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El hombre y la mujer a la luz de la Ciencia Espiritual


 GA56
Conferencia XI
Ago19
Rudolf Steiner – Múnich, 18 /III/1908

La ciencia antroposófica no existe para que los seres humanos


se alejen de la vida a través de algún tipo de misticismo. De
ninguna manera debe desviar a las personas de sus tareas en la
vida cotidiana o del presente. Por el contrario, la Ciencia
Espiritual debe traer fuerza, energía y mente abierta a la
humanidad para que la gente pueda satisfacer lo que la vida
cotidiana y nuestros tiempos exigen. De aquí se desprende que
la Ciencia Espiritual no debe ocuparse únicamente de los
grandes enigmas de la existencia, de la naturaleza, de la
existencia humana y del significado del mundo, sino que
también debe buscar iluminar las cuestiones que nos afectan
directamente. Por lo tanto, en estas conferencias trataremos
todo lo que comúnmente se llaman preguntas de nuestro
tiempo.
Pero quienquiera que hable de la Ciencia Espiritual sobre estos
temas contemporáneos se encuentra en una posición especial,
porque él plantea la expectativa de que entrará directamente en
estos debates actuales. Y esta expectativa surge muy fácilmente
con las preguntas del hombre y la mujer, o el hombre, la mujer y
el niño. Sin embargo, precisamente porque el investigador
espiritual debe considerar estas cuestiones desde un punto de
vista más elevado, sus observaciones parecen alejarse de las
perspectivas y las opiniones que surgen en las discusiones
convencionales.
Aunque la Ciencia Espiritual debe mirar estas preguntas desde
una perspectiva más alta, es precisamente la Ciencia Espiritual
la que puede trabajar más prácticamente sobre estos
temas. Pues mientras que es de la naturaleza de la observación
científico espiritual que tales preguntas se levanten en su
contexto eterno, al mismo tiempo, esta observación da visibles

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soluciones prácticas a problemas concretos (a diferencia de los
programas de partidos, lemas y similares que resultan
impracticables). Esto debe recordarse siempre al considerar la
relación entre el hombre y la mujer desde un punto de vista más
elevado.  Muchas de las cosas que se dirán sonarán bastante
extrañas. Pero si penetran más profundamente en ellas
descubrirán que la Ciencia Espiritual puede ofrecer una
respuesta mucho más completa a las preguntas de la vida
práctica que la que se puede encontrar en otros lugares.
La Ciencia Espiritual toma su punto de partida del
conocimiento de que detrás de todo lo que es sensible se percibe
una naturaleza anímico-espiritual. Sólo cuando volvemos
nuestra mirada hacia lo espiritual que se esconde tras el mundo
de los sentidos, las preguntas con las que nos interesamos
aparecerán en su luz correcta. Y así debemos preguntarnos:
¿Cuál es la naturaleza espiritual de los dos sexos? Veremos
entonces que las verdades reveladas por la Ciencia Espiritual ya
son percibidas por muchos hoy, incluso por aquellos con una
perspectiva materialista del mundo. Pero como estos indicios se
basan sólo en una concepción materialista, a menudo aparecen
como ilusorios.
¿Qué tiene que decir el materialismo acerca de la naturaleza de
los sexos? Podemos orientarnos mejor hacia esta cuestión
considerando que las mujeres están buscando desde hace algún
tiempo acercarse al tiempo de la evolución humana en el que
ambos sexos alcanzarán la igualdad total. En la medida en que
las mujeres han participado en la lucha por sus derechos, es
importante que aprendamos lo que el materialismo tiene que
decir sobre la naturaleza femenina. Entonces encontraremos un
punto de referencia sobre cómo el mundo moderno piensa
sobre esta cuestión. Uno podría citar las ideas más variadas
sobre la naturaleza femenina tal como aparecen en el libro Una
encuesta del problema de la mujer (Zur Kritik der
Weiblichkeit ) de Rosa Mayreder. De hecho, es muy bueno

