Está en la página 1de 260

Kali Yuga

Libro 1: El fin de la diplomacia

Autor: Borja Perdiguero Sánchez

1
2
Capitulo 1

Eran aproximadamente las cuatro de la mañana del día cinco de Marzo de

2111 y se encontraba sentado frente a los inmensos ventanales de su oficina,

en el último piso del edificio más alto del mundo, en el mismo centro del

universo que él había creado, La Compañía. y su pieza clave para la

estabilidad mundial, El sistema internacional para la resolución de conflictos,

reconvertida en el negocio más prospero de los últimos mil años.

El sistema era perfecto, todos los problemas entre países, se solucionaban de

una manera ventajosa para ambas partes, un combate entre dos ejércitos en un

inmenso campo de batalla, retransmitido por todas las televisiones estatales y

privadas capaces de pagar los enormes cánones exigidos, también se obtenían


3
cuantiosos beneficios con las entradas vendidas al público, con acceso a los

mayores estadios jamás construidos, con la venta de productos relacionados

con los distintos ejércitos: camisetas, figuras, banderas, bandas sonoras

originales, soportes nutricionales, de todo.

Hieronimus Caesar Talabert se había convertido en la figura dominante e

indiscutible de todo ese imperio. Tenía comiendo de su mano a todos los

dignatarios mundiales. Él dirigía, manejaba y estipulaba las contiendas en

todas las principales capitales.

La aceptación al sistema era unánime. Se le unían fervor patriótico, morbo,

espectáculo al más alto nivel y, como no, gran orgullo y ventajas económicas

para el vencedor.

El método era sencillo, un conflicto a resolver entre dos países, la asignación

de una serie de puntos que se invertían en unidades de combate que fuese

equitativa para ambos países combatientes y una meta: ganar para tener la

razón por un periodo no superior a diez años en la disputa, lo que en muchas

ocasiones significaba la ocupación de regiones ricas en recursos que eran

también considerados como parte de la “apuesta” y que denominaban R.R.R.

Podía tratarse desde manantiales y campos fértiles, hasta pozos de petróleo o

granjas de recolección de energía solar. En cualquier caso, eran el objeto de

deseo de las naciones más cercanas que luchaban por hacerse con el control de

un terreno que reclamaban como propio.

Los beneficios netos por el combate se repartían de manera ventajosa para


4
todas las partes implicadas, haciendo que mereciese la pena combatir incluso

siendo derrotado, lo que había derivado con el tiempo en un sistema de ligas

entre países que luchaban en muchos casos sin tener ningún conflicto real

entre ellos.

Para dar mayor espectáculo solo podían emplearse armas de hasta el siglo XV,

aunque estaban permitidas mejoras en los materiales y en los diseños, lo que

confería a los guerreros y especialmente a los héroes un aspecto fantástico.

Las batallas resultaban pues espectaculares, auténticos actos de guerra

medievales que eran seguidas por las masas con un extraordinario sentimiento

patrio en las que el desenlace del combate dependía de la suerte, valentía,

preparación y fuerza de los hombres.

Estaba permitido todo: química, biotecnología, estimulantes, artes marciales,

sistemas de esgrima avanzados, cirugía especifica, lo que hiciese falta para

llevar a auténticos superhombres a la lucha.

Ni que decir tiene que el sistema había acabado con los tradicionales eventos

deportivos que se quedaron completamente obsoletos desde un punto de vista

comercial. La mayoría de los atletas de élite se retiraron o se convirtieron en

guerreros, un nuevo estatus social de personas excepcionales, ricas, con

increíbles ventajas fiscales y con una vida intensísima pero, que en muchas

ocasiones, era extremadamente corta. Aquellos que llegaban al fin de su

contrato podían retirarse como viejas glorias o reciclarse como entrenadores,

preparadores y estrategas de los ejércitos, “generales” los llamaban.

En Europa , el sistema interno de la unión de estados europeos consistía en


5
doce combates cada cuatro años entre los países que dispusiesen ejército, en

los que se jugaban a modo de liga la mayor cantidad de dinero en los

presupuestos generales y explotación exclusiva de diversos recursos, como

ríos o minas.

Cada uno de los ejércitos de las diferentes regiones constaba de entre

quinientos y ochocientos hombres, dependiendo de los puntos acordados por

los presidentes estatales y de como deseasen gastarlos. Los héroes o guerreros

de gran experiencia y maestría valían cien veces más que un soldado

convencional. Los ejércitos se dividían en Estandartes: infantería, arqueros,

caballería, piqueros y doble sueldos, y cada uno de los estandartes podía estar

formado por una o dos compañías que tenían como mandos a un Héroe o en

su defecto un Capitán en el caso de que no se dispusiese de ningún soldado

con la suficiente experiencia para ser considerado con el rango máximo, dos

sargentos y soldados rasos. Por último se encontraba la carne de cañón, que

valía diez veces menos que los soldados. Dentro de esta categoría formada por

novatos que no hubiesen pasado las pruebas mínimas de selección y

delincuentes se producían la mayor cantidad de bajas en combate, ya que su

misión consistía en ir “a saco” contra el enemigo, armados apenas con una

espada de baja calidad o una maza, una rodela y un casco

Había países que podían contar con una gran cantidad de “voluntarios” para

ser carne de cañón, aunque ya que la mayoría de la gente que se enrolaba lo

hacía después de pasar algunos años en los gimnasios especiales de La

Compañía, tras los cuales podían realizar las pruebas de acceso y entrar a
6
formar parte del ejército con ciertas garantías.

Por otro lado apenas había delincuentes, ya que estos eran enviados

directamente como carne de cañón en la siguiente batalla y si sobrevivían a

cinco combates eran reinsertados a la sociedad y convertidos en soldados,

aunque la mayoría no lo conseguía.

Si… él era como Dios en su propio mundo. Todo giraba en torno a él, el

hombre más poderoso del planeta decidía sobre el futuro de hombres y

naciones a su antojo, y se había hecho extremadamente rico gracias a eso.

Sin embargo intuía que algo estaba cambiando, intuía algo que le tenia

intranquilo y no le permitía dormir bien en los últimos días. Siempre había

tenido la sombra de la traición planeando sobre él como un buitre incansable,

pero siempre había sabido salir adelante eludiendo todo tipo de obstáculos,

incluso la muerte en más de tres ocasiones, las del mal agüero. Él era un ser

excepcional.

De repente un pensamiento cruzo su mente “cuídate de los idus de Marzo”.

Sonrió para si, no podía dejar ahora de pensar en la coincidencia con el gran

general romano, ambos dueños del mundo conocido y ambos con un nombre

en común “Cesar”.

“Cuídate de los idus de Marzo”, pensó...

7
Capitulo 2

Acababa de empezar el día como cada mañana de los últimos seis años en

el centro de alto rendimiento para el combate de la sección norte, desde aquel

primer día en el que se “enroló” voluntariamente en el cuerpo de “carne de

cañón” del ejército de la República Comunera de las dos Castillas, convertida

ahora en un país independiente dentro de la unión de estados europeos.

Su labor como alto oficial consistía en dirigir a su compañía al combate

en las populares contiendas de la guerra para la resolución de los conflictos, y

se había hecho un hueco dentro de los aclamados “héroes” incluso dentro de la


8
propia liga europea, en la que era temido y respetado por su hábil manejo de la

espada bastarda.

En esos últimos seis años habría acabado con la vida de más de mil

hombres , y eso que no había participado nunca en una de las temidas “batallas

diplomáticas” ni en ningún campeonato mundial, sustitutas de las antiguas

guerras entre países y en las que por ley, no podían quedar supervivientes del

bando vencido. Los distintos estados ahora solucionaban sus problemas con

una contienda por todo lo alto, sin escatimar ni puntos ni efectivos, y mucho

menos dinero.

Roderic se acerco al comedor de oficiales, allí se agolpaban varios

compañeros desayunando lo que venia a ser el “rancho” habitual: avena

cocida, batidos de proteínas, aminoácidos, capsulas de vitaminas y toda una

retahíla de suplementos nutricionales.

-¡Eh, Roderic!- Le grito uno de los capitanes. Roderic se dio la vuelta

para contestar al enorme individuo de rasgos árabes que le había llamado.

Gabriel era un guerrero de gran envergadura, casi dos metros de altura y unos

110 kilos de peso, duro como una roca, piel morena y un experto manejando

dos cimitarras de gran tamaño que solía blandir con orgullo, diciendo siempre

que eran las armas que habían empuñado sus antepasados.

-¡Que pasa Gabo! Respondió Roderic.

-Llegas tarde capullo, casi hemos terminado, y hoy tenemos análisis

antes del entrenamiento, te perderás todo el jodido calentamiento, entrenaras

todo “empanao” y alguien te meterá su arma por el culo, y teniendo en cuenta


9
tus ultimas “actuaciones” empiezo a pensar que eso te gusta, y no me

importaría una mierda si no fuese por que en el próximo combate tu y esos

inútiles tuyos tendréis que servirnos de apoyo a mi y a mis hombres detrás de

la carne de cañón, así que espabila.

Roderic sonrió. Se preguntaba como podría ese enorme bicho haberse

convertido en su mejor amigo durante los últimos años.

-no te preocupes tanto por mi- dijo tras beber un largo sorbo de su batido

de suero- preocúpate más de no volver a lesionarte tontamente la rodilla como

hace dos semanas, ¡que estas hecho de mantequilla, morito!.

El comentario provoco una carcajada general entre el resto de los

capitanes, el único que no se rió fue el propio Gabriel. Hacia dos semanas tuvo

una lesión más o menos grave mientras entrenaban artes marciales. Uno de los

reclutas más jóvenes le lanzo una patada a la rodilla mientras él le enseñaba,

con tal mala suerte de encontrarse en ese momento con el peso mal

distribuido, no podía creérselo, toda la vida aprendiendo y enseñando que el

peso del cuerpo en combate sin armas debía llevarse a la pierna trasera y el

había cometido ese error de principiante mientras recibía el golpe que podría

haberle apartado de la batalla el resto de sus días. Al final no fue tan grave,

una intervención y listo, y aunque aun cojeaba un poco, los anti inflamatorios

y los esteroides le permitían combatir sin problemas.

-¡Eh!, ¡no ha sido nada, te lo demostrare en el próximo combate, capullo

narcisista, a ver a quien le dan otra medalla al mérito y valor!


10
La medalla al mérito y valor se la otorgaban al guerrero que más bajas hubiese

infligido al enemigo, y que demostrase más valor en el combate. Ello además

reportaba una semana de permiso fuera del cuartel del centro de alto

rendimiento, ya que los guerreros solo disponían de quince días anuales para

salir, más un día a la semana... Gabriel ya tenía diez y Roderic solo cinco,

conseguidas todas en los últimos años.

Después del desayuno todos los hombres se dirigieron a su análisis semanal,

donde les indicaban la medicación y dieta que deberían seguir durante esa

semana.

-¿Sigues tomando Serumina, Roderic?-le pregunto uno de los médicos.

La Serumina era un complejo anabolizante sintético “La inyección de Dios”,

como se la bautizo por primera vez, daba gran fuerza, volumen y resistencia a

quien la tomaba sin la mayoría de los efectos secundarios que solían tener este

tipo de fármacos.

-Si, llevo tres semanas-Respondió.

-deberías dejarlo por ahora, tus niveles son muy altos y has cogido demasiado

volumen esta vez.

-Mis armas son de acero.

-No te preocupes por la fuerza, no te faltara, sin embargo demasiado volumen

te volverá torpe, y sabes lo que eso significa…

Roderic asintió, sabia que su arma de combate, una espada bastarda de acero

templada por el famoso y muy reconocido a nivel mundial Maestro toledano


11
Domingo de Orozco, era más pesada que las de muchos de sus compañeros

que preferían materiales como el titanio, más ligeros y resistentes o fibras. Sin

embargo su espada le daba una sensación cuando la esgrimía que no le daba el

resto, era como si tuviese alma propia, solo el acero templado le daba esa

sensación de fuerza.

-Ja, ja, ja, un par de pinchazos y listo, ya no me duele, ¿que te dije, chaval?-

Gabriel acababa de salir de la consulta de al lado, parecía contento, como

siempre que les drogaban para evitar el dolor.

-¿vienes a entrenar?, creo que hoy vamos a probar una cota de escamas de

aluminio reforzado que nos han diseñado- comentó Roderic

-Me quedo con mi cota de mallas de titanio, lo más versátil y cómodo.

Además, ¡con esa mierda parecemos pescados!, Je, je, ¡no vaya a ser que nos

pesquen!

Gabriel tenia un concepto del humor muy pobre, aun así Roderic se sonrió,

nunca estaba de más echarse unas risas.

El entrenamiento transcurrió sin más complicaciones, tres horas de artes

marciales, una de combate y una de pesas, con comidas ligeras con gran aporte

de proteínas y carbohidratos complejos entre medias, un par de horas de sueño

inducido y un par de horas de ocio.

Durante esas dos horas los soldados podían divertirse sin salir del centro,

tenían un cuarto de juegos, biblioteca, una capilla y por supuesto acceso a

mujeres que eran llevadas a diario para los hombres.


12
En ese tiempo Gabriel siempre se dirigía a la capilla a rezar. A pesar de sus

orígenes era profundamente católico, un rosario siempre le acompañaba

alrededor de su cuello y tenia un enorme tatuaje el la espalda con una cruz

latina y las letras Α Ω a cada lado, aunque casi nunca hablaba de sus

creencias.

Roderic pasaba el rato como le apetecía, un día un buen polvo con alguna de

las meretrices, otro día jugando a algún juego en la maquina de simulación,

aunque casi todos los días leía un rato. La biblioteca era pequeña y casi

siempre estaba abarrotada, ya que era fundamental para los soldados cultivar

tanto mente como cuerpo, era bueno conocer los idiomas de los enemigos,

filosofía, psicología y técnicas militares.

También el entrenamiento de control mental era importante para los guerreros.

Perfeccionar la mente para llevar el cuerpo por encima de sus límites,

tolerancia extrema al dolor y las heridas y muy importante, vencer el miedo

en cada combate, sobre todo cuando las cosas pintaban mal. Esta práctica era

diaria durante al menos dos horas antes de acostarse.

La hora de dormir nunca suponía un problema para los combatientes, se

utilizaba un sistema avanzado de sueño inducido por sonidos de baja

frecuencia, sin fármacos, lo que les reportaba un descanso perfecto durante al

menos nueve horas seguidas.

Y así pasaban los días entre combate y combate, sin dar apenas tiempo al

llanto por los compañeros que casi siempre e inevitablemente morían o eran

inutilizados en la batalla.
13
14
Capitulo 3

Gundari se encontraba sentado en el centro de la enorme estancia dispuesta

para su meditación en el palacio imperial de Tokio.

Él era nada menos que el héroe máximo del ejército más poderoso de la tierra,

y protector del Mikado, guarda de la emperatriz del imperio del sol naciente.

Tras haber ganado hace años el combate entre los combates, una final global

que raramente acaecía, los combatientes nipones habían tomado por derecho

propio el calificativo de leyenda, y en el centro de esa leyenda se encontraba el

guerrero perfecto, Gundari.

Su nombre resonaba por todos los rincones del planeta impregnado de una

mezcla de miedo, profundo respeto, misticismo y fascinación. En su país era

venerado como un dios, e incluso aquellos que le eran cercanos lo trataban con

un respeto solo igualado por la figura imperial.


15
Instruido desde pequeño en el camino de guerrero y practicante desde muy

joven de los métodos y enseñanzas de la escuela Shingon, Gundari se había

ido transformando en un “samurai” invencible, al servicio de su patria.

Los millones que le habían visto luchar podían afirmar sin temor a

equivocarse que habían visto en acción a una deidad guerrera. ¿Como explicar

sino sus combates en solitario, dejando atrás al resto de su ejército, en los que

masacraba a cientos de sus oponentes sin apenas esfuerzo?, ¿como

comprender las flechas hundidas hasta la pluma en su cuerpo sin que pareciese

importarle, y como las arrancaba de un tirón sin dejar apenas herida y ni una

gota de sangre?, ¿y que decir de las increíbles demostraciones de fuerza y

agilidad de las que hacía gala, con saltos y giros imposibles?

Todo esto unido a un poderosísimo magnetismo lo habían convertido en el

centro de su propia religión, que contaba entre sus devotos acólitos a sus

propios compañeros, que pasaban horas meditando junto a él, con la esperanza

de ser imbuidos con parte de ese inmenso poder que Gundari irradiaba. Este,

por su parte, apenas comía o entrenaba y pasaba gran parte del tiempo en una

profunda absorción meditativa, o recitando mantras de forma inacabable, con

una mala que nunca abandonaba su mano y frente a él una descomunal

estatua de oro de Mahavariochana, flanqueada por dos figuras más pequeñas

de las deidades Kannon y Monju Bosatsu.

En la calle la situación era parecida. Gundari era admirado por todos los

ciudadanos incluso fuera de Japón, las camisetas y merchandising con su cara

16
o su símbolo eran con mucha diferencia las más vendidas del planeta, incluso

tenia su propia línea de productos dietéticos y de deporte. Había aparecido

incluso un grupo de rock cuyas letras narraban las gestas del héroe.

Nadie podía ser indiferente ante un fenómeno de masas que causaba tanta

admiración incluso entre sus enemigos, y él lo sabía.

-maestro.... siento interrumpiros.

Gundari miro a su derecha y arrodillado junto a él, con la mirada clavada en el

suelo se hallaba su fiel Osamu.

-¿que ocurre?-respondió con voz baja y calma.

-tenéis visita.

Gundari se extrañó, no esperaba a nadie, y nadie solía molestarle y menos aún

durante la sesión de meditación que diariamente compartía con sus hombres.

-¿quién desea hablarnos?-contesto con curiosidad mientras fruncía el ceño,

como si desaprobase la enorme osadía de interrumpirle.

-Me ha pedido que os diga que es Lama Dagsay....

Automáticamente la expresión de la cara de Gundari cambió, y una mezcla de

asombro y nerviosismo se apoderaró de él.

-Le recibiré inmediatamente-dijo poniéndose en pié con celeridad mientras se

ajustaba su kimono.

17
La multitud congregada tras él comenzó a murmurar, nunca antes el maestro

había interrumpido una meditación de esa manera y mucho menos con una

expresión en la cara como la que tenía ahora.

Gundari se dirigió a la sala de recepciones en el ala del palacio que tenía

asignada y esperó de pié e inquieto la llegada de su inesperada visita. Al cabo

de un par de minutos apareció el criado Osamu y tras él una figura de porte

majestuoso. Un hombre vestido con la túnica azafrán típica de los lamas, de

mirada limpia y profunda. Sus ojos negros hacían intuir una edad mucho

mayor de la que aparentaba, no más de cincuenta años, delgado, pero de

brazos fuertes, y una sonrisa perenne en la cara.

Frente a él, Gundari bajo la mirada, y juntando las palmas de sus manos con

los dedos hacia arriba, las llevo primero sobre la cabeza, luego frente a la cara,

y finalmente frente al pecho, acto seguido se arrodilló y tocó el suelo con la

frente.

-Rinpoché- dijo levantándose rápidamente.

-Parece que el joven aguilucho se ha transformado en una poderosa águila, mi

buen amigo- dijo el lama mientras se acercaba y le cogía de las manos.

Gundari sonrió. Conocía al honorable Lama Dagsay Tulku Rinpoché desde

hacía muchos años, y a pesar de que hacía más de quince que no le veía, se

encontraba tal y como lo recordaba, no había cambiado nada.

-tú en cambio si has cambiado mucho... y por lo que veo la vida te trata muy

18
bien.

Ese comentario hizo que Gundari se estremeciese. La habilidad de los altos

monjes budistas para realizar cosas como leer la mente siempre le incomodó.

-perdona mi falta de consideración mi buen amigo, es la costumbre... a partir

de ahora solo sabré aquello que desees contarme.

Rinpoché era un importantísimo lama, un renacido desde los tiempos de Lama

Tsongkapa, el reformador y amigo personal y tutor de Su Santidad el

decimosexto Dalai Lama Kyabje Gyatso. También era amigo cercano de la

mayoría de los maestros budistas más importantes del planeta y durante un

tiempo, cuando le conoció, era discípulo de su maestro, Toshimichi Tanaka,

que le instruyó en los caminos de la escuela Shingon.

Lama siempre se caracterizó por su gran pragmatismo y afirmaba que para

poder ayudar a la mayor cantidad de seres sintientes en su carrera hacia el fin

del sufrimiento, había que conocer bien todos los caminos… ¡y vaya si lo

hizo!

Recorrió el mundo estudiando las enseñanzas de todas las escuelas budistas y

también era un experto en religiones varias, tales como el Islam y su variante

del sufismo, judaísmo con su cábala, gnosticismo cristiano, animismo de

varios continentes. “No puedes determinar si algo no es bueno si no lo

conoces” le oyó decir en una ocasión.

-¡Perdonadme vos, Rinpoché!- exclamó Gundari agachando la cabeza- Venís

19
de un largo viaje y no os he ofrecido ni una pobre taza de té, ¡Osamu!, ¡té para

nuestro invitado!

Gundari y el Lama se sentaron sobre dos zafús alrededor de una pequeña mesa

de té. Al poco tiempo llegó el fiel Osamu con una tetera y dos tazas que

fueron servidas con rapidez.

-¿cual es el objeto de vuestra visita, Rinpoché?

-he de ir a Europa, Su Santidad me ha encargado que prepare y dirija un nuevo

monasterio, cerca de los Pirineos, en un país donde desde hace años el

budismo ha ido expandiéndose y ahora les hace falta un guía cualificado, así

que Su Santidad ha pensado en mi para esa honrosa tarea.... y antes de partir

había pensado en visitar a viejos amigos.

“¡Europa!” pensó Gundari... él siempre había aborrecido occidente, gente

bárbara, sin autocontrol de ninguna clase y sin un mínimo de refinamiento.

Precisamente occidente casi acaba con el planeta por esa avaricia desmedida

de sus habitantes. Recordó las clases de historia, cuando el antiguo imperio

norteamericano hundió a mediados del siglo XXI el sistema económico

imperante en el mundo: el Capitalismo, arrastrando tras de si al resto de los

países del globo. Todo eso cambió el mapa político y económico mundial.

-Europa...- susurro Gundari- No os encontrareis a gusto entre esos bárbaros,

Rinpoché.

-Parece que olvidas, amigo mío, que alguien como yo precisamente puede

20
estar a gusto en todas partes- dijo el lama con una amplia sonrisa.

-y.. ¿a que convulso país de Europa habéis dicho que os dirigís, Rinpoché?

-Probablemente no hayas oído hablar de él, es un pequeño y viejo país situado

al sur de tierras francesas, Amalur, creo que se dice en el idioma autóctono.

No tienen ejército y nunca han participado en combates de La Compañía,

sobreviven gracias a la protección de la Confederación de Naciones Celtas con

quien tienen un tratado de comercio y de explotación. Creo que consiguieron

su secesión durante los años oscuros a mediados del siglo pasado, y desde

entonces es un pueblo que aborrece la violencia y muchos son los budistas que

allí viven. En cierto modo me recuerdan a los tibetanos- dijo riendo- Tercos,

con un pronto muy fuerte y supersticiosos, pero de gran corazón, gente dura y

trabajadora.

Gundari seguía sin dar crédito, uno de los maestros espirituales más

importantes de oriente iba a encargarse de una panda de primates a medio

evolucionar.

De súbito Gundari tuvo una corazonada, su intuición le decía que el lama no

estaba allí solo por cortesía, había algo más…

-Hay algo más ¿verdad?- dijo en voz baja.

-veo que tu percepción ha mejorado amigo, efectivamente hay algo más... te

traigo un regalo personal de Su Santidad.

El guerrero empezó a recordar al anterior Dalai Lama, las circunstancias de su

21
muerte y posterior renacimiento precisamente en Japón, lejos de la influencia

china, cuyo gobierno había prohibido desde hacía más de un siglo el

reconocimiento de otro Dalai Lama.

Después apareció en su mente una imagen mental de como sería actualmente

Su Santidad. ¿Que tendría?, ¿dieciséis años?, ¿Que clase de regalo podría

mandarle un chico de dieciséis años que justificase un mensajero tan

importante?

Lama le entregó un paquete envuelto en seda roja con motivos dorados. Al

abrirlo descubrió una lámina de madera con una inscripción en tibetano

tallada en ella:

-Es el mantra de Chenresig- le aclaró el Lama.

Gundari lo sabía, había visto esa inscripción miles de veces, el mantra de Aria

Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la compasión “OM MANI PADME


22
HUM”. Él nunca lo recitaba, no necesitaba de la compasión para conseguir lo

que deseaba y nunca quiso ser un Buda, sino llegar a ser un guerrero perfecto

digno de su país y su emperatriz... y lo demostraría siempre que hiciese falta.

El combatiente no se dio cuenta, pero la visión de esa tablilla desató algo en su

interior, los engranajes largo tiempo parados, comenzaron a girar....

23
Capítulo 4

Vulgo se detuvo en seco frente al tablón de anuncios.

“PRUEBAS DE SELECCIÓN PARA LOS ESTANDARTES DE

INFANTERÍA Y ARCO LARGO”

Llevaba cuatro años esperando la oportunidad de entrar como soldado de

infantería.

-detrás de la línea de carne de cañón- pensó en voz alta.

Esto le daría cierta seguridad en combate, especialmente en las primeras fases,

pero para eso tendría que superar las dichosas pruebas, una especie de examen

de ingreso consistente en un test físico, lucha con armas y un par de exámenes

24
psicológicos.

Eso era todo lo que le separaba de entrar en la sección norte del ejército, la

más poderosa de las regiones militares de la república y de donde salían la

mayoría de combatientes del ejército estatal.

Con un nuevo ánimo, Vulgo empujo la puerta del gimnasio del centro de

formación. Tenía las fuerzas renovadas.

-¡¿has visto el anuncio?!, ¡esta es la nuestra!

Vulgo se giró y vio a su compañero de entrenamiento Miguel, un joven

pelirrojo con una camiseta estampada con la fotografía de Roderic Garcés, uno

de los mejores y más populares combatientes del ejército de la república

comunera, y con una expresión de felicidad parecida a la que él mismo tenía.

-¿que pasa, tío?, si la he visto, a ver si tenemos suerte…

Miguel era tres años más joven que Vulgo, también procedía de una familia

humilde y tenía las mismas ganas de convertirse en soldado de infantería,

como muchos otros jóvenes de su edad.

-¡fiuu! ¡Justo convocan una prueba para entrar dos meses después de cumplir

la edad mínima para acceder!

Efectivamente Miguel era muy joven, apenas tenía 18 años, pero su juventud

no hacía sino aumentar su determinación.

-Imagínate, quizás en dos años seamos mandos intermedios, ¡Los putos

amos!-dijo soltando después un sonoro ¡JA!

Vulgo no pudo sino sonreír ante el alarde de optimismo y la disposición de su


25
compañero, pero él era más realista. Sabía que aún consiguiendo entrar, antes

de un año habría una competición a nivel europeo, ya que estas solían

celebrarse regularmente cada cuatro años y que solo con altas dosis de

esfuerzo y un poco de suerte seguirían vivos después del primer combate.

Como adivinando los pensamientos de su compañero, Miguel comentó:

-Vamos, ya sabes que los europeos no son tan duros, ¡apenas hubo bajas en las

últimas!

Efectivamente la “ronda europea” no implicaba la destrucción total del

ejército enemigo, la capitulación estaba contemplada y en ocasiones incluso

antes de comenzar el combate, sin que ello repercutiese en modo alguno en el

honor del país rendido, que normalmente solo perdía los recursos que

estuviesen en juego y un puñado de unidades sin valor.

Generalmente el número de puntos estaba estipulado de antemano para toda la

competición, y solo se permitía la participación de “Héroes” en caso de que

ambos contendientes firmasen antes esa condición. En alguna ocasión toda la

contienda se había solucionado directamente en un combate singular a muerte,

lo que provocaba muchísima expectación, pero la perdida inestimable de un

“Héroe” por parte del perdedor.

-¡Venga, vamos a entrenar!, ¡No podemos perder el tiempo!

En el Tatami, esperando con aire impaciente estaba el Maestro Gutiérrez, un

hombre menudo, cercano a la cuarentena y con unos antebrazos que parecían

las raíces de un roble, duras y nudosas. Se encontraba de pié con un enorme

mandoble de rattan en la mano derecha. Era de los pocos maestros en el


26
territorio de la república cualificado para impartir clases de preparación.

Usaba el método Latosa de combate, el más efectivo y avanzado que existía

para la lucha con armas blancas.

Miró fijamente a los alumnos “demasiado jóvenes” pensó, aunque sabía que

muchos de ellos ni siquiera se presentarían a las pruebas. La mayoría se

apuntaban a los centros para recibir instrucción física e intelectual, lo cual

podría abrirles puertas en su futuro laboral y más teniendo en cuenta los

elevados costes de las universidades.

Vulgo y Miguel se pusieron al final de la clase, junto con los compañeros de

mayor nivel.

-hoy vamos a practicar con el mandoble... y ya sé que la mayoría de vosotros

aspira a entrar como infantería, pero nunca se sabe, aunque apenas usamos

unidades de caballería en nuestro ejército, deben ir siempre apoyadas por

Lansquenetes o doblesueldos, así que no está de más que tengáis nociones de

como detener una carga de picas.

Vulgo prefería la espada de combate, más pequeña y versátil, se manejaba con

una sola mano y permitía el uso de un arma corta o un escudo en la otra mano.

-¡No, así no!- aleccionaba el maestro- La mano derecha en la empuñadura,

justo bajo los gavilanes, y recordad que las espadas grandes se dirigen con la

izquierda, que ha de sujetar el pomo como si fuese una palanca.

Así comenzaron a practicar los golpes, defensas básicas y como y cuando

salir al ataque de las unidades de piqueros, especializados en desmontar a la


27
caballería.

La clase duró unas dos horas, al termino de la cual, la mayoría de los alumnos

se dirigió al gimnasio para terminar con un entrenamiento con pesas.

Vulgo y Miguel estaban exhaustos.

-¿un trago rápido y algo de pesas para rematar?- preguntó Miguel mientras se

secaba el sudor de la frente con la camiseta.

-yo me voy ya, tengo que practicar con los test, recuerda que son igual de

importantes que las pruebas físicas y de combate.

Aunque vulgo era inteligente y bastante espabilado, siempre tuvo problemas

con los endemoniados test. Le costaba entender la mecánica de muchos de

ellos, y solo pensar que podía quedarse fuera a causa de ello le empezó a

poner furioso.

-¡Mierda!, ¡tengo que conseguirlo, tengo que hacerlo bien!

Mientras paseaba de vuelta a casa, las antiguas calles de su ciudad natal, le

transportaban a otras épocas cuando hombres valerosos que seguramente

habían pisado esos mismos adoquines, no necesitaban de test para hacerse con

su espada, su caballo y lanzarse a la batalla en nombre de su Rey o su tierra.

Cuando se hallaba más sumido en sus fantasías, alguien tocó su hombro.

-Vulgo...- dijo un voz tras de si.

Este se giró y vio el rostro iluminado por una farola de Deirdre.

-¿que haces aquí a estas horas?- preguntó él.

-te estaba esperando, sabía que pasarías por aquí- respondió.


28
Se podría decir que Deirdre era la novia de Vulgo, aunque ambos sabían que si

este era seleccionado para ingresar como combatiente lo suyo terminaría.

Vulgo siempre fue muy claro al respecto y sin embargo ella siempre mantuvo

la esperanza de que ese momento nunca llegara.

-¿que tal el entrenamiento hoy?

-...han convocado las pruebas de admisión.

El rostro de ella cambió de repente, y una sombra de preocupación se dibujó

en su cara.

-¿para….cuando?-preguntó con voz temblorosa, aunque intentando forzar una

sonrisa.

-No lo sé aún, posiblemente dentro de un par de meses... mira- dijo de repente

con una voz fría como el hielo- voy a tener que estudiar mucho para poder

pasar los test, así que lo mejor es que no nos veamos ,al menos hasta que

pasen las pruebas.

-Bien, si es... lo que necesitas- contesto Deirdre, pensando que si todo salía

como él quería, esta vez sería la última vez que se verían.

-será mejor que me vaya...- Vulgo miró al suelo y salió de allí con paso rápido.

Sabía que era lo mejor para los dos. Sería un error intentar alargarlo.

Sin embargo Deirdre no pensaba igual.

Mientras volvía a casa intentaba contener el río de lágrimas, hasta que ya no

pudo más y rompió a llorar.


29
Intentó calmarse, mañana sería otro día y el trabajo la ayudaría a no pensar en

lo sucedido.

Deirdre trabajaba como administrativa en una empresa de importación de

metales y minerales industriales, especialmente para la fabricación de armas

en Toledo. Las armas de esta mítica región de la república tenían fama

internacional, y especialmente las manufacturadas por los maestros armeros

tenían el honor de encontrarse en los primeros puestos en la escala mundial de

calidad. Eran autenticas obras de arte reservadas a personalidades y a los

combatientes más experimentados. Podían llegar a costar autenticas fortunas

solo igualadas por los precios de las otras grandes armas fabricadas en todo el

planeta, las katanas, nodachis y tachis de los maestros japoneses que aún

trabajaban y creaban sus armas a mano y de forma tradicional.

Así pues Deirdre tenía la vida más o menos resuelta. A sus veintiún años vivía

en la casa que le dejaron sus padres como herencia, ya que estos murieron

cuando ella tenía solo tres años, de hecho no tenía ningún tipo de recuerdo de

ellos.

Deirdre fue criada por sus tres tías solteronas, hermanas de su madre, que eran

trillizas y compartían una terrible minusvalía visual que prácticamente las

hacía ciegas, por lo que tuvo que aprender a valerse por si misma muy pronto.

Era muy inteligente, bastante superior a la media, pero al acabar los estudios

obligatorios impuestos por la república debió ponerse a trabajar y al poco

conoció a Vulgo, un año mayor que ella y con la cabeza llena de fantasías

acerca de convertirse en un combatiente profesional aclamado por las


30
multitudes.

Al principio, esta faceta de Vulgo le hacía mucha gracia, pensaba que eran

delirios de grandeza de un chaval que no tenía nada mejor que hacer que estar

en la calle todo el día. Deirdre solía reírse de él “pero si eres un alfeñique, no

durarías de pié ni a la primera carga de infantería”, a lo que vulgo siempre

contestaba lo mismo “algún día tendrás que tragarte tus palabras”.

No tenía claro que era lo que había visto en él, no era especialmente guapo,

delgaducho y demasiado alto para su constitución, con una melena morena y

unos ojos pequeños y marrones siempre tapados por su pelo, cara redonda y

una sempiterna barba de dos días.

Sus amigas siempre la dijeron que no llegaría a nada con ese chico, que un

bellezón como ella podía aspirar a algo más, sin embargo ella ya se había

enamorado...

Con el tiempo, Vulgo entró en el centro de formación para acceder al ejército

como combatiente de infantería y desde el principio lo dejó claro “podemos

seguir viéndonos si quieres, pero el día que me seleccionen dejaremos de

vernos para siempre”.

A los combatientes no se les permitía tener familia, no hasta que se retirasen.

“No pueden tener distracciones” solía explicarle Vulgo.

A partir del día en que comenzó su preparación, la actitud de Vulgo hacia ella

cambió radicalmente, más frío y distante, en muchas ocasiones la evitaba y

solo se veían ocasionalmente para hacer el amor.

31
Pero a pesar de todo, Deirdre siguió amándolo con la secreta esperanza de que

el fatídico momento de su separación nunca llegaría y que él se cansaría de

esperar que le admitiesen y desistiría, aunque en el fondo intuía que eso no

sería así.

32
Capítulo 5

¿Señor Talabert?, los miembros del consejo ya están aquí....- la voz nasal y

aguda de su secretaria sacó de golpe a Hieronimus Talabert de sus

ensoñaciones.

-diles que voy ahora mismo, gracias Indira.

Habían llegado con puntualidad escrupulosa, las ocho de la mañana, como

siempre. Y como siempre tendría que lidiar con ese grupo de hienas que

pretendían arrebatarle su lugar, eso si, “con todos los honores”.

A sus sesenta y cinco años, el Señor Talabert no tenía ninguna intención de

dejar su sillón a alguna marioneta de consejo de dirección de La Compañía,

marioneta que sin duda estaría manipulada por los países competidores más

33
importantes y poderosos y por ende más ricos, lo que rompería el fino hilo que

sostenía en ese momento la diplomacia global. Sabía que solo él sería capaz de

continuar con el trabajo como hasta ahora...

Durante años había estado buscando a un sustituto que pudiese recoger su

testigo con el mismo espíritu con que fue fundada La Compañía años atrás. Un

espíritu libre con la capacidad de dirigir el mundo de forma ecuánime,

eliminando las guerras y transformando la naturaleza autodestructiva del

hombre en un próspero negocio que mantuviese contentos a todos, o al menos

a la mayoría. Pero nunca era suficiente, los países más fuertes le acusaban de

ser un autócrata, un dictador que manejaba a su antojo el poder absoluto que le

proporcionaba su posición y no dejarles tomar “parte del pastel” permitiendo

a los países más desfavorecidos gestionar sus propios recursos y a no

participar si no lo deseaban en las batallas de La Compañía. Y en cierto modo

tenían razón. Él era el amo absoluto del mundo, en teoría tenía en su poder el

único arsenal de armas atómicas que quedaban sobre la tierra y disponía del

único ejército con capacidad real de invasión y no había día que no se

preguntara que habría pasado si otro hubiese estado en su lugar.

Recordó de súbito su nombramiento como presidente de La Compañía,

treinta años atrás...

Después de los años del caos causados por la gran crisis, el mundo se convirtió

en un hervidero de guerras, golpes de estado, revueltas, hambre y pobreza

desmedidas, miseria... la contaminación brutal de la tierra no ayudaba sino a

empeorar las cosas y una espesa nube de desesperanza cubría los corazones de
34
toda la humanidad.

Ante tal panorama desolador, la Organización de las Naciones Unidas se

reunió por última vez y no sin esfuerzo llegaron a una decisión tan

desesperada como inaudita. Cedieron todo el control de la O.N.U y lo que

quedaba de los maltrechos ejércitos de los países que la componían a una

empresa de gestión creada a tal efecto y con representación diplomática, que

pasó a llamarse “La Compañía”.

Por aquel entonces Hieronimus Talabert trabajaba como experto en relaciones

internacionales para la O.N.U, estaba muy bien considerado por todos y era

conocido por su excelente retórica, por ser un experto diplomático y entender

perfectamente los problemas a los que se enfrentaría la tierra desde ese

momento, desde un punto de vista económico, político e incluso religioso.

Fue elegido Presidente con cargo vitalicio con mayoría absoluta por el recién

creado consejo de dirección de La Compañía. Ese hombre representaba la

esperanza, el sol después de la tormenta en la terrible situación actual.

