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Tema 2: Ética y moral

Ética y moral

De la misma manera que, estando estrechamente vinculados, no se identifican los


problemas teóricos morales con los problemas prácticos, tampoco pueden confundirse
la ética y la moral. La ética no crea la moral, aunque es cierto que toda moral efectiva
supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que, en una
comunidad dada, establece esos principios, o normas. La ética se encuentra con una
experiencia histórica social en el terreno de la moral, o sea, con una serie de morales
efectivas ya dadas, y partiendo de ella trata de establecer la esencia de la moral, su
origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, la fuente de la valoración
moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los criterios de justificación de
dichos juicios, y el principio que rige el cambio y sucesión de diferentes sistemas
morales.

La ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad, o


sea, es ciencia de una forma específica de conducta humana.

En nuestra definición se subraya, en primer lugar, el carácter científico de esta disciplina;


o sea, se responde a la necesidad de un tratamiento científico de los problemas morales,
de acuerdo con este tratamiento, la ética se ocupa de un objeto propio: el sector de la
realidad humana que llamamos moral constituido –como ya hemos señalado – por un
tipo peculiar de hechos o actos humanos. Como ciencia, la ética parte de cierto tipo de
hechos tratando de descubrir sus principios generales. En este sentido, aunque parte
de datos empíricos, o sea, de la experiencia de un comportamiento moral efectivo, no
puede mantenerse al nivel de una simple descripción o registro de ellos, sino que los
trasciende con sus conceptos, hipótesis y teorías. En cuanto conocimiento científico, la
ética ha de aspirar a la racionalidad y objetividad más plena, y a la vez ha de
proporcionales conocimientos sistemáticos, metódicos y hasta donde sea posible,
verificables.

Ciertamente, este tratamiento científico de los problemas morales dista mucho todavía
de ser satisfactorio y de las dificultades para alcanzarlo siguen beneficiándose todavía
las éticas especulativas tradicionales, las cuales son de inspiración positivista.

La ética es la ciencia de la norma, es decir, de una esfera de conducta humana. No hay


que confundir la teoría de su objeto: el mundo moral, las preposiciones de la ética deben
tener el mismo rigor; coherencia y fundamentación de las proposiciones científicas. En
cambio, los principios, las normas o juicios no tienen un carácter científico, sino que son
incompatibles con los conocimientos que aportan las ciencias naturales y sociales. Por
ello, podemos afirmar que si cabe hablar de una ética científica no puede decirse lo
mismo de la moral. No hay una moral científica, pero si hay –o puede haber- un
conocimiento de la moral que pueda ser científico. Aquí como en otras ciencias lo
científico radica en el método, en el tratamiento del objeto y no en el objeto mismo. De
la misma manera, puede decirse que el mundo físico no es científico

Aunque sí lo es su tratamiento o estudio de él por la ciencia física, pero si no hay una


moral científica de por sí puede darse una moral compatible con los conocimientos
científicos acerca del hombre, de la sociedad y, en particular: acerca de la conducta
humana y moral. Y es aquí donde la ética puede servir para fundamentar una moral, sin
ella por sí misma normativa o prescriptiva. La moral no es ciencia, sino objeto de la
ciencia, y en ese sentido es estudiada, investigada por ella. La ética no es la moral, y
por ello no puede reducirse a un conjunto de norma y prescripciones; su misión es
explicar la moral efectiva y, en este sentido, puede influir en la moral misma.

Su objeto de estudio lo constituye un tipo de acto humano; los actos conscientes y


voluntarios de los individuos que afectan a otros, determinados grupos sociales o a la
sociedad a su conjunto.

Ética y moral se relaciona, pues, en la definición antes dada, como una ciencia
específica y su objeto, una y otra palabra mantienen así una relación que no tenían
propiamente en sus orígenes etimológicos. Ciertamente, moral procede del latín mes o
mores, “costumbres” o “costumbres” en el sentido del conjunto de normas o reglas
adquiridos por hábitos.

La moral tiene que ver así con el comportamiento adquirido, o modo de ser conquistado
por el hombre. Ética proviene del griego ethos que significa análogamente “modo de
ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirido o conquistada por el hombre,
así pues, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre” hacen hincapié en un
modo de conducta que no responde a una disciplina natural, sino que es adquirido o
conquistado por habito. Y justamente, esa no es naturalidad del modo de ser del hombre
es lo que, en la antigüedad le da su dimensión moral.

