollo económico.
Además, contribuyendo a la creación de riqueza en el mundo subdesarrollado, podría
limitarse el efecto de unos de los más graves problemas sociales de nuestros días: la
existencia de un flujo migratorio incontrolable de personas que huyen de la pobreza y
tratan de introducirse en los países ricos como inmigrantes clandestinos.
 
 

 
 
 
 Superpoblación
  
 
La superpoblación es la abundancia en el número de ejemplares de
una especie. Por regla general, se suele designar con ese término casi
exclusivamente a la superpoblación humana, una de las cuestiones
que más preocupan actualmente a pensadores, científicos y políticos

 
del mundo entero.
Las mejoras en las condiciones materiales de vida (aunque muchas partes del planeta
sigan en el subdesarrollo), los avances en la medicina y los éxitos en el combate de las
grandes plagas de la antigüedad (aunque continúen activas en muchas zonas de la tierra
enfermedades tan graves como la malaria, el SIDA y otras), el desarrollo tecnológico, los
avances en la educación, etc., han fomentado cuanto menos en amplias zonas del
planeta un aumento del nivel medio de vida y un descenso en la mortalidad juvenil e
infantil en términos globales. Eso ha propiciado un aumento vertiginoso de la población
humana.
Se calcula que en la actualidad cerca de 6.200 millones de personas poblamos la tierra.
La tasa anual de crecimiento mundial se encuentra en el 1,2 %, lo que representa
aproximadamente un aumento de 80 millones de personas al año. Ese crecimiento, sin
embargo, no se reparte por igual entre las diferentes zonas del mundo. Los países
desarrollados crecen alrededor del 0.2 %; los menos industrializados, el 1.5 %; mientras
que los subdesarrollados alcanzan el 2.5 % por año.
Con esos datos, teniendo en cuenta además los nuevos avances científicos y médicos
que a no dudar aumentarán la esperanza media de vida en los países desarrollados, y
contando igualmente con un crecimiento proporcional y no aritmético de la población
mundial, se calcula que la población mundial rondará en el 2050 entre una cifra mínima
de 7.900 millones y una máxima de 10.900 millones (cálculos efectuados por organismos
dependientes de la ONU).
El principal problema de la superpoblación es el de la limitación de recursos naturales.
Si continuamos creciendo a este ritmo, el medio ambiente se deteriorará
irreversiblemente, puesto que ya en la actualidad comienza a encontrarse sobre
explotado, lo que se incrementaría notablemente con un aumento excesivo de la
población humana.
De ahí que sea prioritaria una política mundial orientada a frenar ese avance de
población. Se trataría de establecer medidas sobre control de natalidad, de llevar a cabo
campañas educativas y concienciadoras en zonas subdesarrolladas o escasas de
alfabetización, de invertir importante sumas de dinero en proporcionar medios
anticonceptivos a los países pobres, etc., con el fin de intentar frenar ese crecimiento
incontrolado.
La superpoblación está provocando igualmente graves problemas sociales en nuestro
mundo. Por ejemplo, la imposibilidad de salir de la pobreza que sufren los países
subdesarrollados si continúan creciendo demográficamente, o los conflictos de
integración de los inmigrantes en el mundo desarrollado, el cual se ve incapaz de frenar
el éxodo de inmigrantes ilegales que tratan de entrar en él huyendo de la pobreza.
 
 

 
 
