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LA MASONERIA Y SU OBRA
Estudio documental de la labor masó
nica publicado en francés, ruso y
búlgaro
LA MASONERIA Y SU OBRA
Págs.
n
los am igos de R odríguez y del trabado que a mi me
costaba extender los brazos en cru z.
Nada nuevo por debajo del su e lo ; es decir, nada
nuevo en lo subterráneo, en lo que está oculto, en lo
que se m aquina clandestinam ente; y eso lo decía R o
dríguez^ que hoy colabora en los trabajos inconfesa
bles de las sociedades secretas. ¿S e habrá dado cuenta
a estas fechas de que era una verdad com o un templo
lo que nos decía «inocosuena m ocosu ene» hace. . no
sé cuántos años?
Si él no se ha dado cuenta, tú, lector, lo puedes
fácilm ente com probar si te decides a leer con atención
las páginas siguientes. Nada perderás cpn ello y
aprenderás en cam bio mil cosas que ignorabas y que
no por eso eran desconocidas para los que han estu
diado estas cuestiones. Verás que «nada nuevo» hay
en el contenido ideológico de las sectas desde hace
siglo y ntedio y nada nuevo en 'la táctica que em plean
en cualquier parle del m undo estos «renovadores»
que no saben cam biar el disco desgastado de su eter
na canción.
República y dem ocracia, parlamentarismo, laicis
m o en la enseñanza, persecución contra curas y frai
les, supresión de sím bolos religiosos, destituciones de
funcionarios desafectos, em brutecim iento de las ma
sas en nom bre de la cultura, atentados contra la li
bertad en nom bre de la libertad, ansias de dom in a
ción v di* enriquecim iento de, ios predicadores de la
igualdad, y la fraternidad prostituida y reducida a
un plebeyism o soez.
Estas y otras muchas cosas por el estilo puedes
contem plar hoy con poco que alejes tu mirada, y
puedes reconocerlas sin variaciones sensibles en tiem
pos pretéritos y en lugares distintos a poco que c o m
pruebes datos y fechas que se citan en este libro.
Pero por encim a del suelo, «debajo del sol» si c o
rregim os la traducción de Rodríguez, tam poco hay
III
nada nuevo. La m ism a ignorancia, hasta hoy por lo
m enos, por tu parte, lector, y por la mía, respecto
de ese subsuelo que está m inado por todas partes,
am enazando con una explosión que no deje rastro de
la civilización cristiana. La m ism a indifere>ncia su ici
da de los que saltarem os en pedazos si se produce la
explosión. La m ism a apat’a inconsciente v el m ism o
m iedo que tuvieron nuestros antepasados a .oponer
una resistencia individual y colectiva bien organizada
a las m aquinaciones, burdas e irracionales a p oco que
se m edite en ellas, de las sectas y de sus colaborad o
res. Las m ismas dificultades y la m ism a resistencia
a tender los brazos en cruz en actitud penitente para
expiar las risas alegres con que hem os venido tom an
d o a chirigota cóm odam ente las falsedades, las utopías,
las bajezas y la saña de los que, sin «nada nuevo»
que ofrecernos para arreglar el m undo, reproducen
constantem ente los engaños arcaicos que com o prin
cipios renovadores han utilizado para em baucar a los
papanatas de todos los tiem pos y de todas las lati
tudes.
Lee, am igo mío, entérate, que este libro no tiene
desperdicio, y piensa después si ha llegado el m om en
to de sacudir «los nervios y de elevar los ojos al cielo
cayendo de rodillas y en cruz para levantarte c o n fo r
tado y resuelto * no volar hacia el patio de recreo, ni
para dejarte caer descansadamente en el banco de la
paciencia, sino r?ra lanzarte al com bate con todos
los m edios de que dispongas contra las viejas, des
gastadas, fracasadas y destructoras con cepcion es del
ruinoso liberalism o internacional, espejuelo de la
judeo-m asonería para cazar las alondras in con scien
tes que (es avu din a im plantar su tiránica dictadura
sobre el m undo.
IV
INTRODUCCION
9
secta, desaparecen de la circulación con una rapidez
asom brosa.
La 1ileraltira puramente m asónica, es decir, la
reservada de un m odo exclusivo a los masones, se
oculta cuidadosam ente a la vista de los profanos,
por lo que resulta dificilísim o estudiarla y sólo nos
ofrece para estas investigaciones inform es eventuales,
p ublicaciones m asónicas que casualmente han ido a
parar a los archivos de antim asones notables, y Anal
mente algunos libros o artículos de revistas y perió
dicos escritos por masones, en los que, algunas veces,
se consigue levantar una punta del velo que oculta
el trabajo de las sociedades secretas.
Una de las fuentes principales que proporcionan
datos para este estudio es la lectura atenta de los bo
letines y m em orias de los congresos y asambleas ma
són icos, que, claro está, nu se publican para los «p ro
fanos», pero su colección com pleta sólo puede encon
trarse en contadísim as bibliotecas particulares. C on
viene observar que m uchas veces las cuestiones más
interesantes dejan de m encionarse en tales boletines
y m em orias y aparecen frecuentem ente sustituidas
por líneas de puntos al final de las cuales se d ic e :
«Esta m oción queda aprobada».
Por otros cam inos, sin em bargo, se pueden en con
trar datos de interés acerca de estas fuerzas ocultas,
cu y o objetivo es la destrucción de la civilización cris
tiana. Existen organizaciones que, sin tener en apa
riencia ninguna relación con la masonería, persiguen
ia m?snri finalidad, y e stu d im rb sus trabajos pueden
d escubrirse indicaciones preciosas acerca de sus d i
rectivos y de sus inspiradores.
Dem uestra la experiencia que dondequiera que se
presenta la lucha contra el cristianism o, su m oral y
su cultura, contra los Estados y sus instituciones,
contra todo espíritu de orden y de disciplina, se re
co n o ce inmediatamente no sólo la presencia, sino la
10
d irección de la m asonería en esta obra de destruc
ción.
Y, sin em bargo, ¡cu ántos hay que nada saben o
nada quieren sabe:· de esla fuerza satánica! ¿P o r
q u é : ¿P or qué esU cuestión de tan vital interés, esla
clave de los acontecim ientos pasados y presentes, es
tan poco co n o c ’ da y despierta tan escaso interés en
la opinión pública?
Los unos form an parte de las sociedades secretas
sin saber ellos miamos muchas veces cuáles son sus
verdaderos fines; los otros obedecen inconscien te
mente las órdenes de la m asonería diciendo que se tra
ta de cuentos Inventados por los partidos políticos de
la d erech a ; otros son dem asiado perezosos para re
flexionar sobre problem as tan co m p le jo s ; otros, en
fin, se dan cuenta de la fuerza m asónica, tienen al
guna noción de su funesto trabajo, pero, com o el
avestruz, ocultan la cabeza debajo del ala para no
ver el pel:gro.
Suelen decir estos últimos que «si la m asonería
es una fuerza taa temible que ha consegu ido ap od e
rarse del poder en casi todo el m undo, la lucha se
h a :e inútil y está condenada a un fracaso cierto».
No. la lucha contro las fuerzas ocultas no sólo es p o
sible, sino necesaiia. Las sociedades secretas temen
a la luz y a la verdad y su fuerza reside exclusiva
mente en su m isterio, en su ti abajo subterráneo, en
sus mentiras, en su bellaquería constante. Desenmas
carando sus im posturas, rom piendo las tinieblas con
que envuelven suí trabajos, se las puede desarmar,
se las puede hacer inofensivas y evitar que continúe
su obra de destrucción del cristianism o y de cuanto
éste ha creado en el transcurso de los siglos.
He de ceñirm e en estas páginas a dar un breve re
sum en de la cuestión masónica, y tal vez en ellas en
contrará el lector la ayuda necesaria para em prender
el estudio de esta m ateria; tal vez le incitarán a in
11
teresarse en el trabajo antim asónico y le persuadirán
•de la necesidad de reaccionar contra esta fuerza terri
b le, o evitarán al m enos que la secunde in con scien
temente.
CAPITULO I
1*
qu e se habla de la «antigua Orden de los F ra n c m a
sones» y de su organización, semejante a la de la
m asonería m oderna (1). Y un historiador m asón,
el II.·. Clavel, atestigua que hubo logias inglesas
que funcionaban ya en 1155 (2).
La m asonería no es una organización creada es
pecial y espontáneamente. P or una parte se ha v en i
d o desarrollando poco a poco, y tanto sus ideas com o
sus m edios de acción le han sido transm itidos por
una p orción de sociedades más o m enos ocultas, y
por o Ira se ha ido filtrando en ciertas agrupaciones,
qu e ha llegado a absorber, lom ando de ellas lo que
-consideraba necesario.
Eslo nos obliga a seguir la historia de toda una
sen e de sociedades secretas, algunas ya disueltas,
otras todavía existentes, sectas y ó rd e n e s que han
servido de base a la masonería, que hacia los com ien
zos del siglo XVIII tom ó las form as actuales. Estas
sociedades son m uy 'numerosas y sólo estudiaremos
las principales.
Existen dos versiones acerca del origen de la pa
labra masón o franc-m asón. Según la primera, el
día siguiente al de la ejecu ción del último Gran
Maestre de la Orden de los Tem plarios. Jacobo de
M olav (1312), siete caballeros disfrazado? de albañi
les (3) vinieron a recoger ilas cenizas de la hoguera
en que su jefe había expiado los crím enes de qm' se
se le acusaba. Estos siete caballeros fu ndaron la or
den de los frane-m asones (4), cuyas constituciones
15
sus cenizas, la nueva institución nació a la vida el
día de San Juan Bautista, durante la fiesta de las
R osas del año 1717» (i). ¿Qué fiesta de las Rosas es
ésta? Findel no nos lo dice, pero probablem ente se
trata de una solem nidad rosacruciana.
Esta segunda versión hace posible la existencia
de logias m asónicas en 1155. Tal vez en aquella época
conservaban todavía su oarácter profesional, pero la
influencia de las sociedades secretas pudo m anifestar
se en ellas, y, com o pretende el H. ·. Clavel, pudie
ron ser los T em plarios los verdaderos dirigentes de
estas sociedades de albañiles, sin que este carácter
profesional se perdiera por com pleto hasta p rincipios
del siglo XVIII. Según el II. *. R agon (2), en febrero
de 1717 se reunieron cuatro logias inglesas por im i
tación de los «Tlosa-Cruz» A shm ole (cabalista, alq u i
m ista y arqueólogo), Cam ber, Flud y oíros, adoptaron
un nuevo estatuto presentado por A shm ole «y sacu
dieron el \ugo de la antigua corp oración de franc
m asones de Y ork ».
La frano-m asunería m oderna desciende, por lo
tanto, directam ente de la Orden de los Caballeros del
T em ple o de la Orden de los Rosa^Cruz. Estudiem os
i\*ias dos organizaciones, probablem ente enlazadas
una con olra.
* * *
La Orden de los Caballeros del Tem ple (3) fué fun
da-la en J ívrsaK '.i en 1118 o 1128 por Hugo de Payens
16
y G odofredo de Saint A dhem ar. Los caballeros pres
taban los juram entos acostum brados en todas las fór-
■denes y tenían com o especial m isión la protección a
los peregrinos de Tierra Santa. Su patrón era San
Juan, y de aquí el nom bre que también se les ha
d ad o de sanjuanistas. Creció la orden rápidam ente y
«no tardó en adquirir fuerza, influencia y riquezas in
m ensas. Citando «Le tableau de Paris», de Sebastián
M ercier, cuenta el historiador m oderno Funk-Bren-
Aano (i) que la ciudadela principal de los T em plarios,
la «villa nova T em pli» o Tem ple de París, construido
•en ei siglo XIII, gozaba de ciertos derechos y privile
gios. Los cuatrocientos habitantes del Tem ple esta
ban exentos de la ju risdicción del R eino y «acataban
la soberanía de la Orden de San Juan de Jerusalén».
¿C óm o pudo esta orden, cristiana y protectora de
los peregrinos, llegar a ser fundadora de sociedades
ocultas anti-cristianas, continuadora de la Kabbala
ju d ía y adoradora de Satán? Sería difícil explicarlo,
pero sus crím enes fueron probados en el curso del
proceso com enzado en octubre de 1307 por el rey Fe
lip e IV el Herm oso y el Papa Clem ente V (Bertrand
<le Goth), que se term inó con la supresión de la Or
den y la condenación a la hoguera de su último Gran
Maestre, Jacobo de M olay. T odos los docum entos re
lativos a este proceso se encuentran en los archivos
<iel V aticano.
La Orden de los Caballeros del Tem ple se d en o
m inaba «M ilita Tem pli Salom onis» o «Fratres Tem pli
S a lo m o n is »; sus relaciones con las sectas orientales
de los Ismaelitas y de los A ssassinos (2) así com o una
es trocha unión con la Kabbala judía, están hoy abso-
IT
lutam ente com probadas por eruditos de tanta serie-
ílad com o G ougenot des M ousseaux y otros. Si la Or
den del Tem ple tfué fundada por «iniciados» con un
designio especial, o si fueron filtraciones ocultas las
que la corrom pieron, son cuestiones que perm anecen
en la oscuridad, pero el proceso antes citado d em os
tró (1) que en el Tem ple se tramaba u*na conspiración
contra el Estado, que se practicaban por los caballe
ros costum bres infamantes y que los altos dignatarios
de la Orden se dedicaban al culto de Satán, el dios
Baphom et (2), cuyo ídolo ha desaparecido.
S egún el kabbalista Eliphas Levy (3), «La idea de
los hierofantes cristianos {es decir, de los con sp irad o
res de la Kabbala) había sido la de apoderarse hábil
mente del poder y retenerlo solapadam ente en su be
n eficio.» Debían en consecuen cia «crear una sociedad
obligada a la obediencia por votos solem nes, protegí-
da por reglam entos severos, que se reclutaría por la
iniciación, y que, única depositaría de los grandes se
cretos religiosos y sociales, liaría reves y pontífices
sin exponerse, com o tal asociación, a los desgastes
del poder.»
Esta idea fué «el sueño de las sectas disidentes de
pnlósticos o de ilum inados», que pretendían adaptar
su fe a la tradición prim itiva del cristianism o de San
Juan, y llegó a constituir una am enaza para la Iglesia
y para la sociedad cuando una orden rica y disoluta,
iniciada en las m isteriosas doctrinas de la Kabbala,
18
parecía dispuesta a rebelarse contra ia autoridad le
gítim a y am enazaba al m undo con una inm ensa revo
lu ción ... «Los Tem plarios, cuya historia es tan mal
conocida, fueron estos conspiradores», añade G ouge-
not des M ousseaux (i).
D isuelta oficialm ente la Orden d é lo s T em plarios en
13 de octubre de 1307 algunos de sus m iem bros fue
ron ejecutados y otros se dispersaron por diferentes
países, especialm ente por Inglaterra y Escocia, donde
crearon nuevas sociedades secretas. A los objetivos
anticristianos y revolucionarios de la antigua orden
se sum ó el deseo de vengar su fin p oco g lo rio so . V e
rem os, por otra parte, cóm o explica la m asonería un o
de sus sím bolos, la leyenda de Hiram, relacionándolo
con la ejecución de Jacobo de M olay.
Pero parece ser que la Orden del Tem ple no fué
totalmente absorbida por las sociedades m asónicas.
Descham ps (2) n os cuenta que «en 1808 los m iem bros
de la Orden del Tem ple atravesaron la villa (París)
en procesión y en traje de cerem onia y se reunieron
en la iglesia de San A ntonio, donde se pron un ció so
lem nem ente la oración fúnebre de Jacobo de M olay».
Es difícil poder afirm ar que la orden exista todavía,
pero no sería extraño porque las sociedades secretas
desaparecen a veces súbitamente para renacer algún
tiem po después.
* * *
Se considera a los Tem plarios com o fundadores de
la m asonería; pero esta gloria, llam ém osla así, puede
corresp ond er igualm ente a la herm andad de los R o
sa-Cruz.
No esltl dilucidado todavía si era esta herm andad
19
una organización independiente que existía antes de
la creación de la Orden del T em ple o si fué la conti
nu ación de esta última.
El II.·. R agon (i) pretende que «está definitiva
mente d e m o stia d j que los herm anos Rosa-Cruz kab-
balistas fueron los iniciadores de los T em plarios y de
la m asonería m edieval en E u ro p a »; y en su libro «Las
sociedades secretas y los ju d íos» escribe L. Dasté (2 ):
«¿Q uiénes eran estos sectarios cuya m isteriosa jerar
quía se sobrepuso a los tres grados de los antiguo^
albañiles tibres? Los Rosa-Cruz, que procedían direc
tamente de la Kahbala ju día.»
Son m uy escasa? las noticias exactas acerca de los
orígenes y la organización de la Orden de los Rosa-
Cruz. C om o fundadores de esta secta se cita a von
R osenkreutz, m ago y alquim ista que vivió de 1378 a
1484, y a Valentín Andrea, que publicó en 1615 «La
confesión de un R osa-Cruz». No sabríam os decir cuál
de los dos es el verdadero fundador, pero es de notar
que el Rosa-Cruz Cam ber (3) habla de una sociedad
secreta fundada por los T em plarios que se refugiaron
en Escocia, cuyos m iem bros reciben el nom bre de
«The lon g livers·), que quiere decir «los longevos».
Puede verse en e¿le nom bre una alusión a la lon gevi
dad (106 años) de Rosenkreutz, el presunto fundador
de la orden. No hay datos seguros, com o ya se ha d i
cho, acerca de esta secta, pero su existencia en nues
tros días es todavía posible (4) (5).
20
II.—ORIGEN JUDIO
21
Los ritos y sím bolos de la m asonería y de das otras
sociedades secretas recuerdan constantem ente la Iíab-
ba»la y el ju d a is m o : la reconstrucción del Tem plo de
S alom ón, la estrella del rey David, el sello de Salo
m ón, los nom bres de los diferentes grados, com o, por
ejem plo, caballero Kadosh (i), príncipe de Jerusalén,
príncipe del Líbano, caballero de la serpiente de Ai-
rain, etc. Y la plegaria de los m asones ingleses, adop
tada en una reunión celebrada en 1663, ¿n o recuerda
de una manera evidente el ju daism o? (2).
Finalmente, la m asonería escocesa se servía de la
era ju d ía ; por ejem plo, un libro del m asón am ericano
Pike (3). escrito en 1881. está fechado e»n el «anno
mundi 56Ü ». Actualmente n se conserva esta cro n o
logía sino en los altos grados, mientras que los m aso
nes añaden generalm ente cuatro mil años a 'la era
cristiana y no 37*30 com o los judíos.
La existencia de un vínculo de unión entre la Kab-
bala judía, la m asonería y sus ascendientes es un he
cho actualmente com p robad o del que volverem os a
hablar en otro capítulo.
'Podemos afirmar, en resum en, que la m asonería
m oderna desciende de los Tem plarios o de los R osa-
Cruz, quienes, a su vez, tienen sus orígenes en la Kab-
bala judía.
22
CAPITULO U
26
Por último, en 1913, .el relator de una de las c o m i
siones de 'la Asam blea general, el H. \ Briois, declara
lo que s ig u e : «La (Comisión se preocupa del hecho
•de existir un cierlo peligro en m ultiplicar los n om
bres de los nuestros, o de los que pretenden serlo, en
hojas de papel que pueden caer en todas las m anos,
extraviarse y p roporcion ar en tal caso verdaderos per
ju icios, sea a los profanos, sea a los m asones» (1).
T oda persona, al afiliarse a la masonería, jura no
divulgar jamás los secretos de la secta y este ju ram en
to se renueva en cada nuevo grado .obtenido por el
adepto. «Prom eto no revelar jamás los signos distinti
vos del grad o» »2) (3); «Juro por lo más sagrado...
guardar con una fidelidad a toda prueba los secretos
que me sean confiados» ( i ) : «Juro cum plir con abne
gación la ley m asónica y no divulgar nada de lo que
me sea com u nicado en secreto» (5); «Juro... guardar
todos los secretos que me sean confiados... no escribir
nada sin autorización y únicamente en el sentido que
se me indique» (6).
Podríam os continuar citando una infinidad de tex
tos análogos, pero es evidente que la m asonería se cu i
da m uy bien de guardar sus secretos, 4o que perm ite
decir al P. D esch a m p s: «La M asonería tiene por lo
tanto muchas cosas que ocultar, m uchos secretos que
27
repugnarían a la opinión y que no pueden ser reve
lados» ( i ) ; y Ch. N icoullaud (2) exclam a con sobrada
ra z ó n : «jA s í es com o los m asones justifican sus pre
tensiones de ilum inadores de la hum anidad! Quie
ren alum brar al m undo ocultándose en la som bra. ¿A
que ruines m enesteres se dedican cuando no sólo se
esfuerzan en ocultarlos, sino que además se aver
güenza de confesar su filiación sectaria, escondién
dose com o m alhechores?»
Así, ocultándose tras el tupido velo del secreto, es
com o prosigue su trabajo secular la masonería, de la
qu e dice Schlegel que «ni puede tener una tendencia
.verdaderamente cristiana, ni ser políticam ente justa,
ni ejercer una acción bienhechora sobre la hum ani
dad en general» (3).
28
ciones de los grados, los utensilios de albañilería y
otros accesorios, actúan ciertam ente sobre la m oral
del profano, y explicándole gradualm ente el sentido
de todo este sim bolism o, es com o le lleva la m asone
ría a la aceptación de sus fines y de sus tareas si se
m uestra «d ign o» de llegar a ser un celoso m asón. T o
m em os por ejem plo la leyenda m asónica de Hiram
y verem os cóm o, por la explicación que se le da, se
inculca en el adepto la idea de lucha contra la Iglesia
y el Estado. El lugar preponderante que ocupa esta
»leyenda en el sim bolism o m asónico, nos decide a d e
tenernos en ella.
Según esta leyenda (1), el rey de Tiro, Hiram, en
vió a Salom ón en el m om ento de la construcción del
templo de Jerusalén, un afamado arquitecto llamado
Hiram A biff. Por su parte, S alom ón hizo venir a otro
arquitecto, Hiram o Huram, «hijo de una viuda de la
tribu de Nephtalí». Queriendo apoderarse de los se
cretos de su arte, tres com pañeros albañiles (magons)
organizaron un com plot contra Hiram A biff y le m a
taron. Después de este crim en, Hiram, el hijo de la
viuda (2), fuó el único a quien se consideró dign o de
suceder en el cargo al maestro asesinado.
La explicación de esta leyenda se da en la m aso
nería gradualm ente. Se sabe que el objetivo p rin ci
pal de la secta es la reconstrucción del tem plo de Sa
lom ón ; este Tem plo es todo el universo que los m a
sones quieren reconstruir de acuerdo con sus prin ci
pios. Prim eram ente se inculca al adepto un odio fe
roz contra los asesinos del maestro Hiram, es decir,
contra los que im piden el establecim iento del paraíso
29
m asónico sobre la tierra. Estos asesinos, estos com p a
ñeros infieles, son las supersticiones, la fuerza bru
ta, los prejuicios. Pero en los grados superiores, el
m asón aprende que bajo el nom bre de Hiram se debe
ver al último Gran Maestre de la Orden de los T em
plarios, Jacobo de M olay (i), y «los tres com pañeros
asesinos de Hiram son la religión, la autoridad y la
realeza» (2).
Véase de qué m odo interpreta la m asonería una
leyenda tan inocente y la utiliza para secundar sus
tenebrosos designios (3).
«La secta m asónica— escribe J. Bidegain—^4), es c o
m o una m áquina com plicada y m aravillosa en la que,
por m edio de sugestiones hábilmente graduadas, se
verifica la transm utación de las almas m ejor templa
das», y Bernard A ca ry escribe citando al H. ·. De-
la u n a y : «Las concepcion es más m onstruosas, las le
yendas más absurdas y contrarias a la verdad histó
rica y ¡los sistemas más extravagantes, han sido fre
cuentem ente lanzados, im aginados y em pleados para
alucinar a los neófitos» (5). Y es que el veneno m asó
nico, penetrando en pequeñas dosis en las almas, lle
g a p oco a poco a cegarlas, a corrom perlas y a per
derlas.
