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PROCESS

Vı́nculos entre Humanos y Animales II: El Rol de


las Mascotas en las Familias y la Terapia Familiar
FROMA WALSH, PH.D. n

Para acceder a esta versión en español por favor consulte Supporting Information del
artı´culo original en ingles1, en Wiley InterScience (http://interscience.wiley.com/
journal/famp).

La gran mayorı́a de los dueños de mascotas consideran a sus animales de compañı́a como
miembros de la familia. Sin embargo, el rol de las mascotas en los sistemas familiares y
la terapia familiar ha recibido poca atención en la investigación, la formación profesional y la
práctica. Este artı́culo destaca en primer lugar los beneficios de las mascotas para las familias
y su importancia en la resiliencia. Luego examina su rol en los procesos de parejas y familias,
y cómo se involucran en dinámicas y tensiones relacionales. A continuación aborda el dolor
asociado a la pérdida de una mascota querida, influencias que complican el duelo, y cómo
facilitar dicho proceso y la adaptación consiguiente. Finalmente explora el modo en que las
mascotas de los clientes, y el uso de animales de compañı́a de los terapeutas en terapia
asistida por animales, puede influir y enriquecer la terapia con parejas y familias, como
valiosos recursos en el proceso de recuperación de la salud.

Palabras clave: Animales de Compañı́a; Mascotas en los Sistemas Familiares; Mascotas en


Terapia Familiar y/o Terapia de Pareja; Terapia Familiar Asistida por Animales; Dolor por la
Pérdida de una Mascota

Fam Proc 48:584–606, 2009

L os animales de compañı́a se han vuelto cada vez más importantes en la vida


familiar. Más del 85% de los dueños de mascotas las consideran como miembros
de la familia (Cohen, 2002). Muchos las tratan como ‘‘miembros de pleno derecho’’, tan
importantes como otros miembros. Algunos se sienten más cercanos a su mascota. De
hecho, en una encuesta nacional el 57% de los encuestados señaló que si estuviera aban-
donado en una isla desierta con un solo compañero, elegirı́a a la mascota de la familia.
1
Artı́culo titulado ‘‘Human-Animal Bonds II: The Role of Pets in Family Systems and Family
Therapy’’ (N. de la T.)
n
Profesora Emérita Firestone y Co-Directora, Center for Family Health (Centro de Salud Familiar),
Universidad de Chicago, Chicago, IL.
La autora agradece las valiosas contribuciones de Carol Anderson, Ph.D., Janet Goeking, MA, Susan Sholtes,
LCSW, Maria Root, Ph.D., y Claire Whitney, LSW.
La correspondencia en relación a este artı́culo debe dirigirse a Froma Walsh, Ph.D., Chicago Center for
Family Health, #1442, 20 N. Wacker Dr., Chicago IL 60606, E-mail: fwalsh@uchicago.edu

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Family Process, Vol. 48, No. 4, 2009 r FPI, Inc.
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BENEFICIOS DE LAS MASCOTAS FAMILIARES
Las familias eligen una gran variedad de mascotas de acuerdo a sus preferencias
personales, experiencias pasadas, alergias, influencias del ambiente o lugar de re-
sidencia, y normas culturales. Los más comunes son los perros y los gatos, sin embargo
a menudo otros animales se consideran miembros de la familia, como los pájaros, que
algunos llaman sus ‘‘fids’’2 (Anderson, 2003).
Coincidiendo con la investigación sobre el beneficio de los animales de compañı́a (véase
Barker et al., 2003; Walsh, 2009), las familias dan muchas razones para tener mascotas
(Cain, 1983). Principalmente valoran su compañerismo, afecto y el placer que producen.
Las mascotas responden con entusiasmo a los cuidados y atenciones, ofreciendo amor
incondicional y contacto fı́sico no amenazante a través del abrazo y las caricias, ne-
cesidades humanas fundamentales. Las relaciones de apego con los animales ofrecen apoyo
psicológico y social (Beck & Madresh, 2008). Después de un estresante dı́a de trabajo su
saludo entusiasta, su afecto y su apoyo no enjuiciador hacen que al llegar a casa, ¡muchos
prefieran la compañı́a de sus mascotas a la de sus parejas!
En los Estados Unidos tres cuartas partes de los niños viven con mascotas, es decir,
más que aquellos que viven con ambos padres. Los niños de familias monoparentales
tienen relaciones significativamente más estrechas con sus mascotas que los niños de
familias biparentales (Bodsworth & Coleman, 2001). Los niños que no tienen her-
manos son los más apegados a sus mascotas. Dado que la mayor parte de los progen-
itores participa en el mundo laboral, las mascotas ofrecen una compañı́a vital y una
sensación de seguridad. Personalmente, crecı́ como hija única con dos padres que
trabajaban; mi perro Rusty me daba la bienvenida al volver de la escuela, com-
partı́amos mi leche y mis galletas, y se acurrucaba a mi lado para ayudarme con los
deberes escolares.
Muchas familias reconocen que tener mascotas trae beneficios educativos y sociales
para sus hijos. Por ejemplo, hay estudios que muestran que los niños con mascotas son
más empáticos que los niños que no las tienen (Melson, 2003). Una madre señaló:
‘‘Nuestras mascotas hacen aflorar lo mejor de los niños en cuanto a responsabilidad,
bondad, afecto, primeros auxilios y preocupación por otros seres vivos’’. Agregó que
todos los miembros de su familia desarrollaron un respeto mucho más profundo por la
vida en general. Tener mascotas también prepara a los niños para experiencias
posteriores de la vida, desde el embarazo, el nacimiento y la crianza de los hijos, hasta
la enfermedad y muerte de un ser querido.
Los adultos jóvenes, tanto solteros como parejas, muchas veces eligen criar mas-
cotas antes de tener hijos o en lugar de ellos, con lo que desarrollan capacidades para
ofrecer cuidados nutricios y afecto, poner lı́mites y preocuparse por otro ser vivo. En la
edad media de la vida muchos padres cuyos hijos adultos jóvenes se están yendo de la
casa, se vuelcan hacia la mascota de la familia o adquieren una nueva, para llenar un
vacı́o. Después de que sus dos hijos se marcharon, una madre adquirió dos perros.
Cuando éstos desarrollaron una relación cercana entre ellos, tal como lo habı́an hecho
los hermanos, los amigos le reconocı́an el mérito de haber criado a los perros tan bien
como a sus hijos.
Los animales de compañı́a son especialmente importantes para el bienestar en una
etapa avanzada de la vida (Walsh, 2009). Los adultos mayores con demencia pueden

2
Contracción de feathered kids, ‘‘niños con plumas’’. (N. de la T.)

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ponerse ansiosos y confusos en las reuniones familiares. Sentarse con una mascota y
acariciarla es tranquilizador y relajante, lo que facilita que participen sin la ex-
igencia de llevar el ritmo acelerado de las interacciones de los demás (Baun &
McCabe, 2003). Sentado en silencio a la mesa, un abuelo se complacı́a dándole ‘‘se-
cretamente’’ salchichas y golosinas al perro de la familia, que se mantenı́a atento a
su lado.

