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EL CAMINO

DE LOS

LAICOS SERVIDORES DE LA
PALABRA
(LSP)

-RECORDANDO UN POCO DE HISTORIA-

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CONTENIDO

I. Todos estamos en camino

II. Cristo manda a los laicos a anunciar su llegada

III. Los laicos en Pentecostés

IV. Los laicos evangelizan fuera de su patria

V. Los laicos y el Concilio Vaticano II

VI. Estudiando el Concilio Vaticano II

VII. Inicia en México el camino de los LSP

VIII. Misioneros Servidores de la Palabra

IX. ¿Cómo surgieron los religiosos?

X. Responsabilidad actual de los laicos

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I. TODOS ESTAMOS EN CAMINO

N uestro Señor anuncia a los Apóstoles: “Me voy a


prepararles un lugar; vendré de nuevo y los llevaré
conmigo. Para que donde yo esté, estén también ustedes. Y a
donde yo voy, ya saben el camino. Tomás le dijo: Señor no
sabemos a dónde vas, ¿Cómo vamos a saber el camino? Jesús
le dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre sino por mi” (Jn 14, 3-6).

Esto Jesús lo dijo a los que todavía eran laicos, que no habían
recibido el Espíritu Santo. Eran adultos, trabajadores, sin
estudios, pero sedientos de escuchar la Palabra de Jesús.

A estos laicos, Jesús les reveló que Él es el Camino que va al


Padre.

Por definición sabemos que camino es una palabra que indica


un punto de partida y un punto para llegar. Por eso la palabra
camino equivale a sendero, vía, senda, vereda, calle, avenida.
El camino ayuda a no perderse y a llegar a la meta que uno se
propone.

Todos estamos en camino, aunque en la práctica no queremos


aceptarlo, hacia la vida eterna. Nacimos avanzando en este
Camino que nos lleva a la Patria eterna, en donde quedaremos
para siempre. Fuimos creados para caminar hacia esta Patria,
que es la eterna felicidad: creados por amor y para gozar
eternamente.

Pero no todos conocen este camino, ni esa Patria de eterna


felicidad. Pero todos sienten hambre de ser felices, pero, por
no conocer ese Camino, buscan la felicidad que muchas veces
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engaña dejando al hombre en el vacío o en la desesperación.
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a la
felicidad” (1Tm 2,4)

II. CRISTO MANDA A LOS LAICOS


A ANUNCIAR SU PALABRA

E n los evangelios constatamos que Jesús quiere que


todos conozcan este camino, por eso llama a setenta
y dos laicos para que vayan a anunciar su llegada “después de
esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envío de dos
en dos delante de Él, a todas las ciudades y lugares a donde El
debía ir. - Les decía: la cosecha es mucha pero los obreros son
pocos. Pidan, pues, al dueño de la cosecha que mande obreros
a su cosecha. Vayan, miren que los envió como corderos entre
lobos. No lleven bolsa, ni provisiones, ni sandalias, ni se
detengan con nadie en el camino” (Lc 10, 1-4).

Es importante notar que el primer envío que hizo Cristo para


anunciar su llegada es de los laicos. También es importante notar
las condiciones que exige a los que van a llevar su mensaje.

El primer anuncio de su resurrección lo hacen unas mujeres,


laicas, que tienen el encargo de llevar a los Apóstoles este
importantísimo acontecimiento, la Resurrección del Señor.

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III. LOS LAICOS
EN PENTECOSTÉS

E n los evangelios ya no notamos detalles que se refieren


a los laicos; pero en los Hechos de los Apóstoles vemos
que el día de Pentecostés, en unión con María y los Apóstoles,
está un gran número de laicos que recibe el Espíritu Santo y
hablan a los extranjeros que fueron a ver lo que había sucedido
en la casa donde estaban reunidos los primeros discípulos.

“Cuando llegó el día de Pentecostés, todos estaban reunidos


en un mismo lugar. Y, de repente un ruido salió del cielo como
una fuerte corriente de viento y llenó toda la habitación donde
estaban. Aparecieron como unas lenguas de fuego repartiéndose
y colocándose sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos
del Espíritu Santo y comenzaron a hablar otras lenguas, según
el Espíritu les concedía hablar” (Hch 2,1-4).

El texto sagrado subraya esa forma de hablar de todos los que


habían recibido el Espíritu Santo, no solo Pedro habló en esa
ocasión, aunque por la importancia del jefe de los Apóstoles, se
reporta solo su discurso; pero todos hablaban como leemos en
el versículo ocho “¿cómo es que los oímos hablar en nuestra
propia lengua” (Hch 2, 8).

También en el versículo once se repite esta afirmación de que


los laicos que estaban allí hablaban las maravillas del Señor “y
judíos prosélitos, cretenses y árabes; los escuchamos hablando
en cada una de nuestras lenguas las grandezas de Dios” (Hch
2, 11).

