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Estudios Latinoamericanos

33/34 (2013-2014): 275-305

Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto


Chicama, sierra norte del Perú1

Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

Resumen

El presente estudio de alfarería popular de Caulimalca se ha llevado a cabo en el año 1973. Se describen
todas las etapas de producción desde la preparación de arcilla hasta la cocción. Todos los recipientes se
producen de los moldes que son de arcilla y constan de dos partes simétricas. La cerámica de Caulimalca
no tiene pintura. La decoración es exclusivamente de relieve y está estampada del molde en la producción
del recipiente. Predomina la combinación de los motivos geométricos. La cerámica de Caulimalca parece
demostrar acusadas relaciones hereditarias con la cerámica prehispánica en su forma y decoración.
Casi todos los motivos decorativos tienen sus correspondientes en la decoración incaica. Las formas de
recipientes demuestran relaciones o con la cerámica de los Incas o también con la cerámica de Chimú.

Palabras clave: alfarería popular, cerámica inca, Perú.

Abstract

POPULAR POTTERY OF CAULIMALCA IN THE ALTO CHICAMA VALLEY,


NORTH ANDES OF PERU

This study of popular pottery of Caulimalca was carried out in 1973. There are described all stages
of production from the preparation of clay till burning. All vessels were made from clay molds consisted
of two symmetrical parts. he ceramics of Caulimalca has no painting. Relief is the exclusive decoration
and it is stamped from mold in vessel production. he geometric pattern combination is predominating.
Caulimalca pottery seems to demonstrate clearly the originate relationships with pre-Hispanic ceramics
in its form and decoration. Almost all adornment patterns have corresponding Inca decorations. Alike,
forms of vessels show resemblance to the Incas ceramics and ceramics of Chimú.

Key words: popular pottery, inca ceramic, Peru.

Roma Krzanowska ■ Sociedad Polaca de Estudios Latinoamericanos, ul. Krakowskie Przedmieście 26/28,
00-927 Warszawa, Polska
Andrzej Krzanowski ■ Universidad Jaguellonica de Cracovia, Departamento de América Latina, Rynek
Główny 34, 31-010 Kraków, Polska; correo-e: andrzej.krzanowski@uj.edu.pl
276 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

El valle Alto Chicama está situado en el Perú septentrional, en la parte cen-


tral del macizo andino. Se denomina Alto Chicama a la sección superior del río
Chicama, el cual desemboca en el Pacíico. Esta región pertenece a la provincia
de Otuzco en el departamento de La Libertad. En Usquil, uno de los distritos de
la provincia, se encuentra el centro alfarero Caulimalca que suministra cerámica
a todo el valle Alto Chicama (Fig. 1). Es una pequeña aldea, ubicada en la ladera
sur del valle, a una altitud de 2500 msnm. Recientemente ha sido atravesada por la
carretera que une Usquil y Huaranchal. Los 300 habitantes de esta aldea se mantie-
nen principalmente de la agricultura y de la fabricación de cerámica. Gracias a esta
especialización artesanal –que, sin embargo no es un hecho extraordinario como
tal, dado que los vecinos de la aldea de Cuyuchugo son cesteros y los de Coina se
dedican a la mercadería– Caulimalca es famosa por ser una aldea de alfareros. Sus
habitantes producen también, aunque a menor escala, ladrillos de barro secados al
sol (adobes), utilizados para la construcción de las casas y tejas. Otras familias se
dedican al tejido.
Durante nuestra estadía en Alto Chicama, entre los meses de mayo y di-
ciembre de 1973, llevamos a cabo investigaciones sobre la artesanía, concentrándo-
nos principalmente en la producción de la cerámica en Caulimalca. La región no
había sido objeto de investigaciones etnográicas hasta la fecha. Por consiguiente,
todos los materiales que constituyen la base de este artículo fueron recogidos por
sus autores directamente en el campo o bien aprovechando la cerámica de la gran
colección particular del doctor Oswald Kaufmann2.
En Caulimalca visitamos a más de la mitad de los alfareros. Con nueve de
ellos realizamos entrevistas largas sirviéndonos de cuestionarios detallados, espe-
cialmente preparados para tal in. Hecho que, como es de suponer, nos dio la posi-
bilidad de tener una imagen completa y representativa de la alfarería de Caulimalca.
El proceso de elaboración de la cerámica consta de una serie de etapas: la
recolección del material crudo, la preparación de la pasta, el moldeado de los reci-
pientes, el secado y la cocción.
La arcilla adecuada para ines alfareros no se consigue en Caulimalca, sino
que debe ser obtenida a una distancia aproximada de un kilómetro al noreste de
la localidad, en las cercanías de Coina. Las minas de arcilla se encuentran en los
campos pertenecientes a los habitantes del pueblo, quienes, sin embargo, no hacen
cerámica3. Así, aunque Caulimalca es una aldea de alfareros −exceptuando unos
cuantos casos− no posee sus propias fuentes de materia prima. Conseguirlas les
causa ciertas diicultades a sus alfareros teniendo en cuenta que la mayor parte de
las vetas de arcilla subyace en los campos cultivados y sus propietarios coinenses no
se inclinan a consentir su explotación. Desde luego, no acceden a esto sin intereses.
Según la información de los alfareros, el material crudo era comprado a un precio
que luctuaba entre los 10 a 20 soles4 por saco5, o bien a través del trueque con las
ollas que ellos fabricaban. El transporte de la arcilla desde lugares recónditos, y el
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 277

Figura 1. Ubicación de Caulimalca y otros sitios mencionados de la sierra norte del Perú.
Dibujo de Andrzej Krzanowski.

precio relativamente elevado, les provocan considerables diicultades, sobre las cua-
les expresaron repetidamente su disgusto durante las entrevistas.
La arcilla adecuada para elaborar cerámica se encuentra en lugares estric-
tamente predeterminados en forma de vetas. Como pudimos comprobar es un tipo
de arcilla proveniente de la erosión de la roca magmática, intrusión de tipo andesita.
A pesar de que los aloramientos de andesita se encuentran de forma continua en el
área de Alto Chicama, solamente las proximidades de Coina proporcionan la arcilla
para la alfarería, hecho que puede ser provocado por la aleación de los erosionados
esquistos que están cortados por la intrusión.
De las mismas partes que la arcilla se obtiene la piedra (andesita erosiona-
da), la cual, al haber sido triturada, sirve como temperante de la arcilla.
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Figura 2. Trabajo en el huetrón: desmenuzamiento de la arcilla y la piedra con el masu de madera.


Fotografía de Andrzej Krzanowski.

Figura 3. Expandiendo la arcilla en una parte del molde. Alrededor de la alfarería se están secando
los recipientes en moldes. Fotografía de Andrzej Krzanowski.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 279

Figura 4. Alisado de una mitad del recipiente en el molde. En el fondo los recipientes se encuentran
secándose. Fotografía de Andrzej Krzanowski.

