Está en la página 1de 5

Quién tiene la culpa?

Jua 9:1

Jesús sana a un ciego de nacimiento


Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Jua 9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que
haya nacido ciego?
Jua 9:3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él.
Jua 9:4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche
viene, cuando nadie puede trabajar.

En cierta ocasión, Jesús caminaba con sus discípulos cuando vieron a un hombre que había
nacido ciego. Los discípulos de inmediato se hicieron la pregunta: ¿Quién tuvo la culpa de que
este hombre naciera ciego? Obviamente, alguien tuvo que haber pecado gravemente para que él
sufriera un castigo tan cruel.

Quizás habían sido sus padres; habían cometido un grave pecado, y como consecuencia, su hijo
había nacido ciego. O posiblemente el hombre mismo había pecado, estando aún en el vientre.
Quizás le dio demasiadas patadas a su madre y no la dejó dormir. Pero alguien tuvo que haber
pecado para que este hombre naciera así.

Cuando le plantearon la pregunta a Jesús, El contestó que ni el hombre ni sus padres habían
pecado. ¡Esto no cabía en la mente de los discípulos! Ellos creían que Dios es bueno, y que es
todopoderoso; por ende, si alguien sufre, tiene que ser consecuencia directa de algún pecado. No
sería justo que Dios permitiera que los justos sufrieran injustamente, así que cualquier
sufrimiento tendría que ser consecuencia de un pecado.

¿Alguna vez te has preguntado, Por qué a mí? Sabes que no eres perfecto, pero no mereces lo
que te ha sucedido. O quizás has visto a una persona que ha sufrido mucho, y te has preguntado:
¿qué habrá hecho para merecer esto? Puedes entender la pregunta de los discípulos.

Hace mucho tiempo vivió un hombre que sufrió mucho. Llegó a perder todo lo que tenía, hasta la
salud. El no lo sabía, pero detrás del escenario, había un significado eterno en sus sufrimientos.
El se llamaba Job, y hoy conoceremos su historia.

Job era un hombre justo, devoto a Dios. Vivió quizás alrededor del tiempo de Abraham, y como
Abraham, servía como el líder espiritual de su familia. Ofrecía sacrificios a favor de sus hijos,
trataba bien a sus siervos, ayudaba a los necesitados y era justo en todos sus negocios. Era
también un hombre de mucha riqueza.

Llegó el día en que los ángeles se presentaron delante del Señor, y con ellos se presentó el
acusador, al que conocemos como Satanás. Surgió un diálogo entre Dios y el acusador.
Leámoslo en Job 1:7-12:
1:7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear
la tierra y de andar por ella.
1:8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
1:9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
1:10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos
has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
1:11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu
misma presencia.
1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu
mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

Satanás, el acusador, siempre busca alejar a la humanidad de Dios. En el jardín del Edén, él trató
de lograr que Eva dudara de la bondad de Dios - y lo consiguió. Aquí, el pretende lograr que
Dios dude de la fidelidad de Job.

El declara que Job sólo le es fiel a Dios porque Dios lo ha bendecido. En otras palabras, su fe
sólo es por interés. Si Dios retirara de Job sus bendiciones, dice Satanás, Job dejaría de amar y
obedecer a Dios. Para mostrar que no es verdad, Dios le permite poner a Job a prueba. Sólo le
pone una condición: no podía tocar a Job mismo - es decir, su vida o su salud.

Satanás entonces le quitó a Job todo lo que tenía - su ganado, sus siervos y hasta a sus hijos. Sin
embargo, Job no maldijo a Dios. Leamos la respuesta de Job en los versos 21-22:

1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová
quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
1:22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

Si Dios nos ha dado todo lo que tenemos, El también tiene el derecho de quitárnoslo.

Satanás no se quedó conforme. Volvió a aparecer ante Dios y repitió su acusación, diciendo que
Job no había rechazado a Dios porque aún conservaba la salud. Si Dios le quitara la salud,
declara Satanás, Job lo abandonaría. Dios entonces le dio permiso al enemigo de quitarle la
salud, bajo la condición de que no le quitara la vida.

