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Sánchez Ferlosio
se dispone a demostrarse a sí mismo, al río y al mundo quien es él. El fin y el contenido de cruzar a
nado el río ya no es llegar hasta la amada sino condecorarse a sí mismo con la hazaña. No otra
cosa entraña la concepción de los problemas en términos de reto o desafío. pág, 13. La concepción
subjetivista, deportiva, de los problemas, centradas en la formación y glorificación del sujeto más
que en el objeto de deseo. Lo deportivo como un interes del sujeto por sí mismo, superar obstáculos
para autoafirmarse.
La industria deportiva del espacio, la carrera espacial. Es evidente que aquí lo que tácticamente se
opone a “carácter rutinario” (es decir, repetitivo, cotidiano, habitual) es nada menos que carácter
histórico, carácter del que la muerte es, si no el único, sí por lo menos el más fiadero y prestigioso
aval. pág, 16. El cataclismo del Challenger, comentario a un editorial. La idea popular de que solo la
muerte hace historia. Nunca los muertos empañaron la gloria de una guerra ni deslucieron el
esplendor de una batalla, sino que la sangre fue siempre su guirnalda más hermosa y embriagadora.
(…) Nadie logró jamás tener tanta razón como los muertos, ni hubo nunca argumento más poderoso
que sus muertes para dejar a la Causa irrefutablemente convencida de sí misma y convencidos de
ella a los demás. (…) Nunca es el contenido de la Causa el que se alega para legitimar y justificar la
sangre derramada, sino ésta la que siempre es esgrimida como el aval indiscutible de la justicia, la
razón y la bondad de cualquier Causa, por delirante, estúpida, inocua, criminal o sórdida que sea.
pág, 17.
Que la llamada causa del Progreso -hoy prácticamente reducida a la innovación cualitativa de la
tecnología- esté sujeta a accidentes no es considerado como un defecto. 17.
Se diría que la sangre y la muerte son a los ojos de los hombres el más seguro y acreditado título de
garantía sobre el valor de cualquier cosa; y aquello que haya costado sangre y muerte aquello
mismo tienen por lo más valioso. pág. 18.
Las cicatrices son para él como títulos o pólizas que lo autorizan a pasar al cobro del crédito social
que, según su criterio, ha adquirido mediante el sacrificio que esos mismos estigmas representan.
No es sino un caso más del fuero inmemorial y aun hoy no derogado que quiso hacer de la sangre y
la muerte creadoras de derecho. (…) La sacralización de la muerte, su transfiguración en sacrificio,
es una forma de capitalización. pág. 21. No es casualidad que los proyectos occidentales se hayan
alzado sobre el carácter santo de alguna de las muertes de sus más nobles personalidades, es el caso
de Sócrates y es también el de Cristo. Para el relato tecnólatra análogo papel habría tenido la
catástrofe acontecida en el Challenger. Es el caso también de las guerras, cuyos muertos han
provocado desde tiempos inmemoriales la afirmación del proyecto nacional por el que murieron. Las
Causas profanas han heredado los vicios de los viejos dioses.
acarrear accidente mortales y hasta estragos a los hombres no es considerado como una calamidad
o como un inconveniente del progreso, sino como su mejor legitimación, del mismo modo que exigir
victimas en sacrificio, para otorgar sus bienes nunca fue considerado como un abuso, una injusticia
o hasta una canallada de los dioses, sino la parte que le correspondía en la relación de intercambio.
pág. 23. La relación de intercambio es una relación jurídica que mantiene una alianza entre los
hombres y los dioses, el sacrificio era fundamento de la legitimación del usufructo de los bienes. Es
el precio que hay que pagar por el progreso se dice.
Naturalmente, el expediente más viable, más común, e inmensamente mayoritario, de fijar ese centro
de coordenadas capaz de hacer unívoco y unilateral el ámbito de la acción que exigen la ficción y la
aventura es encarnarlo en un sujeto humano al que se privilegia como “protagonista”. pág, 29. El
mejor ejemplo es la dialéctica hegeliana, que tiene forma de novela policiaca. “La aventura humana”.
