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Idea de la historia R. G. COLLINGWOOD Rte eRe Ee! 66 INTRODUCCION dio s6lo representa a la primera. Lo que aqui intento, en efecto, es una investigacion filos6fica acerca de la naturaleza de la historia considerada como un tipo o forma especial del conocimiento que tiene un tipo especial de objeto, dejando a un lado, por el momen- to, la cuestidn siguiente, o sea, cémo tal investigacién afectard otras partes del estudio filoséfico. § 2. La NATURALEZA, BL OBIETO, EL, METC Y EL VALOR DE LA HISTORIA Lo que la historia sea, de qué trata, como procede y para qué sir- ve, son cuestiones que hasta cierto punto serian contestadas de diferente manera por diferentes personas. Sin embargo, pese a esas diferencias, hay en buena medida acuerdo entre las contesta- ciones. Tal acuerdo, por otra parte, se hace mas estrecho si se exa- minan las contestaciones con vista a desechar aquellas que proce- den de testimonios tachables. La historia, como la teologia o las ciencias naturales, es una forma especial de pensamiento. Si eso es asi, las cuestiones acerca de la naturaleza, el objeto, el método y el valor de esa forma de pensamiento tienen que ser contesta- das por personas que retinan dos condiciones. La primera condicién es que tengan experiencia de esa forma de pensamiento. Tienen que ser historiadores. Ahora bien, hoy dia todos somos historiadores en cierto sentido, puesto que toda persona educada ha recibido una ensefanza que incluye cierta proporcién del pensar histérico. Pero eso no basta para conside- rar que esas personas estén calificadas para poder opinar acerca de la naturaleza, del objeto, del método y del valor del pensamien- to histérico. La razén es, primero, que la experiencia del pensar histérico que asi obtienen es, con toda probabilidad, muy superfi- cial, de tal suerte que las opiniones fundadas en dicha experien- cia tendrian parecido valor al que puedan tener las opiniones acerca del pueblo francés de alguien que sélo las fundara en una visita de fin de semana a Parts. Pero, segundo, la experiencia ob- tenida en cualquier terreno a través de las vias educativas comu- nes y corrientes tiene que estar invariablemente atrasada, En efecto, la experiencia del pensar histérico adquirida por esas vias se modela sobre lo que dicen los libros de texto, y estos libros INTRODUCCION 67 siempre se atienen no a lo que se esté pensando por los auténti- cos historiadores al dia, sino por lo que pensaron los auténticos historiadores de algtin momento en el pasado cuando se estaba creando el material en bruto del cual se compaginé el libro de tex- to. Y no son tan sdlo los resultados del pensamiento histérico lo que esté atrasado para la fecha en que quedan incorporados al libro de texto, sino también los principios que rigen el pensa- miento histérico, es decir, las ideas acerca de la naturaleza, el abjeto, el método y el valor de ese tipo de pensamiento. En tercer lugar y en conexién con lo que acaba de decirse, todo conoci- miento adquirido por via de educaci6n trae aparejada una ilusién peculiar: la ilusion de lo definitive. Cuando un estudiante esta in statu pupillari respecto a cualquier materia, tiene que creer que las cosas estan bien establecidas, puesto que su libro de texto y sus maestros asi las consideran. Cuando por fin sale de ese estado y prosigue el estudio por su cuenta, advierte que nada esta final- mente establecido, y el dogmatismo, que siempre es sefial de in- madurez, lo abandona. Considera, entonces, a los llamados he- chos bajo una nueva luz y se pregunta si aquello que su libro de texto y su maestro le ensefaron como cierto, realmente lo es. ¢Qué razones tuvieron para creer que era la verdad? Pero ademas geran, acaso, adecuadas tales razones? Por otra parte, si el estu- diante sale del estado pupilar y no prosigue sus estudios, jamas logra desechar la actitud dogmética, circunstancia que, precisa- mente, lo