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Original ® PIERRE TOUBERT : i ' E t I E i CASTILLOS, SENORES Y CAMPESINOS en la Italia medieval Prélogo de REYNA PASTOR EDITORIAL CRITICA BARCELONA, ath ica ia / 4 4 (Quedan righrosamente prohibidas, sn te aulorizaciin cerita de los stares de ‘copyright, bajo las sancionesestablecidas en lat lye, le reproduocién total o parcial de extn obra por cualquier medio 0 procedimient, comprendidos la reprograiay el ‘watamiento informaico, y la dsteibucton de ejemplares de ela mediante alqule © préstamo publicos, ., Traduecién castellana de MARCO AURELIO GALMARIN| ‘Revisin de REVNA PASTOR 4 CCubierta: Enric Satué © 1990: Pierre Towtert, Pris © 190 de a presente edicion para Espana y América Ecltoril Critica 8. A., Aragd, 385, OB013 Barcelona ISDN: #4-7473-433-6 Depésito legal B.1-625-1990 Impreso en Espana 1980. - NOVAGRAFIK, Puigcerda, 127, 08019 Barcelona. PROLOGO Ofrecer la edicién de parte de la obra de Pierre Toubert a los estudiosos de la Edad Media viene siendo una necesidad ineludible desde hace por lo menos diez aftos, porque (a suya es to que podria- ‘mos decir una obra completa. Lo es porque se encuentra en ella una propuesta metodoldgica, es decir, unos objetivos fijados y unos instrumentos de trabajo claros, variados, ricos, prolijamente discu- tidos y aplicados. Es la suya una obra innovadora, no solamente en relacién a su prdctica empirica, sino también como propuesta historiogrdfica que rnos ofrece la comprensién de un sistema. Ofrece esa comprensién no de un sistema en su plenitud, sino en el momento de su estructuracién, de su comienzo, en el del cambio de un sistema a otro: del de las cortes dominicales y los caserios dispersos al de las castllos como pivotes de concentracién ¥ ordenacién del poblamiento y reagrupamiento de los terrenos. La obra de Toubert se sitia cronoldgicamente en esos siglos que van dei vus al x1 tan dificiles de estudiar, quizd por ello tan escasa- ‘mente estudiados. Siglos que encierran, sin embargo, los problemas clave que llevardn a esa configuracién del sistema feudal. Italia es su escenario, el Lacio y la Sabina, punto de observacién significativo, apartado de todo «clasicismo» franco y perteneciente @-un drea con otra dindmica, a propia del mundo mediterrineo. Porque hay que recordar que durante la segunda mitad det primer milenio Europa occidental fue sélo productora de materias primas y que en gran medida estuvo dominada en el plano econdmico por Bizancio y el Islam. Por ello es necesario plantearse, como lo hace Toubert, los problemas’ del feudalismo occidental en relacién con esas dominancias y prestar una atencién particular a las regiones 8 CCASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS ‘mediterrdneas como Espana e Italia, mds en contacto con el mundo mévil y adesarrolladon, y no tomar al imperio carolingio, desde el punto de vista de las estructuras de base, como una centralidad dominante y menos aiin modélica e irradiante. Por esto mismo, los estudios sobre la Italia medieval aparecen (0 debieran aparecer) a nuestros ojos hispanos como verdaderamen- te atractivos por to préximos, porque ambas regiones comparten la ertenencia al mundo mediterrdneo medieval mds rico, dei y varia- do, (Recordemos aqui que P. Toubert fue uno de los organizadores » diria que principal impulsor de! coioquio Estructuras feudales y feudalismo en el Occidente mediterréneo, siglos x-xitt, celebrado en Roma en 1978,)! Para abordak el gran problema de! cambio de estructuras —és- ‘as son para Toubert fundamentalmente las formas de la ocupacién del suelo que emergen de su ecologta, sus sistemas de cultivo, sus ritmos, su hdbitat, las formas concretas del trabajo y sus ritmos y las relaciones de produccidn y todo el complejo de problemas que ellas presentan— comlenza por estudiar el sistema curtense en Ita- a, punto de arrangue de la primera forma feudal, el sistema ma- dre, el que como ha dicho Herlily es el que origina el manso cor- veable, verdadero acto de fundacién del campesinado medieval La funcionalidad del sistema de la curtis bipartita estd fuera de discusion, Terra dominicata y terra mansionaria 0 colonica son ‘complementarias. Su complementariedad esté dada no sélo por la produccidn, sino especialmente por el reparto del trabajo entre el ‘manso y 1a reserva realizado por los mismos trabajadores. Esta integracién del trabajo entre el manso y la reserva, ef trabajo directo y la corvea, se produce en el siglo vt. La corvea es 4a pieza dominante de la economia domanial y como forma de trabajo regular sdlo se instauré en el siglo vin. Por tanto, para Toubert, el sistema curtense es una creacién medieval, no se remonta hasta ef Bajo Imperio, lo que equivale a decir que las curtis no son la continuacién de 10s latifundia roma- 1. WV. AA., Structures flodales et feddalisme dons I'Occident Méditrronéen (Xe-xilte 5), Beole Franguise de Rome, Palas Faris, 1980 (Critica ha publicato lun edcidn reducide de esta obra, P. Bonnasse, Thomas N. Bisson, R. Pastos, . Guichard y otros, Esiructuras feudeles y feudeliomo en el mundo mediternines (sitios X-X11), Barcelona, 1984) i oe ESAT ITY NNT SR I OBC AE ISSORTED REIS RE TO PROLOGO 9 ‘nos. La villa medieval aparece entonces como un modelo original que ha asegurado Ia integracién orgdnica de la pequefa explotacién ‘campesina en ta estructura letifundista, mientras que la antigiiedad —dice Toubert— no ha podido ofrecernos otra cosa que modelos y Juxtaposicién entre el latifundismo esclavista y la pequefta explota- ‘ién colonial, Los dos estudios que agut se presentan sobre el régimen doma- nial sostienen lo antedicho como posicién global ante el problema y esta es la tonica seguida por otros importantes historiadores france- ‘ses e italianos especialmente, Ella nos vuelve hacia el otro gran problema en debate desde ‘hace unos afis, sobre la persistencia de relaciones esclavistas én e! occidente europeo hasta siglos medievales avanzados, ¥iI-VItt 0 1x segiin los lugares, referido a relaciones esclavistas hegeménicas y no Ia mera existencia de wesclavos» 0 «esclavos domésticas» y ni aun 4 minoritarias «manchas» de wesclavos rurales organizados'en tro- illas». Este tema, que toca muy especialmente a la peninsula Tbérica, no ha tenido aqui la repercusin que era de esperar, ni ha sido objeto de un debate sostenido por especialistas; solo ha merecido algunas respuestas individuales,? Otro problema que sigue en pie es el de apreciar la importancia ‘cuantitativa, es decir la extensién, valor situacional y numérico del sistema curtense y su valor cualitative como forma bien predomi- nnante, bien hegemdnica, bien marginal en cada formacién social. Este «mapan y esta valoracién cualitativa estén atin por hacerse Para Europa occidental, pero no cabe duda de la importancia del problema, pues con 1a aparicin de la villa se va estructurando un sistema de alta funcionalidad, que ha legado a ser ealificado como Jorma dptima de gestién —Ia bipartita— dadas las condiciones ‘técnicas de la produccién, la penuria relativa de la moneda y la rarefaccién de la poblacidn, al menos al principio. La curtis asume entonces la funcién general de centro de concentracién de exceden- 2. Pere Bonnassi, «Survie et extintion du régime esclavagise dans Occident du haut moyen Age (or 5) Cahiers de elvilization médiévale, Universite de Poitiers, XVII, 0." 4 (1985) pp. 307-34 José Maria Mingvez, «Ruptura socal ¢ implancacin det feudalism en el no- este peninsular (sigos vx)», Stadia Historica (medieval), vol, Ill, n® 2 (1985), pp. 732 asatehe rida ed Ai cata aRS te 10 CASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS ‘es, producidos por el trabajo diversificado de dependientes de dis- tinta condicién. El principio de centralidad de las curtis salva la irregularidad general de los aprovisionamientos y da estabilidad a as redes comerciales (aunque éstas sean débiles). Por este motivo, para Toubert, la gran explotacién asume el Papel motor de la economia; frente a ella o, mejor, a su costado, el alodio no aleanza significacién como valor econdihico. «La impor- tancia del alodio es relevante para la historia social, no para la econsmica», afirma, ‘Sin embargo, en {a organizacién curtense otra pequefia unidad, el manso (y mds que nada el conjunto de mansos), tiene un enorme vator. El manso, la pequeria unidad productora de autoabastecimien- fo, e¢ una unidad topogrifica coherente; estd explotada por una ‘mano de obra que surge de unidades familiares de familias nutclea. res (preferentemente) que sostienen la reproduccién bioldgica de ta fuerza de trabajo. La dindmica clave del funcionamiento de este sistema esté dada Por la dialéctica entre mansos y reserva, pero funciona en el interior de {a curtis y no fuera de ella. La gran explotacidn es la clave del desarrollo histérico de estos siglos. El aspecto a destacar de esa dindmica —observable a partir de mediados del siglo 1x sobre todo— es el del crecimiento poblacional que provoca fendmenos conjuntos 0 alternativos, seguin los casos, de reduccién de la reserva, nuevos desmontes y puesta en valor de fierras, aumento del mimero de mansos y/o fraccionamiento de los mismos. Este crecimiento demogréfico va acompaitado por una profundizacién de ta difusién del modelo conyugal familiar conexo intimamente a aquél. (Paralelamente tienen lugar las elaboraciones contempordneas de la teoria del matrimonio cristiano.)* Cabe agregar un hecho diferencial importantisimo en este pro- ‘ceso de crecimlento/proliferacién/subdivisién de la reserva y es que este fendmeno es, a lo que se sabe, mucho mds agudo en la vertien- fe mediterrénea que en las regiones cerealeras del norte de Europa, dado que en el sur pluricultivo y parcializacién son mds viables y 3. Sobre este problema P. Toubert tiene un magnifico trabajo: «La théore du ‘mariage chez les morales carlingens», Setimane di stutio del centro italiano di studi sull’Atfo medioevo, XXIV: 1! mairimonto nella socitdallomedlevale (Spoleto, 22-26 de abil, 1976, Spoleto, 1977 PROLOG nN se adaptan mejor a las exigencias de una productividad creciente Este fendmeno de crecimiento estd en ia base de 10 que consti. tuye el tema central de ta gran tesis, del gran estudio de Toubert sobre las estructuras del Latium medieval, desde el siglo 1x a fines del x11 E siglo del gran cambio, de ta ruptura es ¢l x, en el que tiene lugar el gran proceso del incastellamento 0 reorganizacién del habi. fat. Pero este gran cambio no fue exprésién de una brusca coyunti- ra, sino que aparece como el resultado, la confluencia, de un punto imdximo de crecimiento poblacional frente a un bloqueo tecnoldgico » de desarrollo de las fuerzas productivas que ha llevado, como se hha dicho, a la progresiva subdivision de ta reserva, La ruptura del sigho x signified el paso de un habitat abierto y disperso a uno concentrado y fortificado. A partir de esta reorgani. zacién del hdbitat centrada en el castellum 0 castro, tiene lugar un ‘movimiento que empuja a los hombres a reagruparse, a agruparse en el seforto banal. Tiene lugar entonces el reagrupamiento paralelo de terrenos en zonas demarcadas y el remodelamiento de los espacios cultivados Son pues fendmenos conjuntos el de la delimitacidn de las tierras de cuitivo » su jerarquizacién en torno a los castros y villas, et incastellamento 0 castllizacién y el del encuadramiento de los hom- bres en el seforio 0 enceldamiento y el reagrupamiento de los hombres en el seRorto castral. Encerramiento, reordenamiento, reconguista agraria y seRoriali- 2acidn, representan las nuevas estructuras feudales de encuadtamien- 0 econdmico y social implantadas a partir del siglo x, con el seho. ‘rio banal, en la regién estudiada por Toubert, estudio que realiza Jundamentalmente sobre la base de la documentaciOn de la abadia de Farfa. En este volumen presentamos los capitulos IV y V de las estruc- turas del Latium y la Sabina medievales. Son los referidos especial mente a Ia organizacién econdmica y a la social. Ante la imposibi- ‘dad de publicar ta totalidad de su gran tesis, el autor y los editores J.P. Toubert, Les structures du Latium médiéval Le Latium méridtonal et la Sabine cu IX! & la fin cu XIV" sideles, 2 vols., Rowe, 1973. Ea ene here so resents Jos eaptulds 1V y V, fundamentals pare comprender las esructures de base y su cambios 2 CASTILLOS, SENORES ¥ CAMPESINOS ‘han seleccionado estos dos temas. Por un lado se compaginan per- ‘Fectamente con los otras articulos incluidos en este volumen, de ‘manera que representan un continuum, por otro lado son la expre- sién de una intencién: la