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LEYENDAS DELA PRINCESA ATATUPA

Las aguas de la princesa Atatupa, Asunción Mita Jutiapa, Guatemala


Los ancianos de Asunción Mita, Jutiapa, cuentan que cerca del pueblo vivió una
princesa que se llamaba Atatupa. Según la leyenda, esta soberana xinca, hija
favorita del señor Mitran, era pretendida por nobles de distintas regiones, pero ella
no les correspondía. Hasta que un día se enamoró de uno que llego de tierras
muy lejanas. Los amoríos llegaron a oídos de su padre, quien desaprobó la
relación, lo cual entristeció y enfermo a la princesa. Desconsolada se fue a llorar a
una fuente, y sus lágrimas dieron origen a un arroyo de aguas tibias y saladas que
ahora nutren el balneario que lleva su nombre: Atatupa.

LA LEYENDA QUE DA NOMBRE A LA CUEVA DE ANDÁ MIRÁ


Cuentan los ancianos que un noble varón se regocijaba bañándose en las aguas
termales y azufradas de la cueva. En una de sus visitas divisó a una dama de
belleza sin igual que opacaba hasta el sol con su brillo y con atavíos de princesa.
La princesa coqueteaba con él desde la lejanía.
El varón comenzó a relatar su encuentro presumiendo sobre cómo coqueteaba
con él la hermosa dama. Como muy pocos creían su relato él les decía: "Es ahí en
la cueva, si no me crees, anda mira".
La Llorona Dentro de las tradiciones orales mitecas no podía faltar este personaje,
uno de los más
Importantes dentro de la oralidad guatemalteca. Aunque como es de suponerse
acá
Aparece con algunos rasgos distintos a los de otras regiones del país.
Se cuenta que la Llorona era una mujer muy bella, joven, casada y de noble
familia. Su
Esposo constantemente se mantenía atendiendo negocios en el interior del país.
Con el
Paso del tiempo la bella dama se enamoró de un forastero y de esos amoríos
nació un
Niño. Cuando se acercó el tiempo en el cual el marido regresaría, la mujer
desesperada
Por la presencia del niño, decidió deshacerse de él. Se dice que lo ahogó en uno
de los
Ríos de la región. Pero con el tiempo, llena de remordimientos por lo que hizo
Enloqueció y su alma se perdió en el tiempo buscando a su hijo muerto, repitiendo
la
Frase ¡hay mi hijo!.
“Cuentan que la Llorona llora por su hijo y que pasa a las meritas doce de la
Noche, en la aldea San Joaquín por un callejón salía la Llorona, las personas
Salían a ver si estaba allí pero no miraban nada, cuando lloraba lejos estaba
Cerca y cuando lloraba cerca está lejos; por eso la gente se asustaba mucho por
Eso sale en un callejón oscuro”
El Sísmate o Duende
Es una variante de El Sombraron de la región central. Los mayores lo describen
como
Un hombre de baja estatura, que siempre lleva puesto un enorme sombrero,
similar al
Que usan los charros mexicanos. Gusta de visitar por las noches los lugares en
donde
Hay ganado caballar y por lo general siempre escoge los mejores ejemplares. Les
Trenza las crines para que le sirva de estribos y luego los cabalga. Luego de
montarlos
Se pone a correrlos en los potreros y los corrales y cuando es sorprendido suelta
una
Risa chillona y burlesca y desaparece. Se alimenta de ceniza y tiene los pies para
atrás,
Seduce a las mujeres bonitas de la región que tengan el pelo largo para trenzarlo,
si
Ellas acceden a su deseo él las posee haciéndolas sus esclavas, y si no le son
fieles
Tradición oral y vigencia de los mitos en el lago de Guija, Asunción Mita, Jutiapa
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Les araña la cara y las golpea. La única manera de dejarlo ir es pedirle que
acarree
Agua en una red, y si él no puede hacerlo, él mismo se ve en la obligación de
retirarse.
Refieren que en La Cantiada también se le conoce al sombrero con el
sobrenombre
De “mero colochudo”, pero los entrevistados no supieron explicar porque se le dice
de
Esa manera.
En la República de El Salvador, se suele conocer con el nombre de Sipitio al
Sombraron. La tradición oral lo presenta como hijo de la Siguanaba con el diablo.
Debido a la cercanía de ese país con el municipio de Asunción Mita, no es de
Extrañarse que acá también se le conozca con el referido nombre. Un ejemplo de
ello
Se encuentra en lo narrado por un niño en la aldea San Joaquín:
“Había una vez un hombre que le llamaban el Sipitio, salía por las noches y
asustaba a
La gente y era muy pequeño, se decía que era hijo de la Siguanaba y el diablo,
era muy
Malo la gente al verlo salía corriendo de miedo. Era un espíritu muy malo y era
muy
Pequeño y usaba un sombrero muy grande”.