«Los profanos están m uy poco enterados de lo
30
qud es la m asonería», escribe J. Bidegain (1), «pero la
m ayor parte de 'los m asones *no lo están m ucho m á s.»
V am os a intentar, con datos indiscutibles, el estudio
d e la organización de la m asonería m oderna.
31
d el m undo, está d irigido en cada uno de ellos por el
S u p rem o C onsejo del llito. Estos C onsejos, en el C on
g reso que celebraron en Lausanne el 21 de septiem bre
de 1875 (1), crearon un estatuto al que sirvieron de
base las Constituciones de Anderson, Désaguliers y
otres (1723). P ero algunos años después (1880) varias
logias se separaron del S uprem o Consejo, au nqu e
conservan do el nom bre de «logias escocesas». Este
cism a, sin em bargo, no duró m ucho tiem po.
En el rito Escocés hay treinta y tres grados o cate·
gorías (2 ): grades sim bólicos (aprendiz, com p añ ero
y maestro), grados capitulares (del 4° al 18°\ grados
filosóficos (del 19° al 30°) y grados sublim es del 31·
al 33°). En Francia el rito E scocés está representado
por la Gran Logia de Francia, dom iciliada en París,
rué de Puteuux, núm ero 8, y tiene bajo su dependen
cia un gran núm ero de logias o «talleres», tanto en
Francia com o en el extranjero.
* # *
El rito francés (Gran Oriente de Francia;, rué Ca-
det, núm ero 16, París, se distingue del rito Escocés,
en que sólo existen &n aquél ocho grados (3) y en
que las cerem onias de las «tenidas» o sesiones han
sid o ligeram ente cam biadas y sim plificadas.
El rito del Derecho Humano o M ixto se distingue
de los otros en que no solam ente ios hom bres, sino
también las m ujeres, pueden ser m iem bros de las
logias. La cuestión de la participación de las m ujeres
en el trabajo m asónico ha sido m uchas veces deba
tida y hasta el presente no se ha llegado a una solu
ció n definitiva, por lo que el rito M ixto no ha sido
32
recon ocid o oficialm ente por los poderes m asóni
cos (1) (2).
El autor anónim o de un libro publicado en 1472 de
clara categóricam ente q u e : «Las m ujeres están e x
cluidas de la Orden, y hasta tal punto que jamás p o
drán hacerse ilusiones sobre este particular)) (3), pe
ro por una resolución del Gran Oriente de Francia
del 11 de junio de 1774 las m ujeres fueron adm itidas
en los trabajos m asónicos y entre los m iem bros de la
:s
logia «El C a n d o r .encontramos a la duquesa de Or-
leáns, la princesa de Lam balle y otras. En 1775 la
duquesa de Bouillon organizó una logia exclusiva
mente femenina, la logia «San Antonio», y en 1805
la em peratriz Josefina fué nom brada Gran Maestre
de las m ujeres afiliadas a la m asonería. En 1850, en
vista de la opinion desfavorable de la m asonería en
la cuestión relativa a la adm isión de m ujeres en la
secta, se fundó la Orden de la «Estrella de Oriente»(l).
una especie de sección m ixta de la franc-m asonería
con su íitual especial y sus cin co grados de iniciación.
M asones m uy consp icuos, com o por ejem plo el d oc
tor ErnsL Schultze (2), se .oponen a la adm isión de las
m ujeres en las logias, al m ism o tiem po que el perió
dico m asónico «Latom ia» publica suplem entos espe
cialm ente destinados a las «herm anas», es decir, a los
m iem bros fem enino« de la familia m asónica, y otro
periódico de la secta (3) nos habla de la fundación en
Baviera en i 878 de una asociación especial de «her
m anas». Uno de los partidarios más fervientes de la
adm isión de las m ujeres fué el Gran Maestre de la
Gran L ogia de Bayreuth, von R einhard (4 ); pero a
pesar de sus cam pañas, esta adm isión sigue con sid e
rándose en nuestros días indeseable y la m asonería
de las m ujeres se ha visto oM igada a refugiarse en
•u rito e s p e /a l (5).
* * *
34
No nos detendrem os en una serie dp rilos y orga
nizaciones m asónicas secundarias y, dejando a un
lado las pequeñas diferencias entre los ritos, hablare
m os en adelante de la m asonería en general co m o de
una organización única.
Kn la base de la organización m asónica se encuen
tra prim eram ente la Logia o Taller presidido p or el
Venerable. Estos talleres o logias se agrupan form an
do parte de una «O bediencia», es decir, un Gran
Oriente (de Francia, de Inglaterra, etc.) o d e una Gran
Logia. El poder suprem o se ejerce en el.rito E scocés
por el Suprem o Consejo del Rito, cu y o s m iem bros der
l>en habe; alcanzado uno do :os tres últim os grados.
Estos grados, nos dice J. Bidegain, «son conferidos
3G
32 y 33 que no desem peñan aparentem ente ningún
papel en la secta. I.a m ayor parte de los herm anos
— precisa Bi iegain— , incluso lo~ del grado 33, ign o
ran en absoluto los asuntos más im portantes de la
se::tá/> (i), y según Dfscham ps, «los Grandes Maes
tres son casi siem pre ajenos a los secretos de la Or
den. Sirven solam ente de panSil'a» (2).
Estas pantalla* suelen ser personas de viso, cuya
posición social puede ser útil a las logias, tales com o
el duque de ürleáns (Felipe Igualdad), o Jo.r?é Bona
parte, h e m -u io d»-j N apoleón 1 (3).
¿Quiénes son los verdaderos dirigentes de la m a
sonería? Este es uno de los m isterios de la secta, uno
de los secretos más cuidadosam ente g u a rd ad os; pero
puede asegurarse que el trabajo m asónico en el m un
do entero se d e-a riolla de acuerdo con un m ism o y
único plan, que sus m edios son siem pre y en todas
partes idénticos y que los íines perseguidos soji c o n s
tantemente los m em os. Esto nos induce a creer que
existe un centro único que dirige todos los m ovim ien
tos de la secta.
Más adelante abordarem os esta cu estión ; pero re
cord em os aquí que la «Carta de Colonia», fechada en
24 de ju n io de 1535, habla de un director de la m aso
nería : el Gran Maestre; o Patriarca que, aunque c o
nocid o por muy pocos herm anos, existe en realidad;
y Gougenot des M ousseaux indica que «esta selección
de la Orden, estos jefes efectivos que m uy pocos ini
ciados conocen, funcionan en la provechosa y secreta
dependencia de ios kahbalistas israelitas» (·'»', y que
Z7
los verdaderos jefes de la m asonería son «los am igos,
los auxiliares, los vasallos del ju d io a quien acatan
com o soberano señor» (1).
De la m ism a opinión participan Eckert, Drumont,
Deschampa, M gr. Jouin, Lam belin y otros co n o ce d o
res de las cuestiones m asónicas y judías.
Dotada de una organización tan secreta, la m aso
nería se vo obligada a reclutar sus m iem bros con m u
cha prudencia, y por ello se ha establecido la «in ves
tigación m asónica» de que habla el herm ano Eissen
a la asam blea general del Gran Oriente de Francia
celebrada en 19! «La investigación m asónica— dice
Eissen—no es una investigación ordin aria; no se tra
ta solam ente de saber si el candidato es un hom bre
h o n ra d o ; es preciso con ocer su grado de desinterés,
así com o la naturaleza y sinceridad de las c o n v ic c io
nes filosóficas y políticas del que pretende entrar en
nuestra Orden» t2). La honradez y la m oralidad del
aspirante tienen, por lo tanto, una im portancia se
cu n daria; io interesante son sus aptitudes para se
guir el ideal m asónico. -Si se le juzga digno de ser
adm itido, ju ra el neófito, com o antes hem os d icv,o.
que guardará el secreto más absoluto sobre todo lo
que oiga y vea en su lo g ia : y no es m enos importante
el juram ento que presta de obedecer ciegam ente, «pe-
rinde ac cadaver». todas las órdenes de las autorida
des m asónicas.
38
«¿Ju ráis y prom etéis hacer, decir y escribir en todo
tiempo, en todo lugar y en toda hora lo que os sea
prescrito por las órdenes de una potestad legítima,
a la cual juráis obediencia aunque os sea desconocida
y pueda seguir siéndolo todavía m ucho tie m p o ?» : y
en el (juramento del «Caballero de A sia» (1 ): «Juro
obediencia sin restricciones al jefe de este Consejo
o a quien le represente. Juro no recon ocer n-orlai
alguno superior a é l...» De esta m anera queda el nu e
vo herm ano despojado do toda iniciativa personal, y
garantida la Orde-n contra toda indiscreción por su
parte en lo que se refiere al trabajo m asónico, des
pués de lo cual «el iniciado queda relevado de todos
los juram entos prestados con anterioridad a la Pa
tria y a las leyes» (2). A quí com ienza el adiestram ien
to del nuevo masón, que si es capaz de adaptarse a
los fines y a los m edios de la secta, escalará rápida
mente los grados de la jerarquía m asónica. En caso
contrario quedará relegado a los grados inferiores,
persuadido de que no existen otros superiores.
* * *
39
men de la M asonería A dhoniram ila» (i), donde lee
mos que «la m asonería los castiga. Es cierto que n o
los reduce a p risió n ; pero los difam a y los olvida».
A unque no es sólo con la difam ación y el olvido com o
se castiga a los herm anos traidores, J. B idegain (2)
nos relata el hecho siguiente, confirm ado por Des-
cham ps y otros autores y por docum entos auténticos
conservados en los archivos judiciales del Estado de
V irgin ia (A m é rica ):
Un periodista, W illiam M organ, y su am igo el p in
tor David Mill.er publicaron los secretos de las logias.
M iller fuó víctim a de un atentado, y M organ fuó se
cuestrado y arrojado al Niágara (1826). El crim en fuó
descubierto por ia Policía, y un año después, en 1827,
los m asones Latón Lawson, Nicolás G. Chusbro y el
coron el Edward Saw yer fueron condenados por el
asesinato de M organ. Existe en Datavia una estatua
que lleva al pie la siguiente inscripción : «A la m e
m oria de W illian M organ, ciudadano de Virginia En
1828 fué secuestrado por los franc-m asones en las p ro
xim idades de este lugar y asesinado después por ha
ber revelado los secretos de su Orden».
El tantas veces citado Juan Bidegain, antiguo secre
tario del Gran Oriente de Francia y principal insti
g a d o r en el célebre asunto de las fichas, fué m uchas
veces víctim a de agresiones después de haberse se
parado de la orden en 1904. Estos atentados no cesa
ron hasta que Bidegain hizo saber al Gran Oriente
que si él m oría de m uerte sospechosa serían divul
gados ciertos docum entos com prom etedores para la
m asonería.
A sí es com o castiga la m asonería a sus antiguos
40
adeptos. Afirm a E idegain que existe en -el Gran Orien
te un T ribunal de Casación (i), y en la circular del
tiran Oriente de Francia fechada en 4 de noviem bre
de 1904, Armada por el H. ·. Laferre, Presidente del
C onsejo de la Orden, se lee lo sig u ie n te : «E sperando
el justo castigo de su crim en, el C onsejo de la Orden
som ete el caso Bidegain a 4a justicia m asónica» (2).
41
CAPITULO DI
La Franc-Masonería es la Contra-Iglesia
43
1913, el II. ·. Charlet, ponente de la C om isión de
control de la ^ aja central de solidaridad, nos explica
la naturaleza de esa beneficencia m asón ica: «Es evi
dente— dice — que la Caja central de solidaridad ha
sido creada para acudir en socorro de 'los m asones ve
teranos, pero no se ha instituido para los que ya esta
ban necesitados antes d-e entrar en la orden, porque
éstos ni son ni pueden ser de utilidad ninguna para
la m asonería. No debem os adm itir entre nosotros a
los que carecen de los m edios necesarios para sub
venir a sus necesidades, no sólo porque constituyen
un carga para nosotros, sino también porque tienen
el deber de reservar en su presupuesto los fondos n e
cesarios para su iniciación y para el pago de sus c u i
tas» (1). Entonces cabe p regu ntar: ¿para qué ha sid>>
creada esa caja de solidaridad? Los masones, según
esto, deben ser todos personas adineradas, y m uy co n
siderables deben ser sus cotizaciones cuando tan la
im portancia pueden tener en el presupuesto fam iliar
de los herm anos.
Es verdad que, además de esta caja de solidaridad,
la m asonería francesa tiene instituciones de benefi
cencia, comcs por ejem plo, un asilo para los huérfa
nos de masones, pero este asilo estd subvencionado...
¡p o r la villa de París! En el presupuesto m unicipal
de 1913 (2) se con sign ó para 25 asilos y hospicios una
su bvención de 38.000 francos, de los que 10.000, es
decir, el 26,3 por 100, se destinaron al asilo m asónico
d e ía rué de Crimée, núm ero 19. Y no es esto to d o ;
esta m ism a institución de beneficencia m asónica co
bra 6.000 francos del presupuesto del departam ento
d el Sena y recibe cierto porcentaje en las apuestas
45
el H. *. Rey nal cuando escribe ( i ) : «Ser virtuoso es
ser útil, ser vicioso es ser perjudicial. Esta es la ver
dadera m oral.» A quí lo útil y lo perjudicial se co n si
deran desde el punto de vista m asónico, que no tiene
ciertam ente nada de com ún con el de la m oral c ris
tiana.
En la A sam blea general del año 1912, el H. ·.
L’ Hermite (2) decía con razón que la falsedad es un
«elem ento m oral» indispensable, sin el cual «la vida
social se hace im p osib le»; la vida social m asónica,
naturalmente. El II.·. -Sicard de Plauzoles va toda
vía más lejos, proclam ando que «nuestros actos están
determ inados por dos necesidades prim itivas funda
mentales : el hambre y el apetito sexual» (3), m ien
tras que uno de los oradores de la Asam blea general
de 1895 declara en un arranque de sinceridad que «la
Franc-M asonería ha llegado a ser fuerte apelando, so
bre todo, a los malos sentim ientos» (4).
El m ism o socorro mutuo, qu e tan alto proclam a
la Orden, es m uy relativo. «Cierto que el Franc-M a-
són tiene en todo m om ento el deber de ayudar, ilus
trar y proteger a su Hermano, aun a riesgo de su
vida» (5), pero desde el mom&nto en que un herm ano
deja de ser útil a la Orden, cesa por com pleto esta
protección. Bien lo experim entó el duque de Orleáns.
Gran Maestre de la Franc-M asonería. En el m om ento
en que se le consideró inútil fué detenido por uno de
46
sus herm anos, M erlin (abril de 1793), y pereció en o i
cadalso (1).
P or do que se refiere a la «elevación del nivel in-
telectuail y social de la hum anidad», dem ostrarem os
con datos irrefutables que en él trabaja la m asonería
destruyendo toda religión, todo orden social basado
en los prin cipios cristianos, y que para llegar a este
ftn tan codiciad o encuentra buenos todos los m edios,
hasta los más infames, y lodos los procedim ientos,
incluso los más crim inales, le parecen excusables (2).
Gomo hem os indicado .en el capítulo precedente, al
hablar de la leyenda de Hiram, el principal enem igo
de la m asonería ts el poder espiritual y con él, la re
ligión en general. La frase de V o lta ir e : «A plastem os
al infam e» (3), es decir, a la iglesia, es una de las c o n
signas de la ma>vnería, pero en su conjunto no llegó
ésta a sus con cepcion es anticristianas sino p oco a
poco, y aun hoy m ism o su carácter antirreligioso n o
es con ocid o sino p.or los m asones de cierto grado.
En el siglo XVIII «la Orden no adm ite m ás que
cristianos. No puede ni debe ser recibido com o m asón
quien no pertenezca a la Iglesia cristiana. P or eso
los judíos, los irahom etanos y los paganos quedan
47
•excluidos com o ínfleles» (i). Pero al m ism o tiem po
se habla de cierto? herm anos «que son más o m enos
indiferentes a toda religión,, (2). De esta indiferencia
al ateísm o no hay más que un paso. T oda religión es
bu ena y <da r e lig a n de la Pranc-M asonería no enseña
la creencia en Jesucristo», se dice en las constitu cio
nes m asónicas d.i A nderson (3).
En su prim itiva redacción ;4), el artículo prim ero
del estatuto m asónico estaba con cebid o en los siguien
tes térm in os: «La Pranc-M asonería tiene por prin
cip ió la existencia de Dios, la inm ortalidad del alma
y la solidaridad humana. Estima la libertad de co n
cien cia com o un derecho propio de cada hom bre y
<no excluye a nadie por sus creencias» (5); todas las
decisiones se toman invocando al «Gran Arquitecto
del U niverso». Pero en 1877 el nom bre del Gran A r
quitecto del Universo fué suprim ido por acuerdo del
Gran Oriente de Francia (14 de septiem bre), y en
1884 se m odifica com o sigue el artículo prim ero del
estatuto: «La Franc-M asonería, considerando las co n
cepcion es m etafísicas com o del dom inio exclusivo de
la apreciación individual, renuncia a toda afirm ación
d ogm áticas» (6).
De este m odo las cuestiones religiosas fueron poco
a p oco relegadas a un segundo térm ino, aunque en
realidad eso fuó solam ente para el público, es decir,
para dos m asones de grados inferiores. A sí lo corn
18
prendieron inmediatamente los Papas, y la m asone
ría fué muchas vec.es; condenada y excom ulgada p or
los Soberanos Pontíilces.
48
vos tres fundadores principales eran m asones (i), y
en la m ism a época el herm ano Lanessan decía en un
banquete de la logia «Clém ente A m it ié » : «S í; debe
m os aplastar al infame, pero el infam e no es el cleri
calism o, el infam e es Dios» (2).
En 1912 decía el H. ·. L e b e y : «V osotros sentís la
necesidad de acabar de una vez para siem pre con la
Iglesia, con todas las Iglesias. Estamos obligados a
con segu ir lo que m uchas revoluciones no han logra
do por haber sido dem asiado indulgentes. Mientra?
n o lo hayam os conseguido, ni podrem os trabajar efi
cazm ente ni edificar nada sólido» (3), y un año des
pués el H. ·. Sicard d e Plauzoles se expresaba a sí:
«Hay una paz que nosotros no podem os firmar, un
desarm e que n o podem os co n se n tir; hay una guerra
que debem os proseguir sin descanso hasta la victoria
o hasta la m uerte : la guerra contra los eternos enem i
gos de la M asonería y de la R epública, los enem igos
del libre examen, de la razón, de la ciencia, de la ju s
ticia humana, la guerra contra todos los dogm as, to
das las Iglesias y todas las ortodoxias» {4).
En la m em oria de la Asam blea general de 1922
puede leerse (5 ): «Destruyam os ese signo de horror
V de espanto, es?, foco de m alignidad universal y r e
anudem os el du^o com bate de siem pre al grito reno
vado de Volt-aire- «¡A pla stem os al in fa m e !» ; y más
ad ela n te: «No dudem os en hacer la guerra a todas las
religiones, porque ellas son 'o> verdaderos enem igos
de la hum anidad» (0).
5·
Pudrían citarse una infinidad de textos análogos,
porque esos gritos de odio ciego llenan los discursos
de los herm ano* y las páginas de los p eriódicos ma
sónicos, e involuntariamente- :'c siente la tentación de
com pararlos con las palabras de un rabino francés,
pronunciadas en Í8 8 0 : «Hace diez y och.o siglos que
nuestros sabios luchan denodadam ente contra la C ruz
con una perseverancia que nada puede abatir... Diez
y ocho siglos han pertenecido a nuestros enem igos,
pero el siglo acíual y los siglos venideros deben per
tenecem os a nosotros, al pueblo de Israel... Es n ece
sario, por lo tanto, infiltrar hasta donde sea posible
en las inteligencias de los que profesan la religión
cristiana las ideas de libre pensamiento, escepticism o
y cism a, y provocar las controversias religiosas» (1).
* * *
Desde hace m ucho tiempo, por no decir desde
siem pre, la m asonería ha proclam ado estas ideas de
libre pensam iento y de escepticism o y las discusiones
religiosas han sido, cuando no provocadas, sostenidas
por los íranc-m asones. El periódico m asónico «The
Ligth» anota lo sig u ie n te : «<Los que curiosean en los
orígenes históricos de la m asonería se asom brarán
de las relaciones de Lutero con los m ísticos de su
tiem po y particularm ente de que tuviera com o prin
cipal colaborador a M elanchton, m iem bro de la fra
ternidad de San Juan, «organización enlazada con la
corporación m asónica de Strasburgo» (2).
Si el m ism o Lutero era masón y si la R eform a se
debió exclusivam ente a los trabajos de la secla, son
cuestiones todavía sin d ilu cida r; pero, sea com o fue-
51
re?, el seilo personal usado por Lulero tenía los em*
blemas roáacrucianos <l) y m uchos de sus am igos y
colaboradores pertenecían a las sociedades secretas.
Sostenían éstas con todas sus fuerzas la R eform a v no
podían sino regocijarse ante un g olpe tan certero
asestado contra la religión católica y ante un m ovi
miento lan propicio a la provocación de controversias
.rcligiOí»as.
Se observa, por otra parte la activísim a participa
ción de la m asonería en la revolución inglesa, revolu
ción que íje inició bajo la bandera de la lucha entre
el catolicism o y el protestantism o y term inó con una
victoria tem poral de los protestantes acaudillados
por el m asón Crom well. Un libro titulado «.Los Franc-
M asones triturados», que se p ublicó en A m sterdam
en 1747, cuenta con toda clase de detalles có m o Crom
well organizó personalm ente una logia y con sig u ió
introducir eji ella a sus am igos e incluso a algunos de
sus adversarios 2).
Es digno de notar que en cuanto surge un acon
tecim iento que puede ser desfavorable a 4a religión
la m asonería aparece com plicada en él, si n o es que
ella misma lo ha provocado (3).
52
No vam os a estudiar aquí los acontecim ientos ac
tuales, flue por desgracia nos tocan tan de cerca,
pero en ellos se descubre claram ente el trabajo anti
cristiano de las sociedades secretas. Citaremos tan
sólo algunas de esas corrientes antirreligiosas y a>nti"
sociales, tales com o la Sociedad teosófica, presidida
por la II. ·. A nnie Besant, del grado 33 (i), sociedad
que con frecuencia cede sus locales (fiquaro Rapp,
núm ero 2, París) para la celebración de actos pura
mente m a són icos; la Iglesia Liberal Católica (rué de
Sévres, 72. París), presidida por el '«Obispo» C. ‘W .
taadbealer (2), m asón también del grado 33; la m uy
conocida Y . M . C. A .; la secta «Ghristian S cience»,
etcétera. Todas estas sociedades profesando' una es
pecie de super-cristianism o no hacen sino propagar
ideas absolutam ente opuestas a la verdadera religión,
abriendo así un vasto cam po a las luchas religiosas
53
y dirigiendo sus golpes, directa o indirectam ente. co n
tra la Iglesia de Cristo. Es m uy corto el cam ino que
conduce desde ese super-crislianism o al m aterialis
mo y al ateísm o. Se em pieza por un neocristianism o,
una especie de interconfesionalism o y se cae después
en el ateísm o, en el libre pensamiento y m uchas ve
ces en el culto de Satán.
* * *
Conform e a la táctica habitual las ideas satánicas
y aun el ateísmo sólo se divulgan entre los m asones
de los grados superiores. Se dice prim ero que «la m a
sonería «no es ni una iglesia ni una religión y debo
huir de nom brar a Cristo para ser verdaderam ente
tolerante» {1 ); pero se proclam a en seguida que «la
Franc-M asonería es más grande que ninguna Iglcski
porque abarca todas las religiones en una religión
única y hom ogénea» (2). y llega a la deificación del
individuo. cual permito decir al autor anónim o
de un artículo titulado «La fuerza y la debilidad de la
M asonería» (3) que «esta secta intolerante y vengativa
quiere un m undo franc-m asón sin olro Dios que el
dios-naturaleza, que tiene en el hom bre su más alta
expresión, y por encim a de esto. nada».