de que, ante su leetura, volvamos (0 ‘sigamos) preocupéndonos por las estructuras de base, por las rela- ciones de produccién en primer término. Intencién que encierra la esperanza de que esta magnifica obra —obra de un sabio de los que desgraciadamente van quedando pocos— invite a los historiadores ‘medievalistas hispanos a continuar en estos temas de los cuales todavia, pese a importantes esfuerzos realizados en los tiltimos aflos, ‘conocemos bastante poco. En el Latium, como es sabido, se estudian todos tos aspectos osibles del problema, politicos, militares, coyunturales (como el impacto de tas invasiones sarracenas 0 los raids huingaros), las es- ftructuras familiares, etc.; nada queda por tratar. P. Toubert aboga or una historia estructurada a partir de fendmenos globalizantes en la que se expliquen las ligazones esenciales existentes en un ‘momento y en un medio dados. Encuentra que !a originalidad de tal época o tal regién reside ‘menos en las mismas estructuras que en su modo particular de coexistencia 0 de interaccidn, El incastellamento fue un fendmeno globalizante, jug un papel que explica la emergencia o la degradacion de otras estructuras situadas a niveles diferentes de andlisis: las de! poder seMorial, de encuadramiento familiar, de la afectividéd, etc, La propuesta temdtica y metodotégica de Toubert ha sido segui- da por otros investigadores del drea mediterrdnea, especialmente para otras regiones italianas y del mediodia francés. Ambas, temd- tica y metodologia, parecen especialmente indicadas para repensar buena parte de Ia historia de los poblamientos y encuadramientos hhispanos; falta hacer el esfuerzo de homologar conceptos. Sospecho que si lo hiciéramos nos encontrariamos con grandes sorpresas (9 con menos pecultaridades), Reywa Pasror ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR A fin de no complicar més el texto con «notas de traductor» y cvitar al mismo tiempo malas interpretaciones, debo justificar algu nos vocablos bésicos que aparecen muchas veces en el texto. Para ello invoco como guia —que no he seguido siempre con total fide- lidad— la versién castellana de Manuel Sénchez Martinez del Voca- bulario Basico de la historia medieval, de Pierre Bonnassie, Critica, 1984, Tembién es util consultar el «fndice de términos técnicos Que figura en El feudalismo de F. L. Ganshof, Ariel, 1978. Sistema curtense: En el texto original francés aparece siem- pre en italiano, sin ninguna indicacién. A favor de la identidad formal con el castellano, he dejado la expresion tal cual, en una natural asimilacién lingiistica, Su significado es idéntico al de régi- ‘men domanial. 2. Domania! y dominical: En disceepancia con el citado Ma- ‘nue! Sanchez, que sélo usa adominical», he seguido fielmente i diferencia —no explicada— que advierto en el texto francés entre «domaniat» y «dominical». Lo primero se refiere al «domaine» 0 «curtis» tn su totalidad, mientras que lo segundo alude exclusiva mente a la «reserva» seftorial (terra dominicata, terra salica, man- sus indominicatus, ete. 3. Masserizio: Lo he dejado asi, tal cual aparece en el texto original francés, sin comillas ni aclaracién de ningin tipo. El autor ‘mismo lo define en un pasaje como wciimulo de pequefias tenencias campesinas» dependientes del dominus de la curtis. 4. Casado y casamiento: Traduccién de chasé y chasement (latin casatus y casamentum): significan «radicadon o «establecido» y «radicacién». Para evitar ambigiedad, los he puesto entre co- millas, ESTER AR EEN PIE TE TE RM eS ERT 12 ane steanenesemescnmenm ace mena UeNAS 4 ‘CASTILLOS, SERORES ¥ CAMPESINOS 5._ Tenente: Titular de una tenencia. Traduce el francés tenan- cier. Cuando el texto pone manant he utilizado manente. 6. Regidor: Traduccion de regisseur (latin judex, major, vil cus, scario). Se refiere al administrador de un dominio de patrimo- nio regio. 7. Hay en el texto vocablositalianos o ingleses sin ningsn tipo de marca especial y sin aparente significacin especial tampoco (ubicazione, insediamento, braccianti, debasement, entre otros), que he traducido sin més, Primera parte - GRANDES DOMINIOS Y SISTEMA DOMANIAL EN LA ITALIA MEDIEVAL (siglos VII-IX) en CSREES ASSEN SSC ORS RARE Lr EL REGIMEN DOMANIAL Y LAS ESTRUCTURAS PRODUCTIVAS EN LA ALTA EDAD MEDIA Desde el momento en que Ia historia econdmica se constituyé como ciencia —segunda mitad del siglo xix— hasta las aportacio- nes més recientes en este campo, el gran dominio (villa, curtis) ha ‘ocupado invariablemente una posicién central en el conjunto de las estructuras productivas de la Alta Edad Media. Sin embargo, esta supremacia no se ha logrado sin innumerables debates historiogré- ficos. Unos de ellos han versado sobre la génesis del gran dominio fen tanto organismo econémico original, sus elementos constitutivos y las condiciones de pasaje de la economia agraria tardoantigua a la economia domanial de la Alta Edad Media, as{ como de esta ultima a la economia seftorial de la época feudal. Otras controversias han recaido en el sitio relativo que convenia otorgar a la propiedad de la tierra —ya grande, ya pequefia— precisamente en la época en que se supone que Ia villa conocié su apogeo (siglos 1%-x). Por Ultimo, se ha discutido también acerca del papel que es menester atribuir al sistema domanial en la economia global y, en particular, en la formacién y animacién de las redes de intercambios locales y regionales. Para comenzar, hemos de reproducir el desarrollo de estas gran- des cuestiones, lo cual nos pondra en mejores condiciones de pro- fundizar en los tres problemas més importantes que el estudio del sistema domanial plantea al historiador de hoy en dia: el de las fuentes y su credibilidad, el del régimen domanial en tanto estructu- 1a original —y evolutiva— de produccién y el del sitio de esa estruc- "| tura en fa economia global de la Alta Edad Media, ¢ { SR NRT RRR HR RST RO BNE sn q i 18 CCASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS 1. HistoRIOORAIA Y PROBLEMATICA: LAS GRANDES ETAPAS A. En torno a la génesis del régimen domanial: germanistas contra romanistas El gran dominio surge como tema historiogréfico con la prime- Fa generacién romantica, la de los hermanos Grimm y de Karl von Savigny. A partir de entonces, constituye uno de los campos de batalla preferidos de los enfrentamientos que, a lo largo del si glo xix, opondrian a germanistas y romanistas. Los primeros tienen el aflo 1815 como momento inaugural. Sobre la base de un endlisis muy superficial —por supuesto que superficial para las nasihilida- des documentales con que entonces se contaba— de la estructura bipartita de la villa franca, K. F. Eichhorn ha visto en ella la consecuencia directa de la conquista de In Romania por los barba- Fos. La imposicién de la capa dominante germanica sobre un sus trato de Untertanen de origen romano —libres o esclavos, «casados» ‘© no— explicaba para él, a cambio de un minimo esfuerzo de interpretacion, la coexistencia que ya se percibla como tipiza, en luna misma entidad raiz, de una reserva dominical (salland), some- tida a.explotacién directa, y un ctémulo de pequenias tenencias cam- esinas que formaba el masserizio. Esta primera formulacién quedé superada hacia mediados del siglo x1x por los sostenedores de la teoria de la «marca germanica», Esta teoria, que G. L. von. Maurer formulé por primera vez en 1854 y que Otto Gierke retomé y desarroll6 de 1869 en adelante, parila de la idea @ priori de que la sociedad germénica primitiva estaba compucsta por hombres libres e iguales. Gracias al acusadi- simo sentido de asociacién propio de los germanos, dicha sociedad ‘habria escapado a los peligros del individualismo que en ese mismo ‘thomento arrastraba al mundo romano a la mezela de anarquia y Aespotismo militar que, a ojos de Gierke, constituia la esencia del Bajo Imperio. Y precisamente para satisfacer su pasién por la aso- ciacién, los germanos habrian formado, desde el instante inaugural de su historia, poderosos grupos de solidaridad econdmica y social: Jas «comunidades de marca» (Markgenossenschaften). Escapa a ‘nuestro tema el exponer en detalfe la concepcién de Gierke acerca de tales comunidades. Baste con observar que, para Jos creadores {SIO ARE CS A RRR SEIS EIE SAIS I RCEe SE AIO OOS LARS ORRMRE LAS NRE EL REGIMEN DOMANIAL 19 de esta teoria, que gozé de gran éxito en Alemania, la villa no hizo su aparicién como consecuencia —al modo de Eichhorn— del so- metimiento del mundo romano por Jos barbaros, sino como el pun- to de llegada de un proceso de evolucién interna; a saber: ciertos ‘miembros de la comunidad de marca, que habian llegado a ser mis poderosos que los otros —sobre todo merced a empresas individua- les de roturacién—, habrian extendido poco a poco su asiento terri- torial y, de esta suerte, habrian sustituido las asociaciones igualita- Flas de la marca por seflorios rurales. Segiin Maurer y Gierke, los documentos de la época carolingia nos revelarian precisamente este estadio de la evolucién por primera vez con precisién documental A costa de muchas rebuscadas hipétesis, estos autores veian en la villa franca el acceso de la sociedad germanica «primitivan a la condicién de sociedad diferenciada, precisamente en el momento en due salia de la penumbra documental que habia envuelto la silueta de la originaria comunidad de marca, Resumida en trazos muy generales, es ésta la famosa teora de la marca germénica. Sus partidarios mas convencidos, al fin y al cabo, no se sintieron dema- siado perturbados por los diffciles problemas que, sin duda, tuvie- ron que presentarles las condiciones de insercién de una institucién tan especifica en una Romania que, en el momento de los estableci- mientos barbaros, estaba dotada de estructuras muy elaboradas de propiedad rural. En verdad, lo que hizo Gierke fue més bien evitar {que resolver el problema. En efecto, para él, los latifundios roma- rnos de los que los germanos se habrian aduentado por hospitalidad © por conquista, no habrian constituido para los vencedores mis {que un mero marco en cuyo interior ellos habrian edificado libre- ‘mente, con la curtis bipartita, una «verdadera economia agraria germénican. ‘Al mismo tiempo que tomaban forma estas xconstrucciones arbitrarias y sin fundamentos sélidos» (Perrin, 1966), los romanis- tas, con el mismo vigor, afirmaban lo contrario, esto es, la peren- nidad de las tradiciones agrarias romanas y la sobrevivencia, més alld de las conmociones posteriores a las grandes invasiones, del régimen de propiedad rural que se habia establecido en el imperio romano a partir del siglo 1. Los partidarios de esta tesis se han basado, sucesivamente, sobre todo en dos tipos de pruebas. En un primer momento, un haz muy denso de investigaciones presididas por los grandes nombres de Niebuhr y Lachmann ha puesto el 8 20 CCASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS acento en el factor de continuidad que, hasta la Alta Edad Media, eptesenta la vitalidad del corpus de doctrinas y del sistema de récticas elaborados por los primeros agrimensores romanos. Pero entre 1879 y 1896 se alcanzé una segunda etapa, mds decisiva, ‘como consecuencia del descubrimiento, en actual territorio tuneci- no, de una notable serie de inscripciones relativas a la organizacién de Jos grandes dominios imperiales de Africa en Ia época de los Antoninos. Con estas inscripciones, corroboradas por Ias /eges sal- tus de Adriano y Cémodo, los romanistas han terminado por creer ‘que estaban en posesién de la clave que permitia relacionar la villa franca de la Alta Edad Media con Ios grandes dominios romanos del siglo 1. En un contexto que, por cierto, ofrecia materia de discusién a los especialistas, no se vela acaso en los saltus imperia les de Africa, por toda hipétesis, auténticos colonos obligados a entregar censos en especie, pero, sobre todo, prestaciones de mano de obra (operae) que los administradores de los latifundia destina- ban a la produccién de un sector de la tierra en explotacién directa? ‘Mis adelante tendremos ocasién de denunciar cudnta fantasia se ‘encerraba en la consideracién de esta situacién de ciertos saltus africanos del siglo 1 como la prefiguracién exacta del régimen do- manial que describen los polipticos carolingios. Por ahora baste con observar que, a partir del afio 1880, la glosa de las inscripcio- nes relativas a los saltus africanos ha alimentado por doquier una importante corriente historiografica para la cual la curtis bipartita de Ia Alta Edad Media era la heredera directa del Jatifundium romano, en general. Pero, tanto en el caso de