Está en la página 1de 47

Antología de poesía española

1. Jarchas (siglo XI)

Vayse meu corachon de mib

Vayse meu corachón de mib,


Ya Rab, ¿si se me tornarád?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?

¿Qué faré yo o qué serád de mibi?


¡Habibi,
non te tolgas de mibi!

Mi corazón se va de mí
¡Oh, Dios! ¿Acaso me tornará?
¡Tan fuerte mi dolor por el amado!
Enfermo está ¿cuándo sanará?

¿Qué haré yo, qué será de mí?


Amado,
No te apartes de mí!

Garid vos, ay yermanelas

Garid vos, ay yermanelas,


¿cóm’ contener é meu mali?
Sin el habib non vivreyu
Ed volarei demandari.

Decid vosotras, oh hermanillas


¿cómo refrenaré mi pesar?
Sin el amado, yo no viviré
Y volaré a buscarlo.

¿Qué faré, mamma?

¿Qué faré, mamma?


Meu-l-habib est’ ad yana.

¿Qué haré, madre?


Mi amado está a la puerta.

Si me quereses
Si me quereses,
ya uomne bono,
si me quereses,
darasme uno.
(Si me quisieses,
oh hombre bueno,
si me quisieses,
me darías uno.)

2. Lírica tradicional (siglos XI-XVII)

En Ávila, mis ojos


En Ávila, mis ojos,
dentro en Ávila.
En Ávila del Río
mataron a mi amigo,
dentro en Ávila.
Que miraba la mar/la mal casada
Miraba la mar
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

Descuidos ajenos
y propios gemidos
tienen sus sentidos
de pesares llenos.
Con ojos serenos
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

Muy ancho es el mar


que miran sus ojos,
aunque a sus enojos
bien puede igualar.
Mas por se alegrar
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.
Al alba venid, buen amigo
Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.
Venid a la luz del alba,
non traigáis gran compañía.

Aprended, flores, en mí Que ayer maravilla fui,


Y sombra mía aun no soy.
Aprended, flores, en mí
Lo que va de ayer a hoy, Consuelo dulce el clavel
Que ayer maravilla fui, Es a la breve edad mía,
Y sombra mía aun no soy, Pues quien me concedió un día
Dos apenas le dio a él,
La aurora ayer me dio cuna, Efímeras del vergel,
La noche ataúd me dio; Yo cárdena, él carmesí,
Sin luz muriera, si no Aprended, flores, en mí
Me la prestara la luna. Lo que va de ayer a hoy,
Pues de vosotras ninguna Que ayer maravilla fui,
Deja de acabar así, Y sombra mía aun no soy.
Aprended, flores, en mí
Lo que va de ayer a hoy, Flor es el jazmín, si bella
No de las más vividoras,
Pues dura pocas más horas
Que rayos tiene de estrella;
Si el ámbar florece, es ella
La flor que él retiene en sí.
Aprended, flores, en mí
Lo que va de ayer a hoy,
Que ayer maravilla fui,
Y sombra mía aun no soy.

Aunque el alhelí grosero


En fragancia y en color,
Más días ve que otra flor,
Pues ve los de un mayo entero,
Morir maravilla quiero,
Y no vivir alhelí.
Aprended, flores, en mí
Lo que va de ayer a hoy,
Que ayer maravilla fui,
Y sombra mía aun no soy.

A ninguna, al fin, mayores


Términos concede el sol
Si no es al girasol,
Matusalén de las flores;
Ojos son aduladores
Cuantas en él horas vi.
Aprended, flores, en mí
Lo que va de ayer a hoy,
Que ayer maravilla fui,
Y sombra mía aun no soy.

Dentro en el vergel, moriré

Yo m’iba, mi madre,
Las rosas coger;
Hallé mis amores
Dentro en el vergel.
Dentro en el vergel, moriré;
Dentro en el vergel, matarm’han.

Dentro en el vergel, moriré;


Dentro en el vergel, matarm’han.

3.
4. Cantar del mío Cid

Sospiro Myo Çid ca mucho auie grandes


cuydados.
Ffablo Myo Çid bien e tan mesurado:
Grado a ti Sennor Padre que estas en alto,
Esto me an buelto myos enemigos malos.
vv. 1-14 Alli pienssan de aguiiar, alli sueltan las
riendas:
De los sos oios tan fuerte mientre lorando A la exida de Biuar ouieron la corneia
Tornaua la cabeça e estaua los catando: diestra,
Vio puertas abiertas e vços sin cannados, E entrando a Burgos ouieron la siniestra.
Alcandaras uazias sin pielles e sin mantos, Meçio Myo Çid los ombros e engrameo la
E sin falcones e sin adtores mudados. tiesta:
Albricia Albar Ffanez ca echados somos de
tierra.

vv. 715-777

Enbraçan los escudos delant los coraçones,


abaxan las lanças abueltas de los pendones,
enclinaron las caras de suso de los arzones,
ívanlos ferir de fuertes coraçones.
A grandes vozes llama el que en buen ora nasco,
-¡Feridlos, cavalleros, por amor de caridad!
¡Yo só Ruy Díaz el Çid Campeador de Bivar!-
Todos fieren en el az do está Pero Vermúez,
trezientas lanças son, todas tienen pendones,
seños moros mataron, todos de seños colpes,
a la tornada que fazen otros tantos son.
Veriedes tantas lanças premer e alçar,
tanta adágara foradar e passar,
tanta loriga falsar e desmanchar,
tantos pendones blancos salir vermejos en sangre,
tantos buenos cavallos sin sos dueños andar.
Los moros llaman -¡Mafómat!- e los cristianos -¡Santi Yagüe!-
Cayén en un poco de logar moros muertos mill e trezientos ya.
¡Quál lidia bien sobre exorado arzón,
mio Çid Ruy Díaz el buen lidiador!
Minaya Álbar Fáñez, que Çorita mandó,
Martín Antolínez, el burgalés de pro,
Muño Gustioz, que fue so criado,
Martín Muñoz, el que mandó a Mont Mayor,
Álbar Álbarez e Álbar Salvadórez,
Galín Garçía, el bueno de Aragón,
Félez Muñoz, so sobrino del Campeador,
desí adelante, quantos que í son
acorren la seña e a mio Çid el Canpeador.
A Minaya Álbar Fáñez matáronle el cavallo,
bien lo acorren mesnadas de cristianos,
la lança á quebrada, al espada metió mano,
maguer de pie, buenos colpes va dando.
Violo mio Çid Ruy Díaz el castellano,
acostós' a un aguazil que tenié buen cavallo,
diol' tal espadada con el so diestro braço,
cortól' por la çintura, el medio echó en campo.
A Minaya Álbar Fáñez íval' dar el cavallo,
-Cavalgad, Minaya, vós sodes el mio diestro braço,
oy en este día de vós abré grand bando.-
Firmes son los moros, aún nos' van del campo,
cavalgó Minaya, el espada en la mano,
por estas fuerças fuerte mientre lidiando,
a los que alcança valos delibrando.
Mio Çid Ruy Díaz, el que en buen ora nasco,
al rey Fáriz tres colpes le avié dado,
los dos le fallen e el únol' ha tomado,
por la loriga ayuso la sangre destellando,
bolvió la rienda por írsele del campo.
Por aquel colpe rancado es el fonsado.
Martín Antolínez un colpe dio a Galve,
las carbonclas del yelmo echógelas aparte,
cortól' el yelmo, que llegó a la carne,
sabet, el otro non ge l'osó esperar.
Arrancado es el rey Fáriz e Galve.
¡Tan buen día por la cristiandad,
ca fuyen los moros de la part!
Los de mio Çid firiendo en alcaz,
el rey Fáriz en Teruel se fue entrar
e a Galve nol' cogieron allá,
para Calatayuth quanto puede se va,
el Campeador íval' en alcaz,
fata Calatayuth duró el segudar.