convierte en una persona especialmente inadecuada para contestar las preguntas que arriba se han planteado. No hay nadie, por ejemplo, que con toda probabilidad conteste peor esas preguntas que un fildsofo de Oxford que, por haber leido en su juventud a Greats, fue un estudiante de historia y cree que esta ju- venil experiencia del pensar histérico lo califica para decir lo que la historia es, de qué trata, c6mo procede y para qué sirve. La segunda condicién que debe reunir una persona para con- testar esas preguntas consiste en que no s6lo tenga experiencia del pensar histérico, sino que también haya reflexionado sobre tal experiencia. Tiene que ser no sdlo un historiador, sino un fildsofo, y en particular que su preocupacién filos6fica haya concedido especial atencién a los problemas del pensar histérico. Ahora bien, es posible ser un buen historiador (aunque no un historia- dor del mas alto rango) sin que concurra esa reflexién acerca de la 68 INTRODUCCION propia actividad de historiador. Es atin més plausible ser un buen profesor de historia (aunque no la mejor clase de profesor) sin tal reflexién. Sin embargo, es importante reconocer al mismo tiempo que la experiencia es previa a la reflexién sobre esa experiencia. Aun el historiador menos reflexivo retine la primera condicién: posee la experiencia sobre la cual ha de reflexionarse, y cuando se le incita a reflexionar sobre ella, es casi seguro que sus reflexiones sean pertinentes. Un historiador que haya trabajado poco en filo- sofia probablemente contestard nuestras cuatro cuestiones de un modo mis inteligente y positivo que un filésofo que haya trabaja- de poco en historia. Atentas estas consideraciones, voy a contestar a mis cuatro pre- guntas, pero de tal modo que, segtin creo, las respuestas serdn aceptadas por cualquier historiador de nuestros dias. Se trata de contestaciones crudas e inmediatas; pero servirdn de acotacién provisional de nuestro asunto y, ademas, seran defendidas y ela- boradas a medida que avance nuestra meditacién, a) La definicion de [a historia. Me parece que todo historiador es- tara de acuerdo en que la historia es un tipo de investigacién o in- quisicién. Por ahora no pregunto qué clase de investigacién sea. Lo esencial es que genéricamente pertenece a lo que Hamamos las ciencias, es decir, a la forma del pensamiento que consiste en plantear preguntas que intentamos contestar. Es necesario tener presente que la ciencia en general no consiste en coleccionar lo que ya sabemos para arreglarlo dentro de tal o cual esquema. Consiste en fijarnos en algo que no sabemos para tratar de descu- brirlo, Jugar a rompecabezas con cosas que ya conocemos puede ser un medio util para alcanzar aquel fin; pero no es el fin en si. Enel mejor caso es s6lo el medio. Tiene valor cientifico en la me- dida en que el nuevo arreglo nos ofrece la contestacién a una pre- gunta que ya hemos pensado plantear. Esa es la razdn de que toda la ciencia empieza con el conocimiento de nuestra propia ig- norancia; no de nuestra ignorancia acerca de todo, sino acerca de alguna cosa precisa. De, por ejemplo, el origen del parlamento, la causa del céncer, la composicién quimica del sol, la manera de ha- cer funcionar una bomba sin esfuerzo muscular por parte de un hombre, de un caballo o de otro animal décil. La ciencia averigua cosas, y en este sentido la historia es una ciencia. b) El objeto de Ia historia. Una ciencia difiere de otra en que ave- INTRODUCCION 69 rigua cosas de diferente clase. ;Qué clase de cosas averigua la his- toria? Respondo que averigua res gestae, es decir, actos de seres humanos que han sido realizados en el pasado. Aunque es cierto que esta respuesta da lugar a cuestiones, muchas de ellas polémi- cas, asi y todo, y cualquiera que sea el modo en que se resuelvan esas cuestiones, es un hecho que queda en pie la proposicién de que la historia es la ciencia de res gestae, o sea el intento de contes- tar