los germanistas como en el de los romanistas, las hipétesis compatibles con la larga duracién resulta ban mas frégiles atin debido al recurso exagerado a los argumentos ex silentio. En efecto, en cuanto a los primeros, buscar en la marca gcrminica los origenes del gran dominio franco no era otra cosa que contentarse con una solucién fécil para explicar la antigiedad de los derechos campesinos de uso sobre bienes comunales, tal ‘como se los comprueba en los Weistiimer de la Baja Edad Media, y ara tratar de explicar las articulaciones sucesivas entre sefiorfo terrateniente y comunidad rural. Por lo que hace a las tesis de los Tomanistas, chocaron con objeciones igualmente graves. La mis importante de ellas era la que sostenia que las prestaciones especifi- eas que pesaban sobre los colonos del saltus africano no se podian 5 I LATS TSS CET TI ETO TSE SEES IS RN RE RTE AES SRE [BL REGIMEN DOMANIAL a considerar como antecedentes de la corvea medieval. Aun sin insis- tir en las acrobacias dogmaticas de un Fustel de Coulanges, uno se queda perplejo ante los tesoros de ingenio que un espiritu —por lo demés, tan riguroso— como el de Ch. Edmond Perrin tuvo que desplegar para convencerse de que, a pesar de la ausencia absoluta de eslabones documentales intermediarios, habfa una indudable con- tinuidad entre las ligeras operae a que estaban obligados los colo- nos de los saitus africanos en el siglo 1 y las pesadas y regulares corveas, cuya existencia se ha comprobado en los grandes dominios de Occidente a partir de mediados del siglo vit. B. De la genétiog.ficcién al andlisis descriptive {a era de los economistas (hacia 1880-alrededor de 1914)» La serie de estancamientos en que esta ilusoria busca de ios orlgenes tenia atascados a los historiadores del derecho ha sido acertadamente advertida por los hstoriadores de ia economia. Fue asi como, aproximadamente en 1880, estos tiltimos optaron, muy azonablemente, por interrogar los documentos de los sighos vith fin de exiraer de ellos los elementos descriptivos de un sistema écondmico y tratar Iuego de reubicar esa estructura en una vision slobal del desarrollo, Precisamente a esta captacién concréta del sistema curtense es a lo que se asocin el nombre de Karl Theodor Inama Sternegg, cuya obra, escalonada entre 1879 y 1908, marca una etapa decisiva en el trabajo primordial de analisis descriptive, Este andliss gira alrededor de algunas ideas-fuerza: 1) el gran do. minio se afirma en el curso del sialo vit como la estructura porta. dora de toda la economia de la Alta Edad Media; 2) através de los capitulares y os polipticos de los siglos xix, la vila franca se Presenta como una estructura tipica; 3) esta estructura se define por ta conjuncién de dos caractersticas distintivas. Por un lado, las unidades domaniales son bipartitas ycontienen, junto a una reserva dominical, un sector de explotacién indirecta’consttuido por las teneneias campesinas (mansi, sortes, casae massariciae, etc), que jormalmente se adaptan a la subsistencia de familias nucleares, $stas, por otra parte, estén sujetas a censos consuetudinarios y a Drestaciones de trabajo (operae, angarae, et.) tan variadas en har turaleza como en cantidad. La segunda caracterstca distintiva del ON 2 CCASTILLOS, SESORES Y CAMPESINOS sistema reside en la ligazén esencial entre reserva dominical y tenen- cigs que crea la exaccién regular del sefior de la villa sobre la fuerza de trabajo de sus dependientes en provecho de la pars dominica y a cambio del goce hereditario de sus sortes por los tenentes. Por tanto, sio hay sistema curtense sin la afirmacién correlativa de la corvea! en tanto sistema de trabajo (Siebeck, 1904). Aun cuando todavia hay esclavos desprovistos de tenencia que residen en la cabeza del dominio, cuya subsistencia depende por completo de ésta y que deben a la ferra dominica toda su fuerza de trabajo, ello s6lo es un elemento secundario del sistema. Por variable que sea la amplitud de los patrimonios conocidos, 10 que confiere unidad al sistema econ6mico de la villa es la uniformidad estructural de los diferentes dominios que componen dichos patrimonios y no su can- Uidad ni su tamano. En la villa nos encontramos con un modelo original que ha asegurado Ia integracién organica de la pequea explotacién campesina en una estructura latifundista, mientras que Ja Antigitedad no habia podido ofrecernot otra cosa que modelos de yuxtaposicién entre el lalifundium esclavista y la pequefia explo- tacién colonial. ‘A ese vigoroso cuadro de conjunto del sistema curtense que en. 1879 trazara Inama Sternegg le ha seguido todo un enjambre de trabajos que seria ingenuo atribuir a causas circunstanciales tales como, por ejemplo, ta oportunidad documental que la rica serie de polipticos carolingios ofrecié a una generacién pionera de historia- dores. El éxito de que gozé Ia teorfa del sistema curtense se debe a gue la misma respondid a una necesidad precisa de la historia eco- n6mica alemana y, sobre todo, de la naciente Volkswirtschaft, a la que interesaba inscribir la descripcién de modelos econémicos en tuna visién de conjunto del desarrollo, concebido como la sucesién racional de sistemas econémicos definidos. De este flujo de corrien- tes teoricas dan testimonio los grandes nombres de K. Biicher, G. Schmoller, R. Passow, M. Weber, W. Sombart, etc, Para todos estos autores, el sistema curtense ha hecho algo més que constituir un objeto de andlisis insoslayable: ha asumido la funcién de indica- dor te6rico de una secuencia capital, la de la «economia natural, la weconomia doméstica cerradan (K. Bicher), la economia de consumo directo» (W. Sombart), etc. Por entonces, si bien con matices, pero sin discordancia impor- tante de fondo, todos los economistas han puesto el acento sobre EL REGIMEN DOMANIAL, 23 las tres caracteristicas originales que se reconocian a esta fase del desarrollo en la que sitian el apogeo de la época carolingia: — predominio de ta gran propiedad, eclesiéstica o laica, — tendencia autdrquica gracias a la expansién del sistema cur- tense como principio organizador de esta gran propiedad, — marginalizacién correlativa del papel de la moneda y de las actividades de intercambio. Asi pues, hacia 1900, la investigacién se habla dotado de un modelo descriptivo cuya eficacia se ilustra en las excelentes mono- sgrafias que por entonces vieron la luz, como las de Katzsche en ‘Alemania o la de L. M. Hartmann y G. Luzzatfo para Italia. Sin embargo, dos grandes interrogantes han reabierto el debate. Uno de ellos ha sido formulado por el medievatista vienés Alfons Dopsch a partir de 1912-1913, mientras que el otro derivaba de las grandiosas teorias que Henri Pirenne habia concebido al final de su vida y que culminaron en su obra péstuma Mahomet et Charlemagne (1936). C. Eldilema de Dopsch: egrande o pequena propiedad? Al fundar su andlisis sobre una fuente de indole normativa como el capitular de Villis (cf. infra, § 11) y sobre los principales polipticos, Inama Sternegg habla impuesto la concepcién segun la cual el gran dominio constitula el tipo absolutamente dominante de estructura productiva en el mundo carolingio. A costa de una acu- sada sobreestimacin del capitular de Villis, habia insistido sobre el papel esencial que a sus ojos desempené la monarquia franca en la difusiOn del modelo domanial, a partir de las curtes fiscales, en la aristocracia eclesiéstica y laica. Precisamente contra estas opiniones se irguié Dopsch con toda fuerza. Este autor sostuvo, en primer lugar, que los grandes dominios estaban mucho menos extendidos de lo que se habia creido hasta entonces. Ingeniosos calculos lo condujeron a pensar que los més importantes de ellos no habrian superado, sino excepcionalmente, unas pocas centenas de hectareas.. A la inversa, ha insistido en el hecho de que, junto a las grandes propiedades asi reducidas a proporciones més modestas, habia una cantidad considerable de pequefias explotaciones alodiales. Vivamen- te atacadas en 1920 por Louis Halphen, las opiniones de Dopsch no parecen —en varios puntos fundamentales— haber resistido la cri- ~cenuar t rt meme SR ORRA SSS D ES ESRRSSN SSOREE 24 CASTILLOS, SERORES ¥ CAMPESINOS tica. Aun cuando se justifique la revisién a la baja de las estimacio- nes demasiado optimistas, como, por ejemplo, las de P. Darmstadter Para los grandes dominios fiscalesitalianos, hoy no se puede poner en duda la existencia de complejos bienes raices muy extendidos (cf. infra, § IIL A). Sin embargo, a pesar de su cardcter sin duda excesivamente sistematico y exagerado, la tesis de Dopsch ha reves- tido una importancia a la que la critica de Halphen dista mucho de hacer justicia, En efecto, por lo menos en tres puntos es notable e1 mérito de Dopsch. Ante todo, ha sido el primero en lamar tan insistentemente la atencion de los historiadores sobre las precauciones metodoldgicas con que era conveniente tratar las fuentes no directamente represen. tativas de la realidad econémica. A este respecto, tuvo razén en denunciar las conclusiones abusivas que Inama Sternegg habla ex. traido del capitular de Villis. Luego, ha invitado a sus sucesores a volver a pensar con més rigor acerca del problema de las diversida des regionales de un mundo carolingio que distaba mucho de ser homogéneo. Bn el reino de Italia (G. Luzzatto) 0 en Bavaria (Ph, Dollinger) el fraccionamiento de la gran propiedad parece haber sido mas marcado que en las regiones austrdsicas. También parece Poco discutible que en la Francia central y meridional (R. Latouche, G. Fournier) el régimen domanial haya conocido un desarrollo més ‘estringido. En definitiva, es en las regiones entre el Loira y el Rin, en el corazén mismo del imperio franco, donde se encuentran los ejemplos mas numerosos y claros del predominio de una gran pro. Piedad conforme al esquema del «sistema clésico» que describiera Inama Sternegg. El tercer mérito de Dopsch estriba en haber plan teado el problema del peso real de Ia pequefta propiedad alodial en l seno del sistema franco de posesién de la tierra, pues ello equiv fe a enfocar de manera concreta el problema mas general de Ia libertad personal en Ja Alta Edad Media y del destino de la capa inferior de los liberi homines a lo largo de los siglos vit, 1x y x. Seria superfluo destacar la fecundidad de una direccién investigati. va que més tarde se vio ilustrada, entre otros, por Th, Mayer, H. Dannenbauer y G. Tabacco. No obstante, se observard que el problema de la supervivencia de grupos de pequetios propietarios libres tiene mas importanc! Para la historia social que para la de la economia. En efecto, 2 artir del momento en que se comprueba que una proporcién im- ERE HED DEORE ESR SEE ETE AUST RES AE RT [BL REGIMEN DOMANIAL. 