Está en la página 1de 132

índice

INTRODUCCIÓN
EMPIEZA LA AVENTURA
ESCENA 1
ESCENA 2
ESCENA 3
ESCENA 4
ESCENA 5
ESCENA 6
ESCENA 7
ESCENA 8
ESCENA 9
ESCENA 10
ESCENA 11
ESCENA 12
ESCENA 13
ESCENA 14
ESCENA 15
ESCENA 16
ESCENA 17
ESCENA 18
ESCENA 19
ESCENA 20
ESCENA 21
ESCENA 22
ESCENA 23
ESCENA 24
ESCENA 25
ESCENA 26
ESCENA 27
ESCENA 28
ESCENA 29
ESCENA 30
ESCENA 31
ESCENA 32
ESCENA 33
ESCENA 34
ESCENA 35
ESCENA 36
ESCENA 37
ESCENA 38
ESCENA 39
ESCENA 40
ESCENA 41
ESCENA 42
ESCENA 43
ESCENA 44
ESCENA 45
EXPERIENCIAS VIVIDAS
¿JUGAMOS A UNA AVENTURA?
Libro 4: Aventura espacial

Jaime Blanch Queral


Licencia de Safe Creative 1809118338109
Imágenes de pixabay.com y fotolia.com
Portada de Anee_Art
Diseño de Jaime Blanch
Bienvenido a la cuarta entrega de la colección ¿Jugamos a una
aventura?
Si no has leído las anteriores no te preocupes porque las
historias son independientes, pero como digo siempre, quiero
avisarte de que este no es libro normal porque TÚ vas a ser
protagonista de esta aventura y vas a elegir en muchas escenas
lo que quieres hacer. De tus decisiones depende que pasen
unas cosas u otras, y, aunque hay muchos finales, solo hay uno
que es el mejor de todos. A ver si lo encuentras.
Si no conoces los anteriores libros de la colección y te
interesan, en Amazon tienes toda la información. Se llaman:

1. LA EXTRAÑA NIEBLA ROJA

2. EL ELFO DE LAS NIEVES

3. DESAPARICIÓN EN EL CAMPAMENTO

Ahora, ¡que empiece la aventura!


EMPIEZA LA AVENTURA

Hace un día estupendo para pasear con tu amiga Marta y su primo,


Enrique, que también es amigo tuyo. Después de caminar durante un
buen rato decidís parar a tomar algo en la terraza de una cafetería.
—Qué pocas ganas tengo de empezar las clases de nuevo —se queja
tu amiga, dando un sorbo a su refresco.
—Pues a mí me gusta ir a clase —responde Enrique.
Tu amiga va a contestarle cuando un ruido ensordecedor hace que
miréis al cielo.
Un extraño objeto volador se acerca a toda velocidad girando sobre
sí mismo como una peonza.

Apenas tenéis tiempo de alejaros unos metros cuando se estrella


contra la cafetería en la que estabais tomando algo.
—¿Pero qué era eso? —preguntas, a la vez que toses a causa de la
gran nube de polvo que ahora lo invade todo.
A tu alrededor ves a los dos camareros y a varios clientes; por suerte
nadie ha salido herido, aunque la cafetería está destrozada y hay
cristales y mesas rotas por todas partes.
—¡Parecía una nave espacial! —exclama tu amiga, sacando su
móvil del bolso para grabar lo que pasa, a la vez que se acerca.
—Oye, no te acerques más, puede ser peligroso —dice Enrique, que,
al igual que tú, todavía no se ha recuperado del susto.
—¡Tonterías! Estas oportunidades hay que aprovecharlas, solo se
presentan una vez en la vida.
Enrique y tú la seguís sin tener claro que lo que ella hace sea seguro.
Los tres os detenéis a dos metros de la parte trasera del extraño
vehículo, que todavía está envuelto en polvo y medio enterrado en una
pared, aunque ahora ya lo podéis ver con más detalle.
Aunque parece algún tipo de avión, no se parece a nada de lo que
hayas visto antes. ¿Será una nave espacial tal y como dice tu amiga?
A lo lejos ya se escuchan sirenas de la policía, los bomberos o quizá
una ambulancia, y alrededor del lugar del siniestro se va congregando
gente, aunque nadie está tan cerca como vosotros.
—Seguro que es un marciano, ¡ya veréis! —exclama Marta, sin
dejar de grabar con el móvil—. Eso sí, un marciano que sabe bien poco
de pilotar, porque mira que es difícil estrellarse de esta manera.
En ese momento escucháis un siseo y un lateral de la nave se abre.
Antes de que os dé tiempo a retroceder, algo sale por la abertura. Se
trata de una especie de robot con tres patas y dos brazos acabados en
manos con solo tres dedos, que en lugar de cara tiene un círculo de
cristal que parece el objetivo de una cámara de fotos.
El robot sale de su vehículo tambaleándose y se choca con un trozo
de pared.
En ese momento reaccionáis y empezáis a retroceder, mientras a
vuestra espalda escucháis murmullos de asombro.
Sin embargo, apenas os habéis alejado unos pocos pasos cuando de
repente se escucha un estridente sonido sobre vosotros, a la vez que se
levanta una fuerte racha de viento.
Escucháis que los murmullos de la gente se han convertido en gritos
y miráis hacia arriba.
Sobre vosotros, a una docena de metros, hay otro vehículo volador.
Cuando bajáis de nuevo la vista veis que el robot de tres patas se ha
acercado a vosotros.
Entonces una potente luz lo invade todo.

(Sigue leyendo)
ESCENA 1

Durante unos minutos la potente luz te ciega y no ves nada,


pero notas que algo o alguien te coge. Cuando recuperas la
visión te das cuenta de que te han metido dentro de una
cápsula transparente cilíndrica, en algún tipo de gran almacén
de paredes metálicas. En todas direcciones ves más cápsulas
como la tuya, pero en su interior hay extraños seres, todos
ellos diferentes y que parecen robots.
Durante los siguientes minutos intentas buscar una forma de
salir de la extraña cárcel en la que estás, pero no encuentras el
modo de abrir la cápsula desde dentro.
Lo único que descubres es una abertura por la que te cabe el
brazo, así que lo metes por ahí a ver si alcanzas algún botón o
tirador que desde fuera te permita abrir la cápsula, sin
conseguirlo.
En ese momento te acuerdas de Marta y Enrique, tus
amigos, y los buscas con la vista entre el montón de cápsulas.
Unos minutos después localizas a Marta, que también está
dentro de una cápsula, muy lejos de ti. A Enrique no lo ves
pero seguro que también está allí.
Así, intentando salir de la extraña cárcel empiezas a darle
empujones y golpes hasta que consigues volcarla.
La cápsula rueda unos pocos metros contigo dentro y se
detiene. No has conseguido nada pero ahora encima estás de
lado.
Unos instantes después un brazo mecánico enorme aparece
del techo y te levanta, poniendo tu cápsula de nuevo de pie
pero dejándola justo ahí.
Casi te pones a gritar al ver que delante de ti está otra
cápsula con el robot que había estrellado su nave en la
cafetería. Este te mira con su lente con fijeza.
—¡Tretta! —te dice con su voz metálica.
Niegas con la cabeza.
—¡Tretta russs! —exclama.
—No te entiendo —le dices.
El robot señala con una de sus manos el agujero de su jaula,
que es igual a la tuya.
—¡Tretta russs! —exclama.
Está claro que él no puede sacar su brazo por ahí, es
demasiado grande, por lo que sigues sin entender qué está
diciendo.
—Tretta russs —dice de nuevo, señalándote a ti y luego a la
abertura.
En ese momento entiendes lo que quiere.
—Ya lo he probado, pero no veo el botón para abrir mi
cápsula —dices, asomando el brazo tal y como el robot te dice.
—¡Tretta, tretta! —exclama en un tono que parece de
alegría.
Entonces te fijas en que, como las dos jaulas transparentes
están tan cerca, llegas al botón de la suya.
Lo aprietas y se pone de color azul. El cristal transparente
de la jaula desaparece y el robot sale y abre la tuya.
Una fuerte sirena empieza a sonar por todas partes.
—¡Amu, amu! —exclama el robot, agarrándote de un brazo
y alejándose de prisa.
—¡Espera, tengo que rescatar a mis amigos! —exclamas.
La criatura se acerca a una de las paredes y coge dos armas
que hay allí colgadas. Luego se acerca a una reja circular que
protege un túnel y, apartándola con dificultad, te empuja
dentro y él también se mete. Una vez estáis en el interior
vuelve a colocar la rejilla.

(Sigue leyendo)
ESCENA 2

Camináis un rato por el túnel, que es bastante alto para ti, pero
no para tu amigo, que tiene que moverse muy agachado.
El túnel se divide en dos y tu compañero elige el camino de
la derecha y unos metros más adelante vuelve a torcer, esta vez
por el de la izquierda.
Después de recorrer otro buen trecho, el robot se detiene.
—¿Y ahora qué? —preguntas.
El robot te mira sin entender y de repente te coge tu cabeza
con una mano y con la otra te clava algo encima de la oreja.
—¡Ayyy! ¿Pero qué haces? —le dices con enfado.
—Ahora creo que ya nos podremos entender —dice.
—¿Me entiendes?
—Sí, y tú a mí. Nunca había visto a una criatura como tú;
me llamo KZ-675.
El robot camina unos metros más y se detiene.
—¿Qué pasa? —preguntas—. ¿Por qué nos han encerrado?
—Usa tus sensores para ver si captas algo más adelante, yo
revisaré el camino por el que hemos venido.
—¿Sensores? Yo no tengo sensores.
KZ te mira con su único ojo.
—Eres una criatura muy extraña, veo que solo eres
orgánico.
—¿Orgánico? Te refieres a que soy de carne, pues sí —
respondes—. ¿Me puedes explicar qué está pasando aquí?
—Todo esto es culpa de Zur, ha conseguido crear un
programa para controlar a nuestros gobernantes y desde hace
unos meses gobierna él, aunque casi nadie lo sabe. Su plan es
controlar a los mecánics de todos los planetas y está a punto de
conseguirlo.
—¿Mecánics? —preguntas.
—Es el nombre de mi raza.
—Querrás decir robots.
—No. Nuestro interior es de carne, como tú, pero para vivir
necesitamos que nos pongan complementos mecánicos.
—Entonces ese tal Zur quiere controlaros a todos vosotros.
—Sí, si no lo impedimos antes de que sea tarde. Yo sé cómo
detenerle, por eso me perseguían y huí, lo que no sabía es que
llegaría a tu planeta. Nunca había estado nadie en él y no
sabíamos que tuviera vida inteligente. Ahora debemos huir y
llevar la información que he conseguido a la Resistencia.
—¿Resistencia?
—Es un grupo que se ha opuesto a las últimas medidas
tomadas por el gobierno, y que ha descubierto que detrás de
todo está Zur.
—Yo solo quiero rescatar a mis amigos y marcharme a mi
planeta.
—Eso es imposible. Ahora lo más importante es cumplir
con mi misión, después podrás regresar con los tuyos. Si me
ayudas yo podré luego ayudarte a ti.
Dicho esto te da una de las dos armas que lleva.
—¿Tendré que matar a alguien? —preguntas con horror.
—¿Matar? ¿Pero qué dices? —KZ parece muy alterado—.
Matar es algo horrible, ¡nadie mata! Estas armas afectan a las
partes mecánicas durante un tiempo. ¿Cómo vamos a matar a
alguien? ¿En tú mundo os matáis con armas?
No te da tiempo a contestar porque en ese momento
escuchas un extraño sonido que viene de detrás.
—¡A cubierto! —exclama KZ.
No reaccionas a tiempo y un rayo rojo te alcanza. Sientes un
escalofrío, pero no te hace nada más.
KZ dispara con su arma y vuestros perseguidores huyen a
toda prisa.
—No entiendo nada… —dices.
—Tú… tú no tienes partes mecánicas… por eso no… no te
afecta.
—¿Estás bien?
—No… El disparo me ha alcanzado… en parte…
—¡Tenemos que irnos! No tardarán en volver —le dices.
Sin embargo, tu amigo parece aturdido.
Miras a tu alrededor. Estás en un cruce de túneles y, además
del túnel por el que venís, ahora hay tres posibles caminos.
Te detienes a la espera de que tu nuevo amigo se recupere,
pero entonces escuchas sonidos al fondo del pasillo por el que
venís.
—¿Por cuál vamos? —le dices a KZ con nerviosismo.
El mecánic habla con dificultad.
—El de la derecha… no va a ningún sitio, el… el del centro
al puente de mando de la nave y el de la izquierda… el de la
izquierda…
—¿A dónde? —preguntas al borde de un ataque de nervios.
—… al hangar en el que están todas las naves.
—¿Y por cuál vamos?
—Por… —tu compañero se te queda mirando con su único
ojo—. ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí?
—Ahora has perdido la memoria, ¡fabuloso! —exclamas,
resoplando.

Te va a tocar a ti decidir. ¿Por cuál vas?

A. Elijo el pasillo central que va al puente de mando. (Sigue


leyendo)

B. Elijo el pasillo de la izquierda que va al hangar (Ve a la


escena 5)
ESCENA 3

Avanzáis por el pasillo central. KZ, tu nuevo amigo, te sigue,


aunque todavía parece aturdido.
Después de unos metros llegáis al final. Miras a través de la
rejilla que tapa el hueco de salida.
Se trata de una sala muy grande llena de controles y
pantallas. Cuentas por lo menos tres mecánics sentados y
concentrados en las pantallas, además de otro más, que está de
pie y se pasea por la sala.
Te imaginas que ese debe ser el terrible Zur del que te ha
hablado KZ, aunque la verdad es que no da miedo, ya que es
muy pequeño y delgado.
Miras un rato más, sin saber qué hacer exactamente.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunta KZ, todavía bastante
confuso.
—Quiero rescatar a mis amigos —dices.
—Es sencillo… basta con ir a ese panel de ahí y escribir en
la pantalla táctil cuatro agujeros.
—¿Agujeros?
—Quería decir agu… agu… números. Eso, números.
—¿Qué números?
—2…2…1…7. Es fácil.
—Parece fácil… —dices, aunque ahora ya no lo tienes muy
claro; en cuanto salgas no habrá muchos sitios en los que
esconderse. No obstante, si vas poco a poco y en silencio, lo
podrías conseguir.

¿Qué haces?
A. Voy despacio y poco a poco para que no detecten mi
presencia (Sigue leyendo)

B. Me lo he pensado mejor, prefiero ir al hangar. (Ve a la


escena 5)
ESCENA 4

Empujas con cuidado la rejilla hasta que notas que se suelta.


Los mecánics están lejos de ti y hay paneles y consolas por
todas partes, por lo que te mueves a cuatro patas despacio y
aprovechando que te tapan hasta el panel que te ha indicado
KZ. Una vez allí asomas la cabeza.
Frente a ti está la pantalla táctil. La tocas con los dedos y
aparece un mensaje escrito en un extraño idioma, además de
un teclado. En ese momento te das cuenta de que no sabes
cómo escriben ellos los números y te entra el pánico, pero
logras calmarte y te concentras.
—A ver… —murmuras. Uno de sus números se representa
con un pequeño punto, y otro con dos, así que deduces que son
los números uno y dos. Ahora puedes saber más o menos
cuáles son los demás, según lo lejos que están de esos
números.
Pulsas los números que crees que son los correctos y la
primera vez no ocurre nada, así que vuelves a intentarlo.
De pronto una sirena empieza a sonar en toda la sala.
—Brecha de seguridad —anuncia una voz por los altavoces
—. Todos los prisioneros han sido liberados.
Sin perder tiempo te vuelves al agujero por el que has
salido, pero algo te agarra del brazo. Se trata de un mecánic
que parece una araña.
—¡Aquí tenemos a uno de los fugados! —exclama.
Intentas liberarte, pero el mecánic es muy fuerte, y también
a KZ le han atrapado.
Durante los siguientes minutos permaneces allí inmóvil,
aunque puedes ver gracias a las pantallas cómo un montón de
prisioneros corren en todas direcciones, mientras los soldados
de Zur intentan atraparlos de nuevo disparando.
En una de las imágenes ves a tus amigos, que junto con un
grupo de mecánics han llegado al hangar. Ves cómo se suben a
una de las naves y se marchan.
—¡Sí! —exclamas con alegría.