LA IMPORTANCIA DE LAS MASCOTAS EN LA RESILIENCIA


Si bien la mayorı́a de las familias señala que su mascota es siempre muy importante
para ellos, cuando más las valoran es en tiempos de crisis y pérdidas, a lo largo de tran-
siciones perturbadoras, y en perı́odos de adversidad prolongados y agotadores (Cain, 1985).
Los animales de compañı́a ofrecen un apoyo social y emocional que facilita tanto hacer
frente a las dificultades, como la recuperación y la resiliencia. Cuando los miembros se
sienten vulnerables, solos o deprimidos, los demás pueden preocuparse, tomar distancia o
sentirse incómodos en la relación. Los vı́nculos con las mascotas ofrecen consuelo, afecto y
una sensación de seguridad.
Las mascotas pueden facilitar la adaptación a los cambios vitales demasiado agitados
(Allen, 1995). Cain (1985) encontró que un 82% de las familias adquirı́an una mascota
cuando estaban viviendo un cambio de casa, una separación, divorcio o muerte. Las
familias de militares señalaron que en situaciones difı́ciles de traslado su mascota les daba
apoyo emocional y estabilidad. Los niños que tienen mascotas se muestran menos ansiosos
y retraı́dos cuando se trasladan a un nuevo vecindario y colegio (Melson, 2003). En una
familia en proceso de divorcio los padres facilitaron la adaptación de su hija permitiéndole
mantener con ella a Sparky, el perro de la familia: durante la semana en la casa de su
madre, y los fines de semana en el departamento de su padre.
En un estudio con familias adoptivas, Linville y Lyness (2007) encontraron que las
20 familias del estudio tenı́an mascotas. Más de la mitad habı́an adoptado int-
encionalmente mascotas que necesitaban un hogar, como una experiencia paralela
para sus hijos adoptados. Un padre describió el valioso rol de las mascotas: ‘‘Tenemos
cuatro perros y dos gatos. Todos fueron rescatados de la calle. Me rı́o y le digo a todo el
mundo que en nuestra casa todos han sido rescatados. Nuestra hija está realmente
comprometida con el rescate de animales. Quiere que todos los animales tengan un
hogar, igual que ella’’ (pág. 84). En otra familia, los padres permitieron a sus hijos
presenciar el nacimiento de una camada de gatitos y luego buscar buenos hogares para
ellos. Los niños entrevistaron a las posibles familias y visitaron sus casas primero, de
manera muy similar al estudio del hogar que se realizó para su propia adopción.
Los vı́nculos con las mascotas son de especial importancia en perı́odos de
enfermedad o muerte. Doty (2007) identifica el origen de su cercana relación con sus
dos perros en el consuelo y la alegrı́a que ofrecı́an mientras su compañero se enfermó y
más tarde murió de SIDA. Su leal vı́nculo lo sostuvo durante el perı́odo posterior,
aliviando su soledad. En una familia la hija señaló: ‘‘Mi mamá siempre se ha dedicado
a nuestras mascotas, pero desde que murió mi papá, ellas se han convertido en su
familia y sus lazos más profundos. Los llama su ‘tribu’ y su ‘familia peluda’’’. En otro
caso, una mujer de edad avanzada que habı́a perdido a su esposo, sus hermanos y su
único hijo, dijo acerca de sus pájaros: ‘‘Son más queridos de lo que usted puede
imaginar. Son lo único que me queda en la vida’’.

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EL ROL DE LAS MASCOTAS EN EL FUNCIONAMIENTO FAMILIAR
El sistema familiar es una unidad funcional conformada por miembros interconectados,
sus roles y sus relaciones. Las mascotas muchas veces son el ‘‘pegamento’’ de la familia,
acercando a los miembros y aumentando la cohesión familiar (Cain, 1983). Ellas mejoran
la vida familiar cotidiana y promueven mayor interacción y comunicación. Como comentó
uno de los padres: ‘‘A veces pienso que nuestro hogar gira en torno a los animales’’. Casi la
mitad de las familias señaló que la mascota recibe la mayorı́a de las ‘‘caricias’’ en el hogar:
contacto fı́sico, miradas, palabras, sonrisas y gestos. Puede ser más fácil concentrar la
atención y el afecto en una mascota que en un esposo(a) u otros miembros del grupo fa-
miliar. En una familia, cada vez que los hermanos discuten la madre dice: ‘‘Déjense de
pelear, ¡están alterando a Barkley!’’ Ella comenta: ‘‘Esto siempre es más efectivo que decir
‘Deja de pegarle a tu hermano’.’’
En un estudio de patrones de interacción social en la vida cotidiana de las parejas, Allen
(1995) encontró que las parejas que tenı́an perros mostraban un mayor bienestar, y
aquellas con mayor apego a su perro y confianza en él, tenı́an una mejor relación. Resulta
interesante que hablarle a los perros, además de hablarle a la pareja, se relacionaba con
una mayor satisfacción en la vida, satisfacción matrimonial y salud fı́sica y emocional.
Confiar en las mascotas para ‘‘conversar’’ sobre situaciones difı́ciles de la vida aliviaba
enormemente el estrés.
Por lo general se incluye a las mascotas en los rituales y ceremonias familiares. La
mayorı́a de las familias les compran regalos para las fiestas y hacen regalos ‘‘de parte
de’’ sus mascotas a otros miembros de la familia. A menudo planifican celebraciones
para sus mascotas, especialmente fiestas de cumpleaños, e incluso ‘‘bow-wow vows’’ y
‘‘bark mitzvahs.’’3 Tales prácticas expresan amor y compromiso, y al mismo tiempo un
sentido de communitas y humor compartido (Dresser, 2000).
Tener mascotas, al igual que la crianza, presenta desafı́os familiares y oportuni-
dades de aprendizaje con respecto a la organización familiar, por ejemplo en relación a
reglas, roles, autoridad y lı́mites, claridad en la comunicación y solución de problemas.
Con frecuencia los miembros de la familia no están de acuerdo acerca del cuidado de su
mascota y la disciplina. Habitualmente surgen conflictos en relación con las reglas (por
ej., permitir mascotas en la cama); golosinas y premios, castigos y consistencia, y re-
sponsabilidades tales como sacar a pasear, alimentar y limpiar lo que ensucian. A
menudo los conflictos entre los esposos se desatan en relación a ser demasiado
indulgente y malcriar a una mascota o ser demasiado estricto y duro, temas semej-
antes a los que surgen en la crianza de los hijos.
Los instructores de mascotas, entrenadores y terapeutas a los que la gente recurre
para resolver serios problemas conductuales de los animales a menudo encuentran
que los que tienen el problema no son ellos sino la familia. En la popular serie
de televisión El Encantador de Perros4, el entrenador César Millán (2006) va a la casa
de la familia y trabaja de forma bastante similar a un terapeuta familiar estructural
(Minuchin, 1974). Primero observa las interacciones entre la familia y la mascota, y la
manifestación de la conducta problema. En los casos de mascotas hiperactivas y fuera
de control él plantea que la familia ha dejado que el perro los controle, y trabaja con
ellos para fortalecer la estructura familiar, los lı́mites y la jerarquı́a, donde los padres
son la autoridad y están a cargo como ‘‘lı́deres de la manada’’.
3
Juegos de palabras que combinan ‘‘votos matrimoniales’’ y ‘‘bar mitzvá’’ con ladridos. (N. de la T.)
4
La serie en inglés es The Dog Whisperer. (N. de la T.)

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Los defensores de los animales como Tempte Grandin (Grandin & Johnson, 2009), citan
hallazgos recientes que indican que los lobos en estado salvaje no viven en jaurı́as ni en
jerarquı́as de dominio sino en familias, ‘‘con una mamá, un papá y sus cachorros’’ (pág.
26). Ella sostiene que del mismo modo, y al igual que los niños, los perros que viven con
familias necesitan cuidados parentales adecuados, recompensas y lı́mites.

Clima y Dina¤micas Relacionales de la Familia


Las mascotas pasan a formar parte de la red de relaciones que componen un sistema
familiar (Melson & Fine, 2006; Sussman, 1985; Triebenbacher, 2000). El rol de una
mascota varı́a de acuerdo a la estructura de la familia, las fortalezas y debilidades
de los miembros, y el ambiente socio-emocional (Levinson, 1962, 1997). Los animales
de compañı́a están finamente sintonizados con el clima emocional y son muy sensibles
a los estados emocionales intensos de los miembros, tal como han observado desde
hace tiempo los veterinarios a través de su comportamiento y medidas fisiológicas.
Heiman (1965) observó que las mascotas exhiben reacciones conductuales que son una
prolongación de aquellas de los miembros de la familia. Los dueños ansiosos tienden a
tener mascotas ansiosas.
Murray Bowen (1978) observó que el sistema emocional familiar, que reverbera como
ondas expansivas a través de la red de relaciones, puede abarcar incluso a personas de fuera
de la familia y a las mascotas. Los terapeutas de redes Speck y Attneave (1973) se dieron
cuenta de que las mascotas a menudo parecı́an reflejar los sentimientos de los miembros de
la familia y su conducta parecı́a estar directamente relacionada con las tendencias con-
ductuales presentes en ésta. En una familia tanto los padres como la hija tenı́an miedo
a salir la casa, y el perro y el gato se ponı́an ansiosos si se les insistı́a en que salieran. De
manera similar, en una familia que Cain (1983) observó, el estricto control de los padres era
fuente de conflicto familiar. Demasiado ansiosos con respecto a las actividades y el paradero
de sus hijos, trataban a su perro del mismo modo sobreprotector. Lo mantenı́an atado a la
reja del porche y nunca lo soltaban en el parque, por temor a que pudiera ‘‘perderse’’.
En un estudio revolucionario, Cain, una educadora en terapia familiar de orientación
boweniana, presentó por primera vez su encuesta sobre el rol significativo de las mascotas
en los sistemas familiares en el Symposium de Familia de Georgetown en 1978 (Cain,
1983). Habiéndolo observado en sus casos y supervisiones clı́nicas, ası́ como en su propia
vida familiar, diseñó un estudio exploratorio mediante un cuestionario que aplicó a una
muestra intencional de 60 familias con distintos tipos de mascotas.
Cain encontró que la mayorı́a de los miembros encuestados pensaba que sus mascotas
entendı́an cuando les hablaban o les hacı́an confidencias, y que eran sensibles a sus
estados de ánimo, transmitidos por su tono de voz, su lenguaje corporal o sus lágrimas.
Los miembros de las familias señalaron que sus mascotas estaban ‘‘sintonizadas’’ con sus
sentimientos, ya fueran de alegrı́a, entusiasmo, tensión, tristeza o rabia. Cuando los
miembros de la familia estaban enfermos o heridos, sus mascotas se mostraban muy
sensibles, y a menudo lamı́an un área herida o se acurrucaban cerca para ofrecer con-
suelo. Algunos describieron a sus animales de compañı́a como terapeutas ‘‘residentes’’.
Tal como los sı́ntomas emocionales o conductuales de los niños pueden indicar ansiedad
o estrés en el sistema familiar, Cain encontró que las mascotas a menudo reflejaban y
expresaban la aflicción familiar. Algunas dejaban de comer o tenı́an sı́ntomas fı́sicos como
vómitos, diarrea o incluso convulsiones en momentos de mucha tensión o conflicto en la
familia (Cain, 1983). Algunos miembros de las familias describieron también que sus