25 ortante de la tierra estaba acaparada por la gran propiedad, resul- ta evidente que también hay que admitir que esta dltima ha desem- efiado un papel motor en el conjunto del proceso de desarrollo. Por las técnicas puestas en practica (por ejemplo, molinos y cerve- ccerias), por sus formas de gestién mas racionales (polipticos, Cpts), Por una preocupacién mds acusada por la rentabilidad y, tal vez, or niveles de produccién mds elevados, no cabe duda de que es el sran dominio el que ha impreso sus caracteristicas esenciales a la economia agraria carolingia. Pero precisamente por eso se justifica, @ nuestro juicio, la posicién de economistas contemporineos de Dopsch, como Werner Sombart, que han visto en fa curtis la expre- sién del sistema econémico propio de la Alta Edad Media. D. La economia carolingia: economia agraria © eccnomia de intercambios? El dilema de Pirenne Con la mirada puesta allende los ya vastos horizontes de Dopsch, Henri Pirenne (1936) ha buscado las causas del arraigamiento de Occidente en una economia esencialmente agraria y latifundiaria, tal como se observa a partir del sigio vitt. Se sabe que, para Piren. ‘ne, Jo que, a comienzos del siglo vit, habria provocado una cesura entre 1a economia de intercambio propia de Ia Antigtedad y la economia casi exclusivamente rural de la Alta Edad Media no son las invasiones germénicas de los siglos v-vi, sino més bien Ia con- quista musulmana. Para el gran historiador belga, los arabes habrian quebrado entonces el eje mediterrineo de los intercambios entre Oriente y Occidente. De esta suerte habrian obligado al imperio franco a volver la espalda al mar y a replegarse sobre s{ mismo. Mas brevemente, a partir de ese momento, la economia de tierra adentro, ya dominante en la época de los reinos bérbaros, habria imperado sin competencia alguna, Entre e! mundo de los merovin- sios que, mal que bien, habria continuado Ia economia antigua, y el de los carolingios, existiria, pues, un «contraste econémico» del que {a invesién drabe seria principal responsable. Sin entrar aqui en detalles acerea de las articulaciones de la tesis pirenniana, lo que a nuestro propésito importa destacar es que ha contribuido a cimen- tar la concepcién de una economia carolingia de subsistencia a lo A SC ORAS A SSRIS 26 ‘CASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS Sombart, en la que ef intercambio interno estaria reducido a su cexpresién simple. Con el paso del tiempo, ta tesis de Pirenne parece hoy menos importante en si misma que por el flujo de reacciones a que ha dado Jugar (Havighurst). Especialmente después de R. S. Lopez y M. Lom- ‘bard, ha sido invalidada en varias de sus proposiciones esenciales, entre otras, las relativas al papel del Islam, la estructura del gran ccomercio y la apreciacién del tono urbano en los siglos viu-m, Esta breve revista a los principales debates historiograficos que se han producido en torno al sistema curtense nos ha llevado, pues, por distintos caminos, a Ia misma conclusién: la de que, sea cual fuere el valor del modelo que se quiera atribuir a la curtis, esta empresa s6lo tiene sentido si su finalidad es la de integrar la estruc- tura domantal as{ definida en una visién de conjunto de la econo- mia de los siglos vuui-x (infra, § IV). IL. Las Fuentes Nuestras fuentes bésicas son harto abundantes y detalladas. Se distribuyen en dos grupos desiguales: el primero ataite mas especial- mente a los grandes dominios pertenecientes a los soberanos (fisci); el segundo, mucho més rico, engloba todos los inventarios descrip- tivos (© polipticos) de las grandes propiedades eclesidsticas cuyo micleo, por lo demas, estaba constituido a menudo por antiguos fiscos transferidos a las iglesias y a los monasterios por la liberali- dad real o imperial A. Fuentes relativas a fos dominios fiscales El documento esencial es el célebre Capitulare de Villis (= cv), el cual ha llegado hasta nosotros gracias a una copia de los afios 830-850 (B. Bischoff) que se ha conservado en la biblioteca ducal de Wolfenbiittel (C. Brihl, 1971). Distribuido en setenta pardgrafos (Capitula), constituye una suerte de reglamento administrativo por cl cual un soberano carolingio, al que el texto no designa de otra ‘manera que como rex noster, recuerda, con cierto lujo de detalles, los principios que los regidores (udices) de los dominios (villae sew BL REGIMEN DOMANIAL 27 curtes) del patrimonio real debian aplicar a una gestiOn sana. Este documento constituye una fuente de primera importancia por las anoteciones concretas de orden econémico y agronémico que con- tiene, a la vez que por el interés general en la rentabilizacion del sistema domanial que de él se desprende. La fecha precisa de redaccién de este documento y su alcance hhan sido tema de una abundantisima literatura en la que apenas podemos entrar. El problema consistente en saber qué soberano lo ha dictado parece resolverse hoy en dia a favor de Carlomagno (antes de su acceso a la dignidad imperial) y la tan ingeniosa hipd- tesis de Dopsch (Luis el Piadoso en calidad de rey de Aquitania) no cuenta casi con ningin partidario (C. Brithl y A. Verhulst). El problema conexo de saber si el capitular se aplica a todo el imperio franco 0 s6lo a esa parte del imperio (Aquitania, regién rino-mose- lana) no estd resuelto del todo, sean cuales fueren los tesoros de ciencia que en este tema hayan invertido historiadores, fil6logos y hhasta botdnicos, que se han dedicado sin éxito al problema de 1a dlispersién geogréfica de las 72 especies de legumbres y de la quin- cena de especies de Arboles frutales cuyo cultivo recomendaba el redactor del capitular. De la misma manera, queda en suspenso la cuestion relativa a si el reglamento se aplicaba al conjunto de los fiscos reales o slo a una categoria de dominios especialmente afec- tados al aprovisionamiento de la mesa real, categoria cuya misma existencia, para esa época, es negada por ciertos eruditos (K. Ver~ hein, 1953-1954). Sea lo que fuere de estas cuestiones, segtin la opinién més generalizada hoy en dia, el cv habria sido compuesto cn las altimas décadas del siglo vin. Sus disposiciones se habrian aplicedo ya sea al conjunto del imperio franco —salvo Italia— K. Verhein, C. Bri, A. Verhuist), ya sea a la parte del imperio —tegién del Mosa y del Rin medio— en donde la fortuna en tierras, de los pipinidas se hallaba més densamente implantada. ‘Dos conclusiones, sin embargo, nos parecen desprenderse con toda claridad de este famoso documento. La primera es que los problemas de datacién fina y de localizacién que plantea presentan uun interés limitado en la medida en que esté claro que el texto carece por completo de cualquier intencién revolucionaria y que se contenta con recordar, con espiritu reformador, el conjunto de las buenas reglas a las que, hacia finales del siglo vu, debia someterse Ja gestién de los fiscos reales. La segunda conclusién es la de que, TEESE a REE RR TOA TIES Sanne eee ee 28 CASTILLOS, SEHORES ¥ CAMPESINOS al menos en un punto, vale la pena seguir a Dopsch: en su aprecic- cin restrictiva (contra Inama Sternegg) del alcance que los historia Gores pueden dar a un documento cuyo cardcter normative y refor, mador ¢s evidente y que, en consecuencia, s6lo puede entregarnos fina imagen ideal de Ja estructura y de Ia administracién de los fiscos reales bajo Carlomagno. A ste respecto, es més interesante otro documento que nos he Conservado el mismo manuscrito de Wolfenbiittel y al que su editor Boretius ha intitulado —por lo demds, con pertinencia—- Breviny, exempla ad describendas res ecclesasticas et fiscales (= bE). Dentro del mismo espititu que el de una disposicién preconizada por el capitulo 7 del eapitular De Justiciis faviendis, promulgado por Car- Tomagno hacia 811-813, los BE no son otra cosa que un formulario, [be elaborado por la burocracia central a partir de casos concretos, Estd fuera de duda que este formulatio tenia por fin el de ser gnviado a los missi reales a modo de modelo que estos iltimos debian someter a su vez a 10s obispos, condes, abades, vasallos y eaidores reales, para incitarlos a proceder a la confeccién de invern {aries similares para sus propios dominios o para aquellos cuya administracién aseguraban. Se clarfica asi la funcionalidad de los TE que comportan, en realidad, tres categorias diferentes de mode. los destinados a tres tipos diferentes de usuarios potencisles: 1 eect u80 de los grandes propietarios eclesiésticos, se ha {feuido en ellos la descripcién (hoy en dia mutitada de su incipi) Ge las posesiones de la abadia bavara de Staffelsec. 2, _Para uso evidente de los sefiores laicos, los se comportan Ademds una lista fragmentaria de donaciones realizadas por los Inicos a la abadia alsaciana de Wissembourg y de los bienes raices ue ésta concedia en provecho de laicos, 3.| Para uso de los regidores de fiscos, pues el documento Feproducfa un inventario de cinco curtes reales confiadas a la admi_ istracién de un solo regidor. En un trabajo notable, Ph. Grierson (1939) ha identificado con certeza este complejo domanial, Se halla, ba en la Francia del Norte, entre Lille, Dousi y Tournai y, muy probablemente, constituia a dote de una hija de Luis el Piedose Esta ultima parte de los we constituye un auténtico modelo ae inventario detallado; en ella se describen las edificaciones de explo. {acion, se hace inventario del mobiliario y el instrumental agricola y S¢ establecen con precisién las cantidades correspondientes a la OO ORE ITE I LE SEITE TEESE TIE SOR EL REGIMEN DOMANTAL, 29 cosechas de cada sector de a produccién. Lo mismo ocurre con ef ganado. Los B& tienen, por tanto, el interés de ofrecer la fotografia instanténea de un complejo domanial concreto en los alrededores del afto 800. Constituyen un complemento y una preciosa ilustracién de las disposiciones de orden general contenidas en el cv. B. Los polipticos Los documentos precedentes, ademds de su origen piiblico y su finalidad normativa, tienen en comiin Ia caracteristica de concentra Ja atencién en Ia gestién de las reservas dominicales sometidas a explotacién direct, Los datos més completos son los que nos han roporcionado los inventarios privados de los grandes dominios eclesidsticos, en los que, junto a las reservas, figuran los inventarios, mds 0 menos precisos, de las pequefias explotaciones campesinas (mansi, sortes, casae, etc.) del masserizio y nos ofrecen asi una imagen més completa de la curtis en su estructura bipartita fun- damental, Con gran tino, tos editores de los polipticos italianos de los siglos 1%-x (Inventari, 1978) han propuesto recientemente una defi- nicién rigurosa del poliptico como documento de gestién domanial on el que han de encontrarse tres drdenes de precisiones: — indicaciones acerca de los bienes raices que constituyen las reservas y los mansos; — estado contable —y a menudo nominative— de los depen dientes de todo tipo «casados» en el masserizi — inventario de las rentas en dinero y/o en especie (census, pensiones, exennia, etc.), asi como de las prestaciones de trabajo (operae, angariae, etc.) a que estaban obligados los tenentes. Por doquier pueden encontrarse en el Occidente carolingio do- cumentos domaniales menos completos, que no ofrecen mas que luno u otro de estos drdenes de datos. Ast acurre, por ejemplo, con Jas Tistas de esclavos o las listas de censos que nos han llegado en relacién con gran cantidad de abadias alemanas, francesas ¢ italia- nas. A pesar dé su evidente interés —pensemos, por ejemplo, ch las conclusiones que Luzzatto ha extraido de las listas serviles de Far- fa—, estos tiltimos documentos no pueden ser equiparados a los SGURRERITNNSCURRCRNER CREED AR SS SRN SS PL RES ES REESE ES SES 30 CCASTILLOS, SESORES ¥ CAMPESINOS polipticos, ni comparados con éstos en cuanto a la riqueza de los datos que proporcionan acerca de la estructura de la curtis. Si se quiere considerar los polipticos tan s6lo stricto sensu, es menester realizar diversas distinciones y formular varias conside- raciones: 1, En cuanto al origen mismo de la practica de redactar polip- ticos, hay que renunciar, desde el primer momento, a hacerla remon- tar hasta los catastros del Bajo Imperio, como han sostenido mu- cchos autores, entre los que citamos a Sustra (1897), Luzzatto (1910), Ch.-E. Perrin (1935) e incluso otros més cercanos. Ciertamente, se hha hallado que, en los siglos vt y vit, habia grandes establecimie! tos eclesidsticos que no ignoraban el habito de llevar una contabil dad escrita de los tributos o de las prestaciones debidos por diversas categorias de colonos. El caso mas conocido a este respecto es el de Ia Iglesia de Ravena, ampliado recientemente por el descubrimiento de los notables documentos de contabilidad de Saint-Martin de Tours por Gasnault. Sin embargo, s6lo un abuso de interpretacion puede justificar la consideracién de tales documentos como antece- dentes directos de nuestros polipticos més antiguos, con los que no tienen en comin ni la forma ni la finalidad (W. Goffart, 1972). Estos iiltimos no son anteriores a la época carolingia y son absolu- tamente contemporaneos de la afirmacién del sistema curtense. CConstituyen a fa vez un signo y un instrumento de la consolidacién de las estructuras domaniales. ; En cuanto a la naturaleza juridica de los polipticos, tanto Luzzatto como Perrin han sefialado con razén que conviene separar tun grupo Iimitado de inventarios: los que se han establecido —y esto unicamente en el reino de Italia— como consecuencia de las encuestas (inguisitiones) realizadas por funcionarios piblicos. Tal es el caso, por ejemplo, de los famosos drevia relativos a la curtis de Limonta (Inventari). En la inmensa mayoria de los casos, los polipticos de los siglos 1x-x no deben su confeccién més que a una iniciativa privada de fos grandes propictarios interesados, abades o \Velesias locales. Aparecen como documentos dg pura gestién patri- ‘monial y, por tanto, de uso interno (R. Fossier, 1978). Fuera det ‘caso de los polipticos —que fueron el resultado de una encuesta piiblica— y del caso més tardio de los inventarios reinsertos en auténticas wactas censuales», no parece que tales documentos hayan tenido valor probatorio ni que los contempordneos los hayan consi- EL REGIMEN DOMANIAL 31 derado dignos de oponerse a terceros en caso de ltigio acerca de los bbienes raices cuyo inventario contienen (Ch.