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IV. LOS LAICOS EVANGELIZAN
FUERA DE SU PATRIA

M ás adelante, los Hechos de los Apóstoles nos


vuelven a presentar a los laicos en la persecución
que inicia después de la muerte de Esteban: “Saulo aprobó
la muerte de Esteban. Entonces, por aquellos días, se desató
una gran persecución sobre la Iglesia de Jerusalén. Todos
se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria, excepto
los Apóstoles.” (Hch 8, 1). “Los que se dispersaron iban
proclamando la Palabra” (Hch 8, 4).

Además de esto, en el apostolado de Pablo encontramos a


muchos laicos que lo ayudaban en la organización de las
comunidades y en el anuncio del Evangelio.

En la historia de los primeros siglos de la Iglesia, los laicos


son la gran mayoría que lleva adelante la evangelización.
Antes que Pablo llegara a Roma, ya había un gran número de
cristianos evangelizados por laicos. Su número era tan grande
que preocupó mucho al Emperador Nerón, el cual cometió el
gran crimen de incendiar la ciudad de Roma, para atribuirlo a
los cristianos. Naturalmente esto manifiesta que había muchos
cristianos que preocupaban al Emperador.

Siempre los laicos fueron la mayoría de los evangelizadores


de Europa en coordinación con los Apóstoles y sus sucesores:
muchos sufrieron el martirio.

La afirmación de las Órdenes religiosas, fruto de la decadencia


de la vida cristiana, fue sustituyendo la acción insustituible de
los laicos.

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Poco a poco fue formándose lo que ahora llamamos clericalismo
excluyente.

Los concilios que se celebraron fueron aclarando y afirmando


la doctrina auténtica del cristianismo.

V. LOS LAICOS
Y EL CONCILIO VATICANO II

F ue principalmente el Concilio Vaticano II quien dio un


gran realce a los laicos, principalmente con el Decreto
sobre el apostolado de los laicos “Apostolicam Actuositatem”
(AA).

En esta enseñanza del Concilio encontramos la finalidad que


tiene la Iglesia de anunciar el Evangelio para la salvación
de todos los hombres. La Iglesia está constituida por laicos,
religiosos y sacerdotes. En la tarea de la evangelización, que
la Iglesia debe hacer, el mayor peso, por su número, lo tienen
los laicos.

La vocación al apostolado de los laicos lo afirma claramente el


Decreto en su numeral tres: “El deber y derecho del seglar al
apostolado deriva de su misma unión con Cristo cabeza… es el
mismo Señor el que los destina al apostolado. Son consagrados
como sacerdocio real y nación santa (Cf 1Pe 2, 4-10) para
ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras, y
para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo.”
(AA 12).

Dirigiéndose a los jóvenes leemos en este mismo decreto: “Los


jóvenes ejercen en la sociedad moderna un influjo de gran
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interés. Ellos deben convertirse en los primeros e inmediatos
apóstoles, de los jóvenes, ejerciendo el apostolado entre sí,
teniendo en consideración el medio social en que viven” (AA
III, 12)

“Como los cristianos son llamados a ejercitar el apostolado


individual en diversas circunstancias de la vida, no olviden,
sin embargo, que el hombre es social por naturaleza y agrada
a Dios el que los creyentes en Cristo se reúnan en Pueblo de
Dios (Cf. 1 Pe. 2,5-10) y en un cuerpo (Cf. 1 Cor. 12,12). Por
consiguiente, el apostolado asociado de los fieles responde muy
bien a las exigencias humanas y cristianas, siendo el mismo
tiempo expresión de la comunión y de la unidad de la Iglesia
en Cristo, que dijo: «Pues donde estén dos o tres congregados
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,20)”
(AA IV, 18)

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VI. ESTUDIANDO
EL CONCILIO VATICANO II

E l curso intensivo de tres meses sobre el Concilio


que pude llevar a cabo en Rocca De Papa (Roma),
a principio del año 1971, me ayudó mucho para conocer la
enseñanza del Concilio y, de manera particular, la importancia
que tienen los laicos en la Iglesia en su tarea de evangelizar.

En la búsqueda de encontrar cómo llevar el Evangelio a través


de los laicos, la primera idea me vino visitando con un grupo
de cursillistas la ciudad de Bangkok, capital de Tailandia. Al
ver un grupo de niños y jóvenes budistas uniformados y que
andaban por la ciudad, vestidos de budistas y con la cabeza
rasurada andaban en fila indiana. Creyendo que se trataba de
seminaristas budistas, pregunté al guía si los budistas tenían
muchas vocaciones. Me contestó: éstos no serán monjes, sino
que son de familia budista que mandan a sus hijos a hacer una
fuerte experiencia religiosa.

