Está en la página 1de 43

La ruptura originaria:

Mutaciones, debates y mitos


de la Independencia*
Francois-Xavier Guerra (†)
p. 21-42

TEXTO NOTAS NOTAS FINALES AUTOR
TEXTO COMPLETO
 * Presentada como conferencia en el marco del III Coloquio
Internacional de Historia de América, “Vi (...)

1Acostumbrados a considerar la Independencia de la América


hispánica como un fenómeno natural, producto de causas
necesarias, nos es difícil aún concebir hasta qué punto ese
proceso fue aleatorio y traumático para los que lo vivieron. En
efecto, lo que la historia patria presentó después como la
marcha ineluctable hacia la Independencia y la modernidad
política fue en realidad la consecuencia de la ruptura de la
monarquía hispánica, un conjunto político multisecular de una
extraordinaria cohesión. Una ruptura que muy pocos habían
pensado o deseado. Por eso, un problema fundamental de este
período fue imaginar y conceptuar la ruptura. Eso suponía, por
ejemplo, para los que aún en 1808 se consideraban españoles,
¿cómo dejar de serlo? Y ¿qué ser entonces?; o ¿cómo pasar de
“fieles vasallos del rey” a “virtuosos republicanos”? De eso vamos
a tratar: de esas mutaciones, de los debates que las produjeron
y expresaron y de la construcción de los primeros mitos
destinados a vivir la ruptura, a justificarla, a pensarla como una
ruptura originaria, como el comienzo de una nueva época,
primicias de una futura Edad de Oro.
2Sólo hablaremos aquí de los comienzos de un largo proceso en
los que aparecen los primeros esbozos de lo que serán después
construcciones mucho más elaboradas. Nuestro propósito es
poner de manifiesto el carácter teleológico de las versiones más
comunes de la historia patria que desde muy pronto han tendido
a considerar esta época como un bloque y a pensar que, puesto
que al final del proceso revolucionario aparecieron estados
considerados como naciones y fundados en los principios
políticos modernos, fue la precoz aspiración a la emancipación
nacional y a las libertades modernas la que provocó la
revolución y la Independencia.
3Estas interpretaciones impiden ver lo que es manifiesto para
cualquiera que aborde las fuentes sin un propósito
preconcebido: el abismo que media entre el lenguaje, los
imaginarios y los valores de 1808 y los que se pueden captar
unos años después. En la primera fecha no se oyen en América
más que ardientes discursos de lealtad al rey cautivo, de
fraternidad con los españoles peninsulares, de unidad
indefectible de la monarquía. Las palabras empleadas parecen
venir de muy antiguo: señor, vasallos, fe jurada, monarquía,
leyes del reino... Pocos años después, la guerra, con su
implacable oposición amigo-enemigo, reina por doquier, entre
los pueblos, entre los propios americanos, entre americanos y
españoles. Para muchos americanos, la España peninsular se ha
convertido en el enemigo de la libertad, y el régimen
monárquico en un régimen despótico. Se habla ya, y no sólo por
los insurgentes, un lenguaje que es gran parte el nuestro, el
lenguaje moderno de la libertad, de la nación, de la patria, de la
constitución, del ciudadano, de los derechos del hombre... En
muy pocos años hemos cambiado de mundo. Se ha roto la
unidad de un conjunto político multisecular —la monarquía
hispánica— y pugnan por aparecer nuevos estados; se ha
derrumbado prácticamente para siempre la legitimidad
monárcjuica y en su lugar reina retóricamente el pueblo
soberano  y se instalan regímenes republicanos.
4Contrariamente a las interpretaciones unanimistas de
muchas historias patrias  posteriores, todo es diversidad en
nuestra época. Según los lugares y, sobre todo, los momentos,
los múltiples actores de una sociedad compleja y
progresivamente desquiciada toman posiciones y emplean
lenguajes diferentes. Durante todo ese período domina
el tiempo corto,  el tiempo propio de las revoluciones, ese
tiempo en que acontecimientos inesperados o aleatorios —como
los que hemos vivido con los atentados de septiembre de 2001
— modifican irreversiblemente el campo estratégico en el que se
mueven los actores, abren nuevas coyunturas e imponen
problemas inéditos. Por eso vamos a dar la prioridad a la
palabra de los actores de la época: a sus incertidumbres, a su
perplejidad y a sus dudas; a los debates sobre lo que son y por
lo que combaten; a los discursos que justifican su acción y a los
mitos que la legitiman.

PATRIOTISMO HISPÁNICO Y
DERECHOS AMERICANOS
5Los acontecimientos peninsulares de 1808 abrieron la crisis
que acabó por provocar la desintegración de la monarquía
hispánica y, con ella, la profunda mutación de las identidades
americanas y de los principios políticos. Pero, sería caer en un
anacronismo ver en las forzadas abdicaciones de la familia real
en Bayona en 1808 la ocasión que los americanos estaban
buscando para independizarse. Los americanos, como los
españoles, no hacen al principio más que reaccionar a una
situación que les es impuesta desde fuera. Por la fuerza de las
circunstancias se ven obligados a reflexionar, a tomar partido, a
actuar, puesto que lo que está en juego les concierne muy
directa y urgentemente: la supervivencia de la monarquía
hispánica, primero, y las relaciones políticas entre los dos
continentes, después.
6A partir del verano de 1808, cuando las noticias de la crisis
peninsular llegan a América, se asiste a una gigantesca toma de
palabra. Todos sus habitantes, sea cual sea su condición y su
pertenencia grupal, incluidos infimos pueblos de indios,
perciben perfectamente la trascendencia del momento que están
viviendo. Lo que todos expresan en múltiples manifestaciones,
documentos y ceremonias es ante todo una extraordinaria
unidad moral y un fuerte patriotismo hispánico; en el registro de
los valores, un mismo rechazo de la imposición francesa y la
decisión de combatirla, una igual lealtad al rey cautivo, una
común exaltación de la religión católica como elemento
constitutivo de su identidad, tal como lo expresa la carta en la
que una comunidad indígena de Nueva España ofrece en 1808,
 1 Santiago del Río, Archivo General de la Nación, México (en adelante
AGN), Historia, t. 46, f. 454.

...sus personas, bienes y vidas para que les manden en quanto sea
servicio de nuestros Católicos Soberanos que supimos con dolor de
nuestro corazón haverlos engañado un traidor. Nunca el pueblo de
Dios de Israel le pidió algo a su Divina Mag. Para mejor servirle que
no mandase hasta a sus ángeles para exterminar a sus enemigos, y
esto que no tenía una Nuestra Señora de la Guadalupe... 1

 2 Para una exposición más amplia de estos temas, véase François-


Xavier Guerra, Modernidad e Independ (...)

7En el registro político, se evidencia una visión de la monarquía,


heredera del imaginario plural y pactista de la época de los
Austria: la reunión en la persona del rey de un conjunto de
reinos y provincias, diferentes entre sí, pero iguales en
derechos: las Españas2.
8Pero, al lado del unanimismo moral de las Españas, el
acontecimiento inaudito de la acefalía regia abre
inmediatamente un debate tanto más radical cuanto que no
existe precedente para solucionar el problema: ¿quién debe
gobernar en lugar del rey y en su nombre? Como los españoles,
los americanos consideran que, ausente el rey, la soberanía pasa
a la sociedad, a los pueblos, es decir, a los reinos, provincias y
ciudades. Por las circunstancias mismas de la crisis, se invierte
la visión absolutista de un poder que circula de arriba abajo.
Desde este momento, la formación de gobiernos procedentes
del pueblo —las juntas— se convierte en una necesidad lógica,
aunque para su realización práctica intervengan otras variables.
9Entre éstas —la más importante y causa de las primeras
divisiones y de la formación de los “partidos” europeo y
americano— se encuentran las hipótesis sobre la situación
militar y política de la España peninsular, consecuencia de los
plazos y de la incertidumbre en la transmisión de noticias. Si,
por la fortuna de la guerra o por la colaboración con los
ocupantes, ésta hubiera caído, o fuera a caer, entre las manos
de Napoleón, la constitución de gobiernos en América y su
independencia de la península se convierte en una necesidad
urgente. Estas son las razones que, durante el verano de 1808,
empujan al cabildo de México con el virrey y una parte de las
élites criollas a preparar la reunión de Cortes en Nueva España.
Estas también las que llevan a las élites de otras regiones a
discutir desde entonces sobre la constitución de gobiernos
independientes.
10La independencia de la que se discute, entonces, no es
todavía la independencia en el sentido que la palabra tendrá
pocos años después, sino una manifestación del patriotismo
hispánico: de fidelidad al rey y al ser mismo de la monarquía. La
independencia se concibe en referencia a Francia y a los que en
España colaboran con ella. Como lo dice con toda franqueza
Buenos Aires a la Junta de Sevilla:
 3 Gaceta Ministerial de Sevilla, 60, 23-XII-1808.

en aquella provincia (Buenos Aires) era general el entusiasmo por la


libertad de España, siendo el dictamen de sus naturales y habitantes
no obedecer a otra autoridad que la legítima y, en caso de faltar esta,
nombrarse independiente3.

