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Nuestro cerebro es el órgano más complejo que tenemos, este interviene en todas las

funciones y tareas que realizamos al cabo de nuestra existencia y hace que nos
mantengamos con vida.
Muchas veces este es concebido como una herramienta maravillosa que es útil para
conocer el universo, sin embargo, este nos engaña continuamente y no nos permite
concebir la verdadera realidad del mundo. Es por ello que nos preguntamos, ¿es el
cerebro una chapuza o una máquina perfecta?
Comenzamos definiendo el cerebro como el órgano más importante del sistema
nervioso, el más grande del encéfalo. Está dividido en dos hemisferios y varios lóbulos
que controlan todas las funciones del cuerpo (conscientes e inconscientes). Contiene
entre 15 y 33 billones de neuronas que transmiten información de manera continua unas
a otras. Normalmente este está situado en la parte interna del cráneo (en los animales
vertebrados).
Tendríamos motivos de considerarlo una chapuza debido a todos los engaños a los que
somos sometidos por él. En primer lugar, hemos visto como influyen todo tipos de
factores que hacen que percibamos de una manera u otra la realidad, el tiempo, la
percepción, los estímulos que recibimos, nuestras emociones y experiencias… Todo
esto hace que no seamos capaces de tener un concepto real de aquello que nos rodea.
Aunque pensemos que si hemos visto como todo lo que sucede es tal y como sucede, en
realidad no son más que posibilidades que crea nuestro cerebro para intentar tener el
control de la situación.
Gary Marcus, psicólogo de la Universidad de Nueva York defiende que debido a la
complejidad que tiene nuestro cerebro tiene problemas, que al ser producto de la
evolución este no puede mirar hacia delante y plantearse cuál es la mejor manera de
hacer algo. La evolución no es planeada, ni sigue ningún diseño, a nuestro cerebro le
queda mucho para ser perfecto, y si este fuese reestablecido y rediseñado consiguiendo
el cerebro ideal, muchas funciones cambiarían y serían distintas.
Por otro lado, nuestro cerebro tiene una resistencia a la creencia de que se haya podido
confundir, haciendo pensar que hemos tomado la decisión correcta. Tom Philips, en su
obra “Humanos” nos explica como existe algo llamado sesgo de selección-apoyo, que
hace que una vez hayamos elegido una cierta línea de actuación nos aferremos a esa
idea pensando que es correcta y buscando argumentos que apoyen nuestra decisión,
ignorando los que la evidencian. “Seleccionamos aquellos hechos que respaldan y
desechamos los que no”, defiende Tom.
Nuestro cerebro tiene varias imperfecciones como que edita recuerdos cambiando así el
contenido, que se obsesiona con lo negativo creándonos así emociones angustiantes y
haciéndonos sentir de mala manera, crea ilusiones ópticas intentando procesar
información cuando carece de datos suficientes como para formar una respuesta, y que
no siempre funciona de igual manera ya que tiene picos de actividad durante el día,
siendo capaz de asimilar de mejor manera durante las primeras horas de la noche las
tareas mentales, mientras que durante las primeras horas de la mañana puede adaptarse
mejor a sucesos que provocan estrés.
David Hume, filósofo edimburgués, explicó como nuestra mente funcionaba en cierta
manera a partir de crear una supuesta “conexión necesaria” en base a la relación de
causa-efecto, haciéndonos así supuestamente capaces de anticipar el efecto de una
causa, sin embargo, debido a su criterio de verdad donde toda aquella idea tiene que
responder ante una impresión, descarta que está conexión sea verdadera, es decir, es una
creencia, no es real. Aún así declara la necesidad de esta conexión necesaria creada por
nuestro cerebro, ya que la necesitamos para vivir. Es por ello que no podemos confirmar
que el cerebro sea una chapuza formada a base de casualidades.
Empezando por el hecho de que la finalidad de nuestro cerebro es que existamos, este
hace todo tipo de acciones para nuestra supervivencia. Todo aquello que hemos dicho
reivindicando que este es una chapuza puede ser contraargumentado debido a que
aquello que le hace ser imperfecto nos ayuda en nuestra tarea de vivir. Es capaz de
hallar similitudes creando patrones que nos ayuda a seguir con vida y aunque esto en
alguna ocasión pueda crear patrones falsos, sin esta capacidad no hubiéramos sido
capaces de estar donde estamos, ni siquiera sabemos si seguiríamos existiendo como
especie.
Hemos comentado como nuestras emociones pueden hacer que percibamos algo de una
manera u otra, pero esta nos ayuda a crear una respuesta rápida a ciertos estímulos.
Francisco Mora, licenciado y doctor en medicina por la Universidad de Granada,
explica como las emociones trabajan para funciones relacionadas con la flexibilidad de
las respuestas de conducta. Gracias a sentimientos, como por ejemplo el miedo, nuestro
cuerpo es capaz de ponerse en estado de alerta y reaccionar antes, ahorrando así tiempo.
También somos capaces de interpretar esas emociones en los demás permitiéndonos
saber que sienten y así relacionarnos mejor con ellos.
Otra de las capacidades que demuestran que el cerebro no es una chapuza es el enfoque
que este puede mantener aislando estímulos externos y concentrándonos en los que son
de nuestro interés, dejándonos trabajar en aquella tarea que tengamos gracias a esta
concentración.
