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Líneas de Espiritualidad en el Movimiento de Retiros Parroquiales Juan XXIII

Por: P. Jose Dimas Soberal, Director Espiritual internacional

1- EL SOPLO DEL ESPÍRITU

La historia de la Iglesia es una sucesión de intervenciones del Espíritu Santo en el interior de las
almas y en manifestaciones externas de la “fuerza de salvación” para toda persona. Estas
manifestaciones irrumpen a veces en convocatorias evangelizadoras marcando etapas de la vida de
la Iglesia. ¿Cómo olvidar la vida eremítica y la monacal, el franciscanismo, los Cursillos de
Cristiandad, etc. y, en nuestros días y países, el Movimiento de Retiros de Juan XXIII? Con razón
profesamos: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida…”. En estos apuntes pretendemos
humildemente ofrecer una breve reflexión sobre la espiritualidad de este Movimiento.

Los Retiros Parroquiales del Movimiento Juan XXIII, nacieron en el fin de semana del 13 al 15 de
julio de 1973. Las Casas de Retiro no acogieron su proyecto inicial, porque se trataba de algo
desconocido y sin precedentes. Se ofreció el primero en un rancho utilizado para la venta de
alimentos de aves. Participaron veinticinco personas jóvenes. Estos Retiros Parroquiales surgieron
al amparo de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en el Bo. Sabana Hoyos de Arecibo.

Es largo el camino de su expansión desde entonces, dentro y fuera de Puerto Rico.

El Retiro de Juan XXIII está pensado como un proceso de evangelización para acoger a las ovejas
descarriadas del redil; para buscar a los marginados de la sociedad y a los enredados en las cadenas
de los vicios, del materialismo y del hedonismo. Ellos son hijos amados de Dios y son dignos de
misericordia: “Tengo otras ovejas que no son de este redil… también a ésas las tengo que conducir
y escucharán mi voz…” (Jn. 10, 15.16).

Los laicos que acuden se caracterizan, en líneas generales, por haber estado alejados, al margen de
la vida eclesial. No se investiga, ni se cuestiona la razón por la cual se han marchado de la Iglesia, o
se encuentran viviendo al margen de la ley cristiana. Ellos son invitados, de ordinario, por alguien
que ha vivido la misma experiencia; y se renueva el diálogo de Jesús a la pregunta de Juan y
Andrés: “Maestro, ¿dónde vives? Vengan y lo verán.” Fueron, pasaron la noche y al otro día se
encontraron con Pedro y Santiago y les contaron: “Hemos visto al Mesías” (Cfr. Jn. 1, 38-41).

En el proceso del Retiro se desarrollan los fundamentos bíblicos en todo el mensaje kerigmático y la
llamada a la conversión.

El Retiro es un resumen del Kerigma. Concebido en tres esquemas fundamentales: primero un


encuentro con uno mismo; segundo un encuentro con Dios (la conversión) y, después, un encuentro
con los hermanos. Las pláticas, charlas o temas se ofrecen acompañadas de testimonios personales.

2- MARCO HISTORICO

En la década de los ’70 el mundo registraba cambios profundos y acelerados que incidían
fuertemente sobre los juicios, deseos individuales y colectivos de los hombres, sobre sus modos de
pensar y comportamientos (Cfr. GS, 4b). En Puerto Rico se pasaba de una sociedad eminentemente
agrícola a la industrialización e irrumpía la era de las comunicaciones. Las familias abandonaban el
campo para buscar otras fuentes de empleos en las fábricas, empleadoras especialmente de mano
femenina. Se construían nuevas vías de comunicación. La radio y la televisión se afianzaban con
fuerza avasalladora.
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En la Iglesia reinaban los aires frescos del Concilio Vaticano II. En el Decreto sobre el Apostolado
de los Seglares se había pedido “un apostolado seglar mucho más intenso y más amplio cuya
urgencia es hoy mayor” (AA, 1, b). La “prueba de esta múltiple y urgente necesidad es la acción
manifiesta del Espíritu Santo que da hoy a los seglares una conciencia cada día más clara de su
propia responsabilidad y los impulsa por todas partes al servicio de Cristo y de la Iglesia” (AA, 1,
c).

