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¿Qué es el apego?

 
El apego es el vínculo que se crea entre el bebé y los cuidadores para garantizar la supervivencia del bebé, y genera una forma de
relacionarse íntimamente a lo largo de la vida. En este vínculo, los padres satisfacen las necesidades más básicas del bebé, como la
alimentación y el sueño; dado que los bebés humanos son por naturaleza dependientes y no podrían sobrevivir sin un cuidador, tal como
detallan los psicólogos online.
 
Este vínculo de apego, como destacamos en el artículo sobre el narcisismo, está cargado de emociones y es una relación principalmente
de seguridad que garantiza la protección frente al peligro, pues el cuidador es como un refugio para el infante, un lugar de seguridad que
aporta consuelo frente a su malestar, lo protege del peligro, y ayuda a regular sus emociones. Además, el cuidador es una base segura que
apoya la exploración del mundo que le rodea y le protege también en la distancia, por ejemplo durante el juego en los parques infantiles.

En este sentido, el vínculo de apego es un vínculo de confianza y seguridad en el cuidador, donde el bebé puede cubrir sus
necesidades para desarrollarse porque esa figura cuidadora estará ahí como un sostén.
 
Estas primeras experiencias de vida permiten que el bebé aprenda cómo es el mundo exterior y cómo los otros se comportan hacia él; lo
que hace posible el desarrollo de su cerebro y su organismo, así como de sus capacidades mentales y emocionales.  En este encuentro
entre el bebé y el cuidador, el bebé mostrará principalmente dos comportamientos: bien de cercanía hacia el cuidador cuando
necesita satisfacer alguna necesidad o calmar su malestar; o bien de exploración del mundo exterior (por ejemplo, el juego). La calidad
del vínculo que favorece un correcto desarrollo del niño, dependerá de cómo el cuidador pueda leer estas señales y responder a ellas.

Es importante para el desarrollo que el cuidador pueda estar disponible para el bebé, y pueda satisfacer sus necesidades, en el tiempo y el
modo adecuado. Cuando esto no se produce así, existen problemas en el apego que tendrán consecuencias en la maduración del niño, que
se ha desarrollado con carencias, dando lugar en la vida adulta a problemas psicológicos.

En este sentido, en la relación entre el niño y sus cuidadores se construye un sentimiento básico de que el niño es alguien diferente de sus
papás, de que van a estar si lo necesita, que le ayudan a explorar; también un sentimiento de confianza en el mundo y en uno mismo, y de
autoestima.

Por ello, es un vínculo principalmente emocional donde además los cuidadores ayudan a desarrollar las capacidades emocionales básicas
del niño: el niño aprende que tiene un mundo interior propio formado por diferentes emociones y sensaciones, que su angustia se puede
calmar, e irá desarrollando la capacidad de empatía que le vincula a las demás personas.

Así, los padres permiten construir la seguridad emocional atendiendo al mundo interno del bebé/infante. Cuando ese vínculo no es
seguro, porque los padres no responden adecuadamente a la necesidad, hablamos de apego inseguro, que puede ser de tipo ansioso-
ambivalente o de tipo evitativo. En estos casos, como el cuidador no cubre la necesidad, pero el bebé no puede sobrevivir sin el cuidador,
el bebé continuará acercándose a él pero la propia relación le dará miedo y esto tendrá consecuencias sobre su desarrollo emocional,
mental y cerebral.

En este sentido, las carencias en el desarrollo determinan también dificultades en la vida adulta, principalmente a nivel emocional (por
ejemplo, para regularse emocionalmente, para sentir empatía, para conocer su mundo interior, etc), y también en las relaciones con otros
donde la persona puede anticipar que no van a satisfacer sus necesidades, y comportarse de acuerdo a ello; lo que hace que la herida se
perpetúe.

El apego: ¿Qué es  y cómo influye en nuestra vida emocional y relacional?


 
La Teoría del Apego desarrollada por John Bowlby y ampliada por sus sucesores nos enseña cómo los niños consiguen
vincularse con sus figuras de apego (normalmente los padres) a través de diferentes estrategias que son desarrolladas por
el niño para obtener el reconocimiento, la atención, el cariño y la protección de los adultos.

Diciendo esto parece que el niño fuera un sujeto intencional en la formación de dichas estrategias vinculares, pero como
veremos a continuación, esto está más relacionado con el tipo de padres que tiene que con él mismo, siempre teniendo en
cuenta factores genéticos y sociales y que solo influyen al niño, sino también a los padres y la relación que se da entre
ellos.

Teniendo esto en mente, lo que me interesa mostrar es como, a través de estas experiencias tempranas, se forman las
visiones y esquemas mentales del futuro adulto sobre sí mismo, los otros y como funciona el mundo que le rodea,
influyendo en sus emociones y relaciones futuras. El propio Bowlby defiende que los sistemas de apego infantiles tienen
una naturaleza similar a los que se desarrollan en las relaciones adultas, especialmente las amorosas.
 
Apego infantil y adulto

Veamos un poco más sobre el apego infantil y adulto:

 El apego seguro: es el tipo de apego que desarrolla aquella persona cuyos padres y/o familiares le
proporcionaban un ambiente de cercanía no invasiva, seguridad y autonomía. Los padres de las personas seguras
son progenitores receptivos, centrados en las demandas de su bebé y no en las suyas propias, con una capacidad
de regulación y satisfacción de las necesidades de su hijo. Esto se consigue cuando los padres responden de
manera proporcional y adecuada a lo que el bebé necesita, por poner un ejemplo, sería un/a padre/madre que, al
oír el llanto de su bebé, acude y reacciona de manera que el niño se calma, o bien que respeta los descansos del
pequeño y su espacio personal aunque en ese momento él (el progenitor) quiera jugar o “hacerle cariños”. Se ha
visto que los adultos que han sido niños con apego sano, tienen más probabilidades de tener una autoestima
sana, puesto que han aprendido a confiar en sí mismos y en sus capacidades, y a confiar en que el mundo que les
rodea. Entienden que las relaciones interpersonales son y deben ser sanas y seguras, por eso tienden a
emparejarse con personas seguras, o a calmar a los ansiosos en caso de emparejarse con ellos. Una estrategia
que ayuda en sus relaciones es que el individuo seguro usa un estilo de comunicación directo y respetuoso, ya
que son conscientes de sus necesidades y confían en el compañero para que les ayude. A parte de esto, la
persona segura, al confiar en los demás, consigue un equilibrio entre la independencia y la necesidad de cercanía
emocional, sin recurrir a juegos o manipulaciones para obtener lo que necesita del otro. 