Y algunos de esos mismos hombres eran los que ahora querían quitarle de en

medio, había empezado a ser una figura muy incómoda, especialmente para

los más poderosos que querían una mayor cuota de poder.

En su día ideó unas reglas de convivencia que deberían ser cumplidas por

todos los estados en política internacional, sin entrar en la política interior que

cada país decidiese llevar. En un principio éstas fueron aclamadas por todos.

La imposición de un sistema de batallas cerradas para la resolución de

conflictos evitaría las masacres de población civil en las contiendas, un mayor


35
control sobre los tratados de paz y beneficios económicos para todas las partes

implicadas. Un punto importante fue que no era obligada la participación en

dicho sistema de batallas por parte de todos los países. Aquellos que lo

deseasen podrían no tener ejército alguno.

Precisamente ese punto era el que empezaba a no gustar a los países más

fuertes. La no participación implicaba que los recursos de dicho país no

podían ser “apostados” en las contiendas, sino que eran autogestionados y ,en

ocasiones, se cedían o “alquilaban” los derechos sobre esos recursos por un

tiempo limitado y a un alto precio.

-¡Siéntese, por favor, Señor Talabert!- el joven que le separaba el asiento para

facilitarle el acceso no era otro sino Alexande Campbell, su pupilo y

probablemente su sucesor al cargo de La Compañía. Un día pensó que él era

la mejor elección, pero no tardó en quitarse la venda de los ojos al comprender

que lo único que guiaba su carrera era el ansia de poder. “He aquí nuestra

marioneta”-pensó.

-Bien, que comience la sesión... ¿que puntos queréis exponerme hoy?

-Parecéis muy cansado, muchas horas de trabajo, mucha responsabilidad para

un hombre con tantos años de trabajo a sus espaldas, un trabajo excelente, por

supuesto.

Hieronimus Talabert comprendió que había llegado el momento “en que los

miembros del senado se levantan y me apuñalan” pensó “esta eligiendo con

cuidado sus palabras”.

-Creo que hablo en nombre de todo el consejo -prosiguió Alexande - si os


36
hago llegar mi más profundo agradecimiento por la labor encomiable que

habéis llevado a cabo durante estos treinta años, de como habéis ayudado a La

Compañía y a todo el planeta con vuestras sabias decisiones y de cómo ese

esfuerzo nunca, repito nunca, podrá ser lo suficientemente recompensado por

todos nosotros. Sin duda alguna, muchos de los presentes aún recordarán esos

primeros días en los que la falta de esperanza era....

-al grano, hijo....-le cortó Talabert.

Alexande, visiblemente enfadado por haber sido cortado en mitad de su

discurso prosiguió:

-lo que la mayoría de los miembros del consejo y yo mismo pensamos , es que

ha llegado el momento de que por fin podáis ejercer el derecho a ese merecido

retiro de vuestro cargo que sin duda merecéis más que nadie....

-Et tu quoque Brute, fili mi.- dijo Talabert en voz baja.

Alexande lo miró sin comprender mientras su mentor esbozaba una leve

sonrisa.

Talabert miró la figura de su protegido durante un momento, alto y joven, con

su pelo negro engominado hacia atrás, traje caro, reloj de oro... todo un

ejecutivo agresivo “he creado un monstruo” se dijo en pensamientos.

-Parece que olvidan mis honorables colegas- empezó a decir levantándose de

la mesa- que mi cargo es vitalicio, y en tanto me queden fuerzas para seguir

con mi trabajo, y a pesar de su dureza- dijo mirando a Alexande- Pienso

continuar con mi labor, que como bien ha dicho nuestro joven amigo, ha sido

hasta ahora encomiable y espero que así siga siendo.


37
Acto seguido se sentó mientras miraba a los miembros del consejo. Algunos,

los menos, sonreían y la mayoría parecían disgustados ante la reacción de su

presidente.

-¡Los tiempo han cambiado, y usted no ha sabido cambiar con ellos!- Le

espetó el representante de la república de China.

-Vaya, señor Zhi, y eso ¿me lo dice el representante de un país que organiza

levas entre su población civil, e incluso religiosa para nutrir su ejército?- le

contestó Talabert levantando la voz- ¿de veras soy yo el anticuado?, ¿acaso

fueron anticuadas las ayudas económicas promulgadas por La Compañía,

gracias a mi, para salvar a vuestra población muerta de hambre y enferma

después de los años del caos?, veo que la gran nación China olvida rápido los

favores.

Chuan Zhi se sentó murmurando. Todos los presentes recordaron el último

combate dentro de la competición asiática en el que participó China. El

gobierno de su república había obligado a cientos de monjes Shaolin a

participar como fuerza de élite durante la batalla contra el ejército de India, y

cuando los soldados Kalaripayat indios cargaron, los monjes se sentaron en la

postura del loto y comenzaron a meditar negándose así a luchar. Fueron

masacrados, y con ellos el ejército chino, que sufrió una humillante derrota.

Desde entonces captan “voluntarios” entre la población simpatizante de los

monjes e incluso entre los bonzos mismos para ir de carne de cañón en la

avanzadilla, armados con una simple horca.

-¿Alguien más tiene algo más que añadir?- dijo Talabert mientras se
38
levantaba-¿Alexande?-preguntó al joven miembro del consejo que negó con la

cabeza- Muy bien, pues si no se me requiere para nada más, he de seguir

trabajando... si me disculpan .

Así Talabert dio media vuelta y salió hacia su despacho. Al llegar llamó a su

secretaria por el comunicador.

-Indira, por favor, no me pases llamadas, estaré ocupado el resto de la mañana.

-Como diga, señor Talabert.

Se sentó en su sillón y miró por la ventana del último piso del edificio más

alto del mundo, amanecía, y él, Hieronimus Caesar Talabert, de repente se

sintió viejo... y cansado, muy cansado.

39
Capítulo 6

Hacía más de un mes que Deirdre no veía a Vulgo, se encontraba abatida e

incluso había perdido el apetito. Sólo conseguía dejar de pensar en él un poco

durante el tiempo que se encontraba trabajando, y más aún estos días en los

que la actividad era frenética, como siempre que se acercaba la época de los

combates.

Se asomó por la ventana del pequeño piso en el que vivía cerca del centro de

la ciudad, desde allí contemplaba el campanario de la catedral, que recortaba

el rojizo cielo del atardecer. Los días empezaban a ser más largos, pero ese

detalle que antaño hubiese sido motivo de alegría para ella, ahora pasaba
40
desapercibido, como desapercibidas pasaban las golondrinas que comenzaban

a regresar tímidamente con el buen tiempo.

Sin duda tendría que hacer algo, ella era consciente de que no se podía

permitir estar en esa situación durante más tiempo, así que optó por darse un

baño y meditar sobre su futuro.

Encontrarse tranquila y relajada en la bañera no ayudaba, de hecho parecía

empeorar su estado de ánimo. Lejos de buscar una solución, los pensamientos

sobre su pasado reciente junto a su amado comenzaron a agolparse uno tras

otro en su mente, no paraba de darle vueltas al mismo tema hasta que el dolor

de cabeza fue insoportable.

Finalmente salió de la bañera, y tras secarse se tomó un calmante. “esto no

funciona” pensó.

De repente sonó el video-teléfono. Acercándose a él vio el rostro de su

anciana tía Clota en la pantalla. No tenía ganas de hablar con nadie, pero sabía

que insistiría hasta que ella contestase la llamada.

-¿si?- Preguntó Deirdre con resignación.

-¿Como estás niña?, tienes voz de cansada.

-estoy bien, tía, gracias, solo un poco agotada, demasiado trabajo hoy.

-Te conozco bien cariño, es por ese Vulgo que llevas varias semanas así, ¿no?

-ya se me pasará, no te preocupes.

-Mira que te lo advertimos, ese chico no es para ti.

Deirdre calló, odiaba que sus tías la dijesen eso de “lo sabíamos”.

-pero mira- prosiguió su tía- mejor así, a ver si te centras más en tu trabajo y
41
buscas a alguien más formal y que no te haga sufrir de esa manera, o que

piensas hacer, ¿enrolarte tu también para poder verle?

Súbitamente la luz se hizo para Deirdre.

-lo siento tía, mañana os llamo, pero es que hoy estoy muy cansada.

-descansa cariño, ¿estas comiendo bien?

-Si, si, si... mañana os llamo. Besos.

Apagó el aparato y pensó “enrolarme yo también”.

Rápidamente se fue al ordenador y consultó las bases para acceder a las

pruebas de infantería: exámenes físicos de combate real y varios test

psicológicos. No ponían pegas por sexo, y ella tenia edad suficiente para ser

admitida. Solo había un “pero”. Sabía que no pasaría las pruebas físicas: el

examen de combate, tendría que mirar otras posibilidades, ¿quizás para el

estandarte de arqueros?, no, mucho más difícil y menos plazas.

-¿que opciones me quedan?- se dijo en voz baja.

De repente vio un apartado en la pantalla de su ordenador, en el margen y en

pequeño, como si no quisiese ser encontrado. “Acceso como carne de cañón”.

Clicó sobre el icono, y apareció en una nueva página, en ella se describía en

que consistía el cuerpo de “carne de cañón”. Eran unidades básicas, muy

baratas y muy poco formadas, cuya misión principal consistía en avanzar en

gran número para agotar los proyectiles del enemigo, cansarlos o romper

defensas muy complicadas sin que los combatientes de verdad más preparados

sufriesen bajas. También eran los únicos que combatían y morían cuando la
42
batalla estaba capitulada, es decir, con una rendición firmada de antemano. La

lucha se celebraba de todas formas ya que “había que dar espectáculo y

justificar las inversiones en los ejércitos”. Como bien ponía, este peculiar

cuerpo “suicida” estaba formado por delincuentes y voluntarios. Los primeros

podían redimir su deuda con la sociedad después de algunos combates, y los

segundos podían acceder al ejército regular si sobrevivían al primer

enfrentamiento.

Deirdre anotó la dirección del centro de reclutamiento central de su ciudad. No

estaba segura de que hacer, su único camino parecía pasar por esa central.

Conocía los riesgos, en muchos enfrentamientos la casi totalidad de unidades

de carne de cañón eran aniquiladas, pero también sabía que las rondas

europeas no eran demasiado duras y que a ningún ejército le gustaba

arriesgarse demasiado sin necesidad. Quizás si se mantenía alejada de la

primera línea, podría aguantar lo suficiente hasta que izasen el estandarte de

infantería o acabase la batalla.

Pensó también que podría dar clases de defensa con armas hasta que

comenzasen los primeros combates, esto aumentaría sus posibilidades. Tenía

unos ahorros que podría gastar en recibir formación, quizás en un arma mejor

que la que le darían en caso de combatir, una cota de malla...

Las ideas del como y cuando empezaron a tomar forma en su cabeza, hasta

que el cansancio comenzó a hacer mella en su voluntad de planificarlo todo.

Se acostó pero a pesar del agotamiento físico y espiritual, no podía dormir,

comenzó a dibujar su futuro como combatiente. “pero nadie debe saber nada
43
de esto, si llegan a enterarse harán lo posible para que desista” pensó “Tienes

que ser fuerte, Deirdre, debes luchar hasta el final por aquello que te importa...

por aquel a quien amas”. y abrazándose a la almohada fue quedándose

lentamente dormida.

44
Capítulo 7

Roderic se encontraba mirando fijamente a los ojos de su adversario, Nicolás,

un combatiente con apenas un año de experiencia en combate, pero que no se

defendía mal... aunque ambos sabían que si el combate no hubiese sido un

entrenamiento, probablemente ya se hallaría muerto sobre el suelo.

Entrenaban con armas de acero sin filo, lo que en ocasiones podía acabar con

algunos huesos rotos o un buen susto, pero era la única forma de que los
45
ataques fuesen lo más reales posibles.

-¡Tienes un vicio, patán!- Le gritó Roderic a su oponente mientras le lanzaba

una sonrisa burlona- ¡durante una fracción de segundo marcas tu golpe y me

dices hacia donde vas a atacar, eso va a hacer que acaben contigo en la

primera batalla seria que tengamos, capullo!

Nicolás lanzó un ataque al costado derecho, que fue detenido sin dificultad,

seguido de un golpe directo a la cabeza. Roderic retrocedió un paso con

tranquilidad y golpeó la mano de su contrincante antes de que este pudiese

terminar el ataque.

El joven soldado soltó un grito de dolor a la vez que soltaba su arma, que cayó

al suelo con gran estruendo.

-¿ves?, venga no llores, ve a enfermería y que te curen los dedos rotos- dijo

Roderic, sin disimular el asco que le producían las muestras de debilidad de

algunos de sus compañeros.

Gabriel, que se encontraba observando atentamente la pelea, comenzó a

aplaudir pausadamente, mientras dijo con ironía.

-Muy bien, al señorito se le antoja inutilizar a sus propios hombres, encima

uno con experiencia.

Roderic lo miro enfadado

-No me vale con esa forma de luchar, soy responsable de mis hombres, y si

los sargentos no son capaces de enseñarles como Dios manda, tendré que

hacerlo yo. En breve comenzará la ronda europea y este año tenemos


46
posibilidades de quedar campeones, los equipos más fuertes de otros años que

sucumbieron durante la ronda mundial, tuvieron que empezar de cero. Somos

uno de los ejércitos, por tanto, con más experiencia y con más probabilidades

para pasar, y al estado le hace falta tanto el dinero como recuperar las R.R.R

perdidas y... por nuestro país y nuestro orgullo, ¡Así lo haremos!- afirmó con

aire solemne.

-¿desde cuando te interesa la política?- preguntó Gabriel extrañado.

-No me interesa lo más mínimo, pero es lo que tengo que decir para un

anuncio de la televisión estatal, para incentivar que se alisten voluntarios-

respondió riendo.

Los dos compañeros comenzaron a reír a carcajadas.

Salieron de la sala de entrenamiento y se toparon en la entrada del comedor

de oficiales con Dédalo Cuadrado, General principal del ejército de la

república y negociador de las condiciones de los combates. Era un hombre

mayor, con pelo blanco cortado al dos, de gran presencia física y estatura,

aunque los años habían hecho de él la sombra de lo que fue. Estudió en una

academia militar, y obtuvo el rango de comandante del ejército de la república

durante los duros tiempos de la formación de esta, después de los años del

caos. Ahora era la máxima eminencia en estrategia con el que contaba la

república, además de un hábil diplomático.

-Vaya, pero si están aquí los dos mejores héroes de la república, y además por

lo que veo, de buen humor.

-Lo de los dos mejores, ¿tiene algo que ver que seamos los únicos, general?-
47
contesto Roderic con una sonrisa sarcástica.

-os traigo noticias que espero que sean de vuestro agrado, los combates de la

ronda europea se adelantan a después del verano, y ya sabemos quienes van a

ser nuestros primeros adversarios, el ejército gótico de Centro Europa.

-¿por que se adelantan?-Roderic parecía intrigado, era la primera vez que

había cambios en el calendario de los combates.

-Parece que quieren hacer cambios desde la cúpula de La Compañía, creo que

quieren aumentar el número de combates, incluso se ha hablado de una ronda

global cada cuatro años...

-¡Ja!, más acción, esto se pone interesante- Gabriel parecía encantado con la

idea.

-así que el ejército gótico, ¿eh?, había oído que tenían problemas con sus

combatientes, parece que a muchos la unión de países centroeuropeos nos les

hace mucha gracia y actualmente existe la amenaza de secesión y se rumorea

que la fuerza de élite de los caballeros teutónicos y los soldados de los

cantones católicos de la antigua Suiza han jurado su lealtad al Papa de Roma y

sólo quieren luchar bajo bandera Vaticana.

-así es, Roderic, de hecho nuestro primer combate será un mero trámite, un

espectáculo para las masas, solo van a sacrificar un ejército de reserva de

carne de cañón, pero tendremos que hacer que merezca la pena pagar por

verlo, ¿eh, chicos?

-Déjalo de nuestra cuenta, ¡sin duda va a ser divertido!-comentó Gabriel cada

vez más excitado.


48
-recordad que la semana que viene comienzan las pruebas de selección de

nuevos soldados, os quiero allí para decidir quienes son los más indicados, al

fin y al cabo todos los que se presenten para luchar bajo el estandarte de

infantería van a estar a vuestras órdenes.

-Allí estaremos General- A Gabriel no le hacía mucha gracia, pero siempre

obedecía las órdenes de un superior.

-Bien, ahora tengo que mantener una charla con los capitanes del resto de

estandartes para comentarles las novedades. Nos veremos una semana antes

del combate para planificar la estrategia.

-Como ordenéis- dijeron ambos combatientes a coro.

Los dos hombres vieron como el general Cuadrado marchaba hacia el ala del

centro donde entrenaban los arqueros del ejército.

-¿entramos al comedor?- preguntó Gabriel.

El comedor de oficiales se encontraba vacío. Se dirigieron hacia una de las

cámaras transparentes donde había decenas de botellas de plástico apiladas en

filas.

-¡Venga!, te invito a un delicioso batido de proteínas.... ¡uuuuh!, mira este, con

aminoácidos ramificados y l-glutamina, y además tiene un delicioso sabor a....

¿que coño es... Fudge?- la cara de extrañeza de Gabriel hizo sonreír a Roderic.

-Creo que es como caramelo- le contestó- déjame probar

Dio un largo trago a la botella, hasta casi dejarla vacía.

-Pues no- sentenció finalmente Roderic- es de sabor a mierda, como todas esta

bebidas que nos dan aquí , a ver si el fin de semana nos escapamos a algún
49
sitio nos comemos un plato como Dios manda, si algo tiene esta ciudad son

restaurantes.

Llevaban varios años en la capital de la república, y apenas salían una vez a la

semana por el centro, y su principal ocupación era la comida. Se pasaban seis

días a la semana comiendo basura alterada genéticamente, batidos,

aminoácidos y quien sabe que más cosas, pero una vez por semana podían ir a

los probablemente mejores restaurantes de Europa, lo que también significaba

del mundo.

-Podemos ir a ese asador de cocina norteña. Todavía recuerdo el sabor de ese

chuletón de buey.

Desde que los dos antiguos países que conformaban la península se habían

disgregado en varios estados se había hecho más complicado acceder a

productos como el pescado, o carne de calidad, los años del caos fueron

especialmente duros con los animales y el campo debido a las hambrunas pero

ahora ellos podían permitírselo todo. Con su sueldo de Héroes y apenas

tiempo para gastarlo, eran hombres ricos.

-Ya lo pensaremos- contestó Roderic antes de beberse otra botella de un trago-

Ahora vamos a ver a nuestros perros falderos.

“Perros falderos” era el nombre despectivo con que los capitanes se referían a

sus sargentos. Entraron en el comedor de sub-oficiales, más grande que el

suyo pero peor equipado. Este estaba lleno, los distintos estandartes se

sentaban cada uno en una mesa. Uno de los sargentos del estandarte de
50
arqueros vio a los dos hombres que acababan de entrar, se puso rápidamente

en pié y gritó-¡Capitanes en el comedor!- todos se pusieron en pié. A Roderic

esto le encantaba.

Al acercarse a la mesa de sus hombres percibieron el nerviosismo de estos.

Roderic se puso junto a sus dos subordinados y les hablo con una voz

forzadamente calmada.

-muy bien, señoritas, estáis aquí comiendo después de un duro día de trabajo

¿eh?, yo me pregunto, si vosotros no os encargáis de entrenar a vuestros

hombres ¿quien va a hacerlo?, ¿acaso tendré que hacerlo yo?, ¿hum?, ¿es lo

que queréis?, ¿que lo haga Roderic?

-Entrenamos a los hombres capitán, lo hacemos lo mejor que podemos- El que

había hablado era Teófilo, el sargento más veterano de infantería, a las

ordenes directas de Roderic.

-¿en serio?-prosiguió el capitán- ¿como me explicas que hoy le haya reventado

la mano a uno de nuestros hombres, por que tiene un puto vicio en el ataque?

ese desgraciado ya lleva aquí un año, ¡Un año! y ¿pretendéis que me crea que

no os habéis dado cuenta? Si no lo habéis hecho es que sois unos inútiles-

Roderic se iba enfadando cada vez más- ¡Me pongo a entrenar con un jodido

soldado, uno al azar para comprobar que su nivel sea el mínimo exigido y lo

mando a enfermería después de treinta segundos! ¿Que tengo que hacer,

romperles la cabeza a los doscientos tíos que están bajo vuestras órdenes y

combatir yo solo dentro de unas semanas? ¡Más os vale que cuando llegue el

combate de Septiembre los hombres estén listos, u os romperé la cabeza a


51
vosotros!

El otro sargento, Daniel, levanto la cabeza del suelo -¿e...en Septiembre,

capitán? -dijo con una voz entre asustado y extrañado.

-Si en Septiembre- respondió Roderic más calmado- Oídlo todos atajo de

patanes, se han adelantado los combates de la ronda europea, así que ya podéis

ir espabilando.

Dio media vuelta y salió del comedor de sub-oficiales. Gabriel salió tras de él

-¿No has sido un poco duro con tus chicos? todos podemos cometer errores-

dijo el hercúleo compañero de Roderic mientras se tocaba la rodilla lesionada.

-Quizás...-dijo mientras apoyaba las manos en la pared y respiraba hondo-

pero no podemos permitirnos ningún fallo a partir de ahora.

-te vendría bien un poco de sosiego, ¿por que no vienes luego conmigo a la

capilla?, rezar un poco no hace mal a nadie.

Roderic se rió, nunca había entendido esa faceta religiosa de su compañero, un

tipo enorme, de rasgos árabes, que se ganaba la vida matando a otras personas

en un espectáculo circense digno de la antigua Roma, y luego era una especie

de santurrón que lo que más le gustaba era pasarse el tiempo libre rezando en

la capilla.

-No creo que tu Dios ni tu virgen puedan ayudarme a meter en cintura a mis

hombres, Gabo.

-Como quieras, las puertas de la capilla siempre están abiertas- Si no fuese por

que estaba viendo a su amigo, Roderic juraría que estaba escuchando a un

cura.
52
53
Capítulo 8

Hieronimus Talabert se encontraba discutiendo acaloradamente por teléfono,

de los pocos que quedaban aún en funcionamiento, una autentica antigüedad

que le aseguraron, perteneció al despacho oval de la Casa Blanca.

-¡Soluciónalo ahora mismo!, ¿me oyes?, esto es un secuestro en toda regla, en

mi propia casa... esos inútiles van a hundir todo mi trabajo, ¿entiendes? ¡mi

trabajo!... ¿como quieres que me calme?, esto es ilegal, ¡Yo soy la ley aqui!

¡Soy el que manda! ¿Quien se creen que son para hacerme esto?, llama a las

fuerzas de seguridad de La Compañía, ¡me encargaré de que a los

responsables los cuelguen del cuello en las capitales de sus patéticos países!.

Habían entrado de madrugada en su residencia oficial varios policías, y con la

excusa de que se esperaba un atentado por parte de grupos neo anarquistas, lo

sacaron en un furgón blindado y lo llevaron a toda velocidad a su casa de

campo, lejos de la sede de La Compañía. Allí lo mantuvieron retenido, no


54
podían dejarlo salir hasta nueva orden, todo por su propia seguridad. Sólo le

permitieron hacer una llamada, para evitar rastreos de la señal, y sólo pudo

llamar a una persona, a su fiel Alexande Campbell, que lo único que hizo fue

intentar tranquilizarle y asegurarle que todo se solucionaría. Él sabía que no

era así, lo habían condenado al ostracismo y se habían hecho con el poder. Un

golpe de estado, eso es lo que era. “Al menos me he desahogado” pensó.

Miró por la ventana del enorme caserón, y observó a los policías que paseaban

por el jardín hablando por sus comunicadores y que probablemente serían su

única compañía los próximos años, o semanas... dependía del tiempo que

quisiesen dejarle con vida.

Primero anunciarían una repentina enfermedad, luego un coma irreversible y

finalmente llegaría inexorablemente su muerte y tendría funeral de estado...

muy bonito. ¿La realidad?, probablemente cualquier día envenenarán su café y

asunto terminado. Morirá igual que vivió, completamente solo.

Nunca se casó y no tenía hijos, al menos que él supiese, gobernar el mundo

con mano firme fue su único amor en las últimas tres décadas, un amor

exigente como una esposa celosa y posesiva que no permite una distracción.

Invirtió sus mejores años en hacer que La Compañía funcionase, en ocasiones

intentando hacer que lloviese a gusto de todos, o casi. Había sido Dios, su

palabra era ley... hasta ahora. Siempre estuvo solo, nunca tuvo amigos sólo

subordinados y como todo tirano no siempre los trató con justicia. Quizás sus

enemigos fueron medrando lejos de su mirada con los años, pero tan cerca que

los había intuido en más de una ocasión, hasta que les vio la cara no hace mas
55
de un mes en la última junta, esa cara de hiena, con esa sonrisa estúpida

deseosa de hincar sus dientes en la carroña.

Se alejó de la ventana y dio un paseo por el amplio salón, ¿cuantas veces había

estado aquí en los últimos treinta años, tres, cuatro?, no salía mucho de su

oficina, allí tenía todo lo que necesitaba, y era bien poco. Había estado

llevando una vida casi de ermitaño, ya apenas recordaba lo que era pasear por

las calles, la gente corriendo alborotada de un lugar a otro, las tiendas, los

antiguos coches de gasolina que soltaban malolientes nubes de humo al

acelerar...

Recuerdos de su juventud salpicaban ahora su mente, su madre, que falleció

el mismo año que entró en la universidad, y su padre, siempre orgulloso de su

único hijo, que murió al poco de acceder al poder como presidente de La

Compañía tras una horrible y larga enfermedad que lo convirtió en un ser

inanimado conectado a cientos de tubos, ni siquiera pudo ir a su entierro,

demasiada responsabilidad a su cargo, cosas importantes...

-Yo...yo.....- se derrumbó y comenzó a llorar, y lo hizo como un niño pequeño

que ha matado un insecto y acto seguido se da cuenta de que ha hecho algo

irremediable, sin vuelta atrás, con una mezcla de arrepentimiento y sensación

de injusticia por no poder deshacerlo todo otra vez.

Después de un rato se sosegó, se acercó al mueble bar y se sirvió una copa de

whisky escocés de malta.

-si tengo que perder la consciencia al menos que sea con esto- dijo en voz

baja. Se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta y se bebió todo el


56
contenido del vaso de un trago.

-salud- volvió a llenar el vaso, se sentó y se quedó observando los tonos

ambarinos del “Uisge Beatha” ,agua de vida en la lengua de los celtas, cuando

de repente algo le vino a la cabeza, como un poderoso destello.

-No pueden haberse olvidado de ese detalle- se dijo- y no pueden haberlo

averiguado, el sistema de encriptación y las medidas de seguridad son

inexpugnables, pueden haber falsificado o copiado algunas, pero no todas y

solo yo sé la clave... nunca se la he dicho a nadie.

Salió de la habitación como un suspiro hasta que uno de los Guardias le cortó

el paso.

-no puede usted salir de la casa, Señor Talabert, son órdenes, es por su propia

seguridad.

-Lo sé, lo sé, pero es de vital importancia que me ponga en comunicación con

el Señor Campbell, acabo de recordar una cosa y tengo que ponerla en su

conocimiento.

El guardia lo miró desconfiado y llamo por el comunicador al que

seguramente sería su superior.

-Muy bien Sr. Talabert, le permitiremos hacer una llamada por teléfono al Sr.

Campbell.

-Preferiría usar el video- teléfono, si no es molestia- Quería ver la cara de

Alexande cuando le expusiese el “problema”.

-Acompáñeme.

Anduvieron hasta una habitación contigua, donde se hallaba un aparato para


57
videoconferencias.

-Me temo que es un asunto privado e importante, ¿podría dejarme solo?

-Bien, pero recuerde que hay línea directa hasta el despacho del Sr. Campbell,

no podrá llamar a ningún otro sitio.

-lo recordaré, no se preocupe, entiendo que las medidas de seguridad para

protegerme deben ser extremas.

-exactamente, Señor- respondió el guardia con una sonrisa.

Cuando su “carcelero” hubo abandonado la habitación, encendió el video-

teléfono, y automáticamente apareció la imagen del despacho de Alexande.

-¿estas ahí?-preguntó Hieronimus con voz solemne, casi como dando una

orden.

Vio como Alexande se asomaba a la pantalla, con una sonrisa burlona.

-¿ya se te ha pasado el enfado?, ¿ves?, no era para tanto...

-El código....- la voz de Talabert parecía más segura de si misma.

-¿que? -Alexande puso cara de sorpresa

-la clave de acceso para el control del arsenal nuclear de La Compañía, no me

dirás que no habíais pensado en eso, ¿o acaso pensabais drogarme para que os

lo dijera?

-¡Ah!...eso - Alexande parecía cada vez más incomodo

-Si, eso... me necesitas para tener el control sobre las armas atómicas, es el

único seguro de que dispone La Compañía para seguir ostentando el poder

absoluto... ¿que crees que pasaría si se supiese que no puedes manejar ese

poder?
58
-Los miembros del consejo han firmado un tratado de no agresión ni contra La

Compañía ni contra el resto de países mientras las condiciones sigan siendo

satisfactorias para todos.

-¿y cuando empiecen a pedir más, hasta cuanto podrás darles para mantener la

paz, les darás todo el poder a los más fuertes? porque ten claro que tarde o

temprano lo pedirán y ¿que harás entonces? ellos sabrán que no podrás

amenazarles con nada- El rostro de Talabert dejaba ver una sensación de

victoria.

Alexande estaba ya visiblemente nervioso- Conseguiremos acceder a las

armas, tenemos hackers que...

-¡¿Hackers?! No me hagas reír, sabes de sobra que no basta con un puñado de

universitarios aburridos o con media docena de expertos informáticos para

acceder a ese sistema... ¡Solo yo puedo darte la llave!

El rostro de Alexande tenía ahora un tono pálido y las gotas de sudor frío

recorrían su frente, empezó a tragar saliva.

-vaya, parece que el cachorro no había pensado en todo ¿creías que tus

nuevos amiguitos se olvidarían de ese pequeño detalle o estas tan seguro de su

fidelidad a La Compañía que puedes ingeniártelas sin tu única defensa?, solo

piensa que serán tan leales como tú lo has sido.

-¡¡te arrancaré las tripas, haré que te traigan aquí y me des toda la información

que me haga falta o te sacaré los ojos, maldito vejestorio, te drogaré cuantas

veces haga falta hasta que me digas lo que necesito!!- Parecía que Alexande

iba a explotar, su cara roja y las venas de su cuello hinchadas mostraban que
59
su grado de enfado y desesperación eran más que altas.

Talabert comenzó a reír a carcajadas:

-¿quién debe tranquilizarse ahora?- dijo con tono burlón -mira que regalito

tengo, pequeño bastardo- mostró una pequeña cápsula que tenía en la palma de

la mano -Sabes que no salgo de casa sin ella.

Yamaína, una droga potentísima capaz de matar a un hombre en menos de

cinco segundos de forma completamente indolora. Un hombre como él

siempre debía llevar una de esas capsulas a mano. Nunca se sabía, quizás

cuando menos lo esperase un grupo de desalmados podría intentar secuestrarle

y sonsacarle información sensible...y La Compañía era lo más importante.

Talabert miró a la pantalla.

- Es hora de negociar...-

60
Capítulo 9

Ya no podía echarse atrás, la decisión estaba tomada y había entregado sus

datos como voluntaria para participar como carne de cañón en el próximo

combate que tuviese en un futuro el ejército de la república. La habían

informado en el centro de reclutamiento, no sin sorpresa por tratarse de una

mujer la aspirante, que en breve habría un encuentro con el ejército gótico de

Centro Europa.

No pudo abandonar la sensación de terror que sentía ante los nuevos

acontecimientos. Miles de preguntas se agolpaban en su mente “¿Y si Vulgo

no consigue acceder?, ¿y si me repudia por mi actitud?, quizás se avergüence

de mi presencia” y a medida que estas aparecían iba contestándolas una a una

para intentar tranquilizarse. “Seguro que pasa, no he conocido a nadie con


61
tanta determinación por algo en mi vida y estoy segura de que me quiere, si,

me quiere, lo que estoy haciendo le parecerá un acto de valor para defender

nuestro amor. Todo va a salir bien”

Buscó en Internet escuelas de lucha que preparasen a la gente para la

competición de competiciones de forma extraoficial, claro, no podía

encontrarse con Vulgo en el centro de formación, esto lo desconcentraría.

Encontró un gimnasio en las afueras de la ciudad. Tendría que ir en el pequeño

y viejo utilitario eléctrico de sus padres. Apenas lo había utilizado desde que

se sacó la licencia para vehículos con motor de clase B, lo bueno de vivir en

una ciudad pequeña es que todo lo tenía a mano y sólo en alguna ocasión

tenía que usar medios alternativos de transporte que no fuesen sus propias

piernas.

Puso a cargar una batería para que el coche tuviese energía, al menos para

llegar al surtidor eléctrico más próximo. Por la mañana estaría listo.

Se preparó algo de cenar. Tenía que pensar bien sus movimientos, ya había

firmado la baja en su trabajo sin dar explicaciones “me hace falta un tiempo

para mí” había dicho.

Tenía también que intentar agenciarse un equipo que la permitiese sobrevivir

al menos el primer combate, ya que el equipamiento estándar que les daban a

los voluntarios que accedían como carne de cañón dejaba mucho que desear.

Y pagar las clases, esperaba que el dinero no se agotara antes de su ingreso al

ejército.

Buscó más información por Internet, estaba demasiado nerviosa para ir a


62
dormir.

-vaya... ¿que es esto?, “el luchador perfecto”, viene un link, vamos a ver.

Apareció ante ella una página dedicada al campeón de campeones, al

mismísimo Gundari Tezuka.

Viendo la foto Deirdre pensó que era un tipo muy guapo y exótico y tenía...

¿magnetismo?, si esa era la palabra, magnetismo y... esa cara, era como si ya

lo conociese de algo, con una mirada tan serena y tan profunda que resultaba

hipnótica. “Y eso que solo es una foto” pensó mientras sonreía.

La página tenía versión en ingles y en japonés. Pulsó sobre la de inglés,

aunque el conocimiento de esa lengua no era su fuerte. Pudo ver varios datos

de su biografía, así como enlaces para ver videos de combates y técnicas de

lucha.

-Esto me interesa... -se dijo en voz alta.

Se puso a visionar los vídeos hasta que el sueño pudo con ella.

Se despertó de madrugada sobre el escritorio de su habitación, con el

ordenador aún encendido.

-será mejor que empiece, no puedo perder tiempo.

Buscó ropa de hacer deporte y una bolsa para llevar lo que la hiciese falta, y

después de beberse un café frió, cogió la batería y bajó hasta la plaza de garaje

donde reposaba desde hacía bastante tiempo su coche.

“Espero que funcione” pensó mientras enchufaba la batería al receptor de

energía.
63
Una luz roja indicaba que la batería estaba descargando. En pocos minutos la

luz roja se apagó. “crucemos los dedos”. Pulsó el botón de arranque y el

vehículo funcionó sin problemas, aunque indicaba una carga de energía baja.

“iré a terminar de cargarlo ahora mismo”.

Salió del garaje con dificultad, hacía mucho que no conducía.

Tras repostar se dirigió hacia la escuela de artes marciales que se encontraba a

unos veinte minutos en coche desde el centro de la ciudad. Al llegar echó un

vistazo rápido a su alrededor, no era una zona que invitase precisamente a

quedarse.

No tuvo problemas para aparcar, apenas había un par de vehículos viejos en

muy mal estado y otro aún más antiguo al que le faltaban las ruedas. El barrio

parecía medio abandonado, casas antiguas y ruinosas, paredes manchadas con

cientos de graffitis ilegibles y apenas dos o tres personas caminando

rápidamente.

-no sé si ha sido una buena idea... -se dijo nerviosa. Notó como las piernas la

temblaban y sintió de repente un escalofrío que la heló la sangre.

Súbitamente oyó una voz dentro de si “el miedo es lo único que no te puedes

permitir en estos momentos, transforma tu debilidad en fortaleza”.

Con un nudo en el estómago se acercó a la puerta. Había un enorme letrero

descolorido por el tiempo en el que se leía “Gimnasio Budokan” y abajo en

pequeño “preparación para combatientes”.

Estas escuelas se nutrían básicamente de jóvenes que aún no tenían la edad

mínima de dieciséis años para acceder a los centros de formación de soldados


64
pero que querían empezar lo antes posible para ganar tiempo y entrar con unos

conocimientos que les permitiesen destacar y llevar ventaja sobre el resto de

sus compañeros.

Empujó la puerta y una campanilla de aire oriental empezó a sonar al ser

golpeada. Al cabo de cinco segundos apareció por allí el que Deirdre pensó

que sería el instructor. Un tipo muy musculado con una camiseta de camuflaje

elástica que se le ceñía al cuerpo y unos pantalones cortos también de estilo

militar. Tenía el pelo muy corto, seguramente para disimular una avanzada

alopecia, y la piel muy bronceada. Al ver a una chica puso cara de interesante,

tensó los músculos de sus brazos y preguntó.

-¿En que puedo ayudarte, guapa?

Una sensación de repulsión invadió a Deirdre, aún así contesto con cara de

interés.

-estaría interesada en recibir clases de lucha con armas, me he alistado como

carne de cañón y querría tener unos conocimientos mínimos a la hora de

enfrentarme a un atacante.

El instructor cambió completamente el gesto de su cara. No daba crédito a lo

que acababa de oír. Nunca antes una chica había entrado en su establecimiento

para recibir clases, y ¡menos aún una chica que fuese a ser carne de cañón!

¿Por que querría esa tía buena que la machacasen en un campo de batalla?, se

preguntaba si no estaría mal de la cabeza.

-¿Ca...Carne de cañón, has dicho?

-Si- contesto ella con decisión- ¿hay algún problema?, si no instruyes mujeres
65
puedo buscarme otro lugar que lo haga- Deirdre deseó que fuera así.

-¿por qué no has ido a el centro de formación?, es el sitio indicado para ello.

Preguntó el instructor sin creerse todavía lo que estaba escuchando.

-Me...viene mejor este -dijo dudando- aunque...quizás tengas razón, será mejor

que me vaya.

-No, por favor, no- Le dijo mientras la cogía del brazo.

Deirdre volvió a sentir un escalofrío recorriéndole la espalda.

-quédate, si este te viene bien has venido al sitio indicado, ¿sabes que estuve a

punto de entrar en el ejército?, al final decidí que mi vocación era enseñar a

otros a luchar por su patria.

“encima un cobarde” pensó Deirdre mientras le sonreía.

-No me has dicho tu nombre, guapa

-Me llamo... Deirdre.

Por un momento dudó si darle su verdadero nombre “total, no se si voy a

volver”

-¡Que bonito!, yo soy Nacho, si quieres quédate hoy de prueba y mañana

cuando vuelvas te hago la inscripción ¿te parece?

