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De aKa | aT TAURUS Jer™" =_I=ERs RIAL wW IFARL FPANICOIS SIRINELLI Oat C-067262 Daniel Roche, Alain Croix, Krzysztot Pomian, Alain Corbin, Maurice Agulhon, Antoine Prost, Jean-Noél Jeanneney, Michel Sot, Anita Guerréaujalabert, Jean- Patrice Boudet, YvesMarie Bercé, Antoine de Baecque, Marie-Claude Genet Delacroix, Christophe Prochasson, Stéphane Aud@nRouzeau, Annette Becker, Augustin Girard, Philippe Urfalino, Jean-Michel leniaud, Serge Berstein, Michel lagrée, Gérard Monnier, Georges Duby. 5 ué pueden tener en comin Marianne —el simbolo de ° la Repiblica francesa— y el desarrollo del audio visual? gEn dénde encuentran punto de unién las terribles marcas que dejaron las guerras mundiales con las que se derivaron del Caso Dreyfus? gQué comparten un estudio sobre el medicevo y otro sobre el Siglo de las Luces? Pardmetros aparentemente tan disimiles —estos y otros muchos més— son recogidos en esta obra Trazos de una misma éptica, la historia cultural, los veinticuatro ensayos aqui reunidos narran las rutas que los his- toriadores han seguido en sus estudios; plantean los periodos en que se propone dividir la investigacién de la memoria cultural; exponen las vetas no exploradas del tema; confrontan sus hallazgos con los de otras dreas del conocimiento histérico: El conjunto representa un balance critico del trabajo realizado por historiadores de la cultura, que abarca por igual la meto- dologia, los objetos de estudio y el trazo de fronteras con otras esferas del conocimiento Esto obra se publica gracias al apoyo de la Embajada de Francia en México. ISBN: 968-19: 19.03560 ll) | Il OBRA DIRIGIDA POR JEAN-PIERRE RIOUX y JEAN-FRANCOIS SIRINELLI PARA UNA HISTORIA CULTURAL OBRA DIRIGIDA POR JEAN-PIERRE RIOUX y JEAN-FRANCOIS SIRINELLI PARA UNA HISTORIA CULTURAL CENTRO DE INVESTIGACIONES YESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGIA SOCIAL BIBLIOTECA TAURUS e PENSAMIENTO 0067262 PARA UNA HISTORIA CULTURAL © 1997, Jean-Pierrre Rioux y Jean-Francois Sirinelli © 1997, Editions du Seuil Titulo original; Pour une histoire culturelle De esta edicién: © D.R, 1998, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V. Ay, Universidad 767, Col. del Valle México, 03100, D-F. Teléfono 688 8966 * Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Calle 80 No. 10-23, Santafé de Bogota-Colombia. Tel: 635 12.00 © Santillana S.A. Torrelaguna, 60-28043. Madrid. * Santillana S.A., Avda. San Felipe 731. Lima. © Editorial Santillana S.A. f Ay. Romulo Gallegos, Edif. Zulia ler. piso Boleita Nte., Caracas 1071. Venezuela. * Editorial Santillana Inc. P.O. 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Esta publicaci6n no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, niregistrada en o transmitida por un sistema de recuperaci6n de informacién, en ninguna forma ni porningtin medio, sea mecénico, fotoquimico, electrénico, magnético, electrooptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial. C- O6°2 InrRODUCCION. UN TERRENO Y UNA MIRADA Jean-Pierre Rioux ITINERARIOS UNA DECLINACION DE LAs Luces Daniel Roche Marx, LA SILLERA Y LA PEQUENA BICICLETA Alain Croix HISTORIA CULTURAL, HISTORIA DE LOS SEMIOFOROS Krzysztof Pomian Dex Lemosin A LAS CULTURAS SENSIBLES Alain Corbin gMARIANNE, OBJETO DE “CULTURA”? Maurice Agulhon SOCIAL ¥ CULTURAL, INDISOCIABLEMENTE Antoine Prost AUDIOVISUAL: EL DEBER DE MEZCLARSE Jean-Noél Jeanneney PERIODOS Lo ExTRANO MEDIEVAL Michel Sot, Anita Guerreau-Jalabert y Jean-Patrice Boudet RUMORES DE LOS SIGLOS MODERNOS Yves-Marie Bercé LA REVOLUCION FRANCESA: REGENERAR LA CULTURA? Antoine de Baecque LA RIQUEZA DE LAS BELLAS ARTES REPUBLICANAS Marie-Claude Genet-Delacroix INDICE 27 57 79 109 139 157 177 193 203 227 Ex Caso EN TODOS sus ESTADOS Christophe Prochasson 247 VIOLENCIA Y CONSENTIMIENTO: LA “CULTURA DE GUERRA” DEL PRIMER CONFLICTO MUNDIAL Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette Becker VETAS Las ELITES CULTURALES Jean-Francois Sirinelli LAS INVESTIGACIONES SOBRE LAS PRACTICAS CULTURALES Augustin Girard LA HISTORIA DE LA POLITICA CULTURAL Philippe Urfalino LA MEMORIA COLECTIVA Jean-Pierre Rioux EL PATRIMONIO RECUPERADO. EL EJEMPLO DE SAINT-DENIS Jean-Michel Leniaud La currurA PoLirica : Serge Berstein HISTORIA RELIGIOSA, HISTORIA CULTURAL Michel Lagrée HISTORIA DE LAS ARTES ¥ TIPOLOGIA Gérard Monnier ENTREGAS La BISTORIA CULTURAL Georges Duby ELOGIO DE LO COMPLEJO Jean-Frangois Sirinelli InDIcE oNoMAstico Los aurores 265 289 313 327 341 373 389 407 429 449 457 469 483 INTRODUCCION UN TERRENO Y UNA MIRADA Jean-Pierre Rioux Ese libro colectivo tiene su origen directo en las exposiciones realizadas en el seminario que Jean-Francois Sirinelli y yo impar- timos desde 1989.’ Presenta un amplio conjunto de pruebas y de preguntas, debatidas y expuestas en comin por historiadores de todas las generaciones, doctores, maestros y estudiantes avan- zados que caminan codo a codo. Sélo tiene una ambici6n: dar cuenta de una reflexion plural, de orden historiografico y metodolégico, que se emprendid de esta manera por la proliferacion del adjetivo “cultural”, asentado en la actualidad ' “Politica e instituciones culturales de la Francia contemporanea” impartido en el Instituto de Historia Contempordnea del CNRS, de 1989 a 1991; “Historia cultural de Francia en el siglo XX’, en el Centro de Historia de la Europa del Siglo XX, de la Fundacion Nacional de Ciencias Politicas de Paris, de 1991 a 1994 y en la Universidad Columbia en Paris, desde 1994. Se beneficio en su inicio de un apoyo del Ministerio de Cultura y, desde 1993, de su Comité de Historia [sobre las referencias asi facilitadas, véase Jean-Pierre Rioux, dir., L Histoire culturelle de la France contemporaine. Bilans et perspectives de Ja recherche, Paris, Ministerio de la Cultura y IHTP-CNRS, 1987, 4 vols., y Jean-Pierre Rioux y Jean-Frangois Sirinelli, dir., Histoire des politiques et des institutions culturelles en France depuis un demi-siécle (des années 1940 a nos jours). Un programme de recherche, Paris, HTP-CNRS, 1990]. Sobre las investigaciones que fueron impulsadas, véase J.-P. Rioux y J.-F. Sirinelli, dir., Les Politiques culturelles municipales. Eléments pour une approche historique, Paris, Les Cabiers de l'IHTP, CNRS, 1990, y Augustin Girard, Jean-Pierre Rioux, Jean-Francois Sirinelli, dir., Les Affaires culturelles au temps de Jacques Dubamel (1971-1973), Paris, Comité de Historia del Ministerio de la Cultura- La Documentaci6n francesa, 1995. ay PARA UNA HISTORIA CULTURAL sobre tantos trabajos historicos, y por la afirmacién, ahora bastante prometedora, de una auténtica historia cultural de la Francia contemporanea. Esta obra rechaza de paso, sin polemi- zat, cierta afirmaciOn irreflexiva que hace creer-que la historia cultural no es sino un “pastel de crema”,? sdlo una moda pasajera o un complemento temporal del espiritu en un estado epistemoldgico latente. Y si en su titulo exhibe algan volunta- rismo, es para que se comprenda mejor que la esperanza tiene un fundamento. Pero, es obvio decirlo, no queremos lanzar uno de esos manifiestos que agitan el aire, ni marcar un territorio en vias de apropiacion, colectiva o parcelaria. La historia cultural esté demasiado viva, provoca bastante a cada historiador en lo intimo: dejémosla, por favor, respirar con toda libertad. Un panorama Historiadores de los siglos XIX y XX, pero también —y muy importantes— de periodos anteriores, considerados los pione- ros, dicen aqui, con toda franqueza, por qué caminos persona- les {legaron al coraz6n de lo cultural, qué nuevas luces aporta esto Ultimo al estudio de los periodos que abordan, qué riquezas descubren en los diversos campos que han explorado. Siete “itinerarios”, personales y reivindicados come tales mas 0 menos en voz alta, describen primeramente, punto por punto, una especializacién tematica, navegaciones con o sin brijula, los giros o los prolongamientos de las instituciones, y los esfuerzos que, mal que bien, han derivado en la construccion de objetos de investigacion considerados culturales. El voluntarismo de un procedimiento que rechace caminos anda- dos, la capacidad de reaparecer y de innovar sin preocuparse 2 Jacques Le Goff y Nicolas Rousseiller, “Prefacio” de Francois Bédarida dir., L Histoire et le Métier d’bistorien en France, 1945-1995, Paris, Editions de la Maison des sciences de l'homme, 1995, p. 16. Este calificativo invalida el capitulo de la misma obra (pp. 339-349) donde Michel Sot y Jean Francois Sirinelli autentifican una historia cultural. (12) UN TERRENO Y UNA MIRADA de las precedencias en la eleccin de los sujetos, el honor critico que rechaza la errancia masoquista de moda, la alegria de compartir un trabajo siempre por pulir, la simple fidelidad a si mismo también: todas esas cualidades, suficientemente raras para que las consideren naturales aquellos que las cultivaron, y que, se siente claramente, son institutrices de la historia de lo cultural. Le debemos verdaderos agradecimientos a Daniel Roche, Alain Croix, Krzysztof Pomian, Alain Corbin, Maurice Agulhon, Antoine Prost y Jean-Noél Jeanneney (en el orden cronoldégico del resultado de sus equipos, del tiempo de las Luces al de los extrafios tragaluces), por abrir la reflexi6n recordando todo esto libremente, cada uno en su estilo y con todo su temperamento. Y sobre todo sus siete conclusiones permiten comprender —es obvio, pero es mejor decirlo— que al proseguir su investigaciOn, y precisar sus blancos, al acicalar sus rasgos e incluso cuando reivindica una singularidad, el historiador de lo cultural sigue siendo, en el sentido absoluto, un historiador y nada mis, aferrado a los pleonasmos hereda- dos: toda historia, por definiciOn, es social y suefia con ser total. En una segunda parte, nueve investigadores atestiguan la renovaci6n de los cortes del trabajo historico en “periodos” cuando se les observ6 desde el angulo cultural. En seis terre- nos que les son afectos, y escalonados aqui, una vez mas, de manera cronoldgica, sefialan temporalidades a velocidad va- triable, rupturas francas, incertidumbres ideales y accidentes mentales cuyo relato contribuye desde ahora a intentar resti- tuir mejor lo real. Descubren proyectos regeneradores, auda- cias institucionales, correcciones de trayectoria ideolégica, mesianismos fechados cuya curvatura temporal muestra viejas regiones del espiritu: tantos rasgos culturales que al analizar- los otorgan toda su fuerza al acontecimiento y singularizan una parte del siglo; tantos transitos y punteados cuya puesta en relieve realza y colorea el trazo de una época. No sorprendera que ese recorrido deba leerse en dos tiempos, rio arriba y rio abajo. de la ruptura de matrices de 1789, cuya historia cultural refuerza la contemporaneidad, constitutiva, como se sabe, de una parte tan fuerte de nuestra tradicin historiografica fran- 13] PARA UNA HISTORIA CULTURAL cesa, y de la que ambiciona hacer que se lea de nuevo la de- marcaciOn ut6pica. Michel Sot, Anita Guerreau-Jalabert, Jean- Patrice Boudet, Yves-Marie Bercé y Antoine de Baecque re- cuerdan