El homo universalis como sujeto de la Historia reúne en sí a toda la Humanidad aun cuando se le
atribuyen rasgos de carácter propios del ideal del europeo burgués aparecido con la revolución
industrial del s.XVIII. La alegoría de “l’aventure humaine” le ha permitido a Fontaine la
racionalización del accidente como “prix de sang” precisamente porque el fantasmagórico
protagonista de tal alegoría es trascendente a toda contingencia. Se hallará por naturaleza tan
ajeno a la facticidad del accidente como supeditado a la necesidad del sacrificio. pág. 33. De hecho
resulta evidente que la dialéctica hegeliana del espíritu está pensada para Occidente.
Las ideologías agnósticas al igual que las religiones conciben el devenir humano como supeditado a
esa clase particular de relaciones de intercambio en que consiste el sacrificio. Véase la aceptación de
la necesidad de la sangre y la muerte como único motor revolucionario. Los dioses no han cambiado.
En el principio no fueron, ciertamente, los dioses de los cielos los que impusieron sacrificios a los
hombres en la tierra, sino los sacrificios de los hombres de la tierra los que pusieron dioses en el
cielo. Por consiguiente, no es que el sacrificio haya sobrevivido al cambio de los antiguos dioses,
sino que es la perpetuación del sacrificio lo que demuestra que los dioses no han cambiado. pág. 35.
Quizás de nombre y de vestido pero no de condición. Ahora con nombres como Historia,
Revolución, Progreso o Futuro. La prueba de que no es el dios quien demanda el sacrificio, sino éste
el que produce a aquel, es que la Causa nunca se esgrime para justificar el sacrificio, sino el contario,
la cicatriz y la sangre legitiman la Causa.
Los pueblos no pueden ser más que productos de la sangre y las naciones no han llegado a ser
jamás sino creaciones de la espada. 36.
El sacrificio crea, por tanto, la patria y la recrea; los sacrificados, haciéndola acreedora, pasan a
formar parte de la divinidad. Los sacrificados son ya la patria misma; la historia de la patria no es
sino la historia de sus sacrificios. (…) la función de intercambio creadora de la patria sería una
forma de conexión mítica del hombre con tal o cual pasado que reconoce como su acreedor. 38.
No en vano ese mismo futuro es la morada perenne de esos designios ideales que precisamente
denominamos Causas, las cuales nunca son exactamente fines, situados en el horizonte, por remoto
que sea, de lo alcanzable, sino más bien como representaciones siempre igualmente ausentes y
presentes, en la particular equidistancia de todo lo virtual. 40.
Jamás quienes, en las más diversas e incontables arengas, usaron la expresión “sangre fecunda”
estaban pensando en la del enemigo, sino en la derramada por las propias huestes. Nunca es, pues,
a la violencia inferida, sino a la padecida a la que se le atribuye la capacidad creadora. 42.
Tan solo nos es lícito decir; “El sacrificio es bueno porque complace a los dioses”, mientras que
nos está totalmente prohibido decir: “Los dioses son malos porque se complacen con el sacrificio”.
Así de Gaulle mirará con buenos ojos a la espada por haber escrito la historia de Francia, pero
nunca mirará, en cambio, con malos ojos a Francia por haber sido escrita su historia con la espada
(…) Y en general, en vez de poner reparos a las Revoluciones o al progreso o a la Historia
Universal por haber costado tanto ríos de sangre, tan incontables muertes y en fin tan enormes
sacrificios, se bendicen y ensalzan la muerte, la sangre, el sacrificio por haber propiciado las
Revoluciones, el Progreso y la Historia Universal. 46.
El criterio de medida para dictaminar de la madurez humana de los indios y de su capacidad para
autogobernarse sin la tutela de los blancos fue, como en tiempos de Humboldt, su ductilidad para
servir de mano de obra en actividades ajenas a sus hábitos de vida y extrañas a las necesidades que
podrían sentir y percibir como propias e inmediatas. 58.
Todo ahorro implica la proyección del alma hacia el mañana, el deseo de riqueza es deseo de futuro.
el primero y tal vez el más alto “precio que ha habido que pagar por el progreso” es, sin duda, el
presente. Desde el presente de que se priva al ahorrador para mejorar de casa y vecindad hasta el
presente que se va robando a sí mismo el asegurado por un entierro y un ataúd más ostentosos,
puede formarse todo un abanico de imágenes privadas que reflejan o imitan el especto de la
renuncia universal. 66.