Veamos, pues, que el significado etimológico de moral y de ética no nos dan el


significado actual de ambos términos, pero si nos instalan en el terreno específicamente
humano en el que se hace posible y se funda el comportamiento moral; lo humano como
lo adquirido o conquistado por el hombre sobre lo que hay en él de pura naturaleza. El
comportamiento moral sólo lo es del hombre en cuanto que sobre su propia naturaleza
crea esta segunda naturaleza de la que forma parte su actividad moral.

Teorías éticas

Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:
 Éticas teleológicas

 Éticas deontológicas

 Éticas dialógicas

 Éticas teleológicas

Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una
finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la
consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que hacemos
los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo que
perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena consiste en
hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien máximo. Las
normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de la felicidad
humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la felicidad”.

 Éticas deontológicas

Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber:
es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el
realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de un
premio, placer…).

o Los defensores de esta concepción han criticado de modo radical a las éticas
teleológicas por su carácter heterónomo:

o «Heteronomía» significa recibir de otro la ley. Desde un punto de vista moral


con este concepto se alude a que la norma moral se recibe de una instancia
distinta de la persona misma: yo acato una norma moral que, aunque pueda
encontrarla en mí, procede de algo externo, ya sea la sociedad con sus
normas y costumbres, la religión con sus creencias y dogmas o la propia
naturaleza con sus instintos e inclinaciones. En todos estos casos es la moral
heterónoma porque su fuente no es el propio individuo.

o Frente a la heteronomía está la «autonomía moral»: la norma moral no sólo la


encuentro e n mí, sino que además procede de mí: yo me doy a mí mismo
mi propia norma moral estableciéndola desde mi racionalidad: el origen y
fundamento de la norma moral reside en la razón (práctica). Los defensores
de la autonomía moral suponen que e l ser humano sólo adquiere dignidad
cuando se sustrae al orden natural y es capaz de dictarse a sí mismo sus
propias leyes, cuando es legislador autónomo, cuando las normas nacen de
sí mismo, cuando al obedecer, se obedece a sí mismo.

 Éticas dialógicas
Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un
acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre
personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la
comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en las
normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber
argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.

En las éticas dialógicas el hombre moralmente bueno es aquel que se halla


dispuesto a resolver las situaciones de conflicto mediante un discurso argumentado,
un diálogo encaminado a lograr un consenso y se haya dispuesto asimismo a
comportarse como se haya decidido en ese consenso.

Valores morales y no morales

Los objetos valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua, o una planta
silvestre) o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las cosas útiles o las obras
de arte) Pero, de estos dos tipos de objeto no cabe decir que sean buenos desde un punto
de vista moral; los valores que encarnan o realizan son, en distinto casos, los de la utilidad,
o la belleza, a veces suele hablarse de la “bondad” de dichos objetos y, con este motivo, se
emplean expresiones como la siguiente: “esté es un buen reloj”, “el agua que estamos
bebiendo ahora es buena” “X ha escrito un buen poema” etc. Pero el uso de “bueno” en
semejantes expresiones no tiene ningún significado moral. Un “buen” es un reloj que realiza
positivamente el valor correspondiente; el de la utilidad; o sea, cumple satisfactoriamente la
necesidad humana concreta a la que sirve, Un “buen” “reloj es un objeto útil” y algo análogo
podemos decir del agua al calificarla de “buena”, con ello queremos decir que satisface
positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la necesidad orgánica que ha de
satisfacer. Y un “buen” poema es aquel que, por su estructura, por su lenguaje, cumple
satisfactoriamente como objeto estético y obra de arte, la necesidad estética humana a la
que sirve.

En todos estos casaos, el vocablo “bueno” subraya el hecho de que el objetivo en


cuestión ha realizado positivamente el valor que estaba llamado a encarnar, sirviendo
adecuadamente al fin o a la necesidad humana correspondiente. En todos estos casos
también la palabra “bueno” tiene un significado axiológico positivo –con respecto al valor
“utilidad” o al valor “belleza” pero carece de significado moral alguno.

