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El desarrollo se mide por el grado de desarrollo económico, Producto Interno Bruto (PIB), nivel de
consumo, posesión de bienes, etc. Sin embargo, los aparentes logros alcanzados según estos
indicadores en los diferentes países distan mucho de la realidad, y los grandes problemas de los
países “subdesarrollados” del sur, no sólo que no han sido superados, sino, se han acentuado. Esto
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Modernidad entendida como el proceso de desencantamiento con la organización religiosa del mundo. La sociedad religiosa se
caracterizaba por contar con un principio divino como garantía del conocimiento y el orden social; mientras que la Modernidad
consiste en la ruptura de ese principio trascendente para que sean los hombres, sin la garantía divina, quienes se hagan cargo de
fundar sus conocimientos, la realidad social y su convivencia. Cfr. Lechner, 1991:34
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es, las grandes metas de la humanidad: bienestar, libertad, progreso, etc. no se han logrado; al
contrario, la desigualdad y las brechas entre países ricos” y “países pobres” se ha incrementado, así
como la pobreza de grandes zonas al interior de los “países del “Tercer Mundo”. Pero el descontento
generalizado y los movimientos de reivindicación y protesta no se han dejado esperar. Esta situación
ha llevado a la crisis de las teorías y corrientes tradicionales del desarrollo, y a la búsqueda de otras
formas, otros modelos de desarrollo.
Frente a esta crisis de las teorías clásicas de desarrollo, han ido surgiendo nuevas propuestas,
corrientes y paradigmas alternativos de desarrollo y de cultura, que plantean la necesidad de vincular
o asociar el desarrollo económico con lo social; que privilegian a las personas y su calidad de vida
antes que a las variables económicas. Entre ellos resaltan el paradigma del “desarrollo a escala
humana”; el “desarrollo local” a partir de los sujetos y grupos sociales; el “desarrollo humano
sostenible”; “desarrollo rural sostenible”; más adelante el “desarrollo territorial”. A ellos
denominamos modelos de desarrollo emergentes.
Sin embargo, como indican Albó y Galindo, aunque el principal logro del paradigma de la
sostenibilidad es haber introducido una preocupación por las consecuencias presentes y futuras de
las acciones del desarrollo, en la práctica poco se ha logrado todavía en términos de sostenibilidad
ecológica y generacional. En parte porque las ideas de sostenibilidad fueron absorbidas e
incorporadas dentro del modelo de desarrollo modernizador y su énfasis en el crecimiento
económico (Albó, X. y Galindo, F., 2007).
Ahora, en estos últimos años el vivir bien surge como un nuevo paradigma, no tanto de desarrollo
sino de vida, que aún está en construcción.
El vivir bien –planteado formalmente en 2006 por el gobierno en su Plan Nacional de Desarrollo-
Los principales valores e ideas fuerza del vivir bien tiene que ver con: el cosmos como el centro y
no el hombre; el respeto a la naturaleza; convivencia entre diversos pueblos y culturas
(interculturalidad); privilegiar lo espiritual y afectivo y no sólo lo material.
Aunque el vivir bien todavía es un paradigma en construcción, no se puede dejar de mencionar que
varias dimensiones de lo que hoy se incluye en él, ya habían sido considerados en lo que
denominamos modelos de desarrollo emergentes: la naturaleza y el medio ambiente, la diversidad de
culturas; asimismo, no sólo se toman aspectos materiales sino espirituales y modos de ser de los
diversas culturas, etc.
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importaciones hasta eliminarlas (Sustitución de importaciones). Para ello se implementaron grandes
programas y proyectos de desarrollo, empresas y entidades estatales como el CBF, BAB, etc. Los
actores privilegiados: el Estado boliviano y organizaciones gremiales (ganaderos, cañeros), estos
últimos lograron poder económico y político. Por su parte, los campesinos indígenas una vez que se
les dotó de tierras, por lo general marginales y reducidas en superficie, prácticamente quedaron
abandonados a su suerte, incluso muchas medidas tomadas por los gobiernos fueron desfavorables
para ellos. Uno de los valores importantes de este modelo es la homogenización cultural, que
refuerza la identidad nacional.