  Niño ansioso/evitativo - Adulto Negador/evitativo: los niños ansioso-evitativos son aquellos que tienen
padres distantes, fríos, no disponibles emocional ni afectivamente. Estos padres no son sensibles a las demandas
ni necesidades de sus hijos, y responden a ellas precisamente con la “no respuesta”. El niño genera una conducta
que, para un observador externo, indica madurez e independencia, pero aunque parezca que el niño puede estar
cómodo en la autonomía, los estudios demuestran que internamente siente una gran ansiedad. Cuando crecen se
convierten en adultos que han “aprendido” que no son dignos de amor y atención, que los demás no pueden
proporcionales calma ni seguridad, y que deben ser independientes pues nadie puede ayudarles. Pensemos que
de niños era probable que la respuesta de sus padres fuera inexistente, por lo tanto es de esperar que rechacen la
intimidad, no porque quieran, sino por miedo a la cercanía, que en su infancia significaba rechazo y/o
indiferencia. Las personas evitativas tienden a alejarse de su mundo emocional como forma de protección,
inhiben o minimizan sus necesidades y deseos, llegando incluso a negarlos. Si eres evitativo, posiblemente te
sentirás abrumado con la cercanía y no serás muy consciente de tus emociones y sensaciones corporales. 

 Niño Ansioso Ambivalente / Adulto preocupado Ambivalente: Podríamos resumir a este tipo de personas


como “aquellas que se agarran a un clavo ardiendo antes que perder el vínculo”. Si investigamos en su historia
de vida es probable que nos encontremos con unos padres poco previsibles, más centrados sus propias
necesidades que en las de su hijo, respondiendo ante las demandas del bebé por exceso o por defecto, o quizás
en un momento que no era el adecuado. El niño, en su intento de mantener el apego de una figura inestable e
impredecible, pide atención constante y se “pega” a sus progenitores, puesto que no sabe cuándo serán
recompensadas estas acciones. Los adultos que han crecido con este apego necesitan saber constantemente que
sus emociones, sus necesidades y ellos mismos son importantes para el otro, por lo que se vuelven a veces
demasiado dependientes de la pareja. El miedo principal no es el rechazo, como en los evitativos, ya que pueden
llegar a someterse al otro con tal de no romper la relación. Su miedo es al abandono, y es por esto que pueden
tener activado el sistema de alerta ante cualquier señal que les indique que el otro puede alejarse de ellos. En el
resto de relaciones, suelen ser inseguros, con necesidad de aprobación constante. 

 Desorganizado. El apego desorganizado es el que presentan los niños frecuentemente víctimas de maltrato o
abuso. Son niños que encuentran la seguridad y el miedo en sus progenitores, llegando muchas veces a vivir
paradojas de las que no pueden escapar. De adultos, es probable que necesiten en ocasiones la dependencia y la
cercanía, y en otras puedan sentir miedo o rechazo de las relaciones.

Después de esto, parecería que el individuo está condenado a vivir eternamente con aquellos rasgos que se desarrollaron
en la relación con sus padres o figuras de apego, pero debemos tener en cuenta que el niño no desarrolla las mismas
relaciones y estrategias con un cuidador que con otro, sino que en toda relación humana hay una influencia, y las
diferentes formas de ser y relacionarse cambian de persona a persona aunque siempre seamos el mismo individuo.
Esto quiere decir que, mientras con la madre puede tener un apego ansioso-evitativo, puede que con el padre tenga
un apego ambivalente, seguro o desorganizado. O quizás en un ambiente caótico exista alguna figura de apego seguro.
Es por ello que no siempre se pueden encontrar patrones “puros” de apego. Muchas veces veremos personas más cercanos
a un apego que a otro, o con estrategias de un apego pero mezclado con estrategias de otro, etc. Al final, no debemos
preocuparnos, el apego no es puro y tampoco invariable, puede costar, pero el apego puede modificarse (al menos en
parte) a través del cariño, las experiencias y otras estrategias reparadoras que deben hacerse en la consulta de un
profesional.

El apego: apego desorganizado


¿Qué es el apego desorganizado?
 
En el apego desorganizado, tal como indicamos en el artículo dsonre la persona narcisista, el vínculo entre el bebé y el cuidador
resulta más amenazante que en el apego evitativo y ansioso-ambivalente, porque el cuidador es agresivo, violento, y abusa o maltrata
al niño. Las personas que tienen que proteger y cuidar son precisamente las que maltratan, de manera que esto genera un desequilibrio
interno muy fuerte. Es decir, se llama apego desorganizado porque los cuidadores actúan de manera desorganizada: son
imprevisibles e impredecibles.

Pero el bebé no puede sobrevivir sin el cuidador, indican los psicólogos online, de manera que tratará de mantenerse cerca de él
soportando la agresión. Para ello, desarrolla una estrategia que implica desconectarse de sentir miedo, porque no puede hacer frente al
peligro dado que es más fuerte que él. Así, el niño ante las agresiones empezará a activarse, es decir, gritarpor ejemplo; pero puede ser
que esto tenga la consecuencia de que la agredan mas. Si ese es el caso, entonces entrará en parálisis, porque no puede remediar el
peligro, de manera que se disociará. La disociación es una pérdida de contacto con la realidad, que tiene graves consecuencias para el
desarrollo psicológico posterior del niño.

El beneficio que tiene en ese momento para su supervivencia es que le permite no sentir dolor, para poder tolerarlo , ya que no
puede parar la agresión. En este sentido, según se desarrolla el niño tratará de mantenerse cerca del cuidador, poniéndose por encima de
él para ganar control: o bien tratará de cuidarle o bien le agredirá. Porque por un lado le temen, pero por otro quieren ganarse su amor, de
manera que intentarán controlarle con el cuidado o la agresión.

Todo ello tiene consecuencias del apego desorganizado para su desarrollo adulto, especialmente, si no hay otras figuras cuidadoras
que puedan darle apoyo y sostén. Entre ellas, como adultos, son personas con mucha dificultad para identificar sus emociones, también
para fantasear y pensar más allá de lo que está presente, con un intenso sentimiento de confusión interna, con dificultad para entender lo
que otros pueden pensar o sentir, así como lo que ellos mismos piensan y sienten; con menor desarrollo del lenguaje, una etiqueta
personas malas o peligrosas, e incluso pueden tender a auto-agredirse.