La relación entre el objeto y la necesidad humana correspondiente es una relación


intrínseca, propia en la que el primero adquiere su estatuto como objeto valioso,
integrándose de acuerdo con ella, como un objeto humano especifico. Esta relación
intrínseca con determinada necesidad humana, y no con otra, es la que determina la
calificación axiológica del bien correspondiente. Por ello, el uso del término “bueno” no
puede llevarnos a confundir lo “bueno” en sentido general, referente a cualquier valor (“buen
libro, “buena” escultura, “buen” código, “buen reloj” etc.) y lo “bueno” en sentido estricto con
un significado moral. Podemos hablar de la “bondad” de un cuchillo en cuanto que satisface
positivamente la función de cortar para la que fue producido. Pero el cuchillo y la función
correspondiente, puede estar al servicio de diferentes fines, puede ser utilizado, por ejemplo,
para realizar un acto malo desde el ángulo moral, como es el asesinato de una persona.
Desde el punto de vista de su utilidad o funcionalidad, el cuchillo no dejará de ser “bueno”
por haber servido para realizar un acto reprobable. Por el contrario, sigue siendo “bueno” y
tanto más cuanto más efectivamente haya servido al asesino, pero esa “bondad”
instrumental o funcional queda a salvo de toda calificación moral pese haber servido de
medio o instrumento para realizar un acto moralmente malo. La calificación moral recae aquí
sobre el acto de asesinar, al servicio del cual ha estado el cuchillo, no es el cuchillo
éticamente neutral, como lo son en general los instrumentos, las maquinas, o la técnica en
general lo que puede ser calificado desde el punto de vista moral, sino su uso; es decir, los
actos humanos de utilización al servicio de determinados fines, intereses o necesidades.

Así pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre, no
encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación instrumental, con
dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del cuchillo). Por ello, dichos
objetos deben ser excluidos del reino de los objetos valiosos que pueden ser calificados
moralmente. Cuando el término “bondad” se aplica a ello (“buen” cuchillo) debe
entenderse con el significado axiológico correspondiente, no propiamente moral.

Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Solo lo que
tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su vez, sólo los
actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos, es decir, los
realizados consciente y libremente, y con respecto a los cuales se les puede atribuir una
responsabilidad moral, En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta de
los individuos o de grupos sociales. Las intenciones de sus actos y sus resultados y
consecuencias, las actividades de las instituciones sociales, etc. Ahora bien, un mismo
producto humano puede soportar varios valores, aunque uno de ellos sea el
determinante.

Damos a continuación la tabla de valores propuesta por uno de los más destacados
filósofos contemporáneos. Max Scheler quien considera que la superioridad de un valor se
aprehende por un acto especial de conocimiento del valor que es el “preferir”, Sin embargo,
lo que realmente constituye la jerarquía axiológica es la utilización de leyes que son
separables de los actos de preferencia, aunque denoten rasgos de las leyes del preferir.
Reduce a cinco estos criterios; durabilidad, divisibilidad, fundamentación, satisfacción y
relatividad.

A partir de estos criterios Scheler propone la siguiente tabla de valores:

Para Scheler “estas modalidades de valores mantienen una jerarquía apriorística que
precede a las series de cualidades pertenecientes a aquellas modalidades, jerarquía
aplicable a los bienes de estos valores así constituidos, puesto que es aplicable a los
valores de los bienes. Los valores de lo noble y lo vulgar son una serie de valores más
alta que la serie de lo agradable y lo desagradable; los valores espirituales, a su vez,
son una serie de valores más alta que los valores vitales, y los valores del santo son
una serie de valores más alta que los valores espirituales”.

El valor moral participa de la naturaleza y de las características propias del valor en


general, sin embargo, tiene unas notas particulares que lo definen en cuanto valor
especifico del orden moral. Vamos a fijarnos en ese carácter específico del valor moral;
sobre todo en lo que respecta a su naturaleza y a su constitutivo intrínseco.

1. Naturaleza de valor moral: la naturaleza del valor moral hay que buscarla en primer
lugar a partir de la materia en la que se sustenta, según la filosofía aristotélica, lo
moral pertenece a l orden de la acción humana; es decir, entra dentro de la estructura
dinámica del hombre, pero es necesario concretar más el significado de esa acción
y de ese orden dinámico humano.

Según Aristóteles existen tres formas de acción humana: la especulación (teoría)


el hacer (to poseen) es decir, la actividad artística y técnica en cuando producción o
transformación de objetos exteriores al hombre; y el obrar (praxis) es decir, la acción
que queda dentro del sujeto.

