Mauricio estaba muy contento, pues dentro de pocos días iría
a la escuela, estaba ansioso ante la llegada de su primer día de clases. Sus padres, primos y familiares le habían contado maravillas del colegio y esperaba con ansias que llegara ese momento.
Pasaban los días de vacaciones entre el campo, la playa y la
piscina, salidas a comer helados, compras, entre otros, pero Mauricio no podía disfrutarlo como otras veces, solo podía pensar en ir a la escuela. Días antes del comienzo, fue con sus padres a comprar: el uniforme, zapatos, mochila, pinturas, libros y cuadernos. ¡Se sentía un niño grande, como sus hermanos!.. Por fin el gran día llegó, Mauricio estaba muy emocionado.
Se levantó temprano sin que su mamá lo llamara, se vistió con
su ropa nueva y zapatos, se puso su mochila llena de sueños, emociones, y cuadernos, por estrenar y de la mano de su mamá fue a la escuela. Era su primer día, muy alegre y entusiasmado se lo iba contando a todos aquellos que se encontraba por el camino.
Cuando llegó, lo recibió su maestra, esta se le acercó y su
mamá se despidió de él, lo soltó de la mano para que fuera hacia ella. Entonces, toda la emoción y sus expectativas se disiparon, y, de repente, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Mauricio se dio cuenta de que tenía que estar en un sitio lleno de desconocido. ¡Nunca había estado sin sus papás, ni hermanos!
Intentó volver a agarrar la mano de su mamá, pero ella le besó
y salió con una sonrisa deseándole un buen día. Vio con tristeza cómo se alejaba, las lágrimas no paraban de brotarle de los ojos y se sentó en una esquina del aula. Allí había otros muchos niños como él, algunos lloraban, otros pataleaban y otros jugaban, con mucha paciencia y amor, la maestra los consolaba e invitaba a compartir, a hacer la ronda, a cantar, a jugar, propiciando así un ambiente de afectividad, juegos y aprendizajes, en donde con respeto y amor, progresivamente le envolverá en un mundo de saberes.
Cuando mamá volvió a buscarle, le contó todo lo que había
hecho, cómo era su maestra, qué juegos habían hecho, los cuentos que iban a leer, los amigos nuevos con los que había jugado... Estaba tan emocionado, que casi no podía esperar a que llegara su segundo día de escuela.