 
 Tercer Mundo
  
 
Hace ya algunas décadas los sociólogos acuñaron la expresión
‘Tercer Mundo’ para designar con ella al conjunto de los países
subdesarrollados. Curiosamente el término surgió como consecuencia
de la Guerra Fría que mantenían los Estados capitalistas occidentales
contra los Estados comunistas. En aquella época se utilizaba la
expresión ‘Primer Mundo’ para referirse a los países capitalistas
desarrollados, mientras que el ‘Segundo Mundo’ estaba representado
  por los países comunistas, con la Unión Soviética a la cabeza.
Por eso, el Tercer Mundo era el formado por aquellas naciones que
padecían graves problemas de pobreza y que no participaban directamente de la política
de enfrentamiento ideológico entre los bloques capitalistas y comunistas. Sin embargo,
ese hecho no impidió que en el territorio de algunos de estos países se produjesen
enfrentamientos entre facciones partidarias del capitalismo, que recibían apoyo
occidental, y grupos revolucionarios financiados por los sistemas comunistas.
Con el paso del tiempo, se acuñó una nueva expresión para referirse a la desigualdad
económica entre países ricos y pobres: la denominación Norte-Sur, puesto que la
mayoría de países desarrollados se encuentran en el hemisferio norte y la mayoría de
subdesarrollados en el hemisferio sur.
Algo más de dos tercios de los habitantes del planeta viven en la actualidad en el
llamado Tercer Mundo.
 
 

 
 
 
 Trabajo infantil
  
 
El trabajo infantil consiste en las tareas laborales que llevan a cabo
niños o menores que no han alcanzado la edad legal para poder
trabajar. En la mayoría de países desarrollados, el trabajo infantil está
expresamente prohibido por las leyes vigentes, aunque es frecuente
que dicha prohibición no sea respetada íntegramente por el conjunto
de la población.
  Por ejemplo, en España la edad mínima para incorporarse al
  mercado laboral es de 16 años, quedando expresamente prohibida la
contratación de menores salvo en casos especiales (p.e.: la contratación de un niño para
rodar una película) donde el trabajo del menor no implique una merma de sus derechos a
la educación, y siempre que se cuente con autorización paterna y el trabajo no exceda de
un tiempo controlado. Ahora bien, según UNICEF, cerca de 100.000 menores sufren
explotación laboral no reconocida en nuestro país.
El trabajo infantil se da principalmente en los países subdesarrollados o en vías de
desarrollo. En muchos de ellos se produce sistemáticamente una explotación laboral de
menores, los cuales trabajan durante jornadas agotadoras por salarios bajísimos,
claramente inferiores a los ganados por personas adultas. El trabajo infantil conlleva,
además, el abandono de la escuela por parte de los menores trabajadores, lo que
repercute irremediablemente en su futuro profesional, ya que se ven privados del acceso
a una formación cultural y profesional que les permita salir de la pobreza.
Los que se benefician del trabajo infantil son las empresas que los explotan. Así,
obtienen grandes rendimientos de su trabajo a cambio de un salario ínfimo, además de
evitarse los costes de los seguros sociales y de sus cotizaciones a la hacienda pública, ya
que prácticamente todo el trabajo infantil se produce ilegalmente o en situaciones
jurídicas de total desamparo para los menores.
 
 

 
 
 
 Voluntariado

 
Una de las formas de participación social más solidarias es la del
voluntariado. Se entiende por tal a la persona que, libremente y sin
buscar gratificación económica alguna, aporta su trabajo, sus recursos
económicos o sus habilidades al servicio de los más necesitados
socialmente.
Mayoritariamente las organizaciones humanitarias y las ONG se
nutren de voluntarios, quienes con su dedicación altruista colaboran
  en la resolución de problemas que afectan a la pobreza, la
desigualdad, la marginación, etc.
La existencia del voluntariado se remonta a muchos años atrás, cuando organizaciones
humanitarias (como la Cruz Roja, por ejemplo) se nutrieron básicamente de personas que
desinteresadamente colaboraron con ellas. Antiguamente, el voluntariado poseía, en
muchos casos, un carácter religioso, siendo frecuente que monjes o seglares tocados por
la fe se ofrecieran para cuidar enfermos, trabajar para la comunidad, etc., sin recibir a
cambio ningún salario, únicamente por el mandato religioso de ayudar a los necesitados.
En los últimos años, el voluntariado ha crecido enormemente en las sociedades
contemporáneas, tal vez por la aparición de una nueva conciencia solidaria, tal vez por la
difusión a través de los medios de comunicación de los problemas sociales de nuestro
mundo y de la labor que las ONG y otras instituciones llevan a cabo para remediarlos.
 