Figura 5. Cocción de los recipientes. Fotografía de Andrzej Krzanowski.


280 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

Una vez conseguida, la arcilla se seca, luego se le desmenuza y cierne. El


proceso del desmenuzamiento se efectúa con un mazo de madera, llamado masu,
destinado exclusivamente para este in (Fig. 2). Es una herramienta grande (con una
longitud total entre 1 a 1,3 metros), cilíndrica, fabricada de una pieza de eucalipto.
Se la utiliza también para triturar las piedras en la preparación del temperante. El
desmenuzamiento de la arcilla y de las piedras tiene lugar en una plaza especial,
redonda, empedrada, de aproximadamente 2 metros de diámetro y medio metro de
profundidad, llamada huetrón. El huetrón se encuentra junto a la casa de los alfare-
ros para quienes la producción de cerámica constituye una ocupación ija. Desme-
nuzada la arcilla, se le cierne limpiando de grandes pedazos y piedras.
En la etapa siguiente se mezclan la arcilla y la piedra triturada, normalmen-
te en proporción de 2:1 (pero también 1:1), aunque dichas proporciones no se guar-
dan rigurosamente. Con la mezcla obtenida en el huetrón se forma un montículo
y −añadiendo agua paulatinamente y amasando la arcilla con las manos y con las
piernas− se forma la pasta. Cuando está preparada se lleva esta a la sombra, donde
permanece de 15 a 30 días. Solo los alfareros más cotizados conservan la masa por
tanto tiempo. Lo más común es utilizarla después de 2 o 3 días o inmediatamente
tras añadir el agua y amasar.
Todos los recipientes se hacen con moldes. Es una regla sin excepción. Los
alfareros ni siquiera se dan cuenta de la existencia de otras maneras de elaboración
de la cerámica. Los moldes que utilizan sirven para la creación de un limitado nú-
mero de formas y, hasta cierto punto, de un limitado número de tipos de motivos
ornamentales. No se crean formas nuevas, las que están en uso sirven repetidas
veces en el proceso de elaboración de los recipientes y cuando se desgastan se les
reproduce basándose en un recipiente existente. Los alfareros no recuerdan ningún
caso de creación de un nuevo molde. Haciéndoles la pregunta directamente, ni si-
quiera pueden imaginarse esta posibilidad.
Los moldes se producen del mismo material que los recipientes, según el
proceso siguiente: la supericie externa del recipiente que sirve como base para la
creación del molde se envuelve con una tela ina, con el in de evitar que la arcilla se
pegue; después se cubre con una capa de arcilla de 2 centímetros aproximadamente
la cual, al haberla dejado secarse por un tiempo corto, se corta en dos partes simé-
tricas, de modo que el corte pase por el mango u otra parte sobresaliente del recipiente,
en el caso de que existan. Tras unas horas de secado se abren las dos partes del molde,
se alisan sus supericies internas eliminando las impresiones de la tela y eventuales
imperfecciones y se graba el dibujo negativo de motivo ornamental. El molde pre-
parado así se seca y quema de manera idéntica que el mismo recipiente.
Aparte del molde, en la fabricación de los recipientes se utilizan las he-
rramientas siguientes: chungo, que es un canto rodado de río, frecuentemente
de duro cuarzo; callo (callua), una pieza de madera de eucalipto, plana y alisada
de forma alargada, de un lado redonda y del otro puntiaguda; badana, una pieza
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de cuero blando, en la mayoría de los casos de cuero de ternero, y un cuchillo


pequeño.
El alfarero empieza la elaboración de un recipiente metiendo una bola de
arcilla dentro de una mitad del molde situado en sus rodillas. Aplasta la bola y la
distribuye por toda la supericie del cuerpo. A continuación forma cilindros o rollos
de arcilla para rellenar el espacio de las asas, en el caso de que el recipiente las posea.
Finalmente rellena todo el molde colocando y distribuyendo la arcilla por el borde
(Fig. 3), la presiona fuerte con los dedos y la alisa someramente con la palma de la
mano. Ahora, tras humedecerla con el agua, la alisa minuciosamente sirviéndose de
chungo (Fig. 4). La arcilla sobresaliente la corta con el cuchillo. De manera idéntica
rellena la segunda parte del molde. Ahora junta6 las dos partes alisando cuidadosa-
mente el lugar de la unión desde dentro7.
Después de un lapso de 2 a 3 horas del secado inicial (Fig. 3) se abre el mol-
de y se saca el recipiente fresco. Con el chungo se alisa esta vez la supericie exterior
de las áreas de unión, mientras que con la callua se determina la forma inal del
borde. El último alisado se hace con la badana humedecida. Ahora, para evitar que
el recipiente se deforme, se le deja reposar durante 3 horas sobre la rosca (Fig. 4), un
círculo tejido de caña, trapos y cuero. A continuación viene el pulido inal de toda la
supericie libre de ornamentos usando el chungo. Preparado así, el recipiente se seca
por aproximadamente dos días, sacándolo varias veces de la sombra a exponerse
a los rayos del sol.
La cocción de los recipientes ya secos, que constituye la etapa siguiente,
tiene lugar en una hoguera especial. Los recipientes, a veces varias decenas, se co-
locan en un cúmulo, del más grande hasta el menor, de manera que la boca de uno
esté junto a la parte redondeada del cuerpo de otro. El cúmulo está rodeado por un
conjunto de vasijas viejas, rotas y quemadas, que aparte de servir como protección
contra el viento facilita la colocación de combustible (trozos de madera, excremen-
tos de vaca o burro secados y hierba seca). Una vez preparado el cúmulo, llamado
fogata, se le enciende de todos los lados simultáneamente y se sigue alimentando el
fuego durante un día (Fig. 5).
En este modo de cocción tanto los recipientes como el combustible tienen
que ser colocados con gran cuidado, teniendo en cuenta que muchos de ellos se
rompen por el calor del fuego o se queman irregularmente llevando, como resulta-
do, unas manchas grises o negras. La cocción es la etapa inal de producción, ahora
los recipientes están listos para utilizarlos (Fig. 6).
El rasgo que distingue la cerámica del Alto Chicama de otros centros alfare-
ros vecinos es su falta total de pintura. Todos los recipientes retienen la tinta natural
de la arcilla quemada y muy a menudo, como acabamos de decir, a consecuencia de
una cocción desigual llevan unas manchas irregulares, grises o negras. La arcilla es
de granos gruesos. El espesor de las paredes es normalmente de 5 mm, y en los re-
cipientes grandes llega hasta un volumen de entre 12 y 15 milímetros. La supericie
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Figura 6. Vasijas recién quemadas. Fotografía de Andrzej Krzanowski.

externa de los recipientes se alisa, a veces hasta sacar el brillo, omitiendo los sitios
con decoración de relieve que quedan irregulares y porosos tal como salieron del
molde.

