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Fútbol y poder en la URSS de Stalin
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Fútbol y poder en la URSS de Stalin
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Fútbol y poder en la URSS de Stalin

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En los primeros años veinte del siglo pasado un grupo de jóvenes, residentes en un barrio obrero de la ciudad de Moscú y muy aficionados al fútbol, decidieron crear un equipo de este novedoso deporte. Lo crearon en el sentido más amplio del término, porque, además de fundar el club, construyeron con sus propias manos y dinero de su bolsillo todas las instalaciones deportivas. A este equipo de barrio, cuya popularidad creció muy rápido, le tocó enfrentarse, a partir de la mitad de los años treinta, a las grandes sociedades deportivas militares, con el Dinamo (Comisariado para Asuntos Internos) y el CDKA (Ejército Rojo) a la cabeza. Algunos de sus protagonistas fueron víctimas de las grandes represiones estalinistas. Pero esos mismos dramas ‒a veces tragedias‒ personales, unidos a sus éxitos deportivos, ayudaron a crear la leyenda del Spartak de Moscú, la epopeya del equipo del pueblo.
Un libro riguroso y apasionante sobre las peripecias de este club y de la familia Stárostin, que aborda episodios históricos como la visita de la Selección Vasca a Moscú en 1937 o los épicos encuentros del Spartak en los países capitalistas, cuya trascendencia iba más allá de lo deportivo para convertirse en todo un desafío ideológico contra el poder reaccionario. Finalista del premio Panenka 2018.
LanguageEspañol
Release dateJun 24, 2020
ISBN9788412110371
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    Fútbol y poder en la URSS de Stalin - Mario Alessandro Curletto

    Primera edición: abril de 2018

    Segunda edición: marzo de 2020

    Título original: Spartak Mosca. Storie di calcio e potere nell’Urss di Stalin

    © 2015 Fila 37 Srl

    © de la presente edición: Altamarea Ediciones C.B.

    altamarea.es

    © de la traducción: 2018 Alfonso Zuriaga

    © del prólogo: 2018 Carlos Taibo

    Foto de cubierta: Stefan Steinbauer

    Diseño de la colección: Ricardo Juárez

    Corrección y maquetación: Guillermo Pérez

    eISBN: 978-84-121103-7-1

    Índice

    Prólogo, por Carlos Taibo

    Fútbol y poder en la URSS de Stalin

    Introducción

    I.Presnya

    II.El football llega a Rusia

    III.Prehistoria del Spartak

    IV.Una larga transición

    V.Espartaco

    VI.La Plaza Roja

    VII.Los vascos

    VIII.Beria

    IX.El arresto

    X.El gulag

    XI.Vasili Stalin

    XII.La segunda vida

    Notas

    Palmarés

    Bibliografía

    Prólogo

    En más de una ocasión he subrayado que a menudo sucede que es la historia de gentes que están, al menos a primera vista, lejos del poder y de la fama la que arroja más luz sobre el sentido de fondo de los hechos que se nos antojan de relieve, sobre todo en los momentos convulsos. Cierto es que la historia que se cuenta en el libro que el lector tiene entre sus manos no se ajusta puntillosamente a esa exigencia. Y es que, al fin y al cabo, su protagonista, Nikolái Stárostin, fue un deportista tan conocido como celebrado. Aun con ello, y sin embargo, me parece que la peripecia de la vida de Stárostin en los años duros del estalinismo da cuenta de manera convincente de lo que ocurría, lejos de los cenáculos de poder, en hogares y fábricas, en la sociedad soviética de aquellos años. Si tengo que enunciar lo anterior de otra manera, diré que, siendo evidente que este libro no afronta de forma puntillosa ni ordenada la historia de la URSS en unas décadas cruciales —no hay en él quintales de trigo ni reuniones del Comité Central del partido ni desfiles del Ejército Rojo—,sus páginas ofrecen un retrato muy singular, y muy vivo, de las grandezas y de las miserias de una etapa que ha sido encarada, a menudo sin éxito, desde las perspectivas más dispares.

    Debo poner sobre aviso al lector, en otro terreno, de que no va a encontrar en esta obra una historia del que acaso ha sido, durante mucho tiempo, el más genuinamente popular de los equipos de fútbol soviéticos, primero, y rusos, después: el Spartak moscovita. Esta es, antes bien, la historia de los hermanos Stárostin, y en particular la del más connotado de ellos, el ya mencionado Nikolái. Como pronto podrá apreciarse, no falta en estas páginas el relato épico de los comienzos de un club que, a diferencia de otros, no surgió de las instancias de poder. Se topará el lector, por el contrario, con el empeño de un grupo de amigos que dedicaron tiempo y recursos a la tarea, bien es cierto que con apoyo en el Komsomol, en las juventudes del Partido Comunista. Y encontrará también, por cierto, los problemas que el fútbol, un deporte de entusiasmos y violencias a menudo desbocados, planteaba a las autoridades soviéticas en la década de 1920.