2. Características que definen la naturaleza especifica del valor moral: El valor


moral hacer referencia directa e inmediata a la subjetividad; pero una subjetividad
entendida como “intencionalidad” como “libertad” y como “compromiso interno”. El
valor moral tiene, como todo valor, un aspecto objetivo (la acción moral concreta y
exteriorizada) y otro aspecto subjetivo (la “buena voluntad” o la “mala voluntad” que
va inherente a la acción humana) pues bien, lo especifico del valor moral está en el
compromiso intencional del sujeto; el cual subjetiva tanto la dimensión subjetiva
como la dimensión objetiva de la acción moral. Esto quiere decir que lo formal del
valor moral viene dado por la referencia a las estructuras humanas de subjetivación,
de libertad, de intencionalidad y de responsabilidad.

Sobre el valor moral rescato los siguientes puntos importantes a saber:

 El valor moral tiene el carácter de imponerse por él mismo, sin entrar en la discusión
de la validez de una ética del “deber por el deber” tenemos que afirmar que el valor
moral tiene una justificación en sí mismo. Esta última afirmación no ha de entenderse
como si el valor moral estuviese cerrado sobre él mismo o frese el valor único y
absoluto (sería caer en la tentación del “moralismo”).

 El valor moral tiene otra característica muy especial; es la que se refiere al sentido
de relación con los otros valores, todos los órdenes de valores tienen una
interrelación, sin embargo, el valor moral hace de esa relación con los otros valores.
Se puede decir que el valor moral está presente de una manera especial en todos
los demás valores sin privarlos de su autonomía y peculiaridad.
 El valor moral es el valor que condiciona a la persona en su realización, por ser el
valor inherente a los comportamientos en que la persona se expresa en
responsabilidad (en libertad) el valor moral aparece como la razón de ser del hombre.
En ese sentido el valor moral es el más personalizarte, por eso mismo es un valor
siempre constante en la vida del hombre, además, por ser el valor de la realización
personal, tiene la complejidad de ser un valor que realiza un ideal universalmente
valido, pero al mismo tiempo condicionado a la situación personal del sujeto.

Norma moral

La norma, es la expresión o formulación de los valores, su sentido ha de entenderse como


expresión de los valores morales, una norma de moralidad puede presentarse en forma
negativa: prohibición, “no mentiras” o positiva “dirás siempre la verdad”.

En ambos casos se hace siempre relación a un valor que en sí mismo es mucho más rico
de lo que expresa el anunciado verbal de la norma, especialmente en su forma negativa y
sin embargo, aun el más perfecto cumplimiento de los valores morales se halla sometido a
la norma, Tal es, por ejemplo, el caso del ciudadano o del héroe que prendado de la
hermosura de la verdad prefiere morir a incurrir en la mejor deslealtad, es, pues, el valor
moral el que da la norma y el que constituye el verdadero objeto del acto moral.

Una norma moral no es una restricción arbitraria de la libertad humana, sino un llamamiento
que el objeto portador del valor dirige a la libertad para moverla a salvaguardar y cultivar el
valor, y, por tanto, preservarse a sí misma.

Una norma que no estuviera fundada sobre un valor y no estableciera un deber valioso,
estaría privada de toda fuerza moral obligatoria, aun las ordenes y preceptos que pudieran
ser distintos de lo que son –preceptos positivos- han de implicar, como su sentido último, la
invitación a cultivar o a atender un valor.

El sentido de la norma viene dado por el valor –si no existe un valor, la norma, pierde
“sentido” decimos; carece de “valor” –pero tiene duda también por la necesidad humana
de tener que enfrentarnos con los valores, no de un modo “intuitivo” sino a través de un
modo discursivo o a través de las expresiones. Esta es la condición humana.

Los valores y la problemática actual

Es cada vez más frecuente escuchar en nuestro medio, que en la actualidad existe una crisis
de valores, en especial de los morales, para invertir dicha situación se ha señalado la
necesidad de introducir en los planes de estudio información axiológica y fomentar desde la
niñez, valores como el respeto, la tolerancia, equidad, responsabilidad, solidaridad y otros.
No solamente para lograr un desarrollo moral individual sino al mismo tiempo para poder
construir una sociedad más racional y democrática.

Génesis de la Filosofía de los valores

Aunque la axiología como rama de la filosofía que estudia el ser del valor de forma
sistemática a independiente es bastante reciente, el interés filosófico por los valores es en
cambio muy antiguo, en efecto, ya en el periodo antropológico de la filosofía griega, Sócrates
de Atenas se propuso como meta definir valores, para lo cual desarrolló el método Mayéutica
en un intento por superar el relativismo introducido por la sofistica. De igual manera Platón
en muchos de sus diálogos, sobre todo en los de juventud se propuso conocer la esencia
de algunos valores como la amistad, belleza, piedad, deber, etc.