1. Formas y usos

En Caulimalca se fabrican varios tipos o formas de vasijas, algunos de estos


son decorados. Tanto los tipos de recipientes como los motivos decorativos tienen
sus respectivos nombres propios utilizados con precisión por alfareros y usuarios.
Además, a cada clase de recipientes le corresponden especíicas funciones prácticas.
Durante nuestras investigaciones en Alto Chicama y probablemente durante las dos
décadas anteriores se producían, según advertimos, 39 diferentes formas de cerámi-
ca. Las formas y las funciones nos han servido como base para la división en siguientes
tipos (Tabla 1): ollas, callanas, escudillas, cántaros, vasos, urpus, tinajones, recipientes
igurativos y otros.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 283

Número Porcentaje en la
Tipo de
de Decoración Modos de uso producción total
cerámica
variedades del año 1973
de relieve, raramente
ollas 3 para cocinar 75
ausente
callanas 3 Ausente para tostar y asar 9
ausente, en ocasiones de
Escudillas 4 para comer y lavarse 7
relieve
para guardar los
cántaros 7 de relieve, a veces ausente 5
líquidos
de relieve, raras veces
vasos 4 para beber 2
plástica
para fermentación y
urpus 3 Ausente almacenamiento de 1.5
chicha
para guardar
Tinajones 1 Ausente 0
líquidos o granos
recipientes plástica, raras veces de
10 ? 0.5
igurativos relieve o incisa
plástica, de relieve, de
Otros 4 ? 0
impresión

Tabla 1. Relación de formas y modos de uso de cerámica.

1.1. Ollas

Son recipientes elaborados en mayor cantidad y constituyen alrededor de


75% de la producción registrada en aquel momento8. En una cocina típica hay unas
10 ollas que sirven para cocinar y guardar la comida. Dado su uso común en el ho-
gar los fabrican todos los alfareros, quienes, por el nombre del recipiente, en Alto
Chicama suelen llamarse olleros. Debido a su uso frecuente, el desgaste de las ollas
es muy rápido, por lo cual cuentan con una demanda constante.
La olla (Fig. 7: 1-3) tiene un cuerpo en forma de elipsoide cuyo diámetro
es siempre aproximadamente 1/3 mayor que su altura. La amplia boca está rodeada
por un cuello expandido, no muy alto. La olla posee dos asas ubicadas en la unión
del cuello con el cuerpo, en ambos lados simétricamente, aunque se producen reci-
pientes más pequeños también sin asas.
Las ollas de estas proporciones son fabricadas en varios tamaños. El diámetro
del cuerpo de las más grandes llega a 50 cm, y el de las más pequeñas a 8 cm (Fig. 8). Sin
embargo, usualmente se elaboran ollas medianas, entre las cuales, por su denomina-
ción especial, destaca la cabelata. Este nombre es una abreviación de la frase cabe una
lata de agua, y se usa para designar un recipiente de volumen de una lata9.
Otra variedad muy popular es la olla con tapa (Fig. 7: 3, 8). La olla y la
tapa se hacen de dos moldes distintos, cuyos ejemplares únicos los posee solo una
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Figura 7. Tipos de cerámica producidos en Caulimalca: 1-3: ollas; 4: callanas; 5-8: escudillas; 9-15:
cántaros. Las supericies rayadas están cubiertas por decoración en relieve.
Dibujo de Roma Krzanowska.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 285

Figura 8. Dos variedades de ollas de 7,5 y 13 cm de altura. Fotografía de M. Doktor.

alfarera. Su otro rasgo característico es la forma un poco diferente y uso de protube-


rancias verticales en el cuerpo.
La mayoría (aproximadamente 90%) de las ollas tiene una decoración en
relieve sobre las supericies de formas iguales en dos lados simétricos del cuerpo.
Los diseños que aparecen en las ollas son muy diversos (Fig. 15) y constituyen cerca
de 90% de todos los diseños empleados por los alfareros de Caulimalca. Casi todas las
formas de las ollas son idénticas y varían por sus diferentes ornamentos y tamaños.
La olla con tapa merece mención especial, pues es el único recipiente en Caulimalca
que posee tapa.

1.2. Callanas

Estos recipientes, a pesar de ser muy populares y de uso común, se fabri-


can en una cantidad relativamente pequeña (9% de la producción registrada). En
el hogar se utilizan para preparar cancha (granos de maíz tostados, fríjoles, habas,
café) y churrasco (carne asada), así que se puede decir que desempeñan la función
de una sartén.
En la sierra peruana este tipo de recipientes es popular y lleva el nombre
quechua de callana. Las callanas tienen forma de elipsoide (Fig. 7: 4) cuya altura
constituye 2/3 de su diámetro. De un lado, en la parte superior, se encuentra una
boca oval, junto a la cual algunas callanas poseen asa (Fig. 9). Considerando que el
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Figura 9. Callanas de 10 y 15 cm de altura. Fotografía de M. Doktor.

asa no aparece en el molde, en algunos recipientes la pegan directamente tras sacar-


los del molde, paralela o perpendicularmente a la boca. La forma de las callanas es
siempre igual, y lo que diiere es, como se acaba de decir, la ubicación o falta del asa
y el tamaño pues el diámetro oscila entre 28 y 8 centímetros. Las callanas que sirven
como juguetes para los niños.
El rasgo distintivo de las callanas de Alto Chicama es su falta de cualquier
tipo de decoración.

1.3. Escudillas

Como las callanas, también las escudillas son muy populares. Se utilizan
comúnmente en el hogar para lavarse, comer y preparar la comida.
Las escudillas son de forma hemisférica y tienen un diámetro de 10 a 34
centímetros (Fig. 7: 5, 7). Solo una alfarera las produce de fondo plano, de 20 cm
de diámetro. Entre los tipos de escudillas destaca la cazuela, de 20 a 34 centímetros
de diámetro (Fig. 7: 8), de fondo un poco aplastado y dos agarraderos en dos lados
contrarios del borde.
En general, las escudillas no se decoran. Solo una vez encontramos la deco-
ración de relieve sobre la supericie exterior del fondo de una de las escudillas más
pequeñas (Fig.7: 7).
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 287

Figura 10. Tipos de cerámica producidos en Caulimalca: 1-4: vasos; 5-7: urpus; 8: tinajón.
Dibujo de Roma Krzanowska.
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1.4. Cántaros

En el hogar no se utilizan tanto como las ollas o escudillas, sin embargo


también son recipientes muy populares. Sirven para guardar agua y otros líquidos.
Los cántaros, según registramos, se producen en 7 formas diferentes (Fig. 7: 9-15),
número por el que destacan frente a otros recipientes. El cántaro de cuerpo grande
globular que tiende a elipsoide (Fig. 7: 9, 10), con cuello alto bien marcado más
o menos expandido, se fabrica con mayor frecuencia. Generalmente los cántaros
poseen un asa, en algunos casos dos, rara vez ninguna. Se produce en diferentes
tamaños con una altura de 11 a 23 centímetros.
Encontramos también tres variedades (una sin asa) de cántaros que con toda
claridad diieren de los que acabamos de describir. Sus rasgos característicos son: la for-
ma esbelta, la unión luida del cuello con el cuerpo y el fondo plano (Fig. 7: 13-15).
Se comprobó la existencia de tres variedades de estos cántaros.
Otras dos variedades registradas se caracterizan por un cuello pequeño, bien
marcado, un fondo plano o suavemente cóncavo y un cuerpo alargado (Fig. 7: 11, 12)
parecen crear un tipo intermedio entre los arriba mencionados.
En general, los cántaros de forma de globular (exceptuando unos cuantos ca-
sos) carecen de decoración, mientras que otros la poseen. Un rasgo característico de
estos últimos es la forma de la supericie decorada, muy distinta a la de las ollas.