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mascotas ‘‘actuaban’’ los sentimientos de sus dueños. El 81% dijo que cuando habı́a una
crisis familiar o la ansiedad aumentaba, sus mascotas mostraban fuertes reacciones de
hiperactividad, inquietud y ansiedad, incluyendo ladrar, correr, dificultad para comer o
dormir, ensuciarse, enfermarse y requerir medicamentos. En momentos de intenso con-
flicto conyugal o entre padres e hijos, la mitad de las mascotas reaccionaba acercándose,
llamando la atención o tratando de proteger a un miembro de la familia vulnerable; las
demás se retraı́an o incluso se escondı́an.

Mascotas, Desplazamiento yTria¤ngulos


En 1974 mi colega de entonces, Starkey Duncan, un investigador pionero en
comunicación no verbal, instaló una cámara de video para registrar todas las noches
la hora de la cena de una pareja universitaria ‘‘tı́pica’’ durante una semana. Al revisar la
cinta nos sobresaltamos al darnos cuenta de que durante cada cena, cuando la conver-
sación de la pareja se volvı́a tensa y estaba al borde del conflicto, se abrı́a la puerta de la
cocina y el gato saltaba a la falda de la esposa. A medida que ella lo acariciaba, la tensión
entre los esposos se calmaba y retomaban una conversación más liviana.
Ası́, al igual que los niños, las mascotas pueden servir de diversas maneras como
barómetros emocionales y reguladores de la homeostasis, reduciendo el estrés en las
relaciones (Allen & Blascovich, 1996). Más aún, Heiman (1965) observó que en algunos
casos una mascota sirve para mantener el equilibrio psicológico y relacional mediante
mecanismos de desplazamiento, proyección e identificación. Por ejemplo, la rabia de
una mujer hacia su marido porque no habı́a cuidado bien de su hurón mientras ella
estaba en viaje de negocios reflejaba sus temas relacionales: ella sentı́a que él no la
cuidaba y que estaba resentido por su viaje.
Como Bowen (1978) observó, los triángulos son patrones interaccionales para
manejar los conflictos en los sistemas humanos: cuando las tensiones entre dos per-
sonas se elevan por sobre un nivel tolerable, se incorpora a una tercera. Según los
hallazgos de Cain (1983, 1985), muchas veces una mascota, al igual que un niño, queda
triangulada en tensiones relacionales, y esto sucede con mayor frecuencia cuando se
trata de conflictos entre cónyuges. Las familias describieron numerosas situaciones en
las que se involucraba a las mascotas cuando existı́a tensión entre los distintos mi-
embros. Un padre desplazaba su enojo hacia su mujer gritándole al perro. Una madre
se dirigı́a al gato en forma crı́tica, con la intención de que su hija la escuchara al pasar.
Cuando percibı́a tensión, una mascota demandaba atención para distraer a los mi-
embros de la crisis, portándose mal para atraer la rabia, o haciéndose el ‘‘tierno’’ o el
tonto para producir sonrisas y risas. Dos mascotas empezaban a pelear (como hacen a
menudo los niños) cuando las tensiones entre los padres escalaban. Algunas mascotas
intentaban apaciguar los ánimos saltando y metiéndose entre los miembros para
terminar con el conflicto. Cabe hacer notar que muchas familias reportaron situaci-
ones en las que deliberadamente no involucraban a la mascota; la ponı́an en el patio
durante un conflicto porque siempre se alteraba y trataba de interferir.
En algunos casos las mascotas eran el centro de atención y conversación entre los
esposos, y éstos expresaban más calidez, preocupación y afecto hacia la mascota que
entre ellos. En una relación perseguidor-perseguido esta relación con la mascota po-
drı́a ofrecer afecto a un miembro de la pareja que quiere más intimidad que el otro. Sin
embargo, en algunos casos, esto podı́a producir celos y dolor. Una pareja buscó terapia
conmigo porque la mujer sentı́a gran necesidad del afecto de su marido, que se sentaba

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todas las tardes a acariciar al gato, que ronroneaba en su falda, pero no podı́a exp-
resarle afecto a ella. La exploración de cuestiones de la familia de origen reveló que al
haberse sentido amenazado por lo intrusiva que era su madre, él se sentı́a más cómodo
siendo más cariñoso con su gato que con las mujeres.
Cuando se trata a las mascotas como miembros de la familia, pueden expresarse a través
de ellas sentimientos de celos, rabia, control, culpa y temor. Las mascotas también mu-
estran celos cuando las parejas o miembros de la familia se abrazan o besan. En un caso, el
perro interrumpió al marido mientras expresaba su afecto hacia su mujer, y éste lo pateó.
La mujer tomó en brazos al animal para consolarlo, enojada con el marido por herir a ‘‘su’’
perro. Algunas parejas se quejan de que su perro ladra, gruñe y muerde cosas mientras
ellos hacen el amor, incluso si cierran la puerta (Cain, 1983).
Durante el divorcio algunas parejas pelean por la custodia y las visitas a las mas-
cotas, y diversos triángulos reflejan los patrones de interacción de la familia. Dado que
en términos legales las mascotas se consideran como propiedad, puede que su custodia
y bienestar no se tomen en cuenta como lo serı́an los de los niños. Los divorcios de-
structivos también pueden generar reacciones en las mascotas. En un caso post-
divorcio, Rudy, el pájaro parlanchı́n de la familia, se negaba a hablar a la madre, aun
cuando vivı́a en su casa y era quien lo alimentaba y lo cuidaba. Ella se irritaba porque
el pájaro le hablaba alegremente al padre cuando venı́a a buscar a su hijo.
Las mascotas también pueden quedar enredadas en la compleja reorganización de
las relaciones asociada a la formación de familias ensambladas. En un caso los niños se
quejaban repetidamente de que su nueva madrastra no cuidaba sus gerbos tan bien
como su madre. Cuando uno de los gerbos murió culparon a la madrastra, que no tenı́a
responsabilidad, gatillando una crisis matrimonial que trajo a la familia a terapia.

Violencia Intrafamiliar y Maltrato a las Mascotas


La violencia fı́sica severa es un predictor significativo de maltrato a las mascotas. A
su vez, el maltrato a las mascotas es muchas veces es un indicador de violencia do-
méstica hacia los miembros humanos de la familia. Un amplio cuerpo de investigación
indica que los maltratadores a menudo amenazan, hieren o matan a las mascotas
familiares queridas como un modo de presionar, intimidar, controlar y alterar a sus
parejas y a sus hijos (Faver & Strand, 2003). El maltrato a los animales de compañı́a
ocurre en forma desproporcionada en diversos contextos de violencia familiar, inc-
luyendo el abuso en parejas heterosexuales o del mismo sexo, el abuso fı́sico y sexual
hacia los niños y el maltrato entre hermanos (Beirne, 2002). Un estudio (Ascione et al.,
2007) encontró que las mujeres que vivı́an en centros de acogida tenı́an casi 11 veces
más probabilidades de reportar que sus parejas habı́an herido o matado a una mascota
que las mujeres del grupo control que no habı́an sufrido violencia de pareja.
Los abusadores que maltratan a las mascotas tienden a mostrar menos afecto hacia ellas,
usan con más frecuencia las órdenes y amenazas, las castigan, las consideran una propiedad
y las culpan de ser la causa de eventos estresantes (Carlisle-Frank, Frank, & Neilsen, 2004).
A veces los hombres desplazaban su rabia hiriendo o incluso asesinando a las mascotas.
Frecuentemente el abuso se cometı́a por celos, cuando la mascota era percibida como una
amenaza hacia la atención y dedicación que el abusador esperaba de su pareja.
La gran mayorı́a de las mujeres que viven en refugios son emocionalmente cercanas a
sus mascotas y al igual que sus hijos, están abrumadas por el maltrato hacia el animal
(Flynn, 2000). En muchos casos la preocupación por el bienestar de su mascota impide que

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busquen refugio más tempranamente. Algunas mujeres que han sido traicionadas, abu-
sadas o heridas en su infancia o en sus relaciones de pareja están más apegadas a una
mascota que les da seguridad, amor y un apoyo sin crı́ticas. Tales hallazgos subrayan la
necesidad de centros de acogida para mascotas y disposiciones para su custodia. También
se requiere que la policı́a y otras personas que habitualmente minimizan el maltrato a las
mascotas o las amenazas de dañarlas, apoyen a los angustiados miembros de las familias, y
les ayuden en sus esfuerzos por rescatar a sus mascotas del peligro.

