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Contrato
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Un contrato es un acuerdo legal, oral o escrito, manifestado en común entre dos o
más personas con capacidad jurídica (partes del contrato), que se vinculan en
virtud del mismo, regulando sus relaciones a una determinada finalidad o cosa, y a
cuyo cumplimiento pueden compelerse de manera recíproca, si el contrato
es bilateral, o compelerse una parte a la otra, si el contrato es unilateral.1Es el
contrato, en suma, un acuerdo de voluntades que puede
generar derechos, obligaciones y otro tipo de situaciones jurídicas relativas; es
decir, que solo vinculan a las partes contratantes y, eventualmente, a sus
causahabientes. Pero, además del acuerdo de voluntades, algunos contratos
exigen, para su perfección, otros hechos o actos de alcance jurídico, tales como
efectuar una determinada entrega (contratos reales), o exigen ser formalizados en
documento especial (contratos formales), de modo que, en esos casos especiales,
no basta con la sola voluntad. De todos modos, el contrato, en general, tiene una
connotación patrimonial, incluso parcialmente en aquellos celebrados en el marco
del derecho de familia, y es parte de la categoría más amplia de los negocios
jurídicos. Es función elemental del contrato originar efectos jurídicos (es decir,
obligaciones exigibles), de modo que a aquella relación de sujetos que no derive
en efectos jurídicos no se le puede atribuir cualidad contractual.
En cada país, o en cada estado, puede existir un sistema de requisitos
contractuales, diferente en lo superficial, pero el concepto y requisitos básicos del
contrato son, en esencia, iguales. La divergencia de requisitos tiene que ver con la
variedad de realidades socio-culturales y jurídicas de cada uno de los países (así,
por ejemplo, existen ordenamientos en que el contrato no se limita al campo de
los derechos patrimoniales, únicamente, sino que abarca también derechos
personales y de familia como, por ejemplo, los países en los que el matrimonio es
considerado un contrato).
En tanto el contrato es una categoría del acto jurídico, su validez y eficacia no solo
están supeditadas a las reglas que regulan tales aspectos del contrato, sino
también aquellas reglas relativas a los negocios jurídicos. Por tanto, toda causal
de nulidad o anulabilidad de un acto jurídico, lo es también de un contrato.
La forma escrita atribuye seguridad a los términos de los contratos. En este caso se contrata, mediante
obligaciones emitidas unilateralmente, la financiación de una sociedad. En el ejemplo una obligación de
la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, emitida en 1623 con sus anotaciones y firmas que
acreditan la prestación de voluntades en la transmisión de la misma.
El objeto: como la materia sobre la cual versa el acto jurídico o sea los
hechos, las cosas y;
La causa: como la finalidad tenida en cuenta o en miras por las partes al
celebrar el negocio.
Teoría de la Causa[editar]
Dificultad de la materia.
Aparición del problema de la causa en el campo del derecho.
La doctrina causalista de Domat y Pothier[editar]
Jean Domat fue el primero que desarrolló la teoría causalista de las obligaciones,
este sostenía que la causa de las obligaciones residía en la contraprestación que
ejercía una persona con relación a otra. Su doctrina fue seguida y difundida por su
discípulo Robert-Joseph Pothier, y que luego fue recogido por el Código Civil
Francés de 1804. Estos causalistas distinguieron los contratos sinalagmáticos de
los contratos reales, unilaterales y los de títulos gratuitos. Domat y Pothier exigían
como elemento para la validez de un contrato «una causa licita en la obligación».
El anticausalismo de Ernst, Laurent, Planiol y los grandes civilistas europeos[editar]
Cuando estaba en su apogeo la doctrina francesa del causalismo,
en 1826 aparece un ensayo del belga A.-N.-J. Ernst, titulado «Es la causa un
elemento esencial de la obligación contractual».6 Su idea se concreta en la
siguiente hipótesis: «Si la causa en los contratos a título oneroso es lo que cada
una de las partes debe respectivamente a la otra, se confunde con el objeto de la
convención, y por lo tanto, de nada le sirve hacer de una sola y misma cosa dos
elementos distintos y exigir cuatro condiciones: voluntad, capacidad, objeto y
causa, cuando en realidad solo existen tres. Si en los contratos a título gratuito la
causa reside en la libertad del benefactor, tampoco es cierto que ésta sea por sí
misma una condición exterior de la existencia de tales contratos. No puede
separarse un sentimiento que anima a la donante de la voluntad que expresa, para
hacer de ella un elemento del contrato.
Planiol afirma que: «La causa es falsa e inútil». Es falsa porque si se dice que en
los contratos bilaterales la causa de la obligación de una de las partes es la
prestación de la otra, olvida que la prestación y la obligación nacen al mismo
tiempo y no es posible que una cosa sea causa de la otra. A estas teorías se han
volcado la mayoría de los causalistas franceses y europeos.
La reacción neocausalista de Henri Capitant, Maury y Josserand [editar]
A fines del siglo XIX y comienzos del XX han aparecido neocausalistas.
Efectivamente, Henri Capitant, Jacques Maury y Louis Josserand han revivido las
teorías de Domat y Pothier. Los neocausalistas eran objetivistas, sostenían que el
elemento causa es esencialmente un factor psicológico, conciben la causa como
el fin concreto, el propósito, el interés que induce a las partes a contratar, el fin
inmediato y determinante que han tenido en mira. No existe una voluntad sin un
interés. Los códigos modernos han suprimido la causa en sus legislaciones, otros
en cambio lo han incorporado, pero existen un marcado interés en suprimirla de
los códigos actuales.