Si el enemigo te acusara de lo que le acusó a Job, ¿saldrías inocente o culpable? ¿Buscas a Dios
sólo porque te conviene? ¿Crees en El sólo cuando te da lo que quieres? ¿Crees que Dios te debe
de dar premios por asistir a la iglesia, por portarte bien, por dar el diezmo? Si sólo estás
buscando a Dios por lo que te puede dar, te estás perdiendo el gozo de la clase de relación que El
quiere tener contigo - una relación abierta de amor familiar.

Job fue puesto a prueba con la pérdida de todos sus bienes, de sus hijos y hasta de su salud.
Quedó cubierto de llagas, de la coronilla a los pies, y se sentó en las cenizas para rasgarse con un
pedazo de teja. Entonces le sucedieron a Job tres cosas que también te pueden suceder cuando
sufres.
La primera cosa que le sucedió fue que su familia lo presionó. En este caso, se trató de su esposa.
Leamos lo que ella le dijo en el capítulo 2, verso 9: "Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu
integridad? Maldice a Dios, y muérete." La esposa de Job no comprendía la clase de fe que él
tenía. Para ella, el único motivo para buscar a Dios era recibir sus bendiciones. Cuando Dios
dejaba de bendecir, ella no veía el sentido de seguirle temiendo. Mejor que su esposo terminara
con su vida, según la forma de pensar de ella.

En el verso siguiente leemos la respuesta de Job: "Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de
las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo
recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios." (2:10) Si recibimos de la mano de Dios
tantas bendiciones, ¿cómo podemos quejarnos de las cosas malas que El permite entrar en
nuestras vidas? Es una buena pregunta. No sabemos cómo respondió la esposa de Job; quizás no
estuvo muy convencida. Muchas veces, es lo que nos sucede cuando nos tratamos de mantener
fieles al Señor en medio de las pruebas. Aun los miembros de nuestra familia nos podrán criticar
por seguir confiando en el Señor.

Los siguientes en hablar con Job fueron tres de sus amigos. En el verso 13 del capítulo 2 leemos
de la cosa más sabia que hicieron: "Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches,
y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande." Se quedaron con Job
sin hablar, simplemente haciéndole compañía. Cuando alguien está sufriendo, muchas veces la
mejor cosa que podemos hacer es simplemente estar con él. Las palabras salen sobrando.

Por fin, Job abrió la boca para expresar su pesar. Sus amigos lo escucharon, pero cada uno tuvo
su opinión acerca de lo que había sucedido. Sin excepción, los tres estaban seguros de que Job
había cometido algún error para estar en la situación en la que se encontraba. Leamos, por
ejemplo, las palabras de Bildad, en el capítulo 8, versos 2 al 7:

8:2 ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán como viento impetuoso?
8:3 ¿Acaso torcerá Dios el derecho, o pervertirá el Todopoderoso la justicia?
8:4 Si tus hijos pecaron contra él, El los echó en el lugar de su pecado.
8:5 Si tú de mañana buscares a Dios, y rogares al Todopoderoso;
8:6 Si fueres limpio y recto, ciertamente luego se despertará por ti, y hará próspera la morada de
tu justicia.
8:7 Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande.

Bildad, como los demás amigos de Job, dice verdades. Sin embargo, las aplica mal al caso de
Job. La segunda cosa que le pasó a Job - y que nos puede suceder a nosotros - es que nuestros
amigos nos malinterpretan. Convencidos como lo estaban de que Job tuvo que haber hecho algo
para merecer su castigo, no podían creerle cuando él insistía que era inocente.

Quizás lo más duro que le sucedió a Job fue que sentía que Dios estaba lejos, y que no le
interesaba su sufrimiento. Leamos las palabras de Job en el capítulo 30, versos 20 al 23:

30:20 Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes.