El propósito principal de este modelo era preparar la economía del país –al igual que las economías
de otros países del sur- para su inserción y participación en el nuevo modelo económico
internacional global, como la única alternativa de desarrollo. Para ello se propuso la “modernización
selectiva”, consistente en el apoyo a la “modernización” del sector exportador de la economía y no
así a los pequeños productores campesinos, considerados “inviables”. La apertura comercial
irrestricta; la desestatización y privatización de las empresas estatales (CBF, YPFB, BAB,
Hilanderías, aceiteras, ENA, PIL), el incremento de la producción para exportación de rubros no
tradicionales (soya, maderas, castaña) y las exportaciones tradicionales (minerales e hidrocarburos),
fueron medidas trascendentales de la época. Con ello, el Estado deja de tener un rol protagónico y
activo en la economía del país, se le asigna un mero rol de regulador; se deja la conducción de la
economía al mercado y a los actores privados.
El modelo neoliberal desestructuró las capacidades del Estado para intervenir en el proceso
productivo, provocó el desincentivo a la producción de alimentos e impulsó la producción de
cultivos industriales articulada a mercados de exportación. Además, aumentó la dependencia
alimentaria y la libre importación de los productos básicos alimentarios, apostó por el desarrollo de
un solo actor rural y fomentó el deterioro de los recursos ambientales, generando desequilibrios
económicos, ambientales, sociales y regionales. 2
Muchos son los estudios que dan cuenta del incremento sustancial de la superficie y volumen de los
cultivos industriales para la exportación y del estancamiento de la superficie y volumen de
producción orientada al consumo nacional, sobre todo producido por campesinos indígenas.
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Por supuesto que no se trata de defender al “patrón” Estado de 1952, su desempeño no logró las nuevas promesas de bienestar,
mejora de las condiciones de vida, etc.; a ello se suma la burocracia, corrupción, ineficiencia, etc.
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Bolivia: Superficie y producción agrícola
La información del cuadro precedente, evidencia que la superficie cultivada en estos veinte años de
implementación del modelo neoliberal se ha multiplicado por 7,5 veces; mientras que el volumen de
producción sólo 3 veces.
Otros datos del mismo Ministerio dan cuenta de que al 2007 se cultivaban unos 2.5 3 millones de
hectáreas en el país, de las cuales 1.4 millones corresponden a los pequeños productores
campesinos, indígenas y originarios del occidente y oriente del país, las que están destinadas a la
producción de alimentos para el consumo de la población (cereales, frutas, tubérculos, y hortalizas)
y 1.1 millones están destinadas a la producción de cultivos industriales empresariales (soya,
algodón, sorgo y otros) (MDRAMA, 2007).
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Hay una diferencia de más de 350 mil hectáreas con relación a los datos de cuadro anterior.
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c) Modelo económico plural, en el marco del paradigma del vivir bien
El actual gobierno, en concordancia con la nueva Constitución Política del Estado, establece que el
vivir bien se ha de concretar a partir del modelo de Estado plurinacional, el modelo de desarrollo
territorial con base en las autonomías y el modelo económico plural.
En ese marco, el gobierno de propone lograr la generación del producto social; producción,
distribución y redistribución justa de la riqueza y los excedentes; acceso igual a los recursos
productivos, y reducción de las desigualdades.
Las condiciones para el establecimiento y funcionamiento del modelo son: la dirección integral del
desarrollo económico y la planificación por parte del Estado; la propiedad de los recursos naturales
asentada en el pueblo; la industrialización en el marco del desarrollo sostenible y armonía con la
naturaleza; la intervención en sectores estratégicos para garantizar el abastecimiento; el respeto a la
iniciativa empresarial; y la promoción de la economía comunitaria como alternativa solidaria en el
área rural y urbana.
El Modelo de la Economía Plural, según dice el gobierno, se sustenta en seis pilares, a saber:
• Expansión del Estado Interventor, para que participe activamente en el aparato productivo.
Controla la cadena productiva de hidrocarburos porque es el principal generador del excedente
económico.
• Industrialización de los recursos naturales para superar la dependencia en la exportación de las
materias primas.
• Modernización y tecnificación de la pequeña y mediana producción urbana y rural y economía
comunitaria.
• Estado Redistribuidor y Reinversor del excedente económico, que garantiza que las riquezas se
queden dentro del país, para la promoción de la economía comunitaria, el apoyo a pequeña y
mediana producción y cooperativas, el potenciamiento del Estado Interventor y en beneficio de
la población.
• Satisfacción primero del mercado interno, y luego la exportación.
• Reconocimiento y promoción de la economía comunitaria como sujetos de crédito y sujetos de
derecho.