Como adultos, las personas con apego desorganizado han aprendido que las relaciones íntimas están conformadas por la agresividad,
de manera que anticiparán que van a ser agredidos por los demás. De este modo, aunque lo que necesitan es seguridad, tenderán a evitar o
romper las relaciones fácilmente, o bien rechazar a los otros porque lo viven como peligroso; e incluso, a agredirles.

Además, a diferencia del resto de apegos que mantienen el respeto por el otro, en el apego desorganizado esto no sucede así porque el
respeto se aprende en la familia y los modelos que tuvieron les enseñaron una forma de relacionarse donde no había respeto por lo que el
niño sentía, sino imposición y autoritarismo. Es decir, no había respeto por lo que necesitaba, por tener su propios espacio, por su
persona, y cruzaban sus límites.

Por ello, las personas con apego desorganizado no tienen la noción de respeto por los otros, no saben aceptar su límite y sus derechos, y
se los saltan. Por tanto, se vuelven personas inestables y poco predecibles, como lo han sido sus cuidadores con ellos.

¿Qué aprende una persona con apego desorganizado en terapia?


 
Una persona con apego desorganizado necesita reparar el daño, es decir, confiar en que no le van a agredir en las relaciones; porque así
podrá desarrollar las habilidades que no desarrolló debido al miedo. Por tanto, las personas con apego desorganizado necesitan un espacio
de seguridad y confianza que no tuvieron, en que el terapeuta va a poder ayudarle y no le va a dañar.

Con esta confianza, pueden quitarse la etiqueta de que son malos o peligrosos, y pueden aprender a identificar sus emociones y
pensamientos, y las de los demás; y emplear otros recursos para hacer frente a los sucesos negativos que no sean la agresión, o la
disociación. Además, también aprenden a sentir una confianza básica en sí mismo y en los demás que no tuvieron, porque estaban
paralizados por el miedo. Así, podrán cambiar la imagen del mundo que tenían como algo inseguro, impredecible y dañino; por un
mundo donde ellos pueden sentirse seguros y con control de lo que puede pasar, y pueden entender y relacionarse con los otros sin
recurrir al daño.
¿Qué es el apego evitativo?
 
El apego evitativo, puede reconocerse como personas huidizas de sus emociones; a diferencia del apego ansioso-ambivalente que
parecen muy emocionales. Durante su infancia, en el apego ansioso-ambivalente el cuidador satisfacía las necesidades del niño/bebé,
algunas veces; mientras que en el evitativo a penas lo hace.

En este caso, el cuidador si puede alimentar, bañar y dar cuidados al bebé, pero se asusta de sus emociones, se pone nervioso, ansioso o
inseguro; y por ello las rechaza y desatiende. No es por maldad, sino porque no sabe cómo calmarlas o satisfacerlas, porque le da miedo.

Esto tiene la consecuencia en el infante de que, para poder sobrevivir y teniendo en cuenta que para ello necesita estar cerca de se
cuidador, tiene que renunciar a sus emociones, es decir: desconectarse emocionalmente. La desconexión emocional implica que para
no ser rechazado, tendrá que dejar de mostrar y expresar sus emociones, y en la medida que hace esto, también deja de sentirlas.

Por ejemplo, sería el caso de niños que cuando les duele la cabeza los padres les ignoran, y cuando dicen que ya no les duele, se acercan a
ellos. De este modo, los bebés aprenden a dejar de emitir el llanto y los niños, a dejar de expresar sus emociones. De hecho, son niños
que parecen más bien enfadados o serios, menos espontáneos.
 
En la vida adulta, esa desconexión emocional que provoca el apego evitativo, tiene sus consecuencias dado que tienen dificultades
para sentir, identificar, y expresar sus emociones. Además, son personas que parecen muy auto-suficientes, que dan seguridad a otros,
pero porque han negado su vulnerabilidad y sus carencias, dado que no tienen contacto con sus emociones.

Por tanto es una falsa seguridad en la medida en que parte de esa independencia, autonomía y auto-suficiencia, radica en que en el fondo
no puede reconocer las emociones que le asustan, y no se puede guiar por sus sentimientos. Por ello, es posible que se lance a hacer cosas
sin realmente sentir qué desea, qué teme, qué necesita. Es decir, no pueden emplear la sabiduría de las emociones para tomar decisiones y
para poder ser auténticos y coherentes consigo mismos.

Por el contrario, creerán que no tienen miedo, que no se ponen tristes, afrontarán de manera pragmática la adversidad, dejando un rastro
de sufrimiento metido en un cajón (que luego puede derivar en sintomatología diversa, por ejemplo somática, fóbica, depresiva, etc). Por
ejemplo, pasan con prisa por los temas dolorosos, como: "la vida es así, la vida sigue, hay que afrontar", y minimizan la importancia de
las relaciones con otros y sus pérdidas.
https://www.psicologiamadrid.es/blog/articulos/psicologia-infantil-y-adolescentes/trauma-de-apego

Por otro lado, a diferencia de los ansiosos-ambivalentes, el apego evitativo tiene una idea positiva de si mismos y una autoestima
generalmente alta (porque son autónomos), mientras que una idea negativa de los demás. En cambio, en el ansioso-ambivalente sucede
al revés, porque es más dependiente. Sin embargo, es en las relaciones íntimas donde más dificultades tienen, a diferencia de lo
académico y el trabajo, que son ámbitos donde pueden disfrutar de su seguridad, en la medida en que han desarrollado más sus
capacidades racionales que emocionales.

Esto es así porque las relaciones están cargadas de afecto, son por excelencia el terreno emocional, por ello les cuesta; dado que evitan la
intimidad porque no saben lidiar con sus emociones. En general, pueden pasar de estar fríos y tenerlo todo bajo control a un repentino
estallido emocional, por lo que les cuesta regular sus emociones. Además en las relaciones pueden ser estables si no hay mucha cercanía
y dependencia, pero si empieza a haber mucha intimidad, pueden angustiarse porque se acercan a lo emocional, y romper la relación y
huir; pero no porque no quieran a la persona o tengan miedo a comprometerse, sino porque están empezando a sentir y eso es difícil de
manejar para ellos.
 
¿Qué aprende una persona con apego evitativo en terapia?
 
Las personas con apego evitativo suelen venir a terapia con poca confianza en el terapeuta; es típico escuchar: ¿y esto para qué sirve?,
dado que están enfocados en lo útil y práctico, y no en lo emocional. Por tanto, en terapia se trata de que puedan ir experimentando y
comprendiendo sus emociones al ritmo que ellos puedan tolerarlo, pues acercarles a sentir intensamente sería como una agresión para
ellos. Es decir, aprenden a sentirse seguros y confiar en sus emociones, para poder utilizarlas en sus relaciones íntimas así como para
tomar decisiones que les beneficien en su vida.