DOLOR POR LA PEŁRDIDA DE UNA MASCOTA


Cuando el vı́nculo ha sido importante, el sentimiento por la pérdida de un animal
de compañı́a puede ser profundo. Al igual que con otras pérdidas significativas, el dolor
puede ser intenso y el proceso de duelo puede tomar tiempo. Esta es una respuesta normal
y no indica un apego patológico. Más del 85% de las personas refiere sı́ntomas de aflicción
tras la muerte de una mascota y más de un tercio continúan en duelo a los seis meses
(Wrobel & Dye, 2003). Algunas personas viven un dolor tan agudo como ante la pérdida
de un familiar humano (Toray, 2004). La muerte de una mascota muchas veces es la
primera experiencia de pérdida de los niños, lo que ofrece a los padres la oportunidad
de ayudarles a aprender sobre las pérdidas y a expresar su gran dolor. Dos hermanas
recordaban cómo su padre, en lugar de reı́rse cuando lloraban por la muerte de su hám-
ster, las consoló y dijo una oración mientras enterraban a Toby en una caja de zapatos en
el jardı́n.
La literatura acerca de la pérdida y el dolor por los animales de compañı́a se ha
centrado principalmente en los individuos. Se requiere una perspectiva sistémica para
percibir las reverberaciones de la pérdida de una mascota en el sistema familiar y las
dinámicas relacionales, y apreciar la importancia crucial de la familia y el apoyo social
para recuperarse de dicha pérdida (Walsh & McGoldrick, 2004).

Pe¤rdidas Complicadas
El impacto de la pérdida de una mascota y la intensidad del duelo pueden variar de-
pendiendo de factores como el grado de cercanı́a afectiva, el rol y la función del animal, el
momento en que ocurre la pérdida y las circunstancias que la rodean (Jarolmen, 1998;
McCutcheon & Fleming, 2001; Walsh & McGoldrick, 2004). Cuando una pérdida es re-
pentina e inesperada, los miembros de la familia no tienen tiempo para prepararse em-
ocionalmente ni despedirse. La pérdida de una mascota se hace más profunda por factores
tales como el aislamiento social, el rol del animal como ayuda fundamental para enfrentar
una enfermedad o discapacidad, y la coincidencia con otras pérdidas o eventos vitales
estresantes (Toray, 2004). Cuando la muerte de una mascota es causada por un daño
deliberado, como en la violencia doméstica, resulta especialmente desgarradora.

Duelo silenciado
Con demasiada frecuencia el duelo por la pérdida de una mascota pasa inadvertido,
o es trivializado o patologizado, lo que dificulta su elaboración (Meyers, 2002; Werner-
Lin & Moro, 2004). Dado que la sociedad ha tendido a subestimar la importancia de los
vı́nculos con las mascotas y el impacto de su pérdida, muchas personas sufren solas y
en silencio, sintiendo que los demás no comprenden o incluso minimizan su aflicción.
Comentarios insensibles como ‘‘Es sólo un animal’’ implı́citamente expresan que el
duelo profundo no es apropiado o que el vı́nculo era anormal. Al no tener apoyo

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familiar o social, los sobrevivientes pueden minimizar o distorsionar su experiencia


de pérdida. Como un hombre admitió: ‘‘Cuando mi pájaro murió la gente pensaba que
yo era raro si mencionaba mi pena, ası́ que escondı́ mi dolor, y me preguntaba si tal vez
yo era raro porque me importaba tanto.’’ A medida que la conciencia social va
aumentando, cada vez es más posible encontrar validación y consuelo, desde tarjetas
de condolencias por la pérdida de una mascota hasta la participación en sitios web de
homenaje a mascotas y redes de apoyo en Internet (véanse recursos disponibles en
Bestfriends.org; deltasociety.org).

Muerte accidental
La muerte de una mascota provocada por un accidente (que la atropelle un au-
tomóvil por ejemplo) es traumática y habitualmente genera atribuciones y sent-
imientos de culpa (Planchon, Templer, Stokes, & Keller, 2002). La muerte asociada a
la negligencia de un miembro de la familia, sumada a una minimización, puede tensar
seriamente las relaciones. En una pareja que acudió a terapia, la mujer estaba enojada
y distante desde hacı́a varios meses con su marido, quien distraı́damente habı́a dejado
a Fluffy, el terrier que ella tanto querı́a, en el automóvil después de hacer un trámite
una mañana. Cuando ella llegó a casa después del trabajo se afligió porque Fluffy no
estaba. Al encontrarlo muerto en el automóvil se angustió mucho. Para aliviarla y
disminuir su sentimiento de culpa, él le restó importancia a la pérdida y le aseguró que
podrı́an salir al dı́a siguiente y conseguir otro perro igual a Fluffy. Indignada con su
respuesta, ella se aisló en su dolor y su rabia por el descuido e insensibilidad de su
marido a todo lo que Fluffy significaba para ella, y el hecho de que no podı́a ser re-
emplazado fácilmente como un muñeco de peluche.

Pe´rdida ambigua
Cuando una mascota se pierde y no se conoce su destino, es común que haya con-
flictos entre los miembros de la familia: algunos mantienen la esperanza de que vuelva
mientras otros aceptan la pérdida como algo definitivo, quieren hacer el duelo y seguir
adelante (Boss, 1999). El proceso de duelo también puede ser complicado cuando la
causa de una muerte no se aclara y los miembros siguen pensando en lo que podrı́an o
deberı́an haber hecho para que el desenlace fuera distinto. Los clı́nicos pueden ayudar
a las familias a alcanzar toda la claridad posible y a vivir con la incertidumbre que no
sea posible dilucidar.
Separación forzada
Una de las situaciones más desesperantes es tener que separarse obligadamente de una
mascota a la que se quiere. Muchos adultos mayores se mudan a una residencia o casa de
reposo que no permite mascotas y deben renunciar a un compañero muy querido. En una
crisis económica que obliga a la gente a dejar sus hogares, muchos deben separarse de sus
queridas mascotas porque no pueden llevarlas. Una de las tragedias del Huracán Katrina
se relacionaba con la terrible decisión que muchos residentes tuvieron que tomar: si de-
jaban atrás a sus mascotas para escapar de las inundaciones. Algunos se negaron a
abandonar mascotas queridas. Muchos las llevaron con ellos con enorme dificultad, sólo
para verse obligados a separarse más tarde, ya que las autoridades no permitı́an animales
en los buses ni los refugios. Organizaciones de rescate de animales salvaron y dieron
refugio a muchos de ellos; encontraron familias cuidadoras y adoptivas, y buscaron a los
dueños que habı́an sido trasladados, permitiendo que muchos se reencontraran con sus

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WALSH / 593
mascotas (véase http://www.Bestfriends.org). Algunas de las familias cuidadoras se enc-
ariñaron tanto con los animales que estuvieron con ellos durante muchos meses, que
cuando los dueños finalmente encontraron y quisieron recuperar a sus mascotas,
acordaron un sistema para que los cuidadores las visitaran.
Las preocupaciones sobre abandono o custodia de las mascotas pasan a primer plano
cuando los dueños ya no son capaces de cuidar a sus animales, cuando ellos mismos están
enfrentando una seria enfermedad, y cuando están planeando su testamento. Una pareja
anciana estaba preocupada sobre el bienestar futuro de su amado loro Toby, que proba-
blemente vivirı́a varios años más que ellos. Antiguas alianzas y conflictos intergenerac-
ionales se reactivaron a medida que discutı́an a cuál de sus hijos adultos le podı́an dejar a
Toby confiando en que le darı́a los cuidados que ellos esperaban.