El T i.·. Clavel en su «Historia pintoresca de la
Franc-M asonería» (\) dice que «el Caballero del Sol
(grado 28) tiene la misión de establecer la religión
natural sobre las ruinas de todas las religiones reve
ladas». Aquí es donde com ienzan las blasfem ias in
nobles, los gritos de odio satánico contra la Iglesia,
54
la religión y el m ism o Dios, para terminar por el
culto de Satán, herencia directa de la m agia.
Lejos de mi ánim o la afirm ación de que el sata
nism o se practica por todos los masones, sea cualquie
ra su grado de iniciación, constituyendo una especie
de religión oficial de la secta. Este culto a L ucifer
está sin em bargo m uy extendido entre los adeptos
d e las sociedades secretas y aparece com o un co ro
namiento lógico de su program a anticristiano. Evi
dentemente este culto está en la francm asonería tan
escondido com o !o estuvo entre sus antepasados los
Tem plarios, p e r j algunos m asones abordan, a pesar
de todo, esta tenebrosa cuestión. El H. ·. Lhérmitte,
m iem bro de la logia «A lsacia Lorena», en su estudio
sobre la «m oral m asónica» decía ( i ) : «He intentado
destruir o al m enos perturbar vuestras conviccion es
m orales. Esta es la m isión satánica, y los cristianos
no están tan equivocados cuando acusan a los filó so
fos, y a nosotros sobre todo, de ser d em on íacos»...
Otro conspicu.) masón, el H. ·. Oswald W irth, en
su conferen cia filosófica sobre «La iniciación en el
Espiritism o», encuentra m uy adm isible (2) la existen
cia de un cierto vinculo entre la M asonería y Lucifer,
jefe de los ándeles rebeldes. Según W irth, L ucifer
se rebeló y arrash ó con sigo a m ultitud de ándeles a
causa de las injusticias flagrantes de la adm inistra
ción divina». El ángel de la Luz representa el espí
ritu de rebeldía y en este sentido acepta la m asonería
el calificativo de «íuciferima».
La Franc-Masonería es el Contra-Estado
ST
presentar los hechos se acom oda perfectam ente a la
láctica m asónica.
El silencio absoluto acerca del papel revoluciona
rio de la fran c-m asoaena se com p rend e perfectam en
te en dos historiadores que pertenecen a las lo g ia s;
pero desgraciadam ente otros historiadores no m a
sones, Taine por ejem plo, demuestran cierto m iedo
a pronunciar el nom bre de la secta m aldita cu yo tra
bajo, solapado y encubierto, es la única explicación
de algunos fenóm enos sociales.
No es posible reproducir en este corto ensayo, ni
aun en sus líneas generales, la historia de las revo
luciones, tema infinitamente com p lejo. Trataré úni
cam ente de dem ostrar en pocas palabras que las re
voluciones sociales, causa de tantas ruinas bajo las
cuales han perecido, y todavía perecen, m uchas vidas
humanas, no son sino las consecuencias directas de
la aplicaci6n de las teorías m asónicas.
58
■con ellas se tendía a un fin p reconcebido, puesto
que establecían una corriente d e errores, de relaja
c ión de los sentim ientos religiosos, de discordia y de
desorden, creando un am biente propicio a toda obra
de destrucción.
«Sea proscrito de las asambleas de los franc-m aso-
nes cualquier asunto que se refiera a los n egocios del
Estado», escribía en 1746 un m iem bro de la Orden,
qu e añade d e sp u é s: «Sí, lo repito, nosotros desterra
mos de nuestras logias todos los discursos políti
cos... y el juram ento por el que los m asones están
sujetos a sus Príncipes es para ellos tan sagrado que
rom perlo constituiría un enorm e crim en» (i).
En sus estatutos llega la m asonería a p roh ibir «fo r
m almente a sus asambleas toda d iscu sión en m ate
ria religiosa o política» (2).
Y a hem os visto de qué manera respeta la secta
esta «prohibición form al» en lo que con ciern e a las
cuestiones religiosa^. Vam os a com p robar que lo
m ism o sucede con las cuestiones políticas.
El Gran Oriente de B élgica acordó el 21 de octu
bre de 185'i abohr el artículo 135 de su antiguo esta
tuto, que estaba con cebid o en los siguientes té rm in o s :
«Las logias no podrán ocuparse en ningún caso de
cuestiones políticas o religiosas» (3). La Gran L ogia
de Francia no d erogó el artículo concerniente a e s
tas cúestioncs hasta el 12 de abril de 1884, votándose
entonces por unanim idad k\ siguiente m oción p ro
59
puesta por el presidente de Ja Cómisbóm. II. ·. M esu
re u r : «... suprim ir com o inútil el párrafo de la con s
titución por el cual se prohíbe en la Gvua L ogia toda,
discusión política» (i).
Por lo que se refiere al Oran orien te de Francia
■leemos en el «Boletín» de septiem bre de 1886: «Si en
aLgún m om ento fuá necesario declarar, más por puro
form ulism o, que com o regla obligatoria, que la ma
sonería no se ocupa ni de religión ni de política,
fué debido a que bajo la amenaza de las leyes y de la
política nos vim os obligados a disimula:· lo que con s
tituía nuestra única m isión» (2).
C om o siem pre, los estatutos m asónicos oficiales
no sirven simo para encu brir m ejor los verdaderos
fines de la secta, y la verdad no reside sino en aque
llas de sus declaraciones q u 0 se dirigen exclu siva
mente a los iniciados.
En el Ritual m asónico se dice lo sigu ien te: «Nues
tros esfuerzos deben tender constantem ente a liber
tar el pcnsam ienio hum ano» (3), y ya Voltaire y R ou s
seau siguieron estos preceptos. Su filosofía, basada
en la negación de la religión y del orden <vn el Esta
do, m oldeó la generación que desencadenó la revo
lución ile 1780 y preparó los cuadros que, habiendo
com pletado su educación en las logias, ya m uy n u
m erosas, acabaron por destruir la antigua Francia.
El historiador lle.nri iMartín declara sin rodeos que
<das logias fueron hasta 1789 el instrum ento general
de la filosofía y el laboratorio de la rrvolución» (4):
60
y el m asón Gastón Martín, en su ensayo histórico so
bre los orígenes de Ut revolución, manifiesta que «la
m asonería 110 sólo había predicado las doctrinas de la
revolución, sino que preparó también a sus jefes» (i).
Cada m asón aportó su correspondiente sillar al ed i
ficio com ún, cuyos arquitectos geniales habían sido
los filósofos» (2).
No dejarem os de citar aquí el testim onio de Luis
Blanc, uno de los prom otores de la revolución de 1848,
que por estar· afiliado a la m asonería conocía per
fectamente la im portancia de su trabajo.
«Es interesan le — dice Luis B lanc— «in troducir al
lector en la mina que bajo los tronos y los altares
excavaban entonces los revolu cionarios... Una aso
ciación com puesta de hom bres de todos los países,
de todas las religiones y de todas las clases sociales
ligados entre .sí por conviccion es sim bólicas... en esto
consiste la franc-m asonería... extendida por toda Eu
ropa... agitaba sordam ente la Francia y presen
taba la imagen de una sociedad fundada sobre
principios contrarios a los de la sociedad civil... A
las escuelas subterráneas donde se cursaban sem e
jantes enseñanzas aludía C ondorcet prom etiendo re
velar los golpes que la idolatría m onárquica y la
superstición habían recibido de las sociedades se
cretas, hijas de la Orden de los T em plarios» (3).
Queda dem ostrado que la masonería, por m edio
de sus órganos de Prensa oficiales y por sus represen
tantes más '.alineados, declara que su trabajo único,
su sola razón de ser son ila destrucción de la religión
y del Estad·) cristiano, y basta seguir la obra de la
61
secta para encontrar en ella. las pruebas irrefuta
bles (1).
Es im posible detallar en este breve resum en toda
la acción revolucionaria de la fran c-m asonería: me
limitaré a citar algunos hecho? y textos característi
cos. El odio de las sociedades secretas contra la m o
narquía es tan profundo y tan feroz com o el que le>
inspira Ja religión. El H. \ W illaum e reproduce, por
ejem plo, un discurso pronunciado con ocasión de una
recepción en logia, en el cual se d i c e : «La primera
«le vuestras obligaciones será irritar al pueblo co n
tra los reyes y contra los sacerdotes... para llegar
al cum plim iento final de nuestra m isión sagrada, qur
es el aniquilam iento de toda m onarquía» (2).
La preparación de la revolución de 1789 no fu<* otra
cosa que este trabajo constante y solapado que co n
sistía por una parte en sublevar al pueblo contra la*
clases dirigentes, y por otra en envenenar a esta? ú l
timas con las teorías de los enciclopedistas, tan a la
moda en aquella época.
Según el masón Malapert, «en *»1 siglo XVIII la
m asonería estaba ya tan extendida por el m undo que
puede afirm arse que desde entonces nada se hace
sin su consentim iento», y el anlUruo m asón Pierre
62
P ourrier Ghappuy en «La ConfeskVn de un pecador),
d ice lo siguiente
«Era -en la primavera, de 1780 cuamdo em pezaban
a ferm entar en ledos lo? cerebros las icteas de liber
tad, de ias que ye era tanto más entusiasta, cuanto
m ás veía en ellas las teorías que había aprendido en
la franc-m asonería >> (1).
El secretario del Gran Oriente de Francia, H. ·..
Bazot, decía en uno de sus d is c u r s o s : «No hay lucha
ni puede haberla entre la franc-m asonería y los hom
bres ilustres de la filosofía (Helvetius, Voltaire, R ou s
seau., C ondoreet;, in e s to que el íln que unos y otros
persiguen es el m ism o» (2).
(J. js asuntos de la revoluci-ón van cada vez m ejor
en Francia», escribía en 1791 el H. ·. Mavillón al
H. ·. Cuhn (3): «Espero que en poco tiem po prenderá
esta llam a por todas partes y el incendio será g en e
ral. Entonces podrá nuestra Orden hacer grandes
cosas». Claro está que una declaración sem ejante no
podía confiarse sino a un m iem bro de la Orden.
Afirma el h n trriad or masón Gastón Martín que
la franc-m asonería francesa m antuvo oficialm ente su
neutralidad en la lucha, siguiendo con simpatía a los
herm anos que se m ezclaron en ella» (-i); pero ©1 m is
m o autor nos expilica la naturaleza de e^ta neutrali
dad : .(Se suscitaron motines cada vez que se crey ó
necesario presionar a la autoridad» (5). Probablem en-
63
to para que no dudem os de la neutralidad m asónica
el herm ano-historiador no precisa quién era ese «se»
im personal y m isterioso que necesitaba presionan
a la autoridad
Quien haya estudiado la historia de la revolución
se asom brará tal vez de la inercia de las tropas, que
no opusieron si .10 una débil resistencia a las hor
das revolucionarias, porque ila Realeza fué abando
nada por la m ayor parte de lo? que hubieran debido
salvarla, incluso con el sacrificio de sus vidas (1).
I>a actitud del Ejército, indiferente y más bien favo
rable a Ja revolución, está explicada también por el
autor precitado : «Lo que explica en gran parte el me
d io c r e con cu rso que ofrecieron las tropas al Poder
en 1789 es el espíritu de las logias» (2). Descham ps
en su detallado estudio sobre las sociedades secretas,
es de la m ism a opinión : «¡Casi toda la alta nobleza y
los parlamentarios estaban afiliados a la fraile-m a
sonería. En ella se ven figurar entre un gran núm e
ro de consejeros deíl parlamento a m uchos Canóni
gos y R eligiosos. Añádese el hecho capital de que en
casi todos los regim ientos había talleres m asónicos...
y claram ente se explica esta anarquía espontánea,
esta desorganización de todas las instituciones que
estalló desde los prim eros meses de 1789 (3).
Los rum ores más infundados, las noticias más ab
surdas, la irritación de las masas y el desorden consi-
64
guíen te, no pueden explicarse sino por la existencia
de un centro de donde emanaban las órdenes oportu
nas (1). En efecto, ese centro existía : era el Palacio
Real, el palacio del Gran Maestre de la Orden M asó
nica, el duque Felipe de Orleáns, que m uy pronto, ab
dica n d o sus títulos, tom ó el nom bre de Felipe Igual
dad. (Cuenta Taine, el historiador serio e im parcial,
q u e el secretario del duque de Orleáns (2) repartía di
nero sin ninguna reserva, en el patio m ism o del Pa
lacio Real, entre los que tomaban parte .en las m ani
festaciones revolucionarias.
Hay un hecho en la revolución del 89 que, por
uña causa inexplicable, no ha sido consignado por
la m ayor parte de los historiadores; «el gran m iedo»,
el pánico que se apoderó de toda Francia en los c o
m ienzos de la revolución (3). Sin causa alguna
aparen!«, esta ola de pánico increíble cu n dió por to
do el país; la población, presa de un espanto tanto
m ayor cuanto más ilógico, atrancaba sus puertas,
fortificaba los pueblos y se arm aba contra un ene
m igo invisible .»■ desconocido. «A lguien » había lan
zado el rum or cíe que los bandidos recorrían todo
6«
las masas arrastradas por esta divisa la interpretan
a su manera. La Libertad com o abolición de toda ley,
posibilidad de rom per todos los vínculos, licencia
com p leta ; por Igualdad entienden la supresión de
toda autoridad y de toda superioridad, sobre todo in
telectual y moral - y en cuanto a la Fraternidad, de la
que se habla lo m enos posible, no consiste sino en el
em pleo del tuteamiento general y del calificativo de
ciudadano o ciudadana.
67
unión extraordinaria de la Gran Logia E cléctica...
uno de los m iem bros puso a d iscusión la condena
ción a m ueite de Luis XVI, rey de Francia, y de Gus
tavo III, rey de Suecia. Ese hom bre se llamaba A bel.
Era mi abuelo» U)· Después de esta reunión un o do
sus m iem bros, t i m arqués de Visieu, declaraba lo
sig u ie n te : «Lo que puedo deciros es que se trama
una conspiración tan bien urdida y tan profunda
que será m uy d ilícil que no sucum ban la religión y
los G obiernos» £ ) .
La existencia de esta conspiración y su p rop ó
sito de asesinar al rey de Francia y al rey de Suecia
aparecen igualm ente confirm ados por la m ayor parte
de los autores que han hecho investigaciones serias
sobre la cuestión m asónica (3), y ‘l os acontecim ientos
trágicos las confirm an igualm ente. El 21 de enero de
1793 el rey Luis X V I m uere guillotinado después de
un sim ulacro de ju icio en el que la m ayoría de los
jueces son m asones. Un año después, el rey Gusta
vo III es asesinado por lAukastrem, discípulo de Con-
dorcet. El m ism o año desaparece m isteriosam ente el
em perador L eopoldo.
Asom an por todas partes las garras de las socie
dades secretas, y todos estos acontecim ientos dan un
profundo sentido a las palabras de Louis B la n c : «E n
tonces es cuando se establece esta adm inistración,
invisible en todas partes y en todas partes presente,
de que hablan »’ «m tanta frecuencia los escritos co n
tem poráneos» 4).
68
En un discurso pronunciado el i de marzo de 1882
en la logia «Libre Pensam iento» de A urillac decía el
m asón Paul R o q u e s : «Después de haber trabajado en
la revolución política, la Pranc-M asonería debe tra
bajar en la revolución social» (1); y en la A sam blea
general del Gran Oriente de 1013 el orador H. . Si-
oard des Plauzoles se expresaba a s í : «Un enem igo
de nuestra Orden (Bord) ha dicho que el espíritu m a
són ico creó el espíritu revolucionario. Es el más pre
cioso testim.onio que se puede rendir a la acción m a
són ica en el pasado» (2).
Más adelante leem os en la m em oria de la citada
A sa m b le a : «Que Francia, para vivir, no sacrifique la
razón m ism a de su existencia : el ideal filosófico, p o
lítico y social de sus antepasados de 1879; que n o
apague la antorcha del genio revolucionario con la
que ha ilum inado al m undo (3).» Y añade el m ism o
o r a d o r: «La peor hum illación para Francia consisti
ría en renegar de la obra de la revolu ción..., que pe
rezca al m enos sin haber abdicado su ideal.»
«Nunca se podrá olvidar que fué la revolución fran
cesa la que dió realidad a los p rincipios m asónicos
preparados en nuestros T em plos», decía un orador
en el -Congreso m asónico de Bruselas (4), y en una
reunión de la logia de A ngers celebrada en 1922 ex
clam aba uno de los h e rm a n o s: «La Franc-Alasonería,
que ha desem peñado el papel más im portante en 1789,
debe estar dispuesta a sum inistrar sus cuadros de
com bate a una revolución siem pre posible» (5).
70
restauración de la dinastía legítim a. La m ayor parte
d e los colaboradores de ¡Napoleón I eran hom bres ex
traídos de la nada en un am biente revolucionario ma
sónico, o at m enos masonizante, que tenían m otivos
para temer esa restauración legítim a. «N apoleón I,
que tal vez fuera masón en su juventud, cuando era
un sim ple oílcial de artillería, fuó tolerado y aun sos
tenido por los poderes ocultos para evitar un mal m a
yor, la restauración de los Borbones (1)». Pero el pa
nel asignado a Napoleón por la m asonería no se re
ducía a e s t o : «La Orden considera al E m perador c o
m o un instrum ento destinado a destruir todas las na
cionalidades eu rop eas; después de este gigantesco
derrum bam iento esperaba realizar más fácilm ente su
plan de lina R epública universal» (2). Las tropas do
N apoleón, atravesando toda Europa, llevarían a todas
partes las ideas revolucionarias, y es sabido que el
m ism o em perador no desdeñaba el em pleo de la pro
paganda política com o un arma contra sus adversa
rios. La cam paña de Italia, por ejem plo, se orientó
en ese sentido y aparece com o una em presa más p o
lítica que militar y com o una preparación de las revo
luciones futuras que trastornaron a Italia (3).
En cuanto a Napoleón III, está dem ostrado que no
71
sol j perteneció a la sociedad secreta de los C arbona
rios, sino también que tom ó parte activa en la guerra
contra el G obierno Pontificio (1).
En ¡la circular dictada el 16 de enero de 1862 por
el m ariscal Alagnan, Gran Maestre de la M asonería,
nom brado por N apoleón III (11 de enero), se l e e : mEI
(el em perador) lecu erda que N apoleón I íu é el Gran
P rotector de la Orden m asónica y que su herm ano, el
rey -Tosé íué Gxdn \laestre» (2).
* * *
\ olv ien d o a la cuestión de las revoluciones, obser
vem os que las revoluciones de 1830, 48 y 71, asi co m a
las de Suiza, Itai-a, etcétera, se parecen m ucho a la
de 1879. A partir á* esta última revolución, organizó
la m asonería toda una serie de filiales, clubs políticos,
asociaciones, part’ dos y a veces hasta sociedades se
cretas que, siguiendo las inspiraciones de los dirigen
tes m asónicos, preparaban los m ovim ientos revolu cio
narios (3). Las principales de estas filiales son las
sociedades de los Ilum inados y de los C arbonarios.
La de los Carbonarios, fundada a prin cipios del
siglo X IX (4), es por una parte una ram ificación d e
la m asonería y por otra de la secta de los Ilum inados
de Baviera, fundada por W eishaupt y Knigge. Se
g ú n el P. Deschpm ps, «las logias fueron la cuna y
el vivero de la célebre sociedad do los C arbona-
72
ríos» (i). Los grados se corresponden coin los de la
franc-m asonería y utilizan ciertos sím bolos m asónicos,
aunque enm ascarándolos para inspirar confianza»*
(2). Los m étodos y los fines de los Carbonarios eran
los m ism os de la m asonería, y cabe pregu ntar: ¿ p o r
qué se em plearon tanto tiempo y tantas energías ei*
crear un instrum ento ¡nuevo y com plicado cuan
do existía la masonería, que podía desem peñar el
m ism o trabajo de destrucción revolucionaria? La
respuesta es m uy sencilla. Hacia la term inación del
siglo X VIII se había extendido de tal m odo la m a
sonería, era tan con ocid a su obra destructora, que le
era m uy difícil proseguir la lucha contra la religión
y contra el Estado, sobre todo en Italia, y le fué n e
cesario ocultarse 'bajo un nuevo disfraz, todavía des
con ocid o para su adversario el Papado. Esto explica
por qué se destacó de la m asonería una nueva so
ciedad secreta íntimamente ligada con la prim era y
cu y a finalidad era «la m ism a de Voltaire y de la re
volu ción fran cesa: el aniquilam iento para siem pre
del catolicism o y de la idea cristiana» (3).
E xisten multitud de estudios sobre el carbonaris-
m o, cuyo trabajo y cuya organización son hoy per
fectam ente con ocidos. Los archivos de uno de los
principales dirigentes de la sociedad, Nubius, caye
ron en m anos de la P olicía y fueron enviados al Car
denal Bernetti. Entre los docum entos así encontra
dos figuran las instrucciones secretas y toda 4a c o
rrespondencia de N ubius con sus lugartenientes y
con varios franc-m asones e ilum inados, no carbona
rios, entre los que figuran Pestel y -Mouravieff,
m iem bros de la conjuración rusa de 1825, llam ada
73
de los «Decembristas)). En los docum entos abiertos a
la muerte del m ariscal B ourm ont hay uno que se
refiere al propósito con cebid o por los carbonarios de
asesinar al Em perador Nicolás I ; para organizar este
asesinato fueron enviados a Rusia diez y ocho m iem
bros de la sociedad (i).
Los carbonarios, casi todos ya afiliados a ilas lo
gias m asónicas, estaban agrupados en «ventas loca
les», por encim a de las cuales funcionaban las «ven
ias centrales», subordinadas a su vez a la «alta ven
ta». La Alta Venta era un verdadero g obierno secreto
de cuarenta m iem bros pertenecientes a diversas na
cionalidades, con predom inio de los italianos y de
algunos ju díos ;2). A la cabeza de toda la organiza
c ión figuraba un personaje que se ocultaba bajo el
seu dón im o de «X ubius», y la dirección financiera
en manos de un ju dío que se hacía llamar P iccolo
T igre. Este Xubm s, descendiente de una antigua fa
m ilia italiana, con m uchas relaciones en la alia so
ciedad y con entrada fácil en la Corle Pontificia, es
taba indicadísim o para dirigir una sociedad política
secreta, sobre todo desde que M etternich le había
otorgado toda *-u confianza y resultaba, por co n si
guiente. depositario de la m ayor parte de los secre-
loc políticos de Europa (3).
Pero, adem ás, por encim a de Xubius había otros
dirigentes, personajes desconocidos incluso para !la
m ayor parte de los iniciados de los más altos grados.
No eran con ocidos sino de Xubius y de sus más pró
xim os colaboradores y sus nom bres no figuran en
ningún docum ento, ni aun en los más íntimamente
confidenciales. «Han echado sobre nosotros una carga
74
m uy pesada», escribía -Malegari, otro carbonario co n s
picuo. refiriéndole evidenlem enle -a un «jefe supre
m o» que no era Nubius (1).
El fin perseguido por los carbonarios era en un
prin cipio exclusivam ente antirreligioso, co m o lo ates
tiguan cartas e instrucciones. «Es necesario descatoli-
zar al m undo... No conspiram os sino contra R om a »
(2), escribe Piccuio Tigre. En esta conspiración están
adm itidos todos los m edio? y los carbonarios no se
detienen ni an'e el asesinato. «En determ inadas
circunstancias — escribe X ubius a su colaborad or
V indico— arreglém onos para que m ueran un Papa
y dos o tres Cardenales... Una droga bien preparada
y m ejor administrada que pudiera debilitar al pa
ciente hasta la postración, sería, a mi entender, de
gran utilidad» ' 3 j .
i.a propia masonería. cosa extraña, fué la que
desvió los planes de los carlx narios. Se aproxim aba
el a i io 18'i8; la ¡.ropaganda revolucionaria de ilas
lo g io - rx-iin:>a it< cerebros de toda Europa y m u
chos carbonarios, sobre todos los jóvenes, abandona
ban la lucha exclusivam ente antirreligiosa para lan
z a r a a la lúe*'*, furam ente política. El carbonario
uMT’/in i a bandolín a la sociedad \- fundaba bacía
184-i una ¡nueva sociedad secreta, «La Joven Italia»,
con ••ar;i -ter puramente revolucionario. La Alta V en
ta se disolvía y Xubius, retirado de la política, m o
ría en 1848.