vv. 2689-2762
Ya movieron del Ansarera los ifantes de Carrión,
acójense a andar de día e de noch,
a siniestro dexan Atienza, una peña muy fuert,
la sierra de Miedes passáronla estoz,
por los Montes Claros aguijan a espolón,
a siniestro dexan a Griza, que Álamos pobló,
allí son caños do a Elpha ençerró,
a diestro dexan a Sant Estevan, más cae aluén.
Entrados son los ifantes al robredo de Corpes,
los montes son altos, las ramas pujan con las núes,
e las bestias fieras que andan aderredor.
Fallaron un vergel con una linpia fuent,
mandan fincar la tienda ifantes de Carrión,
con quantos que ellos traen í jazen essa noch,
con sus mugieres en braços demuéstranles amor,
¡mal ge lo cunplieron quando salié el sol!
Mandaron cargar las azémilas con grandes averes,
cogida han la tienda do albergaron de noch,
adelant eran idos los de criazón,
assí lo mandaron los ifantes de Carrión,
que non í fincás ninguno, mugier nin varón,
sinon amas sus mugieres, doña Elvira e doña Sol,
deportarse quieren con ellas a todo su sabor.
Todos eran idos, ellos quatro solos son,
tanto mal comidieron los ifantes de Carrión,
-Bien lo creades, don Elvira e doña Sol,
aquí seredes escarnidas en estos fieros montes,
oy nos partiremos e dexadas seredes de nós,
non abredes part en tierras de Carrión,
irán aquestos mandados al Çid Campeador,
nós vengaremos aquésta por la del león.-
Allí les tuellen los mantos e los pelliçones,
páranlas en cuerpos e en camisas e en çiclatones,
espuelas tienen calçadas los malos traidores,
en mano prenden las çinchas fuertes e duradores.
Quando esto vieron las dueñas, fablava doña Sol,
-Por Dios vos rogamos don Diego e don Ferrando,
dos espadas tenedes fuertes e tajadores,
al una dizen Colada e al otra Tizón,
cortandos las cabeças, mártires seremos nós,
moros e cristianos departirán d'esta razón,
que por lo que nós mereçemos no lo prendemos nós,
atán malos ensienplos non fagades sobre nós,
si nós fuéremos majadas, abiltaredes a vós,
retraérvoslo an en vistas o en cortes.-
Lo que ruegan las dueñas non les ha ningún pro,
essora les conpieçan a dar los ifantes de Carrión,
con las çinchas corredizas májanlas tan sin sabor,
con las espuelas agudas don ellas an mal sabor,
ronpién las camisas e las carnes a ellas amas a dos,
linpia salié la sangre sobre los çiclatones,
ya lo sienten ellas en los sos coraçones.
¡Quál ventura serié ésta, si ploguiesse al Criador,
que assomasse essora el Çid Campeador!
Tanto las majaron que sin cosimente son,
sangrientas en las camisas e todos los çiclatones.
Cansados son de ferir ellos amos a dos,
ensayándos' amos quál dará mejores colpes.
Ya non pueden fablar don Elvira e doña Sol,
por muertas las dexaron en el robredo de Corpes.
Leváronles los mantos e las pieles armiñas,
mas déxanlas marridas en briales e en camisas
e a las aves del monte e a las bestias de la fiera guisa.
Por muertas las dexaron, sabed, que non por bivas.
¡Quál ventura serié si assomás essora el Çid Campeador!
Los ifantes de Carrión en el robredo de Corpes
por muertas las dexaron
que el una al otra nol' torna recabdo.
Por los montes do ivan, ellos ívanse alabando,
-De nuestros casamientos agora somos vengados,
non las deviemos tomar por barraganas
si non fuéssemos rogados,
pues nuestras parejas non eran pora en braços,
la desondra del león assí s'irá vengando.-

http://www.laits.utexas.edu/cid/main/folio.php?f=56r&v=nor

5. Gonzalo de Berceo (XIV, ca. 1260)

Milagros de nuestra Señora


Milagro XIV: La imagen respetada

Sant Migael de la Tumba es un grant Los reys redor ella, sedie bien
monesterio, compannada,
El mar lo çerca todo, elli iaçe en medio: Commo rica reyna de Dios sanctificada.
El logar perigroso, do sufren grant laçerio
los monges que hi viven en essi çimiterio.
Tenie rica corona commo rica reyna,
De suso rica impla en logar de cortina,
En esti monesterio que avemos nomnado, Era bien entallada de labor muy fina,
Avie de buenos monges buen convento Valie mas essi pueblo que la avie veçina.
probado,
Altar de la Gloriosa rico e muy onrrado,
En él rica imagen de pr~io muy granado. Colgaba delant ella un buen aventadero,
En el seglar lenguage diçenli moscadero:
De alas de pavones lo fizo el obrero,
Estaba la imagen en su trono posada, Luçie commo estrellas semeiant de luçero.
So fijo en sus brazos, cosa es costumnada,
Cadió rayo del çielo por los graves
peccados,
Ençendió la eglesia de todos quatro cabos, Continens e contentum, fue todo astragado,
Quemó todos los libros e los pannos Tornó todo carbones, fo todo asolado:
sagrados, Mas redor de la imagen quanto es un
Por pocco que los monges que non foron estado,
quemados. Non fizo mal el fuego, ca non era osado.