 4 Fray Melchor de Talamantes “Idea del congreso nacional de Nueva


España, individuos que deben compo (...)

11Más aún, en caso de pérdida de la España europea, la España


americana debe asumir la representación supletoria o residual
de todas las Españas4.
 5 Camilo Torres, Memorial de agravios. Representación del cabildo de
Santa Fe a la Suprema junta Cen (...)

 6 Fray Servando de Teresa y Mier, Historia de la revolución de Nueva


España (1813). Ediciones crític (...)
 7 Momento clave son las elecciones de diputados a la Junta Central (9
para América y Filipinas contr (...)

12Lo que todos estos acontecimientos están planteando de


manera nueva y urgente es la cuestión de la igualdad de los
derechos entre los dos continentes. Esta aspiración, centrada
desde el siglo XVI en la reivindicación de la prioridad de los
americanos para ocupar cargos civiles y eclesiásticos, cristaliza
ahora en la pugna por la igualdad de representación política: en
las instancias centrales de la monarquía —en la Junta Central,
primero y en las Cortes después—y en el derecho a formar
juntas de gobierno semejantes a las de la España peninsular. En
esa larga pugna el debate se centra primero en el estatuto
político de América: ¿son colonias como tienden a pensarlo los
peninsulares, o reinos y provincias, como lo defienden con
fuerza, entre otros muchos, Camilo Torres5 y Fray Servando de
Teresa y Mier?6. Los americanos van a experimentar el contraste
entre las continuas declaraciones verbales de igualdad por parte
de los gobernantes peninsulares y la realidad evidente de un
rechazo práctico de sus demandas7. Amarga experiencia que
llevará a la formación de las juntas americanas de 1810.
13Por eso, aunque esta etapa clave no se abra más que en 1810,
la ruptura con la estructura y el funcionamiento multiseculares
de la monarquía es un hecho irreversible desde 1808. La
mayoría de los americanos son sin duda incapaces de prever la
evolución futura y, más aún, la futura independencia, pero la
impresión de que están asistiendo al fin de un mundo será cada
vez más perceptible. La angustia ante lo desconocido va pareja
con la esperanza de la regeneración. Ni el hundimiento del
absolutismo, ni la necesaria representación política, ni la
redefinición de las relaciones entre los dos continentes son
fenómenos coyomturales. Aunque algunos puedan soñar,
entonces y después, con una vuelta al statu quo ante,  el mundo
hispánico ha entrado, precoz y accidentalmente, en un proceso
de transformaciones profundas.

14La historiografía patria del siglo XIX ha hecho de la formación


de las Juntas de gobierno en America en 1810 la fecha clave de
la Independencia: a la vez el acta de nacimiento de nuevas
naciones y el principio de una época revolucionaria. Ambas
calificaciones son históricamente anacrónicas, si se considera el
sentir de los actores, aunque no dejen de tener una parte de
verdad, por sus consecuencias.
 8 Las fechas de formación de las juntas corresponden a los desfases en
la recepción de correo; las m (...)

15La constitución de esas juntas no es, al principio, más que la


respuesta americana a los acontecimientos militares y políticos
de enero de 1810 en la España peninsular a la invasión de
Andalucía por los ejércitos franceses y al derrumbe de la Junta
Central, considerada como responsable del fracaso militar 8.
Como en 1808, la monarquía a principios de 1810 se encuentra
de nuevo acéfala y amenazada, más que nunca, de desaparición
como Estado soberano. El Consejo de Regencia que se
constituye en Cádiz, por impulsión inglesa y bajo la tutela de los
grandes comerciantes de la ciudad, aparece tanto a los
peninsulares como a los americanos como un poder frágil, de
muy débil legitimidad y probablemente efímero ante el empuje
de las fuerzas galas.
16Frente a esta realidad, la constitución de gobiernos
autónomos en las principales ciudades de América es una
consecuencia lógica de los acontecimientos de los dos últimos
años: de la asunción por los pueblos de la soberanía real y de la
afirmación de la igualdad política entre españoles y americanos:
 9 “Convocatoria a las provincias de la Junta de Santa Fe”, 29-VII-1810,
en José Romero y Luis Albero (...)

Dos años hacía que arrebatado del trono nuestro cautivo monarca
por un pérfido enemigo, habían recobrado las provincias de España
sus derechos primitivos. Cada una de ellas engió entonces un
gobierno supremo independiente de las demás. Este sagrado derecho
que ninguno podrá disputar a unos pueblos libres [...] se revocó no
obstante a duda con los pueblos de América9.

17La reivindicación de los derechos americanos, reconocidos


teóricamente por los gobiernos provisionales peninsulares y
vulnerados en la práctica por ellos, va pareja con la declaración
de fidelidad al rey e incluso con múltiples declaraciones de
solidaridad con los españoles de la península. Considerada en
esta óptica histórica, una de las cuestiones interminablemente
debatidas por la historiografía tradicional —definir qué ideas,
francesas, españolas u otras, presidieron a su formación—
pierde buena parte de su pertinencia. Es ciertamente posible
buscar en un discurso o en una proclama las ideas de Suárez,
Montesquieu o de Rousseau, pero este tipo de análisis, tantas
veces realizado, adolece de varias limitaciones. Por un lado, se
deja de lado la extraordinaria complejidad del lenguaje de esta
época, en la que, en todo el mundo occidental, el campo
semántico de las palabras claves de la política está en plena
transformación: viejas palabras como nación, pueblo, república,
soberanía, representación, están adquiriendo nuevos
significados sin perder aún los antiguos. Por otro, se tiende a
olvidar que el lenguaje no es una realidad neutra e invariable,
sino también un instrumento de la acción, un arma al servicio de
la estrategia de los actores. Una parte de las ambigüedades del
discurso de esta época resulta precisamente de estas estrategias
discursivas. En fin, en la acción cuentan menos las ideas in
genere  que los modelos: lo que otros hicieron o se imagina que
hicieron.
 10 Lorenzo de Santavana Bustillo, Gobierno político de lospueblos de
España (1742), Madrid, Instituto (...)

18En este último sentido, las juntas americanas se sitúan en la


lógica abierta en 1808 por las juntas insurreccionales españolas,
es decir, la de un gobierno provisional constituido por el pueblo
para cubrir el vacío del poder real. Igual que ellas, el pueblo que
les da legitimidad es el pueblo de las ciudades capitales
concebido aún de una manera muy tradicional, como un cuerpo
y cabeza de una circunscripción territorial. Como la Junta
Central española, las Juntas americanas son depositarías a la vez
de los poderes ejercidos antes por el rey y de la soberanía del
pueblo, entendido éste en un sentido corporativo. La semejanza
remite a una realidad profunda y permanente: a una común
estructura política de base, es decir, a la preeminencia de la
ciudad, tanto en Castilla como en América. Los monarcas
borbónicos que intentaron disminuir sus prerrogativas, no
modificaron ni la realidad ni el imaginario venido de la Baja Edad
Media; las ciudades principales siguieron siendo un elemento
clave de la república. Como lo dice aún en pleno siglo XVIII un
oidor de la audiencia de Zaragoza, nada sospechoso de
hostilidad al poder regio: “El gobierno de los pueblos, por
derecho natural, pertenece a los pueblos mismos”10.
19La afirmación tiene el carácter de una evidencia y
“naturalmente” fueron los pueblos —las ciudades principales—,
españoles primero, americanos después, los que asumieron la
soberanía del rey ausente. El discurso legitimador podía adoptar
el lenguaje de la neoescolástica española, el del derecho natural
o el de la revolucionaria soberanía del pueblo, pero todos
remitían más profundamente al imaginario y a las prácticas
“pactistas” que regían las relaciones entre el rey y sus vasallos,
ya fuesen individuos o cuerpos.
 11 “Declaración de Independencia”, El Publicista de Venezuela, 2, 1811.