En este sentido, es importante que puedan detectar qué sienten en las relaciones con otros, qué significa perder al otro, qué necesitan de
los demás, que aprendan a no huir cuando hay intimidad, gestionando de otro modo sus emociones, etc. En resumen, la terapia se basa en
poder re-descubrir ese mundo emocional, en darse cuenta y ponerle nombre, para utilizarlo en su beneficio.

Es importante también en la terapia, acercar al paciente evitativo a que se deje cuidar, dado que ese exceso de independencia en realidad
clama una búsqueda de afecto que no sabe pedir. Por ello, aunque en un principio puede resultar aversivo o directo para ellos, es
importante que poco a poco estas personas puedan conectar con su vulnerabilidad, porque en el fondo no son auto-suficientes en lo
afectivo, sólo lo parecen. Hay que tener en cuenta que fueron niños que no recibieron ayuda cuando la pidieron, y que probablemente ni
recuerdan que esto fue así; por tanto es importante poder satisfacer durante la terapia estas necesidades, poder prestar esta ayuda que no
recibieron así como poder ayudarles a identificar las emociones que ellos mismos no perciben.
En general, van a tender a razonarlo todo, por eso nosotros les ayudamos a transmitir lo que pueden estar sintiendo, en lugar de explicarlo
o razonarlo; porque eso ya lo saben hacer. En resumen, se trata de ayudar a re-descubrir toda la gama de colores y emociones que pasan
desapercibidas en su interior.

¿Qué es el apego ansioso-ambivalente?


 
El apego ansioso-ambivalente o resistente, se puede describir como niños preocupados. En estos casos, el cuidador satisface la
necesidad sólo algunas veces, de manera que los niños no sienten suficiente seguridad hacia él. Es decir, en algunas ocasiones el cuidador
se encuentra tranquilo, animado, quiere relacionarse con el niño y se muestra sensible y cariñoso hacia él, reconociendo sus necesidades y
satisfaciéndolas de manera cálida.

Sin embargo, en muchas otras ocasiones no está disponible, de manera que se vuelve imprevisible para el niño, que no sabe cuándo
vendrá. Para poder sobrevivir, dado que necesita al cuidador para ello; el niño aprende que si insiste en llamar su atención, el cuidador
acaba acudiendo. Es decir, el bebé emite una respuesta para que el cuidador cubra su necesidad, y el cuidador acude cuando ha hecho
varios intentos, no a la primera. De este modo, el bebé aprende que para sobrevivir en esa relación, debe persistir haciendo llamadas
de atención al cuidador, y se expresa de manera más intensa para que los papás puedan acudir a calmar su necesidad, dado que tardan en
hacerlo

En este sentido, se desarrollan como niños que no han sido calmados, y que para obtener la calma o cubrir sus necesidades, tienen que
expresarse intensamente por eso son hipersensibles a su necesidades, muy emocionales, incluso a veces exagerados y demandantes.

Esto es así porque si no se comportaban de este modo, los padres no les atendían, de modo que su supervivencia quedaba en riesgo. Cada
vez que tenían una necesidad, el cuidador podía acudir quizás sí, quizá no; de modo que en la vida adulta las personas con este estilo de
apego son muy sensibles a sus emociones, pues aprendieron que para sobrevivir y tener atención y apoyo de los demás necesitaban
acentuar su angustia, emociones y necesidades para que otros pudieran verlas y atenderlas.

Sin embargo, no vivían a los cuidadores como cercanos o disponibles, de manera que al centrarse en obtener su atención, dejaron de
explorar el mundo que les rodeaba, lo que supone un coste en la autonomía e independencia de la persona.

En la vida adulta, el apego ansioso-ambivalente puede llevar a la dependencia emocional, por la falta de independencia y la búsqueda
de otra persona que pueda calmarme dado que no fui calmado. Además, tienden a exagerar sus necesidades, angustias y emociones para
poder asegurarse que el otro va a estar cerca emocionalmente, pues fue la manera en la que consiguieron tener cerca a sus cuidadores. Por
otro lado, son personas sensibles a la idea de abandono en la pareja, que van a mirar la realidad con “gafas” de que podrán ser
abandonados, y tratarán de evitar esto a toda costa para no repetir el dolor de su herida.

Así, nos encontramos con personas que creen que necesitan del otro para estar bien  y calmar su angustia, de manera que son personas
que cuando están cerca de otro, pueden cuidarse a sí mismas; pero cuando esta persona importante no está, tienden a descuidarse, a
angustiarse, a pensar que no pueden solas, y tratan de buscar consejo y apoyo en los demás dificultando que aprendan a dárselo por ellos
mismos y funcionar autónomamente. En general, dudan de sí mismos y tienen dificultad para creer que pueden confiar en sí mismos.

¿Qué aprende una persona con apego ansioso ambivalente en terapia?


 
Es importante que la persona con apego ansioso-ambivalente pueda aprender a lo largo de la terapia que no necesita recurrir al otro para
poder estar bien, que puede calmar sus angustias e identificar sus emociones de manera autónoma. Es decir, aprender qua no necesita
estar con el otro para poder estar calmado, y porque que el otro no esté físicamente no quiere decir que no vaya a estar para lo que
necesita. En general, se trata de aprender que puede ser apoyado incondicionalmente sin necesidad de que tenga que estar pendiente de
los demás o expresando lo que siente.

Por otro lado, es importante que pueda experimentar que aunque el otro no esté, esto no significa que se quede vacío, o que le abandone.

Finalmente, es importante que sientan la suficiente seguridad y confianza durante la terapia para que puedan explorar el mundo que les
rodea sin necesidad de acudir a otros, para que puedan desarrollarse independientemente del otro, sintiendo seguridad en sí mismos
aunque otros no estén presentes.

Recordemos, que fueron niños que renunciaron a explorar porque tenían miedo de que su cuidador no estuviera cerca de ellos, y se
centraron en obtener su atención. Sólo cuando nos sentimos seguros, las personas podemos explorar lo que nos rodea; de este modo, es
importante que sientan suficiente seguridad y confianza en sí mismos para poder  madurar en su propia independencia.
 Trastornos del apego, cómo afectan en la vida adulta
¿Qué es el apego?
Se ha visto que todos venimos al mundo con una predisposición innata para establecer uniones con nuestra figura de cuidado o cuidador
principal, es algo necesario para nuestra supervivencia y desarrollo. Esta es la base del apego o attachment, teoría desarrollada en primera
instancia por John Bowlby. El apego se refiere al vínculo que se establece entre un bebé y sus cuidadores principales y que provee al
bebé de seguridad y regulación de los estados internos. Algunas funciones que desarrollaremos en la edad adulta, empiezan en los
primeros años y se explican a través del apego.