* # *
75
de íebrerc de 18 o estalla la revolución en París, el
13 de marzo en V ^ n a , el 18 de marzu el m asón von
Gagern p rod am a id república en Berlín, el rcism o
día com ienza la revolución en Milán, el 20 en Par-
ma, el 22 en Y enecia, Rom a, Nápoles y Toscana.
Basta consultar estas fechas para encontrar la prue
ba evidente de una d irección com ún de estos aconte
cim ientos y es indiscutible que esta fuerza directora
no podía ser otra que la m asonería con sus diversas
secciones.
La época en ju e la m isión anticristiana y revolu
cionaria de la m asonería se m anifiesta más clara
mente, es sin duda ninguna la de la Com m une. Sin
necesidad de insistir sobre los trabajos preparato
rios de la secta, sobre el papel prim ordial que des
em peñó durante la gu erra franco-prusiana, sobrei
las actividades de Bazaine, juguete entre las manos
del Gran Oriente, sobre los descalabros del m aris
cal M ac-M ahón, algunos de ellos debidos a las m a-
quina-ciones del coron el .Magnam (1), sobrin o del
Gran Maestre, bastará señalar las públicas m anifes
taciones de la m asonería después de la caída del
Im perio y de la proclam ación de la C om m une.
E xam inem os la prim era proclam a de la C om m u
ne : «Som os a teos porque el hom bre no será nunca
libre mientras no haya expulsado a Dios de su inte
ligencia y de su razón... Que la Com m une libre de
Dios para siem pre a la hum anidad... En la Com m u
ne no hay lugar para el sacerdote. Toda m anifesta
ción, toda organización religiosa debe proscri
birse...» (2).
Son condenados a muerte I03 rehenes, -escogi-
76
d os principalm ente entre el clero. En prim er lugar
el A rzobispo de París, M onseñor D arboy (i), y luego
los sacerdotes más prestigioso*:, Seignenet, Reynaud,
M iquel, Olmer, Olivier y otros. Puede decirse qu «
d e los setenta y tres días que duró la C om m une no
pasó uno solo sin que hubiera encarceiamie-ntos en
tre los m iem bros del clero. A l m ism o tiem po se
arrancan las cruces (2), se cierran Jas iglesias y se
autoriza en ellas el asalto y el pillaje. M erece citarse
el cartel coloca do sobre la puerta de la iglesia de San
Pedro, en M ontmartre, el 10 de a b ril; este d ocu m en
to da por sí solo una idea exacta del odio im placable
de los m iem bros de la ICommune hacia la r e lig ió n :
«C onsiderando que los curas son unos bandidos, y
que las iglesias son las guaridas donde han asesina
d o m oralmentu a las masas, hum illado a F rancia
bajo las garras de los infam es Bonaparte, Pavre y
Trochu, el delegado civil de la ex-prefectura de P o
licía ordena que la iglesia de San Pedro (M ontm ar
tre) sea clausurarla, y decreta la prisión de los curas y
de los frailes.— 10 de abril de 1871.— Le M oussu .»
¿Cuáles fueron las actividades directas de la fran c
m asonería durante los acontecim ientos de 1871? El
«D iario Oficial» de la C om m une (3) cita una procla
ma firm ada por el redactor de «París L ibre» con ce
bida en los siguientes té rm in o s: «A los franc-m aso-
nes de todos los ritos y de todos los grados. Herma-
m anos : iLa Coinm une, defensora de nuestros prin ci
pios sagrados, os llama. V osotros lo habéis enten
dido así y nuestras banderas veneradas han sido des
garradas por las balas v destrozadas por los obuses
de sus enem igos. V osotros habéis respondido heroi
77
cam en te; seguid adelante con la ayuda de las agru
paciones. La instrucción que hem os recibido en
nuestros respetables talleres dictará a cada uno de
nosotros el deber sagrado qm* debe cum plir. Dicho
sos los que triunfen, g loria a los que sucum ban en
este lucha santa. ¡A las arm as! ¡T o d o por la Re
p ú blica! ¡T o d o por la C o m m u n e !»
Fué lanzada esta proclam a después de haber re
gresado de Versalles, con sus banderas a la cabeza,
una delegación de todas las logias enviada para ob
tener la suspensión de las hostilidades. Es de notar
que el fuego cesó en cuanto la delegación apareció
sobre las barricadas y no se reanudó por una y
otra parte sino después de su regreso a Parí?.
El 2G de abril los m iem bros de la Com m une re
cibieron en el A y u n t a m i e n t o , of i ci a lm e n t e \ c o n gr an
solem nidad, a una delegación masónica, y durante
la recepción «todos los corazones palpitaban al uní
son o», com o se dice en el acta de la sesión.
Un m iem bro de la Com m une, el herm ano Tiri-
faque, declara que la Francia m asónica ha com p ren
dido que la íCoinmune sería la base de nuestras re
form as sociales. Le fr a n g ís (1), otro m iem bro de la
C.ommune, dice que está convencido desde hace m u
cho tiempo de que el fin perseguido por la m asone
ría es el m ismo de la i’oniim ine. y el ciudadano
A lix, cbmpa.fiero de los anteriores, añade que la
Com m une de París pone en práctica en una nueva,
form a lo que la m asonería lia sostenido siem pre.
El II. ·. -M*** de «la R osa escocesa» anuncia que «la
Com m une, nuevo T em plo de Salom ón, es la obra
a que los fraile-m asones deben consagrarse» ;2).
78
Creo suficientes estos textos para dem ostrar la
existencia de m uy estrechas conexiones entre la ma
sonería y las llamadas revoluciones populares. Des
truir la religión, substituir el orden verdadero del
Estado por una lamentable parodia que se llama R e
pública, derribar al verdadero yefe del G obierno,
responsable ante Dios, ante su conciencia, ante su
Patria y ante la propia familia, colocand o en su lu
g ar un fantoche im potente e irresponsable, un presi
dente, juguete cintre las m anos de los partidos polí
ticos, ¡ese es el fin que persigue la m asonería desde
hace sig los!
79
exigen algo m is todavía de sus esclavos los m aso
nes : la destrucción de las civilizaciones nacionales, de
las nacionalidadís, de la con cien cia m ism a de los
pueblos, y reclama la república universal. Sólo así
podrán acaparar c o n sus m anos ávidas y ensangren
tadas todo el poder, proclam ar su dictadura sobre
todo el universo, hum illado y esclavizado por su des
p otism o infame.
CAPITULO V
•i
I.—LAS FUENTES TALMUDICAS
82
des secretas, incluso «la gran asociación cabalística
con ocida en nuestros días en Europa con el nom bre
de 'Masonería» (1J.
Hoy en día nadie cree en la existencia de la ma
gia, de la alquim ia y demás m anifestaciones d e la
Kabbala. Generalmente se considera la m agia com o
una especie de charlatanería y no cabe dudar de que
detrá3 d e esta charlatanería aparente se oculta una
doctrina religiosa y filosófica diametralm ente opues
ta al cristianism o.
El sabio rabino Benam ozegh escribe lo que sig u e :
«Los que quieran tomarse el trabajo de exam inar
cuidadosam ente las cuestiones de las relaciones en
tre el judaism o > la Franc-M asonería filosófica, la
teosofía y los misterios en general, perderán... un
poco de su s o b e r b i o d es d én por la Kabbala. Cesarán
de sonreír despectivam ente ante la idea de qUe la
teología kabbalístiea pueden tener una misión que
cu m plir en la transform ación religiosa del porve
n ir» (2). Estas m anifestaciones en boca de un sabio
rabino m uy destacado, de un personaje muy califi
cado, no puede m enos de hacernos reflexionar seria
mente.
Pero, se nos dirá, la m asonería actual no se ocu
pa sino de política v para nada le interesa ia filosofía
ni m enos aún, la kabbala. Es c ie rto ; la m ayor parte
de los masones no sospechan la existencia de un
sistema filosófico privativo de la secta, pero no debe
olvidarse que junto a las logias azules, las logias
políticas o 4a .«dem ocracia de la Orden», como la lla
ma N icoullaud (3) existen otras logias, la aristocra-
83
cia de la secta (i), que dirigen la organización y que
mo han olvidado ni el origen kabbalístico de la filo
sofía m asónica, ni 511 objetivo final.
II.—PARALELISMO JUDEO-MASONICO
(1) Ibid.
(2) L. de PONCINS, cLas fuerzas secretas de la Revolu
ción», pág. 139-40 de la edición francesa, y 120 de la traducción
española. Ediciones FAX, Madrid, 1932.
«4
constituyen la dem ostración de que los ju díos son
ei elem ento director de las logias» ;i).
Pero» además de estas consecuencia? lógicas, no
carecem os de datos directos que prueban el origen
ju d ío de la m asonería y el reclutam iento de sus prin
cipales directores entre los hijos de Israel. T odo el
sim bolism o m asónico, desde la estreJla hasta las de
nom inaciones de los diferentes grados, tiene, co m o
antes hem os dicho, un m arcado sabor ju daico que
confirm an m uchos ju díos y m asones significados.
V eam os lo que en 1855 escribía el doctor Isaac
W e is e : «La m asonería es una institución judía, cuya
historia, cu yos deberes, cuyas contraseñas, cuyas'
enseñanzas son judías desde el prin cipio hasta el
lin» (2). Y Bernard Lazare, otro escritor judío, lo
confirm a cuan do d i c e : «Es cierto que desde la m is
ma cuna de la Franc-M asonería hubo en ella judíos,
los ju díos kabbalistas, com o lo demuestran ciertos
ritos que aún se conservan» (3).
Si consultam os la literatura aiiti-mastónica en con
traremos en todos los investigadores más im portan
tes la confirm ación de la existencia de vínculos de
w - ó n entre esas dos fuerzas destructoras (4).
Antes hem os com p robad o que la franc-m asonería
es u'na ^organización esencialm ente anticristiana y
sería superlluo que pretendiéram os dem ostrar el
odio del judaism o contra 'los cristianos. Según el
Talm ud, q ue e? la base religiosa, filosófica, política
y sociológica del hebraísm o, los no judíos, es decir,
los «goi'm», no son ni s iq u e r a hom bres. E! fam oso
85
A.slier Ginsberg, uno de «los «príncipes del destie
rro», com ienza ¿us com entarios del Talm ud con es
tas palabras:' «Es sabid.o de todos, com o axiom a na
tural, que en la escala de la creación hay distintos
g r a d o s : los minerales, las plantas, los animales, los
hom bres y por encim a de todo esto, los ju díos» (i).
Prescribe el Talm ud que una com adrona judía no
puede asistir en sábado al parto de una cristiana,
«porque el akoum (cristiano, go'im) debe ser con sid e
rado com o un anim al» (2).
«V osotros sois tías ovejas de mis pastos», dice el
T alm u d ; «vosotros tenéis la calidad de hom bres,
mientras que las naciones del m undo sólo tienen la
calidad de brutos», y en el Talm ud y en los otros li
bros rabínicos abundan las sentencias de este g é
nero (3).
En el folio 26 del A boda-Zara se aconseja arrojar
los cristianos a los p o zo s; el tratado M oschen-Ham -
mischpath (425, 5) recom ienda que se les ahogue en
el m ar; el versículo 122 del Pessahim d ic e : «Está
perm itido matar a los que niegan la existencia de
Dios», y claro que este perm iso se refiere al sacrifi
cio de ios no ju d ío s : y por último es m uy con ocida
la fam osa fórm ula del Talm ud : «Tú matarás al m e
jor de los goím ». frase que se repite dos veces (4).
De todo lo cual se deduce que la obra anticristia
na de la m asonería no puedo m enos de ser m uy
agradable al judaism o talm údico, y su objetivo, la
(1) Citado por «R. I. S. S.» núm. 34 (1923), pág. 839, y por
R. LAMBELIN en «El imperialismo de* Israel», pág. 289.
(2) Tratado «Aboda-Zara», folio 26. Véase ECKERT, «El ju
daismo a la luz de la verdad».
(3) TALMUD (Amsterdam. 1645). tratado BABA-METSIG-
NA. fol. 114. Véase GOUGENOT DES MOSSEAUX, obra ci
tada. pág. 128.
(4) ZOHAR, III. 14. ABODA-ZARA, 26.
86
'destrucción del cristianism o, co in cid e exactam ente
«con las aspiraciones de Israel. «Es por lo tanto ne
cesario—decía en 1880 un gran rabino— infiltrar
hasta donde sea posible en las inteligecias de los que
profesan la religión cristiana las ideas de libre pen
samiento, escepticism o y cism a y provocar las c o n
troversias religiosas» (i). Som os testigos, desgracia
dam ente, de que los consejos del rabino se han se
g u id o .en nuestros días al pie de la letra.
* * *■
T odavía encontram os una nueva confirm ación de
la identidad de aspiraciones del «pueblo escog ido»
•y ae la m asonería en el periódico «El Universo Is
raelita» cuando d i c e : «El program a de la Alianza (2)
n o consiste en frases huecas. Este program a es la
gran obra de la humanidad, el aniquilam iento del
e r io r y del fanatism o, la unión de la sociedad hu
m ana en una fraternidad sólida y fiel» (3). En estas
frases fácilm ente se reconocen los térm inos habitua
les de que usa y abusa la m asonería.
En todo tiempo y en todo lu#ar ha em pleado la
m asonería sus fuerzas en la destrucción del orden
del Estado y en preparar el advenim iento de la re
pública universal. Para consegu ir ese fin tan anhe
lado no desdeña la secta ningún procedim iento, em
plea todos Jos m edios perm itidos o no, honestos o
inm orales, y a veces crim inales y terribles por su
crueldad, para asegurar su victoria. C onseguido el
prim er éxito, la caída del régim en m onárquico, se
apoderó la masonería del poder y, ayudada por el
87
tinglado gubernam ental republicano, prosigue su
obra nefasta, que consiste en la destrucción de toda
con cepción religiosa y m oral.
Idéntico trabajo desarrolla ed judaism o. N osotros,
los em igrados rusos, hem os visto con (nuestros pro
pios ojos la inm ensa cantidad de judíos que figura
en las ülas de los autores de la revolución. P rescin
diendo de los trabajos preparatorios de esa revolu
ción y de los sucesos de 1905 veam os lo que en 191 f
escribía el p eriódico judío de Y iena «El M artillo»
a propósito del asunto Beylis (1 ): «El G obierno ruso
ha resuelto declarar la guerra a los judíos de Kiew.
Pues bien, es necesario que sepa que de esta guerra
depende 'la suerte, no de los judíos, porque el pue
blo ju dío es invencible, sino la suerte del pueblo
ruso. Para el Gobierno ruso es cuestión de vida o
muerte. Su victoria en este asunto será el com ien zo
de su ruina. Que tengan cuidado los gobernante? ru
sos. Nosotros ofrecem os al m undo entero la dem os
tración de que no. se puede ju gar im punem ente con
los judíos, sean éstos de Kiew o de cualquier otro
lugar» (2).
Desgraciadam ente para R usia y para todo el uni
verso civilizado, no fué vana esta amenaza. Seis años
’neis tarde se había realizado. D em os algunas c ifr a s :
El prim er C onsejo (Soviet) de diputados, obreros
y soldados se com p on ía de 23 m iem bros, de los que
19 eran ju d ío s ; el C onsejo de los Com isarios del
P ueblo de J920 tenía 17 judíos entre sus 22 m iem -
m
b r o s ; entre los 43 altos funcionarios de la C om isa
ría d e Guerra había 34 israelitas; la Com isaría del
In terior tenía 54 ju díos entre sus 6-4 e m p le a d o s; la
de N egocios Extranjeros, 13 ju díos y 17 m iem bros.
En la adm inistración de la Hacienda el porcentaje
de ju díos se elevaba al 86 por 100 y en la de Justicia
al (J5 por 100, etc.
Para resum ir esta estadística consignarem os que
entre los 545 agentes principales de la llamada revo
lución rusa 447 pertenecían al «pueblo elegido», 68 a
diferentes nacionalidades (letones, aleman-es, pola:
eos, etc.) y sólo 30 eran de nacionalidad rusa (1). A ña
direm os que en la actualidad hay 16 ju díos entre los
22 agentes com erciales de los Soviets en el extran
jero (2).
Pasem os al estudio de la participación de los ju
díos en las revoluciones en general. Ya en 1648 el
g ia n jefe revolucionario Cromwell estaba sostenido
por los ju d ío s ; una delegación venida «del fondo de
A sia y dirigida por el rabino Jacob ben Azabel ?e
presentó ante el dictador inglés. No se hicieron es
perar los resultados de las conversaciones que se en
tablaron y Cromwell usó de todo su poder para de
rogar las leyes de restricción im puestas a los ju díos
en Inglaterra (3). Uno de los más íntim os colabora
dores de iCromwel! fué el rabino de Amsterdam, Ma-
nassé ben Israel (4).
Ernesto Renan, que no puede ser sospechoso de
89
antisem itismo, escribía lo que s ig u e : «Em el m ovi
miento revolucionario francés el elem ento judío
desem peñaba un papel capital» y es m uy difícil no
estar de acuerdo co n él. Es verdad que hacia 1789 los
judíos operaban con mucha prudencia y ocultaban
iras las organizaciones m asónicas y las sociedades
íilosóflcas, pero esto n o im pedía que algunos de los
hijos de Israel tomaran parte activa en los acon teci
m ientos revolucionarios y se aprovecharan de ellos
desde el punto de vista material. El prim er tiro co n
tra los guardias suizos de las Tullerías, el 10 de
agosto de 1791, fué disparado por el judío Zalkind
Hourwitz Lang ·;!). Pero com o este ardor bélica e n
cierra m u v ;0 s peligros, prefirieron los judíos dedi
carse a otras actividades m enos peligrosas y sobre
■todo más lucrativas (2).
El avituallamiento de los Ejércitos republicanos
se realizaba por los israelitas Biderm ann, M ax Beer,
M oselm ann v otros, v esto dio lugar a las quejas
íornnjiada? por el com andante Bernanville, del E jér
cito ded Mosela, porque se le enviaban para las tro
pas calzados de adolescente con suela de cartón, m e
dias de niñ o y lonas para tienda com pletam ente p o
dridas .(3).
En cuanto fueron abolidas las leyes que restrin-
íriiin los derecho* de los judío« gracias a la interven
ción del abate Gregoire, de Mirabeau. R obespierre
y otros (esto lo hacen el prim er día todos los Gobier-
90
nos revolucionario?}, y «en cuanto prevalecieron das
ideas de 1780, descargó sobre Francia», com o d ice
Capefigue, «una verdadera nube de extranjeros, es
pecialm ente judíos d e las orillas de R hin » (1). Enton
ces fué cuando aparecieron en la arena política los
Klotz, los Benjam ín Veitel Ephraim, los Etta Palm,
etcétera. «El Mesías ha venido para nosotros el 28 de
feb rero de 1790 con los Derechos del H om bre» (2),
escribía el ju dío Cahen, y, en efecto, la co-ncesión a
los judíos de todos los derechos d e ciudadanía fué
una de las grandes victorias de Israel. «’La revolu
ción de 1830. dice el judío Bedarride, «n o ha hecho
sino consagrar estos felice* resultados» (3).
«Cuando en 18í8 la soberanía del pueblo alcanzó
sus últimos límites», añade cínicam ente el m ism o
autor, «surgieron nom bres israelitas en ilas más a l
tas regiones del poder» '\). Estos elegidos, estos r e
presentantes del pueblo ostentaban apellidos tan
franceses com o los de Fould, Cerfbeer. iCremieux,
etcétera. La costum bre de que haya por lo m enos un
representante judío en el G obierno de la república
se ha observado, salvo raras excepciones, hasta
nuestros días.
P ero no fué sólo en Franeia donde la judería des
em peñó un papel preponderante en los m ovim ien
to? revolucionarios. "El m ovim iento revolucionario
que agitó la Europa central en 18í8». escribe Lam -
belin. «fuié preparado y sostenido por los ju díos» (5 );
así lo demuestran num erosos hechos y docu m en tos.
91
Entre los autores de la revolución de 1870 y entre
los m iem bros de la Gom mune, aparecen igualm ente
los ju díos representados por Ravel, Isaac Calmer,
Jacob Pereyra y otros. El autor precitado señala Ja
p resencia de 18 ju díos entre los principales m iem
bros de la C om m une (1). Es interesante consignar
que durante el incendio de París en 1871 los petro
leros dejaron intactos los 150 edificios que pertene
cían a la familia Rothschild (2).
C ontinuando el estudio de estos m ovim ientos en
E uropa, volvem os a encontrar a los ju d ío s : el poeta
Heine, Carlos M arx, Lassalle, y otros m uchos.
«Para destruir la antigua sociedad que lo repelía»,
escribe Drumont, «el ju dío ha sabido colocarse a la
cabeza de la acción dem ocrática. Los Carlos Marx,
los I^assaM-e, los principales nihilistas, todos los je
fes de la revolución cosm opolita non judíos. De este
m odo im prim en los judíos al m ovim iento la direc
ción que les conviene» (3).
No olvidem os que los fundadores de la Interna
cional en iS3í fueron los ju díos Marx, Neumeier,
Fribourg, James Cohén, LassaJle, Aaron, Adler,
Franckel y, el único no ju d ío (?), Gom pcrs.
Para dirigir el m ovim iento revolucionario se fun
d ó en Francia el tan con ocid o diario «L ’Humanité».
Para ello se abrió una suscripción que p roporcion ó
la sum a de 780.000 francos. Citaremos los nom bres
de los doce donantes, que «p or casualidad» eran to
dos ju d ío s : Levv Brul, Levy fíram . A. Dreyfus,
L. Dreyfus, Herr, Eli Rodríguez. León Pieard, Blum,
R ouff, Kasevitz, Salom ón Reinach y LS'ach*.
Después de lt-ído lo que precede no puede causar
92
extrañeza que en e! sínodo judío de Leipzig del 29
de junio de 18&) se aprobara la siguiente m o c ió n :
«El S ínodo reconoce que el desarrollo y la realiza
ción de los principios m odernos (léase revolu ciona
rios) son las más ílnne^ garantías para el presente
y el porvenir del judaism o y de sus m iem bros. S on
las con d icion es más enérgicam ente vitales para la
existencia expansiva y el m ayor desarrollo del ju
daism o» (i).
En m ucho* aspectos la revolución no ha sido sino
una aplicación del ideal que «Israel había traído al
m undo» (2), según escribe Leroy iBeaulieu, autor nada
lachado de antisem itism o. .Es preciso darle la razón
porque no se puede negar la im portancia de la inter
v en ción judía en la obra revolucionaria.
93
lector citando textos que dem uestren estas activida
des judías. Basta con un p oco de atención para darse
cuenta de que la m ayor parte de los periódicos, li
bros, agencias de inform ación y de publicidad, casas
editoriales, teatros, «cines», etc., están bajo el control
de los judíos, arm a terrible puesta en m anos de quie
nes saben m uy bien utilizarla. Si se tiene en cuenta
que esa m isma influencia se ejerce sobre el m undo
financiero, se com prenderá la fuerza form idable de
destrucción de que disponen el judaism o y la m aso
nería para sus trabajos com binados.
Es extraordinariam ente difícil presentar docu m en
tos que dem uestren de un m odo concluyente que la
frainc-masonería está gobernada por los (judíos; tales
docum entos, por su extraordinaria im portancia, de
b e « estar guardados celosam ente, pero se tienen su
ficientes pruebas indirectas que no permiten la más
pequeña duda.
El núm ero de ju díos afiliados a las logias es in
m enso ; dice M ackey que «todo el m undo sahe que los
más significados ju díos son m asones» (1), v la exis
tencia de la Orden m asónica de los B’nai B’rith, Orden
reservada exclusivam ente a los judíos, es con ocida de
todos. Los m asones no ju dío«, aunque pertenezcan a
los grados más elevados, no son adm itidos en las
asambleas de los B ’ nai B'rith, mientras que los m iem
bros de estas últimas tienen el derecho de asistir a
las «tenidas» de todos los ritos m asónico?. Es eviden
te, por lo tanto, q u e los m asones judíos de las logias
B ’ nai B ’ rith están, dentro de la jerarquía m asónica,
por encim a de todos los restantes herm anos.