20La novedad de las juntas americanas no reside en los


principios en que se fundan o en la forma que adoptan, sino en
su existencia misma. Como en España en 1808, los americanos
se dotan ahora de gobiernos que no dependen de ningún otro y
que se fundan sobre la soberanía —provisional o definitiva— de
los pueblos. Como consecuencia de este hecho esencial, se
rompe entonces la unidad política de la monarquía, no sólo con
la España peninsular, sino también la de los
diferentes pueblos  americanos entre sí, unidad que estaba hasta
entonces asegurada por sus vínculos verticales con el rey y que
hacen que para muchos quede “disuelta la Nación española” 11.
21Las ciudades capitales que, las primeras, han formado las
Juntas conocen perfectamente esta realidad y por eso,
inmediatamente, buscan la adhesión de las otras ciudades,
capaces también de reasumir la soberanía. Todas las capitales
argumentan en términos parecidos, apelando para justificar su
acción, al imaginario orgánico del cuerpo político: las críticas
circunstancias —la acefalía del poder— les han obligado a
asumir la soberanía como cabezas políticas que son de su
provincia o de su reino. Sin embargo, bien saben que su
preeminencia política, generalmente reconocida, no basta para
legitimar duraderamente a los nuevos poderes. Por eso,
proponen a los otros pueblos  ampliar la representatividad de la
Junta por el envío a ella de diputados o reunirse en un congreso.
Se trata así, de resolver por la representación política un doble
problema: el de la ilegitimidad de las nuevas autoridades y el de
la unidad de los pueblos. Problema de difícil solución, puesto
que, por un lado y contrariamente a las trece colonias británicas,
no existen precedentes de esta reunión ni prácticas
representativas por encima de las ciudades; por otro, no está
claro qué área geográfica deba cubrir esa representación. La vía
estaba abierta a las querellas y a las rivalidades entre los
pueblos.
 12 La oposición más importante fue la que opuso Lima a Buenos Aires
por el control del Alto Perú.

22Regiones tan importantes como Nueva España, Perú o Cuba


reconocieron, en efecto, al Consejo de Regencia; más aún,
incluso en el Río de la Plata, Nueva Granada o Venezuela,
bastantes ciudades se negaron a reconocer la autoridad de los
nuevos gobiernos. Las rivalidades políticas y la lucha por la
supremacía regional se cargan de elementos más pasionales 12.
Las diferencias de actitud política, lejos de ser consideradas
como en la península una alternativa en una situación confusa y
excepcional, fueron vistas, al contrario, por unos y por otros
como verdaderas traiciones. Los que habían aceptado la
autoridad de la Regencia consideraron a los juntistas como
rebeldes que conspiraban por la independencia y estos a
aquellos como juguetes entre las manos de los peninsulares y
traidores a la causa americana. Por eso, tanto unos como otros
intentaron inmediatamente reducir por la fuerza a sus
adversarios.
 13 El fracaso definitivo de la negociación puede ser fechado en julio de
1811 cuando las Cortes recha (...)

23A estos motivos de conflicto, propiamente americanos, se


sumó pronto la actitud de las autoridades peninsulares. La
constitución de las juntas americanas estaba fundada, para la
mayoría en la hipótesis —nada absurda en 1810— de la derrota
total de la España resistente. Pero, los patriotas españoles no
fueron completamente aplastados y, con la ayuda inglesa,
continuaron la guerra. Cádiz, asediada, no cayó y el Consejo de
Regencia, reconocido por las regiones españolas libres y una
parte de América, se mantuvo y transmitió su poder en
septiembre de 1810 a las Cortes reunidas en Cádiz. A la cabeza
de la monarquía se encontraba ahora un organismo que, aunque
de escasa representatividad al principio, tenía una fuerte
legitimidad simbólica, que se acrecentó luego por la
incorporación de otros diputados españoles y americanos. Al
conflicto entre americanos viene, pues, a añadirse el que opone
a las juntas americanas con los gobiernos centrales de la
monarquía. En menos de un año, el posible compromiso entre
ellos fracasó a pesar de la mediación inglesa13. La debilidad
misma de estos poderes inéditos reforzó a su intransigencia
mutua.
 14 La singularidad mexicana reside en el carácter social y rural del
movimiento, que se explica por e (...)

24La guerra, por tanto, va a seguir muy de cerca la fundación de


las juntas en Sudamérica y, en México, el levantamiento de
Hidalgo y la gran explosión social que lo acompaña 14. Guerra
que es doblemente una guerra civil: por un lado, guerra interna
entre las regiones y ciudades que aceptan el nuevo gobierno
provisional español y las que lo rechazan; y, por otro, guerra
exterior contra el gobierno central de la monarquía. A partir de
entonces y durante largos años, la América hispánica va a ser un
continente desgarrado entre poderes políticos rivales,
legitimidades contradictorias e identidades en gestación.

DISCURSOS EN PUGNA
25La divergencia de actitudes no provoca únicamente lo que
podría calificarse de debate de opinión, sino también la
elaboración de múltiples discursos que pertenecen tanto al
registro de la lucha de bandos y facciones como al de la
propaganda de guerra y a la guerra de propagandas. En estos
debates apasionados el lenguaje, los argumentos y las prácticas
de comunicación modernos coexisten y se mezclan con los del
Antiguo Régimen, la imprenta con el manuscrito, la razón con la
pasión.
 15 Estas redes aparecen claramente en los documentos del archivo del
virrey Abascal, AGI, Diversos, 1 (...)

26Las múltiples formas de expresión que en 1808 habían


manifestado el unanimismo del patriotismo hispánico conducen
ahora a una división creciente en el cuerpo político. Utilizadas
como armas de un conflicto civil, sus usos son múltiples, tanto
externos como internos. No se trata sólo de legitimar hacia
fuera los nuevos poderes, sino también de hacer propaganda
clandestina en el campo contrario, de luchar con la quinta
columna  del interior y de movilizar a la población15.
27Para ello, se emplea toda la gama de las prácticas de
comunicación del Antiguo Régimen —envío de emisarios y de
correos clandestinos, propagación de rumores, utilización del
pasquín, del libelo, de las hojas volantes- y diversos géneros
literarios —proclamas, poemas, canciones, catecismos, sátiras,
diálogos jocosos— No se trata de una discusión racional, sino
de desacreditar o desmoralizar al adversario y de exaltar o
movilizar a sus partidarios; no tanto de convencer, como de
“hacer creer” y de “hacer actuar”. Por los fines que se propone,
toda esta literatura se dirige, principal aunque no
exclusivamente, a un público muy amplio: al pueblo de las
ciudades, teatro principal de la política, pero también a la
población del campo: en México, desde 1810, y
progresivamente, luego, en la parte sur del continente a medida
que la guerra exige la movilización popular o provoca la entrada
en liza de los grupos rurales.
28Los temas de lo que va a ser al mismo tiempo un debate de
opinión moderna, una guerra de propagandas y una lucha de
facciones van a ir evolucionando con el tiempo. En un primer
período, se trata antes que nada de justificar su propia acción y
de denigrar a los adversarios. Los insurgentes se esfuerzan por
convencer a sus compatriotas de la justicia de su causa. La
rotunda negativa, por parte de las autoridades regias, a aceptar
gobiernos autónomos en América es presentada como una
violación de los derechos de los americanos, ya se consideren
estos bajo la vieja óptica pactista o la nueva de los derechos
naturales. Las autoridades fidelistas son asimiladas al
despotismo, al gobierno arbitrario, a la tiranía. Los tan
frecuentes ataques a los mandones  expresan en lenguaje
popular el rechazo a esas autoridades, ilegítimas por su origen
puesto que no han surgido de la voluntad de los americanos y,
por tanto, también en su ejercicio. Los manifiestos dirigidos a
un público más popular (en Nueva España, en el Alto Perú)
apelan a la lucha contra ellas utilizando el vocabulario del mal
gobierno, el viejo lenguaje y la fuerza de movilización de las
revueltas del Antiguo Régimen. En estos casos, la opresión
política se carga de tintes sociales y los peninsulares
(gachupines, chapetones), son designados como los
responsables muy concretos de los abusos y de las dificultades
de los tiempos.
29La exaltación constante de la libertad es, ante todo, la
reivindicación de una libertad colectiva: la de los americanos
respecto a los españoles, la de la patria. Difícil es al principio
distinguir si esta libertad es una demanda de autogobierno o de
independencia total o de qué patria se trata, pues esta remite a
América en su conjunto tanto como a los
diferentes pueblos.  Pero, a pesar de esta incertidumbre, la
patria va invadiendo todo el lenguaje de los partidarios de las
juntas, convirtiéndose poco a poco en invocación suprema, en el
centro de un nuevo culto que pronto celebrarán los símbolos y
las ceremonias.
 16 Catecismo de Estado según los principios de la religión, Madrid,
1793.
30Los fidelistas, por su parte, centran su discurso y su
propaganda en la ilegitimidad de toda acción contra la autoridad
constituida. El corte de la argumentación es profundamente
absolutista: nadie, y por ningún motivo, puede rebelarse contra
las autoridades regias. El rechazo de todo tipo de pactismo es
radical y la influencia de Bossuet —ampliamente difundido en la
segunda mitad del siglo XVIII, traducido y adoptado por autores
como Joaquín Lorenzo de Villanueva 16— es patente. El poder del
rey viene directamente de Dios y de él a sus representantes y
ningún derecho, ni individual ni colectivo, puede ser alegado
contra ellos. La rebelión contra las autoridades es siempre
ilegítima y un grave pecado que trae consigo, además, la
disolución del orden social. En Nueva España, trastornada por la
insurrección popular, estos temas son incansablemente
repetidos en toda clase de proclamas, cartas pastorales,
sermones, artículos de prensa, pero también están presente en
América del Sur, influyendo incluso en los patriotas que en sus
documentos deben insistir en la tranquilidad pública y orden
que reinan en sus provincias.
 17 Véase, por ejemplo, para Venezuela Germán Carrera Damas, Boves.
Apuntes socio-económicos de la Gue (...)