 
 

Verdad y conocimiento
 
 

Conceptos
 
 
 
  A posteriori

 
Expresión latina y antónimo de ‘a priori’ que se refiere a
conocimientos que han sido adquiridos a través de la experiencia. En
ese sentido cabe destacar que todas las filosofías empiristas sólo
admiten conocimientos a posteriori, al contrario que otras filosofías,
como el racionalismo por ejemplo, para quienes la razón posee ideas
innatas a partir de las cuales se derivan el resto de conocimientos.
 
   
 
 
 
 
 
 

 
 
 
  A priori
  
 
Expresión latina que se utiliza para designar a todo aquello que no
procede de la experiencia y que es independiente de ella, como, por
ejemplo, las ideas innatas. En Kant lo a priori posee también el
carácter de necesario, por cuanto las categorías y los juicios a priori
son absolutamente necesarios para poder formular leyes universales.
Kant considera que la ética como disciplina del saber tiene que ser a
priori, es decir, no acudir a la experiencia personal o histórica para
  establecer una ley universal (el imperativo categórico) de la
moralidad.
 
 
 
 

 
 
 
 Antítesis
  
 
Literalmente, lo que niega la tesis. Se trata, en suma de un juicio o
enunciado que se plantea como negación de un primer término o
enunciado llamado tesis. Por ejemplo, tesis: el Universo fue creado
desde la nada; antítesis: el universo ha existido siempre; por tanto,
nunca ha sido creado.
 
 
   
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 Aporía
  
 
Etimológicamente procede de la partícula privativa ‘a’ (que
significa ‘no’ o ‘carente de’) y del sustantivo ‘poros’ (salida). En
filosofía se usa para nombrar un problema sin solución aparente. La
razón de que no exista una respuesta satisfactoria a la aporía consiste
en que no se han formulado convenientemente las premisas del
argumento o en que se han confrontado enunciados contradictorios
entre sí, por lo que no puede derivarse ninguna conclusión lógica de
  dicha argumentación.
Un ejemplo de aporía: ¿puede un ser omnipotente crear una roca tan
grande que no la pueda levantar?
 
 
 

 
 
 
 Aprehender
  
 
Aprehender significa literalmente ‘tomar’, ‘coger’, y de una manera
más específica en lo relativo al conocimiento, "captar, cogiendo o
atrapando las propiedades de los objetos".
De una manera genérica podemos decir, pues, que la aprehensión es
una propiedad de la facultad de la percepción, ya sea ésta puramente
sensorial, ya sea intelectual.
 
   
 
 
 
 

 
 
 
 Certeza
  
 
Noción relacionada con la Teoría del Conocimiento y con el
concepto de verdad. Dentro de la epistemología se distinguen dos
tipos de certezas: la objetiva y la subjetiva. La primera se aplica en el
campo de las ciencias formales (matemáticas, lógica, etc.), y designa
la convicción sobre la verdad de ciertos enunciados como axiomas,
tautologías, etc., los cuales son verdaderos por su propia definición.
Llamamos certeza subjetiva, en cambio, a la percepción mental de
  que determinados hechos son verdaderos, por cuanto resultan
evidentes en sí mismo o pueden ser demostrados mediante
procedimientos racionales.
 
 
 

 
 
 
 Conocimiento
  
 
Conocer un objeto o acción significa que somos capaces de explicar
qué es o en qué consiste dicho objeto o acción. Existen diversos tipos
de conocimiento:
- Científico: poder explicar satisfactoriamente cuáles son las causas
de un fenómeno.
- Matemático: poder derivar cualquier enunciado matemático de
principios o axiomas superiores, cuya verdad está establecida de
  antemano.
- Intuitivo: relativo a la intuición. Consiste en conocimientos que percibimos como
verdaderos en sí mismos sin necesidad de demostración, ya que son absolutamente
evidentes por sí solos.
El conocimiento se distingue de la creencia y la opinión en su mayor grado de certeza y
objetividad. Una condición básica del conocimiento es su objetividad, esto es, válido
para todos los seres humanos racionales, ya que está fundado en principios científicos.
 