(Ve a la escena 44)


ESCENA 5

Decides ir por el pasillo que lleva al hangar.


Empiezas a correr sin parar alejándote de las voces, seguido
muy de cerca por KZ.
Unos minutos después por fin llegas a la salida del tubo en
el que estás, que también está tapada por una rejilla circular.
KZ y tú la empujáis con fuerza y llegáis a una sala enorme
llena de cajas de metal apiladas por todas partes. A unos
metros de distancia ves las primeras naves, todas ellas situadas
en fila, de diferentes formas y tamaños.
—¿Ahora qué hacemos? —preguntas a KZ.
—¿Dónde estamos?
—¡En el hangar! —exclamas, sabiendo que cada segundo
que desperdiciáis vuestros perseguidores están más cerca.
—¿El hangar? ¡Ah sí! Tenemos que escapar de aquí, vamos
a llevarnos una nave.
Camináis agachados por entre las cajas para que nadie os
vea hasta que llegáis cerca de las primeras naves. Estas son
pequeñas, parecen hechas para una sola persona, pero algo
más lejos hay otras más grandes.
—Aquella nos servirá. —KZ señala una de color negro que
tiene aspecto amenazador.
Antes de que te dé tiempo a contestar suena una estridente
alarma y cinco mecánics aparecen a unos metros de vosotros.
Son igual de grandes que tu amigo, aunque cada uno es de una
forma diferente y todos llevan armas en sus manos.
Os disparan.
Aunque os agacháis detrás de unas cajas, sabes que te han
alcanzado, ya que sientes la extraña sensación de frío de antes,
aunque con menor intensidad. Solo dura un momento pero tu
nuevo amigo se desploma en el suelo.
—¡KZ! —exclamas.
—Estoy bien —dice, levantándose con dificultad—. Vamos
hacia allá.
Camináis protegidos por varias cajas y de nuevo sientes esa
extraña sensación que te atraviesa el cuerpo. KZ cae al suelo
de nuevo.
—No… no puedo más. Mis sistemas motores están muy
dañados.
—¡Pero estamos muy cerca de las naves! —exclamas
señalando a una de ellas.
—No… en esa no cabemos los dos. Sube tú y huye. —Al
decir esto se toca la cabeza con uno de sus dedos y un pequeño
objeto rectangular plano sale de ella. Te lo da—. Aquí está la
información para derrotar a Zur, llévala a la Resistencia.
—¿Resistencia? ¡Pero si yo no sé pilotar una nave! —
exclamas, cogiendo el pequeño objeto cuadrado.
—Es fácil. Háblale y hará lo que le digas.

Te acercas a la nave y en cuanto la tocas se abre la especie


de cristal que tiene delante. Te metes a toda prisa en su
interior.
—¡Cierra! ¡Cierra! —repites, viendo cómo diez mecánics se
acercan desde diferentes lugares y te rodean.
El cristal se cierra un instante después.
—¡Despega y sal de aquí! —exclamas.
El panel de control de la nave se enciende y en un instante
esta empieza a flotar y vuela a toda velocidad por encima de
las demás naves y los mecánics.
La nave entra en un largo túnel y unos instantes después
estás en medio del espacio.
A tu espalda queda la nave de la que has escapado que, tal y
como te imaginabas es enorme.
—¿Y ahora qué hago? —te dices.
—¿Destino? —pregunta una voz femenina metálica,
sobresaltándote.
—No sé… Sácame de aquí rápido.
—¿Rápido? ¿A dónde?
—No sé, tengo que buscar a la Resistencia. ¿Tienes datos
sobre ellos?
—Me temo que no.
—Bueno, si están escondidos, quizá hayan ido a planetas
poco habitados, y me imagino que no estarán lejos de aquí.
Después de unos instantes en una de las pantallas de la nave
sale la imagen de un planeta blanco.
—Cet-7 —informa la voz—. Planeta helado, en el que hay
pequeñas colonias con trabajadores que se dedican a la
extracción del mineral.
La imagen es sustituida por otra.
—Keo-1.
El planeta que ahora aparece tiene grandes mares y se ve un
enorme continente todo verde.
—Planeta con una gran variedad de vida biológica, también
poco colonizado.
—¿Solo pueden estar en esos dos planetas?
La imagen es sustituida por la de un planeta en el que
brillan millones de luces en sus continentes y en cuyo cielo ves
ir y venir a centenares de vehículos.
—También puedes ir a Riga-Riga. Es la capital de este
sector. Si lo que quieren es esconderse, entre tantos individuos
allí será fácil.

¿Qué eliges?

A. Cet-7, me voy al planeta helado. (Sigue leyendo)

B: Keo-1, me voy al planeta lleno de plantas. (Ve a la


escena 18)

C: Riga-Riga, me voy al planeta de comercio. (Ve a la


escena 25)
ESCENA 6

La oscuridad del espacio se vuelve luz, a la vez que sientes


cómo tu cuerpo es empujado contra el asiento con fuerza.
Durante unos instantes no puedes moverte, pero el efecto
dura poco. Miras a través del cristal y ves que estás rodeado de
rayos de luz, que parecen moverse a toda velocidad a tu
alrededor.
—¿Qué pasa?
—Hemos entrado en el hiperespacio. Es la forma más
rápida de moverse por el universo. De otra manera tardaríamos
miles de años en llegar a nuestro destino.
La nave empieza a hablarte de agujeros de gusano en el
espacio, pero no acabas de entenderlo demasiado bien.
Sin poder hacer nada más que mirar esperas con paciencia,
deseando que el viaje no sea muy largo, ya que no tienes
comida ni agua.
Cuando llevas ya cerca de tres horas de viaje sientes cómo
una fuerza empuja de nuevo tu cuerpo contra el asiento
durante unos instantes y la luz desaparece.
—Hemos salido del hiperespacio —te informa la nave.
Vuelves a estar en medio de la negrura del espacio, aunque
ahora el planeta helado CET-1 ocupa la mitad de tu campo de
visión.
La nave se va aproximando despacio a la atmósfera del
planeta.
—¿Y ahora qué hago? —te preguntas en voz alta.
—Buscando la colonia más cercana —dice la nave.
Durante unos instantes permanece en silencio, mientras las
pantallas se llenan de extrañas luces y símbolos desconocidos
para ti.
—Localizada la única colonia habitada actualmente.
Procedo a acercarme.
Antes de que digas nada la nave se lanza hacia la superficie
del planeta.
En cuanto atraviesas las nubes todo se vuelve oscuro y te
encuentras en medio de una tremenda tormenta de nieve que
sacude tu nave, aunque esta sigue su recorrido y no tardas en
ver un grupo de edificios grises y bajos, todos ellos rodeados
por una especie de cúpula azulada junto a una cordillera de
altas montañas heladas.
Sueltas un grito cuando ves que la nave va a chocar con la
cúpula pero en lugar de eso la atraviesa como si no estuviera y
se posa en la plaza central, alrededor de la cual están todos los
edificios.
Bajas de la nave con tu arma por si acaso aparece alguien
peligroso y descubres que gracias a esa extraña cúpula no hace
frío ni cae la nieve. Avanzas unos pasos, pensando en qué
edificio entrar de los cuatro que tienes a tu alrededor.
En ese momento escuchas un siseo y al volverte ves que una
puerta se ha abierto y el corazón se te acelera. Una criatura
enorme ha salido del interior. Se trata de una especie de
enorme hipopótamo-robot que te observa muy quieto con sus
grandes y amenazadores ojos y con la boca muy abierta.
Aunque de momento no se mueve y permanece junto a la
puerta, calculas que, si se pone a correr, en unos pocos
segundos lo tendrás encima. Tienes que hacer algo deprisa.

A. Le disparo con el arma que llevo antes de que me ataque,


con un poco de suerte lo inmovilizaré y ya no podrá atacarme.
(Sigue leyendo)

B. Le apunto con el arma pero me espero a ver qué hace, de


momento no me ha atacado. (Ve a la escena 10)

C. Con lo grande que es ese animal va a ser imposible


detenerlo con un arma tan pequeña. Me subo a la nave y me
marcho de aquí antes de que sea tarde, está claro que aquí no
tengo nada que hacer. (Ve a la escena 9)
ESCENA 7

Sin perder ni un segundo abres fuego. No quieres matarlo, lo


único que quieres es que huya o que se quede paralizado, por
eso no te sientes mal al apretar el gatillo.
Una potente ráfaga azulada sale de la boca del arma pero tú
no tienes práctica en disparar, por lo que el tiro sale muy
desviado y golpea la pared del edificio. Por suerte el
hipopótamo de metal se asusta y entra de nuevo a toda prisa en
el edificio, cerrando la puerta.
—¿Qué te pensabas? ¿Que te tenía miedo? —preguntas en
voz alta, sonriendo y diciéndote que le has dado una buena
lección a ese monstruo y que se lo pensará dos veces antes de
volver a atacarte. No obstante, tienes que reconocer que has
tenido mucha suerte, ya que ahora te das cuenta de que con la
puntería tan mala que tienes era difícil acertarle desde tan
lejos.
Decides explorar el lugar, pero no vas a meterte en el
edificio en el que se ha escondido el hipopótamo, así que
decides entrar en uno de los otros tres, siempre con el arma
preparada.
Veinte minutos después sales sin haber encontrado nada
interesante ni a nadie y pruebas con el siguiente edificio.
Al rato ya has revisado los tres y no has encontrado nada
especial.
Te acercas al último edificio, en el que está el hipopótamo y,
tragando saliva, decides entrar.
Sin embargo, la puerta no se abre. Pruebas varias veces pero
parece que está bloqueada desde dentro.
Después de unos minutos decides marcharte. Está claro que
ir allí ha sido una pérdida de tiempo, así que te montas en la
nave y abandonas el planeta helado.
(Sigue leyendo)
ESCENA 8

La nave se eleva y en poco tiempo abandonas la atmósfera del


planeta.
Te quedas pensando durante un momento. Podías olvidarte de
todo y decirle a la nave que te lleve a tu casa, pero tus dos
amigos están prisioneros y sabes que lo único que puedes
hacer para ayudarlos es cumplir con la misión que te ha
asignado KZ.
—¿A dónde vamos? —pregunta la nave, mostrándote en la
pantalla las otras dos opciones que te quedan.
—¿Me podrías recordar dónde puedo ir?
—Claro. Podemos ir a Riga-Riga.
Te muestra una imagen de un planeta muy próspero y
avanzado, lleno de inmensas ciudades de metal con miles de
vehículos volando por el cielo.
—¿Cuál es el otro destino?
La nave te enseña ahora una enorme selva en la que no se
aprecia civilización, solo unos pocos edificios.
—Keo-1. Hay mucha actividad biológica allí, pero apenas
está colonizado.

¿Qué decides?

A. Riga-Riga, prefiero un planeta desarrollado. (Ve a la


escena 25)

B. Keo-1. Mejor un planeta donde haya pocos mecánics.


(Ve a la escena 18)
ESCENA 9

Miras a la enorme criatura, tragando saliva.


Es gigantesca. Si decide embestirte tienes claro que te
aplastará como si fueras una cucaracha.
Miras tu pistola durante unos instantes. Sabes que funciona
contra los mecánics, los neutraliza durante un tiempo, pero
para derribar a ese tendrás que dispararle por lo menos cuatro
o cinco veces, y antes de que lo consiguieras ya lo tendrías
encima tuyo.
Así que, sin pensártelo más, te das la vuelta y corres hacia la
nave, que por suerte está muy cerca.
—¡Despega, despega! —le gritas.
La nave te obedece al instante. El cristal envuelve la cabina
y unos segundos después atraviesas la cúpula, encontrándote
de lleno con la terrible tormenta de nieve.
Un minuto después ya estás fuera de la atmósfera del
planeta, a salvo.

(Ve a la escena 8)
ESCENA 10

Aunque tienes miedo y sabes que aquella bestia puede


despedazarte si se lanza sobre ti, decides esperar con el arma
preparada.
Pasan los segundos y ni tú ni el hipopótamo robótico os
movéis.
Sin saber qué hacer, avanzas dos pasos y al instante el
animal de metal retrocede hacia dentro del edificio.
En ese momento te das cuenta de que te tiene miedo.
—¡Espera! No quiero hacerte daño.
El hipopótamo se detiene.
—¿Seguro? —pregunta unos instantes después con voz
temblorosa—. Eres una criatura muy extraña y pareces
peligrosa. Además, llevas un arma.
Bajas la pistola.
—¿Ves? No voy a hacerte nada.
El enorme mecánic sale y se acerca a ti despacio.
—Pensaba que tu nave era la ayuda que esperábamos, pero
cuando te he visto me he quedado paralizado de miedo. Nunca
había visto una criatura como tú.
—No soy una criatura, soy un ser humano, una persona.
El hipopótamo se acerca mucho más. No puedes entender
cómo una cosa tan enorme puede llegar a tener miedo de
alguien como tú y le sonríes.
—Ven adentro, los demás están allí.
Decides seguirle y entras en el edificio. Se trata de un
enorme almacén en el que hay una nave grande que parece
averiada porque tiene varias chapas desmontadas y ves su
interior. A su alrededor hay un montón de piezas y recambios
repartidos por todas partes.
—Ya ves. —El hipopótamo apunta con su cabeza hacia la
nave—. Se nos estropeó hace unos días y por eso no pudimos
evacuar esta colonia.
—¿Evacuar? —preguntas.
—Sí. El tiempo en todo el planeta se está poniendo peor y
nos ordenaron marcharnos antes de que el temporal se hiciera
más fuerte y fallara la cúpula de protección, y justo cuando
nos íbamos nos dimos cuenta de que nuestra nave tenía una
avería y por eso nos quedamos.
—Entonces, ¿no os podéis marchar?
—No. Nos han dicho que en unos pocos días nos vendrán a
recoger, esperemos que la cúpula aguante hasta entonces.
Escuchas ruido al fondo y ves a dos mecánics más aparecer.
No se parecen en nada al hipopótamo, ya que uno es una
especie de pájaro bastante pequeño y el otro flota en el aire
como un globo.
—¡Qué criatura más rara! —exclama el que tiene forma de
pájaro, soltando un silbido—. No tiene circuitos ni fuentes de
energía y su piel es de carne.

—No soy una criatura, soy una persona —repites.


—¿Persona?
—Un ser humano.
—¿Has venido a ayudarnos? —pregunta el que flota.
Les cuentas lo que te ha pasado.
—¡Madre mía! Así que el gobierno está controlado por Zur,
¡ahora lo entiendo todo! —exclama el pájaro.
—Entonces sí es importante encontrar a la Resistencia… —
dice el hipopótamo, que se llama Pop—. Pues aquí solo hay
rocas y nieve.
—Vaya… —dices con decepción. Has ido hasta allí para
nada.
—¡Pero nos podrías ayudar! —exclama el pájaro, que se
llama Lucy—. Yo soy la especialista en mecánica del grupo.
Tu nave tiene justo la pieza que necesitamos, podríamos
desmontarla y ponerla en nuestra nave.
—¿Seguro que funcionará? —pregunta Pop—. Puede no ser
el mismo modelo.
—Hasta que no lo pruebe no lo sabré, pero estoy segura de
que lo conseguiré. Si trabajamos todos juntos lo haremos en
poco tiempo.
—No es una mala opción —dice el mecánic flotante, que
responde al extraño nombre de AA.
—Aunque se me ocurre otra solución —añade Lucy—.
Podrías llevarme a Riga-Riga. Allí conozco a mucha gente,
podría conseguir una nave más grande.
—¡Esperad! ¿Qué pasa con Alto-5? —pregunta Pop,
alarmado.
—¿Alto-5? —preguntas.
—Es nuestro otro compañero. Salió ayer a investigar los
restos de una nave que se estrelló cerca hace muchos años, a
ver si tenía la pieza que necesitamos, pero todavía no ha
vuelto.
—¡Pobrecito! —exclamas, pensando en el tremendo
temporal que hay fuera de la cúpula.
—No te preocupes por él —dice AA—. Me imagino que
piensas en el frío. A nosotros, los mecánics, apenas nos afecta.
Pero no podemos irnos sin él, habrá que ir a buscarlo.
—Yo no me atrevo a ir —dice Pop, poniéndose a temblar—.
Puede ser muy peligroso.
—Hay que ver lo miedica que eres —dice el pájaro—.
Cuanto antes salgamos a buscarlo, mejor, pero yo tengo que
quedarme reparando la nave.
—Yo no quiero ir solo —dice AA—. No sabemos lo que le
ha pasado a Alto-5, ¿y si también me pasa a mí?
—Pues yo no voy a ir —insiste Pop.
—O podemos reparar la nave y luego ir a buscarlo con ella
—añade Lucy.
Durante los siguientes minutos los tres compañeros se
ponen a discutir sobre qué hacer, sin llegar a nada en claro, así
que tendrás que decidir tú.