 18 Muy significativamente esta dualidad se manifiesta hasta en los


lemas de las medallas y decoracion (...)

31A estos temas de índole más bien política se mezclan otros


más pasionales que remiten a la guerra y a sus excesos:
ejecuciones sumarias, represión contra los no combatientes,
saqueos. Muy rápidamente, la denuncia de estos excesos se
convierte en una constante de la propaganda de cada campo.
Para los realistas: la ejecución del ex-virrey Liniers en el Río de
la Plata, o del incidente de Paula Sanz en el Alto Perú, o los
saqueos y matanzas de las “hordas” de Hidalgo en Nueva
España. Para los insurgentes, la matanza en prisión de los
“mártires de Quito”, las víctimas de las tropas realistas de Calleja
en México o de Abascal en Perú, son los principales ejemplos de
lo que será una constante y triste realidad de la guerra
americana17. En la que no sólo se afrontan parientes y vecinos,
sino, sobre todo, fidelidades opuestas y excluyentes: unos
luchan por su patria, los otros por su rey 18. La crueldad de los
enemigos, su violación del derecho de gentes son una prueba de
su inhumanidad, que el lenguaje expresa sirviéndose de todos
los recursos del bestiario clásico: fieras sanguinarias, lobos
feroces, tigres crueles...
 19 Todos estos temas están muy presentes en los escritos de Carlos
María Bustamante, uno de los princ (...)

 20 Cfr. Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y


Babilonia. Religión y política en Ecu (...)

32El conflicto tiene también una fuerte dimensión religiosa,


lógica en sociedades impregnadas de religión. En Nueva España,
a la condena de los insurgentes por los obispos y por la
Inquisición respondieron aquellos invocando su piedad: su
devoción a la Virgen de Guadalupe, la presencia de múltiples
sacerdotes en sus rangos y la continuidad del culto 19. En Quito,
la segunda junta es presidida por el obispo, sus ejércitos
dirigidos por numerosos clérigos y sus temas legitimadores
están impregnados de un discurso religioso que exalta la
piadosa América20. En todos los sitios, ambos bandos
consideran que la Providencia vela sobre ellos y castiga a sus
enemigos, invocan para sus tropas la protección del Dios de los
Ejércitos y apelan a sus santos patrones y, sobre todo, a las
diversas advocaciones de la Virgen, nombradas capitanas
generales de sus ejércitos.
 21 Camilo Torres, Memorial de agravios, op. cit.

33En poco tiempo, la guerra y la querella ideológica van a


conducir a lo que es, sin duda, el fenómeno más importante y
durable de esta época: la ruptura de la unidad moral de la
monarquía y la mutación de la identidad de los que antes
reivindicaban sus derechos en tanto que españoles americanos,
hijos y descendientes de los que “por medio de indecibles
trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para
España este Nuevo Mundo”21.
 22 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo, México, Fondo de
Cultura Económica, 1960 (1  ed. ital (...)
a

34La multiplicidad de pertenencias, característica de las


sociedades del Antiguo Régimen, se disgrega haciendo
incompatibles identidades que hasta entonces coexistían
superpuestas. En este proceso de disgregación, que se
extenderá después hasta el nivel muy bajo de la patria
chica,  la americanidad  va a ocupar durante largo tiempo un
primer plano. Los términos españoles americanos  se convierten
muy pronto en incompatibles. La identidad americana que, a
partir de la vieja rivalidad entre criollos y peninsulares, se ha ido
afianzando en la segunda mitad del siglo XVIII a favor de la
“querella del Nuevo Mundo”22, se refuerza ahora al calor de los
argumentos de los contrincantes. En la guerra verbal  que
acompaña todo conflicto, y todavía más a las guerras civiles,
algunos europeos van a utilizar un lenguaje que no puede
menos que ahondar la separación entre americanos y
peninsulares. ¿Algunos realistas no se limitan a presentar su
acción como una lucha de vasallos rebeldes, sino que la asimilan
a una nueva conquista de América por los españoles, lo que
implícitamente equivale a identificar a los criollos con los
pueblos conquistados.
 23 Véase, por ejemplo, la reacción de José Barquijano y Carrillo, conde
de Vistaflorida, criollo peru (...)

35En un registro complementario, los tópicos de la Europa de las


Luces sobre la inferioridad del nuevo continente y de sus
habitantes son empleados brutalmente, no sólo en la península,
sino incluso en América por poderosas corporaciones
dominadas por peninsulares. El Consulado de México, en un
informe a las Cortes del 27 de mayo de 1811, los recoge y los
extrema, acompañándolos de una crítica general llena de
desprecio sobre la incapacidad y los vicios de todos los
habitantes de América: indios, mestizos y castas, criollos. El
informe fue leído en las Cortes, a pesar de la oposición de los
diputados americanos, durante el debate sobre la igualdad de
representación, y provocó una herida profunda, no sólo en ellos,
sino en todas las regiones de América, insurgentes o fidelistas 23
 24 Muchos de estos temas se encuentran también en el Common Sense
de Thomas Paine. Una selección en e (...)

36Para contrarrestar estos ataques los insurgentes recurren a los


temas de la visión utópica del Nuevo Mundo, común en parte
por la elaborada por los publicistas de Estados Unidos 24. El
imaginario de la americanidad toma sus elementos constitutivos
de la geografía —la distancia y la separación de los dos
continentes—, de la naturaleza -animada o inanimada—, de los
mitos; el Nuevo Mundo es exaltado como un mundo nuevo,
preservado por la Providencia, de la impiedad o del despotismo
europeo.
 25 Las reediciones de Las Casas se multiplican durante el período:
Londres, 1812; Bogotá, 1813, Puebl (...)

 26 Los escritos que tratan estos temas son innumerables y


particularmente en los catecismos políticos (...)

37Más alcance tuvo aún el debate sobre la conquista. Los


insurgentes asimilan también, la represión realista a la
conquista, pero vista no como una hazaña gloriosa, sino como
una empresa injusta y sanguinaria. Aparecen entonces en su
discurso las visiones negativas de la conquista, inspiradas en
Las Casas25 o en el acervo de la leyenda negra  europea. La
inesperada repetición del debate del siglo XVI sobre los justos
títulos  de la conquista es, sin embargo, lógica, puesto de lo que
se debate con antiguos argumentos teológicos o canónicos o
con los nuevos, fundados en los derechos de los pueblos, es de
la legitimidad de la posesión de América por los reyes de
España26.
38El siguiente paso fue para los insurgentes el identificarse a su
vez con los vencidos, con los indios, antiguos poseedores del
territorio y presentar la lucha por la Independencia como una
revancha de la conquista. En Chile, por ejemplo, donde la
identidad criolla estaba en gran parte fundada en su carácter de
frontera de guerra contra los indios hostiles, se pasa
progresivamente de un elogio de las antiguas virtudes de los
araucanos a un llamado a la lucha común contra la tiranía
española y, al fin, a una identificación retórica con los
araucanos. En México, el acta de Independencia de 1821
presenta a la nación recuperando sus derechos perdidos en la
época de la conquista.
 27 A pesar de este esfuerzo para dar a la americanidad una base, que
podríamos llamar indigenista, fu (...)

