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Introducción

En el lenguaje común de los ciudadanos latinoamericanos aparecen, cada vez con mayor
frecuencia, dos expresiones que se han incorporado a lo que podríamos llamar la cultura
ambiental vigente. Me refiero a la expresión diversidad biológica o biodiversidad y a la evaluación
de impacto ambiental o EIAs. No obstante, normalmente estas expresiones se utilizan en
contextos diferentes porque las EIAs se han generalizado como el paso previo para la aprobación
de proyectos de inversión de actividades productivas con un claro enfoque en la reducción de la
contaminación, mientras que la biodiversidad es palabra asociada más a la conservación de áreas
naturales protegidas (ANPs) y al patrimonio biológico de un país.

La finalidad última de toda medida de protección ambiental es lograr un ambiente sano,


equilibrado y apto para el desarrollo de la vida de las generaciones presentes y futuras

La realización de dicho objetivo depende básicamente de la aplicación de dos principios rectores


del derecho ambiental: el principio de prevención o cautela y el principio de corrección.

Ahora bien, para la integración de dicho principio en las actividades productivas se requiere la
utilización de instrumentos administrativos, económicos y jurídicos. El derecho ambiental ha
creado diferentes instrumentos para la protección del ambiente. Por una parte existen aquellos de
tipo represivo como son las sanciones administrativas y penales. Por otra parte, están aquellos de
tipo reparatorio como es la responsabilidad civil. Sin embargo, en los últimos años han aparecido
otros instrumentos de tipo disuasorio o estimuladores, que se caracterizan por ser de tipo
preventivo. La Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), como fundamento para la prevención de los
posibles impactos directos e indirectos que actividades humanas puedan producir en el ambiente,
se revela como uno de este último tipo de instrumentos.

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