oportunamente que todo comenzé en historia de los tiempos modernos y medievales, que nada desembocara sin la ayuda y el constante refuerzo de sus historiadores pioneros, descendientes directos 0 no de Marc Bloch y Lucien Febvre. Marie-Claude Genet-Delacroix, Christophe Prochasson, Stéphane Audoin-Rouzeau, Annette Becker, por su parte, se- fialan la amplitud de la renovaci6n en tres temas que uno ha- bia creido casi extintos: el Caso Dreyfus, la Tercera Reptiblica triunfante y la Gran Guerra; tres ejemplos, entre otros; tres experimentos felices que alimentan el deseo de que la mirada cultural se pose lo més rapido posible sobre todo el panorama de lo contemporaneo. La tercera parte, con apariencia menos sorprendente, pero con ambiciones igual de nuevas, finge ignorar el acontecimien- to y la periodizaci6n, por lo menos en un principio, pues da cuenta antes que otra cosa de la explotacién en segmentos, mas o menos avanzada segin el orden de los capitulos, de los campos cuya delimitaci6n ha sido en buena parte una respuesta historiadora de urgencia, desde hace unos veinte afios, a Jas provocaciones de cada momento 0, como se dice, a “requeri- mientos” a los cuales la historia cultural ha sido particularmen- te sensible. Dénegaciones de las élites, artificios de lo politico tan mal vividos, trastornos y extensiones de los consumos culturales, gritos de las memorias antagonistas 0 bajo la ame- naza de desaparecer, fetichismos del patrimonio, insignificancias y desconciertos del espacio urbano, regresos espectaculares de lo religioso a lo cotidiano, silencios 0 enig- mas de la produccién artistica de masa: tantas llamadas y sig- nos del presente, mediatizados e individualizados con un mis- mo impulso, cuya virulencia ignora el tiempo y a la vez exige una vision en perspectiva. Los textos de Jean-Fran¢ois Sirinelli, Augustin Girard, Philippe Urfalino, Jean-Michel Leniaud, Serge Berstein, Michel Lagrée, Gérard Monnier y el mio estan permeados por esta provocaci6n social y civica. Intentan sobre todo decir en U4] UN TERRENO Y UNA MIRADA qué medida la orquestacion de este aplazamiento hecha por los historiadores debe ser activa: siguiendo, en efecto, la cues- ta mas fuerte de una interpelacion muy de fin de siglo, es de- cir, la mayoria de las veces cultural, pero sin rendir jams las armas del oficio, sin renunciar a cavar con la ayuda de las dis- ciplinas hermanas en pleno ejercicio, como la historia religio- sa 0 la historia del arte, y con la de los periodos més distancia- dos: el moderno y el medieval a la cabeza. A este precio, campos tan activos no se volveran vitrinas decepcionantes. El libro se cierra no con conclusiones sino con dos ideas que aparentemente constituyen el gran distanciamiento. Des- pués de venir a decirnos en el seminario toda la lista fecunda de su itinerario, Georges Duby firma retroactivamente su par- ticipacion en nuestra reflexion ofreciéndonos de nuevo un texto redactado en abril de 1968 en el que ya situaba la historia cul- tural en el centro del desarrollo de la investigaci6n histérica y en el coraz6n de las ciencias humanas. Jean-Frangois Sirinelli, por su parte, recuerda casi treinta afios después lo mas impor- tante y lo que, asi lo espero, dara vida a este libro: lo contem- poraneo con toda su virulencia politica histéricamente revalo- rada,? no sdlo participa plenamente en esta historia cultural, sino contribuye singularmente a profundizarla renovando sus paradigmas. Y, por tanto, coadyuva a imponerla. Preguntas de fin de siglo Sin duda diran: pero de qué estén hablando? A esta pregunta tan legitima responderemos primero con una desviacion don- de se entrevé que esta historia es una verdadera hija de su tiempo. Ella registra e interroga todos los cambios de perspec- tiva que nos afectan en este fin de siglo y de los cuales el afiio 1989 significé la vehemencia. He aqui que en dos decenios, no solamente la ideologia del progreso mostr6é sus limites en 3 Véase René Remond, dit., Pour une histoire politique, Paris, Le Seuil, 1988; reed, “Points-Histoire”, 1996. Us) PARA UNA HISTORIA CULTURAL tiempos de crisis de la economia del mercado y de la decaden- cia de las formas heredadas del capital y del trabajo, sino que provocé una implosién en el Este del Gltimo-gran mesianismo ateo e imperialista del siglo, mientras que el sufrido Sur trata de tomar su revancha sobre la modernidad occidental. Asi, todas las confesiones religiosas, sin hablar de las sectas y de los ideales new ageque arrastraron, en elantiguo mundo bipolar convierten al individuo en disidente y a lo identitario en vanagloria; las ciencias y la filosofia, por medio de la bioética y de lainteligencia artificial instalada en red, cantan nuevamente la virtud analitica y el sujeto pensante, a la vez que promueven el empirismo y los valores; y, finalmente, la mundializacion y la instantaneidad del intercambio a todo vapor pueden sefialar, paraddjicamente, alguna amenaza de discontinuidad en la aventura de los grupos humanos. Como se ve, esta nueva coyuntura se situé en favor de los trastornos que alcanzan en lo mas profundo las representa- ciones y los ideales, las mentalidades y las maneras de ser. Valor6 también, y en varias ocasiones incluso sobrevaloré, la cultura como reflejo de un destino que habia de ser renovado y como un test o una marca de fabrica de cualquier cuestionamiento sobre el porvenir: la realidad social es deconstruida y esta por reconstruirse a partir de las percepciones propias de cada grupo o agregado; la desalifiada realidad econdmica esta sujeta a ambiciones e inventos; lo politico administra la urgencia invo- cando el derecho; la historia misma no es ya un resultado de fuerzas sino un camino interrumpido,‘ una memoria errante, un misterio de los origenes 0 una dramaturgia escondida. Asi, al mismo tiempo, las ciencias sociales salieron de la era de la.sospecha a Ja que el estructuralismo en particular las habia encadenado en los afios sesenta. Sobre las ruinas de la aliena- cion el sujeto se desbroza, el actor toma fuerza, la ruptura tem- poral y generacional trastoca el largo plazo, lo explicito quiere ser identitario, los derechos humanos sirven de viaticos, la memo- “Cuyo origen, obviamente, seria cultural; véase Jacques Cauvin, Naissance des divinités, Naissance de Vagriculture. La révolution dex symboles au Néolitique, Paris, Ediciones del CNRS, 1994. [16] UN TERRENO Y UNA MIRADA ria y el olvido entran en discordancia, los medios de comuni- cacion mantienen la cacofonia y la confusion, produciendo in- cansablemente la actual cronofagia.> Y lo cultural distendido e imperioso se vuelve no solamente la instancia mas determinan- te de nuestra mutacion después de tantas decepciones econd- micas y sociales, sino también, en desorden, se convierte en la verdadera textura del lazo entre los seres humanos, en la prue- ba de reconciliacion de Ja sociedad con los valores y con lo sagrado, en el modo de afirmaci6n e identificaci6n consigo mis- mo del individuo sin ambages, en el alimento de las utopias a relanzar. gCOmo crear un nexo y producir sentido? Todo igual- mente por la cultura.’ Esta respuesta de fin de milenio, tan dis- cutible como sea, justifica plenamente, o asi lo creemos, que la historia de los historiadores esta encabezada por lo cultural. El tiempo de las representaciones Las circunstancias precipitaron entonces una evolucién historiogrAfica que las ciencias sociales llevaban sin duda en ellas, pero que este ambiente contribuy6 a aclarar.” El nuevo barullo del mundo volvié a abrir en la investigaci6n histérica, ante todo y de un solo golpe, todas las acepciones, universales, sociales e indi- 5 Véase Marcel Gauchet, “Changement de paradigme en sciences sociales?”, Les Idées en France, 1945-1988. Une chronologie, Paris, Gallimard-Le Débat, “Folio-histoire’, 1989; Olivier Mongin, Face au scepticisme. Les mutations du paysage intellectuel ou Vinvention de Viniellectuel démocratique, Paris, La Découverte, 1994; Frangois Dosse, L'Empire du sens. L’bumanisation des sciences bumaines, Paris, La Découverte, 1995. © Un solo ejemplo: La culture pour s’en sortir, nimero fuera de serie de Télérama, enero 1996. 7 A mencionar para los historiégrafos: desde 1988-1989, la historia cultural responde a esta demanda social, coloc4ndose un poco mas en los programas de la ensefianza secundaria, y figura en mejor lugar en los examenes de admisi6n de Historia, mientras que en la EHESS y en el CNRS se inauguran seminarios activos. Esta evoluci6n ha sido bien sefialada por Michel Trebitsch, “Promesses et problémes de Vhistoire culturelle”, en Débuter dans la recherche historique, Paris, Histoire au présent, 1989. O07) PARA UNA HISTORIA CULTURAL viduales, de la palabra “cultura”: la mas ontol6gica, que distingue la existencia humana de un estado natural, con signos distintivos y marcas simbélicas, sistemas de funciones y practicas, apropia- cin colectiva y estados de civilizaci6n; la mas antropologica, que concibe a la cultura como un conjunto de habitos y de represen- taciones mentales propias de un grupo determinado en un mo- mento determinado, con su cortejo movedizo de costumbres y creencias, de leyes y de técnicas, de artes y de lenguajes, de pensamientos y de meditaciones; finalmente, la mas “clasica”, y tan “iluminada”, que reduce la culturaa una experiencia adquirida, a un proceso a través del cual el sujeto pensante excita las facultades de su espiritu.’ Antiguamente extraido de la antropolo- gia, en la promoci6n de las “mentalidades” y de “la herramienta mental” a la manera de Lucien Febvre, de Ia historia de las ideas y la historia del arte, instalado entre datos inmediatos de la concien- cia yla voz del silencio enuna “noche” (Michel de Certeau), al viejo equilibrio fundador’ y cémodo entre cultura regida y cultura vivida, entre intelectualy culturala la anglosajona, entre la unidad humanista y la alteridad relativizadora, entre valores y practicas, le han salido arrugas bajo el shock de nuestro tiempo.” Desde entonces fue necesario intentar abordar globalmente, histéricamente, “el mundo como representacién”."' La debili- ® Véase un verdadero resumen en Denis Kambouchner dir., Notions de philosophie, Paris, Gallimard, “Folio essais”, 1995, vol. 3. ° Véase Philippe Bénéton, Histoire de mots: culture et civilisation, Paris, Imprenta de la Fundaci6n Nacional de las Ciencias Politicas, 1975. ™ Sobre los primeros tiempos, tan valerosos, véase Jacques Le Goff y Béla K6peczi dir., Objet et Méthodes de I’bistoire de la culture. Actes du colloque franco-hongrois de Thiany, Paris, Ediciones del CNRS, 1982. Anotaremos, sin embargo, que si bien se propone ahi el estudio de numerosos objetos culturales, la historia cultural no es un principio recordado por los grandes “manuales” de los afios setenta, Jacques Le Goff y Pierre Nora dir., Faire de histoire, Paris, Gallimard, 1974, 3 vol., o Jacques Le Goff, Roger Chartier y Jacques Revel dir., La Nouvelle Histoire, Paris, Retz, 1978. 