Ardieron los armarios e todos los frontales, Esto lo vieron todos por fiera maravella,
Las bigas, las gateras, los cabríos, los Que nin fumo nin fuego non se llegó a ella,
cumbrales Que sedie el flabello mas claro que estrella,
Ardieron las ampollas, caliçes e çiriales, El nino muy fermoso, fermosa la ponçella.
Sufrió Dios essa cosa
commo faz otras tales.
El preçioso miraclo non cadió en
oblido,
Maguer que fué el fuego tan Fué luego bien dictado, en
fuert e tan quemant escripto metido,
Nin plegó a la duenna, nin Mientre el mundo sea, será él
plegó al infant, retraido,
Nin plegó al flabello que Algun malo por ello fo a bien
colgaba delant, convertido.
Nin li fizo de danno un
dinero pesant.
La Virgo benedicta reyna
general,
Nin ardió la imagen, nin ardió el flabello, Commo libró su toca de esti fuego tal,
Nin prisieron de danno quanto val un Asin libra sus siervos del fuego perennal,
cabello, Lievalos a la gloria do nunqua vean mal.
Sola-miente el fumo non se llegó a ello,
Nin nuçió mas que nuzo io al obispo don
Tello.

6. Romancero viejo (siglos XIV-XIX)

Romance del conde Arnaldos

Quién hubiera tal ventura


sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de san Juan

yendo a buscar la caza


para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar

las velas trae de seda


jarcias de oro torzal
áncoras tiene de plata
tablas de fino coral

marinero que la guía


diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma
los vientos hace amainar

las aves que van volando


al mástil vienen posar
los peces que andan al fondo
arriba los hace andar.

Allí habló el infante Arnaldos


bien oiréis lo que dirá
"Por tu vida el marinero
dígasme ahora ese cantar"

Respondiole el marinero
tal respuesta le fue a dar
"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va"

Romance de la jura de Santa Gadea


En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto;
—Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado;
con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado,
sáquente el corazón por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntando,
si fuiste, o consentiste en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero que del rey es más privado:
—Haced la jura, buen rey, no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor, ni papa descomulgado.
Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado;
pero allí hablara el rey malamente y enojado:
—Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado,
mas hoy me tomas la jura, mañana me besarás la mano.
—Por besar mano de rey no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre me tengo por afrentado.
—Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado,
y no vengas más a ellas dende este día en un año.
—Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.
Ya se parte el buen Cid, sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros, todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos, ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño y el hierro acicalad,
y llevan sendas adargas con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid adonde asentar su campo.

7. Libro de buen amor

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02477205488641662977857/index.htm
8. Marqués de Santillana (primera mitad del siglo XV)

La vaquera de la Finojosa

Moza tan fermosa


non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.

Faciendo la vía 5
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fragosa
perdí la carrera, 10
do vi la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas y flores,
guardando ganado
con otros pastores, 15
la vi tan graciosa
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

No creo las rosas 20


de la primavera
sean tan fermosas
ni de tal manera,
fablando sin glosa,
si antes supiera 25
de aquella vaquera
de la Finojosa.

No tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dejara 30
en mi libertad.
Mas dije: «Donosa
(por saber quién era),
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?» 35

Bien como riendo,


dijo: «Bien vengades;
que ya bien entiendo
lo que demandades:
non es deseosa 40
de amar, nin lo espera,
aquesa vaquera
de la Finojosa.»
9. Jorge Manrique (después de 1476)

Coplas a la muerte de su padre

vv. 1-5
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte

vv. 13-17
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.

vv. 25-28
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos

vv. 33-40

e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
INVOCACIÓN
Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
non curo de sus ficciones,

10. Garcilaso de la Vega (ca. 1535)

Soneto XXXIII
A Boscán desde la Goleta
Boscán, las armas y el furor de Marte,
que, con su propia fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,
han reducido a la memoria el arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.
Aquí, donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
solo el nombre dejaron a Cartago,
vuelve y revuelve Amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.

11. Garcilaso de la Vega (antes de 1535)

Égloga III

vv. 8-10

Aquella voluntad honesta y pura,


ilustre y hermosísima María,
quen mí de celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor estar solía,
a despecho y pesar de la ventura 5
que por otro camino me desvía,
está y estará tanto en mí clavada
cuanto del cuerpo el alma acompañada.
Y aun no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida, 10

vv. 25-32
Pero por más quen mí su fuerza pruebe, 25
no tornará mi corazón mudable:
nunca dirán jamás que me remueve
fortuna dun estudio tan loable;
Apolo y las hermanas7 todas nueve
me darán ocio y lengua con que hable 30
lo menos de lo quen tu ser cupiere,
questo será lo más que yo pudiere

vv. 39-47
hurté de tiempo aquesta breve suma,
tomando ora la espada, ora la pluma 40
Aplica, pues, un rato los sentidos
al bajo son de mi zampoña ruda,
indina11 de llegar a tus oídos,
pues dornamento y gracia va desnuda;
mas a las veces son mejor oídos 45
el puro ingenio y lengua casi muda,
testigos limpios dánimo inocente,

12. Fray Luís de León (mediados del siglo XVI)

El aire se serena Y como se conoce,


en suerte y pensamientos se mejora;
El aire se serena
el oro desconoce,
y viste de hermosura y luz no usada,
que el vulgo vil adora,
Salinas, cuando suena
la belleza caduca, engañadora.
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada. Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
A cuyo son divino
y oye allí otro modo
el alma, que en olvido está sumida,
de no perecedera
torna a cobrar el tino
música, que es la fuente y la primera.
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Ve cómo el gran maestro, olvido!
aquesta inmensa cítara aplicado, ¡Durase en tu reposo,
con movimiento diestro sin ser restituido
produce el son sagrado, jamás a aqueste bajo y vil sentido!
con que este eterno templo es sustentado. A este bien os llamo,
Y como está compuesta gloria del apolíneo sacro coro,
de números concordes, luego envía amigos a quien amo
consonante respuesta; sobre todo tesoro;
y entrambas a porfía que todo lo visible es triste lloro.
se mezcla una dulcísima armonía. ¡Oh, suene de contino,
Aquí la alma navega Salinas, vuestro son en mis oídos,
por un mar de dulzura, y finalmente por quien al bien divino
en él ansí se anega despiertan los sentidos
que ningún accidente quedando a lo demás amortecidos!
estraño y peregrino oye o siente.
¡Oh, desmayo dichoso!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce

13. San Juan de la Cruz (segunda mitad del siglo XVI

Cántico espiritual

Canciones entre el alma y el esposo

Esposa: si por ventura vierdes


aquél que yo más quiero,
¿Adónde te escondiste, decidle que adolezco, peno y muero.
amado, y me dejaste con gemido? 10
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido; Buscando mis amores,
salí tras ti, clamando, y eras ido. 5 iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
Pastores, los que fuerdes ni temeré las fieras,
allá, por las majadas, al otero, y pasaré los fuertes y fronteras. 15
por el otero asoma,
(Pregunta a las Criaturas) al aire de tu vuelo, y fresco toma. 60