A. No sabemos seguro si la pieza de mi nave funcionará, así


que me voy a Riga-Riga con el mecánic con forma de pájaro,
que cabe en mi nave, y allí buscamos ayuda. (Sigue leyendo)

B. Mejor arreglamos la nave entre todos y luego buscamos


con ella a Alto-5 será lo más seguro. (Ve a la escena 16)

C. Voy a buscar a Alto-5 con AA mientras los otros dos


desmontan mi nave y reparan la suya. (Ve a la escena 26)
ESCENA 11

—Me voy a Riga-Riga con Lucy —dices con decisión.


—¡Perfecto! —exclama el robot pájaro, agitando las alas.
—Pero… ¿qué pasa con Alto-5? —repite Pop, sacudiendo
con nerviosismo su enorme cabeza.
—Vete a buscarlo tú mientras yo regreso con otra nave —
dice Lucy, volando en dirección a la salida.
—¿¿Yo?? —pregunta Pop mientras os alejáis.
Aunque tu nave es pequeña, Lucy ocupa muy poco espacio
y se coloca acurrucada detrás de tu asiento.
Das la orden de despegar y en apenas un minuto ya habéis
atravesado la atmósfera y estáis sobre el planeta.
—A Riga-Riga —ordenas a la nave.
Sientes de nuevo la tremenda fuerza que te aplasta contra el
asiento durante unos instantes, a la vez que la negrura del
espacio se convierte en luz.
—No tardaremos mucho en llegar, el trayecto por el
hiperespacio no será muy largo.
—Esto del hiperespacio es alucinante —comentas.
—¿Alucinante? ¿Y cómo viajáis por el espacio sin usar el
hiperespacio?
—Bueno… Apenas hemos salido de nuestro planeta. Hemos
estado en nuestra luna y hemos mandado algunas naves no
tripuladas a planetas cercanos de nuestro sistema solar como
Marte, Venus…
—¿Entonces nunca habéis salido de vuestro sistema solar?
—pregunta Lucy con asombro.
—No, todavía no sabemos construir naves que puedan hacer
eso.
—Estáis muy atrasados, criatura.
—Persona —le corriges.
—Eso.
Durante el trayecto habláis de vuestra vida y poco a poco
vas entendiendo más a esos extraños seres que se hacen llamar
mecánics y que parecen más máquina que seres de carne y
hueso.
A pesar de ser tan diferentes a ti, descubres que también
respiran, comen y tienen corazón, pulmones y otros órganos
parecidos a los tuyos, aunque ellos no pueden vivir sin sus
partes mecánicas, que se les colocan en cuanto nacen y luego
se las van cambiando según van creciendo.
Hablando con Lucy el trayecto se te hace corto y la hora y
media que tardáis en llegar se te pasa volando.
Una voz muy grave habla en ese momento a través de los
altavoces.
—Destino.
Te vuelves hacia Lucy y esta de un salto se coloca en tu
regazo.
—Pedimos permiso para aterrizar en el aeropuerto de la
capital.
Dicho esto emite un extraño y largo sonido.
—Estáis autorizados, podéis aterrizar.
Mientras la nave desciende miras con asombro a tu
alrededor. Las ciudades están todas hechas de inmensos
rascacielos, algunos tan altos que tocan las nubes, y miles de
vehículos voladores van y vienen en orden en todas
direcciones.
La nave se posa en medio de una pista llena de otros
vehículos de diferentes formas y tamaños.
—Voy a buscar a alguno de mis conocidos a ver si consigo
una nave y luego regresaré aquí. No muy lejos hay una cantina
donde se reunen los viajeros. Quizá alguien sepa algo de la
Resistencia ¿Tú qué vas a hacer?
A. Me voy contigo. (Sigue leyendo)

B. Mejor me espero. (Ve a la escena 45)

C. Me voy a la cantina. (Ve a la escena 15)


ESCENA 12

Lucy abre la marcha volando con sus cortas alas a un metro


del suelo y tú la sigues de cerca.
Te subes a una cinta transportadora que te lleva a una
amplia puerta transparente, que se abre cuando os acercáis.
Entráis a una sala que parece una estación de tren, llena de
mecánics de todas las formas posibles que van y vienen;
algunos solos, otros en grupo hablando entre ellos.
Mientras caminas te das cuenta de que, a tu paso, los
mecánics te miran y cuchichean entre ellos.
Lucy tarda unos momentos en darse cuenta de lo que pasa.
—Llamas mucho la atención —te dice.
—¿Y qué quieres que haga? —le preguntas con enfado.
Antes de que te conteste dos grandes mecánics armados y
cuatro brazos se colocan delante de ti.
—Documentación, por favor —dice uno de ellos en un tono
poco amistoso.
Lucy emite un largo y extraño sonido.
—De acuerdo, Lucy Tron-0017, todo en orden.
Documentación por favor. —Los dos mecánics te miran ahora
a ti.
—Hola, soy una persona… un ser humano…
—Esta criatura debe ser la que se ha escapado y estaban
buscando —dice uno de ellos al otro.
—Sí, tienes razón.
Antes de que puedas hacer nada alargan dos de sus cuatro
brazos y te cogen con fuerza de las muñecas y los tobillos.
Te quejas e intentas soltarte, sin conseguirlo, mientras Lucy
revolotea a vuestro alrededor, diciéndoles que te liberen.
—Aléjate o también te llevaremos a ti por colaborar con
enemigos del gobierno.
Miras con desesperación a Lucy mientras los dos mecánics
te meten en una especie de coche-policía volador.

(Sigue leyendo)
ESCENA 13

El vehículo volador abandona el planeta y se introduce en el


interior de una de las enormes naves que flotan alrededor de
Riga-Riga.
Te llevan a una pequeña sala y te atan a una silla de metal,
después de registrarte.
—Mira qué he encontrado —dice uno de los dos policías,
enseñando el pequeño dispositivo que te dio KZ.
—Es justo lo que buscaba, el líder estará contento.
Te dejan en la sala a solas durante un rato, hasta que poco
después entra otro mecánic, todo blanco, muy ancho, sin
cabeza y que parece un pulpo de tantos brazos que tiene.
Empiezan a hacerte preguntas y, aunque al principio te
resistes, luego se lo cuentas todo.
—Bien. Ya hemos concluido el interrogatorio —dice el
mecánic policía que está a tu lado—. Por suerte para ti,
criatura, no sabes nada y no formas parte de la Resistencia, así
que nos eres útil. Íbamos a mandarte a un planeta de trabajo,
pero se nos ha ocurrido que lo mejor será devolverte al tuyo.
—Empieza a reirse—. En cuanto cuentes todo lo que te ha
pasado aquí toda la gente de tu triste planeta se quedará
aterrorizada ante el poder de nuestro líder, así será más fácil
que…
Como no acaba la frase no entiendes de qué habla, pero te
da igual, ya que lo único que te importa es que vas a volver a
casa, piensas, echándote a llorar a causa de la alegría.
Efectivamente, unas horas después te dejan en la Tierra, en
medio de una ciudad que no es la tuya, aunque al menos sí es
tu país.

(Sigue leyendo)
ESCENA 14

La nave te deja flotando en el suelo y unos instantes después


se marcha. A tu alrededor se ha congregado un montón de
gente, que te mira con asombro.

Un policía te lleva en coche a la comisaría y allí hablas con


tus padres por teléfono después de contar todo lo que te ha
pasado.
Te suben en un avión lleno de soldados rumbo a tu casa.
Media hora después el avión aterriza en un aeropuerto y ves a
tus padres esperando junto a un grupo de policías encargados
de que no se os acerque nadie, ya que hay un montón de
periodistas y gente curiosa intentando hablar con ellos.
En cuanto llegas, los abrazas con fuerza y os subís a un
coche de policía, rumbo a vuestra casa.
Veinte minutos después ya estáis en vuestro salón.
—Pensábamos que nunca volveríamos a verte —dice tu
madre.
—¿Te han hecho daño? —pregunta tu padre, con lágrimas
en los ojos.
—Estoy bien. Ahora ya todo ha pasado.
—No todo ha pasado.
Tu madre se da la vuelta y enciende la televisión.
Ves que están dando las noticias. Se ve una imagen de tu
planeta, y un montón de naves a su alrededor.
—¿Qué pasa?
—Creo que nos van a invadir —dice tu padre.
Efectivamente unos pocos días después las naves empiezan
a aterrizar en las ciudades más importantes del planeta y de
ellas salen miles de mecánics.
Poco a poco también van invadiendo el resto de ciudades, y
escuchas noticias donde dicen que se están llevando a los seres
humanos en sus naves.
Vosotros no os esperáis a ver si eso es cierto y huís de la
ciudad, buscando zonas no habitadas. Llegáis a un enorme
bosque y os establecéis allí. No tardan en llegar otras familias
y os organizáis como podéis, construyendo pequeñas casas
hechas de ramas y palos. El problema es la comida.
Encontráis algunos árboles frutales y aprendéis a cazar
animales como conejos o zorros, pero la comida no os sobra y
pasáis hambre, aunque al menos podéis vivir.
Poco a poco van llegando algunas familias más, según van
pasando los días, y llegan noticias de que están destruyendo
vuestras ciudades.
Un año después los mecánics han empezado a construir
grandes edificios en las ruinas de vuestras ciudades, pero
parece que ya se han cansado de buscar humanos y no les
interesan los bosques, por lo que vivís allí con relativa
tranquilidad y aprendéis a labrar pequeñas parcelas de tierra y
a sembrar, aunque la vida no es fácil.
El mundo ha cambiado pero al menos, mientras no salgáis
del bosque, estáis tranquilos y podéis vivir en paz. Estás con tu
familia y tienes amigos, eso es lo importante, aunque te
preguntas muchas veces ¿qué van a hacer con vuestro planeta?

FIN

La aventura puede acabar mejor, ¿quieres probar


de nuevo pulsando aquí? ¿Quieres ver todo lo que
puedes vivir en esta aventura aquí?
ESCENA 15

Te despides de Lucy y te diriges a la salida que te ha indicado.


Te montas en una cinta de transporte que te lleva por todo el
aeropuerto hasta llegar a un edificio con una puerta de cristal.
Se abre en cuanto te acercas y entras en una enorme sala
repleta de mecánics que van y vienen; te recuerda a una
estación de tren.
Más adelante ves la puerta de salida que buscas, que da a
una calle. Al otro lado, a lo lejos, puedes ver el edificio que
debe ser la cantina.
Estás a punto de salir cuando notas que algo te agarra del
brazo.
Al darte la vuelta ves que un mecánic grande te ha cogido
con uno de sus cuatro brazos.
—Documentación, por favor —te dice con voz cortante y
mirándote con fijeza con sus pequeños ojos rojos.
—¡Déjame! —exclamas, intentando soltarte pero sin
conseguirlo.
—Ya me lo imaginaba, no eres un mecánic. Tú te vienes
conmigo —te responde
Todos a tu alrededor te miran y cuchichean. Unos minutos
después aparecen dos más iguales al que te ha capturado.
—Mirad, he cogido a la criatura que el líder estaba
buscando, ¡qué suerte la mía!
Entre los tres te meten en una especie de coche policía
volador y este despega.

(Ve a la escena 13)


ESCENA 16

Lucy se monta en tu nave y esta se eleva del suelo despacio


apenas un metro, mientras Pop abre una enorme puerta
corredera situada en uno de los lados del edificio.
Una vez la nave está dentro del enorme almacén la dejan
colgada de unos grandes brazos mecánicos y entre los tres
retiran la carcasa de tu nave y empiezan a desmontar su
interior.
Al ver lo que hacen no puedes evitar sentir nerviosismo, ya
que como la pieza de tu nave no funcione en la suya ya no
tendrás cómo salir del planeta helado.
No tardan demasiado en sacar la pieza que necesitan —un
cilindro grande y pesado— y transportarla a su nave, que es
gigantesca y tiene una enorme bodega para meter cosas.
Para tu sorpresa ves que del cuerpo de hipopótamo de Pop
salen unas varillas que al principio te parecen antenas, pero
luego ves que con ellas puede manipular objetos como si se
tratara de unas manos.
Tardan un buen rato en acabar de ajustar la pieza de tu nave.
—¡Ya está! —exclama Lucy, satisfecha.
Todos os introducís en la nave y entras en la cabina de
mando con Lucy, mientras Pop y AA se quedan en la bodega.
—A ver si todo va bien.
También del cuerpo de Lucy salen unos finos hilos
metálicos con los que empieza a apretar botones.
El motor de la nave se enciende con un rugido y notas una
fuerte sacudida cuando empieza a flotar.
—¿Funciona? —preguntas con emoción.
—Todavía no lo sé.
La nave sale despacio del hangar y en unos instantes estáis
fuera de la cúpula transparente protectora.
Dais varias vueltas alrededor del complejo a toda velocidad,
pese a las sacudidas de la terrible tormenta.
—¡Sí que funciona! —exclama Lucy.
—Ahora vamos a buscar a Alto-5 —dice AA desde la
bodega.
Os dirigís a una cadena montañosa que hay cerca de la base
y la sobrevoláis, mientras Lucy examina las lecturas que
aparecen en la enorme pantalla.
—¡Qué raro! No aparece su señal… —murmura, a la vez
que se acerca volando a una de las pantallas laterales.
Durante los siguientes minutos seguís sobrevolando las
montañas, sin dejar de mirar las pantallas.
—Pues no está —dice por fin Lucy.
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta con nerviosismo Pop,
asomando su enorme cabeza por la puerta de entrada a la sala
de control.
—Quizá está a mucha profundidad —dice el mecánic
pájaro.
—¿No tienes otros sensores en este cacharro? —pregunta
AA con enfado.
—¡Oye, no hables así de mi nave! —exclama Lucy,
ofendida—. Pues no, no pensé que necesitáramos más
sensores.
—Tendremos que ir a algún sitio a conseguirlos y regresar
—comenta AA.
Salís de la atmósfera del planeta y Lucy pone rumbo a Riga-
Riga. Unos segundos después os metéis en el hiperespacio.