-E. Perrin, 1935), 3. En cuanto a su contenido concreto, los polipticos se nos ofrecen con una extremada variedad de redaccién. Algunos de ellos se limitan a una sola curtis. Entonces llevan casi siempre el califica- tivo de breve. Su redaccién esté generalmente ligada a una causa circunstancial que ha inducido a separar esta curtis de un complejo atrimonial (donacién piadosa, intercambio, distribucién de man- 505, etc.). Otros polipticos, por el contrario, responden a amplios proyectos seftoriales y han tenido la ambicién de establecer el inven- tario descriptive de importantes conjuntos de bienes raices, inclusi- ve de conjuntos excepcionales. A esta iltima categoria pertenece el més antiguo y el mis célebre de nuestros polipticos, el de la abadia patisina de Saint-Germain-des-Prés, redactado antes de 829 —pro- bablemente entre 811 y 823— a pedido y bajo el control atento del abad Irminon. EI documento que ha legado a nosotros (fondo de Saint-Germain-des-Prés de la Biblioteca Nacional de Paris) est cons- ‘ituido por la transcripcién en limpio, en un eédice continuo, de ios diferentes brevia compilados para cada dominio, segtin las instruc- nes del abad, por encuestadores itinerantes, En su estado actual, +l poliptico tiene amputado el final, que podemos estimar en alre- dedor de un cuarto del total. A pesar de estas mutilaciones, cita 25 villae de ta regién parisina, la Beauce y el Orléanais, con algunos dominios mds excéntricos en Normandia y en los confines del Berry y de Anjou: es decir, un complejo patrimonial de alrededor de 54.000 hectareas. EI mas reciente de los grandes inventarios detalla- dos es el de S. Giulia de Brescia (entre 879 y 906) que, segin los ccéloulos de G. Pasquali (1978), pasa revista a 85 curtes y curticellae Entre estas fechas extremas se pueden citar, entre los documentos mds notables, los polipticos de Saint-Pierre de Gante, de la abadia de Elnone (Saint-Amand), de Saint-Rémi de Reims, de la mesa conventual de la abadia de Saint-Bertin, de Lobbes y, sobre la vertiente mediterranea del imperio, las de Saint-Vietor de Marseille y de S. Colombano de Bobbio. Todos ellos datan de las décadas centrales del siglo 1x, Algo anterior al inventario de S. Giulia de Brescia —o contemporéneo suyo—, el célebre poliptico de la aba- dia de Priim en la didcesis de Tréveris ha sido compilado, en su primera redaccién, en el curso de los aos 892-893. Tal como el Se RERUNS RINE 32 CASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS poliptico de Irminon, cubre un vasto espacio geogrifico (Ardena belga, Lorena, Renania), 4, Si bien todos contienen indicaciones de tierras, colonos y tributos, nuestros inventarios presentan variaciones importantes en lo relativo al contenido. Algunos se contentan con describir répida- mente las villae, dar In extensién de la reserva dominical y recapitu- lar la cantidad de mansos segin algunas grandes categorfas (mansos ingenuiles, serviles, absi 0 vacantes, etc.) con, a veces, la indicacién de la superficie total que representan. Buenos ejemplos de estos polipticos sumarios nos son ofrecidos por los de Saint-Bertin y Saint-Rémi de Reims. Por el contrario, los polipticos detallados (Saint-Germain-des-Prés, Prim, 8. Giulia de Brescia) proporcionan un lujo —variable, por otra parte— de informacién: descripcién atenta de los elementos constitutivos del manso principal dominical; designacién individual de los mansos, de su composicién, de su superficie; estado preciso de los dependientes a ellos adscritos, a ‘menudo con indicacién de sus nombres propios, Ia composicién de su familia ¢ iricluso, en el caso de Saint-Victor de Marseille, la edad de los hijos; enumeracién de los tributos y de las prestaciones en trabajo a que estaba obligada cada unidad de imposicién. Seria imposible exagerar —a nuestro juicio— Ia excepcional riqueza de las informaciones que ofrecen los polipticos detallados. Lejos de reflejar la imagen més o menos teérica de las aspiraciones —incluso de las ilusiones— senoriales, como tenia tendencia a pensar Robert Fossier (1978), creemos, con F. L. Ganshof y Adriaan Verhulst, ‘que, en la mayoria de los casos, constituyen una fuente de alto grado de fiabilidad acerca de la estructura intima de las curfes cuyo inventario presentan, Para concluir sobre las fuentes, dos observaciones de actualidad, 1. Si bien es cierto que a partir de los datos suministrados por estas pocas fuentes fundamentales es como, entre Inama Sternege y ChE, Perrin, se ha construido un «retrato-robot» preciso, pero @ veces demasiado estatico, de la villa carolingia, también es verdad ue estos mismos documentos son hoy en dia objeto de reexamen Gesde una perspectiva mas dindmica, como lo atestiguan, por ejem- pio, los trabajos recientes de L. Kuchenbuch (1978) y de J.-P. Dev. rocy (1979-1981). Apenas se comignza a enfocar el interés en la demografia histérica de la Alta Edad Media (J.-P. Devroey, 1981; FL REGIMEN DOMANIAL 33 'M. Zerner, 1982). Ademés, Ia explotacién sistematica de los datos ue encierran se presenta, gracias a las posibilidades de tratamiento informético, como un campo de investigaciones particularmente pro- metedor. 2. Otra tendencia interesante de la historiografia actual consis- te en combinar mas estrechamente la utilizacién de los polipticos y la de otras fuentes: actas piiblicas, cartas, libri traditionum y, al ‘menos en el caso de Italia, contratos agrarios contempordneos. Por Ultimo, la arqueologia medieval, al dedicarse ora a yacimientos puntuales, ora a la cultura material de la Alta Edad Media, ora a la econstitucién de las formas antiguas de la ocupacién del suelo, contribuye por su parte a una mejor restitucién de los espacios y las tealidades agricolas del momento, Precisamente sobre la utilizacién convergente de estos diversos tipos de fuentes es sobre Io que debe fundarse hoy un estudio a la vez descriptivo y dindmico de una estructura econémica cuya evolu- cién ha estado élaramente dominada, en los siglos vil-x, por una demografia tendencialmente excedentaria, Ia conquista agricola de ‘nuevos espacios y Ja busca de equilibrios productivos més intensos ¥ mejor integrados al progreso de la economia de intercambios. IIL. Ex, SISTEMA CURTENSE: BENEFICIO SERORIAL : YY PRODUCCION CAMPESINA A. La amplitud de los dominios Como ya se ha visto, este problema, de interés primordial, ha ecupado ei foco de la eritica de Alfons Dopsch a las ideas ‘por entonces dominantes. {Cual es hoy el estado de la cuestién? Los bien conacidos ejemplos de Saint-Germain-des-Prés para Francia, de Priim para Alemania o de Bobbio para Italia, ilustran un primer hecho, generalizado en el imperio franco: la enorme ispersién de la gran propiedad, que podia incluir curfes a veces muy alejadas unas de otras. Habremos de recordar este hecho cuan- do estudiemos el papel de la aristocracia terrateniente en la anima- cién de intercambios regionales e inclusive interregionales, Por aho- +a observemos que, en estos vastos patrimonios, su dispersién, por SS TRAM SOS RRR SSI ARAN pS & arenmerrenoenne i | / 34 CCASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS ‘grande que fuese, no afectaba su organizacién en complejos doma- niales con la villa como unidad bisica. Este es el nivel en que hay que colocarse para estudiar el funcionamiento del sistema, Por tanto, consideremos un patrimonio dado: un segundo he- cho, igualmente bien comprobado en todo el imperio carolingio, reside en la extremada variabilidad de Ia extensién de las unidades =, domaniales que lo componian. Las mas modestas apenas ocupaban “unas centenas de hectéreas, como determinados dominios de la abadfa de Lobbes en Hainaut (L. Génicot, 1946), 0 como la curtis de Limonta ofrecida en 835 por Lotario I'a S. Ambrogio de Milén (A. Castagnetti, 1982). En su estructura bipartita, esas curtes —a veces, pot lo demés, significativamente calificadas de villulae © de curticellae— aparecen como dominios en miniatura con, como en Limonta, un pequefio manso principal (mansio parva dominicata) y tun pufiado de tenentes. No pocas curfes fiscales toscanas © piamon- ‘esas estudiadas por P, Darmstadter (1896) poseian tan sélo unas decenas de mansos en su masserizio. En el otro extremo de la scala, se conocen dominios inmensos, como, por ejemplo en Italia, la «curtis magnan real de Benevagienna (prov. de Cuneo), que hhacia el aio 900 contaba con 3.300 mansos y cuya superficie aproxi- ‘mada oscilaba, segin las estimaciones, entre 26.000 ha (C. Brithl, 1968) y 78.500 ha (P. Darmstidter, 1896). La primera de estas cifras, que parece la més verosimil, pues se funda en una mejor estimacién de la superficie media del manso, es comparable a la de Jas mayores villae conocidas en el norte del impsrio, como la de ‘Leeuw Saint-Pierre de Brabante, que superaba fas 18.000 ha (P. Bo- enfant, 1939), superficies excepcionalmente extersas, si se las juz ga a la luz de otros casos mds frecuentes. Asi, la extensidn de ‘cuatro de las cinco curtes fiscales del Norte de Francia inventaria. das en los BE variaba entre 1,800 y 2.900 ha. Cifras muy compara- bles a las de varias viliae que en esa misma época poseia Saint-Ger- ‘main-des-Prés en la region parisina, Tales desigualdades encuentran ‘una buena ilustracién en el caso privilegiado de las curtes fiscales de Francia (W. Metz, 1960, C. Brithl, 1968) o de Italia (P. Darm- stidter, 1896), que despojan de todo interés a los ¢aiculos de super- ficies medias que se han intentado a veces. ‘Tercer punto: como toda estructura econdmica viva, la curtis se nos aparece, inclusive a través de la imagen insianténea que nos ‘ofrecen los polipticos, como una realidad mévil, constantemente EL REGIMEN DOMANIAL 35 somietida a procesos evolutivos de concentracién 0 de fragmenta- cién. Por doquier, una coyuntura demografica favorable a largo plazo se traduce ante todo en roturaciones cuya existencia se com- prueba ya en el siglo 1x, y que casi siempre eran roturaciones inte- res en los dominios preexistentes, en los que, como en el caso de las posesiones infra valle de Bobbio, la accién convergente del des- monte y de la parcelacion de las reservas dominicales permitié, a partir de mediados del siglo ux, una notable multiplicacién de’ la cantidad de tenencias campesinas (V. Fumagalli, 1966 y 1976). Las creaciones ex nihilo de villae son muy raras. Los casos més claros, en Io tocante a los desmontes, se han sealado en la Ardena belga 4 propésito de dominios dependientes de Priim (G. Despy, 1968, y L. Kuchenbuch, 1978) y, para la conquista de zonas de marismas por medio del drenado, en el Brabante septentrional y la Frisia. Ejemplos més complejos de dominios de creacién reciente y de estructura todavia muy alejada del esquema bipartito wcldsico» son los que ofrece el poliptico de Saint-Bertin (mediados del siglo 1x) en telacion con ciertas villae inventariadas, como la de Moringhem (F. L. Ganshof, 1975). De la misma manera, un cuarto de siglo antes, se encuentran entre las posesiones de Saint-Germain-des-Prés ejem- plos de, villae periféricas, como las de Villemeux y Corbon en la antigua Neustria, que, en el momento en que se redacta el poli 0, estén en curso de integracién en el sistema domanial y presen- tan todavia una estructura mucho menos coherente que Ia de las villae de la cuenca parisina, que desde los siglos vil-vin ocupaban, tun lugar central en el patrimonio de la abadia. En sentido inverso, los inventarios y los diplomas contemporé- nneos nos informan acerca de los procesos de parcelacién que por entonces afectaron los dominios fiscales o eclesidsticos por via de donacién piadosa, de concesién en beneficio o, en la Italia del siglo x, como consecuencia de ciertas categorias de contratos livella- ‘ii, Estos desmembramientos afectaron ya a la reserva dominical, ya al masserizio, ya a las portiones del dominio que comprendia a la vez una cierta cantidad de mansos y una parte de la reserva, Las amputaciones que de tal suerte sufrieron ciertas curtes han podido desembocar en la formacién de nuevas curticellae. Lo més frecuen- te era que éstas transfirieran de un dominio a otro ciertos mansos campesinos 0 ciertos trozos de reserva. Por doquier, la realidad domanial es la propia de un organismo dindmico, sometido a una 36 CCASTILLOS, SERORES ¥ CAMPESINOS constante remodelacién de estructura. En el seno de un mismo poliptico, los brevia consagrados a diferentes dominios revelan tam- bién ellos una diversidad de fisonomias que remite a estadios de evolucién més © menos avanzados, a la singularidad de los suelos 0 de las iniciativas sefioriales. Se trata de algo més que de meros matices, y ya en otro sitio (P. Toubert, 1972) hemos