LA SIGUANABA
De la cual todos los indios y principalmente los caciques se habían enamorado.
Cuando Sihuahuet cumplió alrededor de dieciocho años, un emisario del cacique
de mayor jerarquía de la región, se dirigió a ella indicándole que había sido elegida
para ser esposa de su jefe. Sihuahuet rehusó aceptarlo porque su corazón le
pertenecía a otro hombre, además el cacique en cuestión era cuarenta años
mayor que ella. Al saber aquel poderoso hombre la decisión de Sihuahuet, decidió
vengarse y envió a uno de sus guerreros a darle muerte al joven enamorado de
Sihuahuet y a ella la mantuvo cautiva en una cueva hasta que un shaman por
medio de un hechizo maligno la convirtió en una mujer fea y despreciable. Su cara
fue deformada, sus pechos crecieron hasta rozar sus pies y aquella piel tersa y
hermosa se había arrugado casi por completo. Desde ese entonces ella se pasea
angustiosa por la orilla de los ríos y las quebradas, intentando volver a ver al joven
que tanto amo y arrastrando sus pechos en las piedras.
Otra versión cuenta que fue su propia vanidad la que le convirtió de Sihuahuet
(mujer bella) a Siguanaba (mujer horrenda). Incluso existe una tercera versión que
hace alusión a las torturas y prisión que sufrió aquella desventurada joven por
parte del tirano que nunca pudo obtener su amor

El Sisimite o Duende
Resultado de imagen para el sombrero en caricaturas una variante de El
Sombraron de la región central. Los mayores lo describen como un hombre de
baja estatura, que siempre lleva puesto un enorme sombrero, similar al que usan
los charros mexicanos. Gusta de visitar por las noches los lugares en donde hay
ganado caballar y por lo general siempre escoge los mejores ejemplares. Les
trenza las crines para que le sirva de estribos y luego los cabalga. Luego de
montarlos se pone a correrlos en los potreros y los corrales y cuando es
sorprendido suelta una risa chillona y burlesca y desaparece. Se alimenta de
ceniza y tiene los pies para atrás, seduce a las mujeres bonitas de la región que
tengan el pelo largo para trenzarlo, si ellas acceden a su deseo él las posee
haciéndolas sus esclavas, y si no le son fieles les araña la cara y las golpea. La
única manera de dejarlo ir es pedirle que acarree agua en una red, y si él no
puede hacerlo, él mismo se ve en la obligación de retirarse. Refieren que en La
Cantiada también se le conoce al sombrerón con el sobrenombre de “mero
colochudo”, pero los entrevistados no supieron explicar porque se le dice de esa
manera.
En la República de El Salvador, se suele conocer con el nombre de Sipitio al
Sombrerón. La tradición oral lo presenta como hijo de la Siguanaba con el diablo.
Debido a la cercanía de ese país con el municipio de Asunción Mita, no es de
extrañarse que acá también se le conozca con el referido nombre. Un ejemplo de
ello se encuentra en lo narrado por un niño en la aldea San Joaquín:
“Había una vez un hombre que le llamaban el Sipitio, salía por las noches y
asustaba a la gente y era muy pequeño, se decía que era hijo de la Siguanaba y el
diablo, era muy malo la gente al verlo salía corriendo de miedo. Era un espíritu
muy malo y era muy pequeño y usaba un sombrero muy grande”.

LA LEYENDA DEL CERRO COLORADO


(TRADICIONAL ORAL XINKA JUTIAPANECA)
Contaban de un hombre al que llamaremos "Tirso", que había escuchado hablar
incrédulo de esa leyenda, y de ese lugar a donde se internaban todos aquellos
desesperados de no encontrar trabajo y regresaban meses después con
costaladas de dinero.

"Estoy tan amolado, que trabajaría hasta para el mismo demonio", exclamó un día
Tirso agobiado por las presiones económicas que lo hicieron capaz de clamar ese
nombre con todas sus fuerzas. De repente escuchó los cascos de una bestia que
cabalgaba en medio del monte. Entre los árboles apareció un hombrecito,
montado en un gran caballo y en lujosa silla, cuyos cinchas se amarraban hasta
arriba, para que el pequeño jinete alcanzara a meter los pies en los esrtribos.
Posó su caballo en frente de Tirso y con voz fina le preguntó: "¿de verdad querés
trabajar?
Tirso sintió un nudo en el estómago, pero el hambre le apretó más la tripa que el
mismo miedo y con la voz más delgada que la de aquel hombrecito, respondió a
medias: "ah chish, y por qué no".
Entonces le indicó el hombrecito , subirte en ancas que yo te llevo a trabajar al
Cerro Colorado, pero eso sí, te tengo que vendar los ojos, porque no podes ver el
camino hacia ese lugar. Cuando lleguemos, te destapo.
Tirso se dejó poner el pañuelo y se dispuso a emprender aquel viaje extraño, que
le prometía un pago por un trabajo que ni siquiera sabía de lo que se trataba. Por
el camino solamente oía los cascos del caballo, pero en algunos tramos, sentía
que el alma se le trastornaba pues escuchaba lamentos desgarradores y un
intenso olor a azufre. Los escalofríos fueron su única compañía.
Por fin se detuvo el caballo y el hombrecito desveló la mirada de Tirso y éste
comprobó lo que algunos contaban por las aldeas. Ese lugar era como lo pintaban,
sombrío, tenebroso, frío y lleno de gente trabajando de lado a lado.

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