(Sigue leyendo)
ESCENA 17

Tardáis unas pocas horas en llegar a Riga-Riga, un planeta muy


avanzado tecnológicamente y lleno de inmensos rascacielos que
alcanzan a las nubes.
Después de que Lucy dé una especie de código para que dejen
a la nave bajar al planeta, aterrizáis en uno de los enormes
aeropuertos.
—Voy a buscar los equipos que necesitamos, ¿quién viene
conmigo?
—Yo… yo me quedo vigilando la nave —dice Pop, bajando la
cabeza.
—¿Vigilando? ¡Hay que ver, tan grande y tan cobardica! —
exclama AA, flotando hacia Lucy.
—¿Yo qué hago? —les preguntas.
Los tres mecánics se miran.
—Nuestros caminos se separan aquí. Tú tienes que buscar a la
Resistencia para darles la información que te dio KZ, ¿no? —
dice AA.
Asientes con la cabeza.
—Creo que lo mejor es que vayas a la cantina que hay a la
salida del aeropuerto. Allí se reunen muchos viajeros venidos de
todas partes de la galaxia, seguro que alguno sabe algo y te
puede ayudar —explica Lucy.
—Está bien, gracias. —Coges tu arma y les dices adiós con la
mano.
—¡Espera! —exclama AA—. Llamas demasiado la atención.
Si ven por ahí a una criatura como tú puedes tener problemas.
—¿Cómo yo?
—Solo de carne, sin nada mecánico aparte del aparato que
llevas para entendernos.
—¡Es verdad! No se me había ocurrido —dice Lucy.
—¿Y qué hago?
—De eso me encargo yo. —Pop te empuja con su morro para
que te metas de nuevo dentro de la nave—. Por suerte la bodega
está llena de piezas y recambios y yo soy un experto en construir
cosas, vamos a disfrazarte.
Lucy y AA se marchan a por lo que necesitan y Pop se dedica
a recoger piezas de diferentes formas y tamaños. Te mira durante
unos momentos con fijeza y se pone a trabajar. Usando sus
potentes patas aplasta las piezas hasta dejarlas planas, y usando
un chorro de fuego que sale de su boca las va uniendo.
Ves con asombro cómo trabaja a toda velocidad, usando
cuatro de las antenas esas que antes ya le has visto sacar de su
cuerpo.
—Ya está. ¿Cuál prefieres de los dos?

—¡Asombroso! —exclamas al observar las armaduras de


metal que te ha hecho.
Eliges una de las dos y te la pones. Pesa un poco y no es muy
cómoda, pero te puedes mover bien.
—Ahora ya te puedes ir.
Te despides de él dándole las gracias y abandonas las pistas de
aterrizaje llena de naves para entrar en la zona de embarque. Está
llena de mecánics de diferentes formas y tamaños, aunque ves a
dos que son iguales, con el cuerpo ancho y cuatro brazos. Estos
te miran durante unos instantes con cara de pocos amigos pero
no te dicen nada.
Sales del edificio y, después de cruzar con cuidado la ancha
calle, entras en la cantina.
Se trata de un local muy grande lleno de mesas, en el que
suena música. Por el techo se desplazan unos robots que son los
encargados de llevar los pedidos a los clientes.
Estás pensando a quién puedes preguntarle cuando se te
coloca delante un mecánic. Se trata de un individuo un poco más
bajo que tú, barrigudo y de aspecto humanoide.
Este se te queda mirando durante unos instantes.

—Hola, ¿qué tal? ¿Buscas a alguien? —te pregunta con


amabilidad, pese a que su seria cara y sus pequeños ojos
amarillos no te inspiran mucha confianza.
—Sí, busco a la Resistencia.
—¿La Resistencia? Pues has llegado justo al lugar adecuado.
Aquí mismo hay varios miembros. —Señala al fondo de la sala.
—¿Ah sí? —preguntas, avanzando unos pasos.
En ese momento sientes que algo te agarra las manos con
fuerza e intentas liberarte, pero a la que te das cuenta tienes las
manos esposadas a la espalda.
—¡Ja! —exclama el mecánic—. No eres una criatura muy
lista, ¿verdad? ¡Qué fácil ha sido capturarte!
—Suelta, yo no he hecho nada —te quejas.
—Me da igual si has hecho algo o no, solo sé que ofrecen una
recompensa por ti y yo precisamente me dedico a eso, a capturar
individuos como tú para cobrar recompensas.
—Pero… eso es imposible —le dices. Llevas un disfraz,
¿cómo puede ser que sepa que eres un humano?
El mecánic parece adivinar lo que piensas y empieza a reírse.
—Tengo instalado en los ojos un sistema muy sofisticado de
análisis y detección, criatura, por eso he podido ver por debajo
de tu triste disfraz. Los tontos de los policías no se han dado
cuenta, pero a mí no se me escapa ni una.
Dicho esto sale contigo de la cantina.
—¡Policía! ¡Policía! —grita a los dos mecánics de cuatro
brazos que has visto antes—. Aquí tengo un fugitivo. Quiero mis
tres mil créditos de recompensa, que tengo prisa, tengo que irme
a Keo-1.
Se acercan a ti y poco después aterriza una pequeña nave de la
que salen dos más.
Te introducen a empujones en la nave y esta despega.

(Ve a la escena 13)


ESCENA 18

Unos instantes después sientes una enorme fuerza que te


aplasta contra el asiento pero que desaparece al poco tiempo.
El negro cielo ahora es de luz, acabas de entrar en el
hiperespacio.
Como la nave te dice que el viaje va a durar varias horas
decides dormir un poco.
Te despierta la voz de la nave.
—Llegando a KEO-1 —te informa.
Miras a través del cristal. El planeta tiene enormes zonas
con agua, igual que el tuyo, aunque también hay grandes
continentes que desde el espacio se ven verdes.
—Buscando emplazamientos habitados por mecánics —
informa la nave.
—Perfecto —dices, deseando haber encontrado a la
Resistencia.
—Detectado un núcleo de actividad de mecánics —dice.
La nave se lanza hacia el planeta y atraviesa en pocos
segundos las nubes.
Según se va haciendo grande el continente puedes apreciar
los enormes bosques que lo cubren, y también distingues unos
pocos edificios junto a una pista de aterrizaje, alrededor de los
cuales se ha construido un muro.
Aterrizáis en la pista y cuando bajas de la nave hay media
docena de mecánics que han salido a recibirte y te miran con
sorpresa.
—¿Quién eres? —te preguntan.
—Soy del planeta Tierra, estoy buscando a miembros de la
Resistencia.
—¿La Resistencia? —pregunta uno de ellos, un individuo
de largas y delgadas piernas y con una especie de trompa que
te recuerda a la de un elefante—. Aquí somos todos
científicos, investigamos la flora y la fauna de este planeta.
—¿Científicos? —preguntas con decepción—. ¿Entonces
aquí no se esconde nadie de la Resistencia?
Se miran unos a otros extrañados.
—No, aunque hace unos días vimos aterrizar no muy lejos
de aquí una nave. Fue un poco extraño porque no se identificó,
es como si se escondiera. Estuvo durante un rato y luego se
marchó.
—Quizá alguna especie de misión secreta, eso me suena a la
Resistencia —dices, recuperando la esperanza en poder
cumplir tu misión para así liberar a tus amigos y marcharte a
casa—. ¿Sabéis por qué vinieron aquí?
Todos niegan con la cabeza.
—No, pero han dejado unas sondas para marcar la posición
y unos sensores, además de unas cajas enormes vacías.
—¿Y no sabéis qué son?
—No quisimos averiguar más y nos volvimos, es mejor no
meternos en asuntos que no son cosa nuestra —dijo alguien
con miedo en su voz metálica.
—Ya entiendo.
—Además, había una cuenta atrás, que se acaba hoy.
—¿Hoy? —preguntas.
—Yo no creo que aquí haya venido la Resistencia —dice
otro de los mecánic—. Yo tengo a un tío que vive en la capital
de Riga-Riga y me dijo en secreto un día que tenía a un amigo
que sí que formaba parte de ella. Si quieres te puedo dar sus
datos para que cuando estés allí puedas hablar con él.
—Pues yo sí que creo que el que vino formaba parte de la
Resistencia.
Te quedas pensando qué hacer.

A. Me voy a Riga-Riga a investigar. (Ve a la escena 25)

B. Voy a investigar lo de la nave que vino aquí. (Sigue


leyendo)
ESCENA 19

Te montas en tu nave y, tras despedirte, despegas de nuevo. Un


rato después encuentras la explanada que te han indicado y
aterrizas. Tal y como te han dicho, no hay nadie, solo algunos
extraños aparatos y unas cajas, así que te tocará esperar.
Decides aprovechar el tiempo para no aburrirte y explorar esa
parte de la selva, ya que te parece muy interesante, puesto que
las plantas no se parecen en nada a las de tu planeta. Unos
pocos minutos después ves unas flores enormes con los pétalos
cerrados, mucho más grandes y altas que tú, y te acercas para
poder mirarlas mejor.

En ese momento sientes que algo te agarra el tobillo.


Al bajar la vista ves que un tallo se está enredando en tu
pierna y otra se acerca a tu otra pierna. Descubres con horror
que esos dos tallos pertenecen a la planta que estás mirando,
cuya flor a empezado a inclinarse hacia ti a la vez que
comienza a abrirse.
Consigues liberarte y te vas corriendo a donde está tu
vehículo.
—¡Madre mía! ¡Me quería comer! —exclamas, a la vez que
intentas tranquilizarte.
Ahora que ya te encuentras mejor decides esperar en ese
mismo lugar. El que vino allí ha dejado muchos aparatos. Te
acercas a uno de ellos y tocas por curiosidad uno de los
botones. Se escucha un zumbido y ves que alrededor de la
explanada ha aparecido una especie de muro casi transparente.
—Debe ser algún tipo de campo de energía para que no
entren animales —deduces.
Al entender esto te sientes mejor, nada te podrá atacar, así
que te sientas en el suelo a esperar y te duermes.
El rugido de una nave te despierta.
Te apartas mientras ves cómo aterriza. Es una nave mucho
más grande que la tuya, con aspecto de pájaro gigante.
En cuanto aterriza se abre una puerta lateral y de ella baja
un mecánic. Se parece un poco a un humano con mucha
barriga, ya que tiene brazos y piernas normales.
El mecánic te ve y se queda petrificado.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con voz antipática.
—Estoy buscando a la Resistencia porque tengo…
—¿La Resistencia? —te interrumpe.
—Sí, ¿tú eres de la Resistencia?
El recién llegado se queda un momento callado y de pronto
se pone a reír.
—¿Yo de la Resistencia? ¿Cómo voy a formar parte de ese
grupo de perdedores? Yo no voy con nadie, y ahora lárgate de
aquí antes de que… —El mecánic se queda mirándote con
atención—. Un momento… A ti te están buscando. ¡Dan una
recompensa por ti!
—¿Por mí?
—No es que sea una cantidad muy alta, pero no está nada
mal, ¡qué suerte he tenido!
—¿Suerte? —Empiezas a andar hacia atrás, sin dejar de
mirar al mecánic, a la vez que sientes de tu corazón empieza a
acelerarse otra vez.
—Sí, suerte. —El mecánic coge su arma, que es igual que la
tuya, y te apunta con ella—. Soy un cazarrecompensas. ¿Sabes
lo que es eso?
Niegas con la cabeza, a la vez que sigues caminando hacia
detrás para alejarte de él. En ese momento te das cuenta de que
has dejado tu arma dentro de tu nave.
—Verás, un cazarrecompensas es alguien que captura a
otros que están buscados por haber cometido algún delito, y a
cambio le pagan.
—¡Yo no he hecho nada! —exclamas.
—Bueno, a mí me da igual, solo sé que ofrecen una
recompensa. Ven aquí si no quieres que te dispare.
Sigues retrocediendo y sientes un calambre a tu espalda.
Entonces te das cuenta de que has llegado al límite del extraño
campo de fuerza invisible que protege la zona de que entren
animales, aunque a tu lado está el panel que lo desactiva.
—Muévete una vez más y te disparo. Te aseguro que te
dolerá —te dice, acercándose.
Visto desde cerca te das cuenta de que es más bajito que tú y
no parece demasiado fuerte.

¿Qué haces?
A. Si me muevo me disparará, mejor me quedo donde estoy.
(Sigue leyendo)

B. Si espero un poco a que se acerque más me puedo lanzar


sobre él. (Ve a la escena 21)

C. Desactivo el campo de energía y me meto en el bosque.


(Ve a la escena 22)
ESCENA 20

Levantas las manos en señal de rendición. Sabes que si te


mueves este tipo te disparará y está tan cerca que no puede
fallar.
—Así me gusta, que seas una criatura obediente —dice
riendo—. Ahora date la vuelta.
Obedeces a lo que te dice. Un instante después notas cómo
te coloca unas esposas en las muñecas, para luego llevarte al
interior de la nave.
—Ha sido una suerte encontrarte. Normalmente voy
persiguiendo a mis presas, no estoy acostumbrado a que sean
mis presas las que vengan donde estoy yo. —Vuelve a reír—.
Me van a dar una buena cantidad de créditos por ti y me van a
venir muy bien para comprar algunos recambios que necesito
para mi nave. Ahora espera aquí, vengo en un rato.
Dicho esto sale de la nave y después de varias horas vuelve.
Gracias a una máquina que tiene dentro de la nave va
metiendo las enormes jaulas en la bodega de su nave. Ves que
dentro de las jaulas ahora hay extraños animales.
—He venido a capturar estas bestias para venderlas, pero
gracias a ti conseguiré unos créditos de más, ¡qué suerte he
tenido!
El mecánic se mete en la cabina y te deja en la bodega a
solas con esos animales tan peculiares.
Al rato notas el tirón que se siente al entrar al hiperespacio y
unas horas después lo mismo al salir de él. No tarda mucho en
abrirse Al poco rato notas la nave aterrizar y se abre la
compuerta de la bodega.
—Bienvenido al aeropuerto de Riga-Riga.
Unos mecánics con cara de pocos amigos entran y te sacan
de la jaula.
—Quiero mi recompensa —dice el mecánic.
Unos minutos después te meten en otra nave.

(Ve a la escena 13)


ESCENA 21

Levantas las manos para que parezca que te rindes.


—Así me gusta, que seas una criatura obediente —dice
riendo, a la vez que se acerca unos pasos más hacia ti—.
Ahora date la vuelta.
Haces como que te giras pero en el último momento te
lanzas sobre él. Tu adversario se da cuenta y dispara,
alcanzándote de lleno, pero el disparo no te causa ningún tipo
de daño.
—¿Qué? —dice sorprendido.
Le agarras el arma e intentas quitársela, pero el mecánic
tiene mucha fuerza.
Durante unos segundos forcejeais, y por fin consigues
quitarle el arma y tu adversario se cae de espaldas.
—¡Quieto! —exclamas, apuntándole.
—No dispares. —Levanta las manos—. ¿Quieres que te
lleve con la Resistencia? Conozco a alguien que quizá te
podría ayudar.
—Está bien.
Subís a la nave y te sientas cerca de él sin dejar de
apuntarle, mientras él pilota.
—¡Vámonos! —le ordenas.
La nave se eleva y unos instantes después entráis en el
hiperespacio.
Durante las pocas horas que dura el viaje no dejas de vigilar
al mecánic.
—Hemos llegado a Riga-Riga —te informa.
—¿Está aquí la Resistencia?
—Espera un momento.
Una voz por los altavoces pide un código de identificación
pero tu compañero la ignora y desciende al planeta,
aterrizando en un enorme aeropuerto.
Miras por el cristal y ves que, entre los vehículos
estacionados, varios mecánics con cara de pocos amigos se
acercan a vuestra nave.
Antes de que puedas reaccionar, el mecánic que va contigo
se va corriendo a la bodega y cierra la puerta.
—No entiendo nada —dices.
—Lo entenderás enseguida —dice al otro lado de la puerta,
soltando una risita.
En ese momento una voz se escucha por los altavoces de la
nave.
—Nave sin identificar, ríndete.
—Eres una criatura muy tonta. Me has dejado que te traiga
hasta Riga-Riga para cobrar mi recompensa por ti.
Poco después se abre la compuerta.
Disparas con el arma y consigues neutralizar a dos de los
atacantes, pero otros dos se lanzan sobre ti antes de que tengas
tiempo de apuntar.
Después de inmovilizarte te meten en otra nave.