 

 
 
 
 Dialéctica
  
 
En su sentido originario, la dialéctica es el arte del diálogo. Puesto
que en todo diálogo hay dos o más posturas contrapuestas y
diferentes entre sí, la dialéctica es, en principio, la ‘técnica’ o arte de
la discusión donde existe una confrontación de opiniones con el fin
de llegar a un acuerdo en el desacuerdo.
Hegel confirió un nuevo carácter al concepto ‘dialéctica’,
entendiéndolo como un método de acceso a la realidad, ya que ésta es
  dialéctica en sí misma. Marx, y tras él toda la filosofía marxista,
entendieron la dialéctica desde un punto de vista materialista e
histórico. Según esta filosofía, la historia se despliega dialécticamente a través de
sucesivos momentos que van negando (antítesis) los estadios anteriores (tesis), hasta
culminar en un estadio superior (síntesis) que engloba, superándolos, el conjunto de
todos momentos históricos anteriores.
 
 

 
 
 
 Doctrina
  
 
En su significado más genérico, es el conjunto de ideas o creencias
mantenidas y defendidas por un grupo social (los intelectuales, por
ejemplo), político (un partido o una asociación electoral), religioso
(los cristianos, los musulmanes...) o ideológico (los defensores de la
pena de muerte, los pacifistas, etc.).
En su sentido puramente religioso, las reglas de conducta, los
mandamientos y los libros sagrados o interpretaciones sacerdotales
  de una religión cualquiera.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 Dogmatismo
  
 
El origen etimológico del término procede del griego, donde
‘dogma’ designaba los principios fundamentales de una doctrina, los
cuales eran considerados como verdaderos en sí mismos y sin
posibilidad de someterlos a ninguna crítica o refutación.
Durante la Edad Media, el término fue utilizado en la teología
cristiana con el significado de proposición verdadera de la que nunca
cabe dudar, bien porque ha sido revelada por Dios a los hombres,
  bien porque ha sido considerada así por la Iglesia católica en razón de
una iluminación divina.
Actualmente se considera dogmática cualquier teoría que se considere en posesión de la
verdad absoluta, sin admitir crítica alguna a los principios en los que se sustenta, y sin
permitir un diálogo constructivo con otras teorías contrarias en aras de alcanzar acuerdos
entre ellas acerca de sus divergencias teóricas.
Por tanto, un dogmático –en lenguaje coloquial– es alguien que cree estar en posesión
de la verdad, a la cual considera única y exclusiva.
 
 
 

 
 
 
 Duda
  
 
Proviene del término latino ‘dubitare’. En su sentido genérico, el
vocablo ‘duda’ expresa la incertidumbre entre la aceptación o no de
uno o más juicios, decisiones, actitudes, hechos... La duda puede ser
intelectual (cuando no se conoce la certeza de algo), ética (cuando
nos planteamos qué elegir entre varias opciones morales) o
existencial (dudar si actuar o no en determinadas circunstancias).
En Ética la duda está relacionada especialmente con la cuestión de
  los dilemas morales, es decir, con problemas de decisión cuando
entran en conflicto entre sí dos o más valores morales entre los que
tenemos que optar.
 
 
 

 
 
 
 Emoción
  
 
La palabra ‘emoción’ proviene del verbo latino ‘emovere’, que
significa agitar, sacudir. La emoción es un concepto psicológico que
designa un estado de la afectividad. Se caracteriza por ser una
reacción intensa afectiva que va acompañada de alteraciones
corporales; por ejemplo, cuando nos enfadamos fruncimos la frente;
si vemos a la persona amada imprevistamente, enrojecemos; se nos
eriza el vello si sentimos miedo... Las emociones son, pues,
  reacciones psicobiológicas que expresan sentimientos. Se diferencian
de éstos en que son más breves en el tiempo aunque más intensas
mientras duran.
Existen dos tipos generales de emociones: las primarias, que son de naturaleza
instintiva y comunes a todos los seres humanos (por ejemplo, el enfado colérico); y las
secundarias, que obedecen a un aprendizaje cultural (emociones estéticas, intelectuales,
etc.), y ya no son propiamente universales, puestos que están determinadas por las
tradiciones de cada cultura.
Dentro de la ética, el concepto de emoción se encuentra relacionado con la teoría del
emotivismo moral.
 