-me parece bien- cada vez la costaba más sonreír

La clase va a empezar en un cuarto de hora, mis alumnos deben estar al caer.

Allí tienes un vestuario para chicas. Hace años que no se usa, desde que

desaparecieron las clases de aerobic y aumentó la cirugía solo nos nutrimos de

futuros luchadores, como tú...

“Me quedo hoy pero mañana no vuelvo, ¿en que estaría pensando?”
66
Se oyó la campanilla de la puerta y un grupo de chavales de unos quince años

entraron en la sala de entrenamiento. Tras ellos entró Deirdre.

-¡Muy bien tipo duros... tengo que presentaros a una nueva compañera que va

a empezar hoy con vosotros!

Los chicos de dieron la vuelta y se quedaron mirando como si hubiesen visto a

un extraterrestre.

Comenzaron los rumores “pero si es una tía... ¿que coño hace aquí?”, “joder,

que tetas tiene”.

Cada vez más incómoda, Deirdre estuvo a punto de salir corriendo de allí.

“El miedo es lo único que no puedes permitirte en este momento, no hay

vuelta atrás”.

-¿comenzamos? Dijo intentando parecer lo más decidida posible.

-Vamos chicos, seamos corteses con nuestra nueva socia- replicó el instructor

sonriendo.

La clase comenzó con un calentamiento a base de abdominales, correr y unos

ejercicios con palos de madera.

El instructor se comportaba como si fuese el Rey y de alguna manera lo era, se

notaba que los chicos lo idolatraban y él intentó potenciar esa autoridad para

darse más importancia delante de Deirdre. Andaba como si fuese el ser más

bello sobre la tierra a pesar de no ser más que una caricatura de lo que se

supone que debería ser un hombre atractivo.

-Muy bien, ahora por parejas vamos a practicar los cuatro golpes principales y

sus defensas.
67
Los chicos se pusieron en grupos de dos y empezaron a realizar golpes unos

contra otros.

-Yo me pondré contigo, guapa.

“¿por que no me sorprende?, ya me tiene frita con lo de guapa”

-mira, el golpe ofensivo número uno es así, eso es coges tu arma y tienes que

atacarme a la clavícula, de frente, por el lado derecho...

Nacho iba enseñandole los golpes despacio, frente a ella hasta que empezó a

corregir la forma de golpear y de empuñar el palo que tenían como arma,

entonces se puso tras ella y pegando su cuerpo y cogiéndola el brazo desde

atrás empezó a guiarla.

-mira, así, ¿ves? , así te aseguras de estar bien cubierta.

Deirdre no podía sentirse más incómoda y asqueada “pero, ¿que esta haciendo

este gilipollas?”

Se separó de golpe de su lado, no podía aguantarlo más.

-Mira, se me ha hecho tarde, será mejor que me vaya ya a casa, mañana

continuamos.

La cara del instructor era ahora de pocos amigos, no estaba acostumbrado a

ser rechazado y menos aún delante de su clase que ahora se encontraba parada,

viendo el espectáculo.

-vale, muy bien, vete si quieres.... dijo Nacho con evidentes síntomas de estar

muy enfadado.

Deirdre tenía ganas de llorar, de repente no sabía como había llegado a esa

situación, ¿que hacía allí?, ¿por que esa locura? .Por un momento nada de lo
68
que estaba haciendo tenía sentido.

Entró en el vestuario y cogió sus cosas. Sólo quería salir de allí.

Al girarse, se encontró cara a cara con Nacho que estaba cerrando la puerta del

vestuario y echando el pestillo.

Deirdre retrocedió asustada.

-Mira quería disculparme- dijo él con un tono suave.- No me ha sentado muy

bien que quisieras irte así, ¿que van a pensar mis alumnos?

-Es...Está bien, no pasa nada, lo mejor es que me vaya...- su voz delataba

claramente que estaba muy asustada y esto pareció complacer al instructor que

comenzó a andar hacia ella.

-Mira, he pensado que lo mejor es que hagamos las paces ¿sabes?, ¿por que no

te quedas?, He dicho a los chicos que entrenen con lo que estaban durante

media horita, así que tenemos tiempo para limar asperezas, ya entiendes.

Nacho se acercó a ella, la agarró de los brazos con fuerza y la besó en el

cuello.

-vamos, te va a gustar.

Deirdre estaba tan atemorizada que pensaba que se iba a desmayar, cuando

notó que él deslizaba una mano bajo su camisa y empezaba a tocarla un pecho.

“El miedo es lo único que no puedes permitirte en este momento, ACTÚA”

Con la velocidad de un rayo lanzó la mano que Nacho la había dejado libre

para tocarla hacia la cara de su agresor, hundiendo sus dos dedos corazón e

índice en sus ojos hasta la mano, una vez dentro los cerró y sacó de cuajo los

globos oculares, que quedaron colgando de las cuencas.


69
Ya no tenía miedo, una fuerza nueva y muy poderosa se apoderó de ella.

-¡Aaaaaaa!¡Puta cerda,Te voy a matar!, gritaba él mientras se cogía los ojos

colgantes con las manos.

Acto seguido ella comenzó a golpearle, primero en la entrepierna lo que hizo

que él chillara aún más “míralo, parece un cerdo al que están degollando”,

pensó Deirdre con satisfacción.

Cogió un taburete de madera y empezó a golpearle la cabeza con fuerza hasta

que dejó de gritar. “creo que lo he matado”. El cuerpo se hallaba sobre un cada

vez más grande charco de sangre.

El estado de euforia desapareció. “Dios mío ¿que he hecho?”

-¡¿Que coño está pasando?!... vamos a llamar a la policía.

Las voces de los chicos al otro lado de la puerta pusieron aún más nerviosa a

Deirdre, que se puso de rodillas y comenzó a vomitar.

-¡Abrid la puerta! ¡Nacho, abre!-los chavales intentaban abrir la puerta sin

éxito.

Deirdre se desmayó.

Al despertarse se encontraba en una camilla, aún estaba en el gimnasio, a su

alrededor estaban los alumnos hablando con varios policías de La Compañía.

-Parece que despierta... ¿estás bien? -un miembro del Servicio de Auxilio y

Urgencias de La Compañía la estaba hablando.

-Si, si... estoy bien.

Una pareja de policías de La Compañía se la acercaron.

-¿que ha ocurrido señorita?


70
-el instructor intentó violarme.

-le ha dado una buena paliza, casi lo mata, y lo más probable es que se quede

ciego para siempre.

-¿Puede identificarse señorita?- le preguntó el otro guardia.

Deirdre señalo la bolsa de deporte con sus cosas. El agente se puso a rebuscar

hasta que encontró una cartera con la identificación.

-Así que Deirdre Dyzan ¿de donde es su apellido?

-No... No lo sé, mi familia es de aquí de toda la vida.

-¿puede caminar?, tiene que acompañarnos al coche patrulla para comprobar

sus datos con la información de La Compañía.

Deirdre no sabía que pensar, aun no era mediodía y su mundo estaba

completamente patas arriba, más aun que patas arriba, todo era completamente

irreal.

-Vaya, ¿que tenemos aquí?, pero ¡si es voluntaria para el cuerpo de carne de

cañón!

-si agente, por eso vine aquí... yo...

-¡Muy bien chicos, caso cerrado!, este gilipollas no ha tenido nada mejor que

hacer que molestar a esta voluntaria. Señorita, sentimos haberla molestado,

que tenga un buen día.

-Así, ¿sin más?, ¿puedo irme a casa?

-Claro, si no se encuentra bien, el equipo del S.A.U.C la echará un vistazo.

-¡Vámonos, nada que hacer aquí ya!

Deirdre no podía creer lo que estaba sucediendo, sabía que había tratos de
71
favor para los combatientes, pero... ¿esto? Estaba demasiado cansada, sólo

quería llegar a casa y darse una ducha bien larga.

72
Capítulo 10

El enorme todo terreno blindado le estaba llevando a la boca del lobo, de

vuelta a casa, a las oficinas centrales de La Compañía en el más espectacular

edificio jamás construido por la mano del hombre.

El coloso se erguía ante ellos tapando el cielo como si de un árbol fantástico y

milenario se tratara, porque eso precisamente parecía.

El edificio fue diseñado con forma de secuoya, los árboles más grandes de la

naturaleza. Medía más de 1800 metros y tenía casi 500 plantas sobre el suelo

más otras 100 plantas subterráneas edificadas a modo de raíces de esta

gigantesca estructura. Su principal función era la de servir de centro

neurálgico de todo el mundo conocido, allí se tomaban todas las decisiones

importantes para el futuro de la humanidad. Otra de las funciones, la que más

le gustaba al presidente Talabert, era la de apabullar y empequeñecer a todos

los mandatarios que venían a reunirse con él, ¡y vaya si lo conseguía!, la


73
mayoría de ellos entraban por la puerta principal como si un enorme pié fuese

a aplastarles en cualquier momento.

El vehículo entró raudo por la entrada del aparcamiento sur, y después de

bajar tres pisos, entro por una enorme puerta con acceso restringido. Una vez

dentro el coche paro los motores y un ascensor preparado para tal efecto

comenzó a elevarles a gran velocidad.

Dentro del coche se encontraban tres miembros del cuerpo de seguridad de La

Compañía y el ahora ex-presidente de la compañía, Hieronimus Caesar

Talabert.

El ascensor subió a sus ocupantes unos 300 pisos cuando antes de detenerse.

Tras hacerlo se abrió otra puerta y el coche se puso de nuevo en marcha.

-estamos llegando al punto de control número diez-dijo el guardia que se

encontraba sentado en el asiento del copiloto all interfono que tenia en el

cuello de su chaqueta.

Llegaron a otra entrada. Esta, más pequeña.

-Tenemos que bajar, señor- El guardia que se encontraba junto a Talabert

abandonó el coche y tras rodearlo, le abrió la puerta.

-Por aquí, señor.

-Conozco bien mi casa- respondió seriamente el ex-presidente.

Tras bajar del coche se quedó mirando las paredes verdosas del edificio, hacía

mucho que no lo contemplaba de ese modo. Todas las paredes tanto externas

como internas habían sido construidas con un material completamente

translúcido, de color verde marino, lo que hacía que el edificio quedase


74
completamente iluminado por dentro en las horas de más sol, y que fuese

cambiando de color a medida que pasaba el día.

Siguieron andando un buen rato hasta que llegaron al ascensor más reservado

de La Compañía, el que llevaba a los últimos pisos, a las ramas de la secuoya.

Era un ascensor enorme de unos seis metros de altura que daba a un enorme

mural interior del edificio formado por la pared exterior norte que creaba un

enorme abismo dentro de la estructura.

Mientras subían, Talabert observó los enormes bloques verdosos casi

transparentes que se encontraban a unos treinta metros del ascensor. El sol

brillaba tras ellos con fuerza, marcando las siluetas de la que posiblemente

fuese la más espectacular obra de arte de todos los tiempos. Incrustados en la

pared, había decenas de esculturas de bronce de delfines y entre ellos una

gran ballena, que simulaban estar nadando en las descomunales planchas que

conformaban la cara norte de la torre, unos entrando en el agua y otros

saliendo con la cabeza asomando fuera del edificio.

-es… precioso- se dijo mientras lo observaba y recordó como la primera vez

que lo vio no pudo reprimir unas lágrimas ante el impresionante espectáculo

que ofrecían. “La primera vez” pensó.

Cuando llegaron arriba el ascensor se detuvo suavemente y al abrirse las

puertas se encontró de frente con Alexande Campbell, de pié, con la tez

pálida, la corbata del traje desabrochada y custodiado por dos guardias de

seguridad.

75
-Tienes mala cara, Alex, deberías tomar más el sol, no sé, que te dé más el

aire- la sonrisa en su cara denotaba su seguridad.

-Esta bien... ¿Qué...Qué es lo que quieres?

-Lo quiero todo, cachorro desagradecido.... esta negociación solo puede acabar

de una manera, yo recupero el poder y tú desapareces para siempre so pena de

ser desmembrado vivo en directo en el próximo combate. Por cierto, quiero

una lista con los nombres de los cabecillas de esta... “insurrección” encima de

la mesa de mi despacho antes de media hora.

-No...no puedes pedir eso -una risa nerviosa comenzó a apoderarse de

Alexande -nos matarán a los dos, ¡¿no lo entiendes?! ¿qué tiene de malo un

retiro dorado?, tienes dinero de sobra, yo... yo me encargaré de que no te falte

de nada...

-desesperado ¿eh?, lo tuyo no pinta nada bien. Parece que hagas lo que hagas

tus días se han acabado, y no me refiero a la política.

-¡Maldito bastardo, no eres más que un tirano, un dictador, haré que te

arrepientas!- Había perdido la paciencia y explotó en un ataque de ira.

-Tsch, tsch- Dijo Talabert mientras negaba con la cabeza- te he dicho muchas

veces que la ira es el recurso de los incompetentes... ¿no puedes hacerlo

mejor?, ¡que decepción!

Alexande no podía más y cayó de rodillas frente a Talabert mientras

gimoteaba de impotencia.

-¡Que patético resultas!, ponte de pié y afronta lo que te viene encima


76
“presidente”.

-No me dejas otra opción...- el enfado había vuelto a su voz - ¡inmovilizadle,

Ahora!

Los guardias dudaron, aquel drama que estaban presenciando les creaba

muchas dudas acerca de quien tenía la sartén por el mango. Comenzaron a

mirarse unos a otros sin saber que hacer.

-¿como crees que te van a obedecer?.. Por el amor de dios, ¡mírate!, no he

visto ser tan deplorable en toda mi vida, ¿como pretendes gobernar a los

hombres si no puedes controlarte ni lo más mínimo?, como un niño

enrabietado, tirado en el suelo.

Talabert miró a los guardias -¡ponedle unos grilletes y llevarlo a mi

despacho...ahora!

La mirada que tenía en esos momentos heló la sangre de los cinco guardias

que esta vez no dudaron y esposaron a un decaído Alexande.

-Fíjate, vengo como cautivo y ya me he hecho con el control otra vez, ¿de

verdad pensabas quitarme de en medio tan fácilmente?... ¡iluso!, ahora quiero

la lista, los nombres.

-No puedo,por...por favor- los sollozos ahogaban sus palabras.

-Se quienes son, eso no va a cambiar nada, solo quiero que tú me los

confirmes.

-si te lo digo me van a...matar.

-si no me lo dices te voy a matar yo, con mis propias manos. ¡Subidle a mi

despacho!.
77
Los guardias cogieron uno de los dos ascensores que subían directamente al

despacho presidencial, mientras Talabert se quedó abajo meditando.

-El presidente de la república capitalista de China, el Mikado japonés,

probablemente la unión de estados europeos al completo... vamos a hacer que

encaje este puzzle. Los Estados Unidos han sido siempre fieles a mi persona y

no tienen un ejército demasiado poderoso, ¿quizás la unión bolivariana de

países sudamericanos? tienen mucho poder, pero no suelen dar demasiada

guerra, no están interesados en que el sistema cambie, no sé.. ¿Chile,

Argentina?, siempre andan pidiendo trato de favor para recuperar sus R.R.R,

con muchos de los países y uniones africanas pasa lo mismo, ¿bastará con una

amenaza?, quizás un ataque militar masivo contra uno de ellos con la perdida

inmediata de sus R.R.R. Una demostración de fuerza y todos volverán al redil,

¿Japón? No, eso dañaría la imagen de La Compañía frente a la población

mundial, ¡Son los actuales campeones! y ¿China? es demasiado grande, quizás

la invasión de una de sus provincias, las del norte, apenas hay población en lo

que era la antigua Rusia, demasiada contaminación y radiación para que nadie

viva por allí, tendré que pensarlo. Ahora vamos a ocuparnos de nuestro

“ilustre invitado”.

Se dirigió al otro ascensor y pulsó el botón, las puertas se abrieron

rápidamente. Ya dentro Talabert se miró en uno de los espejos de las paredes y

se arregló la corbata. Estaba satisfecho de si mismo.

Antes de que se abrieran las puertas del ascensor que ya había llegado a su
78
destino, se escuchó un disparo. Las puertas se abrieron y después nada. Un

silencio absoluto en los aledaños del despacho y la sala de juntas.

Dando pasos suaves para no hacer ruido, el de nuevo autoproclamado

presidente se acercó a la puerta del despacho. La mesa de su secretaria estaba

vacía, y no pudo evitar pulsar el intercomunicador.

-Ha sido un incompetente....

-Pero matarlo así... ¿Donde dicen que está el viejo?

Eran voces que Talabert reconocía, miembros del consejo.

-Está abajo, no tardará en subir, señor.

Esa era la voz de uno de los guardias que le había “escoltado” hasta las

oficinas.

-Hay que pensar algo rápido, ¿como no hemos caído en lo de la clave?

-Yo pensaba que este inútil la sabía, ¡nos dijo que era como su hijo, joder!

“Estúpidos” pensó Talabert con una sonrisa.

-¿y si dejamos todo como está?, quizás podamos negociar alguna salida

aceptable para todos.

-conozco al viejo, no se sentirá a gusto si nadie paga el pato, tendremos que

elegir una cabeza de turco para que haya venganza, una venganza controlada.

“esto se pone divertido” la situación no podía ser más irreal, los representantes

de los países más importantes del mundo muertos de miedo y rifándose la ira

de un pobre sexagenario.

-Si ofrecemos castigar una región pequeña, o que pueda asignar más puntos a

los países que han sido tradicionalmente sus amigos...


79
-No creo que funcione.

-¡Pues dí tú algo!

De súbito la enorme puerta de caoba del despacho se abrió de par en par y

Hieronimus Caesar Talabert entró solemnemente, con aire triunfal “He

conquistado las Galias, por segunda vez y aquí estoy, con el Rubicón a mis

espaldas y el senado a mis pies”

-Buenos días caballeros, vaya, veo que ya se han encargado de mi querido

Bruto- dijo mirando el cuerpo de Alexande, que se encontraba en el suelo

sobre un charco de sangre y con un disparo en la cabeza. -¿han decidido ya

quien va a ser el siguiente en seguir los pasos del señor Campbell?

De repente el representante en el consejo de la república comunera de las dos

castillas, el vicepresidente Alcatraz levantó un antiguo revolver del 22, el

mismo con el que había matado a Alexande minutos antes.

-Nadie va a ser el siguiente... -dijo titubeando.

El silencio se hizo en la sala, nadie se movió, los guardias comenzaron de

nuevo a mirarse los unos a los otros sin saber que hacer, no estaban preparados

para una situación tan extraña como esta, y el resto de miembros del consejo

que se encontraban en el despacho miraban expectantes.

Talabert decidió echar un farol.

-Muy bien, dispare, pero antes tengo que hacerles una advertencia, he hecho

unos pequeños ajustes en el sistema de control nuclear, al que tengo acceso

desde cualquier terminal informática con reconocimiento de voz y de retina de

este edificio.
80
-¿Que...Que? -dijo temblando el vicepresidente Alcatraz.

Los sistemas de vigilancia están monitorizando mis constantes vitales, si

muero todo el arsenal nuclear se activará y los misiles alcanzaran antes de

cuarenta y cinco minutos las principales ciudades de los países más poderosos

de la tierra... curiosamente los suyos caballeros, así que le aconsejo que baje

su arma, o mejor, que la apoye en su sien y dispare, va a ser la salida más

honrosa y probablemente la menos dolorosa que vaya a tener.

Todos estaban lívidos.... Alcatraz bajó su arma y se planteó por un momento

hacer caso al consejo de Talabert y volarse la tapa de los sesos.

-podemos llegar a un acuerdo satisfactorio para todos, Señor presidente.

El que había hablado ahora era el representante para asuntos con La Compañía

del imperio del Japón, Talabert no recordaba haber oído nunca su voz.

-Vaya- dijo con una sonrisa forzada- Pero si el ilustre Señor Yasunari

Kurosawa sabe hablar, parece que solo usa su lengua cuando la situación

realmente lo requiere, ¿me equivoco?

-Somos amos de nuestros silencios, y esclavos de nuestras palabras, Señor

Presidente.

-Sabiduría oriental, me encanta, seguro que tiene esa frase escrita con tinta en

caligrafía china en su despacho, ¿eh?, así que ahora vuelvo a ser el presidente,

estoy complacido, prosiga.

-Nosotros comprendemos su enfado y pedimos clemencia, nos hemos cegado

por la codicia y por el ansia de poder, Señor presidente, rogamos su perdón-

acto seguido se puso de rodillas.


81
-¿alguien más quiere humillarse ante mi para pedir clemencia?, si os humilláis

lo suficiente seré magnánimo con vosotros.

Uno a uno todos los presentes, incluso los guardias que ya no sabían donde

meterse, comenzaron a arrodillarse frente al presidente. Todos excepto uno...

Alcatraz seguía de pié mirando su arma. El representante chino levantó la

cabeza y le hizo señas para que se arrodillara -Vamos estúpido- dijo en voz

baja.

-No me creo lo de los misiles, es mentira... no... No se puede hacer eso de

monitorizar o lo que sea que has dicho- y acto seguido volvió a levantar su

arma.

Los presentes no daban crédito a lo que estaba sucediendo en ese momento,

ese imbécil de Alcatraz iba a estropearlo todo, ahora que parecía que el río

empezaba a bajar calmado.

-muy bien, dispara, pero recuerda que este edificio se encuentra en una de esas

principales ciudades de las que he hablado, ninguno saldrá hoy aquí con vida.

La mano le temblaba y el sudor cubría su frente, la tensión era insoportable y

se hizo el silencio.

Pasaron un par de minutos hasta que un grito inundó la estancia. El

representante de Centro Europa, Marcel Schwarz , un anciano de ochenta

años, no pudo aguantar la situación y su corazón sucumbió al terrible estrés.

Nadie se movió para socorrerle, todos estaban completamente inmovilizados.

-tenemos que dar gracias a que mi corazón está sano y que tengo un buen

temple, ¿verdad caballeros?. La sonrisa que se dibujaba en la cara de Talabert


82
lo decía todo. Tenía ganada la mano y la partida.

Al cabo de unos segundos Alcatraz bajó el arma, se le veía derrotado. Los

guardias se abalanzaron sobre él y lo esposaron. Todos pudieron respirar

tranquilos y los más cercanos fueron a intentar socorrer al representante

germano.

-llevadle al hospital del edificio y… a este- dijo mirando a Alcatraz-

encerrarle bajo vigilancia, ya me encargaré yo luego de hablar personalmente

con el presidente castellano de la forma de actuar de su representante, y

tomaos lo que queda del día libre- ordenó el presidente a los guardias- en

cuanto al resto, id pasando a la sala de juntas, tenemos mucho de que hablar.

83
Capítulo 11

Las cuatro de la mañana y había una cola considerable de jóvenes esperando

en la puerta del centro de adiestramiento de la capital de la república. A pesar

de la época del año aún hacía frió de madrugada, y los aspirantes aguantaban

la primera prueba lo más estoicamente posible, sin mostrar ni un ápice de

debilidad.

Chavier había llegado hacía media hora en uno de los transportes regulares, el

primero que salía para el centro. Llevaba largo tiempo esperando, sin embargo

no estaba ni de lejos todo lo contento que cabía esperar. Una mala noticia de

última hora le había chafado toda la ilusión que había puesto en este evento.

Su primo, su mentor y maestro durante los últimos años y que hoy debía

haberle acompañado se hallaba en el hospital, entre la vida y la muerte,

victima de una brutal y cobarde paliza. Chabi, que así es como le llamaban sus

amigos y compañeros, no paraba de pensar en como debería de haber ocurrido

todo. Apenas le habían contado nada: su primo había ingresado en urgencias


84
por una paliza “¿cuantos deberían de haber sido?, Nacho no es un cualquiera,

tuvieron que ser varios tipos y seguro que por la espalda”. No paraba de dar

vueltas a sus hipótesis, buscando alguna que le ayudase a comprender lo

sucedido. “Mi primo era un gran luchador, sin duda los que le han hecho esto

deben de ser muy fuertes... pero lo pagarán”.

Había quedado con uno de los pupilos de su primo en el acceso al centro que,

aunque no se podía presentar como aspirante debido a su edad, quería ver

como se desarrollaban las pruebas de selección. “Él estuvo allí, me contará

todo lo sucedido”.

Comenzó a observar al resto de compañeros con los que tendría que competir

para obtener así su preciado puesto dentro del estandarte de infantería. Había

de todo. Tipos enormes y muy musculados, otros venían con sus propias

armas y algunos incluso estaban entrenado en medio de la calle para matar el

tiempo, también los había que parecían no haber visto un arma en su vida, o

que por su constitución aparentemente débil, no encajaban para nada dentro

del resto del grupo “mira esos dos, vaya par de escuchimizados, ¿donde coño

creen que van?” pensó al observar a dos jóvenes que se acercaban juntos hacia

la puerta.

-¡Eh, vosotros dos!- les gritó- ¡El acceso para los aspirantes al estandarte de

arqueros está por el otro lado!.. ¡Pero si no traéis ni arco!- gritó lo

suficientemente alto para asegurarse de que todo el mundo le había oído.

-Para tu información- le contestó el más joven- somos aspirantes al estandarte

de infantería.
85
-¿de veras?, ¿pensáis que tenéis alguna posibilidad?, ¡Vigilad que no halla

mucho viento u os arrastrará como a mariposas!.

El comentario, a pesar de no ser en absoluto ingenioso hizo que gran parte de

los allí presentes comenzara a reír.

-No le hagas caso, Miguel, vámonos a tomar algo mientras esperamos-Vulgo

sabía que muchos de los jóvenes se encontrarían nerviosos, y el más mínimo

roce podía desencadenar en una pelea.

Chavier observó como se marchaban “vaya par de mierdas” pensó. Su primo

le había enseñado a despreciar a los débiles “la valía de un guerrero se

encuentra en su fuerza, la técnica es importante, pero sin fuerza no eres

nadie” solía decirle. Y él había seguido esa regla a rajatabla, entrenando duro

con pesas y tomando todo tipo de ayudas químicas para conseguirlo, ahora su

cuerpo era el de un superhombre.

-¿Chabi?...

Chavier escuchó la voz tras de sí y se giró.

-Vaya, enano, te estaba esperando, ¿donde te habías metido?, pensé que

vendrías en el mismo transporte que yo.

-Tuve que coger el siguiente, yo...

-No me interesa tu puta vida, al grano, ¿quienes fueron los cabrones que han

dejado a mi primo como está?, ¿los conocemos?

-La verdad es que solo fue una persona...

Chavier no daba crédito, ¿como que una persona?, ¿que clase de luchador

podría humillar y vencer así a su primo, el mayor guerrero que había


86
conocido?.

-Una ...persona solo, ¿Seguro que no le ayudo nadie?, debía de ser muy fuerte

y diestro, ¿como era?, ¿Muy grande?

-La verdad es que era una chica, normal, no estaba fuerte ni sabía nada de

lucha...

-¿Que?, ¿¡una hembra!?- ahora si que estaba confuso, una chica le pega una

paliza a su primo, y le deja medio muerto y ciego en el hospital.

-Si, una ... hembra, había ido por allí a recibir clases, parece ser que se había

alistado para carne de cañón.

La historia no podía ser más absurda. Una chica va a dar clases al gimnasio de

su primo porque se ha alistado como carne de cañón y lo machaca.

-A ver, a ver. No entiendo lo que me dices. Una chica, normal, ¿¡Como coño

pasó todo!?.

El joven alumno parecía cada vez más nervioso y asustado ante la reacción de

Chavier.

-La...La chica parecía insegura, Nacho intentó ligar con ella, ya sabes como

es- dijo sin poder evitar sonreír- la chica le dio largas, y tu primo no pudo

tolerarlo, se encerró con ella en el vestuario cuando se quiso marchar y

bueno... el resto no lo vimos, solo escuchamos los gritos de Nacho y como no

conseguimos abrir la puerta llamamos a los guardias.

Chavier no podía creer lo que estaba escuchando. “sin duda esa zorra lo pilló

desprevenido, mi primo y su afición a las mujeres...” pensó negando con la

cabeza.
87
-¿que me puedes decir de esa perra?, ¿como era?, así que carne de cañón,

¿eh?, no me será difícil encontrarla si consigo entrar, esa puta lo va a pagar

caro, con su vida.

La cara de odio de Chabi hizo que su joven amigo retrocediese asustado.

-la chica... bueno, estaba bastante bien, y tenía un nombre raro... Deirdre o

algo así, se lo escuché decir cuando la policía la interrogaba.

-¿¡y la policía no hizo nada!?

-ya sabes, como iba para carne de cañón.

Chavier se quedó en silencio intentando asimilar la nueva situación “en

cualquier caso esto no debe afectarme... no hoy, no ahora, necesito estar lo

más concentrado posible. Ya pensaré en esto mañana”.

Las puertas del centro se abrieron de par en par, y una marea de jóvenes

comenzó a entrar en las instalaciones.

-Tengo que entrar ya. Si quieres ver como son las pruebas tendrás que esperar

un rato a que pasemos todos. Dí que vas a la sala de observación, y dales mi

nombre, eres mi acompañante oficial así que...

-muy bien, Chabi... suerte.

-No la necesitaré enano, ya lo verás.

Chavier entró muy seguro de si mismo, justo detrás de la pareja de

escuchimizados que había visto fuera hacía un rato “vaya inútiles, a ver si me

toca con uno de ellos y me desahogo un poco” pensó con una sonrisa.

Los aspirantes fueron pasando a una gran sala en la que había varios tatamis
88
dispuestos para la eliminación de lucha cuerpo a cuerpo. Los instructores

fueron colocándolos por parejas, los vencedores de esta ronda pasarían a la

siguiente. Y la otra mitad se volvería a casa con un buen golpe en el mejor de

los casos.

De repente un murmullo comenzó en el numeroso grupo. Habían reconocido a

la pareja de combatientes que se hallaban al fondo de la sala... ¡eran nada

menos que Gabriel y Roderic!, los dos mayores héroes del ejército de la

república y además los capitanes de infantería.

-Míralos Vulgo-susurró Miguel ensimismado a su amigo- son como dioses, es

increíble...

Vulgo se sonrió ante la ocurrencia de su amigo “dioses nada menos” pensó “si

que está impresionado”.

Cuando llegaron los instructores, Vulgo y Miguel se separaron, no querían que

les pusieran juntos en la ronda eliminatoria de cuerpo a cuerpo.

-A ver... tú y tú... allí, y vosotros dos al otro lado... vamos es para hoy.

A medida que los instructores iban asignando parejas, dividían a la

muchedumbre en dos grupos diferenciados.

-Vosotros dos para allá- Chabi no podía creer su buena suerte, le había tocado

con el más estúpido de esos dos alfeñiques, el tal Miguel.

-Vaya... pero si parece que volvemos a vernos, ¿eh, tontito?- dijo Chabi como

si le hablara a un niño pequeño.

-Cuanto más grande el oponente, más fuerte cae al suelo- Le contestó Miguel

con desprecio.
89
-Ya lo veremos, renacuajo.

Los combates comenzaron con rapidez, y también con rapidez iban cayendo

algunos de los aspirantes y pasando otros. Los camilleros apostados alrededor

de la sala empezaron a trabajar para llevarse a los heridos más graves.

La lucha consistía en un combate con armas de acero romas, y las reglas eran

sencillas, quien quedaba en pié ganaba.

El combate de vulgo no fue complicado, le tocó un oponente de gran

envergadura pero que no sabía luchar. Apenas tuvo que lanzarle un par de

golpes a los brazos y este soltó el arma dolorido...la ronda del lechero.

Miguel parecía muy contento, ahora solo tenía que enfrentarse a ese gallito

hormonado y vencerle como había hecho ya Vulgo.

-Vuestro turno. Al tatami...

Miguel y Chavier se colocaron frente a frente, con sus armas listas, y a la señal

del instructor comenzó la lucha.

Chavier embistió con fuerza y rapidez una serie de golpes en cadena, que

aunque pudieron ser parados con facilidad, desconcertaron a Miguel. No

esperaba un ataque tan elaborado, volvieron a la carga y Chavier siguió

llevando la voz cantante. Él atacaba y Miguel se defendía como podía. Vulgo

observaba el combate con preocupación, conocía bien a su amigo y sabía que

tenía la técnica suficiente para ganar, pero la rapidez y potencia de los golpes

de su adversario lo confundían, no estaba acostumbrado a eso, y aunque la

manera de vencer una ofensiva así era relativamente fácil, parecía que Miguel

empezaba a no saber como reaccionar. Hasta que ocurrió lo peor, el


90
nerviosismo le pudo e hizo que intentase combatir la fuerza de su oponente

con la suya propia, olvidándose de la técnica de esgrima. Empezó a atacar con

las dos manos muy torpemente, y a detener los golpes agarrando la espada por

la hoja... hasta que fue alcanzado en una mano.

La sensación de dolor fue espantosa, soltó el arma, y antes de que pudiese

siquiera darse cuenta recibió otro golpe en el brazo izquierdo. Notó como el

hueso del brazo se le partía y otra hondonada de dolor comenzó a sacudirle.

De repente otro impacto en la cabeza… todo empezó a ponerse borroso y todo

a su alrededor comenzó a pasar más despacio, hasta que se desplomó.

Cuando Chavier iba a darle otro golpe en la cabeza, el instructor lo cogió por

la muñeca.

-para ya animal, ¿quieres matarlo?

-¡¡¡Pues claro que quiero!!!

-Guarda tu furia para los combates, te hará falta... ¡Camilleros, llevaos a este

también, directamente al hospital!

Vulgo observó la escena en silencio, estaba paralizado “ese hijo de puta se ha

ensañado... Pobre Miguel... pobre”. Sabía que si salía de esta no podría volver

a combatir. Una mano rota y ese golpe en la cabeza seguramente lo dejarían

fuera de todo este mundo para siempre.

Se fijó en el charco de sangre que había en el suelo “espero que salgas de esta,

amigo”. No pudo evitar el desear matar a ese tipo allí mismo, pero sabía que

esta competición era así, y Miguel conocía los riesgos. Había sido un valiente.

Chavier sin embargo se encontraba eufórico -Seguro que lo he matado, le ha


91
pasado por ser un mierda- iba gritando con la mandíbula desencajada. Su cara

parecía la de un psicópata sediento de sangre que acababa de devorar a una

victima y estaba feliz por ello. -¡Solo los más fuertes pasaremos, los mejores!-

seguía gritando.

Al fondo de la sala dos figuras silenciosas contemplaban la escena, con una

mezcla de aburrimiento y sueño, observaban a los aspirantes saltar de alegría y

llenarse de euforia.

-¿que piensas Gabo?..

-que están muy verdes y que eso significa más trabajo para nosotros...

-no te quejes tanto- dijo Roderic después de bostezar ampliamente- la mayoría

habeis pasado por aquí, ¿eh, viejo amigo?.

Las dos figuras volvieron a quedar en silencio, esperando que acabasen los

últimos combates de la ronda.

92
Capítulo 12

El fiel Osamu se dirigía a los aposentos de su maestro con una bandeja con el

Té que Gundari tenía por costumbre desayunar cada mañana. La cama estaba

vacía pero el sirviente no se sorprendió, ya no... Su maestro llevaba varias

semanas durmiendo poco o incluso nada, algo había sucedido en él desde la

visita de aquel Lama. Su actitud antaño controlada y serena había pasado a un

estado de agitación que ni el propio Gundari recordaba.

Osamu dio media vuelta y anduvo hasta la sala de entrenamiento. Los gritos y

ruidos en su interior le hicieron ver que el maestro se encontraba ejercitándose

con la espada, como ya era habitual en los últimos días.

-Buenos días señor, veo que hoy también se ha levantado antes de lo habitual..

le dejo aquí su Té.

-Os damos las gracias, amigo- dijo Gundari secándose el sudor que cubría su

cuerpo con una toalla y acercándose a la mesita donde Osamu había dejado la

bandeja.
93
-¿ha dormido bien esta noche, señor?

-perfectamente- Dijo torciendo el gesto.

La pregunta no le había sentado muy bien, no había dormido bien en los

últimos días, y su atención se resentía, estaba dispersa.

-¿necesita alguna cosa más?

-No... No gracias, puedes retirarte.

-le recuerdo que hoy tiene una audiencia con su serenísima presencia

imperial.

Gundari lo había olvidado, la emperatriz quería verle. ¿Percibiría la anciana

dama su estado alterado?, esperaba que no. Sería terrible para su imagen que

alguien intuyese su debilidad actual, sus enemigos lo verían nada menos que

como una invitación para derrocarle y con él a todo su ejército.

-No te preocupes, estaremos listos para recibir a su alteza imperial cuando ella

lo estime oportuno. Te ruego que no avises en cuando llegue.

-así lo haré, señor.

Osamu salio en silencio de la sala de entrenamiento, y Gundari se sentó en el

suelo. Se encontraba agotado, había vuelto a realizar largas sesiones físicas de

entrenamiento para ver si así conseguía conciliar el sueño.

Había pensado incluso en sueño inducido, pero no quería que ninguna

máquina anduviese manipulando su cerebro, era su herramienta más preciada,

su mejor arma como para dejarla en manos de otros.

-Ese maldito regalo- seguía sin saber para que demonios le habían hecho

llegar esa estúpida tablilla de madera- Om mani padme hum- ¿por que?.
94
Desde ese día no había parado de tener pesadillas que le hacían despertar

sobresaltado. Una batalla , la figura borrosa de una mujer peliroja y otra

figura, esta vez más nítida de un hombre de pelo negro que le atravesaba el

pecho. Aquí se despertaba.

“¿que quería decir todo esto?, ¿quien era ese hombre de rasgos occidentales? y

esa mujer, a pesar de que apenas recordaba el rostro... parecía conocerla de

algo... era una sensación extraña.

Decidió ponerse con sus mejores galas para recibir a tan importante visita, ya

que, aunque el centro de entrenamiento en el que residía Gundari se hallaba

dentro de los dominios del palacio imperial, era muy rara la vez que veía a su

alteza.

Después de ducharse decidió esperar en la inmensa sala de meditación, ahora

vacía, e intentar serenarse. Se sentó en la postura del loto y comenzó a seguir

su respiración, los pensamientos empezaron a surgir “no te aferres a ellos, son

como nubes en el cielo, déjalos pasar”, prosiguió su práctica hasta entrar en un

estado de consciencia más profundo. Se sentía tranquilo, relajado, mucho

mejor ahora.

-Señor, su serenísima majestad está aquí- Gundari oyó la voz como un susurro

y se sobresaltó, ¿cuanto tiempo había pasado?, ¿se había quedado dormido?.

-¿ya?, ¿que hora es?

-Lleva cuatro horas aquí sentado, señor.

¡Cuatro horas!, se había quedado dormido mientras meditaba “como un

novato”, y por lo que parecía ni rastro de aquella pesadilla.


95
-Esta bien, ¿donde se encuentra su alteza?

-En la sala de recepción, señor.