(Ve a la escena 13)


ESCENA 22

Haces como que levantas las manos para rendirte pero


desactivas el campo invisible de protección y te vas corriendo.
Escuchas un disparo y notas algo en tu espalda, pero sigues
corriendo. De nuevo un disparo y una nueva sensación en la
espalda, pero sigues corriendo, a la vez que sonríes, ya que
sabes que las armas de los mecánics no te pueden afectar. Tu
atacante no lo sabe, ya que le oyes soltar un gruñido de
sorpresa.
En ese momento notas que algo se te cae del bolsillo pero
no tienes tiempo de detenerte y sigues corriendo.
Miras hacia atrás un momento, sin pararte, y ves que el
mecánic corre detrás de ti y no tardará en alcanzarte. Además,
cada vez se vuelve más complicado correr entre las
vegetación, así que te detienes a unos metros de la enorme
planta que un rato antes ha estado a punto de devorarte.
Tu perseguidor también se detiene justo a su lado.
—¿Ya te has cansado de huir? —te pregunta, soltando una
risita.
Coges una piedra del suelo y la lanzas hacia él, alcanzando
a la planta.
—Has fallado —dice—. Ahora ven conmigo.
Detrás de él, la planta parece que ha despertado.
—¿Seguro que he fallado? Espera un momento —dices,
sonriendo.
—¿Que me espere a qué?
En ese momento los tallos se enrollan en sus piernas.
—¿Qué pasa? —pregunta asustado.
Antes de que puedas contestar, la planta ya lo ha envuelto
en sus tallos y el mecánic no puede moverse. Ves que la flor se
abre y empieza a acercarse a su presa.
—¡Socorro! ¡Socorro! —grita.
—Esto te pasa por intentar secuestrarme —le dices.
—¡Ayúdame, por favor!
Te quedas pensando, a la vez que miras a tu alrededor.

¿Qué haces?

A. Se lo tiene merecido, además de que no me fío de él. Me


voy con su nave. (Sigue leyendo)

B. Aquí a mi lado hay una piedra afilada. Podría intentar


liberarlo. (Ve a la escena 43)
ESCENA 23

Mientras te alejas corriendo en dirección a su nave miras hacia


atrás un momento. La planta carnívora está a punto de
comérselo, aunque seguro que no se lo puede comer, ya que su
cuerpo es en gran parte de metal, por lo que te imaginas que lo
escupirá en un rato.
Subes a la enorme nave y una vez en la cabina de mandos te
sientas en el asiento del piloto.
—Nave, nave —dices—. Quiero que despegues.
Para tu alivio la nave despega unos instantes después y no
tardas en salir del planeta.
—¿Y ahora qué? —te preguntas. Debes encontrar a la
Resistencia para que te ayude a rescatar a tus amigos. En ese
momento recuerdas haber notado que algo se te ha caído del
bolsillo hace un rato y te das cuenta de lo que puede haber
sido. Sientes que tu corazón se te congela en el pecho y al
meter la mano en el bolsillo tus sospechas se confirman: has
perdido el importante objeto rectangular que te dio KZ y que
tenías que llevar a la Resistencia.
Te planteas volver a aterrizar y buscarlo, pero en ese
momento surgen del hiperespacio tres naves. Aún están lejos
de ti, pero se acercan con rapidez.
—Llévame al planeta Tierra —le dices a la nave.
—No conozco ningún planeta Tierra —te responde.
Piensas en lo que sabes de tu planeta gracias a los libros y el
colegio.
—Un planeta… que está en un sistema solar de un solo sol
y que tiene… —Cuentas con los dedos—. Tiene ocho o nueve
planetas… el sexto tiene tres anillos y el quinto es el más
grande…
—Buscando en la base de datos… —responde el ordenador
de la nave—. Se han encontrado diez coincidencias.
—¿Diez? —preguntas con asombro. La pantalla se divide
en diez partes y en cada una de ellas se muestra cada uno de
esos sistemas solares.
—Enséñame el tercer planeta.
Un planeta aparece en cada una de las grandes pantallas.
Hay algunos que parecen bolas de fuego, otros son grises, y
hay varios marrones.
—¡Este! —Señalas uno que se ve azul. Por suerte has visto
muchas imágenes de tu planeta y sabes cómo es.
—Dirigiéndonos a las coordenadas.
Unos segundos después estás en el hiperespacio.
El viaje dura unas pocas horas y te pones a llorar de alegría
cuando ves a través del cristal tu querida Tierra.
Le das indicaciones para que te lleve a tu ciudad y en pocos
minutos estás aterrizando con la nave en medio de una calle.
Todos miran asombrados lo que ocurre, y más asombrados
se quedan cuando al abrirse la puerta te ven salir a ti en lugar
de a un marciano.
En ese momento llegan varios coches de policía.

(Sigue leyendo)
ESCENA 24

Miras junto a tus padres a través del cristal. Poco a poco, la


Tierra, tu hogar, se va haciendo más pequeño. En unos
minutos no será más que un pequeño punto de luz, uno más de
entre los miles y miles que hay en el espacio.
Han pasado ya cinco meses desde que volviste. Unos días
después de regresar a tu casa la Tierra fue invadida por
centenares de naves, que durante las siguientes semanas la han
ido conquistando. Por suerte gracias a la nave que tu trajiste
los humanos habéis aprendido a construir naves que pueden
viajar muy rápido por el espacio y que además cuestan muy
poco de fabricar. Así, ahora una veintena de enormes
cosmonaves se alejan del planeta, ya casi invadido, llena de
humanos, entre los que estáis tú y tu familia. No podéis vencer
a los invasores, así que ahora vuestra única opción es buscar
otro planeta, lejano y habitable, en el que una parte de la raza
humana pueda empezar a vivir de nuevo… y rezar para que
nunca os encuentren y os invadan.
FIN

La aventura puede acabar mejor, ¿quieres probar


de nuevo pulsando aquí? ¿Quieres ver todo lo que
puedes vivir en esta aventura aquí?
ESCENA 25

Una fuerza te empuja contra el asiento durante unos pocos


segundos y a través del cristal de la nave ves que en lugar del
espacio negro lleno de estrellas ahora hay miles de rayos de
luz que pasan por tu lado.
—Hemos entrado en el hiperespacio —informa la nave.
Después de varias horas de aburrido viaje en la nave por fin
abandonáis el hiperespacio.
Miras con asombro a través del cristal y ves el planeta Riga-
Riga ocupando la mitad de tu campo de visión. Centenares de
naves van y vienen de su superficie, y abajo puedes distinguir
ciudades inmensas y altísimas hechas de metal y cristal, tan
grandes como países enteros de la Tierra.
Una voz grave habla de pronto por los altavoces de la nave,
sobresaltándote.
—Destino.
Te quedas pensando durante unos instantes.
—Quiero aterrizar.
—Destino —repite unos segundos después.
Te quedas pensando unos instantes.
—¡La capital! Eso, quiero aterrizar en la capital.
—Código de identificación.
Ahora sí que no tienes ni idea de qué decir. La voz repite
dos veces más la pregunta.
Mientras piensas ves que dos naves se acercan a tu posición
y sientes un escalofrío.
—Vámonos de aquí —le ordenas a tu nave.
Esta empieza a dar la vuelta pero entonces las dos naves te
alcanzan y se ponen a tu lado.
—No podemos movernos —informa tu nave—. Estamos
bloqueados.
De pronto tu nave empieza a descender a la superficie del
planeta.
—¡Quiero irme! —gritas a los controles.
—No puedo hacer nada —te dice con tranquilidad—.
Estamos inmovilizados y ahora son ellos los que nos dirigen.
—¡Esto es por tu culpa! —exclamas—. No me dijiste que
nos pedirían una identificación.
—Porque no me lo preguntaste —contesta la nave con
indiferencia.
Unos pocos minutos después aterrizáis en una pequeña pista
situada en una zona de edificios bajos y grandes, que parecen
almacenes.
Antes de que tengas tiempo de hacer nada más el cristal
delantero se abre y tres mecánics se asoman y te apuntan con
sus armas. Levantas los brazos en señal de rendición.
Te sacan de malos modos y te registran, después de
inmovilizarte las manos a la espalda.
—¿Qué es esto? —pregunta uno de los mecánics,
cogiéndote la tarjeta que te había dado KZ para que le
entregaras a la resistencia.

(Ve a la escena 30)


ESCENA 26

—Vamos a buscar a vuestro amigo Alto-5. Yo te acompaño.


—¡Bien dicho, criatura! —exclama AA.

—Persona —le corrijes.


—Eso, persona. Por cierto, veo que tu cuerpo es muy
sensible a los cambios de temperatura, vamos a tener que
ponerte algo para protegerte del frío porque tenemos que salir
de la cúpula protectora.
—Creo que tengo lo que necesitas —dice Pop, que se siente
algo avergonzado por no atreverse a ir con vosotros. Trae
cogido de la boca un rollo de un material que parece una lona
de plástico. De su espalda salen dos antenas y con ellas la
desenrolla—. Esto lo usamos para aislar máquinas por dentro,
seguro que te sirve.
AA y él te envuelven en ese extraño plástico, mientras Lucy
entra tu nave al hangar por una enorme puerta lateral.
Unos minutos después te sientes como si fueras un trozo de
carne envuelto en plástico, de esos que venden en los
supermercados.
Para acabar te colocan un casco.
—Ya estás listo, vamos —dice AA. Avanza flotando por
delante de ti y al llegar al otro lado del hangar abre una
pequeña puerta que hay y salís al exterior. Frente a ti aparece
una llanura cubierta de nieve, y no muy lejos hay una cadena
montañosa.
Te extraña que no esté nevando y no sientes frío, hasta que
avanzas unos metros. Una ráfaga de aire casi te tira al suelo y
sientes un tremendo frío.
—Hemos abandonado el escudo protector, lo notas,
¿verdad?
—Ya lo creo —contestas tiritando.
AA se acerca a ti y toca un aparato cuadrado que han puesto
en el centro de tu traje hecho con ese extraño material.
Enseguida notas calor.
—Vamos —dice.
Camináis hasta llegar a la primera de las montañas.
—¿Cómo sabes que ha pasado por aquí?
—Tú no ves las huellas porque la nieve las ha borrado, pero
los mecánics dejamos un rastro de energía en el suelo que es
fácil de seguir.
Llegáis a la entrada de una gruta y coges tu pistola con
fuerza a causa de los nervios.
—Esto no tiene muy buena pinta —dices.
—Vamos allá —dice AA. Él parece no tener miedo, aunque
claro, flota, por lo que si la cosa se complica siempre puede
marcharse volando.
Camináis durante un buen rato por el interior de la gruta. De
vez en cuando aparecen nuevos pasillos y AA se mete en uno
u otro sin dudarlo.
Llegáis a una zona del pasillo en la que un enorme bloque
de hielo y piedra impide el paso.
—Esto ha caído después de que pasara Alto-5 —deduce AA
—, pero no te preocupes.
De su abultada barriga sale una varilla acabada en un cono
gris. De repente este se pone rojo y el bloque de piedra y hielo
que hay a muy poca distancia suya se empieza a derretir.
—¡Increíble! —exclamas, una vez el paso ya queda libre.
En ese momento escucháis un rugido.
—¿Qué ha sido eso? —Se te ha puesto la carne de gallina.
—¡Qué raro! Pensaba que en esta zona del planeta no había
ningún ser vivo.
Avanzáis más y, además de nuevos rugidos, escucháis una
voz.
—¡Es Alto-5! —exclama AA.
Os asomáis a la siguiente sala y lo que ves hace que se te
hiele la sangre.
Una especie de enorme oso blanco le ruge a un mecánic que
está sobre una roca aguantando el equilibrio a duras penas.
—¡Madre mía, qué monstruo! —exclama AA.
—Silencio —le dices a tu amigo. Por suerte el oso no se ha
dado cuenta de que estáis allí.
El mecánic, que parece una rana gigante, está a punto de
caerse en el hueco que tiene detrás.
—¿Por qué no hablas con él? Sois iguales —te dice AA.
—¿Pero qué dices? ¿Tú crees que ese bicho de dos metros
es igual que yo?

¿Qué haces?

A. Me acerco y le disparo con mi arma aprovechando que


no nos ve. (Sigue leyendo)
B. Empezamos a gritar para que el monstruo nos oiga y se
olvide de Alto-5. (Ve a la escena 28)

C. Le digo a AA que use el extraño rayo de calor que tiene


en la barriga contra la bestia. (Ve a la escena 29)
ESCENA 27

Preparas el arma y, después de hacerle un gesto a AA para que


se espere, avanzas despacio.
Tu amigo entiende qué vas a hacer e intenta decirte algo,
pero le haces señales para que se calle. Insiste, pero avanzas y
te olvidas de él.
No tienes práctica en disparar, así que cuanto más te
acerques más difícil será que falles.
Caminas despacio, sintiendo tu corazón latir a toda
velocidad a causa del nerviosismo.
El oso es enorme, seguro que te puede destrozar de un solo
zarpazo.
Estás a cinco metros de él cuando te detienes; ya no te
atreves a acercarte más.
Apuntas con cuidado, intentando que no te tiemblen las
manos y aprietas el gatillo.
Un disparo azulado golpea de lleno a la criatura en la
espalda pero esta ni se inmuta.
—¡Qué raro! —Vuelves a disparar y de nuevo le aciertas,
pero sigue sin hacerle nada.
En ese momento recuerdas que tu amigo KZ te dijo que el
arma era para que funcionaran mal las partes mecánicas, y
claro, ese oso tiene de mecánico lo mismo que tú.
Retrocedes despacio hasta donde está AA.
—Tu arma no funciona porque…
—Ya lo sé —le interrumpes con vergüenza—. Tenemos que
pensar otra cosa.
En ese momento ves como Alto-5 cae en el interior del
profundo agujero.
—No pasa nada —dice AA unos instantes después—. Las
lecturas que recibo de él dicen que está bien, al menos dentro
de ese agujero estará a salvo de ese monstruo.
Os marcháis y regresáis al hangar en el que los otros dos
mecánics arreglan la nave y les contáis todo lo ocurrido.
—Tendremos que conseguir algún tipo de arma que pueda
afectar a esa criatura sin matarla, por si nos ataca al ir a buscar
a Alto-5 —dice Lucy.
Los dos mecánics acaban de acoplar el pesado cilindro
plateado que han sacado de tu nave a la suya y, una vez todo
listo, os metéis dentro de la nave y esta despega.
—Parece que funciona bien —dice Lucy, que es la que la
pilota, usando, además de sus cortas patas de pájaro, unas finas
extensiones que han salido de su cuello, mientras AA y Pop
esperan en la enorme bodega de la nave—. Ahora vamos a
Riga-Riga a conseguir lo que necesitamos para salvar a Alto-5.
Tardáis unos pocos segundos en abandonar el helado
planeta y enseguida entráis en el hiperespacio.

(Ve a la escena 17)


ESCENA 28

—Vamos a llamar su atención —le dices a AA.


—¿Y qué haremos cuando nos vea?
—Correr —dices—. Bueno, en tu caso volar.
Empezáis a chillar como locos.
—¡Eh! ¡Estamos aquí, animal feo! —gritas.
El oso blanco se da la vuelta y, avanzando unos pasos hacia
vosotros, os enseña los dientes.
AA se acerca a él a la vez que gana altura.
El oso intenta alcanzarlo con las zarpas, en vano. Mientras,
Alto-5, aprovechando que el oso le da la espalda, da un
tremendo salto hasta llegar a donde estás tú.

En ese momento el oso deja de prestarle atención a AA y os


mira con furia.
—Creo que es hora de correr —dices, sintiendo que se te
acelera el pulso.
Alto-5 abre la marcha volando a toda prisa y tú le sigues de
cerca, junto con AA, que pasa por encima del oso y os alcanza.
Los dos mecánics, mucho más rápidos que tú, poco a poco te
van dejando atrás. Escuchas a tu espalda los rugidos del
animal, que cada vez suenan más cerca. Por suerte llegas a la
parte de la cueva medio enterrada en la que AA ha tenido que
hacer un agujero usando su rayo de calor y pasas por él. Detrás
de ti el monstruo se para y empieza a golpear los trozos de
hielo y roca para apartarlos.
Un rato después salís de la cueva pero seguís corriendo en
dirección al interior del campo protector. Miras a tu espalda y
ves que el oso está a bastante distancia. En ese momento se
detiene, os lanza un rugido, y se vuelve al interior de la cueva.
—Lo hemos conseguido —dices, suspirando, una vez
entráis en el hangar.
Pop y Lucy están en ese momento acabando de ajustar la
pieza cilíndrica que han sacado de tu nave a la suya, que es
enorme.
Un rato después está todo listo y la nave despega,
abandonando el campo de protección.
—Vamos a ver si la pieza funciona —dice Lucy, acelerando.
La nave responde bien y en poco tiempo estáis fuera del
planeta.
Todos aplaudís y gritáis de alegría.
—¡Lo hemos conseguido! —exclama Pop desde la zona de
carga del vehículo, ya que no cabe en la cabina.
—¿Ahora dónde vamos? —pregunta Lucy, que es la que
pilota.
Todos se quedan pensativos durante unos instantes, hasta
que habla Alto-5:
—Bueno, gracias a esta criatura…
—Persona —le corriges.
—Eso, gracias a esta persona hemos abandonado el planeta,
así que creo que tendríamos que ayudarle a encontrar a la
Resistencia.
—Vayamos entonces a Riga-Riga —dice AA.
Unos instantes después la nave desaparece en el
hiperespacio.