 

 
 
 
 Epojé
  
 
Del griego epoché (interrupción). Dentro de la filosofía el concepto
suele traducirse como ‘suspensión del juicio’, es decir, ante la
imposibilidad de afirmar o negar algo, decidimos suspender nuestro
juicio sobre la verdad de ese ‘algo’, ya que no tenemos razones
suficientes ni en uno ni en otro sentido.
En la Antigüedad, el término fue utilizado fundamentalmente por la
escuela escéptica (Pirrón, Sexto Empírico...), para quien resultaba
  imposible alcanzar ningún conocimiento verdadero u objetivo sobre
la realidad. Por ello, debemos abstenernos de emitir juicios
definitivos (epojé) acerca de la naturaleza y el conocimiento.
Dentro de la filosofía del siglo XX, el término fue retomado por Husserl, quien lo
tradujo como ‘poner entre paréntesis’, es decir, ni afirmar ni negar ciertas doctrinas sobre
las que no puede alcanzarse un conocimiento puramente objetivo.
 
 

 
 
 
 Evidencia
  
 
Noción relacionada con el concepto de intuición. Así, se entiende
por evidente cualquier enunciado que no precisa de demostración

 
para ser percibido como verdadero de una manera directa e inmediata.
Hablamos de evidencia sensorial o material cuando un objeto o realidad se nos presenta
en nuestra mente como ‘real’ y ‘verdadero’, sin que sea necesario proceder a ningún tipo
de razonamiento para probar su realidad o verdad.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 Fáctico
  
 
Término que proviene del vocablo latino ‘factum’ (hecho). En
general, se denomina fáctico a todo enunciado o proposición que
verse sobre hechos empíricos, en contraposición a otros que traten
sobre lo teórico o lo imaginativo.
Las doctrinas empiristas del conocimiento afirman que nuestro
saber queda reducido a lo fáctico, esto es, al puro conocimiento de
hechos. Dentro de la ética, Hume y Moore aludieron a la
  imposibilidad de considerar los juicios morales como juicios fácticos,
ya que los conceptos de la moral no se refieren al ‘ser’ de la
naturaleza, sino al ‘deber ser’ de la moralidad, y por tanto no son juicios de
conocimiento. Otras teorías éticas, como el emotivismo y el intuicionismo insistieron
sobre esa importante distinción.
 
 

 
 
 
 Hipótesis
  
 
Etimológicamente significa: algo que está situado debajo de...
Antiguamente se utilizó el término dentro de los estudios lógicos, y
sirvió para designar cualquier enunciado que antecediera a otro,
siendo este último una consecuencia derivada de aquel.
Sin embargo, en la actualidad, su significado es otro: hipótesis es
una suposición teórica previa que se acepta como verdadera sin
cuestionarla en un principio, con el fin de comprobar luego su verdad
  a través de un procedimiento científico o racional. Si los
procedimientos de comprobación la verifican, dejará de ser hipótesis
y se convertirá provisionalmente en ley científica; en cambio, si la refutan deberá ser
abandonada. Mientras no se produzcan o la verificación o la refutación, continuará
siendo una suposición teórica sin más.
 
 

 
 
 
 Idea
  
 
Concepto con una pluralidad de significaciones, de cuyo estudio y
clarificación se ocupan disciplinas como la filosofía, la psicología, la
antropología, etc.
Dentro de la Teoría del conocimiento, designamos genéricamente
como idea cualquier contenido de la mente en donde intervenga el
razonamiento o el pensamiento. Es decir, una representación o
imagen abstracta, ya que las ideas no son propiamente materiales.
  Cuando hablamos de ‘ideas’ en plural, nos referimos al conjunto de
pensamientos, creencias, opiniones y forma de ver el mundo que
posee un individuo. Es decir, como un sinónimo de ‘ideología’.
Igualmente suele utilizarse el sustantivo ‘idea’ con una significación cercana a opinión,
creencia o juicio formado con respecto a algo (‘tengo una ligera idea del asunto’, por
ejemplo). De igual manera, a veces sustituye semánticamente a conocimiento (en el
sentido de ‘idea verdadera’ o de ‘no tener ni idea’).
También significa poseer un esquema mental para llevar a la práctica o realizar algo
que previamente se ha pensado.
 