cuestiones acerca de las acciones humanas realizadas en el pasado. c) ¢Cémo procede Ia historia? La historia procede interpretando testimonios. Entiéndase por testimonio la manera de designar colectivamente aquellas cosas que singularmente se llaman docu- mentos, en cuanto un documento es algo que existe ahora y aqui, y de tal indole que, al pensar el historiador acerca de él, pueda obtener respuestas a las cuestiones que pregunta acerca de los sucesos pasados. Aqui también surgen muchas cuestiones difici- les tocantes a cuales sean las caracteristicas de los testimonios y cémo interpretarlas. No hay por ahora, sin embargo, necesidad de suscitarlas, porque lo decisivo es que cualquiera que sea la manera en que se contesten, los historiadores concederan que el proceder en historia, 0 sea su método, consiste esencialmente en la interpretacién de testimonios. d) Por tiltimo, para qué sirve la historia? Quizé esta pregunta sea mds dificil que las anteriores: quien intente contestarla tendra, en efecto, que considerar un campo. mas amplio que el propio de las otras tres interrogaciones que ya contestamos. Tendra que reflexionar, no tan s6lo sobre el pensar histérico, sino sobre otras cosas también, porque decir que algo es “para” algo implica una distincién entre A y B, donde A sea bue- no para algo y B sea aquello para quien algo es bueno. De todos modos sugeriré una contestacién, pensando que no habra histo- riador que la rechace, si bien los problemas que implica son nu- merosos y arduos. Micontestacién es que la historia es “para” el autoconocimien- to humano. Generalmente se considera importante que el hombre se conozca a si mismo, entendiendo por ese conocerse a si mismo, no puramente conocimiento de las peculiaridades personales, es decir, de aquello que lo diferencia de otros hombres, sino conoci- miento de su naturaleza en cuanto hombre. Conocerse a si mismo 70 INTRODUCCION significa conocer, primero, qué es ser hombre; segundo, qué es ser el tipo de hombre que se es, y tercero, qué es ser el hombre que uno es ¥ no otro. Conocerse a sf mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la tinica pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos ensefa lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el hombre. § 3. Los PROBLEMAS DE LAs PARTES I-IV La idea de la historia que acabo de resumir brevemente es una idea moderna, y antes de proceder, en la quinta parte de este li- bro, a exponerla y desarrollarla en mas detalle, me propongo aclararla con una investigaci6n acerca de su historia. Los historia- dores de nuestros dias piensan que la historia debe ser: ¢) una ciencia, 0 sea un contestar cuestiones; b) pero una ciencia que se ocupe de las acciones de los hombres en el pasado, ¢) investiga- das por medio de la interpretacién de los testimonios, y d) cuyo fin es el autoconocimiento humano. Mas no es ésta la manera en que siempre ha sido entendida la historia. Citemos, por ejemplo, lo que al respecto nos dice un autor reciente! hablando de los sumerios del tercer milenio antes de Cristo: La historiografia esté representada por las inscripciones oficiales que conmemoran la edificacién de los palacios y de los templos. El estilo teacrdtico de los escribas lo atribuye todo a la accién de la divinidad, segtin puede advertirse por el siguiente pasaje, uno de muchos ejem- plos que podrian aducirse: “Una disputa surge entre los reyes de Lagash y de Umma acerea de los limites de sus respectivos territories. La disputa se somete al ar- aje de Mesilim, rey de Kish, y se soluciona por los dioses, de quie- nes los reyes de Kish, de Lagash y de Umma no son sino agentes 0 mi- nistros. “El dios Ningirsu y el dios Shara deliberaron sobre el informe veri- dico del dios Enlil, rey de los territorios. Mesilim, rey de Kish, en aca- ' Monsieur Charles F. Jean, en Edward Eyre, European Civilization, Londres, 1935, vol. 1, p. 259.

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