¡Oh bosques y espesuras, Esposa:


plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras, ¡Mi amado, las montañas,
de flores esmaltado, los valles solitarios nemorosos,
decid si por vosotros ha pasado! 20 las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
(Respuesta de las Criaturas) el silbo de los aires amorosos; 65

Mil gracias derramando, la noche sosegada,


pasó por estos sotos con presura, en par de los levantes de la aurora,
y yéndolos mirando, la música callada,
con sola su figura la soledad sonora,
vestidos los dejó de hermosura. 25 la cena que recrea y enamora; 70

Esposa: nuestro lecho florido,


de cuevas de leones enlazado,
¡Ay, quién podrá sanarme! en púrpura tendido,
Acaba de entregarte ya de vero; de paz edificado,
no quieras enviarme de mil escudos de oro coronado! 75
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero. 30
A zaga de tu huella,
Y todos cantos vagan, las jóvenes discurran al camino;
de ti me van mil gracias refiriendo. al toque de centella,
Y todos más me llagan, al adobado vino,
y déjame muriendo emisiones de bálsamo divino. 80
un no sé qué que quedan balbuciendo. 35
En la interior bodega
Mas ¿cómo perseveras, de mi amado bebí, y cuando salía,
oh vida, no viviendo donde vives, por toda aquesta vega,
y haciendo, porque mueras, ya cosa no sabía
las flechas que recibes, y el ganado perdí que antes seguía. 85
de lo que del amado en ti concibes? 40
Allí me dio su pecho,
¿Por qué, pues has llagado allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
aqueste corazón, no le sanaste? y yo le di de hecho
Y pues me le has robado, a mí, sin dejar cosa;
¿por qué así le dejaste, allí le prometí de ser su esposa. 90
y no tomas el robo que robaste? 45
Mi alma se ha empleado,
Apaga mis enojos, y todo mi caudal, en su servicio;
pues que ninguno basta a deshacellos, ya no guardo ganado,
y véante mis ojos, ni ya tengo otro oficio,
pues eres lumbre dellos, que ya sólo en amar es mi ejercicio. 95
y sólo para ti quiero tenellos. 50
Pues ya si en el ejido
¡Oh cristalina fuente, de hoy más no fuere vista ni hallada,
si en esos tus semblantes plateados, diréis que me he perdido;
formases de repente que andando enamorada,
los ojos deseados, me hice perdidiza, y fui ganada. 100
que tengo en mis entrañas dibujados! 55
De flores y esmeraldas,
¡Apártalos, amado, en las frescas mañanas escogidas,
que voy de vuelo! haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas,
Esposo: y en un cabello mío entretejidas: 105

Vuélvete, paloma, en sólo aquel cabello


que el ciervo vulnerado que en mi cuello volar consideraste;
mirástele en mi cuello, Escóndete, carillo,
y en él preso quedaste, y mira con tu haz a las montañas,
y en uno de mis ojos te llagaste. 110 y no quieras decillo;
mas mira las compañas
Cuando tú me mirabas, de la que va por ínsulas extrañas. 160
tu gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas, Esposo:
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían. 115 La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado,
No quieras despreciarme, y ya la tortolica
que si color moreno en mí hallaste, al socio deseado
ya bien puedes mirarme, en las riberas verdes ha hallado. 165
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste. 120 En soledad vivía,
y en soledad he puesto ya su nido,
Cogednos las raposas, y en soledad la guía
que está ya florecida nuestra viña, a solas su querido,
en tanto que de rosas también en soledad de amor herido. 170
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña. 125 Esposa:

Deténte, cierzo muerto; Gocémonos, amado,


ven, austro, que recuerdas los amores, y vámonos a ver en tu hermosura
aspira por mi huerto, al monte o al collado
y corran sus olores, do mana el agua pura;
y pacerá el amado entre las flores. 130 entremos más adentro en la espesura. 175

Esposo: Y luego a las subidas


cavernas de la piedra nos iremos,
Entrado se ha la esposa que están bien escondidas,
en el ameno huerto deseado, y allí nos entraremos,
y a su sabor reposa, y el mosto de granadas gustaremos. 180
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del amado. 135 Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
Debajo del manzano, y luego me darías
allí conmigo fuiste desposada, allí tú, vida mía,
allí te di al mano, aquello que me diste el otro día: 185
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada. 140 el aspirar del aire,
el canto de la dulce filomena,
O vos, aves ligeras, el soto y su donaire,
leones, ciervos, gamos saltadores, en la noche serena
montes, valles, riberas, con llama que consume y no da pena; 190
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores, 145 que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
por las amenas liras y el cerco sosegaba,
y canto de serenas os conjuro y la caballería
que cesen vuestras iras a vista de las aguas descendía. 195
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro. 150

Esposa:

Oh ninfas de Judea,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales. 155
14.
15. Luís de Góngora (ca. 1582)
16. Luís de Góngora (1611)

Mientras por competir

Mientras por competir con tu cabello,


oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello. 5


siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente,


antes que lo que fue en tu edad dorada 10
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada


se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Fábula de Polifemo y Galatea
vv. 4-9
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.
Templado pula en la maestra mano
El generoso pájaro su pluma,
vv. 13-14
Del caballo andaluz la ociosa espuma;
Gima el lebrel en el cordón de seda,
vv. 62-63
Su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.