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buscar las opiniones de las principales personalidades de la
época en cuestiones de este tipo.
Un científico muy notable del siglo XIX describió la calidad
básica de la mujer como humildad. Otro cuyo comentario es
igualmente válido declaró que era de una disposición
enojada. Otro científico que desencadenó mucha controversia
llegó a la conclusión de que la naturaleza femenina es
básicamente sumisa, mientras que otro sentía que consistía en
el deseo de dominar. Uno describió a las mujeres como
conservadoras, y otros sentían que las mujeres eran el
verdadero elemento revolucionario en el mundo. Y otro dijo que
la capacidad de analizar esta muy bien desarrollada en las
mujeres, en oposición a otros que creían que las mujeres
carecen totalmente de esta cualidad y sólo han desarrollado la
capacidad de síntesis.
Esta colección pintoresca podría extenderse indefinidamente,
aunque al final uno sólo aprendería que al mirar las cosas a un
nivel puramente externo, las personas inteligentes son llevadas
a conclusiones opuestas. Aquellos que desean entrar más
profundamente en el tema deben preguntarse si tal vez estos
observadores están partiendo de premisas falsas. Uno no puede
mirar solamente externalidades, sino que debe considerar la
totalidad del ser humano. Un descubrimiento de la verdad
surgió en muchos investigadores a través de los hechos
mismos. Sin embargo, esto fue sumergido por el pensamiento
materialista. Por ejemplo, un joven, Otto Weininger, escribió un
libro titulado Sex and Character.
Otto Weininger era un hombre con un gran potencial que, sin
embargo, fue incapaz de desarrollar porque el peso del
materialismo descansaba pesadamente en su alma. Él era de la
opinión que el ser humano individual no puede ser visto como
totalmente masculino o femenino, sino más bien que lo
masculino se mezcla con lo femenino y viceversa. Esta idea
embrionaria surgió en el alma de Weininger, pero fue
estropeada por el materialismo prevaleciente. Así, Weininger

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imaginó que había una mezcla y una interacción material entre
los principios masculino y femenino, de modo que en cada
hombre se encuentra una mujer oculta y que en cada mujer
existe un hombre escondido. Pero aparte de esto, llegaron a él
algunas extrañas conclusiones. Weininger dijo, por ejemplo, que
la mujer no posee yo, individualidad, carácter o personalidad, ni
libertad, etc. y como su teoría sólo se refería a la mezcla
puramente material y cuantitativa de propiedades masculinas y
femeninas, se sigue que el hombre posee todas estas cosas. De
esto, sin embargo, no le llego nada en él debido a sus otras
cualidades masculinas. Así, si entramos en esto lógicamente
descubrimos pronto una teoría que se destruye a sí misma. Y sin
embargo, como vamos a ver, hay algo de verdad en ella.
He enfatizado una y otra vez que no es tan fácil entender al ser
humano desde la Ciencia Espiritual como si fuera una ciencia de
orientación materialista. Pero lo que percibimos como seres
humanos sensibles a los sentidos,  es para la Ciencia Espiritual
sólo una parte de su totalidad, es decir, el cuerpo físico.
 Más allá de eso, sin embargo, la Ciencia Espiritual distingue el
cuerpo etérico que el ser humano tiene en común con los
animales y las plantas. Como tercer miembro humano, se
caracteriza al cuerpo astral o alma donde vivimos en los
sentimientos y sensaciones y es portador de nuestras alegrías y
tristezas. Este miembro lo tenemos en común con el mundo
animal. Y como el cuarto miembro Ciencia Espiritual reconoce
lo que hace a los seres humanos conscientes de sí mismos —el
yo. La Ciencia Espiritual describe así al ser humano como
poseedor de cuatro miembros.
Ahora nos ocuparemos de los cuerpos físico y etérico. Pues aquí
está la solución al enigma de los sexos. El cuerpo etérico es una
imagen del cuerpo físico sólo en cierta medida. Porque en
cuanto al sexo las cosas son diferentes. En el hombre el cuerpo
etérico es femenino y en la mujer es masculino. Por extraño que
parezca, una observación más profunda revelará lo siguiente:
algo del sexo opuesto está oculto en cada persona. No es bueno