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Aunque la economía plural se establece en la Constitución Política del Estado, que entra en vigencia
en 2009, el Estado ya empezó a ejercer un rol protagónico de participación y control en la economía
desde la implementación del Plan Nacional de Desarrollo y la nacionalización de los hidrocarburos
en 2006, buscando cerrar el ciclo de privatización y capitalización de las empresas estatales, iniciada
en 1985. Ahora, asume funciones de dirección del desarrollo económico y sus procesos de
planificación; de administración e industrialización de los recursos naturales renovables y no
renovables; control de las cadenas productivas de los sectores estratégicos, y la producción directa
de bienes y servicios. En ese marco, ha conformado la Empresa de Apoyo a la Producción de
Alimentos (EMAPA), Insumos Bolivia, Empresa Boliviana de Almendras (EBA). Se ha anunciado
que en los próximos cinco años se pondrá en marcha empresas estatales de los rubros forestal, frutas
tropicales, goma, lácteos, cartón, papel, cemento, azúcar y medicamentos.
Existen aciertos y desaciertos en las empresas estatales que ya funcionan, por ejemplo se ha
conseguido controlar los precios internos de algunos productos básicos y abastecer el mercado
nacional en época de crisis mediante importaciones y control de exportaciones; pero, se afecta y
merma la capacidad de los productores dedicados a los rubros importados; tampoco se conocen los
costos reales de los productos que llegan al consumidor final, las importaciones siempre implican
efectos negativos para los productores locales, y se ha conocido de falencias importantes en la
gestión de dichas empresas, etc.
A nivel teórico se ha dejado atrás los modelos tradicionales de desarrollo que privilegian el
progreso, acumulación, industrialización, desarrollismo, que buscan el crecimiento del PIB, etc. Ya
nadie los defiende abiertamente.
Asimismo, se ha avanzado mucho en la formulación, reflexiones, debates y propuestas acerca de
modelos de desarrollo alternativos y emergentes: desarrollo humano, desarrollo sostenible,
desarrollo local, etc.; por supuesto, el vivir bien también es resultado de la búsqueda de nuevos
paradigmas.
Sin embargo, bien vistas las cosas, la realidad actual del país y de gran parte de la región nos
muestra la preeminencia y vigencia imperante de los modelos tradicionales de desarrollo, sus
valores, indicadores e ideas fuerza. También se evidencia una escasa y dificultosa implementación
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de los modelos alternativos de desarrollo (pese a que se han ido explicitando ya en los años 90, sino
antes 4 .
En Bolivia, aunque se ha superado el papel del Estado como simple regulador de la economía,
superar el paradigma, el modelo de desarrollo (sus ideas fuerza y valores de orientación) de corte
neoliberal y modernista y transitar hacia el vivir bien va a llevar tiempo y no será un proceso libre de
tensiones, conflictos y contradicciones, no sólo entre sectores y actores económicos sino al interior
del mismo gobierno. Veamos algunos puntos de tensión que se presentan en este tránsito al vivir
bien.
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Incluso en un contexto en que se propone el vivir bien como una alternativa del desarrollismo y la modernización,, se continua
utilizando indicadores tradicionales como el PIB. No hace mucho no regocijamos de que Bolivia haya alcanzado la categoría de “país
de ingresos medios, gracias al PIB per cápita, que en 2010 llegó a 1.849 $us”.
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b) Condiciones de desigualdad de los actores de la economía plural.
Es necesario indicar que el impulso de la economía plural no significa un “empezar de cero”,
tampoco significa empezar un nuevo proceso en igualdad de condiciones. La historia de las últimas
seis décadas y sus consecuencias, mencionadas arriba, evidencian que los pequeños productores
campesinos indígenas están en desventaja en su capacidad productiva para empezar un nuevo ciclo
marcado por la economía plural, orientado hacia el vivir bien, situación que se debe al escaso apoyo
que ha recibido durante este tiempo.
En las condiciones actuales, el Estado con sus nuevos roles tiene el poder de decisión y recursos
para implementar sus iniciativas. Los productores agroindustriales se han potenciado y han
fortalecido sus capacidades instaladas en los últimos 25 años; aunque en términos de productividad
y rendimiento se puede discutir si se ha avanzado sustancialmente. En cambio la mayoría del sector
campesino indígena, los pequeños productores estén organizados o no para desarrollar sus
actividades económicas se han depauperado. Cómo afrontar ahora la economía plural para el vivir
bien con estos actores?