Gundari se levantó de un salto y se dirigió andando con paso rápido hasta las

grandes puertas de la sala donde se encontraba la emperatriz. En cuanto llegó

dos guardias de la escolta imperial le abrieron las puertas de par en par, y allí,

sentada sobre un zafú y frente a una mesilla con tazas de Té se encontraba la

emperatriz.

A pesar de su avanzada edad, poseía una figura grácil y esbelta, y se movía

con exquisita elegancia.

-Ven a sentarte a mi lado, mi buen amigo y fiel protector.

Gundari se arrojó al suelo y sin levantar la mirada dijo:

-me honráis a mi y a mi casa con vuestra divina presencia, alteza, yo sirvo a la

emperatriz.

-pero por favor, amigo, dejaos de formalismos, esto no es una visita oficial,

solo quiero compartir con vos una taza de té.

Gundari se incorporó despacio y se sentó junto a la emperatriz.

-¿que tiene que contarme mi buen amigo?, ¿alguna novedad?, me han dicho

que vino no hace mucho a veros un emisario de su santidad el Dalai Lama.

-Así es su alteza, lama Dagsay es un viejo amigo que vino a verme antes de

partir hacia Europa.

-Así que hacia Europa... vaya.

-Solo un viaje rutinario, están proliferando monasterios budistas por aquellas

tierras y necesitan gente cualificada, su Alteza.


96
-y ¿que tal nuestro campeón?, ¿todo bien?, se rumorea que van a aumentar el

número de combates, y que probablemente vaya a ver una ronda mundial cada

cuatro años, aunque esta información no ha sido confirmada aún.

Gundari se quedó mudo... ¿por que nadie le había dicho nada de eso?.

-No... No lo sabía, su alteza.

-no os preocupéis, ha habido algunos cambios en la cúpula de La Compañía,

¿estará nuestro glorioso ejército preparado para otra ronda mundial?

-El ejército del Imperio del Japón volverá a ganar alteza, dadlo por hecho- En

cuanto hubo pronunciado esas palabras se arrepintió de lo dicho, y las

imágenes del sueño comenzaron a reproducirse en su cabeza.

-¿os encontráis bien?, parecéis un poco pálido- la emperatriz había percibido

un cambio en el guerrero.

-Solo cansancio, alteza, demasiado entrenamiento esta mañana- Gundari

intentó ocultar su angustia.

-Mi amigo, estoy aquí por algo más, necesito vuestra ayuda.

La sorpresa hizo que Gundari se olvidase por un momento de la pesadilla,

¿por que necesitaría la emperatriz su ayuda?

-Como bien sabéis, mi buen amigo-prosiguió la emperatriz- mi nieto y

heredero al trono imperial de Japón lleva años preparándose para ser un

guerrero, y sin duda vos sois la figura que más admira, el mejor luchador del

mundo. En otras circunstancias no me hubiese importado dejarle participar en

los combates, y menos aún teniéndoos a vos como su defensor, pero a pesar de

que la participación de un mandatario de su magnitud podría darnos una gran


97
cantidad de puntos adicionales en los combates para invertirlos en soldados,

las circunstancias actuales en la cúpula de La Compañía, debido a una “mala

inversión” diplomática, no son favorables a el imperio del Japón, y la

seguridad del heredero no estaría asegurada por parte de La Compañía. El

favor que os pido es que hagáis desistir a mi nieto de su empeño en comandar

las tropas niponas, que le hagáis olvidar toda idea de ser combatiente. Si algo

le sucediese supondría el fin del imperio, y por ende de nuestra cultura

milenaria, de nuestra idiosincrasia inigualable. Esto os pido por favor. ¿Que

me decís?.

Gundari no entendía muy bien todo eso de “inversión diplomática en la cúpula

de La Compañía”, pero haría lo que la emperatriz le pidiese.

-Yo sirvo a la emperatriz- contestó agachando la cabeza.

-Perfecto, mi amigo, sabía que no me defraudaríais, hablaré con él para que os

reciba lo antes posible. Sin duda el tiene unas ganas enormes de conoceros, así

que no será difícil, espero que sepáis ser persuasivo, recordad que es de vital

importancia para el futuro de nuestra patria que convenzáis a mi nieto.

-Haré lo que pueda, su alteza, tendré la entrevista con él cuando dispongáis.

-Pues entonces sólo me queda daros las gracias, mi amigo, estoy segura que

saldréis victorioso también de esta batalla.

-Majestad- contestó Gundari inclinando la vista- me honráis con vuestra

confianza.

En cuanto la emperatriz y su escolta hubieron abandonado la sala, Gundari se

quedó pensativo.
98
-Así que convencer al heredero imperial de que no se arriesgue, ¿cuantos años

debe tener?, ¿unos veinte? No va a ser fácil, pero debo hacerlo a toda costa, si

mi sueño fuese una premonición, estaría poniendo también en peligro la vida

del futuro emperador. Debo pensar como afrontar este reto. Sin duda su

juventud y su posible arrogancia juegan en mi contra, toda la vida diciéndole

que es un dios puede haber hecho que llegue a creerlo, aunque el accidente

mortal que sufrieron sus padres los príncipes hace doce años puede servirme

para hacerle comprender la realidad de la muerte, tendré que elaborar una

estrategia.

Pero ahora Gundari volvía a sentirse agotado. Ese corto sueño que había

tenido no había sido lo suficientemente reparador. Hablaría con su fiel Osamu

y le pediría no ser molestado el resto del día, ahora tendría que comer algo, y

luego ya vería... de repente una palabra apareció en su cabeza, una palabra que

nunca hubiese pensado que llegaría a necesitar... VACACIONES.

-Si -se dijo con una amplia sonrisa- no me vendrían mal unas vacaciones.

99
Capítulo 13

Deirdre se encontraba aturdida, angustiada. Hacía varios días que no salía de

casa y que no contestaba las llamadas que insistentemente le hacían sus tías y

algunos compañeros del trabajo. No tenía ni ganas ni fuerza para hacer vida

social, se encontraba en un pozo que parecía no tener fondo y desde el cual no

se veía la luz.

Los últimos acontecimientos la habían superado completamente, su estúpida

decisión de enrolarse la pesaba como una losa, y lo ocurrido en aquel

gimnasio… mejor no pensarlo. Sin embargo ya no había vuelta atrás, el

contrato con La Compañía no era reversible, tendría que luchar y sabía que

probablemente no viviría para contarlo. Había pensado huir, pero no era

posible esconderse de La Compañía, tarde o temprano la encontrarían y sería

aún peor. Ya había firmado y con esa firma había vendido su vida.
100
“Vamos, no vas a estar tan mal... recuerda lo que le hiciste a ese gilipollas”.

Su cabeza no paraba de mandarle frases como esta durante todo el día, pero

ella trataba de reprimirlas como podía.

-Quizás no debería, quizás sea mi única salida a esta situación.

“claro que si, te infravaloras. No puedes permitirte gastar tu energía en ese

vano y estéril miedo, no ahora, ya es tarde, tienes que transformarlo en

furia,como lo hiciste en los vestuarios...¿te acuerdas?”

Deirdre se acordaba muy bien, aunque prefería no pensar en ello.

“recuerda lo que sucedió, toda esa energía fluyendo dentro de ti, esa fuerza”.

De repente Deirdre se vio a si misma como una guerrera asesina, sedienta de

sangre y disfrutando mientras le sacaba los ojos a ese imbécil, ¡cuanto poder!,

luego golpeándole una y otra vez, viéndole sangrando, humillado y derrotado

ante ella, recibiendo un castigo brutal y desproporcionado solo por haberse

atrevido a rozarla. Él sería el ejemplo para otros en el futuro, ella era el fuego

y aquellos que osasen jugar con fuego se quemarían hasta los huesos.

“¡eso es!.. Todos ellos solo serán eso, madera seca, y cuantos más sean más

arderás, más poder recibirás… es fácil, muy fácil”.

Se dirigió a su dormitorio y sacó unos bultos de debajo de la cama. Tras

desenvolverlos observó la cota de mallas y la espada que había comprado.

“tus nuevas herramientas, vamos pruébalas”.

Deirdre se desnudó y se puso la cota de mallas. ”Un poco ancha” pensó .

Cogió un cinturón y se lo ciñó a la cintura. “así mucho mejor”. Cogió el arma,


101
una espada de batalla, no demasiado grande ni demasiado pesada, perfecta

para ella. Tenía el núcleo y los filos de titanio y el resto del cuerpo de la hoja

de acero templado. Estaba perfectamente equilibrada y parecía diseñada para

alguien con su fuerza. Pudo ver sus ojos reflejados el los gavilanes cortos y

plateados, unos ojos que ya no tenían miedo, unos ojos que desafiaban al

futuro.

El video-teléfono sonó de repente y Deirdre salió de golpe de su estado de

ensoñación. Se dirigió rápidamente hacia el salón y miró la pantalla.. era una

llamada oficial, del centro de reclutamiento.

-¿si?

-¿señorita Dyzan?, Oh, perdone…

Deirdre vio como el hombre al otro lado de la pantalla la miraba como entre

avergonzado e interesado, hasta que se dio cuenta que lo único que llevaba

encima era la cota de mallas. Rápidamente cogió una manta que tenía sobre el

sofá y se cubrió con ella.

-¿que desea?...dijo como si la situación anterior no se hubiese producido.

-...eeh… si, tenemos sus datos como voluntaria para el próximo combate en el

ejército de la república, ¿es correcto?.

Deirdre dudó por un momento si contestar afirmativamente.

-Si, si es correcto.

-Sólo anunciarle que el combate se ha adelantado a el mes que viene, no debe

de preocuparse por nada, un transporte la recogerá el día antes y la llevará al

centro de adiestramiento de donde partirán hacia el estadio. ¿Alguna pregunta?


102
-No, creo que no.

-en cualquier caso sepa que para cualquier aclaración puede llamarnos a

cualquier hora del día, señorita Dyzan. Buenas tardes.

-Adiós, gracias...

Pulsó el botón de desconexión y se dejó caer sobre el sofá.

-Queda menos de un mes- y apoyando su cara entre sus manos intentó aclarar

sus ideas.

“pero, ¡es perfecto!”

-¿perfecto?

“si, ¿por que demorarlo?, cuanto antes llegue el momento mejor”

-No tengo ni idea de luchar, ni fuerza... voy a ser una presa fácil...

“aunque también eras una presa fácil el otro día en el gimnasio y mira lo que

pasó...”

-Él no se lo esperaba...

“bueno, esa es tu ventaja... nadie va a pensar que tras tu frágil aspecto se

esconde una asesina”

Ese pensamiento la asustó.

-¡No soy una asesina!... no....

“¿que crees que hacen los soldados? matan gente, ¿que crees que tendrás que

hacer para sobrevivir ahí dentro?, matar a otros, tienes que ser fuerte, tu moral

de chica buena ya no te vale... ya no”

-Yo no quería nada de esto..

“ya no importa, estás aquí y tienes que adaptarte o morirás”


103
-quizás sea lo mejor....

“nunca es lo mejor, sobrevivirás, serás fuerte”

-si ...fuerte...

La discusión que mantenía consigo misma solo la daba más dolor de cabeza.

“ríndete, ríndete para poder vencer a tu destino”

-bien, haré lo que tenga que hacer... al menos lo intentaré-

El recuerdo del poder que sintió aquel día volvió a correr por su cuerpo. Miró

la espada, la levantó y comenzó a blandirla delante de ella, era una sensación

fascinante, magnética, de repente se sentía como si fuese capaz de vencer un

ejército ella sola.

“muy bien,siente el poder de un arma en tus manos, imagina como penetra en

la carne de tu enemigo que empieza a sangrar, puedes quitar vidas y eso te

hace poderosa, no sientas miedo, sé el miedo para tus enemigos.

El sentimiento de fuerza se fue apoderando de ella, comenzó a gritar y a saltar

por toda la casa, golpeando los muebles con la espada.

-¡No podrán conmigo... Nunca más!

Llegó al dormitorio y se tumbó sobre la cama. Estaba exhausta, pero con una

energía interior nueva y fuerte como nunca antes. “esto ya no es solo por

Vulgo” pensó “ahora es también por mí”.

Tenía un mes para mejorar su fondo y su fuerza, y para recabar la mayor

información posible sobre sistemas de lucha.

-Quiero al mejor instructor y sé donde buscarlo.

Se dirigió hacia el ordenador, y conectándose a Internet volvió a la página de


104
Gundari Tezuka.

Otra vez esa fotografía, esa mirada y la extraña sensación de conocerlo.

-Quizás en otra vida...- su ocurrencia la hizo gracia, nunca había pensado en

cosas de esas, no estaba muy interesada en religiones ni temas esotéricos,

simplemente había sido un pensamiento cruzando su mente.

Entro en la sección de videos explicativos y se los descargó todos.

-Con esto tengo para el resto del día.

Llamó al restaurante de comida rápida de su calle y encargó que la subiesen la

comida a casa, no tenía pensado salir, su instrucción comenzaba ahora y ya no

acabaría hasta el día del combate, no tenía tiempo que perder. Sólo una última

llamada a sus tías para despedirse de ellas, sabía que no lo entenderían , no lo

esperaba y tampoco esperaba su apoyo.

“Sé que voy a darlas un disgusto, soy la única familia que tienen”.

Volvió a conectar el video-teléfono y marco el número. En la pantalla apareció

la imagen de su tía Laquesia.

-¿quiéeeen?

-Soy yo tía… Deirdre.

-Cariño, estábamos muy preocupadas por ti , hace días que te llamamos y no

estás en casa.

-he estado muy ocupada.

-espera, espera que llamo a las tías.

Las tres mujeres se apelotonaron frente a la pantalla.

-¡Niña!, ¿donde has estado?, tienes mala cara- Dijo su tía Atropa.
105
Había dos cosas que siempre le habían hecho gracia a Deirdre acerca de sus

tías, la habilidad que tenían para terminar las frases unas de las otras, y que

siempre hacían comentarios acertados acerca del aspecto de uno a pesar de su

ceguera parcial.

-he estado muy ocupada, mucho trabajo estos días, sólo es cansancio.

-pero cariño- dijo tía Clota.

-¿no has tenido tiempo de llamarnos ni una sola vez estos días?- prosiguió tía

Laquesia.

-lo siento de verdad, tías,veréis, tengo algo que contaros.

-es por ese chico- esta vez era tía Atropa la que había empezado a hablar.

-Ese Vulgo, ¿verdad?-terminó Clota.

-Si, bueno, en parte...- Deirdre no sabía como proseguir- Me he alistado como

voluntaria y tengo un combate el mes que viene- dijo rápidamente y con los

ojos cerrados.

Abrió los ojos lentamente y observó el rostro, ahora inexpresivo de sus tres

tías. Se hizo el silencio, un silencio muy incómodo.

-¿tías... no tenéis...nada que decir ? Deirdre se preocupó, sabía que acababa de

darlas un enorme disgusto, no sabía como reaccionarían.

-Pero Deirdre, ¿que has dicho?

-¿un combate... en la guerra?

-Si , si , como voluntaria, pero no debéis preocuparos- prosiguió- Vulgo

estará conmigo y no dejará que me ocurra nada.

-Esperábamos que este momento nunca llegara, cariño.


106
-sabíamos que eras especial en algo, pero...

-pero no imaginábamos que fuese esto.

-No estamos preocupadas por tu vida..

-sabemos que nada te sucederá.

-pero nos tememos que sufras mucho.

-ese es nuestro miedo, cariño.

Deirdre las escuchaba sin comprender. ¿De que estaban hablando? ¿Especial?,

¿como pueden saber que no la va a suceder nada?, quizás intentaban

tranquilizarla. O tranquilizarse ellas.

-Recuerda siempre, cariño.

-que eres una buena chica.

-y que tienes buen corazón.

-te deseamos lo mejor, cariño.

Esta última frase había sonado a despedida, para siempre ¿ se habían enfadado

con ella?

-pero iré a veros en cuanto pueda, Yo...

-seguro que si, niña...

-seguro que si...

-Ahora tendrás mucho que hacer, te dejamos para que descanses.

-Adiós cariño.

Unas ganas enormes de llorar invadieron el corazón de Deirdre.

-adiós tías, os quiero.

Apagó el aparato con lágrimas en los ojos, tenía la siniestra sensación de que
107
no volvería a verlas.

108
Capítulo 14

Talabert estaba contento, muy contento, había ganado esta partida, por la

mano, pero la había ganado. Y ahora los tenía a todos donde él quería y no

volvería a cometer ningún error, tendría que cerrar filas y seleccionar a

aquellos que le habían sido fieles durante los últimos acontecimientos para ser

su apoyo frente a los ahora miembros derrotados del consejo de dirección.

Una risa nerviosa se apoderó de él recordando lo que había sucedido en la

última “reunión”. A punto estuvo todo de acabar en tragedia, al menos para él,

pero ahora las aguas habían vuelo a su cauce y había reforzado el sistema de

seguridad en torno a si mismo y a el acceso a los, en teoría, todopoderosos

silos nucleares.

Se dirigió al mueble bar de su despacho y se sirvió un Whisky, “tengo que

celebrar de nuevo mi buena suerte”.

Sin embargo había sabido ser magnánimo en la victoria, e incluso había


109
cedido a respetar los cambios que el consejo realizó durante su corta

“retirada”. Habían aumentado el número de los combates y se había aprobado

una ronda global cada cuatro años pero sin obligación de competir para

aquellos países que no se viesen en situación de hacerlo o que no tuviesen

ejército aunque tendrían que ser representados por otros países protectores y

poner en juego al menos el 40 por ciento de sus R.R.R.

El presidente no toleraría ni un solo cambio más que pudiese desequilibrar la

delicada balanza de los poderes sobre la tierra. Sabía que todo el sistema se

iría a pique si los más poderosos empezaban a recibir más. “tendré que pensar

en ello... habrá que modificar algunas reglas”.

El interfono comenzó a sonar.

-¿señor presidente?

-Dime Indira.

-El equipo técnico que mandó llamar ya está aquí.

-Hazlos pasar.

Talabert se quedó frente a la puerta esperando a que el grupo de expertos

informáticos y en seguridad entrasen en su despacho.

Eran un grupo de cinco personas, con estética policial, con monos negros,

chaleco táctico, botas militares, gorra y gafas oscuras. uno de ellos portaba un

maletín.

El hombre que se hallaba en primer lugar, seguramente el jefe, con quien ya

había hablado anteriormente por teléfono se adelantó y le extendió el brazo a

modo de saludo. Ambos hombres se estrecharon las manos.


110
-Un placer señor presidente.

-señor Jano. Lo he reconocido por su voz.

-lo de no usar el video-teléfono, ¿es por seguridad?.. Si no es indiscreción.

-Parte por eso y parte porque me gustan los teléfonos antiguos, los colecciono.

El Señor Jano asintió con la cabeza y prosiguió.

-Vayamos a lo nuestro, señor presidente- cogió el maletín y lo abrió sobre el

escritorio de caoba.-aquí tiene lo que nos había pedido, como ve es muy

discreto y muy fácil de usar.

Dentro del maletín acolchado había un reloj dorado con pulsera de piel,

Talabert lo cogió y se lo probó.

-encaja perfectamente.. ni demasiado estrecho ni demasiado holgado, y parece

bueno, ¿es de oro?-preguntó mientras lo miraba satisfecho.

-por supuesto, señor presidente, mi equipo sólo trabaja con los mejores

componentes, de hecho cogimos para hacerlo una antigüedad, un reloj Patek

Philippe de finales del siglo XX.

-vaya, un Patek Philippe, ¿eh?. ¿Como funciona?

-Tiene las funciones convencionales del reloj, aparte nosotros le hemos

añadido este pequeño botón que activa y desactiva mediante un comando de

voz los nanochips para el seguimiento de sus constantes vitales. Una vez

activado el sistema de seguridad del edificio reconocerá su posición y su

estado, y en caso de que sus constantes desaparezcan comenzará el protocolo

de actuación que usted nos ha indicado.

-Perfecto, ¿que ocurriría si fallase la batería?


111
-Es muy improbable que eso ocurra, señor, hemos añadido un sistema de

recarga permanente para el reloj, cualquier movimiento, fuente de luz o de

calor serán suficientes para recargar la batería. Las condiciones tendrían que

ser muy extremas y duraderas para que el reloj llegase a apagarse. En

cualquier caso y por seguridad, en caso de ocurrir el sistema se desconectaría

para evitar una catástrofe.

-veo que han pensado en todo.

-es nuestro trabajo, señor.

-Ni que decir tiene que todo esto es máximo secreto.

-la discreción es nuestra máxima, Señor presidente.

-bien, ¿cual es el comando de voz para conectarlo?

-¡Oh!, se me olvidaba, simplemente tiene que pulsar el botón y decir “activar”

o “desactivar”, tras lo cual escuchará tres campanadas seguidas, como de

catedral, y el reloj se encargará del resto. Asegúrese de ser el primero en

conectarlo, y a partir de ese momento el reloj solo le reconocerá a usted como

su único usuario.

-Estoy muy complacido, señor Jano. Un trabajo excepcional. En cuanto a sus

honorarios, mi secretaria les hará entrega de su cheque al salir.

-Perfecto señor, si no se nos requiere para nada más.

-No por hoy, pero sin duda volveré a contar con ustedes, me gusta como

trabajan.

-Será un placer volver a servirle, Señor.

-Perfecto, entonces Indira se encargará de todo ahora. Si me disculpan yo he


112
de seguir trabajando.

-Por supuesto, Señor.

Los hombres dieron media vuelta y salieron por la puerta del despacho, donde

la eficiente Indira estaba esperándoles. En cuanto salieron, Talabert cerró la

puerta del despacho y se quedó observando su nuevo “juguete”.

-Esta vez no puedo dejar nada al azar- Y tras pulsar el pequeño botón dorado

dijo la “palabra mágica”-ACTIVAR.

Efectivamente tras activarlo el reloj dio tres campanadas.

-muy elegante si señor, un trabajo digno de artistas.

Se sentó en su amplio asiento de cuero, cogió de nuevo su copa de Whisky, se

recostó y brindó al aire -¡Por nosotros!- y acto seguido vació la copa de un

trago y la depositó sobre la mesa.

Todo estaba saliendo a pedir de boca , estaba feliz, ya nada podría ir mal y

pensaba que lo tenía todo bajo control.

Sin embargo, a pesar del optimismo del presidente un nuevo adversario

invisible que no tardaría en darse a conocer traería consigo consecuencias

que escapaban totalmente a la voluntad de Talabert, la debilidad intrínseca de

su naturaleza humana no podría escapar esta vez a los designios del destino.

113
Capítulo 15

Después de las primeras fases físicas de selección el número de aspirantes se

había reducido considerablemente, así que las pruebas psicológicas fueron

excepcionalmente fáciles, lo cual había favorecido enormemente a Vulgo.

Ahora todos los que quedaban ya eran oficialmente soldados del estandarte de

infantería, y a pesar de lo ocurrido con Miguel, de quien aún no tenía noticias,

Vulgo se sentía muy satisfecho.

-Por fin, por fin lo he conseguido, el camino a la gloria está abierto.

Pensó en todo el esfuerzo invertido, en todo lo que tuvo que sacrificar,

incluida su novia y a un amigo. “Pero este triunfo es también tuyo, sin ti no

habría llegado tan lejos” el recuerdo de Miguel era constante.

-Vaya, vaya, pero a quien tenemos aquí, parece que el amigo del patético

aspirante lo ha conseguido, ¿eh?.

Vulgo dio media vuelta y se encontró con el animal que casi mata a su
114
compañero, una oleada de rabia comenzó a subirle por el cuerpo, pero se

contuvo.

-Has tenido suerte de que las pruebas de inteligencia no fuesen difíciles esta

vez. Sin duda un imbécil como tú no habría pasado en otras circunstancias.

Chavier no se ofendió.

-La inteligencia no me va a ayudar a matar más enemigos, la fuerza si, y de

eso voy sobrado. Ya veremos lo que duras tú, pero imagino que muy poco,

está claro que estas aquí por suerte, si te hubiese tocado conmigo...

“Si me hubiese tocado contigo ahora estarías muerto”, pensó Vulgo mientras

apretaba los dientes.

-Ya veremos quien sobrevive de los dos.

Vulgo dejó atrás a su nuevo compañero y se dirigió al comedor, este iba a ser

su primer desayuno como soldado y había que celebrarlo.

De repente una sirena comenzó a sonar por megafonía, y acto seguido una voz

comenzó a llamar a los nuevos soldados para que se dirigiesen

inmediatamente a la sala principal de adiestramiento.

“parece que el desayuno tendrá que esperar”.

Todas las nuevas adquisiciones se acercaron a la descomunal sala donde se

hallaba el resto el estandarte de infantería. Cuatro compañías en formación

observaban como los recién llegados se ubicaban frente a ellos.

-¡SOLDADOS.....FIRMES!.

El que acababa de dar la orden era nada menos que el propio capitán Roderic.

115
-¡¿es que no habéis oído?!, ¿estamos aún dormidos?, ¡en formación! ¡nadie

habla y nadie se mueve, todos aquí de frente! ¡Ahora!

Todos los soldados recién incorporados formaron en filas delante del

majestuoso ejército de infantería, de manera desordenada y con las hileras

completamente torcidas.

-Esto va a ser muy largo- dijo Roderic en voz baja.

-¡Muy bien, ahora los que vean a alguien más bajo que él frente de si, que lo

adelante, de manera que los más altos queden en cabeza!¡YA!

Los soldados comenzaron a moverse en silencio hasta que las filas estuvieron

ordenadas por altura.

-¡ahora extended el brazo izquierdo hasta tocar el hombro de vuestro

compañero, esta debe de ser la distancia a la que debéis estar unos de otros!.

Tras la maniobra el aspecto de los soldados era otro. “esto está mejor”.

-¡Siempre que os llamemos a formar esto es lo que deberéis de hacer!, ahora

deberéis memorizar lo que os voy a decir. Aquí tenéis seis mandos, cuatro

sargentos a quien debéis dirigiros diciendo siempre “a la orden sargento”, y

dos capitanes, a quién no se os ocurrirá dirigiros nunca, a menos que sea

necesario a vida o muerte, ¿entendido?, ya no sois personas y no tenéis ningún

valor para nosotros ni para el ejército. Dispondremos de vosotros según

vuestra valía, y tened claro que sois completamente prescindibles, si es

necesario que dos o doscientos de vosotros mueran por la victoria, así será.

Los castigos por insubordinación, rebeldía, falta de motivación, etcétera serán

brutales, así que sed buenos y viviréis más, al menos aquí dentro. No tenéis
116
ninguna duda, de hecho lo mejor es que ni siquiera penséis, solo obedeced. Al

suelo y empezad con flexiones hasta la hora de comer ¡ganaos el sustento!

Nadie osó decir ni una palabra, todos los nuevos se pusieron boca abajo en el

suelo y comenzaron a hacer flexiones.

-Sargentos- prosiguió Roderic- que el resto de soldados vayan a desayunar y

que comience la rutina.

Al fondo de la sala estaba Gabriel con una sonrisa de oreja a oreja, sabía que

esto le encantaba a su compañero, ser el mandamás. Por eso siempre le dejaba

a él ocuparse de la instrucción el primer día.

Roderic se le acercó con cara de enfado.

-¿que te pasa?- le preguntó extrañado al ver el semblante de su compañero.

-cada día están más verdes.

-están igual de verdes que siempre, lo que pasa es que cada día nosotros somos

más viejos... en tres semanas estarán listos.

-espero que sí, tres semanas es lo que tenemos.

-¿Has oído la última noticia?, parece que al viejo le ha pasado algo y está en el

hospital.

Roderic miró extrañado a Gabriel. “El viejo” era como se conocía

popularmente al presidente de La Compañía y ya se llegaba a pensar que ese

incombustible ser estaba al margen de toda enfermedad e incluso de la muerte.

-¿que quieres decir con algo?

-Parece ser que se le ha producido un aneurisma cerebral grave, y ahora está

en coma, pero esto en teoría no lo sabe nadie... es alto secreto.


117
-¿y como coño te has enterado tú?- Roderic no podía creer que su compañero

pudiese tener acceso a una información tan sensible.

-Digamos que tengo mis contactos, ser un miembro activo de la iglesia del

Vaticano tiene más ventajas además de las netamente espirituales.

-¿como nos va a afectar eso a nosotros? La sombra de la duda comenzó a

extenderse en la mente del capitán.

-En principio de ninguna manera, las cosas van a seguir igual, no deberíamos

preocuparnos, aunque sucediese lo peor ya sabes lo que se dice “a rey muerto,

rey puesto”.

-Espero que tengas razón y que las cosas no varíen demasiado, no soy amigo

de los cambios bruscos.

Gabriel sabía que su amigo era muy sensible a todo lo que pudiese alterar el

micromundo que había creado dentro del ejército. Aquí ellos podían

controlarlo casi todo, y deseaban que siguiese así. Las cosas ahora eran

perfectas.

-¿en serio vas a dejarles ahí toda la mañana?- dijo Gabriel mirando a los

nuevos soldados.

-No, solo un par de horas, luego les dejaré en manos de los sargentos. ¿Has

visto alguno que merezca la pena?, quédate con el que quieras antes de que

empecemos a repartirlos.

-Ninguno parece destacar demasiado, ya los iremos puliendo, que los

distribuyan nuestros perros falderos según su criterio.

-En cualquier caso no creo que en el próximo combate lleguen a luchar, lo más
118
probable es que solo suframos bajas en el cuerpo de carne de cañón.

Los soldados visiblemente agotados estaban ahora tumbados boca abajo en

posición para hacer flexiones, pero la mayoría ya no se movía.

-Espera un momento- El rostro de Roderic volvió a ponerse serio.

-mejor te espero en nuestro comedor, voy a ir desayunando algo, no debemos

perder demasiado el tiempo.

Roderic se dirigió a grandes pasos hacia la masa de cansados novatos, que al

verle venir comenzaron de nuevo a hacer flexiones con celeridad.

-Así que queréis descansar, ¿no habéis dormido suficiente?, pobrecitos- La

sarcástica voz melosa del capitán sólo podía significar que las cosas iban a ir a

peor.

-Esta bien, todos en pié, poneos a correr en círculos hasta que lleguen los

sargentos que os distribuirán entre las cuatro compañías, y ¡pobre del que se

pare!.

Roderic había decidido no ser demasiado duro el primer día. “una carrerita les

vendrá bien” pensó mientras se alejaba.

Cuando el capitán salió de la sala los nuevos soldados comenzaron a hablar

mientras corrían. Todo era nuevo para ellos y estaban desorientados, el

nerviosismo se dibujaba en el rostro de alguno de ellos, pero Vulgo estaba

muy tranquilo, sabía que la situación se normalizaría y que al día siguiente

estarían plenamente integrados en el ejército y comenzaría la rutina, una rutina

que les prepararía para su primer combate para el que ya quedaba menos de un

mes.
119
Los ánimos fueron calmándose y después de una hora y media corriendo ya

nadie hablaba, había bajado considerablemente el ritmo de la marcha y el

color rojo era el predominante en las caras de los corredores, que no paraban

de sudar. Las piernas doloridas y la falta de aire hacían que todos quisieran

parar, pero ninguno se atrevía a ser el primero en detenerse.

Dos sargentos entraron entonces en la sala y les ordenaron parar, muchos de

ellos comenzaron a toser y a coger aire, pero ninguno se sentó, no podían

mostrar debilidad alguna frente a sus compañeros y menos aún frente a los

mandos. Los sargentos los miraron de arriba abajo con desprecio, estos

soldados eran el futuro del ejército y había que trabajar duro con ellos para

enderezarlos, pero había que comenzar por el principio, así que se dispusieron

a asignarles a La Compañía que les acogería durante toda su estancia en el

ejército... y probablemente durante toda su vida.

120
Capítulo 16

Deirdre se encontraba en caminando sin saber hacia donde, el agua le llegaba

hasta los muslos, un agua tibia y agradable. El suelo que tocaban sus pies era

muy suave... acogedor, se encontraba muy bien.

Sumergió su cuerpo desnudo hasta el cuello y volvió a levantarse, tenía la

sensación de estar en casa, segura. Nada la turbaba. De repente no demasiado

lejos observó una figura, difusa al principio, pero que al acercarse fue

haciéndose más nítida. Era un hombre, estaba de espaldas y su cuerpo estaba

completamente desnudo. Deirdre se le acercó, y observó ensimismada las

perfectas proporciones de la esculpida figura masculina que tenía frente a sí.

El hombre se dio la vuelta y se quedaron mirando. Las facciones orientales del

hermoso rostro de su ahora acompañante fascinaron a Deirdre, y el deseo

comenzó a surgir dentro de ella como una poderosa llama. Los dos se

acercaron aún más y se fundieron en un abrazo mientras se besaban. Él la


121
cogió por las nalgas elevándola a su altura, y acto seguido comenzó a hacerla

el amor, haciendo que ella se estremeciese. El ritual comenzó suave al

principio, pero fue aumentando de intensidad hasta convertirse en algo

violento, brutal... no era solo sexo, era una unión mística de gran poder y

fuerza. De repente ya no eran hombre y mujer, eran dos animales macho y

hembra que combatían con dureza, sus garras arañaban y levantaban la carne

del otro hasta que el agua en la que se encontraban se tiñó de rojo y se

convirtió en sangre. Un pitido intenso y agudo sobresaltó a Deirdre, que se

despertó empapada en sudor y con el corazón latiéndole a toda velocidad.

-¿que demonios ha sido eso?- comenzó a recordar el sueño. El hombre era ese

luchador tan famoso, Gundari. El solo hecho de recordarlo hizo que se

excitase de nuevo, y acto seguido un sentimiento de culpa la invadió al

recordar a Vulgo.

-¿por que he tenido ese sueño?, el tal Gundari no está nada mal, pero....

Deirdre estaba confusa, realmente no se había fijado en su figura como

hombre, sino como luchador. Ella estaba enamorada de Vulgo.

Miró el reloj. Era hora de levantarse y comenzar con el entrenamiento. No

había tiempo que perder.

Después de un frugal desayuno salió a correr, y durante todo el trayecto no

pudo quitarse el sueño de la cabeza. Había sido tan real. Recordó la sensación

de bienestar que la acompañó durante toda su onírica aventura, incluso cuando

su cuerpo lleno de heridas se desangraba, la sensación era muy agradable.

¿Que significado tendría?


122
“quizás sea un sueño premonitorio de la batalla que tengo el mes que viene,

pero ¿que pintaba allí entonces el luchador japonés?”

Las preguntas aparecían y se difuminaban sin respuesta de su mente, hasta que

el cansancio físico fue haciendo mella en ella.

“debo descansar un poco”.

Se acercó a un banco y se sentó para recuperar el aire. Había pasado miles de

veces por aquella calle desde que era pequeña, siempre sin preocupaciones de

importancia. Había sido una chica alegre desde que tenía uso de razón, y

ahora, ahora todo a su alrededor se desmoronaba, el rumbo de su vida era

ahora incontrolable, impredecible.

Tuvo de repente ganas de llorar, pero las reprimió, ya no habría nunca más

debilidad, aceptaría aquello que el futuro decidiese enviarla, no tenía más

remedio.

Así pues volvió a levantarse y regresó corriendo a casa.

En cuanto llegó se sentó frente al ordenador y volvió a visionar los videos

sobre técnicas de combate. Tenía que quedarse con todos los movimientos,

memorizar los golpes y la forma de moverse con un arma.

Cogió su arma y se puso delante de la pantalla para comenzar la rutina de

entrenamiento que había seguido las últimas dos semanas. Mirar y repetir. Sin

embargo algo era diferente esta vez, la espada ya no era un objeto extraño en

sus manos, se dio cuenta que ahora la sentía como parte de ella. Comenzó a

moverla y la soltura con la que encadenaba golpes y defensas la impresionó.

Ayer mismo apenas podía practicar un par de golpes básicos, y estaba


123
demasiado rígida, con una defensa incorrecta, el arma mal colocada y

moviéndose como un pato. Estas sensaciones la turbaron.

“¿como puede ser que sepa que ayer lo hacía mal y hoy bien?, no he aprendido

más en un día”

“pero ahora sabes lo que tienes que hacer”

La voz de la asesina volvió a su cabeza.

-pero, ¿como?

“tómalo como un regalo, con ese entrenamiento que seguías hubieses

conseguido que te matasen el primer día, y no queremos eso, ¿no?”

-regalo... ¿de quién?- acto seguido recordó el sueño.

“Muévete, usa el arma”

Deirdre comenzó a blandir su espada, realizando elaborados ataques,

atacando como un felino con una soltura que nunca hubiese imaginado,

incluso se permitió hacer peligrosas piruetas con el arma. Era como si lo

hubiese hecho toda la vida. Ya no era una chica mojigata e ignorante, ahora

era una guerrera.

“Perfecto, ya tenemos la furia y la técnica, ya no hay nada que temer, solo

esperar impaciente que llegue el primer combate, derramar más sangre,

acumular más poder”.

El miedo al futuro y a la batalla que se avecinaba se desvaneció. Deirdre

empezó a reír, y volvió a sentir esa fuerza dentro de ella. Deseaba que los días

pasasen rápido.

“vamos a divertirnos un poco” pensó con una sonrisa en la cara.


124
Bajó al garaje, arrancó el vehículo eléctrico y se dirigió a las afueras, a un sitio

que nunca más volvería a ser un mal recuerdo.

Aparcó en la puerta del gimnasio, estaba abierto.

“perfecto”.

Bajó del coche y entró en el recinto. Las campanas colgadas tras la puerta

sonaron avisando de su llegada a todos cuantos estuviesen dentro.

“toc, toc”

El grupo de jóvenes que se acercó a la entrada no daba crédito a lo que estaban

viendo, la mujer que casi mata a su maestro había vuelto con una expresión

desafiante en el rostro.

Deirdre los miró divertida.

-Hola chicos... me preguntaba, ahora que el imbécil ese que decía ser vuestro

maestro no está, ¿quien os dará las clases?,Si queréis puedo daros unas

lecciones gratis ¿que os parece?

Uno de los chicos, el más fornido, se adelantó.

-Ahora soy yo el encargado de continuar con la labor del maestro Nacho, no

deberías de haber venido, has cometido un grave error.

El grupo de alumnos visiblemente enojados comenzaron a acercarse a ella.

-Vaya, que valientes, ¿vais a venir todos juntos a pegar a una pobre chica

indefensa?

-¿tienes una idea mejor, zorra?

-tendré que enseñarte un poco de educación, no se debe insultar a una señorita.

-¡eres una puta y voy a hacer que pagues lo que le has hecho a Nacho!
125
-Muy bien -contestó Deirdre con un suspiro- vamos adentro y enseñadme lo

que sabéis hacer.

Los chicos abrieron un pasillo permitiéndola el paso hasta el tatami de la sala

de entrenamiento. Nada más entrar Deirdre intuyó el ataque de uno de ellos y

se giró sobre si misma justo cuando en nuevo profesor la atacaba con un palo

por la espalda. Lo agarró por la muñeca y lo desarmó con facilidad, acto

seguido le hizo una llave utilizando su propia arma y con una leve presión le

partió el brazo. El joven empezó a gritar de dolor.