Duelo agravado por otras pe´rdidas


La pérdida de una mascota, sumada a otras pérdidas o transiciones perturbadoras como
el divorcio, migración o traslado del hogar puede tener un efecto acumulativo. Un hombre
se enteró que de que su perro Buddy tenı́a un cáncer inoperable poco después que su
esposa se divorció de él y su hijo dejó la casa para ir a la universidad. Cuando una mascota
ha sido compañera de vida por muchos años, el vı́nculo y el duelo pueden ser bastante
fuertes, en especial cuando se han vivido otras pérdidas.
Cuando una mascota ha ayudado a aliviar tiempos difı́ciles, tales como una enfermedad,
un divorcio o un traslado, perderla más adelante puede reactivar las pérdidas pasadas,
como en el siguiente caso:

Roger creció en una granja, y siempre quiso tener un caballo, pero su padre se negaba. Cuando
tenı́a 12 años su madre desarrolló un cáncer y le insistió al padre para que le concediera este deseo
al hijo. La dedicación y afecto que le entregó a su caballo Sugar, y que recibió de él, le ayudaron a
enfrentar la enfermedad de su madre y luego su muerte. Poco después de que dejó la casa para ir a
la universidad, su padre le mencionó al pasar en un correo electrónico que habı́a vendido el caballo
porque era demasiado problema cuidarlo. La abrupta noticia de la pérdida de Sugar fue devas-
tadora y al mismo tiempo evocó la dolorosa pérdida de su madre. Que su padre ignorara cruel-
mente sus sentimientos provocó un rabioso y prolongado alejamiento de Roger. En algunas
sesiones de terapia conjunta, el padre pudo apreciar el significativo vı́nculo entre Roger y Sugar.
Luego admitió llorando cuánto extrañaba a su esposa y a su hijo, y que el caballo habı́a sido un
constante y doloroso recordatorio de ambas pérdidas. Habı́a pensado que venderlo aliviarı́a su
tristeza, pero sólo lo dejó sintiéndose más solo. La comprensión y cuidado mutuo que ambos
desarrollaron a través de esta conversación permitieron que la relación entre Roger y su padre se
hiciera más cercana de lo que nunca habı́a sido en el pasado.

Rol y función en las dinámicas relacionales


Cuando una mascota ha tenido una función crucial en las dinámicas de una pareja o
familia, la pérdida del animal puede desestabilizar el sistema relacional. Cuando las
tensiones familiares o de pareja han sido amortiguadas dando atención a una mascota,
la pérdida de ésta puede generar angustia en la relación y conflictos en escalada. En un
caso, el lazo afectivo entre una mujer y su gata Mitzi compensaba la frı́a y distante
relación en su matrimonio. Cuando Mitzi murió, la falta de afecto de su marido se
volvió intolerable y ella lo dejó, tal como ocurren algunas rupturas de matrimonios
cuando los hijos se han ido de la casa o con la muerte de uno de ellos.

Fam. Proc., Vol. 48, December, 2009


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Secreto o comunicación distorsionada


Aun cuando externamente los adolescentes pueden minimizar la importancia de una
mascota, y un niño pequeño o un miembro de la familia con una limitación intelectual
pueden no comprender cabalmente la muerte, de todas maneras pueden tener reacciones
emocionales profundas frente a su pérdida. Las restricciones familiares que hacen difı́cil
hablar sobre la pérdida de la mascota y compartir el dolor pueden reducir la comunicación y
bloquear el proceso de duelo. Muchas veces padres bienintencionados que desean proteger
a miembros vulnerables de la familia se llevan secretamente a una mascota del hogar, sin
prepararlos para la pérdida. Por triste que pueda ser la anticipación, es más traumático
enfrentar repentinamente que la mascota se ha ido, sin una última oportunidad de abra-
zarla y despedirse. Si una mascota ha muerto, y en lugar de eso se les dice que sólo ha
escapado, pueden empezar a buscarla ansiosamente o esperar su regreso. Por su activa
imaginación, los niños pueden fantasear con situaciones terribles. Frases como ‘‘poner a
dormir’’ pueden dar a entender que la muerte no es definitiva, o asustarlos en relación a lo
que pasa cuando ellos se van a dormir. Es fundamental explicar la muerte de una mascota
antes de que se produzca o en el momento mismo en que ocurre, en forma delicada y
verdadera, usando información simple y clara.

Decisiones Sobre el Te¤rmino de laVida


Tal como en las relaciones humanas, la muerte de un animal de edad avanzada es
esperable, sin embargo la pérdida de un compañero de largo tiempo puede ser
profunda. En el pasado por lo general se practicaba la eutanasia a las mascotas
enfermas. Con una frecuencia cada vez mayor, quienes están más apegados a sus
mascotas están eligiendo los caros y exhaustivos tratamientos médicos disponibles
hoy en dı́a, a menos que el animal esté sufriendo o se empiecen a requerir dem-
asiados cuidados. Estas decisiones desgarradoras deben manejarse con delicadeza,
explorando cualquier culpa que pudiera existir por descartar tratamientos, con
información clara de un veterinario con respecto a las opciones médicas y el pro-
nóstico. Los estudios indican que en la mayorı́a de los casos, tanto para el animal
como para su compañero humano, la eutanasia es mejor que esperar a que una
mascota que está sufriendo muera ‘‘naturalmente’’. Quienes desean estar con su
mascota al final de su vida habitualmente sienten que esta es una experiencia muy
sanadora. Los clı́nicos pueden facilitar la conversación entre los miembros acerca de
estas decisiones, para encontrar el mejor ajuste entre sus necesidades y las
circunstancias (Meyers, 2002).

Facilitar la Adaptacio¤n de la Familia a la Pe¤rdida de una Mascota


Igual que en la situación de perder a un familiar humano, los clı́nicos pueden ser
útiles para facilitar cuatro tareas de adaptación familiar a la pérdida de una mascota
(Walsh & McGoldrick, 2004):

(1) Ayudar a las familias a clarificar y compartir información, reconocer la pérdida


y comprender mejor su significado e importancia para todos los miembros
y relaciones.
(2) Facilitar una comunicación abierta y una experiencia compartida de la pérdida,
fomentando rituales de sanación, expresión de sentimientos y apoyo mutuo.

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(3) Facilitar la conversación y los esfuerzos para reorganizar los roles, funciones y
relaciones perturbadas por la pérdida.
(4) Apoyar el desarrollo de nuevas relaciones y la mantención de lazos con la mas-
cota perdida (por ejemplo a través de recuerdos, anécdotas, fotos y gestos para
honrarla).

Los clı́nicos pueden alentar a las familias a crear rituales sanadores para elaborar el
duelo por la pérdida y honrar a su compañero animal (Imber-Black, Roberts, &
Whiting, 2003). Pueden realizar un simple rito conmemorativo en que cada miembro
comparte una anécdota favorita sobre la mascota. Las actividades conjuntas son es-
pecialmente positivas, tales como hacer un álbum de fotos de la vida con su mascota.
Muchos entierran los restos o esparcen sus cenizas en un lugar especial. En nuestra
familia, trajimos las cenizas de nuestro amado labrador amarillo Targa a nuestra
cabaña de verano y las esparcimos a la orilla del mar, en la playa donde nuestro nuevo
perro Shasta corre y nada.
Dar significado es fundamental para el proceso de duelo. Cuando no se reconoce o se
trivializa el vı́nculo con una mascota y su pérdida, los clı́nicos pueden ayudar a la
familia a validar su importancia y apoyar a quienes están profundamente afectados
(Clements, Benasutti, & Carmone, 2003; Donahue, 2005; Sharkin & Knox, 2003). Los
terapeutas deben prestar atención tanto a la experiencia de la familia como a las in-
fluencias culturales más amplias, que pueden manifestarse como respuestas que son
de poca ayuda por parte de otras personas. En temas como enfermedades de las
mascotas, decisiones sobre terminar con su vida y dolor por la pérdida, los terapeutas
familiares pueden tener un valioso rol de colaboración con la medicina veterinaria
a través de servicios clı́nicos, educación e investigación (Hafen, Rush, Reisbig,
McDaniel, & White, 2007).