Funciones del apego

Algunas funciones del apego son:

 Ayuda a desarrollar y consolidar el cerebro del bebé y es tan importante para la supervivencia y el desarrollo en el Ser
Humano (y otras especies) que se sitúa por encima de otras necesidades biológicas.
 A través del apego los seres humanos conocemos el mundo y sentimos seguridad y coherencia tanto sobre nosotros mismos
como sobre aquello que nos rodea.
 El apego es tan innato que cuando un bebé es separado de su figura de apego, el  cerebro activa todo un conjunto
de emociones y conductas para buscar la cercanía y la seguridad en las personas significativas. Esto explica por qué los niños
tienen ansiedad cuando se les separa de sus padres y por qué solo se calma cuando estos vuelven. 
 El apego influirá en cómo seremos como adultos, en los conceptos que crearemos, en la seguridad que tendremos en
nosotros y en el resto de personas, y en cómo vinculamos con las figuras importantes (hijos, parejas). Si en la infancia el
apego ha sido principalmente ansioso, de adultos buscaremos o huiremos de un otro significativo (especialmente la pareja),
teniendo miedo, ansiedad o ira si ésta se aleja o alejándonos antes para evitar el abandono.
 Del apego dependerá en gran parte la capacidad de regulación interna (emocional).
 Del apego depende que creemos una visión sólida y estructurada de nosotros mismos.

Si se producen dificultades en las relaciones primarias o en la seguridad del bebé, se pueden desarrollar los denominados traumas de
apego.

Tipos de apego

Dependiendo de las experiencias que la persona tenga en la infancia, estos son algunos tipos de apego que podemos encontrar:

 Estilo evasivo o evitativo: se desarrolla frente a personas que no son muy presentes o sensibles a las necesidades del niño. Un
ejemplo sería el niño que llora desconsoladamente y no obtiene respuesta ninguna de su cuidador. El niño se acaba calmando
por agotamiento, pero aprende que no puede fiarse ni depender de nadie. Suelen ser niños que parecen calmados frente a las
separaciones de sus figuras de apego, pero los estudios han demostrado que en realidad estos niños sienten una gran ansiedad,
aunque no la exteriorizan. Si lo vemos desde un plano más evolutivo, este tipo de apego también se desarrollaría cuando
crecemos en un ambiente muy peligroso, donde las probabilidades de sobrevivir son difíciles. En estos contextos lo más
probable es que no se creen lazos estrechos puesto que la persona tendría la sensación de poder perderlos.
 Estilo ansioso o ambivalente: suelen ser niños que crecen con figuras de apego más pendientes de sus propias necesidades
que de las necesidades del niño. Estos niños crean respuestas de protesta muy fuertes, puesto que el adulto responde de
manera variable. Tienden a hipervigilancia y necesitan permanecer cerca de las figuras de apego constantemente, pues no
pueden interiorizar si esta está disponible o si por el contrario desaparecerá.
 Estilo seguro: Cuando por el contrario las personas que deben proteger y atender al niño son consistentes, los niños
desarrollan un apego donde aprenden a regularse por ellos mismos y sienten que los demás son personas confiables y el
mundo un lugar seguro. Pero esto puede resultar desadaptativo si el ambiente donde tendrá que vivir el futuro adulto es
peligroso.

¿Cuáles son los trastornos de apego?

Es importante entender que el apego no es algo patológico, sino que es una respuesta adaptativa a los diferentes contextos y personas que
hemos tenido en nuestra infancia y que resurge en la edad adulta con diferentes perfiles de persona.
Los trastornos de apego surgen cuando el niño debe responder frente a situaciones traumáticas o cuando sus figuras de apego son
poco consistentes, por ejemplo cuando sus cuidadores no responden a las necesidades emocionales o físicas del infante, como ocurre en
los casos de negligencia o cuando la persona que debe proveer seguridad y afecto es la misma que produce miedo, como en las
situaciones de maltrato o abuso.

En estos momentos el apego se construye como fuente de trauma o como una desorganización de la respuesta de apego, esto es, como
no sirven los otros tipos de apego para establecer un vínculo con la persona significativa, el niño desarrolla visiones y conductas
patológicas (se queda parado, busca contacto pero al mismo tiempo tiene miedo, rechaza al cuidador pero lo anhela, etc.), esto se
denomina apego desorganizado, el cual es visto por algunos autores lo ven como una cuarta clasificación del tipo de apego y otros sin
embargo lo especifican como la desorganización en el apego cuando las otras estrategias no funcionan.

¿Cómo afectan los traumas de apego en la vida adulta?

El apego, como se ha definido al principio, condiciona la forma en que nos vemos, interpretamos a los otros y al mundo y cómo nos
relacionamos, especialmente con figuras importantes como la pareja o los hijos.

Hay que tener en cuenta que el apego, aunque es importante, no es una clasificación de la personalidad y que las personas somos mucho
más que el apego, por lo tanto habrá otras variables que nos afecten en nuestro desarrollo personal: experiencias, ambiente, genética,
sociedad, cultura, etc.

A parte de esto hay que recordar que los niños establecen diferentes tipos de apego con diferentes personas, así con un padre frío pueden
desarrollar un apego evitativo y tener al mismo tiempo un apego seguro con una madre cálida, acogedora y respetuosa, que ofrece
consuelo al tiempo que deja libertad de exploración al niño. Aclarado esto, algunas consecuencias que están afectadas por los trastornos
del apego son:

 Incapacidad de la persona de auto-calmarse y auto-regularse


 Disociación
 Dependencia emocional
 Evitación de los vínculos cercanos
 Miedo al abandono
 Visión del mundo como peligroso o demasiado seguro
 Visión distorsionada de los otros: como agresores, como manipuladores, como peligrosos o con malas intenciones.
 Visión de uno mismo como inseguro, incapaz, inadecuado, malo, víctima, peligroso, agresor…
 Conductas de protesta: llorar, gritar, agredir, suplicar… especialmente en momentos que sienten que el vínculo puede
romperse o corre peligro.
 Llevar a las parejas a límites, ponerlas a prueba, estar constantemente buscando su aprobación o verificando que las
quieren (especialmente en apegos ambivalentes), evitarlas activamente o sentirse atrapados en vínculos cercanos
(apegos evitativos).
 No resolver los duelos adecuadamente
 No tolerar la frustración o ciertas sensaciones corporales.
 Engancharse emocionalmente a ciertos tipos de persona, incluso aunque estas puedan ser tóxicas o perjudiciales para
uno.
 Aventurarse en experiencias peligrosas o nocivas
 Desorganización de la personalidad y del concepto del yo
 Trastornos de la personalidad también se han relacionado con los traumas tempranos de apego.
 Baja capacidad de mentalización (pensar sobre uno mismo, sobre los demás o sobre las relaciones que se establecen),
tomar sus pensamientos como ciertos, pensar más motivos de los que realmente existen, aceptar una conducta como la
prueba de algo, etc.
Por otro lado, también se llegó a la conclusión que ciertos tipos de depresión parecía derivar o estar influidas por los apegos inseguros en
la infancia, siempre teniendo en cuenta la multicausalidad de la depresión (no suele existir una sola causa que la explique ni que la
mantenga). La relación que se ha encontrado en los estudios sería la siguiente:

 El Apego ansioso-ambivalente estaría más relacionado con un tipo de depresión denominada dependiente o anaclítica. En
ella domina el miedo a la pérdida del amor del otro, la necesidad de reasegurar el vínculo con el otro (saber que no se irá, que
se pueden fiar de él), y la necesidad de relaciones confiables. Cuando se pierden se genera: Enojo, rabia, culpa, ansiedad.
 El Apego ansioso-evitativo estaría más relacionado con un tipo de depresión denominada introyectiva o de alta autocrítica,
donde la persona tendería a buscar y a luchar constantemente por tener una autoimagen positiva y con tendencia a la búsqueda
de la perfección cosa que, como es de esperar, difícilmente puede conseguirse. El no obtener estos resultados le supondría
sentimientos de desvalorización, culpa y fracaso.
Tratamiento de los trastornos de apego
El tratamiento para los trastornos de apego se basa en ayudar a la persona a crear vínculos más seguros y beneficiosos, en cambiar
ciertas creencias o esquemas mentales que ha dado por válidos, en ayudarle a vincular de un modo más sano y a reaprender a interpretar
la realidad, siempre desde la cercanía y comprensión del terapeuta.

El terapeuta trabajará desde diferentes corrientes y estrategias como el psicoanálisis relacional, la terapia Gestalt o en casos de trauma
grave, el EMDR, que se ha visto como una técnica muy efectiva para este tipo de trastornos. Otras estrategias como la Terapia Basada
en la Mentalización o la Terapia Basada en la transferencia pueden ayudar a reparar el apego, especialmente en casos graves como
los trastornos de la personalidad. Sea como sea, el psicólogo ayudará a la persona a vivir desde un lugar más seguro, reparando los daños
del apego que actualmente le hacen sufrir.

QUE ES Y COMO AFECTA EL TRAUMA DE APEGO

Trauma de apego

Existe la creencia generalizada de que una persona sufre un trauma cuando ha vivido una experiencia perturbadora, habitualmente
inesperada y de elevada intensidad emocional, como un abuso, un accidente, un atentado, una violación, etc.

Sin embargo existen vivencias durante la infancia, incluso en el vientre materno que en sí mismas puede generar un trauma a la
persona, un trauma de apego.

Desde que estamos en el interior de nuestra madre establecemos un vínculo, que posteriormente se mantiene y normalmente se amplía a
más cuidadores y/o familiares, en nuestra infancia más temprana.

El apego, es el vínculo que el bebé establece desde su nacimiento con sus cuidadores, es un vínculo emocional. Los niños nacen
indefensos y necesitan la cercanía y cuidado de sus familiares, para sentirse seguros, cuidados, aceptados.

Nacemos sin poder hablar, por eso los niños llevan a cabo muchísimas conductas para saber que las figuras seguras están ahí, como por
ejemplo, cuando sonríen si los miramos, cuando nos tocan, cuando emiten ruidos para llamar nuestra atención. Es su primera toma de
contacto con el mundo y de vital importancia para el desarrollo de su personalidad.

La plasticidad cerebral hace que a medida que el cerebro va madurando, a partir de las experiencias que el niño vive, vaya aprendiendo a
relacionarse, a amar, a defenderse, a regularse emocionalmente, etc. Va adquiriendo recursos propios que le ayudan a poder calmarse por
sí mismo, a través del apego generado con su familia, que son quienes le aportan la seguridad para poder realizar este aprendizaje. A
medida que el niño crece, un vínculo sano de apego, ayuda a que pueda integrar y comprender sus emociones, percepciones, sus
pensamientos y a comprender como piensan y sienten los demás, a mentalizar.

La forma en que nos vinculamos a nuestros cuidadores principales, marca el resto de nuestra vida y en muchas ocasiones, cuando no hay
un trauma relacionado con abusos y/o malos tratos, no sabemos que podemos padecer un trauma de apego, que acarreará consecuencias
físicas, psicológicas y sociales a lo largo de nuestra vida.

¿Qué ocurre cuando hay un trauma de apego?

Cuando las figuras de apego no están disponibles, existe negligencia, abandono o lo están de una manera ansiosa, intermitente,
ambivalente, el niño se verá perjudicado por ello.

Pongamos un ejemplo muy básico, cuando un bebé llora y es atendido, lo calman, le hacen sentir seguro, su sistema nervioso que se
encontraba sobreexcitado, disminuirá su activación, porque existe alguien que con su presencia, su contacto, su forma de hablar, le ha
ayudad a regular sus emociones en ese momento. Sin embargo ¿qué ocurre cuando un niño no es atendido en esta situación?

El niño intentará llamar la atención de todas las manera posibles, y finalmente dejará de intentarlo, aceptará que nadie va a acudir, pero
no se calmará totalmente, su sistema nervioso permanecerá activado ¿Os podéis imaginar cómo se sentirá un bebé en esta situación?
Todas las experiencias relacionadas con la falta de cuidado, de apoyo, de comprensión, de afirmación, se codificarán en la amígdala,
reactivándose una y otra vez ante muchas experiencias a lo largo de la vida de niño y posteriormente durante su adolescencia y etapa
adulta. Aprenderá solo, no a partir de un vínculo que le de soporte en este aprendizaje.
En estos casos el niño desarrolla un apego inseguro, que de manera muy general y para que podáis comprenderlo, se puede clasificar
en:

 Apego ansioso: Desarrolla una hipersensibilidad al rechazo e intenta llamar la atención de los demás a toda costa.
 