1.5. Vasos

Son recipientes que en Caulimalca se producen con relativamente poca fre-


cuencia (alrededor de 2% de la producción). Registramos 4 variedades, todas de
altura entre 8 y 12 centímetros (Fig. 10: 1-4). Tres de ellas son de paredes rectas,
tienen bordes expandidos, bien sin asa, bien con un asa de un lado o con un mango
en forma de arco. Generalmente, los vasos no se decoran, aunque en una ocasión en
la parte inferior aparecen pequeñas estrías (Fig. 10: 3).
Un tipo distinto constituye el vaso con pico, cuya forma se parece a la de un
cántaro. Destaca además por la aplicación en el cuerpo, probablemente represen-
tando una llama (Fig. 10: 4).

1.6. Urpus

Son los recipientes más grandes producidos actualmente. Sirven exclusi-


vamente para preparar chicha y en toda la sierra peruana, donde se usa, lleva el
nombre quechua urpu. A pesar de que los urpus se producen en poca cantidad, su
fabricación no disminuye porque cuentan con una demanda constante.
Los urpus producidos en Caulimalca poseen el mismo tamaño (47 cm de
altura y 42 cm de diámetro del cuerpo), un cuerpo de forma casi esférica y un cuello
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 289

bastante alto, expandido. Su rasgo distintivo es la presencia de un rollito, en ocasio-


nes añadido en la unión del cuello con el cuerpo (Fig. 10: 5-6).
En algunas casas de Caulimalca, aunque actualmente ya no se fabrican, se
utilizan todavía unos ejemplares de otro tipo de urpu, sin cuello y con dos asas en la
parte superior del cuerpo (Fig. 10: 7).
Los urpus no se decoran. A veces se cubren con la resina del arbusto tayu
para dotarlos de mayor hermetismo.
En Caulimalca son contados los alfareros que fabrican este tipo de reci-
pientes, porque, según la opinión común, su confección no es fácil. Las diicultades

Figura 11. Tipos de cerámica producidos en Caulimalca: 1-10: recipientes igurativos; 11-14: otros.
Dibujo de Roma Krzanowska.
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las proporciona el mismo proceso de elaboración que, teniendo en cuenta el gran


tamaño del recipiente, requiere un trabajo y una habilidad considerables. Además,
durante la cocción, muchos urpus se rompen en el fuego.

1.7. Tinajones

En la actualidad ya no se producen y el único recipiente en uso que encon-


tramos en Caulimalca nos ha servido como representante del tipo. En los tinajones
se almacenaba el agua o bien se guardaba el grano u otros productos.
Este tinajón (Fig. 10: 8) es el recipiente más grande de los que describimos
en este artículo. Tiene un cuerpo ovoide de 54 cm de diámetro que pasa en una
amplia boca con un cuello recto. Su altura total es de 63 cm. Está desprovisto de
cualquier decoración.

1.8. Recipientes igurativos

Hemos distinguido este tipo tomando en cuenta su forma especíica, la


cual en términos generales constituyen representaciones de animales, sobre todo
de patos (Fig. 11: 1-4) y otros pájaros. En otros casos el toro y el armadillo fueron
ejemplos de la forma del recipiente. Según permite la técnica de la producción, la
imitación es más o menos realista. Las formas, siendo tan características, requieren
un comentario detallado.
De hecho, dos de los patos poseen un cuello bastante alto y una boca pe-
queña y son recipientes (Fig. 11: 1, 2). En otras dos iguras, después de haberlos
sacado del molde se cortó un hueco convirtiéndolos en alcancías. La alcancía que
representa la Fig. 11: 3 tiene asa-estribo, tan característico para los ceramios preco-
lombinos de las culturas Chimú o Mochica, por lo cual merece mención especial.
No obstante, mientras que en estas culturas el asa-estribo era a la vez la boca, en el
pato de Caulimalca es solo un asa, llena por dentro.
Aparte del recipiente llamado perdicita (Fig. 11: 6) la identiicación de otros
pájaros (Fig. 11: 5-7) proporciona ciertas diicultades.
Las igurillas del toro diieren en pequeños detalles, como la decoración
en relieve de ambos lados del cuerpo o bien el yugo sobre los cuernos. Sirven de
recipientes ya que se les ha modelado un asa sobre el lomo y de la boca en la parte
trasera. La boca sobre el lomo convierte a la pequeña igurilla supuestamente del
armadillo10 (Fig. 11: 9, 12) en un recipiente simbólico, pues de hecho su escaso vo-
lumen desmiente tal función.
El último de este tipo de recipientes que encontramos, constituye el huaco11
(Fig.11: 10). El recipiente parece presentar de igura de un pájaro −tiene un cuerpo
oval con un esbozo de alas modeladas y una supuesta cola convertida en boca−
pero, sin embargo, posee a la vez una cabeza de características humanas.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 291

La función de los recipientes igurativos es ambigua. La mayoría de los descri-


tos por nosotros proviene de la colección del doctor Kaufmann. Los alfareros sostienen
que carecen de demanda y que a pesar de poseer sus moldes no los fabrican.