-Pues si que sois débiles en este barrio, os rompéis con nada- Dijo Deirdre

riendo.

Otro de los chicos armado con una vara similar se abalanzó sobre ella. Deirdre

comenzó a jugar con él. El joven no paraba de lanzar golpes que iban a parar

siempre al aire, ya que ella simplemente dando un pasito los esquivaba sin

problemas. Después de un rato atacando el joven estaba agotado, y Deirdre se

limitó a quitarle el palo de la mano.

-Que imagen tan patética... pensaba que me ofreceríais algo más de diversión,

pero veo que me equivocaba, que decepción.

Se dirigió a la puerta y los chicos se apartaron rápidamente para dejarla salir

con una expresión de temor en sus caras.

Una vez en el coche Deirdre no podía parar de reír, había sido estupendo, no

sabía como ni porqué había conseguido esa habilidad, pero funcionaba a la

perfección... ya solo cabía esperar.


126
127
Capítulo 17

El pitido intermitente del escáner cardíaco indicaba que Talabert seguía vivo.

Sus constantes vitales seguían en perfecto estado y pero no parecía que fuese a

recobrar la consciencia en breve. La noticia del ataque se había filtrado al

exterior de las oficinas a una velocidad muy superior a la que por seguridad

debería de haber sido la adecuada.

Indira, la secretaria personal del señor Talabert se lo había encontrado en el

suelo del despacho completamente inconsciente a primera hora de la mañana,

y a pesar de existir un protocolo de actuación al respecto, debido a los últimos

acontecimientos, que habían desestabilizado notablemente la rutina en las

oficinas, optó por llamar a el servicio de emergencias del edificio por el

sistema más rápido, una línea abierta, lo que hizo que la llamada fuese
128
registrada por todas las unidades de vigilancia en tiempo real.

No fue complicado para los miembros aún en activo del cuerpo de dirección

de La Compañía tener información de primera mano. El complejo estaba

plagado de “topos”.

La reunión no se hizo esperar. Antes del mediodía y con el cuerpo de Talabert

recién ingresado, el consejo ya se encontraba debatiendo que hacer ante la

nueva situación.

-¿pero de verdad alguien se cree la tontería de el sistema de seguridad ese

conectado a las armas nucleares?, debí haberle pegado un tiro como a ese

desgraciado de Campbell. El vicepresidente Alcatraz de la república comunera

había sido “amnistiado” de urgencia tras lo sucedido, y se encontraba

visiblemente irascible.

-¿que nos impide acabar con él ahora?, si ya está como muerto... ¿ha

trascendido la noticia fuera de La Compañía?-continuó diciendo.

-No es momento para precipitarnos, seguramente el viejo habrá sabido

cubrirse las espaldas después de lo sucedido, no podemos permitir que le

ocurra nada. Habrá que esperar a que salga del coma, en mi opinión debemos

actuar como si la situación actual no fuese a ser permanente... al menos de

momento, debemos recabar información.

El representante de Japón terminó de hablar y la mayoría de los asistentes

asintieron con la cabeza, no volverían a tomar una decisión que pusiese en

peligro sus cabezas. Aun en coma, Hieronimus Caesar Talabert era un

adversario temible.
129
La Noticia del aneurisma sufrido por el máximo exponente de La Compañía

había caído como un jarro de agua fría entre el resto de autoridades del

planeta. Aún no se habían recuperado de los últimos acontecimientos cuando

la desestabilizadora noticia les había vuelto a sorprender, sembrando un mar

de dudas acerca del futuro de todos ellos.

-en cualquiera de los casos, debemos de evitar que esta información se filtre a

la población, tendremos que cerrar el pico a los grandes medios de

comunicación que sin duda ya se han enterado de lo ocurrido, esto es un

secreto de seguridad mundial y cualquier violación del mismo debe ser

castigado con la mayor severidad, los combates deben continuar, y habrá que

buscar alguna excusa cuando nos pregunten por que el señor Talabert no

aparece en público. Continuo diciendo el señor Kurosawa.- y en cualquier

caso debemos de informar al resto de mandatarios y representantes de este

último incidente y esperemos que no tengan demasiado en cuenta nuestro

intento de usurpación. El señor Yasunari Kurosawa no hablaba muy a

menudo, pero cuando lo hacía, era la voz de la coherencia en persona.

Interrogaron durante unos minutos a la fiel secretaria del presidente, las cual

les puso en conocimiento de las últimas reuniones que había convocado el

señor Talabert y con quienes. Sin duda la que más les llamo la atención fue la

presencia de una empresa de alta tecnología apenas un día antes del ataque

“Jano highest-tech”, y del sustancial cheque que la propia Indira había

entregado a esos hombres después de su encuentro en las oficinas de la sede


130
de La Compañía.

-Hay que ponerse en contacto de inmediato con el tal Jano, tenemos que saber

que hicieron aquí, aunque tengo la impresión que ese bastardo no ha hecho

más que hacer real el farol del otro día... debí haber matado a ese cabrón, sabía

que me estaba mintiendo.

-No vale de nada ahora echar mano del pasado, señor Alcatraz, si ese tal Jano

sabe algo acerca del sistema de seguridad de los silos nucleares tenemos una

oportunidad de que todo este embrollo acabe aquí y ahora, ya hemos mandado

a nuestros hombres para que localicen y traigan a ese hombre ante nosotros,

supongo que tendrá información sensible como una clave para desactivar los

silos o algo similar... tengamos paciencia.

-La paciencia nunca ha sido mi fuerte señor Kurosawa... y menos en

situaciones como esta.

-¿que opina el presidente de su república? Quizás su opinión no coincida con

la suya, lo recuerdo como un hombre templado.

Alcatraz sonrió- El opinará lo que yo le diga que opine y punto.

Todos miraron a Alcatraz con una mezcla de miedo y sorpresa. Se sabía que

tenía mucho peso dentro de su república y que podía influenciar enormemente

al presidente Botero y muchos pensaban que seguía en política por los muchos

secretos que conocía de su presidente y de algunos de los máximos dirigentes

de otros países, pero de ahí a que este fuese solo una marioneta de Alcatraz...
131
nadie esperaba una situación así en una potencia creciente como la de la

república comunera.

En cualquier caso Alcatraz se había ganado a pulso la fama de ser un tipo

duro, un psicópata dirían algunos y sus ansias para que el gobierno de su país

hiciese gala de mano dura en sus decisiones siempre se había visto cortada por

la propia Compañía, ya que ni la policía ni el ejército “real” estaban en manos

de los países. Circulaban todo tipo de rumores acerca de él... el más

espeluznante era el que afirmaba que en una ocasión mandó a unos sicarios en

busca de un mendigo para extraerle los órganos y así tenerlos en la reserva

criogenizados para cuando pudiesen hacerle falta, el caso es que, según decía

la leyenda negra, se equivocaron y mataron por error al hijo del propio

Alcatraz, que se encontraba totalmente alcoholizado y sin documentación por

el centro de la ciudad después de haber dado esquinazo a sus guardaespaldas.

Los matones después de comprobar que la sangre era del mismo grupo

sacaron los órganos al muchacho y los entregaron tal y como se había

previsto. Cuando alcatraz se enteró de la noticia de la muerte de su hijo y se

dio cuenta de lo que había hecho, se alegró pensando que serían los órganos

más compatibles que podría haber encontrado.

Lo cierto es que su hijo murió en extrañas circunstancias sin que trascendiera

nunca el motivo real de su muerte a los medios, pero también era cierto que a

pesar del carácter del Vicepresidente, ninguno de los presentes en el despacho

de Talabert daba crédito a ese tipo de historias terribles.


132
-Debí haberlo matado...-seguía susurrando para si.

133
Capítulo 18

Eran las 6:30 de la mañana, Roderic se encontraba en la puerta de acceso del

centro de alto rendimiento para recibir a los voluntarios que conformarían la

carne de cañón para el inminente combate con el ejército gótico de Centro

Europa. “estos van a tener suerte esta vez” pensó “es probable que la mayoría

sigan vivos después del combate”.

No era su responsabilidad, pero le gustaba hacerlo, se sentía bien dando

palabras de ánimo a unos hombres que seguramente no pasarían del primer

día, las mismas palabras que le hubiese gustado escuchar cuando entró hace
134
años también como carne de cañón. Se veía reflejado en las caras de los

futuros combatientes, esa expresión mezcla de miedo, osadía e ilusión que él

mismo tuvo un día.

Cogió la lista y contó el número. Apenas cincuenta y todos voluntarios, sin

duda la mayoría valoraba este camino para acceder al ejército sin necesidad de

pasar las pruebas de admisión, aunque el riesgo era muy alto. De hecho

Roderic reconoció a alguno de los hombres del día de la prueba. Esta era su

segunda oportunidad después de haber fallado en los exámenes previos.

De repente su mirada se clavó en uno de los soldados. No podía creerlo, había

una mujer entre ellos. A pesar del equipamiento y del casco, las curvas de su

cuerpo y la melena pelirroja y bien cuidada que asomaba sobre sus hombros

no dejaban lugar a duda. No era el único que se había dado cuenta, el resto de

los voluntarios rodearon a la chica que ya se encontraba visiblemente

nerviosa.

-¿como te llamas?

-Me...me llamo Deirdre-contestó ella titubeando.

Roderic comprobó la lista... efectivamente ahí se encontraba.. Deirdre Dyzan.

-Pero… ¿sabes donde te has metido?- volvió a mirar la lista una y otra vez

intentando comprender como había llegado ese nombre allí.

-Soy consciente del camino que he tomado- Deirdre recuperó la confianza.-

¿vas a interrogar a todos de la misma manera o tengo que pesar que soy

especial, soldado?- soltó desafiante.

-Para ti Capitán Roderic, y a partir de ahora no volverás a dirigirme la palabra


135
a menos que yo te lo ordene, ¿te ha quedado claro? ¿Os ha quedado claro a

todos?- La expresión del capitán no podía ser más seria.

-¡Debéis saber que esto no es un atajo para entrar al ejército.. es un atajo para

morir antes!, ¡La mayoría de vosotros no tenéis ningún tipo de formación, y

los que la tenéis no habéis sido capaces de superar las pruebas de acceso con

un mínimo de nivel que garantice que podríais ser útiles en el combate o que

podríais sobrevivir en circunstancias normales!, ¡Aun así aquí estáis, lo que

demuestra que sois valientes o lo suficientemente estúpidos!, ¡Debéis saber

también que vuestra posición será la peor, nadie... repito nadie os cubrirá

durante la lucha, vuestro cometido consiste en recibir los proyectiles en lugar

de vuestros compañeros y en conseguir que los soldados de verdad se

acerquen la mayor cantidad posible de metros a la vanguardia de nuestros

enemigos con el menor número de bajas. Si alguien debe caer, seréis vosotros.

Vuestras vidas valen eso… ¡un puñado de metros!.. ¡Pero recordad una cosa!,

si pasáis el primero de los combates, el camino a el éxito estará abierto de par

en par para vosotros, seréis soldados y quizás algún día llegareis a ser Héroes,

y ¡como tales seréis aclamados como dioses!, ¡La república os lo agradece,

con vuestro sacrificio contribuís al incremento de su gloria!

Los soldados comenzaron a gritar llenos de euforia, por sus cara se diría que

ellos solos podrían comerse al ejército que les pusiesen de frente, todos

menos uno. Deirdre se encontraba al final del grupo, rezagada y mirando al

suelo.

-¡A partir de ahora no podréis salir de este centro, desde ahora hasta el
136
combate tendréis que dormir, comer y entrenar sin salir de esta zona del

complejo! ¡id y descansar ,lo vais a necesitar!

Roderic se acercó de nuevo a Deirdre.

- Me temo que no existen zonas separadas con el resto de tus compañeros, las

duchas los baños y los barracones no están pensados para una mujer, como

esta vez no sois demasiados, te aconsejo que busques una zona apartada. Los

barracones son grandes.

-me las arreglaré Capitán, muchas gracias.

Deirdre se dirigió tras sus compañeros al interior de los barracones, y Roderic

se quedó pensativo, intentando digerir el extraño hecho de que una mujer

fuese a combatir como voluntaria en el ejército de la república. “·y como

carne de cañón nada menos”. Hacía años que una hembra no pisaba ese suelo,

desde que las cárceles quedaron vacías y las últimas convictas entraron

obligatoriamente como carne de cañón. Ninguna sobrevivió a la primera

lucha.

Mientras tanto y una vez dentro de las instalaciones, Deirdre hizo caso al

consejo de su capitán, las instalaciones estaban pensadas para albergar a diez

veces más combatientes de los que ahora habían accedido, por lo que buscó

una litera en el punto opuesto en el que se habían acomodado el resto de sus

compañeros. Acudir con el equipo puesto no había funcionado como ella

había previsto. Pensó que nadie se daría cuenta de su sexo con la cota de malla

y el casco , sin embargo se percató, tarde, de que la cota marcaba sus curvas,

ya que se “adhería” al cuerpo debido al peso.


137
Ahora ya nada importaba. Lo mejor era intentar dormir y no pensar en nada

hasta el combate. La suerte estaba echada, nadie podía presagiar lo que

ocurriría poco tiempo después.

138
Capítulo 19

-Maestro...

La susurrante voz del fiel sirviente Osamu sacó a Gundari de sus

ensoñaciones, de nuevo había vuelto a quedarse dormido durante la

meditación.

-¿Que ocurre? -contestó el héroe fingiendo no encontrarse somnoliento.

-El príncipe está aquí, ha mostrado su deseo de veros de inmediato, maestro.

La situación incomodó a Gundari que se puso rápidamente de pié. Habían

acordado una cita con el heredero imperial para dentro de dos días.

“se ve que su alteza no goza precisamente de poseer una paciencia digna de su


139
cargo... joven e impaciente” pensó mientras una media sonrisa se dibujaba en

su cara. “va a ser un trabajo difícil convencerle… muy complicado”.

-Esta bien, Osamu, haz saber a su alteza imperial que lo recibiremos ahora

mismo, ves preparando té.

-Así lo haré, Maestro.

El guerrero dirigió a su vestidor para ponerse algo más adecuado. Al entrar en

la estancia sintió algo que hacía mucho que no sentía... un fuerte dolor de

cabeza. No podía ser, había llegado a controlar todo su cuerpo, él ya no sentía

ningún dolor, y sin embargo allí estaba, todo ese cansancio y ahora el dolor de

cabeza, seguramente debido a la falta de sueño.

Entró en el recibidor y allí se encontraba el joven heredero. Al verle en la

habitación los ojos del príncipe se abrieron como platos y una amplia sonrisa

surcó su cara.

Gundari se arrodillo frente a su invitado.

-Alteza, es un honor inesperado, no os esperaba tan...

-¡No, no por favor amigo! Le interrumpió el joven -¡no os arrodilléis!, sin

duda considero al primer héroe del Japón como mi sosia!. Siento haberme

adelantado a nuestra cita, pero la excitación debido a los últimos

acontecimientos ha hecho que no pudiese esperar para veros!

-¿últimos acontecimientos...?

-¿no lo sabéis? Se han adelantado los combates, y ¡habrá una ronda mundial

cada cuatro años, más gloria para el imperio!.

Gundari torció el gesto. ¿Como era posible que nadie le hubiese avisado antes
140
del adelanto de los combates?, miró de reojo a Osamu, cuya cara se torno

asustada y pálida.

-los siento Maestro, nos acabamos de enterar, parece ser que han sido cambios

de última hora, pesaba comunicároslo cuando finalizaseis vuestra sesión de

meditación...

La cara de Osamu tocaba el suelo en señal de total sometimiento mientras

hablaba muy rápido.

El rostro del Héroe se serenó. “Así que se confirma a noticia de una ronda

cada cuatro años, y los combates se adelantan...quizás sea lo que me conviene,

la inactividad puede ser la semilla de todos mis males”. De repente volvió a

recordar la dichosa tablilla del Dalai Lama.

“dichoso trozo de madera”.

El príncipe comenzó a hablar:

-sin duda sabréis mi intención de unirme a nuestro glorioso ejército, como

comandante en jefe, así que creo que deberíamos comenzar a planificar los

combates y el entrenamiento de inmediato. Debido a mi posición estoy

versado en el arte de lucha con espada y además...

-No…

La interrupción de Gundari extraño al joven Heredero.

-¿no?..¿Como que no?, no es una pregunta, yo...

-¡He dicho que no!-Gundari trató de suavizar el tono para explicarse-

escuchad Alteza, sois aún muy joven y a pesar de ello tenéis una enorme

responsabilidad con vuestro país, vuestra anciana abuela pronto nos dejará y
141
vos heredareis el imperio, sois el único que puede y debe hacerlo, no

pondremos vuestra vida en peligro de una forma tan irresponsable, si os unís

al ejército todos nuestros adversarios os tendrán como objetivo prioritario, y

yo no puedo garantizar vuestra seguridad en un caso excepcional como este,

alteza.

-Tendría que haberlo imaginado, ella ha estado aquí, ¿verdad?, ha venido y os

ha pedido que me quitéis mis absurdas ideas de la cabeza ¿No?

el príncipe estaba visiblemente enfadado, nunca antes nadie le había dicho

que no , y menos en un asunto que él deseaba tanto.

-Yo sirvo a la emperatriz.

-¡Pero yo voy a ser el emperador! ¿No lo entiendes?, ¿A quien servirás

entonces?

La cara del joven estaba totalmente enrojecida por la ira.

-Serviré al emperador, pero para ello debe de haber un emperador a quien

servir, es lo que traro de deciros… si algo os sucediese, el gobierno del Japón

se volverá débil, y de nada nos servirán entonces los ejércitos, seremos presa

fácil.

-¡Esto no quedará así, no podéis impedírmelo!

-De hecho si puedo, como máxima autoridad del glorioso ejército del imperio

del sol naciente tengo derecho de veto sobre cualquier aspirante que desee

entrar a combatir y solo la emperatriz, vuestra abuela, puede revocar un veto

mio, y es ella precisamente quien me ha pedido que os haga entrar en razón, os

ruego que recapacitéis Alteza.


142
El joven príncipe se puso de pié totalmente enojado, la expresión airada de su

cara le recordó a Gundari a la de un Heruka rodeado de llamas.

-¡esto no va a quedar así....yo....!

Salió por la puerta con gran celeridad, y haciendo una seña a los dos

guardaespaldas que esperaban fuera, abandonó las estancias del Héroe.

-me parece que no era esto a lo que se refería su majestad la emperatriz...

Gundari miro a su fiel Osamu que se encontraba aún aterrorizado y con la cara

pegada al suelo.

-¿Que hay de ese Té, Osamu?

143
Capítulo 20

Talabert se encontraba en la silla de su despacho, aunque de repente se dio

cuenta de que no recordaba haber llegado allí, de hecho no recordaba ¿nada?...

no....., sabía que estaba en su oficina, en la sede central de La Compañía, el

edificio árbol, Su secretaria , Indira...

Pulso el intercomunicador:

-Indira... ¿Indira?, ¿estas ahí?

Nadie contestaba.

“que demonios....”

Se acercó a la ventana… nada, no se veía nada afuera... parecía más bien

como si no hubiese ningún “afuera”.

Giró sobre sus pasos y se dirigió a la puerta y la abrió, comprobando con


144
sorpresa que al otro lado estaba... su despacho.

-¿que significa esto? ¿Que clase de broma es esta?... ¡Indira!

A pesar de lo extraño de la situación no se notó agobiado, de repente recordó

todo, la traición del cuerpo directivo, la tensión vivida en ese mismo despacho,

el reloj.

“¿Donde esta el reloj?”

Se miró ambas muñecas pero allí no estaba. “El reloj de control del

armamento nuclear”, sonrió...lo cierto es que hacía algunos años qué no

existían tales armas, mandó desarmar esos silos nucleares y ya no quedaba

ninguna que pudiese ser usada, fueron sustituidas por misiles sin poder

atómico, aunque el protocolo de ataques nucleares seguía en vigor, pero solo

para ahuyentar a las “ratas”. Sabía que le investigarían después de su “farol”

en la sala de juntas, así que hizo todo el paripé de contratar a aquellos tipos y

lo del reloj, les daría que pensar. ¿Por que si no dejar el pago de tan “secreta”

operación a cargo de su secretaria con fondos de la tesorería fácilmente

comprobables? ¿y por que contratar a una empresa del exterior pudiendo

confiar en los científicos de La Compañía, que tan fielmente habían servido a

su persona para estos menesteres?.

Si hubiese existido todo ese armamento nuclear, la sola idea de un dispositivo

de activación por sus constantes vitales hubiese sido enormemente

irresponsable por su parte.

“¿y se me muero de muerte natural?, estaría condenando a toda la humanidad”


145
De repente sus pensamientos pararon en seco.

“¿y si estoy muerto?”.

Se quedó pensativo durante unos segundos.

“quizás esto sea un tipo de infierno, o algo así...”.

Cerró los ojos y se puso a pensar... todo era muy raro, y sin embargo tampoco

se le estaba haciendo tan extraña esta situación. Era...como un sueño, pero

tremendamente lúcido, si... estaba soñando.

Estaba absorto en sus pensamientos cuando un timbre le sacó de su

ensoñación. Sonaba un teléfono encima de la mesa, un teléfono que no

recordaba haber visto anteriormente. Era un aparato precioso, una antigüedad

de madera con incrustaciones en un nácar de una blancura inmaculada,

parecía de mediados del siglo veinte, una autentica pieza de coleccionista, una

pieza que él no poseía.

El teléfono seguía sonando, pero Talabert dudó si contestar. Finalmente cogió

el auricular y muy despacio se lo llevó al oído.

-¿si... dígame? Hieronimus Caesar Talabert al habla.

Se oía un ruido de fondo, un pitido intermitente como las máquinas que miden

las pulsaciones de los enfermos en los hospitales, de repente comenzó a

escuchar voces. Una conversación.

-¿Alguna mejoría doctor?- preguntó una voz de mujer con un tono triste.

Talabert pudo reconocer perfectamente esa voz aguda y nasal de mujer, era su

secretaria, Indira.

Comenzó a gritar por el auricular


146
-¡Indira!, ¡Indira, por el amor de dios! ¿Me oyes?

La siguiente voz era la de un varón:

-El presidente está estable, aunque no podemos saber con seguridad cuando o

si saldrá del coma, hemos tenido suerte, un aneurisma es una cosa muy seria,

podría haber muerto.

Talabert se quedó boquiabierto... era eso, había sufrido un aneurisma y ahora

se encontraba en el hospital.

Intentó llamar de nuevo

-¡Hola..hooolaa! ¿Me oyen?, ¿pueden oírme?

Solo obtuvo por respuesta el pitido intermitente de la máquina de la

habitación.

-¿como se supone que tengo que tomarme esto?, a nadie le enseñan como

afrontar una situación así, lo que me extraña es que esas alimañas no se hayan

desecho de mi aún, aunque claro, a estas alturas ya deben saber lo de mi

juguetito… por eso sigo con vida.

Talabert dio un par de vueltas alrededor de la mesa.

-¿que debo hacer... esperar aquí?, quizás se pueda salir de alguna manera.

Recordaba haber visto o leído algo parecido, en una novela o en una película

antigua, aunque hacía tantos años que no tenía un minuto de ocio que no

estaba seguro.

-Estoy estable y estoy consciente, aunque no de la forma que yo desearía, pero

al menos como diría Descartes “cogito ergo sum”, el cerebro habrá sufrido

algún daño pero razono bien, recuerdo las cosas y por lo que he comprobado
147
los oídos me funcionan perfectamente, espero que sea cuestión de tiempo que

vuelva al mundo de los vivos.

Optó por lo más sensato, sentarse y esperar a que la situación cambiase, no

podía hacer nada, y, a pesar de estar acostumbrado a tener todo bajo control

permanentemente esta nueva situación no le incomodó en lo más mínimo, más

bien se encontraba cómodo, sólo podía dejarse llevar por la extraña situación

como una pequeña embarcación a la deriva cuyo motor a fallado, se dejaría

llevar, se dejaría mecer por las olas. Ahora se sentía muy bien, y relajado, muy

relajado...

148
Capítulo 21

A Gabriel le gustaba comenzar el día en la capilla, y el día antes de la primera

batalla de la temporada no iba a ser menos. Necesitaba concentración y este

era el mejor lugar para encontrarla. Mañana por la mañana viajarían hacia el

enorme estadio de La Compañía en la ciudad centroeuropea de Colonia, el

Weiss Arena. Una maravilla de la arquitectura junto con los últimos avances

de la tecnología, con capacidad para más de medio millón de espectadores, y

una espectacular cúpula doble que permitía a los combatientes no ver ni oír a

los miles de seguidores que allí se concentraban, lo que se agradecía antes de


149
un gran combate. Era completamente blanco, pero la fibra nanotecnológica

que lo recubría podía cambiar de color o emitir imágenes desde una consola,

lo que hacía totalmente personalizable cada combate.

A Gabriel le gustaba ese estadio, más aún que el de la propia ciudad de

Burgos, donde combatían como locales en las batallas internacionales, más

viejo y menos espectacular.

Mientras divagaba, desatendiendo por completo su búsqueda de tranquilidad,

una voz tras de sí le sacó de sus pensamientos.

-Sabía que te encontraría aquí, morito, ¿vienes a desayunar?, mañana va a ser

un gran día, ¡Tengo ganas de ver lo que nos duran esos aficionados!.

Roderic en ocasiones le llamaba morito, era un término cariñoso que sólo le

permitía a él. En una ocasión un sargento gracioso que se encontraba

conversando con ellos tuvo la genial ocurrencia de decírselo también, tuvo que

abandonar su vida como luchador después de que Gabriel le arrancase un

brazo y le golpease con él en la cabeza. Al igual que Roderic no toleraba la

más mínima falta de respeto por parte de los soldados. Desde entonces todos

los hombres a sus órdenes que le conocen miden mucho las palabras que

deben utilizar frente a él.

-Pensaba que podríamos mandar sólo a la chica esa que ha entrado como carne

de cañón, así los humillaríamos aún más, aunque sin duda sería la única

opción justa para nuestros adversarios.

Gabriel empezó a imaginar la situación... una chica corriendo tras el ejército

gótico, cuyos hombres huían despavoridos y gritando.


150
-Ja, ja, ja, ja... si, incluso podríamos enviarla con una venda en los ojos y

borracha, así nos reiríamos un rato.

Las ocurrencias de Gabriel a menudo sólo le hacían gracia a él, aunque solía

suplir su falta de gracia con unas estridentes carcajadas.

Efectivamente iba a ser un combate muy suave para los dos capitanes y sus

hombres. La federación centroeuropea sólo iba a mandar un pequeño grupo

de soldados con poca experiencia y a la carne de cañón a la batalla, eso si, con

rango de oficiales para poder justificar así el gasto de puntos que por

imperativo legal debían realizar. Todos sabían que sin los apoyos de los

caballeros Teutones y de las élites católicas suizas no eran rival para la

república comunera de las dos castillas, así que este combate sería un mero

trámite, también se jugaban poco, la gestión de pequeñas R.R.R en el límite

occidental de la federación.

Sin embargo precisamente lo que hacía tan fácil el próximo combate era algo

que preocupaba a Gabriel. A pesar de su aparente buen humor, se le pasaba

una idea permanentemente por la cabeza que le intranquilizaba, quizás él

también debería abandonar el ejército de la república comunera y luchar sólo

bajo bandera vaticana, siguiendo el ejemplo de otros muchos capitanes y

soldados católicos, como los de la federación centroeuropea, que habían

contestado así al llamamiento del Papa Juan Pablo III a formar un gran

ejército cristiano para asegurar la posición de la Santa iglesia católica en la

élite mundial.

Mientras avanzaban por los pasillos de camino al comedor, Roderic miró a su


151
compañero y observó su semblante pensativo, absorto..

-¿en que estás pensando Gabo?... pareces ido.

-¿uh?, nada, nada, en el combate de mañana, será un buen comienzo para los

nuevos, fácil y rápido, lo ideal para una primera vez.

-Si, van a tener suerte, a ver con quién nos toca en el siguiente combate, el

cambio será muy duro para ellos, aunque ya no tendrán esos nervios terribles

de la primera vez, esos nervios del novato podrían hacer mucho daño si el

combate fuese más serio que el que se nos avecina mañana.

-¿sabes cuanta tropa van a enviar de la región sur?

-No creo que superen los cincuenta caballeros. Supongo que querrán lucirlos,

apenas se usan, son demasiado caros y poco efectivos.

Efectivamente los caballeros de montura pesada eran muy caros. Cada una

equivalía a veinte soldados, y si el ejército contrario tenía piqueros, no

resultaban demasiado útiles en combate, cosa que se aprendió rápidamente tras

las batallas de los primeros tiempos, cuando se usaban masivamente, ahora se

utilizaban como apoyo tras la infantería para cargar en las fases finales del

combate.

Con todo, Roderic estaba pletórico, realmente feliz, iban a tener el mejor

comienzo posible, no podía haber ningún problema, o al menos eso creía...

152
Capítulo 22

Menos de veinticuatro horas para el combate... Vulgo miró el reloj de su

muñeca mientras se dirigía a comer al comedor de soldados. Llevaba en el

centro casi dos semanas y hoy estaba siendo el día más suave que habían

tenido desde que entró.

Ya se habían formado “grupillos” entre los soldados más nuevos, que solían

sentarse en la misma mesa, algunos de los cuales se conocían del exterior. Sin

embargo Vulgo solía comer solo, el recuerdo de Miguel sangrando sobre el

suelo le asaltaba frecuentemente, y lo peor es que tenía que verle la cara al

tipo que le hizo eso casi a diario, y aguantar las burlas cuando sus miradas se

153
cruzaban. El tal Chavier se había ganado cierta fama entre los nuevos con

bastante rapidez, su alarde de fuerza y sus bravuconerías parecían actuar como

un imán entre los más inexpertos. Esperaba que después de unos combates,

sus humos y sus aires de grandeza disminuirían.

Lo peor es que era un compañero y que no podía permitirse el lujo de

guardarle rencor, quizás un día su vida estuviese en sus manos.

Cogió la bandeja con el rancho y se sentó en una mesa alejado del bullicio,

hoy el entrenamiento había sido poco más que un paseo, así que no tenía

demasiada hambre. Pensó en Deirdre. La verdad es que apenas se había

acordado de ella desde que entró. “Mejor así”.

Se preguntaba que le habría sucedido, la última vez que la vio parecía

afectada con la noticia de su posible marcha. No había vuelto a llamarla desde

entonces.

“Probablemente ahora tenga tanto trabajo que apenas tenga tiempo de pensar

en mí”, Vulgo sabía que no era cierto, pero al menos alejaba la sensación de

culpa. “¿volveremos a vernos alguna vez?”.

Interrumpió sus pensamientos, “absolutamente estériles” por otro lado y pensó

en el combate que les aguardaba “el primer paso hacia la gloria”, como solía

decir su Capitán, el primer paso de un camino que algunos, como Miguel, no

habían podido comenzar, y no lo haría nunca, ya que aunque seguía con vida,

las secuelas del brutal ataque le impedirían llevar una vida normal el resto de

sus días, y mucho menos combatir. El lo haría por los dos, de alguna manera

sentía que se lo debía.


154
-No te defraudaré, amigo...

Miró hacia el resto de las mesas, a sus compañeros, y una sensación de fuerza

y seguridad recorrió todo su cuerpo. De repente la confianza en aquellos que

le rodeaban, en sus capitanes le hizo verse a si mismo más fuerte y seguro.

-No te defraudaremos...

155
Capítulo 23

El tren de alta velocidad se detiene dentro del recinto destinado a los

combatientes visitantes, y por orden, se van abriendo los vagones y van

saliendo los soldados, recién despertados de un sueño inducido durante el

viaje, hacia el área de preparación. A la cabeza los capitanes de los distintos

estandartes, Gabriel Barak, Capitán de la primera sección de infantería;

Roderic Garcés, Capitán de la segunda sección de infantería, ambos héroes

máximos de la república; Damián Sánchez, Capitán de las dos secciones del

estandarte de arqueros; Segundo Suárez, Capitán del estandarte de caballería

pesada, y por último Eduardo Díaz, capitán del estandarte de Lansquenetes.


156
Se encontraba esperándoles el General cuadrado, que había acudido al estadio

a terminar las negociaciones pertinentes antes de cada combate, y a negociar

con La Compañía y con los generales del ejército rival los últimos puntos

sobre la contienda.

-Bienvenidos chicos- Se notaba su buen humor- ¿que tal ha ido el viaje?, estos

trastos son una maravilla, en menos de dos horas os han traído bien

descansados, ¿eh?

-Buenas tardes General, ¿alguna novedad?, ¿algún cambio en la estrategia?-

Roderic deseaba pasar a la acción.

-Nada nuevo. Podéis ir pasando, me reuniré con vosotros y estudiaremos de

nuevo la actuación de esta noche.

Los soldados fueron pasando. Hasta que un estandarte no entraba por

completo y se preparaba, los vagones con el resto no se abrían, y como

siempre, el vagón para la carne de cañón era el último en salir, lo que no

ayudaba en nada a los inexpertos combatientes a mitigar su nerviosismo, de

hecho, eran el único que salía con escolta policial, para evitar deserciones y

fugas de última hora.

Entre ellos se encontraba Deirdre, que miraba por la ventanilla intentando ver

algo , pero la visión era nula desde su posición. Se encontraba calmada, en

cualquier caso esto ya no podría durar mucho más, se rumoreaba que sería un

combate fácil, y que había posibilidades de pasar este día. Ella ahora sólo

pensaba en Vulgo, tenía unas ganas locas de verlo, de abrazarlo, aunque no

sabía como se tomaría su decisión, como siempre, intentaba eludir los


157
pensamientos negativos.

Unos vagones más adelante, ya fuera del tren, un combatiente miraba

insistentemente hacia atrás mientras avanzaba, y al llegar a la puerta llamó la

atención de su capitán.

-Eh, tú, Chavier, ¿que coño te pasa?, ¿has perdido algo en el tren o que?

Roderic estaba visiblemente enojado, ya que frenaba a sus compañeros en el

acceso- ¡Vamos! -hizo un gesto con la mano ordenándole que entrara, a los

que Chavier respondió bajando la vista al suelo y acelerando el paso. “ya te

pillaré dentro zorra”, pensó mientras perdía de vista el exterior y se adentraba

en la zona de preparación.

Unos metros detrás de él, Vulgo aceleraba el paso, y pudo ver el numerito de

su compañero. “menudo gilipollas, no hemos entrado y ya le han llamado la

atención”.

Los combatientes de infantería fueron accediendo al interior para recoger su

equipo y prepararse para salir. Una cota de escamas de aluminio reforzado, un

casco, una pica larga de carbono, una espada de aleación de una calidad más

que aceptable y una rodela ligera de aluminio. El equipo era simple, pero

estaba bastante bien. Podrían gastar sus primeros sueldos en unas armas y

defensas de mayor calidad si así lo deseaban. En cualquier caso esta

equipación era mejor que la que podrían haber traído de fuera.

Tras ellos el resto de estandartes fueron recogiendo sus armas y monturas, ya

que los caballos, para evitar los nervios del viaje, llevaban en el Weiss Arena

dos días.
158
Finalmente y una vez que el resto de combatientes estuvo listo para salir, la

carne de cañón accedió a por su equipo. A diferencia del resto, la equipación

que les correspondía era de mucha menos calidad y fácilmente mejorable, por

lo que muchos de ellos, como Deirdre, optaban por traerse la suya propia.

Los capitanes entraron a una gran sala con una enorme maqueta a escala del

estadio, junto a ella el general cuadrado les hizo una señal para que se

acercaran.

-hay novedades internacionales que os interesa conocer, chicos.

Los capitanes se reunieron en torno al general.

-No se como nos va a afectar esta última hora de cara al futuro, al parecer, la

emperatriz del Japón, actual campeón mundial, ha fallecido esta mañana, tenía

noventa y ocho años. Pero la noticia bomba no es esa, sino que el nuevo

emperador quiere comandar su ejército en los próximos combates.

-Lo que significa un importante aporte extra de puntos para los japoneses-

Roderic nunca vio con buenos ojos esa medida. Si un dirigente o alto cargo no

militar de un país decidía poner en riesgo su vida al frente de sus ejércitos,

esto se convertía en un bono de puntos bastante considerable que dependía

siempre del rango de la personalidad que accedía a luchar.

-Si, pero pensad en los riesgos que corre. Apenas es un crío, si le sucediese

algo durante la ronda mundial, podría repercutir negativamente en todo su

país, y probablemente en el equilibrio de todo el mundo.

-Si, pero tienen a Gundari -dijo Roderic con una sonrisa- no creo que la
159
decisión esté tomada a la ligera, ese hombre es una mala bestia, he visto

muchas veces sus combates, y aún no me creo algunas de sus proezas.

El resto de capitanes asintieron ante las palabras de su compañero.

-En cualquier caso- prosiguió - hasta que no pasemos toda la ronda europea,

no nos enfrentaremos a ningún equipo asiático, por lo que no me preocuparía

demasiado acerca de si estará o no el emperador luchando, ya que en los

últimos combates el numero de bajas suele ser tan alto que seguramente se

solucionen con combates singulares o lucha entre héroes. Tendremos suerte si

llegamos a ese nivel. Desde luego sería la primera vez, ya que dentro de la

competición europea somos buenos, pero no necesariamente los mejores.

-Quizás ahora las cosas sean distintas-contestó el general -entre los últimos

cambios políticos y que la mayoría de los ejércitos europeos perdieron gran

parte de sus mejores hombres en las rondas del pasado, ahora nuestro ejército

se encuentra bastante arriba.

Los hombres no supieron que decir. Entrar de lleno en una ronda mundial

significaba muchas cosas, y una de ellas podía ser la de perder por completo a

todo el ejército en un solo combate.

-No pensemos en esto ahora, vamos a lo que nos atañe de manera inmediata- y

señalando la maqueta con el dedo se dispuso a repasar la estrategia con sus

capitanes.

Mientras tanto, los soldados fueron llevados al campo de combate, un

descomunal recinto donde se libraría la batalla, a lo lejos, en el otro extremo

se podían ver a los soldados del enemigo.


160
-son muy pocos- susurro Vulgo. Después miró al cielo, un día perfectamente

soleado, un cielo azul brillante, a pesar de ser casi de noche, la cúpula de este

estadio podía recrear cualquier tipo de cielo para los soldados

independientemente de como estuviese el tiempo o la hora que fuese, ellos

lucharían al sol.

Los sargentos fueron colocando a los distintos estandartes en posición a la

espera de que los capitanes llegasen a pasar revista a sus tropas.

En la vanguardia de las tropas, una cincuentena de soldados mal pertrechados

y sin orden ninguno seguían las órdenes de uno de los sargentos de infantería.