1 Titulo del articulo, esencial, de Roger Chartier en los Annales ESC, noviembre- diciembre 1989. Véase también su actualizaci6n en “histoire culturelle entre ‘Linguistic Turn’ et retour du Sujet”, en Rudolf Vierhaus y Roger Chartier, Wege zu einer neuen Kulturgeschichie, Gottingen, Wallstein Verlag, 1995. U8) UN TERRENO Y UNA MIRADA dad de la investigacion francesa —con la notoria excepci6n de un Roger Chartier— fue sin duda contar demasiado con sus propias fuerzas, descuidando durante mucho tiempo los de- bates epistemolégicos que todavia apasionan en Alemania o en Estados Unidos." La investigaci6n francesa prefirié, con derecho de anticipa- ci6n, pagar primero sus deudas, sin alborotos ni reniegos. Asi, se volvieron a considerar en la oferta metodolégica antiguas adquisiciones que se habian vuelto demasiado normativas y menos fecundas: la historia “global” que tan dificilmente ar- monizaba las temporalidades encajonadas, la generalizaci6n por acumulacion que descuidaba lo singular y lo genérico, la primacia del recorte social que regenteaba las configuraciones y enmascaraba la produccién de sentido, las “mentalidades” de gloriosa memoria,” la oposici6n entre cultura de las élites y cultura popular, la demarcacion demasiado estricta entre producci6n y recepci6n de las obras 0 entre texto, contexto y para-texto, Ja frontera muy poco porosa entre lo real y sus representaciones. Y para activar ese lavado con el fin de rehabilitar como prioritaria la singularidad de las practicas y de reencontrar al individuo —pero todavia demasiado cubierto de antropologia 2 Sobre Estados Unidos, véase la aproximaci6n, con bibliografia, de Isabelle Lehuu, “Une tradition de dialogue: Phistoire culturelle et intelectuelle”, en Jean Heffer y Francois Weil dir., Chantiers d'histoire américaine, Paris, Belin, 1994, pero también Geoff Eley, “De histoire sociale au ‘tournant linguistique’ dans 'historiographie anglo-américaine des années 1980”, Genése nim. 7, 1992, pp. 163-193, y Herman Lebovics, “Une ‘nouvelle histoire culturelle’? La politique de la différence chez les historiens américains”, Genése num. 20, septiembre 1995, pp. 116-125. 13 Sobre su situacion, véase Jacques Revel, “Mentalités”, en André Burguiére dir., Dictionnaire des sciences historiques, Paris, PUF, 1986. En seguida, véase Roger Chartier, “Histoire culturelle et histoire des mentalités. ‘Trajectoires et questions” (1983), Cahiers de synthése, Histoire intellectuelle et culturelle du XX® siécle, Paris, Albin Michel, 1988, y Alain Boureau, “Propositions pour une histoire restreinte des mentalités”, Annales noviembre-diciembre 1989. (19) PARA UNA HISTORIA CULTURAL hist6rica mas que de historia de las sensibilidades—, Norbert Elias, Paul Ricoeur o Michel Foucault fueron valorados o reva- lorados, sin prejuzgar un Util resurgimiento de los chispazos de un Alphonse Dupront o de un Philippe Ariés. - + La parte de lo contemporaneo » Unhecho nuevo, imprevisible para algunos; la historia contem- poranea, Ilena de apetito por sus recursos en lo politico, contribuy6 a esta reapertura del campo e incluso hizo que su voz se escuchara vigorosamente para activar y generalizar el nuevoimpulso. La empresa colectiva de Les Lieux de mémoire, bajo el mando de Pierre Nora, dio en el blanco, mostrando que nuestra contemporaneidad doliente aspiraba sin duda a cele- brar lamemorable “belleza de lo muerto”,’ pero que sus latidos y sus hiatos condenaban también a la historia culta a vivir plenamente, con toda urgencia, su “edad historiografica”:"* la exigencia cultural tuvo asi un breviario escrito en presente. Al mismo tiempo, la historia religiosa vivia mas intensamente la “tension”, descrita aqui mismo por Michel Lagrée, que la relaciona con lo cultural; las obras de Maurice Crubellier y de Paul Gerbod, dos obras solitarias y premonitorias se volvieron aleer;" la historia de los signos, de las marcas y de los simbolos, “ Véase, sobre esta evolucién, Alain Corbin, “Le vertige des foisonnements’. Esquisse panoramique d’une histoire sans nom”, Revue d'histoire moderne et contemporaine, enero-marzo 1992. Para una revision de conjunto, véase Bernard Lepetit, dir., Les Formes de V'experience. Une autre histoire sociale, Paris, Albin Michel, 1995, y Jean Boutier y Dominique Julia, dir, Passés recomposés. Champs et chantiers de Vbistoire, Paris, Autrement, 1995. % Michel de Certeau, La culture au pluriel, Paris, UGE, “10/18”, 1974 % Pierre Nora dir., Les Lieux de mémoire, Paris, Gallimard, 1984-1992, 7 vols. » Véase Maurice Crubellier, Histoire culturelle de la France (XIX®-XX® sidcle), Paris, Armand Colin, 1974, y Voyages en histoire. Mélanges offerts 4 Paul Gerbord, Besancon, Annales littéraires de ’université de Besangon, 1995. (20) UN TERRENO Y UNA MIRADA la de las sensibilidades y las distancias alzaba su vuelo con Maurice Agulhon y Alain Corbin; las primeras cartografias se esbozaban'" y, como ya se dijo, los seminarios se instauraban. > Tanto es asi que hoy las confluencias son bastante fuertes, las aportaciones respectivas sopesadas y los experimentos son prueba suficiente de que se puede proponer ponernos de acuerdo en una definiciOn que sea operativa y programatica. Jean-Francois Sirinelli la recogié: “La historia cultural és la que se asigna el estudio de las formas de representacion del mundo dentro de un grupo humano cuya naturaleza puede variar —nacional o regional, social 0 politica—, y que analiza Ja gestaci6n, la expresi6n y la transmision. ¢COmo representan y se representan los grupos humanos el mundo que los rodea? Un mundo figurado o sublimado —por las artes plasticas o la literatura—, pero también un‘mundo codificado —los valores, el lugar del trabajo y del esparcimiento, la relaci6n con los otros—, contorneado —el divertimento—, pensado —por las grandes construcciones intelectuales—, explicado —por la ciencia— y parcialmente dominado —por las técnicas—, dota- do de un sentido —por las creencias y los sistemas religiosos 0 profanos, incluso los mitos—, un mundo legado, finalmente, por las transmisiones debidas al medio, a la educaci6n, a la instrucci6n.”” Las riberas firmes La amplitud del paisaje asi abarcado impone, naturalmente, una exploraciOn metddica y frecuentar con disciplina los terre- nos supuestamente més fértiles, pero sin que se contraponga la vocacion cultural del procedimiento, que quiere que el histo- 18 Asi, Pascal Ory, “ L’histoire culturelle de la France contemporaine: question. et questionnement”, Vingtiéme siécle. Revue d'histoire, octubre-diciembre 1987 y Pour une histoire culturelle du contemporain, nimero especial de la Revue d'histoire moderne et contemporaine, enero-marzo 1992. Jean-Francois Sirinelli dir., Histoire des droiles en France, Pal 1992, vol. 2, Cultures, p. IIL . Gallimard, [21] PARA UNA HISTORIA CULTURAL tiador, mas que en ning&n otro terreno, siempre pueda inventar libremente su tema de estudio. Esta libertad sin vagabundeo trazo poco a poco un mapa punteado de la investigacion, de la que encontraremos algunos itinerarios seguros y bien frecuen- tados en este libro. Simplificandola en extremo, distinguimos cuatro bloques, cuya configuraci6n y relacion son particular- mente t6picos para una historia de lo contemporaneo, pero cuyo ensamblaje deberia ser prueba de los periodos anteriores, por lo menos experimentalmente: 1) la historia de las politicas y de las instituciones cultura- Jes, tan fielmente francesa, en ese finisterre occidental de Eu- Topa que inventd el Estado antes que la nacién y donde los simbolismos de los poderes han proliferado; la observacion de esta esfera de influencia institucional y normativa permite ademas conducir cémodamente toda salida en direcci6n a las relaciones entre lo politico y lo cultural, se trate de ideales, de actores 0 de culturas politicas; evidentemente, hace un llama- do a la comparaci6n europea e internacional, bilateral o no; 2) la historia de las mediaciones y de los mediadores, en el sentido estricto de una difusiOn instituida de saberes y de infor- maciones, pero también, en el sentido mas amplio, de inven- tario de los “transmisores”, de los soportes vehiculares y de los flujos de circulaci6n de conceptos, de ideales y de objetos culturales: de modales en la escuela, del rito religioso de moda, del frecuentar las bellas artes en las fiestas, de la lectura al deporte, del trabajo al esparcimiento, el territorio es inmenso y se ha vuelto extensible por la afirmaci6n de una “cultura”; pero seguir todos esos vehiculos, decia Sorokin, permite pa- sar con bastante comodidad del significante al significado, de los flujos a‘los stocks, 3) la historia de las practicas culturales ha abordado desde hace mucho tiempo lo que uno supone lo mas pertinente, pero que ya no podemos cerrar sobre ella misma, que deifica siem- pre en el momento oportuno un “socio-cultural” fijo en el horizonte de la investigacion, revisando la religion vivida, las sociabilidades, las memorias particulares, las promociones identitarias 0 los usos y costumbres de los grupos humanos; [22] UN TERRENO Y UNA MIRADA 4) finalmente, la historia de los signos y de los simbolos que se exhiben, de los lugares expresivos y de las sensibilidades difusas, anclada sobre los textos y las obras de creacién, lastrada de memoria y de patrimonio siempre intimo, alegérico y emblemitico, subrayando las herramientas mentales y las evoluciones de los sentidos, mezclando los objetos, las practi- cas, las configuraciones y los suefios: una especie de nec plus ultra, o de El dorado de lo cultural, de mas dificil acceso pero muy imponente. En las cuatro esquinas de esas secciones aparece una geo- metria muy variable, una topografia de las distancias de las cuales saca su fuerza la historia cultural. Sus intersticios ocul- tan sin duda varios peligros: la descripcion monétona, el es- pectaculo sin significado, la metafora que esconde la fuerza, la adjetivacion mal avenida de una cultura que se extenuaria en lo “cultural”, lo mas o menos conceptual e incluso el imperia- lismo en rebeldia. Sin embargo, asi lo creemos, esos escollos se evitaran. Las expediciones ya se iniciaron, el tiempo —nues- tro tiempo— nos apura y nos lleva. De ahi que este libro no tenga sino una ambiciOn: recordar y sefialar, sin tapujos y muy alto, que la historia cultural va viento en popa y que descubre riberas firmes. [23] ITINERARIOS UNA DECLINACION DE LAS LUCES Daniel Roche Comprender el paso de una generaci6n, la de los afios 1950- 1960, movilizada sobre los campos de la historia social y de la historia econémica, a otra, la de los afios 1980-1990, que ve el sentido de la investigacién orientada por el cuestionario de la historia de las culturas o de la historia de las mentalidades, nos lleva a enfrentar una primera dificultad, y de tamafio conside- rable. ;COmo definir de manera operativa y eficaz, con clara autonomia, el 4mbito de lo cultural? Partir de las definiciones no es facil, puesto que se pueden encontrar tantas como uno quiera. Desde 1952, Kroeber y Kluckhorn censaron 163, hist6ricas, normativas, mayormente utilizadas por la antropologia alema- na o anglo-americana. La palabra cultura sigue siendo un vocablo ambiguo y tramposo cuyo empleo no resuelve nada si no se