1.9. Otros

Las piezas agrupadas bajo este membrete no tienen nada que ver con los
tipos que hemos tratado arriba. Solo una de ellas constituye un recipiente (Fig. 11:
11, 13), es decir un cántaro de forma bastante simple. Lo que lo distingue de otros
cántaros ya descritos es una decoración modelada en el cuerpo en forma de un
animal de rasgos felinos. La cabeza, las patas y la cola del animal son bien visibles,
aunque carecen de detalles. Por el contrario, el tronco aplastado del animal está ape-
nas marcado por un engrosamiento alrededor del cuello. En ambos lados el cuerpo
posee también una original decoración de relieve, elaborada con la misma técnica
que en el caso de las ollas y cántaros. No obstante los relieves, insólitamente, aunque
guardan el mismo esquema, no son idénticos. Además, su diseño es distinto de los que
se encuentran en otros recipientes. El cántaro se denomina con el término huaco,
como el recipiente igurativo al que nos hemos referido antes.
Otros géneros de estos ceramios pertenecen a la colección del doctor Kau-
fmann y al momento de este registro ya no se fabricaban. No son recipientes ni
tampoco conocemos su función.
La igurilla (Fig. 11: 11, 13) es una representación simpliicada de la mujer
en un vestido largo y con manos apoyadas en las caderas. Tanto los pechos como
los ojos y los labios −probablemente impresos con un palillo o caña− son bien
distinguibles. En la colección del doctor Kaufmann hay tres piezas de este género,
de tamaños y proporciones diferentes. La más alta mide 17,5 cm., la de altitud
mediana 16 cm, y la más pequeña tiene 10,5 cm. El tronco de la igurilla está lle-
no, mientras que la cónica parte inferior (la falda) está vacía pero cerrada con un
fondo plano. Las proporciones diversas y algunos detalles de modo de elaboración
indican que para la confección de estas piezas no se utilizó moldes. Tanto la técni-
ca de modelar como el uso de impresiones son excepcionales, y hoy en día no son
utilizados en Alto Chicama. Podemos sospechar, y es lo más probable, que dichas
piezas eran juguetes.
El tercer género de esta cerámica inusual es representado por una pieza
que podría ser utilizada como incensario (Fig. 11: 13). Tiene forma de un cono
cortado, abierto arriba, con cuatro aberturas pequeñas que supuestamente ser-
vían para colgarlo.
El último tipo del grupo lo representa un ejemplar (Fig. 11: 14) cuya
función, teniendo en cuenta su forma extraña −un cono irregular, vacío, con
pequeña abertura de un lado− parece imposible de adivinar. Tal vez era una
alcancía o sonajero.
292 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

2. Decoración

En Caulimalca algunos de los recipientes se decoran con el uso de varias


técnicas. La básica y más frecuente es la decoración de relieve. Otras, como la im-
presión, la incisión y el modelado se emplean ocasionalmente y solo para destacar
o subrayar algunos elementos en los recipientes igurativos.
La decoración de relieve se crea a la vez que el mismo recipiente mediante los
diseños en la supericie interior del molde. Como resultado se obtiene un ornamento
levemente saliente (de 1 a 2 milímetros). En términos generales solo dos tipos de reci-
pientes, es decir, las ollas y los cántaros, reciben la decoración de relieve precisamente
en la parte de cuerpo. Como observamos, un tipo de escudilla con el diseño de relieve
sobre el fondo, el toro cuyo cuerpo había sido decorado con la misma técnica y el re-
cipiente similar al cántaro, llamado huaco constituyen las excepciones.
Normalmente, con la decoración de relieve se cubren dos supericies si-
métricas en dos lados del cuerpo. La forma y el diseño decorativo casi siempre son
idénticos, la diferencia de diseño, si existe, se reduce a un solo motivo. Su tema y com-
posición permanecen siempre iguales. En cuanto a las ollas, las supericies decoradas
tienen forma rectangular, de lados a veces redondeados o de semicírculo con arco
hacia abajo (Fig. 15), mientras que las supericies decoradas de los cántaros son
más irregulares (por ejemplo la Fig. 7: 15). El hecho que los mismos diseños suelen
aparecer tanto sobre las supericies rectangulares como sobre semicirculares parece
indicar que estos elementos no están ligados. Las supericies con frecuencia son
divididas en campos por líneas horizontales (por ejemplo la Fig. 15: 3, 12) o, pocas
veces, arqueadas (por ejemplo la Fig. 15: 11). En los campos se encuentran uno o varios
motivos, en orden horizontal. Cuando la división en campos no existe (Fig. 15: 2)
(25% de los casos) los motivos guardan el mismo orden. Esta disposición constituye
una de las principales características de la cerámica de Caulimalca.

La cantidad de variedades La frecuencia de los


Grupos de motivos en grupos en relación a su motivos en los diseños
número total en % en %
motivo 1 3 5
motivo 2 11 14
motivo 3 6 6
motivo 4 1 menos que 1
motivo 5 18 29
motivo 6 5 5
motivo 7 3 3
motivo 8 13 13
motivo 9 16 16
motivo 10 1 menos que 1
motivos geométricos 76 83
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 293

motivo 11 11 14
motivo 12 11 3
motivos itomorfos 22 17
motivo 13 (zoomorfo) 1 menos que 1

Tabla 2. Grupos de motivos decorativos.

Registramos 64 variedades de motivos básicos, que clasiicamos en 13 gru-


pos porque poseen la misma raíz o algunos rasgos parecidos (Fig. 14). Los motivos
geométricos destacan por la mayor diversidad (76% de todas las variedades) que en
cuanto a los motivos itomorfos ya es mucho menor. El motivo zoomorfo no tiene
variedades. En términos generales se puede decir que la cantidad de variedades es pro-
porcional a la frecuencia con la que los motivos son aplicados en los diseños (Tabla 2), es
decir, los motivos más variados se emplean con mayor frecuencia (83%).
Los motivos geométricos constan de elementos básicos como puntos, lí-
neas rectas, zigzagueadas o serpenteadas, arcos y simples iguras geométricas. Mu-
chos de ellos se crean mediante una combinación de puntos con otros elementos
básicos. Al Grupo 1 (Fig. 14) pertenecen solo los puntos que, aunque abundantes
en la decoración, pocas veces aparecen como un motivo aparte; si esto ocurre, en
la mayoría de los casos forman una ila. Los motivos del Grupo 2 constan de rayas
rectas. Una atención merece las variedades 2c-e formados por cortas rayas verti-
cales o inclinadas. Casi siempre aparecen como el único motivo que cubre toda la
supericie decorada de recipiente (Fig. 15: 1). Los ceramios decorados de este modo
llevan el nombre ollas de piedra cuyo origen no llegamos a averiguar durante las
investigaciones de campo.
Dentro del grupo 2 el motivo de las rayas inclinadas es el aplicado con ma-
yor frecuencia (Fig. 14: 2f). La combinación con puntos a pesar de tener su propia
denominación, palitos o fósforos, no es tan frecuente (Fig. 14: 2g).
Al Grupo 3 pertenecen motivos cuya base constituyen líneas rectas entre-
cruzadas que forman una red de cuadrados o rombos. Frecuentemente son la única
decoración del recipiente. Tienen también sus nombres propios, por ejemplo 3a
y 3b, cuadrángulos o bien 3c, coco. Este último no viene, como podría parecer, del
nombre de la fruta de la palma, sino de un popular juguete infantil que consiste en
entretejer con los dedos una lazada de cuerda; como efecto se obtienen varias igu-
ras, una de ellas recuerda precisamente el «coco».
El grupo más popular (Tabla 2) abarca los motivos basados en la línea zig-
zagueada (Fig.14: 5) o qenqu12, según la llaman los alfareros de Caulimalca.
Los arcos constituyen la base de los motivos del Grupo 8. Casi siempre es-
tán unidos en ilas con concavidades hacia arriba o abajo.
El último grupo importante (9) está formado por líneas onduladas que en
el lenguaje de alfareros tienen nombre de cerros o qenqu. Este último nombre se usa
294 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

Figura 12. Recipientes igurativos: toro (altura 14 cm), armadillo (altura 6,5 cm).
Fotografía de M. Doktor.