EL ROL DE LAS MASCOTAS EN TERAPIA FAMILIAR


Los beneficios de los animales de compañı́a para la salud fı́sica y mental están en-
contrando aplicación en una amplia variedad de programas en contextos institucion-
ales y comunitarios (véase Walsh, 2009). Incorporar mascotas en psicoterapia
individual es cada vez más común, especialmente con niños, a partir del trabajo pio-
nero de Boris Levinson (1962, 1997). Sin embargo, en la formación y la práctica de la
terapia familiar se ha prestado escasa atención a los vı́nculos entre humanos y ani-
males. Como señalan Melson y Fine (2006), los enfoques familiares sistémicos se han
centrado siempre en los vı́nculos entre seres humanos. Los clı́nicos que buscan co-
mprender el funcionamiento familiar e identificar recursos para la recuperación de la
salud y la resiliencia por lo general preguntan sobre las personas importantes en redes
de parentesco y sociales, pero rara vez toman en cuenta a los animales de compañı́a.
En una consulta con una familia ensamblada recientemente y que estaba pasando
por un momento emocional muy intenso, se invitó a la única hija, de nueve años, a
dibujar un genograma simple ilustrando sus relaciones importantes. Como se aprecia
en la Figura 1, además de su papá, su mamá y su padrastro, espontáneamente incluyó
a su perra Ginger, y su estrecha relación con ella. Esto inició una conversación sobre la
importancia de ese vı́nculo, que la estaba apoyando durante las transiciones familiares
del divorcio, el nuevo matrimonio y el traslado a un nuevo barrio.

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FIGURA 1. Dibujo realizado por una niña del genograma de su familia incluyendo a los miembros
más significativos para ella, que revela la importancia del vı́nculo con su perra en la reciente
transición a la familia ensamblada.

La Exploracio¤n del Rol de las Mascotas de los Clientes


Antes de formular preguntas al respecto, los clı́nicos pueden señalar que las mas-
cotas a menudo tienen roles importantes para los individuos, las parejas y las familias,
y pueden ser miembros valiosos del equipo de recuperación de los clientes. Puede que
sean recursos potenciales para comprender y resolver problemas, promover el biene-
star y fortalecer la resiliencia para enfrentar los cambios de la vida. Cabe destacar que
los animales que prestan un servicio y están entrenados para trabajar con individuos
que enfrentan una discapacidad, no se consideran mascotas, aunque son fundamen-
tales para sus compañeros humanos y quienes los cuidan (Walsh, 2009).
Las mascotas (y los animales de servicio) debieran incluirse en el genograma de la
familia (McGoldrick, Gerson & Petry, 2008), registrando su nombre, raza, edad, salud y
fechas importantes (por ejemplo la fecha de desaparición) y anotando en la lı́nea de tiempo
agentes de estrés y/o sı́ntomas asociados. Es importante explorar los siguientes aspectos:

 significado e importancia de los vı́nculos con los animales de compañı́a;


 participación, preocupaciones o conflictos con respecto a un animal en la reciente
crisis o el motivo de consulta;
 enfermedad del animal; muerte o pérdida reciente o en el futuro cercano;
 rol del animal en las relaciones de pareja y/o familia (alianzas, conflictos, triángu-
los, pérdidas);
 temas relacionados con el animal que pueden contribuir o expresar sufrimiento o
conflicto relacional;
 importancia de los animales en el pasado, por ejemplo el vı́nculo con una mascota
en la infancia o una experiencia negativa;
 ayuda del animal(es) para enfrentar la adversidad; potencial recurso para la resiliencia.

En la evaluación de la familia se puede aprender mucho sobre los patrones relac-


ionales preguntando a los miembros sobre sus animales de compañı́a. Si bien puede
que los clientes inicialmente se sorprendan por el interés de un terapeuta, aquellos
que tienen mascotas habitualmente responden con ricas descripciones de sus vı́nculos.
Sus historias pueden revelar información importante sobre cómo está organizado el
sistema familiar, las relaciones de pareja, procesos de comunicación y resolución

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WALSH / 597
de problemas, y estrategias para enfrentar situaciones estresantes. Enterarse de que
se daña deliberadamente a una mascota, o detectar en una visita al hogar que ésta no
recibe los cuidados apropiados pueden sugerir que existe riesgo de abuso, un abuso
en curso que no ha sido revelado, o que existe negligencia en el cuidado de algún
miembro(s) de la familia, dado que estas situaciones frecuentemente ocurren al mismo
tiempo. La crueldad de los niños hacia los animales puede ser un indicador de otras
formas de abuso en la familia y es un factor de riesgo temprano de violencia posterior
hacia los seres humanos.
También es importante preguntar sobre experiencias pasadas con animales. Los
clientes a menudo refieren historias de amor incondicional que han compartido con
alguna mascota. Los sobrevivientes de experiencias traumáticas, en especial quienes
han sufrido abuso sexual, muchas veces señalan que sólo una mascota les hizo sentir
seguros y amados. Los recuerdos del vı́nculo con una mascota en un perı́odo de an-
gustia en el pasado sugieren que volver a tener un animal de compañı́a pudiera ser un
valioso recurso relacional. La pérdida de una mascota querida puede ser una fuente
importante de estrés presente.
Al evaluar el rol de las mascotas, los clı́nicos deben tener cuidado de no suponer que
los problemas que involucran mascotas indican necesariamente disfunción de pareja o
familia, o que los sı́ntomas del animal cumplen una función en el sistema familiar. Tal
como ha mostrado la investigación antes descrita, y al igual que en los miembros
humanos de la familia, las alteraciones emocionales y conductuales de las mascotas
pueden ser resonancias de una crisis o un estrés prolongado en el sistema familiar,
tales como problemas financieros, enfermedad o muerte de un ser querido. En algunos
casos la propia disposición temperamental de un animal, o las consecuencias del
abandono o abuso previo, pueden constituir un desafı́o incluso para las familias más
sanas. Es esencial tener una perspectiva sistémica biopsicosocial. Finalmente, es im-
portante que los clı́nicos examinen sus propias actitudes y experiencias con respecto a
la importancia de una mascota, para que sean sensibles al significado que tiene para
los clientes este vı́nculo único.

Uso Simbo¤lico de Animales para Representar Dina¤micas Relacionales


Los terapeutas a menudo recurren a las conexiones entre los seres humanos y los
animales para usar sı́mbolos, metáforas, relatos, y especialmente con los niños, los
tı́teres de animales (Melson & Fine, 2006). En la práctica de terapia familiar Peggy
Papp, una de las terapeutas más creativas, a menudo traı́a a los animales en forma
metafórica al proceso terapéutico. Al trabajar con parejas aproblemadas ella le pedı́a a
cada miembro que imaginara al otro y a sı́ mismo(a) en forma simbólica, como ani-
males por ejemplo, tal como en una fantası́a o un sueño. Luego ella hacı́a una core-
ografı́a de su interacción mediante un role play: el marido podı́a actuar como un león
que ruge y la mujer como un tı́mido ratón. Elegir y actuar roles de animales aportaba
humor lúdico, aliviaba las tensiones relacionales, y entregaba una comprensión valiosa
sobre cómo se vivenciaban uno al otro y sus necesidades de cambios en la relación
(Papp, 1982). En ocasiones también se revelaban temas de género, de poder y
cuestiones culturales. En Japón varias mujeres se presentaron a sı́ mismas como
animales atrapados: un pájaro en una jaula de oro y el marido con la llave en la mano y
negándose a dejarla salir, o una tigresa en una jaula, caminando de un lado a otro
mientras el entrenador chasquea su látigo (P. Papp, comunicación personal).

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En la técnica de genograma mediante juego familiar, desarrollada por Mónica


McGoldrick (McGoldrick et al., 2008), los clientes eligen animales y otras figuras en
miniatura para representar miembros y relaciones clave de la familia en un geno-
grama de gran tamaño. La conversación con respecto a cuáles elegir revela import-
antes sentimientos y opiniones acerca de las relaciones y los cambios necesarios para
repararlas y fortalecerlas. Es posible sostener conversaciones imaginarias entre las
miniaturas. Por ejemplo, un terapeuta preguntó a los miembros de una familia qué
dirı́a el colibrı́ (que representaba a una abuela muy querida que habı́a muerto re-
cientemente) para consolar a la triste tortuga (que representaba a un niño). En una
familia que estaba intentando hacer frente a la separación de los padres, se pidió a los
miembros que eligieran figuras que representaran recursos a los que podı́an recurrir.
El padre y las hijas mayores eligieron figuras que representaban tı́as y amigos cer-
canos. El niño más pequeño eligió un perro, provocando risas y acuerdo general en que
el perro de la familia era el recurso más amoroso para ellos (pág. 266).
También existen otras aplicaciones. Arad (2004) ha desarrollado una técnica de
creación de historias y atribución de animales: ‘‘Si tu mamá fuera un animal, ¿qué
animal serı́a?’’. Rio (2001) describe la técnica ‘‘Mi familia en animales’’ para facilitar
la participación de los niños en terapia familiar. En todos los casos es importante que
los clı́nicos tengan presente que la importancia y el significado de los animales varı́a
mucho de acuerdo a la historia personal y la cultura.

