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Por Sargoth
Seis latas oxidadas se encontraban alineadas encima de un murete bajo. Las piedras
silbaban al pasar junto a ellas.
A unos metros de distancia, varios niños lanzaban las piedras intentando acertar en las
latas. Dos de ellos se encontraban en una esquina manipulando un objeto, era un tubo
fino y bastante largo. En un extremo tenía un extraño mecanismo compuesto de
diferentes piezas metálicas.
–Friedrich, ayúdame con la parte de delante, sujétala y que no se mueva- Dijo Ciro a su
hermano.
-¿Preparados?- Ciro tiró de una palanca y una piedra salió disparada directamente hacia
las latas, impactando en una de ellas.
Todos los niños jalearon a Ciro, pero una pieza había salido disparada a su vez del
mecanismo y se le había clavado en la mejilla. A causa del dolor, soltó el mecanismo
que se desarmó al golpear con el suelo. Friedrich dejó el tubo y rápidamente fue a
socorrer a su hermano.
La cara de Ciro chorreaba sangre, uno de los niños se marchó llorando, algún otro
miraba curioso la escena, Friedrich acercó sus dedos con cuidado, logró sacar la pieza
de la mejilla de Ciro, luego se rompió un trozo de tela de la camisa y se lo coloco a
modo de apósito taponando la herida.
Los niños siguieron jugando tranquilamente, entretenidos con sus pequeñas hazañas,
ajenos a una figura que los vigilaba mientras tomaba notas.
Sujeto P335-T65.
EXT-P3
MODE <4RT73-X>
El cronista local había detectado un potencial valor para el colectivo, mente ágil,
intelecto agudo, pensamiento abstracto.
La despedida con su hermano Friedrich fue dura, Ciro había sido elegido por los
cronistas para viajar hasta el Cluster donde sería preparado y analizado.
Los cronistas evaluaron a los niños recién llegados, tras varias pruebas, los resultados de
la evaluación de Ciro arrojaron la siguiente información:
++ 11110111111011001++
Pero el chico tenía potencial. Un viejo chatarrero, Motores, lisiado hacía mucho tiempo,
que supo cómo buscarse un lugar en la vejez, tenía entre los evaluadores cronistas
varios contactos que le suministraban niños potencialmente aptos para los chatarreros.
No era fácil encontrar buenos ratones, pero los que Motores ofrecía al resto de
chatarreros, siempre eran de buena calidad. El chatarrero guardaba celosamente sus
contactos. Vendió a Ciro a un chatarrero por unas cuantas Letras de Cambio.
Ciro creció siendo un ratón. Aprendió a base de golpes, pasando hambre y frío,
recuperando viejos objetos, chatarra, pero lo que más le gustaba era montar y
desmontar, seguir manuales de los antecesores, eran como puzzles en su cabeza, piezas
de conocimiento que unía de un modo único.
Usaba piezas que nadie quería para crear objetos útiles, cualquier pieza le valía. Con el
tiempo, comenzaron a llamarle Ciro “Piezas”, y cuando se independizó, se especializó
en el arreglo de todo tipo de maquinarias.
Al parecer, el Cluster le tenía en buena estima. Los datos generados de niño seguían
intactos en aquellas máquinas pensantes de los cronistas. Sí, había ceros, pero también
muchos UNOS, y eso les gustaba a los cronistas. Además, sus habilidades para reparar
elementos mecánicos les eran de gran ayuda.
Además, los cronistas fueron un paso más allá, y encargaron algunos “recados”, tareas,
lo que podríamos llamar, pruebas de confianza. Ciro “Piezas”, el chatarrero, las superó
todas.
Pero Ciro “Piezas” también llamó la atención del gremio de chatarreros. Muchos de sus
colegas envidiaban la relación que Ciro mantenía con los Cronistas. ¿Estaría estafando
al gremio?
La fortuna le volvió a sonreír como muchas veces antes lo había hecho, por medio de
los cronistas. La oferta llegó en el momento justo. Extraña y casualmente en el
momento justo. Necesitaban un mecanicista en Ferropol, una ciudad olvidada por el
protectorado.