Figura 13. Huaco (altura 17 cm.) y igurilla (altura 17,5 cm.). Fotografía de M. Doktor.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 295

Figura 14. Grupos de motivos ornamentales de la cerámica de Caulimalca.


Dibujo de Roma Krzanowska.
296 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

Figura 15. Algunos ejemplos de los diseños ornamentales de la cerámica de Caulimalca.


Dibujo de Roma Krzanowska.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 297

también para los motivos zigzagueados del Grupo 5. Como pudimos comprobar,
algunos alfareros no dan importancia a la diferencia entre agudas rupturas de la
línea zigzagueada y suave recorrido de la ondulada y tratan los dos grupos como
idénticos, lo cual podría señalar que esta diferenciación es un hecho bastante tardío
en la evolución de los motivos.
Los motivos itomorfos se dividen en dos grupos (11 y 12). Un pequeño
árbol esquemático (11a) al que a veces se añade algo parecido a una maceta (11 b, c,
g) es un elemento fundamental del Grupo 11. A veces a los ramales del árbol tienen
puntos que pueden imitar lores o frutas. Entre los motivos de este grupo a pesar de ser
casi idénticos, los alfareros de Caulimalca hacen una clara distinción entre las alverjitas
(con puntos), y las palmitas (sin puntos). De este grupo con toda nitidez diieren otros
motivos itomorfos (Grupo 12), llamados lores. Como su aparición en la decoración ha
sido reciente, todavía están ganando la popularidad y se conocen también los autores
que siguen creando sus nuevas variedades. En cuanto a este grupo, lo que destaca es la
representación más realista de plantas (por ejemplo 12 d, e, g).
El único ejemplar de los motivos zoomorfos lo constituye el dibujo esque-
mático de un pájaro (motivo 13). Lo encontramos en un solo molde, perteneciente
a una alfarera, su autora.
Aparte de los motivos arriba mencionados y presentados en la Fig. 14, en
algunos casos descubrimos la presencia de singulares letras del alfabeto, como A,
d, M y N en el diseño. Las letras no tienen ningún signiicado especial, tampoco
son marcas de alfareros13, ni sus iniciales, sino, simplemente, forman otros motivos
ornamentales.
Cada uno de los referidos motivos ornamentales sirve para crear diseños
combinados (registramos 97 en total), cuyos ejemplos presenta la Fig. 15. No se
notó ninguna tendencia consciente en la elección de los motivos al componer los
diseños. Sin embargo, a los autores no les fue posible visitar a todos los alfareros,
con lo cual este número tiene valor aproximado y abarca probablemente la mayoría,
pero no todos los diseños empleados actualmente. Por otro lado, según observamos,
algunos alfareros emplean apenas unos cuantos diseños, mientras que otros mucho
más; algunos los crean a base de dos o tres motivos principales, otros componen
diseños complicados, compuestos de varios elementos. Por consiguiente, podemos
decir, aunque no sin cierto grado de reserva, que los alfareros poseen sus propios
«estilos». También ellos mismos son capaces de indicar el taller del que salió una
pieza decorada de un modo determinado. Cabe mencionar que entre alfareros de
Alto Chicama hay auténticos creadores de nuevos motivos (Fig. 14: 12, 13) y dise-
ños (Fig. 15: 9, 13). Aunque su inspiración tiene origen en los productos fabricados
fuera −como decoraciones de recipientes metálicos o telas impresas− son ellos
quienes introducen e imponen el estilo. No obstante, estos alfareros constituyen
un grupo relativamente pequeño. Un gran número que aplica los motivos y di-
seños tradicionales de modo algo maquinal no sabe explicar el motivo por el cual
298 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

actúa así, o bien sus respuestas son confusas. Por ejemplo, un recipiente llamado
olla de piedra, aunque no destaca ni por su forma ni por la técnica de producción, es
considerado mejor. En su decoración permanece sin embargo un diseño (Fig. 15: 1)
que antes probablemente sería propio de algún tipo especial.
La fuerza de la tradición se releja en el hecho que a la hora de fabricar un
nuevo molde se alisa la supericie interna borrando el diseño impreso y creando así el
espacio para grabar uno totalmente nuevo. Sin embargo, como acabamos de decir, solo
algunos alfareros aprovechan la posibilidad de desplegar la imaginación y dar muestra
de sus habilidades. La mayoría está copiando los diseños antiguos e incluso cuando
componen algunos nuevos, siempre recurren a los mismos motivos tradicionales. El
apego a la tradición parece por tanto aún más fuerte.
Por todo ello, se puede considerar que el origen de estos motivos es remoto.
Si nos ijamos en la cerámica peruana antigua es en la decoración incaica donde
vamos a encontrar los paralelos más exactos. Diez de los once grupos de motivos
«tradicionales» (1-11) que se han especiicado en este artículo son idénticos a los
incaicos. Sin embargo los diseños geométricos de la cerámica inca presentan mucho
más variedades (Fernández Baca 1971). En cuanto a la identidad nos referimos a los
grupos de motivos, pues no todos sus elementos encuentran sus equivalentes más
antiguos. Así, por ejemplo, cada motivo del Grupo 3 aparece en la cerámica incaica,
mientras que del Grupo 5 solo cuatro (Fig. 14: 4a, b, d, i) de los once. Es necesario
indicar que la clasiicación de los grupos de motivos y más aún de los tipos propor-
ciona muchas diicultades. Las publicaciones que clasiican motivos decorativos de
la cerámica incaica a las que tuvimos acceso (Kaufmann Doig 1973) no solo son
deicientes, sino también contienen muchas discrepancias; también la clasiicación
utilizada por los autores en lo concerniente a la decoración de Caulimalca puede
ser discutida14. Por ello, cualquier intento de comparación de estos dos, sobre todo
en cuanto a los tipos de motivos, resulta complicado y su efecto quizás no releja la
realidad. Por otro lado, la falta de equivalentes exactos en la decoración incaica como
en el caso de los populares motivos del Grupo 5, por ejemplo, consiste quizás en su
posible desarrollo independiente, relativamente simple, basado en la adición de pun-
tos. Es posible también que la distinción de las variedades 2c-e sea artiicial y que su
diferencia sea solo aparente, siendo realmente el mismo motivo hecho de manera
más o menos cuidadosa15. Se indica lo anterior, ya que normalmente en las piezas
incaicas decoradas con mucho esmero encontramos únicamente el Tipo 2c.
Es interesante que en la ornamentación incaica falten los equivalentes
del Grupo 8 que, como suponemos, surgieron más tarde o bien provienen de otra
tradición.
El motivo que aparece sobre el recipiente similar a cántaro, llamado huaco,
requiere un tratamiento especial (Fig. 11: 11; 13). Por su disimilitud y la diicultad
que provoca el intento de separarlos, los elementos de este motivo no se han inclui-
do en la Fig. 14. Todo parece indicar que su conjunto no tiene conexión estilística
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 299