Suele hablarse de un «Gran Maestre de la M aso
nería Universal», pero sería difícil demostrar la exis
tencia de una s o la . persona directora de toda esta
94
secta internacional, ya que el más profundo m isterio
debería envolverla. Sería más exacto considerar al
«Oran M aestre de la M asonería Universal» n o com o
el jefe suprem o de la secta, sino más bien com o el
ejecu tor oficial de las órdenes de la persona o del C on
sejo que ejerce efectivam ente el poder suprem o so
bre toda la asociación m asónica internacional. Se
d ice que los Grandes Maestres han sido en los últi
m os tiem pos dos judíos, Gohn y después Nathan, lo
cual viene a confirm ar la hipótesis de una suprem a
d irección judía.
El antiguo m asón y notable kabbalista D oinel co n
firm a también esta suposición : «La acción judía— es
cribe— , la infiltración judía, el odio judío. Cuántas
veces he oído a los franc-m asones lam entarse de la
d om in ación que los judíos im ponen a la? logias, a los
talleres filosóficos, a 'los Consejos, a los Grandes
Orientes, en todos los países, en todos los puntos del
triángulo, co m o d ice a ellos» (i).
T odos los especialistas de la cuestión m asónica
hacen resaltar osta preponderancia judía. T odos los
estudios vienen a coin cid ir en las m ism as co n clu sio
nes que form ula P oncin? del m odo sig u ie n te : «Pode
m os, por lo tanto, afirm ar con toda certeza que existe
una estrecha aliainza entre los franc-m asones y los
judíos, y, sin que tengam os una prueba material ab
soluta, prueba m uy difícil de encontrar en una cu es
tión tan oculta, hay una serie de hechos que tienden
a afirm ar la d irección (judía de la Franc-M aso-
nería» (2).
Para resum ir este capítulo podem os, con com ple-
95
Xa tranquilidad dt* conciencia, adoptar la definición
qu e da de la m asonería H. de Guilebert cuan do d i c e :
«La continuación del m undo de la Kabbala que actual
mente se designa con el nom bre de judeo-m asonería.
Esta expresión puede conservarse, haciendo toda cla
se de reservas acerca de su exactitud, para designar
el organism o com puesto del ju dío kabbalista y de la*
sociedades secretas, considerado com o un todo que
tiene una doctrina y una disciplina com u nes y un
fin y unos m edios com unes tam bién» (i).
En una palabra, puede reconocerse en el judaism o
y en la masonería una fuerza oculta única destinada
a destruir la cultura cristiana y a ensalzar, por co n
siguiente, la cultura judaica, preparando el reino de
Israel sobre el universo esclavizado.
96
CAPITULO VI
07
las cuales pasan m uchas cosas ignoradas para el
v u lg o» (1).
Lancem os una m irada indiscreta por detrás de
esas decoraciones, escuchem os a los m asones, siga
mos, aunque sea brevem ente, su trabajo en esta R e
pública, y se aclarará el m isterio. D esgarrem os ese
velo tejido de mentiras, de trapacerías y de frases
huecas que tienden sobre sus obras las fuerzas o cu l
tas, y m uchas cosas extrañas e incom prensibles apa
recerán a nuestra vista claram ente ilum inadas; el
trabajo presente y futuro de la secta se m ostrará en
toda su ignom inia.
«La esencia de la República, decía R obespierre,
consiste en la destrucción de cuanto a ella pueda op o
n erse.» El presidente del Gran Oriente de Francia,
senador II. ·. Dcsm ons, nos da una definición todavía
m ás característica de esa pretendida form a de g o
bierno : ^R epública— decía en el banquete de clausu
ra de la A sam blea general de 1899— quiere decir para
m í antim ilitarism o, anticlericalism o, socialism o» (2).
A sí es com o efectivamente puede definirse no la R e
p ública misma, sino el cam ino que conduce a la im
plantación del ideal m asónico, es decir, de la R epú
blica universal.
El antim ilitarism o socava la l»a?e de la con cien cia
nacional, «1 ejército indispensable para la seguridad'
de un país, la tradición de gloria y do nobleza, única
p rotección eficaz de la patria contra sus enem igos e x
teriores e in teriores; la con cepción sublim e del sa
crificio patriótico, sin la que no se concibe la existen
cia de ningún país.
El anticlericalism o, que es la pantalla del ateísmo,
corrom pe al pueblo, arrebatándole el discernim iento
98
mpral, lo rebaja al nivel del bruto y, excitando sus
más viles instintos, lo em puja bajo el yugo de las
fuerzas ocultas que lo llevan a la ruina.
El socialism o es el coronam iento digno de esa
obra inldine. Gracias a 61 reniega el país de sus tra
diciones, renuncia a su destino histórico y da un
paso de gigante hacia ese abism o donde debe su cu m
bir su personalidad propia, hacia el internacionalis
mo. El socialism o es el odio feroz, la rabia animal, el
incendio de la guerra civiil; es el ignom inioso m er
cantilism o de la conciencia, la dem agogia, la arbi
trariedad recubierta de una palabrería hueca, d espro
vista de sen tid o; es la esclavitud del pueblo, con ver
tido en un juguete de los sindicatos o, más bien, de
sus je fe s ; es la m iseria y la ruina de todo el país.
(«Necesitamos la paz y la R epública para conti
nuar nuestra obra de evolución y de progreso», decía
u»no de los oradores de la Asam blea general de
1913 (1), y Crémieux, el tan co n ocid o judío v m asón,
proclam aba en 18í8 q u e : «la R epública hará lo que
hace la Franc-M asonería» (2).
Si estudiam os la táctica y los fines de las socie
dades secretas verem os en qué consiste ese progreso,
esa evolución y esa obra de la R epública, que n o es
más que una de las prim eras victorias de la m asone
ría, una etapa en su cam ino hacia el id e a l: la R e
pública universal bajo el control de las logias.
Desde el advenim iento de la R epública la acción
m asónica entra en una nueva fase. Procura acaparar
todos los sectores de la vida nacional y adueñarse de
toda ila nación para hacer de ella un instrum ento dó-
100
una m em oria relativa a la instrucción pública. Sus
planes, que cualquier masón de nuestros días firma
ría de buena gana, preconizaban la estatiílcación de
Ta enseñanza, que debía ser gratuita y obligatoria.
Los religiosos, por supuesto, quedabam excluidos del
personal docente y los textos debían ser substituidos
por otros m ejores desdo el punt-o de vista do la secta.
Este proyecto difiere m uy p oco de los principios
sustentados por la «Sociedad de nueva educación»,
fundada en 1871, y por la «Liga de la Enseñanza»,
del II. *. Massó, p rincipios proclam ados en nuestros
días por las asambleas anuales y por los partidos po
líticos de ¡la izquierda. El program a m asónico está
bien claro : suprim ir en la escuela todo lo que pueda
recordar a Dios, arrebatar a los niños el sentim iento
nacional y patriótico y hacer de ellos instrum entos
dóciles en manos de los directores cosm opolitas de
la masonería. El famos.o laicism o, ese gran principio
de los partidos de izquierda, no es otra cosa que el
viejo p rincipio antirreligioso de da secta.
La preocupación principal de las logias es la su
presión de la enseñanza r e lig io s a : « I » prim ero que
hay que hacer en la enseñanza es quitarle todo es
píritu clerical y dogm ático» (1), leem os en la m em o
ria de la Asam blea general de 1901. Pero este prin
cipio había sido proclam ado m ucho antes de esa
fecha (2).
La «.Sociedad de nueva educación» opinaba en
101
1871 (1 ): «... que la instrucción re-ligiosa o dogm ática
sea inmediata y radicalmente suprim ida para los dos
sexos en todas las escuelas... Que esas casas de ins
trucción y de educación no tengan en los lugares ex
puesto a las miradas de los alum nos o del público
ningún objeto del culto... Que n o se enseñen ni se
practiquen en com ú n ni oraciones ni d ogm as...»
La «Liga de 1ü Enseñanza», instrum ento del lai
cism o, no oculta sus contactos m asónicos. «La obra
de 4a L iga—decía su fundador, el H. \ «Massé— es la
aplicación de los prin cipios proclam ados por las lo
gias» (2); y el H. ·. Lecoque dice con toda cla rid a d :
«N o olvidem os que junto a la M asonería está su hija,
la «Liga de la Esperanza» (3).
Las escuelas y los colegios libres estorban la difu
sión de los principios de educación m asónicos, y por
eso la secta exige su supresión al g obiern o republi
cano, que le sirve siem pre con toda docilidad. Es
verdad que la educación está m ucho m ejor organiza
da en las escuelas libres gracias a su sistema de en
señanza y al nivel m oral y profesional de su profe
sora d o; pero eso im porta poco a la masonería, que
«pide con razón i; -nuestros herm anos parlamentarios
(¡ue exijan del Gobierno 'la aplicación de la ley v la
proh ibición de enseñar reunidos o individualm ente a
los m iem bros de las C ongregaciones» (4). El Gran
Oriente reclam a lo m ism o en 1923, es decir, «la apli
cación de las leyes de 1901 y 1904 que prohíben la
102
enseñanza, la educación y la propaganda a los je
suítas» (1).
«Una de las obras de la R epública a la que debe
m os prestar la atención más vigilante y el más con s
tante celo es la educación nacional, la instrucción
laica de todos los niños», decía el H. ·. Sicard des
Plauzoles. «Debem os velar por que ■este derecho del
.<niño se realice íntegram ente» '2), y este derecho, se
g ú n la atinada frase de H. du Passage, «consiste sobre
todo en que sea educado, sin com petencia posible, en
una escuela que esté bajo la dependencia de las lo
gias» (3).
listos propósitos, estas Ligas, estas S ociedades se
rían poco peligrosas si el gobierno de la R epública no
estuviera tan enteramente som etido a las logias. Pero
la persecución de las escuelas libres, es decir, no
m asónicas, y de las personas que envían a ellas a sus
hijos no son obras que se queden entre los m uros
de los templos m asónicos. En septiem bre de 1924,
el m inistro de Instrucción pública. Frangois Albert,
envió una circular a los prefectos excitándoles a am o
nestar a los funcionarios del Estado que confiasen la
ed u cación de sus hijos a los colegios libres (4). Dos
religiosos profesores del L iceo de M avence fueron
destituidos en 31 de diciem bre de 1924 a petición de
la Liga de los Derechos del Hombre (5). P or orden
del m inistro Herriot, el inspector de Academ ias ho
norario R n ^ ig n o l fué obligado a presentar su dim i-
104
padres en esta materia deben ser transferidos al Es
tado, y, por consiguiente, a las logias, que en la re
pública se disim ulan bajo ese nom bre.
Estos proyectos pueden resum irse con una frase
del H. ·. I>esmons <1): ¿Querem os arrancar el porve
nir al clericalism o, y por eso querem os educar a »las
generaciones futuras.»
Para lograr ese propósito necesita la secta d ispo
ner d e sujetos que ejecuten sus órdenes ciega y dó
cilm ente, y para con seg u ir su form ación exige la di
rección absoluta de la enseñanza pública.
O bservem os que el gobierno republicano se apre
sura a satisfacer los deseos de la m asonería; las c o n
clusion es acordadas en la A sam blea general de la
Gran Logia en lo relativo a Instrucción pública fu e
ron remitidas en 1026 a-1 m inistro H erriot (2), que
p rom etió exam inarlas con el m ejor deseo.
105*
d iíicar la m entalidad de la dem ocracia y, por decirlo
así, crear la historia» (i).
Esta nueva mentalidad, útil a ia m asonería, se
m oldea con la deform ación de los hechos, con su in
terpretación tendenciosa, silenciando ciertos aconte
cim ientos o m intiendo descaradamente.
De esta manera crea la m asonería la llamada «o p i
nión pública» qut, a su vez, ejerce presión sobre los
poderes p úblicos en el sentido que a la secta le co n
viene.
Nada más lejos de mi ánim o que acusar de vena
lidad y de falsedad a todos los representantes de la
prensa. Hay entre sus m iem bros m ucha gente co n
vencida, invariable en sus opiniones, tenaz en la lu
cha por la verdad y el d e re ch o ; pero, desgraciada
m ente, la prensa de la izquierda em plea con sobrada
frecuencia procedim ientos verdaderam ente repug
nantes.
Una interpretación arbitraria y falsa de ciertos he
ch os, el silencio sobre otros, la calum nia y la falsía,
son procedim ientos de que usa y abusa la prensa
m asónica y m asonizante. Se encuentran estos p roce
dim ien tos en la prensa de izquierdas que profesa
ideas vecinas de las ideas m asónicas, prensa funda
da m uchas veces por la m ism a m asonería y subven
cionada por ella.
El diario «Paris-Soir», por ejem plo, en u.na edi
ción especial enviada a todas las logias en abril de
1924, solicitaba una ayuda material para su propa
ganda i{2). «Es necesario... que reservem os nuestra
106
perra gorda para la prensa republicana» (1), decía
un o de los m iem bros de la A sam blea general de
1922; y la A sam blea de la Gran Logia, e-n 1923, «p ro
testa contra todas las m aniobras de una coalición de
grand es periódicos que im pide la difusión de los pe
riódicos de la izquierda» (2).
No sólo los periódicos pueden servir para la con
quista de la opinión p ú b lic a : «Es preciso que haga
m os un esfuerzo de propaganda..., la que podría lla
marse la propaganda por los grandes m edios, las
conferencias, los folletos, los artículos de pren
sa...» (3). Cuando «algún herm ano haya presentado
un trabajo serio, interesante, instructivo, que no
dude la logia en im prim irlo» (4), claro está que la
utilidad de este trabajo se ha de d iscern ir desde el
punto de vista m asónico, y el Gran Oriente aboga
finalmente por que «únicam ente los trabajos que
sean verdaderam ente educativos puedan im prim irse
y repartirse baj<) H patronato del Gran Oriente (5).
Tal es la tela de araña que tiende la m asonería
alrededor de sus víctim as con el concurso, o p or lo
m enos con la abstención, de los poderes públicos re
publicano?. Los niños, depravados por la educación
laico-m asónica, y los adultos, por la prensa m asoni-
z a n te; los libros, las revistas, las conferencias, etcé
tera: y todo este trabajo se hace en nom bre de la
igualdad, la libertad y la fraternidad. La «libertad»
prepara la sum isión de la humanidad a un puñado
107
(le m iem bros de las sociedades secretas; la «igual
d ad » y la «fraternidad» les proporcionan esclavos
El número de los que no pueden o no quieren
com p ren d erlo es, por desgracia, considerable. La m a
sonería, acaparando la escuela, la prensa, y, en los
países de régim en republicano, todo el tinglado g u
bernamental, ha consegu ido difundir, si no las ideas
m asónicas, por lo m enos un am biente m uy esp ecia l;
no st atreve ¡la g en le a criticar esas ideas por m iedo
a parecer reaccionario y a hacer el ridículo ante la
«opinión pública», esa arma terrible en m anos de las
sociedades secretas. Si quisiéram os oponerle una re
sistencia cualquiera o si nos decidiéram os sencilla
m ente a no secundar, aunque inconscientem ente, sus
indicaciones, no asistiríam os a la ruina del m undo
cristiano, al ocaso de. la civílizacif'Vn, y no tendríam os
que soportar el y u g o ensangrentado de la inlernacio-
aial m asónica.
CAPITULO VD
I.—ORGANIZACION GENERAL
109
con v en cer a m illones de ciudadanos, de apoyarse en
su voluntad y en su opinión para hacer triunfar sus
p rin cip ios; eso sería para ella perder inútilm ente el
tiem po y las fuerzas. Los m ism o* resultados pueden
conseguirse por la creación de dos o tres partidos po
líticos m asonizantes dotándoles de una prensa de gran
tirada y haciendo elegir, a fuerza de co rru pción y
de intrigas, a u a cierto núm ero de adheridos a esos
partidos som etidos al poder suprem o de la m asonería.
Los destinos del país quedan de ese m odo a m er
ced de los m asones, porque no hay que olvidar que
los «representantes de la aiación», com o p om posa
mente se titulan diputados y senadores, no son sino
los representantes de los partido? p olíticos; y las
resoluciones de los parlamentos no son, por con si
guiente, las del pueblo.
Luis. Blanc, m iem bro del G obierno provisional de
1848, jefe socialista en aquel tiempo, e sc r ib ía : «La
m ayor parte de ios departam entos eran todavía m o
n árquicos en 18Í3: habían sabido el advenim iento de
la república con verdadero estu p or; más que acla
m arla la recon ocieron » (i). Y enum erando las difi
cultades con que él y su partido tropezaron, incluye
entre ellas el im perio ejercido por «los prejuicios
m onárqu icos sobre las cuatro quinta^ parte? de la na
ción, la debilidad num érica de los partidos republi
c a n os...» (2), lo que n o im pidió, sin em bargo, la pro
clam ación del nuevo régim en. El establecim iento de
la tercera república se acordó pe r un solo voto de
m ayoría.
Adem ás de contar con el parlamento, necesitaba
la m asonería apoderarle del poder ejecutivo. Despo
ja r al presidente de la república de todn autoridad y
110
privarle de la facultad de dirigir el Estado fué cos;v
m uy fácil, y para acaparar todo el m ecanism o g u
bernamental, para disponer de los m inistros y de sus
subordinados, inventó la m asonería un m inisterio
que se decía responsable ante el parlamento.
Habría que ser ciego para ino ver claram ente la
com pleta irresponsabilidad de los m inistros. Incapa
ces m uchas veces y perjudiciales para el país, sin
nin gún conocim ien to técnico, sin experiencia, sia
que se les exija com petencia ninguna, permanecen-
en los puestos a que han sido elevados por designa
ción de las logias hasta que éstas lo erren convenien
te, o hasta que el g ru p o político a que pertenecen
pierde la m ayoría en el parlamento. Un abogado, ab
solutam ente ignorante de las cuestiones militares,
puede llegar a ser m inistro de la Guerra, y un den
tista puede resultar encargado de adm inistrar la ha
cienda del país.
111
adoptó en 1888 ¡la m oción sig u ie n te : «Invitam os al
Gran Oriente a intervenir, por todos los m edios dis
ponibles, cerca del G obierno y de todos nuestros re
presentantes, para llegar cuanto antes a la depura
ción del personal de las adm inistraciones del Estado
y aun de las m unicipales. Se debe despedir y cerrar
al acceso a todos los enem igos de las instituciones
republicanas y m asónicas» (f).
En 1895 la m asonería se sentía p o d e r o s a : «La
Franc-M asonería—leem os en la M em oria de la Asam
blea general de aquel año— cuenta en el parlamento
con adeptos suficientes para agitar la opinión públi
ca en torno a dos o tres reformas políticas... y para
forzar al g obiern o a presentarlas a la aprobación de
¡la Cámara» {2).
La A sam blea general de 1897 continúa con el
tem a: i«Los acuerdos de la A sam blea serán transm iti
dos por el C onsejo de la Orden a los diputados y se
nadores pertenecientes a la iPranc-LMasonería paraj
que, tom ándolos com o suyos, los transform en en pro
yectos de ley que presentarán a las Cám aras» (3).
El de 1901 se ocupa principalm ente de los fu ncio
narios, y discute las m edidas que se han de tomar
«para evitar que se introduzcan en la plaza nuestros
enem igos y para que sean jubilados los funcionarios
m anifiestamente hostiles a nuestras instituciones» (4).
Hacia 1905 «m ás de la mitad de los m iem bros del
Parlam ento eran Franc-M asones o ligados con la
112
M ason ería; Esta es la que en realidad posee en Fran
c ia el poder. La Orden m asónica es hoy quien dom i
na y será el tirano de mañana» (i).
Y a se ejercía entonces esta tiranía por la vigilan
cia estrecha de los parlamentarios y de los fu nciona
r io s ; ¡d esgraciado del que n o se doblega a la v olu n
tad todopoderosa de la secta! L os m ism os herm anos
no le ocultan y consideran este estado de cosas com o
perfectam ente norm al. «No necesito— decía el H. ·.
Lalerre en la Asam blea general de 1906— extenderm e
en largas consideraciones para justificar la vigilancia
republicana que hem os ejercido sobre los fu n cion a
rios civiles o militares de la R epública, y para justi
ficarla me basta con decir que esta vigilancia tradi
cional de los que tienen a su cargo 'la adm inistración
de los intereses del Estado ha sido siem pre una obli
g a ción de la Franc-M asonería v de las logias m asó
nicas» (2).
Hubo, sin em bargo, parlamentarios que debían el
acta a las logias que se negaron a obedecer las órde
nes de éstas: su suerte \fué discutida en la A sam blea
general de 1913. El H. \ M assonneau provocó los
aplausos unánim es de la A sam blea exigiendo sancio
n e s : «¿Q u é hacem os nosotros— pregunta— contra esos
diputados m asones que ocasionan un perjuicio con
siderable a la M asonería? No hacem os nada. Debiéra
m os exigir que se llamase al orden a esos herm anos,
qu e se les diga que su deber en la vida profana es el
de hacer que se apliquen los principios directores de
la Masonería. Yo pido en consecuencia a la A sam blea
que se una a mí para invitar al C onsejo de 'la Orden
114
m uy mal, para qu.e renunciem os a exigirles co m p ro
m isos form ales» U). Los parlamentarios que son «una
em anación de la Orden (2) deben í.ormar en el seno
del parlamento grupos que se ocupen con loda ac
tividad de los intereses de la Franc-M asonería. Tienen
la obligación de dar cuenta de su mandato ante sus
Talleres en épocas determ inadas» (3).
«El Congreso de las 'Logias de la región Sud-Este
invita al Consejo de la Orden y a las Logias a exa
m inar m uy de cerca los actos y los votos de los elec
tos y de los m iem bros del Gobierno masón, de m odo
que no puedan faltar a los com prom isos que lian co n
traído... pide que la lista de todos los parlam entarios
Franc-Masone.s sea com unicada a los Venerables de
todas las Logias a fin de facilitar la vigilancia y la
com p robación de sus votos» (i).
Existe en la Cámara de los Diputados un «C om i
té de V igilancia», organización encargada de inspec
cionar las actividades ,5) de los diputados m ason es;
dió pruebas de una energía incom parable durante la
discusión de la ley electoral de 1027 (6).
¡A sí es com o se manifiesta «la voluntad del pue
blo» de que tanto hablan todos esos republicanos de
mócratas, radicales y demás defensores del régim en
parlam entario!
115
III.—LAS FILIALES DE LA MASONERIA
116
nes híbridas em las que especialm ente se opera la su
gestión : -Exploradores, Fem inism o, Esperanlism o, et
cétera. En segundo plano, las tropas de. choque, las
Ligas de la Enseñanza, de los D erechos del Hombre,
del Libre Pensam iento, etcétera. A retaguardia, la
L ogia m asónica, tam bién ella m ism a escalonada, y,
por últim o, entre bastidores, teniendo todos los hilos,
el Judío, el eterno Judío» (1 ); tal es el cuadro que
n os presenta Mon&eñor Jouin de la organización ocul
ta que envuelve al universo en una sutil tela de
araña.
* * *
117
d e esta institución, recon ocida com o K<muy útil» por
el Congreso de la Gran Logia de Francia (i). Esta
utilidad desde el punto .de vista m asónico es tanto
más grande cuanto que la Liga, así com o la Alianza
¿Masónica Internacional, son organizaciones universa
les con ram ificaciones en todos los países, que les
perm iten desem peñar un papel prim ordial en el co
ronam iento de la obra m asónica, es decir, en la crea
ción de la república universal.
* * *
118
M aestre de la m asonería portuguesa, \lagalhaes Li
m a. Ahí están, en mi concepto, las verdaderas cau
sas de la guerra m undial, de las revoluciones que de
ella se derivaron, de esa ola de pacifism o de que so
m os testigos y, Analmente, la verdadera razón de
-que se organizara esc futuro super-gobierno interna
cional con ocido con el nom bre de «Sociedad de las
N aciones».
CAPITULO VIO
La Internacional Judeo-Masónica
I.—COMO SE FUNDO LA S. DE N.
