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PRESENTACIÓN MÁS AL SUR

Mario

Cámara

Leí por primera vez los cuentos que componen Más al sur en su

versión portuguesa y ahora tuve el placer de leerlos en castellano.

Como quizá sepan la traductora de estos cuentos es la propia autora.

Esta decisión, que quizá a simple vista aparece como instrumental, en

verdad recubre uno de los ejes de Más al sur. Y ese eje tiene que ver

con la cuestión de la lengua, con la cuestión de la propiedad de la

lengua, con la adquisición, con la pérdida o con el olvido de una

lengua. Algunos de los personajes que transitan en estos cuentos han

perdido su lengua o la han mezclado irremediablemente con otra o

desconocen una lengua que necesitan. Tenemos por ejemplo a la

abuela del cuento “Tiempo de partir”, cuya misión era “enseñarles

español” a sus nietos brasileños pero que termina hablando una suerte

de español abrasilerado; tenemos a la jovencita que viaja en ómnibus

hacia Austin y que se da cuenta que deberá afrontar paradas y esperas

en un largo trayecto que se le aparece como interminable y que en un

momento de angustia se da cuenta que “va a perder otra conexión

más y no sabe cómo se dice eso en inglés” (94). Por ello, la traducción
que hoy tenemos entre nuestras manos, entiendo, no es meramente

una traducción y que esas escenas lingüísticas dispersas en los

cuentos en verdad revelan una condición existencial. Colocados lado a

lado, Mais ao sul y Más al sur nos permiten escuchar el murmullo de

otra lengua. El castellano es murmurado en Mais ao sul porque como

dice la nota de Paloma cuando escribía “apagar” escuchaba “borrar” y

cuando escribía “garancho” escuchaba “garabato”. Y el portugués es

murmurado en Más al sur, problematizado en las escenas que

mencioné, y marcado léxicamente en numerosas palabras que

perviven en portugués. Colocados lado a lado, Mais ao sul y Mas al sur

nos murmuran que la condición y la relación de cualquier hablante con

su lengua es de una fatal impropiedad. ¿Qué lengua me pertenece? se

pregunta Paloma en la Nota a la edición argentina. Paloma tiene dos

lenguas, pero probablemente ninguna le pertenezca.

Esa marca que aparece como motivo y como escritura está

vinculada a otra cuestión. La experiencia del viaje, en la forma de la

migración voluntaria, del viaje de estudios, del exilio forzado. El viaje

como experiencia se nos presenta desde diferentes puntos de vista y

también bajo la forma de una pregunta. En el primer cuento, Viajes, la

narradora, cuyos padres debieron emigrar a Río de Janeiro por el golpe

militar de 1976, se pregunta, intentando imaginar la migración

europea del siglo XIX y comienzos del siglo XX hacía Argentina ¿Cómo

saber […] por qué alguien emigra y su vecino, en condiciones


aparentemente similares, no lo hace, cuando ambos estarían

sometidos al mismo tipo de cálculo sobre los beneficios acarreados por

su decisión?”, podríamos reformular la pregunta ¿Qué nos hace viajar?

¿Por qué unos viajan y otros no?

El modo en que Más al sur intenta responder estás preguntas

consiste en imaginar cómo son esas subjetividades viajeras, en qué

consiste ese plus que hace que alguien tome la decisión de emigrar.

Los motivos, por supuesto, nunca se revelan del todo, sino que flotan

como fantasmas que de vez en cuando aparecen, cómo cuando la

narradora de “Viajes” le responde a su amigo argentino que, curioso, le

pregunta ¿cómo es vivir en otro país? y ella responde ¿cómo es no vivir

en otro país? Más al sur encuentra su fuerza narrativa a partir de una

desgarradura inicial: el viaje, el desplazamiento. Por ello, en los

cuentos de Más al sur hay dos tipos de personajes, los que viajaron y

tuvieron la experiencia de la desgarradura y los que se quedaron, los

que no pueden imaginar cómo es no vivir en el país donde uno ha

nacido. La prima de “Así es la vida”, el soldado de “Jesús del Paso”, la

esposa de “Tiempo de partir” que se indigna porque su nuera “no se

tomó el trabajo de aprender nuestra lengua” (el portugués) pertenecen

a la segunda categoría y aunque alguno de ellos haya viajado, el

soldado a la guerra de Irak, la prima es probable que conozca Río de

Janeiro, el joven argentino está en Londres, todos tienen la certeza o la

impresión o el convencimiento de que sólo habitan un lugar. Por el


contrario, la experiencia del viajero es una muy particular: no admite el

regreso, puede admitir la vuelta para iniciar una nueva vida en el lugar

que ha dejado, pero no admite el regreso al lugar que ha dejado. Ese

lugar, con toda su red de referencias y afectividades, se ha perdido

para siempre o se ha transformado para siempre, lo que es lo mismo.