El hipotálamo (sección de nuestro cerebro), nos permite regular nuestra temperatura
corporal haciéndote sudar cuando hace mucho calor o temblar cuando hace frío.
También, en situaciones donde sufrimos una infección de cualquier virus o bacteria que
nos está atacando, este eleva la temperatura produciendo una fiebre para defenderse de
aquel que le ataca.
Cabe destacar que el cerebro es el único órgano que intenta explicarse a sí mismo, todo
lo que hacemos lo podemos realizar por él. El neurólogo Santiago Saferstein, uno de los
más reputados a nivel mundial, explica como al ser un órgano flexible y adaptativo
dispone de una neuroplasticidad que permitir que las neuronas se reorganicen y formen
nuevas conexiones, ajustándose a sus actividades en respuestas a los cambios en su
entorno, lo que nos ha llevado a evolucionar y adaptarnos a lo largo del tiempo más allá
de lo predeterminado genéticamente.
Hemos visto la cantidad de funciones y cosas en las que el cerebro participa tanto
inconscientemente como consciente y en su totalidad o parcialidad. También hemos
visto lo imprescindible que es ya no solo para que existamos, si no para permanecer con
esa existencia a lo largo del transcurso del tiempo. Esto nos lleva a rechazar la primera
propuesta planteada y esto último dicho nos podría llevar a plantear si es una máquina
perfecta.
Nuestro cerebro es una máquina compleja que, a pesar de su tamaño más reducido con
respecto a las demás partes del cuerpo humano, dota de una inteligencia absoluta. César
Augusto, neurólogo del instituto Nacional de Colombia, expresa que el cerebro junto a
la médula espinal forma el Sistema Nervioso Central, que hace funcionar al resto de
nuestro organismo y controla todas nuestras capacidades mediante la interpretación de
estímulos externos. Esto es gracias a la composición por lóbulos, que consigue
especializar sus funciones respecto a el área en la que esté situado y conectarse así con
cualquier órgano del cuerpo, lo que facilita la conexión entre el sistema nervioso y los
últimos nombrados.
Existen motivos en abundancia que apoyan la perfección del cerebro humano, como que
la mayoría de decisiones que tomamos no lo hacemos conscientemente, ya que el 95%
de estas son por parte del subconsciente, lo que significa que el cerebro de manera
automática hace balance de las distintas opciones y obtiene una respuesta sin que “tú
mismo” te enteres o como que se considera que la capacidad de almacenamiento del
cerebro es prácticamente ilimitada, que cada neurona se conecta con más o menos otras
40.000 neuronas. Incluso se ha demostrado que en varios pacientes ha sido extirpado un
hemisferio y el restante seguía formando conexiones con la mitad que ya no estaba. Esta
investigación del Instituto Tecnológico de California en Estados Unidos, comprobó que
es posible mantener y/o recuperar el lenguaje y las habilidades de pensamiento.
Viendo lo complejo que es y todas las capacidades y funciones que tiene, por las cuales
seguimos vivos tanto como individuos como especie, llegaríamos a pensar que sí es una
máquina perfecta, sin embargo, anteriormente hemos visto la cantidad de
imperfecciones y “fallos” que este tiene, añadiendo que nos engaña haciendo ver que
vivimos una realidad que no vivimos dejando ser afectado por ciertos factores tanto
internos como externos.
El investigador y médico cirujano Eduardo Calixto, declara en su libro “el perfecto
cerebro imperfecto” que el cerebro siempre busca tener la razón, es por ello que cada
vez que discutimos con otro individuo, tenemos que decidir entre tener razón o estar
bien, es decir, que prefiere ser feliz antes de ser perfecto. Hemos visto como nuestro
propio cerebro no recuerda de manera exacta lo que pasó, ya que modifica los
recuerdos, Eduardo expone que cuanto más pensamos algo, más lo cambiamos de como
era al principio, como los problemas, que cuanto más pensamos en uno mas lo
cambiamos hasta generar una realidad alterna donde ese no es el verdadero problema.
Esto último hace que no veamos ese problema de la misma manera, lo amplifiquemos o
que nos equivoquemos solo por modificarlo más.
Una vez visto lo anterior, volveremos a nuestra incógnita planteada al principio. Es
entonces el cerebro una chapuza o una máquina perfecta. Pues bien, dependerá de la
utilidad que creas que tenga esa máquina. ¿Es el cerebro para descubrir y ampliar
aquello que conocemos, para contemplar la realidad que se halla frente a nuestros ojos,
o es simplemente para mantenernos vivos y dirigir nuestro cuerpo, para hacer que
sigamos respirando y habitando en este mundo? Si bien seria extraordinario que pudiera
concebir la realidad tal y como es, que consiguiera descubrir las cosas como son y no
interferir imaginando la mitad de estas, la función fundamental del cerebro es la de que
nosotros seamos y estemos. Es por eso que hace ciertas cosas como engañarnos
creyendo que percibimos todo a nuestro alrededor cuando no es así, cuando la mayoría
de cosas son simples posibilidades de lo que está aconteciendo, para que sepamos como
actuar y poder dar respuesta en caso de que se necesite a los estímulos supuestamente
recibidos.
En suma de lo expuesto, en el supuesto caso de que algo perfecto exista, el cerebro sería
una máquina perfecta, óptima, que cumple su función real de sobrevivir y dirigir nuestro
cuerpo, permitiéndonos estar y durar.

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