 28 El problema es particularmente crucial a partir de la vuelta de


Fernando VII en 1814.

39Fenómenos análogos se dan en otras regiones, incluso en


aquellas en las que la población indígena había tenido mucha
menos importancia. Aunque este upo de discurso tuviera mucho
de retórico27, su significado era claro: la ruptura moral entre las
dos partes de la monarquía. Estaba abierta la vía para la
proclamación de la Independencia, dado que, fueren cuales
fueren los argumentos utilizados, al negar la justicia de los
títulos de la conquista los americanos resolvían un difícil
problema: no ya el de la ruptura con el gobierno provisional de
la monarquía, sino también con el mismo rey que poco antes
habían jurado28.

LA ERA DE LOS COMIENZOS:


UNA NUEVA HISTORIA
40Las rupturas políticas y de identidad que hemos ido
examinando son más importantes que la declaración formal de
la Independencia que interviene en fechas muy variables. En
Venezuela bastó un año para proclamar la Independencia; en
otros lugares el proceso fue más lento, no sólo en los bastiones
realistas como Nueva España o Perú, en que hay que esperar a
los años 1810, sino incluso en las Provincias Unidas del Río de
la Plata (1816) o en Chile (1818), a pesar de que las primeras
habían estado durante todos esos años en la punta del combate
contra los realistas y del radicalismo de su revolución. La
proclamación de la Independencia hace intervenir otros factores
entre los cuales están, por un lado, la dificultad de concluir
previamente un pacto entre los pueblos que han asumido la
soberanía y, por otro, la elaboración de una constitución.
 29 Pronto se fechan los documentos a tal “año de nuestra revolución”.

41Pero mucho antes de llegar a esta última etapa existe ya la


conciencia clara de pasar a una nueva era: la de la libertad.
Búsquese o no aún la Independencia, la formación de las juntas
es para sus partidarios tomar posesión de su destino; entrar en
la Historia y convertirse en sujetos de Historia. De ahí la
necesidad de elaborar un nuevo relato de los orígenes. Unas
veces, la voluntad de historiar es inmediata y explícita. El Aviso
al Público  de Bogotá dedica así veintidós números entre 1810-
1811 a “la historia de nuestra Revolución”, en una época en que
las juntas gobiernan aún en nombre de Fernando VII. Otras
veces la explicación de la historia y por la historia es implícita,
pero no por eso menos presente. La mayoría de los discursos de
la época, sea cual sea su género y su soporte, son discursos
históricos, no sólo los que se presentan explícitamente como
tales, sino también las proclamas y los manifiestos, la prensa,
las ceremonias, los monumentos y los símbolos, el calendario 29,
los catecismos patrióticos... Todos exponen, con mayor o menor
profundidad, los antecedentes y las causas próximas o lejanas
que han llevado a la situación en que se encuentran.
 30 Los ejemplos son innumerables, véase Manifestación histórica y
política de la revolución en Améric (...)

 31 Una de las formulaciones más tempranas e influyentes de este


esquema fue la “Representación a las (...)

42La principal finalidad de estos relatos es justificar la ruptura;


por eso, esta historia se presenta en algunos casos como un
alegato jurídico dirigido a sus adversarios o a la opinión pública
internacional; como una exposición de los sucesivos agravios
sufridos por los americanos, apoyados a veces por ejemplos o
documentos que los prueba30. Prácticamente desde estos
orígenes se constituye el esquema explicativo, por causas
lejanas o próximas, que regirá hasta casi nuestros días la
historiografía de la Independencia31. En otros, domina la
finalidad pedagógica: hacer que la población admita a los
nuevos gobiernos y movilizarla para el combate. Todos, en fin,
son constructores de identidad al escenificar a los nuevos
actores de la historia.
 32 Londres, 1813.

 33 Buenos Aires, 1816.

43Nueva visión del tiempo, pues, pero sin que esté claro todavía
cuáles son los sujetos de la nueva libertad. La historia que
cuenta el Aviso al Público  es la de los acontecimientos de
Bogotá, aunque el mismo periódico exalte en diversos artículos
el patriotismo de otras ciudades y llore todas las víctimas
americanas de la represión fidelista. Como las identidades que
ella refleja y contribuye a forjar, esta historia en construcción
oscila entre las ciudades, orgullosas de ser los principales
actores de la nueva época y un vasto patriotismo americano sin
traducción política concreta. Contrariamente a las futuras
historias patrias, las historias de esta primera época reflejan,
incluso en sus títulos, las incertidumbres de los sujetos
históricos. Si la Historia de la revolución de Nueva España,
antiguamente Anahuac,  de Fray Servando Teresa de Mier32,
podrá ser asimilada sin demasiados problemas a una historia de
México, ¿a qué nación remite el Ensayo de la historia civil del
Paraguay, Buenos Ayres y Tucumán,  del Deán Funes?33.
 34 Un esquema se encuentra ya en la “Carta a los españoles
americanos” de Juan Pablo Vizcardo, escrit (...)

 35 Las diferentes obras del abate de Pradt ejercieron una enorme


influencia sobre los independentista (...)

44De todas maneras, aunque los sujetos de la historia cambien


después, lo que no cambia es la nueva periodización histórica
que cristaliza entonces: una era de libertad sucede a un largo
período de atonía o de servidumbre. El tema de los “trescientos
años de despotismo”, tan frecuente en la literatura
revolucionaria española para designar los tres siglos
transcurridos desde la derrota de los Comuneros por Carlos V —
interpretado como la pérdida de las libertades castellanas—
pasa ahora a América para designar el período transcurrido
desde la conquista. En sus versiones moderadas, influidas como
la de Mier34, por el constitucionalismo histórico, el despotismo
viene de la violación del primitivo pacto político concluido entre
el emperador y los americanos y concretizado en las Leyes de
Indias. En otras, más radicales y frecuentes —que pueden
mezclarse con la primera-, la conquista misma abre un largo
período de opresión, de postergación de los americanos,
despreciados por los peninsulares y mantenidos por ellos en el
atraso y la ignorancia. La apelación de colonias,  que los
americanos aborrecían poco antes, se convierte en la expresión
misma de la condición americana. La apropiación de este
término permite presentar a América explotada —desangrada—
por los españoles y presentar la Independencia como
ineluctable, fundándose para ello en las teorías del abate Raynal,
modificadas y popularizadas luego por el abate de Pradt35.
45Como para todos los revolucionarlos del área latina —
franceses e hispánicos—, se impone también en América una
visión dualista de la historia; la época anterior a la revolución se
transforma en un Antiguo Régimen, en el que reinaban el
despotismo y la ignorancia. Dimensión suplementaria, el
Antiguo Régimen americano se convierte, además, en una
dominación exterior, la española. Las múltiples tensiones y
demandas de viejas y complejas sociedades, las antiguas
querellas entre criollos y europeos, los muy recientes agravios
políticos, van a ser unificados retóricamente alrededor de estos
dos conceptos, en una explicación más eficaz que coherente.
46Este esquema histórico, de muy largo porvenir, ofrecía
ventajas inmediatas evidentes. Tenía un gran poder de
movilización puesto que unía en la exaltación de la libertad
americana las libertades individuales y las colectivas; unificaba
contra un enemigo común agravios y reivindicaciones múltiples
y a veces contradictorias; ofrecía, en fin, una explicación
optimista de los males sociales al hacer de ellos la consecuencia
de causas exteriores. Tenía, sin embargo, a más largo plazo, el
inconveniente de hacer de la Independencia un comienzo
absoluto, planteando así difíciles problemas de inteligibilidad
del pasado. En el campo de la identidad, por ejemplo, se creaba
una esquizofrénica dicotomía entre una memoria oficial de
ruptura, en la que América aparecía sometida a una
dependencia exterior —“la dominación española”— y la memoria
privada de las familias patricias, actores de la Independencia,
orgullosas de sus antepasados y de sus gestas. La paradójica
condición de estos patricios, que Bolívar definía matizadamente
como “siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros
derechos los de Europa”, es sustituida muy a menudo por la
mística ascendencia india de todos los habitantes de América. La
indiomanía de las élites —en fiestas, ceremonias, símbolos, o
discursos— contrasta con la postergación del indio real. Por lo
demás, la atribución a la dominación extranjera del arcaísmo
social y cultural hacía olvidar las causas propiamente
americanas de la permanencia de estructuras sociales muy poco
acordes con los nuevos ideales.