-¡a ver!¡no tenéis que saber nada más que en cuanto os den la señal, os lanzáis

corriendo hacia el otro extremo del estadio, una vez allí, solo sobrevivir y

causar la mayor cantidad de bajas posibles al enemigo!, ¿entendido?.

Al ver la cara de los soldados el sargento vio el miedo reflejado en muchos de

ellos.

-¡estad atentos a la señal!

Entre los soldados de infantería, Chavier estaba muy intranquilo, no paraba de

escudriñar a los combatientes de la carne de cañón buscando a su primera

victima de la noche, pero se encontraba demasiado alejado como para poder

distinguir nada con claridad.

-¡Atención soldados!-gritó uno de los sargentos-¡el capitán está aquí!, ¡listos

para pasar revista!

Roderic se acercó a sus hombres dando zancadas.

-¡Muy bien señoritas!, ¡la cosa es muy simple!- Gritó mientras comprobaba la
161
equipación y colocación de sus soldados.

-¡como habréis podido observar son muy pocos y parecen desorganizados, así

que lo único que debemos hacer es avanzar lo suficiente para que estén al

alcance de nuestros arqueros, y así no tendremos ninguna baja, o como mucho,

a parte de la carne de cañón. Seguramente ellos no avancen y adopten una

actitud de defensa extrema, así que cuando estén diezmados, avanzaremos y

remataremos la misión!, ¿Entendido?, ¡no quiero heroicidades, si podemos

evitar el combate lo evitaremos, que nadie avance ni un metro sin nuestra

orden!

De súbito una señal de trompeta sonó en el otro extremo del campo, y el

ejército contrario comenzó a avanzar a gran velocidad, cargando contra el

enemigo.

-¡Mierda!-exclamó Roderic- ¡Esto lo cambia todo!, ¡que nadie haga nada hasta

que no lo indiquemos!, ¡ahora debemos esperar a que los soldados enemigos

se encuentren a tiro para nuestros arqueros, debemos dejarles avanzar!, ¡Que

nadie se mueva!

Una señal de trompeta y una bandera izada avisaba al estandarte de arqueros

que comenzaron a avanzar a la vanguardia del ejército para ponerse en

posición de ataque contra la tropa que cargaba contra ellos.

Con el movimiento de tropas, Chavier vio su oportunidad para acercarse hacia

adelante y asi poder observar. Ya mejor situado pudo ver con claridad a su

objetivo. La melena roja de Deirdre no dejaba lugar a dudas. “ahí estas puta”.

Consiguió acercarse un poco más, la tenía casi al alcance.


162
Vulgo no quitaba el ojo a su compañero, actuaba de manera extraña y ninguno

de los sargentos parecía darse cuenta de ello, quizás porque todo el mundo

estaba con la mirada fija en la horda enfurecida que cargaba contra ellos a

gran velocidad. No se fiaba, así que decidió acercarse también un poco “algo

no va bien, no se que pasa con este tío”.

-¡Muy bien, señoritas!, ¡Los enemigos estarán seguramente drogados, asi que

cargarán hasta la muerte contra nosotros!

El capitán se puso entre los hombres, apenas un par de filas por delante de

Vulgo, lo que hizo que dejase de seguir a Chavier, no quería llamar la

atención.

-¡En cuanto los soldados que sobrevivan a la lluvia de flechas rebasen el rango

de alcance de nuestros arqueros, avanzareis a mi señal para acabar con ellos!

¿Entendido?

Las flechas comenzaron a silbar frente a los hombres, y los primeros gemidos

de los soldados enemigos alcanzados se oyeron desde el centro del campo.

De repente un grito lleno de rabia surgió de entre los soldados de infantería.

Chavier saltó hacia adelante con la tez roja y la espada alzada frente la mirada

asombrada del resto de los soldados.

-¡Muere perra!

Deirdre se giró al escuchar el grito, y apenas tuvo tiempo de defenderse con la

rodela de madera que llevaba. Cayó al suelo y el casco abandonó su cabeza,

dejando al descubierto su melena pelirroja.

Roderic no daba crédito


163
-¡¡¿¿Pero que demonios??!!

Uno de sus hombres estaba cargando contra la chica de la carne de cañón, y

esta, en el suelo se defendía como podía de los ataques.

-¡deteneos ahora mismo!

Pero Chavier no atendía, en su cabeza solo había una cosa, matar a la mujer

que casi había acabado con la carrera de su maestro.

Vulgo, igual de sorprendido que los demás soldados, se acercó para observar

exactamente lo que estaba sucediendo, no estaba preparado para ver lo que

vio, el loco de Chavier estaba atacando a un soldado de la carne de cañón que

se cubría con una rodela ya destrozada y ese soldado era...

-¿¡¡Deirdre!!?

No podía creerlo, estaba allí, delante de ella y ese desquiciado iba a matarla.

-“esta vez no, bastardo”.

Salió corriendo hacia adelante blandiendo su arma hacia la dramática escena.

Roderic avanzó lo más rápido que pudo hacia el singular combate que estaba

teniendo lugar entre sus filas, cuando vio acercarse a los primeros de los

enemigos, los tenían a menos de cincuenta metros, no eran muchos, pero

corrían exactamente hacia su posición, sacó la espada y se mantuvo lo más

alerta posible mientras se acercaba y esquivaba a los arqueros que tras la señal

retrocedían a la retaguardia, cuando de repente sintió una sombra tras de sí,

una sombra en posición de ataque, con la espada en alto. Su cuerpo hizo el

resto. Antes de tener tiempo para pensar, ya había hundido la espada hasta los

gavilanes en el cuerpo de uno de sus hombres, atravesando la cota de escamas


164
como si fuese de papel, en situaciones como estas su cuerpo no preguntaba,

pararse a preguntar significaba morir, solo actuaba como lo que era... un

guerrero.

Vulgo sintió como la espada atravesaba su cuerpo, sintió el frío acero del arma

de su capitán pasándole de un lado a otro, al principio sin dolor, luego...

Comenzó a desvanecerse mirando a Deirdre.

“¿que...?”

Cayó al suelo y se quedó boca arriba, mirando las nubes y el cielo azul.

“No es un cielo real, No son nubes de verdad....”.

Después cerró los ojos y ya no pensó más.

El ajetreo hizo que por un momento Chavier girara la vista hacia atrás, y vio

que algo había sucedido con el capitán, ese segundo fue aprovechado por

Deirdre, que consiguió sacar su arma.

“Por fin, ahora déjate llevar”.

Cuando Chavier volvió la vista para seguir atacando, Deirdre ya no estaba en

el suelo, sino frente a él, sonriendo.

-¿bailas cariño?

Y con un rápido movimiento del brazo cercenó la cabeza a un desprevenido

Chavier, justo en el momento en que unos cinco soldados del enemigo

llegaban donde ella se encontraba. Empezó a moverse entre ellos con soltura,

segando sus vidas sin demasiado esfuerzo antes de que pudiesen avanzar más

hacia los soldados de infantería.

“No está mal para el primer día”.


165
Roderic estaba con la boca abierta, la situación le había superado, a él y al

resto del ejército que no sabían como reaccionar. Los sargentos no abrían la

boca por miedo a una mala reacción de su capitán es esos momentos. La chica

se acercó a el sonriendo, pero cuando vio el cuerpo tendido en el suelo, su

rostro cambió... la imagen de su cara se tornó en la mismísima faz de la

desesperación. Se puso pálida y se derrumbó sobre Vulgo, llorando

desconsoladamente ante la atónita mirada de todos los capitanes que se habían

acercado a ver que sucedía ahora que el combate había terminado.

Un pensamiento cruzó su mente “llora hoy... llora, mañana será otro día”.

Los capitanes dieron orden de retirada a los soldados. Solo Deirdre, Roderic,

que no podía quitar la vista de la extraña pareja, y el ahora cuerpo sin vida de

Vulgo permanecieron allí un tiempo más.

166
Capítulo 24

Talabert salió de una especie de letargo. Se sentía abotargado, confuso.

¿Acaso se había dormido? Miró a su alrededor, seguía en su oficina, el extraño

teléfono antiguo se hallaba sobre la mesa, descolgado, pero... había alguien

más, una figura sentada frente a él, era un hombre de porte majestuoso,

profundas arrugas cruzaban su morena tez y enmarcaban unos ojos negros aún

más profundos y enigmáticos, sin duda era asiático, de rasgos mongoloides, y

por la cabeza rapada y la túnica roja y azafrán que vestía, el presidente

rápidamente imaginó que sería un monje de origen tibetano o nepalí.


167
-De hecho nací en Tíbet. Comentó el hombre como contestando a su duda.

-¿quién... quién eres, como has entrado en mi oficina.. o donde quiera que

esté?

-Veo que es consciente de que ya no se encuentra en su oficina.. es más, se

encuentra tumbado en una cama del hospital del edificio de La Compañía,

aunque creo que eso ya lo sabe, ahora nos hallamos ,¿como decirlo?, dentro

de su cabeza, esto es una representación de usted mismo, y el hecho de que sea

precisamente su oficina y no otro sitio el lugar en el que nos movemos dice

mucho de usted... de su forma de vida.

-¿quién es?, ¿que es lo que quiere?

-Necesito un favor de usted, un favor que sin duda no le costará demasiado, a

cambio yo le daré información.

-Información... ¿Que clase de información podría querer yo de usted?.

-Una que sin duda le cambiará, Señor Talabert. Lo que necesito de usted es lo

siguiente, el primer combate de la liga mundial debe ser entre el imperio de

Japón y la República castellana, tiene la excusa perfecta, puede decir que es

como castigo por las amenazas sufridas por usted de parte del vicepresidente

Alcatraz. Un castigo ejemplar, enfrentar a su cada vez más poderoso ejército

contra los actuales campeones que sin duda los derrotarán en el campo de

batalla.

Talabert pensó que no podía hacer nada de lo que el enigmático hombre le

pedía en la situación que se encontraba.

-No se preocupe por eso, dentro de un par de días usted saldrá del coma, y
168
podrá arreglarlo todo.

-¿como puede usted saber todo eso?...no...

Talabert estaba entre sorprendido y confundido.

Lama Dagsay sonrió.

-No es importante, la información que tengo que darle es la siguiente, una

semana después de que despierte de su coma, tendrá una recaída y morirá,

tiene esa semana para arreglar todo lo que tenga pendiente, tendrá todas sus

facultades y salud para hacerlo, espero que vea esto como un raro regalo que

la mayoría de la gente no tiene, poder irse en paz.

Talabert se quedó pensativo, la idea de su muerte no le asustaba, es más, se

sentía reconfortado por las palabras de aquel enigmático personaje que estaba

sentado frente a él. “Arreglar las cosas”. Para la mayoría de los asuntos que

tendría que intentar solucionar ya era demasiado tarde. Pensó en su familia y

amigos, nada de eso existía ahora, quizás despedirse de la gente que había

permanecido cerca de él los últimos años... y el asunto de la sucesión. ¿A

quien dejaría el timón de ese barco que se había empeñado en capitanear solo?

Ahora parecía que no tenía importancia absolutamente nada, La Compañía, el

poder, la traición... Nada.

-Tendrá una semana para poner en orden su vida, prepararse para morir es

algo a lo que los occidentales no dais demasiada importancia, pero que es

sumamente beneficioso.

El teléfono antiguo comenzó a sonar.

-Creo que es para usted- Comentó Lama Dagsay sonriendo.


169
Talabert cogió el auricular y escucho:

-Doctor, doctor, parece que ha habido un cambio, el presidente está moviendo

las manos y parece que dice algo.

La voz era de un joven que Talabert no reconocía.

-Señor presidente, Señor presidente, ¿me oye?, ¿puede oírme?..

Con dificultad Talabert abrió los ojos, tenía enfrente a sí a dos figuras, un

doctor del hospital del edificio de La Compañía y a un joven enfermero,

ambos le miraban fijamente.

-¿donde estoy?, ¿que me ha pasado?.

-Ha sufrido un aneurisma, Señor presidente, ha estado en coma durante varios

días- Contestó el doctor.

-No... No recuerdo nada.

Sentía como si le hubiesen golpeado la cabeza con una barra de hierro.

-Tranquilícese Señor presidente, acaba de salir de una situación crítica, así que

le conviene descansar.

-¿donde está mi secretaria?

-Ya la hemos llamado, no se preocupe,¿como se encuentra?, ¿le duele algo?

-Me duele mucho la cabeza.

Talabert intentó levantarse, pero el dolor de cabeza aumentó.

-No, no, no, recuéstese por favor, aún se encuentra en observación, podría

recaer, Señor presidente, debe tranquilizarse.

-Yo... tengo trabajo que hacer.


170
-No se preocupe ahora por eso, le administraré un calmante que le ayudará con

su dolor de cabeza y podrá dormir un poco.

El Doctor le administró un potente analgésico a través de la sonda y el

presidente comenzó a quedarse dormido, estaba agotado.

-tengo que...tengo que....

171
Capítulo 25

Alcatraz miró al techo del apartamento que tenía cerca de la Gran vía de

Madrid, era el lugar donde solía verse con sus amiguitas, fuera de las miradas

indiscretas del barrio residencial donde vivía con su mujer.

Pero ahora estaba allí por un motivo muy distinto, estaba escondido.

Desde que sus sospechas acerca del presidente y su sistema de seguridad se

habían confirmado, su antigua “camarilla de traidores” habían hecho piña en

su contra, le habían dejado de lado y no dudaba que lo apuñalarían por la

espalda en cuanto Talabert abriese los ojos.

Todo comenzó en el momento en que interceptaron a Jano, el ingeniero que

había realizado el trabajito para ese bastardo del presidente, al principio no

quería hablar, así que los hombres de Alcatraz utilizaron métodos muy

eficaces para sacarle la información, al final cantó, vaya si lo hizo, a toda prisa
172
les contó todo lo que querían saber sobre el nuevo sistema de seguridad de La

Compañía, cuando les contó que el sistema no se podía desconectar sin

accionar la defensa, los hombres de Alcatraz se esforzaron aún más en obtener

una solución satisfactoria a las demandas de su jefe... quizás demasiado, el tal

Jano no sobrevivió al interrogatorio.

Desde ese momento sus propios camaradas lo comenzaron a tratar como a un

perro, abandonándole a su suerte y conspirando contra él,sin duda sería el

chivo expiatorio en todo este asunto, por lo que antes de volver a la celda en el

edificio central de La Compañía, prefirió salir corriendo y ocultarse en un

lugar seguro.

Estaba convencido que nadie sabía de este escondite en el centro de Madrid.

Intentaría aguantar allí hasta que pasase el temporal.

De repente escucho las sirenas de un coche de policía frente a su casa, el

corazón se le encogió y comenzó a sudar, no podía ser, nadie conocía ese

lugar, y siempre había dado un nombre falso a las señoritas a las que había

reclamado sus servicios en ese lugar, quizás alguna le había reconocido y

había hablado.

Se asomó por la ventana y el coche pasó de largo, probablemente se dirigía a

la comisaría de la calle Luna, que se encontraba a unos cien metros de su

apartamento.

Se dejó caer pesadamente sobre el sofá de diseño que tenía bajo la ventana y

respiró.

-Necesito entretenerme.
173
Encendió la televisión, en el canal de combate, donde se seguían paso a paso

las últimas batallas y las clasificaciones de todo el mundo.

La presentadora estaba comentando la “accidentada” victoria del ejército de la

república comunera, y de como las únicas bajas que tuvieron fueron causadas

por los propios soldados que durante la contienda empezaron a atacarse unos a

otros. En las imágenes se veía como uno de los soldados atacaba a una chica

pelirroja que era voluntaria en el cuerpo de carne de cañón.

-¿que demonios?, al menos los chicos ganaron a esos inútiles de los

centroeuropeos.

El aún vicepresidente bebió un trago de la cerveza fría que tenía sobre la mesa,

se recostó y empezó a recapitular, debería llamar al presidente para poner los

puntos sobre las ies.

Aunque se encontrase escondido, no podía permitir que ese pusilánime de

Botero se pensase que podría estar al cargo, no mientras siguiese vivo. Tendría

que pedir la protección de la república, aunque eso apenas significaba nada. El

poder real estaba en manos de La Compañía. Quizás se podría arrastrar y pedir

perdón frente a Talabert y el consejo, no se le daba muy bien, pero más valía

tarde que nunca, tendría que pensarlo.

El timbre de la puerta lo sacó de sus planes para el futuro más inmediato. Sin

duda era la pizza que había pedido. Se levantó del sofá y se dirigió al

vestíbulo, tenía hambre y sólo esperaba que su cena estuviese caliente.

-¿Quién?

-¿han pedido una pizza cuatro quesos?


174
-Si, si...Espera.

Alcatraz observó por la mirilla al joven que traía la comida, y tras cerciorarse

de que realmente era un repartidor abrió los cuatro cerrojos que tenía en su

puerta blindada. Pero al abrirse esta lo que se encontró fue algo muy distinto.

Junto al joven aparecieron varios agentes de La Compañía, los mismos

armarios que habían escoltado días antes a Talabert de vuelta hacia su oficina.

-Vicepresidente, el Señor Talabert quiere verle.

No sabía como le habían encontrado, estaba claro que ese lugar no era tan

seguro como pensaba, había subestimado a Talabert.

-¿puedo coger algunas cosas?, tengo que apagar la televisión.

Estaba dispuesto a saltar por la ventana si era necesario, tenía que escapar.

-No es necesario, nosotros nos encargamos- Dijo uno de los hombres

agarrándole fuertemente del brazo.

Alcatraz comenzó a agitarse intentando soltarse de la inmensa mano que le

atenazaba, cuando otro de los hombres le agarró fuertemente por el otro brazo

y lo levantó a un palmo del suelo, produciéndole un fuerte dolor en el hombro.

-¡AAAAH!, ¡soltadme bestias, no sabéis quién soy yo!,¡soltadme!,¡ socorro!

Siguió gritando y pataleando mientras lo metían en el ascensor, lo bajaban y lo

sacaban del portal, allí les esperaba un todo terreno con el motor en marcha.

Los hombres de La Compañía metieron al vicepresidente en los asientos de

atrás y se perdieron por las transitadas calles del centro de Madrid. Alcatraz

seguía golpeando y pataleando a sus captores, cuando un pinchazo en el brazo

hizo que se calmara. Empezó a sentir mucho sueño, dejó de moverse y miró
175
por la ventana del coche, ahí estaba, el centenario anuncio de neón de una

antiquísima marca de refrescos ahora expuesta sobre un nuevo edificio en la

plaza de callao como una auténtica reliquia parpadeante, que fue

difuminándose mientras Alcatraz cerraba los ojos, schweppes....

176
Capítulo 26

Osamu se encontraba corriendo por los pasillos de la residencia del gran Gundari.

El nuevo emperador había aparecido repentinamente con cara de pocos amigos y

quería hablar con su maestro de inmediato, era una orden imperial.

Entró en la sala de meditación, allí no estaba. Varios de sus alumnos que se

encontraban en plena concentración levantaron la mirada al ver entrar

precipitadamente al fiel sirviente.

Salió de allí con celeridad.

-debe estar en la sala de entrenamiento.

Se dirigió al gimnasio pero estaba vacío, el tatami, las armas.. todo en su sitio, y ni

rastro del héroe.


177
Llamó por el interfono de la pared a la habitación del servicio.

-Soy Osamu, ¿habéis visto al maestro por algún sitio?, ¡es de vital importancia que

lo encontremos!

-si... lo acabamos de ver en la cocina.

“¿en la cocina?”- Osamu estaba perplejo, no sabía ni que su maestro supiese

donde estaba la cocina, él siempre se encargaba de suministrarle todo lo que le

hiciese falta.

Corrió hasta la cocina, y cuando entró no podía creer lo que veía, El gran Gundari

estaba frente a una de las cámaras frigoríficas... comiendo chocolate.

-Ya casi no me acordaba como sabía esto- Dijo con la boca llena y una expresión

bobalicona de felicidad en la cara.

Osamu se tiró al suelo, y con la mirada fija en las baldosas exclamo:

-¡Maestro, el emperador está aquí, y quiere verle de inmediato, además no parece

muy contento!

Gundari sonrió aun más al tiempo que negaba con la cabeza. Sabía que vendría.

Le había faltado tiempo desde la muerte de su abuela para ser nombrado gran

emperador del Japón, el dragón del país del sol naciente.

-Voy ahora mismo, Osamu, muchas gracias.

-¿preparo Té, maestro?

-no creo que vaya a hacer falta, el emperador se marchará enseguida.

-como deseéis maestro- La cara de Osamu aún miraba al suelo.

Gundari salió de la cocina con tranquilidad, sabía lo que iba a pasar, pero dio su

promesa de que intentaría convencer al chico, así que probaría una vez más, la
178
última, ahora el joven insolente del otro día era el emperador y el era el servidor

del emperador, acataría sus órdenes.

Llegó al vestíbulo y allí se encontraba, embutido en una ornamentada armadura de

samurai, con sus todas sus armas y con una impresionante comitiva de guerreros

igualmente ataviados como guardia personal. Un sirviente a su lado le sujetaba un

casco dorado.

Una vez frente al emperador Gundari se arrodilló y con la vista clavada en el suelo

le saludó solemnemente.

-Larga vida al emperador, mi señor. Quiero hacerle llegar mi más sentido pésame

por el fallecimiento de su...

-No he venido para eso- Le interrumpió el joven -puedes ahorrarte toda la

parafernalia. Sabes para que he venido, comandaré a nuestras tropas en nuestro

próximo combate y tú lucharas a mi lado.

-Mi señor, debéis recapacitar, debéis entender la realidad de la muerte, pensad en

vuestros padres, en su abuela, estáis tentando a...

-Es mi última palabra y la cumpliréis, sois vos quien debe recordar que yo soy

ahora al emperador y que tenéis un juramento de lealtad y obediencia hacia mi

persona.

-Se hará como digáis, majestad.

-El próximo combate será pronto, esta mañana he hablado con el mismísimo

presidente de La Compañía, el señor Talabert, que se ha puesto en contacto

conmigo para felicitarme por mi nuevo cargo y para darme el pésame por la

muerte de mi abuela. Se ha alegrado mucho cuando le he hecho llegar mi


179
intención de combatir, y me ha confirmado quien será nuestro próximo oponente,

un país Europeo, La república comunera de las dos castillas, un país emergente

con un ejército nada desdeñable y cada vez más fuerte, lo que nos proporcionará

un combate digno de admiración y unos muy suculentos beneficios económicos

para el país. También he puesto en conocimiento mi intención ante el gobierno, y

ninguno de los miembros del ministeriado a mostrado ninguna objeción ante mi

deseo de luchar, así pues la decisión está tomada, debéis estar preparado pues

pronto la gloria del Japón alcanzará nuevas cotas difícilmente imaginables por

cualquiera del resto de los países que existen en este planeta, y seré yo quien guíe

a nuestros hombres en esta labor divina.

-Yo... sirvo al emperador.

-Perfecto pues, prepara entonces a los soldados para el combate. Nos volveremos a

ver el día de la batalla.

-Majestad.

El emperador dio media vuelta y todo su séquito de escolta y sirvientes lo

siguieron fuera del vestíbulo. Gundari se levantó. No había podido hacer nada, ese

chico se creía un dios, pero incluso los dioses pueden morir.

Recordó los sueños que había estado teniendo el los cortos momentos en los que

conseguía conciliar el sueño, esa chica de pelo rojo y el hombre que atravesaba su

cuerpo con una espada. Gundari estaba seguro, moriría pronto y si eso ocurría, ya

no podría proteger al emperador. Sin duda era el Karma de toda la nación, un

enorme peso que ahora dejaba de recaer sobre sus hombros.

Se quedó pensativo. Ese ejército europeo, nunca habían luchado contra ellos, no
180
entendía como era posible que comenzase la ronda mundial contra ese país sin que

ni ellos ni los otros hubiesen terminado las rondas correspondientes en sus

respectivos continentes. Era algo muy inusual, de hecho era inédito, aunque

muchas cosas estaban cambiando últimamente y él no estaba muy acostumbrado a

los cambios.

“Nada permanece, todo cambia” se recordó a si mismo.

Osamu observaba al guerrero desde la puerta, el aire de preocupación y cansancio

de Gundari le inquietaron, con una expresión triste se acercó y le preguntó.

-Maestro. ¿Os...Os encontráis bien?, ¿puedo hacer algo por vos?

-Haz que convoquen a todos nuestros hombres en la sala de meditación dentro de

media hora, tenemos que hablarles, es importante que no se demoren.

-si maestro, ahora mismo, ¿necesitáis alguna otra cosa antes de que me retire para

reunir a vuestras tropas?

-No, Osamu... puedes marcharte.

Gundari observó como su fiel sirviente daba media vuelta y desaparecía de su

vista a gran velocidad. “Osamu”, pensó en el tiempo que había estado a su

servicio, en como siempre acataba sus órdenes sin dilación, sin un reproche, sin un

mal gesto, sin duda su sirviente lo admiraba, como otros tantos, pero sólo ahora

comenzó a darse cuenta que probablemente su fiel Osamu era lo más parecido a

un amigo que tenía, su única familia, el único que siempre estaba atento y

ocupándose de él. Y se lo había pagado con indiferencia y un trato seco, en

ocasiones hasta desagradablemente hostil.

181
-Mi buen Osamu... -susurró - Mi amigo...

182
Capítulo 27

Aún no había salido de su asombro con lo sucedido, los últimos hechos acaecidos

en el combate contra el ejército gótico de centroeuropa habían dejado tocado a

Roderic. Lo cierto es que nadie, ni siquiera Gabriel se habían acercado a él para

pedirle explicaciones por lo sucedido. Todos le veían derrotado, y en cierto modo

lo estaba, toda la autoridad comandando a sus hombres se veía ahora menoscabada

de un plumazo, ¿como podría ahora volver a dar una orden a un soldado?, nada les

impedía hacer lo que les viniese en gana una vez comenzada la batalla, y él no

podía hacer nada para impedírselo. En otro momento hubiese razonado de otra

manera, con miedo se domina a los hombres, pero el miedo a su figura no impidió

que aquel loco cargase como un poseso contra la chica, ni que su otro soldado

saltase tras de él blandiendo una espada, cosa que finalmente condujo a su muerte.

No, el miedo no podía gobernar el corazón de sus hombres, y él no conocía otro

camino, se dio cuenta de que no era un verdadero líder, y se percató de algo más,

ahora ni siquiera podía gobernarse a si mismo.


183
Sabía que tarde o temprano tendría que ir a hablar con la chica, esa tal Deirdre,

que ahora, además, pertenecía a su batallón de infantería. Se preguntaba como

estaría ella.

Por lo poco que había deducido, el chico a quién el atravesó el pecho debía de ser

su pareja, pero ¿que significaba eso?, ¿que ella había arriesgado su propia vida

enrolándose por la vía más peligrosa solo para encontrarse con su amante?, ¿por

amor?, desde luego parecía ridículo, si el amor entre ellos era tan fuerte, ese joven

nunca hubiese accedido a separase de ella, aunque quizás la chica no lo entendía

así.

-Mujeres...

Sonrió pensando que realmente no sabía nada sobre ellas, siempre creció rodeado

de chicos en un centro de acogida para huérfanos del estado , nunca conoció a su

madre, y las únicas figuras femeninas con las que tenía trato eran las prostitutas

que el gobierno suministraba regularmente a los combatientes. Un soldado no se

podía permitir el lujo de tener una familia, no podían tener apego por nada ni por

nadie.

-¿Roderic?

El capitán miró hacia la puerta de su dormitorio y vio al general cuadrado, con una

expresión seria. Se puso rápidamente en pié.

-Lo siento general, tengo que hacer el informe de la última batalla, pero antes

permítame que recabe información para poder entender mejor los hechos.

-No, eso no tiene importancia ahora. Me han llegado noticias desde arriba, y me

temo que no son del todo buenas, algo se ha torcido, intuyo que tiene que ver con
184
política.

“¿que más puede pasar esta vez?” Pensó Roderic, y por la cara del general parecía

que nada bueno.

He reunido a todos los capitanes arriba, en mi despacho, cuando lleguemos os

contaré todo.

Salieron de la zona donde se encontraban los dormitorios de los oficiales, a

medida que avanzaban Roderic iba mirando las paredes pintadas de un color

amarillo ocre que con el tiempo se habían tornado casi marrones.. había pasado

por esos pasillos miles de veces, y solo ahora le parecían diferentes, como

extraños, casi hostiles.

Se acercaron a la estancia central del centro, y subieron las escaleras que

conducían a la zona de las oficinas, Todas las negociaciones, papeleo, y tratos se

cerraban en esas estancias.

-pasa por favor.

El general cuadrado abrió la puerta y le hizo una seña con el brazo. Roderic entró

en la enorme oficina. Dentro se encontraban todos sus compañeros, con una

expresión nerviosa en la cara.

-Bien, ¿que es lo que sucede general?

-Ha habido cambios, cambios que nos atañen de manera directa. Hemos recibido

la noticia de que no continuaremos con la ronda europea. El siguiente combate lo

tendremos con un ejército asiático.

-Japón- dijo Roderic en voz baja

-¿como lo has sabido?-contestó el general extrañado.


185
-por su cara… es la peor noticia que podrían darnos, así que debía de ser Japón.

Los capitanes comenzaron a murmurar entre ellos.

Gabriel se levantó de la mesa sobre la que se encontraba.

-No podemos ganar contra Japón, es un suicidio, no estamos preparados para

enfrentarnos a ellos en la primera tanda de combates, aún no han tenido ni una

sola contienda. ¿De quién ha sido la idea?, ¿es que quieren acabar con nosotros?

-me temo que por ahí van los tiros, Gabriel- El general parecía realmente

preocupado.

-creo que es una especie de castigo político a nuestros dirigentes. Quieren darles

un escarmiento y nosotros somos el medio para ello.

-Pero un combate de esas características acabará con todos nosotros, estamos

hablando del mejor, y con diferencia, ejército del mundo. Es cierto que nosotros

hemos mejorado, pero no para aguantar a un Japón fresco en un primer combate,

por no hablar de la inyección de puntos de que disponen si el emperador

finalmente lidera sus tropas. Será un combate realmente desigual, y lo peor es que

al tratarse de una batalla a nivel mundial contra el actual campeón, probablemente

no accedan a una rendición pactada, habrá que luchar hasta el final. La única

opción que nos queda es la de mandar un pequeño grupo de combatientes y

canjear el mínimo de puntos permitidos para no perder efectivos, aunque es la

salida más cobarde.

-¿el mínimo de puntos permitidos? En un combate de estas características eso

incluye a casi el ochenta por ciento de nuestro ejército, y eso otorgando a los

soldados rango de oficiales- prosiguió el general -además nosotros también


186
tendremos un extra de puntos, lo cual nos obliga a movilizar a todo nuestro

ejército, e incluso tendremos que reclutar a nuevos soldados sin que pasen por las

pruebas de acceso.

-¿extra de puntos?

-Si... en nuestro caso será el vicepresidente Alcatraz quién se incorporará a

nuestras filas, aunque no tengo muy claro que sea voluntariamente.

Todos estaban sorprendidos. El vicepresidente no era el tipo de persona que

arriesgaría su pellejo por la patria ni por nada.

-En ese caso tendremos mucho trabajo que hacer hasta que comience el combate.

Las palabras de Roderic, aunque invitaban al optimismo, no fueron pronunciadas

con demasiado entusiasmo.

-Vamos chicos, sois los capitanes de este ejército, no podéis veniros abajo,

confiemos en que el trabajo y la preparación de los últimos años sirva de algo.

Tenemos algo que ellos no tienen. No estamos confiados.

-Pero ellos tienen a Gundari...-En cuanto Gabriel pronunció el nombre del héroe

japonés, el silencio se adueñó de la estancia. Su sola presencia helaría el valor de

todos los soldados aún cuando el combate no hubiese comenzado, incluidos

algunos de los capitanes.

-No se preocupe general, somos soldados, y si hemos de morir en el combate, así

será, no tenemos miedo, no defraudaremos a la república, lucharemos con el honor

que nos ha caracterizado, y esta vez no habrá ninguna sorpresa.

Todos los hombres recordaron los extraños acontecimientos de la última


187
confrontación y miraron a Roderic al unísono. El capitán les devolvió la mirada a

cada uno de ellos y pronunció una frase, que por un momento deshizo la escarcha

que se encontraba alojada en su corazón desde el último combate.

-Esta vez no...

188
Capítulo 28

-Pienso que he sido muy magnánimo con ese individuo.

Talabert paseaba de un lado a otro de su despacho. Frente a él su secretaria, Indira,

escuchaba atentamente.

-Al menos le he dado una oportunidad de vivir, ya es más de lo que ellos me

concedieron a mí.

Desde que salió del hospital su salud era más delicada, aunque se encontraba bien.

Sin embargo intuía que no le quedaba mucho tiempo de vida.

Cuando despertó en la habitación de cuidados intensivos apenas recordaba nada,

pero tenía dos ideas claras en su cabeza, cual sería el castigo para Alcatraz y de

paso dar una lección a sus amigos insurrectos y la otra era que ya no le quedaba

mucho tiempo. No podía explicar por qué, pero el caso es que lo sabía.

-Me gusta mucho el reloj, señor presidente, es un detalle precioso, a mi hijo va a


189
encantarle.

Indira miró la caja de madera labrada que contenía un valioso reloj de oro.

Talabert había decidido tener una atención con el hijo mayor de su secretaria, que

acababa de licenciarse como matemático en una prestigiosa universidad de

Bruselas y de paso deshacerse de su juguetito, ahora inutilizado. Ya había

conseguido lo que quería con sus enemigos. Los volvía a tener comiendo de la

mano.

-No es nada, ahora lo que hacen falta son mentes brillantes como la de su hijo, son

los únicos que podrán seguir manteniendo este frágil equilibrio en el futuro.

-Con su permiso me retiro a mi puesto.

-por supuesto, no la entretengo más con mis historias.

Talabert estaba sólo, así que no tenía a nadie más que su secretaria para

desahogarse y contarle las cosas que le pasaban por la cabeza. Ella nunca opinaba,

se mantenía de pié, escuchando en silencio.

El presidente se sentó en su mesa, una enorme y lujosísima mesa de caoba. Pasó la

mano por su superficie y se detuvo. De repente una imagen cruzó su mente. Un

teléfono antiguo, precioso, digno de un coleccionista como él, de madera con

incrustaciones de nácar. No recordaba donde lo había visto, pero la imagen de ese

teléfono sobre la mesa de su despacho era ahora muy nítida.

Decidió buscar por Internet, como poseedor de una buena colección de teléfonos

antiguos, sabía donde buscar. Casas de subastas y anticuarios especializados que

se anunciaban en la red eran el lugar idóneo donde encontrar una joya como esa.
190
Después de varias hora buscando no encontró nada reseñable. Recordó que en

algún lugar de la librería de su despacho guardaba una enciclopedia antigua

ilustrada con fotografías que poseía muchas referencias de teléfonos antiguos

raros. Se acercó a las estanterías. Hacía mucho tiempo que no tocaba esos libros,

de hecho apenas recordaba haber leído una decena de ellos, la labor de su enorme

librería era meramente ornamental.

Finalmente halló el grueso volumen. “Enciclopedia ilustrada de teléfonos de

colección”, era un libro editado en el año 2012, de tapa dura y en el que cada hoja

estaba dedicada a un modelo de teléfono, con sus especificaciones, fecha y lugar

de fabricación y otros datos específicos.

Comenzó a pasar las páginas del libro. De existir, estaría al principio, lugar

reservado para los teléfonos más antiguos. Finalmente encontró un modelo muy

similar al que buscaba, era un teléfono fabricado por La Compañía nacional de

teléfonos de Estados Unidos, en Nueva York. Era un modelo especial

“Diplomatic” realizado en maderas nobles y que en ocasiones llevaba

incrustaciones de metales preciosos o piedras. Era un modelo exclusivo que el

gobierno de los Estados unidos regalaba en las ocasiones especiales a los

mandatarios de otros países. Se comentaba además que uno de los modelos más

hermosos que se había construido, fue un teléfono realizado en ébano y nácar y

que fue un regalo del presidente Roosevelt al XIV Dalai Lama, cuando este aún

era un niño.

Súbitamente la imagen de un monje budista frente a él, en ese mismo despacho, le


191
hizo recordar otra cosa que confirmaba sus sospechas. “una semana… para

arreglar las cosas”

No recordaba cómo ni cuando tuvo esa conversación con ese extraño monje, pero

ahora estaba seguro de una cosa, tenía muy poco tiempo y muchas cosas que

hacer.

Pulsó el intercomunicador:

-¿Indira?

-¿si, señor Presidente?

-Necesito que te pongas en contacto con todos los representantes, he de verles a

todos sin excepción mañana a primera hora en mi despacho, es de máxima

importancia, no puede haber excusas.

-Ahora mismo, señor Presidente.

Ahora Talabert tenía que pensar que iba a decirles, tendrían que aprender a seguir

adelante sin su persona. Se preguntaba como lo harían, y si lo conseguirían, la

experiencia le había enseñado que no tendrían reparo alguno en sacarse las tripas

los unos a los otros por una cuota mayor de poder, por pequeña que esta fuera.

No tenía a nadie en mente para su sucesión, y desde la muerte de Alexande,

tampoco lo había deseado, no podía fiarse de nadie, aunque ya no importaba, antes

de que pasase mucho tiempo, su cuerpo yacería sin consciencia con tan poco valor

como el que tiene un leño seco sobre el suelo.

-Que lo decidan ellos, que sean ellos los que tomen la decisión de quién será el

nuevo capitán del barco.


192
193
Capítulo 29

Observó a los capitanes bajar por las escaleras, cuando su mirada se cruzó con la

de Roderic. Sabía que había llegado el momento de ajustar cuentas.

El capitán la hizo una seña para que le siguiera. Se dirigieron hacia el comedor de

oficiales que ahora se encontraba vacío.

-¿y bien?

Deirdre no sabía como comenzar a dar explicaciones.

-¿me vas a explicar que coño pasó en el campo el otro día?

-Como ya habrás supuesto- comenzó a decir Deirdre con firmeza -el chico a quien

mataste era mi novio, me enrolé para poder estar con él. Del otro chiflado no se

nada de nada, solo que se me tiró encima como un loco y poco faltó para que me

enviase al otro barrio.


194
Las palabras y expresiones de la chica estaban totalmente carentes de cualquier

atisbo de sentimiento.

-Voy a proponer tu expulsión, tu estado de ánimo puede perjudicarnos en el

futuro.

-¡¿que!?- la cara de Deirdre se tornó roja- ¡¿no hablaras en serio, no?!, ¡mi estado

de ánimo esta perfectamente, me da igual si esos dos inútiles perdieron la vida el

otro día en el combate!, no estaban preparados.

-Duras palabras para una chica que perdió a su pareja en ese combate, ¿inútiles?,

¿no se supone que arriesgaste tu vida para estar con él?, ¿pretendes que me crea

que te da igual?