 Apego evitativo: Ocurre lo contrario con el anterior, existiendo una tendencia a evitar interacciones sociales y una tendencia a
aislarse.
 Apego desorganizado: No desarrolla la capacidad de poder controlar sus reacciones ante situaciones de estrés emocional, por
lo que tienden a sufrir desregulaciones afectivas generalizadas.

Desarrollarse en los que se den este tipo de situaciones de manera reiterada y como estilo de crianza, provocan en el niño la acumulación
de experiencias traumática y finalmente un trauma complejo, el trauma de apego.

¿Qué consecuencias tiene el trauma de apego?

Las consecuencias pueden ser muy diversas y muy destructivas para la persona, ya que inciden directamente en el desarrollo de la
personalidad y en la visión del mundo, de uno mismo y de los demás. Existe una mayor incidencia en los siguientes:

 Inestabilidad emocional: Cuando el vínculo de apego se ve perjudicado la tristeza puede ser muy permanente en la persona,
alternando cuando se siente amenazando con sentimientos de ira y rabia. Estas alteraciones emocionales son incontrolables
por la persona, porque no puede regularse, pudiendo necesitar llorar desconsoladamente por cualquier evento o alterándose
muchísimo por algo que el resto pueda considerar insignificante. A lo largo de su vida estas personas pueden padecer síntomas
depresivos y/o de ansiedad, pudiendo llegar a desarrollar un trastorno.
 Somatizaciones: No aprender a permitir que las emociones sean expresadas, provoca que estas se queden estancadas en el
cuerpo y se muestren mediante síntomas físicos, como dolores de cabeza, musculares, tics, problemas gastrointestinales, etc.
 Problemas de autoestima y seguridad: Aprendemos a sentirnos bien con nosotros mismos, en gran medida, a la vez que nos
sentimos seguros y aceptados dentro de una red familiar, a partir de unos vínculos seguros. A medida que nos hacemos
mayores, nos vamos enfrentando a situaciones en las que somos evaluados, en las que tenemos que tomar decisiones,
esforzarnos, etc. Ante estas situaciones una persona con trauma de apego tendrá muchos pensamientos negativos sobre sí
mismo, no puede verse como es realmente, no ha aprendido a valorar sus fortalezas y debilidades como tal, ni sus
capacidades.
 Problemas para vincular y relacionarse socialmente: La falta de regulación afectiva recibida, deteriora la capacidad para
desarrollar vínculos sanos con los demás, pudiendo ponerse en situaciones de riesgo, involucrándose en relaciones tóxicas,
desconfiando de las intenciones de los demás, etc.
 Baja tolerancia a la frustración: El regularse por sí mismo y a la vez estar expuesto a situaciones que reactiven lo vivido,
que hagan que la amígdala se active, pueden hacer que estas personas actúen ante situaciones en las que no obtienen los
resultados esperados, de una forma muy explosiva emocionalmente, hacía sí mismo y hacia los demás.
 Sumisión: Puede padecer contradictorio a lo anterior, pero esa soledad emocional en la que se han desarrollado, puede hacer
que acepten las decisiones de los demás sin juzgar, que no se planteen otras opciones, por miedo a estar solos.
 Trastornos de personalidad: La máxima expresión de trauma de apego, se traduce en la prevalencia de una serie de
síntomas, durante un tiempo prolongado que dan lugar a diversos trastornos de personalidad como pueden ser: Trastorno
límite de la personalidad, trastorno antisocial de la personalidad, trastorno histriónico, narcisista, por evitación, por
dependencia.

CONSEJOS PRACTICOS PARA PADRES: COMO FOMENTAR LA


AUTOESTIMA EN NUESTROS HIJOS.

Este artículo es el segundo dedicado a coocer los secretos para aumentar la autoestima en los niños. En este segundo blog describiremos
nuestros consejos prácticos para padres que quieren fomentar la autoestima en sus hijos.
 ¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES PARA FOMENTAR LA AUTOESTIMA EN EL NIÑO?
 
Partimos de la base de que es importante desarrollar una autoestima adecuada, ni baja ni muy alta, sino una autoestima acorde a
lo que somos.
Como ya hemos indicado, la autoestima se verá afectada por las expectativas que  tengan los padres de sus hijos, por las consideraciones
y las críticas que le hagan los adultos, porque la opinión que  los adultos tengan del niño influenciará en la percepción que se vayan
formando de sí mismos. En este sentido podemos decir “Nos miramos como hemos sido mirados”.

Puede suceder que a veces los niños puedan presentar síntomas o problemas de baja autoestima. Los padres no deben desesperarse, sólo
deben prestar atención, desarrollar estrategias para que los superen y si no pueden y/o es difícil, que no se dude en consultar a un
psicólogo.

Algunas de estas estrategias son:

Acepta a tu hijo como es. Todos los seres humanos tienen virtudes y defectos, tu hijo también. En este sentido no pidas que sean
perfectos. Para toda persona es importante ser aceptado como es. Esto brinda seguridad y fortaleza para cambiar lo que sí se puede
cambiar de uno mismo.

Ser como adulto un modelo positivo y cercano. Si se acepta también usted tal como es y no es tan exigente consigo mismo o si es
pesimista o poco realista sobre sus capacidades y limitaciones, su hijo puede terminar siendo el reflejo de usted. Cuidar la propia
valoración de sí mismo es el mejor modelo que tendrá su hijo para seguir.

Dar amor incondicional. Este amor sin condiciones se produce con lo anteriormente dicho, aceptándole con sus fortalezas y debilidades.
En este sentido es importante indicar que cuando te enfades con él por algo que ha hecho, enfádate con lo que hizo, con su
comportamiento y no con él como persona, siempre tiene que ser claro que lo inaceptable es la conducta no él. No le digas “eres un niño
malo”  “así no te quiero”, sino “lo que has hecho es malo” “no me gusta eso que haces”. Podemos estar enfadados con el niño, pero eso
no implica que en ese momento le dejamos de querer, es más, el mensaje debería ser, “porque te quiero y quiero que seas feliz, hay cosas
que no puedo permitir que hagas”. Si queremos cambiar una conducta o una forma de pensar, los mensajes van hacia  esa conducta o
forma de pensar no hacia el niño.
También demuestre ese amor que es importante para estimular la autoestima de su hijo. Dígale todo lo que lo quiere y lo orgulloso que
está de él. Elógielo con frecuencia pero de manera honesta, sin exageraciones ya que los niños perciben cuando se es sincero y se dice
desde el corazón.