12r
abandonada. Fué durante el reinado del E m perador
N icolás II, y por su propia iniciativa, cuando el pro
yecto se convirtió en realidad mediante la C onferen
cia Internacional de La Haya y su T ribunal. Esta or
ganización es, de todos m odos, m uy distinta de la
Sociedad de las N aciones; los Estados representados
en la C onferencia no están .obligados a recurrir a
ella, y, al revés de lo que ocurre en la Sociedad de
Naciones, no tiene la pretensión de presentarse com o
una especie de super-parlam ento o su per-gobierno.
Dos años antes de la fundación de la Sociedad de
las Naciones escribía M onseñ or J o u in : «La S. D. N.
-es para las logias el advenim iento definitivo de las de
m ocracias, el prim er paso hacia Jos Estados Unidos
de Europa, si no hacia los Estados Unidos del Mun
do. la aurora de la R epública Universal» (i). Exam i
nem os las m em orias de las Asam bleas generales, los
discu rsos y los artículos de los franc-m asones más
con sp icu os, y verem os que esas palabras del em inen
te especialista de la cuestión ju deo-m asónica son
profundam ente verdaderas.
La opinión pública está persuadida de que la idea
de la S. D. N. pertenece al presidente W ilso n y de
que fuó lanzada y discutida en el C ongreso de V er-
salles, en 1919. Esta con cepción absolutam ente falsa
ha sido sostenida por ’la prensa m asónica, y en rea
lidad se ignora generalm ente que la creación de un
super-gobierno fué estudiada en I03 centros m asóni
cos m ucho antes de la term inación de la guerra
m undial.
Y a en 1S67 se organiza «la liga internacional per
manente de la y su secretario, el judío Passy,
122
«sb oza la idea de un tribunal para zanjar sin apela
ción todos los conflictos entre las naciones (1).
E! periódico -(Los A rchivos Israelitas» soñaba con
un tribunal análogo en 1864. «¿N o es natural y aun
necesario— escribía un tal Levy B ing— que veam os
pronto establecido otro tribunal, un tribunal supre
mo al que se som etan los grandes conflictos públicos,·
las querellas entro nación y nación, que juzgue en
últim a instancia y cuya última palabra haga fe? Es
ta palabra será ia palabra de Dios, pronunciada por
sus hijos prim ogénitos (los hebreos), y ante la cual
se inclinará con respeto la universalidad de los hom
bres, nuestros hermanos, nuestros am igos, nuestros
discípulos» (2).
Tales son los sueños de Israel. iGomo siem pre, c o
inciden con los do la masonería. «¡Guando se haya es
tablecido la R epública en toda la vieja E uropa bajo
el nom bre de los Estados Unidos de E uropa (3)— es
cribe el «Alm anaque de los F ra n cm a so n e s»— , será
cuando reine Isiael en autócrata sobre esta vieja
Europa.
En el C ongreso de la Unión Universal de la Ju
ventud Judía, celebrado el 4 de agosto de 1926, pro
clam aba el II. ·. Justin Godard que los judíos son «el
más firme sostén de la (Sociedad de las Naciones, que
les debe su exislencia» (4). Aún precisa más el judío
C a s s in : «El renacim iento del Sionism o es obra de
123
la Sociedad de las N aciones» íl). P o r eso las organi
zaciones judías ¿p presentan com o defensoras de la
S ociedad de las N aciones y por eso los representan
tes del pueblo elegido pululan en Ginebra.
«La S. D. N.— escribe uno de los colaboradores de
«Les Gahiers de l’Ordre»— , producto de las con cep
ciones m asónicas, favorece abiertam ente los prop ósi
tos y las am biciones de los ju d íos» (2).
Sigam os el trabajo oculto de la masonería, los pre
parativos en logia de esta Sociedad antes d e su inau
guración (10 de enero de 1920), así com o las m odifi
caciones que pretende introducir en los estatutos d e
la m asonería universal.
A principios ae 1916 tuvieron lugar las prim eras
conferen cias que trataron de la futura Sociedad de las
N a cion es; el 5 de marzo, en la logia «Los T rinita
rios», habla el II. ·. Gastón M ceh «del Pacto de la S o
ciedad de las N aciones» (3). Esta conferen cia se re
pite el 25 de abril en la reunión de las logias de Pa
rís y sus arrabales (4): el 5 de mayo, delante de cin
c o logias parisienses reunidas, el m ism o orador tra
tó la cuestión de las «Garantías de la S. D. X .» Una
serie de conferencias del H. ·. M och que se im pri
m ieron bajo ese título (5), se repartió profusam ente
en los m edios m asonizantes.
Influenciado seguram ente por la lectura edifican
te de esas conferencias, exclam aba el profesor H. ·.
A u la r d : «Una inm ensa esperanza ha atravesado el
124
m u n d o : es la Sociedad de las Naciones, que es la
idea m ism a de la R evolución francesa» (1).
Después de haber preparado la opinión pública,
com ien za la m asonería el trabajo de organización.
L os días 14 y 15 de enero de 1917 tuvo lugar en Pa
rís una conferen cia de la m asonería de los países alia
dos que decidió convocar un «C ongreso de la M a
sonería de las naciones aliadas y neutrales» para «es
tudiar los m edios de llegar a la constitu ción de la
Sociedad de las Naciones, a fin... de que la hum ani
d ad pueda librarse en e! porvenir de los desastres que
paralizan la m archa de la civilización» (2), según reza
la convocatoria, en la q ue más adelante se l e e : «Es
un deber de la masonería, com o consecuen cia del
dram a cruel que se desarrolla actualmente, hacer
o ír su clam or humanitario y dirigir a los pueblos ha
cia una organización general que será su salva
guardia.
Otro párrafo de esta carta, dem asiado larga para
transcribirla íntegramente, es algo verdaderam ente
in e s p e ra d o : «Naturalmente que el C ongreso m asóni
co no ha de salirse del terreno puram ente hum anita
rio y, de acuerdo con nuestras constituciones m asó
nicas, no abordará n in guna cuestión de orden p olí
tico». D ebem os creer que «la organización general de
los pueblos» no e.« para los HH. ·. Gorneau y Pei-
gn é sino una cuestión de orden puramente interior,
de organización m asónica que no afecta para nada
a la política.
1.25
A pesar de todo, lo? HH. ·. Corneau y P eigiié
definen el objeto del C ongreso en estos té rm in o s:
«Preparar los Estados Unidos de Europa, crear una
autoridad supernacional destinada a resolver las di
ferencias entre las n a cion es; la Franc-M asonería
será el agente de propaganda de esta con cepción de
paz y de felicidad universal que se llamará la Socie
dad de las N aciones» (1).
S egún el H. ·. Lebey, esta Sociedad de las N acio
nes deberá asegurar «la práctica simplificada, n or
mal, legail y obligatoria del derecho internacional)),
que «podrá aplicar sanciones tales que sirvan para
am edrentar de antem ano a los que pudieran sentirse
tentados de faltar a su palabra» (2).
En la sesión del 28 de junio, presidida por el ge
neral Peigné, Gran Maestre de la Gran Logia de Fran
cia, fué volado e· estatuto de la futura. Sociedad de
las X a cion e s; citarem os algun os artículos (3):
«A rtículo I.— ... los países firm antes... acuerdan
constituir entre ellos una unión política, económ ica
e intelectual b a p el nom bre de Sociedad de las Na
ciones.
»A rtículo VIII.— En el Parlam ento Internacional
el poder ejecutivo se ejerce por un m inisterio o C on
sejo de las Naciones com puesto sobre la base de la
representación a razón de un m iem bro por nación.
Estos m iem bros serán elegidos por el Parlam ento In
ternacional de su propio seno. El presidente del .Con
sejo de las Naciones será elegido por los m iem bros
del Parlamento.
»A rtículo I X — El Parlamento Internacional elige
126
igualm ente do su seno, a razón de un m iem bro por
nación, un poder judicial, creándose una especie d e
T ribunal Internacional de Justicia al que se som ete
rán todos los conflictos de orden nacional entre las
nacion es.
»A rtículo X II.— El Parlam ento Internacional de-
signará el lugar de sus reuniones, la población que
haya de ser la Capital del M undo, cu yo territorio será
internacionalizado.»
Huelga todo com entario, puesto que los estatutos
de la Sociedad de las Naciones, tal com o figuran en
el Tratado de Versalles, están redactados casi en los
m ism os térm inos acordados en el Congreso m asónico
precitado, salvo algun os artículos suavizados y reto
cados a instancias del H. ·. León B ourgeois, que los
encontró prem aturos.
La Asam blea general del G. ·. O. ·. de Francia de
1917 se pron un ció en el m ism o sentido que ese Con
greso : «La Asam blea general del Gran Oriente de
F rancia... invita a sus m iem bros a una v igorosa e
infatigable acción ... para... el desarm e general y la
institución de un tribunal internacional con las san
cion es indispensables para el m antenim iento de la
paz firm ada bajo la protección soberana de 'la liber
tad y la (justicia fl).
Para com pletar el cuadro citarem os el acuerdo
adoptado por el C ongreso del partido socialista cele
brado en Burdeos del 6 al 10 de octubre de 1927: «La
realización de los trabajos de preparación de la Socie
dad de las Naciones para una política desprovista de
im perialism o» (2).
127
IL—ORGANIZACION DE LA S. D. N.
128
da en favor de esta institución, espera ensanchar su
cam po de acción y hacerla más apta para ayudar al
triunfo de las fuerzas ocultas.
La A sam blea general de la G. *. L · ’ . de Francia
«queda enterada con satisfacción de que la A sam blea
general de la Sociedad de las Naciones, prim er bos
quejo de un Parlam ento Internacional, se celebrará
en el mes de noviem bre p róx im o... Queda igualm en
te enterada con satisfacción de la creación de una Ofi
cin a Internacional del Trabajo, com o órgano perm a
nente de la S. D N.» (1). La A sam blea general de
1922 use pronuncia a favor del prin cipio de la Socie
dad de las N aciones constituyendo una Internacional
de los Pueblos» (2), y preconiza una serie de refor
mas para aumentar los derechos y poderes de la S o
ciedad de las Naciones y facilitar en consecuen cia su
m isión puramente m asónica. La secta encuentra in
suficiente la concentración de toda la actividad d ip lo
m ática de E uropa en el parlamento de G inebra. Las
log ia s quisieran transferir al supergobierno interna
cional la dirección económ ica d e ‘la vida de los pue
blos y por eso elabora la A sam blea un plan «de
creación de una Banca Internacional basada sobre la
m ovilización de la propiedad inm ueble pública y pri
vada (3).
Se considera igualm ente necesario «crear una m o
neda internacional única, em itida hasta un total de
1.600 m illares de m illones» (4). C om o puede verse, las
logias han adm itido los prin cipios socialistas de na
cionalización y socialización, y el acaparam iento de
todas las riquezas del m undo está tan m inuciosam en
te estudiado que hasta se han precisado las cifras.
19
«Los principales com etidos de la S. D. N.— leem os
en la m em oria de la A sam blea general de 1922— co n
sisten en la organización de la paz, la abolición de la
diplom acia secreta, la aplicación del derecho de los
pueblos a disponer de sí m ism os... la difusión de
una educación pacifista general apoyada principal
mente en la propaganda de una lengua internacio
nal... la creación de un espíritu europeo, de un pa
triotism o de la Sociedad de las Naciones, en una pa
labra, la form ación de los Estados Unidos de E uro
pa, o, m ejor aún, de la Federación del M undo» (1).
La organización federativa de los pueblos, se ha
dicho por otra parte, «im plica la constitu ción de un
sobre-Estadn supra-^nacional investido de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, es decir, poseyendo
dos tres órganos indispensables a toda sociedad c o n s
tituida : un Gobierno, un Parlam ento y un Tribunal
de Justicia. El T ribunal de Justicia debe estar p ro
visto de un C ódigo Penal, un C ódigo Civil y un C ó
d igo de procedim ientos internacionales. La autoridad
internacional debe estar apoyada por un ejército o
una policía internacional. D esarm ar a los Estados
desunidos, arm ar a la Federación de los Estados aso
cia d o s; éstas son las dos fases de un m ism o pro
g reso» (2).
«La (Sociedad de las N aciones», que nosotros he
m os creado, tendrá una fuerza moral y real tanto
m ayor y tanta m ayor influencia sobre los pueblos
cuanto más se apoye sobre las agrupaciones m asóni
cas del m undo entero» (3): pero para esto debe Ja
186
m asonería «aportar su concurso absoluto a la S o c ie
dad de las Naciones para quo 110 tenga que sufrir las
influencias interesadas de los Gobiernos» (1).
Los textos precitados deberían abrir los ojos de
to d js los defensores, tan cándidos com o ciegos, de
este parlam ento m asónico, de los que sueñan con
una paz universal, un paraíso terrestre organizado
sobre las ruinas de los Estados nacionales y del sen
timiento patriótico, sin el cual .no es posible la exis
tencia de ningún Estado y de ninguna civilización.
La masón h a Sociedad de las Naciones atenta
contra estos sentim ientos tanto com o contra la sobe
ranía de los Estados. La A sam blea general del Gran
Oriente de Francia de 1925 confirm a los acuerdos de
las Asam bleas precedentes y se m uestra partidaria
de «que ios d ecision es de la S. D. N. sean ejecutadas
com o leyes del Estado, sin que sean som etidas a las
deliberaciones de Iol- organism os legislativos de las
diferentes naciones» (2?.
T odo com entario nos parece su perflu o; el lector
sacará las consecuencias necesarias; pero antes de
terminar este estudio citará u n .texto extraído de los
«P rotocolos de los Sabios de S ión» (3).
«Cansarem os tanto a los cristianos... que les obli
garem os a ofrecernos un poder internacional, cuya
disposición sea lal que pueda, sin abatirlas, reunir
las fuerzas de todos los Estados del mundo y form ar
MI
un supergobierno. En substitución de los G obiernos
anuíales colocarem os mn espantajo que se denom ina
rá A dm inistración del S uper-G obierno. Sus manos
llegarán, co m o gorras, a todas partes y su organiza
ción será tan colosal que todos los pueblos le esta
rán sujetos» (i);
132
CONCLUSION
133
Apéndice primero
137
tre las que, desde 1727, fecha en que consta de un modo cierto
la existencia de la Masonería en España, han venido conspi
rando contra la Iglesia y contra la Patria misma, muchos de
ellos desde los puestos más destacados de la vida nacional, y
todos influyendo masónicamente en la deformación de la con
ciencia colectiva de nuestro pueblo. Porque, como ha dicho el
que fué Gran Maestre, don Miguel Morayta (1), «el masón,
aun sin proponérselo, propaga sos doctrinas en la cátedra, en
el periódico, en el libro, ea la reanión pública, en la tertulia
del café, en todas partes, ganando así la opinión de multitud
de gentes incapaces de percatarse de que ¡o que aplauden y
hacen suyo es parte del credo masónico?). Es decir, creando esa
llamada opinión pública, muy distinta en general del común
sentir de las gentes sensatas, en la que se han apoyado tantas
y tan funestas maniobras de los hombres políticos, que con
ello, como añade el mismo Morayta. ((proporcionaron intensas
alegrías a los Hijos de la Viuda, sin hacerse cargo de que mar
chaban de acuerdo con la Masonería».
* * *
El primero que se ocupó en la reorganización de las logias,
hasta entonces dispersas y desunidas, fué el Conde de Aranda,
Capitán General de Castilla la Nueva y Presidente del Consejo
de Castilla bajo el reinado de Carlos HE. Fundó en 1780 el
Grande Oriente Nacional de España y fué su primer Gran
Maestre.
Su obra masónica culminante fué la expulsión de los Je
suítas, en la que intervinieron además: el Duque de Alba, Con
sejero de Estado; don Manuel de Roda, ministro de Gracia y
Justicia, y don José Nicolás de Azara, Embajador en Roma,
los tres masoneR. como lo fueron también en aquella época don
188
Pablo Antonio de (Maride, Síndico de Madrid y Superintenden
te de las Colonias de Sierra Morena; el anciano don Melchor
de Macanas, que había servido como Ministro a Carlos n , Fe
lipe V y Femando VI, y don José Mofiino, enviado a Roma
para lograr la extinción de la Compañía, cuyos servicios re
compensó Carlos m con el condado de Floridablanca.
* * *
139
juez, causa de la abdicación de Carlos IV, en el que tomó parto·
activa disfrazado de hombre del pueblo.
-* * *
140
laluente, Tomás Murciano. Laureano Félix. losé Ortega, Joa-
qoín Jacqnes, Joan Antonio Caballero. Ramón Maestre, Fran
cisco Vitnri, Vicente Llorca, José Ramonet y Rafael del Riego,
jefe de la revolución de 1820, Gran Comendador de la Orden,
que murió retractándose de sus errores masónicos y liberales,
de los que el himno que lleva su nombre quiere ser hoy el
símbolo.
En el elemento civil contaba la Masonería de entonces con
don Vicente Cano Manuel, presidente de las Cortes; su herma
no don Antonio. Ministro de Gracia y Justicia; don Juan AI·
varez Guerra, varias veces diputado y senador y Ministro de!
Interior en 1835; don Alvaro Flórez Estrada, diputado que tomo
parte activa en la revolución de 1820; el Marqués de Tolosa,
lundador de logias: don Juan Romero Alpuentc, diputado en
i880; don Martin Batuecas, entusiasta republicano; don Al
fonso María de Barrantes, que participó en todas las revolu
ciones de su tiempo y murió en las barricadas de París en 1848;
don Antonio Pérez de Tudela, Gran Comendador de la Orden:
don Mateo Seoane. diputado en 1823 que votó la destitución
del Rey; don José Manuel Vadillo, varias veces diputado y se
nador; el poeta don José Espronceda, que dirigía el grupo más
exaltado de las logias de Madrid; don Bartolomé José Gallardo,
bibliotecario de las Cortes de Cádiz; don Francisco Martínez de
la Rosa, don Antonio Alcalá Galiaao, don Tomás Istúriz y don
Juan Alvares Mendizábal, más tarde ministros, y otros como
don Juan Hurtado, don José Alonso Partes, don Manuel Fi-
gueroa, don Pascual Navarro, don Antonio Oliveros, don Anto
nio Zarrazábnl. don José Zorraquin, don Francisco Fernández
Golfín, don Ramón Félix, don Juan Antonio Yandiola, don
Joan Manuel Arréjula, don Salvador Garzón y Salazar, More
no Guerra, don Cayetano Ripoll, don Domingo de la Vega, don
Sebastián Fernández Valera, don José María Montero, don Ma
merto Landaburu. don Francisco Alvarez, don Francisco Lon-
141
jedo, don Gregorio Iglesias, (ion Domingo Badia (Ais Bey), don
Claudio Francisco Grande, don Nicolás Paredes, don Tomás
Francos, don Domingo Ortega, don Francisco Meseguer y don
Francisco Fidaigo. Muchos de los nombrados fueron diputados,
y todos, contagiados del liberalismo enciclopedista, influyeron,
más o menos activamente, en las conspiraciones de los cons
titucionales.
Hasta la misma familia reinante llegó la contaminación
masónica en las personas del Infante don Francisco, hermano
del Rey; de su hijo el Duque de Sevilla, ckl Conde de Gorows-
ki y don José Güell y Renté, yernos del Infante, y de doña Isa
bel Gorowski y Borbón. Esta y la Condesa de Chinchón, nieta
de Godoy, son las primeras mujeres españolas de algún relie
ve que vemos afiliadas a la Masonería.
-* * *
Muerto Fernando VII y bajo la regencia cié su viuda, doña
María Cristina de Borbón, se constituyó un Gobierno del que
formaron parte loe masones: Martínez de la Rosa (presidente).
Gareüy, Burgos, Zarco del Valle y Vázquez Figueroa. Bajo este
Gobierno tuvo lugar la matanza de frailes de 1834.
El restablecimiento del régimen constitucional facilitó el
desenvolvimiento de las logias y figuraron en ellas, además de
los ya citados, don Joaquín María López, don Salustiano Oló-
zaga, don Antonio González, el Conde de las Navas, don Fer
mín Caballero, don Telesforo Trueba, don José Llanos, don José
Villanucva, don Cayetano Cardero, don Mariano José de Larra
(Fígaro), Amoravieta, Olavarría, Calvo Mateo, Duque de Ri-
vas, Ventura de la Vega, los generales don Evaristo San Mi
guel y López Baños, el brigadier Sancho y los coroneles Infan
te, Grases, Era y, Merconehini, López Pintos, Valdés Qulrog¿,
Espinosa y ODaH.
En la Masonería encontró el Conde de Toreno, sucesor de
Martínez de la Rosa, sus ministros Alvarez Guerra y Alvarez
Mendlzábal, el de la desamortización.
142
Este último presidió también un Gobierno «¡n el que figxl_
rafean Alava, Martin de los Heros, Gómez Becerra y el C o n d e
de Almodóvar, que habían visto la «luz masónica».
Istúriz, masón como ya hemos dicho, que sucedió a Men-
dizábal, adjudicó senda« carteras a sus HH. ■. el Duque de
Rivas, Méndez Vigo y Alcalá Gabano.
El motín de La Granja, preparado y atizado por la Maso
nería, dió el poder al masón don Ramón María Calatrava y
entraron a formar parte del Gobierno don Joaquín María Ló
pez, don José Landero, don José Ramón Rodil, don Andrés
García C am ba y don Joan Alvarez Mendizábal. también todos
masones.
Este Gobierno convocó Cortes constituyentes, que presidió
Gómez Becerra, y de las que fueron diputados los siguientes
iniciados en el Arte Real: Arguelles, Alonso Cordero, Alvarez
Gómez, Acuña, Alcalá Zamora, Ayguals de Isco, Asparos, Ba
llesteros, Beltrán de Lis, Olegario de los Cuetos, Cantero, Ca
ballero, Cano Manuel, Espartero, Espoz y Mina, Ferros Mon
taos, Fernández del Pino, Fernández de los Ríos, Feliú y Mi-
ralles, Fernández Baeza, Ferrer, Flores Estrada, González An
tonio, García Blanco, Garrido, Martin de los Heros, Hndves,
Infante, Llanos, Madoz, Matheu, Millán Alonso, dózaga, Olle
ros, Padilla, Roda, Seoane. Saívato, San Migué!. Sancho, Va-
dQlo y Vlcens.
Por entonces figuraban también en la Masonería don José
María Camacho, Gran Maestre adjunto; don Manuel Cortina,
reformador de la liturgia masónica; el periodista Mendildna
FiniDa, que organizó la Masonería politicamente; Concha y
Cano, Palarea, Zulneta, Flores Calderón. Calderón Coüantes.
Znrbano, el general Oráa, y, como queda dicho, el general Es
partero, Duque de la Victoria, regente del Reino en 1840.
-* * ♦
La Masonería puso el ceroo a la Reina doña Isabel II desde
su advenimiento al trono, y fueron sus preceptores Quintana y
143
Ventara de la Vega; Arguelles, su tutor, y don Martín de los
Heros, su intendente.
Pero, aun con tan celoeo6 consejeros, no logró la Maso
nería formar una reina a su medida, y las logias se revol-
\ieron en las frecuentes sublevaciones progresistas contra los
moderados y contra la misma Isabel II, a la que la secta
no podía perdonar el apoyo que prestaba a unos Gobiernos
que tenían la pretensión, absurda para los revolucionarios, de
que gobernar era mandar.
Por último triunfó en septiembre de 1868 la «gloriosa»,
preludiada con las sublevaciones de los generales masones
Pierrad, Moriones y Cuatreras, que estalló en la bahía de Cádiz
bajo la dirección de Los HH. * . Malcampo, Sagasta, Dulce,
Prira, Ruiz Zorrilla y Méndez Ñoñez, y secundada por los jefes
de los barcos, casi todos masones.
Entre los firmantes del manifiesto revolucionario de Sevi
lla. que vino a echar leña al fuego, figuraban Antonio Arístegw.
Federico Rubio, Francisco Díaz Quintero, el general Peralta,
Manuel Carrasco, Antonio Machado, Tomás Arderíus y Manuel
Sánchez Silva, miembros todos de la familia masónica.