LAS MUTACIONES
POLÍTICAS
47La conciencia de la ruptura es aún más manifiesta en el campo
de los imaginarios y los principios políticos. La época de la
Independencia es un período revolucionario en el sentido más
fuerte de la palabra, puesto que se produce entonces ese
conjunto complejo de mutaciones culturales y políticas que
podemos designar sintéticamente como modernidad:  un nuevo
vocabulario político y nuevas maneras de pensar el hombre, la
sociedad, la autoridad, el gobierno, los valores, centrados en el
individuo y no en el grupo.
48La relación entre Independencia y modernidad dista mucho de
ser una relación simple, pues conceptual e históricamente, las
dos no van parejas. En efecto, las primeras mutaciones que
hacen entrar a América en la modernidad política, se producen
tanto en las regiones insurgentes como en las realistas. Más aún
la mayor parte de ellas tienen lugar a partir de 1808 y preceden
tanto a la formación de las juntas americanas, como a la
Independencia. La reversión de la soberanía a la nación, la
necesidad de fundar en esta la legitimidad de las autoridades y
la puesta por obra de un sistema representativo son ya una
realidad en marcha antes de la crisis de 1808. La aspiración a
las libertades individuales modernas, a la reforma de la sociedad
corporativa y a la elaboración de una constitución escrita está
también extremadamente extendida para esta fecha entre las
élites de toda la monarquía. En estos campos, la progresiva
ruptura entre los dos continentes no modifica sustancialmente
una evolución común, salvo en lo que concierne al régimen
político por adoptar en los nuevos estados; pero esta última
problemática no es ciertamente ni muy precoz ni central en la
mayoría de los casos.
 36 Que esta se considere definitiva o provisional, en ausencia del rey,
es por el momento secundario.

49En una primera etapa lo que ocupa y preocupa a las juntas es,
por un lado, lograr el reconocimiento de su autoridad por las
demás ciudades de su circunscripción, asumir ellas la totalidad
de las funciones ejercidas antes por las autoridades reales y
dotarse de una legitimidad incontestable, convocando un
congreso en el que estén representadas todas las ciudades
principales: los pueblos, nuevo sujeto de la soberanía 36. Nada
de esto es incompatible con la referencia a los derechos del rey
en cuyo nombre gobiernan.
 37 Estas referencias conciernen tanto a los textos anteriores como a los
posteriores a la proclamació (...)

50La referencia al rey tampoco es incompatible con la reflexión


y la elaboración de una constitución. Ser libre no es sólo hacerse
con su propio destino, sino garantizar que el ejercicio de la
autoridad sea regulado por reglas explícitas plasmadas en un
texto escrito. En el mundo occidental de entonces, la exigencia
constitucional responde a la aspiración a un gobierno libre que
impida los abusos del poder y salvaguardar los derechos
individuales. Sea cual sea el futuro —reconstitución de un
gobierno único para toda la monarquía o independencia-la
constitución aparece como una exigencia de la nueva era. La
originalidad de la empresa constitucional en la América
insurgente procede de una necesidad complementarla, la de
reunir en una nueva unidad a los pueblos que han asumido —o
pueden asumir— la soberanía. Las palabras “estados”,
“provincias”, “pueblos”, omnipresentes en los textos
constitucionales de este período 37, muestran claramente cuáles
son los nuevos actores políticos y las expresiones “provincias
unidas”, “pactos”, “asociación federativa”, “confederación”,
“soberanía común” el fin que, ante todo, persiguen. Como
anteriormente para las Trece Colonias británicas, la constitución
es también la fundación de una nueva sociedad.
 38 El ejemplo de Cartagena es significativo; la constitución de junio de
1812 prevé las modalidades d (...)
51Es en este marco en el que hay que situar el problema
del republicanismo.  Si por republicanismo entendemos el
rechazo del absolutismo, la soberanía de la nación o del pueblo
y el autogobierno de la comunidad política estos rasgos son
comunes a todo el mundo hispánico, incluida la España
peninsular y la América realista, lanzados entonces a la
construcción de una monarquía constitucional. L. a referencia
explícita a la república es, por lo demás, prácticamente
inexistente en los textos constitucionales americanos hasta la
Constitución de Angostura en 1819, a no ser las equívocas
denominaciones usadas en algunas provincias de Nueva
Granada. Pero, como lo muestra este último caso, la república
remite ante todo a una ciudad-pueblo autogobernada,
independientemente del régimen político de un estado más
vasto del que pueda formar parte38.
 39 Para estos conceptos, cfr. J.G.A. Pocock, The Maquiavelian Moment.
Florentine Political Thought an (...)

52Hay, eso sí, en bastantes discursos americanos una insistencia


sobre la virtud, la igualdad, la necesidad de participar en la res
publica  y de sacrificarse por la patria que se aparenta al
“humanismo cívico” del Renacimiento y al “republicanismo” de
los siglos XVII y XVIII39, pero hay igualmente una adhesión
general a los principios del gobierno representativo que es, de
hecho, contradictoria con el ideal precedente. El resurgir del
republicanismo clásico se explica no sólo por influencias
doctrinales, sino quizás, ante todo, por el marco y los actores
del proceso político: las ciudades y sus patriciados —
la república  por excelencia y los republicanos  según la vieja
terminología—. La adhesión al régimen representativo resultaba,
por su parte, de dos factores principales: por un lado, de la
opinión, muy viva en las élites, de que por la ignorancia del
pueblo, el gobierno debía ser ejercido por ellas; por otro, de la
identificación, muy general entonces, de la república con la
democracia, asimiladas ambas a la experiencia jacobina, a los
tumultos populares y a la acción de los demagogos; en fin,
el topos  clásico de la imposibilidad de un gobierno republicano
en un vasto estado tenía el carácter de un dogma.
 40 Para una clara exposición de estos temas, Fernando de Peñalver,
“Memoria al Supremo Congreso de Ve (...)

 41 Un desarrollo más amplio de este tema en François-Xavier Guerra:


“La identidad republicana en la é (...)

53Admiradores a la vez de la “libertad de los Antiguos” y de la


de los “modernos”, los americanos de esta primera época
buscan a tientas una síntesis entre ambas; para muchos parece
encontrarse en un modelo federal que a une la libertad y la
virtud del gobierno repubücano en las ciudades-provincias con
la gobernabilidad que proporciona el régimen representativo a
nivel nacional40. A medida que la eficacia militar vaya
imponiéndose como una exigencia suprema, una y otra libertad
pasarán a un segundo plano para privilegiar la libertad colectiva
de los pueblos, es decir, su independencia. Cuando, al fin ésta
se imponga, el triunfo del régimen representativo moderno es
ya irreversible y el ideal de la “libertad de los Antiguos” queda,
para los fundadores de las nuevas naciones, como una ilusión
primeriza41.
54El federalismo, que durante tantos años ocupará un lugar
central en el debate político, no es, ante todo, el signo de una
dependencia intelectual, sino la búsqueda de una solución para
el problema central de los nuevos estados: cómo construir la
nación a partir de los pueblos o, dicho de otra manera, la
construcción de una unidad política y un gobierno
supramunicipales. De ahí el recurso a experiencias extranjeras:
el modelo norteamericano, el más próximo geográficamente,
pero también a los Países Bajos, tan presentes en el discurso de
la época, e incluso a la Confederación helvética.
55Sin entrar a un análisis detallado, imposible aquí, tres son los
modelos constitucionales dominantes: el francés, el
norteamericano y el liberal gaditano. Los Estados Unidos pueden
servir de referencia para construir una soberanía común a partir
de soberanías provinciales, pero también para un régimen
político que combine el republicanismo con la esclavitud. Las
diferentes etapas de la Revolución francesa pueden ser tanto un
modelo como un contra-modelo. Modelo, por el carácter
racional y universalista de su invención de la nación moderna y
por la complejidad de esa figura de múltiples dimensiones. Esta
nación es, en lo constitucional, soberanía nacional radical,
igualdad, supresión de los cuerpos y de privilegios,
universalidad de la ciudadanía y el sufragio, abolición de la
esclavitud; en el registro de las pasiones es exaltación de la
libertad, republicanismo, igualitarismo, mesianismo
revolucionario, tentativa de crear una sociedad radicalmente
nueva; en otros campos es, en fin, una sociabilidad —clubes
populares— y simbólica, retórica, música, cantos y ceremonias
inéditos. Pero Francia es igualmente un contra-modelo por su
inestabilidad, por el Terror y su desprecio de las libertades
individuales, por el nuevo despotismo, encarnado para muchos
por Napoleón. La Francia revolucionaria ofrece todo un elenco
de referencias posibles que pueden ser utilizadas en sentidos
opuestos, tanto para la reivindicación democrática en una
sociedad patriótica como para construir un régimen moderno
por sus principios y autoritario en la práctica.
 42 Cfr., por ejemplo, para el Río de la Plata, la obra de Julio V.
González, Filiación histórica del (...)