Validar lo que siente. Cuantas veces, nos hemos sentido incomprendidos como adultos cuando alguien nos ve mal y nos dice “no te
sientas así, ponte bien”, “no le des importancia, ya pasará”, “olvídate de eso”, como si fuera fácil, como si pudiéramos borrar el malestar
con un chasquido de los dedos.  Imagínate lo que eso puede repercutir en nuestros hijos. Para aprender a manejar las emociones y
resolverlas, tenemos que aceptar que existen y están para algo. Hay situaciones que ponen triste y está bien sentirse triste, hay situaciones
que enfada y está bien estar enfado, porque esas emociones bien gestionadas nos ayudarán y nos orientarán a superar el malestar. Valida
las emociones de tu hijo, que no pasa nada por sentirlas, ayúdale a que reflexione contigo, por qué se siente así y que puede hacer para
superarlas, ayúdale a tolerarlas, ya que a veces necesitamos tiempo (un duelo, una pérdida no se soluciona de un día para otro) así tu hijo
no tendrá miedo de esas emociones. Al validarle lo que sientes, también le ayudamos a desarrollar la empatía, ya que nosotros en ese
momento empatizamos con él: “comprendo que te haga sentir mal”.

Evita etiquetar a tu hijo.  Las etiquetas negativas se vuelven creencias limitadoras perdurables en el niño cuando se hace adulto. Estas
etiquetas se pueden trasmitir de muchas maneras, seriamente, como broma o burla, desde el cariño, pero todas ellas producen malestar.
Por ejemplo le puedo decir enfadado al romper algo: “¡¡¡¡¡eres un torpe!!!!!”. O decirle como broma reiterada “manos de mantequilla” o
también: “deja cariño, lo hago yo porque tu rompes todo”. Sea como sea el tono del mensaje, al niño le quedará soy torpe, no sirvo y se
impondrá como una creencia que le limitará e su vida. Los niños están aprendiendo, si de entrada les encasillamos, se quedarán allí, como
el agresivo, el torpe, el inútil, etc.

MAS CONSEJOS PARA FORTALECER LA AUTOESTIMA DE TU HIJO

Una pequeña advertencia. Las etiquetas que sobrevaloran y no se ajustan a la realidad tampoco son positivas: “eres el mejor del
mundo” “nadie puede contigo”, etc.

Elogiar a sus hijos. Esta consigna va en relación a lo anterior Concéntrate en las cosas positivas que hace tu hijo y remárcaselas, siempre
sin sobrevalorar. Si le remarcas las cosas positivas, tú hijo tendrá la sensación de haber logrado algo y su autoestima se fortalecerá.
Además sabrá por qué.
 
Tampoco lo compares cuando hace algo mal,  como: “tu hermano es mejor” “tu primo saca mejores notas”.  Es probable que se sienta
avergonzado, no querido, envidie al otro. Esto es lo mismo para las comparaciones positivas: “Tú eres el mejor jugador”, coloca al niño e
un nivel de exigencia permanente difícil de alcanzar.
 
Escúchale y bríndale un espacio de intimidad para que pueda hablarte y tú puedas responder. Prestar atención no es escucharle
mientras veo la televisión o estamos en otra cosa, es mirarle, comprenderle, validarle. También reconozcámosle cuando no sabemos algo.
En este sentido Tratar a tus hijos con respeto, pidiéndole que él te respete a ti. Hay que escucharle, pero no siempre cuando él quiera,
hay momentos.

También reconózcale su esfuerzo y tenga en cuenta cómo le transmite las cosas, por ejemplo, si su hijo no ha jugado el partido de futbol
y ha sido suplente diciéndole: "Bueno, la próxima vez trabajarás más y lo conseguirás", puede hacer que el niño lo entienda como “no
trabajo lo suficiente”, “mi padre no está contento”, etc. En cambio se puede decir algo similar pero que tiene otro significado: "Bueno,
esta vez no entraste en el equipo, pero estoy orgulloso del esfuerzo que haces, si sigues así puedes conseguirlo".

No olvidarse: Validar el esfuerzo y luego marcarles que para conseguirlo hay que persistir, aceptando los malos momentos y las
frustraciones. En este sentido aliéntalo, ya que necesita tu apoyo. Dile que crees en él y que lo animas a seguir adelante. Hay que
alentarle y apoyarle en el camino y no sólo valorar el logro alcanzado.

Estimúlale para que tome sus propias decisiones y pueda resolver sus problemas, aunque se equivoque, ya que para aprender a
manejar las desilusiones y frustraciones, primero hay que vivirlas. Por ello, deja que cometa errores. Porque es algo que no puedes
evitar y él tiene que aprender a superarlo. 
También reconoce tus propios errores, recuerda que eres su modelo. Para alcanzar nuestros éxitos, tendremos en el camino tropiezos,
tomaremos malas decisiones, pero si aprendemos a sobreponernos, podremos seguir avanzando. En este sentido, también permite los
riesgos saludables, animándole a experimentar y explorar cosas nuevas, aunque se equivoque, si no lo hace no se puede tener éxito.  

Ve dejando que asuma responsabilidades acorde a su edad –no pidas más de lo que puede-. Darle responsabilidades alcanzables les
ayuda a crecer y  madurar, se sienten capaces y sienten que confían en él.

Fomenta la cooperación y la participación. Esto favorece la autoestima y la confianza en los demás, además de aprender a trabajar en
equipo.

Establece límites acorde a su edad. Los límites tienen que ser claros y concisos y se deben respetar, aunque hay que ser flexibles, el
límite debe mantenerse, por ejemplo si decimos que a una determinada hora se acuesta, hacerlo un día sí y otro no, no es lo adecuado.

Fomente los intereses y habilidades de sus hijos. No exijamos a nuestros hijos que les guste lo mismo que a nosotros o que se sumen a
nuestros intereses, enséñale a saber que les gusta y a que lo desarrollen.

Acepta tus propios errores y discúlpate, lo importante para un niño, no es que su padre no se equivoque, sino que pueda rectificar,
disculparse y reparar. Los hijos no quieren padres perfectos, quieren padres que les amen.

Por último, destacaremos un punto importante que engloba muchas características anteriores, crea un
ambiente de seguridad y amor para que se desarrolle, donde no se tolere la violencia y se fomenten los buenos tratos, el respeto y la
empatía.

Estas indicaciones no son un recetario, son propuestas para ir incorporando, educar es una tarea difícil y larga, por ello, revisemos nuestra
propia autoestima e incorporemos estas indicaciones a nuestras vidas.
Y si ves que te cuesta y que ves que tu hijo necesita ayuda, no dudes en recurrir a un profesional, con un poco de ayuda, los niños pueden
desarrollar una vida plena.

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