toman en cuenta formas que relacionen lo “cultural” con otra cosa, con grupos sociales, y se inscribe, entonces, en una comprensi6n mas amplia de las dindmicas identitarias y de la jerarquia de las sociedades, en territorios y en conjuntos geo- graficos histéricamente construidos. Ademis, la palabra cul- tura no se emplea de la misma manera en las distintas historiografias heredadas de las diferentes tradiciones cultu- rales. Para los alemanes, es toda la civilizacion y el conjunto de practicas de una sociedad. Para los franceses y los ingleses, es una apropiaciOn de la intelectualidad y de los saberes, un caudal que caracteriza a algunos o que define niveles de acceso. Para unos, la cultura se moldea inmediatamente en las [27] PARA UNA HISTORIA CULTURAL perspectivas de la antropologia; para otros, es el medio para medir exclusiones’o trazar fronteras, trayectorias, costumbres adquiridas, transmitidas, divulgadas, objetos de lucha y de imitaci6n. Los historiadores actuales trabajan para vincular dos definiciones cuya mejor comprensi6n fue sin duda proporcio- nada por Claude Lévi-Strauss desde 1958 en la Anthropologie structurale: “La cultura agrupa un conjunto de diferencias significativas donde la expriencia prueba que los limites coin- ciden aproximativamente. Que esta coincidencia no sea jamas absoluta y que no se produzca nunca en todos los niveles a la vez no debe impedirnos utilizar la noci6n de cultura” (p. 325). Sinos quedamos con esta intenci6n teérica, dos consecuencias principales deben estar presentes: la primera es que el estudio de lo cultural no puede sino destacar el andlisis de los intercam- bios entre los individuos, los grupos, las sociedades, los espa- cios; la segunda es que no se puede estudiar la cultura sin cuestionar el sistema social donde se desarrolla, sin mirar el conjunto en el cual los diversos elementos se transforman, aunque no forzosamente al mismo ritmo. Por eso, nociones como la de apropiacién, o la de interferencia temporal se volvieron esenciales en los trabajos de mi generaci6n. A ésta, sus maestros la llevaron a seguir un doble movimiento, primero que nada el impulsado por las ensefianzas de la historia econémica y social a través de la obra de Labrousse y de Braudel, cuya aportaci6n primordial sigue siendo para noso- tros unir las estructuras y las coyunturas, los espacios y las temporalidades; confrontar asi permanentemente las dinami- cas sociales y las rupturas. Los dos eran sensibles a la cultura pero por aprehensiones diferentes. Para el primero, la cultura sigue ligada a la politica y a las ideologias; para el segundo, se abre a todas las preguntas, de lo material a lo intelectual, como una manera de comprender los obstaculos que se oponena los cambios: pensemos en las prisiones de larga duracion que definian las mentalidades. Pero nosotros somos igualmen- te dependientes de la gran voluntad histérica que cree en la capacidad de los historiadores de comprender la totalidad de la realidad. Esta creencia provocé desde hace tiempo la idea [28] UNA DECLINACION DE LAS Luces de la interdependencia de los niveles de lo real cuya compren- sion pas6 por el rechazo del anacronismo y por el inventario de los medios de los que disponen los hombres en cada momento de la historia, las herramientas mentales que pueden movilizar, desde el estado de la lengua hasta los instrumentos conceptua- les de las ciencias, desde los soportes sensibles del pensamien- to y de las comunicaciones afectivas hasta los sistemas de percepcion y de construccién de 7 real en el mundo de las representaciones. En esta perspectiva, no deja de ser interesante interrogarse a si mismo. Hoy, un cierto némero de nociones y de expresio- nes se han vuelto de uso habitual y comin; por ejemplo, men- talidad, historia del libro, historia de las culturas, historia de lo impreso, cultura culta, cultura popular. Hace mas de vein- te afios, la exploracién de las actitudes, de las creencias y de los comportamientos en la Francia del Antiguo Régimen habia comenzado apenas. Hoy, los nuevos desplazamientos, los cuestionamientos a la vez mas numerosos y mds seguros de sus perspectivas metodoldgicas, se afirman en todas partes, en Francia, claro esta, pero también en Estados Unidos, en Inglaterra, en Alemania y en Italia, principalmente. No son tanto el resultado de un programa previa y claramente establecido como el de avances colectivos e individuales; en resumen, son las preguntas y las respuestas que cada uno pudo plantear a los otros y recibir de ellos. Se puede trazar aqui un itinerario individual. Todos sabemos, sin embargo, que el mapa no es jamés el territorio y que la diversidad de éste puede desorien- tar. Entonces, mas alla de la variedad de las etapas recorridas, se trata de ver por qué hemos seguido el camino escogido y cémo éste contribuye a reconocer, luego a limitar y a recorrer un pedazo del campo de la Historia durante mucho tiempo baldio 0 estudiado e interpretado de otra forma. Se puede pre- guntar, ademas, si la tarea que consiste en interrogarse a si mismo tiene un sentido y una posibilidad definidas. 2Una posibilidad? La respuesta a esta pregunta evoca el problema de la lucidez académica, pero igualmente el de la modestia intelectual compatible con la necesaria tension que [29] PARA UNA HISTORIA CULTURAL anima la confianza que uno debe tener en si mismo. {Un sen- tido? Es honesto no otorgar una claridad 4 priori y una cohe- rencia que solo aparecen después, en un procedimiento en el que uno no se ve con antelaci6n, en su lugar, en un teatro que se construye por el intercambio —o el enfrentamiento— de las generaciones. No existen mas razones para aceptar la teo- logia o el anacronismo en lo que se refiere a la autobiografia intelectual del historiador, mientras se les rechaza para la His- toria. La distribucién de los premios en las estadisticas de la profesion depende demasiado de los azares de la fortuna como. para que uno no dude algunos instantes antes de otorgarse publicamente un papel en la evocacién de lo que no es sino un oficio con su lote de obligaciones, su parte de satisfaccio- nes y de alegrias, su peso de errores, conscientes 0 no, de frustraciones y de rechazos, sus preguntas en cuanto al pasa- do que nunca se puede alcanzar y el futuro que huye en el horizonte de su vida. La empresa ofrece un interés si se acepta la idea de que regresar en el tiempo ayuda, aunque sea un poco, a aclarar por contraste la evolucion de una generaci6n intelectual. Aqui se trata del grupo de historiadores formados en las escuelas y en las universidades al terminar la Segunda Guerra Mundial y antes de los afios sesenta, cuando el modelo de la Nueva His- toria, mds atin de lo que se designa no sin aproximaci6n, a falta de algo mejor, con el término de Fcole des Annales, no habia adquirido atin el renombre universal que ya se conoce. El triunfo en la ensefianza superior de un vasto.aparato de ideas y de preguntas hoy vulgarizadas por todos lados en la fiebre editorial no debe esconder la incertidumbre que se cer- nia tanto en los origenes de la historia nueva como sobre su futuro, antes de que haya obtenido sus poderes y el reconoci- miento del ptblico. El éxito de los herederos no debe escon- der que ellos administran también un patrimonio. La amplitud de la victoria no debe velar el recuerdo del compromiso. Es una manera de alcanzar lo esencial y de preguntarse sobre el lazo que se crea entre la reproducci6n social y la reproduc- ci6n intelectual. Asi estamos inmediatamente en el corazon de [30] UNA DECLINACION DE LAs LUCES lo que hoy es el objeto mismo de la historia de las culturas: es importante comprender por qué un conjunto de preguntas toma poco a poco sentido y valor en el mercado de las ideas, cémo también un colectivo de intelectuales se apropia de esas preguntas y de esos problemas para hacer de ellos la trama misma de sus vidas. Asi se constituye una comunidad de comprensi6n en las circunstancias y en las ocasiones. Después, cada uno ve mejor el hilo rojo que lo guid; después cada quién puede sopesar mejor la parte que ocupa en el dispositivo cultural y universi- tario, pero no me parece totalmente evidente que seamos, para nosotros mismos, los testigos mas seguros. La aventura permi- te ver las cosas como dadas ya por hecho y, por supuesto, permite percibir como las preguntas nuevas no pueden plan- tearse, crearse las diferencias, acrecentarse las distancias, sino es en funci6n de un didlogo implicito con los que nos prece- den y con los que nos siguen. Suscitar ese dialogo me parece la funci6n principal de los profesores, de los mayores, de los maestros. Rechazarlo por razones diversas me parece arruinar el fundamento mismo de nuestro oficio. La Sorbona sin los Annales Alreflexionar sobre la Sorbona de los afios cincuenta y sesenta, donde hice mis estudios, me importa un hecho: no sdélo se aburria uno porque los maestros prestigiosos ensefiaban con demasiada frecuencia una historia aburrida, no solamente uno debia aprender por si mismo las reglas del oficio y, con ayuda de la imitacién distintiva, los hilos de la profesién se tomaban de los mejores pedagogos, sino que ademas se sen- tian muy poco las transformaciones que estaban en curso en nuestra disciplina. No se hablaba de los Annales, ain menos de Braudel. Este tiltimo, para algunos, por las alusiones que tradu- cian los mas avispados para los otros, tenia ain una figura algo diabdlica. La verdadera vida estaba entonces en las luchas politi- cas, en las discusiones de las escuelas normales, en las migajas del (31) PARA UNA HISTORIA CULTURAL ? festin que los mayores traian a los primeros seminarios desde la Escuela de Altos Estudios, que comenzaba a instalarse en sus inmuebles, si acaso desde los cursos del Colegio de Francia, donde los mas despabilados se animaban. En fin, siendo un joven normalista, ya tenia bastante con los programas y las otras actividades. Era testigo sin ver. Uno de mis recuerdos resume bien el ambiente de entonces. Al devolver un examen trimes- tral, uno de los asistentes que me ensefiaba la historia dela Edad Media, hoy maestro reputado, me dijo: “Deje ese estilo para la Escuela de los Annales.” Era para mi un doble descubrimiento cuya ingenuidad juzgar4n ustedes: la historia era entonces también un estilo, entendamoslo, mas alla de las practicas de la escritura; una manera de ver y de ser, y se podia ser hostil a lo que me parecia naturalmente otra riqueza, al alcance de la mano, pero que no sabiamos bien cémo asir. No resulta entonces muy sorprendente que la vida politica y sindical estudiantil ofreciera a muchos, entre los que yo me contaba, un. terreno mas facil de recorrer. Es todavia menos desconcertante que en el momento de escoger un tema de investigacién para preparar el diploma de estudios superiores, nos encontraramos en el ntmero 62, de la calle Claude-Bernard, en casa de Ernest Labrousse. Ernest Labrousse: de lo econémico a lo social Esta lejos de mi la idea de querer ceder a la hagiografia inmediata, pero pienso sinceramente que nunca se sefialara suficientemente todo lo que mi