La Diócesis de Arecibo, eregida en 1960, había generado una pastoral evangelizadora en


consonancia con las líneas del Concilio Vaticano II. Los Cursillos de Cristiandad, la Legión de
María y otras iniciativas apostólicas habían encontrado terreno apto y acogida eclesial.

- PROCESO GESTATIVO

La iniciativa de los Retiros de Juan XXIII se maduró aproximadamente en el curso de dos o tres
años. No brotó como un movimiento espontáneo, ni carismático, o consecuencia de una ocasional
experiencia religiosa o apostólica. Tampoco nació en un escritorio como fruto de la reflexión
teológica de un sacerdote estudioso o un pastor solícito. La primera diligencia, con el permiso del
párroco, fué visitar a la gente e invitarla a participar en la vida cristiana de la parroquia. Esta
campaña misionera no obtuvo los resultados esperados. Luego se realizaron varios retiros de un
día. Aunque la gente respondió, no hubo el tiempo suficiente para atender a los serios problemas
espirituales que afectaban la vida de las personas participantes.

Se percibió la necesidad de un retiro más amplio con una dinámica intensa que proveyera los
espacios y provocara el encuentro con uno mismo, la reconciliación con Dios y con los hermanos,
para asentar la vida de gracia antes de la salida del retiro. Aglutinar los componentes necesarios y
fuertes para crear un clima de conversión y realizar la primera evangelización de los retiristas, fue
todo un proceso.

4- VOCACION CRISTIANA

Dios llama a todos los hombres a participar de la vida cristiana. Es la vocación común que nació en
el Bautismo y se consolidó en la Confirmación.

“Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y
a la perfección de la caridad”; “todos los fieles están invitados y deben tender a la santidad y a la
perfección en el propio estado” (CL, 16 d).

Dentro de la vocación cristiana los seglares están llamados a lograr su santidad y ejercitar su
apostolado en el mundo (AA, 2). El derecho y el deber del seglar al apostolado proceden de su
unión con Cristo y de unos dones muy particulares que el Espíritu Santo distribuye a cada uno.

“Laicos son los fieles que buscan el reino de Dios, tratando las realidades temporales y
ordenándolas según Dios” (CL., 9b). Los fieles laicos participan, según el modo que les es propio,
en el triple oficio –sacerdotal, profético y real- de Jesucristo (Ib. 14b). Esta participación tiene su
raíz primera en la unción bautismal y su desarrollo en la confirmación y su cumplimiento y
dinámica en la Eucaristía (Ib. 14i). Para la transformación del mundo en una sociedad mejor, los
laicos necesitan la gracia de Dios. “Solo con la fidelidad a la gracia es posible abrir en el mundo los
caminos de la gracia, en el cumplimiento de los propios deberes familiares, especialmente en la
educación de los hijos; en el propio trabajo; en el servicio a la sociedad, en todos los niveles y en
todas las formas de compromiso a favor de la justicia, el amor y la paz” (Juan Pablo II, Diccionario
de Teología y Espiritualidad, 2007).

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5- ESPIRITUALIDAD CRISTIANA

Toda espiritualidad cristiana es seguimiento de Cristo y, como tal, es una. Sin embargo la


espiritualidad cristiana es vivida por diferentes personas, en lugares, momentos y modos
diversos. El Papa Juan Pablo II habla de esta diversidad en los siguientes términos: “La rica
variedad de la Iglesia encuentra su ulterior manifestación dentro de cada uno de los estados de
vida. Así dentro del estado de vida laical se dan diversas “vocaciones” o sea, diversos caminos
espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los laicos” (CL, 56). La participación en esa
novedad de vida, que pasa inevitablemente por la cruz, implica una vida de amor entregada en la fe
y en la esperanza; anima toda la vida, y no sólo la interioridad, según el Espíritu. Las obras,
oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el reposo
espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se
sobrellevan con fe, se transforman en vida espiritual.