 43 En Italia, en Portugal, en la lejana Rusia de los decembristas o


incluso en la Francia de la Resta (...)

56En fin, las Cortes de Cádiz y la constitución de la monarquía


hispánica que ellas promulgan juegan un papel muchas veces
silenciado, pero no por eso menos fundamental, en la reflexión
de los fundadores de los nuevos países. Muchas de las
disposiciones promulgadas por juntas y congresos americanos
sobre la libertad de prensa, la destrucción de las estructuras
sociales del Antiguo Régimen -mita, tributo indio, señoríos—, la
ciudadanía y las selecciones están directamente inspiradas de
las disposiciones de las Cortes primero y de la Constitución
después42. En las regiones realistas la Constitución de Cádiz fue
la primera de sus constituciones y siguió siendo después de la
Independencia el zócalo de su cultura política. A la comunidad
de cultura y pasado político, a la participación de muchos
americanos en las Cortes, a su aplicación en las zonas realistas
de América, se une un hecho a veces olvidado: esta constitución
ejerció en toda Europa durante tres lustros un considerable
influjo por ser la única constitución moderna, aparentemente
viable, para una monarquía moderada43.
 44 Cfr., por ejemplo, el informe secreto de Camilo Henríquez a Alvear
de 1815, en Romero y Romero (ed (...)
 45 Juan Germán Roscio, El triunfo de la libertad sobre el
despotismo, Filadelfia, 1817.

57Ciertamente el problema del régimen político, no se planteaba


ya en estos términos en la América de principios de los años
1820: el rechazo de la monarquía era entonces un fenómeno
casi general. En la relación compleja entre los gobiernos
americanos y la monarquía pueden distinguirse varias etapas. En
1810, el sentimiento de lealtad monárquica es casi general y
más aún en los grupos populares. El papel que juega la
invocación de Fernando VII, incluso por los más opuestos a la
monarquía, es bien conocido. La guerra y la persistente
cautividad del rey favorecen luego la marcha hacia gobiernos
que son más repúblicas por defecto que por convicción. La
vuelta de Fernando VII en 1814 lleva consigo no sólo un
repliegue general de los independentistas, tanto en Nueva
España como en la América del Sur, sino también una nueva
actualidad al régimen monárquico, incluso en el reducto
insurgente del Río de la Plata. La república tiene entonces mala
prensa, no sólo en la Pkiropa de la Santa Alianza, sino también
entre muchos americanos, conscientes de la permanencia de
hábitos monárquicos y preocupados por la desintegración
territoria44. Hay que esperar a la desilusión provocada por la
política del absolutismo restaurado para que un discurso
claramente antimonárquico y explícitamente republicano
reaparezca a finales de la década con una nueva fuerza, tal
como lo expresa entonces Juan Germán Roscio 45. A partir de
entonces, y con el breve paréntesis del imperio de Iturbide en
México, los regímenes republicanos son una característica
definitiva de los nuevos países de la América hispánica. La
ruptura con Europa es aquí radical y duradera.
58Poco tiene que ver ya la América de esta última época con la
de 1808. Los principios rectores del Antiguo Régimen han sido
sustituidos en todos los sitios por nuevas referencias. La manera
de imaginar la colectividad ha cambiado profundamente: en vez
de concebirla como un “cuerpo de cuerpos”, forjado por la
historia, se razona en términos de sociedad, de unión voluntarla
de individuos; en vez de privilegios corporativos, de ley general;
en vez de jerarquía, de igualdad. Un nuevo sujeto político se ha
impuesto en los imaginarios: la nación. Su soberanía ha
sustituido la del rey como único principio de legitimidad y el
voto de los ciudadanos es el medio para elegir sus
representantes.
59Todas estas novedades se han impuesto en los discursos
políticos y en los textos constitucionales. En este sentido, la
América hispánica ha entrado de manera irreversible en la
Modernidad. Pero es obvio, por otra parte, que todas esas
mutaciones no han cambiado de golpe ni los comportamientos,
ni los imaginarios profundos de una sociedad estructurada
todavía por las pautas del Antiguo Régimen. El hecho es
evidente en el campo y entre los grupos más populares, pero
también en el mundo urbano y entre las élites. Los clanes
familiares, las redes de clientela, las corporaciones militares,
eclesiásticas o profesionales, los pueblos, siguen siendo actores
principales de la vida social y política, a veces directamente y
muchas otras a través de las individualidades que dominan la
escena política. La lealtad a la nación, el abstracto nuevo
soberano, tardará en imponerse en una sociedad acostumbrada
a concebirla como un vínculo personal regido por elecciones
pactistas. En cuanto a las estructuras económicas, pocos
cambios profundos se han producido. En la vida social y
económica la continuidad predomina sobre las rupturas, aunque
los nuevos principios lleven en germen futuras impugnaciones.
60Queda, en fin, otro campo en el que la ruptura es evidente y
radical: la estructura político-territorial. La monarquía hispánica,
ese conjunto político que había unido durante siglos a los
americanos, ha dejado de existir y en su lugar han aparecido
nuevos estados o naciones. Estados, en el sentido de
comunidades políticas independientes en la escena
internacional, pero no un Estado moderno. Naciones, en el
sentido de comunidades soberanas, pero no la nación moderna
con todos sus atributos: un territorio indiscutible, un común
sentimiento de pertenencia a todos los habitantes, un
imaginario común sobre el pasado, un proyecto común para el
porvenir.
 46 De ahí el fracaso de la tardía tentativa de unidad continental de
Bolívar.

 47 La permanencia de este centro de unión indiscutible explica en


buena medida la no desintegración d (...)

61La nación es en el mejor de los casos un proyecto; en la


mayoría de los otros, un problema, jalonado por múltiples
fracasos. La común identidad americana, tan operativa en la
lucha contra los peninsulares, no tenía en tiempos de la
monarquía ninguna expresión política concreta 46, sólo los
vínculos verticales con el rey unían entre sí a los pueblos
americanos47. La “disolución de la Nación española”, para
emplear una expresión tan utilizada por la literatura insurgente,
no trajo consigo el nacimiento inmediato de naciones
americanas, sino la dispersión de las soberanías en los pueblos.
Fue a partir de esta pléyade de soberanías dispersas de donde
hubo que partir para edificar luego la nación, por pactos y
asociaciones al principio, por las armas después. Sólo las
regiones en las que se había creado durante el Antiguo Régimen
una conciencia de reino —Nueva España y Chile, principalmente
— escaparon relativamente a una desintegración territorial, que
no sólo afectó a la monarquía en su conjunto, sino también a los
primeros estados independientes. La desintegración de los
espacios políticos, económicos, humanos, será el efecto más
nefasto y no buscado, del modo en que se produjo un
inesperado proceso de Independencia.
NOTAS
1 Santiago del Río, Archivo General de la Nación, México (en adelante
AGN), Historia,  t. 46, f. 454.

2 Para una exposición más amplia de estos temas, véase François-


Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre la
revolución hispánica,  México, Fondo de Cultura Económica, 1993
(2  ed.),cap. v.
a

3 Gaceta Ministerial de Sevilla,  60, 23-XII-1808.

4 Fray Melchor de Talamantes “Idea del congreso nacional de Nueva


España, individuos que deben componerlo y asunto de las sesiones”
(sin fecha, julio de 1808), en Ernesto de la Torre Villar, La
Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado
mexicano,  UNAM, 1964.
5 Camilo Torres, Memorial de agravios. Representación del cabildo
de Santa Fe a la Suprema junta Central de España  (1809), Bogotá,
Librería Voluntad, 1960 (facsímil de la 1  ed. 1832).
a

6 Fray Servando de Teresa y Mier, Historia de la revolución de Nueva


España  (1813). Ediciones crítica de André Saint-lu y Marie-Cécile
Bénassy-Berling (coords.), París, Publications de la Sorbonne, 1990.