generacion le debe al maestro, ni lo que hizo por la mayoria de nosotros. Lo han dicho otros o lo diran mejor de lo que yo puedo hacerlo; en lo que a mi se refiere, en primer lugar le debo a él haber logrado ser un. historiador de las sociedades antiguas y, muy ciertamente también, un historiador de las culturas. En efecto, él me revelo la gran corriente de pensamiento socialista y marxista de las que, a los veinte afios, ignoraba practicamente todo, En segun- do lugar, me abri6 el tesoro de la reflexion de los socidlogos [32] UNA DECLINACION DE LAs LUCES franceses y me ensefié célidamente, con simpatia y convicci6én, la necesidad del estudio hist6rico de los grupos sociales. En la esencia de sus charlas me leg6 también la voluntad de com- prender mejor la gran ruptura del siglo XVIII, de las Luces a la Revolucion. Finalmente, le debo sin duda a él haber puesto el dedo en un engranaje que ya no se abandona: el de la investi- gacion viva que vuelve a cobrar actualidad de objetivo en objetivo, animada por la curiosidad intelectual, por la simpatia por las diferencias, por la tolerancia en el debate, por la determinacion de saber. Labrousse, al iniciar toda una genera- ci6n en la historia econdmica y social, hacia vivir los Annales. En cuanto a esos auditorios de estudiantes, no hay que olvidar que en los albores de los afios cincuenta no podian mas que hincarle el diente a la propia revista, a los textos mayores de Lucien Febvre, a las dos tesis de Labrousse y a La Méditerranée de Braudel, version 1947, publicada en el papel amarillento y fragil de la postguerra. Todas las obras maestras que haran, en el futuro, la Nueva Historia estaban por aparecer. Todo comen- zaba para nuestra generaci6n, pero lo sabiamos con claridad? jSeguramente no! Pierre Goubert, que era entonces mi maestro en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud, o Emmanuel Le Roy Ladurie, que encontré en el seminario de Jean Meuvret donde me atraia, fascinante y extrafia, la historia de los campesinos, eran en- tonces mayores amistosos, protectores, iniciados y mas cultos. Todavia estaban por probar su propia especificidad y por ga- nar su autonomia, lo que no tardaria en ocurrir. Para mi, en el funcionamiento de una universidad un poco gris pero atin coherente como instituci6n y como cuerpo, en algunos semi- narios —y aqui hace falta repetir lo que muchos de nosotros le deben a las sesiones que conducia Jean Meuvret en los Altos Estudios, continuadas siempre en el café Le Balzar— y, final- mente, a través de algunas lecturas —como el Duby-Mandrou sobre la civilizacién de Francia, o el Henri-Jean Martin sobre la aparici6n del libro— el futuro se revela divergente y diverso como la luz filtrada por los prismas. S6lo Labrousse, a mis ojos, unificaba la diversidad, tal vez porque era diverso él mismo: el (33) PARA UNA HISTORIA CULTURAL historiador de la economia y de la sociedad, el republicano socialista que habia visto a Jaurés, sabia motivarnos y rete- nernos. El resto, en lo que a mi me concierne, pertenece al azar. Yo era profesor en el liceo de Chaléns-sur-Marne, y Labrousse me desaconsejé entonces la tesis regional que, sin embargo, favorecian los archivos; viejo lobo en la Escuela Normal, acogi6 positivamente mis sucesivos tanteos: la noble- za siciliana que me prohibié la distancia y, ya desde entonces, las dificultades de la carrera de profesor-investigador; los prin- cipes de la sangre por los que me envié de regreso a Marcel Reinhard que siempre me dejé libre; finalmente, los académi- cos de provincia, que debian ocuparme mas de diez afios y que me beneficiaron del apoyo incalculable de Alphonse Dupront. En resumen, la pregunta sobre la mudanza historiografica “del sétano al granero”, retomando la expre- 7 sion de Michel Vovelle y Maurice Agulhon, no es esencial para mi, pues, siguiendo a Labrousse, yo siempre quise hacer his- toria social de la cultura, es decir, algo distinto a la historia de las ideas y que se acercara a la historia de las conciencias de clase. Que se me perdone este vocabulario pasado de moda ahora que todo mundo, sabe “que ya no hay burguesia”, muy poca clase y, finalmente, en lo que se refiere a su conciencia, cada quien sabe como esta. Faltaba encontrar un terreno —yo permanecia fiel a la época moderna, ente el siglo XVII y el XVHI—, y un método —me esforzaba por relacionar lo cultu- ral con el resto del movimiento social—. Los estudios aqui reunidos quieren mostrar no tanto las etapas de un pensamiento como su adelanto en una practica y en la escritura que los descubre a los ojos de todos. La coherencia del conjunto se despej6 progresivamente a través de una doble continui- dad: por un lado, necesitaba saber responder a la pregunta de sila historia social de las culturas es posible y si conserva sen- tido y valor a pesar de los cuestionamientos y de las criticas legitimas; y, por otro, me hacia falta elaborar mi manera de ver a través de documentos de archivos, textos manuscritos o li- bros, la alianza de los gestos, de los saberes, de las creencias [34] UNA DECLINACION DE LAs LUCES que fundan una manera de consumo cultural, un posible ac- ceso o una imposible iniciaci6n a los poderes de la cultura sobre la que explicaremos mas adelante. La encuesta, libro y sociedad El lugar donde se constituy6 por vez primera una discusi6n de conjunto fue la encuesta colectiva que llevaba Fran¢ois Furet a la VI seccion de la Escuela de Altos Estudios y que se concret6 en la publicaci6n de los dos volimenes de Livre et Société dans la France du XVII® siécle, en 1965 y 1967. Ellos suscitaron suficientes debates en Francia y en el extranjero como para que nos detengamos uninstante. La empresa se sitta en un momen- to crucial: es entonces cuando la hegemonia intelectual del paradigma de los Annales se instaura en la Universidad por la renovacién de las generaciones de profesores, pero también es la época en que la concentraci6n de las fuerzas en el terreno de lahistoria econdmica y social plantea para algunos el problema de la obstruccién del terreno universitario, redoblado, como uno puede suponer, por el de la conversion necesaria en un trabajo que no puede ser mas que repetitivo en sus interrogantes. De una u otra forma, se trataba de hacer otra cosa siendo al mismo tiempo fiel a las motivaciones de los origenes. En el paisaje dominado por la forma casi exclusiva de la tesis de doctorado de Estado, trabajo largo y solitario, el procedimien- to de encuesta introducia una preocupaci6n nueva directamen- te unida, como lo mostré Jacques Revel, en el programa de los Annales-La via fecunda pero individualista por la que se pro- pagaba la renovaci6n en historia era systituida en paralelo —fue mi caso— 0 en competencia —fue la suerte de algunos otros que pudieron dispensarse de presentar una tesis— por la reflexion colectiva y por el trabajo en:comtin. Ante mis ojos, la experiencia tenia un valor tan grande que actuaba también en favor de la liberalizacion de las -disciplinas. No encontraba yo acaso en el seminario comunitario gente de letras como Jean Erhard y Jacques Roger, y fildsofos literarios como Genevieve (35] PARA UNA HISTORIA CULTURAL Bolléme? Tuve incluso la oportunidad de trabajar algunas sesio- nes con Michel Foucault en los archivos del Arsenal sobre los documentos de los prisioneros de la Bastilla y nunca supe por qué abandoné la empresa. Mantuve el interés permanente por los libros que podian motivar a este hombre la discusi6n y la ima- ginaci6n, historiador como suefan serlo los filésofos, filosofo como piensan serlo a veces algunos historiadores entre los que no me cuento debido a que soy, por naturaleza o por cultura, demasiado empirico. En todo caso, la investigacion conjunta, al permitir las comparaciones y las preguntas abiertas, y favo- reciendo la constitucion comtn de los corpusy de las series, la elaboracion entre varios de las claves de interrogaci6n asi como los procedimientos de interpretacion, creaba otro estado de animo que el impuesto por la investigacion individual. En re- laci6n con un cierto tipo de historia, la primera encuesta abier- taen el campo cultural creaba la diferencia en dos direcciones principales. Rompia con la tradici6n de la lectura del siglo XVII hecha hasta entonces por los historiadores de las ideas y de la literatura, interesados fundamentalmente en las grandes obras; retomaba también, a su manera, el problema de los origenes intelectuales de la Revoluci6n Francesa. Al mismo tiempo, su- brayaba la insuficiencia de la interpretacion en conjunto de los avances de las Luces, identificando facilmente renovaci6n in- telectual, progresismo social y promocién socioecondmica. En resumen, el estudio renovado de la difusi6n de los libros y de las ideas abria la puerta a una verdadera historia de los orige- nes culturales de la Revoluci6n a la cual implicitamente Labrousse nos habia convidado. En adelante, lo que hasta ese momento habia puesto en pie la ideologia encontraba un lugar en el estudio de las practicas. Por un lado, la historia social permitia ver como nacen las obras y los sistemas de ideas, como se propagan en los libros y en las costumbres a través de los medios vectores, y como al mismo tiempo se transforman, pues dependen de la evolucién de conjunto del sistema que los informa. Por otro lado, la historia de las culturas puede tomar forma, pues, a través de los siste- mas de clasificacion de los saberes y las nociones, percibimos [36] UNA DECLINACION DE LAS LUCES ya como el estudio de las topografias sociales exige otra cosa. Estudiando lo cultural como sus antecesores habian analizado la economia y la sociedad, los historiadores de Livre et Societé descubrieron que la cultura estaba en todas partes, tanto en la economia como en Io social, puesto que no puede leerse mas que en el momento de las practicas. Siempre podremos pre- guntar entonces qué es la cultura, y por qué preferir el término al de mentalidad. La respuesta merece un rodeo que puede aclarar el paso de una historia a la otra. ia {Historia de las mentalidades o historia de las culturas? Si prefiero hablar de historia de las culturas es porque el ~ proyecto que se elaboraba en la encuesta intentaba compren- der las diversas mediaciones que intervienen entre las condi- ciones objetivas de la vida de los hombres y las innumerables ~qmaneras en las que se representan y se dicen.' Asi, para mi se trata de estudiar comportamientos colectivos, sensibilidades, imaginaciones, gestos a partir de objetos precisos como los libros, o de instancias, como las instituciones de sociabilidad. Esas elecciones reGnen, por supuesto, las de la historia de las mentalidades y provienen de los objetivos definidos esencial- mente por Lucien Febvre. Suponen que uno sacrifica tres antiguas costumbres, y es por eso que de manera irrefutable nuestras convenciones se distinguen de las de Georges Lenétre, a pesar de lo que hoy piense Francois Furet.? No se trata solamente de extender el relato hist6rico a otros actores, sino de constituir su historia no en la identificacion exclusiva del 1 Ente las obras que marcan una discusi6n andloga, citemos: Michel Vovelle, Idéologie et Mentalités, Paris, Maspero, 1982; y De la cave au grenier. Un itinéraire en Provence, de l'histoire sociale a Uhistoire des mentalités, coed. Serge Fleury (Quebec) y Edisud (Aix-en-Provence), 1981. 