Después vi en las calles de México jóvenes que iban de dos


en dos haciendo trabajo de convicción para hacer que otros
se hicieran mormones. Esos jóvenes antes de entrar en la
universidad, hacen uno o dos años de apostolado a tiempo
completo.

Sea en el caso de los budistas, como en el de los mormones,


pensé: ¿por qué no hacemos lo mismo nosotros los católicos?

Estando en Estados Unidos, recuperándome de un agotamiento


por el trabajo intenso en la construcción del CAM (Centro de
Animación Misional) de los combonianos, organicé el primer
envío de los laicos y los llamé Misioneros Parroquiales.
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Después de prepararlos y entregarles la biblia en una misa
dominical, los mandé a tocar puertas y a enseñar el Evangelio.
Estos misioneros se encontraron con varios protestantes que
los cuestionaban. Entonces imprimí algunas hojas para que
supieran responder sobre los puntos críticos que les presentaban
los protestantes.

VI. INICIA EN MÉXICO


EL CAMINO DE LOS LSP

L legando a México reuní esas hojas y publiqué el


librito “3 obsequios a mis hermanos protestantes”.

Animados por la respuesta de los laicos en California, inicié en


México el Centro Comboniano de Evangelización, en el edificio
que antes había construido. El P. Provincial me dio como apoyo
a dos sacerdotes: el P. Pío, que había sido Provincial antes, y
el P. Amatulli, que era director de la revista Esquila Misional.
Fue en ese tiempo cuando publiqué “3 Obsequios…” y los
casetes Gandhi,  Raoul Follereau, y Martin Luther King.

En el edificio de CAM empecé a dar cursos bíblicos, y muchas


personas concurrieron los fines de semana; a estas personas
las mandé por la ciudad a tocar puertas y llevar el mensaje de
Cristo.

A los jóvenes se les mandó a la provincia bajo la dirección del


P. Amatulli.

No queriendo los nuevos encargados de la Animación Misional


que continuáramos evangelizando desde esa casa, por sentirse
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abrumados por tanta gente que concurría a los cursos, nos
trasladamos a Iztapalapa, en donde había construido un salón
grande que, al inicio usé como capilla, y unos cuartos anexos.

El P. Amatulli se dedicó a estar con los jóvenes en varias partes


de la provincia, yo estuve allí un año y medio con un pequeño
grupo de jóvenes y con muchos adultos que llegaban los fines
de semana. Además del apostolado de evangelización en la
zona de Iztapalapa, me dedicaba a la publicación de los libros
para la evangelización.

Al P. Amatulli no le gustó que los jóvenes hablaran de los


padres directores, porque él era el único director, por eso quiso
independizarse, diciendo en un retiro que tuvieron en Acayucan,
Ver. que los que estábamos en México ya no pertenecíamos a
los Apóstoles de la Palabra y que iba a pedir al provincial otros
padres que le ayudaran desde la capital.

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VII. MISIONEROS
SERVIDORES DE LA PALABRA

P resenté el problema al grupito de jóvenes que estaba


conmigo, y le dije: que podían quedarse conmigo o
con el P. Amatulli; yo estaba dispuesto a volver a empezar.

Todos menos una muchacha, se quedaron. Entre estos, estaban


el joven Moisés y las señoritas María del Carmen Escalona y
Martha Rodríguez.

En el grupo de los adultos esta el matrimonio del Dr. Baños con


su esposa Cristina.

Éstos se quedaron conmigo, formando la primera comunidad


de los Misioneros Servidores de la Palabra, con ellos había
mucha gente evangelizada que nos ayudaba a evangelizar los
fines de semana.

Encontrándome en una clínica a donde me llevaron


urgentemente por un dolor abdominal agudo, encontré en la
biblia el nombre de nuestra nueva comunidad: “Tal como nos
lo transmitieron quienes desde el principio fueron testigos y se
hicieron Servidores de la Palabra” (Lc 1, 2).

No viendo futuro para nuestro Movimiento, fui a buscar apoyo


en un Obispo cercano a la capital.

Monseñor Samaniego Barriga, Obispo de Cuautitlán, me


acogió generosamente, pidiéndome a cambio que me hiciera
cargo de una parroquia durante un año. Después de la Pascua
de 1981 me trasladé con la pequeña comunidad de los jóvenes
que quedaban conmigo a San José el Vidrio (Edo. Mex.) con
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el nombramiento de Párroco. Allí con mucho entusiasmo y
mucha presencia de Dios, evangelizamos a la población,
construimos el altar con el retablo de mármol y unos salones
para la catequesis y los adoradores. En Magú, una población
dependiente de la parroquia, además de evangelizar a las
personas construimos la casa parroquial.

En ese año compramos un terreno de tres hectáreas en San José


Huilango para la construcción del seminario de laicos, que
luego llamamos Campo Misión.