Én el período revolucionario comprendido entre el destro
namiento de Isabel II y la Restauración influyó la Masonería
por medio de sus afiliados los presidentes del Consejo Prim,
Malcampo, Ruiz Zorrilla y Sagasta; los ministros Romero Ortiz,
Segismundo Moret, Cristino Marios, presidente del Congreso:
Eleuterio Maisonnave, Gran Comendador; Eduardo Chao, José
Cristóbal Sorní, Jacobo Oreiro, Gran Comendador; Francisco
Salmerón, Víctor Balaguer, Joaquín Bassols, Eugenio Gamin-
dez, José Pieltain, José Beránger, almirante; José Muro, Ra
món Nouvilas y José Echegaray, y los diputados y senadores:
José Abascal, alcalde de Madrid; Marqués de Albaida, presi
dente de las Constituyentes de 1873; Agustín Albors, Pablo
Alsina, Mariano Alvarez Acevedo, Jo6é Toribio de AmetUer, ge
neral; Gabriel Baldrich, general; Roque Barcia, escritor; Ra-
144
tnón Cala, periodista; Luis Blanc, escritor; Manuel Becerra,
Oran Comendador; Manuel Cantero, ex m inistro; Manuel Ca
rrasco, José María Carrascón, periodista; Juan Contreras, ge
neral; Rafael Coronel y Ortiz, director de Administración;
Salvador Damato, militar; Francisco Díaz Quintero, abogado
y periodista: Domingo Dulce, general; Duque de la Victoria,
general; José Fantoni y Solís, abogado; Ruperto Fernández de
las Cuevas, ingeniero; Angel Fernández de los Ríos, escritor;
Miguel Ferrer y Garcés, catedrático; Santiago Franco Alonso,
abogado; Francisco García López, abogado; Gregorio García
Ruiz, periodista; Rafael Guillén y Martínez, Bernardo Gar
cía, periodista; Francisco González User, industrial; Simón
Gris Benitz, abogado; Pedro Gutiérrez Agüera, Juan Manuel
González Acevedo, Santos de la Hoz y Sánchez, Adolfo Joarizti
Lasarte, José Lagunero, general; Manuel Llano y Persi, se
cretario del Congreso; Baldomero Lostau, Romualdo Lafuente,
Ricardo López Vázquez, secretario de la Presidencia del Con
sejo; Lorenzo Milans del Bosch, general; Domingo Morrones,
general; Pascual Madoz, ex ministro; Manuel Merelo, catedrá
tico; Luis de Moliní, Marqués de Montemar, Juan Moreno Te-
linge, Vicente Morales Díaz, abogado; Juan Moreno Benítez,
gobernador de Madrid; Ricardo Muñiz, director de la Casa de
la Moneda; Pedro Muñoz Sepúlveda, actor; Pedro Mateo Sa-
gasta, director de Administración; Duque de Montpensier, Ce
sáreo Martín Somolinos, farmacéutico; Juan Martínez VUler-
gaa, poeta satírico: Narciso Monturiol, José Navarrete, coman
dante de Artillería; Salustiano Olózaga, ex ministro; genera
les Pierrad, Palacios, Peralta y Rosell; Manuel Ortiz de Pine
do, abogado; Eusebio Pascual Casas, periodista; José Paúl y
Angulo, Víctor Pruneda, escritor; Zoilo Pérez, médico; Floren
cio Payela, abogado; Antonio Pedregui Guerrero, Antonio Ra
mos Calderón, director de la Deuda; Ignacio Rojo Arias, Gran
Comendador, gobernador de Madrid; Federico Rubio y Galí,
US
cirujano; Facundo Ríos Portillo, gobernador y secretario de
las Cortes; Francisco Rispa y Perpiñá, Gran Comendador; Ro
berto Robert, ministro plenipotenciario; Roldán del Palacio,,
abogado; José Reas y García, abogado; Manuel Regidor Ju
rado, periodista; Marqués de Santa Marta, Gran Maestre; Gon
zalo Serraclara, abogado; Juan Pablo Soler, escritor; Pruden
cio Sañudo, abogado; Salvador Salaute, abogado; Salvador
Sampere y Miquel, académico e historiador, y Miguel Uzu-
riaga.
Otros masones que no figuraron en política, pero que no
dejaron de cooperar en la labor revolucionaria de la secta, se
llamaron: Clemente Fernández Elias, catedrático: Rosendo Arús,
Amable Escalante, general; Ricardo Díaz de Rueda, magistra
do del Supremo; Nicolás Calvo Guasti, Felipe Picatosté, publi
cista; Francisco José Barnés, catedrático; AntGnio Pirala, his
toriador; Mariano García, ministro plenipotenciario; Ramón
Escandón, astrónomo; Juan Téllez Vicen, catedrático; Bernar
do Orcasitas, alcalde de Madrid; Vicente Moreno de la Teje
ra y Francisco Javier Parody.
146
Gran Oriente de España, legalidad electiva (Gran Comen
dador, Pío Vinader).
Gran Oriente de España, legalidad posesiva escocesa (Gran
Comendador, Juan Antonio Pérez).
Gran Logia Simbólica (Gran Maestre, José López Padilla).
Confederación Masónica Ibero-Americana (Gran Maestre,
Jaime Martí).
Gran Oriente Español (Gran Maestre, Miguel Morayta).
Soberano Gran Consejo del Rito Memphis Misraim (Gran
Maestre, Ricardo López Salaberry);
y hubo, además, otras logias que se sometieron a la Obediencia
del Gran Oriente Lusitano Unido, en el que encontraban más
favorable ambiente los más inquietos conspiradores.
Ese decaimiento de la Masonería determinó el que sus filas
se debilitaran, y asi, a los nombres ya citados, sólo podemos
añadir con plena certeza los de don Bonifacio de Blas y Mu
ñoz, don Gaspar Núñcz de Arce y don Vicente Romero Gi
rón, que fueron ministros de la Restauración, y, por supuesto,
masones declarados.
Muchos de los políticos de entonces siguieron a don Ma~
noel Becerra, que, tras un breve tiempo en que el cargo fué des
empeñado por Romero Ortiz, sucedió a Sagasta en la Gran
Maestría del Gran Oriente Nacional de España, legalidad elec
tiva (1).
Siendo Becerra Gran Maestre se desató en Filipinas una
violenta campaña antirreligiosa y anticlerical, y de rechazo
antlespañola, como las que desencadenaron las logias en Cuba
(1) T odos los nom bres de masones hasta aquí citados proceden
<Iu los Boletines del G rande Oriento Español y del Supremo Conse
jo del G rado 33 y de las obras escritas por el Gran Maestre don
M iguel M orayta y cor don N icolás D íaz y Pérez, grado 33 (b.
Viriato).
147
y Puerto Rico, con las que la Orden masónica coronó su obra
separatista iniciada por Picornell en tiempos de Carlos IV.
Masones, ya lo hemos dicho, fueron Sagasta (h . ·. Paz)
y Moret (h. ·. Cobden), que concedieron la autonomía a Cuba;
masón don Antonio Govin y Torres, fundador del partido au
tonomista y Gran Maestre de ia Gran Logia Unida de Colón
y Cuba, y masones don Gabriel del Junco, don Laureano Mo
rales, don Asencio Mayares, Marqués de Rabell, don Aurelio
Almeida, don José Piaría García Montes, don Rafael Montoro,
don Raíae! Fernández de Castro, don José Fernández Pellón,
don Segundo Alvares, Santisteban y Calixto García, cuyos nom
bres tanto sonaron con motivo de la última guerra colonial.
El general Blanco, Marqués de Peñaplata (h.*. Barcelo
na), nuestro último gobernador en Cuba, y sus adjuntos los
generales González Parrado (h . ·. Jesucristo!) y Bernal (h . ·.
Kleber), hubieron de entregar la Gran Antilla al ejército yan
quis de ocupación, en el que figuraban, que se sepa, los ma
sones Kent, Batos, Chafe, Summer, Ludlow, Ames y Wood, cum
pliéndose así los acuerdos de la Masonería internacional, que
había decretado la pérdida de Cuba para España en castigo
de su tenacidad católico-obscurantista.
La separación de Filipinas fué una consecuencia de los
trabajos de los indígenas masones Marcelo Hilario del Pilar
(h . * Kupang), Ambrosio Flores (h . ·. Muza), Faustino Vi-
llarroel (h . · Klam), Ambrosio Salvador, Numeriano Adriano,
Arcadlo del Rosario, José A. Ramos, Teodoro Plata, Apolinario
Mabini, Moisés Salvador, Domingo Franco y Timoteo Pérez,
entre otros, en combinación con el Gran Maestre del Gran
Oriente Español don Miguel Morayta (h . ·. Pizarro), el Gran
Maestre del Gran Oriente Nacional de España, don José María
Pantoja, y su «alter ego» don Eduardo Caballero de Puga, que
se valieron en el archipiélago del famoso «Katipunan», que
no era otra cosa que una sociedad masónica, de la Asociación
148
Hispano-Fiiipina, constituida por los conspiradores residentes
en la Península, y del periódico «La Solidaridad», editado por
éstos en Barcelona.
España, como dijo entonces un insigne periodista, «con-
»quistó el archipiélago filipino, como había conquistado antes
»América, no por la fuerza de las armas, sino por la virtud
»sobrenatural de la Cruz de Cristo; y de América y Filipinas
»hemos sido arrojados por el triángulo masónico, enemigo de
»la Cruz», y enemigo de España, agregamos nosotros.
A fines del siglo XIX figuraban también en la Masonería
don Telesforo Montojo y Robledo, don Justo Jiménez, don Ma
nuel Rosso, don Emilio Menéndez Pallares, G.an Maestre; don
Andrés Borrego, decano de periodistas; dori Fernando Soldevi-
Da ( h . · . Dióscoro), periodista y gobernador civil; don Miguel
Moya, director de «El Liberal», diputado a Cortes, grado 33 y
Gran Maestre adjunto de la Gran Logia Simbólica; don José
Francos Rodríguez, entonces director de «El Globo»; don Odón
de Buen, catedrático; don Anselmo Arenas y López (h. ·. Mun-
da), catedrático, y don Sergio Martínez del Bosch (1).
* * *
149
No estaban los logias en absoluto inactivas, como lo de
muestran la semana sangrienta de Barcelona en 1909. cuyo
principal instigador fué el tristemente célebre Francisco Ferrer
Guardia ( h. *. Cero), y la campaña internacional antiespa
ñola que organizó la Masonería con ocasión del proceso Ferrer.
Pero sin que su sectarismo anticatólico hubiera cedido, la
intervención de las logias en la vida política era en general
menos acentuada, por lo que hubo en las altac esferas quie
nes confiadamente llegaron a creer a la Masonería poco menos
que extinguida y reducida a la práctica de sus ritos grotescos.
Al amparo de ese olvido imprudente de su existencia y de
sus fines pudo la secta reorganizarse cuando creyó propicio
el ambiente para urdir una vasta conspiración, cuyas conse
cuencias estamos tocando.
Según datos del Anuario Masónico de 1928, el Grande Orien
te Español tenia a fines de 1027 ochenta y cinco talleres sim
bólicos, o sea cincuenta y dos más que en 1922, y la Gran Logia
Española había pasado en el mismo lapso de cinco años, de
diez a cuarenta y dos talleres. Andalucía fué la región más
«favorecida», pues sólo en ella llegó a haber en 1928 cincuenta
y cinco talleres masónicos. Las consecuencias de este privilegio
no ha tardado en conocerlas la antigua tierra de María San
tísima.
Siendo la Masonería el instrumento más apropiado para toda
conspiración, lógico era que en ella se afiliasen cuantos, desean
do un cambio político, eran capaces de recurrir a todos los me
dios para conseguirlo y cuantos simpatizaban más o menos pla
tónicamente con los elementos revolucionarios.
Las logias recibieron en consecuencia o volvieron a admitir
a personas como (1) Fernando de los Ríos, Gabriel Bonilla, En-
150
rique Marti Jara, Luis Jiménez Asúa, Demóülo de Buen y José
Giral, catedráticos de nuestras Universidades: a les profesores
de Institutos, Escuelas Normales y de Comercio Rafael Timón
-de Lara, Amós Sabrás, Cesáreo Martínez, Rodolfo Llopis, Ra
món y Enrique González Sicilia, Pedro Armasa Eriales, Ulde-
rico del Olmo, F. Duque y José Mejías; a periodistas tan co
nocidos como Juan Sarradell, Antonio de Lezama, Luis Bello
Trompeta, Augusto Barcia, Alfonso Hernández Catá, Antonio
Fernández Velasco, Benito Articas Arpón, Augusto Vivero, Ma
riano Benlliure y Tuero, Enrique Paúl Almarza, Salvador Que*
mades y Rafael Salazar Alonso, y agitadores políticos tan se
ñalados como Daniel Anguiano, Vicente Marco Miranda, Eduar
do Barriobero, Alvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Eduar
do Ortega Gasset y el general López Ochoa.
Y pese a las protestas de inocencia y de alejamiento de las
actividades políticas que, cuando le conviene, formula para el
público «profano», la Masonería, por medio de los elementos
señalados y de otros cuyos nombres aparecen más adelante,
preparó y llevó a cabo la primera parte de una revolución
cuyo desenlace, si Dios no lo remedia a tiempo, puede ser la
Tuina definitiva de España.
Desde abril de 1931 han desempeñado altos cargos en la go
bernación del Estado los siguientes masones:
Manuel Azaña Díaz, ministro de la Guerra y presidente
del Consejo de ministros.
Alejandro Lerroux y García, ministro de Estado y presi
dente del Consejo de ministros.
Diego Martínez Barrio, Gran Maestre, ministro de Comu
nicaciones, Guerra y Gobernación y presidente del Consejo
de ministros.
Fernando de los Ríos Urruti, ministro de Justicia, Instruc
ción pública y Estado.
151
Marcelino Domingo San Juan, ministro tíe Instrucción pú
blica y de Agricultura.
José Giral, ministro de Marina.
Alvaro de Albornoz Liminiana, ministro de Fomento y de
Justicia y presidente del Tribunal de Garantías Constitucio
nales.
Emilio Palomo, gobernador de Madrid, subsecretario y más
tarde ministro de Comunicaciones.
Juan Botella Asensi, ministro de Justicia.
Rafael Guerra del Río, ministro de Obras Públicas.
Juan José Rocha García, embajador en Portugal, presi
dente del Consejo de Estado, ministro de la Guerra y de
Marina.
Gerardo Abad Conde, subsecretario de Comunicaciones, pre
sidente del Consejo de Estado, vocal del Tribunal de Garantías
y presidente del Patronato para la incautación de los bienes
de los Jesuítas.
Rodolfo Llcpis, director general de Primera Enseñanza.
Mateo Hernández Barroso, director general de Telégrafos.
José Salmerón, director general de Obras Públicas y de
Montes.
Antonio Pérez Torreblanca, director general de Agricultura.
Ramón Franco Bahamonde, director general de Aero
náutica.
Augusto Barcia, Soberano Gran Comendador, delegado del
Gobierno en el Consejo Superior Bancario.
Benito Artigas Arpón, delegado del Gobierno en los Ca
nales del Lozoya y director general de Comercio y Política
Arancelaria.
José Domínguez Barbero, ministro del Tribunal de Cuentas.
Salvador Albert Pey, embajador en Bélgica.
Francisco Maciá, presidente de la Generalidad de Ca
taluña.
152
Rafael Salazar Alonso, presidente de la Diputación pro
vincial de Madrid y ministro de la Gobernación.
Eduardo Ortega Gasset, gobernador civil de Madrid.
Pedro Rico López, alcalde de Madrid.
Carlos Esplá Rizo, subsecretario de Gobernación.
Eduardo López Ochoa, capitán general de Cataluña, ins
pector general de la Tercera Inspección del Ejército y vocal
representante del ministerio de la Guerra en el Tribunal re
visor de los fallos por Tribunales de Honor.
Jaime Ayguadé, alcalde de Barcelona.
Casimiro Giralt, consejero de la Generalidad de Cataluña.
Dionisio Correas, consejero de Cultura.
Ramón González Sicilia, director general de Primera En
señanza y subsecretario de Instrucción pública.
Demófilo de Buen, consejero de Estado, presidente del Pa
tronato para la incautación de los bienes de los Jesuítas y
presidente de la Sala Quinta del Tribunal Supremo.
Lnis Jiménez Asúa, vicepresidente primero del Consejo Su
perior de Protección de Menores.
Antonio Jaén, ministro de España en el Perú.
Manuel Torres Campañá, subsecretario de Gobernación y
de la Presidencia del Consejo.
José Moreno Galvache, subsecretario de Agricultura, de In
dustria y Comercio y de Instrucción pública.
Nicolás Sánchez Belástegui, delegado del Gobierno en los
servicios hidráulicos del Guadalquivir.
Ramón Carreras Pons, comisario general de Cataluña.
Fernando Valera Aparicio, director peneral de Agricultura
y subsecretario de Justicia.
Pedro Vargas Guerendiain, subsecretario de Comunica
ciones.
Sidonio Pintado, consejero de Cultura.
153
Gabriel González Taltabull, vocal del Tribunal de Ga
rantías.
Ramón Pérez de Ayala, embajador en Inglaterra.
Rafael Blasco García, vocal suplente del Tribunal de Ga
rantías.
Pedro Armasa Eriales, subsecretario de Instrucción pública.
Luis Doporto Marchori, director general del Instituto Geo
gráfico, gobernador civil de Valencia y consejero de Cultura.
Eloy Vaquero Cantillo, director general de Previsión y Ac
ción SociaL
Angel Rizo Bayona, delegado del Estado en el Consorcio
Nacional Almadrabero.
Clara Campoamor Rodríguez, directora general de Bene
ficencia.
José Juncal, embajador en Portugal.
Antonio Toñón de Lara, director general de Beneficencia.
Alvaro Pascual Leone, director general de Administración
liOcaL
Antonio Montaner Castaño, gobernador civil de Sevilla y
director general de Ferrocarriles.
Angel Galarza Gago, Fiscal de la República, Director gene
ral de Seguridad y Subsecretario de Comunicaciones.
Casi todos los nombrados han sido diputados de las Corte3
de la República; también han tenido asiento en el Congreso
los masones siguientes:
Melquíades Alvarez González, Eugenio Arauz Pallardo, Se
bastián Banzo Urrea, Francisco Azorín Izquierdo, Miguel Bar-
£aüó Ardevol, Eduardo Barriobero Herrán, Luis Bello Trom
peta, Cayetano Bolívar Escribano, Miguel de Cámara Cendoya.
Hermenegildo Casas Jiménez, Adolfo Chacón de la Mata, An
drés Domingo Martínez, Eladio Fernández Egocheaga, Joaquín
García Hidalgo Villanueva, Pedro Vicente Gómee Sánchez, Mi
guel Granados Rurz, Emilio González López, Julio Just Jime-
Í154
no, Eduardo Layret Foia, Julio María López Orozco, Vicente
Marco Miranda, Lucio Martínez Gil, José Martín Gómez, Ma
riano Merediz Díaz-Parreño, Manuel Moreno Mendoza, Manuel
Morón Díaz, Manuel Muñoz Martínez, César Oarrichena Je
naro, Manuel Olmedo Serrano, Alonso Pérez Díaz, Joaquín Pé
rez Madrigal, Domingo Pérez Trujillo, Manuel Pórtela Valla
dares, César Puig Martínez, Romualdo Rodríguez Vera, Amós
Sabrás Garrea, Juan Antonio Santander Carrasco, Francisco
Saval Morí«, Jaime Simó BofarulL, Narciso Vázquez Lemus y
Rodolfo Viñas Arco.
No hemos citado a todos los masones que han desempe
ñado cargos públicos, sino solamente a los que han ocupado
I06 de mayor significación, y aun así la lista ha sido larga.
Se concibe que la Masonería llame a la República «nuestro
régimen» (1). Lo que no se concibe es que en el mismo docu
mento en que así se la califlca se afirme tranquilamente, ha
blando del desgobierno en que vivimos, que «a la Franc-Ma-
sonería no le alcanza ninguna responsabilidad en estos la
mentables espectáculos», y se pretenda hacer tragar a los
«profanos» o a los incautos «aprendices» la siguiente rueda
de molino: «Las contadas veces que hemos llegado hasta las
»representaciones del Poder público no se nos atendió; más
»aún, sistemáticamente se nos desdeñó. Y eso que nosotros
»—no es menester decirlo—jamás fuimos a pedir prebendas
»ni servicios, ni siquiera migajas del banquete político, que
»por ninguno de esos móviles actúa ni se deja arrastrar nues-
»tra institución.»
¿En qué quedamos, señores masones? ¿Es eso cierto, o es
más exacto que «la Masonería o es política o no es nada»,
como dijo el H.\ Barea. con la aprobación de todos los asie-
(1) Bolot.'a .ÍM Supremo Con ejo Jol Grado 33. Octubre 1933.
155
tentee a la Asamblea del Gran Consejo Federal Simbólica
celebrado en Sevilla en 1925?
* * *
Después de leído este libro, y de haber conocido por él
lo que es la Masonería, y después de leída esta relación de
los masones que han intervenido en la vida política española,
¿puede nadie extrañarse de que en España se hayan sucedido,
durante dos siglos de actividad masónica, los desaciertos, las
torpezas y, lo que es peor, las catástrofes, la ruina, los crí
menes impunes, los robos sacrilegos y la desmoralización ge
neral que nos envuelve?
Medítelo el lector y deduzca las consecuencias prácticas
que deba poner en inmediata ejecución.
* * *
Grados simbólicos:
1.° Aprendiz.
2.° Compañero.
3.® Maestro.
Grados capitulares:
4.° Maestro secreto.
5.° Maestro perfecto.
6.° Secretario íntimo.
7.° Frebcste y Juez.
8.° Intendente de los edificios.
9.° Maestro elegido de los Nueve.
10.° Ilustre elegido de los Quince.
11.° Sublime Caballero Elegido.
12.° Gran Maestro Arquitecto.
13.° Real Arco.
14.° Gran Elegido Períecto y Sublime Masón.
15.° Caballero de Oriente o de la Espada.
16.° Principe de Jernsalén.
17.o caballero de Oriente y Occidente.
18.® Soberano Príncipe Rosa-Cruz.
Grados consejiles o filosóficos:
19.° Gran Pontífice o Sublime Escocés.
20.° Venerable Gran Maestro de las Logias Regulares.
21.° Patriarca Noaquita.
22.° Caballero Real Hacha o Príncipe del Líbano.
23.° Jefe del Tabernáculo.
24.® Príncipe del Tabernáculo.
25.° Caballero de la Serpiente de Bronce o de Airain.
26.® Príncipe de Merced o Escocés Trinitario.
27.® Gran Comendador del Templo.
28.® Caballero del Sol.
29.° Gran Escocés de San Andrés.
30.® Gian Elegido Caballero Kadosh o del Aguila Blanca
y Negra.
Grados sublimes:
31.° Gran Inspector Inquisidor Comendador.
32.° Sublime y Valiente Principe del Real Secreto.
33.° Soberano Gran Inspector General.
En la actualidad sólo se confieren los tres grados simbólicos;
los grados capitulares 4.°, 9.°, 13.° y 18.( ; los filosóficos 24.° y 30/',
y los tres grados sublimet.
Apéndice tercero
(Fundad· en 1811)
159-
constituido un Supremo Consejo del Grado 33 divergente del
de España y sus Dependencias, nombrándose la siguiente Co
misión permanente provisional:
Soberano Gran Comendador: Ilustre h .\ Mariano Larra-
naga, teniente coronel de Infantería. Calle Mayor, 65.
Sober&no Gran Teniente Comendador: H u s .'. h .·. Herminio
Alvarez, comerciante.
Gran Orador: lius.·. h .\ Jesús Palencia, empleado.
Gran Tesorero: Ilus.·. h.·. Alvaro Guzmán, director-pro
pietario de la Revista técnica de Madrid «Vida Financiera».
G raTi Canciller: IIus.\ h .\ Antonio Fernández de Velasco,
Abogado en ejercicio y funcionario del Ministerio de la Eco
nomía Nacional, plaza de la Cruz Verde, 3, primero, derecha,
teléfono 14.359.
Se acordó domiciliar este Supremo Consejo en Madrid, calle
de Alcalá, 171 (hotel), teléfono 57.760.
