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Detectar el contenido relevante que (entre todo lo que dice y habla) tu alumno te quiere
decir.
Intentar evitar el aconsejar, interrumpir, dar soluciones (“yo en tu caso haría…”), hablar
de ti (“pues a mí eso me pasó y…), llevar la contraria, sacar conclusiones precipitadas
en base a prejuicios o experiencias pasadas, estar pensando en lo que vamos a contestar,
pensar en tus cosas (“soñar despierto”).
Lo ideal es que le dejes hablar hasta el final, “hasta la última gota” y que no tengas prisa
en tu escucha.
Parafrasea lo que te ha dicho o repite el mensaje principal y así entenderás mejor lo que
te está contando: “lo que me estás diciendo es…” o “tal como entiendo…”.
Empatiza con el alumno y anímale a que continúe hablando: “según percibo…” o “si lo
resumiera…”
Escucha con todo el cuerpo y cuida tu comunicación no verbal. Mantén una postura
frontal, un contacto visual directo, pero no desafiante; mueve la cabeza arriba y abajo,
haz uso de gestos firmes y relajados, mantén una proximidad física… y así, tu alumno
interpretará que estas entendiendo lo que te dice.