2 “Histoire: hier, ailleurs et demain, en marge des Annales. Histoire et sciences sociales”, Le Débat, 1985, pp. 112-125. (37) PARA UNA HISTORIA CULTURAL documento escrito, sino en una movilizaci6n de conjunto de todos los tipos de documentos. Es asi porque ya no creemos en. la antigua concepcién del hecho, develado solamente por los rastros escritos y que seria un dato tan indiscutible como el objeto de las ciencias-positivas —tanto es asi que éste nunca lo fue—. Hay que admitir, sin embargo, que los hechos que utilizamos son objetos construidos segtin hipdtesis que influ- yen en su interpretacion y que ésta forma parte integral del horizonte de verdad que se constituye en la comparaci6n de las lecturas, imposibles de confundir con una simple restitucion del pasado. Finalmente, la historia ya no puede ser tinicamente una disciplina gratificante, encargada de legitimar el presen- teo dejustificar el Progreso, el Estado, la Naci6n, sino la nostalgia del profetismo de unos y otros. Si colocamos la pregunta de los historiadores bajo el apadrinamiento de las ciencias de lo social, podemos admitir tres imperativos que conservan su rigor: preferir, en vez de la historia de los individuos abstractos, la de los grupos sociales 0, con un poco de suerte, la de ‘personalidades representativas; sustituir una historia organiza- da en planos de realidades por el estudio de la interdependen- cia de las instancias de lo real y de sus cambios en el tiempo; para terminar, dos nociones aparecen como fundamentales, la primera es la aceptaci6n de las diferencias, es decir, el rechazo del anacronismo en la interpretaci6n y de la inversion previa de un sentido en la disposicién de los hechos; la segunda sigue siendo la necesidad de inventariar los elementos de la herra- mienta mental caracteristica de un tiempo y de la que disponen los individuos y los grupos sociales en su totalidad. La historia que asi se define, y a la que me dedico desde los afios sesenta, no se confunde del todo con la de las mentalida- des que otros practican, ni con la de las ideas o la de la intelectualidad. De la primera, retiene la voluntad de compren- der las maneras generales de sentir y de pensar, uniendo re- presentaciones colectivas y conductas personales al estado de una sociedad, por ende a su historia, pero la situacion de las encuestas actuales muestra la dificultad de contentarse con los elementos oscuros, inertes, lease inconscientes, de las menta- [38] UNA DECLINACION DE LAS LUCES lidades para conducir la descripci6n de la herramienta men- tal de un tiempo. Mi eleccién es insistir todo lo que se pueda en la movilizacion de todos esos rasgos por los agentes sociales, y en el anilisis de la construcci6n de las conductas sociales, con el fin de ver de qué manera se crean las condiciones de su interiorizacion. En resumen, comparto la idea de Carlo Ginzburg y de Michel Vovelle de que “un andlisis en términos de clase marca siempre un gran paso hacia adelante con res- pecto a un anilisis de interclases”> En comparacion con la historia de la ideas y de los conceptos practicada por los his- toriadores literarios 0 por los fildsofos, ya fueran extranjeros o franceses, y con otros objetos estudiados por los historia-_ dores de las ciencias, me parece necesario insistir en los fe- nomenos de enraizamiento y de circulacion, es decir, pen- sar la relacion de las ideas de una forma distinta a los términos de determinacion o de influencia, en tanto revelador de-un discurso o de una textualidad explicable por ella misma, pero encontrando estructuras que organicen los usos y las practi- cas colectivas. En otros términos, el campo de esta reflexion de historia social y cultural, a la que contribuyo, pretende en- contrarse en el cruce de las interrogantes y de los problemas de la historia de los medios culturales, de las ideas y de las mentalidades; esta reflexion quisiera de cualquier modo con- servar las ambiciones globales y exhaustivas, tomando en cuen- ta sus limites. Estas elecciones exponen, con toda seguridad, el problema de los medios y de los métodos. 3 Carlo Ginzburg, ‘e Fromage et les Vers. L’'univers d’un meunier du XVI° siécle, Paris, Flammarion, 1980, pp. 19-20. “Roger Chartier, Intellectual or Sociocultural History? The French Trajectories in Modern European Intellectual History. Reappraisal and New Perspectives, Ithaca, Comell UP, 1982, p. 1346; André Burguiére, “The Fate of the History of Mentalités in the Annales’, Comparative Studies in Society and History, 1982, pp. 424-437. [39] PARA UNA HISTORIA CULTURAL El estudio de las sociabilidades culturales Entre los indicadores que consideramos susceptibles de resol- ver las dificultades subrayadas, privilegié esencialmente el estudio de las sociabilidades culturales y la del libro, en general las practicas de lo escrito. El primer terreno debe mucho, por su definici6n, a las interrogaciones que en otros tiempos lanz6 Gustave Lanson en su programa de estudio de los intelectuales provincianos y retomado por Daniel Mornet en sus Origines intellectuelles de la Révolution. Pero se distingue por el cuestionamiento de la comprensi6n del sentido explicito del momento cultural para los actores socia- les; en otros términos, rechazo la identificacion simple de las Luces y de la Revolucion. El conjunto se refiere igualmente a los trabajos de Maurice Agulhon que redescubre en Provenza los usos y las costumbres de la vida asociativa antigua como formas para medir la evoluci6n de las relaciones sociales tomadas en las transferencias, y el reclutamiento de la cofra- dia de los penitentes en la logia mas6nica como la instauraci6n. de nuevos modelos de encuentros politicos. El estudio social de 6000 académicos entre 1660 y 1789, elde 20000 adherentes a la francmasoneria, contribufa a arrasar un gran ntimero de ideas recibidas. Al reconstruir la red de las sociedades sabias y de las logias, elaborando la cartografia del espacio de su correspondencia, el historiador podia sentir al fin la imbrica- cin, en el movimiento de difusién de las Luces, de lo licito y de lo ilicito, la alianza confusa pero real de los saberes y de los poderes. Al mismo tiempo se precisaba la medida del peso real de la clase cultural receptora de los escritos filos6ficos. El estudio social muestra las motivaciones de la “Reptblica de las Letras” y la manera en que las ideas son inseparables de un comportamiento cultural. Esta redefinicion de las clases inte- lectuales prueba claramente que todo consumo se vuelve otra produccién, y la comparacion de las diferentes formas de sociabilidad lleva a separar lo que sobresale de los modelos organicos de expresion de la sociedad no igualitaria y lo que [40} UNA DECLINACION DE LAS LucES depende de la instauracién de un mundo igualitario, proscrito en. un principio y admitido luego por un consenso tacito.5 {Olvidar a Tocqueville y a Cochin? Asi se discute sobre las interpretaciones inspiradas ya sea en Tocqueville o en Cochin, que concluyen en la separacion de Ja inteligencia y de la autoridad politica, en el vacio entre la opinion y el Estado, donde se sitGa el éxito de la sociabilidad democratica matriz del jacobinismo. Académicos y logias, al socializar las Luces, operaron una accion disolvente de las visiones tradicionales del mundo, pero la historia de esta recep- cin no puede identificarse tinicamente con la de las institucio- nes de cultura. Estas utilizan la ideologia del poder intelectual olaideologia masonica para causas y se gtin practicas diversas; en una palabra, actin por y para apropiaciones variables conformes con los habitos sociales y susceptibles de interferencias multiples producidas por lecturas colectivas 0 individualizadas. Luces académicas y Luces masénicas no son en si mismas contestatarias: tienden en parte a consolidar posiciones antiguas con argumentos nuevos. Al mismo tiempo, y sin que haya identificacion total y Gnica con un solo grupo social vector, la Burguesia con maydiscula, académicos y logias sirven de intermediarios politicos y culturales para los mensajes filos6ficos innovadores: su funcion no es asumir la definicién de una ideologia nobiliaria o burguesa, sino participar en un pensamiento gestionario y utdpico. En el medio académico y masoOnico, el futuro y el pasado tratan de comunicarse en una cohabitaci6n incierta que es la vida cultural misma. No disguste alos insatisfechos la lecci6n, por parecerles demasiado simple u honesta; sin embargo, no corresponde menos a la Gnica manera que conviene en el campo dela historia culturala quien no quiere separar artificialmente realidades y representaciones * Daniel Roche, Le Siécle des Lumiéres en province..., Paris-La Haya, Mouton- EHESS, 1978, 2 vols. [41] PARA UNA HISTORIA CULTURAL —s6lo se pueden asir estas tltimas juntas en la circulacion de los textos—, y a quien se niega a reiterar sin cesar las preguntas planteadas a través de las respuestas dadas. Para el historiador de las academias, la Revolucion es, y no es a la vez, el fin de una ruta en la cual la emergencia del acontecimiento no puede ser teleol6gicamente implicito. La division de los acto- res en la prueba de las rupturas sdlo la puede confirmar ella misma, y la de las logias igualmente. Asi, las Luces toman otra dimension: el fendmeno filosofico ha sido marginal y limitado a la intelligentsia parisina y pro- vinciana mis voltairiana que materialista, mas prudente que revolucionaria. La naturaleza del academicismo —si, no obs- tante, se le quiere tomar en cuenta— modifica la lectura global del siglo de las Luces. El discurso de los filésofos esta ahi frag- mentado, estallado y recompuesto con tanta comodidad que su vocabulario se encuentra en la antifilosofia; “unos y otros quieren aclarar y se refieren a las Luces”* —las palabras del gordo abad Bergier son muy semejantes a las del flaco Voltaire, aunque suenen diferente—. En el discurso social de las acade- mias hay lugar para un proyecto politico y cultural absolutista e iluminado que pretende a su manera alcanzar el bienestar. ptiblicoy la homogeneidad de las élites, mientras que en ellas se puede descifrar también el llamado a la renovaci6n y al cambio. Algunos —como Chateaubriand: “La revolucion es hija de las academias”— no se privaran de esto, después de 1789. Antes, y para comprender el alcance real, es importante ya no leer las Luces con la linterna nica de la Revoluci6n. La historia del libro y sus usos Las practicas de la lectura, la circulacién de lo escrito, la producci6n de un discurso oralizado’o impreso consolidan las sociabilidades culturales. Para mi, implicaron el descubrimien- ® Jean-Marie Goulemot, “Pouvoirs et savoirs provinciaux au XVIII" siécle”, Critique, 1980, pp. 603-613. (42) UNA DECLINACION DE LAs LUCES toy la utilizacion de la historia del libro. Si después de 15 afios los trabajos se multiplicaron en este