La misma subsunción de la economía del indio en la totalidad de sus relaciones sociales que
impedía la extrapolación individual de un sujeto económico consciente de sí mismo, y en
consecuencia de un sujeto para el deseo de riqueza o la ambición de medro personal, obstruía
igualmente la posibilidad de la tensión proyectiva del alma hacia el mañana, la enajenación del hoy,
y permitía a los indios autopertenecerse en su presente, permanecer quedos en sí, presentes a sí
mismos. A esta forma de tiempo distenso y sin futuro del taíno o del aplatanado se contrapone la
forma del tiempo proyectico, vendido o hipotecado a su propio porvenir. 67.
Lo que los españoles concibieron como una diferencia de edad filogenética entre ellos mismo y los
nuevos pueblos conocidos era, una diferencia de inserción de lo económico en la vida social y
cotidiana de los unos y los otros y, en consecuencia, una distinta configuración tanto del tiempo
como del individuo. Venció, por ser más fuerte, el español, y así pudo autoproclamarse también el
más adulto y constituirse en examinador de la madurez del indio. 67.
Pero habiendo ya impuesto el progreso su particular modelo humano por modelo del hombre
universal, aquella particular idiosincrasia de los indios a la que los españoles habían calificado
únicamente como minoría de edad filogenética se habría de ver diagnosticada ahora (conforme al
taxativo y excluyente criterio de salud humana universal) como una especie de enfermedad colectiva
en que podían caer algunos pueblos, un cierto estado mórbido caracterizado de postración social,
sintomáticamente caracterizado por una denodada fobia hacia un oficio como el de arponero o
cualquier otro que se le asemeje. 68.
El sufrimiento no puede ser gratuito, infundado e irreparable, ¡tiene que ser creador y motivador!
¡tiene que tener sentido! Así parecen clamar los más sinceros. 76.
Solo la concepción proyectiva de la Historia se presta a fundamentar la justificación del sufrimiento.
No le ofreció consuelo, pero le prestó sentido; y para el miserable estado de la condición humana en
la era del Progreso, dar sentido es, por desgracia, también dar consuelo. (…) Quien viene dando
sentido al sufrimiento se hace marcadamente sospechoso de traer por secreto cometido el de
impedir que el doliente se rebele. Los hombres están siempre dispuestos a creer a muchos que les
dicen “vuestro dolor será fecundo”, cuando, por el contrario, deberían confiar en quien les dice:
“vuestro dolor es absolutamente inútil, gratuito, irreparable”. ¿Acaso pide la felicidad tener
sentido? Niégate, pues, a dárselo al dolor. 92.
102. La muerte consolada por el servicio a alguna otra cosa frente a una muerte sinsentido.
Podemos observar que si algo hoy puede todavía llevar alguna carga de blasfemia es el ultraje a la
tecnología; y así, tal vez podríamos pensar que haya efectivamente en torno a ella como una cierta
atmósfera , no digo religiosa, pero algo así como religionosa. 105. Aquí está fino, la tecnolatría es la
nueva religión. El discurso contrario es el ecologista.
Creo que lo equivocado es el supuesto tácito que subyace a tan súbitas explosiones de sorpresa:
pensar que algo está realmente en manos de alguien, ignorar que lo máximo corre, en verdad,
abandonado a la fortísima corriente de su propia inercia; una corriente a la que los pretendidos
fautores y propugnadores no hacen a fin de cuentas otra cosa que integrarse. (…) Sería demasiado
intranquilizador, a estas alturas, perder la fe en el porvenir de algo que ha llegado a ser tan
invencible como la tecnología. 108. El mercado es un sistema parcialmente autónomo que tiende a
reproducirse. Necesidad de autorreproducción del capital, en sus propias palabras. Es una ilusión
porque procede del deseo, promete un paraíso terrenal. El Tren de la Tecnología.
En la mentira es donde está, precisamente, la última esperanza. Por aquello de que den la
hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud (…). Cuando el lobo no necesita ya ni
siquiera disfrazarse con pieles de cordero es cuando podemos decir que todo está perdido. Cuando
la tecnología no necesite ni siquiera la hipocresía de decir “países en vías de desarrollo” es cuando
ya no cabrá confiar siquiera en un último residuo de mala conciencia o de vergüenza del que quepa
esperar una reacción contra sí misma y su propia falacia y perversión. 114.