 
 

 
 
 
 Introspección
  
 
El significado etimológico de introspección es el de mirar o indagar
dentro de uno mismo. El concepto se utiliza tanto en psicología como
en filosofía. Se trata de un proceso y de un método mediante los
cuales la conciencia personal analiza sus propios contenidos para
determinar cuáles son las características que los configuran y cuáles
son los procesos internos mediante los que accedemos a ese
conocimiento. Expresado en términos coloquiales: la introspección
  consiste en mirar dentro de nosotros mismos para descubrir cómo
somos, qué sentimos y de qué naturaleza son nuestros conocimientos.
En la Historia de la Ética la introspección como método ha sido utilizada
fundamentalmente por las corrientes defensoras de la ley natural y por el intuicionismo
moral.
 
 

 
 
 
 Intuición
  
 
Concepto filosófico y científico que sirve para designar la
aprehensión de un objeto o de un conocimiento sobre ese objeto de
una manera directa e inmediata.
Hablamos de conocimiento intuitivo cuando captamos la evidencia
de su verdad sin necesidad de recurrir a algún tipo de demostración.
Dicho con otras palabras, la intuición es la facultad del conocimiento
que nos permite saber que algo es verdadero sin necesidad de
  justificarlo mediante algún procedimiento lógico o científico.
Por ejemplo, si yo afirmo "el mundo existe", me encuentro con la
sorprendente paradoja de que no hay manera de demostrar que esa afirmación sea
absolutamente cierta por ningún procedimiento lógico o científico, ya que siempre puedo
encontrar argumentos lógicos –válidos formalmente– que demuestren la posibilidad de
que la percepción del ‘mundo’ tal vez sea una construcción imaginativa de una mente
que los piensa. Sin embargo, yo percibo de una manera inmediata la evidencia de que esa
afirmación es absolutamente cierta, independientemente de que la pueda demostrar
mediante procedimientos lógicos. ¿Cómo conozco esa verdad inmediata? Por intuición.
A lo largo de la historia de la filosofía han sido muchos los pensadores que han acudido
a la intuición como forma de explicar la evidencia de ciertos conocimientos. En el
terreno de la Ética, la intuición ha sido utilizada por los partidarios de la ley natural como
fundamento de las normas morales, ley que es captada como verdadera de una manera
intuitiva. Corrientes éticas como el emotivismo, el intuicionismo moral o el
iusnaturalismo han defendido que la validez de las leyes morales es percibida
intuitivamente y no de forma racional.
Otras corrientes, en cambio, como el relativismo ético han cuestionado la validez de la
intuición en el ámbito moral.
 
 

 
 
 
 Mayéutica
  
 
La palabra ‘mayéutica’ procede del griego (maieutiké), y significa
literalmente ‘arte de partear’ o dar a luz. Platón usa este término para
referirse al método socrático que consistía en ayudar a engendrar los
pensamientos en el alma del interlocutor, de igual manera que las
parteras ayudan a parir a las mujeres.
La mayéutica socrática consiste en lo siguiente: a través de una
serie de preguntas y respuestas, el interlocutor se da cuenta, por sí
  mismo, la perplejidad a la que conducen sus respuestas. De esa
manera, se ve obligado a rechazar sus creencias o conocimientos
previos equivocados, y a buscar otras respuestas más satisfactorias. Así, cada uno va
descubriendo en sí mismo y por sí mismo la verdad que se oculta en su alma.
Podría decirse entonces que la mayéutica consiste en el método gracias al cual una
persona descubre, da a luz o alumbra en sí mismo la verdad de alguna cosa.
 