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Esta tensión entre el extractivismo y la necesidad de avanzar hacia formas de desarrollo que vayan a
tono con la convivencia y armonía con la naturaleza, así como el imperativo de dar contenido más
claro y preciso al paradigma del vivir bien continuarán en los próximos años. Empero, desde
experiencias locales y regionales que ya están en marcha en varias zonas del país, se puede
contribuir a precisar los contenidos de dicho paradigma (CIPCA 2010).
Con todo, el propósito del Estado es recuperar el control de la mayor parte del excedente nacional
para asignarlo a otros sectores estratégicos e implementar políticas sociales de redistribución de la
riqueza mediante transferencias directas a la población -bonos y otras medidas- como ya lo viene
haciendo y que sin duda afectan positivamente a la población de bajos ingresos del campo y las
ciudades.
Sin embargo, esto es insuficiente para avanzar hacia el vivir bien, para transformar y diversificar la
base productiva, para generar nuevos empleos y sostener y dignificar los preexistentes. Asimismo
para atender otras dimensiones del vivir bien que no sean sólo materiales.
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con escasa vinculación y conectividad. No se puede vivir bien si persisten desigualdades en el
acceso a los recursos productivos (tierra, agua, bosques, etc.), como ocurre ahora, y la falta de
empleo.
Asimismo, la desintegración familiar, la pérdida de sentido de comunidad y las insatisfacciones en
lo espiritual atentan contra el vivir bien. Las tensiones y conflictos no resueltos dentro de la familia,
la comunidad o con los vecinos debido a pugnas por la escasez y las carencias, por insuficientes
mecanismos y espacios de participación, el vivir bien se diluye. Igualmente, la incertidumbre y la
inseguridad de todo tipo corroen las bases del vivir bien.
En definitiva, no podemos vivir bien si no estamos bien, ni no nos sentimos bien con nosotros
mismos y con el “otro”: personas diversas, naturaleza y seres divinos.
Si se quiere alcanzar el vivir bien, es imperativo, en el tema que nos ocupa, por ejemplo mejorar la
producción, incrementar los rendimientos de la producción (sean productores campesinos indígenas,
pequeños productores, medianos o grandes), disminuir las pérdidas poscosecha, incrementar la
inversión pública 5 y de manera más equitativa (superando el actual 10% de inversión en la
agropecuaria como en los últimos 30 años) y generar riqueza para redistribuir –sino qué
redistribuimos-, por supuesto con respeto a la madre tierra, a la naturaleza.
Desde nuestra perspectiva, es un error considerar que la productividad, los rendimientos, la
eficiencia, la tecnología, la generación de riqueza sobre todo material, etc. son valores, pautas o
instrumentos propios de uno y otro modelo. No es así. Lo que es particular de los modelos es la
finalidad, la orientación: que puede ser la acumulación o el lucro, etc. ó, por el contrario, la
redistribución, equidad, disfrute, etc. También es frecuente que algunos modelos cambien o
privilegien los medios (productividad, tecnología, etc.) como si fueran los fines, cuando son sólo
medios para fines más sublimes como el del vivir bien.
Por supuesto, que la productividad, los rendimientos, la innovación no se debe lograr a cualquier
costo. No al costo de la naturaleza (pérdida de biodiversidad, fertilidad, pérdida genética,); tampoco
al costo de la vida de los productores (desempleo, sustitución del hombre por la máquina, pérdida de
conocimientos y saberes ancestrales, subvención del campo a las ciudades, etc.). Ni al costo de la
vida de la población o los consumidores proporcionándoles productos insanos y contaminados. Se
trata de innovaciones y cambios que faciliten la vida y trabajo de los campesinos indígenas,
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En efecto, el sector agropecuario ha tenido una participación histórica promedio, en el período 1990 a 2009, de 8,92%, con una caída entre los años
1994 - 1997. Sin embargo y a pesar del notable incremento de la inversión pública en los últimos años, la programación de la inversión para el sector
no ha sufrido significativas variaciones y ha llegado al 10%, superando por menos de un punto al promedio histórico señalado (Peres y Medeiros,
2011).
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pequeños y medianos productores, sea de manera individual o a través de sus organizaciones;
asimismo, que fortalezcan los saberes y tecnologías tradicionales.