Esa es la condición que revisten la mayoría de los personajes de Más al

sur, son seres desterrados. Para ellos una vida posible, con todas sus

implicaciones, con su infinita posibilidad combinaciones, ha

desaparecido para siempre. Y esa condición atraviesa a numerosas

generaciones, que en los cuentos de Paloma, alcanzan su visibilidad a

través del parentesco y la familia. Hay abuelos desterrados, hay

padres desterrados, hay hijos desterrados. En todos ellos, a la

pregunta de la viajera en Londres ¿cómo es no vivir en otro país? se le

superpone, íntima y silenciosa, otra pregunta, ¿cómo hubiera sido la

vida de no haber tomado la decisión de partir? Esa pregunta sigilosa

tiñe, me atrevo a decir, al clima general del libro, de una cierta

melancolía, en el sentido fuerte de esa palabra. Se extraña no tanto lo

que se dejó, o no únicamente lo que se dejó, sino lo que se no se tuvo,

lo que se podría haber tenido y no se tuvo. Y vuelvo con ello a los

fantasmas que deambulan por el libro y que titulan uno de sus

cuentos, los fantasmas son motivo y motor de estas narraciones.

Los personajes se mueven entonces entre la libertad que ha

producido esa ausencia y una pulsión recobradora. En el espacio de la


libertad, y luego de leer al escritor Joao Gilberto Noll (otro escritor

viajero), la protagonista de “Viajes” sostiene “me vuelvo una andariega

como su personaje” “con el libro en la mano, me pierdo por las calles

de esta ciudad extranjera” “disfruto la sensación de estar perdida”.

Andar y perderse entonces no como un mero ejercicio de flanerie

acotado a un momento concreto del día, sino como condición de la

existencia. La pulsión recobradora la lleva adelante la joven de “Así es

la vida”, que al cumplir treinta años decide regalarse un viaje a Buenos

Aires. Su objetivo es reencontrar a su prima Inés, que todavía vive en

la misma casa que su abuelo vivió. Se trata de recuperar un afecto, un

barrio, un lugar. Volver a ver, comparar el presente con lo que se ha

dejado. Recuperar. Pero el cuento narra otra cosa, es la historia de un

desencuentro. Sin embargo, ese desencuentro propicia otro encuentro.

Con esto quiero decir que la melancolía existe como tonalidad afectiva

pero que también hay disfrute en esa pérdida que en definitiva

también otorga libertad.

Libertad de andar y perderse y pulsión recobradora son estados

sucesivos. Los personajes pasan de uno a otro. La joven que está en

Londres imagina que recobra un pasado: el momento exacto en que

con sus padres debió viajar a Río de Janeiro. La joven que retorna a

Buenos Aires buscando a su prima, es capaz de tomar una decisión

imprevista. El pasado que imagina y recuerda la memoria, y el

presente que irrumpe inesperado, y al que sus personajes se entregan,


serían entonces las dos temporalidades dominantes de Más al sur.

Tiempo y lugar. ¿Dónde están los personajes de Más al sur?

Quisiera para ello pensar en el título y hacerle una pregunta ¿más al

sur de dónde?, pregunta a la que les agrego otras que van apareciendo

en el libro ¿Sos de acá? (62) ¿dónde estoy? ¿cómo llegué hasta aquí?

¿qué patria? A diferencia del cosmopolitismo del pobre que acuñará el

ensayista y novelista brasileño Silviano Santiago, para pensar de qué

manera se daba la globalización en los sectores más pobres del

planeta, los personajes de Más al sur pueden ser definidos como

cosmopolitas involuntarios. La espacialidad, la geografía, la ciudad han

dejado de ser categorías esenciales para el cosmopolita involuntario

pues el cosmopolita involuntario no está en Londres, Parque Patricios,

Las Vegas o Praca da Republica, está, siempre en “algún lugar”, no

importa tanto dónde, sino en algún lugar. Sin embargo, o

precisamente por esa condición, el presente irrumpe como

contingencia afortunada pero también con toda su carga de violencia,

fanatismo y nacionalismos extremos. Ese contrapunto aparece en

cuatro referencias que quiero mencionar: la dictadura militar argentina

de 1976, el atentado de Al Qaeda a las Torres Gemelas en septiembre

de 2001, la posterior invasión americana a Irak, y el atentado al subte

de Londres en julio de 2005. Fanatismo, violencia y nacionalismo que

se ejecutan a partir de discursos territoriales y por lo tanto

excluyentes. Exactamente lo contrario del cosmopolitismo involuntario,


que ha desgarrado el vínculo entre territorio y Nación o entre territorio

y fe.

La edición de este Más al sur en Argentina es un dato que tal

vez complete la poética y el pensamiento del libro. Para los brasileños,

¿Paloma es una escritora argentina? ¿Para los argentinos es una

escritora brasileña? ¿cómo ubicar a esa “falsa argentina y falsa

brasileña” en las respectivas repúblicas de las letras? Creo que habría

que celebrar que la literatura de Paloma no esté ni allí ni aquí, sino en

algún lugar, siempre más al sur de donde pretendamos ubicarla.

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