Al llegar a Creta, Minos mandé encadenar y apresar a
los j6venes para entregarlos al Minotauro al dia siguiente. Pero
‘quella noche, Ariadna, la hija del rey, se desliz6 hasta la pri-
sién y entreg6 al principe Teseo un ovillo de hilo diciéndole:
Este hilo te guiaré a través de los intrincados* pasadizos
del Laberinto.
Al alba’, los prisioneros fueron conducidos hasta las gran-
des puertas de piedra del Laberinto. En su interior, todo estaba
oscuro y silencioso.
El primero en entrar fue Teseo, pero antes até un extremo
del hilo a 1a cerradura. De esta manera, conforme avanzaba por
Jos complicados corredores del Laberinto, iba soltando hilo.
De pronto, oyé un rumor que se fue haciendo mds y mas
intenso: era el bramido* del Minotauro. ¥ al fin, una voz terri-
ble surgié de la oscuridad:
~1Quién es el que se atreve a entrar en mis dominios?
-jSoy Teseo, principe de Atenas! {He venido a matarte!
Dicho esto, Teseo corrié hacia el lugar del que salia la voz.
S6lo podia ver los ojos abrasadores y los cuernos puntiagudos
de! monstruo.
El Minotauro bajé la cabeza y embisti6. Teseo era mds pe-
queno y menos fuerte que el Minotauro, pero era mds rapido.
Cuando el monstruo llegé a su altura, Teseo salt6 de costado, lo
agarré por los cuernos y le hizo perder el equilibrio. La enorme
bestia se estrell6 contra el suelo y se rompié la cerviz’.
Tras aniquilar a la bestia, Teseo recogié el ovillo y fue si-
guiendo el hilo hasta legar a la entrada. Sus companeros se
quedaron asombrados cuando lo vieron aparecer.
-Escapemos antes de que el rey Minos se ente-
re de que el Minotauro ha muerto -dijo Teseo-. Se
pondré furioso.
Ariadna, que habia esperado a Ja entrada
del Laberinto, condujo a los jévenes atenienses
hasta el puerto y embarcé con ellos.
Cuando el rey Minos descubrié que habia
perdido a su hija y también al monstruo, mon-
t6 en célera, pero ya el barco de Teseo habia
Jevado anclas y se alejaba a gran velocidad.