Y es que no es posible mantenerse por ejemplo en la zaga con relación a países vecinos en cuanto a
rendimientos productivos, superficie regada, innovaciones tecnológicas que ayuden a los
productores a mejorar sus sistemas productivos, etc. Por supuesto también se requieren medidas y
políticas comerciales que contribuyan y complementen a estos esfuerzos. Tampoco es posible que
con tanta superficie sembrada y con tantos productores dedicados a la producción el país pase
hambre o no haya resuelto el problema de la seguridad alimentaria; incluso los mismos productores
que producen sus alimentos pasen hambre. Por supuesto es un tema de modelo de desarrollo y de
política públicas nacionales asegurar primero la alimentación del país o privilegiar las
exportaciones.
Así la tecnología, la productividad, los rendimientos, los conocimientos, las políticas, las
inversiones, etc. se ponen al servicio del vivir bien. Si no se toman decisiones audaces de esta
naturaleza no se avanzará mucho en la concreción del vivir bien, con el riesgo de ser un nuevo
paradigma cuyas promesas tampoco se cumplan.
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CIPCA trabaja en el fortalecimiento organizativo, apoyo al acompañamiento a las organizaciones campesinas
indígenas en el acceso y control de la tierra y los recursos naturales, el fortalecimiento económico productivo, la
participación en espacios de decisión y en la incidencia en políticas públicas referidos al sector. Aquí sólo nos
concentramos en la temática económico productiva.
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Las propuestas económico productivas (PEP) constituyen un planteamiento técnico-político
de desarrollo rural sostenible -orientada al fortalecimiento del sector campesino indígena- que
busca contribuir al desarrollo del país. Responde a las condiciones y particularidades
socioculturales, ambientales y geográficas de cada región o zona.
Acceso, control y gestión sostenible de los recursos naturales. Las propuestas económicas, desde
una perspectiva agroecológica, incluyen el acceso, control y gestión sostenible y responsable de los
recursos naturales (suelo, agua, bosque, cuencas, bofedales, etc.), y se enmarca en el principio de la
convivencia respetuosa con la naturaleza, pero también con los miembros de la comunidad y de
espacios mayores (por ejemplo, municipio).
Contribuyen a la seguridad y soberanía alimentaria. Las propuestas económicas en primer término
deben asegurar la alimentación de las familias campesinas indígenas; es decir que dispongan y
consuman alimentos suficientes en cantidad, calidad y diversidad para llevar una vida digna,
saludable y productiva. A partir de esto, contribuir a la seguridad alimentaria del país.
Genera ingresos económicos. Además de asegurar su alimentación, que les permita generar sus
ingresos económicos para atender y cubrir otras necesidades (vivienda, educación, salud, aportes al
funcionamiento de sus organizaciones comunales o de niveles superiores, etc. etc.)
Fomenta y fortalece las organizaciones de productores. La conformación de organizaciones de
productores es clave no sólo para las actividades propias del proceso productivo, transformación o
comercialización y para la adecuada gestión productiva sino también para la defensa y
reivindicación de sus intereses. Las organizaciones económicas ejercen un rol específico pero
complementario a la organización campesina indígenas (sindicato, ayllu, capitanía, etc.) en sus
diferentes niveles) y deben fortalecerse mutuamente. En algunos casos, son las organizaciones
tradicionales –y no las organizaciones económicas- que se hacen cargo de estas tareas.
Valora y promueve los conocimientos, saberes y tecnologías. Parten de lo que la gente ya realiza,
conoce (saberes, cosmovisión, concepción de los recursos naturales, prácticas, etc.) y maneja
(tecnologías diversas); pero también incorpora nuevos conocimientos y tecnologías que se combinan
con los anteriores para facilitar, alivianar y otorgar mayores niveles de seguridad a mujeres y
hombres en sus actividades productivas.
Pretende contribuir a la concreción de modelos alternativos de desarrollo regional y nacional. Si
bien la PEP se implementa con familias campesinas indígenas, está abierta a otros sectores, porque
sus principios son válidos para el contexto nacional. Es más, la PEP dada su dimensión técnica-
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política, es susceptible de ser replicada por otras familias, sectores, instituciones y el Estado (como
ya lo hacen algunos municipios), a través de programas, políticas e inversiones a diferente nivel y
escala. Así, la PEP en tanto que propuesta técnica-política, busca afectar, incidir y contribuir a la
concreción de modelos alternativos de desarrollo rural y nacional.