17. Lope de Vega


La Filomena
18. Andrés Fernández de Andrada

Epístola moral a Fabio


vv. 1-21 Casi no tienes ni una sombra vana
Fabio, las esperanzas cortesanas de nuestra grande Itálica, y,
prisiones son do el ambicioso muere ¿esperas?
y donde al más activo nacen canas; ¡Oh terror perpetuo de la vida
humana!
el que no las limare o las rompiere
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere. vv.67-72
¿Qué es nuestra vida más que un
El ánimo plebeyo y abatido breve día,
elija en sus intentos temeroso do apenas sale el sol, cuando se
primero estar suspenso que caído; pierde
en las tinieblas de la noche fría?
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente ¿Qué más que el heno, a la
antes que la rodilla al poderoso. mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego
Más triunfos, más coronas dio al desvarío!
prudente ¿Será que de este sueño me
que supo retirarse, la fortuna, despierte?
que al que esperó obstinada y
locamente. vv. 100-108
¿Piensas acaso tú que fue criado
Esta invasión terrible e importuna el varón para el rayo de la guerra,
de contrarios sucesos nos espera para surcar el piélago salado,
desde el primer sollozo de la cuna.
para medir el orbe de la tierra
Dejémosla pasar como a la fiera y el cerco por do el sol siempre
corriente del gran Betis, cuando camina?
airado ¡Oh, quien así lo entiende, cuánto
dilata hasta los montes su ribera. yerra!
vv. 46-51 Esta nuestra porción alta y divina,
Más quiere el ruiseñor su pobre a mayores acciones es llamada
nido y en más nobles objetos se
de pluma y leves pajas, más sus termina.
quejas
en el bosque repuesto y vv. 115-117
escondido, Quiero, Fabio, seguir a quien me
llama,
que agradar lisonjero las orejas y callado pasar entre la gente
de algún príncipe insigne, que no afecto a los nombres ni a la
aprisionado fama.
en el metal de las doradas rejas.
vv. 127-129
vv. 58-63 Un ángulo me basta entre mis
Iguala con la vida el pensamiento, lares,
y no le pasarás de hoy a mañana, un libro y un amigo, un sueño
ni aun quizá de uno a otro breve,
momento.
que no perturben deudas ni
pesares

vv. 163-168
¡Qué muda la virtud por el
prudente!
¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!

Quiero imitar al pueblo en el


vestido,
en las costumbres sólo a los
mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.

vv. 172-174
Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.

vv. 181-195
Sin la templanza, ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡Oh muerte! Ven
callada,
como sueles venir en la saeta;

no en la tonante máquina preñada


de fuego y de rumor; que no es mi
puerta
de doblados metales fabricada.

Así, Fabio, me enseña descubierta


su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se
concierta.

No te burles de ver cuánto confío,


ni al arte de decir, vana y
pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.

¿Es, por ventura, menos poderosa


que el vicio la verdad? ¿O menos
fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.

vv. 202-205
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los
lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en
nuestros brazos.
20. Francisco Quevedo (ca. 1640)
21. Francisco Quevedo (ca. 1620)
19.
“¡Ah, de la vida!... ¿Nadie me responde?”

¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?


¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!

Falta la vida, asiste lo vivido,


y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Cerrar podrá mis ojos la postrera


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
i podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera:
mas no de essotra parte en la rivera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
i perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

22. Sor Juana Inés de la Cruz (finales del siglo XVII)

Hombres necios que acusáis


Hombres necios que acusáis las queréis hallar muy buenas.
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión ¿Cuál mayor culpa ha tenido
de lo mismo que culpáis; en una pasión errada:
la que cae de rogada,
si con ansia sin igual o el que ruega de caído?
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien ¿O cuál es de más culpar,
si las incitáis al mal? aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
Combatís su resistencia o el que paga por pecar?
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad ¿Pues, para qué os espantáis
lo que hizo la diligencia. de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
Parecer quiere el denuedo o hacedlas cual las buscáis.
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco Dejad de solicitar,
y luego le tiene miedo. y después, con más razón,
acusaréis la afición
Queréis, con presunción necia, de la que os fuere a rogar.
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais, Bien con muchas armas fundo
y en la posesión, Lucrecia. que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
¿Qué humor puede ser más raro juntáis diablo, carne y mundo.
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén


tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,


pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis


que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada


la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena


que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas


a sus libertades alas, 23. José de Espronceda (ca. 1840)
y después de hacerlas malas

Marchitas ya las juveniles flores


A XXX dedicándole estas poesías
Marchitas ya las juveniles flores,
nublado el sol de la esperanza mía,
hora tras hora cuento, y mi agonía
crecen, y mi ansiedad y mis dolores.
Sobre terso cristal, ricos colores
pinta alegre, tal vez, mi fantasía,
cuando la dura realidad sombría
mancha el cristal y empaña sus fulgores.
Los ojos vuelvo en incesante anhelo,
y gira en torno indiferente el mundo
y en torno gira indiferente el cielo.
A ti las quejas de mi mal profundo,
hermosa sin ventura, yo te envío.
Mis versos son tu corazón y el mío.

24. Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas, 1868)

Del salón en el ángulo oscuro

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,


como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio


así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
25. Rosalía de Castro

Adiós ríos, adiós fontes Adiós ríos, adiós fuentes (traducción)

Adiós, ríos; adiós, fontes; Adiós, ríos; adiós, fuentes;


adiós, regatos pequenos; adiós, regatos pequeños;
adiós, vista dos meus ollos; adiós, visión de mis ojos:
non sei cándo nos veremos. no sé cuándo nos veremos.
Miña terra, miña terra, Tierra mía, tierra mía,
terra donde me eu criéi, tierra donde me crié,
hortiña que quero tanto, huertecita que amo tanto,
figueiriñas que prantéi, r higueritas que planté,
prados, ríos, arboredas, prados, ríos, arboledas,
pinares que move o vento, pinares que mueve el viento,
paxariños piadores, pajarillos piadores,
casiña do meu contento, casita de mi contento,
muíño dos castañares, molino del castañar,
noites craras de luar, noches claras de lunar,
campaniñas trimbadoras campanitas timbradoras
da igrexiña do lugar, de la iglesia del lugar,
amoriñas das silveiras moritas de los zarzales
que eu lle daba ó meu amor, que yo le daba a mi amor,
camiñinos antre o millo, caminos entre maizales,
¡adiós, para sempre adiós! ¡adiós para siempre adiós!
¡Adiós, groria! ¡Adiós, contento! ¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento!
¡Deixo a casa onde nacín, ¡Dejo casa en que nací
deixo a aldea que conoso y la aldez que conozco
por un mundo que non vin! por un mundo que no vi!
Deixo amigos por estraños, Dejo amigos por extraños,
deixo a veiga polo mar, y la vega por el mar,
deixo, en fin, canto ben quero... dejo, en fin, cuanto bien quiero...
¡Quén pudera no o deixar...! ¡Quién pudiera no dejar...!
... ... ... ... ... ...
Mais son probe e, ¡mal pedado!, Mas soy pobre y, ¡mal pedado!,
a miña terra n'é miña, mi tierra mía no es,
que hasta lle dan de prestado que hasta le dan de prestado
a beira por que camiña la vera por que camina
ó que nacéu desdichado. al que nación desdichado.
Téñovos, pois, que deixar, Os tengo, pues, que dejar,
hortiña que tanto améi, huerta que yo tanto amé
fogueiriña deo meu lar, hoguerita de mi lar,
arboriños que prantéi, arbolillos que planté,
fontiña do cabañar. fontana del cabañar.
Adiós, adiós, que me vou, Adiós, adiós, que me voy,
herbiñas do composanto yerbitas del camposanto
donde meu pai se enterróu, do mi padre se enterró,
herbiñas que biquéi tanto, yerbitas que besé tanto,
terriña que vos crióu. tierra que a las dos crió.
Adiós, Virxe de Asunción, Adiós, Virgen de Asunción
branca como un serafín: blanca como un serafín,
lévovos no corasón; os llevo en el corazón;
pedídelle a Dios por min, a Dios pidedle por mí,
miña Virxe da Asunción. mi Virgen de la Asunción.
Xa se oien lonxe, moi lonxe, Ya se oyen lejos, muy lejos,
as campanas do Pomar; las campanas del Pomar;
para min, ¡ai! coitadiño, para mí, ¡ay! desdichado
nunca máis han de tocar. nunca más han de tocar.
Xa se oien lonxe, máis lonxe... Ya se oyen lejos, más lejos...
Cada balada é un dolor; cada son es un dolor;
voume soio, sin arrimo... voyme solo, sin arrimo,
Miña terra, ¡adiós!, ¡adiós! tierra mía, ¡adiós!, ¡adiós!
¡Adiós tamén, queridiña...! ¡Adiós también, queridiña!
¡Adiós, por sempre quizáis...! Adiós por siempre quizás...
Dígoche este adiós chorando Dígote este adiós llorando
desde a beiriña do mar. desde la orilla del mar.
Non me olvides, queridiña, No me olvides, queridiña,
si morro de soidás... si muero de soledad...
Tantas légoas mar adentro... Tantas leguas mar adentro...
¡Miña casiña!, ¡meu lar! ¡Casiña mía!... ¡Mi lar!...