crefdo poder establecer un intento de tipologia domanial capaz de explicar Ia coherencia, al menos tendencial, de esta diversidad, De estas observaciones se desprende que un esquema descriptive del gran dominio de estructura bipartita «cldsicay no debe nunca sobreestimar los factores de estabilidad y de homogencidad, como hhan tenido tendencia a hacerlo los primeros historiadores del siste- ma curtense, B. Las reservas dominicales y el beneficio seforial directo Bajo denominaciones diversas (terra dominicata, mansus indo- ‘minicatus, terra salica, dominicalia, manualia, domus cultile, ete.) y, ademas, otras a veces equivocas como casa 0 casale, los textos distinguen siempre la porcién de la curtis sometida a explotacién directa del gran propietario o de su regidor (judex, major, viilicus seario, etc.). Esta wreservan —para atenernos a la terminotogia consagrada— era también compleja y, sin pretender reconstituir un Fetrato sintético de engafiosa exhaustividad, es posible trazar los diferentes tipos de terrenos de los que extraia su consistencia mas comin, En primer lugar, la reserva contenfa, de una manera muy cons- tante, grandes cuarteles de tierra roturable. Estas culturae se culti vaban segtin rotaciones a menudo irregulares, bienal (cereal de in. vierno y barbecho) ¢ incluso trienal (cereal de invierno/cereal de rimavera/barbecho) en el caso de tierras mas intensivas, en patti- cular Jos de la Francia del Noroeste. La cantidad de las culturae, su superficie en relacién con el conjunto de las tierras cultivadas de la villa, variaba de un dominio a otro. En las grandes lanuras limosas de Europa del Norte es donde esta proporcién parece haber alcan~ zado su grado mds alto. Asi, en la curtis fiscal de Annapes, punto de referencia precisa gracias a los ne, las tierras cerealeras de la reserva dominical ocupan cerca de 1.000 ha, o sea, alrededor de la LUE RL A EE ALTE SE EE ERTS 88 BATES SEES MN REE TD EL REGIMEN DOMANIAL : 37 tercera parte de la superficie total de la villa (2.900 ha). Se trata, sin duda, de una cifra muy elevada, cuando no excepcional. Pero, aparte del caso de curfes upioneras» formadas por un conglomera- do mas 0 menos laxo de tenencias de roturadores en las zonas de colonizacién forestal (tipo I de la tipologia de P. Toubert, 1972), desprovistas de reservas estructuradas, se puede considerar que una villa carolingia «clAsica» (ibid. tipo Ill) consagraba a la cerealicul tura de explotacién directa entre un cuarto y un tercio de las super- ficies cultivadas totales. Naturalmente, es més dificil hacerse una idea del trazado parcelario correspondiente a estas culturae domini- cales. Los datos extraidos tanto de los polipticos como de la arqueo- logia agraria permiten representarselas, al menos en los territorios de open-field de la Francia del Norte, como parcelas groseramente cuadrangulares cuya superficie no superaba 100 0 200 ha. bargo, cran lo suficientemente vastas como para prestarse a una labor profunda, asegurada por poderosos ritmos de cultivo. Sector ‘progresista» por excelencia de la agricultura carolingia, tanto des- de el punto de vista de las técnicas de arado como de las rotaciones que se practicaban, las reservas cerealeras asistieron entonces a la difusién de sus progresos més sensibles, especialmente en las regio- nes en las que las condiciones edafolégicas y climéticas permitian la intercalacién de un cereal de primavera (avena 0 cebada) entre el trigo de invierno y el barbecho (G. Duby, 1962; A. Verhulst, 1965; Slicher van Bath, 1963). ‘Ademiés de los espacios cerealeros, las reservas inclufan a menu- do parcelas de viedo, que por entonces se cultivaba al maximo de sus posibilidades ecoldgicas, puesto que se han sefialado vifias do- ‘minicales hasta en Flandes (en el fisco de Annapes deserito por los 1BE), mientras que los vifledos parisinos y rino-moselianos tuvieron lun auge notable en el siglo 1x (R. Dion, M. Durliat, 1968), Los prados de siega (prata) se mencionan muy a menudo. Siempre se trata de praderas naturales que ocupan con preferencia los fondos del valle hiimedo. Los documentos los distinguen con cuidado de las pascua, es decir, de los diversos tipos de tierras sin cultivar para uso pastoral extensivo. Los bosques y las landas ocupaban una parte importante de las reservas dominicales: vastas extensiones poco productivas que los polipticos describen muchas veces de una manera imprecisa, ya sea acerca de la longitud de su perimetro, ya de la cantidad de cerdos que en ellos se podia hacer pacer. También E § i E i i i I 38 CCASTILLOS, SERORES ¥ CAMPESINOS all, todo se reduce a situaciones locales. Por ejemplo, en el interior de un vasto complejo patrimonial como e| de la abadia de Prim, Jos dominios de la regién boscosa de la Arcena belga que formaban la villicatio de Villance eran por s{ solos tan ricos en bosques como para que su explotacién se confiara a uns categoria particular de tenentes (forestarii). Practicamente en toda Francia, en Alemania y en Italia, todo un mundillo de ministeriales especializados (guarda- bosques, porqueros, vaqueros, apicultores, etc.) tenfa a su cargo este extenso sector directo. El bosque dominical ofrecia también a Ios tenentes «casados» en el masserizio el beneficio (gratuito 0 pago) de los derechos de uso fijados por la costumbre de la villa (derechos de pasto y de montanera para los animales, derechos de tala o de recogida de pequefios bosques y derechos diversos de recoleccién). ‘Asi, pues, tierras de labor, parcelas de vina, pradus de slega espacios silvopastorales entraban en proporcién variable en la com- pposicién del manso principal dominical. Todo ello iba siempre acom- pafiado —en el caso de nuestras villae wclisicas»— de edificaciones centrales y, en primer lugar, de una «corte» propiamente dicha, ugar de residencia ordinaria del regidor y lugar de alojamiento ocasional del amo o de sus missi. También, punto de concentracién de los excedentes de la produccién domanial, la corte —llamada ‘sala dominica en el caso de los fiscos reales— se describe a veces en los inventarios en términos laudatorios como la sala regalis ex lapi- da facta optime del fisco de Annapes (ae, p. 52). Rodeada de edificaciones anexas (establos y caballerizas, graneros y bodegas), la corte agrupaba también las cabafas de los esclavos domésticos (praebendarit) y los talleres (genitia, lavoratoria) en donde las mu- jeres se dedicaban al tejido y al apresto de telas. Reservas de vitua- lias, cubas y lagares, cervecerias y molinos, lugares destinados a la fabricacién de mantequilla y quesos y a Ia salazén de earnes, vive- ros de peces, son, todas ellas, instalaciones que los polipticos citan también ocasionalmente. Fl capitular de Vilis destaca con insisten- cia la necesidad de su buen mantenimiento. Las pequenas aglome- raciones que de esta manera se forman alrededor de Ia corte domi- nical reagrupaban a menudo en torno a ellas las parcelas mds inten- sivas (huertos de hortalizas y érboles frutales), pero no se puede Pedir a las fuentes de las que disponemos una representacién més clara y detallada de la instalacién curtense. Por tanto, al final de esta descripcién de Ja reserva, conviene EL REGIMEN DOMANIAL 39 insistir en su cardcter sintético. Valida sobre todo para las grandes curtes fiscales de las regiones comprendidas entre el Loira y el Rin, se adecia mejor a las fuentes normativas, como el capitular de Villis, que a tos inventarios concretos que, evidentemente, nos pre- sentan una imagen mas lacunar de la realidad, para no hablar de Jas regiones como Italia, donde los polipticos no contienen en gene- ral descripcién elaborada alguna de las edificaciones centrales de Ia corte Por tiltimo, destacaremos el carécter dominante de la influencia que Jos centros dominicales han ejercido en la organizacién poste- rior del habitat rural. Ello se pone claramente de manifiesto en las zonas de mayor implantacién del sistema domanial, como la euenca parisina o la Lorena, debido a la presencia masiva de toponimicos de poblaciones en court o ville C. Bl masserizio: trabajo y subsistencia del campesinado 1. Funcionalidad del sistema de la curtis bipartita. A la terra dominicata de la reserva, los polipticos oponen a terra mansionaria (© colonica, etc.), es decir, el conjunto de tenencias (mans!, casae, sortes, substantiae, etc.) explotadas por las familias nucleares cam pesinas, de las cuales hemos dicho ya (§ 1) que estaban obligadas, especto del manso principal dominical, a servicios y prestaciones de trabajos habituales a cambio del goce hereditario del manso. Precisamente en esta integracin del trabajo de los tenentes en la cexplotacién de las reservas sefioriales se ha reconocido con razén, a partir de los anélisis de Inama Sternegg, la caracteristica esencial del sistema curtense en tanto sistema original de produccién. Nunca se insistiré lo suficiente acerca del cardcter constitutive de la simbio- sis que, en el curso del siglo vut, se establecié en el seno de la curtis entre el sector de explotacién seftorial directa y una fuerza de trabi jo que, en beneficio de la reserva, entregaba un campesinado que, Por otra parte, disponia, con el manso, de una pequefia explotacién destinada a la subsistencia familiar y susceptible de dejar un modes- to excedente campesino para el intercambio (cf. infra, § IV). No hay duda de que casi siempre la curtis disponia de una reserva complementaria de mano de obra servil siempre disponible, gracias a la existencia de un grupo de esclavos domésticos (praeben- 20 ORE ARORA SS SE OMA RAR SS Ei EEL 40 CCASTILLOS, SERORES ¥ CAMPESINOS darit) que vivian en el manso principal (infra casom dominican residentes) y dependian por entero de él en lo relativo a su subsic. tencia (praebenda). En el caso de patrimonios importantes, este grupo podia ser muy grande: Gino Luzzatto ha calculado (1910) Gue, en el caso privilegiado de S. Giulia de Brescia, Ia abadia podia contar con una reserva de mano de obra de alrededor de 750 prae- bendarit. Por su disponibilidad permanente y por su cualficacién, esta fuerza de trabajo aseguraba a la gestién dominical un valioso elemento de flexibilidad y de continuidad. Pero nada mds. En efec. to, esta aportacién, por significativa que haya sido, se presenta siempre como muy minoritaria en relacién con la cantidad de mano de obra que, por su parte, entregaba la corvea. A los 750 prebenda. tios de 8. Giulia, por ejemplo, hay que enfrentar —siempre segin los edleulos de Luzzatto— las 60.000 jornadas de trabajo a que estaban anualmente obligados los tenentes de la abadia, livellar! y ‘massarii. Las mismas conclusiones son validas para pattimonios de menor importancia para los que pueden establecerse este tipo de comparaciones (C. Violante, 1952; P. Toubert, 1983), Precisamerte sobre la abundancia de reserva de trabajo constituida por las cer. ‘eas ¢ sobre lo que descansaba e! sistema curtense: Ia aportacién masiva de esta mano de obra era necesaria en todos los momentos ‘cruciales del ciclo agricola (labores y rastrillaje, recoleccién y str Jamiento de las cosechas, siega del heno, vendimia, acarreo, etc). Debido a su naturaleza masiva y al mismo tiempo bien adaptada al ritmo de las estaciones y de los trabajos, la corvea constituye ia pieza clave de la economia domanial. Al respecto, es muy significa. tivo comprobar que la cronologia que actualmente se asigna a su implantacién —a lo largo del siglo vin, segin Verhulst. 1965 coincide exactamente con la del régimen domanial en su conjunto. La corvea ha ofrecido Ia respuesta éptima a las condiciones de gestion concreta de la curtis bipartita. En un sentido més profunde, s¢ compagina con las dos caracteristicas esenciales de la economia slobal de los siglos vin-x. Efectivamente, por una parte, una relati- ‘va escasez de dinero (cf. infra, § IV) impedia el recurso ordinario al asalariado agricola. Por otra parte, Ia generalizacién de la corvea en tanto Arbeitssystem corresponde a un acusado enrarecimiento de la clase servit, enrarecimiento que guarda conexién con un ctimulo de causas complejas, cuales son: 1 agotamiento de la trata, ast como la Tiberacién y el casamienton de esclavos domésticos, le BL REGIMEN DOMANIAL 41 tendencia a Ja declinacién «biolégicay de grupos serviles que se habian vuelto demograficamente més vulnerables debido a una ma- yor precariedad de su asiento econémico y familiar (G. Volpe, 1923; M. Bloch, 1952). En este sentido es justo ver, con David Herlihy, la difusion del sistema de manso corveable en la época carolingia como la verdadera acta fundacional del campesinado medieval. 