En ese terreno el Obispo de Cuautitlán bendijo la primera


piedra el 6 de octubre de 1982.

La Providencia siempre estuvo con nosotros dándonos lo


que íbamos necesitando. Por eso el 29 de octubre de 1989, el
Delegado Apostólico, Monseñor Girolamo Prigione bendijo la
primera parte del seminario para laicos, Campo Misión.

El inicio oficial de los Laicos Servidores de la Palabra fue el 26


de marzo de 1984 con el Documento firmado por el Obispo de
Cuautitlán:

«Manuel Samaniego Barriga, por la gracia de Dios


y de la Sede Apostólica, Obispo de Cuautitlán al P.
Luis Butera, salud y paz en Nuestro Señor Jesucristo.

Después de haber estudiado las Constituciones y


seguido atentamente la experiencia apostólica de
los Servidores de la Palabra, con esta fecha damos
el primer paso para su reconocimiento oficial en
la Iglesia, erigiéndolos en «Asociación Pública
Clerical», con el nombre de «Servidores de la Palabra».
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Desde hoy, los Servidores de la Palabra se regirán
conforme a los cánones 298-320 y sus respectivas
Constituciones. Con el presente oficio, reconocemos
como fundador de esta Asociación al P. Luis Butera
y lo confirmamos como su Director, otorgándole
todas las licencias eclesiásticas para ejercer su
ministerio sacerdotal en nuestra Diócesis.

También damos reconocimiento oficial a la Casa


central (Campo Misión) que los Servidores de
la Palabra tienen en San José Huilango, México,
autorizándolos a tener su oratorio con el relativo
culto Eucarístico.

Dadas en la Residencia Episcopal de Cuautitlán, el


día 26 de marzo de 1984.

+ Manuel Samaniego Barriga Obispo de Cuautitlán.

Campo Misión fue el primer seminario para laicos: no existían


religiosos.

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VIII. ¿CÓMO SURGIERON
LOS RELIGIOSOS?

F ruto de la predicación fervorosa de los laicos surgieron


las vocaciones religiosas. Dos cosas me hicieron
tomar la decisión de iniciar la formación de los consagrados a
la vida religiosa: primero la pregunta de algunos entusiastas de
la evangelización con el fuego de la Palabra me preguntaron:
¿y si uno quiere evangelizar de esta forma para toda la vida?

Otra ocasión me la dio una religiosa que fue con un grupo


de alumnas de su colegio a un retiro de media jornada. Me
preguntó: ¿Cuántos seminaristas tiene? Le contesté: éste no es
seminario para sacerdotes, sino para formar laicos que vayan
a auxiliar a los sacerdotes en la tarea de la evangelización.
Porque los sacerdotes somos pocos y es necesario que los
laicos se lancen a evangelizar. Entonces, ella me dijo: “si usted
siendo un sacerdote tiene tantos laicos, si fueran dos tendría el
doble”. Entonces, me convencí que hay que preparar religiosas
y sacerdotes para aumentar el número de los evangelizadores
laicos. Por eso, pensé en el carisma: “Evangelizar a los
laicos para acompañarlos en la evangelización”. Esto quiere
decir que los dos Institutos, que hoy tenemos, surgieron para
potenciar el número de los evangelizadores laicos.

Muchas veces me pregunto: ¿estos Institutos están cumpliendo


con la finalidad que me propuse?

Yo creo que los sacerdotes y las religiosas tenemos muchas


deudas con los laicos; por eso no hay crecimiento espiritual
entre los consagrados y en el apostolado de los laicos. Esto
es para reflexionar seriamente sobre la finalidad de los dos
Institutos.
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Si queremos crecer ante la mirada de Dios, debemos volver a
lo que Dios quiso al sugerirme la fundación de estas dos ramas.
La eficacia de la Palabra de Dios nos invita a una conversión
de principios, y responder al Señor con humildad, generosidad
y valentía.

Por otra parte, los Laicos Servidores de la Palabra deben


comprender el por qué Dios hizo esta familia y la situación
histórica en que hoy nos encontramos.

IX. RESPONSABILIDAD ACTUAL


DE LOS LAICOS

E n todo el mundo escasean las vocaciones sacerdotales


y religiosas: signo evidente de que los laicos tienen
que tomar con valentía y fe la responsabilidad de llevar el
mensaje de salvación a los hombres.

Esta es su hora, la hora de los laicos.

Su crecimiento en el camino hacia la Patria depende de su


entrega al anuncio de la Palabra que ilumina y da fuerza para
que otros avancen sin desviarse de este único Camino.

Que sean hombres y mujeres que tienen vivo el deseo de ser


santos (están encaminados a la Patria de los santos). Para eso
hace falta la austeridad que exige Cristo a los laicos (Cf Hch
10, 1-5), humildad, generosidad y oración.

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