26. Rubén Darío (Cantos de vida y esperanza, 1905)

Canción de otoño en primavera

Juventud, divino tesoro, Era una dulce niña, en este


¡ya te vas para no volver! mundo de duelo y de aflicción.
Cuando quiero llorar, no lloro... Miraba como el alba pura;
y a veces lloro sin querer... sonreía como una flor.
Plural ha sido la celeste Era su cabellera obscura
historia de mi corazón. hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño. Juventud, divino tesoro,
Ella, naturalmente, fue, ¡ya te vas para no volver!
para mi amor hecho de armiño, Cuando quiero llorar, no lloro...
Herodías y Salomé... y a veces lloro sin querer.
Juventud, divino tesoro, ¡Y las demás! En tantos climas,
¡ya te vas para no volver! en tantas tierras siempre son,
Cuando quiero llorar, no lloro... si no pretextos de mis rimas
y a veces lloro sin querer... fantasmas de mi corazón.
Y más consoladora y más En vano busqué a la princesa
halagadora y expresiva, que estaba triste de esperar.
la otra fue más sensitiva La vida es dura. Amarga y pesa.
cual no pensé encontrar jamás. ¡Ya no hay princesa que cantar!
Pues a su continua ternura Mas a pesar del tiempo terco,
una pasión violenta unía. mi sed de amor no tiene fin;
En un peplo de gasa pura con el cabello gris, me acerco
una bacante se envolvía... a los rosales del jardín...
En sus brazos tomó mi ensueño Juventud, divino tesoro,
y lo arrulló como a un bebé... ¡ya te vas para no volver!
Y te mató, triste y pequeño, Cuando quiero llorar, no lloro...
falto de luz, falto de fe... y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

27. Antonio Machado (Campos de Castilla, 1912)

Campos de Soria

Las tierras labrantías,


como retazos de estameñas pardas,
I
el huertecillo, el abejar, los trozos
Es la tierra de Soria árida y fría. de verde obscuro en que el merino pasta,
Por las colinas y las sierras calvas, entre plomizos peñascales, siembran
verdes pradillos, cerros cenicientos, el sueño alegre de infantil Arcadia.
la primavera pasa
En los chopos lejanos del camino,
dejando entre las hierbas olorosas
parecen humear las yertas ramas
sus diminutas margaritas blancas.
como un glauco vapor —las nuevas hojas
La tierra no revive, el campo sueña. —
Al empezar abril está nevada y en las quiebras de valles y barrancas
la espalda del Moncayo; blanquean los zarzales florecidos,
el caminante lleva en su bufanda y brotan las violetas perfumadas.
envueltos cuello y boca, y los pastores
III
pasan cubiertos con sus luengas capas.
Es el campo undulado, y los caminos
II
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos, ¡Soria fría, Soria pura,
ya al fondo de la tarde arrebolada cabeza de Extremadura,
elevan las plebeyas figurillas, con su castillo guerrero
que el lienzo de oro del ocaso manchan. arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
y sus casas denegridas!
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero, ¡Muerta ciudad de señores
llanos plomizos, lomas plateadas, soldados o cazadores;
circuidos por montes de violeta, de portales con escudos
con las cumbres de nieve sonrosado. de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
IV
de galgos flacos y agudos,
¡Las figuras del campo sobre el cielo! que pululan
Dos lentos bueyes aran por las sórdidas callejas,
en un alcor, cuando el otoño empieza, y a la medianoche ululan,
y entre las negras testas doblegadas cuando graznan las cornejas!
bajo el pesado yugo, ¡Soria fría! La campana
pende un cesto de juncos y retama, de la Audiencia da la una.
que es la cuna de un niño; Soria, ciudad castellana
y tras la yunta marcha ¡tan bella! bajo la luna.
un hombre que se inclina hacia la tierra, VII
y una mujer que en las abiertas zanjas
¡Colinas plateadas,
arroja la semilla.
grises alcores, cárdenas roquedas
Bajo una nube de carmín y llama, por donde traza el Duero
en el oro fluido y verdinoso su curva de ballesta
del poniente, las sombras se agigantan. en torno a Soria, obscuros encinares,
V ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
La nieve. En el mesón al campo abierto tardes de Soria, mística y guerrera,
se ve el hogar donde la leña humea hoy siento por vosotros, en el fondo
y la olla al hervir borbollonea. del corazón, tristeza,
El cierzo corre por el campo yerto, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
alborotando en blancos torbellinos donde parece que las rocas sueñan,
la nieve silenciosa. conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa. VIII
Un viejo acurrucado tiembla y tose He vuelto a ver los álamos dorados,
cerca del fuego; su mechón de lana álamos del camino en la ribera
la vieja hila, y una niña cose del Duero, entre San Polo y San Saturio,
verde ribete a su estameña grana. tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
Padres los viejos son de un arriero hacia Aragón, en castellana tierra—.
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero, Estos chopos del río, que acompañan
y se enterró en las nieves de la sierra. con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
En torno al fuego hay un lugar vacío tienen en sus cortezas
y en la frente del viejo, de hosco ceño, grabadas iniciales que son nombres
como un tachón sombrío de enamorados, cifras que son fechas.
—tal el golpe de un hacha sobre un leño—.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
La vieja mira al campo, cual si oyera de ruiseñores vuestras ramas llenas;
pasos sobre la nieve. Nadie pasa. álamos que seréis mañana liras
Desierta la vecina carretera, del viento perfumado en primavera;
desierto el campo en torno de la casa. álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
La niña piensa que en los verdes prados álamos de las márgenes del Duero,
ha de correr con otras doncellitas conmigo vais, mi corazón os lleva!
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas. IX
VI
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, ¡Gentes del alto llano numantino
tardes tranquilas, montes de violeta, que a Dios guardáis como cristianas viejas,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra, que el sol de España os llene
agria melancolía de alegría, de luz y de riqueza!
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?