(Ve a la escena 31)


ESCENA 29

Te quedas pensando durante unos instantes. Si no recuerdas


mal, el arma que llevas es para afectar a las partes robóticas de
los mecánics, por lo que poco le va a hacer a un oso.
En ese momento caes en la cuenta que AA tiene ese
cacharro que produce calor y derrite rocas, eso sí podía ser un
arma útil.
—No tengo muy claro que sea buena idea —te dice después
de que se lo explicas.
—Puedes volar, no te pasará nada.
Tu amigo se acerca flotando hasta el oso. El rayo de calor
solo funciona cuando se aplica muy cerca, por lo que AA tiene
que acercarse mucho al animal.
Cuando está a menos de dos metros de él su barriga se abre,
mostrando el aparato que produce el calor.
En cuanto lo enciende el oso suelta un gruñido de dolor y se
agacha, a la vez que da un tremendo salto a un lado.
Al aterrizar en el suelo este se sacude a causa del tremendo
peso del oso y ves como, de la sacudida, Alto-5 se precipita en
el profundo agujero lanzando un chillido.
AA vuelve volando hasta tu posición.
—Alto-5 está bien, pero creo que hemos enfadado al
animal, ¡vámonos!
Aprovechando que la bestia todavía está algo confusa por lo
que le acaba de pasar, corres en dirección a la salida de la
cueva, seguido de AA, que flota a tu lado.
No tardáis en salir de la cueva y volver junto con vuestros
otros dos amigos.
—Esa bestia es peligrosa, tenemos que encontrar la forma
de asustarla para que nos deje recoger a Alto-5 —dice Lucy—.
En Riga-Riga seguro que encontramos lo que necesitamos, eso
en caso de que la nave pueda volar.
—Esperemos que sí —dices suspirando.
Tardan un poco en acabar de acoplar el pesado cilindro
plateado que han sacado de tu nave a la suya. Una vez todo a
punto os metéis en la enorme nave, que sale del hangar poco a
poco, para luego levantar el vuelo a toda velocidad.
—Parece que funciona bien —dice AA, mientras ve a Lucy
pilotar con sus cortas patas de pájaro y dos extensiones
metálicas que han salido de su cuello.
—Me alegro —dices con alivio.
—Bien, ¡rumbo a Riga-Riga! —exclama Lucy, ordenando a
la nave entrar en el hiperespacio.

(Ve a la escena 17)


ESCENA 30

Han pasado dos días desde que te capturaron. Durante ese


tiempo te han tenido dentro de la misma cárcel de cristal, pero
ahora han decidido sacarte.
Te meten dentro de una gran nave con las manos atadas y
esta se pone en marcha. No sabes dónde vas y los mecánics
que están encerrados contigo —cuarenta— tampoco saben qué
va a ser de ellos. Todos estáis preocupados y asustados.
Cuando se abre la compuerta de la nave ha pasado mucho
rato, aunque no puedes calcular cuánto.
Os hacen bajar y te encuentras con un inmenso campo de
hierba verde, que te llega hasta el pecho. Miras en todas
direcciones y solo se ve ese campo. En el cielo brillan dos
soles, uno amarillo y otro más pequeño que es casi blanco.
No tardas mucho en saber para qué te han llevado allí, ya
que un mecánic enorme muy antipático te da unas
herramientas y te dice cómo tienes que cortar esa hierba y
luego apilarla.
Cuando llevas ya un mes allí las naves empiezan a traer
humanos como tú, cada vez más, todos ellos para trabajar en
ese inmenso campo que parece ocupar todo el planeta.
El trabajo es cansado pero el aire es puro y os dan bien de
comer. No es una comida muy sabrosa, ya que es una pasta
marrón, pero no está mal, no tiene mal sabor y te da mucha
energía.
Cuando llevas seis meses ya hay miles de humanos allí.
Todos los que llegan hablan de que la Tierra ha sido invadida y
que está todo perdido. Piensas en tus padres y rezas para que
estén bien.
Al año de estar allí los ves bajar de una de las naves, junto
con más familiares tuyos.
Después de abrazaros y llorar de alegría, te confirman que la
Tierra ha sido invadida del todo y todos los humanos van a
mandarse a planetas como ese para trabajar en la cosecha de
esas plantas, que luego se convierten en la comida para
vosotros y los mecánics.
Sabes que vas a pasar el resto de tu vida allí, pero la vida no
es tan mala. Tenéis comida, aire limpio, sol, está tu familia,
haces amigos, aunque echas de menos tu antiguo mundo y,
sobre todo, la libertad.

FIN
La aventura puede acabar mejor, ¿quieres probar
de nuevo pulsando aquí? ¿Quieres ver todo lo que
puedes vivir en esta aventura aquí?
ESCENA 31

Unas horas después vuestra nave aterriza en uno de los


inmensos aeropuertos de la capital, una ciudad donde los
edificios son más altos que las nubes y hay miles de vehículos
voladores que van y vienen en todas direcciones.
—Vamos a buscar a la Resistencia —dice Alto-5, dando un
salto hacia la salida.
—Un momento —AA se te queda mirando.
—¿Qué pasa?
—No puedes ir por ahí así —dice—, llamas demasiado la
atención.
—No entiendo nada —dices.
—¡Claro, eres solo de carne, sin nada mecánico! —exclama
Pop
—¡Es verdad! No se me había ocurrido —dice Lucy.
—¿Y qué hago?
—De eso me encargo yo. —Pop te empuja con su morro
hacia una zona de la nave llena de herramientas y chatarra—.
Soy un experto en construir cosas, vamos a disfrazarte.
Después de mirarte unos instantes para calcular tus medidas
se pone a trabajar, mientras el resto de tus nuevos amigos
esperan charlando.
Tú miras con asombro cómo tu amigo con aspecto de
hipopótamo aplasta las planchas de metal con sus poderosas
patas, para luego darles forma y unirlas usando un chorro de
fuego que sale de su boca y que derrite sus extremos para que
se queden pegadas.
En apenas una hora ya tiene preparadas dos armaduras.
—¿Cuál te gusta más? —pregunta.
Eliges una de ellas y con la ayuda de tus amigos te la pones.
—Ya podemos ir a buscar a la Resistencia —dice Lucy,
volando en dirección a la salida.
Recorréis el aeropuerto y atravesáis sin problemas una de
las terminales de embarque, para salir a una amplia avenida.
—En esa cantina de ahí seguro que encontramos
información —te dice Alto-5.
La cantina es un local enorme lleno de mesas. De fondo se
oye una música que te suena extraña y ruidosa.
—¡Ey! ¡Es mi canción favorita! —exclama Pop, a la vez
que mueve la cabeza a los lados siguiendo el ritmo. Te hace
gracia ver bailar a un hipopótamo, pero no dices nada.
—Dejadme a mí, tengo muchos contactos —dice Alto-5,
pegando un enorme salto con sus patas de rana hasta llegar a la
barra.
Lo veis hablar con uno de los camareros durante unos
minutos y luego este señala a una zona de la cantina que está
apartada del resto por una puerta.
En ese momento se os acerca un tipo algo más bajo que tú,
de aspecto humanoide —es decir, con un cuerpo parecido al
tuyo—, aunque tiene una prominente barriga.
—¿Os puedo ayudar en algo? —pregunta con amabilidad,
mirándote a ti fijamente.
—No, gracias —dices.
Va a decir algo más pero en ese momento se acerca Pop,
todavía moviendo la cabeza al ritmo, el mecánic lo ve y se
aleja.
Entonces Alto 5 os hace señas para que vayáis hacia él.
Os metéis dentro de una sala muy pequeña con una sola
mesa, parece un comedor privado.
Enseguida entra un mecánic muy delgado y serio.
—¿Eres de la Resistencia? —preguntas.
—Digamos que soy simpatizante.
—¿Simpatizante?
—No soy directamente, pero alguna vez les he ayudado. A
ver, enséñame lo que tienes para ellos.
Le das la tarjeta plana y la mete en una ranura que lleva en
la cabeza.
—¡Vaya! —exclama unos segundos después—. KZ ha
descubierto la forma en la que Zur controla al gobierno y va a
controlar a todos los mecánics. Ha creado un programa que,
introducido en una antena, controla a otros. ¡Claro!, así
controla a nuestros gobernantes. Y ahora quiere meter el
programa en una de las antenas gigantes del planeta. Si lo
consigue podrá mandar la señal de su programa a través del
hiperespacio y así podrá controlar muchos mundos.
—¡Eso es horrible! ¿Y qué se puede hacer? —pregunta Pop,
asustado.
—Si se desconecta la antena los gobernantes quedarían
libres de la influencia de Zur, y ya no podría controlar a nadie
más.
—¿Y cómo podemos desconectarla? —pregunta AA.
—Introduciendo esta misma tarjeta en el panel de control de
la antena.
—El lugar en el que está la antena no está lejos de aquí,
pero estará muy vigilado. ¿Cómo podemos entrar? Nos
detectarían con sus sensores en cuanto nos acercáramos —dice
Pop—. Ya sabéis que todos tenemos implantado el localizador,
y las baterías de nuestros sistemas emiten una señal muy fácil
de identificar. ¡Ay, madre, esto es muy peligroso!
—Aquí hay alguien que no tiene localizador, ni baterías —
dice Lucy.
Todos te miran.
—¡Sí! —exclama AA—. A ti no te detectarían. Podrías
entrar escondido en un transporte de mercancías.
—O entrar por uno de los túneles inferiores. Se usan para
llevar el agua de lluvia y son bastante grandes para que quepas
dentro —dice Alto-5.
—O dejarte caer desde un transporte con una mochila de
frenado. No emite energía —dice Lucy.
—¿De verdad tengo que hacerlo yo? —preguntas con
nerviosismo.
—Podríamos ir alguno de nosotros si tuviéramos un
dispositivo que bloquea las señales que producen nuestras
partes mecánicas, pero son muy difíciles de conseguir y no
tenemos tiempo para buscar uno.
En ese momento entra uno de los camareros.
—¡Vienen a por la criatura! Alguien os ha delatado.
En ese momento recuerdas ese extraño mecánic que se ha
cruzado contigo al entrar a la cantina.
Todos salís del local por la puerta trasera.
—Bueno, ¿qué hacemos? —dice Pop.

A. Mejor me dejo caer desde el cielo. (Sigue leyendo)

B. La idea del transporte de mercancía es buena. (Ve a la


escena 33)

C. Mejor me cuelo por el túnel. (Ve a la escena 35)


ESCENA 32

Cuando media hora después estás sobrevolando la antena a


muchísima altura la puerta del vehículo en el que vas se abre.
Asomas la cabeza para mirar abajo y casi te desmayas de la
impresión que te da ver la caída de tres kilómetros.
—Creo que no ha sido una buena idea… —dices, a la vez
que empiezas a sudar a causa de los nervios.
—¡Es muy fácil! —te dice Lucy—. Solo tienes que dejarte
caer y apretar el botón rojo del mando que tienes en la mano.
—Claro, para ti es muy fácil porque llevas toda la vida
volando —le respondes al mecánic con forma de pájaro.
Sientes que el corazón te late a toda velocidad y por más
que le ordenas a tu cuerpo que avance y salte, este no quiere
obedecerte.
—Creo que no puedo….
—¡Claro que puedes! —Alto-5 te da un empujón con sus
patas y un instante después estás cayendo en picado.
Ahora que ya has saltado el miedo casi ha desparecido e
incluso reconoces que caer es una sensación increíble.
No tardas en alcanzar la antena y sigues cayendo en paralelo
a ella.
Entonces cuentas hasta cinco, tal y como te han comentado
tus amigos, y aprietas el botón.
La mochila que llevas a la espalda se enciende y empieza a
frenar la caída poco a poco.
Cuando ya ves el suelo con claridad empiezas a maniobrar,
ya que no tienes que llegar hasta abajo del todo, sino pararte
en una de las plataformas que tiene la antena.
—A ver cómo iba esto…
Manipulas los mandos y la mochila te desplaza hacia la
antena, pero lo hace demasiado rápido y te chocas contra ella,
para luego rebotar y alejarte dando vueltas como una peonza.
—¡No!
Aunque te han explicado bien el funcionamiento del aparato
volador, no tienes práctica con él, y empiezas a manipular
frenéticamente los controles para hacer que deje de dar vueltas
y se acerque de nuevo a la antena, pero en lugar de
conseguirlo, cada vez das más vueltas.
Cuando te quieres dar cuenta ya has pasado de largo la
plataforma en la que deberías haberte parado y no tienes más
remedio que aterrizar en el suelo, ya que la mochila sirve para
frenar, no para volar.
Al llegar abajo varios mecánics te ven y corren hacia ti.
Aunque intentas escapar y sus disparos no te hacen nada no
tardan en atraparte.
Te meten en una sala pequeña y durante las siguientes horas
se dedican a interrogarte. Al principio te niegas a contar nada
pero al final lo cuentas todo. Aunque no te dicen nada más,
sabes que deben haber capturado también a todos tus amigos
con la información que les has dado.

(Ve a la escena 30)


ESCENA 33

Hace ya un rato que estás entre dos grandes contenedores,


dentro de un vehículo que avanza flotando en dirección a la
antena.
No os ha costado nada encontrar un transporte que fuera
hasta allí, ya que cada dos por tres están entrando vehículos
con piezas y recambios para completar la antena y así llevar a
cabo el maléfico plan de Zur de dominarlo todo.
Cuando notas que la nave se ha detenido deduces que ya
estás dentro del recinto de la antena.
Alguien abre la puerta donde estás tú con las cajas y
permaneces inmóvil. Oyes ruido de cajas moviéndose y
esperas.
Cuando escuchas que el sonido se aleja sales de tu
escondite, caminando de cuclillas.
Miras en todas direcciones.
Tal y como imaginabas, estás en el patio inferior del recinto
de la antena. Ves a unos metros una puerta que sabes que
conduce a unas escaleras y corres hacia ella.
Vas subiendo por escaleras con cuidado hasta que llegas a la
plataforma que buscas. Abres un poco la puerta que hay y te
asomas.
Ahí está el sistema de control de la antena, pero la sala no
está vacía, sino que hay cuatro mecánics, tres de ellos iguales
y con aspecto amenazador, ya que son grandes y tienen cuatro
brazos y van armados. Al cuarto individuo no lo ves porque es
mucho más pequeño y lo tapan los otros.
—Y ahora qué hago… —murmuras.
Esperas unos minutos, pero aquellos tipos no se marchan.
Sin embargo, ves que se han apartado un poco del panel de
control.
Sacas del bolsillo la tarjeta que te dio KZ. Solo tienes que
meterla en la ranura.
Respiras varias veces profundamente para intentar calmarte
y entonces te decides.
Corres tratando de no hacer ruido y cuando estás cerca de la
máquina oyes unas voces a tu espalda.
—¡Oye, tú!
Un instante después uno de los mecánics te dispara pero no
te paras.
Metes la tarjeta en la ranura y en ese momento unos fuertes
brazos te agarran y te apartan.
La antena emite entonces un zumbido extraño y de pronto
todas las luces parpadean.
—¡Maldita sea! ¿Qué has hecho?
En ese momento te das cuenta de que el mecánic que te
habla y que es bajito y flacucho debe de ser el terrible Zur.
—¡Noooo! —grita—. ¡Has anulado mi programa de
control!
—Ahora ya no podrás controlar a nadie —dices, sacándole
la lengua.
El mecánic se acerca a ti y piensas que si no estuvieran sus
guardaespaldas podrías tumbarlo con facilidad.
—¡Vámonos de aquí! —exclama el líder, después de
lanzarte una mirada cargada de odio.
Los mecánics grandes te atan las manos con una cinta de
metal y los cuatro se marchan corriendo.
Un rato después aparece un mecánic y lo reconoces. Se trata
del que te has encontrado en la cantina.
—Vaya, vaya, veo que alguien ha hecho el trabajo por mí —
te dice—. Ofrecen una buena recompensa si te entrego,
¿sabes?
—No creo que vayas a cobrar nada, el gran líder Zur está
acabado.
Este te mira con confusión, sin saber qué hacer, para hacerte
bajar luego al patio, sin soltarte.
Allí encuentras a tus compañeros, que acaban de entrar.
—¡Suéltale! —exclama Pop, enfadado.
Tu captor, asustado ante el tamaño de tu amigo, obedece.
—¡Lo has hecho muy bien! —te dicen todos.
—¿Qué pasará con Zur?
—Ha escapado y todavía tiene naves y gente que le
obedece. Buscará otra antena de otro planeta para intentar
repetir su plan, pero le costará. Ahora que volvemos a tener a
nuestros gobernantes y sabemos sus planes, quizá en unos
meses podamos capturarlo.