Animales en las SesionesTerape¤uticas


Si bien a muchos en el área de la salud mental les parece poco convencional tener
una mascota en la sala de terapia, Sigmund Freud fue el primero en hacerlo. Como
recordaba el psiquiatra Roy Grinker (1979), los perros de Freud eran muy importantes
en sus años de psicoanálisis:

De niño yo tenı́a un miedo terrible a los perros. Ahora los perros de Freud naturalmente
tenı́an toda la fuerza de mis miedos y odios. Cuando yo tocaba el timbre para entrar en la sala
de espera . . . se escuchaban horrendos ladridos al otro lado. . . y un enorme lobero me atacaba
con el hocico a la altura de mis genitales. Ası́ que yo entraba a la oficina de Freud con una
fuerte ansiedad de castración (pág. 9).

En las sesiones de terapia el perro chow de Freud, Jofi, se sentaba al lado del diván. Cuando
Jofi se ponı́a inquieto Freud terminaba la sesión antes, ası́ que Grinker aprendió a traer
golosinas para el perro para conseguir la sesión completa. Con frecuencia Freud hacı́a sus
comentarios e interpretaciones a través de su perro. Cuando Jofi se levantaba y rascaba la
puerta para que lo dejaran salir, Freud decı́a: ‘‘Jofi no aprueba lo que usted dice.’’ Cuando el
perro rascaba la puerta para volver a entrar Freud decı́a juguetonamente: ‘‘Jofi quiere darle
una segunda oportunidad.’’ Grinker agregaba: ‘‘Una vez que yo estaba intensamente em-
ocionado, el perro saltó encima mı́o y Freud dijo: ‘Lo ve, ¡Jofi está muy entusiasmado porque
usted ha descubierto la fuente de su ansiedad!’’’

El primer registro de una mascota en una sesión de terapia familiar fue el caso de
una familia en que el hijo tenı́a tanto miedo a los perros que no podı́a salir de la casa
solo. El caso fue atendido en la Philadelphia Child Guidance Clinic (Clı́nica de Ori-
entación Infantil de Philadelphia) en los años ’70. El video relatado de las sesiones fue
ampliamente utilizado en la formación de terapeutas familiares, y la transcripción fue

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WALSH / 599
publicada en el influyente libro de Haley (1976) Terapia para Resolver Problemas. El
tı́tulo del estudio de caso, ‘‘A Modern Little Hans’’ (Un Pequeño Hans Moderno),
estaba inspirado en el caso del Pequeño Hans de Freud (1909), que describı́a su psi-
coterapia con un niño que tenı́a miedo a los caballos. Freud interpretó que la fuente de
la fobia era la ansiedad de castración, debida a su deseo sexual reprimido hacia su madre, y
el temor al castigo de su padre. La perspectiva de los sistemas familiares, aplicando un
modelo estructural, relacionó los sı́ntomas con la sobreinvolucración de la madre y la
posición periférica del padre. Las sesiones de terapia familiar con la madre, el padre y el
hijo apuntaban a reorganizar sus relaciones con el propósito de resolver el motivo de
consulta. Usando técnicas directivas y paradojales, el terapeuta instruyó a la familia para
que adoptaran un perro. No cualquier perro, sino un perro que tuviera miedo, y que lo
trajeran a una sesión terapéutica para ayudar al niño a curar al perro de sus miedos.
Llegaron con un pequeño cachorro en una caja y pronto el problema se puso de manifiesto
(y el cachorro se hizo pipı́ en el suelo). Dándose cuenta de que el padre era cartero, el
terapeuta sugirió que éste era claramente un experto porque trataba con todo tipo de
perros diariamente. Lo alentó a compartir su maestrı́a en el manejo de los perros con su
hijo y el cachorro en la sesión. A medida que la confianza del niño y el vı́nculo entre padre e
hijo fueron creciendo, los sı́ntomas del niño disminuyeron rápidamente y la terapia se
concentró en fortalecer la relación entre los padres.

Terapia Asistida por Animales (TAA) 5


Los animales de compañı́a se usaron con frecuencia como recurso terapéutico en
instituciones psiquiátricas a fines del siglo IXX (Fine, 2006a). Su rol terapéutico dis-
minuyó con el advenimiento de la medicina cientı́fica, las estrictas convenciones del
psicoanálisis y la visión negativa de los animales por parte de los primeros psicólogos
conductistas. En los años ’60 el psicólogo infantil Boris Levinson tuvo un rol influyente
en abrir el campo de la salud mental al efecto que las mascotas pueden tener en
terapia. Levinson (1962, 1997) describió el aporte de su perro en sus sesiones con niños
y adolescentes, ayudando a reducir la ansiedad y facilitando la apertura de pacientes
retraı́dos a una interacción positiva con otros. Sus estudios de caso estimularon
investigaciones y aplicaciones posteriores. Hoy en dı́a la investigación no avanza al
mismo ritmo que el uso cada vez más frecuente de este prometedor enfoque comple-
mentario, conocido como TAA (a veces llamado terapia facilitada por mascotas o
coterapia con animales) (Fine, 2006b; Hooker, Freeman & Stewart, 2002).
En TAA el animal de compañı́a del terapeuta, por lo general un perro, forma parte
integral del proceso de tratamiento. La participación de un animal mejora el ambiente
terapéutico y facilita el cambio a través de sus interacciones con los clientes. Varios
estudios en pequeña escala (Fine, 2006b) muestran los beneficios de este enfoque para
el proceso de mejorı́a y la evolución positiva, tanto en terapia individual como grupal,
en diversos contextos de internación y en terapia ambulatoria. Un ejemplo de ellos es
un modelo de tratamiento grupal para niñas que han sido abusadas sexualmente
(Reichert, 1994). Algunos terapeutas hacen terapia de caminata con su perro y el
cliente. Otros usan el montar a caballo en forma terapéutica (Burgon, 2003). La in-
tervención en crisis canina también se utiliza para mitigar el estrés por eventos
traumáticos. Por ejemplo, los consejeros en situaciones de duelo han traı́do ‘‘perros
5
En inglés Animal-Assisted Therapy, AAT. (N. de la T.)

Fam. Proc., Vol. 48, December, 2009


600 / FAMILY PROCESS
6
tranquilizadores’’ entrenados para situaciones de crisis, para ayudar a los estudi-
antes a reintegrarse a los campus universitarios después de un tiroteo masivo.
Incluir a la mascota del terapeuta en la psicoterapia puede tener diversas ventajas
(Fine, 2006b). Dado que las sesiones terapéuticas pueden elicitar una ansiedad inte-
nsa, la sola presencia de un animal amistoso puede tener un efecto calmante y pro-
mover una sensación de seguridad, especialmente en los contactos iniciales. Acariciar
o jugar con mascotas al inicio de las sesiones disminuye las tensiones y contribuye al
rapport y la confianza en la relación terapéutica. Se ha observado que incluso un
tanque de peces tropicales mejora el ambiente terapéutico, comunicando que es un
lugar seguro. La mayorı́a de los clientes, especialmente los niños, se relacionan e in-
teractúan fácilmente con mascotas durante las sesiones, hablándoles y hablando a
través de ellas. La risa y alegrı́a ante las travesuras de los animales levanta el ánimo.
Tener mascotas en las sesiones también facilita la exploración y la toma de conciencia
de los sentimientos. Abrazarlas y acariciarlas es calmante y ofrece consuelo cuando
surgen temas amenazantes o sentimientos muy intensos. Esto disminuye la ansiedad y
aumenta la comodidad con el proceso terapéutico, facilitando el cambio positivo.
También puede moderar una escalada del conflicto entre esposos, o el comportamiento
excesivamente activo e impulsivo de un niño. La conducta inapropiada del animal
también ofrece momentos para enseñar y oportunidades de aprendizaje para los pa-
dres con respecto al manejo de problemas conductuales de los niños, por cuanto los
terapeutas modelan el ejercicio de disciplina o estrategias de solución de problemas
usando el refuerzo positivo y clarificando qué es lo que el animal busca.
Las mascotas a menudo son un catalizador para liberar profundas emociones y
sufrimientos, y poder hablar sobre ellos. A menudo pueden abordarse temas delicados
gracias al contacto con una mascota. Fine (2006b) relata una sesión con una niña de 8
años derivada por depresión. Intrigada por los pájaros en su sala de terapia, ella alargó
la mano para tocar a uno. Él le explicó que tenı́a que pedir permiso. Luego la dejó
rascar la cabeza del pájaro, pero agregó que habı́a lugares en que no le gustaba que lo
tocaran. Ella contestó: ‘‘Sé a qué se refiere’’ (pág. 176). Poco después reveló su exp-
eriencia de haber sido abusada sexualmente por un abuelo. Las interacciones sirvieron
como catalizador para abrir la conversación.
El terapeuta familiar David Wohlsifer (2008) ha relatado su experiencia trabajando
con su coterapeuta canino, Jake, como en el siguiente caso:

Cuando Sean empezó a contar su historia de abuso sexual en la niñez comenzó a sollozar. Mi
perro terapeuta, Jake, se acercó y refregó el hocico en su cara. Sean abrazó fuertemente a
Jake y siguió contando su historia mientras yo seguı́ sentado observando a mi coterapeuta
canino hacer su trabajo. Cuando Sean terminó su relato, lo felicité por su fortaleza y valor de
entrar en un espacio tan personal y doloroso al compartir su historia conmigo. Él me miró y
dijo: ‘‘No le conté mi historia a usted, se la conté a Jake.’’