La espiritualidad del laico se basa en el acontecimiento con que Cristo lo hace suyo, lo anima con
su espíritu, lo abre a la fe, a la esperanza y a la caridad y lo envía al mundo como presencia de la
Iglesia en las realidades de los hombres (NDE, Paulinas, Madrid, 1979, Pág. 800, n. 4).

El proceso de transformación de algunas personas es líneal, sin grandes saltos porque se han criado
dentro de la corriente evangelizadora. Aquellos, que por diversas razones se han quedado al margen
y fuera de la Iglesia, de pronto, viven momentos significativos que suelen llamarse “encuentros de
conversión”. En ese encuentro se da un salto decisivo que impone la entrega incondicional. Dios se
sirve de todo para llevarnos a la conversión. El Movimiento de Retiros de Juan XXIII se entronca
mayormente en este “momento de gracia”: Oir la voz de Cristo; reconocer su amor, entregarse,
dejarse curar por El, experimentar su gracia y la invitación a seguirlo.

7- DETALLES DE ESPIRITUALIDAD

En primer lugar se trata de una espiritualidad básica de laicos, que necesitan un largo y fuerte
proceso de formación. Los Retiristas, en su inmensa mayoría, proceden de vidas alejadas de la
Iglesia y comienzan a profundizar “ la experiencia de su Retiro y a comunicarla a los amigos, a los
familiares”.

Se trata de una espiritualidad de la pobreza de espíritu, de los pobres de Yahveh para quienes
Jesús tiene su inmensa misericordia.  La espiritualidad de quienes necesitan ser iniciados en los
misterios de la salvación y guiados por los caminos del Señor (Mt. 9, 12).

Los Retiristas proceden, en la mayoría de los casos, de haber vivido al margen de las fuentes
cristianas. Tal vez han sido ricos en la vida material del mundo, pero han abundado más en el
campo de los vicios; son pobres en el ámbito de los valores del espíritu. Necesitan la espiritualidad
de los niños, de los sencillos, de los pobres. “Gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a
gente sencilla y humilde…..” (Mt. 11, 25) “Son amados de Dios en su pobreza”. Las
bienaventuranzas comienzan por los pobres: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de
ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5, 3). Los pobres nos evangelizan… “Si quieres seguirme, vende
lo que tienes, da a los pobres y luego ven y sígueme…” (Mt. 19, 21). El mismo Mateo dejó todo
para seguir a Jesús (Mt. 9, 9).

Los Retiristas se caracterizan por su disponibilidad, entusiasmo y confianza junto con grandes
deseos de progresar.  Viven hambrientos de la Palabra de Dios: “No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4) y con ilusión de hacer algo por sus
semejantes, como los cristianos de la comunidad primitiva (Cfr. Hc. 2, 47).
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Desean dar gratis, lo que gratis han recibido. Se presentan con grandes inclinaciones para el
apostolado social porque ven cumplirse en ellos las palabras de Jesús, recogidas en el evangelio de
Mateo: “Vengan, benditos de mi Padre, al cielo que les tengo preparado, porque tuve hambre y me
dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estuve desnudo y me vistieron; preso, enfermo y
me fueron a ver… Cada vez que lo hicieron con uno de estos míos más pequeños, conmigo lo
hicieron…” (Cfr. Mt. 25, 34ss).

Se sienten como los enviados por Juan que regresaron con el mensaje de Jesús: “Vayan y digan a
Juan lo que han visto y oído…” (Lc.7, 22ss). Los sanados por Jesús volvían a sus casas alabando y
glorificando a Dios (Lc.8 39), como el leproso curado que tanto habló que la gente acudía de todas
partes buscando a Jesús (Mc. 1, 45).

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