28. Antonio Machado (Campos de Castilla, 1917)

Proverbios y Cantares

XXIX
Todo pasa y todo queda;
Caminante, son tus huellas pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
el camino, y nada más;
caminos sobre la mar.
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar. 29.
30. Juan Ramón Jiménez (Canción,
XLIV 1936)

Álamo blanco

Arriba canta el pájaro y abajo canta el agua.


(Arriba y abajo, se me abre el alma.)

Entre dos melodías la columna de plata.


Hoja, pájaro, estrella; baja flor, raíz, agua.
Entre dos conmociones la columna de plata.
(Y tú, tronco ideal, entre mi alma y mi alma.)

Mece a la estrella el trino, la onda a la flor baja.


(Abajo y arriba, me tiembla el alma.)

31. Juan Ramón Jiménez (El nombre conseguido de los nombres de Dios deseado y
deseante, 1949)

Si yo, por ti, he creado un mundo para ti

Si yo, por ti, he creado un mundo para ti,


dios, tú tenías seguro que venir a él,
y tú has venido a él, a mí seguro,
porque mi mundo todo era mi esperanza.

Yo he acumulado mi esperanza
en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito;
a todo yo le había puesto nombre
y tú has tomado el puesto
de toda esta nombradía.

Ahora puedo yo detener ya mi movimiento,


como la llama se detiene en ascua roja
con resplandor de aire inflamado azul,
en el ascua de mi perpetuo estar y ser;
ahora yo soy ya mi mar paralizado,
el mar que yo decía, mas no duro,
paralizado en olas de conciencia en luz
y vivas hacia arriba todas, hacia arriba.

Todos los nombres que yo puse


al universo que por ti me recreaba yo,
se me están convirtiendo en uno y en un
dios.

El dios que es siempre al fin,


el dios creado y recreado y recreado
por gracia y sin esfuerzo.
El Dios. El nombre conseguido de los nombres.

32. Pedro Salinas (Presagios, 1924)

El alma tenías

El alma tenías
tan clara y abierta,
que yo nunca pude
entrarme en tu alma.
Busqué los atajos
angostos, los pasos
altos y difíciles...
A tu alma se iba
por caminos anchos.
Preparé alta escala
—soñaba altos muros
guardándote el alma—
pero el alma tuya
estaba sin guarda
de tapial ni cerca.
Te busqué la puerta
estrecha del alma,
pero no tenía,
de franca que era,
entradas tu alma.
¿En dónde empezaba?
¿Acababa, en dónde?
Me quedé por siempre
sentado en las vagas
lindes de tu alma.
33. Jorge Guillén (Cántico, 1928)

Más allá

El balcón, los cristales,


Unos libros, la mesa.
¿Nada más esto? Sí,
Maravillas concretas.
Material jubiloso
Convierte en superficie
Manifiesta a sus átomos
Tristes, siempre invisibles.
Y por un filo escueto,
O el amor de una curva
de asa, la energía
De plenitud actúa.
¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce
Sin escándalo dentro
De lo tan real, hoy lunes.
Y ágil, humildemente,
La materia apercibe
Gracia de Aparición:
Esto es cal, esto es mimbre.
34. Gerardo Diego (Soria, 1923)

Río Duero, río Duero


Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
35. Federico García Lorca (Romancero gitano, 1927)

La luna vino a la fragua

La luna vino a la fragua


con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.

36. Federico García Lorca (Poeta en Nueva York, 1929-30, publicado en 1940)
Ciudad sin sueño
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

37. Dámaso Alonso (Hijos de la ira, 1944)

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)
(Insomnio)

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que
me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de
la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo
como
la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi
alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

38. Vicente Aleixandre (La destrucción y el amor, 1935)

Se querían
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

39. Rafael Alberti (Marinero en tierra, 1924)

Si mi voz muriera en tierra


Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!
40. Luís Cernuda (Donde habite el olvido, 1933)

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,


En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje


Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,


No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,


Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;


Donde habite el olvido.
41. Miguel Hernández (El rayo que no cesa, 1936)

Yo quiero ser, llorando, el hortelano

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha de angelicales ceras y labores.


muerto Volverás al arrullo de las rejas
como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto de los enamorados labradores.
quería). Alegrarás la sombra de mis cejas,
Yo quiero ser llorando el hortelano y tu sangre se irán a cada lado
de la tierra que ocupas y estercolas, disputando tu novia y las abejas.
compañero del alma, tan temprano. Tu corazón, ya terciopelo ajado,
Alimentando lluvias, caracolas llama a un campo de almendras
y órganos mi dolor sin instrumento, espumosas
a las desalentadas amapolas mi avariciosa voz de enamorado.
daré tu corazón por alimento. A las aladas almas de las rosas
Tanto dolor se agrupa en mi costado, del almendro de nata te requiero,
que por doler me duele hasta el aliento. que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi
herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
42.
43. Gabriel Celaya (Cantos íberos,
1955)

La poesía es un arma cargada de futuro


Cuando ya nada se espera personalmente Quisiera daros vida, provocar nuevos
exaltante actos,
mas se palpita y se sigue más acá de la y calculo por eso con técnica, qué puedo.
conciencia, Me siento un ingeniero del verso y un
fieramente existiendo, ciegamente obrero
afirmando, que trabaja con otros a España en sus
como un pulso que golpea las tinieblas, aceros.
Cuando se miran de frente Tal es mi poesía: Poesía-herramienta
los vertiginosos ojos claros de la muerte, a la vez que latido de lo unánime y ciego.
se dicen las verdades: Tal es, arma cargada de futuro expansivo
las bárbaras, terribles, amorosas con que te apunto al pecho.
crueldades: No es una poesía gota a gota pensada.
Se dicen los poemas No es un bello producto. No es un fruto
que ensanchan los pulmones de cuantos, perfecto.
asfixiados, Es algo como el aire que todos respiramos
piden ser, piden ritmo, y es el canto que espacia cuanto dentro
piden ley para aquello que sienten llevamos.
excesivo. Son palabras que todos repetimos
Con la velocidad del instinto, sintiendo
con el rayo del prodigio, como nuestras, y vuelan. Son más que lo
como mágica evidencia, lo real se nos mentado.
convierte Son lo más necesario: Lo que no tiene
en lo idéntico a sí mismo. nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son
Poesía para el pobre, poesía necesaria
actos.
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por
minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que
glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si
nos dejan
decir que somos quienes somos,
nuestros cantares no pueden ser sin
pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se
desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido
hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a
cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis
penas 44.
personales, me ensancho. 45. Blas de Otero (Pido la paz y la
palabra, 1955)