 
 

 
 
 
 Objetividad
  
 
Objetividad proviene de ‘objeto’, y designa un modo de ser de la
realidad: decimos que un hecho es objetivo cuando se corresponde
con la realidad. Algunos autores, sin embargo, prefieren entender la
objetividad de otro modo: así, se dice que una proposición o juicio
son objetivos cuando pueden ser considerados como verdaderos o
ciertos por todos, es decir, cuando se trata de un juicio universal. Por
contra, lo subjetivo sería lo que es evidente exclusivamente para un
  individuo determinado.
Hablamos de conocimiento objetivo cuando nos referimos al
conocimiento científico o racional, esto es, a aquel que cumple las normas establecidas
por la comunidad científica para ser considerado como conocimiento verdadero.
 
 

 
 
 
 Opinión
  
 
Proviene del vocablo latino ‘opinio’, cuya significación era la de
suposición o creencia. En el lenguaje cotidiano, el término se utiliza
como sinónimo de creencia, más o menos fundada en alguna suerte
de conocimiento, aunque con clara conciencia de que el
conocimiento del hecho o idea de la que se opina es manifiestamente
insuficiente. Por ello, en el lenguaje común, se distingue con claridad
entre las expresiones ‘yo sé’ y ‘yo opino que...’
  En los últimos tiempos, la voz ‘opinión’ está siendo utilizada en
una nueva acepción: la de expresar nuestras ideas o sentimientos
subjetivos acerca de una cuestión sobre la que emitimos un juicio valorativo.
En la Historia de la Filosofía, el término ‘opinión’ (doxa, en griego) fue utilizado por
Platón para designar a un tipo de saber –que no es objetivo, sino tan sólo aproximado–
que se encuentra a medio camino entre el conocimiento y la ignorancia.
 
 

 
 
 
 Opinión pública
  
 
Se designa con ese término sociológico las creencias y las ideas que
un amplio conjunto de ciudadano posee sobre ciertos temas o
cuestiones que los medios de comunicación han difundido bajo la
forma de debate público.
La llamada ‘opinión pública’ es tenida muy en cuenta por los
partidos políticos de cara a sus citas electorales, y también por las
grandes empresas, que intentan convencerla de la calidad y precio de
  sus productos a través de la publicidad.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 Paradoja
  
 
Vocablo que proviene del término griego ‘paradoxos’, que significa
‘contrario a la opinión o al sentido común’. En lenguaje coloquial
expresa un enunciado o un argumento que sorprende porque incluye
o plantea una contradicción.
Por ejemplo, la conocida como paradoja de Epiménides, que reza
así: "Epiménides, el cretense, afirma que todos los cretenses
mienten". Si afirmo que dicho enunciado es verdad, caigo en
 
contradicción puesto que al menos hemos de aceptar que Epiménides ha dicho una
verdad: que todos los cretenses, incluido él mismo, mienten. Si afirmo que es mentira
(esto es, digo que los cretenses dicen la verdad), caigo igualmente en contradicción
porque Epiménides, que es cretense, entonces miente.
 
 

 
 
 
  Pseudoproblema
  
 
Literalmente, problema falso (en griego ‘pseudo’ significa
precisamente falso). Término utilizado fundamentalmente por la
Filosofía analítica y el neopositivismo para referir los falsos
problemas filosóficos o científicos derivados de un uso incorrecto del
lenguaje (ya sea éste lógico, ya sea el natural). Al no ser conscientes
de ese mal uso, surge un aparente problema sin serlo realmente, ya
que desaparece en cuanto procedemos a analizar correctamente el
  lenguaje utilizado y descubrimos su mal uso o formalización.
 
 
 
 
 

 
 
 
 Psicologismo
  
 
Con ese nombre genérico se conoce a la tendencia filosófica o
psicológica que intenta interpretar todos los hechos y conocimientos
exclusivamente como reacciones psíquicas. Dicho de otra manera, el
psicologismo consiste en interpretar la realidad (o al menos su

 
conocimiento) como un conjunto de manifestaciones o actos psíquicos.
De una manera más amplia, catalogamos también como psicologismo a las teorías que
otorgan a la psicología el papel de ciencia principal a la cual deben subordinarse el resto
de los conocimientos.
 