(Sigue leyendo)
ESCENA 34

Al día siguiente te devuelven a tu mundo junto con tus amigos,


a los que han liberado.
La nave en la que te llevan aterriza en medio de una gran
expectación. Todo el mundo de tu ciudad se acerca a ver lo
que pasa y las imágenes se retransmiten por todo el mundo.

—Muchas gracias por todo —te dice KZ antes de


despedirse—. Si no hubiera sido por ti ahora Zur gobernaría en
todos nuestros planetas.
—De nada. ¿Nos volveremos a ver?
—Eso espero. Ahora la prioridad es capturar a Zur antes de
que use otra antena, pero sin duda regresaremos, tenemos
muchas ganas de conoceros mejor.
Dicho esto se marcha.
Durante los siguientes días tu vida es un lío, ya que un
montón de gente importante de tu país e incluso de otros
hablan contigo, además de que te hacen entrevistas en la radio,
periódicos e incluso la televisión.
Dos meses después por fin tu vida vuelve a la tranquilidad.
Mientras sigues con tu rutina de ir a clase, con tus amigos y en
casa, esperas que pronto vuelvan a ponerse en contacto
contigo los mecánics.
Sin embargo, pasa el tiempo y no se vuelve a saber de ellos.
Entonces, un día te viene un pensamiento a la cabeza: ¿y si
Zur ha conseguido tomar el control de una antena en otro
planeta y ahora gobierna en todos los planetas de mecánics?
Quizá por eso no has vuelto a saber nada de tus nuevos
amigos.
En ese caso, quizá un día venga para conquistar la Tierra,
aunque son conjeturas, lo importante es que has conseguido
regresar con tus amigos y frustrar los planes de un ser
malvado.

FIN

La aventura ha acabado bien pero todavía puede


acabar mejor, ¿quieres probar de nuevo pulsando
aquí? ¿Quieres ver todo lo que puedes vivir en esta
aventura aquí?
ESCENA 35

Vas caminando con una pequeña linterna en la mano por el


oscuro y estrecho túnel, en el que tienes que agachar mucho la
cabeza para poder caminar. Por suerte solo hay un palmo de
agua, por lo que puedes caminar con facilidad.
Según avanzas vas encontrando algunas bifurcaciones,
además de agujeros sobre tu cabeza que conducen al exterior,
pero sabes que tienes que ir en línea recta.
Te detienes un rato después y miras las marcas del techo,
que son las que indican a dónde sale cada uno de los agujeros,
buscando el que recoge el agua del recinto de la antena, pero
todavía te falta.
Vas a ponerte a caminar de nuevo cuando escuchas un
chapoteo a tu espalda. Te das la vuelta y enfocas con la
linterna, pero no ves nada, así que sigues caminando.
De pronto el túnel se vuelve mucho más ancho y alto y
encuentras grandes piedras en el suelo, además de trozos de
tuberías rotas de diferentes formas y tamaños. Caminas
despacio para no clavarte ningún hierro en los pies, aunque la
armadura que llevas seguramente te protegería, pero no
quieres arriesgarte. Arriba ves el agujero que buscas, ya estás
justo debajo de la antena.
De nuevo escuchas un chapoteo, seguido de un segundo y
un tercero.
Frunces el ceño. Se supone que nadie puede ir por ahí, los
sensores detectarían sus componentes electrónicos y saltaría
algún tipo de alarma.
Decides no perder tiempo y disparas hacia arriba con la
pequeña pistola que te ha dado Lucy, que tiene una ventosa
unida a una cuerda.
La ventosa se pega e la parte superior del agujero y te
preparas para ponértela en la cintura y así subir.
—¡Alto ahí! —escuchas.
Apuntas con la linterna a tu espalda, a la vez que notas que
tu pulso se acelera.
A unos pocos metros ves a un mecánic. Es el que te has
encontrado en la taberna, lo reconoces con facilidad.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntas con enfado—. ¿Cómo
es que no han saltado las alarmas?
—Porque llevo este aparatito. —El mecánic se toca un
objeto luminoso que tiene en el pecho.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti, ofrecen una recompensa bastante buena por ti,
criatura.
—¿Cómo me has reconocido, si llevo una armadura?
—Porque soy un cazarrecompensas y por tanto alguien con
muchos recursos. A mis sensores no puedes engañarlos. Lo
que pasa es que en la cantina ibas con ese mecánic gordo tan
peligroso y he pensado que era mejor esperar para capturarte.
En cuanto he avisado a los policías y os he visto huir, os he
seguido.
El mecánic te apunta con su arma. Tú no llevas ninguna, ya
que su célula de energía habría hecho saltar las alarmas, pero
te permites sonreír por debajo del casco, ya que tu adversario
no sabe que ese tipo de arma que lleva no te afecta.
—No vas a escapar de mí —te dice.
—Y yo te digo que sí. Tengo una misión muy importante
que cumplir.
—¿Misión? ¿Qué misión?

¿Qué haces?

A. Lo ignoro y subo con la cuerda. Subiré despacio, pero el


mecánic no puede hacerme nada con su arma. (Sigue leyendo)

B. Aquí cerca hay muchos trozos de tubería y barras de


hierro, le pego un buen golpe con una de ellas. (Ve a la escena
37)
C. Intento convencerle de que mi misión es importante. (Ve
a la escena 38)
ESCENA 36

Sin dejar de mirarlo te atas la cuerda al cinturón de tu


armadura.
—No te muevas —te repite el mecánic.
—Adiós, chaval —le contestas, a la vez que pulsas el botón
de recoger el cable.
Tal y como imaginabas, tu enemigo dispara, pero el rayo no
te causa ningún tipo de daño.
—¡Qué pasa! —exclama, volviendo a disparar.
—Tus ataques no me hacen nada, ¡tonto! —le dices, riendo,
mientras vas ganando altura poco a poco, empujado por el
cable.
El mecánic corre hacia ti y da un potente salto, agarrándose
a tus piernas.
—¡Suéltame!
Intentas quitártelo de encima mientras vas subiendo, pero no
hay manera de soltarlo.
En el forcejeo ves que al mecánic se le cae algo.
—¡Nooo! —grita.
En ese momento una fuerte alarma empieza a sonar.
—Por tu culpa he perdido el inhibidor de señal, estúpida
criatura.
Seguís forcejeando y cuando llegas arriba ves que te están
esperando cuatro mecánics de aspecto imponente y con cuatro
brazos.
Antes de que puedas reaccionar te agarran con fuerza y,
después de registrarte y quitarte la armadura que te servía de
disfraz, encuentran la tarjeta con la que tenías que detener la
antena.
—¡Yo venía a entregarlo! ¡Yo no tengo nada que ver con
esta criatura! —exclama el otro mecánic, al que también han
capturado—. Quiero mi recompensa.
No le hacen caso y os encierran a los dos en una pequeña
sala.
Poco después escuchas sonidos al otro lado de la puerta y
reconoces las voces de tus amigos, parece que también les han
capturado.
—¡Mira qué ha pasado por tu culpa! —te dice el mecánic.
—¿Por mi culpa? ¡Si todo ha sido cosa tuya! —respondes
con enfado.
Durante los siguientes minutos no paráis de discutir
gritando, hasta que de pronto tu compañero de celda se queda
callado y con sus ojos fijos en la pared.
—¿Y ahora qué te pasa a ti? —le preguntas con enfado.
El mecánic murmura algo pero no lo escuchas. Lo vuelve a
decir y te acercas a escuchar.
—Solo sirvo a Zur. Solo sirvo a Zur.
Se te pone la carne de gallina al entender lo que ocurre: Zur
ha conseguido poner en marcha la antena con su programa de
control.
Poco después abren la puerta de la celda.
Tu compañero sale despacio y se une a una larga fila de
mecánics, entre los que ves a tus amigos. Todos ellos están
serios y con la mirada perdida, y murmuran una frase que no
escuchas pero que sabes cuál es.
Uno de los guardias de cuatro brazos te empuja para que
salgas de la celda y te lleva a otra sala.
Al caminar encuentras al responsable de que te hayan
descubierto en el túnel. También él está quieto con la mirada
perdida.
—Vaya, vaya —dice alguien al verte. Se trata de un
mecánic muy bajito y delgado—. Así que tú eres la criatura
que ha intentado detenerme. Pues tengo algo preparado para ti.
Comprendes que debe ser el mismísimo Zur el que está
hablando contigo, y unos instantes después te meten en una
pequeña cápsula transparente y te dejan ahí.

(Ve a la escena 30)


ESCENA 37

Coges una barra de hierro de un metro de longitud del suelo.


—Si no te largas te voy a dar un buen golpe con ella —le
amenazas.
El mecánic suelta una risita.
—¿Tú vas a hacerme daño? ¡No lo creo!
Entonces te dispara.
—¿Ya está? —le preguntas, sonriendo, aunque tu adversario
no puede verte la cara porque la tienes oculta tras el casco de
la armadura que te ha hecho Pop.
El mecánic vuelve a disparar, sin entender por qué no te
hace nada.
—Ahora verás.
Corres hacia él con la barra y le lanzas un golpe, pero lo
esquiva por poco. Intenta agarrarte con sus manos metálicas,
pero le das un golpe en la cabeza, haciéndolo retroceder.
Vuelve a intentar acercarse a ti, y de nuevo le pegas otro
golpe.
Enseguida queda claro que tú llevas las de ganar, ya que
gracias a la barra de hierro él no se te puede acercar.
A pesar de ello lo vuelve a intentar varias veces más y tu le
vuelves a golpear, y en uno de los golpes le alcanzas en el
pecho y se rompe el objeto brillante que lleva ahí pegado.
Casi al instante una estridente alarma empieza a sonar.
—¡Noooo! —exclama el mecánic, rompiendo a correr en
dirección al túnel por el que habéis venido.
Tú te detienes unos instantes, sin saber qué hacer, pero antes
de que te decidas caen dos mecánics desde el agujero por el
que ibas a subir.
Intentas escapar pero te atrapan con sus cuatro brazos y,
después de registrarte y quitarte la tarjeta que te había dado
KZ, se te llevan y te encierran en una diminuta celda.
Unas horas después escuchas sonidos al otro lado de la
puerta y reconoces las voces de tus amigos, parece que
también les han capturado.
Al rato ves a través de tu pequeña cárcel transparente pasar
a un grupo de mecánics, entre ellos tus amigos.
—¡Eh! ¡Sacadme de aquí! —les gritas.
Pero ellos ni siquiera te miran, solo caminan despacio y con
la mirada perdida. Cuando pasan cerca de ti escuchas lo que
van repitiendo en voz baja sin parar:
—Solo sirvo a Zur. Solo sirvo a Zur.
Ahora Zur tiene el control de todos los mecánics de ese
sector de la galaxia.

(Ve a la escena 30)


ESCENA 38

—Tengo que impedir que Zur acabe de modificar la torre para


controlarlos a todos.
—¿La torre? ¿Qué dices de la torre?
—Supongo que sabes que Zur ha controlado a todos
vuestros dirigentes y por eso él es ahora quién manda.
—¿Controlado? Bueno, aunque fuera cierto, a mí me da
igual. Yo soy contrabandista y cazarrecompensas, no me
importa quién mande, yo voy a la mía.
—Pero Zur quiere ir más allá, quiere controlaros a todos, y
para eso va a usar la torre.
El mecánic se queda pensativo.
—Bueno, pero no se puede hacer nada, lo mejor es largarse
lejos de este planeta y ya está.
—Tarde o temprano llegará donde estés, y también te
controlará.
—¿Y tú vas a detenerlo? —pregunta riendo.
—Sí, a mí no me afecta la antena, igual que no me afecta tu
rayo, porque soy todo de carne. Además, tengo esto. —Sacas
la tarjeta del interior de la armadura y se la enseñas, pero
manteniendo la distancia—. Gracias a esto podremos echar a
perder sus planes.
—Es posible… —El mecánic se queda pensando y habla
para sí mismo—. Si Zur controla a todos se acabó hacer
negocios con el contrabando, eso en caso de que no me
controle a mí también.
—¿Lo entiendes?
El mecánic asiente.
—Venga, te voy a ayudar por una vez. Por cierto, soy Suno.
Antes de que tengas tiempo de reaccionar se acerca al
agujero, da un fuerte salto y se agarra con brazos y piernas
para seguir subiendo por el tubo como si fuera una araña.
Te enganchas la cuerda al cinturón y comienzas a subir
despacio.

Una vez arriba, os escondéis detrás de una caja enorme.


—Me imagino que tendremos que llegar hasta la plataforma
principal —te dice—. Pues vamos.
Camináis agachados y subís por unas escaleras, sin
encontraros con nadie.
—Tiene que ser aquí —dices al ver una puerta.
Tu amigo asiente.
—Mis sensores me dicen que hay cuatro mecánics ahí. Tres
son soldados, son fuertes y… ¡oh, vaya sorpresa! ¡Está
también Zur!
—¿Zur? —Las piernas te empiezan a temblar solo de pensar
que ahí está el terrible enemigo que quiere controlar toda la
galaxia.
—Son muchos, no sé si podremos llegar a colocar la tarjeta,
necesitamos un plan —dice Suno.
Te asomas un momento. Los cuatro mecánics están a un
lado, de espaldas. Efectivamente hay tres grandes y con cuatro
brazos, que están bien armados, y puedes ver entre ellos a otro,
pequeño y delgado, que debe ser Zur, aunque no da nada de
miedo, ya que es más bajito que tú. A unos metros de ellos
puedes ver con claridad el lugar en el que tienes que meter la
tarjeta.

¿Qué haces?

A. Entramos los dos a la vez corriendo, mientras Suno


intenta retener a los guardias, tú puedes colocar la tarjeta.
(Sigue leyendo)

B. Hay demasiados mecánics en la sala, que Suno se asome


para distraerlos y luego entras tú. (Ve a la escena 40)

C. Mejor entras tú para distraerlos y que Suno coloque la


tarjeta, que lo hará mejor. (Ve a la escena 42)
ESCENA 39

—A la de tres —dices—. Uno, dos, tres. ¡Ya!