    Pero, si lo que acabo de señalar forma parte de una historia común a muchos equipos de fútbol en muchas latitudes, no puede escapársenos el relieve de los ingentes tributos que hubieron de pagar tantos ciudadanos soviéticos, y entre ellos los Stárostin, en las décadas de 1930, 1940 y 1950. Piénsese, por ejemplo, y me ciño ahora al mundo del fútbol y de sus reglas, en la obligación, insorteable, de derrotar a equipos extranjeros, modelada sobre la base de las obsesiones de un sinfín de burócratas temerosos de los caprichos despiadados de quienes tenían por encima. La presión derivada de la necesidad de representar al país en un régimen tan represivo como irracional queda bien retratada al amparo del tenso viaje que los jugadores del Spartak hubieron de realizar a París en 1936 para enfrentarse al Racing local o del polémico encuentro disputado contra una selección de jugadores vascos en 1937.

    No está de más que rescate, con la misma vocación, la rivalidad del Spartak con el Dinamo moscovita, que trascendía lo meramente deportivo, con la trastienda de una confrontación paralela del primero con la NKVD, la policía secreta, y, más allá de esta, con los intentos de manipulación de resultados que habría protagonizado —según se explica en este libro— el propio Beria. En un escenario marcado por un temor al enfado de los de arriba, que infelizmente no podía ser calificado de patológico, menudean historias que invitan a soltar la imaginación. Ahí están, para certificarlo, el partido organizado por el Spartak, en presencia de Stalin, en la Plaza Roja de Moscú; el amistoso disputado en Stalingrado para conmemorar la liberación de la ciudad, o la presencia del fútbol en la vida cotidiana de los gulags siberianos.

    Por pintorescas y emotivas que puedan ser esas historias, lo suyo es que las vincule con el peso ingente de una represión que despuntaba por todas partes. De ella dan testimonio, por ejemplo, y en el caso de los hermanos Stárostin, acusaciones muy singulares, que a duras penas eran imaginables en el caso de ciudadanos soviéticos comunes. Retendré entre ellas la de complacencia con el modo de vida burgués y la del cobro, por parte de los jugadores, de sumas de dinero, por modestas que estas fuesen. En el caso de Nikolái, y tal y como recuerda Curletto, bien pudo darse con un canto en los dientes al certificar que le había tocado en suerte una condena de solo diez años de campo de trabajo. Al igual que en tantos otros casos, el calvario de nuestro héroe no terminó, sin embargo, con la excarcelación, sino que prosiguió al amparo de restricciones e incertidumbres que duraron, en los hechos, hasta 1955. Y que lo hicieron merced a penas y destierros compartidos, en la distancia, con los hermanos. Para que nada faltase, y de la mano de una historia de resabios literarios, la vida de Nikolái Stárostin se cruzó, como se verá, con la de Vasili, el hijo de Stalin, entregado a un permanente forcejeo con otros poderes que de nuevo se antoja un retrato fidedigno de lo que sucedía, con caprichos y contradicciones de por medio, en la elite dirigente en la Unión Soviética. Si así se quiere, la capacidad que este libro arrastra en lo que hace al retrato de grandes flujos históricos se cierra de la mano de un episodio más de la peripecia de los Stárostin: la estabilidad y la tranquilidad que finalmente ganaron tras la muerte de Stalin, con Jruschov, y, también, y bien es verdad que con otros caracteres, con Brézhnev, sin que el terror de masas, por fortuna, reapareciese.

    Se dispone el lector a hincarle el diente a la historia de un deportista al que el fútbol encumbró, luego condenó y a la postre acabó salvando. Me da que pocos relatos similares puede ofrecer un deporte que ha acogido en su seno todas las grandezas y todas las miserias.

    CARLOS TAIBO

    En memoria de mi esposa, Elena Buvina.

    Introducción

    El Spartak de Moscú era el único equipo de fútbol soviético que disfrutaba de un auténtico y profundo seguimiento popular. Este no se limitaba a la capital, sino que se extendía por el inmenso territorio de todo el Estado, excluyendo, quizá, a Ucrania y Georgia, donde la afición por el Dinamo de Kiev y el Dinamo Tbilisi era además un medio de expresión de sus respectivos orgullos nacionales, del deseo de diferenciarse en cierto modo de Rusia.

    Con la disolución de la Unión Soviética, la situación no cambió demasiado; es más, la pasión por el Spartak de Moscú se convirtió en un elemento unificador para las poblaciones de etnia rusa establecidas más allá de las fronteras nacionales: hoy en día (en los años de la Unión Soviética su constitución estaba prohibida por la ley) existen peñas del Spartak de Moscú desde Kaliningrado hasta Vladivostok y Baikonur (Kazajistán), y también en otros países, como Israel.

    Para comprender los motivos de esta popularidad es necesario remontarse a los orígenes, a principios de los años veinte, cuando, en un barrio obrero de la ciudad de Moscú, un grupo de jóvenes fanáticos del fútbol creó un equipo propio. Y lo creó en el sentido más amplio de la palabra, porque, además de fundar la sociedad, construyó también, con sus propias manos y dinero de su bolsillo, las instalaciones deportivas (terreno de juego, tribunas, vestuarios, etcétera).

    A este equipo de barrio, tenazmente constituido pese a las numerosas adversidades que se encontró por el camino, le tocó a partir de mitad de los años treinta la ingrata tarea de enfrentarse al dominio de los clubes militares, con el Dinamo (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) y el CDKA

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