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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LAS ARTES


AMBIENTE DE APRENDIZAJE LARA
BARQUISIMETO - LARA

ENSAYO

Acerca de la carta del Jefe Seattle

al presidente de los Estados Unidos

Autora:
Lismary Rojas
c.i: 16234137
Licenciatura en Danza tradicional
Trayecto lII
Asignatura: Bioética y modelos de desarrollo
Facilitador: Prof. Carlos Sotillo

Barquisimeto, marzo de 2021


En la vida hay cosas tangibles e intangibles que carecen de precio
porque tienen un valor incalculable, una de ellas es el hábitat, la tierra esa
porción de terreno en un espacio geográfico que proporciona todo aquello
que se necesita para vivir: aire, agua, tierra que sirve para sembrar y de
donde se obtienen los alimentos de origen vegetal y en definitiva, donde
transcurre la vida.
Ciertamente los primeros pobladores de esta gran porción de terreno,
que se extiende desde Canadá en su parte más septentrional hasta tierra
del fuego (Argentina) en su parte más meridional, llamada América,
sabían muy bien el inmenso valor que posee la tierra, no porque lo
adivinaron, lo trajeran configurado en su cerebro o alguien se los dijera;
sino porque lo vivieron: tenían una comunicación especial con la
naturaleza y sus elementos, rendían culto al sol, la luna, las estrellas y
tenían al agua como elixir de la vida.
Ahora bien, para nuestros pobladores originarios que alguien les dijera
que le compran una porción de tierra da igual que le propongan a alguien
comprarle a su madre o a alguno de sus hijos, obviamente algo insólito e
inaudito, sin embargo, al leer la carta que le enviara el jefe Seattle al
presidente de los Estados Unidos para el año 1854, este acepta vender,
no por dinero, sino porque de igual forma si se oponían a vender, el
gobierno norteamericano vendría a tomar con las armas y por la fuerza
sus amadas y sagradas tierras, es decir, desde mi perspectiva más que
un tratado comercial fue un tratado de paz.
Cabe destacar que nuestros ancestros aborígenes (la mitad de los
míos si lo eran), muy sabiamente quisieron adelantarse a los tiempos tan
adversos que ahora tenemos: por ejemplo, en el caso del jefe Seattle y su
tribu, aceptaron vender gran parte del territorio donde habitaban, pero con
la condición de que los futuros pobladores amaran y cuidaran la tierra, y
de enseñarle a las siguientes generaciones el valor de la misma.
No obstante, una frase que llamó poderosamente mi atención en esta
carta fue la siguiente “la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el
que pertenece a la tierra”. Sinceramente es así. La tierra sin el hombre
puede permanecer muchísimos años abundante, fértil y equilibrada por el
resto de las especies (la tierra siempre será la tierra, por muchas
modificaciones que sufra) pero, es el hombre quien no podrá vivir sin la
tierra.
Evidentemente, es una carta muy reflexiva, sin embargo, para los
estadounidenses fue información que entró por un oído y salió sin pena ni
gloria por el otro. A modo personal, la segunda frase del escrito que llama
a la reflexión es: “la vida ha terminado, ahora empieza la supervivencia”,
eso es tal cual lo único que hemos hecho desde hace varias décadas; la
tierra ha sido y sigue siendo saqueada, ridículamente para extraer sus
riquezas; ¿a cambio de qué?, eso es como robar a la propia familia,
similar a arrancarse un órgano, o bien, iluminar la calle y permanecer en
penumbras dentro de la propia casa; es inaudito, un verdadero crimen
que al final de la jornada nos afecta a nosotros mismos.
Es cierto que de la tierra nos alimentamos, podemos extraer de ella
los frutos que se siembren o los animales que se críen para la
alimentación de los seres humanos, sin embargo, desde hace mucho
tiempo, y en especial, el continente americano ha sufrido los embates que
los propios seres humanos han propinado. Desde donde se puede ver,
primero fueron los europeos durante su invasión, y así por el estilo.
Actualmente, el planeta entero se encuentra debilitado, con el pasar de
los años y a cambio de los avances tecnológicos, así como también
bienes y servicios que supuestamente mejorarían nuestra calidad de vida,
hemos contaminado ríos, lagos y mares, debilitado la capa vegetal de la
tierra, ensuciado el aire con el humo emanado por vehículos automotores,
quema de combustibles fósiles entre otros, lamentablemente solo el día
que nos quedemos sin agua, aire limpio, sin animales, sin arboles ni
frutos, solo ese día comprenderemos que el dinero no se come.

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