7 Momento clave son las elecciones de diputados a la Junta Central (9


para América y Filipinas contra 25 para España) y la elección de
diputados a las Cortes extraordinarias de 1810 (28 americanos
contra más de 200 españoles).

8 Las fechas de formación de las juntas corresponden a los desfases


en la recepción de correo; las mismas noticias llegan en fechas
diferentes a las diferentes regiones.

9 “Convocatoria a las provincias de la Junta de Santa Fe”, 29-VII-


1810, en José Romero y Luis Albero Romero (eds.), Pensamiento
político de la emancipación (1790-1821),  Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1977, t. I, p. 149.

10 Lorenzo de Santavana Bustillo, Gobierno político de lospueblos de


España  (1742), Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local,
1979, cap. I, p. 1.

11 “Declaración de Independencia”, El Publicista de Venezuela,


2,  1811.

12 La oposición más importante fue la que opuso Lima a Buenos


Aires por el control del Alto Perú.

13 El fracaso definitivo de la negociación puede ser fechado en julio


de 1811 cuando las Cortes rechazaron las propuestas hechas por la
mediación inglesa. Cfr. Brian R. Hamnet, España y la Independencia
de América,  México, Fondo de Cultura Económica, 1986, c. 4, p. 1
(1  ed. ingl, 1983).
a

14 La singularidad mexicana reside en el carácter social y rural del


movimiento, que se explica por específicas causas sociales, pero
también por el fracaso de las muy precoces tentativas de las élites
para formar en 1808 una Junta de la Nueva España.

15 Estas redes aparecen claramente en los documentos del archivo


del virrey Abascal, AGI, Diversos, 1 y 2.

16 Catecismo de Estado según los principios de la religión,  Madrid,


1793.

17 Véase, por ejemplo, para Venezuela Germán Carrera


Damas, Boves. Apuntes socio-económicos de la Guerra de
Independencia,  Caracas, Ministerio de Educación, Dirección Técnica,
Departamento de Publicaciones, 1972 (3  ed.).
a

18 Muy significativamente esta dualidad se manifiesta hasta en los


lemas de las medallas y decoraciones.

19 Todos estos temas están muy presentes en los escritos de Carlos


María Bustamante, uno de los principales publicistas de la
insurgencia novohispana. Cfr. Roberto Castelán Rueda, La fuerza de
la palabra impresa: Carlos María de Bustamante y el discurso de la
modernidad, 1805-1827,  México, Fondo de Cultura Económica,
1997.

20 Cfr. Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y


Babilonia. Religión y política en Ecuador. 1780-1880,  Quito, Editora
Nacional, 1988.

21 Camilo Torres, Memorial de agravios, op. cit.


22 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo,  México, Fondo de
Cultura Económica, 1960 (1  ed. ital., 1955).
a

23 Véase, por ejemplo, la reacción de José Barquijano y Carrillo,


conde de Vistaflorida, criollo peruano lealista, en su dictamen al rey
del 31-V-T814, en Ernesto de la Torre Villar, La Constitución de
Apatzigan..., op. cit.

24 Muchos de estos temas se encuentran también en el Common


Sense de Thomas Paine. Una selección en español de sus escritos (La
Independencia de la Costa Firme justificada por Thomas Paine.
Extracto de sus obras traducido del inglés al español por D. Manuel
García de Sena,  Filadelfia, 1811), circuló muy pronto en la América
insurgente.

25 Las reediciones de Las Casas se multiplican durante el período:


Londres, 1812; Bogotá, 1813, Puebla (México), 1822, dos ediciones
en París en 1822, etc.

26 Los escritos que tratan estos temas son innumerables y


particularmente en los catecismos políticos, cfr., por ejemplo,
el Catecismo o dispertador patriótico cristiano y político,  Río de la
Plata, c. 1813, o Juan Fernández de Sotomayor, Catecismo o
instrucción popular,  Cartagena de Indias, 1814.

27 A pesar de este esfuerzo para dar a la americanidad una base, que
podríamos llamar indigenista,  fundada en la fusión retórica de todos
los que han nacido en el mismo suelo, era evidente que su principal
fundamento no era étnico sino geográfico, pues los criollos que la
reivindicaban fundaban su identidad precisamente en sus diferencias
con los indios y las castas.

28 El problema es particularmente crucial a partir de la vuelta de


Fernando VII en 1814.
29 Pronto se fechan los documentos a tal “año de nuestra
revolución”.

30 Los ejemplos son innumerables, véase Manifestación histórica y


política de la revolución en América y más especialmente de la parte
que corresponde al Perú y Río de la Plata. Obra escrita en Lima,
centro de la opresión y del despotismo, en el año de 1816,  Buenos
Aires, 1816.

31 Una de las formulaciones más tempranas e influyentes de este


esquema fue la “Representación a las Cortes de los diputados
americanos del 1-VIII-1811”, publicada en Londres por Miers en
1812 y por El Español, 23 de marzo de 1812.

32 Londres, 1813.

33 Buenos Aires, 1816.

34 Un esquema se encuentra ya en la “Carta a los españoles


americanos” de Juan Pablo Vizcardo, escrita en Londres en 1792.
Bolívar recoge el esquema de Mier en la “Carta de Jamaica” de 1815.

35 Las diferentes obras del abate de Pradt ejercieron una enorme


influencia sobre los independentistas americanos. Cfr., por ejemplo,
para México, Guadalupe Jiménez Codinach, México en 1821.
Dominique de Pradt y el Plan de Iguala, México, Universidad
Iberoamericana, 1982.

36 Que esta se considere definitiva o provisional, en ausencia del rey,


es por el momento secundario.

37 Estas referencias conciernen tanto a los textos anteriores como a


los posteriores a la proclamación de la Independencia.

38 El ejemplo de Cartagena es significativo; la constitución de junio


de 1812 prevé las modalidades del reconocimiento de Fernando VII,
si viniese a ser liberado, pero declara que “entretanto, el Estado de
Cartagena será gobernado bajo la forma de una República
representativa” (art. 4). “Constitución del Estado de Cartagena de
Indias, 15-VI-1812”, en Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de
Colombia,  Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional,
Ediciones Cultura Hispánica, 1977, p. 478.

39 Para estos conceptos, cfr. J.G.A. Pocock, The Maquiavelian


Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition,  (1975), trad. fr., he moment machiavélien: la pensée
politique florentine et la tradition républicaine atlantique,  Paris, PUF,
1997

40 Para una clara exposición de estos temas, Fernando de Peñalver,


“Memoria al Supremo Congreso de Venezuela”, en Romero y Romero
(eds.), Pensamiento político..., op. cit.,  pp.123 y ss.

41 Un desarrollo más amplio de este tema en François-Xavier Guerra:


“La identidad republicana en la época de la Independencia”, en
Gonzalo Sánchez Gómez y María Elena Wills (comps.), Museo,
discurso y nación,  Bogotá, Museo Nacional de Colombia, 2000, pp.
253-283.

42 Cfr., por ejemplo, para el Río de la Plata, la obra de Julio V.


González, Filiación histórica del gobierno representativo
argentino,  Buenos Aires, Editorial “La Vanguardia”, 1937-38 (2 vols.).

43 En Italia, en Portugal, en la lejana Rusia de los decembristas o


incluso en la Francia de la Restauración.

44 Cfr., por ejemplo, el informe secreto de Camilo Henríquez a Alvear


de 1815, en Romero y Romero (eds.) Pensamiento político..., op.
cit.,  pp. 253-254.
45 Juan Germán Roscio, El triunfo de la libertad sobre el
despotismo,  Filadelfia, 1817.

46 De ahí el fracaso de la tardía tentativa de unidad continental de


Bolívar.

47 La permanencia de este centro de unión indiscutible explica en


buena medida la no desintegración de Brasil.

NOTAS FINALES
* Presentada como conferencia en el marco del III Coloquio
Internacional de Historia de América, “Visiones y revisiones de la
Independencia en América”, Salamanca, 13-16 de noviembre, 2001.
Publicado en Izaskun Alvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez
(Dir.), Visiones y revisiones de la Independencia
Americana,  Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2003,
pp. 89-110. Se reproduce con la autorización de los coordinadores
de la edición.

AUTOR
Francois-Xavier Guerra (†)
Universidad de París I (Francia)

© Institut français d’études andines, 2006


Condiciones de uso: http://www.openedition.org/6540
Esta publicación digital es el resultado de un proceso automático de reconocimiento óptico de
caracteres.

También podría gustarte