terreno, el impulso se dio en el giro entre 1960-1970 por las encuestas de Henri-Jean Martin sobre el siglo XVII y la de Livre et Socité. L’histoire de’l édition frangaise’ puso en evidencia el balance actual de nuestro saber y las perspectivas que se abren a nuevas investi- gaciones, donde los trabajos de Roger Chartier® ocupan la primera fila. Pero al principio el.camino no estaba totalmente trazado, y las primeras brechas no se adquirieron de un golpe. Hacer del libro un nuevo objeto de la historia exigia que uno se preguntara sobre la herencia. La de la bibliofilia y la de la bibliologia atentas al objeto entregado, identificando sus orige- nes y sus impresiones en catdlogos indispensables y en innu- merables monografias regionales o urbanas, ofrecia al historia- dor en busca de un material nuevo una riqueza inmensa todavia acrecentada por la aportaci6n de la bibliografia material a la inglesa. Era necesario inspirarse en eso, pero con un cambio de perspectiva para comprender los funcionamientos culturales profundos. Primero gané el conocimiento y, algunas veces, la amistad de los bibliotecarios sin los cuales ningtin trabajo de este tipo puede considerarse. La historia nueva de la imprenta le debe mucho a sus comentarios y a sus consejos, a sus trabajos ordinarios y a los cultos. Por esto es un deber exigir y defender el buen funcionamiento de las bibliotecas pablicas cuyo futuro preocupa al mundo intelectual. Incidentalmente, también le debo a la investigacién de la historia del libro el didlogo, el trabajo comin, la amistad comenzados hace més de veinte afios primero con Roger Chartier, después con Robert Darton, ? que se revelaron, a pesar de los intereses y de las diferentes evoluciones, siempre estimulantes y enriquecedores. Ambos 7 Roger Chartier y HenriJean Martin, Paris, Promodis, 1982-1986, 4 vols.; yo mismo colaboré en el t. II, en el que me responsabilicé de la direccién cientifica. ® Roger Chartier, Lectures et Lecteurs dans la France d’Ancien Régime, Patis, Le Seuil, 1986. ° Su obra L’Aventure de l' Encyclopédie (Paris, Perrin, 1982; reed. Le Seuil, “Points-Histoire”, 1992), sigue siendo un modelo para todos. [43] PARA UNA HISTORIA CULTURAL son realmente historiadores del libro, pues hacen de éste el centro de su investigacion, uniendo al estudio de los textos el de les objetos materiales y el de los usos que engendran en la sociedad. Yo, por mi parte, segui siendo un historiador de las difusiones y de las practicas sociales del libro y, como ellos, de lo impreso en general; pero tengo mas curiosidad por las comparaciones posibles entre el libro y otros objetos culturales, con la lectura y otros gestos de cultura por ejemplo, la cultura material. Al mismo tiempo que reencontrabamos la ciencia de los pro- fesionales del libro, que eran también grandes libreros como Viardot o Jammes, esas relecturas implicaban una reinterpreta- ci6n de los trabajos de los historiadores de la literatura. Didlogo y discusi6n, colaboraci6n y ayuda mutua, se unieron fuertemente en la vispera de 1968 con amigos de mi generaci6n como Geor- ges Benrekassa, Jean-Marie Goulemot, Michel Launay y Eric Walter. Todos me hicieron percibir mejor su interés por la tex- tualidad y por la literalidad, pero también, por otra parte, su falta de interés hacia el objeto vector de los textos y los medios productores y consumidores. Sin embargo, juntos tomamos, cada uno a su manera, el camino abierto por Lanson y por Mornet, y que Lucien Febvre y Henri-Jean Martin babian comenzado a re- correr. El procedimiento de la historia cultural implicaba, a pe- sar de todo, elecciones con respecto a la historia literaria que suponian debate, y éste sin duda no fue Ievado hasta el final. Una historia comin naci6 no del encuentro, sino de una mezcla un poco de coyuntura y de azar donde los intereses comparables coexistian. La razon es —ademis de los avatares de la evoluci6n de las universidades después de 1970— la importancia diferente que unos y otros otorgan a los textos. Entre producci6n y textualidad Evaluar la producci6n de un periodo determinado supone el establecimiento de series de clasificaciones que trastornan la jerarquia establecida de las obras, de los géneros, de los [44] UNA DECLINACION DE LAs LucES autores. Comprender lo que lee una sociedad entera, tratar de ver lo que ésta escribe, produce y consume, exige, aunque sea de manera temporal, que las grandes obras portadoras de la innovaciOn estética o intelectual sean sustituidas por una mira- da de conjunto que alcance menos la idea en su vida abstracta, aislada en las obras, que su encarnacion en los medios sociales, donde ésta puede echar raices y circulara través de los usos que le dan. Asi puede comprenderse y experimentarse mejor el peso relativo de las novedades y de los arcaismos; asi estaran mejor situados los principales momentos de ruptura de las visiones del mundo y las transferencias mayores de ideas, evaluadas en su propio ritmo. Este estudio cuantificado de los libros puede, ademas y lejos de desconocerlos, servir para apuntalar de manera nueva las lecturas de la tradici6n. El valor social de un texto no es indiferente al hecho de que sea una creacion excepcional o, por el contrario, un ejemplo entre otros de una producci6n vulgarizada y de gran circulacion. Mirar de manera igual los productos culturales no quiere decir ignorar el sentido que toman los textos a través de la lectura, ni un desconocimiento de los pensamientos renovadores; es el sim- bolo del reconocimiento de sus territorios, de la evaluacién de los conjuntos donde han podido constituirse, y donde las diferentes lecturas pueden elaborarse. Frente a la historia literaria, la historia social de la lectura quisiera incitar a la exploraci6n de corpus socialmente significativos, que pueden ser masivos 0 no; lo esencial es tomar en consideraci6n las condiciones de conjunto de su producci6n que realzan los efectos de lo escrito en una cultura mayoritariamente oral. Lo interesante es que se le otorga tanta importancia y se le consagra tanto tiempo a los textos criticados 0 juzgados inferio- res, pero mayormente difundidos, porque ellos sdlo son capa- ces de permitirnos el acceso a la vida cultural del mas grande ntimero, es decir, de la manera en que la oralidad interfiere en la vida de los textos. Al revés, el historiador de la cultura no puede utilizar sin precauciones los textos clasificados como literatura y los datos que le proporcionan. El conjunto de reglas que explican su aparicion o su desaparicion no podria ponerse [45] PARA UNA HISTORIA CULTURAL entre paréntesis; asi, Rétif de La Bretonne, hablando de Ja vida rural desde un punto de vista urbano y desde un nuevo plantea- miento del orden social, no es, como lo demostré Georges Benrekassa, un simple testigo. El destaca la conquista de una identidad y, en contraste, cambia su cuadro, ya un poco hagiografico, del mundo campesino. De esta forma, el campo de loliterario sigue estando ampliamente abierto a los historiadores de la cultura, recomendandoles que no desconozcan las funcio- nes especificas ni rechacen la distancia entre el texto y el saber. ¢Cuantificar o no? En el estudio de los libros y de las lecturas, asi como en el de las sociabilidades cultas, la cuantificacién ha sido un medio esen- cial y ciertamente no un fin, Permitia sin duda pasar de lo singular a lo colectivo y mostrar los cambios principales. Se vio ahi un nuevo positivismo, se redujo a eso el proyecto de la historia cultural francesa. El debate comenz6 en los afios sesenta con nuestros amigos de letras, como Jean Erhard, retomado por los historiadores de las ideas en Italia, como Franco “Venturi y Furio Diaz, y adquirié de nuevo actualidad con la conclusion de la Grand Massacre des chats de Robert Dainton." Una doble critica une a los que rechazan totalmente ya los que simplemente se interrogan acerca de esta manera de escribir la historia cultural: por un lado, el estudio serial no puede ser sino reductor, ya que no seria posible poner en el mismo nivel a los grandes autores y a los menores; por otro lado, el orden que supone la medida utiliza marcos de ordena- miento preestablecidos, incapaces de dar cuenta de la apropia- cién de los objetos culturales; en otras palabras, no se debe hacer inventarios de los libros sino leerlos. En uno y otro caso, a muchos de ellos se les reprocha que no tomen en cuenta el © Robrt Darnton, Le Grand Massacre des chats. Attitudes et croyances dans Fancienne France, Patis, Lafont, 1985, pp. 239-245. Los principales elementos del debate estin citados en nota y en el articulo de Roger Chartier citado en la nota 4. [46] UNA DECLINACION DE Las Luces tema, individual 0 colectivo, y descuiden Ia relacién, personal osocial, que mantienen los sistemas sociales con su sistema de valor o de creencia, con su universo simbdlico. Regresar a los casos y estudiar los textos permite comprender mejor el proble- ma de las articulaciones entre posiciOn social y eleccién cultu- ral, analizados como eleccién especifica y sobre un material establecido. En realidad, ademas de la ampliaci6n y la liberali- zaciOn que permiti6 la historia serial, debe tomarse en cuenta el hecho de que oponer jerarquia cuantificada y apropiacion calificada reanima un viejo reto resumido en la formula de los adversarios de la sociologia religiosa: no es posible medir la fe. Personalmente, pienso que el debate se equivoca de objeto, pues utilicé en complementaridad uno y otro tipo de anilisis que no son contradictorios. Podemos preguntarnos por qué, bajo ciertas condiciones de critica y de procedimiento y para un cierto tipo de cuestionario, los objetos culturales serian distin- tos de otras producciones del hombre. Textos, libros, imagenes también, pueden mostrar una medida, ya sea en menudeo o en mayoreo, de una economia social. Esa es laforma de apreciar la reparticién desigual de los bienes culturales y de razonar ademas sobre las clasificaciones imaginarias o reales de lo social; mas alla del estudio de las distribuciones, es una manera eficaz de llevar a bien las comparaciones y de estudiar las rupturas de una manera profunda y distinta a los habitos intuitivos de la historia de las ideas. Asi, mostrar el impacto prolongado de la reforma tridentina en sus formulas de vulgarizaci6n, establecer entre: tos siglos XVII y XVIII la curva de las obras cientificas y filosdficas, per- mite mostrar el desfase cronolégico que existe entre renova- cion y tradicion, y, al mismo tiempo, prueba la imposibilidad de contentarse con correlaciones burdas para explicar el avance o el retraso del pensamiento. Hoy, los métodos cuantitativos quiz4 no han agotado totalmente su fecundidad; sin duda, se mantienen mas que nunca como prerrequisito necesario a otros procedimientos. En efecto, constituyen un instrumento de al- cances y lecciones relativas, pero, al obligar a que el investiga- dor reflexione sobre la construcci6n del objeto que pretenden (47) PARA UNA HISTORIA CULTURAL delimitar, permiten comprender mejor su naturaleza. Primero, porque todo uso de un sistema de clasificaci6n, toda