con otros motivos de Caulimalca. Tampoco encontramos paralelos evidentes con la


decoración de otros ceramios prehispánicos. Por ello, el motivo podría interpretarse
como surgido recientemente, de modo espontáneo.
No obstante, es cierto que los grupos de motivos 1-7 y 9-7 tienen sus
equivalentes en la decoración incaica. Por consiguiente, cabría pensar que, en
cuanto a los motivos ornamentales, la cerámica de Caulimalca constituye una
continuación de la incaica.
Ahora bien, del análisis de las formas de los recipientes se desprende que
no existen claras relaciones genéticas entre ellas y las formas de la cerámica incaica.
Solamente la forma de las callanas corresponde más o menos (las callanas no tienen
soportes) con la de janccana (kankana) (Pardo 1957: 575, 580), recipiente popular
en la época de los incas. Su función también sigue siendo la misma. Por el contrario,
en caso de los recipientes de tipo urpu, hay concordancia del nombre y de la función
con la cerámica incaica, pero no advertimos la semejanza de las formas.
En cuanto a los recipientes igurativos, sus formas parecen mostrar puntos
comunes con la tradición cerámica de las culturas prehispánicas de la costa norteña,
como la cultura Chimú o quizás incluso la cultura Mochica.
Estos vínculos de Caulimalca con Chimú los conirma la misma técnica de
producción, de los moldes y decorativa, de relieve, empleada en ambos casos.
Por todo ello cabría admitir que los alfareros de Caulimalca son herederos
de varias tradiciones de la antigua alfarería peruana o por lo menos, con toda segu-
ridad, de la incaica y Chimú. Independientemente de las inluencias ajenas, difíciles
de determinar, este sector de la artesanía tiene largas raíces en la propia tradición
de Caulimalca, donde la alfarería debe haber sido practicada por varios siglos. Ni
la memoria de los alfareros ni la de otros caulimalquinos, ni sus leyendas, llegan al
tiempo en el que Caulimalca no producía la cerámica.

3. Producción y comercialización

Casi todas las familias de los 50 hogares de la aldea, sin diferencia en cuan-
to a sexo o edad, se ocupan de la fabricación de los recipientes de arcilla. No es
un trabajo muy difícil, según señalaron nuestros interlocutores, por ello es normal
encontrar a un niño de 10 años elaborando una pieza pequeña. Sin embargo, los
recipientes más grandes requieren una fuerza física y un esfuerzo mayor. Lo mismo
se reiere a los trabajos como el transporte de arcilla y piedra triturada, el desmenuza-
miento, y la elaboración de la pasta. Tal vez la causa sea que los alfareros consideren su
ocupación como pesada. No se puede fabricar la cerámica durante todo el año, es decir,
la cocción satisfactoria solo es posible en los meses de verano (de junio a diciembre),
cuando no hay lluvia.
Es obvio que no todos los talleres de Caulimalca son iguales. Solo algunos
de los alfareros tienen un sitio especial, destinado exclusivamente para su trabajo.
300 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

La mayoría suele trabajar en frente de su casa y por falta de huetrón el desmenu-


zamiento de la arcilla se lleva a cabo sobre una piedra plana. Algunos alfareros
carecen de moldes o poseen solo unos cuantos y tienen que pedir prestadas a sus
vecinos. Esto se releja en la distinta cantidad de los recipientes producida en
varios talleres (entre diez y doscientos por un mes). Recientemente, según pudo
observarse, la producción tiende a reunirse en manos de algunas familias y son
las que fabrican la mayor parte de la cerámica en Caulimalca, concentrándose
principalmente en los recipientes que cuentan con una demanda amplia. Ninguno
de los alfareros entrevistados por nosotros elabora, por ejemplo, a pesar de po-
seer formas correspondientes, los recipientes igurativos. Solo contados alfareros
pequeños producen unos cuantos ejemplares de recipientes igurativos por año.
En 1973 constituían apenas 0,5% de la producción total (véase Tabla 1) y es muy
probable que dentro de algunos años dejen de fabricarse. Durante nuestras inves-
tigaciones de campo no llegamos a determinar si tenían algún destino especial.
No advertimos que tuvieran alguna función práctica en el hogar. Por el contrario,
los recipientes de uso diario, sobre todo los tipos del 1 al 4, se producen en otra
escala, como lo demuestra la Tabla 1. Exceptuando los cántaros, estos recipientes
se caracterizan por la poca diversidad de formas, lo cual, sin embargo, no se pue-
de deducir de la cantidad de formas presentada en la Tabla 1, pues la tabla releja
tales diferencias como falta o existencia de las asas o tapa, o en caso de callanas,
la diferente ubicación del asa respecto al eje de la simetría del recipiente. No obs-
tante, las mismas formas permiten la diversiicación de tamaños creando así una
serie de ejemplares diferentes. Los vasos son considerados objetos de lujo −nor-
malmente para beber sirven las calabazas− y aquí está la causa de su escasa pro-
ducción (2%). Por otro lado, los urpus, utilizados exclusivamente para fermentar
y guardar la chicha, se producen en pequeña cantidad que viene determinada por
el bajo número de personas que hacen esta bebida. Aunque la confección del urpu
requiere un esfuerzo grande y labores especiales como el impregnar con la resina,
en su caso no observamos la disminución de la producción.
Los alfareros fabrican los recipientes para uso propio o bien para la venta
o trueque. Pocos son los que producen solo para su uso propio, la mayoría abastece
de cerámica a la región del valle Alto Chicama y sus contornos. Los alfareros no
suelen vender sus productos a los intermediarios. Normalmente una persona de
una familia de alfareros lleva los recipientes a un mercado organizado cada semana
en las poblaciones mayores de la comarca de manera que se pueda acudir a varios
mercados en distintas poblaciones en una semana (Valcárcel 1946). Los alfareros de
Caulimalca normalmente venden sus productos en Coina (Fig. 16) y Usquil, pero
también en Huaranchal, Lucma y Chuquizongo. A veces llegan más lejos (hasta a 100
kilómetros de Caulimalca), a Otuzco, Quiruvilca, Santiago de Chuco y Huamachu-
co (véase Fig. 1). Ocasionalmente, los comerciantes adquieren una cantidad mayor
de los recipientes para venderlos en la costa.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 301

Figura 16. Alfareras de Caulimalca vendiendo sus productos en el mercado de Coina.