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sin embargo buscar todo tipo de fenómenos anormales, más
bien uno tiene que prestar atención a las experiencias
normales. Al confrontar este hecho, ya no es posible en sentido
estricto hablar de hombre y mujer, sino de cualidades
masculinas y femeninas. Ciertas cualidades en la mujer trabajan
más externamente mientras que otras están más
interiorizadas. La mujer tiene cualidades masculinas dentro de
sí misma y el hombre cualidades femeninas. Por ejemplo, un
hombre se convierte en un guerrero a través del valor exterior
de su naturaleza corporal, una mujer posee un coraje interior, el
valor del sacrificio y la devoción. El hombre lleva su actividad
creadora a la vida externa. La mujer trabaja con devota
receptividad en el mundo. Innumerables fenómenos de la vida
se harán claros para nosotros si pensamos en la naturaleza
humana como el trabajo conjunto de dos polos opuestos. En el
hombre el polo masculino trabaja hacia afuera y el femenino
vive más hacia adentro, mientras que en la mujer ocurre lo
contrario. El hombre lleva su actividad creadora a la vida
externa.  La Ciencia Espiritual, sin embargo, también nos
muestra una razón más profunda por la cual una cualidad
masculina se encuentra en la mujer y una femenina en el
hombre. La Ciencia Espiritual habla de cómo los seres humanos
se esfuerzan en progresar hacia una perfección cada vez mayor,
a través de muchas vidas. Nuestra vida actual es siempre el
resultado de una anterior. Así, a medida que avanzamos a través
de muchas vidas, experimentamos encarnaciones masculinas y
femeninas. Lo que surge de esta manera puede ser expresado
como el efecto de esas experiencias reunidas en ambos lados en
la vida terrenal.
Quien es capaz de este modo de mirar más profundamente a las
naturalezas masculina y femenina sabe que las experiencias más
íntimas de los dos sexos son muy diferentes y deben ser muy
diferentes. Toda nuestra existencia terrestre es una colección de
las más variadas experiencias. Sin embargo, estas experiencias
sólo pueden llegar a ser comprensivas a través de su adquisición

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desde el punto de vista de ambos sexos. Por lo tanto, podemos
ver que incluso si sólo consideramos al ser humano con respecto
a los dos miembros inferiores, vemos en realidad un ser con dos
lados. Mientras uno se limita a mirar el cuerpo físico poco se
puede entender. Lo espiritual que está detrás también debe ser
reconocido. A través de su naturaleza masculina aparece la
feminidad interior del hombre, y a través de la naturaleza
femenina de la mujer aparece su masculinidad interior. Ahora
uno puede comprender por qué es que se han cometido tantos
errores sobre esta cuestión; depende de si uno mira el interior, o
los aspectos externos. Al considerar sólo un lado del ser
humano, uno está enteramente sometido al azar. Si, por
ejemplo, un investigador encuentra que la principal cualidad de
la mujer es la humildad y otro que tiene una disposición
enojada, significa simplemente que ambos han observado sólo
un lado del mismo ser. El error debe ocurrir con este tipo de
enfoque. Para reconocer la verdad plena debemos mirar al ser
humano completo.
 Algo más debe tenerse en cuenta también para obtener el
conocimiento de toda la verdad. Debemos observar al ser
humano alternando los estados de sueño y vigilia. Durante el
sueño, el cuerpo astral y el yo salen fuera del organismo físico-
etérico del ser humano. Al quedarse dormido uno pierde la
conciencia de vigilia; Uno entra en un estado de conciencia
diferente -una conciencia de sueño. Las percepciones y
experiencias que vividas por el yo y el cuerpo astral durante el
sueño en el mundo espiritual permanecen ocultas a nuestra
conciencia habitual. En el estado evolutivo actual, el ser
humano está organizado de tal manera que el yo y el cuerpo
astral deben hacer uso de los órganos sensoriales físicos para
tomar conciencia del mundo físico. Que vemos, oímos,
probamos, y así sucesivamente con nuestros órganos físicos de
los sentidos es una idea ampliamente extendida hoy en día. Un
pensador como Fichte sin embargo, diría: El oído no oye —yo
escucho. El yo, verdadero ser interior del ser humano, es por lo