Para Lacan, lo Real es aquello que toda “realidad” debe suprimir; de hecho, la realidad se
constituye a sí misma gracias a esta represión. Lo Real es una x impávida a cualquier intento de
representación, un vacío traumático del que solo nos llegan atisbos a través de las fracturas e
inconsistencias en el campo de la realidad aparente. De manera que una estrategia contra el
realismo capitalista podría ser la invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo
nos presenta.
La catástrofe ambientan es un Real de este tipo. Es cierto que en un determinado nivel podría
parecer que los temas ecológicos no son para nada parecido a un “vacío irrepresentable” (…). Sin
embargo, la catástrofe ambientan aparece en la cultura capitalista solo como una forma de
simulacro; sus implicaciones reales son demasiado traumáticas para que el sistema pueda
asimilarlas. 44.
Analiza cómo hay una tipo de cultura pop propia de la segunda mitad del siglo veinte que ha
superado la distinción tal baja cultura y que ha perdido la orientación hacia el futuro propia del
modernismo. El posmodernismo artístico se articula bajo al forma del pastiche en un presente
mediático constante, el artista ya no esta apuntando hacia un futuro porvenir, porque no hay futuro, y
porque el artista solo puede trabajar a partir de los despojos del pasado (retomando temas de
Benjamin), que son retomados bajo la forma del pastiche. A favor de la cultura pop.
el pasado mismo ha quedado modificado: lo que en otro tiempo fue, de acuerdo con la definición
lukacsiana de la novela histórica, la genealogía orgánica del proyecto colectivo burgués (…), se ha
convertido ya en una vasta colección de imágenes y en un simulacro fotográfico multitudinario. 22
El pasado es una colección de pastiches que se traen al presente independientemente de si pertenecen
a un periodo histórico o a otro, todo se convierte en neo-x (inserte aquí su estilo estético favorito).
La aproximación al presente mediante el lenguaje artístico del simulacro, o del pastiche
estereoscópico del pasado, confiere a la realidad actual y a la apertura del presente histórico la
distancia y el hechizo de un espejo reluciente. Pero esta nueva e hipnótica moda estética nace como
síntoma sofisticado de la liquidación de la historicidad. 25.
Si es cierto que el sujeto ha perdido su capacidad activa para extender sus pretensiones y sus
retenciones a través de la multiplicidad temporal y para organizar su pasado y su futuro en una
experiencia coherente, sería difícil esperar que la producción cultural de tal sujeto arrojase otro
resultado que las «colecciones de fragmentos» y la práctica fortuita de lo heterogéneo, lo
fragmentario y lo aleatorio. 30.
Al romperse la cadena del sentido, el esquizofrénico queda reducido a una experiencia puramente
material de los significantes o, en otras palabras, a una serie de meros presentes carentes de toda
relación en el tiempo. 31.
Jean-François Lyotard.
Cualquier realidad social compleja es demasiado compleja como para ser descrita con precisión por
un solo discurso maestro (metarrelato). Toda sociedad excede una sola interpretación, debe ser
analizada entonces desde diversos paradigmas, perspectivas, discursos, etc.
Al igual que las religiones paganas no creían en un solo dios sino en múltiples, la filosofia pagana es
la única que puede dar cuenta del pluralismo y la multiplicidad de la sociedad posmoderna. La base
de esta filosofia pagana es la ontología de los eventos singulares, la realidad está constituida por
acontecimientos únicos e irrepetibles y no es posible subsumirlos bajo una misma ley universal que
los pueda juzgar, hay que tener en cuenta cada evento en su singularidad. Hay una diferencia
irreductible entre eventos, no se pueden reducir a conceptos universales, seria una suerte de
nominalismo.
El método que usa es el de los juegos del lenguaje de Wittgenstein. La posmodernidad implica una
transformación del vinculo social, esos metarrelatos que unifican los diversos relatos que justifican
los diferentes juegos del lenguaje, ha desaparecido. Lo característico de la posmodernidad es que
esos juegos son múltiples y fragmentados sin que exista traducción de unos a otros. Solo existen
narrativas legitimadoras inconmensurables entre sí.