 
 
 

 
 
 
 Síntesis
  
 
Procedente del griego (synthesis: composición, acción de reunir o
combinar), el concepto ‘síntesis’ designa la recomposición de lo
previamente descompuesto.
Hegel, y más tarde Marx, le confirieron un nuevo significado. Para
ellos, la historia y el progreso evolucionan a través de un cambio que
culmina en una síntesis o unificación de elementos o términos
contrapuestos. La visión dialéctica de Hegel muestra cómo a partir de
  un primer momento o tesis, y un segundo momento o antítesis, se
produce un tercer momento o síntesis, en el cual ambos elementos se
unen creando un estadio superior que mantiene los elementos positivos de los estadios
anteriores, a la vez que elimina los negativos.
 
 
 

 
 
 
 Subjetivo
  
 
Relativo al sujeto. El término posee diferentes significaciones según

 
al ámbito de conocimiento al que se aplique. Por ejemplo, en psicología expresa los
contenidos internos y personales de la conciencia, mientras que en filosofía es entendido
muchas veces como sinónimo de relativismo, puesto que el subjetivismo defiende que la
realidad sólo puede ser comprendida desde la conciencia individual y no desde ninguna
realidad objetiva.
En el lenguaje coloquial, se entiende por subjetivo todo aquello que pertenece a los
sentimientos y las valoraciones personales del sujeto, oponiéndolo a lo objetivo, esto es,
a lo aceptado como verdadero por todos.
 
 
 

 
 
 
 Tesis
  
 
El término ‘tesis’ significa en griego ‘acción de poner’. Se entiende
por tesis una proposición inicial de una discusión, que no es evidente
en sí y necesita de una demostración por medio de razonamientos y
otros métodos.
Algunas veces, sin embargo, se habla de tesis en el sentido de
afirmación que no necesita demostración; recibe entonces el nombre
  de ‘principio’ si es una verdad filosófica, y el de ‘axioma’ en el
  campo de la matemática.
El concepto de tesis adquiere nuevo contenido a partir del siglo
XIX. La tesis formaba parte del conocido método dialéctico. De forma general tenemos
en el método dialéctico tres partes: tesis, que es la parte afirmativa; antítesis, es el
momento negativo o negación de la tesis; y la síntesis, o conclusión.
Por ejemplo, Hegel piensa que la razón es dialéctica, es decir, apenas se afirma una
cosa, se tiende a negarla y luego a superar esa contradicción. De modo que, para Hegel,
la tesis es la afirmación originaria; la antítesis sirve para negar la tesis, y se culmina en la
síntesis.
 
 

 
 
 
 
 Verdad

 
Concepto filosófico y científico mediante el que designamos el
carácter objetivo de un razonamiento o de un hecho acaecido en la
propia realidad.
Existen dos grandes conceptos de verdad:
- La verdad como adecuación entre el pensamiento y la realidad.
Según este criterio, algo será verdadero cuando exista una
correspondencia total entre mis pensamientos o ideas y lo que sucede
  realmente en la naturaleza.
- Concepto empirista de la verdad: una proposición será verdadera
cuando pueda ser verificada o falsada (refutada) por la experiencia. Sin embargo, esa
concepción lleva a limitar excesivamente el ámbito de la verdad, puesto que sólo
podremos decir que algo es verdadero cuando se nos presente como un fenómeno capaz
de ser percibido, cuantificado, medido, comprobado, etc. Todo el resto de la realidad (esa
que llamamos subjetiva, abstracta, espiritual, etc.) quedará fuera del reino de la verdad,
ya que nunca podrá ser ni verificada ni falsada.
En cuanto a la Ética, se entiende generalmente por verdad moral el criterio que nos
permite afirmar que una acción es buena o mala, justa o injusta.
 

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