2. Estructura y condicién del manso. Con el manso, el cam- Pesino carolingio dispone de una pequetia explotacién adaptada a grandes rasgos— a la subsistencia de una familia nuclear. Es verdad que tendremos que matizar esta afirmacién, pero lo cierto es que hay muchas listas de familias estructuradas en «familias de dos generaciones» que con mayor frecuencia registran los polipticos y documentos afines como los catélogos serviles establecidos por mu cchas abadias. Los polipticos mas detallados enumeran los elementos Constitutivos de ese manso: ante todo, la casa habitacién del tenen- te «casado» (mansio, casa, area, sedimen, curtile, etc.) que hay que imaginarse en general como una casa elemental de madera (R. Fos- sier y Chapelot, 1980); un huerto de hortalizas contiguo a la casa y ‘4 menudo también con arboles frutales; algunas parcelas de tierra arable que a veces inclufa lotes-corvea (aincingae: Toubert, 1973) distribuidos en las culturae de ta reserva, y, a veces, inclusive una parcela de vita, un prado o un caflamar. Por ultimo, generalmente, Ja costumbre domanial asignaba al manso derechos definidos de uso: derechos de pasto comunal en las culturae dominicales una vez liberadas de su cosecha en los eriales, y, sobre todo, derecho de ‘montanera en los bosques dominicales. Este cuadro general de la estructura del manso es la que B. Gué- rard (1844) y Ch.-E, Perrin (1951) han extraido de la lectura del oliptico de Saint-Germain-des-Prés. Y alin hoy, es en el fondo muy semejante a éste ¢l andlisis de Ia Mansus-Ordnung sobre el cual L. Kuchenbuch funda su estudio de I sociedad campesina dependiente de la abadia de Priim a finales del siglo 1x. Tanto aqui como alla es evidente que, al menos en las regiones del open field de Europa del Noroeste, el manso no constituia en absoluto una uunidad topografica coherente. A partir del siglo 1% parece haber prevalecido un habitat agrupado en aldeas, en donde la concentra- cién de las viviendas campesinas contrastaba con la dispersion de Z 1 42, CCASTILLOS, SENORES ¥ CAMPESINOS Jas parcelas cultivadas en los distintos territorios de la curtis. Sin ‘embargo, ni las fuentes escritas (J. Percival), ni las actuales conguis- tas de la arqueologia agraria (W. Janssen, 1977), autorizan a hacer- se una idea mas precisa de la estructura de los habitats campesinos encuadrados por el sistema curtense en los siglos xi-x. También seria muy imprudente remitirse a las facilidades del método regresi- vo otrora tan de moda. La realidad que entrevemos invita a no subestimar los casos en que, contrariamente al esquema dominante que acabamos de describir, el manso forma una tenencia mejor ordenada alrededor de la casa del tenente. Alli, estructuras doma- niales poco compulsivas (P. Toubert, 1972, curfes del tipo 1) han podido adaptarse a un habitat campesino disperso ¢ impulsar man- 0s harto compactos. Bsto es lo que ha ocurrido en las zonas pione- ras de conquista reclente, como Ix Ardena belga (L. Kuchenbuch, 1978), los Apeninos centrales (P. Toubert, 1973; Ch, Wickham, 1982) y [a Francia centromeridional, en donde el recurso de la fotografia aérea ha permitido a Ch. Higounet (1950) descubrir en Rowergue un manso «fésiby de este tipo, conocido igualmente gra- cias a una descripcién textual del siglo xitl ‘Aparte el problema de su consistencia material, el manso caro- lingio plantea una gran cantidad de cuestiones que aqui sélo pode- mos evocar répidamente: I> El propio término manso es ya una reconstitucién erudita de los historiadores. Mansus, que con toda evidencia connota la idea de residencia, aparece documentado a comienzos del siglo vi Su difusign ha marchado de a mano de la expansién del imperio franco, y en este sentido es significativo observar que, al parecer, Ia palabra no se conocia en Italia antes de 774. En la Francia oriental, Jo mismo que en Italia, ha sufrido en nuestros propios textos la duradera competencia de sinénimos que luego han gozado de prefe- rencia en las lenguas vulgares, como /oba (aleman Hufe) 0 casa. JMansus no ha dejado verdadera huella mas que en areas disconti- nuas de las lenguas romances, del meix lorenés‘al mas provenzal. 2, Més discutido es el problema del origen y la naturaleza del ‘manso. Se comprueba que, desde nuestros polipticos més antiguos, coexistian en un mismo dominio, y segin proporciones muy vari bles, diversas categorlas de mansos de distinta cualificacién. Estas cualificaciones connotan a veces sin ambigiledad el origen del man- 50, como en el caso de los mansi fiseales, mansos separados de los EL RECIMEN DOMANIAL, 4a fiscos reales para pasar a engrosar dominios privados por via de donacién piadosa o de concesién benéfica. En el caso de los mansi absi (0 absentes, vacantes, etc.), se trata en general no de mansos abandonados reintegrados en la reserva dominical, como tantas veces se ha dicho (por ejemplo, E. Perroy, 1974), sino de mansos desprovistos de jefe titular de explotacién campesina en el momen- to de la redaccién del poliptico y sometidos entonces a condiciones de cultivo excepcionales y variables, por otra parte, segiin los con- textos (J. P. Devroey, 1976). En la mayorla de los casos, los man- sos de un mismo dominio se repartian, seguin los polipticos, en dos © tres grandes categorias de registro consuetudinario: marsos libres (mansi ingenuiles), mansos serviles (mansi serviles) y mansi lidiles 0 ‘mansos cuyos tenentes eran probablemente una categoria especi de liberts. Dos abseracones se dsprenden delle aplacones La primera, que evocan, con toda evidencia, un proceso de conta- minacidn de la tierra por la condicién juridica de sus ocupantes en un momento dado. La segunda, que la fecha y las condiciones en as que dicha contaminacién tiene lugar permanecen abiertas a to- das las hipétesis. En efecto, ya en nuestros documentos mis ar guos —a comienzos del siglo 1x, con el poliptico de Saint-Germain- des-Prés— se observan discordancias muy frecuentes entre la condi- cidn juridica del manso y la condicién personal de los tenentes. Estas discordancias constituyen uno de los indices mas seguros de una activa mezcla de poblacién rural en el seno de la curtis, El hecho de que los polfpticos detallados registren cuidadosamente los dos érdenes de datos, lejos de reflejar una fijacién nostdlgica a una situacién pretérita, revela en los grandes propietarios un interés ‘ealista en preservar la condicién del manso en tanto unidad de imposicién domanial, con independencia de los cambios de agricul- tores directos que hayan intervenido desde el siglo vitt en muchas tenencias. Desde el punto de vista de los promotores dé los polipticos, es decir, desde el punto de vista de Ia gestién domanial, estas clasifica- ciones merecen tanto mas consideracién cuanto que correspondfan muy significativamente a diferencias harto constantes en lo relativo al tamafo de las tenencias y a su régimen de explotacién. Los studios que a este respecto autoriza el poliptico de Saint-Germain- des-Prés (B. Guérard, Ch.-B. Perrin) han demostrado fehaciente- mente que, en el seno de un mismo dominio, los mansos serviles “4 CASTILLOS, SESORES ¥ CAMPESINOS Er4%, por regla general, més pequefios que los mansos ingenuiles, Sobre todo, estaban sometidos a corveas personales particularmen, { pesadas y a menudo incluso arbitrariamente impuestas. Los man. S08 ingenuiles, por el contrario, eran en general més grandes y estaban gravados con servicios més ligeros impuestos por los cos/in ‘mens: acarreos, tasas de sustitucién del servicio militar (hosilichum, i sgrveas de labranza y tributos especificos que Ch.-E. Perrin (1951) ha puesto acertadamente en relacién con la condicién propia det ‘mango libre, Sin embargo, estas generalidades deben corregirse de inmediato or varias observaciones complementarias, La documentacién rela {iva a la regién parisina, la Champagne, el Hainaut, Brabante y ln Lorena ha permitido a muchos autores (Ch.-E. Perrin, P. Boner fant, A. Verhulst y L. Kuchenbuch, entre otros) extraer conclusion | Res convergentes. Por doquier, la desigualdad de superficie de los ‘mansos descritos en los polipticos es sorprendente. Nada mds elo Cuente al respecto que los resultados a los que ha llegado Perrin en 3 7° 6 ha, 10 16 ha — 3 ha, 3 2ha, 70 Sha, 30—Oha, 30 Tha, 60 ha —Oha, 25 ha, 50 Tha, 90 2ha, 60 — 0 ha, 60 2 Tha, 85 tha, 90 —'T ha, 80 Epinay, This, Verriéres y Palaiseau Vertes 81 4ha, 85 fen dels tenenciag ha, 45 — ha 3 Oba, 75 The 63 Sha 17ha—3ha 3 Sha, 40 “4 Sha, 70 3 ha, 80 — 0 ha, 25 1 ha, 50—Oha, 35 Reparicion sear Sha—3ha Sha De aqui surgen dos conclusiones esenciales: 1. bas superficies medias de las diferentes categorias de mane: Sos varian mucho de una villa a otra, incluso en el interior de un | ‘rea, geografica relativamente limitada, como la regién parisinn, | 2. , Las superficies reales de los mansos de una misma categoria, | Zen el Interior de un mismo dominio son también muy variables, En efecto, las variaciones comprobadas en los ejemplos que ve ‘acaba de presentar van de 1 a 10 para los mansos ingenuiles y de 1 2 30 para los mansos serviles. Estas diferencias no pueden explicar. | fe Pot 1a desigualdad de calidad de los suclos y los territorios. Masi bien dan testimonio de las vicisitudes complejas que siempre han, marcado Ia historia de’ los mansos. En el momento del que la qateciém de los polipticos nos da una engatora imagen de fijeca, los mansos habian sufrido muchtsimos reordenamientos, alienseis, I es. amputaciones y concentraciones. El manso, unidad de imposh, cién de la gestién domanial, habia estado sometido, en tanto tenen, ia agricola, a fuerzas de evolucién que, ciertamente, dan cuenta en arte de las considerables desigualdades que se comprucban. No | cabe duda de que también han hecho lo suyo otros factores, de los | 3 ha, 90 (erincipios del sigho IX) Epinny 36 9 ha, 65 6 Sha, 50 1 4ha, 35 9 tha, 20 1 aS ha, 25 — 5 ha, 25 spedes 0 bracerosriserabes. (N. de a.) 19 ha, 25 Naturlesa de las tenencas Pequehas pareease Medio-mansos serviles Namero de medio-mansos, Mansos ingenuos Superficie Namero de mansos Superficie media Mansos serviles Namero de mansos Supetficie media “E z (Cuadro estadistico de las principales tenencias de los dominios de Seint-Cermain-des-Présen Superficies extremas Namero de los medi Superficie media Superficies extremas Superficie media Super | | | | REA OR REN OE 46 CCASTILLOS, SENORES ¥ CAMPESINOS {que se conocen las roturaciones y las operaciones de parcelacién de ‘mansos nuevos distribuidos en las reservas dominicales © conquista- dos en los limites sin cultivar de la villa, Unas y otras pudieron haber aumentado 1a, superficie de los mansos preexistentes, o bien, por el contrario, desembocar en la creacién de «mini-mansos», tales como los mansos serviles de la villa de Palaiseaun, de una superficie total inferior a 1 ha. En muchos casos, es posible supo- nner que estas tenencias excepcionalmente exiguas se constituyeran fen beneficio de antiguos esclavos prebendarios «casadosn en parce- las pequellas (porttunculae, substanciolae, etc.) sustraidas a la tierra domninical 3. Factores de evolucién del manso. A partir de la primera mitad del siglo 1x, otros fenémenos han acentuado esta extremada diversidad de situaciones concretas y revelan por si mismos las fuerzas de evolucién de Ia Mansus-Ordnung. En Francia, pero par- ticularmente en Alemania (L. Kuchenbuch, 1978, pp. 76 y ss., com la bibl. y en Italia (P. Toubert, 1983, con las bibl.), se observa lo que a partir de Perrin (1945) se ha dado en llamar la superpoblacion de! manso. Por esta expresiOn se entiende que si, a los ojos de los agentes domaniales, el manso constituye una unidad real de explo- tacién familiar, ello ocurre en la medida en que a menudo se regis- {ran varios matrimonios campesinos para el cultivo del mismo man- so. Los indices de tal superpoblacién, que los polipticos nos permi- ten deducir, alcanzan a dos familias por manso en los dominios mids poblados de la regién parisina, como, por ejemplo, el de Verrit- res. Pero Luzzatto (1910) ha calculado cifras mds altas ain (con un méximo de tres y hasta de cuatro familias por manso) en ciertas curtes pertenecientes a S, Giulia de Brescia. No hay que confundir esta superpoblacién del manso con una banal situacién de superpo- blacién rural, en el sentido demografico del témino (P. Toubert, 1983, pp. 3-63). A pesar de que las fuentes sean muy poco explici tas a este respecto, es indudable que esta situacién oculta a nuestros ‘gjos situaciones concretas muy distintas que van de las joint-fami- fies que viven en comunidad consuetudinaria