-Puedes pensar lo que quieras, me he ganado mi derecho a estar aquí y no podéis

arrebatármelo.

Deirdre miró al capitán, y después de un segundo exclamo:

-¿acaso no tendrás miedo de que intente vengarme de ti, verdad?

Lo cierto es que esa idea no se le había cruzado a Roderic por la cabeza en ningún

momento, pero viendo que la chica parecía estar perdiendo los papeles empezó a

verlo como una opción a tener en cuenta.

-Tú no estás bien, y tu presencia entre mis muchachos recordará permanentemente

la falta de disciplina de la última batalla y menoscabará mi autoridad como

mando. No puedes quedarte aquí.

La expresión y la voz de Deirdre cambiaron de repente, empezó a hablar más

suavemente, suplicante.

-Por favor capitán, dame una oportunidad, no te decepcionaré, ya viste como


195
acabé con aquellos tipos del ejército contrario, soy una buena luchadora... te lo

demostraré en cuanto quieras, por favor.

Definitivamente el shock había hecho que aquella chica se volviese loca de

remate, aunque en una cosa tenía razón, la pericia demostrada durante el combate

era algo a destacar.

-Lo pensaré, pero si vuelves a estar a mi mando será como carga en la vanguardia,

tu labor sería abrir paso, sin ningún tipo de cobertura por parte de tus compañeros.

-Gracias, gracias, capitán- Deirdre se puso de rodillas frente a Roderic y le cogió

de las manos.

Con un movimiento Roderic se apartó de ella bruscamente, haciéndola caer a un

lado. Abandonó la estancia sin estar seguro de haber tomado la decisión adecuada.

Desde el suelo, Deirdre observó al capitán mientras se marchaba. Esbozó una leve

sonrisa y pensó para sus adentro: “ya no necesito a nadie, Vulgo a muerto, ya no

tengo que preocuparme más de él, al fin estamos donde queríamos, querida”.

Se levantó del suelo y salió del comedor, ahora descansaría hasta el próximo

combate, ya no tenía ninguna angustia, el miedo había desaparecido, y una sed de

sangre la había sustituido. Recordó esos minutos de lucha durante el último

combate, y un gozo extasiante se apoderó de ella, había descubierto algo que la

llenaba más que cualquier otra cosa que hubiese hecho en toda su vida, ahora era

fuerte, ya no sufría y disfrutaba de un vastísimo poder, inagotable y plenamente a

su servicio y pronto no habría nadie sobre la tierra que no la temiese. A partir de

ahora su nombre sería sinónimo de miedo para cualquier combatiente que tuviese
196
la mala fortuna de tener que enfrentarse a ella....y esa idea la satisfacía, mucho.

197
Capítulo 30

Después del baño ritual, Safira se dirigió a la sala de oraciones, estaba más que

decidida a seguir adelante con su plan. Ese estúpido santón de Birendra había

intentado por todos los medios hacerla entrar en razón durante mucho tiempo sin

conseguir nada y lo mejor era que durante esas entrevistas se había enamorado de

ella. ¿No era gracioso?, su principal meta no era otra que la de que abandonase a

sus hermanos Thug, y poco a poco fue él quién cayó en sus redes.

Se acercó a la enorme estatua de Maha Kali y se postró ante ella. Hoy iba a hacer

el sacrificio más preciado que ningún Thag podría hacerle a su diosa, iba a

inmolarse, con la esperanza de ser recompensada tras su muerte y en su camino se

llevaría a su enamorado.

El asceta, seguidor de las doctrinas del Buda, vivía para las buenas acciones.

Cuando se enteró de que en su mismo barrio de la ciudad de Bengal uru vivía una
198
joven que se rumoreaba era miembro de los Thug, emprendió una cruzada para

sacarla del camino que cargaría su karma con pesadas losas, imposibles de

remover en eones.

A Safira le hacía gracia, y sólo por eso no acabó con su miserable vida en un

primer momento. Era un joven muy atractivo, a pesar de su aspecto descuidado y

su indumentaria andrajosa, pero que no entendía el auténtico poder que la diosa

Kali era capaz de ejercer sobre aquellos que la adoraban.

Durante siglos, sus hermanos habían estado sacrificando, estrangulándolas con sus

propias manos, a sus víctimas, para evitar que la venida de la diosa se produjese

en un momento poco propicio, ya que con cada asesinato retrasaban la aparición

de Kali en la tierra, pero ahora las cosas habían cambiado.

Llevaba muchos días recibiendo mensajes de la diosa mientras soñaba, le exigía

hacer un último esfuerzo a cambio del más deseado de los regalos, el más supremo

de los honores, ella sería la elegida para encarnar a Maha Kali durante su próxima

vida, sería el vehículo para que la señora de la destrucción regresase a la tierra y

comenzase así, por fin, su reinado durante miles de años. El sacrificio de Birendra

sería un extra que sin duda sería bien recibido.

Safira sabía que las fuerzas de ocupación de la Reina Victoria no tardarían en

acabar con todos sus hermanos. Esta época no era la mejor, así que tendrían que

esperar a que la situación fuese más auspiciosa, quizás lejos de esta tierra, para

recibir la venida de la Diosa.

Miró fijamente el rostro iracundo de la estatua que tenía frente a sí.

-No serás defraudada.


199
Se levantó y salió del templo, una pareja de soldados ingleses la observó, pero en

pocos segundos perdieron el interés por ella. El culto a Kali estaba permitido,

aunque los británicos mantenían el cerco a los Thug de manera cada vez más

asfixiante. Eran muchos los delincuentes que ahora se hacían pasar por miembros

de la secta exclusivamente con ánimo de lucro, incluso muchos de ellos ni siquiera

eran adoradores de Kali, sino musulmanes intentando aprovecharse de la fama

adquirida por sus hermanos. Debido a este aumento de crímenes las autoridades

habían dado la voz de alarma y decretado el “asunto Thug” como de máxima

prioridad.

Aún así la gente no solía hablar con las autoridades por miedo a represalias, lo que

hacía su vida mucho más fácil.

Al llegar a la puerta de su hogar se encontró con Birendra, que se levantó del suelo

rápidamente al verla.

-Namasté.

El joven monje juntó las palmas de sus manos y se inclinó hacia adelante.

-Namasté- Contestó ella con una sonrisa.

-Te estaba esperando, yo...

Safira lo silenció con un beso en los labios que hizo que el monje dejase caer el

cuenco de mendicante que llevaba en la mano.

-Y yo esperaba encontrarte aquí- contestó ella.

Los dos jóvenes se miraron a los ojos y se fundieron en otro apasionado beso.

Entraron en la casa y ella le indicó con un gesto que se sentase.

-Ahora vuelvo- Susurró mientras abandonaba la estancia.


200
Volvió al cabo de un momento con dos copas, ofreciéndole una a su amado.

-No bebo alcohol- dijo él apartando la copa con la mano.

-¿no vas a celebrar conmigo que hoy abandonaré a mis hermanos?

Birendra no daba crédito a lo que oía.

-¿estas...segura? Es una muy buena noticia, la mejor.

-He recapacitado, y creo que estoy haciendo lo correcto... aunque no podré hacerlo

sin ti, quiero que estemos juntos en esto.

-Claro, claro, estoy dispuesto a seguir contigo, por tí renunciaría a todo.

Safira sonrió y preguntó escéptica:

-¿también a tus votos?- y volvió a acercarle la copa a las manos.

-Te daré lo que me pidas- El joven cogió el recipiente y bebió su contenido de un

trago, acto seguido se besaron y ella comenzó a quitarle la ropa.

-Te tomo la palabra, no será esto lo último que te pida, ahora...consagremos

nuestro amor-dijo mirándole a los ojos.

La pareja consumó su unión en un acto casi místico, cada vez más frenético, sin

control mientras la droga que Safira había vertido en las copas hacía su efecto.

hicieron el amor sin descanso, como dos animales en celo, hasta que finalmente

se les nublaron los sentidos y ambos acabaron muertos sobre el suelo, tal y como

la diosa había requerido, sin que ni una gota de sangre se derramase de sus

cuerpos y se echase a perder.

201
Capítulo 31

-¡¿A finales de esta semana?!

El presidente Botero no podía creer lo que estaba oyendo. El menudo personaje se

hallaba en el centro del despacho del presidente de La Compañía, flanqueado por

los representantes de los países que habían dado el intento de “golpe de estado”

contra la presidencia de Talabert.

-Pero, pero, ¡eso es imposible!, mis hombres acaban de salir de un combate y no

hemos tenido tiempo de recuperarnos, señor presidente, con todos mis respetos...

-La decisión está tomada- Le cortó Talabert- El combate será a finales de esta

semana, no se puede retrasar bajo ningún concepto.

Todos los representantes miraron al presidente de la república comunera con

expectación. Desde el encarcelamiento de Alcatraz, era él quien tenía que tratar


202
con los asuntos de La Compañía personalmente, y no paraban de caerle malas

noticias. Primero la notificación de que lucharían contra el actual campeón, luego

la obligación de incluir a su Vicepresidente como unidad de infantería... y ahora

esto.

Probablemente él tenía la culpa de todo lo que estaba sucediendo. Siempre había

estado bajo el yugo de ese miserable de Alcatraz, que sin duda era quién tomaba

las decisiones desde hacía unos años. Primero entró como asesor presidencial,

hasta que la enorme información “sensible” que pudo recabar de los principales

dirigentes de la nación hizo que escalase rápidamente en el escalafón político de la

república comunera, hasta llegar a vicepresidente. Con amenazas hacía y deshacía

a su antojo, y como él decía “No me hace falta ser presidente para gobernar aquí”.

El miedo a lo que Alcatraz podría contar sobre él y su falta de personalidad hizo

que nunca le plantase cara... hasta ahora, que tenía que recoger los frutos podridos

de la gestión de ese matón en los asuntos de La Compañía y teniendo en cuenta el

carácter del vicepresidente y su forma de actuar, Botero se asombraba de que aún

siguiese vivo.

En cualquier caso eran todas malas noticias, probablemente a finales de semana el

glorioso y cada vez más fuerte ejército de la República comunera de las dos

castillas sería borrado del mapa, y con él su desastroso mandato. Tendría suerte si

la población no lo linchaba.

-Nuestro ejército en cambio estará listo, señor presidente, y deseoso de medirse

con el poderoso ejército castellano, sin duda será todo un espectáculo, ganaremos

mucho dinero con este combate. Ha generado gran expectación.


203
-Gracias, Señor Kurosawa. Se la impaciencia de su país por este combate y las

ganas de su emperador por comandar sus tropas, lo que sin duda dice mucho de su

valentía.

Talabert saludó al representante japonés que le devolvió el saludo inclinando la

cabeza.

-Tengo otro asunto que tratar con ustedes. También antes de que acabe esta

semana deben de darme el nombre de quién será mi sucesor a la cabeza de La

Compañía.

Todos los presentes comenzaron a murmurar, apenas hacía unas semanas que le

invitaron a marcharse, lo que desencadenó en los últimos acontecimientos, y ahora

parecía tener mucha prisa por desaparecer y dejar su cargo. No entendían nada.

-¿Por qué tanta prisa, Señor presidente?

El que hablaba era el nuevo y joven representante de la federación centroeuropea,

que sustituía al anterior que falleció en esa misma sala durante la vuelta al poder

de Talabert. Su país era ahora, y tras la última derrota, un “país de segunda”.

-¿y tu eres?

Talabert no lo conocía, y se sorprendió de que alguien que comenzaba en su cargo

tuviese la osadía de preguntarle acerca de una orden suya.

-¡OH!, perdón señor presidente, aún no me he presentado, mi nombre es Rene

Stangl, Soy el nuevo representante de la federación centroeuropea para asuntos

con La Compañía. Como recordarán, mi antecesor, Marcel Schwarz murió de un

ataque al corazón.

-Muy bien, mi joven amigo, solo tengo que decirle que los motivos me los guardo
204
para mi, ¿le parece una buena respuesta?

-Claro, Señor presidente- contestó el joven agachando la mirada.

-Para designar a mi sucesor tendrá que haber consenso entre todos los países.

Ninguno de ustedes tendrá más voz que el resto, ¿entendido?, ya he hablado con el

resto de representantes y estarán de acuerdo en reunirse con los suyos, a pesar de...

su insurrección. No habrá represalias, no es momento para que comience una

guerra por el poder, han de llegar a un acuerdo, y por el bien de todos espero que

así sea. Pondré a su disposición a todos los asesores de La Compañía para que les

informen de la situación actual y de como debería de ser la personalidad del nuevo

presidente. Ahora, caballeros, con su permiso, he de seguir trabajando, si me

disculpan.

El presidente se acercó a la puerta e hizo una señal con la mano a sus invitados

para que abandonasen su despacho.

Uno tras otro fueron abandonando la estancia hasta que Talabert se quedó sólo. Se

sentó en su mesa y pulsó en intercomunicador.

-Indira, ¿puedes venir?

-Ahora mismo, Señor Presidente.

La secretaria entró con rapidez en el despacho.

-¿Señor Presidente?

-Si… ¿has realizado las gestiones que te pedí?

-Si, Señor Presidente. La reserva del hotel en Burgos a nombre de Señor Crowley,

la entrada en palco para el próximo combate y la transferencia del dinero de sus

cuentas a la lista de personas que me dio. Del hombre que me pidió que buscase
205
información, me temo que nada. La descripción que me dio corresponde a la de la

mayoría de los monjes budistas tibetanos de mediana edad que existen. ¿Quiere

que le pase el encargo a los detectives de La Compañía?, sin duda ellos son mucho

más eficientes que yo en estos casos?

-No, no... Está bien Indira, muchas gracias. Como ya sabrás dejo mi puesto.

Mañana salgo de viaje y no voy a volver. Solo quiero decirte que ha sido un placer

trabajar a tu lado todos estos años, sin duda la mejor persona que pudimos elegir,

de nuevo gracias por todo.

Indira se quedó muda, no sabía como reaccionar, estaba claro que esto era una

despedida y tenía algo que ver con su reciente enfermedad, aunque no era capaz de

entender la conexión. Indira se había pasado el día transfiriendo la mayoría del

dinero del Señor Talabert a asociaciones caritativas, de investigación médica y a

familiares lejanos. No había querido preguntar el por qué. Sin embargo ahora se

sentía muy en deuda con el presidente, ya que una de las transferencias y muy

cuantiosa, había sido ordenada a su propia cuenta corriente.

-Muchas gracias a usted, Señor Presidente- Indira rompió a llorar- es usted un

hombre muy bueno y todo el dinero que nos ha dado, no se como agradecérselo,

yo, yo... muchas gracias, ha sido un honor trabajar con usted.

Talabert sonrió mientras que Indira no podía dejar de llorar.

-Con ese dinero le aconsejo que deje de trabajar, esté con su familia que ese si es

el mayor tesoro que podrá disfrutar mientras viva.

Tras volver a dar las Gracias al presidente y aún llorando por la emoción, Indira

abandonó la estancia, dejando a Talabert solo con sus pensamientos.


206
Había hecho una reserva en el hotel más lujoso de Burgos, que se encontraba junto

al estadio Rodrigo Diaz de Vivar, pasaría lo que quedaba de semana y por ende de

vida allí, disfrutando del espectáculo y de unas tardías, aunque merecidísimas

vacaciones, las primeras y las últimas que disfrutaría en su vida como presidente.

Ahora ya había terminado, ya nada le quedaba por hacer y esa sensación tan

liberadora le pareció la más increíble que había sentido nunca, era como si por fin

hubiese podido deshacer un enrevesado y tenso nudo que hubiera tenido dentro

durante muchos años.

-He cortado mi nudo Gordiano- Dijo sonriendo -Finalmente no moriré en el

senado, sino en el circo.

207
Capítulo 32

Los acontecimientos se habían acelerado considerablemente, ahora tenían un par

de días para prepararse a combatir frente a los invencibles soldados japoneses. La

noticia había corrido como la pólvora y ahora todos los hombres estaban inquietos.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de los mandos, todos los combatientes

sabían lo que conllevaba enfrentarse al ejército del sol naciente, probablemente la

aniquilación total. Aún así se esforzaban por mantener el tipo, ellos eran guerreros,

no tenían miedo a morir.

Solo una combatiente no estaba en absoluto nerviosa. Deirdre sonreía pensando en

la batalla que les aguardaba, estaba ansiosa por bañarse en la sangre de sus

enemigos “Al fuego no le preocupa cuanta madera tiene que quemar”, esa sería su

máxima a partir de ahora.


208
Roderic sin embargo no las tenía todas consigo, estaba nervioso por todo lo que

había sucedido en los últimos días y para colmo notaba que su compañero Gabriel

estaba muy inquieto y rehuía su compañía. Algo le preocupaba y no era el

combate, nunca tuvo miedo a un reto como el que se les avecinaba. Últimamente

se pasaba las horas muertas en la capilla, mucho más de lo habitual, con el rosario

en las manos, rezando. Y faltaba a los entrenamientos, lo que era completamente

inusual en él. Desde que Roderic lo conocía, Gabriel siempre había disfrutado con

ese modo de vida, entrenando y luchando, no sabía hacer otra cosa que eso y lo

hacía a la perfección.

Por otro lado el gigante de rasgos árabes estaba decidido a tomar una decisión y

aunque sabía que no llegaba en el mejor momento, había sido largamente

meditada y no pensaba echarse atrás ahora. Sus contactos dentro del círculo

católico en el que se movía le habían puesto en conocimiento de la ilusión que

había causado en el santo padre la noticia de que el héroe castellano fuese a unirse

al ejército vaticano, apremiando a los conocidos del guerrero para que esa unión

con la fuerza armada de la santa sede se realizase con la mayor celeridad posible.

También sabía que su decisión dejaría muy tocado a su ejército actual, y en

especial a su compañero. Sin duda Roderic no lo entendería. Además estaba la

cuestión diplomática y política, si él se marchaba ahora, sería tachado de traidor a

la patria y de cobarde y las relaciones entre la república comunera y el vaticano

que tradicionalmente habían sido muy buenas se verían seriamente dañadas como

había sucedido con la federación de estados centroeuropeos. Sin embargo debía

servir a su Fe y a su Dios antes que a su país. Estaba decidido, desaparecería poco


209
antes del combate y viajaría a la santa península vaticana. Mientras pasaba las

cuentas de su rosario, pensaba en los beneficios que su acción reportaría. Estaba

convencido que la recompensa por ese enorme sacrificio sería igualmente

descomunal, y que contaría con el favor de Su santidad el Papa Juan Pablo III en

persona. No había otra cosa que pudiese desear más en esta vida, morir en el

nombre de la Santa Iglesia católica y ganarse así un puesto entre los Serafines,

frente al trono de Dios, observándolo en su beatitud absoluta por toda la eternidad.

El futuro combate que se avecinaba sin duda sería el fin de una larga cadena de

acontecimientos, y el principio de otra...

210
Capítulo 33

El día final había llegado, y una auténtica marea humana procedente de todos los

países se encontraba en la Megápolis de Burgos para asistir al evento más

esperado de los últimos años. El primer combate de la ronda mundial que,

inusualmente, enfrentaría al actual campeón con un aspirante europeo en la

primera ronda, el ejército de la república comunera, que había ido aumentando su

fama y que además peleaba en casa. Millones de personas habían invadido la

ciudad, incluidos miles de periodistas y reporteros de los más importantes medios

de comunicación que habían venido a cubrir este evento. El mundo entero se

paralizaría esa misma tarde al comenzar la batalla.

Ya en el estadio, Roderic pasaba revista a sus hombres, y esperaba reunirse con el

resto de capitanes en breve. Al terminar salió en busca de su compañero, pero la

segunda sección de infantería se encontraba descabezada. Los sargentos nerviosos


211
pasaban revista ellos mismos a los hombres.

-¿que sucede aquí?- Roderic no entendía nada.

-Mi capitán, nuestro capitán ha desaparecido, se ha ido- contestó uno de los

sargentos con voz titubeante.

-¿Como que se ha ido?, ¿a comer algo o...?

-No mi capitán, se ha marchado, ha desertado.

Roderic abrió los ojos como platos, y sin dar tiempo a su cabeza para asimilar esa

noticia salió escopetado en busca del general Cuadrado.

El general, con aire visiblemente inquieto se encontraba el la sala de estrategias

con el resto de capitanes de los distintos estandartes.

-Te estábamos esperando, más malas noticias.

-¡¿que coño es eso de que Gabriel ha desertado?!

-Debemos mantener la calma, Roderic, hemos recibido noticias de que Gabriel nos

ha abandonado y se ha unido al ejército Vaticano. Al parecer ayer por la noche

consiguió salir de las instalaciones y huir. Debía de llevar tiempo preparando esto,

¿no habías notado nada?

-Llevaba tiempo nervioso y se comportaba de manera extraña, pero no imaginé

que fuese esto... él no.

-Ninguno lo imaginábamos, ha sido una desagradable sorpresa para todos nosotros

y más hoy, que necesitaremos a todos los mandos posibles. Hemos recibido una

remesa de voluntarios que debido a las circunstancias especiales ingresarán

directamente en el estandarte de infantería para fortalecer la vanguardia del

ejército. Tendrás que ocuparte tú de las dos secciones, a no ser que desees
212
promocionar a uno de tus sargentos.

-Lo pensaré... ¿alguna otra novedad que termine de arreglar el día, mi general?

-Si... traen un elefante.

-¿Que?- Roderic empezaba a pensar si no estaría soñando.

-El emperador irá montado en un elefante, supongo que han pensado que irá más

seguro en un bicho de esos.

-Estupendo... si no hay nada más...

Roderic volvió con los hombres. Tendría que unir a los dos grupos de infantería

para que estuviesen bajo su mando.

Al entrar de nuevo en la zona de revista de infantería llamó a los sargentos de la

compañía de Gabriel, y les dio orden de unirse a sus hombres para pasar de nuevo

revista.

Una vez que tuvo por fin ante si a todos los soldados, no pudo evitar pensar que

probablemente estarían muertos al acabar el día.

-¡A ver!, ¡los que habéis llegado hoy, hacia adelante!

Un grupo de unos cincuenta jóvenes se adelantó.

-¡En cuanto recibáis la orden solo tendréis que cargar contra el enemigo y

conseguir que no os maten!, ¿de acuerdo?, no tenéis que saber nada más.

El grupo de jóvenes asintió, cuando una voz salió de entre los soldados, una voz

de mujer.

-¡Creía que ese sería mi cometido, Capitán!

Deirdre apareció de entre la multitud, completamente irreconocible. Estaba

desnuda y había embadurnado su cuerpo y su pelo con lo que parecía ser ceniza o
213
polvo de madera quemada. Tenía la mirada desquiciada y una inquietante sonrisa,

tanto que los compañeros que tenía al lado se apartaban con una mezcla de miedo

y sorpresa.

-¿que...que haces?

-Pensé que si me quitaba la ropa animaría a los hombres- contestó burlona.

Definitivamente tenía que estar soñando, estaba siendo el día más raro de toda su

vida. Roderic volvió a mirarla.

-No piensas llevar ninguna prenda de defensa, ¿verdad?

-No la necesitaré, Capitán, lo único que me hace falta es esto- Dijo levantando sus

armas, una espada corta y una maza de batalla que llevaba en las manos.

-Muy bien, ¿alguien más va por libre hoy?- preguntó a sus hombres mientras cogía

aire y se pasaba las manos por la cara. Hoy nada le podría sorprender ya.

-No te preocupes por mí, Capitán.- Continuó diciendo Deirdre- Te prometo que no

seremos nosotros los que serán derrotados hoy, relájate, va a ser divertido.

Acto seguido comenzó a reírse, de tal forma que tanto a soldados como a

sargentos se les pusieron los pelos de punta.

-Pareces muy segura, que dios o quien sea te oiga... ¡Soldados, fuera y a vuestros

puestos!

Los soldados de infantería comenzaron a salir al enorme campo de batalla. Desde

su posición se podían observar las gradas atestadas a través de una descomunal

bóveda de cristal. El estadio estaba ya lleno, y aún faltaban unas horas para el

combate. Una vez que los soldados estuvieron en su puesto, comenzaron a salir el
214
resto de estandartes. Primero arqueros, luego caballería y Doble-sueldos. Roderic

se preguntaba si esos mandobles no serían más útiles desde el principio en la

vanguardia.

-¡Muy bien!-Comenzó a decir el Héroe- ¡No sabemos si van a traer caballería,

aunque es probable que lo hagan, lo que si sabemos segura es que vienen con un

elefante y ninguno de los que vamos a luchar hoy aquí nos hemos enfrentado

nunca a una bestia de esas, por lo que la utilidad de las picas no está asegurada,

aun así, será conveniente que carguemos con ellas y que sólo las soltemos cuando

sea necesario. A medida que el enemigo vaya accediendo al recinto os daremos

más instrucciones, y como siempre que nadie haga nada sin que demos la orden!,

¿entendido?

Los soldados se relajaron. Aún tenía que entrar el ejército del enemigo, tenían

tiempo para relajarse antes del combate.

En cuanto terminó su arenga, dos policías de La Compañía aparecieron escoltando

a un soldado.

-Os traemos un regalito, Capitán.

Roderic se fijó en el rechoncho hombrecillo que se les acababa de unir. Su imagen

no podía ser más grotesca. Aparentemente ese hombre no habría realizado un

esfuerzo físico en su vida y caminaba con dificultad dentro de su cota de escamas.

Estaba armado con un hacha de guerra, que apenas podía levantar con soltura y

por lo que parecía, el peso del escudo había hecho que prefiriese no portarlo.

-Soy… soy el vicepresidente Alcatraz, capitán, supongo que asignarán una escolta
215
personal para proteger a mi eminente persona. Como podréis intuir mi presencia

aquí es puramente práctica. Estoy sacrificando mi integridad física para poder

otorgar una gran cantidad de valiosísimos puntos a nuestro glorioso ejército.

Roderic sonrió a su interlocutor.

-Probablemente ninguno sobrevivamos hoy. Mis órdenes son las de mandarte con

la vanguardia de las tropas para la primera embestida, parece que no sienten

demasiado apego por ti ahí arriba, amigo.

La cara de Alcatraz cambió por completo, volviéndose de un tono casi blanco, se

quedó paralizado por el miedo.

-Bienvenido a la guerra, señor vicepresidente- continuó diciendo Roderic con tono

sarcástico.

Mientras, desde un palco de lujo del estadio, un desapercibido Talabert, observaba

con atención los acontecimientos, serían sus últimas horas de vida, y esperaba que

el espectáculo mereciese la pena.

216
Capítulo 34

Japón siempre se había caracterizado por sus majestuosas puestas en escena, pero

en esta ocasión la ostentación que demostraba el país del sol naciente con sus

soldados era excesiva. Cotas doradas, cascos relucientes, armas enjoyadas.

Gundari observaba con atención. El emperador no paraba de dar órdenes a sus

capitanes, que iban de un lado para otro satisfaciendo hasta el más mínimo

capricho del joven malcriado.

-¡Que estén en formación perfecta!, no quiero que ninguno se adelante, y que

avancen al mismo paso que mi elefante, ¿entendido?

Arrogancia e inexperiencia, eso era lo que Gundari sacaba en claro de sus

mandatos. Había equipado a los hombres con unos equipos muy poco prácticos.

Los cascos de los arqueros, sin ir más lejos, entorpecían la visión, restándoles
217
angulo de tiro, Las hachas de batalla enjoyadas eran incomodísimas en el agarre, y

el metal utilizado para el filo, aunque brillante como un espejo, no era lo

suficientemente pesado como para ser efectivo como arma contundente, espadas

mal calibradas y cotas y armaduras con evidentes puntos débiles remataban el

“imperial equipo”.

-¡Gundari!, iréis conmigo en mi elefante, seréis mi guardia personal.

-Como deseéis, alteza, pero recordad que debería guiar a mis hombres frente al

ejército, al fin y al cabo soy el máximo capitán.

-¿Osáis llevarme la contraria?

-No, alteza... se hará como vos digáis.

“Perfecto” pensó el Héroe negando con la cabeza, ya que ahora las tropas de

vanguardia tendrían que avanzar sin mando y sin su principal inspiración, él

mismo.

El ejército comenzó a salir, con el elefante del emperador a la cabeza.

Rápidamente las tropas se alinearon y los capitanes empezaron a pasar revista,

como no mucho tiempo antes había hecho la República comunera.

Trasladaron al elefante a la retaguardia, de manera que el emperador pudiese

contemplar a todos sus soldados durante la batalla.

Sobre el paquidermo habían instalado una gran cesta con un toldo, de manera que

dos ocupantes podían ir cómodamente sentados en su interior.

El enorme animal se arrodilló y el emperador subió sin dificultad, engalanado con

una recargadísima armadura completa.

-Subid conmigo, Gundari, veremos el combate desde aquí.


218
El héroe no podía imaginar pasarse toda la batalla sentado, siempre había cargado

el primero, desde que entró a formar parte de los combatientes japoneses hacía ya

muchos años.

-Majestad, mis hombres me necesitarán en la vanguardia tarde o temprano, yo...

-Os necesito conmigo aquí, no hay más que hablar- cortó secamente el emperador.

-Sirvo al emperador- Contestó Gundari bajando la cabeza.

Subió de un salto sobre el elefante y se sentó sobre el cojín que tenía libre.

Observó a lo lejos a su contrincante. Era un ejército bastante grande y como ellos

provisto de caballería, aunque por la colocación de los animales supuso que no

saldrían en la primera carga, tenían a sus caballeros casi en la retaguardia. Ellos en

cambio los tenían divididos en dos grupos, uno a cada lado del estadio, para atacar

con rapidez a los flancos, y desviar así la mayor parte de las flechas para que no

dañasen a la infantería, después la caballería se retiraría y permitiría cargar a los

soldados a pié, entonces, una vez que los infantes enemigos hubiesen dejado las

picas para enfrentarse a sus iguales japoneses, volverían a cargar, de nuevo por los

flancos para envolverlos y acabar con ellos.

-No deberíais preocuparos tanto, esta batalla será fácil, terminaremos pronto con

esos europeos y ni siquiera tendremos que levantarnos de aquí.

El emperador estaba muy confiado de que la victoria sería pan comido.

- En menos de un par de horas habremos acabado y volveremos a Japón invictos.

Gundari no las tenía todas consigo, la pesadilla recurrente que había padecido los

últimos meses le advertían precisamente de un luchador europeo, y esa chica... La

pelirroja de la que nada sabía pero que le resultaba tan familiar y luego estaba esa
219
tablilla.

No, tenía que centrarse, no podía dejar que los pensamientos negativos inundasen

su mente, quizás la seguridad del mismísimo emperador se llegase a ver

comprometida y él tenía la obligación de protegerle por encima de todas las cosas,

él era el protector del Japón y ese rango le obligaba a dar la vida por el joven

insolente que se sentaba a su izquierda.

-Eso espero, majestad, eso espero...

220
Capítulo 35

Finalmente avanzarían, esa era la consigna. Tendrían más posibilidades frente a la

apisonadora japonesa si atacaban, si no se dejaban amedrentar.

Sonaron las trompetas y todo el ejército comenzó a avanzar lentamente, con paso

firme, sólo se detendrían cuando las tropas del enemigo estuviesen a tiro para los

arqueros.

Los japoneses no se esperaban el avance, supusieron que los castellanos optarían

por una táctica defensiva, lo que obligó a cambiar de estrategia. También

avanzarían hasta el tiro de arco, en ese momento pondrían en marcha el plan desde

el principio.

De repente una sombra gris surgió del ejército de la república a gran velocidad.
221
Gundari intentaba ver quien era ese suicida que comenzaba a correr hacia sus

hombres. No conseguía distinguir nada excepto que tenía el cuerpo como pintado

de un color gris oscuro, casi negro.

Los soldados de la vanguardia nipona se sorprendieron enormemente cuando

vieron llegar a Deirdre. Primero porque venía sola, como loca, segundo porque era

una mujer y tercero porque iba completamente desnuda y gritando hacia ellos.

Bien por el efecto sorpresa, bien por su rapidez, los hombres que se encontraban

en primera fila no tuvieron tiempo de levantar sus armas cuando la joven cargó

contra ellos.

En pocos segundos ya había decapitado a cinco de los infantes japoneses, hasta

que la rodearon en círculo.

-Vamos valientes- Dijo Deirdre sonriendo. Y cogiendo la cabeza cercenada de su

última victima comenzó a beber la sangre que aun manaba, lo que hizo que su

aspecto fuese ahora realmente aterrador.

Deirdre avanzó hacia los que tenía más cerca que instintivamente retrocedieron.

Gundari, desde el elefante no creía lo que estaba viendo, mientras el grueso del

ejército avanzaba pesadamente, un pequeño grupo de sus hombres retrocedía.

Un sonido de trompeta frente a ellos indicaba que el enemigo iba a cargar. Ambos

contendientes se encontraban ya relativamente cerca por lo que el uso de las

flechas iba a ser inminente.

-Debemos detener aquí el elefante, majestad, entraremos en su rango de tiro si

seguimos avanzando.

Al otro lado del estadio Roderic dio a sus hombres la orden de cargar contra el
222
enemigo, lo que aceleraría el avance de todo el grueso del ejército.

-¡Adelante, intentad romper en el centro y crear una abertura para la caballería,

vamos!

Los soldados comenzaron a correr contra los japoneses. El choque fue brutal. Los

soldados comenzaron a batirse y muchos comenzaron a caer. El punto más débil

del ejército nipón era ahora la brecha abierta por Deirdre, que seguía acabando con

tantos soldados como podía. La caballería japonesa apareció en los flancos,

obligando a los enemigos a apretarse en el centro.

-Maldita sea- Roderic no contaba con esa maniobra, esos caballos podían actuar

como tenazas si no andaban con cuidado.

Las flechas comenzaron a silbar sobre los hombres, y gracias a la capacidad de

reacción de los capitanes del estandarte de arqueros, estas cayeron en su mayoría

sobre los caballeros, lo que proporcionó un respiro a la infantería castellana, que

volvió a intentar avanzar y abrir un pasillo a sus propios caballos.

Gundari ya no lo soportaba más, tenía que salir de allí y entablar combate. Las

cosas no estaban saliendo todo lo bien que hubiesen esperado, y su presencia en el

frente inclinaría la balanza decisivamente a su favor.

-Majestad, debo ir.

El rostro del emperador era otro ahora... seguramente había imaginado que sus

hombres pasarían por encima de los europeos y que estos caerían sin apenas

oponer resistencia debido a su evidente inferioridad, pero no estaba siendo así.

Sabían luchar y en más de una ocasión conseguían avanzar hasta una posición

cercana a donde el elefante imperial se encontraba, de manera que el joven podía


223
distinguir el rostro de sus enemigos, lo que comenzó a inquietarle.

-Majestad...

-Tenéis nuestro permiso, id y conseguir la victoria- dijo en emperador en tono

nervioso.

Gundari bajó del animal de un salto, y agarrando su katana corrió hacia el frente.

En cuanto apareció, la moral de sus hombres dio un giro, que avanzaron con arrojo

empujando a los castellanos. Rápidamente buscó su objetivo, debía de descabezar

a la infantería por lo que tenía que neutralizar a sus capitanes. Solo vio a uno,

Roderic Garcés luchaba con gran maestría acabando con la vida de aquellos que se

le ponían por delante. Se acercó a gran velocidad hasta ponerse frente a él. Era la

primera vez que ambos héroes se encontraban cara a cara. Se miraron fijamente, y

de súbito el rostro de ese europeo le pareció a Gundari muy familiar. Era el rostro

de sus sueños, la cara del hombre que habría de acabar con su vida. Su mente se

paró en seco y se hizo el silencio... ahora parecía que el campo de batalla estuviese

vacío y sólo ellos dos fuesen a batirse en combate singular.

Roderic ataco una, dos tres veces. Sus golpes se le antojaban a Gundari lentos y

predecibles, luchaba con arrojo pero no tenía ninguna posibilidad ante él, podría

acabar con su vida en cualquier instante. Roderic seguía intentándolo, con todo el

empeño. Había visto al héroe japones en acción miles de veces, sabía como

luchaba y sabía que estaba jugando con él, como un gato con un ovillo de lana.

Gundari miró a su alrededor, vio las caras de todos esos hombres luchando entre

si, matando y muriendo, gritando. Respiró profundamente mientras su brazo, de

forma automática paraba sin problemas los ataques que Roderic le lanzaba.
224
Cerró los ojos y algo dentro de sí cambió. Como la rueda dentada de un reloj que

mueve una manilla, algo terminó de encajar en el interior del héroe. Al fin

comprendió, vio pasar su vida frente a si y no solo una vida sino las innumerables

vidas que durante incontables evos había tenido, miró a los combatientes y los

reconoció a todos y cada uno de ellos en vidas pasadas como su propia madre,

sintió cuan ligado se encontraba a todo aquello que le rodeaba, un pequeño punto

en el universo, pero ¡tan grande! Miró de nuevo a su adversario que seguía

atacando de manera infructuosa. Sus miradas se cruzaron y Gundari sonrió. Bajó

el arma, consciente de que sería lo último que haría, momento que fue

aprovechado por Roderic para atravesarle el pecho con toda su fuerza. Gundari

siguió sonriendo y Roderic se detuvo. No entendía esa enigmática sonrisa,

irradiaba una paz y calma absolutas, y por un momento parecía que el cuerpo

moribundo de Gundari emanaba luz propia, como una energía indescriptible que

fue disolviéndose a los cuatro vientos.

El héroe japonés se derrumbó, y automáticamente la batalla fue cesando. Todos

los soldados pararon de luchar en seco y contemplaron la escena. El invencible

Gundari yacía muerto en el suelo, mientras un Roderic de mirada perdida se

arrodillaba frente a él. No estaba seguro de lo que había pasado, pero se sentía

como si hubiese matado a su propio hermano. Una sensación de culpa totalmente

nueva para él le invadió hasta los huesos. Se arrodilló frente al cadáver de su

adversario y cerró los ojos.

Cuando todos los combatientes japoneses comprendieron lo sucedido, se

arrodillaron y depusieron las armas. Los soldados más cercanos a Gundari, sus
225
más fieles seguidores no dudaron ni un segundo en seguir a su maestro

hundiéndose un cuchillo en el vientre. Sin su líder, su capitán, ya no tenía sentido

seguir luchando. La devoción de esos hombres por Gundari era aún mayor de la

que sentían por la figura imperial, le habían seguido como a un dios durante todos

estos años, y ahora su dios había muerto. Entregarían su vida al asesino del que

había sido hasta ese momento su mentor.

Sólo dos personas en todo el campo de batalla parecían inmunes al poderoso

hechizo que parecía había embrujado a los soldados. Por un lado Deirdre que

seguía brincando de un lado a otro acuchillando y golpeando a quien tuviese más

cerca. Poco la importaba que estuviesen de rodillas y vencidos. Por el otro lado el

emperador no entendía por qué todos habían dejado de luchar. Gundari no debería

ser su luz, sino él, el emperador era el máximo comandante y solo ante él debían

de saldar cuentas.