En las concepciones antiguas y medievales el valor es una determinación ontológica y por


ende no existe una esfera axiológica independiente de aquella, es así como los griegos
identifican el ser como algo bueno y bello, y en la Escolástica la afirmación de que el ente
además de bueno es valioso. A partir de los filósofos neokantianos como Likert, y
Windelband, se produce una separación entre el campo ontológico y axiológico al señalar
que los valores no son entes sino cualidades valiosas. También Lotze, uno de los filósofos
del siglo XIX contribuyó a definir el ser del valor como valer.

Los valores pueden presentarse de dos formas:

 Esencias abstraídas: de los seres, por ejemplo: cuando hablamos de justicia o de


belleza.

 Cualidades axiológicas: por ejemplo, el acto justo de Pedro o la belleza del cuadro.

Cuando muchos valores se encarnan en la realidad a través de la acción humana, los entes
en los cuales se depositan, se denominan, portadores de valores y adquieren la categoría
de bienes.

Los valores se caracterizan por tres aspectos: exigencia de realización, polaridad y


jerarquía.

Los criterios para determinar cuándo un valor es más elevado que otro según Marx Scheler,
son los siguientes: producen más satisfacción, son más duraderos, son menos divisibles y
menos relativos.

Uno de los debates axiológicos más importantes se ha dado entre los partidarios de la
subjetividad del valor, y los del objetivismo axiológico. Los primeros tales como Meinong,
señalan que los seres humanos son los que atribuyen valor a las cosas que les agradan o
que desean, por tal motivo reafirman la tesis protagónica del “Homo mensura” y consideran
que lo que es valioso para algunos, bien puede ser lo contrario para otros. En la época
actual, esta tendencia subjetivista y relativista se percibe cuando se otorga primacía a la
valoración de la pluralidad cultural frente a la unidad supra cultural, a la valoración personal
frente a la colectiva y cuando atendemos más a los cambios históricos que a la continuidad
de ciertos valores.

Ahora bien, el subjetivismo extremo en el fondo es una forma larvada de escepticismo y


como tal es posible contradecirlo en la vida práctica, pues cuando nos proponemos metas
nos orientamos por ideales que consideramos valiosos, muchos de los cuales reconocemos
que “valen” intersubjetivamente.

. La objetividad del valor por su parte, ha sido defendida por filósofos como Scheler, él
consideró que existen “auténticas y verdaderas cualidades de valor que representan un
dominio propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones
independientemente de las modificaciones y el movimiento que ese mundo de bienes
presenta a través de la historia”. (Scheler, 1982).

Analizando más pormenorizadamente lo anterior, es conveniente diferenciar que una cosa


es la esencia del valor que como tal es objetiva y otra cuando nos referimos a los portadores
o bienes en lo que los valores se encarnan, los cuales pueden ser objetos de distintas
preferencias.

En estos últimos casos se pueden presentar diversos juicios axiológicos por una serie de
motivos, uno de ellos radica en que como existen diversos grados de realización axiológica,
sucede por ejemplo que no discutimos sobre la justicia en sí, sino si un acto de tal persona
fue justo en mayor o menor medida, otro aspecto señalado por Scheler, consiste en que no
todas las personas poseen la misma sensibilidad y capacidad para captar un valor, y más
aún también puede suceder que algunos de ellos padezcan ceguera axiológica, lo que les
impide apreciar determinados valores, por ejemplo, es bien sabido que para poder apreciar
y valorar una sinfonía o una estatua famosa, hay que tener una cierta sensibilidad y
familiaridad con el arte en sus diversas formas, además de tener una amplia formación en
el campo de la estética. Añadamos que un nuevo motivo de diferenciación en nuestros
juicios axiológicos tiene como causa, el que, como el ser humano está siempre proyectando
fines si estos son para él valiosos, los medios para conseguirlos los pueden considerar
poseedores de valor, aunque en sí no los tengan.

Finalmente cabe señalar, que las valoraciones personales en gran medida están
condicionadas a la preeminencia que en determinadas épocas históricas tienen algunos
valores en relación a otros. De ahí que en algunas se hayan preferido los religiosos, en otras
los estéticos, y en los tiempos actuales los económicos.

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