en el mismo manso ancestral, a la asociacién de varias familias conyugales distintas que explotan por separado diversas porciones de un mismo manso con- table y comparten de modo correlativo las cargas que afectan a ese manso «superpoblado». El problema es tanto mas complejo cuanto EL REGIMEN DOMANIAL 47 Que, inclusive en las villae en las que se observa tal sobrecarga, también se advierte la existencia de un fendmeno vecino: el fraccio. hhamiento del manso en unidades fragmentarias de tenencia, Las familias nucleares de tenentes que, asi, explotan medios mansos, incluso tercios © cuartos de mansos, se encuentran en el poliptico de Priim y en los inventarios franceses 0 —més raramente— en los italianos. Es indudable que, en muchos casos, estas tenencias frac- cionarias hayan (enido un cardcter real ya desde las menciones textuales més antiguas, o que hayan sido el resultado de la division, por particiones familiares, de antiguos mansos «superpoblados». En otros casos, lo més probable es que esas unidades divisionarias tuvieran un cardcter original y fueran el resultado de un interés por simplificar la gestién domanial, que habria sometido todo tipo de pequefias tenencias de formacién reciente (por roturacién, parcela- cidn de reservas, etc.) tinicamente a una fraccién de las cargas que pesaban sobre la unidad tedrica de imposicién seforial representada por el manso «integral». Muy probablemente es este el caso de los semimansos mencionados en el poliptico de St. Cristina de Corteo- Jona (Inventari, 1978, p. 34) que hemos estudiado en otro sitio (P. Toubert, 1983). Esta extremada diversificacién del masserizio lleg6 al colmo Gebido a la existencia, en el seno del ordenamiento curtense, de tenencias que no estaban integradas, ni siquiera de manera divisio- naria, en el sistema del manso. En los dominios de Saint-Germain- ddes-Prés de comienzos del siglo 1x, estas tenencias aparecen bajo la denominacién de hostisiae, lo que revela que se trataba de peque- fas parcelas explotadas por huéspedes. Son estos huéspedes, brace- +05 miserables desprovistos de toda parcela de cultivo, quienes, mas ue los prebendarii y los esclavos ministeriates, constituyen el autén- tico proletariado rural del mundo carolingio. Bajo variados nom- bres, estas tenencias marginales estén presentes tanto en Francia como en Alemania (L. Kuchenbuch, 1978, pp. 246 y ss.) 0 en Italia (G. Luzzatto, 1910). Debieron de ser concedidas po sdlo a recién Negados (haspites, advenae, etc.), que de esta suerte quedaban esta- blecidos en condiciones precarias en la periferia del sistema doma- nial, sino también a los segundones de familias de tenentes libres 0 a esclavor domésticos «casados» en los jirones de la reserva domi- nical. En todo caso, no hay nada que autorice a aceptar la hi gratuita de E. Perroy (1974) segiin la cual lo mas frecuente habria 48 CCASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS ido, en el caso de Ia hostisia, una tenencia de alguna manera inicial, destinada @ convertirse en un manso —o en una fraccién de ‘manso— con Jos progresos concomitantes de colonizacién agraria y de la Mansus-Ordnung. . En conclusién, se advierte que, a propdsito del manso catolin- aio, es conveniente abandonar las ideas simplificadoras a las que ha podido conducir una lectura demasiado apresurada de los polipti- cos, como la de David Herlihy (1960) entre otros autores. Ademés de revelar un fenémeno bésico —Ia unidad de tenencia campesina obligada a corvea y otras cargas habituales—, de cuya generaliza- cién es también testimonio, el sistema del manso revela también, desde comienzos del siglo 1x y a través de una asombrosa variedad de situaciones reales, notables capacidades de adaptacién a una acusa- da diferenciacién de la sociedad campesina, por doquier en plena evolucién. A través de la fuente privilegiada que son los polipticos, da pruebas del esfuerzo sefiorial para mantener en un mateo de Produccién simple, eficaz y compulsive, un mundo rural cuya ex: Pansién demogréfica todavia lenta, pero regular (J. P. Devroey, 1981; M. Zerner, 1982), es perceptible en el nivel de las discordan. clas entre unidad de tenencia y unidad familiar de explotacién, Otra discordancia que se observa a menudo, la que se da entre la ituacién del manso y Ia condicién juridica personal de su explota- dor directo, asi como Ia existencia de tenencias del tipo de Ia hasti- sia, son otras tantas pruebas de la movilidad de los hombres y de la tierra. Por ditimo, si la naturaleza de las cargas que pesan sobre el manso y, en particular, las prestaciones de mano de obra tienen como finalidad la de asegurar la reproduccién del sistema curtense en su estructura bipartita caracteristica, esto tiltimo no parece en ningiin momento tener como objetivo nico la autosubsistencia. En el nivel de! masserizio, 10 mismo que en el de la reserva dominical, l sistema implica la°entrega del excedente, tanto seiiorial como campesino. La curtis no funciona como una ménada, sino que, por cl contrario, se integra en una economia global que no ignora los intercambios, ni la moneda, ni las ciudades. Sin trazar aqui un cuadro de conjunto de estas actividades, nos importa ahora, para finalizar, estudiar las formas de insercién del sistema de produccién domanial en la economia global de los siglos viti-x. EA RI RT EI NS RENE SS RRR TE RE FL REGIMEN DOMANIAL, 49 TV. BL SISTEMA CURTENSE Y LA ECONOMIA GLOBAL DE LA ALTA EDAD MEDIA Medir el grado de integracién del sistema domanial en la econo- ‘mia global de la época en que conocié su apogeo implica responder a dos preguntas, por otra parte, mutuamente relacionadas: 1. {Se puede evaluar, aun cuando sélo sea aproximadamente, su nivel de rentabilidad, esto es, su aptitud para asegurar no tan s6lo la subsistencia de los sefiores y de sus campesinos, sino también centregar un excedente de bienes destinados al mercado y, por esta via, un margen de beneficio destinado a la reinversién en el marco de ia curtis? 2. Suponiendo que se demostrara tal aptitud, Jo Unico que se habria hecho serfa proyectar las potencialidades de un modelo eco- némico: el gran dominio bipartite. FI historiador debe confrontar este modelo con la realidad, y, en consecuencia, estudiar las relacio- nes entre la curtis y las estructuras determinantes del intercambio: redes del comercio interior y estructuras monetarias. A. Rentabilidad del sistema curtense Segiin una perspectiva tradicional cuyos elementos se encuentran ejemplarmente reunidos, por ejemplo, en la sintesis de Perroy (1974), tuna de las caratteristicas esenciales del sistema de produccién do- manial residiria en la extemada debilidad de su tasa de rentabili- dad. Para sostener esta opinién, los economistas ¢ historiadores de_ ta escuela minimalista han propuesto diversos argumentos. Convie- ne resumirlos antes de exponer los correctivos que se desprenden de las investigaciones mas recientes, ji 1. La tesis minimalista. El primer argumento que se ha pues- to de relieve es de orden demogrifico. Toda la historia del sistema courtense estaria inscrita en un clima de estancamiento, sin esa inci- tacion demografica al despegue que se comprueba en Occidente a Partir del siglo Xt. Los sostenedores de la tesis minimalista insisten fn el hecho de que la época carolingia slo ha conocido desbroces i: : é ore 50 ‘CASTILLOS, SERORES Y CAMPESINOS muy modestos, y la mayor parte de ellos en el interior de dominios ya explotados. Asi pues, las grandes empresas de colonizaciém agri cola habrian tenido un cardcter excepcional y aleatorio, casi siem- re como resultado de decisiones regias y de intenciones politicas. Si bien es cierto que el repoblamiento de la Septimania y la futura Cataluia bajo Carlomagno y Luis el Piadoso permitié la instalacion de refugiados cristianos venidos de la Espana musulmana (A, Du- pont, .1955), la colonizacién franca de los territorios periféricos (Franconia bajo Carlos Martel o Panonia después de la finalizacién de ia pax ayarica, en la década 790-800) no parece en cambio haber tenido el éxito esperado. Fuera de algunas regiones muy circunscritas, como la cuenca parisina, los minimalistas subrayan también Ia débil densidad de la poblacién en los sigios vill-x. Creen encontrar pruebas solidas de ello en las grandes dimensiones medias del manso en Europa del Noroeste y en ta frecuencia de las menciones de mansi absi, inter- pretadas —a menudo erréneamente— como «mansos abandonados, ‘esocupados ... en oposicién a los mansos habifddes y explotados» (B. Perroy, 1974, p. 43). Documentos de origen domanial como el poliptico de Priim (Ch..B. Perrin) o el de Saint-Victor de Marsella (L. R. Menager, 1965) aportan pruebas complementarias con las desastrosas consecuencias demograficas de las invasiones norman- das 0 sarracenas a partir de mediacos del siglo 1x. Este pesimismo se ve apoyado por argumentos de orden econd- ico que abogan por la débil rentabilidad del sistema curtense. A partir de case studies relativos a las posesiones de Saint-Germain- des-Prés o de la abadia de Elnone en el Berry, Edouard Perroy ha extraido la conclusion de que los tibutos en dinero 0 en especie a que los mansos estaban obligados no constituian mas que un bene- cio marginal, «alquiler de la tierra a todas luces insuficiente del que el propietario sélo obtenia una ganancia miniman. Segiin fa opinién comin de este autor, la riqueza del seftor del dominio descansaba menos en la renta de la tierra stricto sensu que en las prestaciones de mano de obra que el sistema de corvea le garantiza- tba. Gracias a la puncién que operaba en la fuerza de trabajo de sus tenentes, el dominus o su regidor se aseguraban, por la explotacién directa de la reserva, lo esencial de los ingresos domaniales, reuni- dos bajo el término general de conlaboratus con que los textos designan el producto del trabajo de los campesinos susceptibles de SP Mt ARREARS fl EL REGIMEN DOMANIAL SI corvea. Y alin —convienen los minimalistas— hay que reducir estos ingresos domaniales directos a sus justas proporciones; ya sea que se tratara de curtes fiscales 0 de grandes dominios eclesidsticos y laicos, los datos convergentes que proporciona el cv, los de pz y algunos polipticos, muestran que toda una serie de dedueciones de la fuente reducian por doquiet los ingresos brutos de la economia comanial directa. En efecto, una parte importante de las cosechas se apartaba para diversas asignaciones no eldsticas; semillas para el ao préximo, provenda de esclavos domésticos que vivian en el ‘manso principal dominical, aprovisionamiento de los talleres doma- niales e imprescindible constitucién de un stock de seguridad dest nado al consumo in situ del gran propietario, de su séquito o de sus ‘missi. En consecuencia, tinicamente Ia parte de las cosechas quc, cuando el aflo era bueno, superaba aquellas retenciones iniciales y reservas de asignacién podia considerarse como beneficio neto de la explotacién domanial, susceptible de venta en meréados lecales 0 regionales. Sometido al ritmo de los mejores aflos jeteoroidgicos, el saldo asf resultante no era capaz de alimentar de manera regular tun beneficio sustancial. En lo esencial, el conlaboratus se almacena- ba in situ y se consumia segin las necesidades del dominio, o bien se transportaba a costa de corveas de acarreo hasta los centros de consumo sefiorial: palacio, residencia principesca o aristocratica. Esta es la impresién que se desprende de una primera lectura del inventario de reservas del fisco de Annapes, incluido en los ae (G. Duby, 1962), del poliptico de Priim (J. P.’ Devroey, 1979) 0 de los estatutos de Adalhard de Corbie (J. Semmler y A. Verhulst, 1962). La mejor prueba de esta politica de consumo de los exceden. tes domaniales se encuentra en el modo de vida itinerante de la ‘monarguia y Ia atistocracia francas, bien ilustradas por fuentes tan diversas como el cv, ios ue o la correspondencia de Eginhard. Brevemente, sin llegar a las posiciones radicales de Karl Bicher, para quien el sistema curtense se inscribia en el estrecho circulo de Ja «economia domestica cerrada» (K. Biicher, 1919-1922) y sin com- partir tampoco las vagas ilusiones de los forjadores de la «economia natural», denunciados con virulencia por Alfons Dopsch ex. 1930, los historiadores reconocen todavia hoy de buen grado, de Edouard Perroy a Philip Grierson, que la funcidn econémica del gran domi- hio se reducia a asegurarle su nivel de vida a la aristocracia terrate- niente proporcionandole los medios de subsistencia que consumia, sot SSSR ASSET

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