Os lanzáis a la carrera hacia el lugar en el que va la tarjeta,
que lo ves frente a ti, a pocos metros.
—¡Nos atacan! —exclama alguien, aunque le ignoras. Estás
ya muy cerca de tu destino y Suno corre a tu lado, disparando
contra vuestros enemigos. Ves que ha conseguido derribar a
dos de ellos.
Recuperado de la sorpresa inicial, el soldado que queda en
pie salta a un lado para esquivar los disparos de tu amigo, a la
vez que dispara él también, Por su parte, Zur se ha tirado al
suelo y se esconde detrás del cuerpo de uno de sus mecánics.
Los disparos del soldado que queda os alcanzan, aunque a ti
por suerte no te hacen nada.
Por desgracia, a Suno si le afectan y cae. Al hacerlo te
empuja y pierdes el equilibrio, por lo que te estrellas contra el
suelo. Antes de que tengas tiempo de reaccionar sientes unos
fuertes brazos que te agarran.
—¡Os hemos detenido! —exclama Zur—. ¡Malditos
traidores! Pagaréis por este intento de sabotaje.
Se os llevan y os encierran en una pequeña habitación.
—Casi lo habíamos conseguido.
—Ya sabía yo que no tendría que haberte ayudado —te dice
el mecánic—. Por tu culpa ahora…
No acaba la frase, ya que se queda quieto mirando a la
pared. Entonces empieza a hablar en voz baja:
—Solo sirvo a Zur. Solo sirvo a Zur.
—¿Qué te pasa? —le sacudes, pero él sigue igual,
repitiendo esa frase sin parar.
La puerta de la celda se abre y Suno sale despacio y se une a
una larga fila de mecánics, que repiten lo mismo que él.
A ti te agarran y te meten en una pequeña jaula cilíndrica de
cristal

(Ve a la escena 30)


ESCENA 40

—Tú los despistas y luego entro yo, ¿vale? —le dices.


—De acuerdo, esto va a ser divertido, criatura.
—¡Y dale con lo de criatura! ¡Qué pesados que sois! Soy
una persona.
—Vale, vale, lo que sea. Espera un poco más abajo en la
escalera, yo me asomaré y correré escaleras arriba, cuando
veas que salen detrás de mí entras.
—Está claro —le dices.
Suno entra y unos segundos después sale corriendo,
perseguido por los tres guardaespaldas del líder. Mientras sube
por las escaleras no deja de disparar y alcanza a uno de los
mecánics, que se derrumba en el suelo, pero también a él lo
alcanzan los disparos y cae.
Esperas un instante más para ver si sale también Zur y deja
la sala vacía, pero no tienes esa suerte.
Te asomas a la sala de control y ves al líder hablando con
alguien, seguramente a través de algún tipo de teléfono que
debe de tener incorporado en su cuerpo.
Avanzas despacio e intentando no hacer ruido, a la vez que
sacas la tarjeta de KZ.
En ese momento el líder se da la vuelta y te mira con sus
ojos amarillos saltones.
—¡Otro traidor! ¡Guardias, guardias! —grita con una voz
aguda y estridente que da risa.
Avanzas hacia la ranura pero Zur se coloca frente a ti y te
apunta con su arma.
—Estás acabado, traidor.
—¡Eso lo veremos! —exclamas.
El líder te dispara, pero su arma no te afecta, y tú le das un
fuerte empujón, haciéndole caer, para luego introducir la
tarjeta.
El cuadro de control emite un zumbido y las luces
parpadean.
—¿Qué? —El líder se incorpora.
—Tu programa de control ya no funciona —respondes,
sonriendo.
—¡Noooooooooo!
Tu enemigo, enfurecido, se pone en pie a la vez que te
vuelve a apuntar con su arma, pero de un manotazo se la quitas
de sus manos.
Justo entonces entran dos de los soldados, llevando a rastras
a Suno.
En cuanto te ven te apuntan con sus armas, sorprendidos, y
te disparan. A su vez disparas a uno de ellos con el arma que le
has quitado a su jefe, derribándolo.
En cuanto el que queda se da cuenta de que sus disparos no
te afectan corre hacia ti para agarrarte con sus cuatro brazos,
pero ya es tarde porque de un disparo le haces caer al suelo.
—Muy bien, se acabó —dices. Miras a Suno—. ¿Cómo te
encuentras?
—Bien… más o menos —murmura—, en cuanto mis
circuitos lógicos vuelvan a funcionar con normalidad. Ahora
mismo no sé ni quién eres ni qué hago aquí.
Sueltas una risita.
—Tranquilo, no tengo prisa.
Zur empieza a caminar hacia la puerta.
—¡Quieto o te disparo! —exclamas. Este te obedece.
Veinte minutos después tu amigo ya está bastante
recuperado, aunque anda con cierta dificultad e inmovilizáis a
los tres soldados.
—Tú, empieza a caminar y no hagas nada raro o te disparo
—le dices al líder.
Zur suelta un gruñido, pero te obedece.
Cuando llegáis al patio te encuentras con tus amigos, junto
con una docena de mecánics.
—¡Muy bien hecho! —exclama Pop al verte—. Esto son
fuerzas del gobierno, ahora que están libres vuelven a tener el
control.

(Sigue leyendo)
ESCENA 41

Esa noche se celebra una fiesta en tu nombre en uno de los


niveles más elevados del edificio más espectacular de toda la
ciudad.
Conoces a los mecánics más importantes de todo el planeta
y todos ellos te dan las gracias por lo que has hecho. También
consigues que liberen a tus amigos Enrique y Marta, e incluso
KZ está allí.

—Lo has hecho genial —te dice el mecánic que te metió en


todo este lío—. Ya sabía yo que podía confiar en ti.
—Estamos en deuda contigo —añade un mecánic altísimo y
delgado—. Soy Sary, una de las integrantes del gobierno. Ha
sido muy duro para nosotros estar bajo el control de Zur, no
podíamos liberarnos y nos ha hecho tomar decisiones terribles
y encarcelar a muchos buenos ciudadanos, pero ahora eso ha
pasado.
En ese momento se te acerca Suno.
—Hola, criatura —dice animado.
Le lanzas una mirada de reproche.
—Persona, quería decir —rectifica, riendo.
—Bueno, gracias a ti hemos ganado —le dices.
—Sí, y el gobierno me ha ofrecido un trabajo, ahora que soy
alguien importante.
—Oye, eso está muy bien, ya no tendrás que traficar —
interviene Pop, que se ha acercado a vosotros acompañado de
tu amigo Enrique.
—¿Quién ha dicho que vaya a dejar de traficar? —pregunta
Suno, soltando una risita.
Todos os reís.
—Por cierto, cria… persona, ¿para que sirve eso tan raro
que tienes sobre la cabeza? —te pregunta Suno.
—¿Esto? —Te tocas el pelo y miras a Enrique, que se
encoje de hombros—. La verdad es que no lo sé.
Todos rompéis a reír de nuevo.
Al día siguiente te devuelven a la Tierra en su mejor nave,
escoltada por cuatro naves pequeñas.
Tu aparición causa sensación en tu ciudad y en todo el
mundo.
—¿Nos volveremos a ver? —preguntas a tus nuevos
amigos, que te han acompañado.
—Seguro que sí. Ahora que sabemos que en vuestro planeta
hay vida inteligente espero que nuestros pueblos puedan
colaborar juntos —dice KZ, al que desde hace unas horas le
han dado un cargo importante—. He estado estudiando tu
mundo y parece que tenéis fuentes de energía muy
contaminantes, además de mucha contaminación en los
océanos. Os vamos a dar tecnología para que tengáis una
energía casi infinita y no contaminante, además de un sistema
que limpiará toda la contaminación de vuestros mares, eso
para empezar.
—Eso está genial —dices.
A partir de entonces tu vida ya no vuelve a ser la misma, ni
la tuya ni la de nadie, y ves feliz cómo las cosas en tu planeta
van mejorando.
FIN

¡Lo has hecho de maravilla! Si quieres ver lo que


te puede faltar por vivir pulsa aquí.
ESCENA 42

—Yo entraré a despistarlos, a mí no me pueden hacer daño los


disparos —dices, dándole la tarjeta a Suno.
—Está bien, yo esperaré un poco más abajo —te entrega su
arma—. Tú llévalos escaleras arriba.
Entras con cuidado en la sala y disparas a uno de los
guardaespaldas del líder, alcanzándolo de lleno.
Los otros dos reaccionan con rapidez y te disparan, sin dejar
de proteger a su jefe, que grita de miedo con una aguda voz.
Consigues derribar a otro mecánic antes de que se den
cuenta de que no afectan sus armas, pero no puedes disparar al
tercero, ya que se abalanza sobre ti y te arranca el arma de las
manos.
Antes de que te pille sales corriendo escaleras arriba,
seguido de cerca por el mecánic.
Te metes en un pasillo para intentar despistarlo pero
entonces se abalanza sobre ti y te aprisiona los brazos. Intentas
resistirte, pero tiene mucha fuerza y forcejeas, en vano.
Un minuto después vuelves a bajar las escaleras
acompañado de él y con los brazos atados a la espalda.
Cuando entras en la sala de control de la antena descubres a
tu amigo en el suelo, inmóvil. El líder lleva un arma en sus
manos.
—¿Pensabais que podíais detenerme? ¡Nadie puede, y
menos ahora! Dentro de unos momentos tendré el control de
todo este cuadrante de la galaxia.
Durante un rato permanecéis allí, mientras Zur no deja de
hablar sobre sus planes de conquistar toda la galaxia.
De repente tu amigo Suno se queda con la mirada perdida y
empieza a murmurar frases.
—Solo sirvo a Zur. Solo sirvo a Zur —repite con una
extraña voz.
—¡Ya funciona mi invento! —exclama Zur—. Ahora todos
los mecánics de este sector de la galaxia ¡son míos!
El líder se te queda mirando.
—A ti ya veo que todo esto no te afecta, pero no te
preocupes, tengo planes para ti y para los de tu raza.
Llega media docena más de guardias y uno de ellos te mete
en una pequeña celda cilíndrica de cristal.

(Ve a la escena 30)


ESCENA 43

Coges la piedra afilada y te acercas con cuidado al pobre


mecánic, que está muerto de miedo.
Sin perder tiempo vas cortando los tallos que le han
aprisionado, mientras ves cómo la flor va bajando poco a poco
hacia vosotros, dispuesta a devoraros, a la vez que manda más
tallos.
Por fin consigues liberarlo, justo cuando nuevos tallos
empiezan a enrollarse en una de tus piernas. Os marcháis hacia
la nave a toda velocidad y en cuanto llegáis a la zona de
aterrizaje, el mecánic acciona la barrera invisible de
protección.
Durante unos segundos os quedáis mirándoos. Parece que
ninguno de los dos sabéis que hacer.
—Eres una criatura muy lista —te dice—. Has conseguido
hacerme caer en una trampa, pero lo que mis circuitos lógicos
no entienden es por qué me has ayudado.
—Porque esa planta te podría haber matado y yo no quiero
hacerte daño —le contestas.
—Ya veo… —El mecánic se queda pensando unos
segundos—. Me llamo Suno. Estoy en deuda contigo.
—¿Cómo? —preguntas.
—Que te debo una, criatura.
—Humano, soy un ser humano, una persona.
—¿Y qué haces aquí?
Durante los siguientes minutos le explicas todo lo que has
vivido hasta llegar allí y en ese momento te das cuenta de que
no tienes el objeto rectangular que te dio KZ para que se lo
entregaras a la Resistencia. Lo debes haber perdido mientras
corrías por la jungla.
Se lo comentas a Suno y, aunque no le hace gracia,
desactiva el campo de energía y sale contigo a buscarlo.
Lo buscáis durante un buen rato, pero no lo encontráis.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntas—. Sin ese
dispositivo no tiene sentido contactar con la Resistencia.
—Si quieres te llevo a tu planeta —te dice.
—No hay más remedio… —respondes, pensando en tus
amigos encerrados en la nave, aunque sabes que no puedes
hacer nada por ellos.
La nave de tu nuevo amigo despega y después de unas horas
por el hiperespacio llegáis a la Tierra.
Sin embargo, en cuanto ves a través del cristal tu querido
planeta sueltas un grito, pues está rodeado por un centenar de
naves a su alrededor.
—Lo están invadiendo —dice el mecánic—. No hay nada
que hacer. Vuestra civilización es muy atrasada, no os podéis
defender.
—¿Entonces ahora qué hago? —preguntas a punto de llorar,
pensando en tu familia, que está allí abajo.
—Si quieres puedes quedarte conmigo.
Le miras.
—¿Contigo?
—Sí, soy contrabandista y cazarrecompensas.
—¿Y eso qué es?
—Que vendo cosas prohibidas y que capturo a gente
buscada para cobrar recompensa.
—Pero en cuanto Zur controle a todos…
—No podrá controlar a todos los planetas —te interrumpe
tu amigo—. Nos iremos a un sistema que esté lejos del alcance
de su control, hay muchísimos.
Así, a partir de entonces te dedicas a ir en busca de
aventuras de planeta en planeta con Suno, siempre lejos del
alcance de Zur, que poco a poco va conquistando más y más
mundos según van pasando los meses.
Por suerte el universo es muy grande, Suno y tú os hacéis
buenos amigos y además te gusta lo que haces, aunque de vez
en cuando piensas en tu familia y amigos. ¿Dónde estarán?
FIN

La aventura puede acabar mejor, ¿quieres probar


de nuevo pulsando aquí? ¿Quieres ver todo lo que
puedes vivir en esta aventura aquí?
ESCENA 44

Te vuelven a encerrar en otro cilindro de cristal y ahí te quedas


un día entero. Por suerte te dan de comer aunque te aburres
mucho dentro, ya que los mecánics que están encerrados cerca
de ti te ignoran y solo hablan entre ellos. También allí está
encerrado tu amigo KZ, que parece triste y no habla con nadie,
pero no puedes comunicarte con él porque está demasiado
lejos.
Al día siguiente y, para tu sorpresa, algo cambia en todos los
prisioneros y empiezan a comportarse de una forma muy rara,
ya que no hablan entre ellos, solo están quietos en sus jaulas
mirando a la pared, embobados, y repiten en voz baja la misma
frase una y otra vez:
—Solo sirvo a Zur. Solo sirvo a Zur.
Al poco tiempo les abren sus jaulas y salen en orden, sin
dejar de repetir la misma frase.
Después te encuentras con una agradable sorpresa, y es que
te sacan de tu celda y te meten en una pequeña nave. A través
de una de las ventanas ves la Tierra, tu hogar, y te pones a
llorar de alegría al ver que te van a devolver a casa, aunque no
entiendes por qué lo hacen.

(Ve a la escena 14)


ESCENA 45

Decides esperar en el vehículo a que regrese tu nueva amiga,


seguramente llamarás mucho la atención si vas por ahí ya que
no has visto todavía a nadie que se te parezca en lo más
mínimo.
Llevas quince minutos esperando cuando escuchas ruidos de
voces más adelante.
Unos segundos después ves aparecer a dos mecánics iguales
con cuatro brazos y cara de pocos amigos.
En cuanto te ven te miran con fijeza con sus pequeños ojos
rojos.
En ese momento sientes que algo no va bien y pulsas el
botón que cierra el cristal de la nave.
—¡Esa es la criatura que está buscando el líder! —exclama
uno de ellos. Uno de ellos dispara con el arma que lleva. El
extraño rayo rojizo atraviesa el cristal sin romperlo y sientes
un escalofrío, pero no te hace ningún efecto. El otro también
dispara y ambos parecen confundidos de que sus armas no te
produzcan daño.
Sin perder tiempo ordenas a tu vehículo que despegue.
Tu vehículo obedece y sales del planeta a toda velocidad.
—Nos siguen dos vehículos —te dice con calma la nave.
—¡Lo que me faltaba! —exclamas—. Vámonos de aquí,
llévame al planeta ese todo lleno de vegetación.

(Ve a la escena 18)


EXPERIENCIAS VIVIDAS

He volado en una nave espacial.


Casi me come una planta carnívora.
Me he disfrazado.
He escalado por una alcantarilla.
Me he lanzado desde mucha altura.
Me he enfrentado a una bestia muy peligrosa.
He desactivado algo importante.
He capturado a alguien importante.
Me he convertido en un agricultor espacial.
He vuelto a casa.
Vivo en un bonito bosque.

Pulsa aquí para empezar la aventura.

También podría gustarte