El «TIustro y l\>»leroso Hermano» .José María Rodríguez y
Rodríguez, simbólico «A r f / n i f i n o » . Soberano fíran Comen
dador del Supremo Consejo del Grado 33 para España v sus
Dependencias. (Reprodución de la fotografía publicada por
el «Boletín del Supremo Consejo del Grado 33 para Espa
ña y sus Dependencias» en el número de Marzo de 1934.)
Apéndice coarto
181
Organismo y número Radicado en
162
.Augusto Ha re iu Tivll«·?. s i m b ó l i c o ' I.u .-s ít ¡< > . <>\ (¡ r; m
Maestre del Grande ( Irírnte Español y ex S o le v a n · * ( ¡ r . m
Comendador del Supremo Consejo del ( ¡i*;i<l>> 3 ; ¡»ara Ks-
paña y sus Dependencias, i Reproducción de la f o t o g r a f í a
publicada p«»r ··! - B o le tín Oficial del Supremo Conseco del
( I r a d o 33 para España y sus Dependencias· en el número
de A b r i l d e lí»28.;
do de un nuevo Capitulo de Caballeros Rosa-Cruces titulado
«Verdad», núm. 76.
En Málaga quedó constituido el Capitulo «Perseverancia»,
número 77, por decreto de noviembre de 1932, que se publicó en
el Boletín Oficial del mes siguiente.
Por otro decreto fechado en marzo de 1933 queda definitiva
mente auspiciado por el Supremo Consejo el Capítulo «Alberto
de Lera», núm. 78, instalado en Gijón.
Apéndice qninto
16«
»Este ambiente, con propuestas e ideas encontradas, crista
lizó en la famosa Asamblea de 1922 en una nueva organización
que suprimía el G r.\ Consejo de la Orden y .daba personalidad
a las Regiones, distribuyéndoles los Talleres que radicaban en
sus respectivas jurisdicciones, para que luego, auspiciadas siem
pre las Grandes Logias Regionales, a los efectos de Rito y Re
gularidad, per el Supremo Consejo del g r .\ 33°, se federasen
normalmente entre sí, reconstituyendo el G r.\ O.·. Español
sobre una base autonomista.
»Los masones, los Talleres, eran los mismos; variaba su or
ganización interna.
»La reorganización ha tenido lugar durante el año 1923,
constituyéndose las Regionales siguientes:
NUMEROS Núm. de
Grandes Lngias Regionales SEDE Logias (3) Tr.-.(4)
167
»Encargada lina Comisión de redactar un Estatuto o Pacto
Federal, se circuló el Proyecto a las Regiones, que, reunidas en
dos Asambleas nacionales simbólicas (octubre 1924 y marzo
1925), las estudiaron y redactaron conforme al referéndum,
quedando aprobado en la III Asamblea (mayo* 1925).»
Por este Estatuto se constituyó el Gran Consejo Federal
Simbólico, que tuvo en un principio su sede en Madrid, y al
que se encomendaba la representación del Simbolismo del
Grande Oriente Español en los actos internacionales (Asam
bleas, Congresos, Conferencias, etc.) el refrendo de los títulos
del gr.·. 3.° expedidos por las Grandes Logias Regionales y la
resolución, en única instancia, de las contiendas y diferencia»
que pudieran surgir entre las Grandes Logias Regionales.
Trasladada más tarde a SeviUa la sede de este Gran Con
sejo, estuvo allí funcionando bajo !a Gran Maestría de Demófi-
lo de Buen, hasta que en agosto de 1931 se trasladó a Madrid
por acuerdo de la X Asamblea Nacional Simbólica, donde se
decidió por unanimidad «que habiendo desaparecido las causa»
que motivaron el traslado de !a Sede de este Gran Consejo a
los Valles de Sevilla, y establecido en España el régimen de li
bertad, justicia y derechos ciudadanos, pase nuevamente la
Sede del Grande Oriente a radicar en los Valles de Madrid, ca
pital de la Nación, donde deberán encontrarse instaladas sus
oficinas el día 31 del actúa! mes de agosto, dirigiéndose la co
rrespondencia a la dirección postal siguiente: señcr don Aselo
Plaza, calle del Príncipe, 12, segundo, Madrid (España)».
Así consta en la página 1 del «Boletín del Grande Oriente
Español» de 10 de agosto de 1931, donde figura también la si
guiente relación de los «hermanos» que en la precitada Asam
blea fueron designados para desempeñar en la Comisió/i Per
manente los cargos de Luces, Dignidades y Oficiales. Como pue
de verse, no sólo se mencionan en ella los cargos que a cada
uno corespondieron dentro de la Orden, sino también los pues
tos políticos con que habían resultado agraciados en el reparto
hecho por las Logias. Esto demuestra el interés de la Masone
ría en acapararlos y los beneficies que se proponía obtener en
consecuencia:
168
«Gran Maestre» Diego Martínez Barrio, ministro de Comu
nicaciones.
»Primer Vicepresidente, Marcelino Domingo, ministro de
Instrucción pública.
»Segundo Vicepresidente, Rodolfo Llopis, director genent
de Primera Enseñanza.
»Tercer Vicepresidente, Enrique Barea Pérez, secretarlo e»
pecial del Ayuntamiento de Madrid.
»Cuarto Vicepresidente, Vicente Costales, Industrial.
»Gran Orador, Emilio Palomo, gobernador civil de Madrid
»Gran Secretario, Aselo Plaza Vinuesa, industrial.
»Gran Secretario Adjunto, Francisco de la Mata, directa
del Colegio de Huérfanos de Correos.
»Gran Contador, Francisco Pérez Anega, empleado.
»Gran Tesorero, Roberto Ruis, empleado.
»Gran Maestro de Ceremonias. José Gómez de la Serna
abogado.
»Gran Hospitalario, Elias Palasí, gerente de la Sociedad
General de librería.
»Gran Guarda Templo, Celso Joaniquet, abogado.
»Vocal primero, Fernando de los Ríos, ministro de Gracia
y Justicia.
»Vocal segundo, Juan Sarradell, abogado y periodista.
»Vccal tercero, Pedro Rico López, alcalde de Madrid.
»Vocal cuarto, Ramón González Sicilia, catedrático y dipi*
tado a Cortes.
»Suplentes: Angel Rizo, marino y diputado a Cortes; Go»
rardo Abad Ccnde, subsecretario de Comunicaciones; Vicente
Marco Miranda, periodista y diputado a Cortes; Fernando Var·
lera, periodista y diputado a Cortes; Eloy Vaquero, abogado
diputado a Cortes; Adolfo Chacón de la Mata, comerciante
diputado; Manuel Muñoz, militar y diputado a Cortes, y Jua»
Santander, diputado a Cortes.»
Logrados los principales objetives masónicos con la form*
ción de unas Cortes Constituyentes hechura de las Logias y con
la promulgación de uiia Constitución a la medida de sus deseos
fueron desapareciendo del primer plano alguno de los mál
16·
conspicuos masones para ocultarse, conforme a su táctica ha
bitual, entre bastidores, y ya en 1933, según pueae verse por los
datos que insertamos a continuación, tomados de un folleto pu
blicado por el Grande Oriente, en el cuadro de dignidades f
oficiales ha disminuido considerablemente la proporción en que
se encuentran los personajes políticos de primera fila.
1Y0
Suplentes, Leonardo Polo.
> Teodoro César.
» Fernando García Peña.
» Antonio Guisasola.
» Domingo Goitia.
» Francisco Martín de Antonio.
Dirección privada: Ceferino González. Príncipe, 12, segun
d a Madrid.
Apéndice sexto
178
Resp.-. Log.·. «Matritense», número 12.—Sede: Madrid.
Ven.*. Maestr.·., Francisco de la Mata del Pozo.
Dirección privada: Matritense. Principe, 12, segundo. Ma
drid.
n « »
Resp.*. Log.·. «Condorcet», número 13.—Sede: Madrid.
Ven.·. Maestr.*.. Rosendo Castell Ballespi.
Dirección privada: Condorcet. José Marañón, 3, bajo. Ma
drid.
• * ·
Resp.*. Log.·. «Concordia», número 14.—Sede: Madrid.
Ven.·. Maestr.·., Antonio Guissasola Pedregal.
Dirección privada: Concordia. Príncipe, 12, segundo. Madrid.
• · *
Resp.:. Log.:. «República Portuguesa», número 18.—Sede:
Madrid.
Ven.·. Maestr.·., Felipe de Silva Méndez.
Dirección privada: República Portuguesa. Príncipe, 12, se
gundo. Madrid.
* * *
m
Resp.·. Log.·. «Helmíntica».—Sede: Salamanca.
Ven.·. Maestr.·., Angel Arias Fernández.
• * ·
Resp.·. Tr.·. «Zurbano».—Sede: Logroño.
Ven.·. Maestr.·., Elias Sáez.
r»
Ven.·. Maestr.·., Manuel Tejedor Riñón.
Tirpcción privada: M. T. Apartado 173. Gijón (Oviedo).
• · ·
Reso.·. liOg.·. «Argüelles», número 3.—Sede: Oviedo.
Dirección privada: L. Argüelles. Apartado 35. Oviedo.
173
Dirección privada: Gustavo Acebo, farmacéutico. Nava
■(Oviedo).
177
Ven.·. Maestr.·., Enrique Mahler Burén.
Dirección privada: Ateneo Fénix, Sección Cosmos. Avifió,
»limero 27. Barcelona.
• · ·
Resp.*. Log.-. «Lealtad».—Sede: Barcelona.
Ven.·. Maestr.*., Franz Gerard Nabrink.
Dirección privada: Ateneo Fénix, Sección Lealtad. Aviñó,
número 27. Barcelona.
* * w
Resp.·. L og.\ «Hansa».—Sede: Barcelona.
Ven.·. Maestr.·., Enrique Zoeller y de Visad.
Dirección privada: Ateneo Fénix, Sección HanBa. Avifió,
número 27. Barcelona.
178
R esp.\ Log.·. «Democracia».—Sede: Barcelona.
Ven.·. Maestr.·., Br.rcolcmé Muntané Cirici.
Dirección privada: Ateneo Fénix, Sección Demccracia. Avi
só, 27. Barcelona.
179
Resp.·. Log.·. «Numancia», núm. 3.—Sede: Alicante.
Ven.:. Maestr.:., Francisco Ramón Lledó.
Dirección privada: El mismo. Calle Segarra, 9, primero.
Alicante.
* * *
Resp.;. Log.'. «Illice Constante», núm. 7.—Sede: Elche (Ali
cante) .
Ven.·. Maestr.·.. Jerónimo Eernal Orozco.
Dirección privada: El mismo. Farmacia Bemal. Elche (Ali
cante).
100
GRAN LOGIA REGIONAL DEL MEDIODIA DE E.3PASA.
SEDE: SEVILLA
M .\ Resp.·. Gran Maestre, Fermín de Zayas Molina.
Dirección privada: El mismo. Roque Barcia, 5. Sevilla.
181
Resp.*. T r.\ «Ferrer».—Sede: La Campana (Sevilla).
Ven.*. Maestr.·., José García García.
Dirección privada: El mismo. Marquesa, 51. La Campana.
(Sevilla).
* * *
Resp.*. Tr.·. «Astigis».—Sede: Ecija (Sevilla).
Dirección privada: Juan Tejero Romero. Luis Vélez de Que-
vara, 2. Ecija (Sevilla).
182
Resp.’. Log.·. «Hijos de Hiram».—Sede: Cádiz.
Ven.·. Maestr.*., Enrique Raggio.
Dirección privada: Jcaquín Díaz Romero. Rosario, 37. Cádiz.
* · ♦
Resp.·. Log.·. «Hermano Vigor».—Sede: Cádiz.
Ven.·. Maestr.·., Manuel Muñoz Martínez.
Dirección privada: Manuel Ruiz. Rosario, 4, platería. Cádiz.
9 0 0
Resp.·. Log.·. «Resurrección».—Sede: La Línea (Cádiz).
Ven.·. Maestr.-., Francisco Chacón Matorrell.
Dirección privada: El mismo. Primero de Mayo, 9. La Línea,
(Cádiz).
118
Resp.*. Log.·. «Colón».—Sede: Puerto Real (Cádiz).
Ven.*. Maestr.:., José Blanco Pinzón.
Dirección privada: El mismo. San Francisco, 8 . Puerto ReaL
(Cádiz).
* * «
184
Resp.·. Log.·. «Redcncic:-:>.—Sede: Ayamonte (Hueiva).
Ven.·. Maestr.·., Pablo Ojeda Ojeda.
Dirección privada: El mismo. Muelle del Sur, ll. Aya-
monte (Hueiva).
* * *
Resp.·. Tr.·. «Hijos de la Luz».—Sede: Aroche (Hueiva).
Ven.*. Maestr.·., José Díaz.
Dirección privada: El mismo. Eduardo Dato, 9. Aroche
(Hueiva).
186
Dirección privada: Ei mismo. Duque, 19, segundo. Car
tagena.
117
TALLERES SIMB.·. DEPENDIENTES DE LA GRAN LOGIA
REGIONAL DE MARRUECOS
Resp.·. Log.·. «Atlántida».—Sede: Tetuán.
Ven.·. Maestr.·., Salvador Possati.
Dirección privada: El mismo. Nicolás Salmerón, 10. Tetuán
(Marruecos).
* * ·
Resp.·. Log.·. «Luz».—Sede: Tetuán.
Ven.·. Maestr.·. Andrés Pérez Gomáriz.
Dirección privada: El mismo. Imprenta. Tetuán (Ma-
iruecos).
• · *
Resp.·. Log.:. «Oriente».—Sede: Tetuán.
Ven.·. Maestr.·. Cristóbal de Lora Castañeda.
D irección p riv a d a : El mism o. A p artad o 9. T e tu á n (M a
rruecos).
* * ·
Resp.·. Log.·. «Lixus».—Sede: Larache.
Ven.*. Maestr.·., José Pedresa Sánchez.
Dirección privada: El mismo. Apartado 99. Larache (Ma
rruecos).
• · ·
Resp.·. Log.·. «Cabo Esparte!».—Sede: Alcazalquivlr.
Ven.·. Maestr.·., José Lczano Ruiz.
Dirección privada: El mismo. Veterinario. Alcazalquivir
(Marruecos).
• * *
Resp.·. Log.·. «Casablanca».—Sede: Casablanca.
Ven.·. Maestr.·., Garzón (Jacques).
Dirección privada: Boite Póstale, 813. Casablanca (Ma
rruecos).
* * *
Resp.·. Log.·. «Fiat Lux».—Sede: Casablanca.
Ven.·. Maestr.·., Josué J. Pinto.
Dirección privada: El mismo. Eoite Póstale, 813. Casablan
ca (Marruecos).
* * ·
Resp.·. Log.·. «Samuel Güita».—Sede: Casablanca.
Ven.·. Maestr.·., Marcos J. Toledano.
186
Dirección privada: El mismo. Boite Póstale, 153. Casablan
ca (Marruecos).
* * *
Resp.·. Leg.·. «Fez Lumiére».—Sede: Fez.
Dirección privada: EUe Kadok. Ecole Israelite. Sefrón. Fez
(Marruecos).
• · ·
Resp.·. Tr.·. «Lombroso».—Sede: Xauen.
Ven.·. Maestr.·., Vicente Arlandis Marzal.
Dirección privada: El mismo. Teniente de Intervenciones
Militares. Oficina de T&iair.bot. Xauen.
• · *
Resp.·. Tr.·. «Cabo Quilates».—Sede: Villa Alhucemas.
Resp.'. Maestr.·., Rodolfo Wágr.er.
Dirección privada: José Icaria Gómez. Pablo Iglesias. 14.
Villa Alhucemas (Marruecos).
189
(Instalada en ll-IX-33, como transformación del Tr.·. «Liber
tad», número 3.)
Resp.·. T r.\ «Astúrica».—Sede: Astorga.
1M
Apéndice séptimo
191
le luciera el Grande Críente, «sostuvo sus principios de inde
pendencia e intolerancia» que ya venía manteniendo desde
la Asamblea de 1920 y se separó del Grande Oriente, constitu
yendo. con e! nombre de Gran Logia Española, una obediencia
distinta, a la c;ue se incorporaron algunas de las logias domici
liadas en Cataluña.
En 1922 sólo estaba formada la Gran Logia por diez talleres,
uno en Alicante y nueve en Cataluña, con un total de 200 miem
bros.
No tardó, sin embargo, en extenderse por el resto de Espa
ña, y actualmente cuenta con logias y triángulos en todas las
regiones españolas y en algunas localidades de Africa. Su sede
estuvo establecida en Earcelona hasta 1933 en que fué trasladada
a Madrid.
Según el Anuario de la Asociación Masónica Internacional,
publicado en 1932, sus Grandes Oficiales eran entonces los si
guientes:
Gran Maestre, Francisco Esteva-Bertrán.
Primer Gran Maestre adjunto, José Grau Ticó.
Segundo Gran Maestre adjunto, Casimiro Giralt.
Gran Secretario, Louis Gertsch.
Gran Tesorero, Andrés González.
Con posterioridad a la publicación del citado Anuario, el
Boletín de la Gran Logia Española correspondiente a los meses
de agosto a noviembre de 1932 da la siguiente composición de
su soberano Consejo de Gobierno:
Muy Respetable Gran Maestre: Francisco Esteva. Grandes
Consejeros: K H .\ Roig, Argila, Gatell, Salvat, Gertsch, Ruiz,
Moracho, Fontanilles, Soriano, Llopis, Mías (E.), Matamata,
Antiga. Vidiella, González, Marvich, Margelí, Balsera y Roeell.
Apéndice octavo
198
Resp.·. Log.·. «Adelante».—Sede: Barcelona.
Dirección postal: Ateneo Humanidad, calle Zurbano, 1.
• * *
194
Resp.·. Log.·. «Acacia».—Sede: La lin ea .
Dirección postal: Antonio Gil Ruiz, Paz, 0.
• *·
Resp.·. Log.’. «Renovación».—Sede: La Línea.
Dirección postal: Aurelio Sterrico, Pi y Margall, 16.
* 4 »
Resp.·. Log.-. «Germinal».—Sede: Lubrin (Almería).
Dirección postal: Aurelio Martínez, Sol, 1, imprenta.
196
Apéndice noveno
T A L L E R E S
1922 . . . . . . . . . . . 37 10 47
1928 . . . . . . . . . . . 85 42 127
1930 . . . . . . . . . . . 105 52 157
1932 118 38 156
1933 147 55 202
397
Apéndice décimo
MASONES Y ROTAMOS
198
«Esa neutralidad religiosa de que tales asociaciones blasonas
es la que no pocas veces condenaron los Romanos Pontífices
y especialmente León XIII en su Encíclica «Humanum genos».
Y termina la Admonición del Primado con las siguiente»
categóricas y clarísimas palabras: «Guárdense les fieles de dar
su nombre a asociaciones de esta índole».
Esta prohibición deberla bastar a los católicos españoles
para rechazar, sin más averiguaciones, todo lo que pudiera
tener sabor rotario, aun cuando no hubiera sido precedida y
seguida de las condenaciones de otros Prelados nacionales y
extranjeros y acompañada de una abundante literatura en la
que se pone de manifiesto la vacuidad del contenido de la
moral rotaría, si no es que con ella se pretenden finalidades
que los dirigentes de la institución no acaban de declarar
abiertamente.
Pero hay hombres de derechas, y aun algunos que quieren
pasar por buenos católicos, a quienes, al parecer, no han con
vencido tan autorizadas declaraciones, y continúan formando
parte de los Clubs Rotarlos. Tal vez alguno de ellos que nos
lea abra los ojos ante la evidencia) si siguiere leyendo lo que
•sigue.
199
del Villar, Jaime 3 . Viliesid, José Olivar t Sapera, que osten
taba la representación de Juan José Rocha García, Gran Maes
tre de la Regional Nordeste; Eduardo Layret, Porfirio Ruiz,
José Estruch, Pedro Vargas Guerendiain, Julio María López
Orozco, Diego Martínez Barrio, Fernando de les Ríes Urruti,
Antonio Tuñón de Lara, Angel Rizo Bayona, Marcelino Do
mingo San Juan, José Moreno Galvache, José Salmerón Gar
cía, Demóíilo de Buen, Ramón González Sicilia, Antonio Mar
tínez de León y Miguel Durán, quienes por este orden aparecen
citados en las páginas 10 y 11 de la mencionada reseña ( 1 ).
Encabezaba esa pregunta una proposición en la que se
decía que «de un tiempo a este, parte obsérvase un crecimiento
del rotarismo en España», añadiendo que aunque «algunos her
manos forman en sus lilas» y «no muchos, pero algunos elemen
tos de significación liberal figuran en sus reuniones, no es me
nos cierto que son las fuerzas de ir. derecha quienes empujan
ese movimiento».
No sería fácil encontrar la demostración de que el rota
rismo haya sido nunca «empujado» por fuerzas de la auténtica
derecha. Con menos dificultad se podría demostrar lo contrario.
Pero esa afirmación no puede extrañamos en boca de los
masones, a cuya derecha pueden figurar, porque todo es rela
tivo, muchos elementos de nuestra izquierda.
La consecuencia interesante, desde nuestro punto de vísta,
que se deduce de esta afirmación es que la sola suposición de
que el rotarismo se pudiera «desvirtuar»—y luego veremos por
qué empleamos esta palabra—puso en guardia a los masones
de la Asamblea de 1927, que determinaron en ella «aclarar la
200
situación con objeto de apoyar el r o ta r ismo o combatirlo si
es reaccionario». «Todo menos admitir el actual confusionis
mo, que puede crear a algunos hh.·. y a la Orden situaciones
difíciles y violentas» d i.
Las condenaciones de los prelados, que no habían logrado
convencer a algunos sedicentes católicos, convencieron muy pron
to al Grande Oriente de que el rotarismo no era reaccionario
y de que, en consecuencia, merecía su apoyo. Asi lo declaró en
la Asamblea Nacional Simbólica de 1929 el H .\ Pérez Torre-
blanca con las siguientes palabras: «El movimiento retarlo,
condenado por la Iglesia y perseguido por los Obispos, merece
una simpática consideración e incluso el apoyo de integrarlo
allí donde las posibilidades masónicas lo permitan (2 ).
Pem no han sido sólo las condenaciones de la Iglesia las
que han movido a la Masonería a mirar con «simpática consi
deración» los Clubs Rotarios. Hay algo en el rotarismo que
hace que los masones no lo pierdan de vista y traten de utili
zarlo, porque lo consideran instrumento útil para sus fines.
Prueba de ello son las deliberaciones a que se consagró
sobre este punto la Asamblea Nacional Simbólica del año 1928,
en la que la Comisión permanente del Gran Consejo Federal
Simbólico presentó una ponencia que comienza diciendo que
202
Como resumen de la ponencia se propuso a la Asamblea el
siguiente orden del día:
«Primero.—La Asamblea Nacional Simbólica declara su sim
patía por la finalidad pacifista, de mutuo apoyo y relación que
persiguen y fomentan los Clubs Rotarlos.
Segundo.—Excita el celo de los masones adheridos al Gran
de Oriente para que colaboren, dentro de su posibilidad, en
el movimiento rotarísta.
Tercero. — Encarga a las Grandes Logias Regionales que
anualmente, con carácter obligatorio, presenten a las Asam
bleas Simbólicas un informe de las actividades rotarías en las
regiones respectivas» (1).
¿Necesitarán los inconscientes rotarles derechistas de me
jores testimonios que los aducidos para cerciorarse de que cán
didamente están sirviendo de compáreos a la Masonería, que
los considera sus «hermanos menores»?
Mucho lo dudamos de los que no quisieron someterse desde
un principio a las advertencias apremiantes y a las órdenes
indiscutibles de los Prelados de la Iglesia; pero, como entonces
dijo uno de éstos, «íes conveniente, y así el Señor lo permite,
que haya sembraderos del mal para que conozcamos quiénes
son de una virtud bien probada y quiénes se limitan a cubrir
formulismos».
Editorial Tradicionalista, S. A.
y se imprimió en el estable
cimiento tipográfico de
José MuriDo, de
Madrid, en sep
tiembre de
1934.