Distingue el conocimiento narrativo; el saber que se transmite como narración de las aventuras, no
recurre a la legitimación, se legitima a sí misma porque es contada por los ancianos, padres, sabios,
etc. y son narraciones como los mitos sin localización concreta, verdades atemporales, no plantea la
cuestión de la fundamentación de su conocimiento. Y el científico, que está obsesionado con su
legitimación mediante la metodología, tan solo acepta un tipo de juego del lenguaje; el denotativo,
que pretende describir la realidad sin evaluarla. Algo que es en realidad una ideología, pretende
reducir el conocimiento legítimo al legitimado, es decir, aquel acorde a una serie de criterios como
reproductibilidad, predictibilidad, etc. que le sirve a la ciencia para justificar internamente sus
conocimientos. La idea clave es que el proyecto de la ciencia no puede existir sin una narración que
lo metalegitime, es decir, un tipo de legitimación que venga desde fuera y justifique el papel de la
ciencia en la sociedad, y no en clave interna como ella misma hace. Esa narrativa ha solido tomar la
forma de la épica heroica, el científico como héroe que lucha contra la ignorancia.
La posmodernidad seria el periodo donde el conocimiento científico habría vencido sobre el
metanarrativo. Lyotard ve con malos ojos su dominio, bajo la idea de que la realidad no puede ser
agotada bajo una misma interpretación, del mismo modo que existe un conocimiento científico puede
haber a su lado otro narrativo. La ciencia no está en la posición de poder sustituir la narración, en
caso de lo que hiciera estaría desfundamentada. En la época moderna el proyecto científico se
metalegitimaba conforme a dos narrativas; el relato hegeliano (el conocimiento avanza
progresivamente hacia el saber absoluto) y el relato marxista (el conocimiento se justificaba por un
avance progresivo hacia la emancipación). Ambas, han entrado en crisis con la época posmoderna,
ya no existe una sola sociedad donde tenga sentido aplicarlas, sino múltiples e inconmensurables. Lo
que legitima la ciencia a día de hoy es el criterio tecnológico, ahora se justifica por su productividad,
por el hecho de que tiene resultados en máquinas que se supone mejoran nuestras vidas, pasa a
convertirse el conocimiento en lo central del modo de producción posfordista, junto a la información.
Pero el potencial real de las tecnologías futuras es cambiar al propio Homo sapiens, incluidas
nuestras emociones y deseos, y no simplemente vehículos y armas. ¿Qué es una nave espacial
comparada con un cíborg eternamente joven que no se reproduce y no tiene sexualidad, que puede
intercambiar pensamientos directamente con otros seres (…)? (…) De hecho, los futuros amos del
mundo serán probablemente más diferentes de nosotros de lo que nosotros somos de los
neandertales. Mientras que nosotros y los neandertales somos al menos humanos, nuestros
herederos serán como dioses. 2016, pág. 451.
La obra comienza esbozando de manera general la situación contemporánea. El fin de los grandes
relatos (cristianismo, ilustración, comunismo…) en la postmodernidad dibuja un panorama en el que
hemos perdido los sentidos de nuestra existencia, los dioses han muerto y hacernos cargo de nuestra
vida resulta angustioso sin un marco de sentido. Las nociones de “progreso”, “Historia” o
“humanidad” (como entidad sustantiva) se han problematizado, y a causa de la influencia cultural de
los medios de masas y las redes sociales se ha glorificado el presente, la pura inmediatez, ahora todo
es noticia, actualidad, de manera que se desprecia la memoria y la nostalgia, lo que se ha traducido
en una pérdida de la densidad temporal.
Según Lyotard, Auschwitz valdría como símbolo de la no-realización trágica de la modernidad, ¿fin
de la historia? quizás tan solo final de la historia lineal y homogénea, donde un solo discurso
formaba el horizonte. Parece que hemos aprendido que no hay un curso único para la historia y que
la construcción de relatos históricos debe ser plural y discontinua si quiere adecuarse a la compleja
realidad. El perfil de nuestro siglo se caracteriza por el estallido y la fragmentación de la experiencia
humana, nuestros proyectos necesitan asentarse en un pasado para abrir el presente hacia el futuro, en
lugar de esperar pasivos el acaecer de un destino, actitud tan alienante como la fe en el progreso.