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tanto el punto de partida de todas nuestras percepciones de los
sentidos. Y cada mañana, cuando despertamos, el yo y el cuerpo
astral experimentan nuevos conocimientos del mundo físico a
través de los órganos de los sentidos. Es diferente durante el
sueño, porque el yo y el cuerpo astral pasan su tiempo en el
mundo espiritual. El ser humano tiene órganos sensoriales en el
cuerpo astral que le permiten la percepción en el mundo astral,
pero éstos normalmente no han sido desarrollados. Aquellos
que no pueden aceptar esto como una posibilidad deben ser más
consecuentes y decir que en realidad los seres humanos mueren
cada noche. Pues los seres humanos se encuentran en el mundo
espiritual por la noche.
Más allá de esto, los mundos espiritual y físico tienen una
relación única entre ellos, pues todo lo físico es sólo una forma
muy densificada de lo espiritual. De la misma manera que el
hielo es agua densificada, también lo son los cuerpos físico y
etérico, una densificación del cuerpo astral. Al materialismo
actual le resultará muy difícil admitir que el espíritu crea toda la
materia. Es, sin embargo, la tragedia del materialismo que
entienda menos la naturaleza de la materia. Se llega a
conclusiones muy extrañas si se niega que la materia sea una
forma condensada de lo espiritual. Naturalmente, si uno se
queda con los conceptos populares, la mayoría de la gente no
reconocerá inmediatamente nada menos que la razón pura en
una oración como la siguiente: El cuerpo es el fundamento de
nuestra verdadera naturaleza del alma; Todas las llamadas
cosas espirituales pueden ser guiadas a través de lo que es
corporal. Se hace mucho más claro, sin embargo, si uno lo lleva
a su conclusión lógica, como se hace por ejemplo en ese
pragmatismo que viene de América. Una sola oración mostrará
fácilmente cómo esta teoría es una pura tontería para la mente
humana. Así declara que el hombre no llora porque está triste,
sino que está triste porque llora. Que un estado de ánimo
pudiera tener un efecto sobre lo físico no se considera posible,
en su lugar uno cree que algún evento exterior hace que las

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lágrimas que salen hacen que la persona este triste. Esta es la
consecuencia del materialismo llevado a su lógica absurda.
La Ciencia Espiritual sabe que los dos miembros superiores del
ser humano, el yo y el cuerpo astral salen durante la noche,
mientras que los cuerpos físico y etérico permanecen detrás. De
este modo se sigue que durante el sueño el ser humano deja
atrás aspectos masculinos y femeninos y vive como un ser
sexualmente indiferenciado en el mundo espiritual. La vida de
cada uno se divide así entre una experiencia sexual y otra
asexual.
¿Los sexos entonces no tienen ningún significado en el mundo
espiritual? ¿La polaridad del cuerpo físico y etérico que hace
que los dos sexos se manifiesten aquí en la Tierra, no
encuentran eco en los mundos superiores? Ciertamente no
llevamos nuestra naturaleza sexual con nosotros a los mundos
superiores; Sin embargo, el origen de los dos sexos se encuentra
en la esfera astral. De la misma manera que el hielo se forma a
partir del agua, lo que nos encontramos en el mundo físico
como masculino y femenino se forma a partir de la polaridad de
los principios superiores.
Podemos abordar esto mejor si lo consideramos como la
polaridad de la vida y la forma. Esta polaridad también se
expresa en la naturaleza. Podemos ver la vida en ciernes en el
árbol y al mismo tiempo aquello que construye las formas
duras, ralentiza el crecimiento y lo transforma en el tronco
sólido. La vida y la forma deben trabajar juntas en todo lo que
vive. Y si consideramos la naturaleza de los sexos desde este
punto de vista podemos decir: Lo que corresponde al principio
de vida es lo masculino, mientras que lo que da vida a una cierta
forma se expresa en lo femenino. Lo que un artista crea como
forma en el mármol, por ejemplo, no se encuentra en la
naturaleza exterior. Sólo el ser interior del artista, que está
arraigado en el mundo espiritual y encuentra allí su alimento,
puede ser artísticamente creativo. De hecho, la realidad es que
las fuerzas y los seres del mundo espiritual están continuamente

