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La historia beneficia a los vencedores

Introducción:

La historia, que conocemos superficialmente, nos ha sido suministrada por manos de


historiadores e intelectuales que se han entregado a la tarea de ahondar en los
acontecimientos pasados, por medio de una tradición escrita debida a la invención de la
escritura, pero más esencialmente por la invención de la imprenta. Sin embargo, es evidente
que acerca de algunos sucesos poseemos apenas retazos o pequeños fragmentos a veces
incompletos, mientras que, por el contrario, poseemos información vasta y profunda acerca
de otros; esto deja al descubierto una supremacía histórica. Los datos que se transmiten con
ahínco, que son dignos de generar emociones y a los cuales es fácil acceder, conforman la
historia de los triunfantes, de quienes lograron una victoria sin importar el medio o las
consecuencias fatales que conllevaron en su momento.

A lo largo de la historia y en la actualidad se ha destacado la turbulencia de sentimientos


que inspiran quienes vencen en un campo determinado. Dichos vencedores se presentan
frente al resto de la población con un sentimiento arraigado de superioridad y grandeza,
además de cierta sensación de satisfacción y placer en su máximo esplendor. Por otro lado,
quienes desempeñan el papel de espectadores pasivos o activos, sienten despertarse en su
fuero interno sentimientos de admiración, inquietud, tristeza, asombro o alegría
dependiendo el triunfo al cual ensalzan, y al estar tan estupefactos y absortos en torno al
vencedor se olvidan de los vencidos, quienes no suscitan sentimiento alguno y son
olvidados, aunque sus aportes hayan sido sustanciosos.

En la recopilación de hechos históricos siempre predominan aquellos de los vencedores, y


son olvidados o recordados con mediocridad los relatos de los vencidos, pues no merecen
ni su compasión, pues quienes son proclamados vencedores no sienten la necesidad de
hablar sobre los vencidos, mucho menos para adularlos, están muy ocupados en su castillo
hegemónico como para hablar sobre los logros, alcances o esfuerzos de los vencidos.
A manera de ejemplo, es conveniente traer a colación la consideración acerca de que los
romanos civilizaron Galia, que fueron ellos quienes introdujeron el arte, el pensamiento y la
filosofía en esta civilización, y todo esto claramente fundamentado en que César asesinó a
la totalidad de sus habitantes, y son, por ende, los romanos los vencedores.

La historia se comporta pues, como un proceso darwiniano, donde predomina una especie
de selección, que, aunque no es de carácter natural está determinada por ciertos factores
mundanos como el éxito en una empresa, el triunfo sobre otros y la supremacía ejercida. De
esta manera sobreviven en el tiempo los vencedores, así como en el proceso darwiniano
sobreviven los fuertes, los que se adaptan al cambio y a las diversas circunstancias.

II

Como los vencedores son quienes ejercen la supremacía histórica, los documentos y
compilaciones proceden de ellos, es decir, de los poderosos. Así, cuando deciden dedicar
algunas palabras acerca de los vencidos lo hacen de manera superficial, irreal o falsa.
Retomando el ejemplo del argumento anterior sobre la civilización Galia para ilustrar lo
dicho, prueba suficientemente que dichos indicios son falsos.

Sin embargo, por César sabemos que los estudios en Galia duraban 20 años y consistían en
aprender de memoria diversos poemas, en especial a la divinidad y al universo; un
conocimiento amplio, al que ni la poesía latina, a pesar de Lucrecio, logra alcanzar. Pero,
como fueron los druidas los vencidos, no merecían más palabras por parte de los romanos,
y poco se sabe entonces, de ellos.

Según lo anterior, la historia es un conjunto de relatos realizados por los asesinos, y esto
acarrea inevitablemente un principio de falsa grandeza. En la educación de los niños y
jóvenes se ve glorificada esta falsa grandeza, cuando, por ejemplo, en las clases de
literatura se alaba el orgullo y la vanidad, y en las de historia se alaba la presunción de estos
hechos criminales; por consiguiente, el joven que en la flor de su adolescencia se siente
extraviado, vagabundo, errabundo y sediento de grandeza no sabrá discernir entre el bien y
el mal, lo verdadero y lo falso, y optará por la grandeza criminal, y esto, claramente, no es
culpa suya.
En esta línea de ideas, desembocamos en la consideración de que son los poderosos,
quienes además de suministrar la historia, establecen las concepciones de grandeza, y según
estos criterios, qué es lo verdaderamente grande. Quienes saben utilizar habilidosamente la
pluma contribuyen a extender este panorama en el cual se encuentran inmersos multitud de
jóvenes, inclusive lo estuvo el joven Hitler, donde se aprende a ensalzar el mal.

III

Como son los vencedores y los poderosos quienes establecen diferentes concepciones, de
igual manera, establecen la concepción de un orden justo, generada por sus victorias y que
está argumentada por una relación amo-esclavo, en la cual la condición de servidumbre es
la más justa y adecuada; y esto, a su vez, pertenece al pensamiento de Aristóteles. Quien
elabora una apología de la esclavitud, en este caso Aristóteles, no ama, por ende, la justicia.

Por su parte, Tomás de Aquino considera a Aristóteles como la autoridad suprema en lo


relacionado a temáticas de estudio, siendo su pensamiento, muy influenciado por el
aristotelismo, a pesar de que no estuviera de acuerdo con su argumentación a favor de la
esclavitud.

El cristianismo contemporáneo conserva tintes del pensamiento tomista, y, por ende,


también aristotélico; entonces, aunque rechacemos la consigna de la esclavitud, nos vemos
arrastrados hacia ella por nuestra ignorancia. De acuerdo con lo anterior, las
transformaciones y concepciones realizadas por los poderosos y vencedores se arraigan en
el tiempo y en la historia.

El cristianismo sufrió una transformación profunda cuando fue declarada la religión oficial
del imperio romano, en el cual se reconoció a Dios como un doble del emperador. Jehová
en textos anteriores maneja una relación de amo y esclavo con los hebreos, cuando los sacó
de manos del faraón y lo sustituyó en su labor. Tal disposición coincide con los ideales e
inteligencia de los romanos, entre quienes la esclavitud había degradado todas las
relaciones humanas hasta tal punto que el emperador, a partir de Augusto, era el propietario
de todos los ciudadanos del imperio: sus esclavos. Como todo esto constituía una atmósfera
natural, los soberanos romanos no tenían nada que decir cuando alguien afirmaba ser su
propietario y reafirmaba su resolución a través de las armas.

Conclusión:

A lo largo de la historia, los vencedores han suscitado entre la humanidad variedad de


sentimientos, dejando en el olvido total a los vencidos, por quienes, en la mayoría de los
casos, no se siente ni compasión a pesar de sus logros y de quienes no se hallará registro
alguno, puesto que los vencedores no sienten la necesidad de hablar sobre ellos. Así, la
historia se muestra ante nuestros ojos como un proceso darwiniano, en el cual logran
perdurar en el tiempo los relatos y los acontecimientos donde los vencedores son los
protagonistas.

Además, como los documentos son suministrados por los poderosos, vencedores y quienes
son hábiles para el uso de la pluma, diferentes concepciones y transformaciones son
impulsadas con ímpetu por ellos. Es un conjunto de historial criminal que se erige como
una falsa grandeza, que penetra en la educación, acarreando que el joven opte por dicha
grandeza.

Por añadidura, determinan también el orden justo, acondicionado por sus victorias, y que se
levanta sobre una relación de esclavitud, donde ellos resaltan como los amos. Las
concepciones, transformación y el establecimiento del orden justo se han mantenido en el
tiempo, influenciando la vida humana de occidente.

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