tipologia, ensefia que las categorias en las que pueden ordenarse los objetos culturales son susceptibles de cambiar y la manera en que las trabaja su propia produccion. Asi, el desplazamiento en el tiempo 0 en el espacio de una forma de producci6n 0 de corsumo cultural se ve acompafiada de una transformaci6n de los marcos de clasificacion y cuestiona la importancia de los objetos clasificados. El limite mismo de las opciones cuantitativistas ha permitido plantear preguntas sobre las rela- ciones cominmente admitidas —pero que son el resultado temporal y cambiante de las operaciones de apropiaci6n que uno analiza— creacidn-consumo, culto-popular, escrito-oral, dominante-dominado, ciudad-campo, Paris-provincia, imagi- nario-real. La historia de las topografias sociales acompafia a la historia social de las apropiaciones. Ante el esquema-tradicional que jerarquiza los hechos de lo econdémico a lo social, de lo social a lo cultural, en niveles sucesivos, del sotano al granero, nuéstra historia prefiere el_ estudio de Bs interacciones. Postula también la posibilidad de t, Sino de erigir como verdad definitiva, fendme- nos sociales que son mas la puesta en perspectiva de su tem- poralidad especifica que la expresion de las manifestaciones significativas del hombre en sociedad. Finalmente, esta historia pretende ser la de las diferentes maneras que tienen los hom- bres de apropiarse de las estructuras mentales y de los valores culturales. En ese sentido, se diferencia mas de la historia de las mentalidades con la cual estamos ahora familiarizados, pues ésta se interesa tanto en los fendmenos de ruptura como en las categorias estables e inméviles, ya que se sitta en el término medio, en realidad el corto plazo —el Antiguo Régimen en los limites indecisos, la vida de una institucién o la de un hombre culto—, mas que en el largo plazo; porque es también mas sensible a las especificidades sociales y a las relaciones, léase a las tensiones y las luchas, que se forman entre los grupos y las clases. Una de sus ambiciones fundamentales sigue siendo unir el conocimiento estadistico 0 cualitativo que da cuenta de [48] UNA DECLINACION DE LAS LUCES la manera en que una forma cultural o un motivo intelectual se distribuye segtin los agrupamientos sociales, o se reparte se- gun los individuos de una poblacion y segtin las practicas que son actos de distincion/A fin de cuentas se trata de una trans- ferencia de problematica intentada por toda una generaci6n; “esas investigaciones tratan de responder a la doble interroga- cién sobre la independencia de los hechos culturales y la cons- titucion de los babitos sociales. Pero no pretenden tnicamen- te constituir una geografia social de la recepcion de las formas o de las ideas, sino que buscan abrir el estudio de los consu- mos culturales que no sdlo representan asimilacion pasiva y constatacién de dependencia, sino, al mismo tiempo, creacion y produccion activa de_otra.cosa..Entender, mirar, leer, son. actitudes sensibles e intelectuales donde se comparten liberta- des y obligaciones. La cultura de las mayorias esta hecha de esta posibilidad, de esta atencion oblicua, y/todos los intentos por transformar las practicas deben. completarse con las tacti- cas de resistencia y de desviaci6n. Esto sigue siendo cierto en todos los niveles sociales de las practicas 0 de las lecturas, yila_ historia social de la cultura, al asociar varios procedimientos, permite comprender como se efectiia la fabricacion social de un sentido, individual o colectivo." Hacia la historia de los consumos culturales Establecer una « urbano exige principalmente una pluralidad de acercamientos, Tres obras mostraban sucesivamente las posibilidades'ofreci- das por -el estudio de las maneras de habitar, consumir, vestirse, en una palabra, de vivir. En 1981, Le peuple de Paris proponia releer la historia de los comportamientos populares de los parisinos. Retomando la lectura de los contemporaneos, observadores morales y li- ropologia social dela cultura_en_el marco 4 Bs lo que traté de hacer en elt. Il de Francais et UAncien Régime. Culture et societé, Paris, Armand Colin, 1985. - [491 PARA UNA HISTORIA CULTURAL terarios, que confrontaban la realidad de los diversos puntos de vista que inspira cierta vision del pueblo y una opci6én de reforma con la documentaci6n notarial, mas particularmente la de los inventarios péstumos por medio de los archivos policiacos, yo proponia, al mezclar lo mas posible esta médi- da con el anilisis de los textos, una vision compleja y contras- tada del mundo de las clases inferiores urbanas. A través de la evolucién de una relaci6n con las cosas, mostraba el empo- brecimiento y el enriquecimiento simultaneos de la poblacién urbana parisina y respondia asi a la pregunta planteada por los historiadores de la crisis revolucionaria desde Michelet (la Revolucion hija de la miseria) y Jaurés (la Revolucion hija de la prosperidad) con una explicacion moderada. El problema del aumento de las dificultades es inseparable-del de la con- quista de los nuevos valores y de las nuevas exigencias, que recorren su camino a distintas velocidades en la difusion de nuevos consumos, en la construccién de una frontera entre lo privado y lo publico, en la amplia difusion de nuevas normas en las maneras de vivir. La cultura popular parisina se conver- tia en algo diferente al reflejo de intensiones reformadoras y religiosas, un acto permanente de fragil libertad ganada en la sociabilidad ordinaria del trabajo y de la recreaci6n. La cultura aclaraba también los mecanismos de lo politico y de los con- flictos. Este analisis podia confirmarse con el descubrimiento, la transcripcién y la explotaci6n de un manuscrito inédito y original de un valor incomparable, el Journal de ma vie del vidriero Ménétra (1982). A través de la autobiografia y el testi- monio del artesano, obrero y luego maestro, se leia la capaci- dad cultural de todos, se comprobaba que la cultura popular no se reduce a una alienacién o a una pasividad, sino que tiene una logica propia que hay que descifrar y comprender. En la vision calida y picaresca que Ménétra da de sus expe- riencias sobre el Tour de France, en Paris, se descubria una capacidad de poner a funcionar la reflexion de los desposei- dos: ge6mo han podido tener sus ideas sobre el mundo social, sobre las relaciones ente los hombres, sobre la accion politica misma?; pues Ménétra, hombre del Antiguo Régimen de los [50] UNA DECLINACION DE LAs LUCES Cuerpos convertido en sans culotte, traduce bien la evolucion vivida por los actores de la Revolucion. Capaz de hacer pre- guntas sobre el sentido de su compromiso, esta igualmente calificado para forjarse una metafisica y una vision personales del mundo religioso. Hoy, el Journal de Ménéstra se ha con- vertido en un texto de referencia traducido al inglés, al italia- no, pronto al aleman, porque, mis all del testimonio pinto- resco, permite confrontar una historia susceptible de dar la interpretacién de los sistemas de obligaciones colectivas que hacen posibles y guian las actitudes individuales y las volunta- des particulares. La lectura del mundo que propone un indivi- duo singular es inventiva incluso si no puede escapar a los imperativos sociales. El caso Ménétra mostraba que se podia Ss hacer Ia historia de la constitucion de las identidades sociales So o y culturales, como la historia de la relaci6n de fuerzas simbo- licas y reales entre dominados y dominantes, de la aceptaci6n o del rechazo de los valores que tienen unos por otros, en resumen, una historia de la libertad y de la sujecion. Junto a los Republicanos de las letras se podian ver los Republicanos sin letras. En los trabajos que acompaiiaban esos diversos estudios, una doble ausencia me sugeria retomar de otro modo el ana- lisis del conjunto de las relaciones sociales: el de la dimension relacional y jerarquica de conjunto, indispensable para una fenomenologia social y para aquélla de los fenémenos que construyen el sentido a partir de las representaciones, princi- pios de clasificacion y de percepcion, expresion de las rela- ciones de poder. La Culture des apparances (1989), ensayo consagrado a la historia del vestido, daba una respuesta a la pregunta planteada por el conjunto de la sociedad parisina y conducia 4 un cuestionamiento mas general de la formacién de las sociedades modernas. La manera de vestirse traducia, mucho més en otros tiempos que ahora, la influencia de los c6digos sociales, de los imperativos morales y religiosos en la vida cotidiana. Las convenciones del vestido subrayan la jerar- quia de las apariencias: cada quien debe parecer lo que es. Pero, con el siglo XVIII, se ve también-que cada quien puede OCLAL B@ ENTRO DE INVESTIGACIONES Y SUSEBIRCES EN ANTBOPOLOGIA {51] PARA UNA HISTORIA CULTURAL parecer lo que quiere ser o incluso lo que intenta ser. El juego de las modas y el auge de la civilizacion urbana generan el desmoronamiento de los signos de la vestimenta; nuevos. com- portamientos aparecen para compensar ese desorden social. Esas nuevas expresiones estan probadas por el andlisis compa- rado de los guardarropas y de las practicas del vestir, por su estudio en los diferentes ambientes intermediarios susceptibles de subrayar los fenémenos de difusi6n: las noblezas, el ejército y sus uniformes. Se explican por el andlisis de las condiciones economicas de la demanda y del mercado, de la produccién de las telas para la confeccién de las vestimentas y para su conservaci6n; se instala toda una economia, a la vez causa y consecuencia de las transformaciones del vestido. El estudio de las técnicas de fabricacion y de los circuitos de difusion por la compra, el robo, la donacién, muestran los efectos de imitacion en una sociedad que se quiere estable, y el ingenio de las soluciones aportadas para responder a la demanda, desde las necesidades hasta lo superfluo. Vemos entonces revelarse, alrededor del vestido y a través de las lecturas novelescas, los textos filos6ficos, los escritos médicos, las reflexiones teolégicas y las discusiones politicas, la evoluci6n de las costumbres, los cambios medidos por la vara del pudor, de la higiene, de los usos imaginarios, cuestionando toda la vision del mundo. Hecho social global, el vestido, al igual que el libro, difun- de y multiplica las informaciones, en aumento sin cesar para todos; se trata de un lenguaje crecientemente complejo que los actores aprenden a dominar. Asi acontece, en Paris y en la Francia urbana antes de la Revolucion, una transformacién capital para las sociedades occidentales. La sociedad de con- sumo, el paso del Estado estacionario, ideal de la economia politica cristiana, a la sociedad de crecimiento, donde se instauran el orden de los intercambios y el calculo de los pro- grtesos encuentra en la dinamica del vestido su primera repre- sentaciOn, Por eso, la historia de las apariencias registra todos los conflictos politicos, religiosos, sociales del antiguo mun- do, permitiendo comprender conflictos y légicas del futuro. [52]

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