Sean comenzó una nueva relación con Peter, que se unió a él por varias sesiones para trabajar
en el tema de la confianza de Sean y cuestiones de seguridad relacionadas con la intimidad y
el sexo. Al inicio de las sesiones Sean se iluminaba cuando veı́a a Jake. Él y Peter abrazaban
juntos al perro, jugando a luchar con él y riendo cuando rodaba sobre su espalda para que
pudieran frotarle la barriga. Más tarde Sean señaló que el interés, calidez y cuidado que Peter
mostraba hacia Jake le ayudaron a confiar en que Peter lo querı́a y no le harı́a daño.

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Comfort dogs. (N. de la T.)

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En mi propio trabajo clı́nico he experimentado la influencia positiva de tener a mi
mascota en las sesiones. Recientemente recibı́ una carta de una clienta antigua
agradeciéndome por nuestro trabajo de muchos años atrás, en relación a su inca-
pacidad de volver a amar después de la muerte de su novio, que ocurrió poco después
de la muerte de su amada abuela. Me contó lo potente que habı́a sido que mi perro
Targa se acostara a sus pies durante nuestras sesiones. Nunca habı́a tenido un perro e
inicialmente estaba inquieta, pero de algún modo el contacto del perro y su presencia
le dieron valor para abrirse y sanar un profundo dolor que nunca habı́a logrado superar en
su psicoterapia anterior. A través de mi perro también sintió que en las sesiones la cone-
xión conmigo era más profunda. Ella querı́a que yo supiera que nuestras conversaciones, y
especialmente Targa, habı́an cambiado su vida. Habı́a regresado a su ciudad natal, habı́a
dejado la casa de sus padres y habı́a adoptado un perro. Pronto se enamoró, se casó y ahora
tiene un hermoso niño que goza con los animales, lo que la hizo acordarse de Targa.
Es esencial que el o la terapeuta seleccione cuidadosamente un animal para terapia,
obtenga una certificación, procure rigurosos cuidados y monitoreo de su salud, y solicite el
consentimiento informado de los clientes (Fine, 2006b; véase Delta Society, Standards of
Practice (Sociedad Delta, Estándares para la Práctica), http://www.Deltasociety.org;
Therapy Dogs International (Perros en Terapia Internacional), http://www.tdi.org). Antes
de introducir a los animales en la terapia, los clı́nicos debieran tomar en cuenta cualquier
preocupación de los clientes, tales como temores o alergias. Algunos pueden no responder a
los animales, pueden haber tenido experiencias negativas, o simplemente les tienen miedo.
Por lo tanto, la conveniencia y el efecto de las intervenciones asistidas por mascotas serán
variables, y en muchos casos puede que no sean apropiadas.

Incluir a las Mascotas de los Clientes en las SesionesTerape¤uticas


En algunos casos puede ser útil incluir a las mascotas de los clientes en las sesiones
terapéuticas, especialmente cuando el vı́nculo entre ellos es esencial para el bienestar
fı́sico o emocional. Observar y conversar sobre las interacciones del cliente con la
mascota en la sala de terapia, o en una visita al hogar, pueden arrojar información
importante acerca de las dinámicas relacionales. En ocasiones la mascota puede traer
a su compañero humano a terapia:

Sondra me consultó con respecto a un dilema problemático: se sentı́a controlada y prisionera


en su departamento por su pequeño perro Rex. Estaba aislándose y deprimiéndose cada vez
más. No podı́a dejar solo a Rex; pensaba que la mayor parte del tiempo se veı́a deprimido y
que se alterarı́a demasiado. Le pregunté más acerca de este vı́nculo. Contestó: ‘‘Estoy con-
fundida; es muy lindo y parece que le tengo cariño, pero no estoy segura si lo quiero. Sin
embargo, siento que me necesita y no puedo abandonarlo. Lloriquea si no quiero que se
acueste en mi cama. Ası́ que lo dejo dormir conmigo, pero me muevo y me doy vueltas toda la
noche. Es terrible, no sé qué hacer.’’ Al preguntarle cómo adquirió al cachorro, dijo que habı́a
estado en una relación seria con Sylvio, con muchas ganas de casarse y tener un hijo juntos.
Sin embargo, la conducta posesiva y controladora de Sylvio la llevó a terminar la relación, a
pesar de que le suplicó que no lo dejara. Cuando se juntaron para despedirse él la sorprendió
regalándole este cachorro. Ella no querı́a un perro, pero se sintió obligada a aceptarlo, al igual
que se sintió culpable por dejar a Sylvio, a pesar de que él la amaba tanto. ‘‘¡Aha!’’ exclamó,
‘‘Dejé al hombre pero no puedo dejar al perro que él me dio.’’

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602 / FAMILY PROCESS

Sondra trajo a Rex a nuestra siguiente sesión para que yo lo conociera. Inmediatamente
levantó al cachorro diciendo: ‘‘Mı́relo, ¿no parece deprimido acaso? Creo que sabe que estoy
confundida respecto a él.’’ Sondra se sentó, acunó a Rex en sus brazos y le sonrió am-
orosamente entre lágrimas. Sugerı́ que tal vez sus confusas emociones con respecto a Rex
podrı́an ayudarnos a entender algunos asuntos sin resolver en su relación con Sylvio. En
nuestra conversación reconoció que tenı́a dificultades para defender sus opiniones, no sólo
con Rex, sino también con los hombres, y temı́a que la controlaran, tal como su padre con-
trolaba a su madre. A medida que se hizo más capaz de ponerle lı́mites a Rex y volvió a salir
con amigos, su depresión se alivió y sintió más cariño hacia el cachorro y hacia Sylvio. Con
una renovada confianza en afirmar sus necesidades, solicitó terapia de pareja con Sylvio para
ver si la relación podı́a tener éxito en nuevos términos, y si esto no era posible, despedirse
definitivamente. Pero en cualquiera de los dos casos, agregó, ahora estaba segura de man-
tener a Rex en su vida y en su corazón.

CONCLUSIOŁN
El enriquecedor y complejo rol que las mascotas tienen en la vida familiar y de
pareja se ha documentado en estudios exploratorios y anécdotas clı́nicas, pero la in-
vestigación en terapia familiar rara vez ha considerado su influencia. Muchos ter-
apeutas familiares están muy interesados en el tema y comparten historias sobre sus
propias mascotas, subrayando las maneras en que se las involucra en las dinámicas de
pareja y de familia. Sin embargo, la formación y la evaluación clı́nica en sistemas
familiares rara vez incluyen estos vı́nculos. Del mismo modo, en la práctica clı́nica de
orientación individual con niños y adultos hay creciente interés en la TAA. Sin em-
bargo, se está recién empezando a explorar su aplicación en los enfoques sistémicos. La
intención de este artı́culo es estimular una mayor atención al tema en la investigación,
teorı́a, formación y práctica de orientación sistémica.
Melson y Fine (2006) argumentan que las anteojeras que impiden ver el rol de las
mascotas en las familias provienen de una perspectiva ‘‘humanocéntrica’’ (o ant-
ropocéntrica), que sólo considera significativos los vı́nculos interpersonales humanos.
Ellos argumentan a favor de un cambio de paradigma hacia una orientación
‘‘biocéntrica’’, que abarque nuestras conexiones con otras especies y con el mundo
natural. En esencia esta perspectiva holı́stica está en resonancia con la orientación
sistémica propugnada por Gregory Bateson (1979), y se encuentra en la base misma de
la teorı́a y la práctica de la terapia familiar. Incluir a los animales de compañı́a como
recursos valiosos en las evaluaciones e intervenciones sistémicas puede influir y en-
riquecer el trabajo terapéutico con parejas y familias.7

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7
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