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fluyendo hacia el cuerpo astral y el yo del ser humano. Y lo que
el artista crea como huella en la materia es un recuerdo de algo
con lo que ha sido estimulado en el mundo espiritual. Si el ser
humano no pudiera regresar a su patria espiritual durante el
sueño, no sería posible llevar a la existencia física las semillas
necesarias para iniciar grandes y nobles actos. Por lo tanto nada
podría ser peor para el ser humano que la pérdida prolongada
de sueño.
Lo que el artista ha extraído del mundo espiritual y ha
construido inconscientemente en su obra aparece entonces
como vida y forma. Uno podría preguntarse por qué es que el
“Juno Ludovisi” nos parece tan maravilloso. Esta la cara grande,
la frente ancha, la nariz inusual. Si tratamos de sentir nuestro
camino hacia esta imagen, llegaríamos a experimentar lo
imposible que es pensar lejos de lo espiritual; Alma y espíritu se
encuentran en la misma forma en este rostro. Esta forma podría
permanecer así para siempre. La vida interior se ha vuelto
enteramente forma, está fijada en la forma; Alma y espíritu se
han convertido en forma. Pues entonces miramos hacia la
cabeza de Zeus. El alma y el espíritu están presentes también en
esta frente algo estrecha, pero uno tiene la sensación de que esta
forma podría cambiar en cualquier momento.

Pues así como el artista es capaz de moldear la vida y la forma


en sus grandes obras, también todo nuestro ser es en realidad
vida y forma. Esto demuestra en sí mismo que la naturaleza
humana es de origen espiritual y es creada a partir de la vida, a
partir del proceso continuo de la vida y de aquello que le da
permanencia. El ser humano experimenta la vida y la muerte
como la expresión de esta mayor polaridad de existencia. Es en
este sentido que Goethe podría decir: “La muerte es el medio
por el cual la naturaleza puede crear más vida”. Así, la vida
encuentra una forma no para la vida unilateral, ni para la
muerte unilateral, sino para un conjunto armónico superior que
puede ser creado a través de la vida y la muerte juntos. Sobre

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esta base espiritual y física pueden trabajar juntos a través del
medio masculino y femenino; La vida eternamente en
desarrollo en lo masculino, y la vida mantenida en la forma en
el principio femenino.
Al investigar la naturaleza de los sexos no hemos comenzado
con una observación unilateral de la existencia física, sino que
hemos buscado una respuesta en el nivel espiritual de la
existencia. La armonía por encima de los sexos sólo se puede
encontrar en la medida en que los dos sexos se elevan a ese
nivel. Si, por tanto, haciendo uso de los conocimientos que se
obtienen de la Ciencia Espiritual, pudiéramos permitir que la
realidad más allá de los sexos surtan efecto en la vida práctica,
el problema de los sexos estaría resuelto. Esto nos lleva lejos de
la vida sin embargo. Pues lo que nos encontramos en los dos
fenómenos de la naturaleza humana puede ser mejor aclarado
esforzándose conscientemente por esta armonía superior. De
este modo se profundizará la cuestión de los sexos y se
armonizarán las polaridades. Todo en la naturaleza de los sexos
alcanza una forma y un significado muy diferentes. No podemos
resolver esta cuestión a través del dogma, sino que debemos
buscar un terreno común, y encontrar percepciones y
sentimientos que nos lleven más allá de los sexos.
Estas observaciones han demostrado, como se encuentra una y
otra vez, que debemos distinguir entre la realidad de los
sentidos y la naturaleza misma del ser. Si queremos resolver los
enigmas de la vida, debemos observar la totalidad del ser
humano desde el mundo de los sentidos y desde el mundo del
espíritu. Se puede ver que más allá de la polaridad perceptible
por los sentidos, el hombre y la mujer son sólo capas, envolturas
que ocultan la verdadera naturaleza del ser humano. Debemos
buscar detrás de las vestiduras, porque allí está el espíritu. No
debemos limitarnos a considerar el lado exterior del espíritu,
debemos entrar en el espíritu mismo.
También podríamos expresarlo de esta manera: El amor
saturado de sabiduría o la sabiduría penetrada por el amor es el

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objetivo más elevado. “El eterno femenino nos atrae hacia
adelante” [Las líneas finales del Fausto de Goethe]. Lo femenino
es ese elemento en el mundo que se esfuerza hacia afuera para
ser fructificado por los elementos eternos de la vida.

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