Fotografía de Andrzej Krzanowski.
302 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

El trueque constituye una manera especíica del comercio. La practican


sobre todo los vendedores pequeños. Suelen llevar sus productos a asentamientos
y caseríos aislados en la sierra, llegando hasta Julcán en el sur y Celendín en el
norte, donde los intercambian usualmente por comida.
Si obviamos algunos alfareros individuales que fabrican un mínimo nú-
mero de recipientes solo para uso personal, Caulimalca es el único centro alfarero
en el valle Alto Chicama. Sus directos competidores son solamente los alfareros de
Mollepata, cuyos productos alcanzan territorios lejanos. Como pudimos compro-
bar, estas vasijas se vendían también en el mercado de Coina, una aldea vecina de
Caulimalca y en Usquil, la capital del distrito. En cuanto a la técnica de elaboración
y la decoración la cerámica de Mollepata se parece a la de Caulimalca. Sin embargo,
la cerámica de Mollepata presenta mayor variedad de formas, y se caracteriza por
ser pintada irregularmente con esmalte verde. Por el contrario, la cerámica de otro
centro alfarero vecino, Cajamarca, no tiene nada que ver con la producida en Cauli-
malca o Mollepata, porque se la elabora con la técnica de los rollos y su decoración
es principalmente pintada.
Hay pocas menciones en obras generales respecto a Mollepata, mientras
que sobre Cajamarca no encontramos mención alguna. Por ello una comparación
minuciosa de los tres centros alfareros mencionados resulta imposible. Lo mismo
ocurre si intentamos tratar el ejemplo de Caulimalca en la luz de la totalidad de
la alfarería peruana actual. Sin tener en consideración algunos trabajos pequeños
(Jiménez Borja 1970; Stastny 1970; Castañeda 1971) de carácter general y contados
artículos que con más detalles tratan sobre centros particulares de varias regiones
del Perú, resulta que la alfarería popular peruana no había sido objeto de investiga-
ciones serias hasta la fecha (Ravines 1969; Engel 1971)16.
Este estado de investigaciones es aún más inquietante si tenemos en cuenta
la distribución de recipientes de metal y plástico, la misma que contribuye a la dis-
minución de los de arcilla17.
Según la opinión de los habitantes de Caulimalca los recipientes de barro
son insustituibles. Algunos alfareros al preguntárseles sobre si sus recipientes van
a ser necesarios siempre responden: «¿claro, en qué comeríamos, entonces?». Los
nuevos recipientes de metal que llegan a través de los comerciantes no gozan del
reconocimiento común. Se consideran malos, pues, según dicen los habitantes, la
comida guardada en ellos se pudre y pierde su sabor. Todos subrayan también su
excesivo precio, aunque solo algunos están informados sobre su costo verdadero18.
La alfarería popular debería ser, urgentemente, objeto de amplias investi-
gaciones, antes de que desaparezca totalmente su forma actual convirtiéndose en
artesanía comercializada. A propósito de un análisis del estado actual se puede ob-
servar el alcance de las antiguas inluencias culturales (como lo hemos intentado en
el caso de Caulimalca) que aportaría un material de considerable interés para los
estudios etnohistóricos.
Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 303

Notas
1
Originalmente publicado en polaco (Krzanowska y Krzanowski 1976) Un pequeño resumen en
español de este artículo apareció en el libro La cerámica tradicional del Perú (Ravines y Villiger
1989). En la presente traducción se han corregido algunos errores y se han introducido ligeras
modiicaciones en comparación con el texto original. Los autores agradecen a la doctora Marta
Wójtowicz por la ayuda prestada en la traducción y a Gabriel Ramón Jofre por consultar y reinar
la versión inal en español.
2
El doctor Oswald Kaufmann fue fundador del hospital y director de la Fundación Médico-Social.
Mediante actividad caritativa la fundación mantiene el centro rural de salud en La Huaca, en la
vecindad de Caulimalca.
3
El caso excepcional constituye una alfarera de La Fundición, el anexo de Coina.
4
Un dólar estadounidense equivalía a 43,38 soles, en el año 1973.
5
Una medida de áridos, popular en la Sierra Norte. Saco antiguamente era un saco tejido de lana,
hoy en día preferentemente hecho de ibras de nylon, de dimensiones de 80 por 40 cm.
6
En caso de los recipientes grandes se marcan ambos moldes con una raya para que coincidan las
dos partes.
7
Si el recipiente tiene un borde tan pequeño que resulta imposible introducir por este la mano, se le
alisa con una manzana pequeña clavada en un palito.
8
Estos datos son aproximados y se basan en la cantidad de recipientes que se producían durante
nuestras investigaciones de campo y también en repetidas observaciones que llevamos a cabo en
los mercados en Coina y Usquil.
9
Una medida del volumen para líquidos, sobre todo del agua o del petróleo, que equivale a unos 20
litros, popular en la sierra peruana. Para medir se utilizan normalmente latas de aceite del mismo
tamaño, y de aquí viene el nombre.
10
Dado que el recipiente pertenece a la colección del doctor Kaufmann y al momento del registro
y trabajo de campo ya no se producía, no nos fue posible obtener información directamente del
productor.
11
Con este nombre quechua hoy en día se denominan en el Perú ceramios precolombinos, sobre
todo los de función ritual.
12
Qenqu (quechua), línea zigzagueada.
13
Registramos solo un caso de utilización de la marca alfarera. Se marcaba una palmita pequeña en
el cuerpo aún fresco de algunos recipientes, producidos por una familia.
14
En cuanto a un análisis comparativo más amplio no se puede tomar en cuenta el conjunto de 27
motivos incaicos presentado por Kaufmann (1973), pues aparte del hecho de que se tomaron de un
solo tipo de recipientes (aríbalos), sin orden ni intento de clasiicación alguna, constituyen además
apenas una pequeña parte de los existentes. La división de Bonavia y Ravines (1971), basada en los
principios parecidos a los empleados por nosotros en caso de la cerámica de Caulimalca, abarca
19 motivos. Sin embargo, cotejada con una posterior publicación sobre motivos decorativos de
la cerámica incaica (Fernández Baca 1971.) resulta incompleta. El catálogo que Fernández Baca
inserta en su obra contiene probablemente todos los motivos geométricos hasta ahora conocidos:
735 variedades. Ahora bien, este trabajo enorme se caracteriza por deiciencias y ambigüedades en
cuanto a la clasiicación y la explicación del origen de los motivos particulares.
15
Lo cual conirma el hecho de que los alfareros no distinguen entre los respectivos tipos. Todos se
denominan con el mismo nombre, ollas de piedra.
16
Una excepción la constituye el libro de Spahni (1966) en el que describe 4 centros alfareros en el
Perú, de una manera que hasta la fecha se puede considerar más minuciosa.
17
La rapidez de este proceso se pone de relieve, entre otras fuentes, en la obra de R. Ebersole (1968).
18
Los precios de los recipientes de barro dependen casi solamente de su tamaño y oscilan entre 2 y 30
soles, mientras que los precios de los recipientes metálicos entre 100 y 200 soles (en 1973).
304 Roma Krzanowska y Andrzej Krzanowski

Referencias citadas

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Alfarería popular de Caulimalca en el valle Alto Chicama 305

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