Hubo un tiempo histórico en nuestra tradición cultural marcado por la aspiración a la unidad, a la
constitución de un escenario homogéneo por el que pudiera discurrir la vida humana. Ese es el
tiempo histórico de la Ilustración, nacimiento de la modernidad. La raíz de esa aspiración se situaba
en la supuesta unidad natural de la razón humana y tenía como correlato la fe casi incuestionable en
el progreso.
La consecuencia de este proceso es compleja, por una parte, la cuestión de los valores, en un mundo
organizado cada vez más eficazmente, los valores que determinan los fines últimos que guían a los
individuos es un asunto que se presenta en el ámbito íntimo de los individuos, esos valores
desaparecen para refugiarse cada vez más en el ámbito de la intimidad. Por otra parte, fracasa la
pretensión de que haya un sentido unitario en la vida que de recoja todas las esferas de la vida, se
retira del mundo objetivo y se refugia en la subjetividad. La idea del desierto de valores, un mundo
cada vez más racionalizado, no encontramos sentidos en el mundo. Las distintas líneas por las que se
guía nuestra vida se mueven en diferentes esferas de la vida, el trabajo, la familia, la política, etc.
Una pluralidad de esferas en que se fragmenta la vida de los individuos sin que exista un sentido que
las unifique. Reglamentación de todos los aspectos de la vida del individuo, tres ejemplos de este
tipo de racionalidad que lo va regulando todo; la organización burocrática del estado, el modo de
organizar la empresa capitalista guiado por un cálculo de costes y beneficios, el método científico
moderno.
Esa racionalidad que penetra en todos los polos de la sociedad regulándolo todo, de acuerdo con esta
mentalidad que todos lo enfoca en la relación medios-fines, no define los fines últimos de nuestra
vida, tan solo cuales son los medios más eficaces para alcanzar ciertos fines, fines que debemos
poner nosotros, el individuo en su intimidad, porque esa racionalidad no puede hacerlo. Se trata de
optar en el ámbito subjetivo por aquellos fines que consideramos últimos para guiar nuestra
existencia. El tipo de racionalidad que impera en la cultura occidental es técnica, no es capaz de
determinar los fines, es solo capaz de determinar medios (la tecnocracia). Esta racionalidad destierra
los sentidos y fines últimos, tan solo organiza los medios para optimizar la vida.
Nietzsche.
Nietzsche dirige su rechazo a las bases mismas de la cultura europea, una historia de decadencia que
se basa en un error de principio, es el primer teórico y el primer profeta del nihilismo. El destino de
la civilización occidental conduce a la nada, a la negación de todos los valores que sostuvieron su
historia. Desde sus orígenes, en la antigüedad griega, la civilización occidental, habría optado por
una vía que se aparta del sentido afirmativo de la vida. Hace referencia a lenguaje biologicista,
instintos, pulsiones, y médico, vida sana vs enferma. El ascetismo es la mortificación de la vida y la
naturaleza, de nuestra realidad sensible y sensual, una desconfianza de la naturaleza, condenarla
como fuente del pecado, del deseo y el instinto. Los valores ascéticos quieren mantener una moral
contranatural, opta por la trascendencia, por el transmundo, por una metafísica que propone un más
allá como forma de negar el más acá. Todo esto significa una elección de un tipo de vida, unos
valores de carácter reactivo que no confía las fuerzas o las potencias afirmativas de los instintos de la
vida y la naturaleza. Este ideal está dando muestras de agotamiento, así interpreta el proceso de
secularización ilustrado, que abandona toda idea de trascendencia y nos deja en el medio de un vacío
existencial.
Ahora bien, en Nietzsche el nihilismo tiene un doble significado; el de una civilización que
languidece (negativo), pero por otro lado, aquel primer nihilismo destructor hace posible una nueva
forma de vida de carácter afirmativo (positivo), guiada por valores individualistas y aristocráticos (el
superhombre), y ya no de acuerdo con una moral universal. El superhombre recupera el sentido de la
tierra, más allá del nihilismo como destino occidental es capaz de afirmar nuevos valores que den
lugar a nuevas formas de relacionarnos con nuestra vida, deseo y naturaleza. Nietzsche pone en
cuestión que existan principios normativos para todos, el superhombre es aquel que crea los valores
por los cuales se rige sin subordinarse a principios que valgan para todos. La moral de los esclavos
(de tipo universalista) frente a la de los señores.