Un señor protestante bueno, generoso, nunca criticaba ni
de nada ni de nadie y respetaba a todos su modo de ser. Una noche tuvo un sueño, una escalera que subía de la tierra al Cielo y muchos hermanos subían y cuando iban en la mitad se deslizaban en seguida abajo. Lo volvían intentar y lo mismo y así varias veces, no podían llegar al Cielo. El desesperado de semejante fracaso recapacitó entre sí: ¿Qué les hará falta? Y se le apareció una señora que le dijo: Invóquenme y recen el Santo Rosario por la conversión de los pecadores porque si no todos se van para el infierno y se acordó que ninguno creía en la Virgen y pensó eso ha de ser, y corriendo se fue a decirles a todos los que no podían subir: Que María es la madre de Dios, la Virgen pura sin mancha y les ordenó que rezaran con mucho fervor el Santo Rosario y así lo hicieron, hasta que llegaron al Cielo, allí la Santísima Virgen los estaba esperando, les abrió las puertas y a todos los iba abrazando y bendiciendo y él enseguida despertó y siguió siendo muy devoto de la Virgen.