En ese marco, las propuestas que se implementan en siete regiones de Bolivia son:
b) Ganadería altoandina.
La ganadería altoandina consistente en la crianza de bovinos, ovinos y camélidos de manera
asociada y complementaria a la agricultura, implica la mejora de la calidad del hato, manejo y
sanidad animal; desarrollo de infraestructura para captación y manejo del agua para consumo animal
y riego para forrajes, bofedales y recuperación de praderas nativas. Asimismo, se deben seguir
construyendo establos atemperados o no, sea para la producción de leche o carne.
Esta propuesta, que ya se aplica en varios municipios del altiplano de La Paz, se puede replicar en
gran parte del altiplano boliviano, ecosistema que constituye el 30% del territorio nacional.
c) Nueva ganadería.
Se propone la transformación de la ganadería bovina extensiva -que caracteriza gran parte del
oriente boliviano- a semi intensiva, con inversiones en silvopasturas, manejo del bosque con reserva
y clausura para asegurar la recuperación de forrajes nativos, rotación de potreros; infraestructura
para captación y manejo del agua; sanidad animal y manejo ganadero. Asimismo, donde sea posible,
implementar la crianza de ovinos de pelo, como actividad complementaria a la ganadería bovina.
En el Chaco se ha logrado buenos resultados en la producción de carne y leche con una carga animal
de 4 hectáreas o menos por cabeza de ganado, frente a 25 o más hectáreas que demandan otros
sectores. Se implementa en Santa Cruz (Guarayos) y Beni (Mojos) 7 .
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Estas experiencias son concordantes con la propuesta de organizaciones indígenas como la CIDOB, que en 2001
propuso una carga animal de 2,6 a 3,9 hectáreas por cabeza, según las características de cada zona.
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La propuesta implica cambiar hábitos y prácticas inadecuadas propias de la ganadería extensiva que
en el país, en gran medida, justifica la tenencia de la tierra con una baja carga animal.
Conocidas las virtudes de estas propuestas en curso, se debe pasar de la propuesta técnica a una
propuesta política, es decir que sea parte de la estrategia de desarrollo que impulse el Estado en sus
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diferentes niveles. De hecho, ya son varios los municipios que lo han asumido, pero se debería
trascender hacia espacios más macro de departamento, incluso a nivel de país.
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Normalmente, se tiende a enfatizar en la disminución porcentual de la población rural, pero se hace
poco hincapié sobre su crecimiento en términos absolutos. Entre 1992 y 2001 ha crecido el 14% y
entre el 2001 y 2010 se estima que ha crecido un 13%.
Empero, varios estudios han puesto en duda la validez y pertinencia de este único criterio estadístico
como el indicador para referirse a lo rural. Desde la vertiente de la nueva ruralidad de los años 90 se
había cuestionado en alguna medida esto. Recientemente se reitera en el mismo aspecto, desde otra
perspectiva.
Más aún, si la proyección del INE muestra que la población rural al 2030 sería de sólo 4 por ciento,
el Estado debe tomar medidas para que ello no ocurra, y para que el hacinamiento en las periferias
de la ciudad se evite, al menos en las condiciones como ya se da actualmente en las ciudades del eje
troncal del país (La Paz, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz), pero de algún modo también en otras
capitales de departamento. Por ello es necesario preocuparse también por el crecimiento
desordenado de las urbes, no sólo de la migración rural.
La concentración urbana se dará irremediablemente si no se trabaja en lo rural; es decir, hay que
lograr que el mundo rural sea un lugar para vivir dignamente, y para ello hay buenas precondiciones.
El actual proceso autonómico que empieza en Bolivia puede ser una oportunidad para abordar este
complejo tema, potenciando por ejemplo el crecimiento de centros poblados estratégicos y ciudades
intermedias que, hasta ahora, han crecido por dinámica propia de los habitantes pero sin una política
que oriente, estimule o promueva su crecimiento. Aún estamos a tiempo de evitar las metrópolis
inhabitables y que atentan contra formas de vida más humana, contra el vivir bien de la población.
Las ciudades y pueblos pueden crecer de manera descentralizada y lugares adecuados para llevar
una vida digna.
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De lo contrario, el futuro del mundo rural boliviano será igual al de los países en que una porción
reducida de personas o empresas producen o importan la alimentación del país, y la geografía rural
queda deshabitada.
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Bibliografía
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