Está en la página 1de 3

TEATRO EN LA PRIMERA MITAD DEL S.

XX
El siglo XX supone una profunda transformación en la concepción del teatro. Se rompe radicalmente con
la literatura anterior. Asistimos a una auténtica revolución teatral:

– Se elimina la cuarta pared, es decir, la barrera imaginaria que separa a actores y a público. De este
modo, se interactúa con el público, pero también se le da la espalda o escapa el actor a su campo de
visión… Así, la relación entre los actores y el público es más natural.

– El actor debe identificarse con su personaje, de forma que los textos sean interpretados con una
mayor naturalidad. Se trata de parte de los postulados de Stanislavski, actor y director ruso, quien
trabajó durante gran parte de su vida en la perfección de su método

– La escenografía experimenta grandes innovaciones: se usan varios escenarios y escenarios giratorios;


se concede especial importancia a la música y la iluminación; los objetos se transforman en símbolos; el
espectador se convierte en un elemento más de la puesta en escena…

La renovación escénica de primera mitad de siglo continúa en el período de entreguerras y tras la


Segunda Guerra Mundial. Se buscan nuevas formas teatrales que puedan reflejar o expresar la angustia
y la desesperación propia de la época. Surgen en este contexto el teatro del absurdo y el de
compromiso.

Teatro del absurdo

El italiano Pirandello renovó la escena e influyó muchísimo en el teatro. Fue el creador del teatro
grotesco y el precursor del teatro del absurdo.

En el teatro del absurdo se refleja la preocupación por el individuo y por la sociedad, pero no se aportan
soluciones. El sinsentido del hombre se refleja a través de argumentos también carentes de sentido,
diálogos repetitivos y humor. Se caricaturiza, se exagera y se echa mano de lo onírico.

Su principal representante es Ionesco, autor de origen rumano afincado en Francia. Pretende reducir al
absurdo las realidades desagradables de la vida. La cantante calva (1950) es su obra más importante.

También destaca Samuel Beckett, que representa en su obra clave, Esperando a Godot (1953), la
angustiosa situación de dos personajes que esperan a alguien que nunca llega. En esta obra aparecen
temas como la incomunicación, la angustia, la falta de sentido de la vida… Este autor experimenta
además con el lenguaje, que simplifica y llena de humor. Además, los diálogos aparecen entrecortados,
confusos…

Teatro de la crueldad

Antonin Artaud

El dramaturgo francés expuso en su obra El teatro y su doble (1938) sus principios sobre el teatro de la
crueldad: el teatro debe ser una ceremonia, un exorcismo en el que se destruya la realidad; no importa
que el teatro sea cruel o violento, puesto que el espectador ha de sentirse conmovido. Concibe el teatro
como un espectáculo total, en el que gestualidad y texto se integran en un mismo plano. Tiene mucha
influencia del teatro oriental.

Teatro existencialista, de compromiso social

Tras la I Guerra Mundial, en Alemania, algunos dramaturgos, siendo conscientes del ascenso del
nazismo, responden con una corriente teatral que entiende el teatro como lucha social. Así nace el
teatro de compromiso, en el período de entreguerras, como una herramienta para resolver problemas.
Se hace crítica y se pretende dar soluciones a la población. El espectador debe ser aleccionado por los
actores, que implican al público para enseñarlo.

Bertolt Brecht, Sartre, Simone de Beauvoir (Las bocas inútiles (1945) es su única obra teatral, ya que
destacó sobre todo como ensayista y novelista.)

Albert Camus no solo escribió, sino que formó una compañía de teatro para representar obras
destinadas a la clase obrera. En su obra Calígula, una de sus obras teatrales, critica el autoritarismo.

Teatro satírico y político

En el panorama del teatro contemporáneo, el italiano Darío Fo, premio Nobel de literatura, une la
comicidad, la extravagancia y su compromiso político arremetiendo sin piedad contra el poder político,
el capitalismo, la mafia y el Vaticano. Entre sus obras más conocidas se citan Muerte accidental de un
anarquista (1970) y Aquí no paga nadie (1974).

El teatro español de la primera mitad del XX

Abunda la producción teatral comercial para un público burgués, ya que los locales son de propiedad
privada. Sobresale dentro de este teatro burgués, Jacinto Benavente. En su mejor obra, Los intereses
creados, se muestra menos respetuoso y satiriza los ideales burgueses protegidos tras el manto del
cinismo y la hipocresía.

En paralelo, un teatro poético de baja calidad y una corriente cómica basada en los tópicos y lo
folclórico, donde destacan, Carlos Arniches, los hermanos Álvarez Quintero y Pedro Muñoz Seca.

- Los innovadores. Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), quizá sea el dramaturgo más innovador de las letras
españolas. Su trayectoria experimenta una profunda evolución desde la estética modernista y simbolista
hasta el peculiar expresionismo del esperpento. Su creación podemos clasificarla en tres núcleos
temáticos y formales:

-Ciclo mítico. Destacan las Comedias Bárbaras (Águila de blasón, Romance de lobos, Cara de plata) y
Divinas palabras. Imagen idealizada de una Galicia arcaica.

-Ciclo de las farsas. La cabeza del dragón, La marquesa Rosalinda, etc. Aquí se forjan los personajes
deformados del esperpento.

-Ciclo del esperpento, culminación de su teatro: Los cuernos de doña Friolera, Las galas del difunto,
La hija del capitán; Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte y su obra maestra, Luces de
bohemia. Ofrece una visión trágica y caricaturizada de situaciones y personajes a fin de
desenmascarar la auténtica verdad que esconde bajo su apariencia.

- La generación del 27. García Lorca

Entre los autores de la generación del 27, destaca como dramaturgo Federico García Lorca (1898-1936).
Se mostró muy crítico con el teatro comercial de la época, siempre manifestó sus preferencias por los
géneros del vodevil o el guiñol y trató de difundir el teatro en zonas rurales con su grupo “La barraca”.

Comienza su producción en los años veinte con dos obras en verso, El maleficio de la mariposa, de
carácter simbolista o el drama histórico Mariana Pineda

De su creación surrealista destaca El público y Así que pasen cinco años.

Los últimos años constituyen la época más fructífera, pues encuentra una voz propia, asociando
contenidos de raíz tradicional con el rigor formal y escénico y un lenguaje poético brillante cargado de
ecos populares. Sus tres grandes tragedias: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba y el
drama Doña Rosita la soltera.

También podría gustarte