-¿¡Por que dejáis de luchar?!, ¡Avanzad inútiles o mandaré que os decapiten a

todos!, ¡Avanzad!

El Joven emperador trataba de bajar del elefante de mala manera, sin ayuda y con

su pesada armadura se le hacía muy difícil maniobrar, hasta el punto que llegó a

resbalar y cayó al suelo.

Se levantó dolorido, lo que no hizo más que enfadarle aún más.

-¡Guardia, capitanes!, ¡Mandad atacar!

Nadie se movía.

-¡Malditos seáis, atacad inmediatamente, soy el emperador!, ¿me oís?

Sus gritos solo consiguieron llamar la atención de la única persona en activo del
226
campo.

Cuando Deirdre le vio, pensó que sería mucho más divertido acabar con ese

gusano que con alguno de los que estaba en el suelo. Al acercarse , el emperador

no pudo reprimir un gesto de asco al verla.

-¿y...y tu quien eres, que quieres?

No contestó, se lanzó hacia a él, y antes de que pudiese hacer nada ya le había

cortado la cabeza.

Dio la vuelta y la levantó para que todo el mundo la viese.

-¡Jaque mate!-gritó -¡La reina se ha comido al rey!- y comenzó a reír mientras

jugaba pateando el cráneo de su desafortunado contrincante.

Las trompetas comenzaron a sonar de nuevo...el combate había llegado a su fin.

227
Capítulo 36

No se lo esperaba, y de alguna manera nunca habría imaginado que pudiese

suceder. Ahora era él, Roderic Garcés, héroe máximo de la República comunera

de las dos castillas, el mejor guerrero del mundo, envidiado y admirado por todos

los combatientes del globo por haber sido quien, contra todo pronóstico, había

acabado con la vida del invencible Gundari. Pero, ¿por qué se sentía tan mal?,

debería de estar eufórico. No solo había conseguido otra medalla al valor y llevado

a su pais a la élite mundial, sino que se encontraba en lo más alto de la pirámide a

la que un soldado podía aspirar. Tenía el mundo a sus pies.

Tampoco había pasado en absoluto inadvertida la heterodoxa actuación de la

combatiente Deirdre. En apenas dos combates se había convertido en una


228
auténtica revelación y el último combate la había elevado a la categoría de mito,

con miles de seguidores por todo el mundo. Como broche a su actuación había

acabado de un solo golpe con la casa imperial japonesa, lo que convertía a Japón

en un país condenado al ostracismo, que pasaría a posicionarse en los últimos

puestos del ranking mundial.

Quién si estaba pletórico era el General Dédalo Cuadrado. Su papel como máximo

estratega del ejército le habían valido las alabanzas de parte de los máximos

mandatarios del orden mundial, se rumoreaba incluso que le otorgarían un cargo

de importancia en La Compañía.

El ambiente en el centro de alto rendimiento era de felicidad absoluta, todos los

hombres, tanto oficiales como soldados se felicitaban por su brillante actuación, y

eso a pesar de que el “alto cargo” que les acompañaba, y a quién tradicionalmente

había que proteger hasta el final, cayó en los primeros segundos del choque inicial.

Roderic necesitaba pensar, estar aislado de todo ese ambiente tan enrarecido que

inundaba hasta la última estancia del centro. Por primera vez en su vida, entró en

la capilla. Ahora más que nunca echaba de menos a Gabriel, seguro que con él a

su lado las cosas hubiesen tomado otro color, ¿o no? Se preguntaba si no estaría

dándose de cabezazos ahora que ellos habían triunfado, justo después de su

deshonrosa marcha.

Se arrodilló frente al Cristo crucificado que tenía frente a él. La tenue luz de los

candiles le tranquilizaba, le confortaba. Cerró los ojos y controló su respiración,

como había hecho miles de veces durante las sesiones de meditación. Mucho

mejor ahora. Observó atentamente el nudo en la boca del estómago que le


229
atenazaba. ¿Por qué?, había matado a cientos, quizás a miles de hombres durante

sus años de servicio. ¿Por qué ahora era distinto?, ¿que diferenciaba esa muerte

del resto de vidas que había segado? Esa sonrisa, la última que Gundari le había

dedicado a él y al mundo, esa sonrisa enigmática era la imagen que no podía

quitarse de la cabeza y esa sensación de haber matado a un hombre que se dejó

morir, que abandonó la lucha, esa mirada llena de paz.

-Es justo lo que yo necesitaría ahora... -Susurró al tiempo que habría los ojos y

volvía a observar la figura sufriente que se hallaba frente a él.

-No parece que vaya a encontrar la paz que busco en ti, ¿eh?- sonrió ante su

ocurrencia. No había nada más inquietante en ese momento que la imagen de un

hombre torturado hasta la muerte. Definitivamente tendría que buscar esa paz en

otro sitio.

Se dirigió a la biblioteca, quería conocer más acerca de la cultura que rodeó a

Gundari, quizás así obtuviese respuestas.

Frente al ordenador no tardo en encontrarse con la imagen de un Buda. La misma

mirada... La misma sonrisa. Al parecer fue un santo de la India que había vivido

hacía más de mil años, pero cuyas enseñanzas aún pervivían.

Roderic no entendió, ¿por que un guerrero como Gundari podría seguir las

enseñanzas de una filosofía cuyo máximo exponente era la no violencia?, no tenía

ningún sentido. En cualquier caso la meta de esa doctrina era erradicar el

sufrimiento, y eso era, al menos por ahora, lo que el héroe andaba buscando.

Mientras leía, una figura se situó tras de él.

-¿Piensas quedarte aquí leyendo hasta el próximo combate?, vaya pérdida de


230
tiempo- Soltó Deirdre con desprecio.

Roderic se levantó malhumorado.

-No permitiré una falta de respeto por parte de un soldado...

-Capitana, ahora soy una oficial como tú, con lo que no debo ningún trato

preferente hacia tu persona, “Capitán”, para cualquier duda, puedes hablar con tu

general, creo que ha sido idea suya.

Roderic tampoco se esperaba nada así, la carrera militar siempre era larga hasta

alcanzar un puesto de oficial.

-Muy bien, enhorabuena por tu rápido ascenso, ¿puedo continuar con lo que estaba

haciendo?.

Deirdre sonrió maliciosamente y salió de la biblioteca.

El capitán se encontraba enervado, sin fuerzas para seguir, todo había cambiado

tan rápido...

Volvió a centrarse en la pantalla, y leyó sobre un maestro que había acudido a un

pequeño país al norte de la república. Pensó que no estaría de más aprender de ese

hombre, quizás si abandonaba este mundo de violencia en el que se hallaba

sumergido durante un tiempo, unas vacaciones. Estaba decidido, pediría una

excedencia indefinida e intentaría un cambio de vida, y aunque no estaba del todo

seguro siempre podría volver. Ahora ya había otra capitana, esperaba que no le

pusiesen pegas, había cumplido con su labor de la mejor manera que se puede

hacer y él necesitaba tiempo para recolocar su vida. Pensó en unas pocas semanas

atrás, cuanta seguridad, cuanto valor dentro de sí. Ahora veía las cosas de otra
231
manera, algo había cambiado aunque no sabía que era y precisamente eso es lo

que tenía que averiguar.

232
Capítulo 37

Nada parecía irle bien al presidente Badruddin Lyngdo, a pesar de que la India era

uno de los países más grande de toda Asia, las constantes derrotas de su ejército

habían hecho de sus regiones ricas en recursos un anhelo inalcanzable. Tenían

fama de duros, y de hecho lo eran, nadie quería enfrentarse a ellos por lo que

significaba. Siempre que algún ejército combatía frente a las hordas de los

temibles Kalaripayat, el número de bajas era tan grande que apenas podían

aguantar otra contienda contra un país rival. Eso si, la India siempre perdía, o casi.

Por suerte o por desgracia para ellos, la fuente para reclutar a nuevos combatientes

entrenados en el duro y ancestral arte del Kalaripayatu era inagotable, miles eran

los voluntarios, que empujados por el fervor religioso querían matar o morir en un
233
estadio... hasta hoy.

Sin duda, el gran combate que había acontecido hacía unos días con la derrota de

un viejo enemigo como era Japón debería de haber sido causa de alegría para los

indios, sino fuese porque una gran cantidad de sus hombres de élite habían creído

reconocer nada menos que a la mismísima diosa Kali en ese combate.

Habían investigado a fondo a la luchadora en cuestión. Deirdre Dyzan había

nacido en la ciudad de Toledo hacía diecinueve años, huérfana de padres debido a

un fatal accidente cuando era tan solo una niña, fue criada por unas hermanas de

su madre con una minusvalía visual que sobrevivían gracias a la ayuda del estado.

Ninguna reseña acerca de preferencias religiosas ni tampoco parientes, ni siquiera

lejanos, que hubiesen estado nunca en la India, ni aún por vacaciones.

Sin embargo lo que más inquietaba al Señor Lyngdo era que efectivamente el

parecido de la joven con las imágenes de la deidad eran bastante evidentes.

Parecía como si hubiese buscado adrede un aspecto que permitiese identificarla

con la sanguinaria Kali, pero ¿con qué propósito?. Probablemente habría leído

sobre cultura y religión Hindú en Internet y la imagen le pareció la adecuada para

una luchadora, pero ¿acaso no tenían en la cultura occidental iconos violentos que

pudiesen inspirar a sus propios guerreros?, a él se le ocurrían unos cuantos... En

cualquier caso la elección de esa tal Deirdre ponía en un aprieto a la estabilidad

actual del ejército indio.

Y para colmo ya no había nadie en La Compañía que pudiese oír las réplicas de

representantes “de segunda” como era su caso, Al parecer el Presidente Talabert

había abandonado voluntariamente el liderazgo que ostentaba y había dejado en su


234
lugar a un grupillo de burócratas que, sin duda, defenderían los intereses de los

más fuertes.

Finalmente había tomado la decisión de hablar con el presidente de la ahora

gloriosa, República Comunera de las dos castillas. Intentaría exponerle su caso

para llegar a un acuerdo. Tendría que convencerle de que metiese en cintura a su

nueva capitana, un simple cambio de aspecto sería suficiente.

No sabía demasiado acerca del presidente Botero. Había permanecido varios años

como marioneta de su vicepresidente, Mariano Alcatraz, fallecido en el último

combate y al parecer el principal instigador contra Talabert en la revuelta acaecida

en la cúpula de La Compañía. No era ningún secreto que buscaron deshacerse de

él enrolándole forzosamente contra Japón, y lo consiguieron. Sin duda Botero se

quitó también un peso de encima.

Por lo demás el presidente tenía fama de hombre blando, pusilánime, que

probablemente llegó a su posición para servir de hombre de paja a intereses más

avariciosos dentro de su partido. Aunque también se le tenía por buena persona,

capaz gobernar con equidad y un alto sentido de la justicia social cuando le

dejaban, lo que le convertía en un político querido por su pueblo.

La perspectiva quizás no era tan mala al fin y al cabo, si todo salía bien,

convencería a Botero sin ceder nada a cambio, no era más que un pequeño

problema estético.

Quizás incluso, ya que la ronda mundial había comenzado de una manera

totalmente novedosa, podrían convenir que el próximo combate fuese entre sus

naciones. Después de la derrota de Japón, era la república comunera quien


235
quedaba al cargo de explotar las R.R.R que gestionaban los nipones en territorio

de la India, por lo que una victoria frente a los castellanos haría recuperar gran

parte del potencial y riqueza de su país. Además se rumoreaba que el hombre que

acabó con Gundari, y que por tanto era el número uno del mundo, había

abandonado la lucha durante un tiempo. Sin duda el mejor momento para un

enfrentamiento. Acabaría con dos pájaros de un tiro.

236
Capítulo 38

¡Que insensatos!. Estaba claro que no se daban cuenta de la situación actual, y

mucho menos a que se enfrentaban. No sabía por qué, pero el aspecto elegido por

Deirdre para el último combate no había sido casual, sabía que de alguna manera

estaba llamando a todos los suyos a seguirla. ¿Que pretendían ahora con sus

exigencias acerca de su aspecto?, ¿arrebatarle su poder?, ya era tarde para ellos, el

mundo sería suyo y la cuenta atrás había comenzado.

Después de la conversación con “su” presidente y la negativa a acatar cualquier

orden, los acontecimientos se habían acelerado muy al gusto de la Capitana.

Acabar con la miserable vida de ese desgraciado y con la de sus gorilas había sido

fácil, como fácil había resultado destrozar a todos eso policías de La Compañía
237
que pretendían detenerla con sus armas de fuego. Después, ya en el centro todos

aquellos que no habían estado dispuestos a seguirla habían sido ejecutados.

Ahora, a la cabeza de su nuevo ejército pretendía tomar la república por la fuerza,

y luego el mundo.

Sabía que las fuerzas armadas de La Compañía no serían un problema para sus

hombres. La mayoría de los oficiales no habían matado a otro ser humano en su

vida y llevaban las armas de fuego de adorno. Estaban faltos del entrenamiento

más básico y no sabían luchar, serían pasto de las llamas. Se harían con el arsenal

de La Compañía en la república y saldrían al mundo, a reclamar lo que a ella le

pertenecía... Todo.

Ya había recibido el mensaje de que miles de voluntarios de varios países

deseaban unirse a su causa, liderados por la élite de los luchadores de la India,

que en ese mismo momento hacían lo propio en su país de origen. Ya habían

derrocado al gobierno y habían declarado la guerra a La Compañía. Solo quedaba

observar cual sería el siguiente movimiento de los enemigos. Según su actual

mano derecha, el general Cuadrado, La Compañía no poseía actualmente

capacidad nuclear para atacar una ciudad, al parecer los silos fueron neutralizados

y aunque no fuese así, la marea que se había desatado no sería detenida por unas

cuantas bombas atómicas. Sus hombres no tenían miedo a morir, Ella era la

mismísima muerte en persona.

Dentro del palacio presidencial, en el mismísimo despacho de Botero, discurrió su

estrategia. Llamaría al levantamiento a todos aquellos que deseasen seguirla e iría

allanando el terreno para cuando el ejército de su nuevo orden entrase en cada


238
región. La población civil sería sometida a su nueva señora y solo aquellos que

jurasen fidelidad serían agraciados con seguir con sus vidas.

Nadie que se opusiese a sus planes sería perdonado, y cualquier intento de

insurrección sería castigado con la muerte más atroz que puede imaginar la mente

humana... había llegado una nueva era, la era más oscura que se halla conocido y

un reinado de terror absoluto pintaría de negro para siempre las hojas de la

historia. Era el nuevo año cero.

239
Capítulo 39

Ajeno al mundo, Roderic, por fin había llegado a su destino. Entre las montañas de

la cordillera más verde que habían nunca contemplado sus ojos, se erguía un

impresionante monasterio. El aspecto era el de un edificio de estilo gotico, por lo

podría parecer cristiano, pero al acercarse más, los grabados y las estatuas que se

veían por los alrededores delataban que se trataba de un centro budista.

Recordó ahora sus últimos momentos en el centro de alto rendimiento... su

conversación con el general acerca de su excedencia, la videoconferencia con el

presidente que intentó disuadirle de su idea de disfrutar de unas largas y merecidas

vacaciones. Finalmente se salió con la suya. Seguramente prefirieron no contar

con sus servicios una temporada antes que enfrentarse a otra deserción.
240
Gabriel, ¿que sería de su vida ahora como héroe del Vaticano?, seguro que se

reiría viéndole en la situación en la que se encontraba ahora.

Anduvo unos metros hacia la entrada. De camino observó varios cilindros

metálicos en una sujeción de madera, que giraban sobre su eje al empujarles con la

mano. Tenían unos grabados que el soldado retirado no pudo identificar.

Llegó hasta una enorme puerta de madera que se encontraba abierta de par en par.

Roderic accedió a un amplio patio y se encontró en el centro de este con la enorme

figura dorada de un buda sentado. Tenía los ojos entreabiertos, como si le diese la

luz del sol y una sonrisa serena... la sonrisa de Gundari.

Miró a su alrededor. El patio era un enorme jardín, cuidado hasta el más mínimo

detalle, daba sensación de que las flores y plantas que lo poblaban hubiesen

crecido allí de forma natural, sin ayuda del hombre, estaban en un perfecto

equilibrio con lo que las rodeaba.

Frente al buda había un pequeño estanque con plantas acuáticas, y sobre una

balsita de madera un cuenco con varias varillas de incienso que se consumían

lentamente, desprendiendo un olor característico que impregnaba la zona.

Al acercarse al estanque pudo observar un grupo de peces que nadaban en él.

-Son carpas Koi.

Roderic se dio la vuelta. Se encontró con un hombre de rasgos orientales y con la

típica túnica de los lamas.

-¿perdón?

-Los peces, son carpas Koi, proceden del Japón.


241
Roderic se quedó sin palabras ante la presencia de su desconocido anfitrión.

-Mi nombre es Lama Dagsay... y tú debes ser Roderic, ¿verdad?, tu cara es,

probablemente, la más conocida hoy en día sobre este planeta.

El monje hablaba perfectamente el castellano, aunque con un ligero acento.

-Si.. soy yo, he venido... no sé muy bien a que he venido.

-Supongo que buscas respuestas, como la mayoría de los que vienen aquí, y por lo

que veo vienes para quedarte, al menos por una temporada, ¿me equivoco?- Dijo

el lama con una amplia sonrisa mientras señalaba con la barbilla una enorme bolsa

que Roderic llevaba al hombro.

-Supongo que no- contestó dejando su pesado macuto en el suelo y devolviendo la

sonrisa.

-Es la hora de la meditación, por eso no has visto a nadie. Ve de frente, entra en el

monasterio y sube a la primera planta, allí verás habitaciones con camas, elige una

de las que no estén hechas y deja encima tu equipaje, luego baja y entra en la sala

de meditación. Sabrás cual es porque verás a un montón de personas con esta ropa

sentadas en el suelo- dijo el lama mientras cogía su túnica con las manos.

Asintió con la cabeza e hizo lo que le había dicho el lama. Entró en el edificio

principal del monasterio. A pesar del aspecto antiguo, se veía que la piedra y la

madera utilizada era totalmente nueva.

Subió por unas escaleras que tenía de frente y entró en la primera de las

habitaciones. Estaba efectivamente llena de camas, y había varias pinturas con

imágenes en las paredes. Dejó la bolsa en la primera cama que vio libre y se

detuvo a mirar las pinturas.


242
Muchas de ellas eran representaciones de budas pintados en varios colores, otras

parecían mujeres, también de diversas tonalidades, pero lo que más le llamó la

atención fueron unas representaciones de lo que parecían ser demonios iracundos,

con terribles colmillos y coronas de cráneos, algunos se encontraban pisoteando a

otras figuras tendidas en el suelo. De todas las imágenes la visión de una de ellas

de heló la sangre, era un demonio de color negro, aparentemente de sexo

femenino, completamente desnudo y con cuatro brazos portando varios objetos...

dos de ellos una espada y un cetro, y con los otros agarraba una cabeza humana

cercenada y un cuenco donde recogía su sangre. La similitud con Deirdre en el

último combate era más que evidente.

-Es una deidad protectora.

Roderic dio un salto, no había oído entrar al lama.

-Es una representación de Mahakali, diosa de la destrucción.

-¿como puede ser una protectora?- Respondió con un gesto de incredulidad.

-Que no te engañe su aspecto airado, en cualquier caso, ¿si tuvieses que elegir a

alguien para mantener alejados a tus enemigos, a quien elegirías, a un soldado de

aspecto afable y bonachón, o al guerrero con el aspecto más intimidatorio de tus

filas?

Roderic asintió, las palabras de su anfitrión tenían sentido.

-Es solo que me recuerda a alguien...

-Todo a su tiempo amigo, ¿vamos?

Invitó al soldado a salir de la estancia y le guió escaleras abajo. Se detuvieron

frente a una puerta de la que salía un sonido intermitente, parecido al de una


243
campana.

-Entra y siéntate en el suelo, te veo en unos segundos.

Roderic entró y cerró la puerta tras de sí. Era una habitación grande, con imágenes

pintadas sobre tela y varios adornos muy coloridos, y envuelta en una densa

humareda de incienso. Todos los monjes se encontraban sentados en la posición

del loto frente a otro que estaba a mayor altura que el resto, como en un trono. Al

ver a este último monje Roderic pensó que se equivocaba. Parecía lama Dagsay,

pero no había entrado con él. “será otro que se le parece mucho” Pensó.

Otro monje de frente al resto golpeaba un cuenco de bronce, que tenía sobre un

pequeño cojín, con un mazo de madera, emitiendo el sonido que había escuchado

desde fuera.

De repente los monjes comenzaron a levantarse, y saludaban al héroe a medida

que se cruzaban con él para salir al pasillo.

El monje que se parecía a lama Dagsay abrió los ojos, y al verle, sonrió. Se puso

de pié y se acercó a Roderic.

-¿seguimos con nuestra conversación?

Roderic estaba confundido, “¿como demonios...?”

-precisamente de eso hablábamos mi amigo, pero antes, ven conmigo, te daré una

ropa más apropiada.

Tras vestirse con una túnica carmesí, salieron al patio. De nuevo la dorada estatua

del Buda se erguía imponente frente a ellos.

-Así que la imagen de Mahakali te resultó familiar, ¿eh?, no es de extrañar, el

poder destructivo de la diosa reside dentro de todos nosotros, y casi siempre al


244
servicio del ego.

-me recordó a alguien, una luchadora.

-Si... Deirdre, la extraña joven que entró tras su amante, cuya historia acabó en

tragedia.

Roderic recordó los últimos momentos de Vulgo atravesado por su espada.

-Si, exacto, ella...

-Y sin embargo tu no estás aquí por aquello, ¿verdad?

-No...no del todo, Gundari...

A Roderic se le atoraban las palabras, se sentía inseguro hablando de aquello que

le preocupaba y eso no hacía más que enfurecerle consigo mismo, nunca había

dudado de nada.

-Tranquilo, amigo, solo somos humanos.

La voz del Lama lo tranquilizó, tenían una especie de efecto sedante.

-¿sabes?, conocía a Gundari desde que era un niño. Se instruyó el la escuela

Shingon de budismo tántrico, en Japón. Desde muy joven se veía que no sería

alguien normal. Comprendía a la perfección los métodos de meditación y sus

avances fueron muy prometedores, hasta que decidió ser un guerrero, aquella

decisión, fruto de su Karma, interrumpió de alguna manera su avance natural,

aunque por otro lado, también aceleró las cosas.

-Su avance... ¿hacia qué?

-Hacia la liberación. Su carrera como soldado hizo que metiese en un baúl la llave

última de la alquimia espiritual, la compasión.

-¿y cuando acabé con él le dio tanta pena el mundo que se libero?- preguntó
245
Roderic extrañado.

El lama soltó una sonora carcajada.

-No, no, la compasión no es la pena por lo que nos rodea, sino el sentimiento

sincero de que aquellos que sufren descubran que pueden dejar de hacerlo.

El soldado asintió con la cabeza aunque no tenía muy claro a qué se refería el

sonriente lama.

-Deirdre, tu compañera, es fruto del Karma de toda la humanidad, es la fuerza

destructora emponzoñada por la ignorancia y acumulada en el inconsciente

colectivo. Lo cierto es que la venida de Kali se esperaba hace tiempo, la última

vez tendría que haber surgido a finales del siglo diecinueve, pero algún tipo de

maniobra de sus adoradores consiguió retrasarla hasta ahora. A pesar de no

conseguir a la diosa en un solo individuo, concentrando toda su energía,

aparecieron en esos días varios “demonios” que dieron salida al odio acumulado.

-¿se refiere a las guerras mundiales?

-exacto, a quienes las provocaron, todos a las órdenes de Kali... los frutos de esas

semillas que germinaron en esa época estamos aún recogiéndolos, la terrible crisis

mundial y los años oscuros hasta la llegada de La Compañía son los últimos

vestigios de esa aparición frustrada de la diosa. Imaginate que ahora ha

conseguido llegar, está aquí entre nosotros en toda su gloria y poder.

-Pero usted habló de una protectora...

-Todas las energías, por devastadoras que sean, sirven a los seres sintientes, pero

deben de encontrarse limpias de todo veneno. Normalmente están gobernadas por

el ego.
246
A Roderic le estaba costando seguir a su interlocutor, no entendía a que se refería

con todos aquellos conceptos.

Lama Dagsay comprendió la dificultad de la conversación, por lo que intentó un

medio más fácil.

-¿sabes quién fue Nobel?, inventó varios explosivos que se usaron mucho en el

pasado. Imagínate que fueron inventados para ayudar en minería, ingeniería, pero

entonces a alguien se le ocurre que también serían útiles para atacar ciudades y

matar personas...para la guerra, ¿ves a donde quiero ir a parar?

Ahora Roderic entendió más o menos lo que el lama intentaba contarle.

-Por lo que Deirdre es...

-Deirdre es la materialización hecha carne del odio de la humanidad, una versión

envenenada de la diosa, entramos en el máximo apogeo de Kali Yuga, la era de

Kali... pero, debes de estar hambriento, no te hemos ofrecido nada desde que has

llegado. Ven conmigo y te presentaré a quienes vivimos aquí.

247
Capítulo 40

Todo sucedía muy rápido, las ciudades eran tomadas y luego los países, en un

corto periodo la mayoría de los mandatarios servían a las órdenes de Deirdre. La

Compañía apenas había tenido tiempo para hacer nada, sus arsenales habían sido

saqueados y sus soldados, faltos de instrucción para la guerra, derrotados y

ejecutados. Solo unos pocos mantenían un frente común contra la nueva fuerza.

Encabezados por el Vaticano, algunos estados y regiones tradicionalmente

católicas habían sido inmunes al levantamiento. Las fronteras se habían cerrado y

el sacro ejército salió a las calles. También ellos poseían ahora armas de fuego,

guardadas celosamente en los interminables almacenes de la ciudad santa. Las

pocas tropas aún leales a La Compañía habían entrado a formar parte de las hordas
248
papales para enfrentarse a un enemigo común... La sanguinaria diosa Kali, que

amenazaba con destruir todo lo bueno que había sobre la tierra.

En los aposentos del santo padre, el cardenal Garmendia, camarlengo de su

santidad, llevaba una importante información al santo padre.

Se acercó al Papa Juan Pablo III, un hombre viejo, muy viejo, que se movía muy

lentamente y con torpeza. Le temblaba todo el cuerpo, y sólo podía mantener su

equilibrio sujeto a un bastón.

-Santidad...

-¿Habéis traído lo que os solicitamos?

-Si, santidad, aquí os lo traigo. La situación actual de los silos nucleares secretos

de La Compañía.

-Y bien... ¿son los rumores ciertos?

-Lo son, santidad. No existen tales misiles. Fueron desarmados e inutilizados hace

años. Talabert se valió de un arma inexistente para gobernarlos a todos, estaba

claro que no se fiaba que tales artefactos pudiesen caer en manos equivocadas.

-Luego esta será una lucha entre iguales... ningún factor desequilibrante puede

inclinar la balanza en contra nuestra.

-Así es, Santidad. Dependemos de nosotros mismos.

El Papa estaba lleno de satisfacción, una amplia sonrisa cubría su rostro y marcaba

aún más profundamente las miles de arrugas que poblaban su cara.

-Perfecto... ¿tenemos a nuestros ejércitos preparados?, la invasión de los territorios

infieles ha de ser inminente, tenemos que acabar con esa blasfemia que atenta

contra los pilares mismos de la única fe.


249
Comenzó a toser con fuerza hasta el punto que se puso totalmente rojo.

-Es nuestro deber acabar con esa encarnación de Satanás y con aquellos que la

veneran. Son una ofensa para nosotros.

-Por supuesto Santidad, daré orden para que nuestros soldados estén listos.

El camarlengo salió satisfecho de las estancias del Papa. “Por fin el camino se

abre, ahora la iglesia recuperará lo que le pertenece”.

El vaticano rara vez combatía en batallas diplomáticas, y a pesar de contar con uno

de los mejores ejércitos del mundo, estaba exento de participar en las rondas

europeas y mundiales. Nunca habían perdido un combate, por lo que muchos

miembros de la curia vaticana pensaban que quizás sería conveniente incrementar

la participación para obtener más recursos, aunque ya poseían muchos más de los

que necesitaban... pero la riqueza era la riqueza.

Con los últimos acontecimientos esa mayor participación era ahora obligada, y no

solo con fines económicos. La santa iglesia católica del Vaticano se erigía ahora

como la salvadora del mundo. Al igual que hace más de mil cien años, el hijo de

dios había sido el redentor de la humanidad, ahora la iglesia que él fundó volvería

a rescatar a sus hijos del más horrible de los destinos, de un infierno en vida.

Para ello habían creado la fuerza de élite más poderosa imaginable, un batallón

formado por héroes de distintos países a quien les unía un amor incondicional por

dios y su iglesia, los mejores hombres del mundo reunidos como brazo ejecutor

del altísimo. Ellos se encargarían de abrir paso en territorio hostil a las

purificadoras huestes de Dios, que como nuevos misioneros volverían a propagar

la palabra y a devolver la esperanza a los oprimidos.


250
Esa fuerza nueva eran Los Arcángeles, y devolverían al infierno a todos esos

demonios. A su cabeza, el mejor de ellos, el más fuerte y fiel y más querido por Su

santidad: Gabriel, el coloso de piel oscura y cuerpo hercúleo, que había

renunciado a todo para servir a Dios, y que en breve podría demostrar, al fin, cuan

fuerte y arraigada era su fe.

Estaba deseándolo.

251
Capítulo 41

Había pasado de Héroe del ejército más popular del mundo a ser el encargado de

arrancar los hierbajos y dar de comer a los peces del estanque. Pero Roderic estaba

feliz. La tranquilidad y la paz que se respiraban en este lugar habrían sido

inimaginables en el centro de alto rendimiento. Todo el mundo estaba sosegado,

no existían las prisas, y ni siquiera la convulsa situación fuera de las fronteras del

pequeño país quitaban el sueño a ninguno de los monjes que allí vivía. Hablaban

en una lengua tan extraña para él como antigua, aunque poco a poco iba

aprendiendo palabras sueltas relacionadas con su trabajo. Para el resto de las cosas

tenía como intérprete al incombustible Lama Dagsay, y a un par de compañeros

que conocían el castellano.


252
Pero Roderic intuía que era la calma que precede a la tempestad. Con todo lo que

estaba sucediendo no tardarían en llegar de uno u otro bando a exigirles un

posicionamiento, y probablemente, a reclutarles.

-¿Como se ha levantado hoy nuestro soldado?

Allí estaba, sonriendo como siempre el lama Dagsay.

-Muy bien, gracias, estos días me están sentando bien. Tengo una pregunta, Lama

Dagsay, me he fijado que el resto de mis compañeros se dirigen a usted como

Rinpoché... quizás yo debería hacer lo mismo, no me gustaría ofender a nadie.

-Es una formalidad, un trato de respeto que puedes usar si te vas a sentir más

cómodo, en cualquier caso nadie se sentirá ofendido si no lo haces.

-Muy bien.. Rinpoché.

-Es la hora de las enseñanzas, si quieres puedes entrar. Ya sé que estos días no has

tomado apenas parte en nuestras actividades, pero si lo deseas, traduciré para ti lo

que se diga.

-Estaría bien, el saber no ocupa lugar.

Lama comenzó a reír.

-Si vieses las bibliotecas del monasterio de Dharamsala no dirías eso. No, en serio,

te harán bien, las enseñanzas del buda son... como una cura para el alma.

Mientras se dirigían al aula principal, Roderic quiso saber más sobre la situación

en el exterior.

-¿hay alguna novedad?

-Parece que los dos bandos están bien delimitados, ahora todos los estados son de

un color o de otro, bien voluntariamente o por la fuerza.


253
-¿y nosotros?

-Nos encontramos dentro del área de influencia de tu “amiga” Deirdre, así que no

tardaremos en tener noticias. Por lo que sé están reclutando a toda la población

capaz de cargar con un arma, incluidos mujeres y niños, pero lo peor es que no

hay una división territorial real, uno puede encontrarse en un país de uno de los

bandos y que todos los estados de los alrededores sean del contrario, es una

situación un tanto caótica.

-¿No... no esta preocupado?

-No podemos hacer nada, así que de nada nos valdría preocuparnos, cuando los

acontecimientos nos afecten entonces pensaremos como actuar, mientras tanto

estaremos tranquilos... ¿no te parece?

Roderic estaba asombrado, realmente el lama se encontraba calmado, habría que

ver como se desenvolvía cuando llegasen los soldados con orden de hacer levas.

-No deberías preocuparte... no sabemos cuando ese momento llegará, y cuando

ocurra cada uno de nosotros actuará en consecuencia con su madurez kármica.

-Pero, ¿no podemos hacer nada?, quizás deberíamos escondernos.

-Todo a su tiempo... tu venida aquí no ha sido fortuita, debemos averiguar

exactamente que es lo que se espera de ti. En cualquier caso no lucharemos ni nos

resistiremos y por lo que sé ninguno de nosotros irá a la guerra. Los budistas en

todo el mundo ya han empezado a sufrir la represión debida a nuestra filosofía de

la no violencia.

-Yo podría enseñar a los hombres a luchar, aunque sea para defendernos, no

podemos...
254
-No lucharemos, Roderic.

Una vez llegaron ala puerta del aula, uno de los monjes llegó corriendo.

-Rinpoché- Dijo mientras se agachaba y tocaba el suelo con la frente- Hay unos

hombres en la entrada, vienen armados, exigen hablar con usted.

Dieron media vuelta y, a gran velocidad, tomaron rumbo a la puerta del patio del

monasterio.

Fuera había media docena de hombres, armados espadas y protegidos con las cotas

de escamas de la república comunera. Uno de ellos, el jefe tenía además un fusil

de asalto de La Compañía. Roderic lo reconoció al instante, era uno de sus

sargentos...sus “perros falderos”

-Estoy aquí en nombre de el ejército de Nuestra Señora para reclutar a todos

personas con capacidad ofensiva, no opongan resistencia, la recompensa que

obtendrán saldará con creces...

-No estamos interesados, sargento- Le cortó Roderic levantando la voz.

El soldado se fijó en el hombre que le había interrumpido, al principio no lo

reconoció, con la túnica, la cabeza rapada y unos quince quilos menos de músculo

no parecía el mismo. De repente abrió los ojos como platos.

-Cap... ¿Capitán Roderic?, ¿es usted?, ¿que le ha pasado?, todos nos

preguntábamos adonde habría ido.

-Si, soy yo, ahora dad la vuelta por donde habéis venido y no nos molestéis más.

El soldado sonrió.

-Me temo que no, ahora soy un oficial y tengo órdenes que cumplir, me da igual

que hayáis sido el mayor héroe de la república, ahora nada de eso existe ya, le
255
debemos lealtad a Nuestra Señora Deirdre, y no nos marcharemos sin haberos

reclutado a todos.

-Cometes un grave error.

El soldado levantó su fusil y apuntó a Roderic.

-¿Es... una amenaza?, no puedes hacer nada contra esto, antes de que des un paso

habré dejado tu cuerpo como un colador.

Roderic miró al joven fijamente a los ojos, notó que agarraba el arma con

nerviosismo, el color blanco de sus nudillos por la tensión y el fino hilo de sudor

que le caía por la frente delataban el miedo que le tenía. En cualquier momento

saltaría.

Antes de que pudiese reaccionar saltó sobre él como una pantera, desarmándolo.

El resto de los soldados levantaron sus armas y Roderic no se lo pensó, comenzó a

disparar sobre los pobres ilusos. Aunque nunca antes había cogido un arma de

fuego, el funcionamiento le resultó muy cómodo, muy intuitivo a la hora de

acertar en el blanco, sin duda era un arma de precisión de gran calidad. En un par

de segundos los hombres se hallaban caídos en el suelo. El oficial, al ver a sus

hombres se arrodilló sin decir una palabra.

-Creo que no era esto de lo que habíamos estado hablando.

Roderic se giró y vio la cara de lama Dagsay. Por primera vez desde que lo

conocía no sonreía. Detrás de él comenzó a congregarse un grupo de monjes, que

sin duda acudieron al oír los disparos.

-Es... es mi naturaleza, he sido entrenado para esto.

-La naturaleza del hombre dista mucho de esto- contestó señalando a los cadáveres
256
con el dedo- Como bien has dicho para matar has tenido que aprender, no es

innato. Ahora amigo, tienes que desaprender, que sin duda va a ser mucho más

difícil.

-¿que vamos a hacer ahora?

-Para empezar debemos liberar a este hombre.

Roderic apuntó con el arma a su antiguo subordinado y le gritó- ¡Vamos, largo de

aquí, ahora!

El hombre se levantó y echó a correr.

-Ahora debemos huir de aquí, no tardarán en volver con más hombres, y si saben

que estás aquí...

Lama Dagsay se dio la vuelta y empezó a dar órdenes para abandonar el

monasterio. Irían a un refugio en los montes. En una localidad no muy lejana,

existían unas antiguas cuevas de difícil acceso si no se las conocía. Por suerte el

Lama había pasado tiempo explorándolas, y se había familiarizado con ellas

relativamente bien. Se llevarían lo imprescindible e intentarían convencer a la

población civil que fuesen encontrando de la necesidad de esconderse en las

montañas. Sin duda se habían dado mucha prisa para poder haber llegado a esos

remotos parajes tan rápido.

Por otro lado tendrían que tener cuidado, ya que la religión tradicional de esa zona

era el catolicismo y era probable que se hubiesen formado grupos de resistencia a

favor de las fuerzas papales. Se podrían encontrar en un fuego cruzado, o intentar

ser reclutados por el ejército contrario.

No había tiempo que perder, una vez que estuviesen a salvo pensarían el próximo
257
movimiento.

-¿que quieres hacer tú, Roderic?, ¿vendrás con nosotros?

Roderic sabía que lo mejor para todos sería que él desapareciera de escena. Ahora

todos sabrían que había matado a los soldados de Deirdre y pediría su cabeza en

una bandeja. Si, se marcharía e intentaría esconderse. Huiría a la cordillera de los

Pirineos, allí no le encontrarían.

-Creo que es mejor si me voy, Rinpoché, os pongo a todos en peligro si me quedo.

-Los pirineos en una buena elección, sigue todo recto en aquella dirección. E

intenta recordar lo que has aprendido durante estos días con nosotros...

volveremos a vernos.

-¿como sabes lo de...?, no importa, espero que tengas razón, Rinpoché, y que

volvamos a encontrarnos.

-Adiós amigo.

Roderic abandonó el monasterio. Aún llevaba el fusil, aunque no sabía si tenía

munición. Ya lo investigaría. Comenzó a correr siguiendo las instrucciones del

Lama. No tenía ni idea de cuantos días tardaría en llegar, o si lo conseguiría. Por

primera vez huía, huía de la guerra, del combate, de las armas... de su propia vida.

Pero también por primera vez ... era libre.

258
259
260

También podría gustarte