30:21 Te has vuelto cruel para mí; con el poder de tu mano me persigues.
30:22 Me alzaste sobre el viento, me hiciste cabalgar en él, y disolviste mi sustancia.
30:23 Porque yo sé que me conduces a la muerte, y a la casa determinada a todo viviente.

Job sentía que Dios no lo escuchaba; que lanzaba oraciones a un cielo de hierro que, insensible,
lo ignoraba.

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Has sentido que Dios ya no te escucha? Quizás recuerdas
momentos en los que El contestaba todas tus oraciones, y ahora parece que te ignora por
completo. Te preguntas: ¿qué he hecho para que me ignores? Sabes que Dios no es injusto, pero
no te puedes imaginar qué habrás hecho para merecer que te ignore de esta manera.

Al fin, Dios contestó a Job. Su respuesta empieza en el capítulo 38, del que vamos a leer los
versos 1 al 7:

38:1 Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo:


38:2 ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?
38:3 Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás.
38:4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.
38:5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
38:6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
38:7 Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?

En su respuesta, que continúa en los tres capítulos siguientes, Dios no le explica a Job lo que le
está sucediendo. Esto es algo muy interesante. No siempre recibimos una explicación en esta
vida de lo que Dios nos ha permitido vivir. Más bien, Dios en su respuesta le habla de la
sabiduría con la que ha hecho la creación. ¿Dónde estabas tú cuando hice todo esto? - le pregunta
a Job.

Esto implica que, si Dios tuvo la sabiduría suficiente para crear el mundo con todo lo que
contiene, también tiene la sabiduría suficiente para manejar la vida de Job. Leamos la respuesta
de Job en el capítulo 42, versos 1 al 6:

42:1 Respondió Job a Jehová, y dijo:


42:2 Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.
42:3 ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no
entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.
42:4 Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.
42:5 De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.
42:6 Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.

Después de su experiencia, él ha llegado a tener un conocimiento mayor de Dios. Antes había


sabido de El, pero ahora lo conocía.

Cuando nosotros pasamos por pruebas, podemos llegar a conocer a Dios de una forma más
profunda. No está mal cuestionar; Job no pecó en lo que dijo. Pero sí le damos la espalda a Dios,
podemos perder la oportunidad de conocerlo más de cerca. Después de la experiencia de Job, él
recibió el doble de lo que había perdido. Dios lo restauró.

Podemos aprender tres cosas de la historia de Job. En primer lugar, vemos que Dios está en
control. Aunque no comprendamos lo que El está haciendo, su sabiduría es mayor que la nuestra.
Si una hormiga no es capaz de comprender lo que hace un ser humano, mucho menos podemos
comprender todos los caminos de Dios. Sin embargo, podemos confiar en su bondad y sabiduría,
porque El las ha mostrado en muchas ocasiones.

La segunda cosa es que, si somos fieles a Dios, las cosas saldrán bien al final. Quizás la
restauración venga en esta vida. Muchas veces, Dios restaura a los que han perdido bienes, salud
o seres queridos. En todo caso, sabemos que seremos restaurados por completo en la eternidad.

Por último, vemos que Job señala perfectamente hacia Jesús. Los dos sufrieron como justos, sin
merecer lo que estaban experimentando. Los dos se sintieron abandonados por Dios; Jesús gritó
en la cruz: ¿Por qué me has abandonado? Y como Job, Jesús fue restaurado; al tercer día,
resucitó.

¿Quién tuvo la culpa de lo que sufrió Job? Nadie, en realidad. ¿Quién tuvo la culpa de lo que
sufrió Jesucristo? La culpa la tuvimos nosotros. Fueron nuestros pecados, y su amor por
nosotros, los que llevaron a Jesús a la cruz.

El mensaje de la Biblia es que, si nos unimos por fe a Jesús, compartiremos su victoria. Por fe en
El, somos justos; puede ser que suframos ahora, que enfrentemos tentaciones y pruebas, pero
podemos saber que todo saldrá bien al final. Ven y camina hoy con El.

También podría gustarte