En el principio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo


lo que tiré, como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo


lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

46. Ángel González (Áspero mundo, 1956)

Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
47. José María Valverde (Ser de palabra, 1976)
En el principio

De pronto arranca la memoria, diciéndome que lo diría,


sin fondos de origen perdido; para siempre vuelto palabra,
muy niño viéndome una tarde mía y ya extraña, aquel momento.
en el espejo de un armario Pero cuando lo comprendí
con doble luz enajenada era ya mayor, hombre de libros,
por el iris de sus biseles, y acaso fue porque en alguno
decidí que aquello lo había leí la gran perogrullada:
de recordar, y lo aferré, que no hay más mente que el lenguaje,
y desde ahí empieza mi mundo, y pensamos solo al hablar,
con un piso destartalado, y no queda más mundo vivo
las vagas personas mayores tras las tierras de la palabra.
y los miedos en el pasillo. Hasta entonces, niño y muchacho,
Años y años pasaron luego creí que hablar era un juguete,
y al mirar atrás, allá estaba algo añadido, una herramienta,
la escena en que, hombrecito audaz, un ropaje sobre las cosas,
desembarqué en mí, conquistándome. un caballo con que correr
Hasta que un día, bruscamente, por el mundo, terrible y rico,
vi que esa estampa inaugural o un estorbo en que se aludía
no se fundó porque una tarde a lo lejos, a ideas vagas:
se hizo mágica en un espejo, ahora, de pronto, lo era todo,
sino por un toque, más leve, igual que el ser de carne y hueso,
pero que era todo mi ser: nuestra ración de realidad,
el haberme puesto a mí mismo el mismo ser hombre, poco o mucho.
en el espejo del lenguaje
doblando sobre sí el hablar,

48. José Ángel Valente (El inocente, 1970)

Si no creamos un objeto metálico


Si no creamos un objeto metálico
de dura luz,
de púas aceradas,
de crueles aristas,
donde el que va a vendernos, a entregarnos, de pronto
reconozca o presencie metódica su muerte,
cuándo podremos poseer la tierra.
Si no depositamos a mitad del vacío
un objeto incruento
capaz de percutir en la noche terrible
como un pecho sin término,
si en el centro no está invulnerable el odio,
tentacular, enorme, no visible,
cuándo podremos poseer la tierra.
Y si no está el amor petrificado
y el residuo del fuego no pudiera
hacerlo arder, correr desde sí mismo, como semen o lava,
para arrasar el mundo, para entrar como un río
de vengativa luz por las puertas vedadas,
cuándo podremos poseer la tierra.
Si no creamos un objeto duro,
resistente a la vista, odioso al tacto,
incómodo al oficio del injusto,
interpuesto entre el llanto y la palabra,
entre el brazo del ángel y el cuerpo de la víctima,
entre el hombre y su rostro,
entre el nombre del dios y su vacío,
entre el filo y la espada,
entre la muerte y su naciente sombra,
cuándo podremos poseer la tierra,
cuándo podremos poseer la tierra,
cuándo podremos poseer la tierra.
49. Jaime Gil de Biedma (Moralidades, 1966)

Intento formular mi experiencia de la guerra

imagen,
Fueron, posiblemente, una nítida imagen de la felicidad
los años más felices de mi vida, retratada en un cielo
y no es extraño, puesto que a fin de hacia el que se apresura la torre de la
cuentas iglesia,
no tenía los diez años. entre un nimbo de pájaros.
Y los mismos discursos, los gritos, las
Las víctimas más tristes de la guerra canciones
los niños son, se dice. eran como promesas de otro tiempo mejor,
Pero también es cierto que es una bestia el nos ofrecían
niño: un billete de vuelta al siglo diez y seis.
si le perdona la brutalidad ¿Qué niño no lo acepta?
de los mayores, él sabe aprovecharla,
y vive más que nadie Cuando por fin volvimos
en ese mundo demasiado simple, a Barcelona, me quedó unos meses
tan parecido al suyo. la nostalgia de aquello, pero me
acostumbré.
Para empezar, la guerra Quien me conoce ahora
fue conocer los páramos con viento, dirá que mi experiencia
los sembrados de gleba pegajosa nada tiene que ver con mis ideas,
y las tardes de azul, celestes y algo
pálidas,
con los montes de nieve sonrosada a lo y es verdad. Mis ideas de
lejos. la guerra cambiaron
Mi amor por los inviernos mesetarios después, mucho después
es una consecuencia de que hubiera empezado la postguerra.
de que hubiera en España casi un millón de
muertos.

A salvo de los pinares


-pinares de la Mesa, del Rosal, del Jinete!-,
el miedo y el desorden de los primeros días
eran algo borroso, con esa irrealidad
de los momentos demasiado intensos.
Y Segovia parecía remota
como una gran ciudad, era ya casi el frente
-o por lo menos un lugar heroico,
un sitio con tenientes de brazo en
cabestrillo
que nos emocionaba visitar: la guerra
quedaba allí al alcance de los niños
tal y como la quieren.
A la vuelta, de paso por el puente Uñés,
buscábamos la arena removida
donde estaban, sabíamos, los cinco
fusilados.
Luego la lluvia los desenterró,
los llevó río abajo.

Y me acuerdo también de una excursión a


Coca,
que era el pueblo de al lado,
una de esas mañanas que la luz
es aún, en el aire, relámpago de escarcha,
pero que anuncian ya la primavera.
Mi recuerdo, muy vago, es sólo una
50.
51. María Victoria Atencia (El
coleccionista, 1979)

Placeta de San Marcos

Amárrate, alma mía; sujétate a este mármol,


Sebastián de su tronco, con cuantas cintas pueda
Ofrecerte en Venecia la lluvia que te empapa.

Amárrate a este palo, alma Ulises, y escucha


-desde donde la plaza proclama su equilibrio-
El rugido de bronce que la piedra sostiene.

También podría gustarte