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Síndrome del salvador: por qué hay personas que

asumen la responsabilidad de los problemas ajenos


Una persona que siempre se hace cargo de resolverle los problemas a la gente que le rodea,
podría parecer muy servicial y generosa a ojos de los demás. Pero, quizás se trate de un
síndrome del salvador; una manera poco sana de relacionarse con el entorno.

Es verdad que ayudar a las personas cercanas que lo necesiten, es lo normal y lo más
frecuente. El problema se presenta cuando esa ayuda entre personas adultas, no es
equilibrada; es decir, cuando uno es el que da la ayuda siempre, y el otro es el que siempre
es ayudado.

Si constantemente asumes como tuyos los problemas de la gente que te rodea, ya sea tu
pareja, tu hijo o cualquier otra persona, podría ser que tuvieras este síndrome.

Para explicarme algo mejor, si eres de esas madres que, está absolutamente pendiente de
las citas médicas de su hijo, si le plancha la ropa porque a él se le da mal la plancha, o si le
hace la comida a diario porque si no es que come muy mal, a pesar de que el niño tiene ya
cuarenta años y hace más de quince que se fue de casa.

O, tal vez eres de esos hijos que no permite a sus padres hacer nada solos, a pesar de que
pueden hacerlo perfectamente. O quizás, eres la persona que se encarga de todo lo que ha
de hacer su pareja, salvo ir a trabajar, que eso lo hace ella sola; tal vez es que tienes el
síndrome del salvador.

Se trata de personas que consideran que sólo ellos tienen la


capacidad, los recursos y herramientas para abordar los
problemas de otros

Relaciones de pareja

El denominado síndrome del salvador es algo muy común en las relaciones de pareja en las
cuales prevalece una gran dependencia emocional. "Una de las dos personas quiere salvar
a la otra, ayudándola a solucionar sus problemas y su vida; necesita sentirse útil e
indispensable al punto de olvidarse por completo de sí mismo", describió Lucano, quien
ahondó: "Es decir, se posterga, se anula y, claramente, tapa la posibilidad de respetar y
preservar su propia individualidad".

"Sólo siente que es, si es en función de lo que puede hacer por y para el otro. Y si bien lo que
se demuestra es un deseo de ayudar, lo que encierra este supuesto altruismo es un deseo
de control, así como de sentirse superior –sostuvo–. La relación que se establece entre
ambas partes es asimétrica, es decir, prevalece una desigualdad en los roles".
Se debe tener en cuenta que para que exista un salvador también debe haber alguien que
desee ser salvado o rescatado. Esto genera que se produzca una modalidad de
funcionamiento particular entre quien padece el síndrome y quien acepta su protección.

Características propias del síndrome

La tendencia a ayudar por encima de nuestras posibilidades es lo que se denomina como


síndrome del salvador: una dinámica muy habitual en las relaciones en la que una de las
partes adopta el rol de cuidadora, autoconvenciéndose de que no solo puede, sino
que debe solucionar los problemas de los demás (aunque sea a costa de su salud mental).

Es importante que en las relaciones sociales exista una ayuda


mutua, que se produzca un intercambio de apoyo

Esta parte necesita sentirse necesitada, lo que le lleva a volcarse en complejas relaciones
marcadas por el apoyo unilateral y desproporcionado. Solo aporta ella y lo que aporta,
además, es más de lo que humanamente puede. El problema, en este sentido, es que la
autoestima deja de ser intrínseca o construida por y para uno mismo, pasando a depender
de los demás. Concretamente, pasa a depender de la cantidad de sacrificios que hace por
otras personas y del reconocimiento que estas le ofrecen.

El síndrome del salvador, sin embargo, no surge de la nada, sino que tiende a gestarse desde
la infancia y adolescencia. Se trata de personas que han adquirido responsabilidades
sociales de forma muy precoz: por ejemplo, personas que han tenido que hacerse cargo de
sus abuelos o de algún hermano desde pequeñas, o que bien han experimentado
experiencias amorosas muy desiguales en la adolescencia y el comienzo de la edad adulta.
Este tipo de vivencias generan una reciprocidad emocional alterada, fenómeno estudiado
por James D. Guy en 1987. El psicólogo norteamericano describió cómo la forma de
relacionarse se ve alterada en la infancia, manteniéndose hasta la edad adulta y provocando
que la persona se vuelva hipersensible a las necesidades de los demás a la par que silencia
la expresión de sus propias necesidades. Dicho de otra manera: se trata de una persona que
ayuda sin ser ayudada.

Las personas con síndrome del salvador escogen a parejas


con carencias afectivas o dificultades psicológicas

Esta es, en muchos casos, emocional, sobre todo en el terreno amoroso. Las personas con
síndrome del salvador escogen –a veces consciente y otras inconscientemente– a parejas
con carencias afectivas o dificultades psicológicas, llegando a responsabilizarse de su
solución. En algunos casos lo logran, sobre todo si dichas dificultades eran leves. La gran
incógnita, sin embargo, es qué ocurre cuando entran en juego problemas psicológicos
serios.

Rasgos propios de alguien que ocupa el rol del "salvado" (aquella que recibe los
“beneficios” de la persona salvadora)

El perfil del "salvado" suele caracterizarse por ser una personalidad dependiente, con poca
seguridad en sí mismo y baja autoestima, y al que le resulta dificultoso salir de su zona de
confort.

"Suelen ser personas que atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen
de ellos, y a la conducta de los demás; es decir, que piensan que no está en sus manos
cambiar su situación sintiendo que necesitan tener a su lado a personas que consideren más
fuertes que ellos. Son sujetos muy sensibles que buscan constantemente apoyo y
sostén". La especialista destacó que "suelen estar continuamente en algún tipo de
dificultad que no saben ni pueden resolver, ya sea de índole familiar, laboral, económica o
de salud".

Adicciones, alcoholismo, trastornos de alimentación, entre otros, pueden ser problemáticas


propias de este tipo de personalidades. Generan problemas constantemente, por eso, el
"salvador" termina siendo un punto de anclaje para ellos; es el bastón que les ayuda a
avanzar y tener seguridad en la vida.

Cómo evitar esta dinámica de funcionamiento

"En primer lugar es importante registrar lo que ambos poseen en común, ninguno de los dos
perfiles quiere hacerse responsables de sus propias emociones. Uno prefiere hacerse
responsable de las heridas del otro y el otro prefiere que alguien lo haga en su lugar: son
exactamente lo mismo". Así, "responsabilizarse sobre uno mismo implica tomar poder de
decisión, dejar de ceder a otros el poder de elegir sobre la propia vida y empezar a crecer".

Para poder modificar este tipo de funcionamiento, según Lucano, es fundamental entonces
tener en cuenta lo siguiente:

* Tomar conciencia de este patrón de funcionamiento. Al tratarse de un patrón


inconsciente, seguramente aprendido a través de las primeras relaciones significativas de
la vida, hacer consciente este tipo de patrón de funcionamiento es el primer paso para salir
de él.

Ayudar al otro puede ser una actitud muy noble y generosa,


siempre que sea una ayuda basada en el respeto y la igualdad
* Estar dispuesto a hacer un quiebre en esta modalidad. A través del síndrome del salvador
la persona se siente especial, valorada y amada. Por eso muchas veces no quiere salir de él
ya que se siente imprescindible. Trabajar en el fortalecimiento de la autoestima, así como
en el registro del propio malestar implica asumir la responsabilidad de lo que le sucede,
dejando de postergarse en pos de "ayudar" al otro.

* Distinguir la empatía de la simpatía. Si bien suele describirse al salvador como una


persona empática, es importante no confundir empatía con simpatía. La simpatía es la
capacidad que tenemos para solucionar los problemas de los demás desde nuestra propia
visión, es decir, desde la forma en que lo haríamos nosotros. La empatía es la capacidad de
ponernos en la piel del otro, acompañarlo y ayudarlo a solucionar sus conflictos a su propia
manera, permitiéndole que crezca. Esto es inclusive, aunque no compartamos lo que el otro
piensa o siente.

Ayudar al otro puede ser una actitud muy noble y generosa, siempre que sea una ayuda
basada en el respeto y la igualdad, acompañando al otro sin intentar cambiarlo, y
aceptándolo tal cual es. La ayuda sana entre adultos representa un intercambio de igual a
igual en el que las dos personas se hacen responsables de su propia vida.

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